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Se Cuenta La Historia de Un Rey Que Debía Escoger Entre Dos Hombres para Ver Quien Conduciría Su Carruaje
Se Cuenta La Historia de Un Rey Que Debía Escoger Entre Dos Hombres para Ver Quien Conduciría Su Carruaje
quien conduciría su carruaje. Les mandó a ambos conducir por un camino que
bajaba serpenteando por la orilla de un precipicio.
“He aquí, de cierto, así os dice el Señor: Por motivo de las maldades y
designios que existen y que existirán en el corazón de hombres conspiradores
en los últimos días, os he amonestado y os prevengo, dándoos esta palabra de
sabiduría por revelación” (D. y C. 89:4).
La Palabra de Sabiduría puso restricciones sobre los miembros de la Iglesia y,
hasta el día de hoy, esos requisitos se aplican a todo miembro y a toda persona
que desee unirse a ella. Dichos requisitos son tan importantes que nadie será
bautizado en la Iglesia a menos que esté de acuerdo con vivir en base a ellos.
A nadie se le llamara a enseñar ni a dirigir a menos que los acepte. Cuando
quieran entrar en el templo, se les preguntara si guardan la Palabra de
Sabiduría. Si no lo hacen, no podrán entrar en la Casa del Señor en tanto no
sean completamente dignos.
Nuestra sociedad se ve plagada por un sentido de resistencia a todo lo
que limite nuestra conducta. La obsesión de separar la libertad de la
responsabilidad, donde se supone que de alguna forma las decisiones no
están sujetas a las consecuencias, podría llegar a destruir por completo el
orden de nuestra sociedad.
No todo lo que es dañino se especifica. El arsénico, por ejemplo, por cierto que
es malo aunque su fulminante acción no da tiempo a formar hábitos. Aquel a
quien se le debe mandar en todas las cosas, dijo el Señor, “es un siervo
perezoso y no sabio” (D. y C. 58:26).