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Obligaciones de dar, de hacer y de no hacer (en el Código Civil y

Comercial)
Autor:
Tulia, Mauro A.

Cita: RC D 1505/2018
Sumario:

Introducción. A. Clasificación de las obligaciones. A.1. Clasificación de las obligaciones. A.1.2. Según el vínculo.
A.1.3. Según el objeto. A.1.4. Según los sujetos. A.1.5. Según la causa-fuente. A.1.6. Según el tiempo de
cumplimiento de la prestación. A.1.7. Según las modalidades del vínculo. A.2. Obligaciones de dar, de hacer y de
no hacer. B. Obligaciones de dar: aspectos generales. B.3. Obligaciones de dar. B.4. Breve referencia a la
clasificación de las cosas. B.4.1. Bienes y cosas. B.4.2. Cosas muebles e inmuebles. B.4.3. Cosas inmuebles.
B.4.3.a) Inmuebles por su naturaleza. B.4.3.b) Inmuebles por accesión física. B.4.3.c) Inmuebles por accesión
moral y por su carácter representativo - Supresión. B.4.4. Cosas muebles. B.4.4.a) Cosas muebles registrables.
B.4.5. Cosas divisibles e indivisibles. B.4.6. Cosas principales y accesorias. B.4.7. Cosas consumibles y no
consumibles. B.4.8. Cosas fungibles y no fungibles. B.4.9. Frutos y productos. B.4.10. Bienes dentro y fuera del
comercio. B.4.11. Bienes con relación a las personas. B.4.12. Dominio público. B.4.12.a) Elementos de la
dominicalidad. B.4.12.b) Enumeración legal. B.4.12.c) Caracteres del dominio público. B.4.13. Dominio privado
del Estado. B.4.13.a) Enumeración legal: Brevemente analizamos la enumeración del artículo 236 del
Código. B.4.13.b) Herencia vacante. B.4.15. Bienes de los particulares - Aguas de los particulares. B.5.
Obligación de conservación. B.6. Accesorios. B.7. Entrega de la cosa. B.7.1. Derecho a inspeccionar la cosa.
B.7.2. Presunción. B.8. Entrega de cosa mueble bajo cubierta. B.8.1. Plazo de caducidad. B.8.2. Cómputo del
plazo. C. Obligaciones de dar cosas ciertas para transferir su uso o tenencia. C.9. Obligaciones de dar cosas
ciertas para transferir su uso o tenencia. D. Obligaciones de dar cosas ciertas para constituir Derechos Reales.
D.10. Transmisión de inmuebles y muebles. D.11. Sistemas. D.11.1. Sistema romano. D.11.2. Sistema
germánico. D.11.3. Sistema francés. D.12. Sistema argentino. D.13. Excepciones. D.14. Mejoras. D.14.1.
Introducción. D.14.2. Mejoras - Concepto. D.14.3. Clases. D.14.3.a) Mejoras naturales. D.14.3.b) Mejoras
artificiales. D.15. Mejoras naturales: Efectos. D.16. Mejoras artificiales: Clases y efectos. D.16.1. Mejoras
necesarias. D.16.2. Mejoras útiles. D.16.3. Mejoras suntuarias o de mero lujo. D.17. Frutos - Concepto - Clases.
D.18. Frutos: efectos. D.19. Riesgo de la cosa - Efectos. D.20. Concurrencia de acreedores. D.20.1. Bienes
inmuebles. D.20.2. Bienes muebles. D.20.2.a) Muebles registrables. D.20.2.b) Muebles no registrables. D.21.
Acreedor frustrado. E. Obligaciones de dar cosas para restiruir. E.22. Obligación de dar para restituir. E.23.
Deber de entregar a más de un acreedor. E.24. Bienes muebles no registrables - Acción reivindicatoria. E.25.
Bienes registrables: Procedencia de la acción reivindicatoria. F. Obligaciones de género. F.26. Obligación de
género - Concepto. F.27. Individualización. F.28. Sujeto al que corresponde la elección. F.29. Calidad de la cosa.
F.30. Forma de la elección. F.31. Caso fortuito. F.31.1. Período anterior a la individualización. F.31.2. Período
posterior a la individualización. G. Obligaciones relativas a bienes que no son cosas. G.32. Obligaciones relativas
a bienes que no son cosas. H. Obligaciones de dar dinero. H.33. Obligaciones de dar dinero - Concepto. H.34. El
dinero. H.35. Caracteres del dinero. H.35.1. Cosa mueble. H.35.2. Fungible. H.35.3. Consumible. H.35.4.
Divisible. H.35.5. Genérico. H.35.6. De curso legal y forzoso. H.36. Obligaciones en moneda nacional. H.37.
Obligaciones en moneda extranjera. H.38. Cantidad. H.39. Intereses - Concepto. H.40. Intereses - Clasificación.
H.41. Intereses - Caracteres. H.42. Intereses compensatorios. H.43. Intereses moratorios - Concepto. H.44.
Intereses moratorios - Origen y fijación. H.45. Intereses moratorios - Curso de los intereses. H.46. Intereses
punitorios - Concepto. H.47. Anatocismo - Concepto. H.47.1. Regla: Prohibición. H.47.2. Excepciones. H.47.2.a)
Cláusula expresa. H.47.2.b) Demanda judicial. H.47.2.c) Liquidación judicial. H.47.2.d) Otras normas. H.48.
Reducción de los intereses. H.48.1. Facultad de los jueces. H.48.2. Supuestos aplicables. H.48.3. Presupuesto.
H.48.4. Efectos. H.48.5. La tasa de interés en materia tributaria. H.49. Obligaciones de valor. H.50. Valuación. I.
Obligaciones de hacer y de no hacer. I.51. Obligación de hacer - Concepto. I.52. Especies. I.52.1.
Convencionales o legales. I.52.2. Fungibles y no fungibles. I.52.3. Permanentes o instantáneas. I.52.4. De
servicio o de obra. I.52.5. De medios o de resultados. I.53. Cumplimiento. I.54. Prestación de un servicio. I.54.1.
Introducción. I.54.2. Obligaciones de medios. I.54.3. Obligaciones de resultado. I.55. Realización de un hecho -

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Incumplimiento. I.56. Incorporación de terceros. I.56.1. Prestaciones fungibles y no fungibles. I.56.2. Parámetros
de clasificación. I.57. Incumplimiento imputable. I.58. Ejecución forzada. I.58.1. Ejecución forzada específica.
I.58.2. Ejecución por un tercero. I.58.3. Indemnización. I.59. Obligaciones de no hacer - Concepto. I.60. Especies.
I.60.1. Abstención y tolerancia. I.60.2. Instantáneas y permanentes. I.61. Cumplimiento. I.62. Incumplimiento -
Efectos.

Obligaciones de dar, de hacer y de no hacer (en el Código Civil y Comercial)

Introducción

Examinaré en este trabajo el régimen de las obligaciones de dar, de hacer y de no hacer según las reglas del
nuevo Código Civil y Comercial[1], sin pretender un análisis exhaustivo de la materia, sino un estudio
panorámico, pasando por un esbozo de la clasificación de las obligaciones a fin de contextualizar el objeto del
presente.

A. Clasificación de las obligaciones

A.1. Clasificación de las obligaciones

Las obligaciones son clasificadas de diferentes maneras según el criterio desde el cual se asuma la tarea; así se
las clasificó por el vínculo, según el objeto, según los sujetos, la causa-fuente, según sus modalidades, o según
el tiempo de su cumplimiento, y así conforme cada criterio de clasificación, dentro de ellos se formulan
subclasificaciones, lo cual se dará un panorama.

A.1.2. Según el vínculo

Este criterio de clasificación hallaba en la doctrina surgida del Código derogado dos pautas de clasificación, una
era aquella caracterizada según la autosuficiencia del vínculo o su conexión con otros, subclasificada en
obligaciones recíprocas y obligaciones principales y accesorias; y la otra según la naturaleza del vínculo o su
eficacia jurídica, subdividida en obligaciones civiles y obligaciones naturales, clasificación esta que, al suprimirse
la obligación natural del nuevo Código, no es posible mantener.

A.1.3. Según el objeto

Del criterio de clasificación según el objeto, las obligaciones se dividen conforme la naturaleza de la obligación, la
determinación del objeto y la naturaleza de los bienes, la complejidad del objeto, la índole del interés
comprometido, por el carácter del comportamiento del deudor, por la aptitud para ser fraccionado.

Según la naturaleza de la prestación las obligaciones pueden ser de dar, de hacer o de no hacer.

Según la determinación del objeto y la naturaleza de los bienes las obligaciones pueden ser de dar cosas ciertas,
de género, o de dar sumas de dinero.

Según la complejidad del objeto las obligaciones pueden ser de objeto simple o de objeto complejo, y estas
últimas a su vez pueden ser conjunto o disyunto, y en el disyunto pueden ser alternativas o facultativas.

Según la índole del interés comprometido las obligaciones pueden ser de medio o de resultado.

Según el carácter del comportamiento del deudor, las obligaciones pueden ser positivas o negativas.

Según la aptitud para ser fraccionado pueden ser divisibles o indivisibles.

A.1.4. Según los sujetos

Según los sujetos, las obligaciones pueden ser de sujeto singular o de sujeto plural, dicha pluralidad puede ser

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disyuntiva (también llamada falsa pluralidad) o conjunta, la que a su vez se subdivide en simplemente
mancomunada, mancomunación solidaria y concurrentes.

A.1.5. Según la causa-fuente

Según la causa fuente las obligaciones pueden ser nominadas o innominadas. Las primeras pueden ser
contractuales, delictuales o cuasidelictuales.

A.1.6. Según el tiempo de cumplimiento de la prestación

Según el tiempo de cumplimiento de la prestación, las obligaciones se clasifican según el momento a partir del
cual opera la exigibilidad de la prestación, y según la decisión del acto de cumplimiento.

Según el momento a partir del cual opera la exigibilidad de la prestación puede ser de ejecución inmediata o
diferida.

Según la decisión del acto de cumplimiento pueden ser de ejecución inmediata o bien de ejecución continuada
(de tracto sucesivo).

A.1.7. Según las modalidades del vínculo

Según las modalidades del vínculo pueden ser puras y simples, modales, o con cláusula penal y sanciones
conminatorias.

A.2. Obligaciones de dar, de hacer y de no hacer

Según la naturaleza de la prestación las obligaciones pueden ser de dar, de hacer o de no hacer.

Las obligaciones de dar son aquellas en las que el objeto consiste en la entrega de una cosa o un bien por parte
del deudor al acreedor.

Las obligaciones de hacer son las que tienen por objeto la realización de una actividad o conducta a cargo del
deudor a favor del acreedor.

Las obligaciones de no hacer tienen por objeto una abstención de realizar un hecho lícito.

B. Obligaciones de dar: aspectos generales

B.3. Obligaciones de dar

El Código Civil y Comercial no define a las obligaciones de dar, como sí lo hacía el Código Civil derogado en su
artículo 574 que disponía que la obligación de dar es la que tiene por objeto la entrega de una cosa, mueble o
inmueble, con el fin de constituir sobre ella derechos reales, o de transferir solamente ello uso o la tenencia, o de
restituirla a su dueño.

Conforme las clasificaciones antes compendiadas, las obligaciones de dar pueden ser de dar cosa cierta, de
género o de dar sumas de dinero.

En las obligaciones de dar cosa cierta el objeto que el deudor debe entregar al acreedor se encuentra
determinado, individualizado, desde la génesis de la obligación.

Las obligaciones de género son las referidas a un objeto no individualizado desde el nacimiento de la obligación,
y que por ello debe ser individualizado con posterioridad.

Y las obligaciones de dar sumas de dinero son aquellas que tienen por objeto la entrega -por parte del deudor al

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acreedor- de dinero, el que se halla determinado desde el nacimiento de la obligación.

B.4. Breve referencia a la clasificación de las cosas

A fin de introducirnos en las obligaciones de dar, considero oportuno brindar brevemente algunos conceptos
esenciales sobre los bienes y cosas[2], y la clasificación de éstas últimas, ya que desde esta clasificación
veremos más adelante (en las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales) la distinción
entre la transmisión de cosas muebles e inmuebles.

B.4.1. Bienes y cosas

Los bienes comprenden tanto los objetos materiales como los inmateriales, es por ello que la noción de bienes se
presenta como el género, mientras que las cosas, como objetos materiales, la especie.

Según el artículo 16 del nuevo Código, al igual que el 2311 del Código de Vélez, el término bienes es
comprensivo de los objetos materiales e inmateriales susceptibles de valor económico, mientras que las cosas
son los bienes materiales susceptibles de valor, por lo que se da aquí una relación de género-especie, pues el
género es el bien, y la especie la cosa.

Por lo tanto las cosas son todos los objetos materiales (corporales) visto desde el punto de vista físico, es decir,
todo lo que existe, y no sólo aquellos que puedan ser objeto de apropiación exclusiva por el hombre, sino
también todo lo que en la naturaleza escapa a esta apropiación (como el mar, el aire, el sol, etcétera), pero
desde el punto de vista jurídico se halla limitado el concepto a aquello que es susceptible de tener un valor
económico.

Tal como expresa el codificador, en los fundamentos del anteproyecto, la concepción patrimonialista ha ido
cambiando, y aparecieron bienes que, siendo de la persona, no tienen un valor económico, aunque sí una
utilidad, como sucede con el cuerpo humano, órganos, genes, etcétera; y la relación exclusiva entre los bienes y
la persona también ha mudado y aparecen las comunidades, como ocurre con los pueblos originarios.
Agregando que los conflictos ambientales se refieren a bienes que son mencionados en el Código como del
dominio público, pero la Constitución y la ley ambiental los considera colectivos, y no solamente de propiedad del
Estado.

A ello agrega que en relación al bien, la tradición legislativa identifica a los bienes con la valoración económica, y
que para este fin, no es determinante si son materiales (cosas) o inmateriales, porque lo que interesa es que
tengan valor, y este elemento, para la letra del Código Civil y, en su interpretación para la mayoría de la doctrina,
es económico y no afectivo. Continúan diciendo los redactores que para aportar mayor claridad a esta cuestión
habría que señalar que, desde el punto de vista económico, los objetos pueden tener o no valor patrimonial. Si
tienen valor económico, pueden, a su vez, entrar en el comercio y tener precio, que surge de la oferta y la
demanda. En el Código Civil, la noción de bien está estrechamente vinculada a este enfoque económico. Por lo
tanto, si se sigue utilizando este vocablo en su sentido técnico tradicional, no podría aplicarse a los bienes
ambientales, o al cuerpo, o partes del cadáver[3].

Es por ello que el Código en materia de titularidad de los derechos individuales, en los bienes y cosas sobre los
que pueden ser ejercidos, manteniendo la tradicional regulación (del Código de Vélez) introdujo nuevas
categorías de derechos, tales como los derechos de incidencia colectiva, los derechos sobre el cuerpo humano, y
los derechos de las comunidades indígenas (artículos 14, 17 y 18, respectivamente).

Respecto de la energía y las fuerzas naturaleza susceptibles de ser puestas al servicio del hombre, se mantiene
la regulación del anterior Código en cuanto a que se le aplicarán las disposiciones referentes a las cosas.

B.4.2. Cosas muebles e inmuebles

Las cosas son muebles o inmuebles, y ello según puedan o no transportarse de un lugar a otro, siendo la
inmovilidad por obra de la naturaleza o por obra del hombre, en el caso de inmuebles, y sea que se puedan

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transportar por sí mismas o por una fuerza externa, en el caso de los muebles.

Dicha distinción primaria resulta de suma importancia en orden a la aplicación de reglas específicas de cada una
de las especies, teniendo efectos jurídicos en diversos aspectos, tales como los modos de adquisición del
dominio, las formas de enajenación, la inscripción registral y publicidad, la prescripción adquisitiva, la constitución
de garantías reales, restricciones y límites al dominio, o bien en cuanto a la competencia judicial y la ley
aplicable.

B.4.3. Cosas inmuebles

Las cosas son inmuebles cuando no puedan transportarse de un lugar a otro, siendo la inmovilidad por obra de la
naturaleza o por obra del hombre, en el caso de inmuebles.

B.4.3.a) Inmuebles por su naturaleza

El artículo 225 del Código proporciona la noción de cosas inmuebles por su naturaleza, la que en esencia es
igual a la suministrada por el artículo 2314 del Código de Vélez.

Conforme una noción general, las cosas inmuebles son aquellas que están fijas en un lugar determinado, no
pudiendo ser trasladadas a otro lugar[4], siendo ésta una inmovilidad natural[5], o dicho de otro modo, son cosas
que se encuentran por sí mismas inmovilizadas constituyendo tal inmovilización su condición natural[6], sin que la
misma dependa del obrar humano.

El artículo enuncia al suelo con sus superficies sólidas o fluidas (la tierra misma, los ríos, etcétera), a las cosas
incorporadas a él de una manera orgánica y permanente (tal como los árboles, plantas, etcétera[7]), y las que se
encuentran bajo el suelo sin el hecho del hombre (como los minerales sólidos, y otras sustancias sólidas o
gaseosas, agregándose a ello que si son sacadas del suelo, su calidad de inmuebles cesa).

De lo dicho señalaremos los caracteres de los inmuebles por su naturaleza: a) son cosas que están fijas en un
lugar; b) están inmovilizadas (no pueden ser trasladadas de un lugar a otro; c) dicha inmovilidad es natural (por
obra de la naturaleza y no por acción del hombre).

Respecto de las minas el artículo 11 del Código de Minería establece que las minas forman una propiedad
distinta de la del terreno en que se encuentran; pero se rigen por los mismos principios que la propiedad común,
salvo las disposiciones especiales de este Código; mientras que el artículo 12 dispone que las minas son
inmuebles, y que se consideran también inmuebles las cosas destinadas a la explotación con el carácter de
perpetuidad, como las construcciones, máquinas, aparatos, instrumentos, animales y vehículos empleados en el
servicio interior de la pertenencia, sea superficial o subterráneo, y las provisiones necesarias para la continuación
de los trabajos que se llevan en la mina, por el término de ciento veinte días.

B.4.3.b) Inmuebles por accesión física

El artículo 226 en trato define a las cosas inmuebles por accesión por el hecho de haber sido adheridas
físicamente al suelo con un carácter permanente o perdurable.

Pues, así las cosas inmuebles por accesión, son cosas que antes de su adhesión al suelo eran cosas muebles, y
que han sido adheridas al suelo por el hecho u obra del hombre, circunstancia ésta que las ha transformado en
inmóviles, es decir, que han dejado de ser trasladables para ser inmovilizadas junto con el suelo, a lo que debe
agregarse el carácter de perdurabilidad, que no es otra cosa que dicha adhesión al suelo ha sido con el propósito
de que estén así adheridas e inmovilizadas de manera indefinida en el tiempo, y no de manera transitoria.

Clásicamente se ha ejemplificado a las cosas inmuebles por accesión con el caso de los materiales para la
construcción que son utilizados para erigir una casa, y en tal sentido se ha expresado que los ladrillos, cemento,
cal, pintura, etcétera, son cosas muebles que se adhieren al suelo para formar con éste un todo, lo que ha sido
receptado por el codificador, al establecer que dichos muebles adheridos al suelo de manera perdurable forman

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un todo con el inmueble al que se adhieren, y que no pueden ser objeto de un derecho separado del suelo sin la
voluntad del propietario.

Los caracteres de los inmuebles por accesión son los siguientes: a) son cosas que en su origen eran muebles; b)
se hallan adheridas al suelo; c) dicha adhesión constituye su condición de inmóvil; d) tal adhesión al suelo tiene
lugar por el hecho u obra del hombre; e) la adhesión debe tener la condición de perdurable.

B.4.3.c) Inmuebles por accesión moral y por su carácter representativo - Supresión

El nuevo Código hubo de omitir la inclusión de las categorías de bienes inmuebles por accesión moral y los que
eran tales por su carácter representativo, regulados en los artículos 2316 y 2317 del Código de Vélez.

Según el Código derogado, los inmuebles por accesión moral eran definidos como las cosas muebles que se
encuentran puestas intencionalmente como accesorios de un inmueble, por el propietario de éste, sin estarlo
físicamente, es decir, aquellas cosas muebles afectadas al servicio y explotación de un fundo[8]. Y a los
inmuebles por su carácter representativo se los definía como los instrumentos públicos donde constare la
adquisición de derechos reales sobre inmuebles, con exclusión de los derechos reales de hipoteca y anticresis.

El artículo citado se encargo de establecer expresamente que no se consideran inmuebles por accesión las
cosas afectadas a la explotación del inmueble o a la actividad del propietario, con lo cual la categoría de
inmuebles por accesión moral ha sido desterrada del Código.

Respecto de la segunda categoría señalada, es decir, los inmuebles por su carácter representativo, ya la doctrina
nacional mayoritaria era conteste en que se trataba de una categoría no sólo innecesaria sino contradictoria con
los principios básicos adoptados por el codificador para distinguir los bienes y las cosas[9], habiéndose
expresado que tales instrumentos públicos son simples papeles desprovistos de valor económico,
independientemente del derecho al cual se refieren, y en sí mismos objetos perfectamente transportables de un
lugar a otro[10].

B.4.4. Cosas muebles

Las cosas muebles son aquellas que tienen la propiedad de poder ser trasladadas de un lugar a otro, ya sean
que puedan desplazarse por sí mismas o por una fuerza externa.

Aunque el Código no lo diga, señalaremos que son cosas muebles las partes sólidas o fluidas del suelo que
fueran separadas de él, tales como las piedras, la tierra, los minerales y metales, la arena, las construcciones
cuya adhesión al suelo revista carácter de transitoria (a contrario del carácter permanente que exige el artículo
225), los que provengan de la destrucción o demolición de una edificación, etcétera.

En suma, los caracteres de las cosas muebles son los siguientes: a) son cosas que tiene la propiedad de
trasladarse de un lugar a otro; b) sea que se trasladen por una fuerza externa, o por sí mismas; c) se incluye a
los muebles adheridos al suelo de manera transitoria.

Las cosas muebles clásicamente son diferenciadas en tres categorías, una de ellas son los “semovientes”, que
son aquellas cosas que tienen la propiedad de trasladarse o moverse por sí mismas, y como ejemplo de ellas
podemos citar en general a los animales, y en especial al ganado, que se rige por un sistema de marcas y guías;
otra son los “locomóviles”, que son aquellos artefactos rodantes de propulsión propia, y como ejemplo podemos
mencionar los automóviles, las locomotoras, tractores, etcétera; también para ciertos locomóviles existen formas
de registración; y las cosas muebles que se traslada por la fuerza externa del hombre y que no tiene la propiedad
de trasladarse por sí mismas ni por una propulsión propia.

Existen ciertas categorías de bienes muebles para los cuales rigen sistemas registrales, tal es el caso de los
locomóviles, buques, aeronaves, y determinados semovientes.

B.4.4.a) Cosas muebles registrables

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Existen ciertas categorías de bienes muebles para los cuales rigen sistemas registrales, tal es el caso de los
locomóviles, buques, aeronaves, y determinados semovientes.

1) Locomóviles: El régimen jurídico del automotor se encuentra regulado a nivel nacional por el Decreto ley
6582/1958[11].

El artículo 1 del citado decreto ley dispone que la transmisión del dominio de los automotores deberá formalizarse
por instrumento público o privado y solo producirá efectos entre las partes y con relación a terceros desde la
fecha de su inscripción en el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor. Y a los efectos de la ley, y en
relación a la materia registral, según el artículo 5 se consideran automotores a los automóviles, camiones,
inclusive los llamados tractores para semirremolque, camionetas, rurales, jeeps, furgones de reparto, ómnibus,
micrómnibus y colectivos, sus respectivos remolques y acoplados, todos ellos aun cuando no estuvieran
carrozados, las maquinarias agrícolas incluidas tractores, cosechadoras, grúas, maquinarias viales y todas
aquellas que se autopropulsen[12]; siendo obligatoria la inscripción del dominio en el Registro Nacional de la
Propiedad del Automotor, de todos los automotores comprendidos en el artículo anterior, de acuerdo con las
normas que al efecto se dicten, conforme lo edicta el primer párrafo del artículo 6.

El Registro Nacional de la Propiedad del Automotor está a cargo de la Dirección Nacional de los Registros
Nacionales de la Propiedad del Automotor y de Créditos Prendarios, según lo establece el artículo 7.

Respecto de las prendas el artículo 19 dispone que cuando el Poder Ejecutivo Nacional disponga que las
prendas sobre automotores se inscriban en el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor, se aplicarán las
siguientes normas: a) la inscripción de la prenda con registro, sus anotaciones posteriores, certificaciones,
cancelaciones y demás trámites establecidos por el Decreto ley 15348/1946, ratificado por Ley 12962, que
afecten automotores incorporados al régimen del presente decreto ley, se efectuarán en el Registro Nacional de
la Propiedad del Automotor, de acuerdo con las disposiciones de los incisos siguientes y de las que en su
cumplimiento dicte la autoridad de aplicación; b) la prenda sobre automotores se registrará con sujeción a las
normas del presente decreto ley y su reglamentación; c) el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor
llevará un registro de acreedores prendarios, que actuarán como tales ante el organismo; d) la anotación de los
endosos de contratos de prenda deberá hacerse en el Registro Seccional donde se haya inscripto el contrato,
pero el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor (Registro Nº 1 de la Capital Federal) podrá, a
requerimiento de los interesados, aunque el contrato este inscripto en otro registro, anotar los endosos y
cancelaciones previa notificación, al registro de origen, de los datos necesarios, siendo por cuenta del solicitante
los gastos respectivos; y que e) las certificaciones y trámites ulteriores correspondientes a contratos de prenda
inscriptos hasta el día anterior al cambio de régimen que disponga el Poder Ejecutivo Nacional, seguirán a cargo
del Registro Nacional de Créditos Prendarios.

2) Semovientes: régimen de marcas y señales, certificados y guías: La Ley 22939, de unificación para todo el
país del régimen de marcas y señales, certificados y guías, establece en su artículo 5[13] que es obligatorio para
todo propietario de ganado mayor o menor tener registrado a su nombre el diseño que empleare para marcar o
señalar, conforme a lo dispuesto en la propia ley; que queda prohibido marcar o señalar sin tener registrado el
diseño que se emplee, con excepción de la señal que fuera usada como complemento de la marca en el ganado
mayor; que es obligatorio para todo propietario de ganado porcino tener registrado a su nombre el diseño que
empleare para señalar, o el medio alternativo de identificación elegido según lo propuesto por la propia ley y de
uso exclusivo para la especie porcina; y que queda prohibido señalar o identificar el ganado porcino con alguno
de los medios alternativos de identificación propuestos exclusivamente para la especie porcina, sin tener
registrado el diseño de la señal que se emplee, o el medio alternativo de identificación elegido entre los
propuestos por la ley. Asimismo determina en su artículo 6 que es obligatorio para todo propietario de hacienda
marcar su ganado mayor y señalar su ganado menor. En el ganado porcino se autoriza también el uso de alguno
de los otros medios alternativos de identificación animal indicados en el artículo 1 de la propia ley, a elección del
propietario del ganado; y que en los ejemplares de pura raza, la marca o señal podrá ser sustituida por tatuajes o
reseñas, según especies[14].

En tal orden de cosas el artículo 9 prescribe que se presume, salvo prueba en contrario, y sin perjuicio de lo

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dispuesto en el Título IV de la ley, que el ganado mayor marcado y el ganado menor señalado, o en el caso
exclusivamente del ganado porcino, señalado o identificado con alguno de los medios alternativos descritos en el
artículo 1 de la ley pertenece a quien tiene registrado a su nombre el diseño de la marca o señal, o medio de
identificación alternativo aplicado al animal; y que se presume igualmente, salvo prueba en contrario, que las
crías no marcadas o señaladas pertenecen al propietario de la madre (para que esta presunción sea aplicable las
crías deberán encontrarse al pie de la madre)[15]. Mientras que el artículo 10 que el poseedor de hacienda
orejana y de aquella cuya marca o señal o medio alternativo de identificación propuesto exclusivamente para el
ganado porcino no fuere suficientemente clara, quedará sometido en su derecho de propiedad al régimen común
de las cosas muebles, sin perjuicio de las sanciones que estableciere la autoridad local[16]. Y disponiendo en el
artículo 11 que la propiedad de los ejemplares de pura raza se probará por el respectivo certificado de inscripción
en los registros genealógicos y selectivos reconocidos, que concuerde con los signos individuales que llevaren
los animales.

Mediante Resolución 188/1999 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación, se


reconoce como Registros Genealógico y Selectivos de las diversas especies y razas de animales de pedigrí a los
que organizó y administra la Sociedad Rural Argentina (artículo 1); y la inscripción de animales de raza en los
Registros Genealógicos y Selectivos referidos en el artículo 1, acreditará la titularidad del dominio de los mismos
en los términos de los artículos 11 y 14 de la Ley 22939 y su origen y calidad genética como animales de pedigrí
(artículo 2). En cuanto a las medidas cautelares, gravámenes y otras restricciones al dominio impuestas por
orden judicial o acordadas convencionalmente serán objeto de anotación marginal en el legajo correspondiente
de los registros referidos en el artículo 1 (cfr. artículo 3).

La Resolución 83/2003 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación dispone


que se reconocen como Registros Genealógicos y Selectivos de las diversas razas de animales de pedigree de
la especie equina a los que organiza y administra la Asociación Argentina de Fomento Equino hasta el presente,
como aquellos que bajo condiciones análogas, constituyan y administren en el futuro, a los efectos de los
artículos 6, 11, 14 y 17 de la Ley 22939 de Marcas y Señales del Ganado, de las legislaciones provinciales
pertinentes, y a todos los efectos legales que correspondan (artículo 1); y establece que la inscripción de
animales de raza en los Registros Genealógicos y Selectivos referidos en el artículo 1, acreditará la titularidad del
dominio de los mismos en los términos de los artículos 11 y 14 de la Ley 22939 y su origen y calidad genética
como animales de pedigree (artículo 2); y que las medidas cautelares, gravámenes u otras restricciones al
dominio impuestas por el orden judicial o acordadas convencionalmente, serán objeto de anotación marginal en
el legajo correspondiente de los Registros referidos en el artículo 1 de la presente resolución (artículo 3).

3) Buques: La ley 20094, de la Navegación, en su artículo 2 dispone que buque es toda construcción flotante
destinada a navegar por agua; que artefacto naval es cualquiera otra construcción flotante auxiliar de la
navegación pero no destinada a ella, aunque pueda desplazarse sobre el agua en cortos trechos para el
cumplimiento de sus fines específicos; en su artículo 51 que la inscripción en la matrícula nacional confiere al
buque o artefacto naval la nacionalidad argentina y el derecho de enarbolar el pabellón nacional; y en el 54 que
la autoridad marítima otorgará a todo buque o artefacto naval que se inscriba en la matrícula nacional un
"certificado de matrícula" en el que conste el nombre del buque o artefacto naval y el de su propietario, el número
de matrícula y la medida de los arqueos total y neto cuando se trate de buque, así como los demás datos
contenidos en el folio de su inscripción.

A ello cabe agregar que el registro y cancelación de la inscripción de los buques y artefactos navales se halla a
cargo del Registro Nacional de Buques.

4) Aeronaves: La Ley 17285, Código Aeronáutico, regula lo atinente a las aeronaves, describiendo a las mismas
como los aparatos o mecanismos que pueden circular en el espacio aéreo y que sean aptos para transportar
personas o cosas (artículo 36).

Según el artículo 38 la inscripción de una aeronave en el Registro Nacional de Aeronaves, le confiere


nacionalidad argentina y cancela toda matricula anterior, sin perjuicio de la validez de los actos jurídicos
realizados con anterioridad; y conforme el artículo 40 a las aeronaves inscriptas en el Registro Nacional de
Aeronaves se les asignarán marcas distintivas de la nacionalidad argentina y de matriculación, conforme con la

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reglamentación que se dicte (dichas marcas deberán ostentarse en el exterior de las aeronaves, y tales marcas
de las aeronaves públicas deben tener características especiales que faciliten su identificación); asimismo, por el
artículo 41 los motores de aeronaves podrán ser inscriptos en el Registro Nacional de Aeronaves. También
podrán inscribirse en dicho registro las aeronaves en construcción.

Según el artículo 45 en el Registro de Aeronaves se anotarán: 1) los actos, contratos o resoluciones que
acrediten la propiedad de la aeronave, la transfieran, modifiquen o extingan; 2) las hipotecas sobre aeronaves y
sobre motores; 3) los embargos, medidas precautorias e interdicciones que pesen sobre las aeronaves o se
decreten contra ellas; 4) las matrículas con las especificaciones adecuadas para individualizar las aeronaves y
los certificados de aeronavegabilidad; 5) la cesación de actividades, la inutilización o la pérdida de las aeronaves
y las modificaciones sustanciales que se hagan de ellas; 6) los contratos de locación de aeronaves; 7) el estatuto
o contrato social y sus modificaciones, así como el nombre y domicilio de los directores o administradores y
mandatarios de las sociedades propietarias de aeronaves argentinas; y 8) en general, cualquier hecho o acto
jurídico que pueda alterar o se vincule a la situación jurídica de la aeronave.

Asimismo las aeronaves pueden ser pueden ser hipotecadas en todo o en sus partes indivisas y aún cuando
estén en construcción y también pueden hipotecarse los motores inscritos conforme al artículo 41 del Código
(artículo 52)[17]; la hipoteca deberá constituirse por instrumento público o privado debidamente autenticado e
inscribirse en el Registro Nacional de Aeronaves. La inscripción confiere al acreedor un derecho de preferencia
según el orden en que se han efectuado. En el instrumento deberá constar: 1) nombre y domicilio de las partes
contratantes; 2) matricula y número de serie de la aeronave y sus partes componentes; 3) seguros que cubren el
bien hipotecado; 4) monto del crédito garantizado, intereses, plazo del contrato y lugar de pago convenidos; 5) si
la aeronave está en construcción, además de los recaudos de los incisos 1 y 4, se la individualizará de acuerdo
al contrato de construcción y se indicará la etapa en que la misma se encuentre; 6) si se tratase de hipoteca de
motores, éstos deberán estar previamente inscriptos y debidamente individualizados.

B.4.5. Cosas divisibles e indivisibles

Se define a las cosas divisibles como aquellas que pueden ser divididas (divididas, fraccionadas o separadas) en
porciones reales sin ser destruidas, y cada una de ellas, es decir, de las partes resultantes de la división, forman
un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la cosa misma.

Por ello la divisibilidad implica que cada parte resultante de la división de la cosa se mantenga intacta, siendo lo
que era antes, aunque de menor extensión[18].

Por el contrario, las cosas indivisibles son aquellas que no pueden ser divididas si su fraccionamiento convierte
en antieconómico su uso y aprovechamiento, lo que incluye aquellas cuya división las destruye, o no conforma
cada parte un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la cosa misma, y ejemplo de ello es la
división de parcelas de las que resulte una porción menor a las medidas mínimas exigidas por las normas de
ordenamiento territorial de manera que no pueda constituirse una parcela con la porción resultante.

La clasificación en cosas divisibles e indivisibles tiene importancia práctica en diversas materias, como la
partición de herencia, la división de condominio, el fraccionamiento de inmuebles, etcétera.

De lo dicho extraemos que los caracteres de las cosas divisibles son: a) cosas que tiene la posibilidad física de
ser fraccionadas; b) que de dicho fraccionamiento o división resulten porciones individuales sin ser destruidas; c)
que cada parte forme un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la cosa misma; d) que los
resultantes de la división (porciones reales) no convierta a las partes en cosas de uso y aprovechamiento
antieconómico.

Y los de las cosas indivisibles: a) que las cosas no puedan ser divididas físicamente (imposibilidad física); b) o
que del fraccionamiento de cosas físicamente divisibles, no resulten porciones individuales sin ser destruidas, o
que cada parte no forme un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la cosa misma, o que
torne antieconómico su uso o aprovechamiento.

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El artículo 228 del Código determina que en materia de inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento
parcelario corresponde a las autoridades locales.

Resulta ser competencia local legislar sobre la división y subdivisión del suelo, estando ello comprendido dentro
de la materia de ordenamiento urbano y territorial, lo que en general se halla regulado en normas marco
sancionadas por las legislaturas provinciales, y los códigos municipales de planeamiento u ordenamiento
territorial.

En tal sentido es que las normas de ordenamiento urbano y territorial tienen objetivos de diversas especies, que
involucran la preservación del medio ambiente, de áreas y sitios de interés natural, paisajístico, histórico o
turístico, y sobre todo el uso racional y programado del suelo, para lo cual se formula una división del suelo en
áreas o zonas[19], a las que se les asigna racionalmente categorías que implican los diversos usos del suelo de
los inmuebles que se hallan dentro de cada área o zona, y dentro de tal marco se establecen las reglas sobre la
subdivisión parcelaria, determinando -conforme la zona y su uso- las medidas mínimas de las parcelas.

B.4.6. Cosas principales y accesorias

Las cosas principales son aquellas cosas, muebles o inmuebles, que tiene una existencia propia, independiente
de la de cualquier otra cosa, o -como dice el artículo 229 del Código- que pueden existir por sí mismas; y por el
contrario las cosas accesorias son aquellas que carecen de existencia propia, es decir, aquellas cuya existencia
y naturaleza son determinadas por otra cosa de la cual dependen o a la cual están adheridas.

Las cosas accesorias pueden también ser muebles o inmuebles, y en tal sentido pueden ser cosas muebles
adheridas o no físicamente al suelo, o cosas muebles adheridas a otras cosas muebles.

Las cosas accesorias siguen la suerte de la principal, por lo que siguen la suerte de la cosa principal en lo
relativo a su adquisición, modificación o extinción, y su régimen jurídico es el de la cosa principal, salvo
disposición legal en contrario.

Cuando las cosas muebles se adhieren entre sí para formar un todo sin que sea posible distinguir la accesoria de
la principal, el artículo 231 señala que es principal la de mayor valor, y en el caso de que sean del mismo valor no
habrá cosa principal ni accesoria. Con lo cual la norma señala como primer criterio de distinción entre cosa
principal y accesoria el del valor pecuniario de las cosas, y ante la inviabilidad de dicha distinción la solución es la
de que no hay cosa principal ni accesoria, con lo que se ha dejado de lado el criterio subsidiario de volumen que
establecía el artículo 2334.

Los caracteres de las cosas principales son: a) ser cosas que puedan existir por sí mismas, sin depender de la de
cualquier otra cosa. Y los de las cosas accesorias: a) ser cosas que para su existencia y naturaleza dependen o
son determinadas de otra cosa.

B.4.7. Cosas consumibles y no consumibles

Las cosas consumibles son aquellas que se extinguen con el primer uso que de ellas se haga, es decir, que no
pueden ser usadas sin que al propio tiempo se consuman[20] (extingan).

Y son cosas no consumibles, a contrario de lo antes dicho, aquellas que no dejan de existir por el primer uso que
de ellas se haga, es decir que no se extinguen con el primer uso, aún cuando sean susceptibles de consumirse o
deteriorarse después de algún tiempo, esto es, luego de un tiempo de uso o de su uso reiterado.

La importancia de esta clasificación radica en que hay ciertos actos que sólo pueden referirse a cosas
consumibles o bien a cosas no consumibles, tales como el usufructo, que sólo puede recaer en cosas no
consumibles, o el contrato de mutuo que recae sobre cosas consumibles.

B.4.8. Cosas fungibles y no fungibles

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Dice el artículo en examen que son cosas fungibles aquellas en que todo individuo de la especie equivale a otro
individuo de la misma especie, y pueden sustituirse por otras de la misma calidad y en igual cantidad. Por lo que
los caracteres de las cosas fungibles son esencialmente dos: a) que todo individuo de la especie equivalga a otro
individuo de la misma especie; b) que puedan sustituirse por otras, de la misma calidad y en igual calidad.

La nota principal es la posibilidad de sustitución de una cosa por otra de idénticas características (especie,
calidad y cantidad), expresando LLAMBÍAS que dicha calidad de fungible de una cosa no proviene tanto de la
naturaleza misma de la propia cosa, sino de la intención de las partes[21], que son quienes habrán de determinar
dicha fungibilidad en el objeto de la prestación a cargo del deudor, y como ha señalado Salvat, en general se
trata de aquellas que en los negocios jurídicos se determinan por su peso, número o medida[22].

Las cosas no fungibles son las que no pueden sustituirse por otra de la misma especie, o como dijera BORDA,
no pueden reemplazarse las unas por las otras de manera perfecta[23].

B.4.9. Frutos y productos

Los frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable, sin que se altere o disminuya su sustancia,
es decir las cosas nuevas que provienen periódicamente de otra. Es decir que se trata de: a) cosas nuevas; b)
que produce o provienen de otra cosas; y, c) sin alterar o disminuir la sustancia de aquella de la cual provienen.

Los frutos se clasifican en naturales, industriales y civiles.

Son frutos naturales son las cosas que otra cosa produce espontáneamente por obra de la naturaleza, sin la
intervención principal del hombre, tal como la leche de los animales, o la cría de los animales.

Son frutos industriales los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la tierra, como las frutas de
los frutales, cereales provenientes de la siembra, etcétera.

Son frutos civiles las rentas que la cosa produce, es decir provenientes del uso y goce de las cosas, como el
caso de los alquileres por la locación de un inmueble.

Los productos, en cambio, sin los objetos no renovables provenientes de una cosa, que separados o sacados de
la cosa alteran o disminuyen su sustancia, es decir, que no se renuevan en ella, no se vuelven a producir, como
el caso de los minerales sacados de una mina, o el petróleo sacado de un yacimiento, la piedra y tosca sacados
de una cantera, etcétera.

El artículo 233 del Código establece que las remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos, debiendo
entenderse el concepto de remuneración en un sentido amplio, y no sólo comprensivo del salario proveniente del
trabajo bajo relación de dependencia, sino también al proveniente de las actividades independientes, liberales o
autónomas.

Respecto de la remuneración por el trabajo en relación de dependencia es oportuno extraer el concepto que
proporciona el artículo 103 de la Ley 20744 (Ley de Contrato de Trabajo), que dice que a los fines de esta ley, se
entiende por remuneración la contraprestación que debe percibir el trabajador como consecuencia del contrato
de trabajo. Dicha remuneración no podrá ser inferior al salario mínimo vital.

Para citar otro ejemplo podemos evocar el Decreto Ley 8904/77 (Ley Arancelaria para las Profesiones de
Abogados y procuradores, de la Provincia de Buenos Aires), que en su artículo 1 determina que los honorarios
profesionales de abogados y procuradores devengados en juicios, gestiones administrativas y prestaciones
extrajudiciales, deben considerarse como remuneraciones al trabajo personal del profesional y se regirán por las
disposiciones de la presente ley.

Ahora bien, los frutos naturales e industriales y los productos, mientras no sean separados de la cosa a partir de
la cual se produce, o que los produce, forman un todo con la cosa, por lo que ellos no son accesorios de la cosa,
pero cuando los mismos son separados han de ser considerados como cosas independientes de aquella que los

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produjo o a partir de la cual se produjeron.

En cambio los frutos civiles no forman parte de la cosa productora de ellos, teniendo individualidad sin necesidad
de se produzca su separación.

B.4.10. Bienes dentro y fuera del comercio

El artículo 234 del nuevo Código establece que están fuera del comercio los bienes cuya transmisión está
expresamente prohibida, por lo tanto la regla es que todos los bienes cuya enajenación no fuese prohibida están
dentro del comercio, y en tal orden de cosas, la clasificación de bienes dentro o fuera del comercio reside en la
posibilidad de que los mismos sean o no enajenables.

La inenajenabilidad de los bienes puede provenir de la ley o de un acto jurídico.

Proviene de la ley en los casos en que dicha prohibición emana de una norma de derecho positivo, como el
supuesto de los bienes pertenecientes al dominio público (cfr. artículo 235), o los derechos inherentes a la
persona humana (cfr. artículo 1617).

Asimismo puede provenir de un acto jurídico, siempre que ello sea admitido por el Código, y dicha
inenajenabilidad puede tener como fuente un acto jurídico entre vivos o un acto de última voluntad.

Respecto de la inenajenabilidad establecida por acto jurídico, por ejemplo la prohibición de transmitir en general o
de transmitir a persona determinada hay que decir que el artículo 1972 dispone que en los actos a título oneroso
es nula la clausula de no transmitir a persona alguna el dominio de una cosa determinada o de no constituir
sobre ella otros derechos reales, pero dichas cláusulas si serán válidas si se refieren a persona o personas
determinadas; en cambio en los actos a título gratuito, además de la validez de la prohibición de transmitir a
persona o personas determinadas, las cláusulas de prohibición de transmitir a persona alguna el dominio de una
cosa o de constituir otros derechos reales sobre las mismas si serán válidas, siempre que el plazo de
inenajenabilidad no exceda de los diez años, debiendo entenderse que cuando excede de dicho período de
tiempo la validez de las cláusulas se mantiene pero debe ser limitada al máximo establecido.

De lo expuesto se desprende que la clásica distinción entre inenajenabilidad absoluta y relativa, aún no regulada
en forma expresa como sí lo hacía el Código de Vélez (artículos 2337 y 2338), se mantiene, y en tal orden de
cosas hay que decir que la inenajenabilidad absoluta es aquella que impide que el bien sea transmitido; mientras
que la relativa importa que para su enajenación se requiere una autorización previa.

Aunque bien los autores han sido contestes en criticar dicha categoría de bienes relativamente inenajenables, ya
que como se ha expresado no se trata de una prohibición de enajenar, sino que son supuestos en los que se
requiere para ello de una autorización previa, ya sea judicial, o legal.

B.4.11. Bienes con relación a las personas

Los bienes pueden ser del dominio del Estado o del dominio de los particulares; y a su vez los bienes del Estado
pueden ser bienes del dominio público o bienes del dominio privado del Estado, clasificación sobre la que se
expone una brevísima síntesis, porque su estudio excedería el objeto de este trabajo[24].

B.4.12. Dominio público

Los bienes pueden pertenecer al dominio de los particulares o del Estado, y a su vez los de éste último pueden
corresponder al dominio privado o público, siendo esta una categoría con elementos y características jurídicas
propias y diferentes a la de los bienes del dominio privado del Estado o de los particulares.

Ya en relación al Código de Vélez, la doctrina nacional hubo de decir que la inclusión de los artículos 2340 y
siguientes del Código derogado, relativos al dominio público, era adecuada, con base en que la determinación de
qué bienes revisten carácter público y cuáles privado, implica una cuestión de carácter civil, por cuanto significa

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establecer la distinción o clasificación básica en la condición legal o naturaleza jurídica de las cosas, materia que
es propia de la legislación sustantiva[25].

El dominio público[26] consiste en una masa o conjunto de bienes, con fines de satisfacción del interés general o
común y de uso común. O como ha dicho Marienhoff, el dominio público es un conjunto de bienes que, de
acuerdo al ordenamiento jurídico, pertenecen a la comunidad política pueblo, hallándose destinados al uso
público de los habitantes[27], uso que puede ser directo o indirecto.

B.4.12.a) Elementos de la dominicalidad

Los elementos del dominio público son esencialmente cuatro, el objetivo, el subjetivo, el teleológico o finalista, y
el legal o normativo, de los cuales haremos referencia a continuación.

Los cuatro elementos esenciales que integran la noción de dominio público deben estar presentes
simultáneamente para que un bien pertenezca al dominio público, es decir, que debe darse la reunión de todos
los elementos esenciales señalados para que el bien corresponda al dominio público, ya que si faltare alguno de
ellos el bien no puede ser considerado como de dominio público[28].

1) Elemento objetivo: Sobre el elemento objetivo del dominio público, hay que decir que él trasunta en el objeto
del mismo, es decir, en las cosas o bienes que puede recaer o constituirse, ya se trate de cosas y bienes, o sólo
sobre cosas, o sobre cosas individualizadas o universalidades, según la postura doctrinaria que se asuma al
respecto.

2) Elemento subjetivo: El elemento subjetivo, y primario para la existencia de una cosa que pueda ser
considerada del dominio público, no es otra cosa que el sujeto titular del bien o cosa. El sujeto debe,
imprescindiblemente, ser el Estado, tanto general, como particular, es decir, la Nación, como las Provincias o los
Municipios; el Estado como representación del pueblo. Y en tal orden de cosas, el dominio público se constituye,
en primer lugar, por la titularidad de un bien en cabeza del Municipio.

3) Elemento teleológico: El elemento teleológico del dominio público se refiere a la finalidad a que debe
responder la inclusión de una cosa o bien en el dominio público. Y tal fin es el uso público. Por ello, para que una
cosa o bien pueda considerarse como dominio público o bien dominical, además de los elementos anteriormente
indicados, la misma debe encontrarse destinada a un uso público o uso común, y dicho uso público puede ser
común y general, o especial y particular, tanto gratuito como oneroso[29].

4) Elemento normativo o legal: El elemento normativo o legal del dominio público, como se ha denominado en la
doctrina administrativista nacional[30], se refiere a la voluntad del legislador como creador del mismo, ya que
ningún bien tendrá carácter dominical sin ley que le sirva de fundamento.

B.4.12.b) Enumeración legal

El artículo 235 del Código Civil y Comercial formula una enumeración de los bienes que pertenecen al dominio
público, a saber: a) el mar territorial hasta la distancia que determinen los tratados internacionales y la legislación
especial, sin perjuicio del poder jurisdiccional sobre la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma
continental. Se entiende por mar territorial el agua, el lecho y el subsuelo; b) las aguas interiores, bahías, golfos,
ensenadas, puertos, ancladeros y las playas marítimas; se entiende por playas marítimas la porción de tierra que
las mareas bañan y desocupan durante las más altas y más bajas mareas normales, y su continuación hasta la
distancia que corresponda de conformidad con la legislación especial de orden nacional o local aplicable en cada
caso; c) los ríos, estuarios, arroyos y demás aguas que corren por cauces naturales, los lagos y lagunas
navegables, los glaciares y el ambiente periglacial y toda otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer
usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del derecho
del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida de su interés y con sujeción a las
disposiciones locales. Se entiende por río el agua, las playas y el lecho por donde corre, delimitado por la línea
de ribera que fija el promedio de las máximas crecidas ordinarias. Por lago o laguna se entiende el agua, sus
playas y su lecho, respectivamente, delimitado de la misma manera que los ríos; d) las islas formadas o que se

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formen en el mar territorial, la zona económica exclusiva, la plataforma continental o en toda clase de ríos,
estuarios, arroyos, o en los lagos o lagunas navegables, excepto las que pertenecen a particulares; e) el espacio
aéreo suprayacente al territorio y a las aguas jurisdiccionales de la Nación Argentina, de conformidad con los
tratados internacionales y la legislación especial; f) las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra
obra pública construida para utilidad o comodidad común; g) los documentos oficiales del Estado; h) las ruinas y
yacimientos arqueológicos y paleontológicos.

El artículo 235 no menciona entre los bienes del dominio público a los parques nacionales, sin embargo la Ley
22351 expresamente establece que las tierras fiscales existentes en los parques nacionales y monumentos
naturales, son del dominio público nacional; y que también tienen este carácter las comprendidas en las reservas
nacionales, hasta tanto no sean desafectadas por la autoridad de aplicación.

B.4.12.c) Caracteres del dominio público

Los caracteres del dominio público han sido establecidos en 237 del Código Civil y Comercial, lo cual resulta una
innovación en relación al Código de Vélez, expresando que los bienes de dominio público son inalienables,
imprescriptibles e inembargables.

1) Inalienabilidad: La inalienabilidad implica que los bienes dominicales se hallan fuera del comercio, pero esta
inalienabilidad no significa que tales bienes no puedan ser objeto de otros actos jurídicos compatibles con el
régimen y su finque motiva su afectación, por lo sobre que los bienes del dominio público pueden constituirse
permisos de usos especiales o concesiones; y como dijera Marienhoff, la inalienabilidad no constituye un
principio absoluto, cerrado, de aplicación mecánica, y admite atemperaciones racionales[31], por ello este autor
ha afirmado que la inalienabilidad importa que como regla los bienes del dominio público están fuera del
comercio de derecho privado, pero no del comercio del derecho público.

2) Inembargabilidad: Los bienes del dominio público son inembargables, y tal carácter deriva de que el embargo,
como medida cautelar, conlleva la idea de una eventual enajenación forzosa, por cuanto es una medida cautelar
que tiene por finalidad asegurar la satisfacción de un crédito a través de la subasta de un bien, lo cual implica su
enajenación coactiva, razón por la cual la inembargabilidad deriva de la inalienabilidad de tales bienes, e importa
la imposibilidad jurídica de su ejecución judicial.

3) Imprescriptibilidad: La imprescriptibilidad de los bienes del dominio público significa que los mismos son
insusceptibles de ser adquiridos por prescripción, por cuanto ellos están fuera del comercio, refiriéndose a la
imposibilidad jurídica de que se adquiera el dominio de los mismos por prescripción, lo que lleva a que la acción
reivindicatoria pueda ejercitarse en cualquier tiempo.

B.4.13. Dominio privado del Estado

A la par de la existencia de bienes del dominio público, existen bienes que corresponde al dominio privado del
Estado, ya sea nacional, provincial o municipal, respecto de los cuales no concurren los elementos teleológico ni
legal del dominio público, y que se hallan sometidos al régimen general de los derechos reales, y por ende
sujetos a la condición jurídica generales del derecho de dominio, a excepción de que la enajenación de los
mismos siempre está sujeta a un procedimiento a cumplir por parte de la autoridad pública, ya sea que se
requiera una actuación o autorización previa. Por ello los bienes del dominio privado del Estado son enajenables,
prescriptibles y embargables (ejecutables), y constituyen garantía común de los acreedores.

B.4.13.a) Enumeración legal: Brevemente analizamos la enumeración del artículo 236 del Código

1) Inmuebles sin dueño: pertenecen al dominio privado del Estado los inmuebles que carecen de dueño. En rigor
se trata de los bienes inmuebles que no pertenecen al dominio privado de ningún particular, ya que los inmuebles
siempre tienen un dueño, ya sea que corresponden al dominio de un particular, o del Estado por dominio
eminente[32].

2) Minas: son del dominio privado del Estado las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas, sustancias fósiles

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y toda otra de interés similar, según lo normado por el Código de Minería, que en su artículo 7 establece que las
minas son bienes privados de la Nación o de las Provincias , según el territorio en que se encuentren, a lo que
debe agregarse que el artículo 124 de la Constitución Nacional dice que corresponde3 a las provincias el dominio
originario de los recursos naturales existentes en su territorio.

3) Lagos no navegables sin dueño: pertenecen al dominio privado del Estado los lagos no navegables que
carecen de dueño, siendo en realidad ésta una inclusión innecesaria, puesto que son del dominio privado los
lagos navegables, y por ende los no navegables son del dominio privado, y en virtud de que los lagos son bienes
inmuebles, cuando éstos carecen de dueño serán del dominio privado del Estado conforme el inciso a) del propio
artículo en trato.

4) Muebles abandonados sin dueño conocido: son del dominio privado del Estado las cosas muebles de dueño
desconocido que no sean abandonadas, excepto los tesoros. Este supuesto se refiere indudablemente a los
denominados bienes mostrencos, que son bienes que se encuentran perdidos por sus dueños, siendo éstos
desconocidos, correspondiendo entonces la propiedad al Estado.

5) Bienes adquiridos por el Estado: son del dominio privado del Estado los bienes adquiridos por el mismo, tanto
nacional, provincial como municipal, por cualquier título, lo cual constituye una cláusula genérica y abierta
comprensiva de los demás bienes del dominio privado del Estado no enumerados en el artículo. No obstante
debe aclararse que tales bienes adquiridos (por cualquier título) por el Estado serán del dominio privado de éste
siempre que no sean afectados al dominio público.

B.4.13.b) Herencia vacante

El artículo 2342 del Código de Vélez, en el inciso 3), establecía que son del dominio privado del Estado los
bienes de las personas que mueren sin tener herederos, norma que no fue replicada en el artículo 236.

No obstante la no inclusión en el artículo 236, el artículo 2441 del Código dispone que a pedido de cualquier
interesado o del Ministerio Público, se debe declarar vacante la herencia si no hay herederos aceptantes ni el
causante ha distribuido la totalidad de los bienes mediante legados, designando un curador de los bienes con la
declaración de vacancia, e mandando a inscribir la misma en los correspondientes registros, y el artículo 2443
expresa que concluida la liquidación, el juez debe mandar entregar los bienes al Estado que corresponde.

Asimismo el artículo 2648 determina que si el derecho aplicable a la sucesión, en el caso de ausencia de
herederos, no atribuye la sucesión al Estado del lugar de situación de los bienes, los bienes relictos ubicados en
la Argentina, pasan a ser propiedad del Estado Argentino, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o de la
provincia donde estén situados.

B.4.15. Bienes de los particulares - Aguas de los particulares

El artículo 238 establece un criterio residual para establecer cuáles son los bienes de los particulares, al decir
que son tales los que no son del Estado general o local, para los cuales rigen las normas del derecho civil, sin
distinciones ni privilegios.

Las aguas que surgen de los terrenos particulares pertenecen a sus dueños, quienes pueden usar libremente de
ellas, siempre que no formen cauce natural, ya que si constituyen cursos de agua por cauces naturales, sin que
puedan los particulares alterar tales cursos, no teniendo tampoco el propietario de los fundos inferiores por los
que corre dicho curso un derecho distinto o de mayor extensión que las personas.

Por ende, las aguas que surgen de los inmuebles del dominio de los particulares serán de éstos siempre que no
formen curso de aguas por cauces naturales, y también pertenecen a los particulares los lagos no navegables
que se encuentran dentro del inmueble de su propiedad, siempre que no tenga o adquiera la aptitud de satisfacer
usos de interés general.

Respecto al uso en sí de las aguas privadas, el derecho al uso no serlo en perjuicio de terceros ni en mayor

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medida de su derecho.

La regulación sobre el uso de las aguas es de carácter local, y por ende es prolífera la legislación (sobre todo
provincial) sobre la materia.

B.5. Obligación de conservación

El deudor de una obligación de dar cosa cierta está obligado a conservarla en el mismo estado en que se
encontraba cuando contrajo la obligación, y entregarla con sus accesorios, aunque hayan sido
momentáneamente separados de ella, conforme lo establece el artículo 746.

Esta obligación de conservación implica que los bienes comprometidos son mantenidos en igual estado al que lo
estaban al tiempo de contraerse la obligación, por lo que no implica ni mejorar su estado, ni que deba estar en
buen estado, sino en un estado igual, con lo que el incumplimiento de la obligación de conservación compromete
la responsabilidad del deudor.

B.6. Accesorios

Si al momento del nacimiento de la obligación, existían accesorios de la cosa principal, aquellos deben ser
entregados junto con ésta última, lo que no es más que la aplicación de la regla por la cual lo accesorio sigue la
suerte de lo principal a lo que accede, lo que no varía cuando lo accesorio sea momentáneamente separado del
principal.

Esta solución dada por el artículo 746 del Código Civil y Comercial, es equivalente a la normada por el artículo
575 del Código Civil derogado.

B.7. Entrega de la cosa

B.7.1. Derecho a inspeccionar la cosa

El artículo 747 del Código confiere al acreedor el derecho a requerir la inspección de la cosa en el acto de su
entrega, al establecer que “Cualquiera de las partes tiene derecho a requerir la inspección de la cosa en el acto
de su entrega”; norma que es equivalente y asimilable a lo que disponía el artículo 461 del Código de Comercio,
que decía “La entrega de la cosa vendida, en defecto de estipulación expresa, debe hacerse en el lugar donde
se hallaba la cosa al tiempo de la venta, y puede verificarse por el hecho de la entrega material o simbólica, o por
la del título, o por la que estuviese en uso comercial en el lugar donde deba verificarse”.

B.7.2. Presunción

La recepción sin reservas de la cosa por el acreedor hace presumir la inexistencia de vicios aparentes y la
calidad adecuada de la misma, lo que se corresponde con la facultad de requerir la inspección de la cosa, ya que
si el acreedor ejerció tal derecho que la norma confiere ha verificado las condiciones y calidad de la misma, y si
no lo ejerció responde ello a su propia voluntad de no ejercerlo, por lo que no puede ampararse en la falta de
inspección para sindicar la entrega de una cosa de condiciones y calidad inadecuada.

No obstante, nos encontramos ante una presunción iuris tantum, por cuanto la parte final del artículo 747
determina que la señalada presunción lo es sin perjuicio de lo dispuesto sobre la obligación de saneamiento en
virtud de la garantía de evicción y por vicios ocultos del artículo 1034.

B.8. Entrega de cosa mueble bajo cubierta

La entrega de cosas muebles bajo cubierta, es aquella en la que las cosas entregadas se encuentran cerradas,
empaquetadas, o embaladas, de modo tal que no es posible su inspección en el momento mismo de la entrega,
lo que debe ser extendido a otros supuestos en que la cosa no pueda ser verificada en tal oportunidad por estar
cerrada.

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B.8.1. Plazo de caducidad

De conformidad con el artículo 748 del Código, el acreedor receptor de la cosa entregada en tales condiciones,
luego de la recepción de la cosa, tiene un plazo de tres días para reclamar por defectos de calidad, cantidad o
vicios aparentes, vencido el cual, sin que formulare reclamo en tal sentido, operará la caducidad para hacerlo
válidamente en un momento posterior, y entrará en juego una presunción de que la cosa no tiene vicios
aparentes y es adecuada en su cantidad y calidad.

Sin embargo, entendemos, que ello no obsta al reclamo por vicios ocultos y por evicción.

B.8.2. Cómputo del plazo

El plazo de caducidad señalado es de tres días, que se computa desde la recepción de la cosa por el acreedor,
iniciando su cómputo el día siguiente al de la entrega (a las cero horas), conforme la aplicación del artículo 6 del
Código, según el cual también el cómputo de los plazos es de días completos y continuos, sin exclusión de los
días inhábiles y no laborables (días corridos)[33].

C. Obligaciones de dar cosas ciertas para transferir su uso o tenencia

C.9. Obligaciones de dar cosas ciertas para transferir su uso o tenencia

De conformidad con el artículo 749[34], en el caso de obligaciones de dar cosas ciertas para transferir sólo el uso
o la tenencia de las mismas, el artículo en trato remite, con buen criterio, a las normas específicas, con lo cual
corresponde remitirse a las reglas especiales de los contratos en particular.

En el Código Civil derogado encontramos la equivalencia a esta norma citada, en el artículo 600, que establecía
que “Si la obligación fuere de dar cosas ciertas para transferir solamente el uso de ellas, los derechos se
reglarán por lo que se dispone en el título ‘Del arrendamiento’. Si la obligación fuere para transferir solamente la
tenencia de la cosa, los derechos se reglarán por lo que se dispone en el título ‘Del depósito’”.

Evidentemente el artículo 749 del nuevo Código contiene una redacción más precisa que el 600 del Código
derogado, ya que este último hacía referencia al arrendamiento y al depósito, lo que recibió la crítica en cuanto a
que, si bien eran contratos típicos, no agotaban todos los supuestos de transferencia de uso o tenencia[35], y por
ello el artículo del nuevo Código se suprime la referencia a título especiales (a figuras en particular).

D. Obligaciones de dar cosas ciertas para constituir Derechos Reales

D.10. Transmisión de inmuebles y muebles

Al estudiar la teoría general de las obligaciones, en especial el tópico de las obligaciones de dar cosas ciertas
para constituir derechos reales, que inicia en el artículo 750 del Código Civil y Comercial, que contiene una
redacción similar a la del artículo 577 del Código Civil derogado, podemos claramente advertir que la norma
establece que el acreedor no adquiere ningún derecho real sobre la cosa antes de la tradición, salvo disposición
en contrario.

Como lo expresara MARIANI DE VIDAL, la tradición es un modo de adquirir el dominio en forma derivada,
agregando la citada autora que Vélez, apartándose del Derecho francés, al que critica, estableció en el artículo
577 que antes de la tradición de la cosa el acreedor no adquiere sobre ella ningún derecho real, y que la tradición
no sólo es un modo de adquirir el dominio, sino también los demás derechos reales (con excepciones como la
hipoteca), y que también es un modo de adquirir la posesión y la tenencia[36].

En materia de transmisión de la propiedad y otros derechos reales, y en el derecho comparado, podemos


distinguir, a grandes rasgos, el sistema romano, el germano y el francés, lo que brevemente reseñaremos para
luego analizar el sistema argentino.

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D.11. Sistemas

En materia de transmisión de la propiedad y otros derechos reales, y en el derecho comparado, podemos


distinguir, a grandes rasgos, el sistema romano, el germano y el francés, lo que brevemente reseñaremos para
luego analizar el sistema argentino por separado.

D.11.1. Sistema romano

En el Derecho romano la simple celebración del contrato no bastaba para operar la transmisión de la propiedad;
era necesario, para que ella se produjese, el empleo de los modos que la ley permitía[37]. Dichos modos eran la
mancipatio y la in iure cessio (para la res mancipi), y la traditio (para la res nec mancipi), abolidas luego las dos
primeras (en el derecho justinianeo).

Por ello, como lo explicara SALVAT, la voluntad de las partes podía bastar para el perfeccionamiento del
contrato, porque éste creaba obligaciones y derechos únicamente entre las partes, pero esa voluntad no era
suficiente para crear el derecho real de propiedad, porque tratándose de un derecho oponible a toda la sociedad,
su creación sólo podía tener lugar con intervención y conocimiento de ellos.

D.11.2. Sistema germánico

El Derecho germánico, sin apartarse del todo de la idea del Derecho romano del título y el modo, distingue entre
cosas muebles e inmuebles. Respecto de las primeras la tradición era necesaria, por lo que la propiedad se
transmitía con la tradición; pero respecto de cosas inmuebles, la transmisión de la propiedad se produce por el
consentimiento y la inscripción en los registros territoriales, por lo que dicha inscripción registral sustituía a la
tradición.

D.11.3. Sistema francés

Si bien en el Derecho francés dominó el sistema romano, y la tradición era necesaria para transmitir la propiedad,
luego dicha tradición fue considerada como cumplida mediante el empleo de fórmulas por las que el transmitente
se daba por desposeído y el adquirente se tenía puesto en posesión de la cosa, con lo que la tradición se
convirtió en una mera ficción.

Vélez, en su nota al artículo 577, fue muy crítico del sistema francés diciendo que Según el Código Francés
(artículos 711 y 1138), la propiedad se transmite por sólo el contrato, sin ser necesaria la tradición; y desde
entonces todos los peligros de la cosa son de cuenta del acreedor. Y continúa expresando que Freitas,
sosteniendo el principio de la tradición para la adquisición de la propiedad, dice: "Por la naturaleza de las cosas,
por una simple operación lógica, por un sentimiento espontáneo de justicia, por el interés de la seguridad de las
relaciones privadas a que se liga la prosperidad general, se comprende desde el primer momento que el derecho
real debe manifestarse por otros caracteres, por otros signos que no sean los del derecho personal, y que esos
signos deben ser tan visibles y tan públicos cuanto sea posible. No se concibe que una sociedad esté obligada a
respetar un derecho que no conoce". Esta es la razón filosófica del gran principio de la tradición que la sabiduría
de los romanos estableció, y que las legislaciones posteriores reconocieron. Establecido el derecho personal de
donde tiene que resultar la transmisión de la propiedad, muchos jurisperitos no quisieron ver nada más, y dieron
luego la propiedad como transmitida y adquirida sólo por el simple poder del concurso de las voluntades en un
momento dado. Tomase la propiedad en su elemento individual solamente, y no se atendió a su elemento social.
Contase con la buena fe de las convenciones, como si la mala fe no fuese posible. Las cosas que se conviene
transmitir es posible que no sean transmitidas, y la misma cosa puede ser vendida a dos personas diferentes. Si
el contrato es suficiente, independiente de cualquier manifestación exterior de la transferencia del dominio, el
segundo comprador podría de buena fe, transmitir también la cosa, que así irá sucesivamente pasando a otros.
Tenemos entonces un choque de derechos, una colisión donde por un lado se presenta el interés de uno solo, y
por el otro los intereses de muchos. ¿Se puede y debe ser indiferente a la constante incertidumbre del derecho
de propiedad, al fundamento de todas las relaciones civiles? Si este mal no puede ser evitado del todo ¿no
convendrá evitarlo lo más que sea posible? Según la teoría del Cód. Francés sobre la transmisión de la

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propiedad, como efecto inmediato de los contratos, no hay intervalo entre la perfección de los contratos, la
transmisión y su adquisición realizada. La tradición y la posesión nada valen. El derecho personal, y el derecho
real son una misma cosa. El contrato es el propio dominio; y el dominio es el contrato. No hay diferencia alguna
entre el título para adquirir y el modo de adquirir, entre la idea y el hecho, entre la causa y el efecto.

Agrega Vélez que la innovación del código civil de Francia fue tan inesperada, tan peligrosa tan opuesta a la
buena razón, que por mucho tiempo se dudó que ella hubiese derogado el régimen de las leyes anteriores, y que
Tropolong, Martou y otros muchos jurisconsultos no dejaron de confesar que esta innovación tan grave fue
subrepticiamente introducida, sin la discusión especial y profunda que ella reclamaba. Aun así, el nuevo principio
no tuvo aplicación respecto a los bienes muebles, según el art. 2279, y en cuanto a los inmuebles fue aplicado
con restricciones según los arts. 939 y 1069. En vano el legislador francés proclamó su principio de la
transmisión de la propiedad sólo por efecto de las convenciones, pues que la fuerza de las cosas lo obligó a
violarlo en relación a los muebles y a no mantenerlo respecto a los inmuebles, sino por medio de disposiciones
contradictorias e incompletas, que expusieron la propiedad territorial y la garantía hipotecaria a incertidumbres y
peligros tales, que la segunda generación sintió la necesidad de reformar radicalmente la legislación en esta
parte.

Expuso que lo que desde luego no se había conocido por la fascinación de un bello principio en apariencia, que
realzaba el poder de la voluntad humana, vínose a conocer después por las exigencias económicas de un buen
régimen hipotecario. Y en verdad, el sistema hipotecario del Código Civil francés quedó profundamente viciado
desde que confundió los derechos personales con los derechos reales. Era una anomalía y una providencia inútil
manifestarse al público el derecho real de la hipoteca, cuando el primer derecho real, "la propiedad", fuente de
todos los otros, no tenía la misma publicidad en los casos más frecuentes.

Concluyendo que en la actualidad, felizmente, la teoría del Código francés se halla reducida en todo su valor a un
mero aparato de palabras que no tiene significación práctica alguna desde que el propietario no es propietario
respecto de terceros, si no hace transcribir sus títulos en un registro especial y público, establecido para este
efecto. Teniéndose así reconocida la necesidad de un hecho externo, como indicador legal de la transmisión de
la propiedad, no descubrimos razón alguna por la cual, en relación a las partes contratantes, se deba seguir el
principio opuesto de la transferencia del dominio, sólo por efecto del consentimiento. ¿Y cómo se concibe que un
derecho real sólo puede existir respecto de un individuo?. El dominio es por esencia un derecho absoluto, y sus
correspondientes obligaciones comprenden a todos los individuos; y cuando se le niega este carácter no existe el
dominio. Si el vendedor, desde el momento del contrato, tiene perdido el dominio de la cosa vendida, no se
concibe cómo pueda venderla válidamente por segunda vez, a otra persona, sólo porque el primer comprador no
fue diligente en hacer transcribir su título en los registros hipotecarios, pues desde entonces no puede ejercer su
dominio, adquirido por el contrato, contra un tercero -el segundo comprador-.

D.12. Sistema argentino

El Código Civil y Comercial, al igual que el Código Civil derogado, adopta el sistema romano, por lo que la
tradición resulta indispensable para la transmisión de la propiedad, dejando a salvo de las leyes que dispongan lo
contrario.

Por ello rige el sistema del título y modo, siendo el primer el acto jurídico del que surge la voluntad de transmitir el
derecho de propiedad sobre la cosa por parte de su titular; y el segundo la tradición como acto material de
entrega efectiva de la cosa; a lo que debe agregarse la inscripción registral como recaudo de publicidad para su
oponibilidad a terceros, claro está, siempre que se trate de bienes registrables.

D.13. Excepciones

De lo dicho precedentemente se desprende que la inscripción registral, en el caso de cosas registrables, tiene un
carácter declarativo, y no constitutivo del derecho de propiedad, pero como bien dice el artículo 750, la tradición
es necesaria salvo ley en contrario.

Un caso en que la inscripción registral es constitutiva del derecho de propiedad, es el que surge del régimen del

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Decreto ley 6582/1958, sobre el régimen de la propiedad automotor, que en su artículo 1 establece que la
transmisión del dominio de los automotores deberá formalizarse por instrumento público o privado y solo
producirá efectos entre las partes y con relación a terceros desde la fecha de su inscripción en el Registro
Nacional de la Propiedad del Automotor, agregando que el artículo 2 dispone que la inscripción de buena fe de
un automotor en el registro confiere al titular de la misma la propiedad del vehículo y el poder de repeler cualquier
acción de reivindicación, si el automotor no hubiese sido hurtado o robado.

D.14. Mejoras

D.14.1. Introducción

Entre el momento del nacimiento de la obligación, y aquel en el que debe producirse la tradición, puede suceder
que la cosa experimente modificaciones intrínsecas, en su materialidad, que producen el aumento o disminución
de su valor, o aún su pérdida, y entre tales posibilidades el aumento de su valor se denomina mejoras.

D.14.2. Mejoras - Concepto

El artículo 751 define a la mejora como el aumento del valor intrínseco de la cosa, es decir, que se trata de una
modificación intrínseca o material de la cosa, a cuya consecuencia se produce el aumento o el mantenimiento de
su valor.

D.14.3. Clases

Las mejoras, como se verá en los artículos siguientes, se clasifican en dos especies, las naturales y las
artificiales o humanas, y estas últimas a su vez se subdividen en necesarias, útiles y de mero lujo, recreo o
suntuarias.

D.14.3.a) Mejoras naturales

Las mejoras naturales son aquellas que provienen de hechos o acontecimientos de la naturaleza, es decir que el
aumento de valor se produce como consecuencia de la acción directa y exclusiva de la naturaleza, sin que en
ello intervenga el hombre.

D.14.3.b) Mejoras artificiales

Las mejoras artificiales son las que provienen de hechos del hombre; o dicho de otro modo, se trata de
modificaciones que aumentan el valor intrínseco de la cosa, que provienen del hecho humano.

Brevemente diremos que las mejoras necesarias son aquellas que introduce el hombre para conservación de la
cosa; las útiles son las que resultan de provecho para cualquier poseedor; y las suntuarias o de mero lujo las que
aprovechan únicamente a quien las introduce[38].

D.15. Mejoras naturales: Efectos

Ya expresamos en el punto anterior, que las mejoras naturales son aquellas que provienen de hechos de la
naturaleza; pues, se trata de un aumento del valor intrínseco de la cosa que se produce como consecuencia de la
acción directa y exclusiva de la naturaleza, sin que medie intervención del hombre en su producción.

Ahora bien, dicha mejora tendrá efectos jurídicos cuando ella se produce en el intervalo de tiempo que va desde
la celebración del acto jurídico en el que se manifiesta la voluntad del propietario de la cosa de transmitirla, hasta
que dicha transmisión tiene efectivamente lugar.

Sobre las mejoras naturales el artículo 752 del Código Civil y Comercial establece que “La mejora natural
autoriza al deudor a exigir un mayor valor. Si el acreedor no lo acepta, la obligación queda extinguida, sin
responsabilidad para ninguna de las partes”.

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La solución que brinda el artículo 752 ante una mejora natural de la cosa, es la de facultar al deudor a exigir al
acreedor el mayor valor de ella, es decir, conforme el aumento de valor producido.

Y si no hay acuerdo entre las partes en pagar el mayor valor, por lo aceptarlo el acreedor, la obligación quedará
extinguida, sin que ello acarree responsabilidad para ninguna de las partes.

Ahora bien, cuando hay aceptación del acreedor de pagar el mayor valor, pero las partes no sean contestes en la
cuantificación de ese aumento de valor, ello podrá someterse a la decisión judicial.

D.16. Mejoras artificiales: Clases y efectos

Dijimos en el punto 14 que las mejoras artificiales son las modificaciones que aumentan el valor intrínseco de la
cosa, provenientes del hecho humano.

Respecto de las mejoras artificiales, deben distinguirse las denominadas necesarias, las útiles, y las suntuarias o
de mero lujo.

D.16.1. Mejoras necesarias

Las mejoras necesarias son aquellas que introduce el hombre para conservación de la cosa, y la solución de la
norma es que el deudor está obligado a realizarlas sin tener derecho a reclamar ni percibir su valor, lo que resulta
lógico por cuanto el deudor tiene la obligación de entregar la cosa en el mismo estado en que se encontraba al
momento del nacimiento de la obligación[39].

La doctrina no fue pacífica en este punto, por ejemplo BUSSO entendía que no debían ser indemnizadas[40].
Mientras que otros autores interpretaron que sí tenía el deudor facultades para su cobro, opinión sostenida, entre
otros, por SALVAT[41] y COLMO[42].

Por su lado, también se ha entendido que pueden existir casos en que la ejecución de gastos necesarios no
alteran directamente la estructura de la cosa, pero que sí producen un aumento en su valor, como el caso en que
por disposición estatal se dicta una ordenanza municipal obligando a la construcción de un cerco o vereda, o en
casos de instalación de redes troncales de servicios de agua o gas, o bien para la pavimentación de una calle, en
los que las erogaciones son realizadas por el deudor, supuestos en los que la doctrina nacional había entendido,
a la luz del artículo 582 del Código Civil derogado, que podían ser reclamadas al acreedor[43].

D.16.2. Mejoras útiles

Las mejoras útiles son las que resultan de provecho para cualquier poseedor, y en este caso las que el deudor
realizare antes de la tradición no puede reclamarlas al acreedor, pero sí puede retirarlas en tanto no deterioren la
cosa.

D.16.3. Mejoras suntuarias o de mero lujo

Las mejoras suntuarias o de mero lujo son aquellas que aprovechan únicamente a quien las introduce, y al igual
que las útiles no son indemnizables, y también pueden ser retiradas en tanto no deterioren la cosa.

D.17. Frutos - Concepto - Clases

He dicho al referirme a los bienes y cosas, que los frutos son los objetos que un bien produce, de modo
renovable, sin que se altere o disminuya su sustancia, es decir las cosas nuevas que provienen periódicamente
de otra. Es decir que se trata de: a) cosas nuevas; b) que produce o provienen de otra cosas; y, c) sin alterar o
disminuir la sustancia de aquella de la cual provienen.

Los frutos se clasifican en naturales, industriales y civiles.

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Son frutos naturales son las cosas que otra cosa produce espontáneamente por obra de la naturaleza, sin la
intervención principal del hombre, tal como la leche de los animales, o la cría de los animales.

Son frutos industriales los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la tierra, como las frutas de
los frutales, cereales provenientes de la siembra, etcétera.

Son frutos civiles las rentas que la cosa produce, es decir provenientes del uso y goce de las cosas, como el
caso de los alquileres por la locación de un inmueble.

De la definición dada distinguimos los frutos de los productos, por cuanto estos últimos son los objetos no
renovables provenientes de una cosa, que separados o sacados de la cosa alteran o disminuyen su sustancia, es
decir, que no se renuevan en ella, no se vuelven a producir, como el caso de los minerales sacados de una mina,
o el petróleo sacado de un yacimiento, la piedra y tosca sacados de una cantera, etcétera.

Asimismo, expresamos en el lugar citado, que los frutos naturales e industriales y los productos, mientras no
sean separados de la cosa a partir de la cual se produce, o que los produce, forman un todo con la cosa, por lo
que ellos no son accesorios de la cosa, pero cuando los mismos son separados han de ser considerados como
cosas independientes de aquella que los produjo o a partir de la cual se produjeron.

Y dijimos que, en cambio los frutos civiles no forman parte de la cosa productora de ellos, teniendo individualidad
sin necesidad de se produzca su separación.

D.18. Frutos: efectos

El artículo 754 establece que hasta el día de la tradición los frutos percibidos pertenecen al deudor, y que a partir
de la tradición los frutos devengados y no percibidos corresponden al acreedor.

En el caso de los frutos la solución de la norma no presenta dificultades interpretativas respecto de los percibidos
hasta antes de la tradición, ya que los mismos pertenecen al deudor, no así los devengados pero no percibidos
hasta la época de la tradición, los que corresponden al acreedor.

Todo ello no presenta dificultad interpretativa en lo que respecta a los frutos naturales e industriales.

No obstante es oportuno distinguir entre los frutos percibidos de los pendientes. Así las cosas, los frutos
percibidos son aquellos que se separan de la cosa fructífera, mientras que los pendientes son los que,
generados, no han sido aún separados de la cosa en virtud de la cual se producen.

En cambio, los frutos civiles merecen un análisis separado del de las otras dos categorías, ya que como dijimos
son frutos civiles las rentas que la cosa produce (es decir provenientes del uso y goce de las cosas, citando
como ejemplo el caso de los alquileres por la locación de un inmueble), y que ellos no forman parte de en virtud
de la cual se producen, teniendo individualidad sin necesidad de se produzca su separación.

Sobre ellos, un sector de la doctrina había inclinado su balanza por entender que los frutos civiles no percibidos a
la época de la tradición pertenecerían al acreedor (SALAS, MOISSET DE ESPANÉS), mientras que la doctrina
mayoritaria entendió que los frutos civiles exigibles, pero no cobrados a la época de la tradición, no pueden ser
considerados frutos pendientes ni percibidos, sino que se trataría de una categoría distinta, y que su propiedad
correspondería al deudor (LLAMBÍAS, ALTERINI, AMEAL, LÓPEZ CABANA, PIZARRO, VALLESPINOS,
BORDA, SALVAT, y BUSSO, entre otros).

La solución de la norma en comentario impone que los frutos no cobrados a la época de la tradición,
corresponden al acreedor.

D.19. Riesgo de la cosa - Efectos

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El riesgo significa contingencia o posibilidad de un daño y, en un sentido más específico, estar una cosa
expuesta a perderse o no verificarse[44].

Y en tal sentido, así como las cosas crecen para su dueño, también se pierden para su dueño, por lo cual es éste
quien soporta los riesgos de la cosa.

Respecto de los efectos del deterioro o pérdida de la cosa, el artículo 755 remite a los artículos 955 y 956 sobre
imposibilidad de cumplimiento, tanto cuando ello ocurra con culpa como sin culpa.

En dicho marco, el artículo 955 nos dice que la imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y definitiva de la
prestación, producida por caso fortuito o fuerza mayor, extingue la obligación, sin responsabilidad; y que si la
imposibilidad sobreviene debido a causas imputables al deudor, la obligación modifica su objeto y se convierte en
la de pagar una indemnización de los daños causados.

Mientras que el artículo 956 establece que la imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y temporaria de la
prestación tiene efecto extintivo cuando el plazo es esencial, o cuando su duración frustra el interés del acreedor
de modo irreversible.

D.20. Concurrencia de acreedores

Los artículos 756 y 757 regulan los casos de concurrencia de acreedores respecto de un mismo bien, inmueble o
mueble, respectivamente, estableciendo un orden de preferencia, esto es, una sucesión de quien tiene mejor
derecho.

A ello agregamos que ambas normas se refieren al caso en que todos los acreedores que concurren sean de
buena fe y a título oneroso, con lo cual aquellos a título gratuito quedarán desplazados por los de título oneroso.

D.20.1. Bienes inmuebles

Cuando varios acreedores reclaman la misma cosa inmueble prometida por el deudor, el orden de mejor derecho
está dado en primer término a quien tiene emplazamiento registral y tradición, es decir, el que ha recibido la cosa
y el título en virtud del cual la recibió se encuentra inscripto en el registro de la propiedad.

En el segundo orden se ubica el que ha recibido la tradición, aún sin emplazamiento registral.

En tercer lugar tiene mejor derecho el que tiene emplazamiento registral precedente, esto es, cuando ningún
acreedor recibió la tradición, el que tiene emplazamiento registral tiene mejor derecho tanto respecto de los
demás acreedores que no recibieron la cosa y no tiene emplazamiento registral, aún cuando el nacimiento de la
obligación fuera anterior, y cuando haya más de un acreedor que, sin tradición, tienen emplazamiento, la
preferencia está dada en virtud del orden temporal de éste.

Y en cuarto lugar se acuerda la preferencia, en los casos en que no tuvo lugar la tradición ni hay emplazamiento
registral para ninguno de los acreedores, a favor de aquel que tiene título de fecha cierta anterior.

D.20.2. Bienes muebles

En el supuesto de concurrencia de varios acreedores que reclaman la misma cosa prometida por el deudor,
siendo ésta mueble, corresponde distinguir entre muebles registrables y no registrables.

D.20.2.a) Muebles registrables

Cuando se trata de bienes muebles registrables, tendrá derecho el que tiene emplazamiento registral precedente,
y si ninguno tiene inscripción registral, el mejor derecho lo tendrá el que cuenta con título de fecha cierta anterior.

D.20.2.b) Muebles no registrables

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Tratándose de bienes muebles no registrables, el mejor derecho lo tendrá el que ha recibido la tradición, y de no
haber recibido la tradición ninguno de los acreedores, el que tiene título de fecha cierta anterior.

D.21. Acreedor frustrado

El artículo 595 del Código Civil derogado establecía que los acreedores de buena fe perjudicados tenían derecho
a reclamar una cosa equivalente, con más otros daños y perjuicios; pero en cambio el artículo 758 del Código
Civil y Comercial suprime la referencia “cosa equivalente”, con lo cual, el acreedor que, por existir otro con
preferencia, vio frustrados sus derechos, podrá reclamar las indemnizaciones por daños y perjuicios a su deudor.

E. Obligaciones de dar cosas para restiruir

E.22. Obligación de dar para restituir

La obligación de dar para restituir es aquella en la que el acreedor es el dueño de la cosa, a diferencia de las
obligaciones de dar antes estudiadas, en las que el deudor era el dueño.

Para esta clase de obligaciones necesariamente el acreedor debe ser el dueño de la cosa, ya que si no lo es la
norma del artículo 759 no entrará en juego y será de aplicación lo dispuesto por el artículo 749.

E.23. Deber de entregar a más de un acreedor

El segundo párrafo del artículo 759 establece que si quien debe restituir se obligó a entregar la cosa a más de un
acreedor, el deudor debe entregarla al dueño, previa notificación fehaciente al resto de los acreedores.

Se trata aquí del caso en que el deudor se obligó a entregar la cosa al dueño, pero también a otros acreedores,
con lo cual la solución de la norma es el deber de entregar la cosa a su dueño, previa comunicación a los
acreedores.

E.24. Bienes muebles no registrables - Acción reivindicatoria

Cuando el deudor de la obligación de restituir a su dueño una cosa no registrable, hace tradición a título oneroso
de ella hacia un tercero, este encuentra protección en la norma del artículo 760 del Código para repeler la acción
reivindicatoria del dueño de la cosa.

Pero para que dicha protección dada a favor del tercero tenga virtualidad debe haber mediado tradición, el título
por el que recibió el tercero la cosa debe serlo onerosamente, y el tercero actuado de buena fe, es decir, sin
conocimiento que la cosa transmitida o prendada estaba sujeta a la obligación del deudor de restituir.

La acción reivindicatoria será procedente cuando no medie buena fe de parte de quien recibe la cosa, o la
transferencia o constitución de prenda lo fue a título gratuito, o bien cuando la cosa fue robada o perdida.

E.25. Bienes registrables: Procedencia de la acción reivindicatoria

A diferencia de lo que ocurre en materia de bienes muebles no registrables, cuando se trata de cosas
registrables (inmuebles o muebles registrables), y sobre las mismas se adquirieron de manera aparente, por un
tercero, derechos reales, o bien detente este la posesión en virtud de cualquier contrato celebrado con el deudor,
el dueño conserva la acción reivindicatoria.

La solución del artículo 761 del nuevo Código no varía según se trate de una adquisición a título oneroso o
gratuito, y al tratarse de bienes registrables, el tercero no podrá alegar buena fe bajo pretexto de desconocer que
el deudor no era el dueño de la cosa.

F. Obligaciones de género

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F.26. Obligación de género - Concepto

Las obligaciones de género se corresponden con las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles que el
Código Civil derogado regulaba en los artículos 601 a 605, y que el nuevo Código Civil y Comercial regula en los
artículos 762 y 763.

Dicho ello, es oportuno exponer que el género, como concepto abstracto, es empleado para designar a una
categoría de cosas, dentro de la cual los individuos que la componen tienen características homogéneas.

Las obligaciones de género son las de dar cosas inciertas, y se refieren a un objeto que no ha quedado definido
en su individualidad, sino que se identifican por su género.

Tales obligaciones de género se dividen en aquellas de dar cosas inciertas no fungibles, que son las
denominadas por la doctrina obligaciones de género, y las obligaciones de dar cantidades de cosas.

LLAMBÍAS ha expresado que las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles son aquellas que versan sobre
objetos no individualizados, que se definen por el género a que pertenecen, con caracteres diferenciales dentro
del mismo género[45]; por lo que si bien son cosas inciertas que se definen por el género, no son fungibles
porque un individuo del género no equivale a otro individuo de la misma especie, ya que presentan
características diferenciales.

Las obligaciones de dar cosas inciertas fungibles, o de cantidades, son aquellas en que las cosas están
designadas por su género, pero a diferencia de las anteriores, un individuo del género equivale a otro de la
misma especie, por lo que el objeto puede ser sustituido indiferentemente por otro que sea de la misma especie y
cantidad.

F.27. Individualización

La individualización de la cosa implica la elección y determinación del objeto prometido, momento desde el cual
la obligación pasa a ser de dar cosa cierta.

F.28. Sujeto al que corresponde la elección

El artículo sienta el principio de que la elección corresponde al deudor, es decir, la facultad de individualización
de la cosa reposa en cabeza del deudor, lo que cede en caso de pacto en contrario.

F.29. Calidad de la cosa

El artículo 602 del Código Civil derogado establecía un límite a la facultad de elección al disponer que “para el
cumplimiento de estas obligaciones, el deudor no podrá escoger cosa de la peor calidad de la especie, ni el
acreedor la de mejor calidad cuando se hubiese convenido dejarle la elección”.

Y en dicho marco un sector de la doctrina comprendía que regía entonces el principio de calidad media o
promedio, bajo la consideración de adecuación de dicho principio al de buena fe[46].

El artículo 762 consagra el principio de calidad media o promedio al decir que la elección debe recaer sobre cosa
de calidad media, el cual, claro está, salvo pacto en contrario que faculte al deudor a elegir la de peor calidad o al
acreedor la de mejor calidad, ya que no tratándose de una norma de orden público rige en la materia la
autonomía de la voluntad.

F.30. Forma de la elección

La elección puede ser hecha mediante manifestación de la voluntad expresa o tácita.

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Conforme la doctrina mayoritaria la elección se realiza mediante una declaración de voluntad recepticia, que
emana de quien tiene derecho a practicar la elección y es comunicada a la otra parte[47].

F.31. Caso fortuito

F.31.1. Período anterior a la individualización

Al igual que el artículo 604 del Código Civil derogado, el artículo 763 del nuevo Código establece que antes de la
individualización de la cosa debida, el caso fortuito no libera al deudor.

La norma es la vigencia plena del principio romano el género nunca perece (genus nunca perit), y ello así por
cuanto el género es una categoría ideal que se supone inagotable[48], y que por tanto siempre existirá la
posibilidad de encontrar otros individuos que lo integren[49], lo que constituye el fundamento de la no liberación
del deudor ante un supuesto de caso fortuito.

F.31.2. Período posterior a la individualización

Una vez practicada la elección, y habiendo desde entonces una obligación de dar cosa cierta, se aplicarán las
reglas sobre dicha clase de obligaciones, remitiendo al lector al comentario a los artículos anteriores.

G. Obligaciones relativas a bienes que no son cosas

G.32. Obligaciones relativas a bienes que no son cosas

Cuando la obligación recaiga sobre bienes que no son cosas, es decir que la prestación consista en transmitir o
poner a disposición del acreedor bienes inmateriales u objetos materiales que no son considerados cosas por la
ley, conforme el artículo 764 del Código Civil y Comercial, regirán las disposiciones sobre las obligaciones de dar
cosas ciertas y las de género.

Remitimos sobre los conceptos de bienes y cosas al punto 4, y a los puntos anteriores respecto de las
obligaciones de dar cosas ciertas y a las de género.

H. Obligaciones de dar dinero

H.33. Obligaciones de dar dinero - Concepto

LAMBÍAS ha expresado que son obligaciones de dar dinero las que desde su origen tienen por objeto la entrega
de una suma de dinero[50].

Por su parte el artículo 765 la caracteriza como la obligación en la que el deudor debe cierta cantidad de moneda,
determinada o determinable, al momento de constituir la obligación.

H.34. El dinero

Se ha remarcado, por la doctrina, la importancia que las obligaciones de dar sumas de dinero tienen en la vida
cotidiana, y la virtud de satisfacer indirectamente necesidades de las personas.

Así, al comentar el artículo 232 hemos dicho que el dinero, en el sentido restringido de la palabra, es decir, como
unidad ideal de valor creada por el Estado, y como los medios concretos de pago representativos de dicha
unidad[51], es una cosa mueble fungible, representativa de unidad de valor, de curso legal, y consumible.

Ahora bien, el dinero ha sido definido como la moneda que autoriza y emite el Estado, con la finalidad primordial
de servir como unidad de medida del valor de todos los bienes, como instrumento de cambio, y como medio de
pago de relaciones patrimoniales[52]; concepto este que abarca la moneda como objeto o instrumento que lo
representa, como la referencia a las funciones económicas y jurídicas que cumple[53].

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Sus funciones pueden clasificarse en económicas, jurídicas y políticas y sociales. Dentro de la primera cumple la
función de ser una unidad de medida o valor, un instrumento de cambio, un instrumento de ahorro y de
acumulación de riqueza, y un factor determinante en la producción y el empleo: dentro de la segunda, el dinero
constituye un instrumento de pago; y sobre la tercera clasificación, cumple con la función de ser un instrumento
para la política en las relaciones entre gobernantes y gobernados, y de instrumento para la satisfacción de
necesidades individuales y colectivas[54].

H.35. Caracteres del dinero

Antes de señalar los caracteres del dinero creemos conveniente explicar aquí que parte de la doctrina hubo de
distinguir el dinero de la moneda, diciendo que el primero se refiere a sus funciones jurídicas y económicas, y el
segundo es el instrumento representativo del dinero.

No obstante, tal separación de conceptos no resulta útil ni conveniente, ya que, como se dijo, el dinero necesita
de una representación instrumental, que es la moneda, y esta no es tal sino como representación del dinero.

Dicho ello, el dinero presenta los siguientes caracteres: es una cosa mueble, fungible, consumible, divisible,
genérico, de curso legal y forzoso.

H.35.1. Cosa mueble

El dinero es una cosa mueble en los términos del artículo 227, porque es transportable de un lugar a otro, es
decir, porque puede desplazarse de un sitio a otro por una fuerza externa.

H.35.2. Fungible

Es una cosa fungible, conforme el artículo 232, por cuanto un individuo de la especie equivale a otro de la misma
especie, por lo que las unidades monetarias pueden ser intercambiadas por otras unidades de la misma especie
y calidad que representen igual cantidad[55].

H.35.3. Consumible

Es consumible porque para su propietario se extingue con el primer uso; aunque coincidimos con lo expuesto por
Vélez Sarsfield en la nota al artículo 616 del Código derogado, quien lo entendía como gasto.

Así, el artículo 231 establece que son cosas consumibles aquellas cuya existencia termina con el primer uso.

H.35.4. Divisible

El dinero es una cosa divisible porque es susceptible de ser fraccionado en porciones reales sin ser destruido, ya
que como unidad de valor puede dividirse constituyendo cada parte una unidad de menor extensión
constituyendo cada unidad un todo homogéneo y análogo a las otras partes.

H.35.5. Genérico

El dinero es genérico ya que pertenece a las cantidades, es decir que su nota predominante está dada por su
cantidad.

H.35.6. De curso legal y forzoso

La moneda es de curso legal por cuanto goza de tal carácter por imposición estatal, y el acreedor no se puede
rehusar a recibirla en pago cuando es ofrecida por el deudor en cumplimiento de su obligación.

Y es de carácter forzoso porque el emisor queda dispensado de reembolsar los billetes a la vista[56], y en virtud

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de ser inconvertible.

H.36. Obligaciones en moneda nacional

Cuando se ha pactado la obligación en moneda nacional, el deudor debe entregar la cantidad acordada en dicha
moneda, no pudiendo dar en pago otra moneda que no sea la nacional.

H.37. Obligaciones en moneda extranjera

Los artículos 765 y 766 del Código varían a la redacción dada por la Comisión en el anteproyecto, ya que estos
fueron modificados por el Poder Ejecutivo Nacional antes de su remisión al Congreso de la Nación, y dichos
artículos del anteproyecto decían: “La obligación es de dar dinero si el deudor debe cierta cantidad de moneda,
determinada o determinable, al momento de constitución de la obligación. Si por el acto por el que se ha
constituido la obligación, se estipuló dar moneda que no sea de curso legal en la República, la obligación debe
considerarse como de dar sumas de dinero” (artículo 765 del anteproyecto); y “El deudor debe entregar la
cantidad correspondiente de la especie designada, tanto si la moneda tiene curso legal en la República como si
no lo tiene” (artículo 766 del anteproyecto).

Ahora bien, a diferencia de la solución normativa proyectada por la Comisión reformadora, conforme la cual la
obligación pactada en moneda extranjera debía ser considerada como de dar sumas de dinero, el texto vigente
del artículo 765 determina que si por el acto por el que se ha constituido la obligación, se estipuló dar moneda
que no sea de curso legal en la República, la obligación debe considerarse como de dar cantidades de cosas, y
ello es así por cuanto la moneda extranjera no tiene carácter dinerario.

Asimismo, conforme la norma analizada, la obligación en moneda extranjera no está prohibida, pero habiéndose
estipulado que la prestación sea de dar moneda extranjera, el deudor puede liberarse dando el equivalente en
moneda de curso legal, y necesariamente debe entenderse que el equivalente se calculará conforme el valor
oficial de la moneda extranjera de que se trate al momento del pago.

H.38. Cantidad

Tal como lo expresa el artículo 765, la obligación de dar sumas de dinero puede ser de cantidad determinada o
determinable.

La de cantidad determinada tiene lugar cuando dicha determinación se hace en el momento del nacimiento de la
obligación.

Y la de dar cantidad indeterminada es aquella en la cual la cantidad no está fijada desde el nacimiento de la
obligación, sino que será determinada con posterioridad a dicho nacimiento y antes (o contemporáneamente) al
pago.

La calidad de determinable, en general, cuando se estipuló que el quantum a pagar se fijará en determinado
momento (por lo general en el momento del pago) y a través de su equivalente a mercaderías o cosas, o de una
determinada moneda extranjera.

H.39. Intereses - Concepto

El concepto de interés proporcionado por BUSSO, en sus anotaciones al Código Civil (derogado), expresa con
claridad la concepción jurídica del mismo, al decir el autor que son los aumentos que las deudas pecuniarias
devengan en forma paulatina durante un tiempo dado, sea como precio por el uso de un dinero ajeno o como
indemnización por el retardo en el cumplimiento[57].

En similares términos ha dicho LLAMBÍAS que los intereses son los aumentos paulatinos que experimentan las
deudas en dinero, en razón de su importe y del tiempo transcurrido, agregando que ellos se acumulan
continuadamente a través del tiempo[58].

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H.40. Intereses - Clasificación

Tales aumentos o incrementos de las deudas dinerarias son debidos o como contraprestación por el uso de un
dinero ajeno, es decir un capital ajeno, lo que se corresponde a la categoría de los intereses compensatorios; o
bien como indemnización por el retardo en el cumplimiento de la obligación, los que pueden ser, en este último
caso, moratorios o punitorios.

En tal sentido el Código clasifica a los intereses en compensatorios, moratorios y punitorios.

Desde otra perspectiva los intereses pueden serlo de dos orígenes diferentes, puesto que pueden provenir de las
convenciones de las partes o de la ley.

Los intereses convencionales son los que las partes voluntariamente fijan en sus actos jurídicos; y los legales son
aquellos que emanan directamente de la ley.

Asimismo, según quien los fija, es decir, quien determina la tasa de interés aplicable, los intereses pueden ser
convencionales, legales o judiciales.

En los convencionales la tasa es fijada por las partes del acto jurídico; en los legales la tasa es determinada por
la norma legal respectiva; y en los judiciales la tasa la fijan los jueces ante la ausencia de la fijación convencional
o legal.

H.41. Intereses - Caracteres

PIZARRO y VALLESPINOS[59] claramente han identificado los caracteres de los intereses, expresando que son:
a) Pecuniarios: en correspondencia estricta con la obligación de dar dinero a la cual acceden; b) Porcentuales:
porque son debidos en términos de proporcionalidad a la obligación principal; c) Periódicos: por cuanto se van
devengando con el transcurso del tiempo; d) Accesorios: son accesorios de la deuda principal.

H.42. Intereses compensatorios

Analizamos aquí el tema de los intereses compensatorios, remitiendo al comentario a los artículos siguientes
respecto de los moratorios y punitorios.

Ahora bien, los intereses compensatorios, también llamados lucrativos o retributivos, son los que se generan por
el uso de un capital ajeno, y ellos pueden ser de origen convencional o legal.

Respecto de la tasa de interés, el artículo 767 afirma la validez de la fijación de la tasa de interés por las partes.

Pero cuando dicha tasa de interés no ha sido fijada por las partes, ni surge de la ley, serán los jueces los
encargados de su fijación.

H.43. Intereses moratorios - Concepto

Dentro de la especie de intereses por mora, hay dos subespecies, los intereses moratorios y los intereses
punitorios.

Los intereses moratorios han sido definidos como aquellos que se adeudan en razón de la privación al dueño de
un capital que el deudor no tiene derecho a retener para sí[60]; es decir, son aquellos que se deben en caso de
mora del deudor en el cumplimiento de la obligación, y que constituyen, por su naturaleza, una sanción
resarcitoria.

H.44. Intereses moratorios - Origen y fijación

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Los intereses moratorios son siempre legales, porque ellos se generan con la mora del deudor
independientemente de la existencia de acuerdo de partes.

Es en tal sentido que el artículo 768 establece que ellos se deben a partir de la mora por pare del deudor.

Respecto de la tasa de interés aplicable, la norma señala que se determina por lo que acuerden las partes, por lo
que dispongan las leyes especiales, y en subsidio por tasas que se fijen según las reglamentaciones del Banco
Central de la República Argentina.

Dicha enumeración tiene un orden lógico, pero no implica un rango de jerarquía de fuentes de la fijación de la
tasa de interés, salvo el tercer inciso que entra en juego ante la ausencia de alguno de los dos casos de los
incisos que le preceden.

Pues, en principio la tasa de interés es fijada por las partes o por la ley, sin embargo entendemos que
determinadas especies de obligaciones cuya tasa de interés es fijada por la ley no puede ser modificada por el
acuerdo de partes, tal como sucede en materia tributaria.

Ahora bien, con ello tenemos que la tasa de interés se clasifica en convencional, legal y judicial.

La convencional es aquella fijada por las partes en virtud del principio de la autonomía de la voluntad.

La legal es la fijada por las leyes especiales, como el caso de los intereses en materia tributaria, entre tantos
otros ejemplos.

Y la judicial es la que fijan los jueces en concreto, es decir en el caso particular sometido a su conocimiento y
ante la ausencia de fijación convencional o legal, esto es, de manera subsidiaria ante la falta de fijación en la
convención o en la ley, y a tal fin la norma remite a lo que reglamenta el Banco Central en materia de tasas de
interés.

H.45. Intereses moratorios - Curso de los intereses

Los intereses moratorios se generan de pleno derecho a partir de la mora del deudor, por lo que si se trata de un
caso de mora automática, desde que operó el plazo comienzan a correr los intereses, y si se trata de un
supuesto en el que se debió interpelar al deudor para constituirlo en mora, los intereses corren desde que tal
interpelación fue efectivizada.

Un caso particular es el de aquellas obligaciones en las que no se ha fijado un plazo para su cumplimiento, las
que son obligaciones de cumplimiento instantáneo, es decir, deben cumplirse en el momento de su nacimiento
(remarcando que la obligación sin plazo, como se verá más adelante, no es una obligación a plazo indeterminado
o incierto, sino que es instantánea), caso en el que los intereses comienzan su cómputo y devengamiento desde
el nacimiento mismo de la obligación.

H.46. Intereses punitorios - Concepto

La idea de interés punitorio se asocia a la existencia de una pena privada, de una sanción a través de la
imposición de intereses agravados, con virtualidad suficiente para compeler al deudor a cumplir[61], es decir, que
el interés punitorio no es solamente un interés moratorio de origen convencional[62], sino que además una
sanción al deudor por su falta de cumplimiento de la obligación.

Atento el carácter de sanción, que el Código ha receptado, los intereses punitorios se rigen por las normas que
regulan la cláusula penal (cfr. artículo 769 del CCC).

La cláusula penal es definida, por el artículo 790, como aquella por la cual una persona, para asegurar el
cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena o multa en caso de retardar o de no ejecutar la obligación;
añadiendo el artículo 791 que puede tener por objeto el pago de una suma de dinero, o cualquiera otra prestación

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que pueda ser objeto de las obligaciones, bien sea en beneficio del acreedor o de un tercero.

Así, y sin perjuicio del análisis de los artículos que más adelante se formula, hay que decir que agregar que el
artículo 792 determina que el deudor que no cumple la obligación en el tiempo convenido debe la pena, salvo que
pruebe la existencia de una causa extraña que suprime la relación causal (siendo el caso fortuito de
interpretación y aplicación restrictiva).

H.47. Anatocismo - Concepto

El anatocismo, también denominado interés compuesto, es la capitalización de intereses, razón por la cual los
intereses pasan a formar una unidad con el capital al que accedían, es decir, se consolidan, generando desde
entonces nuevos intereses; o para decirlo de un modo más llano, los intereses devengados se convierten en
capital y devengan nuevos intereses.

H.47.1. Regla: Prohibición

El artículo 623 del Código Civil derogado, antes de su reforma por la Ley 23928, establecía que “No se deben
intereses de los intereses, sino por obligación posterior, convenida entre deudor y acreedor, que autorice la
acumulación de ellos al capital, o cuando liquidada la deuda judicialmente con los intereses, el juez mandase
pagar la suma que resultare, y el deudor fuese moroso en hacerlo”.

Esta norma, con la reforma de la citada Ley 23928, establecía que “No se deben intereses de los intereses, sino
por convención expresa que autorice su acumulación al capital con la periodicidad que acuerden las partes; o
cuando liquidada la deuda judicialmente con los intereses, el juez mandase pagar la suma que resultare y el
deudor fuese moroso en hacerlo. Serán válidos los acuerdos de capitalización de intereses que se basen en la
evolución periódica de la tasa de interés de plaza”.

El artículo 770 que se comenta, al igual que la normativa anterior, sienta la regla de prohibición del anatocismo,
con lo cual el principio es que no se deben intereses de los intereses, salvo los supuestos previstos en el propio
artículo o en otras disposiciones legales.

H.47.2. Excepciones

Como se apuntara más arriba, a la regla de la prohibición del anatocismo, le corresponden excepciones, que son
las enumeradas en el artículo 770 y las que surgen de otras disposiciones legales.

Sobre dichas excepciones a la regla, hay que decir que como tales son de interpretación y aplicación restrictiva,
por lo que se limita a los supuestos expresamente contemplados en la norma, no pudiendo ser aplicados ellos
extensivamente.

H.47.2.a) Cláusula expresa

La capitalización de intereses puede surgir a partir del acuerdo de voluntades de las partes, esto es, tener un
origen convencional, y el mismo puede haber tenido lugar contemporáneamente al nacimiento de la obligación, o
bien en un momento posterior.

A esta facultad de convenir la capitalización de intereses, el artículo le impone una limitación, que ella no puede
tener una periodicidad inferior a los seis meses.

H.47.2.b) Demanda judicial

Cuando el cumplimiento de la obligación se demande judicialmente se capitalizarán los intereses y ellos


devengan nuevos intereses, y tal capitalización y devengamiento de los nuevos intereses tiene lugar desde la
fecha en que la demanda es notificada.

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H.47.2.c) Liquidación judicial

Cuando la obligación se liquide judicialmente, produce la capitalización de los intereses, por lo que se deberán
intereses por los intereses capitalizados, y ello así desde que el juez manda a pagar la suma resultante y el
deudor es moroso en hacerlo.

H.47.2.d) Otras normas

Dicha remisión no sólo puede ser tomada como una remisión a las normas particulares dentro del propio Código,
sino también a otras leyes especiales, y aún no civiles y comerciales.

Y así, por ejemplo, dentro del propio Código encontramos lo reglado en el artículo 1398 sobre cuenta corriente
bancaria, o bien en el artículo 1433 sobre cuenta corriente, y fuera del Código tenemos la Ley 25065, que regula
lo relativo a las tarjetas de crédito (artículo 18).

H.48. Reducción de los intereses

La norma del artículo 771 faculta a los jueces a reducir los intereses, tanto a pedido de parte, como de oficio, en
dos circunstancias, cuando la tasa sea considerada excesiva, o sea considerada excesivo el resultado del
anatocismo, y bajo dos condiciones, una la falta de justificación y la otra la desproporcionalidad, aplicando el
criterio del costo medio para deudores y operaciones similares en el lugar donde se contrajo la obligación.

H.48.1. Facultad de los jueces

La facultad de recudir o morigerar los intereses, claro está, en el caso concreto, con alcances sólo en él, es dada
a los magistrados, no sólo ante la petición de parte, sino también de oficio.

La doctrina mayoritaria ha expresado que dicha facultad se funda en que el acuerdo fijando una tasa de interés
abusiva ofende a la moral, al orden público y a las buenas costumbres, con lo cual se trata de una nulidad
absoluta y parcial, por lo que al tratarse de una nulidad absoluta es declarable de oficio, y el carácter parcial lo
tiene por cuanto se nulidifica sólo la cláusula en cuanto fija dicha tasa abusiva, pero no por ello todo el acto
jurídico[63]. No obstante dicha opinión mayoritaria, una opinión en minoría expresó que se estaba ante un caso
de nulidad relativa, y por ende no podía ser declarada de oficio, sino sólo a pedido de parte[64].

H.48.2. Supuestos aplicables

La norma del artículo 771 es aplicable tanto cuando la tasa de interés es excesiva, como cuando es excesivo el
resultado de la capitalización de intereses (anatocismo), y es aplicable a los intereses compensatorios y
moratorios, y a los punitorios legales, puesto que los punitorios convencionales se encuentran aprehendidos por
el artículo 794, inciso 2.

H.48.3. Presupuesto

El artículo 771 sienta tres presupuestos para la morigeración de los intereses, y el primero de ellos es que
resulten excesivos; el segundo es que dicho interés excesivo no tenga justificación; y el tercero que sea
desproporcionado.

Luego nos indica la norma que el presupuesto de excesivo debe ser evaluado por el juez teniendo en cuenta el
costo medio, costo medio éste puesto bajo el prisma de tres parámetros, uno de persona, otro de operaciones
similares, y uno de lugar.

Por ello el costo medio se evalúa según el tipo de deudor (no es lo mismo un consumidor que un deudor
empresario) y por las operaciones similares, conforme el lugar donde se contrajo la obligación.

H.48.4. Efectos

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Cuando el deudor paga intereses que luego se consideran pagados en exceso, por virtud de la reducción que
dispusiera el magistrado, dichas sumas pagadas de más se imputan al capital, y si aún extinguido el capital
queda una diferencia pagada de más podrá el deudor ejercer la acción de repetición.

H.48.5. La tasa de interés en materia tributaria

Los intereses en materia tributaria, como la tasa de interés aplicable, es fijada por las respectivas normas
legales, y ha sido controvertida en la jurisprudencia la facultad de los jueces de morigeración de tales intereses.

GIULIANI FONROUGE y NAVARRINE[65], la falta de pago de los tributos en tiempo y forma adecuados
constituye una infracción punible, por importar una trasgresión al deber social de contribuir al sostenimiento del
Estado, y que aparte de ello, existe otro aspecto, que es la lesión patrimonial que sufre el Estado por la falta de
pago oportuno de la obligación, existe una responsabilidad por los daños e intereses que la morosidad causa al
acreedor.

Por tales razones, continúan diciendo los citados autores, en principio, la exigencia de un interés, que
corresponde a la indemnización debida al acreedor como resarcimiento del daño ocasionado por la privación del
capital[66].

Los intereses no son una pena en sentido constitucional, sino que, como lo ha dicho la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, son una sanción de carácter puramente civil equiparada al resarcimiento de daños y
perjuicios por incumplimiento de la obligación[67], constituyéndose en la indemnización del daño moratorio, que
posee una doble perspectiva, la del daño emergente y el lucro cesante[68].

Respecto de la tasa de interés aplicable, por ejemplo, algunos tribunales provinciales han considerado excesivas
las tasas de interés previstas en el Código Fiscal de la Provincia de Buenos Aires y las ordenanzas fiscales e
impositivas municipales, determinando topes máximos anuales[69]. No obstante, la Suprema Corte de Justicia de
la Provincia de Buenos Aires ha dicho que la valiosa función del impuesto justifica que las leyes contemplen
medios coercitivos para lograr la satisfacción oportuna de las deudas fiscales cuya existencia afecta de manera
directa al interés de la comunidad porque gravitan en la percepción de la renta pública, señalando que con ese
propósito se justifica la aplicación de tasas de interés más elevadas lo que, por otra parte, no favorece a
personas determinadas sino a la sociedad toda[70] ; y en tal sentido ha dicho que es imposible poner un límite fijo
a las tasas cuando todos los demás precios no tienen límites fijos. A la fecha del plenario aplicado por la cámara,
quizá se pensó que era imposible que el país retornara una vez más al remedio inflacionario. Pero eso sucedió, y
los tribunales no pueden ignorarlo. Menos aún ignorarlo en algunos casos, y reconocerlo en otros. Es que si
admitimos que depreciar la moneda es constitucional, y si admitimos que incrementar en sólo unos meses el
precio de una herramienta o de un medicamento en el 200 % (o más) no ofrece objeciones constitucionales,
entonces no se ve el motivo por el cual el Fisco deba mantenerse en un 30 % anual[71].

En otro pronunciamiento más reciente, la Suprema Corte citando un fallo de la Corte Federal, ha dicho que la
Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado reiteradamente que se justifica que las leyes tributarias
contemplen medios coercitivos para lograr la satisfacción oportuna de las deudas fiscales, cuya existencia afecta
de manera directa el interés de la comunidad porque gravitan en la percepción de la renta pública. De ahí que,
con ese propósito, sea válida la aplicación de tasas de interés más elevadas, cuyo pago no puede ser exonerado
en ausencia de toda norma que así lo establezca, ni por aplicación del art. 623 del Código Civil[72].

La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que no corresponde disminuir la tasa de interés establecida
por la Ley 1324 de Santa Cruz, so color de la modificación introducida al art. 623 del Código Civil por la Ley
23928, porque ello importaría tanto como prescindir del texto legal[73]; diciendo, en consonancia, la Suprema
Corte bonaerense que corresponde hacer lugar al recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley interpuesto por
el Fisco, en tanto la sentencia atacada, por vía de la morigeración de intereses -fundada en el art. 953 del Código
Civil- ha dejado de lado aquellos accesorios que establecen las normas fiscales vigentes, prescindiendo del texto
legal cuando no ha mediado debate ni declaración de inconstitucionalidad[74].

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Asimismo la Corte federal ha dicho reiteradamente que la garantía de igual en las cargas públicas no excluye la
facultad del legislador para establecer distinciones o formar categorías, siempre que tales clasificaciones no
revistan el carácter de arbitrarias o estén inspiradas en un propósito manifiesto de hostilidad contra determinadas
personas o clases[75].

H.49. Obligaciones de valor

Una innovación del nuevo Código en relación a su antecesor derogado, es la inclusión dentro de la clasificación
de las obligaciones, de las denominadas obligaciones de valor (artículo 772), la que aún no contenidas en el
Código Civil derogado, había encontrado la acogida de la doctrina y jurisprudencia.

Las obligaciones de valor son aquellas en las que el objeto de la obligación consiste en la valuación de un bien o
de una utilidad, o como dijeran ALTERINI, AMEAL y LÓPEZ CABANA, es la deuda de valor abstracto o a una
utilidad, referidos necesariamente -en términos comparativos- a una porción o más de bienes[76].

Por ello la obligación de valor es la referida a un valor abstracto o utilidad, que llegada la oportunidad de su
cumplimiento por el deudor se cuantifica en dinero, es decir que se fija una prestación en base al valor de un bien
o conjunto de bienes a su valor al momento del pago.

Cabe distinguir la obligación de valor de la de dar sumas de dinero, en cuanto en éstas últimas la prestación es
una suma de dinero, el objeto es dar una suma de dinero; mientras que en las primeras el objeto de la obligación
consiste en un valor, y el dinero será un medio de pago, pero no el objeto mismo de la obligación.

H.50. Valuación

La deuda de valor es tal en virtud de que su objeto está determinado por el valor de un bien o utilidad, pero en la
oportunidad de pago de la prestación por parte del deudor, dicho valor se medirá en dinero, ya que el dinero será
el medio de pago, con lo que la obligación se ajusta a las variaciones del mercado, de lo que también se deriva
que la valuación debe hacerse conforme el valor real del bien al momento de la liquidación.

La norma admite la expresión del valor en función de una moneda sin curso legal en la República, que sea usada
habitualmente en el tráfico, con lo que la obligación de valor puede consistir en el valor de determinada cantidad
de moneda extranjera.

I. Obligaciones de hacer y de no hacer

I.51. Obligación de hacer - Concepto

El Código Civil derogado regulaba las obligaciones de hacer en los artículos 625 a 634, y no proporcionaba
definición de la misma.

El artículo 773 del nuevo Código, a diferencia del Código derogado, define a la obligación de hacer como aquella
cuyo objeto consiste en la prestación de un servicio o en la realización de un hecho, la que en general es
coincidente con el concepto que sobre esta clase de obligaciones brindó la doctrina nacional, no sin los matices
propios de cada autor.

Así, RIVAROLA hubo de proporcionar similar definición, diciendo que la obligación de hacer es la que tiene por
objeto la ejecución de un hecho o la prestación de un servicio[77]. En cambio, otros autores inclinaron por
formular definiciones de carácter negativo; tal es el caso de MACHADO quien expresara que las obligaciones de
hacer son las que tienen por objeto el cumplimiento de hechos o actos que no importan la entrega de una
cosa[78]; o bien COLMO, para quien la obligación de hacer es aquella cuya prestación consiste en un hecho o
acto que no entrañe ningún dar[79].

LLAMBÍAS expresó que estas obligaciones se caracterizan por el compromiso de una energía de trabajo, sea
física o moral, del deudor a favor del acreedor, y que se concreta en un hecho o servicio[80].

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Y ALTERINI, AMEAL y LÓPEZ CABANA dijeron que la obligación de hacer es la que recae sobre un hecho
positivo, que consiste sustancialmente en una actividad, mediante el suministro de trabajo o emergía[81].

En suma, la definición suministrada por el artículo 773 del Código Civil y Comercial recepta los caracteres
relevantes que la doctrina nacional hubo de señalar, pero con una redacción clara y concisa, diciendo que “La
obligación de hacer es aquella cuyo objeto consiste en la prestación de un servicio o en la realización de un
hecho, en el tiempo, lugar y modo acordados por las partes”.

I.52. Especies

Las obligaciones de hacer se han clasificado en convencionales o legales, y según su prestación en fungibles o
no fungibles, permanentes o instantáneas, de servicio o de obra, de medios o de resultados.

I.52.1. Convencionales o legales

Las obligaciones de hacer convencionales son las que nacen de un acuerdo de voluntades; y las legales son las
que surgen de la ley, es decir, que reconocen su fuente en la ley misma y no en el contrato.

I.52.2. Fungibles y no fungibles:

Las prestaciones de hacer fungibles son aquellas en las que el interés del acreedor se satisface con la
realización de la actividad debida, con toda independencia de quien sea el sujeto que la realiza[82]. Y las
prestaciones de hacer no fungibles son aquellas en las que el interés del acreedor se satisface sólo si es el
propio deudor quien realiza la actividad debida, y son las denominadas intuito personae.

I.52.3. Permanentes o instantáneas:

Las prestaciones de hacer instantáneas son las que se extinguen con una sola actividad mediante la cual la
obligación es cumplida[83]. Y las permanentes, también denominadas de tracto sucesivo, son aquellas que
tienen una perdurabilidad en el tiempo, ya sean de ejecución continuada o periódica.

I.52.4. De servicio o de obra:

Las obligaciones de hacer cuyo objeto consiste en la prestación de un servicio son aquellas en las que la
conducta debida por el deudor es un compromiso de una energía de trabajo, física o moral, a favor del acreedor,
independientemente de la obtención del resultado esperado por el acreedor. Las de obra son aquellas en las que
la prestación consiste en la realización de una obra, material o intelectual, como conducta debida por el deudor, y
cuya finalidad es la obtención de un determinado resultado.

I.52.5. De medios o de resultados

Esta clasificación si bien corresponde a todo tipo de obligaciones, tienen su campo más amplio en las
obligaciones de hacer, y en dicho marco las obligaciones de hacer de medios son aquellas en las que el deudor
satisface su cumplimiento mediante la realización de actividades diligentes e idóneas, independientemente del
resultado de las mismas. Y, en cambio, las de resultado son aquellas en las que es el resultado lo que constituye
su objeto, y en las que el deudor asegura al acreedor la finalidad prometida.

I.53. Cumplimiento

La obligación de hacer debe cumplirse en el tiempo, lugar y modo acordado por las partes. Es decir, que la
prestación debida debe ser cumplida en tiempo lugar y modo convenidos (remitimos al comentario al artículo 775,
punto 1).

I.54. Prestación de un servicio

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I.54.1. Introducción

Como lo expresáramos en el comentario anterior, en las obligaciones de hacer la prestación puede consistir en
un hecho o en un servicio, y a su vez puede versar sobre la prestación de un servicio o la realización de una
obra, ello a cargo del deudor y a favor del acreedor.

Ahora bien, según los caracteres de dicha prestación, ellas serán de servicio o de obra, siendo las primeras las
que recaen sobre una prestación de actividad con independencia del resultado efectivo, y las segundas las que
tienen como finalidad la realización de un determinado resultado.

Es dicha dependencia o independencia del resultado lo que distingue a las obligaciones de medios y de resultado
reguladas por el artículo 774 del novel Código.

I.54.2. Obligaciones de medios

Las obligaciones de medios son aquellas en las que el deudor satisface su cumplimiento mediante la realización
de actividades diligentes e idóneas, independientemente del resultado que las mismas arrojen.

Y es así que el inciso a) determina que la prestación puede consistir en realizar cierta actividad, con la diligencia
apropiada, independientemente de su éxito, por lo que con la realización de las conductas de manera diligente el
deudor satisface el interés del acreedor.

Casuísticamente el citado inciso a) expresa que están comprendidas en el mismo, como obligaciones de medios,
las cláusulas que comprometen a los buenos oficios, o a aplicar los mejores esfuerzos.

En este tipo de obligación de hacer, por la cual el deudor se compromete a una actividad cuyo resultado es
indiferente a los fines de considerar cumplida la prestación, la responsabilidad del deudor es subjetiva, razón por
la cual cuando el acreedor pretenda endilgar responsabilidad en el deudor deberá acreditar su culpa.

I.54.3. Obligaciones de resultado

Las obligaciones de resultado son aquellas en que es el resultado lo que constituye su objeto, es decir que la
satisfacción del acreedor tiene lugar con la obtención del resultado esperado a expensas de la actividad del
deudor.

Conforme los incisos b) y c), dichas obligaciones de resultado se diferencian según se haya garantizado o no la
eficacia del resultado.

El inciso b) señala que la prestación, en este tipo de obligaciones de resultado, puede consistir en procurar al
acreedor cierto resultado concreto, con independencia de su eficacia, y es una norma aplicable a las obligaciones
cuya prestación consista en un servicio, ya que así se desprende del análisis armónico del inciso b) del artículo
744, con el artículo 1252 que establece que “Si hay duda sobre la calificación del contrato, se entiende que hay
contrato de servicios cuando la obligación de hacer consiste en realizar cierta actividad independiente de su
eficacia. Se considera que el contrato es de obra cuando se promete un resultado eficaz, reproducible o
susceptible de entrega. Los servicios prestados en relación de dependencia se rigen por las normas del derecho
laboral. Las disposiciones de este Capítulo se integran con las reglas específicas que resulten aplicables a
servicios u obras especialmente regulados”.

El inciso c) determina que la prestación puede consistir en procurar al acreedor el resultado eficaz comprometido,
por lo que el deudor garantiza al acreedor no sólo el resultado esperado, sino también la eficacia del mismo.

Este tipo de obligaciones de hacer de resultado, en las que la eficacia del mismo también es comprometida, se
aplica a obras.

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En ambos casos de obligaciones de resultado la responsabilidad es objetiva, por lo que, si no se obtiene el
resultado (inciso b), en un caso, o si no se obtiene el resultado y la eficacia esperada de éste (inciso c), en el
otro, la acreditación de haber obrado el deudor con la diligencia adecuada no lo liberará de responsabilidad.

I.55. Realización de un hecho - Incumplimiento

El artículo 775 del Código explica cómo deben ser cumplidas las obligaciones de hacer, en una fórmula similar a
la del artículo 625 del Código Civil derogado, diciendo que el hecho debe cumplirse en tiempo y modo acordes
con la intención de las partes o con la índole de la obligación, lo que normativamente no aporta demasiado, por
cuanto toda obligación debe cumplirse en tiempo y modo conforme la intención de las partes o la índole de la
obligación, y no sólo las obligaciones de hacer, por lo que ello no es más que la reiteración de principios
generales sobre la materia ya analizados.

El artículo, con la explicación de cómo debe cumplirse la obligación de hacer, a modo de introducción, determina
ciertos efectos del incumplimiento de la prestación debida, lo que se completa con lo dispuesto por el artículo
777, y, claro está, con lo reglado por el artículo 730.

Como señala el artículo 731, el cumplimiento exacto de la obligación confiere al deudor el derecho a obtener la
liberación y rechazar las acciones del acreedor.

Per al contrario, si el deudor de la obligación de hacer, no realiza el hecho en el modo acordado, o el más acorde
con la intención de las partes o la índole de la obligación, haciéndolo entonces de otra manera, la obligación se
tiene por incumplida, ya que, como señalamos, el cumplimiento debe ser exacto para liberarse de la obligación.

En tal caso, la norma confiere al acreedor el derecho de exigir la destrucción de lo mal hecho, ello además de los
efectos que se estudiarán al comentar el artículo 777.

Pero tal derecho de exigir la destrucción de lo mal hecho, que la norma confiere al acreedor insatisfecho,
encuentra un límite en el abuso del derecho, ya que tal ejercicio del derecho a pedir la destrucción no puede
configurar un abuso del derecho.

Respecto de esta facultad del acreedor de exigir la destrucción de lo mal hecho, no enerva la posibilidad de
reclamar luego el cumplimiento específico, o hacerlo cumplir por un tercero, o reclamar los daños y perjuicios,
según corresponda, ya que la facultad de exigir la destrucción de lo mal hecho no es una forma de sancionar al
deudor, sino que deriva de la facultad del acreedor a rechazar el cumplimiento de la obligación hecho de manera
defectuoso.

I.56. Incorporación de terceros

I.56.1. Prestaciones fungibles y no fungibles

Al explicar lo normado por el artículo 773 sobre las obligaciones de medios (punto 51), nos referimos a las
especies de obligaciones de hacer, y entre las clasificaciones reseñadas hicimos mención a las prestaciones de
hacer fungibles y no fungibles.

Allí dijimos que las prestaciones de hacer fungibles son aquellas en las que el interés del acreedor se satisface
con la realización de la actividad debida, con total independencia de quien sea el sujeto que la realiza[84]; y
expresamos que las prestaciones de hacer no fungibles son aquellas en las que el interés del acreedor se
satisface sólo si es el propio deudor quien realiza la actividad debida.

Por ello, en las prestaciones de hacer fungibles, dada la total independencia (o indiferencia) de quien es el sujeto
que realiza la conducta debida por la cual se satisface el interés del acreedor, la prestación puede ser ejecutada
por una persona distinta del deudor, con lo que si el tercero realiza la actividad en el modo y tiempo adecuado, es
decir que su actividad se traduce en el cumplimiento exacto de la obligación, el deudor se libera de ella.

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Por tanto, cuando estamos ante una obligación de hacer fungible, el deudor cuenta con la facultad de colocar
como realizador del hecho debido a un tercero, esto es, valerse de otro sujeto, ajeno a la relación jurídica
obligacional, para que realice la actividad a la que él se halla comprometido, y cuyo cumplimiento exacto produce
su liberación de la obligación.

En cambio, en las prestaciones de hacer no fungibles, también llamadas intuito personae, es el propio deudor
quien debe realizar la actividad que constituye el objeto de la obligación, no pudiendo hacer desplegar la misma
por un tercero, y ello así en cuanto la obligación se asumió por el acreedor y deudor en virtud de las condiciones
personales del deudor.

I.56.2. Parámetros de clasificación

El artículo 776, a los fines de la determinación del carácter de no fungible de la obligación de hacer, sienta una
serie de parámetros.

En primer lugar será no fungible cuando así haya sido pactado por las partes de la obligación; en segundo lugar
se señala que dicha infungibilidad puede provenir de la naturaleza de la obligación, o de las circunstancias, todo
lo cual debe ser analizado en cada caso en concreto.

Tal infungibilidad se presume iuris tantum, en aquellos contratos que suponen una confianza especial.

I.57. Incumplimiento imputable

El incumplimiento imputable al deudor, que es aquel que merece reproche jurídico, y que puede ubicarse en la
esfera de los factores de atribución subjetivos u objetivos, abre las vías al acreedor para la ejecución forzada,
pudiendo éste exigir el cumplimiento específico, o hacer cumplir la prestación pro un tercero, o bien reclamar los
daños y perjuicios.

I.58. Ejecución forzada

Como dijimos, y conforme el artículo 730, la obligación da derecho al acreedor a: a)- emplear los medios legales
para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado; b)- hacérselo procurar por otro a costa del deudor;
c)- obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes.

Por ello, ante la lesión al derecho de crédito, por la falta de cumplimiento voluntario de parte del deudor de la
obligación, acuerda las vías con las que cuenta el acreedor para procurar de manera forzosa la satisfacción de su
interés.

I.58.1. Ejecución forzada específica

La obligación da derecho al acreedor a emplear los medios legales para que el deudor le procure aquellos a lo
que se ha obligado, conforme lo establecido en el inciso 1º del artículo 730, por lo que frente a la insatisfacción
del crédito el acreedor cuenta con el derecho a procurar la satisfacción de su crédito exactamente igual que si el
deudor hubiera cumplido voluntariamente, lo que se denomina ejecución forzada específica, y también ejecución
in natura.

Como dijimos, citando a Compagnucci de Caso, este camino debe ser analizado en el ámbito de las obligaciones
de dar, de hacer y de no hacer[85].

Por lo cual, cuando se trata de obligaciones de hacer, la ejecución forzada es admisible a menos que para ello
sea menester ejercer violencia sobre la persona del deudor, ya que en este supuesto el acreedor deberá acudir a
la vía de la pretensión indemnizatoria.

I.58.2. Ejecución por un tercero

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Conforme el inciso 2 del artículo 730, la obligación da derecho al acreedor a hacerse procurar por otro, a costa
del deudor, aquello a que éste último se ha obligado, con lo cual la norma admite el cumplimento forzoso a través
de un tercero, ante la falta de cumplimiento voluntario de parte del deudor, y a costa de éste.

Y en este caso de obligaciones de hacer, es posible el cumplimiento por otro, siempre que no se trate de una
obligación intuito personae, es decir en la que fueren condiciones de cumplimiento las características personales
del deudor.

I.58.3. Indemnización

La denominada ejecución forzada indirecta es el derecho que tiene el acreedor de obtener del deudor las
indemnizaciones correspondientes, cuando el incumplimiento le fuere imputable, y no se reúnan los
presupuestos para el cumplimiento forzado específico o por un tercero.

I.59. Obligaciones de no hacer - Concepto

Como dijera MACHADO, la obligación de no hacer consiste en la abstención de un hecho que se tenía derecho a
ejecutar, o en el no ejercicio de una facultad concedida por la ley[86]; o bien como señalara LLAMBÍAS, son
aquellas cuyo objeto consiste en la abstención de algo que, normalmente, el deudor habría podido efectuar si no
se lo impidiera la constitución de la obligación[87].

I.60. Especies

Conforme surge del artículo 778 del Código, las obligaciones de no hacer pueden consistir en una abstención o
en un tolerar, y pueden ser instantáneas o permanentes.

I.60.1. Abstención y tolerancia

Las obligaciones de no hacer importan una abstención de parte del sujeto deudor, que consiste en la no
realización de un hecho que tenía derecho de ejercer de no existir la obligación; o bien en tolerar o soportar una
actividad ejercida por el acreedor.

I.60.2. Instantáneas y permanentes

Las obligaciones de no hacer instantáneas son aquellas en la que la abstención o tolerancia es debida en un solo
acto; y las permanentes son aquellas en que el deber de abstención o tolerancia presenta cierta perdurabilidad
en el tiempo.

I.61. Cumplimiento

El deudor de la obligación de no hacer cumple con ella cuando se abstiene de realizar un hecho, o tolera la
actividad del acreedor, en tiempo y modo propio.

Tratándose de obligaciones de no hacer instantáneas, la abstención o tolerancia en el modo y tiempo propio,


esto es, en el único acto, importa el cumplimiento total y definitivo del deudor, quien queda liberado de la
obligación; pero en cambio, cuando se tratare de una obligación de no hacer permanente, la abstención o
tolerancia debe verificarse mientras perdura la obligación.

I.62. Incumplimiento - Efectos

Cuando el deudor, violando el deber de abstención, realiza el hecho comprometido a no ejecutar, incumple la
obligación.

Por ello el incumplimiento imputable tiene sus consecuencias, como la posibilidad del acreedor de reclamar la
destrucción física de lo mal hecho, claro está, siempre que ello fuera posible, y reclamar los daños y perjuicios.

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La obligación de no hacer es una obligación de resultado, y como tal en el incumplimiento imputable el factor de
atribución es objetivo.

[1] Las referencias al "Código" indican que se trata del Código Civil y Comercial (aprobado por Ley 26994),
ya que cuando me he de referir al Código derogado expresamente se lo cita como "Código Civil
derogado".

[2] Se toma como base para este punto: Tulia, Mauro A., Tratado de Derecho Civil, Parte General, obra en
etapa de impresión, Ediciones Jurídicas, Capítulo X, nº 364 a 412.

[3] Fragmentos extraídos de los fundamentos de elevación del anteproyecto.

[4] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, parte general, 18 edición, Bs. As., 1999, Abeledo-
Perrot, t. II, p. 197.

[5] Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil, parte general, 9 edición, Bs. As., 1988, Abeledo-Perrot,
t. II, p. 35.

[6] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, parte general, 10º edición actualizada por
Romero del Prado, Víctor, Bs. As., 1958, TEA, t. II, p. 61.

[7] A ello cabe agregar que Llambías y Borda han dicho que los almácigos, por estar destinados a
transportarse de un lugar a otro son cosas muebles. Salvat ha expresado que los frutos y cosechas
pendientes forman un todo con los árboles y plantas que los producen y en ese carácter son también
inmuebles.

[8] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, parte general, t. II. P. 198.

[9] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, parte general, t. II, p. 200.

[10] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Parte general, t. II, p. 75.

[11] Texto ordenado por Decreto 1114/1997, con las reformas introducidas por las Leyes 25232, 25345 y
25677.

[12] Agregando que el Poder Ejecutivo Nacional podrá disponer, por vía reglamentaria, la inclusión al
régimen de otros vehículos automotores.

[13] Artículo 5, Ley 22939, texto según reforma de la Ley 26478.

[14] Artículo 6, Ley 22939, texto según reforma de la Ley 26478.

[15] Artículo 9, Ley 22939, primer párrafo según reforma de la Ley 26478.

[16] Artículo 10, Ley 22939, según reforma de la Ley 26478.

[17] Agregando el artículo 52 que ni las aeronaves ni los motores son susceptibles de afectación de prenda
con registro. Que, no podrá ser hipotecada ni afectada como garantía real de ningún crédito, la
aeronave inscrita conforme a los artículos 42 y 43 de este Código, hasta tanto se proceda a su
inscripción y matriculación definitivas. Y que cuando los bienes hipotecados sean motores, el deudor
deberá notificar al acreedor en qué aeronaves serán instalados y el uso que se haga de aquéllos. La
hipoteca de motores mantiene sus efectos aún cuando ellos se instalen en una aeronave hipotecada a
distinto acreedor.

[18] Cfr. Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Parte general, t. II, p. 85.

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[19] Áreas rurales, residenciales (con distintas clases de intensidad), industriales, etcétera. Para un
acabado ejemplo puede consultarse el Decreto Ley 8912/1977 de la Provincia de Buenos Aires, y los
códigos de planeamiento urbano de los distintos municipios de la Provincia, ya que el citado Decreto
Ley es una ley marco, siendo competencia de los municipios dictar sus propias normas de
ordenamiento territorial adecuadas a la ley provincial, y sujetas a la convalidación de la autoridad
provincial (del Poder Ejecutivo).

[20] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, parte general, t. II, p. 205.

[21] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, t. II, p. 204.

[22] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, t. II, p. 81.

[23] Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil, t. II, p. 46.

[24] Para un estudio de los bienes del dominio público remitimos al lector a las siguientes obras: Balbín,
Carlos F., Manual de Derecho Administrativo, tercera edición, Bs. As., 2015, L. L. Balbín, Carlos F.,
Tratado de Derecho Administrativo, segunda edición, Bs. As., 2015, La Ley. BIELSA, Rafael, Derecho
Administrativo, Bs. As., 1955/57, Depalma. Biglieri, Alberto, Manual de Derecho administrativo, Bs. As.,
2011, L. L. De Reina Tartière, Gabriel (Coordinador), Dominio Público, naturaleza y régimen de los
bienes públicos, Bs. As., 2009, Heliasta. Diez, Manuel María, Dominio Público, Bs. As., 1940, Valerio
Abeledo. Forsthoff, Ernst, Tratado de derecho administrativo, traducción del alemán, Madrid, 1958,
Instituto de Estudios Políticos. Marienhoff, Miguel S., Permiso especial de uso de bienes del dominio
público, Bs. As., 1996, Abeledo-Perrot. Marienhoff, Miguel S., Tratado de domino público, Bs. As., 1960,
TEA. Sayagués Laso, Enrique, Tratado de derecho administrativo, Montevideo, 1959, Martín Bianchi
Altuna. Villegas Basavilbaso, Benjamín, Derecho administrativo, Bs. As., 1949-1956, TEA. Entre otros.

[25] Marienhoff, Miguel S., Tratado de domino público, Bs. As., 1960, TEA, p. 122. Villegas Basavilbaso,
Benjamín, Derecho administrativo, Bs. As., 1949-1956, TEA, t. 4. P. 91. En contra: BIELSA, Rafael,
Derecho Administrativo, Bs. As., quinta edición, 1955/57, Depalma, t. 3, p. 443, quien refiriéndose a los
cementerios y a su no inclusión en la nómina del artículo 2339 del Código Civil, expresa que es el
Derecho administrativo y no el civil quien debe determinar y regir los bienes públicos.

[26] Entre otras denominaciones, a los bienes del dominio público se los designa también como dominicales
(vocablo aceptado por la doctrina), o demaniales (vocablo también aceptado por la doctrina, sobre todo
la española).

[27] Marienhoff, Miguel S.: Tratado del Dominio Público, Bs. As., 1960, TEA, p. 141.

[28] De la concurrencia o no de los cuatro elementos indicados se obtendrá la conclusión de si el o los


bienes de que se trate constituyen o no bienes dominicales.

[29] Además de las obras y autores citados, véase en particular: Marienhoff, Miguel S., Permiso especial de
uso de bienes del dominio público, Bs. As., 1996, Abeledo-Perrot.

[30] Marienhoff, Villegas Basavilbaso, Bielsa, entre otros.

[31] Marienhoff, Miguel S., Tratado de Dominio Público, p. 228.

[32] La redacción del artículo 2342, inciso 1), del Código de Vélez se refería a los bienes que carecen de
"otro" dueño, lo cual consideramos era una redacción más apropiada.

[33] Tulia, Mauro A. (autor), en: Tomá, Pedro B. (Director), Código Civil y Comercial de la Nación
comentado, Bs. As., 2015, Ediciones Jurídicas, t. 1-A, p. 97.

[34] Equivalente al artículo 600 del Código Civil derogado.

[35] Galli, Enrique V. (actualizador), en: Salvat, Raymundo M., Tratado de Derecho Civil, Obligaciones en
general, sexta edición, Bs. As., 1952, TEA, t. I, p. 305.

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[36] Mariani De Vidal, Marina, Curso de derechos reales, 7ª edición, Bs. As., 2004, Zavalía, t. 1, p. 338.

[37] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Derechos Reales, 1ª edición, Bs. As., 1927,
Librería y Casa Editora de Jesús Menéndez, t. I, p. 452.

[38] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 435.

[39] La doctrina no fue pacífica en este punto, entendiendo un sector que no debía ser indemnizadas
(Busso, Eduardo B., Código Civil anotado, Bs. As., 1949, Ediar, t. IV, p. 162). Mientras que otros autores
interpretaron que sí tenía el deudor facultades para su cobro, opinión sostenida por Salvat (Salvat,
Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Derechos Reales, t. I, p. 342) y Colmo (Colmo, Alfredo,
De las obligaciones en general, Bs. As., 1920, Librería y Casa Editora de Jesús Menéndez, p. 224),
entre otros.

[40] Busso, Eduardo B., Código Civil anotado, Bs. As., 1949, Ediar, t. IV, p. 162.

[41] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Derechos Reales, t. I, p. 342.

[42] Colmo, Alfredo, De las obligaciones en general, Bs. As., 1920, Librería y Casa Editora de Jesús
Menéndez, p. 224.

[43] Pizarro, Ramón, Vallespinos, Carlos, Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 314. En
igual sentido: Llambías.

[44] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 304.

[45] Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A., Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 229.

[46] Llambías, Borda, Lafaille, entre otros.

[47] Colmo, Lafaille, Llambías, Borda, Alterini, Ameal, López Cabana, Compagnucci De Caso, Pizarro,
Vallespinos.

[48] Lo que a nuestro entender, esta afirmación no es del todo cierta, ya que es posible que el género
pueda perecer.

[49] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 338.

[50] Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A, Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 237.

[51] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Parte general, t. II, p. 207. Borda, Guillermo,
Tratado de Derecho Civil, parte general, t. II, p. 50.

[52] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 348.

[53] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 348.

[54] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, pp.
349/351.

[55] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 451.

[56] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 451.

[57] Busso, Eduardo, Código Civil anotado, Bs. As., 1949, Ediar, t. IV, p. 258. Definición también utilizado

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por Alterini, Ameal y López Cabana (Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto,
Derecho de las obligaciones, p. 457).

[58] Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A., Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 250.

[59] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 401.

[60] Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A., Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 251.

[61] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 404.

[62] Repárese que el interés punitorio no es exclusivamente de origen convencional, ya que las normas
tributarias suelen fijarlo.

[63] Salvat, Raymundo, Tratado de Derecho Civil Argentino, Obligaciones -Parte General-, 6ª edición
actualizada por Enrique V. Galli, Bs. As., 1952, TEA, t. II, p. 629. Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar
José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 535. Entre otros.

[64] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Obligaciones, t. II-A, p. 233. Pizarro, Ramón D.,
Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 429.

[65] Giuliani Fonrouge, Carlos M., Navarrine, Susana Camila, Código Fiscal de la Provincia de Buenos
Aires, segunda edición actualizado por Navarrine, Susana Camila y Morera Martínez, Fernando
Esteban, Bs. As., 2012, L. L., t. I, p. 299.

[66] Giuliani Fonrouge, Carlos M., Navarrine, Susana Camila, Código Fiscal..., t. I, pp. 299/300.

[67] CSJN, Fallos: 160:114.

[68] CSJN, Fallos: 315:158.

[69] CCPLE, MP, 107.122, RDS-344-98 P 12-11-1998, juez Dalmasso (SD), carátula "Fisco de la Pcia. De
Bs. As. c/ Salio, Carlos y otro s/ Apremio", Publicaciones LLBA 1998-1403, Mag. Votantes: De Carli,
Dalmasso, Font, Zampini, Oteriño, fallo Plenario; entre muchos otros.

[70] SCBA, AC 72785 S 13-3-2002, Juez De Lázzari (SD), Caratula: Fisco de la Pcia. de Bs. As. c/
Gutiérrez, Jorge Constancio s/ Apremio Publicaciones: DJBA 163, 178, Mag. Votantes: de Lázzari-
Pisano-Hitters-Pettigiani-Negri, Trib. de Origen: CC0000JU. SCBA, Ac 72681 S 30-8-2006, Juez De
Lázzari (MA), Caratula: Administración Federal de Ingresos Públicos c/ Falasconi, Pedro Oscar y otra s/
Incidente de revisión, Mag. Votantes: Negri-de Lázzari-Rocoroni-Pettigiani-Soria-Hitters-Kogan, Trib. de
Origen: CC0000JU.

[71] SCBA, AC 72785 S 13-3-2002, Juez de Lázzari (SD), Caratula: Fisco de la Pcia. de Bs. As. c/
Gutiérrez, Jorge Constancio s/ Apremio Publicaciones: DJBA 163, 178, Mag. Votantes: de Lázzari-
Pisano-Hitters-Pettigiani-Negri, Trib. de Origen: CC0000JU.

[72] SCBA, C 96850 S 20-10-2010, Juez Genoud (MA), Caratula: Fisco Nacional (AFIP-DGI) c/ Cooperativa
Agropecuaria de 25 de Mayo Limitada s/ Incidente de revisión Mag. Votantes: Hitters -Pettigiani -de
Lázzari -Negri -Genoud, Trib. de Origen: CC0002ME. El precedente de la CSJN es Fallos: 316:42.

[73] CSJN, Fallos: 316:42.

[74] SCBA, C 104407, sentencia del 11-3-2013.

[75] CSJN, Fallos: 98:20; 115:111; 132:402; 140:175; 144:313; 149:417; 150:419; 156:219; 171:79;
175:199; 176:339; 179:98; 195:270; 196:337; 207:270, entre otros.

43 / 44
[76] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 466.

[77] Rivarola, Rodolfo, Instituciones del Derecho Civil Argentino, Bs. As., 1901, J. Peuser, t. I, p. 153.

[78] Machado, José O., Exposición y Comentario del Código Civil Argentino, Bs. As., 1898, Lajouane, t. II, p.
344.

[79] Colmo, Alfredo, De las obligaciones en general, Bs. As., 1920, Librería y Casa Editora de Jesús
Menéndez, p. 254.

[80] Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A, Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 258.

[81] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 480.

[82] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 445.

[83] Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José, López Cabana, Roberto, Derecho de las obligaciones, p. 481.

[84] Pizarro, Ramón D., Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado, Obligaciones, t. I, p. 445.

[85] Compagnucci de Caso, Rubén, Manual de obligaciones, p. 101.

[86] Machado, José O., Exposición y Comentario del Código Civil Argentino, t. II, p. 353.

[87] Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Obligaciones, Bs. As., 2005, Lexis Nexis, t. II, p.
304. Llambías, Jorge Joaquín, Raffo Benegas, Patricio, Sassot, Rafael A, Manual de Derecho Civil,
Obligaciones, p. 264.

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