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FERNANDO MIKELARENA PENA

Doctor en Historia. Universidad Pública de Navarra

ESTRUCTURAS FAMILIARES Y
SISTEMAS SUCESORIOS EN NAVARRA:
lJNA APROXIMACION CRITICA DESDE
LAS CIENCIAS SOCIALES A LAS

PERSPECTIVAS TRADICIONALES.

SUMARIO

l. INTRODUCCION.
11. ESTRUCTURAS FAMILIARES Y SISTEMAS SUCESORIOS EN NAVARRA.

1. INTRODUCCION. CONTRADICCIONES E IDEOLOGIA EN LAS


PERSPECTIVAS TRADICIONALES SOBRE LAS ESTRUCTURAS
FAMILIARES Y LOS SISTEMAS SUCESORIOS EN NAVARRA.

Lo primero que advierte el historiador, el antropólogo o el sociólogo que íntenta


profundizar en la cuestión de la familia y del régimen de herencia en la Navarra tradi­
cional a tra vés de la bibliografía escrita por los especialistas en derecho civil navarro,
especialmente de la posterior a la guerra civil, es el confusionismo provocado por el
énfasis, de índole esencialista. en «lo foral». De esta forma, se reconoce, por un lado. la
existencia dentro del territorio navarro de dos tipos de familia y de sistema sucesorio -la
familia nuclear ligada con el sistema sucesorio de reparto a partes iguales y la familia
troncal relacionada con el régimen de transmisión indivisa- y se cataloga únicamente a
la segunda de ellas como «foral», tildando a la otra explícitamente como de «no fora),>,
cuando al fin y a la postre ambas son configuradas a partir de un mismo cuerpo legisla­
tivo, el civil navarro. Diversos autores han incurrido en esa contradicción. Así por
ejemplo, lino de ellos, SALINAS QUIJADA en un artículo titulado «La familia foral nava­
rra» aseveraba lo siguienle: a) en Navarra hay una familia foral y una familia no foral:
«En Navarra, hoy día, y desde hace mucho tiempo existen familias forales y familias
que no responden al tipo foral sobre el cual se ordenó nuestro Derecho, yen contempla­
ción de las cuales se elaboró nuestro sistema privativo»'; b) la familia foral es la familia

I Francisco SALlN. S QUIJADA. «La familia foral navarra», en Anuario de Derecho Foral. 1, Pampluna.
1975, p. 219.

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troncal y la no foral la no troncal: «Por regla general, coincide la familia foral con la
troncal, y la no foral con la no troncal»'; c) geográficamente, la familia foral o troncal
se extiende por la Montaña y la Zona Media, y la no foral por la Ribera: «esta familia
troncal en Navarra se da en d Norte, mientras que en el Sur 00 suele existir esa forma
de familia. Por tanto, se dan las familias troncales en todos los pueblos que hoy corres­
ponden a las merindades de Pamplona y de Aoiz, toda la parte septentrional de la
merindad de Estella, y también la parte más al Norte de Tafalla. Sin embargo, acierta
Caro Baraja al hacer excepción en esta determinación geográfica de algunos pueblos de
la Bunmda»\ d) pese a la identificación entre familia troncal y familia foral, el Derecho
Foral Navarro posibilita la conformación de familias trancales y no troncales: «dentro
del ámbito de libertad civil de nuestro Derecho, cabe constituir un tipo de familia tron­
calo de familia no troncal, sin limitación alguna»"
En realidad, el corpus jurídico foral navarro no implica la existencia de un tipo
concreto de familia o de un sistema sucesorio específico. De hecho, Hilaría Yaben,
autor dd, en mi opinión, mejor trabajo sobre el sistema sucesorio indiviso y sobre la
familia troncal en Navarra por su cuidadoso empeño en hablar de la práctica jurídica y
en no limitarse a la norma, nunca cometió el error de identificar de forma explícita
derecho foral y troncalidad, sino que desde el principio de su discurso dejó claro que la
"legislación foral concede a todo navarro la más amplia y absoluta libertad para dispo­
ner de sus bienes. Puede distribuirlos entre los hijos a partes iguales o desiguales, puede
dejar toda la hacienda a un solo hijo con exclusión de e los demás, puede dejarlo a su
mujer o a un extraño prescindiendo de los hijoS»5 No obstante, paradójicamente sí que
se puede considerar a Yaben como el inspirador de la clara «foralización» posterior de
la familia troncal al hablar de ella como la «costumbre navarra» de una forma fácil de
detectar en su discurso.
Llegados a este punto, la pregunta que hay que responder es la de a qué se debe
el afán por foralizar parcial y equivocadamente a un tipo de familia y de sistema heredi­
tario, eliminando de paso el componente foral de la otra variedad familiar y sucesoria
vigente en nuestro suelo. En mi opinión, la motivación subyacente es fundamental­
mente ideológica.
La ídeologización de la realidad concerniente a la familia y a los sistemas suce­
sorios no es, desde luego, un fenómeno exclusivo de la Navarra más contemporánea.
Como veremos en los párrafos siguientes, ha sido una tendencia patente en Vasconga­
das y en Navarra desde hace más de un siglo.
En rigor, la génesis de la visión ideologizada de la familia troncal y del régimen
de herencia indivisa se retrotrae hasta Le Play, el primer investigador que indagó en
cuestiones relacionadas con estructuras familiares y con sistemas sucesorios. Guiado
por un afán de reforma social de tintes reaccionarios y antiliberales en cuanto que su
proyecto intelectual se encaminó al restablecimiento del orden destruido por las convul­
siones revolucionarias de la primera mitad del siglo XIX, Le Play captó que la familia
constituye «el principal órgano de socialización y de control social»" y que de entre los
tres tipos de familia que él distinguió -la patriarcal o comunitaria, la inestable o nuclear
y la troncal o estable-, la última, la familia troncal, servía a la perfección para sus fines,
en última instancia, de práctica política. Tal y como afirma Sierra Alvarez, la «capaci­

2 Ibidem, pp. 219-220.


3 lbidem, p. 220.
4 Ibidem, p. 221.
5 Hj]nrio YAREN, Los conrralOS mardmoniales en Navarra y su influencia en la esrabilidad de {a/ami­
lia, Madrid, 1916, p. 33.
6 lR. Pítts, "Frédéric Le Play» en Enciclopedia internacional de las ciencias sociales, Madrid, 1975,
VI, p. 562
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dad de regulación del riesgo de anomía y del cambio social que para Le Play representa
este último tipo familiar, "a mitad de camino entre la idealización fourierista y saintsi­
moniana de la comunidad y el individualismo burgués", no debe ser subestimada: entre
la familia patriarcal, característica de los pueblos nómadas y sen1in6madas de la Europa
central y oriental, y la familia inestable, síntoma mórbido de desorganización social de
los pueblos agrícolas e industriales de la Europa occidental, la familia troncal, con su
régimen forzoso de emigración estructural (que asegura la estabilidad social sin poner
en peligro la fecundidad familiar natural), constituye para Le Play el instrumento esen­
cial y privilegiado de control social». «y ello hasta tal punto de que sobre una analogía
con ella funda Le Play su doctrina de la regulación social de conjunto. Del mismo modo
que el padre de familia agrupa en torno a sí a sus hijos, al tiempo que regula sus relacio­
nes y decide acerca de sus destinos, así el patrón, ese "jefe de familia que mantiene
agrupadas bajo su autoridad c...) a varias familias", se erige en instancia mediadora de
control social suprafamiliar. A esa instancia es a la que Le Play denomina "patro­
nazgo"»7.

Le Play, además, realizó un panegírico idealizado de la familia troncal y del sis­


tema sucesorio indiviso vigentes en Vascongadas y en NavalTa, basándose en parte en
su relación intelectual con Antonio Trueba, un vizcaíno discípulo y colaborador suyo, y
en parte en sus propias observaciones. De esta forma, en el tomo IV de la segunda edi­
ción de «Les ouvriers européens» (1877-1879) y con anterioridad en el tomo r de «Les
ouvriers des deux mondes» (1857-1862), al hablar de los «Excelentes caracteres de
estabilidad en los países vascos de España» Le Play escribirá los siguientes párrafos:
«Tras varios viajes estivales realizados a partir de l829 y continuados en cierto modo
en invierno a través de los informes periódicos de los viajeros que llegan a París, no he
encontrado, ni en Europa ni en Asia, ninguna raza en la que la paz social reine en más
alto grado que entre los vascos. En ninguna parte existe una tan completa sumisión a las
instituciones fundamentales de la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, estas insti­
tuciones conservan aquí su vigor, al tiempo que producen sus naturales efectos. La
sumisión al Decálogo y a la autoridad del padre de familia asienta sobre bases inque­
brantables el poder de la ley moral y de sus ministros. El respeto a la religión ya la
soberanía fundamenta el acuerdo entre fuerzas espirituales y temporales. Orienta coti­
dianamente hacia sus deberes a los individuos, los cules, bajo la única inspiración del
vicio original. tenderían a sublevarse contra los diez mandamientos. Finalmente, la cos­
tumbre que preside e[ inteligente reparto de las producciones espontáneas, así como una
sólida organización de la comunidad, de la propiedad individual y del patronazgo, ase­
guran a cada uno el pan cotidiano». «Asentados bajo un clima duro y sobre un suelo
rebelde al cultivo, en medio de montañas en las que las vías comerciales son escasas,
los vascos no se encuentran en modo alguno en situación de acumular grandes fortunas.
Consagran casi todo su tiempo a los trabajos manuales necesarios para la conquista del
pan cotidiano. No disponen en absoluto, pues, de los recursos que permitan a otras
razas prósperas entregarse a la pereza, madre de los vicios sensuales. Por los mismos
motivos, se ven privados del tiempo libre necesario para dedicarse al cultivo de las
ciencias, de las letras y de las artes liberales y, en consecuencia, preservados del orgullo
que demasiado a menudo lleva a los adeptos de estas culturas intelectuales a rebelarse
contra el Decálogo y la autoridad paterna. Repartidos en número de 420.000 sobre un
territorio de 700.000 hectáreas de fácil defensa, han poclido resistir las ag]'esiones de
sus poderosos vecinos, al tiempo que raramente han cedido al deseo de oprimirlos o
incluso de extenderse por las llanuras próximas. Los obstáculos físicos opuestos al
reíno del mal por la naturaleza del terreno han estado siempre secundados por la pre­

7 José Sierra Alvarez. «Introducóón: la obra social de de Le Play" en Campesinos y pescadores del
norte de Espaiia, Madrid, 1990, pp. 40-4 J.

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ponderancia de IJS fuerzas morales que actúan sobre la población en su conjunto. Entre
éstJs, es preciso colocar en primer lugar a la perpetuación de la familia troncal, asegu­
rada de antiguo por la autoridad del padre, la abnegación de la madre y la ley testamen­
taria)' .

Concordia social, respeto racial a los valores tradicionales y al estado de cosas


vigente, identificación entre los valores tradicionales y los religiosos, familia troncal
como correa de transmisión de esos valores, igualilarismo económico y social entre la
población, laboriosidad extrema, resistencia secular a las agresiones foráneas, etc. Estos
argumentos serán parafraseados repetidamente a lo largo de los cien años posteriores
por autores representantes de tres doctrinas políticas -el fuerismo de finales del siglo
diecinueve, el nacionalismo vasco y el foralismo regionalista navarro del siglo XX- no
idénticas en su teleología -puesto que sólo es rupturista con el Estado español la
segunda de ellas-, pero sí con una similitud de fondo dados su común posicionamiento
dentro de la derecha confesional en el espectro político y su compartida vocación de
subrayar la especificidad vasca o navarra respecto del Estado español, a la que la última
de ellas añade la de remarcar la especificidad navarra respecto de las Provincias Vas­
congadas con el fin de argumentar su negativa a participar en el proyecto nacionalista
vasco. Tal y como afirma Elorza refiriéndose en rigor al fuerismo vasconavarro y al
nJcionalismo vasco, pero pudiéndose ampliar sus aserciones también al navarrismo
foral que surge en el primer tercio de nuestro siglo. «En el juego de simplificaciones a
que procederán las ideologías políticas vascas de fines del XIX, la función central
desempeñada por la familia en el caserío, será transformada en símbolo de la morali­
dad, mientras que la coherencia de las formas culturales agrarias (... ), sirve de base a un
nuevo proceso de extrapolación ideológica, en que la coherencia aludida del modo rural
se presenta como orden natural, estable, exento de conflictos, susceptible de proyec­
tarse como referente crítico ante los enfrentamientos y la degradación que en todos los
niveles (económico, político, moral. cultural) acompaña a la revolución industrial. El
ruralismo se ofrecía como eje en potencia de unos planteamientos ideológicos que
habían de surgir con la urbanización y el de pegue en el país de las relaciones de tipo
capitalista, en el último cuarto del XIX»?

Tal y como han mostrado diversos trabajoslO el movimiento fuerista surgido en


1876 y fenecido antes de terminar el siglo X1X -en sus dos vertientes, la vizcaína de la
Sociedad Euskalherria presidida por Sagarrnínaga y la navarra de la Asociación Eus­
kara pamplonesa encabezada por Juan Iturralde y Suit, Nicasio Landa, Estanislao de
Aranzadi y Arturo Campión- conformó una visión ideologizada de 1'1 sociedad en la
que se ubicaban, así como de su historia anterior. La visión ideologizada de la propia
historia subraYJ una serie de dogmas tales como la independencia y libertad originarias,
la naturJleza pactista de la relación con el Estado español, la hidalguía universal, el
ígualitarismo, la democracia, la excelencia moral y religiosJ de la población, etc., algu­
nos de ellos preexistentes desde la Edad Moderna o desde el siglo XVIII. Por otra parte,
la visión ideologizada de la propia sociedad se fundamentará en la apología de una
sociedad rural idealizada, arcádica y carente de conflictos gracias a los fueros y a la
organización familiar troncal, en línea con el párrafo antes citado de Le Play. Esta ten­
dencia a la idealización ruralista de los fueristas hinca sus raíces en autores inmediata­

8 Frédéric Le Play. «Familia pescadora de San Sebastián (Guipúzcoa), 1856>" en el volumen de compi­
lación de tres monografías familiares de la cornisa cantábrica Campesinos v pescadores del norte de
Espolia. Madrid, 1990. pp. 155-157.
9 Antonio ELORZA, Nacionalismo vasco, /876-/936, Historia General del País Vasco, volumen XI. San
Sebastián. 1981. p. 91.
10. Antonio ELORZA. op. cil.: Javier CORCUERA, Origenes, ideología y organización del nacionalismo
I'O.I'CO. Madrid. 1979; Jan Juaristi, Ellin('~je de Ailor. La invención de la tradición vasca, Madrid, 1987.
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mente anteriores como el ya mencionado Antonio Trueba de cuyos protagonistas de


ficciones literarias dirá Unamuno que parecían «aldeanitos de nacimiento ele cartón,
cándidos como corderos»!! y en cuya obra más científica, el Bosquejo de la organiza­
ción s()cial de Vizcaya, editada en 1870, se fijan «los rasgos positivos elel régimen agra­
rio en el momento anterior a la transición: Vizcaya es presentada como una sociedad
agraria progresiva de base igualitaria que, a la vista del reciente incremento de las rela­
ciones industriales y mercantiles, puede soportar sin dificultades llna transformaciÓn
capitalista)), consistiendo «el sentido moral del campesino (...) la clave de la construc­
ción. explicándose a partir de él la pureza de las costumbres vascas. incluso el bienestar
relativo de los labradores, habida cuenta de los «pequeños elementos de riqueza» de
que disponen. En la base de aquel sentido moral figura el sentimiento religioso, com­
pletando el cuadro las libertades seculares reconocidas por el Fuero"!'. Para hacernos
una idea de la importancia de la familia troncal en el discurso fuerista. podemos dirigir­
nos a una conferencia leída por Arturo Campión en el Centro Basko de Bilbao en 1901
y titulada «La personalidad eúskara en la historia, el derecho y la literatura»". En ella
Campión sostiene que el «signo distintivo» de la personalidad eúskara, <<la facultad
dominante, es el individualismo familiar, el culto, por decirlo así, de la célula socia!»".
«El individuo es centro de un doble círculo moral y material de diferente radio: la fami­
lia y la casa»)". El caserío y la familia troncal, tradicional y cristiana son los ejes medu­
lares idealizados del pueblo vasco: «La morada natural del basko, cuando no contrarían
su tendencia las circunstancias que le rodean, es el caserío, y a lo sumo, la aldea. El
caserío, señores ¡cuán hermoso es. cuánto debemos amarle los que amamos al pueblo
euskaldún I Es la ostra que protege y oculta a la perla eúskara; reinan la paz de las églo­
gas y la dulzura de los idilios; percibís el rumor de las arboledas y la suave fragancia de
la leche recién ordeñada. Dentro de la humosa cocina se agrupa la familia ceñida, esta­
ble. robusta, hacendosa, escalonando estaturas y edades, calentando las yertas canas del
bisabuelo con los bucles aúreos de Jos nietos. En la poesía que la casa rústica. los mon­
tes umbrosos, la niebla tendida y los mugientes establos exhalan, vibra una nota grave,
voz de cierto sentimiento que todo lo ennoblece y dignifica, nunca oída ni aún sospe­
chada por aquel hogar de Alfio que envidiaba Virgilio: el murmullo del rosario, el ale­
teo de la ora.ción cristiana. De esta suerte, en soledad que al ruano causa tedio o tristeza.
el baserritar ejerce la soberanía del aislamiento, lejos de la enojosa vecindad de Jos
hombres, cerca de la augusta vecindad de Dios»'" No obsta.nte, Campión no deja de
advertir que la organización familiar navarra -que él hace equivaler a la troncal- se
observa en un entorno social definido -«en los labradores de pueblos. en los dueños de
regular hacienda propia y de la cual tampoco se apartan las clases altas que, mientras
moran en el antiguo Reino y conservan el carácter de propictario. territoriales siguen
vi viendo a usanza de la tíerra»- y en un ámbito no general ya que queda «except.uada la
merindad de Tudela». Esas dos constataciones le conducen a indicar, subrayándolo, que
«la libre y absoluta libertad de testar» ha sido creada «por la costumbre contra ley» y

1I Miguel UNAMUNO, Recuerdos de !1Í1iez y mocedad, Buenos Aires. 1942. p. 144. Citado por Javier
Corcuera. op. cit., p. 157.
12 Antonio ELORZA, op. cit.. p. 92.
13 A pesar de que la fecha del texto corresponde al periodo de acercamiento de Campión al naciona­
lismo vasco, tras su ruptura con el partido integrista, considero correcto calificarlo como representativo de
discurso fuerisla. De cualquie.r 1"0rm¡l, la valoración fuerista y nacionalista de la familia troncal y de otros
aspectos como la visión histórica y la exaltación de la lengua vasca eran, según veremos. prácticamente
coincidentes.
14 Anuro CAMPIÓN, «La personalidacl eúskara en la Historia. el Derecho y la Literatura» en DisclIrsos
políticos y literarios, Pamplona, 1907, pp. 125-t26.
15 [bidem, p. [32.
16 Ibiclem, pp. 130-131.

ESTRUCTURAS FAMILIARES...
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que el sentimiento que está en la raíz de la familia troncal y del sistema sucesorio indi­
viso en Navarra es «un sentimiento étnico»". A pesar de todo, esos comentarios que en
sí conllevan una contradicción puesto que introducen la pluralidad de comportamientos
en el territorio navarro, sirven de justificación para recalcar la incompatibilidad entre lo
vasco y el socialismo. La familia troncal garantiza la persistencia de un mundo idnico
en el que el socialismo no tiene cabida. En sus palabras: «¿ Y a este euskaldún que vive
entre lobos y selvas más a gusto que entre hombres; que ha convertido a su vivienda -a
menudo pobrísima choza- en joya inestimable cuya transmisión incólume procura a
través de las generaciones, haciendo converger a ese objeto capital todos los esfuerzos
del trabajo y todos los recursos de las leyes, hasta el punto de que hoy existen casas que
han sobrevivido a los asolamientos de las guerras y a las mudanzas, mil veces más mor­
tíferas, de la sociedad, siendo por tanto verdaderas petrificaciones del tiempo; a ese
euskaldún, tan individualista, tan personal, tan amante de su yo soberano, se le quiere
aprisionar con los hierros del socialismo y del colectivismo? Hacer de él un «compa­
ñero» matriculado bajo su número de orden, tasarle las horas del trabajo, recompensár­
sele con bonos estampillados, sustituirle la echeko-andrea con quien comparte los dere­
chos y los deberes de la soberanía doméstica, por una hembra matriculada también,
adscrita a las funciones animales de la reproducción; privarle de la ración de paternidad
que Dios asignó a cada hombre para que mediante ella se ejercitasen las más nobles vir­
tudes y se lucrasen los más tiernos consuelos, an-ebatándole los hijos y sumiéndoselos
en la promiscuidad horrenda de la socialización universal? Esto no es posible, señores.
¡Antes arrancaréis de cuajo el Gorbea!»'". Por consiguiente, toda la interpretación de la
personalidad vasca por parte de CAMP¡ÓN, en la que como hemos visto la familia troncal
y el sistema de sucesión indiviso desempeñan un papel central, finaliza en un radical
colofón antisociahsta basado en las virtudes raciales: «Entre el genio eúskaro y el
socialismo media repulsión absoluta e irreductible»'Q.
A partir de la última década del siglo pasado, el nacionalismo vasco tomará el
relevo en la asunción del argumento de la idealización rural en cuyo seno podemos
integrar el vinculado a la familia troncal y al régimen de herencia inigualitario. Como
afirma Urrutikoetxea, los teóricos del nacionalismo vasco «logran reformular, de
manera orgánica y precisa, los ingredientes que manejan sus antecesores (fueristas),
hasta lograr definir lo que A. ELORZA ha dado en llamar "imaginario rural vasco". En
ellos, como reacción en contra del proceso de industrialización y del paralelo proceso
de llegada de inmigrantes castellanos, «caserío y familia campesina pierden su propia
realidad para convertirse en referente ideológico, político y moralizante. Uno y otro se
constituyen en reducto de "lo vasco". En ellos se custodia, en definitiva, la forma ideal
de organización social: la familia troncal, con respeto religioso a la autoridad paterna e
incluso a ¡a propia "democracia vasca"»20 Como refrendo e ilustración de lo que esta­
mos diciendo, analizaré dos textos. El primero de ellos es la conferencia que el jesuita
LUIS CHALBAUD dio en el 1 Congreso de Estudios Vascos celebrado en Oñate en 19 18 Y
titulada, de forma muy elocuente, «La familia vasca como forma típica y trascendental
de la constitución social vasca». El segundo es el libro «La casa solar vasca» de Engra­
cio de Aranzadi.
El discurso de Chalbaud parte de tres supuestos teóricos. El primero es el de que
el modo de ser de la sociedad depende de la familia en cuanto que «la familia es el

17 Ibidem, pp. 134-135.


18 Ibidem, pp. 138-139.
19 Ibidem, pp. 139.
20 JosÉ URRUTIKOETXEA, «La familia troncal campesina vascohúmeda. De mecanismo de regulación
social a soporte ideológico tradicionalista» en Actas de!! Congreso de Historia de la Familia Pirenaica.
Andon'a, mayo de 1991, pp. 237-238.
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embrión de la sociedad y por eso, cual fuere la forma y la perfección de la institución


familiar, así será la forma de la vida y de la fuerza sociah>21. El segundo es el de que la
«familia guarda una relación estrecha con la propiedad como con la religión, porque los
tres son los fundamentos de la sociedad»". La relación que mantienen es explicada así:
«la religión halla su apoyo, su primer templo, su formación durable en la familia, y la
familia tiene su cimiento necesario, su cohesión indispensable en la religión que le ben­
dice el matrimonio, que fortifica el deber mutuo y la moral familiar, y le da el fin gran­
dioso de perpetuar los adoradores de Dios sobre la tierra y los ciudadanos del cielo; la
familia presta su apoyo fundamental a la propiedad, le sirve de estímulo el más pode­
roso y la ennoblece con el fin más levantado de servir con los frutos benditos de la tie­
rra a los frutos de bendición de los padres; y la propiedad, a su vez, da a la familia su
estabilidad, los medios de permanecer unida, robusta y fecunda»". El tercer supuesto
apunta a que la familia troncal es la única que ejerce un «influjo bienhechor en la socie­
dad» en la medida en que viene definida por «Tres caracteres que conviene recalcar: la
moral verdadera, que es la moral religiosa, dictando reglas y sembrando sentimientos
en los elementos todos de la familia, en su fin, en sus medios, en su obrar; la transmi­
sión de un nombre y de un patrimonio familiar que dé la consistencia económica y la
consideración social a la familia; y finalmente el medio de seleccionar natural y sabia­
mente por la familia misma cuya autoridad es el padre, eligiendo a las personas dignas
que hayan de suceder en la honra de continuar el tronco»'". A continuación viene la
definición de la familia vasca que encaja a la perfección con los positivos parámetros
expuestos: familia rural, habitante del caserío, «llena de espíritu religioso, respetuosa
con los padres, con patrimonio familiar que no es una vinculación (... ), sino solamente
un derecho que se concede a los parientes de donde viene la raíz, a que ésta no salga de
su familia sin su consentimiento y consiguientemente una limitación en la facultad de
disponer solamente en cuanto a extraños, habiendo parientes tranqueros que deseen los
bienes; y esto para que mediante la libertad de testar, el Comisario, las donaciones con
carga de alimentos, etc., etc., se conserve siempre viva en la familia la propiedad que
alimentó a sus padres, el hogar donde han corrido Jos días de las generaciones pasadas y
han sido testigos de sus virtudes, de sus afanes, de sus trabajos; y como una civilización
verdadera, en frase exactísima de un autor "se basa en el respeto de la mujer", y cuando
esta mujer se llama madre el respeto debe convertirse en veneración y obediencia, la
familia vasca que parte de la unión íntima de los esposos, llega a establecer en obsequio
a los hijos la comunicación foral para que nunca el hijo enriquecido por la herencia
paterna pueda atreverse a considerar menos a la madre que necesita de su ayuda»".
Además, la familia troncal es típica del ámbito geográfico vasconavarro y responde a la
esencia de la constitución social vasca, tanto como la lengua vasca en lo tocante a lo
idiomático: «de la misma manera que lo peculiar, lo propio en la expresión del pueblo
vasco es su lengua, no obstante conocerse y hablarse dominante y aún solamente el cas­
tellano en algunos territorios ciertamente vascos, así también lo propio suyo en la cons­
titución social es ese régimen de la troncalidad, de la comunicación, de la libertad de
testar, legal o meramente tradicional que hallamos en el caserío»2 ó • A la vez, la familia
troncal vasca representa el origen de la hidalguía, de la nobleza y de la democracia
igualitaria vascas". Por último, la conferencia termina recomendando la extensión de la

21 Luis CHALBAUD, «La familia como forma típica y trascendencal de la constitución social vasca" en 1
Congreso de Estudios Vascos. Bilbao, 1919, p. 44.
22 Ibidem, p. 45.
23 Ibidem, p. 47.
24 Ibidem, p. 50.
25 Ibidem, p. 56.
26 Ibidem. p. 57.
27 Ibidem, p. 59

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familia troncal a los diversos sectores sociales -obrero, comerciante, artesano y bur­
gués- de cara a una correcta articulación del entramado socia)28.
Por su parte. en 1932, en su libro «La casa solar vasca», ENGRACJO DE ARANZADJ,
«Kizkitza», incidirá en la misma línea calificando el binomio formado por la familia
troncal y el caserío vascos como de «centro vital en el proceso de desenvolvimiento
racial» y de «eje principal y fundamental» en la organización social del pueblo vasco'9
En lo que hace al tercer movimiento político que he incluido en este repaso
acerca de la perspectiva idealizada e ideologizada de la familia troncal y del sistema
sucesorio ínígualitario, el foralismo navarro de este siglo XX, he acudido a Hilario
Yaben. arcediano de la catedral de Sigüenza, fue autor, como dije, de la mejor mono­
grafía acerca de la familia troncal en Navarra. Asimismo, fue mentor destacado de la
ideología foralista nuvarra. En su mismo libro, publicado en 1916, explicitaba sus con­
vicciones regionalistas consistentes con la unidad de España, tratando de diferenciarse
de los postulados del nacionalismo vasco, al mencionar como virtud positiva de la
familia troncal la de afianzar regionalismos no rupturistas. «En general», dice, <da fami­
lia estable fomenta un regionalismo sano y vigoroso perfectamente compatible con la
unidad de la Patria»'o Posteriormente, si bien el navarrismo foral habría surgido en
1917 de manos de VICTOR PRADERA)' o de RAtMUNDO GARCJA!'como reacción en contra
del movimiento autonomista vasconavarro de aquel año, Yaben jugó un importante
papel en los primeros años de la Segunda República como configurador definitivo de
tal ideología. En 1931 Y 1932 Y ABEN protagonizó en las columnas del Diario de Nava­
rra una notoria ofensiva intelectual contra la incorporación de Navarra al proyecto de
Estatuto Vasco en unión con las tres provincias vascongadas, siendo sus argumentos
antiintegracionistas )os mismos que )a derecha navarrista ha esgrimido en las últimas
décadas''­
El foralismo navarrista participa de muchos de los elementos ideológicos pro­
pios del fuerismo de finales del siglo XIX y del nacionalismo vasco y discrepa en otros
- de acuerdo a [as dimensiones y naturaleza de su proyecto político. En la medida en que
el foralismo navarro actúa como doctrina afirmativa primero de la unidad española
frente al separatismo vasco y del hecho di ferencial navarro foral después. sus argumen­
tos ideológicOs traslucen una tendencia a la navarrizaci6n de la historia y de las costum­
bres, desechando cualquier perspectiva histórica que mancomune a Navarra con las
Vascongadas y olvidándose de los elementos culturales, principalmente los lingüísti­
cos, que paLentizan la existencia de un afinidad de base,
En Yaben podemos advertir la ideologización de la f¡1milia troncal, así como lns
acotaciones prácticas de sus razonamientos. El último capítulo de su libro acerca de la
familia troncal, titulado curiosamente «Crítica» cuando en rigor en un canto apologé­

28 IbiJem. pp. 62-64.

29 E~GRACIO DE AR,INZADI, La casa solar vasca, Zarauz, 1932, pp, 72-76. Citado por José URRlJTIKOET­

XEA. op. cit., p. 238.


30 HILARlO YABEN. op. cit., p. 232.
31 En su intervención en la Asamblea de Pamplona de 30 de diciembre de 1918. en la que se discutió la
reintegración foral. VICTOR PRADERA defendió la especificidad navarra en base a su foralidael frente al nacio­
nalismo vasco. De esta forma. ¡¡firmó: «En lo que se refiere a la vida foral hay elos errores: uno consiste en
creer que la vida fora! de Navarra es absolutamente idéntica a la vida ele las demás provincias vascongadas.
No es verdad. Navarra tiene sus características especiales y no tiene por qué ir a rastras de naelie en esta
cuestión». Citado por VíCTOR MANUEL ARBELOA, Navarra ante los estatutos, Pamplona, 1978, p. 19.
32 Acerca del papel de RAlMUNDO GARCtA. director del Diario de Navarra. en la formulación del nava­
ITismo foralisla en 1917-1918. véase SILVIA FERNÁNDEZ VIGUERA. <<Ideología de Raimundo García "Garci­
laso" en torno a la cuestión autonómica. Su evolución 1903-1931 », en Actas del Primer Congreso de Histo­
ria Contemporánea de Navarra. Revista Príncipe de Viana, 1986, anejo 5, pp. 511-531.
33 Ve¡Íse a este respecto las informaciones que proporciona IDOIA ESToRNÉs ZUBIZARRETA, La construc­
ción de /Il1a I/acionalidad vasca, San Sebastián, 1990, pp. 340-342 Y 370.

. .
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tico a sus virtudes, transmite las siguientes aseverLlciones. Para empezar, Y ABEN juzga
«muy ventajosa y muy acomodada a los grandes principios del Derecho natural la orga­
nización de la familia en Navarra», identificada ésta con la troncaP'. Esto es así porque
la organización familiar troncal asegura la consecución de una serie de valores conside­
rados como los únicos positivos por el autor. Si la familia en general es «un órgano de
educación moral, religiosa y social», si «en el seno de la familia más que en otras pa11es
-exceptuando la Iglesia- aprende el hombre a amar la verdad y la virtud, a practicar el
bien, a ser buen cristiano y a cumplir con esmero los deberes sociales» y si «cuanto más
estable sea la familia, más poderosa es su vida y también más poderosa Sll iní1uencia;
cuanto mayor sea la acción de la familia sobre el indi viduo, mayores serán los impulsos
de la moralidad que comunique al individuo y más perfecta la obra de la educación;
luego la familia estable desempeñará, en general, mejor que la inestable, sus funciones
educadoras con relación a los jóvenes y tutelares con respecto a la moralidad de todos
sus miembros. En el seno de la fnmilia estable se respira, por decirlo así, un ambiente
más denso de moralidad, como que está consagrado por la tradición de varios siglos y
por la conducta de muchos ilustres antepasados, cuyos hechos se recuerdan. No sucede
lo mismo en la familia inestable, aunque los padres sean para los hijos ejemplo viviente
de todas las virtudes»·". Los valores morales, religiosos y sociales positivos son los tra­
dicionales y a ellos se asocia la familia troncal: «La familia, es en general, el gran ele­
mento conservador de las tradiciones del país (...). Pero claro es que la familia inestable
no puede ser órgano apropiado para la conservación de las tradiciones. Los que hoy
viven en Navarra, mañana en Cuenca y después en Cádiz, no pueden tener tradiciones
locales bien marcadas, ni tampoco gran afecto a ninguna de las regiones, pues en todas
son extraños. Ahora bien, la existencia de órganos conservadores de la tradición es de
gran importancia moral, religiosa y social. Sin tradiciones no hay verdadera Patria, ni
verdadera nacionalidad; la Patria no es solamente una porción más o menos considera­
ble de territorio, sino cierta interna unidad espiritual que no puede existir en un dilatado
territorio sino por la subsistencia de las tradiciones. La tradición es, por otra parte, en
España eminentemente religiosa, y por lo mismo la conservación de las tradiciones
locales, regionales y nacionales e· una poderosa ayuda para la conservación del senti­
miento religioso, base insustituible en todas partes, pero sobre todo en España, de los
grandes sentimientos morales»·;ó. De cara al orden social, la familia troncal constituye
un magnífico garante. Por un lado, es el mejor fundamento para el patriotismo ya que
«Para la inmensa mayoría de los hombres, y particularmente para el pueblo, la idea de
la Patria tiene que materializarse y concretarse de alguna manera. El amor al hogar
paterno en el cllal han vivido los abuelos y a la tierra que ellos cultivaron y que es toda­
vía el principal recurso con que cuenta la familia para vivir, es el principal fundamento
del amor, a la región en la cual uno ha nacido y vive y del amor a la Patria, madre
común de todas las regiones. El amor a la Patria, cuando no descansa en esta base mate­
rial, fácilmente se volatiliza y se disipa. Para la clase labradora organizada en familias
estables, lucharen defensa de la Patria amenazada es luchar por la defensa del hogar
paterno y del patrimonio familiar, por la nación a cuyo amparo ha sido posible a la
familia disfrutar durante varios siglos de tan preciados bienes, por la defensa de las
iglesias en las cuales elevaron los antepasados sus preces al Cielo; en, en fin, una verda­
dera lucha pro (tris el focis».'7 Por otro lado, la familia troncal, integrada en lIna estruc­
tura social formada por pequeños propietarios, representa un antídoto para las turbulen­
cias sociales ya que «El orden social está también más asegurado cuando hay una clase

34 HlLARro YAllEN, op. cit.. p. 189.


35 Ibidem, pp. 198-199. Recordaré que en YABEN. como en Le Play y en otros. familia estable equivale a
familia troncal y familia inestable a familia nuclear.
36 Ibidem, pp. 201-202.
37 Ibidem. p. 203. Subrayado en el original.

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numerosa de pequeños labradores bien acomodados»)' y «La existencia de una nume­


rosa clase de pequeños propietarios rurales. de ninguna manera se asegura tanto como
por la transmisión íntegra del patrimonio familian>\9. «En resumen, la transmisión indi­
visa del patrimonio familiar es en el orden social la base insustituible de una amplia y
bien entendida democracia, que nunca podrá ser una realidad en el orden político y
administrativo mientras no esté basada en la independencia económica de los más, o al
menos en una clase muy numerosa de labradores bien acomodados»·o. Asimismo, 'la
familia troncal y el régimen de herencia inigualitario a ella asociado contribuyen
«poderosamente a acrecentar la prosperidad general y a hacer dichosa la vida de los
individuos. Conservando la integridad del patrimonio familiar, las familias navarras
propietarias viven de ordinario con relativa prosperidad y no sienten los apuros ni las
necesidades que la partición hace inevitables en otras partes»". Incluso más allá de la
prosperidad económica, la familia troncal «realiza perfectamente el ideal de la felici­
dad»42 Ya para finalizar, aún cuando, como veremos más adelante, Yaben discierne en
el interior de Navarra comportamientos geográficos y sociales diferenciales en el segui­
miento de la organización familiar troncal, al igual que Campión no duda en señalar la
existencia de un trasfondo étnico vasco puesto que «Realmente, la transmisión íntegra
del patrimonio familiar se acomoda mucho mejor que otros sistemas sucesorios, a la
manera de ser y al espíritu del pueblo vascongado, amante fervoroso de la tradición y,
por tanto, también, de los medios aptos para conservarla»4)
Tras todo este repaso a los discursos fuerista, nacionalista y navarrista acerca de
la familia troncal y del sistema sucesorio indiviso pueden deducirse dos conclusiones.
La primera es la de que en los tres discursos se contempla a la organización familiar
troncal y al régimen de herencia inigualitario no sólo como el sistema familiar y el sis­
tema sucesorio autóctonos, sino además como instituciones que se corresponden con la
esencia étnica c1iferenciadora de Navarra y de Vascongadas, al mismo nivel que otras
instituciones (entre ellas el derecho civil foral, la estructura política foral, la lengua
-esta última sobre todo en el fue·rismo y en el nacionalismo, más ambiguamente en el
navarrismo- etc.). La segunda conclusión consiste en que la familia troncal y el sistema
sucesorio inigualítario se convierten en las piedras angulares de una realidad social idea­
lizada que, al servicio de un discurso político propio de la derecha confesional, plantea
un referente rural en el que imperan el igualitarismo socioeconómico, los valores cristia­
nos, el respeto a la autoridad y a la jerarquía y la ausencia de conflictividad social, refe­
rente rural del que también se predica su naturaleza autóctona. Es decir, no sólo se viene
a afirmar que la familia troncal equivale a la propiamente vasca o navarra, sino que ade­
más se integran en esta identificación esencialista los valores del universo rural que han
sido mencionados y que poseen una clara funcionalidad ideológica.
No hace falta insistir en la falsedad y en el escaso rigor de esos dos aspectos,
realmente programáticos, relativos a la familia troncal. En primer lugar, tal y como no
dejaron de reconocer CAMPION y y ABEN, en el ámbito geográfico de Navarra la familia
troncal y la transmisión indivisa no es el único tipo de organización familiar y sucesoria
existente. Asimismo, el derecho navarro -al igual que, como veremos más adelante, las
demás estructuras jurídicas vigentes en España- no presupone un tipo de familia ni de
régimen de herencia concretos. En segundo lugar, la historia económica de los últimos
decenios ha probado la inconsistencia del pretendido igualitarismo socioeconómico
imperante en Vascongadas y Navarra, así como la de la ausencia de conflictividad

38 lbidem. p. 203.
39 Ibídem, p. 204,
40 Ibídem. p. 207
41 Ibídem, p. 236.
42 Ibídem, p. 237.
43 Ibidem, p. 235.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1. ._

social. En el caso concreto de Vascongadas, autores como FERNANDEZ DE PINEDO y


FERNANDEZ ALBADALEJO han mostrado las desigualdades socioeconómicas existentes
en el seno de la sociedad rural y han interpretado como claros conflictos sociales los
motines populares de los siglos XVII y XVIII Y las mismas guerras carlistas"". Respecto
a Navarra, apuntaré algunas informaciones que desmienten cualquier perspectiva igua­
litaria y arcádica. Considerando los datos acerca del número de propietarios, arrendata­
rios y jornaleros que facilita el censo de 1860, resulta que: en el pattido judicial de Aoiz
los porcentajes de cada uno de esos tres sectores eran, por aquel mismo orden, de 39'7,
14'4 Y 45'9; en el de Estella de 38'1,10'4 Y51'S; en el de Pamplona de 33'0,18'4 Y
48'S; en el de Tafalla de 30' 1, 8'9 Y61 'O; y, por último, en el de Tudela de 22'2, 19'3 Y
58'4. Es decir, en ninguno de los cinco distritos la proporción de propietarios superaba
el 40 por ciento. En concordancia con esas conclusiones, en mi tesis doctoral concluí a
partir del análisis de diversos catastros, elaborados por mí o por los miembros del
Equipo de Trabajo de la Tien'a del Instituto GERONIMO DE UZTARlZ, lo siguiente acerca
de las estructuras de la propiedad de la tierra de las comarcas navarras: en la Navarra
cantábrica más de la mitad de las familias carecía de tierra propia, accediendo a ella
mediante arriendo; en los valles pirenaicos y en la cuenca de Pamplona un tercio de las
unidades familiares era ajena a la propiedad de la tierra, las familias con pequeños
patrimonios inviables eran mayoría, Jos medianos propietarios poseían dos tercios de la
tierra y los grandes un quinto; en la Navarra Media un 15 por ciento no poseía tierra, los
propietarios de menos de cinco hectáreas sumaban dos tercios del total de patrimonios
con el 20 por ciento de la tierra y la mediana propiedad -una cuarta parte del total de
propietarios- aglutina el 60 por ciento de la tierra; en la Ribera, por último, el 42 por
ciento de las familias se quedaba fuera del reparto de la propiedad de la tierra y un 0'8
por ciento de los propietarios acumulaba el 60'7 por ciento de la tierra';. Por otra parte,
en lo que hace al grado de conflictividad existente en el campo navarro, lo tardío de la
aparición del móvil foral en la primera guerra carlista y la bastante definida adscripción
social de cada sector en liza en las dos guenas carlistas demuestra que éstas deben ser
interpretadas sobre todo como conflicto social 46 • Para finalizar, creo que es preciso
señalar que entre 1860 y 1930, según mis cálculos, más de 150.000 navarros abandona­
ron el campo de nuestra provincia y que entre 1877 y 1910 Navarra fue la cuarta pro­
vincia española con más emigración relativa, lo que desde luego contradice rotunda­
mente cualquier imagen de prosperidad rural.
Después de este largo, pero necesario, apartado dedicado a subrayar los errores y
sesgos de las visiones tradicionales referentes a la familia y a los sistemas sucesorios en
Navarra y en Vascongadas, así como a analizar sus causas, me centraré en.la segunda
parte de este artículo a desctibir los tipos de familia y de regímenes de herencia existen­
tes en Navarra, enmarcándolos dentro de la geografía familiar y sucesoria española, y a
responder asimismo a sus causas de fondo. A lo largo de mi argumentación demostraré
de paso que las estructuras jurídicas en España no son un condicionante de las formas
de organizaciones familiar ni de los sistemas sucesorios.

44 Emiliano Fernández de Pinedo, Crecimien/(> económico y tramfonnaciones socia/es del País Vasco.
1100-1850, Madrid. 1974; PABLO fERNI\NDEZ DE ALBADALEJO, La crisis del Antiguo Régimen en GuipÚzcoa.
/766-1833: cambio económico e historia. Madrid, 1975.
45 FERNANDO MIKELARENA PENA. La evolución de /0 población. regímenes demográficos y eSlructuras
janiiliares en la Navarra tradicional. 1553-1900. tesis doctoral inédita leída en la Facultad de Geografía e
Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1992, pp. 49-93.
46 Cfr. MARIA CRUZ MINA APA'!', Fueros y revolución liberal en Navarra, Madrid, 1981: JAVI.ER DONÉ­
ZAR DIEZ DE ULZURRUN, <<Interpretaciones de la crisis del Antiguo Régimen» en Congreso de Historia de
Euskal Haria, torno IV, San Sebastián, pp. 253-276; RODRIGO RODRIGUEZ GARRAZA, «fueros, liberalismo y
carlismo en la sociedad vasca ([770-1814 )) en Congreso de Historia de Euskal He/Tia, tomo IV, San
Sebastián, pp. 301-330; JUAN LUIS PAN MONTOJO, CarlislCls y liberales en Navarra, 1833-1839. Pamplona,
1990.

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11 ESTRUCTURAS FAMILIARES Y SISTEMAS SUCESORIOS EN
NAVARRA

Antes que nada comenzaré esta segunda parte del artículo describiendo la geo­
grafía de las estructuras familiares en NavalTa. Para ello he utilizado dos formas de
aproximación que arrojan resultados estadísticos sumamente válidos y concordantes ..
La primera vía es a través de las informaciones que proporciona el censo de
1860. Este recuento censal es el único, junto con el de J 857. de los del perfodo 1857­
1930 en el que, tal y como describo en un artículo publicado en el Boletín de la Asocia­
ción de Demograffa Histórica"" se advierte una correspondencia entre la «cédula de ins­
cripción» y el concepto de «hagan>. según la demografía histórica entiende a éste hoy
en día. lo que permite una reconstrucción de los sistemas familiares existentes en
España a partir del cálculo de una serie de cocientes. Para simplificar mí argumentación
utilizaré ahora solamente uno de ellos: el número de mujeres casadas y viudas por
hogar. De cara a ofrecer unos cliterios de lectura de este cociente diré que un valor de
1 '075 mujeres casadas o viudas equivale al umbral a partir del cual la familia troncal es
el tipo de familia predominante y que un valor inferior a l '000 trasluce la existencia
generalizada de familia nuclear. Dado que no considero a éste el lugar oportuno para
explicar con detenimiemo los presupuestos metodológicos en que se base la operativi­
dad estadfstica de este cociente, recomiendo a quíen quiera más detalles la lectura de mi
artículo citado en la nota 48.
Pues bien. de este primer acercamiento a la cuestión de las estructuras familiares
navarras a través de la estimación municipio a municipio del cociente «número de
mujeres casadas y viudas por hogar» en el censo de 1860 resulta una triple zonificación.
Según se ve reflejado en los mapas L con valores superiores a ] .075 el norte y gran
parte de la zona media de Navarra se caracterizarían por una presencia muy abundante
de hogares de estructura compleja. Es lo que cabría clenominar la «Navarra tronca!».
Aunque las superficies correspondientes a algunos municipios y valles de las comarcas
de los valles cantábricos y de los valles meridionales proporcionan valores inferiores a
1.075 eso no se debe a que en esas zonas las estructuras vigentes sean simples o con un
peso menor de la troncalidad, sino a IJ circunstancia de que los encargados del recuento
habrían desglosado los grupos residentes en dos porque en ellas. tal y como advirtió
YABEN"\ el sistema sucesorio de heredero único evidenciaha una peculiaridad: los
padres que efectuaban la donación a favor del núcleo conyugal joven se reservaban bie­
nes inmuebles y pecuarios y pensiones dinerarias o en especie de duración vitalicia.
Con valores intermedios entre 1.000 y ] .075 mujeres casadas y viudas por hogar,
surgen localidades meridionales de la Navarra Medía, algunas de la Ribera de la cuenca
del Alhama y también algunas del valle de la Burunda en la Barranca. Las zonas estric­
tamente de familia nuclear, las que patentizan valores inferiores a 1.000, se distribuyen,
por último, por todo el tercio meridional de Navarra. Los municipios de este ámbito que
anojan valores del tramo inmediatamente superior rebasan ligeramente el valor 1.000.
La segunda vía de acercamiento es a través de la aplicación de la tipología fami­
liar de Peter Laslett y del grupo de Cambridge·I" a las versiones nominales del censo de

47 FERNANDO MIKELARENA PEÑA, «Estructuras familiares en España a través del censo de 1860» en
Boletín de la ADEH, 1992. número 3.
48 HrLARloYABEN.Op.cit .. pp.IOO-IOl.
49 Esa tipología familiar diferencia los siguientes seis tipos de hogares o grupos domésticos: 1) Hogares
solitarios: constitllidos por personas que viven solas. 2) Hogares sin estruclllra familiar: hogares con dos o
más personas sin lazos conyugales e11lre sí 3) Hogares simples o nucleares: compuestos por uu núcleo con­
yugal con o sin hijos, o por alguno de los padre. viudo con los hijos. 4) Hogares extensos: formados por UD
solo núcleo conyugal a los que se añaden familiares (padres. hermanos, sobrinos. nielos). 5) Hogares múlti­
ples: en ellos hay más de un núcle.o conyugal. 6) Hogares con estructura indeterminada. La descripción de la
-----------------------EmB.

Floridablanca de 1786 que conseguí recopilar en diferentes archivos. De forma sinté­


tica, allí donde se sobrepasa el 25 por ciento de hogares complejos, entendiendo por
tales la suma de hogares extensos y de hogares múltiples, puede sostenerse que la fami­
lia troncal es la organización familiar socialmente predominante. Aunque al lector no
avisado puede extrañarle el hecho de que ese umbral tan bajo señale la preponderancia
estadística, es preciso indicar que las circunstancias demográficas impedían totalmente
la configuración de una superioridad más allá del cincuenta por ciento de los casos.
Esto es así debido a que el impacto de la mortalidad sesga la representatividad del uni­
verso a tratar en cuanto que aparecen como familias nucleares familias que en realidad
han sido y serán en fases anteriores y posteriores del ciclo de vida familiar fami lias de
estructura compleja de acuerdo al mecanismo sucesorio ya la regla de establecimiento
de la troncalidad. En conformidad con esas pautas valorativas, los datos del Cuadro 1,
en el que se agrupan las localidades estudiadas en mi muestreo (ver mapa 2) por comar­
cas, vienen a indicar que las estructuras de los hogares rurales navarros seguían dos
grandes modelos. Uno sería el vigente en las zonas septentrional y central, englobando
en nuestro muestreo (ver mapas S) los valles meridionales, la cuenca de Pamplona, el
Pirineo occidental, la zona media occidental y la zona media oriental. Los rasgos defi­
nitorios ele este modelo serían unas proporciones ele hogares solitarios que irían desde
un 4 a un 6 por ciento y unos valores de hogares complejos (extensos más múltiples)
que superarían en todas las zonas el 33 por ciento, llegando a ser mucho más altos en
los valles cercanos a Pamplona yen los pirenaicos occidentales. El otro modelo serían
el propio de las zonas meridionales de Navarra. En nuestra cata la Ribera central y la
meridional ejemplificarían este segundo modelo con unos niveles más altos de hogares
solitarios -en torno a 10-12 por ciento- y una complejidad mucho menor, fundamen­
tada además en la extensión de parientes colaterales solteros. Por último, la Ribera
occidental denota un carácter intermedio muy lógico en cuanto que está compuesta de
localidades que participan de los dos modelos.

CUADRO 1: ESTRUCTURAS DE LOS HOGARES RURALES NAVARROS


EN 1786 (EN PORCENTAJES)'"
VMER CUEN PROC MEOC MEOR RBOC RBCE RBTU
Solitarios 5.3 5.1 6.1 4.2 47 5.0 1.9 9.8
Sin familia 2.0 1.4 1.5 1.1 1.0 t.l 1.0 0.5
Simples 58.7 48.6 45.2 59.5 60.6 73.9 79.8 77.1
Extensos~"~ 8.8 9.4 10.3 7.0 6.6. 5.8 4.7 5.0
Múltiples** 25.1 35.5 36.8 28.2 27.1 14.1 2.6 7.6
Total 99.9 100.0 99.9 100.0 100.0 99.9 100.0 100.0
Complejos (4+5) 33.9 44.9 47.1 35.2 33.7 19.9 7.3 12.6
Núm. hogares 1745 986 861 2688 1446 1394 1432 1033
* VMER: Valles meridionales; CUEN: Cuenca de Pamplona: PROC: Pirineo occidental: MEOC: Media occi­
dental: MEOR: Media oriental; RBOC: Ribera occidel1lal; RBCE: Ribera central; RBTU: Ribera tudelana.
.,,,,. En los hogares extensos de la tipología lasleniana se ha practicado un trasvase hacia los llogares múltiples
que afecta a aquellos hogares ascendentes en los que la extensión estaba protagonizada por un pariente viudo.
Por l<lnto, en mi adecuación los hogares extensos cuentan indefectiblemellle con un núcleo conyugal al que. se
aíiade al menos un pariente soltero. permaneciendo invariable la suma de hogares complejos (extensos tmís
múltiples). Esto se ha hecho con el objetivo de percibir más ajustadamente la incidencia de la troncalidad en
Ntlvé:lrra,
Fuetlle: Fertllldo MTKELARE"lA PEÑA. La evoluciñn.... 1992.594.

tipología puede verse en Peter Laslett, «La famille et le ménage, approches hisLOriques» en Annales ESe.
1972,3. pp. 847-872.

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B_f---------------------~

Por consiguiente, las dos vías de aproximación empleadas coinciden en señalar


que en la Montaña y en la Zona Media la familia troncal era el tipo de familia social­
mente predominante y que en la Ribera lo era la familia simple o nuclear. Esta geogra­
fía familiar se corresponde con la geografía de los sistemas sucesorios ya que la familia
nuclear y la familia troncal se relacionan con reglas de localidad asociadas a sistemas
sucesorios. La familia nuclear se caracteriza por una regla de establecimiento neolocal
resultante de un régimen de transmisión patrimonial bilateral en el que los bienes se
dividen a partes iguales entre todos los hijos e hijas. La familia troncal presupone una
regla de residencia patriheredolocal -es decir, los matrimonios se instalan en casa de
los padres del cónyuge que hereda el patrimonio- y un sistema de herencia de indivi­
sión de la hacienda por el que la mayor parte o la totalidad de los bienes patrimoniales
pasan a un único hijo. La geografía de los sistemas sucesorios vigentes en Navarra des­
crita por YABEN'u coincide con nuestro mapa familiar.
No obstante, el carácter predominante de cada tipo de familia en cada ámbito
geográfico de Navarra no significa que no existieran comportamientos disímiles al
mayoritario. Y ABEN 51 ya advirtió que en las comarcas donde regía la troncalidad el
seguimiento fáctico de esa pauta se ceñía al campesinado propietario y al arrendatario
de larga duración. Los datos que he elaborado sobre las estructuras de hogares lUrales
según los sectores sociales de una muestra de valles y localidades de cada zona (ver
Cuadro 3) ratifican bastante aceptablemente esas opiniones. Teniendo en cuenta que en
la parte central y meridional los «labradores» incluirían renteros y que en la parte norte
los conceptos de «propietarios» e «inquilinos» soportan una carga jurídico-política ade­
más de socioeconómica puesto que determinaban derechos de voto en las asambleas
vecinales y de disfrute libre del comunal, en los valles y localidades de la Montaña y de
la Zona Media que integran estos ficheros sectorializados, las estructuras familiares
resultantes traslucen que los «Propietarios) de la primera zona y los «labradores» de la
segunda adoptaban comportamientos troncales en muchísima mayor medida que los
«inquilinos) y los «jornaleros) de Las zonas respectivas ya qne en aquellos los niveles
de complejidad familiar eran bastante superiores,

CUADRO 2: ESTRUCTURAS DE HOGARES RURALES EN NAVARRA


SEGUN SECTORES SOCIALES EN 1786
Montaña Zona Media Ribera
Props. Inqs. Labs. Jorns. Labs. Jorns.
Solitarios 3.4 6,7 0.9 1.3 4.0 6.1
Sin familia 1.8 1.7 0.2 l.l 1.0 0.0
Simples 37.1 74,4 51.6 79.2 77.8 85.3
Extensos 13.0 4.0 8.3 2,4 15.1 5.0
Múltiples 44,6 13.1 38.9 15.9 2.0 3.5
Total 99.9 99.9 99,9 100.0 99.9 99.9
Complejos 57.6 17.1 47.2 18.3 17.1 8.5
Núm. hogs. 708 742 796 453 99 198
Fuenre: Fernando Mikelarena Peña. La evolucinn .... 1992.594.

Por otra parte, los datos de los labradores y jornaleros de la Ribera reflejan una
mayor complejidad familiar en los primeros. La proporción de hogares complejos de

50 HILARlO YABEN, op. cit.. pp. 73-75.

51 lbidem. pp. 72-73.

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los labradores duplica la de los jornaleros y el porcentaje de población en aquéllos es


también bastante más alta. Ahora bien, es preciso destacar que la composición de la
complejidad entre los labradores ribereños está motivada muy mayoritariamente por los
hogares extensos constituidos por un núcleo conyugal junto con el que conviven her­
manos o sobrinos solteros. Curiosamente, entre los jornaleros los hogares múltiples
alcanzan un nivel mayor -un 3,5 por ciento-, disminuyendo sustancialmente el grado
de capitalización de la complejidad por parte de los hogares extensos. Esto podrfa
explicarse en virtud de la presencia de factores afectivos y de solidaridad familiar con
los ancianos en esta clase social.
Por consiguiente, a guisa de recapitulación de los elementos causales de la geo­
grafía de las estructuras familiares en Navarra es preciso destacar la primordialidad de
las pautas de localidad inherentes a los sistemas sucesorios. A su vez, la mediación de
la diferenciación socioeconómica interna de las sociedades originaba una realidad
diversa, no monolítica, ya que las pautas mayoritarias de establecimiento, herencia y
formación familiar no eran asumidas, ni tenían por qué serlo, por todo el conjunto de la
población, pudiendo adoptar los hogares otras divergentes en atención a sus propios
intereses y circunstancias. Sin olvidar que las estrategias de las economías domésticas
desarrollaban un efecto diversificador sobre cada modelo peculiar de estructura del
hogar, también conviene recordar la acción. en un plano mucho más individual, de fac­
tores afectivos y de solidaridad familiar.
Realizada la descripción de la geografía de las formas de organización familiar
en Navarra y destacada la conexión que mantienen con los sistemas sucesorios, plan­
tearé en lo que resta de artículo dos cuestiones. La primera, las conexiones que hay
entre la geografía familiar navarra y la geografía familiar española; la segunda, las cau­
sas de fondo que explican esa geografía familiar y de los sistemas sucesorios tanto en
Navarra como en España. A su vez, en el planteamiento de esta segunda cuestión
hablaré de la relación entre los sistemas sucesorios y las normas reguladoras de las
sucesiones en los sistemas de derecho civil en España.
De cara a plantear la conexión existente entre la geografía familiar navarra y la
española, describiré esta última a partir del cálculo por partidos judiciales del cociente
«mujeres casadas y viudas por hogar» en el censo de 1860. Según se ve en los mapas 3,
la España troncal, definida por los valores superiores a las 1.075 mujeres casadas-viu­
das, se confinaría a casi toda Cataluii.a, la provincia de Huesca en su integlidad, los dos
partidos judiciales del norte de Zaragoza, los partidos navarros de Pamplona, Aoiz y
Estella, toda Guipúzcoa, el norte de Alava y algunos partidos judiciales de Vizcaya,
Santander, Asturias y Lugo, Tcruel y Valencia. La España nuclear, aquélla en la que el
valor es inferior a 1.0, abarcaría la mayor parte del Estado. Estarían dotados de un
carácter intermedio un buen rosario de partidos de la costa levantina, desde Sevilla a
Castellón, así como diversas bolsas en la cornisa cantábrica en La Coruña, Lugo-Astu­
rías. Asturias-Cantabria y Vizcaya y también zonas de Burgos y Palencia.
Por lo tanto, la famili;¡ troncal de los dos tercios más septentrionales de Navarra
enlazaría con la forma familiar predominante en el entorno pirenaico y la familia
nuclear de la Ribera con la fonna predominante en la mayor parte de España. Así pues,
la familia en Navarra participaría de los dos modelos vigentes en España cuya distribu­
ción espacial revela una evidente continuidad geográfica.
A pesar de que en sí ya constituye una respuesta, la correspondencia indicada
entre estructuras familiares y reglas de establecimiento inherentes a los sistemas suce­
sorios permanece, de cara a explicar las causas de fondo de la geografía de la familia en
Navarra y en España, todavía en la supelficie del problema, estando obligados a pro­
fundizar más en él. A decir verdad, el auténtico quid de la cuestión es el porqué de los
sistemas sucesorios en España, esto es, las razones subyacentes a su geografía en el
territorio español. El primer aspecto que examinaré es el grado de condicionamiento
que sobre los sistemas sucesorios ejercían los diferentes marcos legales imperantes.

--------------------------------.4 ¡----­
11I_1---------------------­
Al abordar la cuestión de los fundamentos de los sistemas sucesorios -que son en
realidad una cuestión fáctica, es decir, vale lo mismo decir «sistema sucesorio» que
«práctica sucesoria»- muchos autores acuden al marco legal de los sistemas de derecho
ci vil como si aquéllos se siguieran inevitablemente de éstos. Esta tendencia constituye
un grave enor ya que la mayoría de las veces pueden cohabitar bajo un mismo marco
legal prácticas sucesorias de signo contrapuesto. Y desde una perspectiva puramente
lógica se hace evidente que, a excepción de en algunos muy concretos que no parecen
tener gran implantación al menos en el mundo occidental, los sistemas de derecho civil
vigentes en España no tienen por qué dar lugar obligatoriamente a unos regímenes
sucesorios concretos.
Desde la perspecti va de la regulación de las sLlcesiones, el eje vertebrador de los
sistemas de derecho civil es el que hace referencia a la mayor o menor libertad de testar
por parte de los transmisores, La libertad de disposición de los propios bienes de cara a
su transmisión sucesoria puede quedar más o menos recortada por la obligatoriedad y
por las dimensiones de la legítima, es decir, de aquella porción de los bienes que la ley
sustrae a la voluntad del transmisor, reservándola a unos herederos forzosos. De esta
forma, y siguiendo a Castán Tobeñas'" pueden diferenciarse a gros so modo dentro de
los sistemas de derecho civil los siguientes tipos:
- de libertad absoluta de testar.
- de legítimas:
- con reserva de toda la herencia:
- con distribución forzosa.
- con distribuciólllibre
- con reserva de parte de la herencia:
- con distribución forzosa:
- con cuotas variables de legítima, según el número de hijos.
- con cuota única invariable:
- cuota inferior al 50%
- cuota del 50%
- cuota superior al 50%
- con facultad de distribución libr~
- con porción de di visión forzosa y otra de disposición libre
(sistema de mejoras).
A partir de esta clasificación, formalmente muy correcta, se deduce que, en
cuanto que los sistemas sucesorios seguidos de facto sólo pueden ser igualitarios -esto
es, con partición a iguales porciones entre los descendientes- o inigualitarios -esto es,
con partición en porciones desiguales, pudiéndose llegar a la transmisión indivisa del
patrimonio o de la mayor parte de él a uno solo de los hijos-, pocos sistemas de derecho
civil entrañan un sistema sucesorio determinado. En los sistemas de elerecho civil que
posibilitan la libeltad absoluta de disposición ele los bienes pueden existir tanto prácti­
cas sucesorias inigllalitarias como igualitarias. En los sistemas de legítimas tan sólo
aquéllos caracterizados por la reserva de toda la herencia con distribución forzosa y
aquéllos en los que la reserva parcial afecta a una cuota legitimaria superior a la mitad
de los bienes parecen conllevar un sistema sucesorio igualitario. En los sistemas de
legítimas en los que la cuota legitimaria es inferior al 50 por ciento de los bienes y en
los que la parte de disposición paterna puede incrementarse aún más mediante un sis­
tema de m~joras pueden coexistir, ele no mediar coerción legal, prácticas igualitarias e
inigualitarias.
En España tampoco existe una relación unívoca entre los sistemas sucesorios y
los sistemas legales concernientes al derecho civil. Dejando de lado el hecho de que en

52. JosÉ CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil. comlÍn y foral. Madrid, 1973, t. 6, p. 466,
-----------------------~_.

cada zona se conoboran comportamientos socialmente diferenciales y cii'íéndonos a lo


que aparece como modelo preferente, el sistema legal castellano podía generar tanto un
régimen de herencia plenamente igualitario como un régimen de herencia práctica­
mente troncal en el que un hijo fuera favorecido de la manera más absoluta. Asimismo,
en los sistemas jurídicos forales -es decir, los de aquellos territorios como Aragón,
Baleares, Cataluña, Valencia, Navarra, Vizcaya y la comarca alavesa de Ayala que
desarrollaron un derecho civil propio-, la realidad prueba que también en ellos cabía la
posibilidad de formación de esa dualidad de regímenes sucesorios.
El sistema legislativo castellano en torno a la transmisión de bienes se articuló
definitivamente en las leyes de Toro de 1505. Estas leyes imperaron en los territorios en
Jos que regía el derecho castellano hasta la promulgación del Código Ci vil de 1889. En
ellas se dictaba que el testador sólo podía reservarse un quinto de los bienes patrimonia­
les, debiendo ir los cuatro quintos restantes hacia los descendientes de forma obligada.
Ahora bien, esos cuatro quintos se estructuraban a su vez en tres tercios, de los que dos
debían repartirse a pat1eS iguales entre todos los descendientes y el otro tercio podía ir a
parar como «mejora» al descendiente que los testadores quisieran. Las leyes de Toro
permitían la acumulación del quinto de libre disposición sobre el tercio de mejora en un
solo descendiente (<<mejora de tercio y quinto» en la poco apropiada terminología
popular) sobre el valor de los bienes en el momento de la muerte del testador -padre o
madre- que hubiera hecho la mejoraS). La adopción de ese recurso posibilitaba la con­
formación de un régimen sucesorio muy próximo a los regímenes de transmisión indi­
visa del patrimonio. Tal y como calcula Reher'\ en el caso de un padre con tres hijos
que careciera de deudas, un hijo podría percibir hasta un 78% de la herencia total, lle­
gando ese porcentaje a niveles de 74.9 y de 83.4 en las hípótesis de que hubiera cuatro o
dos hijos.
En la práctica, de entre 108 territorios en los que estaba presente, el sistema jurí­
dico castellano relativo a la sucesión de bienes coexistió con la opción de familia
nuclear ne010cal y con el régimen de herencia de rigurosa divisibilidad a partes iguales
en las dos Castillas, Murcia, Extrernadura y Andalucía. Por contra, comarcas de Astu­
rias" y Cantabria'<O y la provincia de Guipúzcoa57 serían los tenitorios que con base jlllí­
dica castellana quedarían caracterizados por la familia troncal y los mecanismos de
mejora.
Los derechos civiles forales o especiales son aquellas estructuras jurídicas pro­
pias diseñadas en los territorios forales, los cuales en la mayoría de los casos dispusie­
ron durante la Edad Media y a veces, como en Navarra y ViZlcaya. durante toda la Edad
Moderna, de autonomía legislativa plena. Los territorios forales dotados de cuerpos
legislativos civiles propios eran Jos reinos de la Corona de Aragón, el reino de de Nava­
rra, el señorío de Vizcaya y la comarca alavesa de Ayala. De esos territorios con cuer­
pos legislativos propios lodos tuvieron autonomía legislativa, a excepción de la
comarca de Ayala que debe su peculiaridad al fuero que recibió en 1373 y al manteni­
miento de esa foralidad en lo relati va a lo sucesorio en la autointegración que realizó en
1487 a la legislación castellana. La autonomía legislati va fue suprimida en los reinos de

53 Cfr. ENRIQUE GACTO. «El grupo familiar de la edad moderna en los territorios del meditenáneo hispá­
nico: una visión jurídica» en AA VV. La familia en la EspOlia medilerrúnea. siglos XVI-XIX. Barcelona.
1987. pp. 51-53; ALVARO NAVAJAS LAPOIHE, La ordenllción consuetudinaria del caserío en GuipLÍzcoll. San
Sebastiáll, 1975.
54 DAVID SVEN REHER, Familia. población y sociedad en la provincia de Cuenca. 1700-1970. Madrid.
1988, p. 204.
55 ALVARO NAVAJAS LAPORTE. ope. cit.. pp. 253-254.
56 RAIvION LANZA. Poblc/(:ióll y familia campesina en el Antigllo Régim.en. Liébmw siglos XVI-XVfll.
Santander. 1988, pp. 124-165.
57 ALVARO NAVAJAS LAPORTE. op. cit.

ESTRUCTURAS FAMILIARES...
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la corona de Aragón en 1707 en Aragón y Valencia y en 1715 en Baleares y Cataluña,
mientras que en Vizcaya y en NavaITa esa supresión acaeció en 1841. Si bien Aragón y
Valencia fueron sometidas al derecho castellano, con posterioridad Aragón recuperó su
derecho especial. Los derechos civiles forales mantuvieron su vigencia, reconociéndose
su eficacia en el Código Civil de 1889, siempre y cuando sus disposiciones normativas
no hubieran sido derogadas por leyes generales. Los derechos civiles forales fueron
añadiéndose, bajo nuevas concreciones, como apéndices al Código Civil a lo largo del
actual siglo.
Refiriéndome a la características más señeras de los derechos forales vizcaíno,
aragonés, catalán y navarro, diré que en todos ellos la libertad de testar y la capacidad
de donación intervivos poseen un gran grado de admisión.
Las legislaciones privadas forales mencionadas no parecen haber provocado un
único modelo de régimen sucesorio ni tampoco una única pauta de estructuración fami­
liar. En Navarra la familia troncal y el regimén de transmisión indiviso se comprueba
únicamente en la zona septentrional y central, caracterizándose la meridional por un
régimen diviso y por la familia nuclear y, como vimos, el mismo Yaben admitió que la
libertad de testar de la legislación foral navarra no determinaba el tipo de régimen suce­
sorio. En Aragón, de nuestro mapa se deducía que la familia troncal se extendería sola­
mente por las zonas pirenaica y prepirenaica y por algunos puntos de la provincia de
Terue!. En Cataluña, según la monografía de BARRERA GONZALEZ5~, la familia nuclear
también tenía presencia en algunos sectores sociales.
Estas evidencias obligan a pensar en la preeminencia de la costumbre sobre el
marco legal. Precisamente, corroborando mis palabras, ALONSO MARTINEZ afirmaba
pocos años antes de la promulgación del Código Civil, en pleno debate sobre las venta­
jas inconvenientes de la unificación legal ya raíz de evidenciar la existencia del sistema
troncal en España bajo entramados jurídicos diferentes, lo siguiente: «El hecho apa­
rente anómalo de la uniformidad de la vida civil, bajo el imperio de legislaciones antité­
ticas, encierra una gran enseñanza: la de que las cos!umbres influyen en la sociedad
mucho más poderosamente que las leyes»'".
Descartada la influencia del marco jurídico sobre la práctica sucesoria y de for~
mación familiar, debemos encaminarnos hacia otros aspectos causales.
En un repaso somero de la bibliografía relativa a las causas de los sistemas suce­
sorios, podemos citar desde autores que han puesto el acento en la presencia o no de
nobleza feudal y de control señorial sobre la tiena hasta los que han incidido en el hábi­
tat subrayando el tipo de economía agraria, la cuestión de la movilidad de tierra y de
hombres o la necesidad de regular o no el acceso a los bienes comunales. Para
GOLDSCHMIDT y KUNKEL los sistemas de herencia indivisa surgen allí donde los señores
feudales consiguieron un sólido poder económico y social, de gran autonomía frente al
poder central. Los sistemas sucesorios igualitarios se habrían implantado donde el
Estado no hacía ninguna delegación de poder que no fuera entre su propia burocracia6().
Para BERKNER y MENDELS existe una fuerte correlación entre las áreas de transmisión
indivisa y las áreas en las que hubo un fuerte control señorial sobre la tierra y en las que
las relaciones contractuales en la explotación de la tierra se efectuaban por grupos fami~
liares y no individualmente-, a largo plazo y sobre amplias extensiones de tierra. La
transmisión divisa se habría establecido bajo las condiciones contrarias6 '. Estos puntos

58 ANDRÉS BARRERA GONZALEZ, Casa. herencia yfamilia en la Catalulia rural. Madrid, 1990.
59 MANUEL ALONSO MARTINEZ. El C6digo Civil el! Sll.\ relaciones con las legislariones fom/es, 1947.
2a. ed., p. 149.
60 W. GOLDSCHIvIIDT y EJ. KL::-lKEL. <,The struclure 01' lhe peasant family» en American IInthrop%Risl.
73, pp. IOSg-l076.
61 Ll~TZ BERKNER y FRANKLlN MENDELS. «fnherililnce systems. family struclure and demographic pat­
terns in Westem Europe, 1700-1900» in Hislorical sludi!'s in chal1ging.!erlilily. PrincelOn, 1978, pp. 209­
233.
----------------------- ....
de vista han sido asumidos por TERRADAS al explicar la sucesión unipersonal catalana:
la institución, nacida originariamente entre la nobleza feudal en época carolingia, fue
transmitiéndose en el curso del tiempo al campesinado dependiente62 • Por otra parte, al
hablar de las formas de organización doméstica, BURGUIERE ha asegurado que el
modelo de familia nuclear domina en las zonas de openfield y de agricultura de mer­
cado, mientras que el modelo de la familia troncal está implantado en la Europa de
bocage y de montaña dominada por una economía pastoril y un hábitat disperso"), A su
vez, DEROUET ha insistido sobre la cuestión de la movilidad, tanto de la tierra como de
los hombres, como uno de los problemas esenciales para la interpretación de las formas
de reproducción social campesina, El eje de su propuesta parte de preguntarse si una
serie de fenómenos asociados a menudo a uno o a otro de los dos grandes tipos de prác­
ticas sucesorias (flexibilidad o rigidez de las estructuras de distribución de la tierra,
movilidad o estabilidad de los individuos o de las famibas) son verdaderamente, como
se piensa con frecuencia, un efecto secundario de esas pautas sucesorias o, si por el
contrario, esos fenómenos, que suelen corresponderse de hecho con lógicas diferentes
de organización de la sociedad y de la economía campesinas, no pueden estar ellos mis­
mos en el origen de los contrastes en el ámbito de las prácticas sucesorias y familiares ú4 ,
No obstante, para el caso francés LE BRAS y TODD han concluido que «No hay una
correlación general entre tipo de paisaje y tipo de estructura de los hogares»65 Por
último, COMAS D'ARGEMIR ha subrayado que el origen de la familia troncal europea y
pirenaica «resultaría de la necesidad de estabilizar el número de unidades vecinales
residentes, cosa que se consigue si se procede a nombrar un único heredero en cada
casa» en contextos geográficos «donde históricamente las comunidades locales se orga­
nizaron en base a bienes de tipo colectivo» que requerían de una rigurosa regulación de
los mecanismos de acceso".
No obstante, en mi opinión, resulta difícil atribuir unas causas unívocas, precisas
y definidas a las prácticas sucesorias -que, recordemos, son los cauces por medio de los
cuales se transmiten generacionalmente los recursos económicos y, también, la posi­
ción social- debido a que, como es fácil de comprobar a poco esfuerzo de imaginación
que hagamos, no siempre las condiciones asignadas a un tipo de sistema sucesorio y de
pauta de estructuración familiar dan lugar a un mismo tipo de práctica hereditaria ni de
familia. Asimismo, idénticos sistemas hereditarios y familiares se dan en zonas de
características ecosistémicas, históricas y económicas bien diferentes. La sucesión uni­
personal y, en consecuencia, los sistemas troncales de familia, por ejemplo, -que exis­
ten o ha existido en ciertas regiones de las Islas Británicas y buena parte de Irlancla, así
como de los países nórdicos; en la mayor parte de las regiones alemanas (a excepción
de en la cuenca alta y media del Rhin y en la región de Turingia); en Austria; en Bre­
taña y en el sur de Francia; en ciertas regiones de la Italia central y septentrional; en
numerosas comarcas alpinas suizas; y fuera de Europa, en la mayor parte de las islas de
Japón, en Corea, en Formosa y en áreas dispersas de la China continental y el sudeste
asiátic0 61 no parece, de acuerdo con su distribución geográfica por el mundo amoldarse
a un lÍnico conjunto de condiciones prefijadas.

62 IONASI TERRADAS, El món hiSTOrie de les masies, Barcelona, 1984.


63 ANDRÉ BUROUIERE, «Pour une typolagie des formes d 'organisation domestique de l'Europe modeme
(XVI- XIX siecles)>>, en Al1Il(Iles ESe. 1986,3, po. 639-655.
64 BERNARD DEROUET, «Sous l' Ancien Régime: pratiques sucessorales et rappan ii la terre" en Anllales
ESe. 1989. 1. pp. 173-206.
65 HERVÉ LE BRAS y EMMA. UEL TODO, «Las montañas, los lÍos y la familia: comentarios a un mapa del
censo francés de t 975» en LLOYV BONfIELD, RICHARD SMITH y KElTH WR10flTSON (Comps.), El mundo que
hemos ganado, Madrid, 1990. pp. 467-476.
66 Dolors Comas d'Argemir, «Casa y comunidad en el Alto Aragón: ideales culturales y reproducción
socia!» en Revisla de anlropología social. 199 L ü. pp. 131-150.
67 ANDRÉS BARRERA. op. cit.. p. 24.

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_ _f - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ­

En el caso español también es difícil reducir la causalidad de las pautas suceso­


rias y de estructuración familiar a factores socioeconámicos o a factores de economía
agraria. Para demostrarlo he llevado a cabo análisis de correlación bivariable entre el
indicador «número de mujeres casadas y viudas por hogar» y otros dos indicadores) uno
relativo a la ocupación del espacio -la densidad poblacional- y otro concerniente a la
estructura socioeconómica -el de la proporción de jornaleros respecto del total del con­
junto formado por propietarios, arrendatarios y jomaleros-, todos ellos referidos a 1860
y al ámbito geográfico constituido por 48 provincias españolas, excluidas las islas
Canarias. La densidad poblacional -resultado de los condicionamientos ecofísicos, del
grado de desanollo económico y tecnológico y de la racionalidad económica intencio­
nal de una sociedad- puede servir para valorar la relación entre estructura familiar y
nivel de poblamiento. El porcentaje de jornaleros indica la magnitud de la población
prácticamente excluida del circuito de transmisión de bienes por conducto sucesorio y
preferentemente vinculado, en principio, a soluciones familiares de estructura nuclear.

Pues bien, la correlación enrabIada entre el indicador «número de mujeres casa­


das y viudas por hogar» y el indicador «densidad poblacional» arroja corno resultado
ausencia de relación puesto que el coeficiente de correlación «r» resultante es de 0.202,
cuando el umbral de significación al nivel de error de 0.05 por ciento se sitúa en +/­
O.283('~· Este hecho a primera vista sorprende porque contradice la opinión de que la
familia troncal sea consustancial al débil poblamiento, fundamentalmente por motiva­
ciones ecofísicas. A esa corroboración habría que unir la de que tampoco existe una
relación clara entre estructura familiar y economía agraria. En España la familia troncal
impera en zonas de economía agraria atlántica -las comarcas holohúmedas de Vascon­
gadas y Navarra, por ejemplo-, en zonas de economía agraria de montaña -las comarcas
más pirenaicas- y también en zonas de economía agraria mediterránea -el somontano
navarro, oscense y catalán, el sur de Lérida y de Barcelona, la provincia de Tarragona.

Por su parte, el indicador de jornalerismo proporciona una menor falta de rela­


ción todavía ya que el coeficiente de correlación es de 0.032. Por consiguiente, no
puede afirmarsc a la luz de estas cifras que la presencia de jornaleros sea vinculante
para configurar una determinada estructura familiar o un sistema sucesorio.

Así pues, de los párrafos inmediatamente anteriores se desprende que ni en las


zonas dc familia troncal ni en las dc famiJia nuclear regían siempre un conjun!o con­
creto de condiciones ecofísicas o socioeconómicas. A mi juicio, lo más acertado es pen­
sar en una causalidad cultural de fondo a causa fundamentalmente de que los sistemas
sucesorios y familiares españoles se distribuyen en unos continuos geográficos más
extensos que los que resultarían de un ejercicio de optimización de los recursos por lo
que no cabe hablar de imposición del medio ni del hábitat ni de adecuación él un tipo
estricto de economía. Una característica de los sistemas sucesorios y familiares españo­
les que refuerza esta visión culturalista es su estabilidad a lo largo del tiempo. El modo
de transmitir el patrimonio y de estructurar el grupo doméstico de forma tal que se
constituya en el preferente predominante en un ámbito geográfico no parece haber
sufrido grandes modificaciones en la España tradicional a lo largo del tiempo.

68 En el análisis de correlación bivariable, el coeficienle de correlación de Pearson «r» describe el grado


de correlación entre dos variable y puede tener un valor siluado entre -1.0 y + \.0. Un valor de -1.0 indica
una relación inversa ~l correlacióu negativa perfecta. Es decir, cuanto más se da la valiable «a» menos valor
toma la variable «b». Al contrario, un valor de + 1.0 indica una relación direcw perfecta o correlación posi­
tiva perfecta. Esto es, cuanto más «a» más «b». Por supuesto, los valores de +/-1.0 SOn valores extremos,
pudiendo haber grados de correlación positiva o negaliva. Además, un valor de 0.0 cercano a él palentiza
una ausencia completa de relación () falla de con·elación. Las correlaciones empiezan a ser significativas a
partir de que sobrepasan el umbral de significación, que varía según el número de pares de la muestra y
según el nivel preciso de error que se proponga. En nuestro caso. con 48 pares de datos y aplicando un nivel
de error de 0.05 una correlación empieza a cobrar significación a partir de los valores +/-0.283.
-----------------------

En sintonía con lo que venimos diciendo, Navarra, con su dualidad espacial de


..­
estructuras familiares y de sistemas sucesorios preferentes, muestra la existencia de un
trasfondo fommlable en términos etnoculturales.
En el caso navan'o, el argumento ligado al entorno físico y a la economía agraria
como explicación de los regímenes sucesorios y las estructuras familiares navarras es
claramente descartable: el seguimiento de las pautas troncales de transmisión de los
patrimonios y de estructuración familiar no estaba menos vigente en la denominada
«zona media», de potente economía cerealícola y vitícola, que en la parte norte -la
{<montaña»-, donde la mayor pobreza de la agricultura se paliaba con la dedicación
ganadera y con los recursos dimanados del monteó".
La peculiaridad navaJTa a la hora de efectuar un análisis causal ele los modos pre­
ferentes de transmitir el patrimonio y de constituir el agregado doméstico reside en que
en este territorio es factible formular la operatividad de los agentes etnoculturales
puesto que toman una concreción lingüística. Existe una superposición bastante admisi­
ble entre los límites del régimen inigualitario de transmisión de bienes, los limites de
las estructuras fami liares troncales y los límites de la lengua vasca a finales del siglo
XVI.
Por supuesto, soy consciente de que al postular la identificación entre lo lingüís­
tico y lo etnocultural puedo incurrir en una hipótesis errónea desde el principio. Ya la
definición de etnicidad y la caracterización de las etnias es algo problemático y sujeto a
controversia, tal y como repasa AZCONA en dos espléndidos trabajos referidos al caso
específico vasco '0 Además, las lenguas y las culturas no guardan una relación unívoca:
una lengua puede desaparecer y unas costumbres, por lo contrario, continuar: al revés,
un idioma puede pervivir y los modos de vida y de pensar de una sociedad experimen­
tar una mutación. Sea como sea, la hipótesis con la que juego es de las consideradas
«blandas»: en la medida en que la geografía lingüística que se aporta como argumento
se retrotrae hasta fechas 10 suficientemente tempranas, al menos como para ser enten­
dida como espacialmente estable y máxima debido a que los agentes vinculados al
retroceso de la lengua vasca -el proceso de alfabetización, la presión institucional­
tenSan en esos momentos poca intensidad, puede aceptarse su conespondencia con sus­
tratos culturales.
La frontera lingüística de la lengua vasca en 1587, fundamentada en el docu­
mento analizado por Lecuona en los años treinta y en una revisión reciente que incluye
testimonios literarios recopilados por múltiples autores en el intervalo de medio sigh",
se conelacíona altamente con los municipios que en 1860 sobrepasaban el valor J .075
mujeres casadas-viudas por hogar, tal y como se puede apreciar al cotejar los mapas 1
y 4.
Las líneas lingüísticas posteriores -la de 1778 trazada a partir de un proceso diri­
mido ante el tribunal eclesiástico y rescatado del olvido por Irigaray en 1935; la de
1863 reconstruida de forma muy concienzuda por el príncipe Luciano Bonaparte a tra­
vés de encuestas- vienen a indicar un paulatino retroceso del idioma, retroceso que no
habría tenido lugar en el caso de las pautas de formación familiar y de transmisión

69 Acerca de la economía agraria tradicional de cada comarca navarra con un detallado examen de los
niveles productivos y de la dedicación de la superficie agrícola veáse mi tesis doctoral: FERNANDO MIKELA­
RENA PEÑA, La evolución.... pp. 18-49.
70. JESUS AZCONA. "La delimitación antropológica y etnológica de Jo vasco y de los vascos», en Cuader­
nos de Etnología y etnografía de Navarra, 1982,40. pp. 753-802; JESUS Az ONA. Etnia y nacionalismo
vasco: una aproxilllacioll de.lde la an/ropología, Barcelona, 1984.
71. MANUEL LECUONA, "El euskera en Navarra a nnes del siglo XVI», Revista Imernacional de Es/udios
Vascos. 1933, pp. 365-374; E. ELGOIBAR, B. ZUBIZARRETA e 1. Gaminde, Euskararen galera Nafarroan,
1587-1984. Iruinea. 1987.

ESTRUCTURAS FAMILIARES...
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patrimonial que. según los datos de BERTHE 72 ya estarían enraizadas en la época bajo­
medieval.
En efecto, y ésta es otra peculiaridad navarra. los cálculos efectuados por Berthe
a partir de las informaciones del Libro de Fuegos de 1427-1428 permiten ver. a pesar de
ser defectuosos por defecto, que todas las zonas de las merindades de Pamplona, Estella
y Sangüesa -que son las únicas que trabaja el autor francés- al norte de la línea idiomá­
tica de 1587 constatan porcentajes altos de hogares complejos. Comarcalmente, los
valles cantábricos alcanzan un 36.4, los valles meridionales un 25.6, la Barranca un
24.8, la Cuenca de Pamplona un 23.2, el Pirineo occidentalull 32.4, el Pirineo oriental
un 24.9, la cuenca Lumbier-Aoiz un 26.3 y la comarca media occidental un 18.0. Tan
sólo las dos únicas zonas que se localizan más o menos netamente al sur de aquella
línea -esto es, el partido de Viana y el partido de Los Arcos en la merindad de Estella­
expresan en 1427-1428 una total inexistencia de hogares complejos. Por su parte, el
caso de la Ribera estellesa, caracterizada por una amplia complejidad familiar de más
del 20 por ciento, estará con toda seguridad sesgado al tomar Berthe todo el área en un
único conjunto geográfico. Personalmente no creo que las localidades más meridiona­
les de la Ribera estellesa alcanzarán elevados porcentajes de hogares complejos ni
siquiera en el siglo XV.
Así pues, las zonas de Navarra que eran vascoparlantes en 1587 -casi con toda
seguridad idénticas a las que lo habían sido en la Baja Edad Media- estructuraban sus
hogares preferentemente de forma troncal. con arreglo a la patrilocalidad inducida por
el régimen de herencia de heredero único. Teniendo en cuenta que por circunstancias de
estratificación socioeconómica y de adecuación estratégica de la economía doméstica al
binomio producción -consumo, no todo el conjunto de la población de cada zona seguía
las mismas pautas ni en la Navarra troncal ni en la Navarra nuclear, la constatación de
la operatividad de una explicación culturalísta al tema de la geografía familiar y suceso­
ria en Navarra, y máxime cuando el elemento cultural ha podido ser materializado a tra­
vés de la geografía lingüística en el pasado. posee una gran importancia, especialmente
si, como hemos visto, otras posibles explicaciones han sido rechazadas. Por supuesto,
la superposición de la variable cultural lingüística en Navarra sobre la geografía fami­
liar y sucesoria sería un fenómeno ceñido a nuestra provincia. que probablemente tam­
bién se dará en Alava, pero no en cambio en los demás territorios pirenaicos donde la
traducción lingüística del sustrato cultural no es formulable, aun cuando para ellos. y
para NavaITa también, sí se podríaahondar en una argumentación que subrayara la geo­
grafía y cronología del proceso de reconquista durante la Alta Edad Media.
¿Qué enseñanzas de índole global podemos colegir de todo lo dicho hasta ahora?
Para ser breve, destacaría solamente dos. Una, la de que es conveniente que tas distintas
ciencias humanas y sociales se encuentren y dialoguen en foros comunes ya que la
perspecti va interdisciplinar ayuda a optimizar los rendimientos en el examen y en la
comprensión de los objetivos de estudio. La otra, la de que Navarra no es sólo di versa
desde el punto de vista más geográfico. también lo es desde el punto de vista humano.
El territorio navarro es, ante todo. resultado de un proceso histórico de conformación
espacial asentado sobre una base plural respecto del cual no es posible predicar esencia­
¡¡smos unívocos. A mi juicio, Navarra debe ser asumida como un ámbito geográfico
lleno de contrastes ecofísicos y compuesto de una dualidad cultural al que sólo la histo­
ria compartida ha dotado de una personalidad unitaria. El reconocimiento sereno de las
limitaciones y virtudes de esa asunción no 110S conducirá a rechazar cualquier idea de
vertebración, sino sólo aquélla asociada a mitificaciones idealistas que enmascaran
como algo cerradamente homogéneo lo que en sí está habitado por lo plural y lo
diverso.

72 MAURTCE BERTHE, Fal1úlles el épidelllies dans les campagnes navarraises ií la jin du moven age.
París, 1984. pp. 467-488.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1_ _ 11I

Más de 1.0750 1.0ao a 1.0749

Más de 1.000

MAPA 1: COMPLEJIDAD FAMILIAR EN NAVARRA EN 1860 POR MUNICIPIOS.

MUJERES CASADAS Y VIUDAS POR HOGAR.

-------------------------1_.--­
----------------------

l. Basabunía Menor 2~. Mañeru


., LarrHtlll 24. McndigotTia
\. Rnsaburúa Mayor 25. Valdízarbe
~. IIl0z 2ó. Anajona
S. Arnquíl
27. Yaldorva
ó. Gulina
28. Berbinzana
7. J lIslape"a 29. Miranda de Arga
8. Odiew-Olaivar 30. Cáseda-Gallipienzo
9. Lanz-Anue 31. Lodosa
'o. Ezcarbale 32. Sarragutla
ll. E'teribar 3~. Beire
12. Yak arios 34. Pililla,
13. BlIrguc!c 35. Santacara
'4. Aézcoa 36. Murillo dd Frulo
15. Améscoa 37. Funes
16. Allín 38. Yillafranca
17. Yen-i 39. Milagro
IR. Lana-Zúñiga 40. Cadreila
19. Aguilar 41. Murchanle
20. Berrueza 42. Caseanle
21. Ega 43. Monleagudo
22. Solana 44. Cones

MAPA 2: VALLES Y LOCALIDADES DEL MUESTREO RELATIVO AL HOGAR

RURAL NAVARRO EN 1786

--------------------------1_111

I
I
I
O ~I

3.1. Inferior a 1,00 3.2. De 1.000 a 1.024

I
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I

o
01
I

3.3. De 1.025 a 1.074 3.4. Superior a 1'.075

MAPA 3: COMPLEJIDAD FAMILIAR EN ESPAÑA EN 1860


NUMERO DE MUJERES CASADAS Y VIUDAS POR HOGAR

-----------------------------'-1._--­
11I_1-----------------------------­

1863
1778

MAPA 4: LIMITES GEOGRAFICOS INFERIORES DE LA LENGUA VASCA EN

1587,1778 Y 1863

FUENTE: Lecuona, 1933; Irigaray, 1935; Elgoibar, Zubizarreta y Gainde, 1987.

----------------------~--.

VALLES CANTABRICOS

PIRINEO OCCIDENTAL

VALLES MERIDIONALES PIRINEO ORIENTAL

BARRANCA

LUMBIER-AOIZ

MEDIA ORIENTAL

tJ
6

RIBERA OCCIDENTAL
RIBERA CENTRAL

RIBERA TUDELANA ----j'-----+­

MAPA 5: COMARCAS DIFERENCIADAS

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