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Se cuenta la historia de un rey que debía escoger entre dos hombres para ver

quien conduciría su carruaje. Les mandó a ambos conducir por un camino que
bajaba serpenteando por la orilla de un precipicio.

El primer conductor lo hizo lentamente y con sumo cuidado, alejado lo mas


posible del borde, mientras que el segundo, demostrando gran destreza, se
lanzó a tanta velocidad por el camino que, por momentos, la mitad de una de
las ruedas del carruaje iba en el aire por sobre el borde del barranco.

Tras pensarlo detenidamente, el rey escogió al primer conductor. En todas las


cosas, es siempre mejor ir por un sendero seguro.

¿Cuál es tu meta a largo plazo?


Si sabes cuál es tu objetivo, estarás preparado, e incluso entusiasmado,
por hacer cambios en tu vida.
¿Alguna vez has tenido que hacer algún cambio que en realidad no te sentías
motivado a hacer? ¿O algún cambio que no esperabas que tendrías que
hacer?
Para que un cambio en mi forma de vida fuera un éxito, debía tener en mente
una perspectiva amplia, pues si tenía miras estrechas solamente, no iba a
llegar muy lejos.
Es difícil ser paciente cuando algún cambio forzado altera tu plan, pero
recuerda que la meta a largo plazo es lograr la exaltación. El Padre Celestial
sabe lo que necesitamos para llegar allí: “No podéis aguantar ahora la
presencia de Dios, ni la ministración de ángeles; por consiguiente, continuad
con paciencia hasta perfeccionaros”
El Padre Celestial te ama y desea que tengas éxito; Él desea que seas feliz, y
ha trazado un plan para que logres ambas cosas.
Dentro de ese plan hay mandamientos y leyes que son necesarios para que
podamos vivir sanos y apartados de todas las circunstancias.
Una ley que hacemos de menos y que nos ayuda a tener una buena salud, esa
ley es la ley de la palabra de sabiduría, y como ley es también un mandamiento
que se nos ha dado desde El 27 de febrero de 1833 ya hace 190 años que se
dio esta revelación.

Tres años después de la organización de la Iglesia, se recibió una revelación


que describió nuestra época con las siguientes palabras proféticas:

“He aquí, de cierto, así os dice el Señor: Por motivo de las maldades y
designios que existen y que existirán en el corazón de hombres conspiradores
en los últimos días, os he amonestado y os prevengo, dándoos esta palabra de
sabiduría por revelación” (D. y C. 89:4).
La Palabra de Sabiduría puso restricciones sobre los miembros de la Iglesia y,
hasta el día de hoy, esos requisitos se aplican a todo miembro y a toda persona
que desee unirse a ella. Dichos requisitos son tan importantes que nadie será
bautizado en la Iglesia a menos que esté de acuerdo con vivir en base a ellos.
A nadie se le llamara a enseñar ni a dirigir a menos que los acepte. Cuando
quieran entrar en el templo, se les preguntara si guardan la Palabra de
Sabiduría. Si no lo hacen, no podrán entrar en la Casa del Señor en tanto no
sean completamente dignos.
Nuestra sociedad se ve plagada por un sentido de resistencia a todo lo
que limite nuestra conducta. La obsesión de separar la libertad de la
responsabilidad, donde se supone que de alguna forma las decisiones no
están sujetas a las consecuencias, podría llegar a destruir por completo el
orden de nuestra sociedad.
No todo lo que es dañino se especifica. El arsénico, por ejemplo, por cierto que
es malo aunque su fulminante acción no da tiempo a formar hábitos. Aquel a
quien se le debe mandar en todas las cosas, dijo el Señor, “es un siervo
perezoso y no sabio” (D. y C. 58:26).

Daniel 1:1 en adelante

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