La anorexia nerviosa es un trastorno alimentario caracterizado por la restricción a la

ingesta de alimentos, un miedo intenso a engordar y una imagen corporal

distorsionada. Afecta principalmente a mujeres jóvenes, pero también puede darse en
hombres y mujeres de todas las edades. La anorexia nerviosa tiene causas complejas
que incluyen factores genéticos y psicológicos e incluso sociales y puede tener graves
consecuencias físicas y psicológicas si no se trata.
Se calcula que la anorexia nerviosa afecta al 1% de las mujeres y al 0,1% de los
hombres en algún momento de su vida. Actualmente, en su mayoría a causa de las
redes sociales.
En México se registran, cada año, aproximadamente 20 mil casos de anorexia y
bulimia, de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Salud.
Síntomas:
Los principales síntomas de la anorexia nerviosa son la restricción alimentaria, el
ejercicio excesivo y una imagen corporal distorsionada. Las personas con anorexia
nerviosa suelen tener un peso corporal bajo, una preocupación por la comida y el
peso, y miedo a comer en público o con otras personas. También pueden
experimentar síntomas físicos como fatiga, mareos y caída del cabello, y síntomas
psicológicos como depresión, ansiedad y comportamientos obsesivo-compulsivos.

Tratamiento:
La anorexia nerviosa suele tratarse con una combinación de intervenciones médicas,
nutricionales y psicológicas. Puede incluir hospitalización o atención ambulatoria,
asesoramiento y apoyo nutricional y terapia individual o de grupo. También pueden
utilizarse medicamentos como antidepresivos o antipsicóticos para tratar
enfermedades mentales concurrentes.

Pronóstico:
Con el tratamiento adecuado, muchas personas con anorexia nerviosa son capaces de
recuperarse y mantener un peso y unos hábitos alimentarios saludables. Sin embargo,
la recuperación puede ser un proceso largo y difícil, y algunas personas pueden
experimentar recaídas o problemas de salud físicos o psicológicos continuos.

Conclusión:
No existe una forma segura de prevenir la anorexia nerviosa, pero fomentar una
imagen corporal positiva, promover hábitos alimentarios saludables y abordar los
problemas psicológicos consecuentes, como la ansiedad o la depresión, pueden
reducir el riesgo.