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Margarita Rosa Baquero nació en la ciudad de Bogotá

Colombia, a sus 15 años de edad emigro y vivió en la


entonces república socialista de Rusia en tiempos del
presidente Brezhnev.

Años más tarde, por así marcarlo su destino radica por 15


años en Grecia, país en el que inicia su historia como
mujer y madre procreando dos bellos hijos en los cuales
está basada esta historia de hechos reales.

Tras su primer divorcio regresa a su país natal en donde


se desarrolló como publirrelacionista, lugar en donde se
casa nuevamente y nace su tercer hijo. Actualmente radica
en México, país en el que continúa con su carrera y escribe
la presente historia, la cual es una enseñanza de vida y
aprendizaje para todas las mujeres del mundo.
Secuestré a mis propios hijos
por amor
___________________

Margarita Rosa Baquero


Presentación

Quiero comenzar a relatar esta historia que representa una


parte muy importante de mi vida, ya que ésta marcó una
etapa crucial en mí y mis hijos. Espero algún día ellos lean
este libro, recuerden lo sucedido y entiendan el porqué de
mi actuar. Recuerdo que, en aquellos oscuros momentos,
siempre inequívocamente pensé que mis hijos debían estar
conmigo, muy lejos de cualquier agresión por parte de su
padre, sabía que de ninguna manera iba a permitir que
nada ni nadie me los arrebatara. No fue egoísmo de mi
parte, sólo quería en ese momento llevármelos lejos, con
mi familia a Colombia para poder guiarlos como madre y
darles todo mi amor. En aquel momento cuando el padre
de mis hijos (Sotiris el griego) me separa de ellos, sentí en
los más profundo de mi ser un fuerte dolor que me
estremeció cada célula de mi cuerpo y mi rabia se
extendía estrepitosamente al no encontrar alguna razón
que justificara esos hechos, ya que siempre busqué ser la
mejor versión como madre, a diferencia de lo vivido con
mi propia madre quien por su alcoholismo causó en mi
infancia grandes resentimientos, mismos que ahora ya he
perdonado.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Sin duda alguna siempre he sido un ser imperfecto,


el cual ha procurado luchar cada día de su vida para
contribuir en tener una mejor sociedad y como misión en
esta tierra ser un buen ser humano dador; por desfortuna a
través de los años y desde mi etapa formativa, juventud y
madurez siempre mis círculos familiares y sociales me
habían mostrado su lado oscuro y tendencioso a señalarme
y menospreciar cualquier éxito, en especial mi madre que
por su alcoholismo siempre hubo un muy extraño e
inentendible rechazo especial hacia mi persona; sin
embargo, sabía que en medio de la tormenta que se
avecinaba al planear secuestrar a mis hijos, sabía que la
mano de Dios estaría conmigo, de hecho mi fe en mi Dios
respetando siempre las creencias de todos los demás, han
marcado mi camino por convicción desde mi edad
temprana.
Por desfortuna para nosotras las mujeres, en la
época actual, el sexismo y la discriminación sexual han
pretendido marcar o etiquetar a la mujer como débil, sin
embargo gracias a la lucha y ejemplos coetáneos de
mujeres exitosas como la madre Teresa de Calcuta,
Margaret Thatcher, Malala, Angela Merkel, etc. Han
demostrado que las mujeres somos un misterio,
demostrado que tenemos una gran fortaleza interior,
misma que sacamos desde nuestro adentro en los

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Margarita Baquero

momentos más difíciles cuando atravesamos los peores


momentos a lo largo de nuestras vidas; además, sabemos
con sabiduría hacerle frente a cualquier circunstancia que
se presente. Y aunque caigamos en lo más profundo del
abismo, siempre lograremos levantarnos de nuevo, una y
otra vez más. Por esta razón quiero compartir con ustedes
esta parte de mi historia de vida. Estoy segura de que
muchas y muchos se verán reflejados en estas líneas.
En nuestro ideal de vida, todos debemos perdonar de
corazón y alma a las personas que nos han herido o nos
han hecho daño, en estricta teoría estos hechos conllevan
tanto a la limpieza del alma como a una mejor y profunda
espiritualidad, para vivir en paz con nosotros mismo.
Aunque tu corazón esté triste, por dentro sabes que no
todo va a permanecer igual, porque en esta vida nada es
estático. En el universo todo cambia, todo fluye nada es
permanente, lo único permanente es el cambio, recuerdo
que en aquellos malos momentos yo sabía que saldría
adelante con mis hijos, siempre lo supe desde el fondo de
mi corazón. La vida no es fácil, es muy dura, no obstante,
la adversidad, el ser humano desde el inicio de la vida
misma seguimos subsistiendo como raza humana y en
nuestro bendecido género generando la vida misma.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

No soy ejemplo para nadie, únicamente quiero que las


mujeres sepan que nuestro ser es muy fuerte porque
venimos de una mujer, y por ello somos capaces de hacer
cualquier cosa por nuestros hijos, sin importar lo que
tengamos que pasar, así nos cueste dar nuestra propia vida
por ellos. Por esa razón decidí plasmar por escrito lo que
viví. Este libro es una inspiración para mí, porque cada ser
es una historia y aquí quiero presentarles una parte de la
mía.
Este libro está dedicado a mi gran Dios, sin Él no
hubiera sido posible escribirlo. Él es mi inspiración y
quien permite que estas letras salgan de mi corazón; Él es
el dueño de mi vida, mi padre y mi amigo, mi gran guía,
me lleva de la mano y me dice qué camino debo seguir,
me acepta como soy y perdona mis pecados; no me juzga,
por Él existo y siento una grandeza infinita de amor a
ustedes mis hermanos.
Por supuesto, también dedico este libro a mis hijos que
tanto adoro. A Konstantinos (griego), aunque hoy él no
quiera saber de mí, sólo espero que el día que lea este libro
analice lo que pasó y las razones de mis actos en esos
momentos. Espero que entienda que yo nunca lo
abandoné, que recuerde que la decisión de regresarse con
su padre fue de él. Yo ya había cumplido como madre y

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Margarita Baquero

nunca lo dejé en Grecia, incluso regresé por él para


llevármelo. Me da mucha tristeza que no quiera saber nada
de mí, yo le di la vida y sí, de mi parte hubo fallas como
le ocurre a todas las personas, pero que no desee verme y
no me considere su madre sí es muy doloroso para mí.
Siempre lo apoyé y quiero que sepa que yo lo amo con
toda mi alma, que daría mi vida por él y que, si en algo
fallé como madre, me perdone.
A mi hija Angeliki, que siempre ha sido un espíritu
libre, una mujer maravillosa llena de amor y bondad, que
hoy es madre de un bello bebé. A mi hijo David, que no le
ha tocado nada fácil en esta vida y lo adoro con todo mi
corazón. Te pido perdón por las cosas que te hice pasar
hijo y hoy me siento muy orgullosa de ti, eres un guerrero.
A mis nietos Alex, Apolonas y Noah. A todas las mujeres
del mundo que, como yo, han cursado sus historias de vida
con alegrías, tristezas, decepciones. Se lo dedico a las que
hoy sufren por sus hijos y soportan las humillaciones más
grandes. A aquellas que pierden su dignidad por miedo a
ser agredidas física y psicológicamente por sus propios
maridos. Que viven donde no hay respeto ni humildad, y
mucho menos honestidad. Lamentablemente, estos
valores están casi extintos.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Con respecto a la historia que les compartiré debo decir


que nunca había sentido tanto miedo en mi vida; sin
embargo, sabía que lo que estaba haciendo era correcto,
pues no podía dejar a mis hijos y nada ni nadie me los
arrebataría. Era una decisión que había tomado. Estaba
consciente de que tendría que afrontar las consecuencias
y no me importaba ir a la cárcel si llegaban a detenerme.
El sufrimiento que pasé cuando luché por ellos fue muy
grande. Lo que me pasara a mí estaba de más; en el fondo,
sabía que lo lograría, escaparía con ellos, pues ante el
amor de los hijos no hay barreras, ni las leyes de ningún
país, ni un padre, ni una familia, sólo Dios podría
quitármelos, ya que fue Él quien me bendijo al dármelos.
A todas las mujeres del mundo quiero expresarles con
mi corazón que debemos reconocer que nacemos con una
luz propia que está en nuestro ser, y que llevamos dentro
por el simple hecho de dar vida. Nunca debemos rendirnos
ante ninguna circunstancia por muy dura que ésta sea,
somos lo más perfecto que Dios ha creado en esta Tierra.
Les contaré una parte de la película de mi vida. Y ante
esto, pienso que todos los seres humanos tenemos nuestra
propia película en la que somos los protagonistas y los
actores secundarios son aquellos que entran y salen de
nuestra historia, algunos llegan y se quedan para siempre,

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Margarita Baquero

otros permanecen por un tiempo determinado, mientras


que otros llegan como ráfagas de luz por un segundo. Sin
embargo, todos nos dejan un aprendizaje.
El sentido de venir a este mundo se llama “amor”,
cuatro letras tan cortas pero con una grandeza infinita. Y
es que estamos hechos de amor y, por ende, no hay un
precio por su inmensidad. En ocasiones, estamos tan
carentes de amor que sólo nosotros mismos podemos
darlo. Lo mismo sucede cuando recibimos cariño y amor:
debemos vivir en armonía para estar receptivos y abiertos
ante esos sentimientos. El amor es un sentimiento
universal que tenemos hacia las personas, animales,
plantas, nuestro trabajo, hacia uno mismo, por eso, todo lo
que hacemos con amor tiene energía propia. Por lo tanto,
no hay forma de conseguir una meta cuando falta este
ingrediente tan importante. Muchos no tendríamos vacíos
en nuestro corazón si desde pequeños hubiéramos recibido
de nuestros padres este sentimiento tan grande. Crecemos
con estas ausencias y sombras el resto de nuestras vidas.
Por esa razón, cometemos errores al tratar de buscar quién
nos ame. Hacemos lo posible e imposible por ganarnos el
amor de los demás, lo que sea para mendigarlo y ser
aceptados incluso en nuestra propia familia y en la
sociedad. Por eso, debemos entender que primero hay que
amarnos a nosotros mismos, lo cual incluye valorarnos,

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Secuestré a mis propios hijos por amor

cuidarnos, atendernos, respetarnos y de esa forma seremos


capaces de brindar esto mismo a los demás con una gran
intensidad. Con frecuencia sentimos miedo a la soledad, a
quedar desprotegidos, a estar en la oscuridad de nuestra
alma. Nuestro gran problema es que convivimos con
temores y pensamos que al huir del lugar donde nos
encontramos todo cambiará y no es así, el cambio real
sucederá hasta que cambiemos nosotros mismos en el ser,
en el alma y la mente. Toda mi vida padecí de la falta de
afecto de mis padres. Era como llevar un costal cargando
sobre mis hombros y cada día le ponía una piedra más. Por
esa razón, llegó un momento que no pude continuar
caminando y tuve que pedirle a mi Dios que me ayudara a
cargarlo porque yo realmente ya no podía; Él me dijo sólo
suéltalo, tíralo, no lo necesitas, continúa con tu vida,
piensa en ti y ámate para que puedas dar a los demás tu
amor incondicional. Por eso quiero compartirles esta parte
de mi historia, pues aunque no los vea, no los conozca, por
el hecho de tomarse el tiempo para leer y conocer esta
parte de mi experiencia de vida, ya son parte de mí.
Deseo que estas vivencias que pongo en sus manos les
sean de gran ayuda. La vida es un reto al que nos
enfrentamos día a día, es un servicio completo de amor,
lealtad, bondad y humildad. También es una tragedia y
hay que confrontarla. Es oportunidad y hay que tomarla

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Margarita Baquero

cada vez que se nos presente, es un juego al que hay que


coquetearle, es también una promesa a nosotros mismos,
es tristeza que debemos superar, es alegría que nos hace
sentir inmensamente realizados pero, sobre todo, es
esperanza porque es la única que nos mantiene vivos. A lo
largo de estas páginas les narraré una parte crucial de mi
vida que me dejó mucho aprendizaje y que hasta el día de
hoy está en mi alma como si hubiera sido ayer.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Capítulo I

Llevaba una ilusión muy grande en mi corazón: comenzar


una nueva vida, formar mi propia familia, tener una vida
llena de amor, esperanza, entrega y paz. Era lo único que
quería, algo que me había sido negado desde que era una
niña muy pequeña, desde que recuerdo mi existencia.
Estoy hablando del amor. Desafortunadamente mi madre
(Esperanza Osorio) fue muy indiferente y agresiva
conmigo, sin embargo, hoy no le tengo rencor y ya lo
perdoné. Hoy por hoy no guardo ningún resentimiento
hacia ella, ya falleció y mi único deseo es que descanse en
paz. No soy nadie para perdonar, no soy nadie para
señalar, sólo estoy narrando lo que me tocó vivir.
Fui la única mujer entre tres hombres, la tercera de mis
hermanos. De niños, entre nosotros nos divertíamos
mucho; ellos siempre estaban jugando a los tres
mosqueteros y yo siempre terminaba llorando porque me
golpeaban y se reían.
Reanudábamos su juego, salíamos a la calle a
encontrarnos con nuestros amigos de la cuadra y
jugábamos a “las escondidas”. Estos juegos nos divertían
muchísimo. Así fueron pasando los días, las semanas, los
meses y años. Afuera, cuando estaba con mis amigos,

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Margarita Baquero

olvidaba las noches de tormenta que me esperaban en mi


habitación. Todos los días, la llegada de mi madre a mi
alcoba en la noche, después de que volvía con mi padre
(Alberto Baquero) dueño de una empresa editorial, me
paralizaba, me angustiaba y me hacía sentir un pánico
inmenso. En ese entonces yo era una niña de sólo seis o
siete años soportando agresiones y malos tratos. Me sentía
sola, totalmente desprotegida, y el miedo que día tras día
recorría todo mi ser era espantoso.
Mi padre era un hombre culto y muy educado,
empresario y plenamente dedicado a su compañía. Era 25
años más grande que mi madre. Siempre fue muy
responsable con nosotros y nunca nos faltó nada.
Vivíamos muy bien económicamente desahogados;
incluso, puedo decir que teníamos de más. Mi padre era
un hombre muy respetuoso, que desde muy joven estudió
y trabajó para apoyar a sus siete hermanos y que ellos
pudieran salir adelante. Él provenía de una familia de
abolengo del estado de Neiva, capital del departamento de
Huila, Colombia. Respecto a mi madre, ella era de una
familia de buenos principios, humilde y también de Neiva.
Mis padres se conocieron debido a que, en esa época, mi
papá acababa de llegar de Venezuela, vivía en la ciudad
de Maracaibo y su trabajo era vender pieles de cocodrilo.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Le iba bien, pero decidió regresar a Colombia con su


familia. Mi madre era una niña de 15 o 16 años y mi
abuela materna tenía una tienda. Resulta que aquella
tiendita estaba cerca de la casa de mi padre. Su calle
empedrada estaba llena de árboles y buganvilias que se
asomaban por las ventanas de las casas. La tienda de mi
abuela era pequeña, tenía un estante en el que ordenaba
los productos que vendía: azúcar, frijoles, sal, pan y toda
la variedad de verduras. Mi padre, cada vez que pasaba
frente de la tienda, veía a mi madre llegar de la escuela.
Ella ya iba a terminar la preparatoria y quería estudiar
Medicina. Un día, él decidió entrar a la tienda para poder
conquistarla. Se sentaba en una mesa pequeña que estaba
a la entrada, pedía una cerveza y esperaba que mi madre
llegara. Así todos los días. Incluso, se hizo amigo de mi
abuela y de mi madre. Mi abuela, al ver que era un hombre
muy educado y de buena posición, presionó a mi madre
para que se casara con él. Cuando la pidió, ella no quería
casarse, sino entrar a estudiar Medicina, pero en ese
momento las condiciones de mi abuela no lo permitían y
terminaron casándose.
Pasaron los años y mi padre siempre fue un hombre
próspero y muy honesto, ayudaba mucho a la gente, y
sabía tanto que parecía una enciclopedia. Me encantaba

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Margarita Baquero

platicar con él de todos los temas y aprendí mucho con


solo escucharlo. Era capaz de entablar una plática sobre
cualquier tema. Comenzó piedra por piedra a forjar su
propia compañía, y la hizo crecer hasta al punto de
convertirla en una empresa muy fructífera al servicio del
turismo en Colombia. La empresa publicaba
mensualmente los itinerarios de todas las compañías de
aviación que llegaban a Colombia. En esa época, era la
información más importante para las agencias de viajes,
ya que aún no existía el internet. El contenido informático
comprendía varias secciones: había una sección de
noticias, en donde las agencias de viajes del país y
aerolíneas publicaban sus eventos, también contaba con
una parte de publicidad. Dicha publicación era una revista
de 350 páginas y toda la redacción, edición e impresión
corría a cargo de la empresa de mi padre. De modo que
teníamos todas las máquinas y personal encargado para su
elaboración. La compañía quebró después de 40 años, ya
mis padres habían fallecido y desafortunadamente mis
hermanos la dejaron morir.
Soy orgullosamente colombiana. Nací en Bogotá, una
ciudad muy hermosa, sus montañas te rodean como si
quisieran abrazarte. Su gente es tan amorosa que te trata
como si te conocieran de toda la vida. Me gusta ir porque

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Secuestré a mis propios hijos por amor

disfruto de mis amigos, tan alegres, tan especiales, que se


desviven por atenderte. Siempre nos reunimos para
festejar mi llegada. Me siento muy feliz de saberme
querida por ellos y de encontrarme con sus detalles, como
cuando cocinan nuestra comida típica para que pueda
saborearla. El sancocho ¡que me encanta!, es una mezcla
de ingredientes como pollo, carne, mazorca o como dicen
en México, elote; además de yuca, papa, cilantro y un
guiso a base de jitomate, cebolla y ajo; es una sopa y lleva
como porción el arroz. El ajiaco santafereño es uno de los
platillos que más me gusta, contiene pollo en presas o
desmenuzado, tres tipos de papas (pastusa, sabanera y
criolla), también lleva mazorca, alcaparras, crema y como
guarnición se acompaña con arroz y aguacate. A esto me
refiero cuando digo que la gastronomía colombiana es
muy variada y de sabores exquisitos al paladar. Extraño
mucho sus pueblos pintorescos, en los que puedes
encontrar a campesinos vendiendo sus artesanías en las
plazas principales. Disfruto de la música, de ese vallenato
tan peculiar y propio de Colombia que narra en sus
canciones historias de la vida, del amor y del desamor.
Durante mi infancia, todos los días me despertaba muy
temprano para tomar el camión de la escuela, que pasaba
por mí a las seis de la mañana. Debo decir que hubo en mí

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Margarita Baquero

una soledad que me persiguió siempre. Estudiaba en una


escuela de monjas franciscanas. Era un semi-internado,
entraba a las siete de la mañana y salía a las dos de la tarde.
Cada mañana me levantaba sin ganas de ir a la escuela.
muy triste y con miedo a que me hicieran daño. La verdad
nunca fui una excelente alumna y no quería ir, pues mis
compañeras de salón me hacían bullying: se burlaban de
mí, me jalaban mi cabello, por lo que me iba a esconder a
los baños llorando para que no me agredieran. Me decían
que era muy creída por ser bonita y siempre veían la
oportunidad de molestarme. Me pegaban chicles en el
cabello, me rayaban por detrás la blusa que llevaba puesta
y me escribían cosas ofensivas.
Por eso odiaba ir a la escuela, hasta que un día me llené
de valor. Había una niña que era la que más me golpeaba
y se bajaba en la misma parada que yo. Aquel día, me bajé
del autobús y corrí muy rápido hasta que logré
esconderme. Cuando ella pasó por donde yo estaba, salí y
la golpeé. Le dije: “a mí no me vuelves a tocar porque si
lo haces te va a ir peor”. Nunca más volvieron a
molestarme y en ese momento entendí que tenía que
defenderme o continuarían maltratándome. Cuando
llegué a mi casa me encontré con que mi madre no había
ido a trabajar a la compañía. Más tarde, la niña a la que

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Secuestré a mis propios hijos por amor

agredí fue con su madre a nuestra casa, pues vivía muy


cerca, mi hermano abrió la puerta y la mamá de ella estaba
enfurecida conmigo y mis padres. Me pidió que llamara a
mi madre. Salí y le expliqué por qué la había golpeado,
incluso hablé de todo lo que ella y sus amigas me hacían
en la escuela. Sin embargo, cuando se retiraron y tras
cerrar la puerta, mi madre tomo un palo de escoba y me
golpeó muy fuerte en todo mi cuerpo. Ya no podía ni
caminar.
Con respecto a mi padre, no recuerdo un beso, un
abrazo o una palabra cariñosa para mí. Nunca me gritó ni
me ofendió, pero él era muy neutral en la educación de
sus hijos. En casa, la que llevaba las riendas era mi madre.
Recuerdo que ella todo el tiempo me golpeaba. Un día, mi
mamá no estaba en la casa y nos iba a dejar con mi abuela
materna; entonces, llamó y me pidió que alistara la ropa
de mis hermanos y la mía porque pasaría por nosotros en
el autobús. En esa época no teníamos coche y acordamos
que a las tres de la tarde nos veríamos en la parada del
autobús. Yo sólo tenía seis años y se me hizo fácil meter
la ropa de mis hermanos en una bolsa plástica de la basura.
Cuando ella me vio con la bolsa en la mano me tomó del
brazo y me dijo: “cómo se te ocurre poner la ropa de tus
hermanos en una bolsa de la basura”. Yo tenía mucho

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Margarita Baquero

miedo, pues sabía lo que me esperaba al llegar a la casa.


Cuando cerró la puerta me agarró del cabello y me arrastró
por toda la casa. Yo lloraba y gritaba: “por favor no me
pegues más, no me pegues más”, ella sacudía mi cabello
muy fuerte y me pegaba contra los muebles, yo estaba en
el piso sin dejar de llorar.
Hasta el día de hoy no he podido olvidar todas las
agresiones y golpes que me causó. Las noches eran un
tormento en mi vida, por esa razón me acostaba muy
temprano. A las seis de la tarde ya había hecho mi tarea y
alistado mi uniforme, sabía que su hora de llegada era a
las ocho de la noche y no quería que me viera despierta,
pues sabía que me golpearía. En ocasiones entraba a mi
habitación —puedo decir la mayoría de las veces— y
sentía cómo se abría la puerta. Mi corazón palpitaba tan
rápido que yo creía se me iba a salir. En esa época tendría
12 años y sólo los recuerdo aguantando las agresiones de
mi madre mientras jaloneaba mi cabello y mi alma. Toda
su ira acumulada la desquitaba en mí, todo su veneno lo
inyectaba en mi ser, sus frustraciones y celos por mi
padre. Nunca vi que tratara mal a mis hermanos, yo era su
verdugo, su rival, su malestar.
En esa época no existían los celulares ni el internet para
comunicarse, tenías que llamar de los teléfonos públicos

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Secuestré a mis propios hijos por amor

o desde tu casa. Fue en esos años, mientras filmaba un


comercial de tv para el cual me habían contratado, cuando
conocí a un hombre mayor en el estudio de grabación. Se
trataba de un periodista importante en esa época en
Colombia. Era joven, pero yo, a su lado, únicamente era
una chica de 14 años. Comencé a tratarlo y me enamoré
profundamente de él, pues me daba lo que me faltaba en
casa: atención y amor. De verdad me quiso mucho.
Él era muy especial, me encantaba cómo me miraba,
cómo me tocaba sin morbosidad, sólo me admiraba y no
teníamos que hablar. Sus manos acariciaban mi cabello,
mi cara y recorrían todo mi cuerpo. Hacía que me sintiera
segura y amada. Me hacía bien amarlo, sentirlo, quedarme
en sus brazos. Todos los días me dejaba una carta a una
cuadra de mi casa debajo de un ladrillo. Yo salía muy
temprano para recogerla y también le dejaba una. Me
sentía llena de amor y de paz, quería salir, escapar con él
y nunca más regresar a la casa.
Él solía tener un programa en las mañanas dedicado a
las mujeres y siempre ponía una foto mía al finalizar la
transmisión. Hasta que, en una ocasión, unos tíos vieron
la imagen y le comentaron a mi madre que mi rostro
aparecía en ese programa. Así fue como ella se dio cuenta
de que andaba con ese periodista. Se enfureció tanto que

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Margarita Baquero

tomó una guitarra que yo tenía en mi habitación y la


estrello sobre mi cabeza, me golpeaba y me daba patadas,
y como siempre jaloneaba mi cabello. Después agarró las
cosas de mi clóset y las tiró a la calle. De puta no me bajó
y al otro día me llevó al ginecólogo, pues quería saber si
aún era virgen. Por supuesto que lo era, él nunca abusó de
mí, después me llevó al salón de belleza y pidió que
cortaran mi cabello largo y rubio, dejándome totalmente
calva para que así él no pudiera fijarse más en mí. Yo le
comenté lo que me había hecho mi madre, tenía mucha
vergüenza de que me viera calva, pensé que ya no me
amaría más. Me cité con él a escondidas en una plaza muy
cerca de la casa. Cuando me vio, me abrazó y se puso a
llorar, llevaba dos argollas de matrimonio y me dijo:
“vámonos de aquí, déjame llevarte lejos, donde nadie te
haga daño”, pero no fui capaz de hacerlo por miedo a que
le ocurriera algo malo.
Pero mi castigo aún no terminaba. En ese momento mi
tío era embajador de mi país en Rusia. La sede
diplomática estaba en Moscú. Mi madre tomó el teléfono
y lo llamó, le dijo que estaba saliendo con un hombre
mayor que yo y que necesitaba urgentemente sacarme del
país, y le preguntó que si él podría recibirme. Mis tíos y
primos que vivían en Moscú siempre me quisieron y la

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Secuestré a mis propios hijos por amor

respuesta de mi tío fue inmediata: “claro que sí,


mándamela”.
Mi madre nunca me preguntó si quería irme, y mi padre
nunca se opuso ni hizo nada para detenerla. En una
semana, ella planeó mi viaje a Rusia y ya tenía comprado
el boleto. Sólo me dijo: “te vas la otra semana a Moscú
con tu tío”. No entendía por qué quería alejarme de mis
hermanos y mi padre. Empaqué mis cosas y a la semana
siguiente ya estaba reunida con mis tíos y primos en la
bella ciudad de Moscú. El día de mi partida a Rusia, aquel
hombre llegó al aeropuerto a escondidas. Le dije a mi
madre que iba al baño y fue la última vez que le vi, me
abrazó y me dijo: “te amo más que a mi propia vida.
Regresa no me dejes”.

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Margarita Baquero

Capítulo II

Salí muy triste de Colombia. Sentía en mi corazón un gran


abandono por parte de mi familia, no significaba
absolutamente nada para ellos. Sólo era un estorbo para
mi madre, una incomodidad en su vida que no la dejaba
estar tranquila. Mientras estábamos todos en un
restaurante del aeropuerto, esperando a que las bocinas
anunciaran que debía abordar mi vuelo, veía a cada
miembro de mi familia y no pasaba nada, se reían,
conversaban mientras yo moría por dentro. Mi padre
estaba sentado leyendo la prensa. De pronto, mi prima me
llamó y dijo: “¡ven rápido!, te voy a llevar con alguien que
quiere verte”. No sabía qué pasaba y le pregunté ¿con
quién?
Salimos corriendo del restaurante y me condujo a la
parte del estacionamiento. Mis ojos no podían creerlo, ahí
estaba Armando, el periodista, esperándome para darme
el último abrazo. Mis lágrimas no podían contenerse de la
emoción tan grande que sentía al verlo. Lo único que hice
fue correr a su lado y abrazarlo intensamente, decirle que
lo amaba y que esperara mi regreso. Él sólo me abrazaba
y lloraba. Me tuve que separar de él porque mi familia ya
me estaba buscando. Sentía mi corazón hecho pedazos,

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Secuestré a mis propios hijos por amor

entonces llamaron para abordar el vuelo y en el fondo de


mí sabía que dejaba un pasado y una vida atrás. Me
despedí de mi familia y me subí al avión, sin saber que
estaba frente a una partida que traería un cambio radical a
mi vida.
La travesía duró un día y medio hasta llegar a mi
destino: la ciudad de Moscú. Fue un viaje muy largo y
cansado, pero al llegar, mis tíos y primos estaban
esperándome en el aeropuerto. Era invierno y hacía un frío
terrible que nunca en mi vida había sentido, era de día
pero parecía de noche, todo era totalmente desconocido
para mí. Ellos fueron súper lindos y me dieron una bella
bienvenida. Mi tío se llama Guillermo y mi tía, que en paz
descanse, Graciela. Mis primos: Federico, Adriana y
Felipe, que son como mis hermanos, me acogieron muy
bien y con mucho cariño.
Del aeropuerto nos fuimos a la embajada de Colombia
en Moscú, era un edificio muy grande de cinco plantas y
tenía un jardín enorme, estaba lleno de árboles, pero todos
eran blancos porque la nieve los había cubierto. Nosotros
vivíamos en el cuarto piso de la residencia del embajador.
En la tercera planta estaban los salones donde se hacían
las recepciones y cenas para los diplomáticos, recuerdo
que eran muy grandes, lujosos y elegantes, con muchas

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Margarita Baquero

antigüedades. Cuando no había reuniones bajaba con mis


primos a uno de esos salones, invitábamos a amigos y
jugábamos cartas. También escuchábamos música en un
salón, que era el más pequeño y acogedor.
Mis primos ya estaban estudiando en la escuela, iban
como asistentes, aunque no se mostraban muy contentos
por ello, sobre todo por el frío que hacía a las siete de la
mañana en un país en el que casi todo el día es de noche
en época de invierno. Pasaron algunos días y cuando ya
empezaba a adaptarme, mi tío también me mandó a mí a
la escuela rusa. Recuerdo que las clases comenzaban a las
ocho de la mañana y no me gustaba salir del salón.
Aunque llevaba la ropa adecuada sentía frío, y no me
gustaba la comida que daban en la cafetería de la escuela;
entonces, me quedaba sentada pensando en mi familia,
pensaba en cómo estarían y en un sinfín de ideas que iban
y venían por mi mente.
Debido a que nosotros éramos asistentes, no era
obligatorio llevar el uniforme que usaban los rusos, por lo
que siempre íbamos con jeans y sacos para el frío,
nuestros abrigos especiales para esas temperaturas y botas
para la nieve. Sentía una gran tristeza porque muchas
personas se quedaban viendo la ropa que llevábamos
puesta y nos tocaban como si fuéramos marcianos.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Salíamos a las tres de la tarde de la escuela y nos recogía


el chofer para llevarnos a la embajada. Llegábamos y ya
la mesa estaba lista para que nos sentáramos a almorzar.
La mayoría de las veces, el chef de la embajada preparaba
comida colombiana, pues era la que le gustaba a mi tío. A
mí, la comida rusa me parecía muy grasosa. Los
ingredientes para la elaboración de las comidas provenían
de Colombia y de Helsinki, capital de Finlandia, debido a
que, durante esos años en Moscú no había mucha variedad
de alimentos, es decir, todo era muy limitado.
Me acuerdo que salíamos a caminar y se nos congelaba
el mentón por el frío, al grado de que no lo sentíamos. Me
encantaba comprar helados rusos, eran deliciosos y te
ayudaban a descongelar tu cara, eso sí, tenías que hacer
largas colas para poder adquirirlos. De hecho, tenías que
hacer una fila de cuadras de longitud para poder adquirir
un artículo o algún alimento.
Mi tío fue un hombre muy culto y extraordinario como
ser humano y embajador. Comenzó su carrera de político
como alcalde de una ciudad de Colombia llamada Neiva.
Él mismo pagó sus estudios, ya que trabajaba y a la vez
estudiaba la carrera de Derecho, se hizo sólo con sus
esfuerzos y las ganas de salir adelante. En verdad fue un
excelente alcalde, ayudó mucho a su pueblo y le tienen

30
Margarita Baquero

una gran estima. Después continuó su carrera de político


y se postuló como gobernador del estado de Huila en
Neiva, de ahí saltó a la presidencia del Senado en
Colombia; luego, lo nombraron dos veces embajador en
Rusia y, por último, fue ministro de justicia. Me siento tan
orgullosa de él, es de los seres humanos que más admiro
por su capacidad de superación, pero sobre todo por su
humildad. En cuanto a mi tía, la amé mucho, era una
mujer muy bella, culta, elegante, sofisticada y también me
amó mucho. Mis tíos siempre me trataron como a uno de
sus hijos, nunca hubo diferencias en absolutamente nada.
Mis primos siempre estuvieron dispuestos a apoyarme,
los amo como a mis hermanos, con ellos me la pasé muy
bien.
Me atrevo a decir que Moscú me regresó la paz, me dio
un gran aprendizaje de vida y conocimiento de su cultura.
Me acuerdo mucho que yo no le caía muy bien al chef y a
la última que siempre le servía era a mí. Incluso, cuando
entraba a la cocina no me dejaba comer cosas que en ese
momento se me antojaban. Recuerdo que me encantaba el
caviar negro con mantequilla, podía comer únicamente
eso durante todo el día, por lo que el chef Carlos se
molestaba. También había dos cocineras, dos niñeras para
mi primo Felipe, que era un niño, las señoras que hacían

31
Secuestré a mis propios hijos por amor

el aseo en la residencia y tres choferes. Recuerdo bien que


una tarde entré a la cocina y me serví un pedazo de pan
con caviar. De inmediato, Carlos me dijo que no podía
comerlo hasta la hora de la cena y que por favor me saliera
de ahí. Me sentí tan mal que me puse a llorar. En ese
momento, mi tío subió del consulado a la casa y me vio
con los ojos hinchados de llorar, por lo que me preguntó:
“¿por qué lloras monita?” (así me decían cariñosamente).
Le dije que no pasaba nada. Él pensó que extrañaba a mi
familia, pero me volvió a preguntar y le dije la verdad. Al
otro día, el chef Carlos iba de regreso a Colombia y ya
venía otro en su remplazo.
En las tardes, un profesor de nombre Sacha nos daba
clases de inglés y ruso. Él era un hombre joven y guapo,
además de muy buen maestro. Algo que recuerdo
perfectamente es que en la embajada ni en ningún otro
lugar a donde fuéramos podíamos hablar mal del sistema,
ya que en esa época, el modelo político de Rusia era el
régimen comunista. En esos años, el presidente Leonid
Brézhnev estaba al mando. Fue el secretario general del
comité central del Partido Comunista de la Unión
Soviética y presidió el país desde 1964 hasta su muerte en
1982. Su mandato como secretario general duró 18 años,
por lo que fue uno de los periodos más largos en el poder,

32
Margarita Baquero

sólo supera do por el de Iósif Stalin. Cabe decir que el


sistema no nos permitía tener ningún tipo de contacto con
la gente rusa, tampoco podíamos tener amistad con
ningún trabajador de la embajada que fuera ruso. Además,
todos trabajaban para la KGB, por lo que en la embajada
había micrófonos por todos lados. Para poder decir algo
que no nos gustara y estuviera en contra del sistema
teníamos que encerrarnos en el baño y así hablar con
libertad.
En esa época, la moneda oficial era el rublo (igual que
ahora), pero había una moneda llamada balutas que era
especial para los diplomáticos, pues había almacenes
exclusivos para extranjeros y diplomáticos donde los
rusos no podían entrar ni ver y mucho menos comprar.
Pasábamos nuestro tiempo en los museos, íbamos casi a
diario al teatro Bolshoi a ver el ballet o escuchar ópera.
Lo cierto es que estábamos rodeados de cultura y arte, lo
cual me encantaba. Durante las fiestas conmemorativas de
Rusia, las familias de todos los embajadores eran
invitadas a cenar al Kremlin. Los eventos se realizaban en
majestuosos salones con mucho lujo. La comida siempre
era exquisita y en ella participaban embajadores y sus
familias, políticos rusos y gente importante. Después de
la cena nos conducían a un gran salón, donde se

33
Secuestré a mis propios hijos por amor

presentaba el ballet que en esos días daba función en el


teatro Bolshoi de Moscú. Me encantaba ir con mi tío a los
almacenes de antigüedades, donde compraba cuadros
realmente hermosos hechos por artistas reconocidos.
Con frecuencia salía a caminar con mis primos por los
grandes parques llenos de nieve. Todo era blanco pero
triste, la gente llevaba en su cara una tristeza que no podía
dejar de notarse. Veían cómo ibas vestido, pues ellos
estaban muy limitados. En ese sentido, me daba mucha
tristeza y melancolía verlos viviendo así. Nuestros amigos
eran los hijos de los embajadores, únicamente con ellos
podíamos relacionarnos. En esa época había lugares
especiales como discotecas, ubicadas en lugares
específicos, a las que sólo podían entrar los hijos de
embajadores. Por esa razón, teníamos un carnet de
identidad que mostrábamos en la entrada del lugar. Lo
mismo sucedía en los hoteles y lugares exclusivos en los
que no se permitían rusos.
Conocimos mucha gente linda de diversas partes del
mundo. En la embajada se organizaban cenas con todos
los diplomáticos, y ahí se intercambiaban ideas y se
hacían relaciones con los demás miembros del gobierno
con el fin de crear redes con los otros países. También
viajábamos mucho por todo el mundo, pues estar en

34
Margarita Baquero

Moscú todo el tiempo nos deprimía debido a su sistema


político.
La despensa y los artículos personales los comprábamos
en Helsinki, capital de Finlandia, a donde íbamos una vez
al mes. Tomábamos el tren a las 12 de la noche y a las 12
del día llegábamos a Helsinki. Ahí, el sistema político y
económico en vigor era el capitalismo. Recuerdo que la
gente se veía contenta. En cuanto a nosotros, comíamos
hamburguesas, perros calientes, tomábamos Coca-Cola,
comprábamos lo que necesitábamos para nuestro uso
diario como pasta dental, jabones, champú, ropa, entre
muchas cosas más.
La verdad es que a pesar de que Rusia es un país
extraordinariamente hermoso, su sistema lo hacía un lugar
triste. Con respecto a su geografía, puedo decir que es el
país más grande del mundo, se extiende sobre dos
continentes, Europa y Asia. Sus temperaturas son hostiles
y muy extremas, sobre todo durante el invierno, mientras
que sus llanuras y mesetas son espectacularmente
hermosas. El lago Baikal tiene el agua más pura del
mundo, sus numerosos ríos te arrullan con sus bellos
sonidos. Entre ellos recuerdo el Amur, el Angará y el
Volga. Asimismo, sus suelos están llenos de riquezas
naturales, especialmente de petróleo y gas. Debido a que

35
Secuestré a mis propios hijos por amor

las temperaturas son tan extremas, en muchas ocasiones


no podíamos salir durante el invierno por el helaje que se
sentía. Un tema que no he mencionado pero que es muy
importante, es que sus costumbres son totalmente
diferentes a las de nuestros países de Sudamérica.
Debo decir que Rusia es un gran país y que los rusos
son personas estupendas, pero no son gente que sonría con
los desconocidos, y no hay que tomárselo a mal pues no
significa que estén enfadados, se trata de una costumbre
social. También les gusta mucho ir a los baños sauna, la
temperatura del agua puede llegar a 100 grados. Después
del baño toman té o vodka. Con respecto a eso, me
acuerdo que una vez entré al estacionamiento de la
embajada y encontré a uno de los choferes tomando vodka
como si fuera agua. Ellos lo toman mucho por el frío. No
son muy caballerosos, así que no puedes esperar que un
hombre te ceda el lugar en el metro o en el autobús,
aunque estés cargada de paquetes.
Recuerdo ciudades majestuosas como Moscú, la más
grande de todas, también San Petersburgo, la segunda
metrópoli en dimensión, además de Novosibirsk,
Ekaterimburgo y Kazán. Me atrevo a decir que Rusia es
el museo del mundo. En general, así era nuestra vida en
Moscú.

36
Margarita Baquero

Aunque ya llevaba tres años en Rusia, con mi familia


me hablaba muy poco o casi nada, más bien, mi tía era la
que tenía contacto con mi madre, ya que siempre fueron
muy buenas amigas. De Armando nunca volví a saber
nada, el amor se quedó en el pasado y en un recuerdo muy
bello.
Un buen día estábamos reunidos en la sala y mi tío
quería programar las vacaciones de verano. Nos dijo:
“vámonos de crucero por el Mediterráneo”. Y así fue, al
poco tiempo nos fuimos a la ciudad de Odesa para tomar
el crucero. Pero a última hora, ni él ni mi tía pudieron
viajar porque tenían que ir a un viaje importante con unos
embajadores, así que me embarqué con mi prima, con
quien casi siempre viajaba.
Sólo ella y yo nos subimos al barco y comenzamos un
viaje por las aguas del Mediterráneo. Ella tenía un amigo
griego con quien se escribía mucho, se llamaba Stelios y
estaba muy emocionada de verlo. Cuando el barco llegó
al puerto del Pireo en Grecia, vi a un hombre sumamente
guapo que entraba al barco. Era alto, con la tez morena,
de un metro ochenta. Me quedé como hipnotizada cuando
lo vi. Le pedí a mi prima que lo viera, estaba en la entrada
de la puerta principal. Ella me dio la razón afirmando que

37
Secuestré a mis propios hijos por amor

estaba muy guapo, y al final salió del barco para


encontrarse con Stelios.
Yo me estaba anotando para ir al tour por la ciudad,
pues el barco estaría tres horas ahí. De repente, vi cómo
el griego que me había gustado se me acercaba, me puse
nerviosa y me preguntó si tomaría el tour. Él trabajaba
para esa compañía naviera y era un agente que se
encargaba de que todos los documentos del barco
estuvieran en orden. Cuando me preguntó si quería tomar
algo en la cafetería del barco se me olvidó totalmente que
existía la ciudad de Atenas. Me preguntó si quería platicar
un momento con él, yo le dije que claro. Él no sabía nada
de español, únicamente inglés y griego; yo no sabía nada
de griego y sí algo de inglés.
Estuvimos platicando las tres horas que estuvo el barco
en Pireo, me habló de él, de lo que hacía y lo que le
gustaba. También me preguntó acerca de mi vida, le
comenté que vivía en Moscú, pero que en poco tiempo se
le acabaría el nombramiento como embajador a mi tío y
regresaríamos a Colombia.
Llegó la hora en que él tenía que bajar del barco, me
vio a los ojos y me besó. Le di mi dirección en Moscú y
el número de teléfono de la embajada. Cuando descendió
del barco sentí una mezcla de felicidad y tristeza al mismo

38
Margarita Baquero

tiempo. Una vez que estuve de vuelta en Moscú, él ya me


había mandado una postal y empezó a llamarme a la
embajada. Comenzamos a tener comunicación constante
y conforme iba pasando el tiempo yo me fui enamorando
de él. Su nombre era Sotiris.
Después de unos meses regresamos a Colombia, a mi natal
Bogotá. Volví a mi casa con mi familia y las cosas
empeoraron con mi madre. De nuevo las agresiones, pero
esta vez era diferente, yo no iba a permitir que me hiciera
más daño.

39
Capítulo III

Llegué a mi Colombia querida después de una larga


temporada de tres años en Rusia. Las cosas no habían
cambiado mucho con respecto a la situación familiar con
mis padres; en cambio, la empresa de mi padre había
crecido bastante, tenía más clientes y era muy próspera.
Regresé a la escuela para terminar el último año que me
faltaba para poder entrar a la universidad. Ya no quise
continuar en el mismo colegio, aunque ya no estaban las
compañeras del pasado porque se encontraban cursando
su carrera universitaria. Yo me había atrasado, pero no me
arrepiento, pues quizá “perdí” tres años del bachillerato,
pero mi experiencia en Rusia fue maravillosa. Ni todas las
carreras del mundo me hubieran enseñado todo lo que
aprendí en ese bello país. Los viajes, las culturas que
conocí, la gente tan linda de diferentes partes del mundo,
los idiomas que me enseñaron, puedo decir que después
de todo, le agradecí a mi madre por haberme mandado.
Terminé mi bachillerato y conocí a mis compañeras de
salón que hasta el día de hoy son mis amigas, además de
ser una parte muy importante de mi vida. Comencé a
trabajar para la compañía de mi padre como gerente de
relaciones públicas y me inscribí en la universidad para

40
Margarita Baquero

estudiar periodismo. Me encantaba trabajar en la


compañía, siempre me han gustado las relaciones públicas
y la verdad es que ese trabajo me cayó “como anillo al
dedo”. Mi trabajo consistía en ir a los eventos de las
aerolíneas que llegaban a Colombia provenientes de todo
el mundo. Asimismo, acudía a las agencias de viajes,
desayunos, presentaciones, cenas, citas de trabajo y viajes
para conocer los destinos.
Con mi hermano Jaime (QEPD) hicimos un periódico
que se llamaba el “Vocher turístico de Colombia”, donde
todos los meses publicábamos un destino del mundo.
Íbamos al lugar elegido y las mismas agencias y
aerolíneas nos pagaban los viáticos a cambio de
publicidad en la Guía colombiana de tráfico aéreo, como
se llamaba la empresa de mis padres. Nos fue muy bien y
la considero una época inolvidable. La verdad es que la
relación con mis hermanos fue muy buena durante ese
tiempo. Pero con el que mejor me llevaba era con mi
segundo hermano, Jaime. Siempre teníamos qué platicar,
le gustaba mucho la música, era melómano y tenía su
departamento. Me sentía bien de estar con él,
platicábamos de todo, de nuestros proyectos, alegrías y
tristezas. Nuestras amistades eran las mismas.

41
Secuestré a mis propios hijos por amor

Quiero hacer un paréntesis para comentar que la


muerte de mi hermano Jaime ha sido de las peores
situaciones que han ocurrido en mi vida. Eso fue en el año
2018. Lamentablemente no pude ir a Colombia a
despedirme de él, tampoco fui a visitarlo al hospital
cuando estuvo grave. No podía soportar verlo tan mal, no
era capaz de hablar, no podía ver bien pero su cerebro sí
estaba funcionando, lo cual era peor pues estaba sufriendo
mucho. Le dio un derrame cerebral aun siendo muy joven,
tenía 52 años. Al final, murió infectado por las escaras que
le salían en su piel y sufrió de septicemia.
Un mes después de su fallecimiento, mi sobrina vino a
México con las cenizas de mi hermano; él siempre me dijo
que si moría primero quería que sus cenizas fueran
puestas en el mar, así que nos fuimos a Acapulco y me
metí al mar con mi sobrina. Aquel día era muy caluroso,
el sol estaba resplandeciente, el cielo totalmente azul, el
mar calmado como si estuviera esperando recibirlo y ahí
lo lloré, en ese momento me despedí de mi hermano. El
mar se llevó sus cenizas y su energía quedó en mí para
siempre.
Regresando a Colombia, la relación con mi padre era
buena, de mucho respeto entre nosotros, pero él como
siempre estaba al pendiente de su compañía. Trabajar

42
Margarita Baquero

juntos en la empresa nos sirvió mucho, ya que nos unió y


nuestra relación mejoró.
En cambio, la relación con mi madre no había
mejorado a pesar del tiempo que estuvimos separadas,
además, ella había comenzado a tomar, ya que iba a
muchas reuniones de trabajo y poco a poco se hizo
alcohólica. Sin embargo, siempre fue muy trabajadora y
luchona, nada le quedaba pequeño. Con las personas era
muy bondadosa, simpática, además era buena esposa y
madre con mis demás hermanos. Mis peleas con ella cada
vez eran más fuertes y más frecuentes. Cuando quería
tratarme mal ya le ponía un alto en automático, pues no
iba a permitir que continuara maltratándome y la situación
ya se había hecho insostenible. Ella no me soportaba, lo
veía en sus ojos.
Poco a poco comencé hacerme de amigos y siempre
que invitaba a alguien a la casa mi madre se disgustaba.
Con el griego me hablaba los fines de semana, pues en esa
época sólo existían los teléfonos locales de las casas. Él
me marcaba todos los viernes y siempre esperaba esa
llamada que me hacía sentir tan feliz. También nos
comunicábamos por medio de cartas, una iba y otra venía.
Me gustaba mucho y sentía que yo a él también. Una
noche, mi madre había tomado de más y me lanzó un

43
Secuestré a mis propios hijos por amor

espejo que casi me cae en la cabeza. Después, volvió a


sacar mis cosas a la calle y a insultarme. Lloré toda la
noche, ya no quería estar ahí, quería huir, salir corriendo
y nunca más en mi vida volver a verla… Nunca más…
nunca más.
Amaneció y mis ojos casi no se podían abrir de tanto
llorar, sentía que ella me destruía lentamente de nuevo.
Por coincidencia, al otro día me llamó por teléfono el
griego, pues se encontraba en Miami, y me preguntó si
quería irme a vivir con él a Grecia, que viajaría a Bogotá
por mí para regresarnos juntos. Obviamente no lo pensé
dos veces, quería salir de ese infierno en el que vivía con
ella, irme lejos, muy lejos y comenzar una nueva vida,
formar mi propia familia y volver a nacer en otro país, otra
cultura y gente diferente, lejos de las agresiones y del odio
que siempre me persiguió.
Al otro día, después de que mi madre me agredió, llegó
la hora de la comida, el momento en que mi familia estaba
reunida. Con toda seguridad les dije que el griego vendría
de Miami y que me iba a ir con él a vivir a Atenas. ¡Mi
padre ni siquiera sabía quién era Sotiris el griego! Me
pidió que le hablara de él, así que le expliqué dónde lo
había conocido. Mi madre, como si nada pasara dijo: “te
tienes que casar, así no te puedes ir”. Yo le respondí: “no

44
Margarita Baquero

me voy a casar, me voy a ir a vivir con él porque ya no


nos soportamos usted y yo y aquí en esta casa, aunque sea
muy grande, es pequeña para las dos”. Mis hermanos sólo
se miraban uno al otro.
Por mi parte estaba decidida, no me quedaría un día
más ahí. Mi padre comenzó a llorar y a decir en voz alta
que eso era una locura, también preguntó si estaba bien de
mi cabeza. Yo era una niña de sólo 17 años, cumpliría los
18 en pocos meses y mi madre me dijo que aún era menor
de edad y no podía irme así. Le contesté que, al final, si
no me dejaba ir me escaparía e iría de la casa con Sotiris.
“Tarde que temprano me marcharé de aquí, por eso es
mejor que me dejen ir”. Esas fueron mis palabras. Mi
padre estaba muy triste y preocupado pero ya era tarde, mi
decisión estaba tomada: yo me iría con el griego. Al día
siguiente llegó Sotiris a Bogotá, fui a recogerlo al
aeropuerto y estaba muy bello, tenía un pantalón negro y
una camisa de seda blanca. Su cuerpo era fornido y media
1.86. Lo vi acercarse a mí y las piernas me temblaban, nos
abrazamos, sentíamos algo extraño a pesar de que
habíamos estado en contacto durante un año.
Nos fuimos al hotel donde se hospedaría, dejó su
maleta en la habitación y salimos de ahí para ir a la casa
de mis padres. Él se veía tranquilo y al entrar a la casa mi

45
Secuestré a mis propios hijos por amor

padre lo saludó respetuosamente, al igual que mi madre y


mis hermanos. Él les explico por qué había llegado hasta
Colombia y que quería que yo me fuera con él. Mi madre
le dijo que no podía dejarme ir así sin casarnos. A lo que
Sotiris respondió que era mejor casarnos en Atenas donde
estuvieran las dos familias. Al final, mi madre aceptó e
invitó a la familia a la casa para hacer un brindis antes de
irnos. Queríamos conocernos y saber si nos entendíamos
o no y la única forma de saberlo era irnos a vivir juntos.
Al otro día partimos a la bella ciudad de Cartagena de
Indias, la perla de Colombia, ahí tomaríamos el crucero
que nos llevaría a Europa, a la ciudad de Génova, en Italia.
Nos quedamos en el hotel Hilton de Cartagena. El día que
salimos de Bogotá a la ciudad de Cartagena nos besamos
y nos tomábamos de las manos, nos mirábamos como si
quisiéramos estar ya entrelazados, ya que no habíamos
estado juntos. Nos deseábamos mucho, pero no se había
dado la oportunidad de estar solos y dejar sentir nuestros
cuerpos.
Al llegar a Cartagena nos fuimos al hotel, era hermoso,
nuestra habitación tenía vista al mar. La habitación estaba
totalmente decorada, todos los detalles eran de color
blanco, la cama tenía pétalos de rosas rojas y sobre la
mesa había una botella de champán con frutas. Esa noche

46
Margarita Baquero

fue inolvidable, nuestros cuerpos le dieron rienda suelta a


la pasión, su cuerpo era fuerte y grande y el mío muy
delgado. No había estado con ningún hombre todavía, y
él había llegado para hacerme sentir amada y mujer.
Al otro día desayunamos, salimos a conocer la ciudad
y Sotiris quería comprarse un loro para llevarlo a Grecia,
ya que allá son muy difíciles de encontrar. Fuimos a la
plaza de mercado y vimos unos loros muy lindos.
Encontramos uno que únicamente decía “loro loro” y ese
nos gustó. Lo empacaron en una caja y lo llevamos con
nosotros; el ave también atravesaría el océano para llegar
a Europa. Tuvimos que meterlo al barco a escondidas,
pues estaba prohibido llevar pájaros sin permiso.
El barco partió de la ciudad de Cartagena. Era de
noche, salimos a la proa y vi cómo la embarcación se
alejaba de mi país, de una vida. No queríamos lágrimas,
pues ese momento era de felicidad, aunque también de
tristeza por dejar a mis hermanos y a mi padre, así como
a mis amigos. No obstante, era mi decisión, quería irme
lejos, muy lejos y lo había logrado, me esperaba una vida
nueva.

47
Capítulo IV

Nuestro viaje fue increíble, nos embarcamos en


Cartagena; el destino era Génova. Llegamos a Madeira y
ahí pasamos año nuevo en el crucero. Todo era perfecto,
un sueño hecho realidad, aquella noche de año nuevo
nunca la olvidaré, la fiesta fue en la cubierta del crucero.
Hubo una exquisita gastronomía de todo el mundo, un
grupo de músicos tocando al compás de los diferentes
ritmos. Él me abrazaba como si quisiera meterme dentro
de su cuerpo y me miraba como si fuera la única mujer en
el universo; yo misma no me la creí. Así duró nuestro
viaje de veinte días.
Pasaban los días uno tras otro, llenos de ilusiones y
esperanzas de una nueva vida. Realmente ya nos
estábamos comenzando a conocer y, a pesar del idioma,
todo parecía bello como una película. El crucero arribó a
algunas islas del Caribe, nosotros disfrutamos cada
momento hasta llegar a Génova. Durante estos días,
fuimos a diferentes países, mientras atravesamos el
océano hasta llegar a Europa. Parecíamos dos
adolescentes que sólo con mirarnos nos comunicábamos,
y nos decíamos que nada nos iría a separar, pasara lo que
pasara.

48
Margarita Baquero

Cada día nuestro amor se volvía más fuerte, más bello.


Yo era una niña de 17 años con ganas de comerme el
mundo y que me amaran con locura. En un mercado de
Cartagena compramos un loro muy pequeño. Sotiris,
como se llamaba mi entonces esposo, lo metió al barco sin
que nadie se diera cuenta; de modo que ahí lo tuvimos con
nosotros en la cabina. Todos los días le llevábamos al
lorito algo de comer del restaurante, era muy hermoso y
le encantaba mucho la fruta. Le pusimos de nombre
“Lorito” porque era lo único que decía y todas las
mañanas nos despertaba con su hermosa voz.
Nos amábamos todas noches. Nunca vi en él nada
agresivo, al contrario, era muy atento y cariñoso. El
crucero llegó a su destino Génova y sacamos, sin que
nadie se diera cuenta, a Lorito. Nos quedamos dos días en
Génova disfrutando de la bella ciudad y de nosotros.
Llegamos a nuestra última parada: Atenas, en donde
comenzaría una vida nueva para mí. La verdad, no
entendía nada al llegar, todo era diferente: la comida, el
idioma, las costumbres y su cultura. Nadie hablaba en
inglés o español; era como si hubiera vuelto a nacer,
cualquier cosa era nueva para mí. Iba al supermercado y
no sabía cómo llamar a los alimentos en griego, nadie me

49
Secuestré a mis propios hijos por amor

entendía. Incluso, algunas veces lloraba de la


desesperación.
El día que llegamos a Atenas nos dirigimos a su
departamento. Era un lugar muy bonito, con una sala
pequeña, comedor, un baño, una habitación, cocina y una
terraza muy grande. Su decoración era muy sencilla pero
bella, estaba ubicado en el Pireo el puerto de Atenas,
Pasalimani. Esa zona es muy bella en la que es posible ver
majestuosos yates anclado al lado del malecón en el que
puedes caminar entre cafés y restaurantes.
Me gustaba salir todas las tardes a caminar y pensar mi
nueva vida, en cómo me iría, no conocía a nadie, todo era
totalmente desconocido para mí y en el fondo tenía miedo
de qué pasaría en un futuro próximo. Pero siempre había
confiado en Dios, él me mostraría el camino y estaría
siempre conmigo en esta nueva parte de mi vida.
A los dos días de llegar, su madre fue a visitarlo. Era
una mujer madura muy hermosa, sus ojos color verde y
la expresión de su mirada me cautivó al instante. ¡Qué
mujer más bella por dentro y por fuera! Era un ángel
terrenal. Recuerdo que llegó en la tarde y Sotiris no
estaba; le abrí la puerta y lo primero que me encontré fue
esa sonrisa de amor. Ella no hablaba español ni inglés,
pero hablaba con su mirada, sólo me abrazo muy fuerte y

50
Margarita Baquero

me acariciaba la cara. Traía comida para Sotiris y para mí:


pasticho que es como una lasaña además de ensalada,
hecha por ella.
La amé desde el primer momento que la vi, ella me vio
y me abrazó inmediatamente, sentí el calor de su cuerpo
diciéndome bienvenida a mi corazón. La veía y la
abrazaba, nos reíamos mucho porque no podíamos
platicar debido al idioma, pero nos hacíamos entender con
señas.
Nuestro idioma era el idioma del amor, ella pasaba
diariamente por nuestra casa en las horas de la tarde. Nos
llevaba comida deliciosa y yo siempre la esperaba con
cariño porque ella hacía que me sintiera acompañada y
con amor.
A los pocos días mis suegros nos invitaron a comer a
su casa, desde el momento en que entré pude sentir el
amor que había ahí, el olor de la comida, la decoración
clásica, pero muy acogedora de su hogar. Era invierno y
hacía mucho frío, entonces ponían la calefacción y la casa
se sentía con una temperatura muy acogedora.
Llegaron sus tíos, primos y toda la familia, nadie
hablaba español, pero me sentía muy querida por todos.
Querían saber de dónde venía, qué me gustaba, qué hago
diariamente en casa, cómo me la estoy pasando en Atenas,

51
Secuestré a mis propios hijos por amor

cómo es la vida en Colombia, quiénes son mis padres y


todo ese tipo de preguntas. Habían preparado mucha
variedad de platos típicos griegos y nos sentamos a comer
toda la familia en la mesa.
Las mujeres ayudaban a llevar la comida a la mesa
mientras los hombres platicaban de lo mismo de siempre,
de política. La comida para mí era desconocida pero muy
rica, veía que se reían y yo solamente hacía lo mismo sin
entender absolutamente nada.
Me preguntaba si podría pasar esta difícil prueba de
costumbres y culturas tan diferentes a la mía.
Su padre un hombre ya pensionado que gritaba mucho
por el tono de su voz, al principio me da miedo, pero con
los días, al conocerlo, me di cuenta de que era un hombre
hermoso y me llegó a amar como a una hija.
Atenas es una ciudad muy bella y con una cultura
impresionante. Poco a poco la iba conociendo en todos los
sentidos culturales y sociales. Los griegos son gente muy
amorosa, eso sí son algo gritones, pero así es su forma de
ser de la mayoría, muy generosos y orgullosos de su
cultura.
Comencé a ir a una escuela para aprender el griego, eso
me ayudó mucho pues ya habían transcurrido dos meses
y entendía pocas palabras. Me ayudaba mucho con la

52
Margarita Baquero

televisión y con la gente trataba de decir palabras para


hacerme entender, los fines de semana nos íbamos a
quedar a casa de sus padres, eso también me ayudaba
mucho.
Su madre me enseñaba a cocinar pues yo no sabía
preparar la comida griega. Se preguntarán cómo hacíamos
para entendernos, la respuesta es usando el idioma del
amor, el idioma de la tolerancia y las ganas de poder
adaptarme a una cultura.
La comida griega viene de un estilo mediterráneo, con
técnicas e ingredientes compartidos con Italia y Turquía.
Incluyen como ingredientes básicos el aceite de oliva, las
especias y una gran variedad de condimentos y verduras
frescas, entre ellas tomates, berenjenas, judías verdes,
patatas, carne de cordero y pescados.
La comida es muy sencilla de preparar y muy
saludable. Gracias a mamá Kiki (así le decía de cariño a
mi suegra) aprendí a cocinar, ella me enseñó todo lo que
es preparación de la comida, y cómo llevar una casa pues
yo era una niña.
Pero sobre todo me enseñó a amar a los demás y
aceptarlos como son, el no criticar ni juzgar a nadie. Cada
uno tiene su propia historia y sus propios sufrimientos.

53
Secuestré a mis propios hijos por amor

Era el mes de marzo de 1985, habíamos llegado en


enero, y no me venía la menstruación me daba mucho
sueño y todo me daba asco. Dormía todo el día y le
comenté a Sotiris que tenía mucho sueño y me daban
ganas de vomitar en las mañanas, le dije que yo creía
estaba embarazada, él se quedó muy confundido, no
esperaba esto tan rápido y yo pues menos.
Me llevó al ginecólogo quien me examinó. Le dijo a
Sotiris que efectivamente estaba embarazada, de tres
meses. Salimos del ginecólogo y no me dijo nada, yo no
sabía qué decir, estaba feliz porque iba a tener a mi bebé.
Cuando llegamos al departamento me dijo que no
podíamos tenerlo porque él no estaba muy estable
económicamente, le dije que yo sí quería tenerlo y si tenía
que regresar a Colombia lo haría, pero no iba a sacarlo era
una parte ya de mí.
Al final se lo comenté a mi madre Kiki y ella se puso
muy feliz. Mis suegros no tenían más que dos hijos:
Sotiris y un hermano que hacía muchos años se había
casado con una mujer australiana y se había ido a vivir a
Australia.
No tuvieron hijas y pues me adoptaron como a una.
Como ya lo dije, yo sólo tenía 17 años, era una niña con
el deseo de tener una estabilidad emocional.

54
Margarita Baquero

Mi bebé venía en camino y para mí era lo mejor que


me había pasado en la vida, por lo que me puse a
alimentarme bien para que naciera fuerte. Así que fui muy
consentida por mis suegros, ellos realmente me amaban
mucho, de ellos recibí el amor que nadie antes me había
dado y yo los amaba más que a mis propios padres. Ellos
se preocupaban por mí, me daban caricias, querían lo
mejor para nosotros y yo trataba de responder con el amor
que tengo en el corazón.
Decidimos mudarnos a la casa de mis suegros mientras
pasaba todo el tiempo de gestación para estar más
cuidada. Por supuesto estuve de acuerdo y feliz porque
ellos eran mi vida.
A los seis meses de gestación decidimos casarnos por
la religión ortodoxa, ya que ellos son ortodoxos. Tenía
una pancita pequeña y mi bebé ya comenzaba a moverse.
Yo no conocía a nadie, únicamente a la familia más
cercana. Les avisé a mis padres que me casaría en el mes
de julio, el 28 exactamente, y quería que estuvieran el día
de mi boda.
Mi padre no pudo asistir pues por su condición física
no tenía permitido viajar, o eso creo yo, pero me hubiera
encantado que él me hubiera entregado. Mi madre sí
estuvo presente y llamé a mi tío Guillermo que en esa

55
Secuestré a mis propios hijos por amor

época se desempeñaba como embajador de nuevo en


Moscú.
Le llamé y le dije que me casaría y me gustaría que él
me entregara en la iglesia. Él, por supuesto, no lo pensó
dos veces y me dijo “monita, ahí estaré con tu tía, yo te
entregaré en la iglesia”.
Me costaba un poco de trabajo adaptarme, me urgía
aprender el idioma pues tendría pronto a mi hijo y
necesitaba poder comunicarme con los doctores, ya no me
quedaba mucho tiempo para la llegada de mi hijo
Konstantinos (así lo llamaríamos). En Grecia es una
costumbre poner a los hijos el nombre de los abuelos
paternos; en el caso de las hijas, se usa el nombre de las
abuelas paternas.
La adaptación era algo difícil pues salía al súper y no
sabía cómo se llamaba nada en griego, entraba a una
tienda y no me podía hacer entender, escuchaba hablar a
la gente y no tenía idea de lo que hablaban. Estaba
cayendo en depresión pues fueron muchos sentimientos
encontrados.
A medida que pasaba el tiempo comencé a notar que el
carácter de Sotiris era muy dominante. Siempre se debían
de hacer las cosas como él lo deseaba, nunca me pedía la
opinión de nada. Ya no era cariñoso ni tampoco detallista

56
Margarita Baquero

como lo había sido antes, se molestaba por todo y cada día


que pasaba las cosas se iban poniendo peor porque él iba
mostrando su verdadero yo.
Un día me gritó muy feo y le dije que no tenía derecho
a gritarme, así que se me vino encima a golpearme.
Tristemente, me di cuenta que él no era el hombre
correcto para mí, había cometido un error terrible pero ya
era tarde, no tenía regreso, era necesario continuar con esa
vida. Les dije a mis suegros lo que pasaba y me
aconsejaron que no le contestara. Mi vida comenzaba de
nuevo a ponerse en tinieblas.
Cada día, la fecha del casamiento se aproximaba y muy
dentro de mí no quería casarme, quería salir corriendo de
ahí, cometí un grave error y salté al vacío por falta de
amor. Los preparativos de la boda a la que asistieron cerca
de doscientas personas que yo no conocía continuaban.
Me sentía en una película en la que era la protagonista,
pero al mismo tiempo no debía actuar, sólo era
espectadora.
Me había dado cuenta que Sotiris tenía un muy mal
carácter, dominante, egoísta, temperamental y lo que él
decía debía de hacerse, sin importar la opinión de nadie.
Ya no quería estar ahí, era la verdad, pero había dado
un paso adelante y ya no podía retroceder.

57
Secuestré a mis propios hijos por amor

El día de la boda llegó, Mi madre había llegado de


Colombia y mis tíos de Rusia, llegaron unos días antes
de casarme. Mi vestido de novia era muy hermoso, ya
se me veía mi panza grande, mi hijo era un invitado
muy especial al matrimonio.
El día que me casé tenía ganas de ir a ver a mi madre
al hotel que estaba muy cerca de la casa. Entonces me salí
en la mañana, eran las nueve y Sotiris se había ido arreglar
todos los preparativos para la boda que sería a las ocho de
la noche.
Me fui al hotel a estar con mi madre y mis tíos. De
pronto, comencé a llorar y abracé a mi madre y le dije “no
quiero casarme, llévame de regreso a Colombia, no me
importa estar embarazada, pero sácame de aquí”. Ella me
respondió que no, que tenía que casarme porque ya estaba
embarazada y ya todo listo para la boda que sería en unas
horas.
Le dije “está bien, me caso” y salí del hotel sola para el
departamento a arreglarme para la boda. Iba caminando
por las calles con un sentimiento muy grande, se me
desgarraba el corazón de la tristeza, pues ya Sotiris me
había comenzado a tratar mal. Sabía que esto no daría
ningún resultado positivo en mi vida.

58
Margarita Baquero

Salí de ese hotel con muchas lágrimas en mi rostro que


no podían dejar de salir de mis ojos, caminaba con un
calor insoportable. Era el mes de julio, quería salir
corriendo, subirme a un avión y no volver nunca jamás,
irme lejos muy lejos donde nadie pudiera volver a
encontrarme.
Llegué al departamento con los ojos hinchados de
llorar porque me sentía sola, tan sola dentro de mi ser; la
misma historia de Colombia volvió a repetirse, pero en
otro país y con diferentes actores.
Al llegar a casa Sotiris estaba muy enojado conmigo y
me gritó porque aún no me arreglaba. ¿Cómo me iba a
casar con ese hombre que ya había comenzado a
agredirme? ¿No se supone que debía ser el día más feliz
de mi vida? Pues no, fue el día más infeliz de mi vida,
llegué y me arreglé, me puse un vestido hermoso color
blanco, pero mi corazón lleno de tristeza y lágrimas de
sangre salían de él. En mi rostro sólo había melancolía.
Mi hijo sentía la tristeza que yo en ese momento
emanaba, se movía constantemente y me pateaba como
queriendo decirme llévame lejos mamá.
Maquillaron mi cara y me arreglaron dos estilistas que
no conocía. Él se arregló a mi lado, pero no hubo ninguna
caricia, él estaba preocupado por los invitados.

59
Secuestré a mis propios hijos por amor

Tenía ya seis meses de embarazo y no sabía qué rumbo


tomaría mi vida. Era el que yo había escogido, pero de
nuevo me equivoque, él no era el hombre que me hubiera
dado el amor que yo tanto gritaba que me dieran.
Salimos para la iglesia y ahí estaban todos los
invitados, en ese momento llegaron mis tíos y mi madre,
había de cien a ciento cincuenta personas.
Yo ni conocía a ninguna de las personas que
estuvieron en la iglesia. Me casé en la catedral de Atenas,
la metrópoli, con veinte sacerdotes pues mi esposo
conocía a muchos sacerdotes de la iglesia ortodoxa.
No entendía qué decían los curas en el momento de la
liturgia, sólo era un robot o una muñeca a la que todos
miraban como si hubieran visto un marciano. Yo sonreía
y bajaba mi cabeza porque tenía ganas de llorar, pero
sabía que tenía que contenerme.
La ceremonia duró dos horas. Yo me movía como un
autómata y hacía lo que me decían que tenía que hacer.
Se acabó la ceremonia y algunas personas fueron
invitadas a casa de mis suegros a celebrar allí el
casamiento. De pronto, me dijo Sotiris que me subiera al
coche con mi madre y mis tíos; yo pensé que nos
dirigíamos a casa de mamá Kiki, mas para mi sorpresa él
había reservado en un restaurante una mesa sólo para

60
Margarita Baquero

nosotros. Le pregunté por qué nos llevaba ahí. ¿No vamos


a ir a casa de tus padres? Me dijo no, nosotros estaremos
aquí con tu familia cenando, ¿y por qué así? ¿Por qué no
me preguntaste qué queríamos nosotros, por qué te tomas
esas libertades de decidir qué quiere mi familia? Me dijo
en griego “cállate y no hables”.
Mis tíos y mi madre estaban totalmente confundidos y
me preguntaban por qué no fuimos a casa de mis suegros
como las demás personas, yo no sabía qué responder, él
les dijo que era mejor estar nosotros solos sin tanta gente.
Sentí mucha más tristeza porque yo quería haber estado
con mis suegros que eran unas maravillosas personas.
Mi suegra lloró esa noche pues no pudimos estar juntos
como en familia todos unidos sólo porque al señor Sotiris
no le pareció. Dejamos a mis tíos y mi madre en el hotel
y nos fuimos a la casa de Pasalimani.
Mi familia se marchó dos días después y cuando me
despedí de mi madre tenía sentimientos encontrados pues
por un lado la odié por haberme dejado ahí de nuevo y
también tristeza porque sabía que quizás en mucho tiempo
ya no volvería a ver a nadie de mi familia.
Nos abrazamos y ella se fue caminando, observe cómo
se alejaba poco a poco entre la gente hasta desaparecer, y
así desapareció también para mí.

61
Secuestré a mis propios hijos por amor

Al poco tiempo Sotiris me comentó que en Grecia la


costumbre es que la familia de la esposa tiene que dar una
dote, es decir, una casa y me dijo que tenía que decirles a
mis padres que me mandaran el dinero para construirla. Él
ya había pensado en la terraza de la casa de mis suegros
que era un terreno muy grande.
Yo le dije que en Colombia no tenemos esas
costumbres, pero yo voy a platicar con mis padres y me
dijo “ese es tu problema”. Se lo comenté a mis padres y
me dijeron que eso era dinero tirado a la basura ya que si
en un futuro nos llegáramos a separar él no me daría nada,
pero que me lo mandarían.
Comenzamos a construir la casa y por esos días nació
mi primer hijo Konstantinos. Me hice madre a los 17 años.
Fui la mujer más feliz del mundo cuando lo vi salir de mi
vientre y me lo pusieron en mi pecho. Creo que ha sido
uno de los momentos más maravillosos de mi vida. A los
pocos meses terminamos de construir un departamento
muy bello y nos fuimos a vivir ahí. El tiempo pasaba y yo
dominaba más el griego, mi suegra era muy paciente
conmigo y me enseñaba todo lo que sabía, incluso, cómo
hacer las labores de la casa.
Era muy fácil para mí aprender el idioma ya que estaba
todo el tiempo con ellos, siempre los amé y me querían

62
Margarita Baquero

como a una hija, pero en mi corazón no era feliz porque


Sotiris era indiferente y muy dominante. En la casa se
hacía únicamente lo que él decía. Por ejemplo, cuando
compramos los muebles para decorar el departamento se
fue solo a conseguirlos. Así era siempre, él disponía de
todo y yo solamente estaba para atender a mi hijo y la
casa.
Mi vida continuaba normal y cada día más apegada a
las costumbres griegas, en todos los sentidos. La verdad
estar con Konstantinos me daba mucha paz.
Dos años después, quedé embarazada de una linda nena
de nombre Angeliki. Al momento del parto, mi niña casi
muere pues venía enredada con el cordón umbilical, le
dejó de llegar sangre al cerebro y eso le provocó una
enfermedad llamada “el pequeño mal”. Me di cuenta que
mi hija tenía muchas ausencias, parecía que se iba a otro
mundo en repetidas veces durante el día. La llevé al
médico y ahí le diagnosticaron esta enfermedad.
Eso para nosotros fue algo muy fuerte, desde los cuatro
años había que internarla diez días todos los meses para
que la trataran, yo me quedaba con ella y sólo pedía a Dios
que mi niña se recuperara. Así pasaron ocho años de
internarla todos los meses. Gracias a Dios las ausencias

63
Secuestré a mis propios hijos por amor

comenzaron a desaparecer poco a poco a través de su


crecimiento.
Cuando mis hijos ya tenían diez y ocho años
respectivamente, las cosas en la casa no mejoraban ya que
mi relación con Sotiris no era nada buena por el contrario,
empeoraban, yo quería entrar a trabajar para ganarme mi
dinero, pero él nunca me dejó.
Me proponía cosas que no debió haber hecho como que
fuéramos a un bar y me ligara un tipo para hacer un trío.
La verdad nunca acepté. En ese momento yo no podía
entender cómo él quería que otros hombres estuvieran con
su esposa.
Lo comenté con mis suegros, pero ellos nunca me lo
creyeron. De los nervios todo lo que comía lo vomitaba al
punto que llegué a pesar 43 kilos; era demasiado delgada
casi en los huesos. Todo junto me había llegado y no
quería estar más ahí en esa casa.
Él comenzó con más humillaciones por lo que decidí
comprar una pequeña grabadora para grabar cuando me
decía cosas horribles y me golpeaba.
Le dije que me quería regresar a Colombia con mis
hijos y que él podría ir a verlos cuando quisiera. Me dijo
que estaba loca, que eso nunca pasaría. Entonces le dije
que hacía ya ocho años no iba a ver a mi familia y que me

64
Margarita Baquero

quería llevar a mis hijos de vacaciones. Me dijo que


únicamente tenía permitido llevarme a Angeliki. Llegué a
Colombia con mi hija después de muchos años. Mi niña
estaba pequeña. De inicio el viaje solamente duraría un
mes. Ya no quería regresarme, comencé a trabajar en la
compañía de mi padre y me renté un departamento en
Bogotá del sueldo que ganaba como relacionista pública
y ventas.
Era feliz porque nadie me agredía, vivía sola con mi
hija, la metí a la guardería y comencé a llevar una nueva
vida.
Le dije a Sotiris que no regresaría nunca más y tenía la
esperanza que él me regresara a mi hijo Konstantinos al
ver que no iba a volver.
Pasó un año y la verdad ya no podía estar separada de
mi hijo porque sentía muchos remordimientos de
conciencia por haberlo abandonado.
Yo le llamaba y él lloraba porque me extrañaba,
entonces el amor por mi hijo pudo más y decidí regresar a
Grecia a intentarlo nuevamente; sin embargo, yo sabía
que nada cambiaría, tendría que pagar el precio de esa
decisión de haberme ido con él a Grecia.
Al llegar mi marido estaba resentido y enojado
conmigo, pero al final lo que me importaba era mi hijo,

65
Secuestré a mis propios hijos por amor

moría de ganas de estar con él y la verdad valió la pena


haberme regresado pues estar con mis dos hijos era lo más
importante para mí.
Después del mes de haber llegado recuerdo bien que
comenzó el verano, temporada en la que los griegos se van
a sus casas de campo para disfrutar de las playas. Mis
suegros no estaban, se habían ido a la casa de unos
familiares a las afueras de Atenas, no había nadie en las
casas cercanas a la nuestra. Sólo estábamos nosotros, ya
que Sotiris trabajaba y no podíamos salir de vacaciones.
Una noche yo estaba en la terraza y mis hijos ya
estaban durmiendo, eran como las 12 de la noche y de
repente escuché que él estaba hablando con una chica y le
decía que nosotros no éramos nada que yo sólo había
regresado por los niños. En ese momento entré a la
habitación muy enojada porque mentía y me había
engañado. Le pregunté en voz alta por qué hacía eso. En
ese momento, él se despide de la chica y yo salí al balcón,
pues sabía que me golpearía. Efectivamente, él se fue
detrás de mí y me dijo “contaré hasta tres, si no te metes
a la casa te voy a tirar por el balcón”.
Yo no sabía qué hacer. De repente, miré hacia abajo y
pensé que si me tiraba desde esa altura me mataría.
Entonces me metí a la casa y él me agarró por los cabellos

66
Margarita Baquero

y comenzó a golpear mi cabeza contra la pared hasta que


empezó a sangrar, yo lloraba y le decía que ya no me
pegara más estaba ya perdiendo el conocimiento de los
golpes. En ese momento, mi hijo se despertó y salió a ver
qué pasaba. Él comenzó a llorar y a suplicarle a su padre
con sus manitas que ya me dejara.
Al ver a mi hijo llorar me soltó, lo tomé y me metí con
él en la cama para que se tranquilizara, pero de mi cabeza
salía mucha sangre pues me la había roto. Tuve miedo de
morir pues no sabía qué tanto daño me había causado, la
almohada estaba llena de sangre.
Esperé a que mi hijo se durmiera, me levanté
tambaleando y me fui al baño a verme qué tan grave era
la herida. Me había roto la frente, entonces abrí el botiquín
y me puse hielo y una venda. Me fui a dormir al cuarto de
visitas y esa noche supe que yo no podía seguir ahí, tenía
que salir en cuanto pudiera, tenía que regresar por mis
hijos, pero lo más importante era que yo me pusiera a
salvo para poder rescatarlos.
De tanto llorar me quedé dormida y cuando amaneció
me levanté y los niños también, yo tenía mi cabeza con
chichones y rajada en la frente, la niña me preguntó qué
me pasaba por que estaba así, le dije que me había caído
y mi hijo le dijo “no es cierto mi papá le pegó anoche”.

67
Secuestré a mis propios hijos por amor

Como era verano hacía mucho calor y yo tenía puesto


únicamente una camisa de verano corta y andaba descalza
en la casa ya que siempre me ha gustado andar sin zapatos
dentro de casa. Él me dijo que alistara una muda de ropa
a los niños porque nos iríamos de viaje a una casa de
campo con unos amigos. Yo comencé a alistar todo y me
dijo “tú no vas”; le dije, está bien, no pasa nada yo me
quedo.
Al salir con los niños al coche me despedí y Sotiris en
ese momento cierra la puerta de la entrada, por lo que me
dejó afuera. Le dije “oye me cerraste la puerta, necesito
entrar”, a lo que respondió “no, te quedas en la calle”. Se
subió al coche y mis hijos comenzaron a llorar. Él
encendió el auto y yo me fui corriendo detrás, mis hijos
movían sus manitas por el vidrio de atrás lloraban y me
decían adiós.
Quede casi desnuda en la calle, descalza, sin nada de
dinero, bajaba mi camisa porque se veía mi ropa interior.
Comencé a llorar y no sabía qué hacer; tenía una amiga
de Colombia, mi única amiga casada con un griego y sabía
su teléfono. Obviamente, en esa época, no existían lo
celulares sólo los teléfonos públicos de la calle. De
pronto, vi que se acercaba un señor quien pasó a mi lado,
me miró extraño y le pregunté si podría regalarme una

68
Margarita Baquero

moneda para hacer una llamada. Corrí a un teléfono


público y llamé llorando a mi amiga. Ella me dijo que
tomara un taxi y fuera a su casa. Llegué llorando,
golpeada, casi desnuda. Cuando me vio me abrazó y me
dijo, tranquila no estás sola, estamos contigo.
En esos momentos son cuando llegan al encuentro
ángeles terrenales. Yo no paraba de llorar, me sentía
infeliz. Me sentía agredida en lo más profundo de mi ser,
sentía que habían matado mi dignidad y todo lo que
llevaba dentro.
Al poco tiempo llegó la hermana de mi amiga Estela
que se llama Mery, quien tenía un departamento pequeño
a dos cuadras de su casa. Me dijo “no tengas miedo
quédate en mi casa el tiempo que quieras”. No sabía cómo
agradecer que me abriera las puertas de su casa.
Al otro día, me compraron unos zapatos y tres vestidos
de verano. Ellas trabajaban en turismo y conocían a
muchas personas vinculadas en este sector turístico.
Estelita me dijo vamos a ir al barrio de Placa es una zona
que está muy cerca de la Acrópolis y está lleno de
restaurantes, cafeterías, bares, almacenes y muchas
joyerías.
Me llevó a una joyería y el dueño, que era amigo de
ella, me preguntó cuántos idiomas hablaba le dije tres,

69
Secuestré a mis propios hijos por amor

español, inglés, griego y algo de ruso; entonces me


contrató para comenzar a trabajar al otro día. Yo me
encargaría de vender a turistas de habla hispana, ya que
no había mucha gente que hablara español.
Me sentía tan pero tan desprotegida, tan sola, pero tenía
que salir adelante y luchar por mis hijos. Llamé a mis
padres y les comenté lo que había pasado pero la verdad
no le dieron importancia a lo que yo estaba pasando en ese
momento. Dejé de hablarles, no tenía sentido hacerlos
parte de mis cosas, finalmente, mi madre se había enojado
por haberme regresado y me dijo que era mi
responsabilidad.
No les volví hablar, estaba convencida de que esa
batalla era solo mía y tendría que ir sola a rescatar a mis
hijos. Trabajaba mucho entraba a mi trabajo a las nueve y
salía a las ocho; comencé a venderle a todos los turistas
de habla hispana y no se me escapaba ninguno. Era tanta
mi necesidad de salir adelante que no me podía rendir,
estaba muy delgada ya habían pasado dos meses y no
había visto ni hablado con mis hijos, había días en que no
comía o muy poco porque los ahorraba para poder pagar
un departamento y comenzar a estabilizarme. Muchas
veces le decía a Cristian (el dueño de la joyería) que le
pondría unas monedas a la virgen, pues había una pequeña

70
Margarita Baquero

capilla a unas cuadras de la joyería. Con esas monedas me


iba y me comía una empanada y un jugo para todo el día,
entraba a la capilla y le pedía perdón a la virgen por haber
tomado ese dinero que era para ella.
Tiempo después, logré llamar a una vecina de la casa
donde vivíamos con Sotiris y los niños. Ella me dijo que
mi suegro los sacaba a un parque todos los días a las 7 de
la noche, era verano y oscurecía muy tarde, le pedí
permiso a Cristian de salir una hora más temprano, aunque
no me la pagara y me iba todos los días después del trabajo
a ese parque donde me escondía detrás de un árbol y lo
único que veían mis ojos era a esos niños. Mis lágrimas
sólo se derramaban en mis mejillas y caían a las raíces del
árbol, así fui durante un año a ver a mis hijos ellos no me
veían, pero yo a ellos sí, nunca me permitieron hablar con
ellos y mis suegros únicamente obedecían a su hijo.
Un día que fui a verlos saqué mi cabeza por fuera de
un árbol. De repente, mi hijo Konstantinos me vio, tomó
a su hermanita de la mano y se fueron hacia mí, nos
abrazamos mucho tiempo y nuestras lágrimas se juntaron
en una palabra llamada amor.
Les dije que yo nunca había dejado de ir a verlos y que
iba a luchar por ellos, ellos me dijeron que su padre les
había dicho que yo los había abandonado y me había

71
Secuestré a mis propios hijos por amor

regresado a Colombia. Les dije “aquí estoy y nunca los


abandonaré los amo y regresaré por ustedes”.
Cuando me despedí de ellos mis lágrimas no paraban
de correr como ríos; el dolor que sentía en mi alma era
algo horrible, me dolía realmente el alma, caminé horas y
horas pensando qué tenía que hacer. En mi trabajo me iba
muy bien y ya tenía para sacar un departamento. Comencé
con más entusiasmo y no me rendiría por nada. Sólo la
muerte me ganaría, así que saqué mi departamento muy
cerca a la casa de Estelita y Mery, mis ángeles
colombianos. Era un lugar muy bello a tres cuadras de la
playa; tenía dos habitaciones, un baño, sala-comedor, y
una terraza muy grande desde la que se veía la Acrópolis
iluminada de noche.
Me compré un colchón mientras ganaba más dinero.
Debía amueblarlo bien y poder tenerlo al cien para poder
llevar a juicio a Sotiris por la custodia de mis hijos.
Continuaba trabajando sin parar hasta que terminé de
acondicionarlo totalmente. Me quedó muy bonito, no le
faltaba nada. Incluso los muebles para la terraza los había
podido comprar; es más, conseguí un abogado que me
representaría en la corte y también había contratado una
señora para cuando no estuviera ella fuera por mis hijos y
les hiciera de comer.

72
Margarita Baquero

Todo eso me cuestionarían en la corte y yo me fui con


todo para poder ganar el juicio.
Necesitaba ganar la batalla a como diera lugar.
Mis papeles como la visa permanente y mi pasaporte él
me los tiró y nada me dio de esa casa. Pensé mucho en las
palabras de mi madre cuando le pedí el dinero para la
famosa casa del dote.
Ya tenía todo listo y el día del juicio llegó. Sotiris llevó
de testigo a su tía y yo a mi amiga. Sabía que me
preguntarían cómo mantendría a mis hijos, por lo que le
dije al juez que tenía un trabajo estable, casa y una señora
que me apoyaría con ellos.
Salí muy optimista de ahí, le vi la cara a Sotiris y me
daban ganas de vomitar. La verdad, no entiendo por qué
me había hecho tanto daño. Era un alma tan oscura que en
el fondo sentía por la tristeza de saber que no había nada
de luz en él.
Pasó un mes y ya se acercaba la navidad, yo les había
comprado su árbol de navidad, sus regalos debajo del
árbol, su habitación bien bonita para que cuando ellos
entraran se sintieran en su casa y cómodos donde nada les
faltara.
Mi abogado llamó una semana antes de la navidad y
me dice que perdí la custodia de mis hijos. ¡No lo podía

73
Secuestré a mis propios hijos por amor

creer! Por Dios, cómo puede ser posible no entendía nada,


todo el esfuerzo que hice no sirvió de nada; ya no sabía
qué más hacer, el juez había dado el veredicto y era que
sólo podía tener un hijo cada fin de semana y por
separado, o sea, vería a cada uno solamente dos veces al
mes.
Ese día llegué a mi casa, compré una botella de vino,
me senté en la sala mirando los regalitos, el árbol y ya no
tenía más lágrimas para derramar. Me tomé toda la botella
y me quedé dormida en el tapete llorando.
Me convertí en tan buena vendedora que ya me había
hecho de fama como la mejor vendedora de habla hispana.
Un día iba saliendo para mi casa triste después del
golpe tan bajo que había recibido, pues a él le dieron la
patria potestad porque él era griego y yo casi una turista
colombiana, él tenía su familia con él y yo a nadie.
De repente se me acercó un chico y me preguntó ¿es
usted Margarita? Le dije: ¿sí por qué? Me explicó que uno
de los hombres más ricos de Grecia, que era dueño de las
mejores joyerías del mundo quería verme. Quería saber si
podía ir a sus oficinas después del trabajo. Dígale que sí,
con mucho gusto ahí estaré.
Me fui pensando en todo el camino ¿que querrá este
señor tan millonario y cómo sabe de mí? Llegué a mi casa

74
Margarita Baquero

y me di un baño, cada vez que entraba pasaba primero por


el cuarto de mis hijos, me sentaba a pensar en todos los
esfuerzos hechos para nada, veía sus juguetes, su ropita y
sus camas. Todo tan bonito, pero tan vacío sin ellos.
Al otro día, al terminar de trabajar, me fui a la cita que
tenía con el señor millonario y llegué a sus oficinas que
estaban en el centro, me presenté con su asistente y me
dijo que le esperara, que me atendería en unos minutos.
Tenía mucha curiosidad de saber qué quería. De pronto
me mandó llamar y entré a su oficina muy elegante y
exquisitamente decorada. Me dijo que próximamente iba
abrir una sucursal de unas de sus joyerías en el barrio
Placa, ahí donde yo trabajaba y que sabía que yo era una
de las mejores vendedoras de habla hispana y quería
proponerme trabajar para él. Me ofreció un buen sueldo
más comisiones de las joyas que vendiera; los clientes
eran millonarios, famosos y requerían de un trato especial.
La respuesta fue me gusta la idea de trabajar para usted,
pero tengo que hablar con mi jefe Cristian y le diré que
trabajaré lo que me queda del mes para que pueda
encontrar una vendedora de habla hispana.
Al mes ya estaba trabajando para uno de los hombres
más ricos de Grecia, los clientes eran muy selectos y
extremadamente ricos y con mucho poder.

75
Secuestré a mis propios hijos por amor

Ahí me fue muy bien ya que no vendía tan fácil como


en mi anterior trabajo, pero cuando vendía una joya me
llevaba una buena cantidad de dinero, más el sueldo que
ganaba mensualmente por mi trabajo.
Después comencé a viajar por Europa porque había que
llevarles las joyas a sus domicilios personalmente, esto
me ayudó muchísimo ya que estaba casi todo el tiempo
viajando y cuando me tocaba ver a mi hijo cada 15 días
programaba mis viajes.
Pasaron los meses y mi vida ya iba estabilizándose a
pesar de no tener a mis hijos conmigo y de sólo verlos a
cada uno dos veces al mes.
Mi jefe se convirtió poco a poco en mi amigo y sentía
una atracción hacia él y sabía que del hacia mí. Pasaba
casi a diario por la joyería, era muy buena persona y
amable conmigo muy simpático y poco a poco nos fuimos
encariñando.
Con el tiempo terminamos enamorados perdidamente
y él me ayudó a que pudiera recobrar a mis hijos. Nunca
lo voy a olvidar pues fue un ángel más en mi vida. Habló
con el juez que había dado sentencia y permitieron que
mis hijos vinieran a vivir conmigo, pero la custodia la
tendría siempre su padre. No obstante, firmé que no
podría sacar a mis hijos de Grecia o habría una pena de

76
Margarita Baquero

cárcel por secuestro. La verdad en ese momento no


pensaba en nada de esas cosas solo quería recuperar a
mis hijos y estar con ellos.
Él también me ayudó a recuperar mis papeles como mi
visa permanente entre otros.
Los fines de semana nos íbamos en su yate a visitar
otras islas y nos quedábamos el fin de semana juntos. Fue
el ángel más grande que Dios me mandó, me dio el afecto,
el amor y el apoyo que tanto había buscado desde
pequeña. Además, me llenó el corazón de amor y ha sido
el hombre que realmente me ha amado.

77
Capítulo V

Ya mi vida estaba más estable. Mis hijos vivían conmigo


y los fines de semana venía su padre por ellos y me los
entregaba los domingos en la noche.
Él tenía la custodia de los niños, pero lo más increíble
es que nunca me dio un peso para su manutención, pero la
verdad yo no me iba a poner a pelear con él por dinero, ya
el tener a mis hijos conmigo era una ganancia muy grande.
Llegó el invierno y habían pasado muchos años desde
que había salido de Colombia, decidí ese invierno ir a
visitar a mi familia y a mis amigos.
Le entregué los niños a Sotiris por un mes, tiempo que
estaría en Colombia, ya que no podía sacarlos del país.
Llegué a Bogotá y mi familia estaba muy contenta de
verme. Mis hermanos y mi padre tenían tanto que platicar
y compartir conmigo; con mi madre la relación estaba
mejor pero no al cien.
Me llevaba muy bien con mis hermanos y una noche
estábamos sentados en la mesa cenando, cuando de pronto
salió el tema de que mi tío ya había regresado de Rusia y
estaba ahora trabajando como ministro de justicia. No sé,
pero de repente se vino a mi mente la idea de que quizás
él podría ayudarme a obtener pasaportes colombianos

78
Margarita Baquero

para mis hijos, ya que por ser colombiana ellos podían


tener la nacionalidad colombiana.
Le marqué y al otro día fui a verlo al palacio de justicia
donde era su lugar de trabajo. Le comenté por todo lo que
había pasado y que quería traerme a mis hijos a Colombia,
pero no podía por falta de pasaportes. Era un hecho que
nunca me iban a dar los pasaportes griegos, por lo que mis
niños no podían salir del país.
Mi tío en ese momento llamó al ministro de relaciones
exteriores por el teléfono de su oficina y le comentó lo que
pasaba; él dijo que podía hablar con el embajador de
Colombia en Atenas con el fin de que me dieran
pasaportes colombianos. Era legal pues yo era la madre y
ellos tenían derecho.
Le agradecí mucho a mi tío, pero yo ya estaba
planeando mi escape con mis hijos; los iba a secuestrar
pasara lo que pasara, ya había jugado muchas cartas y me
quedaba jugar la última carta. Si me llegaban a detener
tendría que pagar las consecuencias, pero había tomado
una decisión y lo haría costara lo que me costara.
Terminaron mis vacaciones en Colombia y regresé a
Atenas, estaba feliz de volver a ver a mis hijos; durante
mucho tiempo estuve pensando de qué manera podría

79
Secuestré a mis propios hijos por amor

sacar a mis hijos del país, comencé hacer un plan que me


llevó seis meses elaborarlo.
Lo primero que hice fue llamar al embajador de
Colombia en Atenas. Él ya sabía de mí por el ministro de
relaciones exteriores de Colombia.
Me dijo cuando quiera puede venir por los pasaportes
con los niños para que pongan su huella. Como los niños
todo lo dicen compré unos sellos de figuras y duré unos
dos meses haciendo figuras con los sellos y ponía sus
deditos en el papel como si estuviéramos jugando.
Finalmente llegó el día de ir al consulado de Colombia
en Atenas, por lo que les dije a mis pequeños que los
llevaría al doctor a una revisión. De forma muy natural, al
llegar a la embajada el cónsul salió y me entregó los
pasaportes, yo le di las gracias y les dije vamos a poner
huellitas en el papel; para ellos ya era algo normal y no
dirían nada a su padre.
Me fui y saqué sus actas de nacimiento las cuales me
dieron sin necesidad de tener ninguna firma; después, las
llevé a la notaría y la fui a autentificar. Ya tenía pasaportes
colombianos y actas de nacimiento griegas. Tenía que ver
en qué momento sería el más adecuado para hacerlo, a la
casa iba una señora que nos apoyaba con la limpieza

80
Margarita Baquero

entonces le di las gracias y la despedí diciéndole que ya


no trabajaría más y quedaría a cargo de mis hijos.
Nadie sabía lo que haría excepto mi familia en
Colombia. Yo necesitaba idear el cómo lo haría, si por
mar o por aire. Había pensado en un crucero
transatlántico, pero ya existía la comunidad europea y era
mucho tiempo, podrían regresarme y entonces sí me
quitarían a mis hijos para siempre.
Pensé que salir en avión era lo más rápido y compré
tres boletos de Lufthansa que saldría de Atenas a las cinco
de la mañana y haría escala en Ámsterdam cinco horas.
Tenía que arriesgarme.
Mandé a los niños a la escuela de manera normal. Ellos
salían a las tres de la tarde; reservé una habitación en un
hotel cerca al aeropuerto para que nos quedara cerca,
Ese día fui por mis hijos a la escuela y vi a Angeliki
venir hacia mí corriendo, la abracé y le pregunté dónde
estaba su hermanito y me dijo que no lo había visto.
Salí corriendo desesperada a buscarlo por toda la
escuela, en los salones, en la cancha de futbol en todos
lados y no lo encontraba. Inmediatamente pensé que su
padre había ido por él, de repente salió la maestra con mi
hijo de la mano y me dijo aquí está su hijo estaba
escondido en el baño.

81
Secuestré a mis propios hijos por amor

Me llevé los niños al departamento los senté frente a


mí y les dije que haríamos un viaje muy largo a Colombia
porque su abuelo estaba enfermo y teníamos que irnos al
otro día muy temprano.
Ellos me miraron y me dijeron si nos demoraríamos y
les dije sí nos demoraremos mucho tiempo. Empaqué solo
unas pocas mudas de ropa de cada uno y unas prendas
mías en una pequeña maleta.
Pedí un taxi y salimos del departamento; así lo dejé
amueblado y todo.
Llegamos al hotel y yo pedía a Dios que me ayudara y
me abriera mi camino para poder pasar. Les di su cena a
los niños y los dormí temprano pues teníamos que
levantarnos a las dos de la mañana, yo no podía dormir
sólo estaba acostada en medio de mis hijos y pensaba
únicamente faltan unas horas para salir del país y ser
libres, llevarme a mis hijos.
Me levanté a la una de la mañana y los vestí y preparé;
ellos estaban casi dormidos. Pedí un taxi que nos llevara
al aeropuerto, mi corazón latía a mil por segundo.
Sin embargo, tenía que ir con seguridad, sin demostrar
miedo, tomé a cada hijo de la mano y mi maleta era
pequeña, así que la podía llevar arriba en el avión.

82
Margarita Baquero

Me dirigía ya a migración, cuando llegué, miré


fijamente al señor que me atendió y me solicitó los
pasaportes; le di primero el mío, me vio la cara y me lo
selló, le pasé los pasaportes de mis hijos y me preguntó
dónde estaba la visa de ellos. Entonces le di las actas de
nacimiento y le dije que no había alcanzado a sacar
pasaportes griegos, pero ellos eran colombianos y por eso
los sacaba con pasaportes colombianos. Él se quedó
mirándome y yo a él sin bajar la mirada, siempre muy
segura de mí.
Me dijo... pase. En ese momento no podía creerlo lo
había logrado Dios mío lo había logrado.
Me dirigía a la sala de espera cuando escuché mi
nombre y apellido por las bocinas: señora Margarita Tsani
acérquese a migración. Ya la gente estaba subiendo a los
autobuses para ser llevados al avión. Salí corriendo con
mis hijos de regreso a migración, sabía que me habían
agarrado sentía que me desmayaba, pero no podía
permitírmelo debía ser fuerte, cuando llegué el mismo
señor que me atendió me dijo “señora no puede salir así
del país no puede sacar a sus hijos pues tienen que salir
con pasaporte griego si son nacidos aquí”.

83
Secuestré a mis propios hijos por amor

Le dije con toda serenidad está bien, yo pensé que sí se


podía, a lo que él me dijo: debió de haber preguntado antes
señora.
Salí a las cinco de la mañana con mis hijos y ya no
había vuelta atrás tenía que salir del país, entonces pensé:
saldré por Patras una ciudad muy cerca a Atenas a dos
horas en el autobús ahí agarraré el ferry que me llevará a
Italia, a la ciudad de Bríndisi.
Me fui a la estación de los autobuses que viajan a las
diferentes ciudades de Grecia y compré tres boletos a
Patras, nos subimos al autobús y los niños ahí se quedaron
dormidos. Yo sólo pensaba cómo le haré Dios, por favor
ayúdame, no me dejes ahora que tanto te necesito.
Llegamos a la ciudad de Patras, ya eran las ocho de la
mañana no podía perder tiempo, si Sotiris se daba cuenta
sería el fin para mí.
Tomé un taxi y me dirigí al puerto donde salen los
ferris a Italia, compré tres boletos a Bríndisi y había
muchos turistas que querían embarcarse en ese ferry.
Hice la fila para poder subir, pero estaban pidiendo
papeles; Pensé, Dios me ayudaría a salir, así que se llegó
nuestro turno y le sonreí al oficial que estaba parado en la
puerta del barco, le di los boletos y los pasaportes, me vio
a los ojos y le volví a sonreír; me preguntó lo mismo sobre

84
Margarita Baquero

las visas de los niños, quería saber en dónde estaban las


de entrada al país. Ya que no tenían le di las actas de
nacimiento y le dije lo mismo, son griegos, pero no
alcance a sacar pasaportes griegos mi padre está muy
enfermo y necesito llegar lo antes posible a Colombia.
Me volvió a ver y me dijo pasen, yo no lo podía creer,
el barco se fue alejando poco a poco de Patras y sentía que
ya lo había logrado. Me quedé con ellos afuera en la
cubierta y pedimos una cabina para descansar. Ya se me
cerraban los ojos del cansancio y estrés que traía.
En la noche, mientras los niños dormían, salí a cubierta
y miraba el cielo. Mis lagrimas caían al mar de la emoción
que sentía de haberlo logrado, el cielo estaba estrellado y
únicamente decía “gracias, padre, por haberme abierto el
camino, gracias”.
Llegamos a Bríndisi y ahí compre tres boletos a la
ciudad de Roma. Tenía miedo que Sotiris ya se hubiera
dado cuenta y me comenzaran a buscar; Italia era también
parte de la comunidad y no podía cantar victoria.
Cuando llegamos a Roma llamé a mi familia y les dije
lo que había pasado. Ya no me podían esperar en el
anterior vuelo de Lufthansa, así que compré tres boletos
para volar de Italia a Bogotá, cuando subí al avión y
despegó hacia Colombia yo comencé de nuevo a llorar y

85
Secuestré a mis propios hijos por amor

mis hijos solo preguntaban por qué lloras mamá. Yo les


tomé de mi mano y les dije que ya nadie nos iba a poder
separar nunca.
El avión aterrizó en Bogotá a las ocho de la noche y
cuando aterrizó, la aeromoza dijo que iba a nombrar a
unos pasajeros y que se levantaran los que ella nombraría.
Mi padre tenía buenas relaciones con el director del
aeropuerto y vieron en la lista de pasajeros y por el
apellido no aparecíamos.
Nos levantamos cuando nos nombraron y vi entrar al
avión a mis padres, se me llenaron los ojos de lágrimas
nuevamente y salí con mis hijos y los abracé con todas
mis fuerzas. Mis hijos no hablaban español y no entendían
qué pasaba; llegamos a casa de mis padres y yo me tocaba
a ver si era verdad que lo había logrado y si estaba en
Colombia con mis hijos y mi familia, y en mi país.
Al otro día le marqué a Sotiris y me dijo cosas
horribles. Quería saber en dónde estaba, dijo que me
estaban buscando. Le respondí: siéntate porque lo que te
voy a decir es muy duro para ti. Deja de gritar como loco
y te contaré todo. Estoy en Bogotá con mi familia, me traje
a los niños.
Él se quedó callado. Le pregunté ¿estás ahí? Me dijo
no es verdad es imposible que los hayas sacado del país;

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Margarita Baquero

le contesté “todo en esta vida es posible, amigo; si quieres


ven y pégame como solías hacerlo, te odio por todo el
daño que me causaste”.
Me dijo que mandaría a la Interpol por los niños. Le
contesté “hazle, como quieras, esos niños ahora son
colombianos en territorio colombiano, ven a ver si eres
tan macho aquí en Colombia”.
Pasaron dos años, yo me independicé con mis hijos.
Trabajaba en la compañía de mi padre y el tiempo se
encargó de apaciguar las cosas; un día Sotiris me marcó y
me dijo que quería venir a Colombia a ver a mis hijos. Le
comenté que tenía todo el derecho, pero sería vigilado
todo el tiempo por una persona.
Llego a Colombia, vio a mis hijos y ya Konstantinos
tenía 12 años. Él llegó a casa con mi hijo y me dijo que
Konstantinos quería regresar a Grecia. Inmediatamente le
pregunté a mi hijo ¿cómo? El pequeño me dijo que él no
se había adaptado a Colombia y que en la escuela se
burlaban de él por no saber hablar bien el español, que no
estaba a gusto en Bogotá quería regresar con sus abuelos.
Yo no podía creerlo, le dije hijo tienes 12 años, sabes
que yo he hecho todo para que estemos juntos, no te vayas.
Él repetía que se quería ir, y así fue, se marchó con su
padre y me dejó un vacío muy grande en mi corazón.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Angeliki se quedó conmigo, hoy los dos viven en


Atenas y están casados. Tienen a sus familias. Tengo tres
nietos y mi vida no terminaba ahí, me esperaban cosas que
nadie podría imaginarse. La vida me tenía más sorpresas.
PD. Vive cada instante de tu vida por más que las cosas
estén difíciles y sientas que no puedes con el peso. Te
aseguro que todos tenemos un alma guerrera que nos deja
avanzar para llegar a triunfar, sorpréndete, atrévete y
veras como superas tus límites. Todo depende de nosotros
mismos, la vida es un riesgo incluso al nacer.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Sotiris, Konstantino y yo.

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Margarita Baquero

Sotiris y yo cuando fue por mí a Colombia,


brindando por la despedida.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Mis hijos en Colombia.


Primera navidad juntos

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Margarita Baquero

Mis suegros y mis hijos en Atenas Grecia

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Secuestré a mis propios hijos por amor

El día triste de mi boda.

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Margarita Baquero

Mis hijos jugando el parque.

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Secuestré a mis propios hijos por amor

Mi hija Angeliki cuando me


la quitaron.

Mi hijo Konstantinos cuando me lo quitaron.

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Margarita Baquero

Mi hija Angeliki y yo.

Konstantinos y su
hermana Angeliki.

97
Secuestré a mis propios hijos por amor

Mi hijo David

98
Margarita Baquero

Mi madre

Mi padre

99
Ahora me encuentro escribiendo el siguiente volumen de la
historia de mi vida en donde es trascendental nuevamente en mi
vida el nacimiento de mi tercer hijo, en donde se repiten
escenarios anteriores, solo que, con diferentes actores, esta vez
se desarrolla esta travesía entre Colombia, Cuba y Ciudad de
México.

Mi vida, una historia para ser leída.

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