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“Polvo seré más polvo enamorado”

Un gran poeta, dice que “La muerte no es la extinción de la luz, sino


dejar a un lado la lámpara porque llega la alborada”.

Así queremos vivir este momento enigmático de la muerte y del


recuerdo de nuestros seres queridos; un momento misterioso, lleno de
paradojas, como suele suceder siempre en las cosas de Dios. Aquello
que podemos controlar los seres humanos lo llenamos de precisión,
de cálculos, de seguros. Pero la vida sigue siendo patrimonio de Dios,
aunque nos cueste concederle esta evidencia. Por eso se escapa a
nuestros cálculos, nos sorprende siempre y nos deja descolocados.

El misterio de la santidad y de la muerte, nos aborda una año más, en


este principio del mes de noviembre, para recordarnos nuestra
condición. Vivir y morir se dan la mano todos los días como dos caras
de la misma moneda.

Queremos situarnos ante el misterio de la muerte con la serenidad de


quien cree que la muerte no es el silencio total o el abandono eterno,
sino el encuentro definitivo con nuestro origen, con nuestro Dios, del
que hemos salido y hacia el que todos caminamos empujados por la
fuerza misteriosa de la vida y del Espíritu.

Lejos de abatirnos ante la cruda realidad de la muerte y mucho


menos, de resignarnos en un gesto estéril y desesperanzado,
queremos ponernos en manos de Aquel que juzga rectamente y que
nos ha amado tanto que ha enviado a su Hijo Unigénito para que
nadie perezca sino que todos nos sintamos convocados a la vida
eterna.

Por eso en este día, sólo nos queda reafirmar nuestra fe en Jesús, el
Señor de la vida y de la muerte, para prometerle, una vez más,
fidelidad y entrega de nuestra vida, en el servicio alegre y callado a
nuestros hermanos

Lo que queremos celebrar y resaltar es el don de la vida. Nos


sentimos agradecidos al Señor por la vida. “Polvo seré, decía un
poeta, pero polvo enamorado” Si es verdad que nos inquieta la
realidad de la muerte, no es menos cierto que nos llena de esperanza
la Palabra de Jesús: «No temas, pequeño rebaño, que el Padre ha
tenido a bien regalaros su reino.»

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