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Aviso

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Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera
altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por


aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que
disfrute de la lectura.
Índice
Sinopsis ........................................................................................................................... 4

2
Capítulo 1 ........................................................................................................................ 5

Capítulo 2 ...................................................................................................................... 11

Capítulo 3 ...................................................................................................................... 20

Capítulo 4 ...................................................................................................................... 26

Capítulo 5 ...................................................................................................................... 33

Capítulo 6 ...................................................................................................................... 41

Capítulo 7 ...................................................................................................................... 52

Capítulo 8 ...................................................................................................................... 57

Capítulo 9 ...................................................................................................................... 73

Capítulo 10 .................................................................................................................... 84

Capítulo 11 .................................................................................................................... 99

Capítulo 12 .................................................................................................................. 118

Capítulo 13 .................................................................................................................. 134

Capítulo 14 .................................................................................................................. 147

Capítulo 15 .................................................................................................................. 162


Capítulo 16 .................................................................................................................. 171

Capítulo 17 .................................................................................................................. 187

Capítulo 18 .................................................................................................................. 196

Capítulo 19 .................................................................................................................. 211

Capítulo 20 .................................................................................................................. 220

Capítulo 21 .................................................................................................................. 227

3
Capítulo 22 .................................................................................................................. 241

Sobre la Autora .......................................................................................................... 248

Próximo libro .............................................................................................................. 249

Saga Mackenzie Grey ................................................................................................ 250


Sinopsis

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Ya es bastante difícil ser estudiante universitaria, interno en la estación de
policía del centro de Manhattan y portero en un bar local. Agrega ahora a tu ex
novio, quien recientemente te ha dejado por el bombón residente de la escuela,
oh, y ella es un hombre lobo.

Mackenzie Gray se encuentra con su pareja cuando es secuestrada por la


Manada de Brooklyn y lanzada entre Sebastian y Jonah, el Alfa y el Beta. Ser un
lobo solitario en la ciudad es peligroso, y ahora que la Manada la ha encontrado,
también puede serlo ser sobrenatural en el área de los tres estados. Y ni siquiera
su boca sarcástica e inteligente puede sacarla de esto.

Cuando una serie de secuestros involucra a Mackenzie en políticas


sobrenaturales, cuestiona a sus nuevos conocidos y encuentra aliados
improbables. ¿Puede escapar de la ley de la Manada y mantener su libertad o
será condenada a un camino no deseado?.
Capítulo 1

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Hace dos semanas

No podía soportar a esa chica. De verdad. Tenía la cabeza llena de un delicioso


cabello rubio dorado con nada más que aire debajo. Ugh. A veces me sentaba y
pensaba en las diferentes maneras en que podía “accidentalmente” escupir mi
chicle en esos bucles. Sí, sonaba amargada, como si la odiara pero la perra me
robó a mi novio. Bueno, ex novio. Lo que sea. El punto era, que es una rompe-
hogar ladrona-de-hombre y esperaba que tuviera diarrea esta noche. Sí,
definitivamente diarrea. Eso me haría sentir mejor. Y con eso fuera de mi pecho,
tal vez podría hacer algún trabajo real esta noche.

Había estado releyendo el mismo párrafo en mi tesis, mientras disparaba rayos


láser a Diana Stone durante la última hora. Esa perra. No era suficiente para ella
robar a James, sino que tenía que seguirme por todo el campus y refregármelo.
Probablemente esta era su primera vez en una biblioteca. ¡Esa puta no-buena, de
aspecto-refinado y de rostro-bonita!

―¿Estás bien, Kenz? ―Aparté mi intensa mirada lejos de Diana y de mi mejor


amiga para todas las intenciones y propósitos. Ella se sentaba frente a mí,
bloqueando mi vista de la vagabunda.

Sólo pude manejar un gruñido cuando Amy puso los ojos en blanco.

―¿La estás decapitando o es este el escenario del chicle-en-el-cabello?


―comentó mientras abría una bolsa de Cheetos jalapeño.
―Rayos láser. ¿Y en serio vas a masticar eso aquí? Ya sabes, ¿el lugar que se
supone que debes estar en silencio? ―dije mientras la miraba con incredulidad.

―Oh, por favor, no soy tan ruidosa ―arrugó a propósito la bolsa, haciendo
que el sonido resonara en la habitación. No tenía vergüenza―. Bueno, Cíclope,
ya que probablemente ya la has dejado calva, ¿podemos hablar de cosas felices?
―dijo Amy, animándose y gimiendo ante su atolondramiento. No estoy de
humor para esto.

―Espero que esto no sea sobre esa fiesta de fraternidad a la que te invitaron
mañana.

―¡Oh, vamos Kenzie! Rara vez sales y no tienes excusa esta vez. ―Se inclinó
más cerca y susurró―: Esta noche es la tercera luna llena, así que no deberías

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tener ningún problema.

La miré con ojos entornados.

―No. ―Punto y aparte. De ninguna manera.

―¡Kenz! Deja de ser una loba solitaria, sin juego de palabras, ¡pero no puedes
ser una solitaria! ¡No te dejaré! ―Estaba golpeando sus pequeños puños sobre la
mesa y no pude contener una carcajada. Es una cosita luchadora. De pie a apenas
un metro sesenta y cuatro con su flamante cabello rojo en ondas perfectas, metió
un mechón detrás de su oreja, exponiendo sus expansores de un centímetro. Sólo
una de las muchas locuras que le ha hecho a su cuerpo. Con dos mangas llenas
de tatuajes, ceja, nariz y lengua perforadas… pero está demasiado asustada para
hacerse el ombligo. Imagínate.

Incluso con toda su locura, era la única en la que he confiado mi secreto: soy
una mujer lobo. Sí, eso fue anti-climático, pero no hay nada bueno en ello. No
sabía cómo sucedió y definitivamente no sabía por qué sucedió. Pero lo intento.
De hecho, conocí a Amy justo antes de mi primer cambio. Era el primer año y
Amy y yo fuimos asignadas a compartir un dormitorio. Realmente no habíamos
hablado la una con la otra además de los comentarios amables básicos, que en el
caso de Amy era un gemido bajo las sábanas. No es una persona madrugadora.

Esa noche, nuestro Asesor Residente iba a hacer nuestra primera reunión en el
piso cuando el dolor golpeó. Comenzó en las puntas de mis dedos y se extendió
por todas partes. Cada hueso rompiéndose, pieza por pieza y reorganizando para
aceptar al lobo. Amy estaba entrando a nuestro dormitorio para buscarme
cuando me vio desnuda, con la ropa hecha trizas, encorvada, goteando en un
sudor frío, mientras mi columna vertebral se agitaba a lo largo de mi espalda.
Una vez que aparecieron mis caninos, me encerró en nuestro baño y puso la
cómoda frente a la puerta.

Lo que nunca olvidaré fueron sus ojos verdes acusatorios cuando perforaron
agujeros en mi cuerpo a la mañana siguiente, como si fuera información vital que
debería haberle proporcionado a la Oficina de Admisiones antes de inscribirme.
¿Cómo se suponía que iba a saber que esto me iba a pasar? Hasta el día de hoy,
no sabía si estaba asustada o enojada por haberse quedado atrapada conmigo. De
cualquier manera, ella me cubrió e incluso llegó al punto de obtener mis notas de
mis clases de la mañana cuando me encontró desmayada en el suelo de azulejos

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del baño. Estaba de pie en medio del marco de la puerta, con una ceja perforada
levantada hacia el techo y los brazos cruzados sobre su pecho.

―Entonces, ¿eres una mujer lobo? ―me preguntó mientras intentaba levantar
mi cuerpo débil del suelo y fallando miserablemente.

―Supongo que sí ―fue mi respuesta antes de que me desmayara de


agotamiento.

Todavía estaba recordando la noche de mi primer cambio cuando Diana Stone


se acercó a nuestra mesa. Maldita sea, ¡no puede simplemente desaparecer! Se
apoyó casualmente en una de las sillas vacías y giró un mechón de cabello
alrededor de su dedo índice. Ugh, que cliché.

Su doble D estallaba fuera de su camiseta con cuello en V y yo quería acercarles


una aguja a las cabronas y hacerlas estallar a un tamaño negativo A.

―Oh, Dios mío, Mackenzie. No sabía que estabas aquí. ―Mentiras―. Te


habría invitado a estudiar conmigo. ―Aún más mentiras―. James está en un
partido fuera, así que tengo el apartamento para mí sola ¿si quieres que
estudiemos juntas? ―Espera... ¿qué? ¿Están viviendo juntos?
Podía sentir mis garras extendiéndose mientras raspaban la madera de mi
silla. Un gruñido bajo escapó de mi garganta y esa fue toda la advertencia que
Amy necesitó para intervenir. Si bien puede que nunca sea un buen momento
para escuchar esto, esta noche definitivamente no era el momento adecuado…
hay una maldita luna llena.

―Ahora, ¿por qué demonios querría pasar tiempo contigo, Barbie? ―La
sonrisa de Diana se deslizó por un momento y vislumbramos su fachada. Debe
ser fea sin maquillaje. Al menos eso espero...

―Y yo te he dicho muchas veces que mi nombre es Diana... no Barbie ―dijo


con una sonrisa tensa.

―Bueno, Barbie, Diana, Cabeza Hueca… son todas iguales en mi libro,

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márchate antes de que ella te despedace. Ya sabes, síndrome premenstrual y todo
eso ―dijo Amy con una sonrisa. Diana la ignoró y se centró en mí.

―Sólo quiero que nos llevemos bien, Mackenzie. Eres una persona muy
especial para James y realmente creo que podemos ser las mejores amigas
―comentó y su sonrisa era tan falsa que parecía dolorosa.

―Lárgate jodidamente de aquí, Diana ―gruñí y ella dio un paso vacilante


hacia atrás. Malditamente correcto. Será mejor que tenga miedo. Dirigí mi mirada
hacia el reloj que estaba junto al mostrador de salida y vi que eran más de las
siete. No puedo creer que haya estado aquí tanto tiempo. Empujar mi silla hacia
atrás hizo que sus patas chirriaran a través del suelo de la biblioteca… es un eco
que atrae la atención. Me dirigí a la salida, sin molestarme en agarrar mis cosas o
incluso mirar a las personas que había dejado atrás.

La ráfaga de viento frío me golpeó el rostro mientras salía de la biblioteca y


entraba al estacionamiento. Era mediados de diciembre en la ciudad de Nueva
York y el clima frío no hizo nada para la temperatura caliente de mi carne. Pero
en lugar de tomar el tren y tratar con las personas que me miraban por no usar
una chaqueta, llamé a un taxi para que me llevara a mi apartamento en Alphabet
City.

Saqué veinticinco dólares y le dije al conductor del taxi que se apresurara. En


los casi cuatro años que pasé por el Cambio, nunca había estado tan cerca. Podía
sentir que mis huesos empezaban a crujir e intenté equilibrar mi respiración y
calmarme. No ahora, no ahora, no ahora. Probablemente me parecía a una adicta
que ansiaba su próxima dosis. Apreté los dientes y junté mis manos pegajosas. El
dolor era insoportable.

Estábamos atrapados en el tráfico y mis piernas no paraban de rebotar.

Podía sentir mis huesos reorganizarse. ¡Dios, esto es tan doloroso! Sin poder
aguantarlo más, le dije al conductor que se detuviera, tiré el dinero en el asiento
del pasajero y corrí a toda velocidad hacia la casa.

Cuando doblé la esquina de mi calle, me topé con un cuerpo duro que me


lanzó unos metros hacia atrás y justo sobre mi trasero, causando que un grito
saliera de mí cuando más huesos crujían por el impacto. Mi cuerpo temblaba en
un sudor frío en medio del invierno, cuando una mano áspera tomó mi

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antebrazo.

―Lo siento mucho, ¿estás bien? ―Con los ojos llorosos, miré el rostro del
hombre más sexy de GQ del año. Tenía los ojos marrones más suaves que se
fundían en charcos de chocolate con leche. Y ese hoyuelo que se hundía en su
mejilla mientras se mordía el labio inferior, era lo más lindo que había visto en
mi vida. No pude apartar la mirada. Bueno, al menos no hasta que otra oleada
de dolor subió por mi columna vertebral―. Creo que necesito conseguirte algo
de ayuda. ―Temblaba tanto que no podía hablar. Sacudiendo mi cabeza
erráticamente, me alejé de su alcance. ¿Qué estoy haciendo? Ya he perdido
demasiado tiempo. Con renovada fuerza, me puse de pie con un gemido y estoy
segura de que escuchó un chasquido en mi cadera. Efectivamente, sus ojos se
ensancharon una fracción cuando se enfocaron en mi pelvis. Tragando la mayor
cantidad de aire posible, lo empujé y corrí el resto del camino hacia mi edificio,
ignorando sus protestas para que esperara.

Con dedos temblorosos, intenté insertar la llave en la cerradura de mi


apartamento. Después de algunos intentos fallidos, finalmente pude y abrí la
puerta. Tomando tres escalones a la vez, llegué al tercer piso y golpeé mi hombro
contra la puerta de mi departamento, dejándola colgando de las bisagras. Mis
caninos y garras estaban fuera y el cabello en mis brazos se engrosaba. Una vez
que pasé el umbral, comencé a quitarme la ropa mientras caminaba hacia el
dormitorio trasero.
Dejé escapar un grito cuando los huesos de mi hombro se quebraron e
involuntariamente me agaché mientras sostenía la perilla de la puerta. Estoy casi
allí, vamos, espera, me dije mientras luchaba por abrir la puerta de la habitación
y cerrarla de golpe detrás de mí. Estiré un brazo torcido hacia la jaula y agarré
una de las barras de acero, arrojándome dentro. Ahora, a gatas, me arrastré hasta
la cerradura y la cerré.

Como si el sonido del cerrojo fuera suficiente permiso, un aullido me atravesó


y el lobo fue puesto en libertad.

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Capítulo 2

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En la actualidad

Me desperté con un sobresalto y algo desorientada. Sentí dolor en el cuerpo y


me froté los antebrazos para recuperar la sensación. Había dormido
incómodamente en el asiento trasero del detective Michaels durante una
vigilancia en la que se suponía que debía estar despierta la noche anterior. Por
suerte, ya que sólo era una interna en la policía de Nueva York, podía salirme
con la mía con estas cosas. Excepto que tenía muchas ganas de incluir esta salida
en mi artículo, espero que haya otra en el futuro, ¿qué tan retorcido era eso? Me
arrastré fuera de la cama y encendí mi ordenador portátil, la luz de la pantalla
me fulminó con la mirada, haciéndome entrecerrar los ojos. Ya había tenido una
videollamada perdida en Skype de parte de mi hermano Oliver. Volví a marcar
y respondió mientras estaba en medio de un bostezo.

―Asqueroso, Kenz. ¿Te has cepillado los dientes?

―Oh, cállate, Ollie. ¿Por qué llamaste tan temprano en la mañana?

Puso los mismos ojos grises que tenía en blanco y resopló.

―Kenz, es casi mediodía. O tuviste una noche tardía o necesitas arreglar ese
despertador.

Me reí.

―Sí, bueno, estuve trabajando anoche, demándame. ¿Vienes a casa para las
vacaciones? ―Crucé los dedos debajo de mi escritorio y esperé que dijera que sí.
Extrañaba a mi hermano.

―Nah, lo siento, hermanita, pero no puedo. Prometo hacer un viaje allí pronto.
¡Lo juro!

Asentí con decepción, pero lo entendía. Mi hermano era un soldado en el


ejército de los Estados Unidos. No tenía el lujo de siempre volver a casa para
Navidad.

―Bueno, tengo que irme, sólo quería ver a mi hermana favorita ―comentó, y
ahora era mi turno de poner los ojos en blanco.

―Soy tu única hermana, Ollie.

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Se rio.

―Está bien, bueno te amo y te extraño. Cuídate.

―Siempre.

Terminé el chat de video e inmediatamente olí el tocino que Amy estaba


cocinando. Era toda la motivación que necesitaba para salir corriendo de mi
habitación. El crujido de la grasa me hizo lamer mis labios y mi estómago gimió.
Después de mi primer Cambio, mi apetito se cuadruplicó, y ahora podía comer
toda una vaca por mi cuenta. Nunca solía poder comer tanto y mantener una
figura tan atlética. Mi cuerpo había cambiado de una chica de forma normal que
todavía tenía algo de grasa de bebé leve a una chica que parecía que vivía en el
gimnasio. Y seamos sinceros, lo más que he levantado en mi vida fue el maldito
control remoto para el televisor.

―Buenos días, rayo de sol ―dijo Amy mientras caminaba hacia el mostrador
de la cocina. Me tiró la bata de baño, pero no la necesitaba. La temperatura de mi
cuerpo era la misma que la del clima de Arizona a mediados de julio. Dormir en
pijama era pedir un golpe de calor. Pero como acababa de hablar con mi hermano,
los pijamas eran una necesidad. Tiré la bata en el sofá y me senté en uno de los
taburetes.

Dejé escapar un profundo suspiro y sonreí, me sentía bien. Después de las tres
noches de luna llena, cambiar era como poder finalmente ir al baño después de
aguantarlo durante mucho tiempo. Lo sé, una comparación horrible, pero es la
mejor que tengo. Una calma se apoderaba de mí y disfrutaba de la suavidad. Mis
músculos aún estaban doloridos, incluso semanas después de la luna llena, pero
no era nada en comparación con la sensación de vacío del lobo que era empujado
a la esquina más alejada de mi subconsciente después de dejarlo jugar.

―Come. ―Amy puso una pila de tocino, panqueques y una taza de café
humeante en lo alto de la montaña frente a mí, y mi boca se hizo agua. Sin
dudarlo, comí, sin molestarme en usar jarabe, y mucho menos utensilios.

Toda la persiana de la ventana estaba abierta y, aunque parecía que podía


nevar, el suave calor del sol se grabó en mi piel bronceada. Cerré los ojos con
alegría y me empapé de todo. Pura felicidad.

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―Eres como un comercial de Snickers durante la luna llena. ¿Hambriento?
¡Come un Snickers! O panqueques y tocino… de lo contrario, te pondrías de mal
humor.

―Sí, bueno, tú también lo estarías si tuvieras mi suerte ―me burlé, bebiendo


la mitad de mi café de un trago―. Por cierto, ¿Barbie dijo algo después de que
me fui durante la última luna llena?

Puso los ojos en blanco.

―Por supuesto que no, idiota. Saliste de allí tan rápido, me sorprende que aún
tengas tus zapatos puestos. Y sin ti, a ella no le quedaba nada para ser una perra.

―Ja, ja, muy gracioso ―dije secamente―. Me alegro de haber llegado a


tiempo. Realmente estuvo muy cerca.

―Por suerte somos los únicos monstruos que vivimos en este maldito edificio.
¿Te imaginas si realmente tuviéramos vecinos? Probablemente pensarían que
hay algunas fiestas sexuales locas que se llevan a cabo aquí con todos los aullidos
que haces ―sonrió y le mostré mi dedo medio―. La loba probablemente necesita
tener sexo y ella sólo está gritando por una liberación. Pobre loba ―se rio entre
dientes y robó un trozo de mi tocino. Aplasté su mano y la fulminé con la mirada.

―Por favor no hables sobre la bestia y el sexo. Es desagradable.

―Supéralo, nena. Ella vive a través de ti y has estado fuera de servicio por
unos tres meses ―señaló con seriedad.
―En realidad han sido cuatro, pero quién está contando. ―Puse los ojos en
blanco por su exagerada caída de mandíbula―. ¡No es un gran problema! ¡Lo
haré cuando esté lista y no con un extraño que probablemente me dará una
enfermedad que me hará sentir picazón! ―Cómo no veía que la razón estaba
fuera de mi alcance.

―¡Oh Dios mío, Kenz! Eres tan dramática.

―Lo que sea. Nada de lo que digas puede arruinar mi día. Estoy libre por al
menos otra semana y media hasta que la loba salga de nuevo y la libertad nunca
ha tenido un sabor tan dulce ―suspiré, mordisqueando un pedazo de tocino.
Hablar de sexo me hizo sentir incómoda y mi cambio de tema tampoco fue sutil.

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Amy sonrió.

―¿Nada puede arruinar tu día? ―preguntó y negué con la cabeza―. ¿Qué


pasa con James? ―Me detuve a mitad de bocado y recordé lo que Diana dijo hace
dos semanas. Esa zorra a propósito me dijo que estaban viviendo juntos.

He conocido a James casi toda mi vida. Habíamos crecido juntos en Cold


Springs, Nueva York. Habíamos sido los mejores amigos y rara vez nos veían
separados. En nuestro último año de escuela secundaria, decidimos mudarnos a
la ciudad para ir a la universidad, pero ese no fue mi error, mi error fue dejar que
una relación platónica se vuelva romántica. El verano anterior a la universidad,
nos emborrachamos durante el festival del cuatro de julio en la ciudad y
terminamos durmiendo juntos. No fue nuestra primera vez, pero fue la primera
vez que lo hicimos porque nos queríamos.

Nuestra primera vez fue antes del último año de la escuela secundaria, cuando
hicimos un pacto de que si no habíamos perdido nuestras virginidades al
comienzo del año escolar, nos lo perderíamos el uno al otro. Decir que fue
incómodo y sólo duró dos segundos era muy suave.

Después fue como si hubiéramos marcado algo en nuestra lista de deseos. Pero
ese cuatro de julio antes de la universidad fue diferente. No hubo una
conversación incómoda ni una salida extraña y definitivamente no fue sólo unos
segundos. Lo más probable es que porque él había adquirido experiencia durante
ese año escolar y sabía lo que estaba haciendo. Fue perfecto, de verdad; ¿quién
no querría salir con su mejor amigo? Tampoco dolió que James tampoco se viera
mal. Aunque estuvo escuálido y malhumorado durante la mayor parte de la
escuela secundaria, se rellenó muy bien ese primer año de universidad. Empezó
a jugar al hockey y se puso en forma. Un poco más de metro ochenta y dos de
altura, cabello rubio arenoso y con un paquete de seis en el que podrías rebotar
una moneda. Ya no era el adolescente de aspecto nerd, sino un hombre. Lo que
James no sabía era que nunca lo había hecho con nadie más aparte de él, lo que
hizo que su traición quemara mucho más. La única otra persona que lo sabía era
Amy.

No sabía si estaba enamorada de él, pero sabía que lo amaba y me preocupaba


por él. Tal vez todavía lo hacía. Sabía que no seríamos eternos, sin embargo, no
una que vez pasé por mi primer Cambio unos meses después de que

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empezáramos a salir. Nunca pensé que me dejaría tan bruscamente y por alguien
más. Eso fue hace cuatro meses, al comienzo de este semestre, así que puedes
imaginarte mi sorpresa al descubrir que estaba cohabitando con la barbie. Nunca
había querido que nos mudáramos, así que me preguntaba qué lo hizo hacerlo
con ella.

Ugh, vale, Amy oficialmente arruinó mi día.

―¿Estallé tu burbuja allí, cariño? ―Miré su sonrisa maliciosa. Sabía muy bien
que la mención de él me iba a llevar al pasado.

―¡Soy una maldita mujer lobo por el amor de Dios! Se supone que debo ser
una máquina de combate magra, mezquina, así que, ¿por qué me molesta tanto?
―No pude evitar sentirme angustiada y quejarme.

―Ahí, ahí, mi pequeña loba. Ella se contagiará de clamidia o algo y todo irá
bien con el mundo otra vez ―comentó Amy mientras me abrazaba y peinaba los
nudos en el desorden castaño oscuro que llamaba mi cabello.

Estar deprimida no era lo mío, pero seguía doliendo. Hasta el día de hoy,
James jura que no me engañó, pero es difícil de creer cuando menos de
veinticuatro horas después de nuestra separación… estaba mágicamente con otra
persona. Lo que más me dolió no fue que estuviéramos juntos durante tres años,
sino que terminé perdiendo a mi mejor amigo de dieciséis años. A veces me
preguntaba, ¿qué hice mal? Podría haberme vuelto más agresiva y maliciosa
desde el lobo, pero hice todo lo que pude para que funcionara. No podría haber
sido tan malo.
Me aparté de Amy y salté del taburete de la cocina con renovada
determinación. Aburrirme era lo último que quería o necesitaba hacer. Se acabó
y ya. Cuatro meses era lo suficientemente largo para superarlo... ¿verdad?

―Muy bien, basta de la fiesta del amor. Me voy a The Brew ―le hice un gesto
con la mano y caminé hacia mi habitación.

―No tan rápido, señorita. ―Me di la vuelta con una ceja levantada―. Han
pasado dos semanas y necesitas reemplazar la puerta del apartamento antes de
que nos roben.

Eché un vistazo al trozo de madera que colgaba durante la última luna llena y
me encogí al ver la cinta amarilla de precaución que bloqueaba la entrada. No

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como si fuera a detener a cualquier ladrón. Será mejor que Google me diga cómo
solucionarlo.

―Sí, sí, lo haré hoy ―me quejé.

Después de pagar al señor Gómez, el propietario de la bodega al otro lado de


la calle, para instalar una nueva puerta, tomé mi trabajo escolar y me dirigí a The
Brew. Amy odiaba gastar dinero innecesariamente si podíamos arreglarlo
nosotras mismas, pero simplemente no tenía tiempo para averiguarlo. El primer
borrador de mi trabajo para mi pasantía debía entregarse antes de las vacaciones
de invierno y, como me había encontrado con Diana Stone con más frecuencia en
el campus, sería mejor que me mantuviera local si quería hacerlo.

Nos mudamos a East Village después del primer año, una vez que nos dimos
cuenta de que los dormitorios no eran un lugar seguro para cambiar, lo que
parece ser sentido común, pero bueno, teníamos dieciocho y éramos ignorantes.
Después de muchos meses de atravesar el Cambio en una unidad de
almacenamiento, tuvimos suerte y encontramos un edificio antiguo con pocos
inquilinos en una zona aislada de Alphabet City. Era tranquilo y privado para un
barrio tan animado y, a veces, peligroso. Y estaba a sólo un par de manzanas de
la mejor cafetería de la ciudad.
Entré a The Brew con mi ordenador portátil y libros en mi bolsa. El aroma
robusto del café se apoderó de mi sensible sentido del olfato y cerré los ojos,
inhalando el cremoso café. Cielo.

La mayoría de los empleados estaban familiarizados conmigo y no se


molestaron en preguntarme qué me gustaría. Encontré mi pequeño rincón en la
parte de atrás y, en unos minutos, Stacey me trajo un macchiato de caramelo.

―Oye, no te he visto aquí en una semana. ¿Cómo te va? ―Stacey y yo


asistimos a algunas de las mismas clases durante mi segundo año en la
Universidad de Columbia, ambas estudiábamos Justicia Penal.

―Sí, he estado en la biblioteca principalmente y en el recinto. ¿Cómo va la

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universidad?

―De hecho, entregué el primer borrador de mi trabajo de investigación ayer,


¡así que cruza los dedos!

Sonreí educadamente pero no pude evitar sentir envidia. Estaba tan cerca de
terminar con la mía, pero siempre parecía haber algo en el camino.

―Bueno, tengo que regresar, estamos haciendo un inventario esta semana.


¡Hablaré contigo más tarde! ―Saludé con la mano cuando se fue para volver
detrás del mostrador.

Tres macchiato de caramelo en mi haber y un par de horas más tarde, llegué a


la declaración final de mi documento de cincuenta páginas y quise llorar de
alegría. Había estado reventándome el culo todo el semestre y casi había
terminado… al menos lo que era el primer borrador.

Estaba puliendo lo último que quedaba cuando alguien se aclaró la garganta


detrás de mí. Molesta por la interrupción, miré hacia atrás con el ceño fruncido.

Con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo de lana, James (mi ex) se
quedó allí con la sonrisa del chico de la puerta de al lado. Lo juro, algo siempre
se interponía en mi camino para terminar este maldito trabajo.

―Oye Kenz, ¿puedo unirme a ti?

―Si es necesario ―dije mientras volvía mi atención a mi portátil. No sirvió de


nada. James se deslizó en el asiento frente a mí y ajustó su gorra de gran tamaño
para cubrir sus oídos.

―Entonces... ¿en qué estás trabajando?

―Cosas ―respondí, fingiendo estar inmersa en mi trabajo escolar.

―¡Oh! Eso es genial. Eh... no te he visto mucho, ¿todo bien?

―Sí ―hago clic en mi portátil, escribiendo letras al azar en un documento de


Word en blanco. ¡Por favor vete!

―¡Maldita sea, Kenzie! ¿Podemos hablar, por favor? ―Levanté la vista de la


pantalla para ver su rostro sonrojado y no por el frío. Su corazón se aceleró, pero
no estaba segura de si era porque estaba nervioso o molesto.

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―¿Pensé que eso era lo que estábamos haciendo? ―le dije con sarcasmo, pero
él había perdido toda la paciencia conmigo. Sí, estaba enojado. Cerró mi laptop y
la deslizó hacia un lado. Mis fosas nasales se ensancharon mientras miraba al
bastardo engañoso frente a mí. Mi temperamento no era algo que tomar a la
ligera.

―Nunca vuelvas a tocar mi mierda ―mantuve mis manos en puños a mis


lados antes de apuntar a su mandíbula. Qué caradura.

―Lo siento ―puso los ojos en blanco―, pero tenemos que hablar sobre las
vacaciones de invierno.

―¿Qué pasa?

―Bueno, para empezar, ¿cuándo nos vamos? Mi último final es el último día,
por lo que no podemos irnos a principios de este año ―comentó con seriedad y
me quedé aturdida, con la boca abierta. Me dejé caer en mi silla pensando cómo
responder. Estaba tratando de matar el tiempo y esperando que él dijera que
bromeaba. Sin suerte. Levantó una ceja, incitándome a responder y tuve que
apretar mis manos con más fuerza antes de arremeter.

―¿Consumes crack? Debes estar drogado con algo si crees que vamos a
regresar a casa juntos.

―Deja de actuar tan inmadura, Mackenzie. Hemos sido amigos desde el jardín
de infancia, esto no es la gran cosa.
Me atraganté con mi respuesta.

―¿No es gran cosa? A la mierda con eso Jameson Theodore ―dije su nombre
completo al igual que lo hizo conmigo. Esa rata bastardo―. Ve en auto con Diana.
Estoy segura de que ella se muere por conocer a tu familia.

Se movió incómodo en su asiento, apartando los ojos y ajustando el cuello de


su abrigo. Oh no... ¡no, no, no, no!

―No les dije a mis padres que rompimos. ―¡NO!

Antes de que pudiera decir que apostaría a mi hijo por nacer, a lo que él estaba
a punto de decir, extendí la mano para detenerlo.

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―Entonces diles, es una solución simple.

―No es tan simple, Kenz, y lo sabes. Toda mi familia piensa que tú y yo nos
casaremos después de la graduación. Sólo necesito más tiempo para averiguar
cómo decirles que rompimos.

―¿Y qué? ¿De verdad me estás pidiendo que finja ser tu novia durante las
vacaciones de invierno? ―Asintió tímidamente y pude sentir el humo saliendo
de mis oídos―. Eres un hijo de puta enfermo si crees que alguna vez estaría de
acuerdo con esto. Lleva a tu novia estrella porno, estoy segura de que Nana la
amará ―le dije con una sonrisa, sabiendo muy bien que ella no lo haría. La
familia James está llena de mujeres muy fuertes y francas. Enviarían a Diana
Stone a empacar antes de que ella incluso llegara a la puerta principal. Y no es
que Diana fuera fea o algo así (es bonita, desafortunadamente) pero vestía como
una acompañante barata.

―Sabes que no puedo llevarla. Si Nana no la rompe, mis hermanas lo harán.


Por favor, Kenzie, te juro que te lo compensaré. Sólo son dos semanas, ¿por favor?
―Me suplicó y me disparó con esos ojos de cachorrito. No podía creer que
estuviera siquiera contemplando esto, pero ni siquiera se lo había contado a mis
padres. Lo cual no era gran cosa en el gran esquema de las cosas, ya que rara vez
hablamos y realmente no les importaría, pero... bueno, bien.

―Dos semanas James, eso es todo. No vengas a lloriquear durante la


graduación o yo personalmente le presentaré a Diana.

Cedí. Amy me iba a matar.


Capítulo 3

20
Una vez que James se fue y pude terminar mi trabajo, volví a casa para
enterrarme en un libro antes de trabajar. Nunca me gustó mucho leer ficción, pero
cuando pasé por mi primer Cambio, no podía “buscar” los síntomas de la
licantropía en Google. Así que me sumergí en la ficción paranormal y me
familiaricé con algunos mitos. Todavía no había conocido a otro hombre lobo,
pero dudaba que fuera la única. Mejor no serlo al menos, porque si lo fuera, sería
una existencia solitaria.

Después de una ducha, me peiné y me lo recogí en un moño desordenado.


Estaba demasiado enojada con el mundo (principalmente con James) para
preocuparme por mi apariencia. Me puse mi atuendo habitual de “trabajo”, que
consistía en leggings de cuero, una túnica negra de manga larga y mis botas de
tacón de punta. Como portera en un bar cercano los fines de semana, podría
volverse bastante ruidoso cuando los perdedores bebían demasiado. Tenía la
fortuna de tener la fuerza y un rostro permanente de perra inexpresiva para
asustarlos para que se comportaran. De vez en cuando conseguía un alma
valiente que quería probar las aguas conmigo, pero aprendían a lamentar esa
decisión al final de la noche. Esperaba algún idiota esta noche; después de mi
encuentro con James, quería golpear a alguien en el rostro.

Mientras intentaba distraerme esta noche, no pude evitar sentirme molesta por
lo estúpida que fui de siquiera estar de acuerdo con su plan. ¿Quién en su sano
juicio haría esto? Ir a casa para las vacaciones se suponía que era un descanso de
todo en la ciudad y todo lo que hice fue agregar más trabajo para mí. Estaba
demasiado enojada como para pensarlo el día anterior, pero ahora todo lo que
podía pensar era cuando me tome de la mano o trate de besarme… ¿podré
manejar eso?

Caminé las pocas manzanas que tomaba para ir al trabajo cuando recibí un
mensaje de texto.

Amy: ¡¿FFFFIIIIIEEEESSSSTTTTAAA STA NOCHE?!

¿Muy desagradable? Caray... no había nada que me llevara a una casa de


fraternidades sucia y maloliente. Asqueroso.

Yo: No.

21
Amy: ¡JAMES ESTARÁ AHÍ!

Yo: DEMONIOS NO.

Si pensaba que él me iba a hacer cambiar de opinión, entonces no sabía en qué


planeta vivía. Era la última persona que quería ver, y mucho menos hablar. Ni
siquiera había llamado para contarle sobre él y las vacaciones de invierno, así que
esa era una razón más que suficiente para evitar ir de fiesta con Amy. Tendré que
decírselo pronto ya que se queda conmigo y con mi familia durante las
vacaciones. No podía dejarla en el último minuto.

Después de unos segundos, no recibí un mensaje de texto. Se dio por vencida.


No soy alguien que cambie de opinión una vez que he tomado una decisión.
Algunos lo llaman terquedad, pero prefiero verlo como disciplinada. Sí, eso
suena bien.

La vida nocturna en la ciudad puede volverse salvaje y el Bar Pete’s no era


diferente. Los fines de semana, recibimos a los universitarios y tenemos que tener
cuidado con los bebedores menores de edad. Desde el exterior, Pete’s parece un
basurero, un lugar de mala muerte, pero en el interior había un lugar ideal para
que un hípster pase el rato. Está constantemente lleno y desbordado.

―¿Qué tal, Big John? ―dije mientras chocaba mi mano al otro portero que
trabajaba en la puerta conmigo. Era un tipo grande que era un ex marine, pero
tan suave como un oso de peluche. No podría pedir un mejor compañero. Me
escucha divagar sobre todos mis problemas personales (además de las cosas de
lobo) y siempre me ofrece consejos. Ahora si tomo su consejo era otra historia.

―No mucho, Kenz. Otro día, otro dólar ―comentó con su fuerte acento de
Nueva York.

―De puta madre ―lo pasé y saludé a los dos camareros cuando fui
directamente a la oficina de atrás y obtuve mi tarjeta de tiempo (sí, esas cosas
todavía existen) y la perforé.

Sasha y Cole estaban trabajando en el bar esta noche, lo que significaba que las
cosas iban a funcionar con indulgencia. Me subí a un taburete y alcancé a Cole,
que me dio un beso en los labios. He dejado de decirle que apunte a mis mejillas,

22
nunca escucha, así que ahora sigo el juego.

―Hola, hermosa, te he echado de menos. ―¿Por qué todos actúan como si


hubiera estado desaparecida en acción?

―Trabajé el fin de semana pasado contigo ―dije mientras me entregaba una


botella de agua.

―Lo sé, pero echo de menos ver tu hermoso rostro. Los fines de semana no
son suficientes ―me guiñó un ojo y si hubiera sido cualquier otra chica, podría
haber empapado mis bragas. El encanto de Cole no funciona conmigo,
especialmente después de verlo ir y venir más veces de las que podía contar, al
baño de empleados con chicas al azar. En serio, sin embargo, el tipo necesitaba
disminuir la velocidad antes de que las joyas de su familia se cayeran.

―Oh, por favor, ¿a quién has elegido para esta noche? ―Comencé a explorar
el bar tratando de identificar su objetivo para esta noche.

―Sabes Kenz, no tendría que hacerlo si sólo fueras mía ―suspiró.

Nunca sabía si estaba hablando en serio o no, pero era mejor no jugar con
fuego.

―No en esta vida, Cole ―indiqué mientras me levantaba de mi taburete. Su


sonrisa depredadora se extendió por su rostro y el desafío estaba listo. Sabía que
no debía seguir jugando este juego con él, pero después de James, necesitaba un
poco de coqueteo inofensivo. No me juzguéis.
―Entonces, ¿cómo te sientes? ―susurró una voz seductora en mi oído,
enviando un escalofrío por mi espalda. Me di la vuelta, lista para alejarme del
rarito, y me encontré cara a cara con un pecho muy esculpido cubierto por un
suéter ajustado. Bajo pesadas pestañas, miré al hombre que tenía delante; mi
aliento se detuvo cuando lo capté todo. Las olas de calor me recorrieron cuando
una sonrisa astuta expuso el hoyuelo en su mejilla.

―¿Qué?

―Pregunté, ¿cómo te sientes, después de la otra noche? ―Él estaba


conteniendo una carcajada en tanto presionaba sus labios en una línea recta. ¿Qué
demonios?

23
Mi cuerpo se tensó y me agarré del asiento detrás de mí.

―Lo siento, no sé de qué estás hablando.

Asintió y sonrió como si estuviera bromeando.

―Hace un par de semanas me encontré contigo. Parecías enferma, pero huiste


como si el mismo diablo te persiguiera.

Arqueé una ceja y lo comprendí. La última noche de luna llena. ¿Cómo pude
olvidar ese rostro? Bueno, claro que podía, casi me estaba muriendo.

―Entonces... ¿estás bien? ―preguntó por tercera vez.

―¡Oh! Sí, estoy bien. Sólo comí eh... marisco en mal estado. ―¿Acabo de
admitir que tenía diarrea? ¡Tranquilízate, Mackenzie!

Entrecerró los ojos como si no me hubiera creído del todo o simplemente le


asqueaba. Lo más probable es lo último. Pasó su dedo por mi brazo a paso lento
y pausado. Contuve la respiración mientras lo veía pasar su lengua sobre su labio
inferior.

―Ya que te sientes mejor, ¿qué te parece si te invito una bebida? ―Su voz era
ronca y tuve que aclararme la garganta un par de veces para orientarme.
Mariposas me hicieron cosquillas en el estómago y no pensé que las citas
deberían estar en la parte superior de mi lista. Además, apestaba en el flirteo.

―Lo siento, estoy trabajando, gracias de todos modos ―respirando


profundamente, me recompuse y pasé a su lado.
Agarró mi codo antes de que pudiera irme, enviando disparos de electricidad
a través de mi cuerpo.

―Mi nombre es Jonah… Jonah Cadwell. ―Sus ojos marrones eran amables
mientras miraba fijamente a los míos.

―Mackenzie Gray ―dije, sorprendida de que incluso le dijera mi nombre


completo―. Tengo que irme. Fue un placer conocerte. ―Me aparté lentamente
de su agarre y retrocedí hacia la multitud. Tomé un taburete del extremo de la
barra y salí.

Big John estaba afuera esperándome, frotándose las manos enguantadas para
darles un poco de calor.

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―¿Qué te tomó tanto tiempo, Kenz? ―preguntó mientras me dejaba caer junto
a él. No tenía una respuesta porque realmente no sabía lo que sucedió. El
encuentro con ese chico Jonah fue extraño. Tal vez Amy tenía razón: necesitaba
tener sexo.

―Lo siento. ―Me encogí de hombros―. ¿Cómo se ve la multitud esta noche?


―Cambié de tema y me instalé para las siguientes horas.

―Creo que vamos a reducir la velocidad en una hora más o menos. ¿Cómo es
tu pasantía en la comisaría?

Suspiré.

En lugar de tomar doce horas de crédito electivo, decidí hacer una pasantía
durante la semana en 1PP1… Plaza en la Comisaría Uno de Manhattan. Iba muy
bien y me encantaba ir allí después de la universidad. Lo único que apestaba era
el trabajo de investigación que tenía que escribir al final del año sobre mi
experiencia y lo que había aprendido.

―Va ―comenté solemnemente―. Este trabajo sólo me está pateando el


trasero, eso es todo.

―¿Has terminado?

―Sí, pero sólo el primer borrador.

1 1PP: One Precinct.


―Bueno, míralo de esta manera, al menos puedes ir a casa para las vacaciones
y tomar un descanso. Cuando vuelvas, estarás renovada y lista para dar una
patada en el trasero de ese trabajo ―dijo Big John y me eché a reír―. ¿Tu
hermano viene a casa para las vacaciones?

―No. Ollie no tiene suficiente tiempo libre ―dije, y mi estado de ánimo se


redujo aún más de lo que ya estaba. Mi hermano mayor Oliver era un soldado en
servicio activo en Fort Hood, Texas. Esta iba a ser la primera vez en muchos años
que estaría en Estados Unidos durante las vacaciones y aun así no íbamos a poder
verlo. Puede que no sea muy cercana a mis padres, no es que haya algo malo en
ellos, pero estaba atada a la cadera con mi hermano. Estuvimos separados sólo
dos años y hablábamos por Skype entre nosotros al menos una vez a la semana.

25
Odiaba que estuviera tan lejos y que nunca pudiera decirle realmente todo sobre
mí. Se asustaría si le dijera lo que era.

―Bueno, al menos estarás con tus padres y Amy. Estarás bien, Kenz. ―Big
John me dio un ligero puñetazo en el brazo y le di una sonrisa falsa. Este día no
estaba mejorando.
Capítulo 4

26
La noche transcurrió sin problemas y no estábamos tan ocupados como una
noche normal de viernes. Una banda sin nombre tocaba dentro y apestaban. Todo
lo que podía escuchar era a alguien agitando una pandereta y creo que había un
banjo en la mezcla.

Saqué dos Advil y las agité con agua cuando un grupo de tres chicos se acercó
a la puerta. No pude distinguir sus rostros, pero sus constituciones masculinas
fueron una señal reveladora seguro. El que estaba en el medio era el más grande
del grupo, pero todos eran extremadamente musculosos y se acercaron a
nosotros como si estuvieran saliendo de un anuncio de Calvin Klein.
Definitivamente no son el tipo de personas que vienen al Bar Pete’s.

Uno de los chicos, el más a mi izquierda, se acercó a Big John con un billete de
cien dólares entre los dedos. La única luz sobre la puerta delantera iluminó su
rostro y traté de evitar que mis ojos se salieran. Era el más delgado de los tres,
pero aún tenía un rostro bonito. Impecable en realidad. Sus ojos marrones eran
penetrantes cuando se dirigió a Big John.

―No tienes que pagar para entrar. Sólo necesitamos ver tus datos personales
―dije cuando noté que Big John todavía estaba en silencio, sin decir una palabra.
No hay forma de que él pueda ser intimidado por estos tontos, era más grande
que los tres juntos.
―Lo siento, mujer, estamos hablando con él. ¿Por qué no corres adentro y
bebes un Cosmo? ―dijo, pero ni siquiera miró en mi dirección. ¡Qué cerdo
sexista! ¿Beber un Cosmo? Cosmo, mi trasero… está a punto de conseguir mi pie
en el suyo.

―¿Perdona? Tú…

―Por favor, disculpa a mi hermano, a veces no tiene tacto ―susurró una voz
familiar en mi oído derecho y me quedé inmóvil. Su mano fuerte cayó sobre mi
hombro en un agarre amistoso. Con una ligera inclinación de mi cabeza, me
encontré cara a cara con un tipo que se parecía al imbécil frente a mí: Jonah. Ni
siquiera lo había visto caminar hacia mí, ¿de dónde venía? Mejor pregunta: ¿qué
demonios estaba haciendo?

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―En primer lugar, no me toques. En segundo lugar, vosotros necesitáis
retroceder. Y por último, ¿qué demonios estás haciendo aquí? ―Me moví para
pararme al lado de Big John y lejos del tipo que estaba empezando a pensar que
me estaba acosando. Le di un discreto codazo a mi compañero para que lo sacara
de la tierra en la que estaba, pero no sirvió de nada. No se movió.

Jonah frunció el ceño y ladeó la cabeza hacia un lado. Sus ojos color chocolate
me penetraron con una pregunta no formulada. El hermano imbécil todavía
miraba a Big John mientras susurraba:

―Ve. ―Sin perder un instante, John se volvió robóticamente y entró en el bar,


dejándome sola afuera.

Guau... no está bien. Puede que tengamos un problema.

―Ahora, ¿por qué estás siendo tan difícil? ―preguntó Imbécil mientras me
miraba fijamente. Sus ojos marrones se oscurecieron hasta orbes negros y di un
paso atrás.

―¿Qué diablos está mal con tus ojos? ―pregunté, pero era un truco realmente
genial. Los dos hermanos frente a mí se detuvieron y me miraron boquiabiertos.
Sus similitudes eran extrañas y me sentí estúpida por no reconocerlo al principio.
Su hermano debería haberme parecido familiar, incluso si no fueran idénticos.

―No tengo tiempo para esta mierda, así que, vosotros, idiotas, podéis iros ya.
Lo que sea que buscáis, no está aquí ―crucé los brazos sobre mi pecho y resoplé.
―Suficiente ―una voz profunda y ronca resonó detrás de los dos hermanos y
me estremecí. Después de convertirme en un hombre lobo, perdí el miedo a
muchas cosas, lo que hizo que mi reacción fuera mucho más impactante. Mi
mirada se posó en el suelo y vi cómo las botas del tercer tipo se dirigían hacia mí.
Los dos hermanos se hicieron a un lado.

Un tirón en la boca del estómago me tiró y me impidió mirar hacia arriba. Me


mantuvo inmóvil hasta que las botas se detuvieron a pocos centímetros de mí.
Quería poner un espacio entre nosotros, mirar quién era... demonios, quería
golpear a estos bastardos en el rostro. No importaba lo bien que se viera Jonah,
ese imbécil necesitaba que le dieran una buena paliza. Pero no pude. El tirón en
mi estómago era como cuerdas que me manejaban como un títere. Había perdido

28
todo el control. Y lo que más temía: el lobo estaba saliendo de mi subconsciente.

―Ven ―dijo el hombre frente a mí con su voz ronca que vibraba como un
secreto perverso en mi oído. Mis entrañas se derritieron ante el sonido y mi mente
tuvo que hacer una doble toma. ¿Qué? ¿Qué demonios estaba mal con mis
malditas hormonas?

Mi cuerpo se balanceó en su lugar, deseando obedecer su orden, pero mi


mente estaba en un modo desafiante. El tirón en mi estómago se estaba haciendo
más fuerte y sentí que una energía extraña me rodeaba. Me aferré a la parte lógica
de mí que gritaba no. La acera de hormigón giraba mientras me concentraba en
un lugar en el pavimento sucio. Apreté la mandíbula, respiré dentro y fuera por
mi nariz mientras intentaba romper esta extraña capa de energía que se
presionaba sobre mi piel… haciéndome querer obedecer.

Con una profunda exhalación final, dejé escapar un grito espeluznante


mientras empujaba contra mi agarre y tropezaba hacia atrás. Con las manos en
mis rodillas, jadeé por aire. Gotas de sudor rodaron por los lados de mi rostro y
el aire frío calentó mi piel. Mientras estabilizaba mi ritmo cardíaco, finalmente
pude mirar al hombre con las botas. Abrí la boca para hablar, pero la cerré de
golpe.

Hijo de puta.

Llevaba unos tejanos ajustados y oscuros con una camiseta negra ajustada que
acentuaba sus músculos, y el chico tenía músculos, el cuerpo de un luchador y el
rostro de un ángel caído. Todo mandíbula cuadrada y nariz romana, no podía
distinguir el color de su cabello en la oscuridad de la noche, pero sus ojos azul
pálido y hielo eran inconfundibles. Y estaban enojados.

Al encontrar mi voz y mi actitud, enderecé la espalda y entrecerré los ojos,


mirándolo directamente con la misma intensidad.

―No soy un maldito perro ―dije entre dientes. Nadie se movió y el ruido de
la ciudad se anuló. Ya no escuchaba el ajetreo y el bullicio de la Gran Manzana.

―Tu nombre ―espetó como si fuera una orden.

―Vete a la mierda ―dije mientras luchaba contra las ganas de cumplir. ¿Qué
estaba pasando conmigo?

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Sus fosas nasales se agrandaron y sus manos se apretaron en puños. O tenía
frío y quería calentarse los dedos, o no estaba acostumbrado a ser desafiado. Lo
más probable es que sea lo último y se preparaba para una gran pelea conmigo.
La noche era demasiado tranquila de todos modos.

―¿Quién es tu Alfa? ―espetó. Estaba probando su paciencia y ni siquiera tuve


que adivinar esta pregunta. Tengo suficientes libros paranormales en mi haber
para saber que estaba hablando de un líder de una manada de lobos. Algunas de
las piezas de este encuentro empezaron a tener sentido, pero lobo o no, no me
tomaba con amabilidad la rudeza.

―¿Qué dices? ―Arrugué el rostro en confusión.

Siempre me preguntaba qué haría si alguna vez me encontrara con una


manada de lobos. Si bien su lealtad y obediencia eran admirables… tan sólo no
es lo mío. Sin embargo, no sabía por qué actuaba estúpidamente. Nervios,
supongo.

Intercambiaron miradas entre sí cuando una puerta de un automóvil se cerró


de golpe junto al bordillo. Sincronización perfecta.

―Hola, nena ―Amy caminó hacia nosotros mientras el taxi se alejaba―,


¿quiénes son las bellezas? ―exclamó. Mis ojos se abrieron y no pude ocultar mi
preocupación. Este era el peor momento. Después de cuatro años de amistad,
Amy había aprendido los entresijos de su servidora. Cuando se acercó, frunció el
ceño y comenzó a mirar a los tres tipos que tenía delante. Mis expresiones faciales
no eran fáciles de ocultar y ella sabía que algo estaba pasando.
―Oye, entra y espérame en la barra. Dile a Cole que te dé una bebida ―le
susurré, pero no se movió―. Por favor ―le rogué con mis ojos y la acerqué a la
puerta. Si se fue o no, no lo comprobé. Me concentré en el demonio de ojos azules
que ahora me miraba con interés. Sus ojos quemaban cada centímetro de mi piel.
Me humedecí los labios y mi corazón se aceleró cuando me inundaron olas de
deseo. Esto no puede estar pasando. Quería mirar hacia otro lado, pero estaba
atrapada en su lenta lectura de mi cuerpo. Cuando su mirada llegó a mis labios a
media lamida, una pequeña sonrisa apareció en las comisuras de su boca como
si supiera lo que estaba pensando, lo que estaba sintiendo. Un escalofrío me
recorrió la espalda y me estaba sacudiendo seriamente.

Se volvió hacia el hermano imbécil y asintió. Me lanzó una mirada curiosa y

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se alejó, probablemente siguiendo una orden silenciosa ¿de quién supongo que
es su Alfa? No lo sabía, esto era demasiado confuso en este momento.

―Sígueme ―ladró Ojos Azules, sacudiéndome de mis pensamientos internos.

―No ―mi respuesta no fue tan fuerte ni tan firme como quería que fuera, pero
su presencia se cernía sobre mí como una nube oscura.

―Dije, sígueme. No me hagas repetirme.

Volviendo a aumentar mi confianza, le di una sonrisa y crucé los brazos.

―No en esta vida, amigo. ¿Nunca te enseñó tu madre a no hablar con


extraños? ―Estaba siendo la lista, pero era seria de todos modos. No hay manera
de que vaya a ninguna parte con este loco. Extraño peligroso, ¿hola? Aunque
puede ser atractivo hasta el punto en el que había estado apretando mis muslos
juntos como si necesitara un descanso para ir al baño, había demasiada locura
saliendo de sus poros. Ya tenía suficiente de eso con mi trabajo universitario y mi
novio falso, ya no necesitaba más.

Un SUV negro con ventanas tintadas se detuvo junto a nosotros y Jonah, quien
había estado tranquilo al fondo, caminó hacia él, abriendo la puerta del pasajero.
Genial, su auto estaba aquí. Buen viaje.

―Vienes conmigo ya sea por elección o por la fuerza. No me hagas arrojarte


por encima de mi hombro. ―Un ceño frunció sus rasgos divinos.
Mi pierna izquierda retrocedió y agaché mi cuerpo en defensa. Antes de que
pudiera responder con una réplica, todo su rostro se transformó y un pequeño
jadeo escapó de mis labios. Santa mierda.

De pie frente a mí ya no estaba el hombre al que había estado comiéndome con


los ojos hace poco, sino un mitad hombre, mitad lobo. Me gruñó y no pude evitar
tropezar hacia atrás y chocar contra otro cuerpo. Amy. Sin tener que mirar atrás,
supe que era ella. Siendo la amiga leal que era, no había forma de que me dejara
aquí sola. Maldición.

Por primera vez desde el Cambio, no sabía qué hacer. Esto era otro tipo de
situación peligrosa. Enfrentaba a alguien como yo que era más fuerte y tenía más
control que yo. Apenas podía evitar que mis caninos y garras salieran por mi

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cuenta ¿pero sacar a mi loba para enfrentarme a este tipo? Sí, él me iba a vencer.
Pero siendo la persona de cabeza dura que soy, si caía, entonces iba a caer
peleando.

―¡Amy, corre! ―grité mientras corría hacia el hombre lobo. Escuché los
pequeños pies de Amy y la puerta del bar se cerró detrás de ella.

Movió una mano abierta con garras hacia mi rostro y me eché hacia atrás, sólo
evitándolo por poco. Pero no fui lo suficientemente rápida. Otra mano vino del
otro lado y golpeó mi mejilla derecha. La fuerza me lanzó un par de metros a la
izquierda junto a la puerta y por un momento pensé que estaba viendo estrellas.
Mi mano revisó mi rostro y pude sentir las marcas de cuatro marcas de garras
que se extendían a través. Me quedé mirando mis manos ensangrentadas, con los
ojos muy abiertos. Me quedé helada. Aprovechó la oportunidad para recogerme
con su agarre alrededor de mi cuello y apretó. Mis dedos de los pies rozaron el
pavimento.

―¡Cambia! ―gritó en mi rostro y yo estaba a centímetros de la suya, lo


suficientemente cerca como para besar su boca deformada. Sus ojos azules se
clavaron en mí mientras sus caninos inferiores se asomaban sobre su labio
superior. Su mandíbula y hocico sobresalían de una manera antinatural, parecida
a la de un humano, enviando ondas de pelaje sobre su frente y mejillas. Parecía
un monstruo mientras gritaba en mi rostro. No pude responder y empecé a
ahogarme cuando su mano cortó mi suministro de aire. Mis manos alcanzaron la
muñeca que me sujetaba y lo arañé para liberarla. La temperatura de mi cuerpo
aumentó y sentí que una ola de calor me consumía. En pánico, cerré los ojos y
traté de agarrar cualquier cosa.

―¡Cambia, maldita sea! ―gritó de nuevo y esta vez un gruñido tan fuerte y
feroz, cortó el aire nocturno. Me tomó un momento darme cuenta de que era yo.
Mis garras emergieron y alcancé su cuello. Un nuevo curso de adrenalina entró
en acción y golpeé su cabeza contra la mía un golpe que lo hizo soltarme. Me caí
a unos pocos metros a cuatro patas. Logré echar un vistazo a mis brazos y no era
un lobo, pero tampoco era necesariamente humana. No era luna llena. ¿Qué me
estaba pasando?

Mi momentánea victoria no duró mucho. Una aguja pinchó mi piel en mi


cuello mientras miraba al medio lobo de ojos azules que regresaba a su forma

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humana. Mi visión se volvió borrosa en tanto él se frotaba la frente con el ceño
fruncido y yo caía en un par de brazos fuertes.
Capítulo 5

33
Me moví en la cama con mantas tibias envueltas alrededor de mi cuerpo y
suspiré satisfecha. Esto se siente tan refrescante. Sonreí y tuve que recordarme
agradecer a Amy por comprarme un nuevo edredón. Estas sábanas se sentían
como si hubieran sido arrancadas de la nube nueve y no quería levantarme para
ir a clase.

―Son suaves, ¿verdad? ―comentó una voz masculina a mi lado. Mantuve mis
ojos cerrados, sin querer mirar quién era. No recordaba haber tenido una
aventura de una noche. Espera. Ni siquiera tenía aventuras de una noche… soy
una autocertificada mojigata. Fue entonces cuando los eventos de la noche
anterior me golpearon como un cubo de agua helada. Me levanté de donde estaba
y vi quién se hallaba en la habitación conmigo. Sus ojos color chocolate eran
suaves y una sonrisa cautelosa jugaba en sus labios. Jonah

―¿Dónde estoy? ―mi voz era áspera y seca.

―Toma, bebe esto ―me dio un vaso de agua, pero no lo cogí―. Sólo es agua.
Probablemente estés deshidratada. ―Sacudí la cabeza y, viendo que no iba a
tomarlo, lo puso de nuevo en la mesita de noche.

―¿Necesitas algo? Lamento lo de anoche, pero...

―Tengo que ir a casa ―dije mientras retiraba el edredón grueso de mi cuerpo


y me movía para levantarme. Sus ojos se dirigieron directamente a mi cintura y
vi que estaba en mi camisola y bragas casi transparentes. Sentí el calor en mi
rostro mientras me cubría con la manta, y esta vez me cubrí hasta el cuello.

―¿Dónde diablos está mi ropa? ―grité y pude sentir mi presión sanguínea


aumentando. ¡Estos bastardos!

Extendió las manos a la defensiva:

―¡No es lo que piensas! Una de las Luna te ha desnudado, no te preocupes.

―¿No te preocupes? ¿Quién es Luna? ¡Dame mi mierda, imbécil! ―Agarré


una de las almohadas y apunté a su cabeza. Se agachó y se dirigió a la puerta.

―¡Bien, bien! Voy a averiguar dónde están tus cosas. Sólo cálmate, no te vamos

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a lastimar ―dijo como si me tranquilizara. Fui por otra almohada y él salió de la
habitación antes de que pudiera tirar la siguiente.

Esperé un par de minutos para asegurarme de que no iba a volver a entrar y


salté de la cama como si le hubieran echado ácido. Caminando de puntillas por
la habitación, la examiné en busca de algo que me diera una pista de dónde
estaba, o al menos un teléfono para llamar a la policía. Me encontraba en una
habitación de tamaño modesto con sólo una cama con dosel y una mesita de
noche a juego. No podía oler nada en particular y las paredes de color
blanquecino daban a la habitación sin ventanas una sensación sombría. Además
de la puerta de salida, había otra. Caminé hacia ella, conteniendo la respiración,
y eché un vistazo dentro, pero no había nada allí. Sólo un vestidor vacío. Sin otra
alternativa, me metí de nuevo en la cama y me acurruqué debajo del edredón.
Amy ya debía haber llamado a la policía... al menos esperaba que lo hiciera. A
menos que también se la llevaran. Maldición. Odiaba no saber nada. Esto no era
tan glamoroso como lo hacía ver Teen Wolf.

La puerta de la habitación se abrió y golpeó contra la pared. Un pequeño grito


se me escapó. No había escuchado pasos acercarse. ¿Qué demonios?

―Levántate y sígueme ―el mismo imbécil de los ojos azules de la noche


anterior entró con Jonah justo detrás. A la luz, podía verlo claramente. Su cabello
negro bajo las luces tenía un tinte azul y se veía aún más sexy de lo que pensaba.
Detente Mackenzie. Él es el enemigo
―Sebastian, es obvio que no está acostumbrada a nuestras costumbres. Ella
no te escuchará si le estás dando órdenes ―dijo Jonah y bendita su alma porque
iba a perder mi mierda si seguían dándome órdenes.

―Obviamente ―dije con un goteo de sarcasmo y eso me consiguió ojos


entrecerrados… de ambos. Lo que sea.

Sebastian se aclaró la garganta y tiró del cuello de su camiseta como si


estuviera caliente. Lo que así era él. Está bien, lo juraba, esa era la última vez que
me lo comería con los ojos.

―Bien ―gruñó―. Sígueme... por favor. ―Arrugué la boca hacia un lado y le


di una mirada de “me estás jodiendo”.

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―No voy a ninguna parte sin mi ropa ―dije mientras apretaba mi agarre sobre
las sábanas, ocultando mi incomodidad.

―¿Ropa? ―preguntó, honestamente perplejo.

―¿Sí? ¿Alguna vez has oído hablar de ellas antes? Quiero decir que debes
tener ya que las estás usando. ―Eso me consiguió una mirada malvada. Un
punto para el equipo Kenzie.

―El sarcasmo no es lindo en ti, Mackenzie. Estoy perdiendo la paciencia, así


que no juguemos juegos. Vamos. ―¿Era extraño que la única parte en la que me
centré fue en el hecho de que él no pensaba que yo era linda? Lo que estaba
tomando fuera de contexto porque no es exactamente lo que dijo, pero aun así.

―Bueno, mi paciencia se agotó ayer cuando fui secuestrada por un grupo de


matones ―matones sexy, pero no iba a acariciar el ego de nadie―, así que a
menos que deseéis ir a la cárcel por secuestro, extorsión e intento de asesinato, es
mejor que alguien me dé mi maldita ropa para que pueda ir a casa ―dije mientras
exhibía mi Doctorado de Ley & Orden.

Jonah se rio en el fondo, desviando mi atención de Sebastian hacia él. Estaba


apoyado contra la puerta y cruzado de brazos, mostrando sus pantalones
vaqueros ajustados y una camisa de franela abotonada hasta arriba.

Lo fulminé con la mirada.


―Dame tu camisa ―dije, señalando su pecho muy amplio. Dios mío,
necesitaba salir de aquí; demasiada testosterona alrededor.

Arqueó una ceja y puse los ojos en blanco.

―No hay manera en el infierno que vaya a salir con mis senos en exhibición
porque no me trajiste mi ropa cuando la pedí. Entonces, ¿quieres que coopere o
no? ―respondí a su pregunta no formulada.

―Dale tu camisa, Jonah. ―Ordenó Sebastian, con irritación en su tono.

Jonah caminó hacia mí, mordiéndose el labio inferior, con los ojos fijos en mí
en tanto lentamente soltaba cada botón.

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―¿No crees que nos estamos moviendo un poco rápido? Ni siquiera hemos
ido a nuestra primera cita ―sonrió y ese hoyuelo en su mejilla podría haber
derretido mis bragas. Podía sentir el calor en mi rostro mientras él destellaba ese
hoyuelo pero no vacilé bajo su intensidad.

―En tus sueños, macho ―le arrebaté su franela y rápidamente me la puse,


tratando de no mirar su desnudo pecho esculpido―. ¿Nunca has oído hablar de
una camiseta debajo?

―Los lobos llevamos el mínimo en caso de que necesitemos cambiar. ¿Te


gustarían también mis pantalones? ―Su sonrisa se convirtió en una sonrisa
completa. Me burlé de su sugerencia.

―No, gracias. No tengo una lupa conmigo. ―Me levanté de la cama y su


camisa llegó justo por encima de mis rodillas.

―Suficiente. No estoy aquí para supervisar a niños. Recibiste ropa, ahora


vámonos ―espetó Sebastian y Jonah obedeció, todas las bromas olvidadas.

Salieron de la habitación y mis pies descalzos correteaban mientras intentaba


mantenerme al día con sus largas zancadas. Mi boca se abrió mientras
escudriñaba mi entorno. Estaba encerrada. Estábamos en un maldito almacén.
Tan pronto como salimos de la habitación, estábamos en un rellano del segundo
piso que rodeaba el edificio. Miré por el balcón al piso principal y se hallaba
salpicado de mesas estilo cafetería. Unas cuantas personas holgazaneaban
alrededor hasta que oyeron los fuertes golpes de las botas de Sebastian y miraron
en nuestra dirección. Pude ver por qué lo encontraba intimidante; caminaba con
un aire de autoridad que haría que cualquiera se inclinara ante él. El silencio hizo
eco en el espacio abierto y sentí todos los ojos en mí. Incómodo…

Seguí a Sebastian y Jonah por las escaleras de acero e ignoré las miradas
mientras cruzábamos el piso principal. Los susurros que flotaban alrededor de la
habitación me provocó que me sudaran las manos. Esto podría ir de dos maneras:
o era una reunión de bienvenida al club o estaba a punto de ser torturada. Lo sé,
exagero en exceso a veces, pero esta no era una de mis novelas y puede que no
haya un final feliz en mi realidad.

Sebastian se detuvo en una mesa vacía.

―Siéntate ―ordenó. Si estaba siendo educado o simplemente temía que lo

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desafiara frente a su gente, obedecí y mis muslos desnudos hicieron contacto con
el banco frío cuando la camisa de franela de Jonah se enganchó. Silbé cuando la
piel de gallina me hizo envolver mis brazos alrededor de mí.

Sebastian sacó una pequeña libreta y un bolígrafo del bolsillo de atrás y se


inclinó hacia adelante sobre la mesa.

―¿A qué familia perteneces? ―La punta de su bolígrafo se cernía sobre la hoja
de papel en blanco.

―¿Eh? ―No pude encontrar una mejor respuesta, pero necesitaba que me lo
explicaran.

―Tu familia, Mackenzie, ¿quiénes son? ―Se retiró y observé las miradas de
todos a mi alrededor. Iban desde la curiosidad hasta el aburrimiento e incluso un
poco de odio si leía esas miradas correctamente.

―Eh... bueno, mis padres son Thomas y Joyce. Mi madre es contable y mi


padre es...

―Es Grey ―dijo Jonah cuando Sebastian estaba a punto de romper su pluma
por la mitad. Sus fosas nasales se abrieron mientras trataba de controlar su genio.
Podría haber pedido mi apellido en su lugar, cielos.

―¿Grey? No reconozco a esa familia. ¿A qué manada perteneces? ―preguntó


Sebastian mientras escribía en su libreta. No podía imaginar lo que escribió,
realmente no había dicho mucho.
―Está bien, creo que aquí es donde las cosas se perdieron en la traducción. No
pertenezco a una manada. Soy la única en mi familia que es un... un lobo ―dije
y los suaves susurros a mi alrededor estallaron en un suave rugido. Miré hacia el
segundo y tercer piso y la gente estaba dispersa por todas partes, mirándonos.

―¡Silencio! ―ladró Sebastian y salté en mi asiento. El almacén quedó en


silencio―. ¿Quién te mordió? ―gruñó y eso me puso más nerviosa. Se
encontraba cada vez más enojado y nada de lo que decía lo estaba mejorando.

―No fui mordida. El cambio ocurrió hace cuatro años... inesperadamente


―murmuré y me preparé para la rabia de Sebastian.

―¿Nunca has estado en contacto con un lobo? ―preguntó Jonah en un tono

38
más suave que me ayudó a relajarme un poco.

―Vosotros sois los primeros que conozco. ―Me dio una pequeña sonrisa
cuando Sebastian se puso de pie y comenzó a ladrar órdenes.

―Jackson, pon a Charles en la línea. Caleb, tráeme una Luna aquí


inmediatamente y todos los demás podéis retiraros por el día. ¡No habléis de esto
con nadie! ―Sebastian se fue y, aunque no había más de un par de docenas de
personas, me sentí claustrofóbica. Todos se dispersaron en direcciones diferentes
tan rápido, que no podía seguir el rastro de a dónde fueron todos una vez que la
habitación estuvo vacía.

―¿Pasa algo malo? ―Miré a Jonah, que parecía ser el más sensible de los dos.
Todas las bromas ingeniosas entre nosotros se habían ido.

―Nada está mal, Mackenzie. Simplemente no sabemos cómo eres un lobo.


―Hizo una pausa―. Sólo hay dos formas de convertirte en un hombre lobo: o
tienes que nacer en la familia o ser mordido. No hay otras opciones conocidas.
―Maldición, esperaba que hubiera otra razón para esto.

Hace cuatro años, cuando ocurrió el primer cambio, les pregunté a mis padres
si “hipotéticamente” me convertía en una mujer lobo, qué harían ellos. Lo
ignoraron como si tuviera una imaginación salvaje, lo que sólo me hizo sentir
más frustrada. Llegué al punto en que le rogué a Amy que me encerrara en una
sala de psiquiatría. Pensé que estaba perdiendo la cabeza. Pero después de
mucho calmarme y una tonelada de helado de Chunky Monkey más tarde, acepté
mi destino. Que todas estas inseguridades fueran discutidas de nuevo por estas
personas no era algo que quisiera volver a pasar. No quería preguntarme por qué
o tratar de resolverlo todo. Si me detuviera en ello, sabía que caería en una
depresión de la que tal vez no pueda recuperarme. Tenía suerte de tener a Amy.
Pero este era el último año; me quedaba un semestre antes de la graduación. No
podría lidiar con esto ahora.

Una mujer con curvas alrededor de sus veinte años, se acercó a nosotros.
Llevaba tejanos ajustados y un suéter que mostraba sus activos. Ella no era como
Diana Stone. Se veía con clase.

―¿Es esta? ―preguntó, levantando una ceja perfectamente depilada. Los


chicos asintieron y ella se arremangó mientras se sentaba a mi lado―. ¿Y vosotros
no os molestasteis en darle algo de ropa? ―les gritó cuando notó mi atuendo.

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―La pedí, pero no me la dieron ―delaté a los dos lobos que ahora me estaban
fulminando con la mirada.

―¿Qué estáis haciendo vosotros dos bufones aquí? ¡Entrad a la lavandería y


traerme su ropa! ―le gritó a Sebastian y Jonah, quienes se escabulleron antes de
terminar su oración. Se rió―. Lamento eso. No saben cómo actuar con chicas
bonitas. ―Su sonrisa parecía sincera, pero si había algo en lo que sí era, era
desconfiada. Soy una chica de vaso medio vacío―. Mi nombre es Blu. ―Extendió
su mano hacia mí y, siendo la persona semi-educada que era, la estreché.

―Pensé que era Luna. Dijeron que tenías mis cosas. ―Se rio de mi comentario
y no entendí lo que era gracioso.

―Luna es el nombre de una loba, así que técnicamente, no estaban mintiendo


―sus cálidos ojos brillaron cuando me dio una sonrisa radiante que me dejó con
ganas de sonreír―. No hay muchas de nosotras, pero las pocas que somos,
cuidan de los cachorros y los deberes de la casa ―lo dijo como si se suponía que
era el título más grande del mundo. ¿Qué, esta gente estaba fumada?

―¿Así que te sientas aquí todo el día y limpias y cambias pañales? ―No
contuve el sarcasmo pero bien podrían saber que no me iban a convencer.

―Bueno, sí y no ―hizo una pausa―. Supongo que eso no es lo tuyo, ¿eh?


―Arrugó la boca hacia un lado.
―Diablos, no. Si crees que sólo voy a ponerme un delantal y comenzar a
reproducirme, estás loca. Podrías darme mi mierda ahora y mostrarme la puerta.
―Me levanté del banco y comencé a irme, sólo Dios sabía dónde porque no sabía
qué puerta llevaba a la salida… cuando ella me agarró de la muñeca.

―Lo siento, Mackenzie. No quise tirar eso sobre ti ahora. Por supuesto, no se
espera que hagas eso todavía. ―Oh, demonios no.

―¿Todavía? Intenta nunca. No soy parte de esta... esta cosa que vosotros
hicisteis aquí. He estado bien por mi cuenta durante casi cuatro años y, para ser
sincera, no me voy a quedar.

―Pero tienes que quedarte...

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―Como el infierno que tengo. ―Tiré de mi muñeca―. No puedes obligarme
a hacer una miiiier… ―arrastré las palabras al sentir un pellizco en mi cuello.
¿De dónde diablos vinieron? Mi cabeza se sentía pesada y mi boca se secó antes
de que me consumiera la oscuridad y un par de brazos conocidos. ¡El bastardo!
Capítulo 6

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Los latidos en mi cabeza eran como una noche de micrófono abierto en
Pete’s… sólo un grupo de idiotas que golpeaban sus instrumentos. Unas serias
lagañas me pegaron los ojos para que no pudiera ver bien, pero abrí y cerré la
mandíbula porque estaba muy rígida. Debo haber estado rechinando los dientes
mientras dormía. Cuando me froté los ojos, me encontré cara a cara con lo que se
estaba convirtiendo en una pesadilla habitual: Jonah.

―¡Ugh! ―Me di la vuelta y le di la espalda. Sentí que un peso empujaba el


colchón hacia abajo y Jonah estaba trepando sobre mí, así que se recostó de
costado y me enfrentó de nuevo. Me puse las mantas sobre la cabeza para
esconderme―. ¡Vete! ―murmuré.

―Oh, vamos, Mackenzie. Déjame explicarte ―comentó y bajó las sábanas―.


No quise noquearte de nuevo, pero tú... eh... no eres tan fácil de manejar como
pensábamos. ―Desvió sus ojos y eso sólo hizo que estrechara los míos.

―¿Qué quieres decir con manejar?

―Nada. Mira, lo sentimos, pero debes entender que nuestra comunidad tiene
un conjunto de reglas que deben seguirse, incluso si no eres Manada. Es así como
son las cosas ―explicó y sus suaves ojos castaños se disculpaban tanto, que casi
lo perdoné por inyectarme con un sedante, dos veces, pero no soy tan indulgente.
Estaba a punto de decirle unas cuantas cosas cuando me di cuenta de nuestra
proximidad y el hecho de que estábamos en la cama juntos.
Se había puesto una camisa para reemplazar la que me había dado, pero
todavía podía ver las crestas finamente marcadas de su cuerpo y los músculos
tensos de sus hombros anchos. Era un espectáculo digno de contemplar y tuve
que sacudir la cabeza para aclarar mis pensamientos. Iban por un camino por el
que no estaba preparada y nuestra cercanía no ayudaba.

―¿Puedes retroceder? Estás en mi burbuja ―dije con sorna.

Sonrió.

―¿Tu burbuja? ¿Te estoy poniendo nerviosa, Mackenzie Gray? ―Se acercó
más a mí y contuve la respiración. Puso una mano sobre mi cadera y se inclinó
hacia delante para susurrar en mi oído; su cuello me invitaba a mordisquearlo―.

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Deberías saber que los hombres lobo tienen un agudo sentido del olfato, y tú,
Mackenzie, estás empapada de miedo ―comentó, y sentí que sus labios tan
suaves rozaban mi lóbulo de repente sensible.

Alguien se aclaró la garganta desde la puerta.

―¿Estoy interrumpiendo? ―Me aparté de Jonah y él se levantó de la cama y


se encontró con nuestro visitante. No era otro que su hermano imbécil.

―Nah, sólo estábamos charlando ―dijo Jonah y me guiñó un ojo―.


Mackenzie, me gustaría presentarte formalmente a mi hermano gemelo, Jackson.

―¿Gemelo? ―Mis ojos se ampliaron mientras se movían de un lado a otro


entre los dos. Quiero decir que se parecían, pero Jackson parecía un poco mayor.
Incliné mi cabeza hacia un lado y traté de ver mejor.

―¿Te gusta lo que ves? ―Ugh, y él tenía el mismo ego (si no más grande) que
su hermano Jonah.

―En realidad no, Imbécil. ¡Lo que me gustaría es QUE OS LARGUEIS DE


AQUÍ! ―Grité la última parte para que se hicieran una idea. Si bien puede ser el
sueño de una chica soltera ser atrapada en la cama rodeada de una tonelada de
galanes, simplemente no era una de mis fantasías―. Estoy cansada de ser
sacudida y sedada. ¿Alguien puede mostrarme la maldita salida para que pueda
irme a casa? Prometo que no le contaré el secreto a nadie ―dije y golpeé mis
manos contra el colchón como un niño que hace un berrinche.
―No se trata de que le cuentes a la gente nuestro secreto, se trata de descubrir
quién demonios eres. Hay documentos muy detallados sobre los lobos y nuestras
líneas familiares, y tú no eres parte de ellos ―dijo Jackson con el ceño fruncido.

―¿Tengo que estar aquí para que lo averigüéis? ―En serio, ¿cuál era el
objetivo de mantenerme? No es como si estuviera haciendo algo, podrían dejar
que me fuera.

―¿Dejar que te vayas para poder pasearte por la ciudad? De ninguna manera,
tu pequeño y lindo trasero se quedará aquí ―dijo Jackson y me sentí mal por el
hecho de que pensaba que mi trasero era lindo. No era feo, pero él era un imbécil.

―¿Pasearme por la ciudad? En primer lugar, esta es la ciudad y, en segundo

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lugar, mi trabajo de investigación lo debo entregar la semana que viene, no hay
forma de que me haya esclavizado para no entregarlo ―dije con una palabra.

―¿Un trabajo? ¿Al igual que un trabajo escolar? ―preguntó Jonah y puse los
ojos en blanco―. ¿Para qué vas a la universidad? ―dijo como si fuera un
pensamiento extraño.

―Justicia Penal. ―Los dos hombres intercambiaron una mirada de


incredulidad entre ellos.

―¿Qué? ―Crucé mis brazos sobre mi pecho.

―¿Qué tan lejos estás en tu campo? ―preguntó Jackson.

Fruncí mis cejas juntas, preguntándome a dónde iban con esto.

―Estoy en mi último año. Soy pasante en el One Precinct Plaza.

―Mierda ―murmuró Jonah―. ¿Cuándo vas?

Ahora me estaba dando cuenta. Tenían miedo de que la gente descubriera que
estaba desaparecida. Estoy segura de que si Amy no estuviera aquí conmigo, ella
habría ido al recinto y se los habría dicho a estas alturas. Tendría a todo el
escuadrón buscándome pronto.

―Voy entre semana después de clase ―le dije con una sonrisa. ¡Chupaos esa,
perdedores!

Jackson se enderezó y entrecerró los ojos.


―No te creo. Probablemente estés estudiando inglés o algo así.

Me burlé.

―No me importa si me crees o no. ¡Si me mantenéis aquí por más tiempo,
estarán viendo a todo el 1PP metiéndose con vuestros traseros!

Estaba exagerando, pero en tiempos desesperados...

―Lo que sea ―Jackson me desestimó.

Tiré de las mantas y salté de la cama, bajando la franela de Jonah para cubrir
mi trasero.

―¡Sebastian! ―grité mientras pisoteaba hacia la puerta. Si no me iban a dejar

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ir, entonces iba a hacer sus vidas miserables. Es hora de encontrar a mi chica
interior y llorar y lloriquear sobre todo.

Jonah me agarró por detrás, su brazo se envolvió alrededor de mi cintura y me


jaló contra su pecho.

―No tan rápido allí, pantalones inteligentes. El tipo grande está ocupado.
Lamento que Jackson haya herido tus sentimientos ―susurró suavemente en mi
oído y resoplé, tratando de ignorar el cosquilleo en mi vientre.

Una figura oscura y amenazante se paró debajo del marco de la puerta y la


habitación se encogió una vez que entró, nublando la entrada. Sebastian se quedó
allí, con las manos en las caderas y estaba cabreado. ¿Alguna vez me miraría
diferente?

―¿Qué está pasando aquí? ―preguntó, no, exigió.

―Nada, jefe, sólo estamos charlando ―dijo Jackson, bromeando a un lado.

―No, me estaban acosando ―dije y el agarre de Jonah se apretó alrededor de


mi cintura. Olvidé que todavía me estaba sosteniendo y fruncí el ceño. Sebastian
nos miró a los tres y luego al brazo de Jonah y entrecerró los ojos.

Sin querer remover la olla, quité su brazo y me aparté. Podía ver dónde podría
verse esto... sospechoso. Jonah ladeó la cabeza en mi dirección y me dirigió una
mirada tan severa que era todo lo contrario del bromista al que me había
acostumbrado a ver. Me encogí bajo su mirada y estaba empezando a pensar que
todos estos lobos tenían cierto aire de dominación.

―Ven conmigo ―dijo Sebastian y sacudió la cabeza fuera de la habitación. No


esperó a que respondiera o para ver si lo seguía. Volví a mirar a los hermanos,
que me miraban furiosos, y me apresuré a alcanzar a Sebastian.

Salí corriendo y vi a Sebastian bajar las escaleras hacia el piso principal.


Descalza y fría, me apresuré a alcanzarlo y me estremecí cuando mis pies
entraron en contacto con el acero. Es raro sentir algo que no sea caliente. Deben
tener el aire acondicionado al máximo aquí.

―Tienes frío ―dijo y me miró una vez que estuve caminando a su lado.

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―S-sí ―mis dientes castañetearon y su rostro se oscureció. Él podría haber
estado molesto conmigo por ser tan débil, porque dudo que estuviera molesto
con alguien más por no cuidarme mejor. Si sólo…

―¡Luna! ―Ladró y salté ante su inesperada voz alta―. Dale a Mackenzie un


par de pantalones y unos zapatos. ―La mujer que estaba limpiando el suelo
principal asintió a Sebastian, colocó la fregona contra la pared y se apresuró a
conseguir lo que pidió―. Maldita sea, Jonah nunca puede hacer lo que se le dice
―murmuró.

―¿Están todos a tu entera disposición? ―murmuré y se detuvo bruscamente


delante de mí, casi haciéndome chocar contra él.

―¿Siempre tienes una réplica para todo? ―demandó y esos ojos azules
helados me congelaron en el lugar.

―No fue una réplica, sólo estaba diciendo, parece que todos corren a cada uno
de tus caprichos ―dije y me encontré con su mirada, igualando su dominio. Me
negué a acobardarme bajo su intensidad y huir con la cola entre las piernas, sin
importar lo temible que pudiera ser… o guapo. Ugh, tenía que dejar de pensar
en él de esa manera. Jonah fue capaz de oler mi miedo quizás pueden oler si estoy
excitada. ¿Eso tiene un olor? Eso era tan loco y un poco asqueroso.

―Hacen lo que su Alfa dice, como deberían ―dijo―. Pronto, tú también lo


harás.

―No va a pasar. No me voy a unir a tu pequeño club.


―Ya veremos ―dijo y se dio la vuelta justo cuando la Luna se nos acercó con
los artículos que solicitó. Me entregó unos pantalones de chándal grises que me
apretaban los tobillos y un par de zapatillas rosas y mullidas.

―Eh... ¿puedes darte la vuelta? ―pregunté, pero él cruzó los brazos sobre su
pecho y entrecerró los ojos con más atención. Estúpido.

Con la franela de Jonah aún puesta, traté de ponerme el pantalón


discretamente, pero estoy segura de que mostré mis bragas de cualquier manera.
Una vez que puse mis pies en las zapatillas, no pude evitar dejar escapar un
suspiro que se mezcló con un gemido. No era uno de mis mejores momentos,
pero la suavidad era un alivio muy necesario del frío que hacía que mis dedos de
los pies se convirtieran en pequeños polos.

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―¿Mejor? ―preguntó Sebastian con voz ronca. Le levanté una ceja, pero
continuó―: Vamos, estaba en medio de una llamada telefónica cuando
lloriqueaste ―dijo y me eché a reír. Supongo que tenía sentido del humor.

Lo seguí por un pasillo a través del piso principal y bajé otro par de escaleras
que creo que conducían al sótano. No había nada realmente especial en eso, sólo
se veía como otro piso. Hicimos dos tramos a la izquierda y uno a la derecha
hasta que nos detuvimos frente a una puerta y la abrió sin llamar. Era una oficina
y ya había alguien esperándolo. En el centro de la habitación había un gran
escritorio de roble con un portátil y papeles desperdigados. Dos sillas estaban
frente a él y el pequeño espacio estaba rodeado de estanterías.

Una mujer con un largo y sedoso cabello rubio que se extendía debajo de su
trasero, se encontraba sentada sobre el escritorio con una de sus piernas desnudas
sobre la otra y zapatos de tacón rojos en sus pies. Tenía ojos de gato que se
estrecharon una vez que me vio detrás del gigante que era Sebastian. Todo este
escenario parecía un porno realmente malo. Llevaba una camisa blanca de
hombre con botones que ni siquiera estaba abotonada, sin sostén. Y sí, esta era
mi voz interior mojigata. Esta chica estaba lista para hacer lo indecente y no creía
que ella estuviera esperando a nadie, mucho menos a mí, para arruinar sus
planes.

―Ahora no, V ―dijo Sebastian mientras le echaba un vistazo y caminaba


alrededor del escritorio. Esta debía ser su oficina. Intenté mirar a mi alrededor,
pero sentí la mirada fulminante de la mujer a la que llamó V, que aún estaba
sentada en su escritorio.

―¿Quién es esta? ―preguntó, sin apartar los ojos de mí.

―Es Mackenzie Gray ―dijo mientras se sentaba en la silla―. Es una loba


solitaria. ―Encendió el portátil y comenzó a buscar algo en la pila de papeles que
tenía.

Ella sonrió.

―Una solitaria, ¿eh? Qué hermosa ―ronroneó y no pude contener una mueca.
No es que me asustara, pero me hizo querer vomitar. A menos que esté leyendo
todo esto mal, ella vino aquí para follarse a Sebastian… posiblemente encima del

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escritorio. Puaj. Ni siquiera pensé en la idea de que él podría tener una novia. Por
supuesto que lo hace, es como tener sexo en un palo.

Rápida nota mental, es mejor que no toque ese escritorio, ni siquiera las sillas;
no sabía cuántas veces “utilizaron” esta oficina.

―¿No tienes un lugar para estar? ―preguntó un poco irritado.

―Por supuesto, Bash. Por eso estoy aquí... ¿recuerdas? Te escribí para esta
noche, lo prometiste ―gimió y se volvió hacia él. Su trasero con encaje se asomó
de la camisa que llevaba cuando se inclinó sobre el escritorio hacia él. Ew,
asqueroso. Desvié mis ojos al techo porque esto se estaba poniendo muy
incómodo. Si alguna vez hubiera un momento en el que extrañaría a Jonah,
(demonios, incluso a Jackson) era ahora. En este punto, incluso extrañaba la
música de mierda en el Bar de Pete.

―Eh... ¿puedo ser excusada? ―dije y quería abofetearme. Sonaba como si


estuviera pidiéndoles a mis padres permiso para dejar la mesa.

―Sí, puedes ―dijo V mientras me miraba con satisfacción con sus ojos de gato.

―No, no puedes ―respondió Sebastian―. Tenemos cosas que discutir. V, esto


puede esperar.

Hizo un puchero.

―Lo prometiste, Bash. Siempre estás tan ocupado ―comentó mientras su


mano se arrastraba desde su pecho hacia abajo debajo de la mesa. Oh, buen señor.
No necesitaba estar aquí para esto. Él ni siquiera parecía desconcertado por ella,
o interesado, y confía en mí, ella estaba trabajando seriamente en todo el asunto
de Marilyn-Monroe-Quiero-seducir-a-JFK que había estado haciendo.

―Sí, Bash, lo prometiste ―dije―. Siempre podemos reprogramar, te anotaré


para más tarde hoy ―dije y salí de la oficina que sentí que me estaba dando una
erupción. Cerré la puerta de golpe y se hizo eco a través del pasillo. No me di
cuenta de que estaba algo molesta. Realmente no era de mi incumbencia y no
debería dejarme enojar porque tenía una novia, pero aun así... lo que sea.

Me quedé de pie frente a la puerta de su oficina cuando escuché las risitas de


V y luego un gemido… luego un gruñido proveniente de Sebastian me hizo salir
de allí. Volví sobre mi camino de regreso a las escaleras y subí al piso principal,

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sus fuertes gemidos resonaban en el pasillo.

Estaba furiosa, con ganas de golpear a alguien en el rostro cuando me choqué


con Blu. Acababa de subir por las escaleras cuando ella salía de lo que parecía
una lavandería con mis ropas limpias y planchadas.

―¡Oh, Mackenzie, lo siento! ―dijo y yo extendí una mano para estabilizarla.

―No te preocupes... ¿esas son mis ropas? ―pregunté con indiferencia,


tratando de calmar mi estado de ánimo. Me di cuenta de que ahora estaba
completamente sola y si pudiera encontrar la salida, podría dejar este infierno.

―Oh, sí. ¿Si quieres puedo llevarlas a tu habitación? ―Negué. De ninguna


manera. Quería cambiarme porque me veía como una persona sin hogar. ¡Ni
siquiera combinaba!

―No, eso no es necesario, las tomaré ahora. En realidad, me preguntaba...


¿dónde está ubicado este almacén? Nadie me ha dicho nada.

Parecía incómoda mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que


nadie estaba escuchando.

―No sé si debería decírtelo. No es que me preocupe que hagan nada porque


les patearé el trasero, pero... ―se rió entre dientes y me estaba empezando a
gustar esta chica. Era una seguidora de las reglas, pero también tenía una pizca
de rebelión. Si no estuviera tan metida hasta el cuello con la manada, podría ser
alguien con quien pasaría el rato―. Bueno, déjame preguntarte qué estoy
pensando. ¿Estás planeando escapar?

La miré por un momento y podría haberla subestimado. Ella no era estúpida,


pero vi una chispa de intriga en sus ojos y me pregunté si también quería escapar.

―Posiblemente ―le dije y la miré con cautela. Tengo que asegurarme de decir
esto correctamente―. ¿Estarías dispuesta a ayudarme?

Se quedó sin aliento, pero no fue una gran sorpresa porque miró a su alrededor
otra vez. Anzuelo, línea y plomo. Antes de que respondiera, sabía que estaba en
el Equipo Kenzie.

―¿Estás segura de que esto es algo que quieres hacer? La Manada podría

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protegerte y ayudarte. No estarías sola ―explicó, y creo que realmente le
importaba si algo me pasaba. No como V; creo que V pensaba que era una especie
de competencia. Lo que no era... Sebastian podía preocuparse menos por mí... de
esa manera.

―¿Protegerme de qué? ¿Un asaltante? He estado viviendo en Nueva York


toda mi vida, estaré bien ―dije y me sacudí con una carcajada. Fue algo
incorrecto de decir porque se mofó como si yo acabara de abofetearla o algo así.

―¿Un asaltante? Mackenzie, hay cosas peores que un humano con un arma.
¿No lo sabes?

―Sí, sí, lo sé, como el cáncer, los terroristas y el uso de ropa blanca después
del Día del Trabajo. No me importa en este momento, sólo necesito irme a casa.
No puedo quedarme encerrada aquí, me estoy volviendo loca y tengo una vida
allí afuera. No puedo simplemente deshacerme de eso ―le expliqué y parecía
que me entendía. Bueno, al menos hasta cierto punto.

Arrugó la boca hacia un lado y pensó en ello por un momento.

―Si... y esto es un enorme si... te ayudo, ¿al menos pensarás en unirte a la


Manada? ―La observé por un momento; ¿realmente pensaba que volvería a esto?
―Te encontrarán, Mackenzie. No pienses que si escapas hoy puedes desaparecer.
Cuando Jonah te encontró en la tercera noche de la última luna llena, fueron a
buscarte... y obviamente te encontraron. Ahora que casi toda la manada conoce
tu olor, serás aún más fácil de encontrar la segunda vez.
¿Mi olor? Esto era demasiado raro... Me preguntaba cómo olía. Está bien,
mantente en el camino, Kenz.

―No me importa, Blu, sólo necesito salir de aquí, aunque sea por un tiempo
―dije porque no había manera de que me dejara atrapar de nuevo. El miércoles
era el comienzo de las vacaciones de invierno y me iba de esta maldita ciudad.
Esperemos que dos semanas sean tiempo suficiente para que sus hocicos se
olviden de mí.

―Bien ―dijo y me entregó mi ropa―. Estamos en Brooklyn...

―¡Brooklyn! ―exclamé. Oh no, no lo hicieron.

―Oh, no te preocupes, estamos en Dumbo, la ciudad está justo al otro lado del

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East River. ―Como si eso lo hiciera mejor. ¡Me sacaron de mi zona de confort!
¿Cómo diablos voy a llegar a casa?

Hice una mueca.

―¿Dónde está la estación de tren más cercana? ―le pregunté y continuó


diciéndome cómo llegar a casa.

Me quité rápidamente la ropa y me puse la mía, pero no me molesté en


cambiarme las zapatillas. Blu entró en una de las otras habitaciones en el pasillo
y tomó mi bolso.

―¿Cómo conseguiste mi bolso? ―pregunté, sobresaltada.

―Creo que uno de los muchachos volvió a tu trabajo y lo arrebató. ―Si


todavía tenía un trabajo.

Metí mis botas en mi bolso robado, agradeciendo mi encaprichamiento con un


gran tamaño en mis bolsos, especialmente cuando finalmente encajaron. Ella me
acompañó afuera, pero no antes de que le prometiera darle mi número de
teléfono. Buscando por un bolígrafo en mi bolso ahora desbordado, encontré uno
y escribí mi número de teléfono en la palma de su mano.

Antes de irme, me detuve un momento.

―Por curiosidad, ¿por qué me ayudas? ―le pregunté. No es que no apreciara


todo lo que estaba haciendo por mí, pero ella también iba en contra de su
manada. Un grupo de personas a las que insistía mucho en querer que me uniera
no hace mucho tiempo.

Entrecerró los ojos y arrugó la boca hacia un lado.

―Digamos que este no es mi primer rodeo. Si logras salir ilesa de esto y


tenemos una oportunidad, te lo contaré todo.

Asentí y me atrajo hacia un abrazo muy fuerte e inesperado, como si ya


fuésemos las mejores amigas.

―Ten cuidado, Mackenzie. Te llamaré en una hora para asegurarme de que


estés bien ―dijo y me dejó ir.

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―Llámame Kenz y lo haré. Gracias Blu ―le dije con una pequeña sonrisa y
comencé mi viaje hacia el tren A.
Capítulo 7

52
Tuve que agradecer a mis afortunadas estrellas una vez que crucé el puente de
Brooklyn porque me habría vuelto loca si no hubiera podido llegar a casa lo antes
posible. Después de tomar el tren A, cambiar al 6 y bajar en Astor Place, paré un
taxi que podía llevarme directamente a casa. Estaba cansada y de mal humor, y
quería un tazón de helado de Chunky Monkey para ahogar mis males
sobrenaturales. ¿Cómo había cambiado mi vida en un sólo día? ¿Primero con
James y ahora con este asunto de hombres lobo? Esto apestaba.

Busqué mis llaves en el bolso y me apresuré a entrar, donde una deslumbrada


Amy se paseaba por la sala de estar del apartamento. Cerré la puerta nueva con
un ruido sordo y ella se sacudió; el alivio en su rostro fue instantáneo. Corrió
hacia mí y sus pequeños brazos me apretaron como si fuera a desaparecer pronto.

―¡Oh Dios mío, te he echado de menos! ¿Qué te hicieron? ¿Estás bien? ¿Te
alimentaron? Iré allí y les patearé el culo si no lo hicieran. ¿Te has bañado?
Necesitas…

―Amy, para, por favor. Recupera el aliento ―dije mientras le daba una
palmadita en la espalda. Estaba cortando mi flujo de aire y quería saltar a la cama
y dormir por el resto del año.

Se apartó y enderezó mi camiseta.

―Lo siento... llamaron hace media hora y me dijeron que vendrías a casa.
―¿Quién llamó? ―Me congelé a medio paso hacia mi habitación.

―Ese tipo llamado ¿Joe? ¿Jonah? No lo sé, pero dijo que te fuiste sin decir nada
y que probablemente venías para acá. Quería que lo llamara cuando llegaras
―explicó mientras alcanzaba su teléfono. Tomé su brazo antes de que pudiera
presionar el botón central de su iPhone.

―¡Ay! ¡Vamos, Kenz! ―Amy apartó el brazo y se lo frotó.

―¡No puedes llamarlos! Hui despavorida de allí. ¡Son un maldito culto!


―grité y sus ojos se ensancharon.

―Dijo que te estaban ayudando con todo el asunto del hombre lobo, pensé...
―se calló y supe que se sentía culpable. Probablemente le pintaron una historia

53
de color de rosa sobre ayudarme a hacerle creer que todo estaba bien. Me costó
creer que cayera en ello, más pensaba en ello. Amy no era crédula, pensaba que
todos tenían intenciones ocultas y cuestionaba todo. Era la reina de las teorías de
conspiración.

―Amy ―comencé―. Mírame. ―Se dio la vuelta y sus ojos se dilataron


rápidamente, no se veía normal. Qué demonios…

En ese momento, mi teléfono sonó y lo saqué de mi bolso. Apareció un código


de área 347 en la pantalla y dudé por un minuto. Podría ser Blu verificando que
llegué a casa, o eran Jonah y Sebastian, probablemente rastreando mi número
para mi ubicación o algo así de loco. Lo dejé ir al correo de voz y esperé a ver si
dejaban un mensaje. Cuando llegó el timbre, escuché y era Blu.

―Oye, Mackenzie, quiero decir Kenz, llamaba para asegurarme de que estás
bien. Saben que te has ido, así que ten cuidado, creo que están enviando un
equipo para buscarte. Llámame en los próximos cinco minutos si puedes. Adiós.

Volví a marcar su número y contestó antes de que terminara el primer timbre.

―¡Kenz! ―exclamó a través del teléfono.

―Sí, oye ―dije y observé a Amy. Estaba actuando de forma divertida, como
si estuviera en un mal viaje o algo así.

Blu exhaló.

―Estaba muy preocupada. Tal vez veinte minutos después de que te fuiste,
Sebastian salió de su oficina buscándote y cuando nadie te pudo encontrar, este
lugar se volvió loco. Jonah y Sebastian están luchando entre sí y enviaron a tres
equipos a buscarte. Se fueron a Alphabet City, así que si puedes ir a otro lugar,
te sugiero que vayas ―susurró al teléfono.

Me tensé y miré alrededor como si fueran a salir de detrás de las cortinas.

―Gracias por el aviso, pero necesito tu ayuda con otra cosa. Algo está mal con
mi compañera de cuarto. Sus ojos están dilatados como locos y está actuando
muy graciosa. Cree que yo estaba en rehabilitación de hombre lobo, lo que ella
nunca haría.

―Probablemente usaron compulsión para que no llamara a la policía. Sólo

54
salpica un poco de agua sobre ella y ponla en algún lugar donde haya ruidos
fuertes. Eventualmente saldrá de eso. Pero en serio Mackenzie, debes dejar tu
apartamento, pronto estarán allí.

―Está bien, gracias Blu, te llamaré más tarde.

Nos despedimos y colgué. Agarré el teléfono de Amy y el mío y corrí a mi


habitación. Me puse un par de tejanos, un suéter y botas; lo que realmente
necesitaba era una maldita ducha pero eso tendría que esperar. Saqué una bolsa
de mi armario y empecé a llenarla con algo de ropa y luego fui a la habitación de
Amy e hice lo mismo. Cuando volví a la sala de estar, Amy comenzó a pasearse
de nuevo y me estaba poniendo nerviosa. ¿Qué demonios le hicieron? Agarré su
rostro fuertemente perforado para que mirara hacia arriba y traté de hacer
contacto visual, pero estaba demasiado nerviosa que era difícil mantener sus ojos
inmóviles y enfocados en mí. Puede parecer una tontería, pero he visto suficiente
televisión para manejar esto, la compulsión debería ser fácil... ¿verdad?

―Cálmate ―dije con severidad. Comenzó a temblar. Maldición. Me aclaré la


garganta y la sostuve firmemente inmóvil―. Cálmate ―repetí. Parpadeó un par
de veces antes de serenarse y asintió―. Bien, ahora vámonos. ―Después de que
nos abrigamos con nuestros abrigos de invierno, tomamos nuestras maletas y
salimos del apartamento. En lugar de salir por la entrada principal, tomamos la
salida de servicio en la parte de atrás, dimos la vuelta a la manzana y regresamos
a la bodega de enfrente. Entré y la esposa del señor Gómez estaba trabajando en
la tienda.
―Hola, mija ―dijo y me sonrió.

―Ey, señora Gomez, ¿puedo usar su teléfono?

―Claro ―dijo con un fuerte acento español y fui a la parte de atrás donde
tenían una pequeña oficina y llamé a la última persona a la que nunca quise pedir
ayuda.

―¿Hola? ―dijo James a través del teléfono y dejé escapar un profundo


suspiro. Te la aguantas, Kenzie.

―¿James? Oye…

Hubo una pausa.

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―¿Kenzie? ¿Estás bien?

Suspiré. Pensé que me iba a colgar. Era tarde y probablemente estaba


escondido en la cama con la Barbie prostituta.

―No, no lo estoy. Necesito tu ayuda ―dije y nunca debí haber dudado de él.
Le dije dónde estaba y él ya estaba en su auto y en camino a recogernos antes de
que colgara el teléfono.

Veinte minutos más tarde, James estaba frente a la bodega y estábamos


apretujándonos en su Toyota Prius plateado. Sí, es uno de esos hípsters que
quieren salvar el medio ambiente y esa mierda. Total ecologista.

―Gracias por venir a buscarnos, si puedes dejarnos en el Marriott junto al


campus, estaremos bien ―le dije mientras conducía. Ni siquiera cinco minutos
de viaje, Amy se había dormido y podíamos escuchar sus pequeños ronquidos
provenientes del asiento trasero.

―No tienes que quedarte en un hotel, Kenzie, sabes que puedes quedarte
conmigo ―comentó, sus ojos nunca abandonaron la carretera―. ¿Qué está
pasando, de todos modos?

Oh, rayos, no pensé tan lejos, ¿qué le decía? Bueno, James, soy una mujer lobo
y ahora una Manada entera me está buscando porque no pueden tener un
extraviado por la ciudad. Sí, eso es algo que oyes todos los días.

―No, está bien, no quiero molestarte a ti ni a Barb… quiero decir a ti y a Diana.


Estaremos bien en un hotel ―le dije y esperé que no escuchara mi error.

―¿Diana? A ella no le importará, de todas formas odia ir al apartamento, así


que nunca la verás ―dijo.

―¿No estáis viviendo juntos? ―pregunté con demasiado interés.

Se burló.

―Diablos, no, ¿qué te hizo pensar eso? ―Se volvió a mirarme una vez que

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redujo la velocidad ante una luz roja y desvié mi mirada hacia la ventana. ¡Esa
zorra! Odiaba haberle creído. Sólo quería superarme. Maldita sea, es inteligente.

―Oh, no lo sé, sólo pensé... ―Me detuve y dejé la conversación en suspenso.


No quería quejarme de que su novia era una mente malvada o algo así,
especialmente porque tenía problemas más grandes.

Llegamos al apartamento de James y tuvo que conducir alrededor de la


manzana un par de veces antes de encontrar estacionamiento. Cuando me ayudó
a sacar a Amy del asiento trasero, me preguntó:

―¿Vas a decirme qué está pasando?

Suspiré.

―Bueno, soy una mujer lobo y hay una manada de lobos buscándome, así que
tengo que mantener un perfil bajo. ―Hubo un largo silencio antes de que James
se encorvara, riendo.

Después de que él contuviera el aliento:

―Te lo juro, Kenz, esa imaginación tuya. Si no quieres decírmelo está bien,
pero espero que aprendas a confiar en mí otra vez ―comentó.

A veces lo mejor que se puede hacer es decir la verdad. La verdad siempre era,
hasta cierto punto, ridícula y algo increíble. Nadie quiere saber, sólo quieren vivir
en su burbuja de mentiras. Lo que estaba bien conmigo, porque cuando todo esto
salga a la luz, podría decir con calma, te lo dije.
Capítulo 8

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Amy y yo pasamos los siguientes tres días escondidas en el apartamento de
James. Eventualmente ella volvió en sí, después de muchas horas de salpicarle
con agua el rostro y cachetearla. Confía en mí cuando digo, no fue una hazaña
fácil. Pasaron unas cinco horas antes de que volviera a ser normal y digamos, si
alguna vez se encuentra con Jonah y la Manada, tendrá algunas palabras para
ellos. Amy estaba enojada. Dijo que irrumpieron en el bar poco después de que
me arrastraron a la camioneta y apenas tuvo tiempo para decirle a alguien o
llamar a la policía. De alguna manera, la obligaron a volver a nuestro
apartamento y allí llegaron a un “entendimiento”. Sí, entendiendo mi trasero.
Pero hasta ahora no los habíamos oído ni visto desde el sábado por la noche y no
podía estar más feliz.

Sólo salimos para tomar nuestras finales y cuando tenía que bajar a la estación,
luego nos dirigíamos directamente al apartamento de James. Tenía razón cuando
dijo que Diana Stone nunca venía de visita. Tampoco la habíamos visto. Hoy era
miércoles por la mañana y no podía esperar para terminar en el recinto y
dirigirme a lo de James para que pudiéramos tomar la carretera de regreso a Cold
Springs y realmente desaparecer por un tiempo. No había escuchado nada de Blu
y no me preocupaba qué nos hubieran hecho… sólo esperaba que ella estuviera
bien. Me sentía como una idiota total por no contactarla y registrarme, pero no
quería arriesgarme.
Salí de mis pensamientos cuando alguien golpeó sus manos sobre el escritorio
en el que estaba sentada.

―¿Cuándo ibas a decirme lo de James? ―dijo Amy, sorprendiéndome. Pensé


que estaba en la universidad.

―Jesús, Amy, usa una campana la próxima vez.

―No cambies de tema. ¿Por qué seguimos compartiendo el viaje con él? No
es que tengamos un auto y él quiera ir de acompañante ―exigió, y olvidé que no
le había dicho que iba a actuar de novia durante las vacaciones de invierno.
Mierda. Con todo este asunto de lobos me olvidé de los problemas habituales.

Miré alrededor de la sala de la brigada y por suerte nadie nos prestaba

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atención. Estábamos trabajando en un caso importante en este momento, por lo
que todos estaban sumidos en el trabajo.

―Bueno, la cosa es... ―susurré y arqueó una ceja. Me tambaleé bajo su intenso
ceño. Con una cadera sobresaliendo, repiqueteó con su pequeño pie derecho,
esperando mi respuesta.

―Hoy estaría bien, Kenz.

Suspiré.

―Bien. No le ha contado a su familia sobre nuestra ruptura.

―¡Mackenzie! ―gritó y eso nos dio un par de miradas.

―¡Shhh! ―La bajé mientras nos cerníamos sobre el escritorio―. ¿Estás


tratando de que me despidan?

―Lo siento ―Amy puso los ojos en blanco―. Pero esto es un gran problema
y una tontería total. No le debes ningún favor a ese perdedor.

―Lo sé, lo sé ―murmuré cuando el Detective Michaels se acercó a nosotros.

―¡Este no es el lugar para socializar, Grey! ―espetó mientras empujaba mi


silla rodante hacia un lado y conectaba el ordenador que estaba usando―.
Tenemos otro secuestro reportado, pero esta vez en Spanish Harlem. ¿Quieres
acompañarme o has terminado por hoy?
Eran sólo las 11 de la mañana. James no terminaría con su último final hasta
tarde en la tarde. Mis ojos se movieron entre Amy y el detective Michaels, y mi
decisión fue fácil. Abordaría a la bestia más tarde.

―Lo acompañaré.

―Recoge tus cosas y vámonos ―dijo, y luché para agarrar mis cosas y
seguirlo.

―¡Mackenzie! ―gritó Amy y le dije adiós con la mano.

―¡Hablaremos más tarde en el apartamento! ―Y con eso salí por la puerta y


me apresuré a ponerme al día.

59
El detective Garrett Michaels había sido oficial de la policía de Nueva York
durante doce años y durante los últimos tres años, había sido asignado al
Escuadrón de Casos Mayores. Al comienzo del semestre, su compañero se había
transferido y sacó el palo corto cuando se trataba de cuidar al interno. Al
principio realmente no le gustaba, como mucho, pero me gustaría pensar que he
empezado a gustarle. Con suerte, al menos, necesitaba una calificación
aprobatoria.

Monté en el asiento del pasajero de su auto sin identificación mientras


avanzábamos a través del tráfico del mediodía.

―Entonces, ¿cuál es la historia en este secuestro? ―le pregunté. Este era el


cuarto caso en menos de un mes y empezamos a pensar que estaban conectados.
Todavía no habíamos encontrado un patrón.

―Treinta y dos años, varón caucásico, fue visto por última vez hace dos
noches y probablemente fue sacado de su casa.

Asentí y saqué una libreta de mi bolsa de mensajero. Salté algunas páginas


hasta que llegué a la página que incluía el resto de las víctimas. Dos mujeres y un
hombre, ahora dos hombres. Eran todos de diferentes edades, razas y procedían
de diversos orígenes económicos. Sin patrón.
―No lo entiendo ―susurré principalmente para mí misma.

Michaels gruñó.

―¿A quién se lo dices? No te castigues, niña. Es sólo un retraso. Tendremos


una pista tarde o temprano.

Entrecerré los ojos.

―Sabes cuánto odio cuando me llamas niña.

Se rio entre dientes.

―Lo sé. Lo hago a propósito, niña.

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Gruñí.

―Relájate. Tienes un semestre más conmigo y luego no tengo que volver a ver
tu feo rostro ―dijo, y puse los ojos en blanco.

―¿Mi rostro? ¿Qué tal el tuyo? Tu rostro es tan feo que ni Scooby Doo podría
resolver ese misterio.

―Ja. Ja. Muy graciosa, Grey, ―dijo inexpresivo―. Date un punto.

―¡Sí! ―Alcancé con entusiasmo la guantera y saqué el librito negro en el que


Michaels mantenía sus números para echar un polvo, pero también tenía nuestra
cuenta de “insultos”. Él iba actualmente a la cabeza con treinta y siete y ahora
estaba a sólo cinco puntos de recuperarme.

―¡No agregues un punto extra! Al final de cada turno cuento para asegurarme
de que no estés haciendo trampa.

―Agárrate, Michaels, todavía estás en la delantera.

―Date prisa y guárdalo, estamos aquí ―comentó mientras se detenía en un


lugar frente a una boca de incendios donde se suponía que no debía estacionar.

Nos detuvimos frente a un edificio en ruinas que parecía albergar al menos


veinte apartamentos. Cuando salimos del auto, discretamente tomé una buena
bocanada de aire y no pude oler nada distintivo. Desperté mi audición, pero
había demasiada gente dentro del edificio para señalar algo amenazador. Al abrir
la puerta del vestíbulo, el hedor de los cigarrillos y el moho me golpearon en el
rostro. Intenté ocultar mi incomodidad mientras nos dirigíamos hacia los
ascensores. Una hoja de papel blanco y sucio se hallaba pegada en las puertas del
ascensor con las palabras “Fuera de servicio” y terminamos subiendo siete
tramos de escaleras al apartamento designado.

La respiración de Garrett se volvió dificultosa en el quinto piso, y me reí.

―Sigue así, viejo.

―Sí, sí, sólo sigue ―dijo detrás de mí.

Una vez que llegamos al apartamento 7B, llamé a la puerta y esperé una
respuesta.

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Las cerraduras de la puerta comenzaron a abrirse y una mujer con el cabello
castaño salvaje se asomó por la grieta de la puerta.

―¿Puedo ayudarte? ―murmuró.

―Hola, soy el detective Michaels y esta es la señorita Grey, estamos con el


Departamento de Policía de Nueva York y estamos aquí en relación con el
secuestro de... ¿John Hancock? ―Michaels leyó el nombre de su cuaderno con
confusión.

Tuve que contener mi risa. ¿John Hancock? Ese no podía ser el verdadero
nombre de alguien… estaban jugando con nosotros. Escuché los latidos del
corazón de la mujer mientras hablaba y esperaba.

―S-sí, e-entren ―dijo y abrió la puerta más ampliamente. Sus ojos eran del
tamaño de pelotas de tenis cuando me vio por primera vez―. ¡Tu-ú no puedes
entrar! ―Apuntó un dedo sucio en mi dirección.

―¿Perdón? ―contesté sintiéndome insultada.

―¿Ustedes dos se conocen? ―preguntó Michaels.

Negué.

Con una velocidad que coincidía con la mía, ahora se encontraba a sólo un
paso de mí y podía oler las seis tazas de café que consumió hoy.

―Los niños de la luna no son bienvenidos en mi casa ―murmuró.


Contuve la respiración hasta que Michaels agarró a la dama y la apartó de mí.
Mantuve mi rostro neutral pero no pude detener mi corazón acelerado. ¿Quién
demonios era esta vieja loca?

―Grey, ¿por qué no recorres el área y ves si encuentras algo? ―Me entregó
un par de bolsas de evidencia y señaló con la cabeza hacia las escaleras.

Sin decir una palabra, me dirigí de nuevo hacia el vestíbulo.

―¡Espérame en el auto!

―Sí ―le grité en respuesta―. Diviértete con esa perra loca ―murmuré y traté
de contener el impulso de golpear la pared. No podía dejar que mi enojo me
venciera.

62
Salí del edificio, me puse mis guantes de invierno y me apreté la bufanda. A
pesar de que no tenía frío, aún tenía que mantener las apariencias. Los inviernos
de Nueva York no debían tomarse a la ligera.

Después de caminar alrededor de la manzana, dos veces, Michaels todavía no


había bajado y yo estaba ansiosa. ¿Y si esa loca le hizo algo? No. Esperaría quince
minutos antes de irrumpir. Me apoyé en el auto de policía sin identificación y
crucé los brazos sobre mi pecho justo cuando algo me llamó la atención. Justo
enfrente de mí estaba el área de jardín descuidado del edificio de apartamentos
con arbustos desnudos y flores muertas. Dispersos alrededor había latas de
refrescos y otra basura, pero un pedazo de papel rosado destacaba. Fue cortado
en una forma extraña y nada fue escrito en él.

Me aparté del vehículo y caminé hacia el artículo en cuestión. En cuclillas


frente a él, saqué un bolígrafo del bolsillo de mi abrigo y levanté el papel, excepto
que no lo era. Sabía que no debería haber hecho lo que hice, pero tenía que
saberlo. Me quité los guantes y lo toqué.

No era papel, era piel.

Mierda.
Michaels emergió del edificio con aspecto agotado y molesto, lo que
significaba que no podía bromear con él en este momento.

―Vamos, Grey. Esto fue una pérdida de tiempo ―comentó mientras se dirigía
hacia el lado del conductor del auto.

―No podemos ―indiqué mientras me paraba en la acera―. Garrett...

―Mackenzie, ¡no tengo paciencia para esto ahora mismo, entra al auto!

―¡Cállate y déjame terminar una maldita oración! ―grité y pude sentir mi


rostro enrojecerse de ira. No era una hazaña fácil mantener bajo control a un
hombre lobo―. Encontré algo y necesitas revisarlo. ―Levanté la bolsa de plástico
que contenía la evidencia que había encontrado.

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―¿Qué es?

―Podría ser… la piel de John Hancock.

Sus ojos se agrandaron un poco y alcanzó la radio en su bolsillo para pedir


apoyo.

Tomó más de dos horas para que las tropas recorrieran el área y volvieran a
entrevistar a la perra loca de arriba, que supe que se llamaba Jane Hancock. John
era su hijo. Le había contado a Michaels una extravagante historia sobre cómo su
hijo fue tomado por un cambiaformas. Estaba empezando a entender por qué se
había frustrado tanto (a la dama le faltaban un par de tornillos) lo que suena
absurdo viniendo de una cambiaformas, pero toda su historia era loca. Ella dijo
que su hijo era parte Fae, en otras palabras, él es un hada.

―¿Qué va a pasar con la señora Hancock? ―le pregunté al detective Michaels


mientras esperábamos a que el CSI terminara de limpiar.

―La están tomando para una evaluación psicológica. No encontraron ninguna


droga en su apartamento por lo que podría tener una discapacidad mental.
Todavía no estamos seguros de si tiene un hijo, podría estar todo en su cabeza
―dijo y me miró―. Buena captura hoy, Grey. Supongo que aún podría haber
esperanza para ti en la fuerza.

Resoplé.

―Pero la próxima vez que me digas que me calle, te voy a retirar de tu


pasantía. ―Con eso se alejó y me dejó para que le mostrara el dedo medio. El
patán.

―Lo vi, Gray. Ahora vete a casa y disfruta de tus vacaciones.

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Era tarde en la tarde cuando regresé al departamento de James, donde
encontré a Amy tendida en su sofá esperándome. Su flamante cabello rojo se
hallaba recogido en un moño desordenado y todos sus tatuajes se encontraban
cubiertos por su ropa de invierno.

―Ya era hora de que tu culo vuelva a casa. No me puedes evitar para siempre,
Kenz.

―No estoy tratando de evitarte, ¡tuvimos una pista en el caso de hoy y la


encontré! ―Me hallaba tan mareada que estaba a punto de saltar de mi piel… sin
juego de palabras.

Me quité el abrigo y aparté las piernas de Amy para poder sentarme a su lado.

―Kenz, estoy feliz por ti, de verdad ―comenzó y me armé de valor para lo
que venía―, pero ¿cuándo ibas a decirme que James vendría a casa con nosotras?
No le debes nada. No le hagas ningún favor al bastardo.

―Lo sé pero…

James irrumpió en la sala donde habíamos estado durmiendo durante los


últimos dos días y estaba sin aliento y sudando, lo que estaría bien si no hiciera
frío afuera.

―¿Qué demonios…
―¡Kenz! ―gritó cuando Jonah, Jackson y Sebastian irrumpieron en el
apartamento detrás de él, llenándolo con sus cuerpos opresivos. Quería reírme
pero tuve que contenerme. James se parecía al nerd que estaba en la escuela
secundaria de pie junto a estos tipos. Pero en este momento no era el momento
de pensar en eso.

―Lo juro, los chicos malos siempre te atrapan justo cuando estás a punto de
hacer tu escapada ―dije mientras levantaba mis manos en el aire. Esto fue una
tontería total. No faltaban ni dos horas para salir de esta maldita ciudad.

―¿Quién diablos son estos tipos, Kenz? ―gritó James y Jackson lo agarró del
cuello de su abrigo.

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―No te hubiéramos encontrado si este perdedor no oliera a ti. ¿Es tu novio?
―preguntó Jackson. No respondí de inmediato porque estaba observando la
reacción de los otros dos hombres lobo en la habitación. Las características de
Jonah se volvieron tan oscuras que traicionaron la sonrisa en su rostro. El labio
superior de Sebastian se curvó en un gruñido, pero eso no era nada nuevo.
Parecía siempre ser amenazante… se veía igual y eso también me hacía enojar.
Por qué debería importarle, tenía a V.

―¿Olor? ¿Qué son chicos, perros? ―preguntó James y mi rostro cayó. Algo
equivocado que decir. Miré a James, que vio mis ojos muy abiertos y se dio cuenta
de que podría haber metido la pata.

―¡Perros! ―exclamó Jackson y estaba a punto de tirarlo a través de la


habitación o golpearlo. Agarré a James antes de que pudiera hacer cualquier cosa,
y con la fuerza de que estoy segura de haber sacado a James de su estupor, lo
empujé detrás de mí donde estaba Amy. Ella estaba en silencio, pero no tenía
tiempo de comprobarla.

―Necesitáis salir ―dije con toda la autoridad que pude reunir.

―No respondiste la pregunta, Mackenzie. ¿Es tu novio? ―Fue Jonah quien


me preguntó y pude ver que sus ojos habían perdido los suaves charcos de
chocolate y ahora eran de oro brillante. Santa mierda.

Tragué la saliva que había dejado en mi boca seca, cuadré los hombros y me
puse de pie. Estos tontos no iban a intimidarme, bueno, eso es lo que me dije a
mí misma.
―Sí, es mi novio.

Y todo el infierno se desató.

Amy chilló como un maldito silbato, James agarró mi camisa como el gallina
que era, y Sebastian y Jackson, agarraron a un Jonah fuera de control. No había
cambiado, pero sus caninos estaban fuera y nos estaba intentando morder…
bueno, principalmente a James, mi supuesto novio.

―¡Ven aquí! ―ladró Sebastian y fue como ver reaccionar a un perro bien
entrenado. En realidad no se inclinó como uno pero detuvo sus acciones; su
pecho subía y bajaba como si le faltara oxígeno.

―Basta con las veintiuna preguntas. ¿A dónde diablos crees que vas,

66
Mackenzie? ―preguntó Sebastian. Lo miré y sus ojos brillaban, no eran del azul
pálido que había visto antes. ¿Qué pasa con estos chicos y sus ojos?

―Me voy a casa. Son las vacaciones de invierno y mi familia me espera para
las vacaciones ―lo mantuve breve y simple. Podían hacer lo peor, pero no había
manera de que me perdiera este viaje a casa. Apenas hablé con mis padres como
estaban las cosas, tenía que aparecer para las vacaciones escolares.

―¿Dónde es casa? ―preguntó con una mano que aún retenía a Jonah.

―Cold Springs. Estado de Nueva York.

―No puedes ir sola ―dijo Sebastian y sus palabras despertaron a mi


luchadora mejor amiga de cualquier sueño que la hubiera atrapado.

―¡Ella no estará sola, imbécil! ―dijo mientras me empujaba a un lado y se


enfrentaba a los grandes y malos lobos con su metro cincuenta de gloria―. No
puedes simplemente irrumpir aquí, lleno de testosterona y mierda, y esperar que
ella haga lo que dices. A la mierda con eso ―dijo y me reí de lo malvada que era
Amy. Ni siquiera un trío de hombres lobo podía hacerla estremecer.

―¿Y tú eres? ―preguntó Sebastian y ella cruzó los brazos sobre su pecho.

―Amelia Elizabeth Fitzgerald, perra, y no lo olvides.

Sonreí con orgullo mientras observaba el rango de emociones que cruzaban


sus tres rostros. Del shock, a la ira, al respeto. Jackson fue el más gracioso, estaba
asombrado. Oh chico.
El agarre de James en mi camisa se apretó, recordándome que todavía estaba
asustado y escondido detrás de mí. Puse los ojos en blanco.

―Suéltame, Jameson ―le susurré e intenté encogerme de hombros. Se quejó


un poco pero me soltó.

―Confía en mí, no lo haremos, Amelia ―comentó Sebastian y pensé que veía


una sonrisa que intentaba disimular―. ¿También irás a Cold Springs con
Mackenzie? ―Me sorprendió lo... bueno que estaba siendo con ella. ¿Por qué no
me hablaba así?

―Sí ―dijo Amy con convicción. Durante los últimos tres años, había pasado
las vacaciones de invierno con mi familia ya que sus padres solían pasar unas

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vacaciones elegantes en Europa y no le prestaban atención cuando estaba allí.
Amy provenía de una familia adinerada, pero su apariencia no era algo que
perdonaran. Con todos los tatuajes y piercings, la descartaron como un error.
Curiosamente, Amy era probablemente una de las personas más inteligentes que
había conocido y estaba en la cima de su clase. Era su pérdida si no reconocían
su brillantez. Ella dirigirá el mundo muy pronto si se sale con la suya.

La mirada de Sebastian se desvió de mi mejor amiga y ya no parecía amigable.

―No puedo dejarte ir sola, Mackenzie ―dijo mientras su rostro se retorcía de


rabia, como si hubiera hecho algo. Hombre, nunca puedo ganar.

―¡Oh, vamos! ―Espeté―. Ni siquiera soy parte de tu Man... ―Me contuve


antes de decir algo frente a James que podría llevarnos a ambos a agua caliente.
No sabía cuáles eran sus reglas sobre el conocimiento humano, pero prefería no
probarlo en este momento―. Paquete ―corregí y me sentí increíblemente
estúpida. No tuve tiempo suficiente para pensar en algo mejor―. No soy parte
de tu paquete, por lo que no puedes dictar lo que contiene. ―Alguien que me
salve, por favor.

Amy se giró y levantó una ceja perforada hacia mí. Puse los ojos en blanco,
exasperada. ¿Qué esperaban? No podía ser ingeniosa todo el tiempo, cielos.

―Luego tomarás otro documento del paquete contigo ―dijo Sebastian,


siguiendo mi analogía, pero no estaba contento con eso.
―¡Oh, no! ¡No, no, no, de ninguna manera! ―dije como un niño. Juraba que
estaba lanzando demasiados berrinches últimamente. ¿Qué me pasaba?

―Esto no es negociable, Mackenzie. No lo entiendes todo todavía, pero espero


que para la próxima luna… para la próxima semana más o menos, lo harás ―dijo
y se aclaró la garganta.

―Kenzie, ¿qué diablos está pasando? ―susurró James detrás de mí. Jonah se
lanzó de nuevo hacia adelante, pero Jackson lo tenía bien agarrado mientras
seguía mirando a una inconsciente Amy. Me reí. Estaba totalmente embelesado.

―Lo siento, James, te lo explicaré todo más tarde ―le dije y le puse una mano
en el brazo, dirigiéndolo hacia el dormitorio. Un gruñido vino de alguien detrás

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de nosotros, muy probablemente Jonah, pero no miré para ver quién era. Estaba
nerviosa por dejar a Amy sola con ellos, pero tenía la extraña sensación de que
Jackson la protegería.

Cerré la puerta detrás de nosotros y me apoyé contra ella.

―¿Qué demonios está pasando? ―exclamó James en un susurro.

Me estremecí. No porque me asustara, sino porque tendría que encontrar una


buena mentira para encubrir esto. Y no importa lo que haya ocurrido entre
nosotros, James todavía era alguien a quien no me gustaría mentir.

―¿Y bien? ―preguntó.

Vamos, Kenz... piensa.

―Son policías ―solté y casi puse los ojos en blanco ante mi propia estupidez.
¿Policías? ¿De verdad? Eso es lo mejor que pude hacer... caray.

―¿Policías? ¿Qué hiciste? ―preguntó con preocupación.

―Nada, sólo... Estuve de patrulla con Michaels la semana pasada y estuve


involucrada en una situación de rehenes. Simplemente me vigilan porque los
tipos todavía están sueltos.

―Oh, Dios mío, Kenz, ¿estás bien? ―Me dio un fuerte abrazo y lo dejé. Me
hundí en su abrazo y no fue porque me creyó, sino porque todo lo que había
pasado en los últimos días me estaba alcanzando. Necesitaba algún tipo de
consuelo, incluso si era del imbécil que me engañó.
―Estoy bien, sólo quiero llegar a casa para poder alejarme de todo esto
―suspiré en el hueco de su cuello. Besó la parte superior de mi cabeza y con sus
dedos frotó círculos en el centro de mi espalda. Extrañé esto, la familiaridad. Pero
necesitaba eliminarlo, no tiene sentido sentirme cómoda con algo que no era real;
no importa cuánto quisiera que lo fuera.

Me aparté y él metió mis mechones de cabello detrás de mi oreja.

―Entonces, ¿por qué me abordaron esos tipos en el campus? ―preguntó y eso


iba a ser un poco más difícil de ocultar, así que necesitaba desviarme.

―No lo sé, pero necesito un favor de ti.

―Cualquier cosa, Kenzie ―dijo, su voz era tan suave y cálida que quería

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acurrucarme, pero sabía que no era real, es algo a lo que estoy acostumbrada.

―¿Puedes comenzar a empacar tus cosas para que podamos salir pronto? ―le
pregunté porque de cualquier manera, nos íbamos a casa. Ya sea si Sebastian me
dejaba o no, me iba a casa y me iba a alejar de todos los locos de la ciudad.

―Por supuesto ―dijo y me dio un suave beso en la frente.

Regresé a la sala de estar y cerré silenciosamente la puerta del dormitorio para


que James no escuchara ni viera lo que iba a suceder, en caso de que las cosas se
salieran de control, como lo estaban ahora. Me acerqué a un inestable Jonah y a
Sebastian gruñendo. Sus emociones estaban dirigidas hacia mí. ¿Qué diablos hice
esta vez?

Amy estaba detrás de Jackson, fingiendo ayudarlo a mantener el control de los


dos lobos, pero todo lo que estaba haciendo era hablar mierda.

―Mantened el concurso de mear al mínimo, idiotas ―dijo mientras me


aclaraba la garganta detrás de ella. Se dio la vuelta y me recibió con una sonrisa
de megavatios. Se estaba divirtiendo mucho.

―¿Todo bien?

―Oh, sí, ya sabes, lo habitual ―comentó y guiñó un ojo.

Fui a pararme al lado de Jackson y él exhaló un suspiro de alivio cuando me


vio.
―¿Qué te tomó tanto tiempo? No sé lo que hiciste para que sus bragas se
retorcieran, pero no puedo controlar a un Alfa si él también lo pierde ―dijo y
había una preocupación real en su expresión.

―Lo siento ―murmuré y chasqueé los dedos frente al rostro de Sebastian―.


Amigo, supéralo. Me voy a casa y no hay nada que ninguno de vosotros pueda
hacer al respecto. No hablo mucho con mis padres y sólo los veo durante los
descansos de verano e invierno ―dije y eso les robó la atención.

―Voy a ir contigo ―ordenó Sebastian.

―Bash, no puedes ―intervino Jackson―. Tienes la Cumbre en dos días para


asistir y no te has preparado. ―Sebastian le gruñó y comencé a preocuparme un

70
poco. ¿Qué tan enojado podría estar este Alfa?

―Iré ―se ofreció Jonah y todos lo miramos.

―¿Crees que puedes controlarte? ―cuestionó Jackson pero Jonah sólo


asintió―. Ella va a estar allí con su novio, Jonah, sé sincero contigo mismo. No
podemos darnos el lujo de que se produzcan errores en el consejo dentro de unos
días.

―¿El consejo? ―pregunté, tratando de ignorar el resto.

―Los lobos tienen dos consejos principales, el europeo y el americano.


Cuando se convoca a una Cumbre, eso significa que algo serio está pasando y
todos los Alfas se reúnen. Por suerte ―explicó Jackson mientras observaba a
Sebastian―, esto es sólo una Cumbre de los Estados Unidos, pero aún debemos
tener cuidado.

Asentí y observé a Jonah quien me miraba. El gruñido de Sebastian rompió


nuestra mirada y gruñó.

―Bien. Jonah, irás con ellos pero no interactuarás. Vigila a distancia e


infórmame directamente, constantemente.

Puse los ojos en blanco. Esto era demasiado dramático para algo que ni
siquiera era un gran asunto.

―Todavía no entiendo por qué necesito que me vigiléis como un halcón. Creo
que al menos merezco saber qué está pasando ―dije. Algo estaba mal con todo
este escenario. Tal vez estaban tratando de reclutarme para su manada, pero
tampoco estarían actuando como si yo estuviera en protección de testigos. Algo
sucedía y podría tener algo que ver con esta Cumbre si mi instinto servía.

―No somos los únicos monstruos que se esconden en la noche, Mackenzie.


Si... te expusimos accidentalmente, entonces no estás segura de pasear por tu
cuenta ―explicó Jonah y fue lo más que había dicho desde que llegaron.

―¿Me expusisteis? ¿Qué, pasasteis una circular sobre mí? ―Me reí, pero fui
la única.

―No te recuperamos de la manera más discreta ―comentó Sebastian y parecía


avergonzado. Tienes razón, no lo hiciste. Pensé mientras observaba a los tres

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desviar sus ojos. Me sorprende que nadie haya notado la escena fuera de Pete’s
el viernes por la noche. Tuve la suerte de tener un trabajo después de todo ese
fiasco. Amy le había dicho a Big John que me enfermé y que estaría fuera hasta
después de las vacaciones de invierno.

―¿Y qué? ¿Me buscan otros lobos? ―pregunté y me pregunté qué otras
Manadas podrían estar establecidas en la ciudad de Nueva York.

―No, pero los lobos solitarios son un juego justo para los vampiros y otras
criaturas de la noche.

Me atraganté con mi saliva mientras los miraba a los tres, esperando que
estuvieran bromeando.

―¿Vampiros? ¿De verdad? ―le dije poco convencida. Esto no podía ser real...
bueno, yo era una mujer lobo, así que tenía sentido, pero no, todavía no lo creía.

―Esto no es una broma, Mackenzie y si valoras tu vida, deberías tomar esto


en serio ―dijo Jonah.

Amy se acercó a mí entonces y casi chilló en mi oído.

―¡Oh, Dios mío, Kenz, esto es como Crepúsculo! ―Jesús jodido Cristo. Dios,
espero que ella no me haga ver esa película otra vez.

―Bájalo un poco, ¿quieres? ―le dije a Amy y traté de parecer relajada, algo
que estaba muy lejos de estar. Es fácil bromear acerca de estas cosas cuando eres
ajena a las verdades. Siempre especulé, pero nunca pensé que fuera posible (lo
cual era indignante, considerando lo que soy), pero cuando eres ignorante, es
fácil fingir. Ahora, no tanto.

―Lo siento ―me dijo en voz baja y asentí. Sabía que no tenía la intención de
emocionarse, si yo fuera ella también lo haría, pero desafortunadamente no era
ella, soy yo.

Tal vez Jane Hancock no estaba tan loca como pensaba.

72
Capítulo 9

73
Cargamos el Prius de James con las pocas cosas que habíamos tomado de
nuestro apartamento. Jonah nos seguiría allí en un 4Runner golpeado en el que
había venido, mientras que Sebastian y Jackson regresaron a Brooklyn en tren. El
viaje fue en su mayoría tranquilo, sin que nadie quisiera hacer preguntas o hablar
de los tres brutos que nos habían visitado. Principalmente porque James estaba
cerca y no había forma de que le dijera nada, lo que hizo que este viaje estuviera
lleno de resoplidos, suspiros y movimientos en nuestros asientos… incómodo.

El viaje hasta el estado de Cold Springs, Nueva York, estaba a sólo


aproximadamente una hora y media de la ciudad y eso es con poco tráfico, pero
también fue la oportunidad perfecta para presentar mi nuevo papel de actriz a
Amy. Todavía no le había dicho que iba a actuar de novia durante las próximas
dos semanas.

―Entonces, Amy, ¿cómo te sientes? ―le pregunté mientras me giraba para


mirarla. Estaba sentada en el asiento trasero detrás de James.

―Uh... bien, ¿por qué? ―Me arqueó una ceja.

―Oh, no hay razón, sólo me pregunto...

―Mackenzie Grey, por favor, no andes por las ramas, apestas en ello ―me
interrumpió.

Suspiré.
―Está bien, está bien, si alguien pregunta, James y yo todavía estamos juntos,
¿entendido? ―le dije, saltándome la basura. Debería saber mejor como endulzar
las cosas con Amy o con cualquier otra persona.

―¿Qué? ―O tal vez debería haberlo hecho―. ¿Estás loca? ¡Ese pedazo de
escoria!

―¡Oye! Estoy aquí, ya sabes ―intervino James pero ella lo ignoró.

―Ese bastardo te engañó con la Barbie inflable ¿y vas a seguir su juego para
que no se lo cuente a Nana? ―exclamó y no había necesidad de entrar en detalles
con ella. Lo descubrió. Esta iba a ser la cuarta Navidad de Amy con nosotros y
conocía a los Carson. James era el único chico en una familia llena de mujeres y

74
lo cuidaban como un halcón. Si no fuera porque él y yo habíamos sido los mejores
amigos desde que teníamos cinco años, no creo que me hubieran aceptado. James
rara vez tenía novias en la escuela secundaria, pero cuando las tenía, nunca
duraban. Si las hermanas no las hacían llorar y correr hacia las colinas… Nana lo
hacía.

―¡No la engañé! Y Diana no es una… está bien, no fui infiel, ¡lo juro!

―Oh, cállate, Carson, tu opinión no cuenta ni un pepino. Puedes cantar esa


melodía hasta que las vacas vuelen y aún no suena verdadera ―dijo Amy
mientras miraba la parte trasera de su cabeza―. Pero tú ―me señaló―, necesitas
cancelar esto. Sabía que algo no estaba bien con lo de compartir el viaje con este
tonto. Hubiera sido más barato si hubiéramos tomado el tren.

―Amy, es sólo por dos semanas, no te preocupes. Habrá terminado antes de


que te des cuenta y no será nada raro. James lo prometió, ¿verdad? ―Miré a
James, que estaba mirando hacia la carretera.

―Bueno, tenemos que vender esta actuación, por lo que es posible que se
requiera cierto agarre y abrazos. Tal vez incluso un beso o dos ―comentó
tímidamente.

Mis fosas nasales se ensancharon.

―Tienes que estar jodidamente bromeando ―dije entre dientes. Será mejor
que esté bromeando porque estaba a punto de perderlo. Esto no era parte del
trato y no hay forma de que lo acepte―. Podrías decirles la verdad cuando
lleguemos, porque nunca acepté eso.

―Es posible que no hayas aceptado, pero deberías haber sabido que
tendríamos que hacerlo, Kenz. Mi familia nos ha visto juntos, incluso antes de
salir. Saben lo cercanos que somos.

No estaba mintiendo con eso. James y yo siempre habíamos tenido una


amistad especial. Incluso antes de que las cosas se pusieran románticas, siempre
nos tomábamos de las manos, nos quedábamos a dormir en la casa del otro (de
una manera platónica, por supuesto) y éramos inseparables, pero las cosas
cambian, y no creía que pudiera manejar la actuación de esa manera otra vez. No
después de estar en una relación con él.

75
―Nada de besos, James. Agarrar la mano y muy pocos abrazos ―dije y me
retiré a mí misma por el resto del viaje mientras Amy y James discutían. Ojalá
hubiera ido con Jonah.

Tan pronto como vi el cartel que decía “Bienvenidos a Cold Springs”, sonreí
ante la ola de alivio que se estrelló contra mí. Veinticuatro horas antes, no estaba
segura de llegar a casa. No era muy cercana a mis padres, no había nada malo en
ellos, los amaba incondicionalmente y, a veces, los extrañaba más de lo que
normalmente haría. Sólo había una pequeña desconexión, supongo. Hablamos lo
mínimo posible y nos veíamos sólo para los recesos de verano e invierno.
Llamaba una vez a la semana para registrarme y las conversaciones nunca
duraban más de quince minutos. A diferencia de mi hermano Ollie, podía hablar
con él durante horas.

―Hogar, dulce hogar ―murmuré en voz baja y me hundí en mi asiento.

A los cinco minutos, James ya estaba en el pequeño camino de entrada y mi


madre nos saludó desde la ventana de la cocina.

―¡Shhh! ―le dije a Amy y James. Todavía estaban en la garganta del otro y
no quería parecer sospechosa.
Mi madre y mi padre salieron por la puerta principal de nuestra pequeña casa
de ladrillos. Mi padre usaba su camisa de manga larga y sus pantalones de
mezclilla, y mi madre lucía un par de pantalones de mezclilla y un suéter rojo.

―¡Cariño! ―dijo y me envolvió en un abrazo que siempre se sentía forzado.


De acuerdo, exageraba demasiado, nunca fui un tipo de persona sensible al tacto,
mucho menos una abrazadora.

―Hola, mamá ―dije y mi padre se acercó y me dio unas palmaditas en la


espalda. Supongo que lo obtuve de él; a él tampoco le gustaban los abrazos―.
Papá ―le asentí con la cabeza.

―¿Cómo estuvo el viaje?

76
―No estuvo mal, el tráfico fue sorprendentemente ligero ―comentó James
mientras estrechaba la mano de mi padre y abrazaba a mi madre, levantándola
sobre sus pies. Capté a Amy poniendo los ojos en blanco, así que le di un codazo.

―Bueno, eso es bueno. ¿Y por qué está Amy tan tranquila allí? ―Mi padre
miró alrededor de James y ella se acercó a saludar a mis padres también. Amy
era diferente en apariencia, pero a mis padres no les importaba, en todo caso, la
amaban como si fuera uno de los suyos.

Una vez que terminaron los saludos, James besó mi mejilla.

―Bueno, os veré más tarde, mejor me voy a saludar a mis padres ―comentó
y nos saludó mientras caminaba al lado a su casa.

Entramos y nos sentimos tan cálidos y acogedores. Nada especial y olía a gente
vieja, pero a mí me encantaba. Estaba en casa.

―Os tengo instaladas en tu habitación, Kenzie ―dijo mi madre.

―¿Qué pasa con la habitación de Ollie? ―pregunté y alguien me agarró por


detrás y me levantó del suelo. Me dio la vuelta y yo chillé de emoción. Mi
audición aguda se disparó y escuché fuertes golpes corriendo por el camino de
entrada.

―¡Amy, dile a mi hermano que me suelte! ―grité para que Jonah pudiera
escucharme. Habíamos dejado la puerta de entrada abierta, así que me hallaba
segura de que él estaba mirando y pensó que estaba en peligro. No entró…
supongo que recibió el mensaje.

Ollie me bajó y me di la vuelta rápidamente, casi derribándolo con el abrazo


de cañón que le di. Está bien, tal vez soy una abrazadora con ciertas personas. Si
a mis padres los veo muy poco, es aún menos a mi hermano. Siempre es un placer
cuando conseguimos pasar el rato.

―¿Cuántas veces te he pedido que ya no me llames Ollie? ―Me sonrió.

―Oh, por favor, eso nunca sucederá. Oliver es el nombre de un anciano, no te


queda bien ―le dije y le di un pequeño golpe en el brazo. Realmente no podía
golpearlo, volaría hacia el jardín delantero, y eso es algo porque mi hermano

77
estaba en el Ejército. De pie con un metro noventa y ocho de altura, es todo
músculo y bulto. Se puso delante de mí con su uniforme de ACU, por lo que
también debía acabar de llegar.

―¿Por qué no me dijiste que ibas a venir? ―le pregunté. Acabábamos de


hablar la semana pasada y no había mencionado nada.

―Quería sorprenderte, hermanita ―indicó mientras me revolvía el cabello y


traté de alejarme―. Bueno, ni siquiera te vi, Roja ―bromeó y levantó a Amy en
un abrazo de oso.

Durante las siguientes dos horas, hasta que la cena estuvo lista, Ollie, Amy y
yo estuvimos en mi habitación y nos pusimos al día con la vida, bromeando y
hablando mierda. Había pasado al menos un año desde la última vez que lo vi.
Ollie era unos dos años mayor que yo, así que siempre nos llevamos bien y
teníamos el mismo círculo de amigos.

―¿Carson y tú todavía estáis juntos? ―preguntó y Amy bufó.

―Que manera de ser discreta ―la fulminé con la mirada y luego me volví
hacia mi hermano―. Es complicado. ―Traté de evitar sus ojos porque mi
hermano me protegía. No lo parecería para un extraño que mirara porque
bromeábamos mucho, pero a menos que quisieras caerle bien a Ollie, era mejor
que te comportaras bien conmigo.

―¿Te hizo algo, Kenz? ―preguntó y vi la mirada oscura que me disparó,


asustándome para que dijera la verdad.
―Ollie, relájate ―puse los ojos en blanco―. ¿Podemos hablar de esto en otro
momento?

―No, vamos a hablar de eso ahora. Amy, ¿qué hizo? ―Se puso de pie en un
instante. Mierda.

―Fue infiel y ahora la tiene fingiendo que todavía están juntos por Nana.
―Esa pequeña chismosa.

―Ese pedazo de mierda perdedor. ¿Piensa que porque vive en la ciudad


puede conseguir todo lo que quiere? ―demandó Oliver mientras bajaba las
escaleras. Salimos de mi habitación detrás de él y alcancé a mi hermano en la
acera cuando se dirigía a la casa de los Carson.

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Agarré la manga del suéter en el que se había cambiado, y con un estallido de
mi fuerza de lobo, lo detuve, parado entre él y su destino.

―¡Ollie, para! No puedes hacer esto. Tengo edad suficiente para manejarme,
por favor, estoy bien ―dije, pero vi la furia en sus ojos. Después de todo, yo era
su hermana menor. Si una chica rompiera su corazón, yo también querría darle
una patada en el culo.

Jonah había estado estacionado en su 4Runner al otro lado de la calle y escuché


que la puerta de su auto se abría y cerraba de golpe. Esto no puede ser bueno.

Mis entrañas flotaban en una multitud de mariposas mientras él caminaba


hacia nosotros, pavoneándose en su chaqueta de cuero marrón, tejanos y botas.
Sus ojos brillaban dorados y no sabía si había oído de lo que habíamos estado
hablando. Esperaba que no, porque le dije que James y yo estábamos saliendo y
que quería mantenerlo así. Ya sabes, evitar la tentación y todo.

―¿Qué está pasando? ―dijo Jonah mientras caminaba a mi lado, mirando a


mi hermano. Ollie no era del tipo macho alfa, pero tampoco era un mocoso. Esto
sólo podría terminar mal.

Oliver lo evaluó y se burló.

―No es de tu incumbencia. ―Maldita sea, respuesta incorrecta.


―Cuando se trata de Mackenzie, se convierte en mi asunto ―señaló Jonah y
sus palabras salieron como seda. Me hizo querer apoyarme en él. Dulce bebé
Jesús, algo estaba muy mal con mis hormonas.

Mi hermano lo miró más de cerca, tratando de ubicar quién era.

―¿Quién demonios eres y cómo conoces a mi hermana?

―Soy un amigo de la universidad. ¿Qué está pasando aquí?

―¿Un amigo de la universidad? ¿Todo el camino hasta Cold Springs? No lo


creo. ¿Mackenzie? ―Ollie me cuestionó y me quedé atascada. Como un ciervo
atrapado en los faros, me quedé allí estupefacta.

79
―Es un amigo al que invité ―Amy salvó el día―. No tenía a nadie con quien
pasar las vacaciones, así que le dije que nos acompañara.

Después de marinar su respuesta, Ollie extendió su mano a Jonah:

―Oliver Grey.

―Jonah Cadwell. ―Se estrecharon las manos y sentí que podía respirar una
vez más. Jonah estaba a punto de preguntar qué estaba pasando de nuevo,
cuando le di a mi hermano “la mirada”. Él sabía lo que significaba: Mantén tu
boca cerrada.

―Mi error. Mi encantadora hermana sabe cuánto odio... a su novio ―dijo con
una sonrisa tensa―, esperaba que ella ya le hubiera dado una patada en el culo.
―No estaba muy lejos de la verdad. Ollie nunca había tenido cariño por James,
dijo que parecía demasiado poco confiable y, desafortunadamente, tenía razón.

Jonah sonrió.

―Ah, ya veo. Sí, yo tampoco le tengo mucho cariño. ¿Estabas de camino a su


casa? No me importaría acompañarte ―comentó Jonah y quise darle un
puñetazo en la garganta. ¡Se supone que no debe irritar a mi hermano aún más!

Ollie lo pensó por un momento, pero luego negó.

―Me gustas. ¿Dónde te alojas durante el descanso? ―Oh, no.

―En un pequeño Bed & Breakfast en Main Street.


―Cancela la reserva, tenemos un viejo futón en el sótano, te quedarás con
nosotros ―dijo y todo mi mundo se derrumbó. Sí, lo sé, dramático, ¡pero Jonah
ni siquiera se suponía que estuviera aquí para empezar!

―Gracias, eso suena genial. ―Jonah nos dio una sonrisa de megavatios y no
pude esperar para acorralarlo cuando estuviéramos solos. Iba a lamentar el día
en que nació... o al menos obtendría una buena patada en sus pelotas y correría.

―Le dije a Gary que me reuniría con él en Pizza Angelina’s antes de la cena,
pero no creo que esta conversación haya terminado ―dijo mi hermano mientras
me estrechaba los ojos. Asentí y comenzó a caminar por la calle. Sabía que no se
encontraría con Gary, su mejor amigo de la escuela secundaria. Mi madre me
había dicho que no podría asistir a las vacaciones de este año. Pero mi hermano

80
necesitaba desahogarse, así que no iba a discutir y sólo darle el espacio que
necesitaba. Ni siquiera había estado aquí un día y el drama ya había comenzado.
Genial, la tormenta de mierda me siguió desde la ciudad.

Los tres nos quedamos allí incómodamente, o al menos Amy y yo. Jonah
parecía un maldito modelo de pasarela. El bastardo.

―Tengo que ir al B & B y conseguir mis cosas. ¿Vienes conmigo? ―preguntó


Jonah y su mirada se calentó. Simplemente no en la forma para la que estaba lista.
Sus ojos me devoraron como si me vieran bajo una nueva luz. O pensó que, como
mi hermano no lo desaprobó, James ahora era intrascendente.

―Sí, ¿por qué no vas con wolfey y yo me pongo al día con Ollie? ―dijo Amy,
la traidora. Mis ojos se ensancharon. Quería que dejara de caminar, pero sólo me
guiñó un ojo y me dio la espalda.

Cuando estaba a una distancia, Jonah arqueó una ceja.

―¿Wolfey?

―No preguntes ―gruñí y caminé hacia su auto. También podría terminar con
esta mierda.

Se rio entre dientes.

―Bien. Por cierto, me gusta tu hermano. Parece que... oh, cómo debería decir
esto... parece que tenemos mucho en común ―sonrió.
Una vez que nos acomodamos en el SUV, me di la vuelta y lo miré.

―Vamos a despejar el aire en este momento porque no soy buena con las
insinuaciones. ¿Cuál es tu asunto conmigo? ―pregunté. Amy tenía razón, odiaba
andar por las ramas. Iba directo al punto y no por mi personalidad, sino porque
no tenía en cuenta las señales sociales. Alguien podría estar enojado conmigo y
no lo sabría; no importa cuántas pistas dejaran caer. No le prestaba atención, pero
con Jonah, incluso Sebastian, sentía que estaba fuera de lugar. No me gustaba
adivinar o jugar a Nancy Drew.

Me observó, pero en lugar de decir lo que tenía en mente, giró la llave del
contacto y se apartó del bordillo. Si pensaba que iba a dejarlo pasar, no sabía lo
molesta que podía ser a veces.

81
―¿Hola? Te hice una pregunta ―dije cuando giró hacia la ciudad, lejos de mi
vecindario.

―No ahora, Mackenzie ―dijo. Desafío aceptado. Pasé los siguientes quince
minutos de viaje a Kittleman House donde se alojaba, repitiendo: “¿Qué tal
ahora?” Podía ver la vena en su cuello cada vez que sonaba mi voz. Canalicé mi
Diana Stone interior y, al ver el rostro tenso de Jonah, tenía el mismo efecto sobre
él que sobre mí. Estaba molesto. ¿Cómo lo manejaba James?

Aparcamos y seguí a Jonah dentro del bed & breakfast, todavía haciendo la
misma pregunta, hasta que subimos a su habitación y él cerró la puerta.

Con gran fuerza, agarró mis hombros y me golpeó contra la pared. Si hubiera
sido humana, habría sido herida, pero no me desconcertó. Antes de que pudiera
detenerlo, su boca estaba en la mía, obligándome a abrirme para él. Me acurruqué
contra la pared y me abrazó por la cintura. Era contundente pero gentil al mismo
tiempo. Sus manos se deslizaron hacia mis muslos y detrás de ellos,
levantándome, envolviendo mis piernas alrededor de él, caminó hacia atrás hacia
la cama. Con una mano todavía aferrándose a mí, pasó la otra por mi cabello y
tiró de él mientras tiraba de mi labio inferior, haciéndome jadear. Me pellizcó la
barbilla y me bajó hasta que mi cuello y mi espalda se arquearon por la sensación.
Me quedé aturdida mientras mis entrañas se arremolinaban con un sentimiento
desconocido que me impidió detener esto mucho antes.
Agarré el cabello de Jonah y lo aparté. Sus ojos marrones brillaron dorados
mientras me miraba con un hambre que James nunca mostró. Con mis propios
ojos bien abiertos, traté de recuperar el aliento. Esto estaba mal en muchos
niveles.

―Ese es mi asunto, Mackenzie. Te deseo ―dijo con un indicio de posesión en


su tono. Mi cuerpo vibraba debajo de él ante su respuesta, pero no era miedo, era
emoción. Mis cejas se fruncieron ante su revelación. Nunca había sido tan
atrevida en toda mi vida. Esto no podría estar bien, no me gustaría esto.

Pero lo hacía. Y él podía verlo.

Su boca bajó sobre la mía una vez más, y un gruñido recorrió su pecho. Jadeé

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por respirar mientras apretaba mis piernas alrededor de su cintura y lo hacía
rodar sobre su espalda. Me recliné contra él y sus gemidos electrificaron mis
sentidos. Mis manos vagaron por su cabello y quería más. Nuestros besos se
intensificaron, nuestra respiración se volvió más pesada y nuestras manos
ansiaron piel. Lo quería tanto en mi interior que dolía y que ni un beso o un toque
eran suficientes para satisfacer mi deseo.

Mis ojos se abrieron de repente y me senté, todavía a horcajadas sobre él.

Sin aliento, miré sus ojos dorados y sin ver los míos, supe que mis ojos también
habían cambiado de color. Podía sentirlo.

―Jonah... ―susurré―. Algo está mal. ―Rodé mis caderas e incliné mi cabeza
hacia atrás.

Agarró mi cintura, me empujo más fuerte, y pude sentir todo de él.

―No, nena. Nada está mal. Es tu lobo. Ella también me desea a mí.

Negué, despejando la niebla en la que estaba. Esto no debería estar


sucediendo. Me aparté de él y me arrastré fuera del colchón como si tuviera
chinches. Sintiéndome desorientada, tropecé hasta la esquina más cercana. Me
acurruqué y todavía estaba sacudiendo la cabeza cuando miré mi estómago como
si el lobo estuviera allí. Podía sentirla tratando de salir de mí. Esto no era algo
que ella hubiera hecho antes y me asustó.

Ella no podía tener tanto control sobre mí, ¿verdad? No, no, no puede. Es
inexistente aparte de los tres días de la luna llena. Y ahora... ahora me estaba
convirtiendo en alguien que no era. No era el tipo de chica que, no sé, hacer este
tipo de cosas. Soy una mojigata.

―Dios... esto no me puede estar pasando ―oré a alguien y a nadie en absoluto.

Jonah caminó hacia mí con precaución, con las manos en alto, y se mantuvo a
una buena distancia de mí.

―Lo siento. No debería haber sido tan agresivo y haberme aprovechado de ti


de esa manera ―dijo y arqueé una ceja. Está bien, lo estaba empujando ahora.

Me burlé.

―No te aprovechaste de mí.

83
Sacudió la cabeza.

―Sí, lo hice. No lo sabes, pero lo hice. ―Se cubrió la boca y parecía como si
estuviera pensando en qué decir a continuación. Su cuerpo magro se hundió―.
Aunque han pasado casi cuatro años, todavía eres un cachorro. No fuiste criada
por una manada o incluso por otro lobo, por lo que no entiendes la relación que
tienes, o deberías, con el lobo. Lo sabía y aun así te perseguí. Estuvo mal.
―Parecía avergonzado y aunque entendía lo que estaba diciendo (y sí, si es
verdad, entonces debería darle un puñetazo en el rostro) pero no quería hacerlo.

―Jonah ―comencé―, no podemos...

―Lo sé. James ―dijo, y caminó hacia el otro lado de la habitación donde estaba
su bolso de viaje intacto.

No me molesté en corregirlo. James no era la razón por la que no podíamos


estar juntos, pero lo funcionaría por ahora. La verdadera razón (y sabía que era
una estupidez) es que no podía tener intimidad con nadie en este momento, no
tan pronto después de James. Puede que no lo haya mostrado mucho y
posiblemente no lo amaba como debería haberlo hecho, pero James seguía siendo
alguien muy especial para mí y era el único hombre con el que había estado. El
único que me ha visto desnuda, por el amor de Dios. No me encontraba
preparada para ser así con nadie más, sin importar cuánto quisiera mi lobo.
Capítulo 10

84
En cuanto les di a todos las buenas noches y mi cabeza golpeó la almohada,
me dormí como si hubiera bebido una botella de NyQuil. Creo que una ventisca
podría haber llegado y no me hubiera movido.

Eché un vistazo al reloj de alarma en mi mesita de noche y eran poco más de


las diez de la mañana. Amy y yo estábamos compartiendo mi cama y ella todavía
estaba desmayada. No era una persona de mañanas, así que es mejor si la dejo
dormir. Salí de la cama en silencio, caminé por mi habitación y me dirigí al baño.

Después de lavarme los dientes rápidamente y lavarme el rostro, me pasé un


peine por el cabello y bajé las escaleras. Era el día antes de Navidad y mis padres
eran madrugadores. Probablemente estaban en Main Street ayudando con
decoraciones. La puerta de la habitación de Ollie estaba abierta y él no estaba
dentro, así que podría haberse ido también. Sólo esperaba que no se hubiera
encontrado con James, o con nadie de la familia Carson, para el caso. Oliver no
era tímido con sus sentimientos y no le importaba a quién le contaba.

Bajé a la sala de televisión donde encontré a Jonah cambiando canales. Era con
la última persona con la que quería tratar después de ayer y lo incómodo que
habíamos estado el uno con el otro después. Estaría mintiendo si dijera que no
me sentía atraída por él. Estaría ciega si no lo estuviera. Todo acerca de él era
cálido y confuso, quería acurrucarme con él. Ni siquiera me hagas empezar
cuando sonríe, ese hoyuelo salta y sólo quería lamerlo. Oh Dios... ¿qué demonios
estaba mal conmigo?
―Buenos días ―dije mientras me sentaba en la otra tumbona vacía frente a él.

―Oye ―dijo, sin apartar la vista de la televisión.

Bueno. Tal vez no sea mi fan número uno.

―¿Cómo dormiste? ―El futón en el sótano era tan antiguo como Moisés. Me
sorprendió que todavía lo tuviéramos.

―Bien, bien.

―¿Estás enojado conmigo? ―le pregunté. Si está enojado conmigo, necesitaba


que me lo dijera abiertamente.

―No. ―¡Ugh!

85
―Jonah deja de ser cortante conmigo. Si estás enojado sólo dímelo. No vas a
herir mis sentimientos, simplemente no quiero jugar al gato y al ratón contigo.

―No dije que estaba molesto, Mackenzie ―dijo mientras continuaba


cambiando los canales.

―¿Sabes qué? Lo que sea, no me importa. Mejor aún, voy a llamar a Sebastian
y decirle que envíe a otra persona para que puedas regresar a la ciudad. Es obvio
que esto no va a funcionar. ―Me levanté y comencé a dirigirme a las escaleras
para tomar mi teléfono.

―Me iré pronto de todos modos, no es necesario ―dijo antes de salir de la


habitación. ¿Eh?

―¿Te vas? ―pregunté, aturdida.

―Sí. Bash envió un equipo aquí ayer y nos alternaremos. Estaré fuera de tu
vista en poco tiempo.

¿Cuál era su problema?


Una vez me bañé y me vestí, Amy seguía durmiendo, salí para comenzar mis
deberes de novia. Tenía que saludar a los Carson. Ya sabía que iba a recibir una
reprimenda por no detenerme ayer, pero no estaba dispuesta. Estaba enojada con
Jonah por actuar... por actuar como su maldito hermano. Estaba siendo un
imbécil. Dios, entendía que si le hubiera dicho la verdadera razón por la que no
quería involucrarme, ¡pero tengo un novio ficticio! ¡Esa es una excusa legítima!
Oh, Dios mío, y lo engañé falsamente. Mierda.

Llamé a la puerta principal de James y luego me dejé entrar. La gente


alrededor de Cold Springs no solía cerrar con llave sus puertas, y hacía frío en el
exterior. No iba a esperar. Incluso con un abrigo, temblaba en mis botas y tenía
una temperatura corporal más alta que la mayoría.

86
―¿Hola? ―llamé y me dirigí a la cocina donde la madre de James, Cindy,
estaba con Nana.

―Oh, cielos, ya es hora de que vinieras a visitarnos. ¿Qué te tomó tanto


tiempo? ―solicitó Nana desde la mesa de la cocina, con la voz de un fumador de
un paquete al día.

―Ey Nana, lo siento. Ayer no me sentía muy bien, así que no quería venir y
ser una aguafiestas ―grité para que pudiera escucharme. Ella odiaba usar su
audífono. Me acerqué a la señora Cindy y la besé en la mejilla. Entre las dos,
criaron a los cinco hijos de la señora Cindy. Su esposo había muerto de cáncer
cuando James, el más joven, tenía sólo diez años.

―Sandeces, aun así deberías haber venido a ver a esta anciana ―dijo Nana y
fui a sentarme a su lado.

―¿Todavía está James?

―Se acaba de despertar, creo que está en la ducha ―dijo Cindy y continuó
lavando los platos.

―Entonces, ¿cuándo es la boda? ―preguntó Nana y me atraganté con mi


propia saliva. Cindy me trajo un vaso de agua y me lanzó una mirada que decía:
“sé paciente con ella”. Sólo tengo tanta paciencia con su hijo. Si no les decía la
verdad pronto, Nana iba a tener un ataque al corazón por las noticias. Oh no, no
debería haber tirado eso al universo. Mierda, ¡me retracto!
―Nana, son demasiado jóvenes ―dijo Cindy y asentí.

―¿Jóvenes? ―Se burló―. Tenía diecisiete años cuando me casé con tu padre,
ahora eso es joven.

―Y eso fue durante la Segunda Guerra Mundial. Estamos en tiempos


diferentes, Nana.

Mientras continuaban discutiendo sobre lo jóvenes que James y yo éramos, me


retiré. No quería ser parte de esta conversación. Me sentía como un fraude, y
James necesitaba apurarse y salvarme de este drama que creó. El año pasado
hubiera estado todo por esto, tal vez no por la parte del matrimonio (tenía mucho
que quería lograr antes de siquiera pensar en eso), pero no habría sido un

87
pensamiento indignante como lo era ahora.

Después de lo que pareció una eternidad, James bajó a la cocina con un suéter
de cuello alto que me dio ganas de poner los ojos en blanco. Es un perdedor.

James vino directamente hacia mí y plantó un beso húmedo en mis labios. Me


tensé y ni siquiera cerré los ojos. El idiota. ¡Le dije que no se besara!

―Buenos días ―gruñí y traté de no sonar enojada. Lo cual fue un poco difícil
porque nunca fui buena en fingir el estar triste.

―¿Qué han planeado los dos tortolitos para hoy? ―preguntó Cindy. Era
Nochebuena, así que casi todos estaban en Main Street preparándose para el gran
festival de mañana. Pensaba que íbamos a echar una mano, pero parecía que
James tenía otras ideas.

―Pedí una mesa en Angelina’s para el almuerzo. Pensé que Kenzie y yo


podríamos pasar un tiempo solos ―comentó y me apretó contra él. Quería
vomitar. Se estaba poniendo un poco pesado y si no tenía cuidado, iba a
conseguir mi bota en su culo. Les di una sonrisa tensa pero atrapé a la señora
Cindy mirándome con recelo. Sospechaba y temía que tuviera un par de teorías
dando vueltas. No era estúpida.

―Bueno, que ambos os divirtáis. ¿Te veremos para cenar, querida?


―preguntó su madre y asentí. Era tradición pasar la Nochebuena con sus padres
y él pasaba la Navidad con los míos.
―Muy bien, vosotros dos apresuraros entonces ―dijo y nos miró con
atención―. Y si ves a tus hermanas en la ciudad, ¡recuérdales que lleguen a casa
a tiempo para ayudar a preparar las cosas! ―comentó la Sra. Cindy y asentimos.

Una vez que salimos de la casa y al menos a una manzana de distancia, usé un
poco más de fuerza de lo necesario y aparté a James de mí. La bola de mala
muerte. Había estado tomando mi mano desde que nos fuimos y quería un
suministro de desinfectante de manos de por vida en este momento.

No estaba mintiendo cuando dijo que había llamado antes. Pensé que sólo era
una tapadera que le soltó a su madre y que nos separaríamos una vez que
bajáramos a Main Street, pero, efectivamente, nos recibió una de las camareras y
nos llevó a una de las mesas del restaurante.

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El restaurante y pizzería Angelina’s no era un lugar muy lujoso, pero en mi
opinión, era el mejor restaurante de la ciudad. Y James lo sabía. Podía comer aquí
todo el día todos los días, y ahora que no subía de peso como solía hacerlo, la
idea no parecía tan descabellada.

Después de ordenar mi comida, que posiblemente podría alimentar a un país


del tercer mundo, James se aclaró la garganta y se inclinó hacia delante. Conocía
esa mirada en su rostro. Sus ojos se desviaron, frunció el ceño, y se estaba
mordiendo el maldito labio inferior como si fuera un Big Mac. Este era su rostro
de “Quiero hablar sobre algo serio”. No sabía si me gustaría lo que iba a decir.

―Escúpelo, Jameson. Tu labio estará crudo si no lo haces ―le indiqué y se


detuvo a mitad de mordida.

―Lo siento―murmuró―. Quería agradecerte por estar de acuerdo con esto.


Sé que no es fácil y es probable que tengas cosas mucho mejores que hacer. ―La
camarera vino con una jarra de café y nos sirvió una taza a cada uno.

Una vez que se fue, miré a James, que estaba revolviendo el azúcar en su café
como si estuviera batiendo mantequilla.

―Amigo, relájate. ¿Qué está pasando?

―Kenz, te extraño ―soltó. Sus ojos se agrandaron cuando me quedé quieta,


conteniendo la respiración. ¿Qué acaba de decir?―. Lo sé, lo sé, suena estúpido
y no te merezco, pero tenía que intentarlo. ―Se inclinó sobre la mesa y me tomó
la mano―. Poner fin a las cosas contigo fue el error más grande que he cometido
y sé que viviré para arrepentirme. Extraño tu sonrisa, tu risa. La forma en que te
apasionan tus creencias y convicciones. La mujer fuerte e independiente que eres,
Kenz, lo que estoy tratando de decir es que te amo. Siempre lo he hecho y siempre
lo haré. Entonces, ¿qué dices, me das otra oportunidad?

Lo estudié cuando sus ojos se encontraron directamente con los míos y no se


movió ni mostró ningún signo de que estaba mintiendo. Pero... ¿por qué su
corazón se aceleró?

―James, no lo sé ―murmuré porque no estaba segura de cómo reaccionar.


Estaba herida, todavía lo estoy, porque me dejó y salió con Diana, pero no estaba
segura de creer lo que me estaba diciendo. Esto era tan inesperado y mi intuición

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nunca se equivocaba. Quería creerle porque James era el único hombre con el que
había estado. Me sentía cómoda con él. ¿Podríamos retomar donde lo dejamos?
¿Y qué pasa con su pulso? Hay algo que no me está diciendo. Algo que está
ocultando.

―No lo pienses demasiado, Kenz. Éramos perfectos juntos. Sé todo sobre ti y


tú sabes todo sobre mí. Hacemos clic y fui estúpido por no darme cuenta antes.
Tenía miedo y por eso te aparté. Esto es real, lo que tenemos, y no quiero perderlo
―dijo, pero aún se estaba conteniendo. Algo estaba apagado. El corazón de nadie
debe correr como caballos en una pista, no si están diciendo la verdad... toda la
verdad.

―¿Qué pasa con Diana? ―pregunté y fue cuando lo vi, la contracción de su


labio superior.

―¿Qué hay de ella?

―¿Todavía estáis juntos? ―Se movió en su asiento y se ajustó el gorro en la


cabeza, cubriéndose las orejas.

―Planeo romper con ella. Me siento mal por hacerlo durante las vacaciones
―dijo, su corazón latía más rápido―, lo haré tan pronto como regresemos a la
ciudad y antes de que comience el semestre. ―Se humedeció los labios
nerviosamente y arqueé una ceja. No, no lo hará.

La camarera nos trajo nuestras comidas. Comencé a comer y evité cualquier


conversación, mucho menos sus ojos. Estaba enojada, no lo suficientemente
enojada como para que mi lobo se removiera, pero era más como una decepción.
Me dolió que me mintiera e intentara tener su pastel y también comérselo. Podría
estar equivocada, pero parecía que sólo me quería para las vacaciones de
invierno. Una vez que regresáramos a la ciudad, cambiaría de opinión y me
echaría de nuevo a la acera. Lo dejé pasar una vez, pero no lo dejaría pasar otra
vez, sin importar qué tan cómoda me sintiera con él. Prefiero estar sola por el
resto de mi vida a estar con él, con alguien que sólo me quería por conveniencia.
Ese no era el tipo de persona que quería en mi vida a largo plazo.

Terminamos nuestra comida y James pagó la factura. El camino a casa fue más
tranquilo de lo que fue durante el almuerzo, pero lo preferí. Necesitaba que me
dejaran sola con mis pensamientos. Necesitaba entender lo que iba a decir y cómo

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mantener la calma. No importa lo tranquila que pude estar al principio, la ira del
lobo parecía hacer siempre una aparición. Esta era una situación delicada que no
quería arruinar con mi temperamento. No podría ser imprudente.

James alcanzó mi mano y lo dejé. Caminamos a casa, mano con mano, y quería
marinarme al sentirnos tocándonos por última vez, porque así sería. No podía
dejar que esta pequeña farsa siguiera por más tiempo.

Estábamos casi en mi casa cuando me agarró la mano y me atrajo hacia él. Con
su mano libre enredada en mi cabello, estampó su boca contra la mía. Mis brazos
quedaron atrapados contra nuestros pechos y traté de alejarlo sin usar ninguna
fuerza extra, pero James no estaba captando la imagen. Fruncí mis labios en una
delgada línea, pero aun así él estaba tratando de obligarme a besarlo. Sin otra
opción, y con un poco más de poder del necesario, me aparté de él.

―¡Qué demonios, hombre! ―le grité y me limpié la boca con el dorso de la


mano. Tuve que recordar bajar mi voz un poco. Jonah dijo que se iría, pero no
estaba tan segura de que realmente lo hiciera. A menos que haya malinterpretado
la situación de ayer (que era totalmente posible), creo que todavía estaría
vigilándome incluso si alguien más fuera asignado. Claro que otra vez podría
estar pensando muy bien de mí misma.

―Caray, Kenz, ¿qué? ―dijo James mientras se frotaba un punto dolorido en


el pecho donde lo empujé.

―¿Qué? ¡Dije que no me beses, imbécil! ―Mi genio estaba ardiendo y el


discurso que estaba preparada para pronunciar fue arrojado por la ventana―.
Nunca vuelvas a presionarme así, Jameson Theodore Carson, te juro que volaré
todo este plan tuyo a Marte si me jodes ―gruñí y tuve que respirar
profundamente. Mi lobo estaba irritado y, a veces, cuando eso sucedía, mis
caninos o garras les gustaba hacer una aparición. Era de día y no parecía la
elección más inteligente.

―Kenz, pensé que estábamos en la misma página. ¿Todavía no me amas?


Incluso si no lo haces, aún tenemos que actuar como si todo fuera normal. Si no
mostramos ninguna forma de afecto, lo descubrirán.

―¡Bueno! Necesitan descubrirlo porque Nana preguntó cuándo es la boda y


yo quería decirle que no en esta vida. ¡No eres más que escoria, James! No me
quieres, sólo quieres un polvo barato y crees que estoy lo suficientemente

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desesperada como para dártelo. ¡Te equivocas! Deja de ser tan perro y sólo
cuéntales sobre Diana. ¡De todos modos, nunca planeaste romper con ella! ―grité
y su rostro se puso rojo como una remolacha.

―¡Esta es la razón! ―gritó y me estremecí―. ¡Es por eso que te engañé,


estúpida! ¡Porque eres demasiado agresiva y no puedes mantener una maldita
conversación conmigo, sin degradarme como hombre! ¡Siempre tratando de
decirme qué hacer y cómo actuar! ―Se puso en mi rostro y mis fosas nasales se
ensancharon. Esto no era bueno.

―James ―rechiné entre dientes―, necesitas alejarte de mí.

―¿O qué, Mackenzie? ¿Me vas a pegar? ¡Adelante, haz lo mejor que puedas!
―dijo y se acercó tanto que prácticamente nos estábamos tocando.

―James ―gruñí con cautela. Podía sentir al lobo burbujeando hasta la cima y
Amy no estaba alrededor para calmarme.

―Me follé a Diana por tu culpa. Lo había estado haciendo durante meses ―se
burló y esa fue la última gota.

Con la cabeza inclinada, él probablemente pensó que simplemente no quería


mirarlo porque estaba avergonzada, pero era porque mis caninos estaban fuera.
Me cortaron las encías y me estremecí por el ligero dolor. Mi cuerpo tembló
cuando intenté agarrar el último control, pero fue inútil. Le di una palmada y
salió volando a unos tres metros de distancia de mí. Gruñí más fuerte esta vez
mientras me agachaba a cuatro patas en la acera. No me había vuelto
completamente lobo, desde lo que pasó la noche que me enfrenté a Sebastian en
el bar Pete’s. Sentí que la ondulación de mis huesos se adaptaba y era dolorosa,
pero la ira en mí se desbordó y alivió el dolor.

Mi vista se enfocó y se centró en el cuerpo flácido de James. No se movía.


Debería haber estado preocupada y apresurarme para ayudarlo, pero no lo hice.
Quería apresurarme y terminar con él. La tentación de morder su piel y romperlo
en pedazos estaba haciendo que mi boca salivara.

Un gruñido vino de mi lado y Jonah se paró sobre mí en forma humana.

―¡Abajo! ―ladró y mi cuerpo se congeló en respuesta. El lobo en mí no pensó


dos veces en desafiarlo―. ¡Cambia! ―rugió y la ola del Cambio se apoderó de

92
mí. Mis huesos se detuvieron por un momento y luego comenzaron a
reorganizarse de nuevo a la normalidad. Con mi adrenalina bajando de su altura,
sentí todo el dolor y el dolor de la verdad y las lágrimas de agonía, tanto física
como emocional, me recorrieron. Una vez que terminó, me puse en la acera en
posición fetal, temblando con sudor frío. Mi ropa se había estirado y mis tejanos
se habían desgarrado en ciertas partes. Estaba demasiado cansada y herida para
preocuparme o tratar de ocultarme. Jonah se inclinó sobre mí, me levantó del
suelo y me llevó a mi casa. Dejé caer mi cabeza sobre su ancho hombro y cerré
los ojos. El miedo a lo que podría haber hecho se hizo cargo y la culpa siguió en
tropel.

Cuando supe por primera vez que era una mujer lobo, estaba aterrorizada de
ser un peligro para las personas que me rodeaban. Me consideré un monstruo y
una vez que aprendí la rutina de mi loba y sus desencadenantes, acepté en lo que
me había convertido y aprendí a vivir mi vida en torno a esas restricciones. Sí,
me volví más agresiva y más solitaria de lo que solía ser, pero estaba bien. No me
sentía mal por mí misma siempre y cuando todos los que me importaban
estuvieran a salvo. ¿Pero ahora? Esa depresión monstruosa que había tenido hace
muchos años me inundó y no creía que podría manejar eso de nuevo. Era un
momento oscuro que preferiría no volver a visitar.

―Shhh ―Jonah arrulló en mi oído y me di cuenta de que estaba lloriqueando


como un perro.

Se dirigió al sótano y cerró la puerta detrás de nosotros. No había estado aquí


en años. Se había convertido en un lugar de almacenamiento para nosotros, pero
cuando éramos más jóvenes era nuestra sala de juegos. El futón estaba en medio
de la habitación con un edredón cuidadosamente doblado sobre las almohadas.
Me tendió allí y fue a desvestirme. Sacudí violentamente la cabeza; no quería que
me viera desnuda. Sabía que era lo último en lo que debería haberme
preocupado, pero no pude.

―Está bien. No te preocupes, nena, no lo haré ―dijo en voz baja y agarró el


edredón, cubriendo mi cuerpo tembloroso. Me apartó el cabello, ahora húmedo,
y deseé poder rendirme con él, sólo una vez, pero esto, tener intimidad con otra
persona, era una de las cosas que temía de muerte.

―James ―murmuré y los suaves rasgos de Jonah, se oscurecieron. Su rostro


se arrugó con disgusto.

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―¿Qué pasa con ese imbécil? ―dijo con fuerza.

―¿Está bien? ―Puede que no le importe, pero fui yo quien lo golpeó y lo


último que vi fue que estaba sobre el cemento. ¿Qué pasa si lo herí seriamente?
No podría vivir conmigo misma si lo hiciera. Estaba enojada con él por ser un
idiota y engañarme con Diana, pero preferiría que le diera herpes que la muerte.

Jonah me miró, sopesando sus opciones, pero se dio cuenta de que estaba
preocupada por haber lastimado a James más que a sus heridas físicas, si eso
tiene algún sentido.

―Vuelvo enseguida.

Sólo se había ido por unos diez minutos antes de regresar. Al menos así lo
creía, estaba dormitando cuando escuché que la puerta del sótano se abría y
volvía a cerrarse.

―Oye ―me sonrió mientras se sentaba en el borde del futón y me acariciaba


la mejilla.

―¿Está? ―No pude terminar, pero él sabía de qué me preocupaba.

Sacudió la cabeza.

―El idiota está bien. Sólo tuvo una pequeña conmoción cerebral. Lo metí a
hurtadillas en su casa y lo dejé en su habitación para que la durmiera ―explicó
y mis ojos se ensancharon.
―¡Jonah! ―chillé―. Si tiene una conmoción cerebral, no puede dormir ―traté
de insistir en lo importante que era, pero no tenía la energía.

Se rio entre dientes.

―Mackenzie, estará bien, no te preocupes. Necesitas descansar.

No sé por qué me sentí tranquilizada por eso. No debería haberlo hecho, pero
si dijo que James iba a estar bien, entonces le creía.

―Jonah, ¿qué me pasa? ―Necesitaba saber porque esto nunca me había


sucedido. He estado enojada y he podido controlarme, pero esto... esto era rabia.
Ni siquiera quería comenzar con lo que sucedió entre nosotros en el bed and
breakfast.

94
―Es complicado ―dijo y miró hacia otro lado―. Déjame hacerte una pregunta
primero... cuando llega la luna llena, ¿a dónde vas para cambiar? ―se volvió para
mirarme y era todo negocios.

―Eh... tengo una jaula ―dije con voz ronca.

Gruñó. Me estremecí y me alejé de él porque me enseñó sus colmillos y no fue


amistoso.

―Lo siento ―dijo, pero todavía estaba vacilante―. ¿Alguna vez corres?

Me senté lentamente y me apoyé en mi codo. ¿Correr?

―Sí, cuando voy al gimnasio, a veces voy a la cinta ―dije confundida.

Sacudió la cabeza.

―No, quiero decir, ¿tu lobo alguna vez corre?

Oh. Sacudí la cabeza y la mirada que me lanzó me hizo añicos en mil pedazos.
Ya no podía ver su hoyuelo y algo del color de su rostro se había drenado. Eso
no fue lo peor de todo. La mirada de decepción y lástima me deshizo. ¿Por qué
importaba?

―Eso no es seguro, Mackenzie. ¿Cómo has estado controlando al lobo durante


tanto tiempo?
―No lo sé ―dije con cautela―. Sólo sale por los tres días de la luna llena.
Luego desaparece. ―Me encogí de hombros.

―¿Ella desaparece? No, debes dejar salir al lobo y estar libre esos días, si no,
ella saldrá en momentos como este y podrías poner a la gente en grave peligro.
―Tomó su teléfono y presionó algunos botones.

―¿Cómo se supone que voy a hacer eso en la ciudad? Si la dejo vagar por ahí,
realmente pondrá a las personas en peligro. Si ella quiere correr, puede correr en
la jaula. Es bastante grande ―dije y supe qué estúpido sonaba antes de que lo
dijera.

―La próxima luna llena, vas a cambiar conmigo. Y nos vamos a deshacer de

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esa jaula. ¿Era allí a dónde ibas cuando te encontré? ―Me preguntó y me había
olvidado por completo de nuestro primer encuentro durante la última luna llena.

―¿Así es como me encontraste? ¿Cómo es que no cambiaste y sentías dolor?


―le pregunté mientras repetía esa noche. Apenas llegué a casa a tiempo y él
caminaba casualmente por las calles como si no fuera nada.

―Porque no encierro a mi lobo. La Manada no está Ligada a la Luna como tú.


Cambiamos en lunas llenas para celebrar, no por obligación. Esa es la diferencia
―dijo con un toque de frustración. Me regañaba que yo enjaulara a mi lobo. Lo
que me hizo preguntarme, ¿le gustaba yo o la loba?

―¿Ligado a la Luna?

Suspiró y después de escribir algo en su teléfono, lo guardó.

―Es cuando no cambias en absoluto. Cuando llega la luna llena, llama a tu


lobo y te impone un cambio. Por eso sientes tanto dolor cuando cambias
―explicó. Procesé lo que estaba diciendo y tenía sentido, supongo, pero, ¿cómo
diablos se suponía que iba a dejar salir al lobo en la ciudad?

―Entonces... durante las lunas llenas, ¿vosotros no pasáis por el Cambio?


―No estaba segura de si estaba de acuerdo con responder mis preguntas, pero
esto era fascinante. Esto era algo que no sabía que debía saber.

―Lo hacemos. Pero no es porque tengamos que hacerlo, es como una gran
fiesta para esos tres días ―dijo y pude escuchar el orgullo en su voz. Le gustaba
ser un hombre lobo. Envidiaba eso.
―¿Dónde? No me puedo imaginar en el almacén.

Sacudió la cabeza y sonrió.

―Tenemos una finca en Little Falls, Nueva York, con más de cien acres de
tierra. Todos nos reunimos allí y tenemos barbacoas y hogueras; es muy
divertido. Te gustará.

―Jonah ―empecé―, no voy a ir. No quiero ser parte de la Manada. ―No me


miró, pero su cuerpo se había congelado y mi declaración quedó suspendida en
el aire como un peso pesado. Puede que no lo parezca en este momento, pero
podría sobrevivir por mi cuenta. No quería ser parte de su comunidad donde ser
una mujer lobo se convirtiera en mi vida. Cuando pensaba en mi futuro, no me

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imaginaba limpiando detrás de un marido y haciendo saltar a los pequeños bebés
de hombres lobo de izquierda a derecha. No estaba hecha para ser ama de casa,
no está en mi naturaleza y probablemente nunca lo estará.

―Mackenzie... no puedes vivir en tierra de Manada sin pertenecer a una


Manada ―dijo, y sus ojos marrones parpadearon en oro―. Te matarán antes de
que dejen a un lobo solitario vagar libre.

―¿Quién?

―Los Ancianos. Te conté sobre las cumbres de Estados Unidos y Europa, pues
son Ancianos que son como un consejo y gobiernan a los lobos en todo el mundo.
Sebastian estará obligado a hablarles de ti. Es por eso que se convocó una cumbre
estadounidense... por tu culpa.

No sabía qué decir a eso. No querría irme de Nueva York, pero si tuviera que
hacerlo, para seguir viva, lo haría. ¿Realmente quería un montón de lobos
dictando mi vida? No parecía justo. No es como si hubiera nacido en esto o
tuviera la opción de ser quien soy.

―¿A dónde puedo ir? ―dije aturdida.

―Kenz ―dijo, y fue la primera vez que no dijo mi nombre completo―. No


hay en ninguna parte de la Tierra verde de Dios que no esté reclamada de alguna
manera. No tienes otra opción... a menos que quieras vivir huyendo por el resto
de tu vida ―dijo con inquietud.
Me empapé de lo que dijo y no respondí. No hay mucho que pueda decir, de
todos modos, si pertenecía o no, y tendía a hacer lo que quisiera de cualquier
manera. Pero no es algo de lo que deba preocuparse ahora. Me pareció que Jonah
había formado un vínculo conmigo (lo juro, no estoy siendo presumida) y no
quería estresarlo. No sabía mucho sobre estas cosas de la Manada, pero tenía que
hacer mi investigación antes de tomar cualquier decisión.

―¿Pensé que te ibas a ir? ―pregunté, cambiando de tema.

Se aclaró la garganta y miró hacia otro lado.

―Estaba a punto cuando te vi afuera... ¿qué fue eso? ¿Sabías que te estaba
engañando? ―Podría haber seguido mintiéndole, pero eso me haría parecer

97
estúpida. ¿Cómo una chica tan testaruda como yo acepta a alguien que le es
infiel? Sí, no sonaba creíble.

―No estamos juntos ―dije y él me miró con atención―. Terminamos hace un


par de meses por eso, pero no se lo ha contado a su familia.

Sus ojos brillaban dorados y luego se volvieron a un marrón calmado. No sabía


de qué se trataban estos cambios en el color de los ojos, pero eran extraños.

―Entonces, ¿estás fingiendo, porque?

―Porque está saliendo con una estrella porno y tiene miedo de decírselo a
Nana ―indiqué y sus ojos se ensancharon―. Está bien, ella no es realmente una
estrella porno, pero se parece a una.

Se rio entre dientes.

―Lo entiendo ―comentó―. Eres demasiado amable con él. No merece tu


ayuda.

―Lo sé. Al menos, lo sé ahora.

Después del Cambio, me puse difícil, no la chica afortunada que era antes. No
es que yo también estuviera siempre alegre, pero no era tan impulsiva. Que él la
haya estado follando por meses, era doloroso. No pensé que era tan malo... ¿o sí?
¿Cómo no me había dado cuenta?

Debo haber tenido mis sentimientos en mi rostro porque Jonah metió un


mechón de cabello detrás de mi oreja.
―Oye, no te culpes a ti misma. Es su pérdida y no importa los problemas que
ambos hayáis atravesado, no tenía derecho a ser infiel. Esa no era la solución.
―Subconscientemente, sabía que Jonah tenía razón, pero no borró la culpa. Si no
me hubiera convertido en lo que soy, quizás James y yo todavía estaríamos juntos
y felices. Tal vez.

―¿Te vas?

Me acarició el rostro y no pude evitar cerrar los ojos.

―¿Quieres que lo haga?

Sacudí la cabeza sin abrir los ojos. Era una verdad que no podía admitir en voz
alta. Posiblemente debido a lo que sucedió, pero no quería que se fuera de mi

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lado. Me acurruqué cerca de él e inhalé. Olía a bosque y jabón; lo que era peculiar
ya que vivimos en la ciudad. Era un buen olor, podría acostumbrarme.

Se movió para acostarse a mi lado y me atrajo hacia su pecho.

―Entonces no iré a ningún lado ―susurró, pasando su mano arriba y abajo


por mi espalda y nos quedamos así por un tiempo.
Capítulo 11

99
Jonah y yo pasamos el resto del día encerrados en el sótano. Evité a todos los
que pudieran preguntarme qué estaba mal. Afortunadamente, teníamos una
vieja TV con una videograbadora y un montón de películas de los 90 para ver, lo
cual hicimos mientras nos abrazábamos en el viejo futón oxidado. Él no intentó
nada y me alegré. Nos acercamos pero no me estaba presionando y lo aprecié.
No estaba lista. Cuando finalmente revisé mi teléfono, vi un montón de mensajes
de texto de mi familia preguntándome donde estaba. Como había sido víspera
de Navidad, me perdí la cena con la familia de Carson, lo cual me ganó un
montón de textos enojados de James. Sólo le envié un mensaje a Amy antes de
irme a dormir para hacerle saber dónde estaba y que todo estaba bien. Ella no
respondió, pero sabía que lo recibió. Amy sabía cuándo retroceder y ahora era
ese momento.

Pasé la noche con un hombre lobo. Acurrucada con él detrás de mí y su brazo


cubriendo mi estómago. No pude contener una risita.

Era la mañana de Navidad y podía oler la salsa espesa que mi madre estaba
haciendo en la cocina. Olía glorioso y contaba con comer al menos una bandeja
llena de galletas. Jonah se movió detrás de mí y gimió cuando intenté alejarme.

―¿A dónde vas? ―dijo, y fue silenciado desde que su rostro estaba metido en
mi espalda, su agarre alrededor de mi cintura se tensó.
―Tengo que ir arriba y decir Feliz Navidad ―comenté y me volví hacia él―.
Por cierto, Feliz Navidad, Jonah. ―No abrió los ojos, pero ese hoyuelo en su
mejilla asomó y sonreí.

―Feliz Navidad, Mackenzie ―dijo y me incliné y planté un suave beso sobre


su nariz―. Kenz ―comenzó y mi sonrisa se deslizó. Su tono se había vuelto serio.

―¿Qué pasa?

―Nada. Lo siento, simplemente no quiero presionarte como lo hice el otro día


y creo que si nos acercamos demasiado, no te daré la cantidad adecuada de
espacio que necesitas. La siguiente vez cuando estemos juntos, así, cuando estés
lista, quiero que sea porque me quieres. No tu lobo.

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Le sonreí. Era exactamente lo correcto para decir. Con Jonah, no necesitaba
decirle lo que necesitaba, él ya lo sabía.

―Escucha, mi madre hace un gran desayuno, así que date prisa antes de que
mi hermano y yo nos lo comamos todo. Si tienes el mismo apetito que yo,
entonces necesitas arrastrar el trasero ―comenté y me dirigí escaleras arriba.

Cuando abrí la puerta del sótano, tuve que entrecerrar los ojos y dejar que se
ajustaran al brillo de la habitación. Era por la mañana pero había estado atrapada
en la oscuridad desde ayer y no había visto la luz en lo que parecieron siglos.

Con mi mano levantada para cubrir mis ojos sensibles, arrastré mi cuerpo
cansado a través de la sala de televisión a la cocina de donde todo el ruido venía.
Entré para ver que mis padres, mi hermano, y Amy ya estaban comiendo.
Maldición.

―No te preocupes, Mackenzie, hice un lote completo sólo para ti ―dijo mi


madre.

La besé en la mejilla.

―Me conoces tan bien ―y les deseé a ella y a todos los demás una Feliz
Navidad.
―¿Dónde estabas, cariño? James vino a buscarte ayer ―preguntó mi padre
con la boca llena de galletas y salsa espesa.

―Papá, rompimos. ―Todos los ojos estaban sobre mí ahora―. ¡Mamá, no


quemes la salsa! ―le grité porque no estaba poniendo atención a la estufa. Ella
negó y hurgó a tientas en la sartén.

―¡Ya era hora! ―dijo Ollie y golpeó su puño en la mesa del comedor.

―¡Oliver! ―le regañó mi madre y murmuró una disculpa, pero no antes de


que me guiñara un ojo.

―Eso está bien, cariño. Las cosas pasan por una razón ―dijo mi madre con

101
una sonrisa tensa y no estaba segura de si estaba feliz o decepcionada. Mis padres
nunca expresaron sus pensamientos sobre mi relación con James, pero les
gustaba lo suficiente.

Asentí, no queriendo abrir una lata de gusanos tan temprano por la mañana,
y me senté junto a mi mejor amiga.

―Buenos días ―dijo Jonah mientras doblaba la esquina hacia la cocina. Ollie
tomó la delantera e hizo las presentaciones oficiales a mis padres que todavía no
lo habían conocido formalmente. Jonah abrazó a mi madre y me sorprendió verla
sonreír de oreja a oreja al verle. Oh buen señor. Él vino y le dio unas palmaditas
a mi hermano y a papá en la espalda. Fue extraño ver a Jonah aquí y mezclándose
con mi familia como si nos hubiera conocido durante años. Amy me estaba
mirando y pude ver las ruedas en su cabeza girando y conectando los puntos.
Una vez que la vi sonreír, supe que pondría las cosas juntas, pero su versión
probablemente sería sucia, mientras que la nuestra era al menos PM-13.

Después del desayuno, entramos en la sala y abrimos nuestros regalos. Jonah


se excusó, lo más probable es que llamara a Sebastian y le diera una actualización
sobre las cosas. Me hizo preguntarme si los lobos celebraban la Navidad.

Una vez que todos estuvimos bañados y vestidos, bajamos a Main Street para
el pequeño desfile. Mientras mis padres se ofrecieron voluntariamente durante
las festividades, el resto de nosotros disfrutábamos del festival y le mostré a
Jonah de qué trataba la pequeña ciudad.
Sin saber que era un hombre lobo, era fácil distinguir el tipo de persona que
era. Le gustaba bromear pero su lenguaje corporal decía todo lo contrario. Sus
hombros siempre estaban tensos y sus ojos estaban en constante alerta. Hablaba
como si estuviera relajado, pero era por el espectáculo. Me hizo preguntarme qué
hacían estos lobos para vivir que los hacían tan paranoicos.

―¡Vamos al tiovivo! ―exclamó Amy mientras se aferraba a Ollie y lo


arrastraba hacia la atracción. Observar a esos dos siempre era entretenido. A
veces actuaban más como hermanos que Ollie y yo.

―¿Tienen algo entre ellos? ―preguntó Jonah mientras los seguíamos un poco
más atrás.

102
Casi me ahogué con el chocolate caliente que había comprado.

―¿Qué? De ninguna manera ―balbuceé y me miró perplejo―. Sé que puede


parecer de esa forma, pero Ollie es casi como un hermano para Amy. Ella fue
criada como hija única, con padres de mierda que apenas le prestaron alguna
atención. Ella sólo disfruta siendo parte de una familia real.

El brazo de Jonah me rodeó el cuello, y me llevó a un abrazo.

―Eres una buena amiga, Kenzie ―susurró. Sus labios me acariciaron la


mejilla. Me envió escalofríos por la espalda.

―Lo intento.

Nos pusimos al día con Amy y mi hermano y nos subimos a uno de las dos
plazas en el carrusel. Amy se subió a un elefante y Ollie estaba montado en un
caballo, gritando ‘yah’ y abofeteando su trasero como si fuera real. Esos dos, lo
juro, eran simplemente ridículos. No había ni un hueso maduro en sus cuerpos.

Me reí entre dientes mientras observaba a Amy hacer un sonido de trompeta


desde la trompa de elefante, y sentí un ruido de Jonah a mi lado. Me giré para
mirarlo y estaba luchando por mantener el rostro serio.

―Sólo ríe. Pasará tarde o temprano si seguimos pasando el rato con estos
maniquíes ―dije y las compuertas se abrieron. Jonah se echó a reír, limpiándose
las lágrimas de la esquina de sus ojos

―¿Qué está mal con esos dos? ―preguntó entre ataques de risa.
―Somos niños en cuerpos de adultos, eso es lo que está mal.

―Sabes que eso es lo que irrita a Sebastian ―dijo Jonah y lo miré.

―¿Qué quieres decir?

Él suspiró.

―Le molesta que parezca que no te tomas muchas cosas en serio. Yo, por mi
parte, lo encuentro atractivo ―dijo y su hoyuelo asomó.

Me di la vuelta y me dirigí a la multitud que esperaba para subir al tiovivo.


Los giros me marearon. Necesitaba distraerme porque no sabía por qué escuchar
esto me molestaba. Eso me enojó. Puede que no fuera el adulto más maduro y a

103
veces decía cosas tontas, pero… así es como era. No quería vivir el resto de mis
días en la miseria constante. Incluso cuando los tiempos eran difíciles, tenía que
bromear al respecto para hacerme sentir mejor, si no el lobo se hacía cargo. ¿Por
qué obsesionarse? Supongo que no todos lo entendían y necesitaba aprender a
estar bien con eso. Necesitaba aprender que a Sebastian simplemente no le
gustaba.

―¿Por qué estás enfadada? ―Miré de nuevo a Jonah y vi la confusión en sus


ojos. Estaba escuchando el latido de mi corazón.

―No estoy enfadada… ¿tal vez un poco molesta? No lo sé, supongo que nunca
pensé que le molestaría tanto a alguien lo que hago con Bash.

Sacudió la cabeza.

―No es eso, Kenz. Sebastian tiene que ser serio porque es el alfa. Las vidas de
todos los miembros de la Manada confían en él. Él no tiene la opción de estar
libre de preocupaciones.

―¿Por qué es el alfa?

Se aclaró la garganta.

―Porque yo no quiero serlo. ―Hubo una larga pausa mientras calaba de lo


que había dicho Jonah. ¿Qué diablos significaba eso? ¿Era más fuerte que
Sebastian? ¿Le dio la posición? La política del lobo apestaba.

―Voy a necesitar que me lo expliques ―dije y se rio.


―Bueno, mi padre es el alfa. Sebastian sólo dirige la Manada Brooklyn, pero
él le informa a mi padre, quien dirige todo el Noreste. Lo que lo convierte en uno
de los consejeros de la Cumbre americana. Como soy su hijo, me ofrecieron el
título de Alfa. Desafortunadamente para mi padre, no es algo que deseo ser.
―Suspiró―. Vi lo difícil que era para mi padre y ahora lo veo con Bash. Esa no
es la vida que quiero para mí y la futura familia que planeo tener.

El viaje se detuvo y fue como si el mundo se hubiera callado y volvimos a la


realidad. El ruido del festival se filtró y tuve que sacudir la cabeza del
aturdimiento. Jonah venía de la realeza de los hombres lobo. Vale, sí, sonaba
tonto pero eh, era algo cierto.

104
Bajamos del carrusel y aceleramos para alcanzar a Amy y a Ollie que corrían
hacia la máquina de algodón de azúcar.

―¿Qué hay de Jackson?

―Jackson quiere ser Alfa, pero mi padre tiene muchas esperanzas en que
cambie de opinión. Ambos no podemos ser Alfas con mi padre sentado en el
consejo. Sería un conflicto de intereses y los lobos podrían pensar que estábamos
tratando de tomar el control. Los lobos son muy sensibles y territoriales, es una
pendiente resbaladiza ―dijo mientras alcanzábamos a la otra mitad de nuestro
grupo.

―Oh Dios mío, ¡también quiero hacerme una foto con Santa! ―Amy se
ruborizó mientras agarraba a los dos chicos y los tiraba hacia el Winter
Wonderland establecido donde se tomaban las fotos. Poco a poco los seguí unos
pocos pasos atrás y pensé en lo que había aprendido. Los lobos estaban mucho
más organizados de lo que pensaba.

Después de hacerse las fotos con Papá Noel y sus elfos, Amy estaba bajando
de su nivel alto de azúcar cuando nos encontramos con James en el festival con
sus cuatro hermanas, que estaban deslumbrantes. Él estaba a punto de acercarse
a mí, probablemente para maldecirme, pero Jonah vino para estar a mi lado y
James se detuvo bruscamente. Sus hermanas estaban detrás de él, los brazos
cruzados y disparando dagas en mi dirección. Probablemente lo incitaron pero
cambió de opinión una vez que vio a Jonah. No sabía lo que les dijo, pero no
pensé que fuera bienvenida en casa de los Carson, o al menos no por un largo
tiempo.
―¿Podemos ir a la Noria? ―sugirió Amy y nos desviamos en dirección
opuesta a la de Carson.

Ollie y Amy corrieron para llegar al frente de la línea, casi pisoteando a


algunos niños. Juré, esta era la razón por la que nunca íbamos a Dave & Busters,
no tenían vergüenza.

No tuvimos que esperar mucho antes de que Jonah y yo estuviéramos


emparejados en el biplaza. Me sorprendió que Ollie no quisiera conducir una
cuña entre el lobo y yo. Me pregunté qué estaba pasando en su cabeza.

―Así que háblame de ti, Mackenzie ―pidió Jonah mientras la Noria


comenzaba a girar.

105
―No hay mucho que decir. Me graduaré con una Licenciatura en Justicia
Criminal el año que viene y quiero ser policía, y actualmente estoy haciendo una
beca en 1PP ―dije mientras miraba por encima del pequeño pueblo de Cold
Springs.

―Eso es muy bonito. ¿Qué haces? ¿Compras donuts para los oficiales? ―Se
rio entre dientes y yo puse los ojos en blanco.

―No es que no haya escuchado eso antes. Pero no, en realidad soy la sombra
de uno de los detectives asignados a Casos Mayores.

―Guau, ¿cómo conseguiste eso?

Me reí mientras pensaba en mi primer día como becaria.

―En realidad engañé. Utilicé mis sentidos en un caso que había ocurrido en
un callejón e impresioné al capitán. Así que pasé de archivar papeles a salir al
campo.

―¿Qué hiciste?

Me moví en nuestro asiento.

―Olí un laboratorio de metanfetamina.

―Tsk, tsk, Mackenzie. ¿En qué más engañas? ―bromeó.

Me mordí el labio inferior para contener una risita.


―Bueno, como probablemente ya sabes, también soy portera en un bar los
fines de semana.

Jonah se inclinó sobre la barra que nos ataba en nuestro asiento. Se estaba
riendo tan fuerte que creo que resopló.

―Definitivamente eres especial, Mackenzie ―comentó una vez que se calmó.

―¿Cómo de especial, tipo autobús, o especial lindo?

Sus ojos de chocolate con leche brillaban contra la luz del sol y no pude
contener una sonrisa

―Como especial lindo.

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Era tarde por la tarde cuando regresamos a casa, mis padres seguían ayudando
con el festival, pero fuimos eliminados de todos los juegos y la comida que
teníamos. Los cuatro nos dejamos caer en la sala de televisión y Amy finalmente
se dirigió al elefante en la habitación.

―Está bien, ¿qué diablos pasó ayer?

Después de que entré en el discurso completo sobre la discusión con James,


Jonah se convirtió oficialmente en parte de la familia cuando compartió su odio
mutuo hacia James. Amy parecía que estaba olvidando que él la había obligado
y esperaba que no se estuviera poniendo demasiado cómodo. Ella se olvidaba a
veces, pero cuando la golpeabas, todo volvía a ella en cargas de barco y lo ponía
sobre ti pesadamente. Lo que no habían cuestionado era mi paradero ayer y
agradecí a mis estrellas de la suerte que Amy no hiciera alguna sugerencia. A
pesar de que Jonah y yo no hicimos nada, no creía que mi hermano estuviera de
acuerdo con eso.

―¿Cuándo vas a regresar, Ollie? ―pregunté una vez que ya no era más el
centro de atención.

―En dos días ―dijo y me desplomé contra el sofá.


―¿Qué? ¡Acabas de llegar!

―Lo sé, Kenz, pero no puedo quedarme mucho tiempo. Tuve que elegir entre
Navidad y Año Nuevo, no podía tener los dos días festivos.

―Bueno, no estemos deprimidos, ¿de acuerdo? ―comentó Amy mientras


miraba nuestra colección de DVD―. Vamos a ver una película y relajarnos.

Mientras decía los títulos de las películas, el timbre de la puerta sonó. Me puse
rígida por un momento, pensando que podría haber sido James o alguien de su
familia. No les tenía miedo, quiero decir nada serio, qué podían hacerme, pero
no quería ningún drama. Se suponía que volver a casa era relajante y no los
habíamos visto hace mucho tiempo. Podría haber cambiado de opinión sobre

107
acercarse a mí.

―Yo iré ―dijo Ollie y se levantó para ir a la sala de estar.

Jonah estaba compartiendo el sofá conmigo y se inclinó para susurrar.

―¿Estás bien?

Asentí y sonreí, pero no era del todo sincera. Él puso su brazo alrededor de mí
y me atrajo hacia él, besando el costado de mi cabeza. Curiosamente, me sentí en
casa acurrucada con él. Esa era una sensación agradable.

―Uh… Kenz… ellos están preguntando por ti. ―Volvió Ollie a la habitación,
con un Sebastian muy tenso y cabreado.

―¿Sebastian? ―Jonah y yo dijimos al mismo tiempo. Estábamos aún


acurrucados juntos en el sofá y el rostro de Alfa se tensó cuando consideró
nuestro estado.

―Kenz, ¿quién es éste? ―preguntó mi hermano y su lado protector fue


desatado.

―¿Quién eres? ―respondió Sebastian y los dos parecían que estaban a punto
de enfrentarse. ¿Qué diablos estaba pasando?

―¡Oye! ―dije y me levanté, sacudiéndome de mi estado de shock―. Déjalo,


Bash. Este es mi hermano. ―Necesitaba sacar eso para romper la competencia de
dominación porque mientras que Ollie es un Idiota total del ejército, no sabía
cómo le iría contra un Alfa hombre lobo, y no quería averiguarlo.
Sebastian se relajó un poco, pero su rostro aún era severo. Sus ojos viajaron a
través de la habitación hasta que aterrizaron en Jonah, que ahora estaba de
guardia a mi lado.

―¿Qué está pasando, jefe? ―preguntó Jonah y pude ver la confusión en su


bello rostro. Ugh, sonaba como una chica enamorada y necesitara superarlo. No
podría estar recibiendo todo el acaramelado afecto de Jonah y luego tener
pensamientos inapropiados sobre Sebastian. Me estaba convirtiendo en una
idiota.

Miré a Jonah, que parecía un poco perplejo. Sabía que había mantenido a Bash
actualizado desde que llegamos, por lo que no debía haber sabido que venía aquí.

108
Después de pasar los dos últimos días juntos, pensé que me lo habría dicho.

―Necesitamos hablar. Tú, yo y Mackenzie. Ahora ―exigió Sebastian y salió


de la habitación. Jonah lo siguió sin dudar y deseaba poder decir lo mismo. Me
detuve durante un momento y sentí los ojos de Amy y Ollie en mí, esperando
una explicación. Jonah se detuvo en el marco de la puerta que separaba la sala de
estar y la sala de televisión.

―Vamos. ―Él sacudió la cabeza hacia la puerta principal y se fue.

―Kenzie, ¿qué está pasando? ―preguntó Amy y deseé poder decírselo pero
no lo sabía. Pensé que tenía algo que ver con la cumbre y eso, entonces necesitaba
descubrir mi próximo movimiento.

―No lo sé ―murmuré y seguí a los dos hombres lobo por la puerta.

Fuera de mi casa estaba el mismo SUV negro que se había detenido frente de
Pete’s cuando me habían llevado, y dos (supongo) hombres lobo estaban de
guardia. Jonah y Sebastian estaban en el porche esperándome.

―¿Qué pasa? ―pregunté en voz baja. Debían ser malas noticias si tenía que
venir hasta la pequeña y vieja Cold Springs para dar la noticia.
―Tenemos un problema ―dijo Sebastian, pero estaba de espaldas a mí. No
sabía si estaba hablando conmigo o con Jonah, o con los dos.

―¿La Cumbre? ―preguntó Jonah y Bash negó con la cabeza.

―Tengo noticias sobre la cumbre, pero eso tendrá que tomar un asiento atrás
por el momento ―explicó y se volvió para mirarnos―. Jackson ha sido
secuestrado.

Contuve la respiración. ¿Lo había escuchado correctamente? El cuerpo de


Jonah no se movió. Tenía miedo de mirarlo, así que desvié mis ojos y vislumbré
su temblorosa mano.

109
―Qué. Sucedió ―demandó con los dientes apretados.

Miré a Sebastian que me estaba mirando.

―No lo sabemos.

―¿Qué diablos quieres decir con que no lo sabes? ―gritó Jonah y estaba a
punto de abalanzarse sobre Sebastian. Agarré su brazo con un reflejo que no sabía
que tenía, no debería haberme sorprendido, y lo detuve antes de que hiciera algo
estúpido.

―Jonah ―dije con severidad y se tensó.

La mandíbula de Sebastian cayó una fracción y la levantó rápidamente,


esperando no haberlo visto, pero lo hice. Me miró un rato más y luego miró a su
Beta.

―Lo siento, hermano. Ojala tuviera más para contarte, pero esto no era algo
que fuera apropiado decir por teléfono. No quería que nadie más te lo dijera
además de mí.

Hubo una larga pausa antes de que Jonah asintiera rígidamente.

―Lo entiendo ―dijo y solté mi agarre sobre él.

―Necesitas venir a casa. Necesitamos averiguar qué sucedió.

―¿Qué pasa con Kenzie? ―preguntó Jonah y los ojos de Sebastian se


estrecharon. Atrapó el apodo.
Me miró durante un momento.

―Iba a hacerla venir de vuelta con nosotros, pero creo que estará bien si quiere
quedarse ―dijo y esperó mi respuesta.

Me estaba dando una opción. Debería haber sido fácil para mí y debería haber
dicho que me quedaba, pero algo en mis entrañas me decía que tenía que ir con
ellos. Jackson no era el presidente de mi club de fans, y yo tampoco era su mayor
fan, pero no le desearía esto a nadie, ni siquiera a Diana Stone. No importaba que
tan idiota fuera, Jackson era el hermano de Jonah y me quedé asombrada cuando
pensé cuánto pesaba eso en mi decisión. ¿Y si hubiera sido Ollie? Si era
importante para él, era importante para mí. Me estaba convirtiendo en una chica
así.

110
―Voy ―dije y Sebastian me sonrió como si supiera cuál iba a ser mi respuesta.
Jonah giró su cuello en mi dirección y sus ojos eran dorados cuando me miró―.
Él es tu hermano. Quiero ayudar ―susurré.

Continuó mirando.

―No. Ya has hecho suficiente ―gruñó Jonah y me eché hacia atrás como si me
hubiera abofeteado en el rostro.

Jonah buscó en los bolsillos de sus tejanos y sacó las llaves de su auto.

―Te veré de vuelta en la ciudad ―dijo por encima del hombro y se fue antes
de que pudiera decir una palabra.

Me quedé allí de pie, sin poder hablar ni moverme. Ni siquiera hacía unos
minutos, estábamos bromeando y jugando. Ahora era una paria.

―No lo tomes personalmente, Mackenzie ―dijo Sebastian―. Está molesto y


sintiéndose culpable.

―¿Culpable por qué?

―Por no estar allí para evitarlo. ―Escuché el subyacente mensaje en eso. Por
estar demasiado ocupado conmigo, no estaba cerca para salvar a su hermano.
Estuve en el camino.

―¿Crees que todavía debería ir? ―pregunté porque ahora lo entendía y no


quería estar donde no me dieran la bienvenida.
―Sí. Creo que deberías ―dijo Sebastian y se resolvió. Iría tanto si le gustaba a
Jonah como si no.

Sebastian me siguió de regreso a la casa para encontrar a Amy y a Ollie de pie


junto a la ventana de la sala que daba al porche.

―Ollie, este es Sebastian. Bash, este es mi hermano, sargento Oliver Grey


―dije y me deslicé en la mención de soldado. Este alfa necesitaba aprender desde
el principio que no se encontraba sólo con mi hermano, sino con alguien que

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entendía lo que era ser un Alfa sobre todo. Mientras que Ollie podía no ser tan
intenso como los hombres lobo, era protector de las personas que le importaban
y cuando el tiempo llegaba, se ponía el uniforme.

Se dieron la mano, pero mi hermano lo miró con cautela. Esto no iba a ser tan
fácil como lo fue con Jonah.

―¿Qué está pasando, Kenz? ―preguntó Amy.

―Jackson ha sido capturado ―dije y me di cuenta de que debería haber


mantenido mi boca cerrada. Los ojos de mi hermano se volvieron hacia mí y
crecieron un centímetro.

―¿Quién es Jackson? ¿Cómo secuestrado? ―¿De qué otra manera sería?


Asentí―. Tienes que llamar a la policía ―dijo como si fuera de sentido común, y
para el humano promedio, bueno, sí lo era. Pero estos eran lobos, no sería fácil
tomar uno de estos imbéciles, mucho menos un imbécil como Jackson, que
hablaba tanto, que cambiarían de opinión sobre secuestrarle, ¿así que esto podría
ser sobrenatural? Me dijeron que los vampiros eran reales y si los mitos son
ciertos, tenemos carne de res con ellos.

―No podemos, Ollie ―dije y desvié mi mirada entre él y Sebastian. ¿Podría


decírselo a mi hermano? ¿Podría decirle que su hermana pequeña es un hombre
lobo, un monstruo?

―¿En qué estás involucrada, Mackenzie? ―preguntó en una voz severa. Dijo
mi nombre completo lo que significaba que ya no estaba jugando. Estaba furioso.
―Nada ilegal. ―Al menos esperaba que no―. Lo juro. Es sólo que… es
complicado.

―Entonces des-complícalo para mí ―dijo y cruzó los brazos sobre su pecho.

Solté un suspiro, mis manos se pusieron pegajosas y las froté intensamente


cuando traté de encontrar algo o construir el suficiente coraje para dejar escapar
la verdad.

La puerta se abrió y las bisagras crujieron.

―¡Mackenzie Grey! ¡Maldita sea, mejor que estés aquí y háblame! ―gritó
James mientras entraba sin ser invitado. Tal vez era bueno para algo, el

112
perdedor―. ¿Qué está haciendo aquí? ―dijo mientras caminaba hacia la sala de
estar y señalaba con un dedo acusador a Sebastian.

―Jesucristo, Jameson, ¿qué te pasa? ―dije exasperada. En serio, el niño


necesitaba aprender a llamar o no cabrear a un lobo. Porque eso es lo que estaba
haciendo por segunda vez en esta semana.

―¡Tenemos que hablar de ayer! ¡No puedes simplemente asaltarme y luego


no mantener tu parte del trato y venir a cenar! ―continuó gritando como si no
estuviera en la habitación.

―¡No estoy sorda, maldita sea! Coge ese zapato que tienen en tus calzoncillos
y da media vuelta, hombre. Que dolor de cabeza ―dije y me dejé caer sobre el
sofá más cercano. Tanto para volver a casa y alejarme del loco.

Él resopló pero no dijo nada.

―¿Lo conoces? ―le preguntó mi hermano a James mientras miraba a


Sebastian. No culpé a Ollie. Bash tenía un aire de amenaza que haría que
cualquiera se cuestionara si te mantendrá alejado del peligro, o si era el peligro.
Todavía no estaba segura.

James infló su pecho. Oh por favor.

―Sí, lo conozco. Es policía, está protegiendo a Kenz.

El rostro de mi hermano se puso rojo como el tomate y quise matar a James


justo allí. Le fruncí el ceño y él se estremeció. Mejor tener miedo, estaba a punto
de hacer de su vida un infierno.
―¿De qué necesita protegerse? ¡Qué está pasando, Mackenzie!

Me retracto. No estaba loco, estaba furioso.

―No es tan serio, Ollie. Estaba involucrada en una situación de rehén, no es


problema ―le conté nuestra historia de portada y traté de suavizarla como si no
fuera nada.

―¿No es gran cosa? ―exclamó.

―¿Quién dice que ya ‘no es gran cosa’? ―murmuró Amy.

―¡Qué demonios Mackenzie! No vas a volver a la ciudad. Le dije a papá que


iba a ser una mala idea ―dijo y comenzó a pasear.

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―Sí, no deberías volver a la ciudad, probablemente deberías quedarte aquí.
―James me sonrió.

―Perra, cierra la maldita boca ―gruñí. Le preocupaba que le ‘degradara como


hombre’, estaba a punto de recibir algo muchísimo peor.

Apreté los puños a mi lado y traté de calmar mi respiración, pero sonaba como
si tuviera sobrepeso y subiera diez tramos de escalera. El lobo se agitó por
segunda vez en dos días y si seguía presionando mis botones, no llegaría a la
siguiente luna llena. Ella quería salir y yo podría no ser capaz de controlarla.

Sebastian me empujó hacia la cocina. James y Oliver se gritaban el uno al otro


y Amy nos había seguido.

Ahora estaba resoplando, con las manos en las rodillas.

―¿Qué está pasando? ―preguntó Amy, preocupada, y pude oler el miedo que
se entrelazaba en su voz. No lo escuché, lo olí. Me atrajo. Quería que ella estuviera
asustada.

La miré y retrocedió.

―Tus ojos ―murmuró.

―Dame un cubo de hielo y agua, por separado ―exigió Sebastian


tranquilamente. Era más delicado con ella que conmigo y me hizo gruñirles a los
dos.
Sebastian me empujó bruscamente sobre una silla y se arrodilló en frente de
mí. Agarró mi rostro con sus manos callosas y me obligó a mirarlo.

―Cálmate ―ordenó, pero estaba en modo desafiante completo. No, no me


calmaría. Gruñí un poco más alto ahora y en el fondo sabía que no debía, los otros
podrían escucharme pero al lobo no le importó. Tenía hambre… espera… ¿ella
tenía hambre?

―Aquí ―dijo Amy mientras entregaba lo que Sebastian le pidió―. ¿Algo


más?

―Carne. Comprueba si tienen carne cruda. ―Ella dudó por un momento, pero
le mostré mis caninos y chasqueé mis dientes. Haciéndola casi correr al

114
refrigerador.

―Relájate ahí, cachorro. Ella es una amiga ―dijo y me volví para mirarlo.

Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, tomó un puñado de


hielo, tiró de mi camisa y tiró el hielo por mi parte delantera; usando su mano
para aplastarlo contra mi pecho.

Aullé.

Todo se detuvo. Amy se congeló y la charla en la otra habitación cesó también.


Había lobos salvajes en el estado de Nueva York que habían migrado en los
últimos años, pero no alrededor de Cold Springs.

Jadeando por aire y porque la quemadura parara, alcancé a Sebastian y agarré


la parte delantera de su camisa. Sus ojos azules me perforaron en sumisión y sentí
al lobo someterse y lentamente gatear de vuelta a cualquier rincón oscuro en el
que estaba escondida.

―Quema ―charlé y él soltó su mano, haciendo que los cubitos de hielo se


deslizaran hasta mi vientre; haciendo que saltara―. Au, au, au ―dije mientras
saltaba alrededor y el hielo derretido caía al suelo.

―¿Todavía necesitas la carne? ―susurró Amy y creo que estaba nerviosa por
acercarse de nuevo.
―Está bien, soy yo misma otra vez ―dije y casi me barrió con una mirada. Su
pequeño cuerpo vino y me abrazó tan fuerte que la silla en la que estaba se inclinó
por un segundo.

―Estaba tan asustada, pensé que me ibas a comer ―dijo amortiguado en mi


cabello.

Resoplé.

―¿De verdad?

―Me sentí como Caperucita Roja ―se quejó y no pude contener mi risa.
Sebastian rio detrás de ella, su boca en una línea apretada, conteniendo una
sonrisa.

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Sebastian fue al mostrador y luego regresó a donde estaba Amy ahora en mi
regazo y todavía me sostenía en su agarre mortal. Me entregó un plato.

―Come.

―Puaj. ¿Qué diablos es eso? ―Hice una mueca ante el pegote rosa rojizo que
estaba tratando de darme.

―Es comida, así que come. Tu cuerpo pasó por medio cambio y tu energía se
está agotando. Necesitas fuerza.

―Amigo, no sé cómo decirte esto, pero eso no es comida ―dije.

―¿Eres vegetariana? ―exclamó y pensé que le iba a dar un ataque al corazón.

―¡No! No, como carne, pero… no sé qué es eso.

Él puso los ojos en blanco.

―Es carne cruda, Mackenzie. No tengo tiempo para hacerlo bonito para ti.

―¡Carne cruda! ―Ahora era mi turno de gritar.

―Santo infierno, Mackenzie. ¿Dime que has comido carne cruda antes?

Sólo lo miré fijamente. La respuesta a esa pregunta era bastante obvia. Pero
algo me estaba molestando:
―¿Dónde está mi hermano? ―No le daba dos mierdas a James. Estaba
esperando que Ollie le diera el golpe que merecía.

―No te preocupes, los obligaré ―dijo Sebastian y empujó el plato más cercano
a Amy y mi rostro―. Ahora come.

―No.

―Sí.

―No.

―¡Maldita sea, Kenz, sólo come la maldita cosa! ―dijo Amy y suspiré. Esto no
iba a ser agradable.

116
―¿Me pondré enferma por eso? ¿Cómo la salmonela o algo así?

―No, comerás algo mucho peor que esto en algún momento. Lo que deberías
estar haciendo es cambiar y salir a cazar, pero Jonah habló conmigo ―hizo una
pausa―, me habló de la jaula. Tendremos que moverte con cuidado en la caza.

―¿Caza? ¿Cómo en el bosque? ―Bueno, eso no sonaba como una pregunta


muy inteligente.

―Sí, como el bosque, Mackenzie. Ahora come.

Me quejé.

―Bien, pero si vómito, ¡me sujetarás el cabello! ―Lo señalé con un dedo
severo y él asintió. Agarré el plato y Amy se levantó para mirar.

Ella sacó su teléfono de su bolsillo trasero.

―Grabaré esto. ¡Estrellato de YouTube, aquí vamos! ―dijo y la fulminé con la


mirada.

Bajé la vista hacia el plato de lo que supuse era carne de vaca cruda. Todavía
estaba ligeramente sangrando pero el olor no era demasiado desagradable. Ese
pensamiento me asustó. No podía convertirme en Hannibal Lector.

Respiré hondo y metí el dedo en el montículo de carne y sacudí un trozo. Con


el rostro arrugado, cerré mis ojos y poco a poco me metí el dedo en la boca.
Mastiqué la papilla y pensé que iba a vomitar, pero luego tragué y mi cuerpo se
estremeció. Abrí un ojo y miré a las dos personas que esperaban ansiosamente
mi análisis de lo que pronto se estaba convirtiendo en mi merienda de la tarde.
Probé una cucharada más pesada y me llené el rostro. No estaba tan mal. Tal vez
con un poco de sal sabría mejor pero estaba alimentando el hambre en lo
profundo de mí, un hambre que nunca había sabido que tenía.

Después de un momento, fui por otro bocado pero el plato estaba vacío.

―Mierda, Kenz, has demolido esa basura. Debe haber estado bien, ¿eh? ―dijo
Amy con la cámara de su teléfono todavía apuntándome.

―Todavía tengo hambre ―dije inexpresiva y miré a Sebastian. Él se puso en


cuclillas frente a mí con una toalla de cocina. Agarró suavemente mi barbilla y

117
comenzó a limpiarme. Realmente debía haber llenado mi rostro porque limpió
en lugares que deberían haber estado limpios. No recordaba haber tomado más
de dos trozos.

Su pulgar que sostenía mi barbilla comenzó una lenta caricia y miré en esos
brillantes ojos de zafiro.

―Te alimentaré ―susurró y ya no estaba segura de qué estaba hablando.


Capítulo 12

118
Después de dos libras más de carne picada y un solomillo, mi apetito fue
frenado. No podía creer que me hubiera comido mi justa parte de carne cruda sin
una mueca.

―¿Cómo te sientes? ―preguntó Sebastian mientras lavaba los platos que


habíamos usado.

―Sorprendentemente satisfecha. No sé si estar contenta u horrorizada por lo


que acabo de hacer ―reflexioné mientras miraba hacia el techo.

―Bueno, me voy a buscar a tu hermano y a ese chico. Date prisa y haz las
maletas, nos vamos dentro de una hora.

―Espera. ¿Por qué los buscas? ―Salté de mi silla y me quedé en la puerta,


bloqueando su salida. ¿Qué estaba planeando hacer?

Entrecerró los ojos.

―¿Qué? ¿Crees que voy hacerles daño?

Me encogí de hombros.

―Mackenzie, te escucharon aullar. Necesito obligarlos a olvidar o pasarán dos


cosas: o te exponen a ti y al resto de nosotros, o la gente creerá que se han vuelto
locos y terminarán en un asilo. ¿Qué va a ser?
Odiaba cómo Sebastian tenía razón todo el tiempo. No era de extrañar que
fuera alfa. Suspiré en derrota y me hice a un lado. Realmente no estaba
preocupada por James, pero Ollie era una historia diferente.

―Será mejor que no lastimes a mi hermano ―dije mientras cuadraba mis


hombros y levantaba mi barbilla.

―No lo soñaría.

Sí, claro.

Salí de la cocina y fui a buscar a Amy para decirle lo que estaba pasando y
como necesitaba volver a la ciudad. Le dije que podría quedarse con mi familia

119
que no les importaría, pero ella no quería y no podía obligarla.

Una vez que habíamos empaquetado todo, lo que no era mucho, nos dirigimos
al SUV que todavía esperaba afuera, pero esta vez sólo el conductor estaba allí.
Mientras cargábamos nuestras cosas en el maletero, la señora Carson salió. Me
tensé ante su acercamiento porque no sabía lo que James les había dicho y no
quería empezar a señalar con el dedo. Al final del día, él es su sangre y bien o
mal, se pondrían de su lado. No los culpaba, simplemente no quería ponerlos en
una posición en la que tuvieran que elegir realmente un lado y sentirse culpables
por ello.

―Mackenzie. ―Ella asintió hacia mí con la cabeza y no tuve más remedio que
reconocerla.

―Hola, señora Carson ―dije, tratando de no hacer contacto visual.

―Hablé con James ―dijo y se detuvo como si reconsiderara lo que iba a decir
a continuación―. Escuché lo que pasó ayer. Sabía que algo iba mal con vosotros
dos, pero esperaba a que alguno me lo dijera. No me gustó que pensarais que
podrías tirar uno rápido sobre mí y mentir, pero lo dejaré pasar porque no lo
mereces, Mackenzie ―dijo y alcanzó mi mano. La apretó y sus ojos se
humedecieron. Mierda, no vi venir esto. ¿Qué es exactamente lo que ella escuchó
de todos modos?

―Señora Carson, está bien ―dije.

―No, no lo está. Ya se lo dije a Nana y ella no está contenta con James tampoco.
Estaba equivocado y no importa los problemas que ambos tuvierais, esa era la
manera incorrecta de manejarlo. ―Hizo una pausa―. También le dije que era
mejor que no trajera ese destructor a casa, porque realmente le echaré una bronca.
―Quería engullirla en un abrazo. No sabía cuánto me importaba, pero lo hizo.
Ella eligió mi lado.

Me reí.

―Gracias, señora Carson. Lo siento por mentir.

―Se acabó y se terminó ahora. Sólo asegúrate de decírselo a tus amigos, no les
mientas. ―Miró el SUV que estaba detrás de mí―. ¿Te vas?

―Tuve una emergencia en la ciudad que debo atender ―dije y quise darme

120
una palmadita en la espalda. Eso fue muy diplomático viniendo de ti, Kenz.

―Oh. Bueno, espero que no huyas por James. Prometo que no te molestará
―dijo. Probablemente por eso irrumpió en mi casa, porque tuvo una buena
conversación con su madre.

―No se preocupe señora Carson. No me escapo ―dije con una sonrisa


afectada.

Nos despedimos y unos instantes después, mis padres y Ollie estaban en la


calle, caminando de regreso a la casa. Saludé con la mano y Ollie corrió el resto
del camino hacia mí.

―Oye, ¿qué está pasando? ―dijo mientras miraba el SUV y de vuelta a mí.
Pensé en la compulsión y pensé que ya la había hecho Bash. No parecía
sospechoso de nada, parecía normal.

―Me tengo que ir, Ollie.

―¿Se trata de los secuestradores? ¿Te siguieron aquí?

Gruñí y le palmeé el brazo. Supongo que no fue obligado a olvidar todo.

―Chico tranquilo. No, un amigo mío está en problemas y necesita ayuda.


Prometo que iré a visitarte para las vacaciones de primavera, ¿vale? ―dije,
intentando aligerar el estado de ánimo. No es que no se fuera a ir en unos días
tampoco.
Metí a mis padres en el interior y les dije que tenía que irme. Mi padre me
interrogó, pero no insistió, y ese es el tipo de personas que eran. No éramos un
grupo muy cercano, pero eso no significaba que nos odiáramos los unos a los
otros tampoco. Simplemente no nos manteníamos alrededor.

Todos ya estaban esperando en el auto cuando salté en el asiento del pasajero,


Sebastian estaba conduciendo, cuando mi hermano se acercó a mi ventana
abierta.

―Llámame o envíame un mensaje de texto cuando llegues y si necesitas algo,


Kenz, déjame saber. Si tengo que extender mi permiso por una emergencia, lo
haré y no será un problema. ¿De acuerdo? ―Le agarré a través de la ventana y lo
atraje a un abrazo.

121
―Te amo, Ollie ―susurré y sus brazos se apretaron a mi alrededor.

―Kenz, no sé en qué te has metido, pero confío en que sabes cómo cuidarte.
No te enfrentes al mundo sola si no tienes que hacerlo; estoy aquí para ti ―dijo
y le di un suave beso en la mejilla.

―Lo sé, Ollie. Te llamaré cuando regrese a la ciudad.

Llegamos a la ciudad en un tiempo récord, sólo cuarenta y cinco minutos, lo


cual era indignante pero con Sebastian al volante… fue un viaje rápido. Nos llevó
directamente al almacén en Brooklyn. No estaba muy segura de cómo me sentía
al respecto, especialmente con Amy viniendo, pero si estábamos aquí para
ayudar a encontrar a Jackson, entonces necesitaba manejarlo.

―No puedo creer que Jackson haya sido secuestrado ―susurró Amy detrás
de mí. La miré desde el espejo lateral del auto mientras miraba fuera de la
ventana. Sus cejas perforadas estaban arrugadas y líneas de preocupación
grababan su frente.

No sabía cuánta ayuda podríamos ser, pero después de pasar los últimos días
con Jonah, no quería sentarme y no hacer nada. Podría estar sacando su ira sobre
mí ahora, pero me gustaba pensar que al menos éramos amigos, y los amigos no
retroceden cuando el otro necesita ayuda.

Cuando llegamos al almacén, estaba lleno hasta la empuñadura de hombres y


mujeres que asumí eran hombres lobo. Amy se pegó cerca de mí, niña inteligente,
pero su rostro estaba atemorizado por todos los muy… uh, chicos guapos dando
vueltas sin camisas. Jonah no estaba mintiendo cuando dijo que necesitaban usar
lo mínimo para poder cambiar en cualquier momento. Las mujeres estaban
completamente vestidas, pero los hombres apenas tenían nada puesto, sólo
pantalones vaqueros, y hacía mucho frío. El rostro de Amy se asomó desde la
brecha entre su bufanda y su gorro.

―¡Bash! ―gritó Jonah desde el piso principal y le saludó. Se congeló

122
levemente sorprendido cuando me vio. Sebastian se acercó a él y comencé a
seguirlo hasta que escuché mi nombre.

―¡Mackenzie! ―chilló Blu y envolvió sus brazos alrededor de mí―. Estoy tan
contenta de que estés bien. Estaba tan preocupada cuando los chicos fueron a
buscarte y cuando Jonah no regresó. ¿Cómo estás? ―dijo, y noté que sus ojos
estaban inyectados en sangre, como si hubiera estado llorando.

―Estoy bien, Blu. ¿Estás bien? ―le pregunté y le hice un gesto a su rostro.
Sacó un pañuelo de papel de su bolsillo trasero y secó sus ojos.

―Lo siento, es realmente muy difícil ahora con Jackson secuestrado ―dijo. Le
di una palmadita en el brazo porque sabía que tenía que ser simpática. Podía
haber sido un imbécil para mí, pero tal vez no era un mal tipo para el resto de
ellos.

―¿Saben algo de su desaparición?

Ella asintió.

―Estaba patrullando el parque central con su equipo cuando fueron atacados.


Andrew fue asesinado y Jackson fue tomado. Sam regresó pero ha estado
inconsciente y habla incoherentemente. Creen que podrían haber sido vampiros
―explicó, con los ojos muy abiertos por el miedo. No sabía qué decir, así que
agarré su mano.
―Bueno, ¿qué tenemos aquí? Una Luna sin pareja y un lobo solitario…
patético ―dijo V mientras se acercaba a nosotras. Amy se tensó a mi lado y yo
agarré su muñeca a través de su abrigo. La novia de Bash era nuestra nueva Diana
Stone y Amy iba a ir cara a cara con ella si se le daba la oportunidad.

Blu bajó los ojos y buscó algo interesante en el suelo. Empezó a preocuparse
por sus manos y tuve que poner la mía encima para que no rascara lo suficiente
como para provocar sangre.

―Lo siento, ¿quién eres otra vez? ―dije.

Ella se burló y tiró su elegante cabello rubio hacia atrás. Un grupo de alrededor
de tres Lunas estaban de pie detrás de ella. Esto estaba empezando a verse como

123
una versión B de Mean Girls.

―Soy la futura compañera de Sebastian y te sugiero que no lo olvides, pronto


seré la Alfa de las Lunas. ―Sus dientes blancos perlado brillaron brillantemente
cuando sonrió.

La idea de que estuviera con Bash ya me hacía querer vomitar y saber que iba
a ser Alfa de algún tipo me estaba haciendo sentir mal por Blu. Ella obviamente
no era parte de la multitud con estas chicas.

Me reí.

―¿Ah, sí? ―La perra muda asintió―. Bueno, supongo que esperaré para
recordarlo cuándo te conviertes en Alfa, hasta entonces, ¿quién eres?

Eso me valió un gruñido amistoso de nuestra zorra residente. Amy rio a mi


lado.

―Crees que eres tan bonita, no…

―Sí lo hago.

―¡No fue una pregunta! No me interrumpas otra vez. ―Miró


amenazadoramente.

―Tienes mi palabra ―dije y pasé una cremallera invisible a través de mis


labios y tiré la llave detrás de mí.
―Nunca has sido parte de una manada, así que permíteme enseñarte cómo
funciona esto. Eres una Luna, lo que significa que escuchas y haces lo que te digo
hasta que estés emparejada. No vayas cambiando el status quo, Mackenzie Gray
―gruñó V. La pandilla detrás de ella asintió en convicción como si esta chica
fuera la siguiente Mesías―. ¿Ha quedado claro?

―Cristalino ―dije descaradamente.

Ella resopló y se dio la vuelta, barriendo a través de su grupo de seguidores.

Una vez que todos se dispersaron, Amy y yo nos encorvamos con las
carcajadas. Con las manos en las rodillas, intentamos recuperar el aliento entre
las risas.

124
―¡Kenz! ¡No puedes hablar así a Vivian! Te arruinará ―dijo Blu, el rostro rojo.

―¿Arruinarme? Oh, por favor, esa chica necesita una revisión de la realidad.

―No sabes cómo están las cosas por aquí. Ella gobierna a todas las Lunas y
tiene razón, una vez que Sebastian se empareje con ella, tendrá el control total y
completo de nosotras. Ella será nuestra Alfa.

Mi sonrisa vaciló.

―¿Realmente se va a emparejar con Bash?

―Lo más probable. Han estado juntos durante años. No ha estado con nadie
más ―dijo Blu mientras sacaba su teléfono de su bolsillo. Leyó algo en la pantalla
y luego miró hacia el segundo piso. Uno de los lobos la saludaba para que fuera
al piso de arriba.

―Tengo que subir las escaleras y ver cómo está el superviviente, ¿quieres
venir?

Me aclaré la garganta.

―Sí, claro. ―No sabía por qué sentía este malestar por Sebastian y V, pero no
estaba bien situado en mi estómago. No es como si fuera asunto mío, ni siquiera
formaba parte de la manada, no debería importar.

Seguimos detrás de Blu por las escaleras cuando Amy se deslizó a mi lado.
―¿Estás bien, Kenz?

―¿Sí, por qué?

―Porque te ves estreñida, ¿qué pasa?

―Nada, sólo me cabrea esa chica V ―dije.

Llegamos a la habitación donde guardaban al herido hombre lobo y junto a él


había otro lobo con un mechón de cabello sucio rubio. Parecía como si alguna vez
hubiera sido atractivo pero eso no fue lo que me llamó la atención. Fue la gran
barra a través de su rostro. Se extendía desde justo encima de su ojo derecho,
sobre su nariz, un poco desde la esquina izquierda de su labio superior y justo

125
debajo de la línea de su mandíbula. Fue intensamente aterrador e interesante al
mismo tiempo.

―¿Todo bien, Caleb? ―preguntó Blu cuando entramos.

―No lo sé, comenzó a murmurar algo pero no podía entenderlo ―dijo


Scarface2. Sus ojos verdes se encontraron con los tres―. ¿Qué está haciendo ella
aquí?

Blu se preocupó por sus manos y comenzó a tartamudear.

―Ella es Mackenzie, vino aquí con Sebastian.

Levanté una ceja y reevalué al hombre frente a mí. Debía haber perdido algo
de él si ponía a Blu completamente nerviosa. ¿Le gustaba?

―¿El lobo solitario?

Ella asintió.

―Estoy aquí, ya sabes. Podrías sólo preguntarme ―comenté cuando me


acerqué a la cama del lobo inconsciente. Se veía muy joven, no mayor de tal vez
diecinueve. Sus ojos estaban hundidos con ojeras. Respiraciones lentas y
superficiales infladas entre sus labios agrietados y morados.

―No eres de la Manada. ¿Qué estás haciendo aquí?

2 Rostro cicatriz.
―Hombre ―suspiré―, sois muy acogedores. Es un soplo de aire fresco, de
verdad.

―Sal, Luna, y llévate a la humana ―dijo Caleb hacia Blu, nunca quitó sus ojos
de mí.

―Tengo un nombre, culo tenso. Es Amy, no humana ―murmuró Amy.

―Dije, vete ―dijo entre dientes. Mis manos se apretaron en puños a mi lado.

―¿Qué le ha picado en el culo? ―murmuró Amy mientras Blu la arrastraba


fuera del cuarto.

Una vez que estuvimos los dos, sus ojos vagaron de arriba abajo por mi cuerpo.

126
Los escalofríos me atormentaron y no de una manera Alfa caliente, sino de una
manera escalofriante de él es un posible asesino en serie.

El silencio se extendió sobre nosotros por lo que pareció una eternidad.


Caminó alrededor de la cama donde estaba de pie y me detuve en la longitud del
brazo.

―¿De dónde vienes, Mackenzie? ―susurró y me acerqué a la cicatriz de su


rostro. Los dos teníamos casi la misma altura y era más espantoso de lo que
pensaba.

―¿Quién te dio esa cicatriz? ―contesté y se puso rígido.

―Primero te hice una pregunta. Respóndeme.

Puse los ojos blancos.

―¿En serio? Vengo del vientre de mi madre. ¿Cuál es el trato con tu rostro?

Levantó la mano y me agarró el rostro con brusquedad, apretando mis mejillas


hacia adentro.

―No juegues conmigo, pequeña. Es posible que tengas a Sebastian y a Jonah


engañados, pero a mí no. Voy a descubrir tu secreto tarde o temprano.

Me aparté de su agarre y fruncí el ceño.


―¿Secreto? ¿Qué estás fumando? No sé nada de porque soy lo que soy. No
aprecio que me pongas tus manos encima, así que seré amable esta vez. Hazlo de
nuevo, y tus bolas serán mías.

Me di la vuelta para salir de la habitación cuando escuché un gruñido. No


venía de Caleb, mi nuevo mejor amigo. Tiempos como estos, estaba empezando
a extrañar la marca del gilipollas de Jackson.

El lobo en la cama trató de hablar pero su boca estaba demasiado seca. Empujé
a Caleb y alcancé la mesita de noche por el vaso de agua. Levantando la cabeza
del chico, incliné el vaso para mojar sus labios.

―¿Estás bien?

127
―¡Aléjate de él! ―Caleb se aferró a mi brazo sosteniendo el vaso y me apartó,
derramando el agua sobre la cama.

―¡Qué demonios!

―No eres una Luna y definitivamente no eres de la Manada. Mantén tus


sucias manos mudas fuera de él.

―¡Oye, gilipollas! Estaba tratando de ayudar ya que todo lo que estabas


haciendo era mirarle como si supuestamente no debía despertarse ―dije y me
detuve. Podía oír el chirrido de los neumáticos de fantasía deteniéndose en mi
cabeza. ¿Esperaba que el chico no se despertara?

―H-h-hel. ―Sam trató de hablar, sus ojos marrones se abrieron de par en par
y salvajes.

―Está pidiendo ayuda, dale agua…

―No sabes nada. ¡Sal!

Caleb me dio la espalda y sacó un sobre de su bolsillo trasero. Retrocedí hacia


la puerta, pero los ojos del chico estaban sobre mí y sentí que me suplicaban que
me quedara. Una lágrima goteó por el rabillo del ojo. Oh Dios…

Salí corriendo de la habitación y me dirigí a la barandilla del segundo piso. Me


incliné y escaneé el piso principal donde estaban docenas de lobos congregados.
―¡Sebastian! ―grité sobre el almacén una vez que lo vi en medio de un grupo
en el extremo derecho del suelo. Era demasiado fuerte y él no podía escucharme,
nadie podía, era un caos ahí abajo.

Mi instinto me dijo que algo estaba mal. Regresé a la habitación, pero llegué a
un frenazo bajo el marco de la puerta. Caleb estaba alimentando al lobo con algún
tipo de té. Podía ver el calor saliendo del vaso de plástico y lo que parecía una
hoja al fondo.

―¿Qué es eso? ―dije, un poco sin aliento. Mi corazón se aceleró cuando mi


adrenalina se activó. Tal vez estaba paranoica sin razón pero había un mordisco
en mi estómago que no confiaba en Caleb.

128
―¿Por qué no lo intentas? ―dijo de espaldas a mí.

Me burlé.

―¿Te parezco tan estúpida? Por lo que sé, estás envenenándole.

―Relájate. Es sólo un té de hierbas para calmarlo, manzanilla. Deberías tener


algo, te estás poniendo nerviosa por nada.

Se levantó de la cama y vi que el chico ya estaba durmiendo sonoramente de


nuevo, su pecho subiendo ligeramente mientras dormía.

Caleb se volvió hacia mí con el vaso extendido. Lo miré fijamente y se parecía


al té, pero todavía no me había vendido la idea. En lugar de liarla por aquí,
debería haber bajado las escaleras para conseguir ayuda. Quería patearme por
ser tan estúpida.

―Dámelo ―dije y tomé el té de él. Lo llevé a mi nariz e inhalé.

Mi nariz se arrugó cuando un aroma a mandarina cosquilleó en mi garganta.


Tosí para sacarme el sabor ácido de la boca pero sólo se acumuló como un moco
espeso. Sin otra opción, lo tragué y sentí que la bilis se elevaba. Esa mierda era
desagradable.

―Huele genial, ¿eh? ―dijo Caleb con una sonrisa.

―Eres un imbécil.

―Puedo vivir con ello. Ahora no lo diré otra vez, sal de una maldita vez.
Salí de la habitación con el sabor del té todavía en mi boca, pero fue
disminuyendo. Necesitaba salir de ahí antes de que me molestara e hiciera o
dijera algo de lo que me arrepentiría.

Bajé las escaleras y tropecé en los últimos escalones. Afortunadamente, Blu y


Amy estaban allí para estabilizarme.

―Guau, ¿por qué te ves como si hubieras bebido cinco margaritas? ―bromeó
Amy.

Negué con la cabeza, no estaba mareada, pero el viaje por las escaleras me
había agotado y estaba sudando un montón.

129
―No lo sé ―susurré y traté de orientarme. Me senté en los dos últimos
escalones de la escalera y puse mi cabeza entre mis rodillas. Mis huesos se sentían
pesados y no sabía cuánto tiempo sería capaz de poder aguantar.

―¿Caleb te hizo algo? ―preguntó Blu.

Negué lentamente con la cabeza.

―¿Caleb? ―pregunté.

Blu levantó una ceja.

―Sí, el chico de arriba.

―Oh, Scarface, sí. ¿Además de ser un gilipollas? No, creo que sólo tengo
hambre.

Después de unos minutos, sentí que mi cuerpo volvía a controlarse y la


sensación de mis extremidades disminuyó.

Miré hacia arriba y atrapé el rostro de Blu. Ella había estado llorando otra vez.

―No te preocupes, Blu, lo encontrarán ―le aseguré. Ellos tenían que


encontrar a Jackson.

―No hagas promesas que no puedas cumplir ―dijo Jonah desde detrás y
Amy y yo nos volvimos a mirarlo. Él me miró y estaba empezando a enojarme.

―No prometí nada ―dije en voz neutral, todavía no sintiéndome al cien por
cien.
Él resopló.

―¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar de vuelta en casa con tu novio
infiel? ―dijo y apreté mis puños a mi lado. Bien, ahora estaba empezando a
sentirme como yo otra vez.

Un pensamiento me detuvo. Tal vez era mejor si le daba espacio antes de que
no pudiera controlar lo que salía de mi boca.

―Golpe bajo, Jonah ―dije y me levanté con las piernas temblorosas. Me alejé
con Amy detrás de mí. ¿Qué iba a hacer?

Amy se aferró a mi brazo para estabilizarme.

130
―Hey, ¿sobre qué iba eso? Pensé que erais, ya sabes, amigos ―dijo.

―No sé lo que somos pero está enojado porque no estaba cerca para ayudar a
Jackson. Se está desahogando conmigo. Al menos eso es lo que entendí de
Sebastian. Ya veremos ―dije y me acerqué al Alfa que daba órdenes a un equipo
de cinco.

―… y quiero que el equipo uno tome Central Park North, el equipo dos tome
el sur, el equipo tres oeste y el equipo cuatro este. El equipo táctico que quiero
cerca del embalse hablaré con los Fae. Necesito saber si vieron a alguien esa
noche. ¿Alguna pregunta? ―dijo Sebastian. Estaba en pleno modo Alfa. Hacía
un poco de calor. Oh, cielos, había algo seriamente mal conmigo. Mientras que
estuve prestándole atención, no había notado que los cinco muchachos estaban
mirándome. Los saludé con la mano y obtuve un par de sonrisas, pidiendo a
Sebastian que se diera la vuelta.

―Mackenzie. ―Me hizo un gesto y me acerqué a la mesa―. Te presento a


nuestros capitanes de la Manada. Thomas, Daemon, Muhammad, Bernard y
Caleb.

No lo había reconocido en el grupo antes, pero cuando mi mirada aterrizó en


Scarface, mi sonrisa cayó. Thomas y Daemon me enviaron un leve asentimiento
y Bernard se acercó y agarró mi mano en una sacudida firme. Era un tipo
corpulento y brusco que parecía un leñador con su vieja barba rojiza. A su
izquierda Muhammad, era un tipo muy alto, pero más tonificado que Bernard.
Sus ojos eran dos hoyos vacíos de orbes negros, como si matara alguien, sin ni
siquiera pestañear. Asumí que era el capitán del equipo táctico, lo cual le
convenía. Parecía ser del Medio Oriente pero podría estar equivocada. No asintió
ni sacudió mi mano, sólo me miró con esos ojos muertos. Ni siquiera quería mirar
a Caleb, pude sentir la sonrisa en su rostro.

―Mackenzie no es de la Manada… al menos no todavía ―comenzó Sebastian


y puse los ojos en blanco. Eso consiguió un par de risitas de los capitanes―.
Mantened la información limitada y aseguraos de que ella no salga del edificio
―dijo y mis ojos se abrieron.

―¡Espera! ―Levanté un dedo hacia él y todo el piso principal se calló―. No


vine aquí para ser encerrada de nuevo.

131
La habitación quedó en silencio y casi oí cuando Sebastian arqueó una ceja.

―¿Qué se supone que tengo que hacer contigo, Mackenzie? ¿Enviarte fuera en
el campo?

No había pensado tanto. Era una estudiante de justicia criminal, podría ser
útil. Desafortunadamente, mi actividad física era muy limitada. Ni siquiera tomé
karate cuando era niña. Maldición.

―Kenz ―susurró Amy en advertencia mientras se acercaba a mí,


probablemente nerviosa con todos esos hombres lobo que nos miraban.

La ignoré.

―¿Estás intentando llamarme débil? ―pregunté y escuché jadeos por toda la


habitación. Mi boca podría meterme en problemas, pero nunca había permitido
que nadie me hiciera sentir incompetente.

―No te estoy llamando fuerte, si eso es lo que buscas ―dijo y cruzó los brazos
sobre su pecho.

Me burlé.

―Bien, lo soy, y puedo patearte el culo cualquier día de la semana ―dije y el


agarre de Amy se tensó, volviéndose doloroso. Ella clavó sus uñas en mi brazo.
Juro que mis nervios me hacían decir las cosas más estúpidas.

―¿Ah, sí? ―dijo Sebastian con un toque de sonrisa―. Vamos a probar esta
teoría fuera. ―Los capitanes se rieron entre sí y comenzaron mover las mesas de
estilo cafetería fuera de la mitad del piso, formando una pista de baile
improvisada, o un anillo de combate, supuse que era lo último. Los ojos de
Sebastian nunca dejaron los míos cuando se quitó su camisa y zapatos, de pie
delante de mí descalzo, con sus tejanos colgando bajo y exponiendo su corte en
V del que no podía apartar la mirada.

Tragué saliva.

―Kenzie, tal vez deberíamos ir ―dijo Amy y supe que estaba volviéndose
loca, infiernos yo también.

―Incluso si quisiéramos, no nos dejarían ―murmuré mientras me quitaba los


zapatos y el abrigo, ponía el sombrero y los guantes en los bolsillos de la

132
chaqueta. Caminé hasta la mitad del espacio vacío donde se encontraba
Sebastian, en mis vaqueros y suéter.

Los lobos, y Amy, nos rodearon y vi a Jonah cortar a través de la multitud. Sus
ojos color chocolate crecieron hasta el tamaño de pelotas de tenis. Corrió hacia
nosotros y me alejó de Sebastian el gran lobo malo.

―¿Qué demonios, jefe, qué estás haciendo? ―preguntó Jonah.

―Ella me desafió, Jonah. Ya sabes las reglas de la Manada; un reto no queda


sin respuesta.

―¡Ella es un cachorro, Bash! No sabe esto, no es parte de la Manada.

―No importa, y si le preguntas, oh, ¿cómo lo puso? ―Sebastian miró a la


multitud.

―¡Dijo que puede patearte el trasero cualquier día de la semana, jefe! ―gritó
Bernard.

Oh hombre, estaban disfrutando esto. Estaba a punto de conseguir que me


patearan en el culo. Genial.

―Bash, no deberíamos estar perdiendo el tiempo en un estúpido… ―Jonah


me fulminó con la mirada― …desafío y es mejor gastarlo para encontrar a
Jackson.

Sebastian se puso rígido y su mirada viajó hacia Jonah, quien a pesar de que
estaba molesto por mí, se estaba convirtiendo en mi caballero de armadura
brillante. ¿Quería que pensaran en mí como débil o necesitada de protección de
un lobo macho? Si empezaba a pensar en las leyes de la Manada y esas cosas,
entonces sólo estaría demostrando un punto en el que las mujeres lobas sólo eran
buenas siendo Lunas domésticas y nada más. Eso no estaba bien.

―Gracias, Jonah ―comencé y él se volvió hacia mí con una mirada de alivio―,


pero… ―Y se tensó― …si desafié a Bash, sin saberlo podría añadir, entonces
necesito avanzar y seguir.

Por primera vez desde que lo conocí, Sebastian sonrió, una sonrisa genuina y
quise fundirme allí donde estaba. Esa tan débil…

―¡Kenz! Él es Alfa por una razón. ¡Maldita sea Kenzie, escucha a tu sentido

133
común! ―gritó Jonah y sus ojos eran salvajes. Se estaba volviendo loco y con
razón.

―Jonah, relájate ―dije, y deseé poder seguir mi propio consejo―. Estaré bien.
―Le guiñé un ojo y él frunció el ceño. Empujé más allá de él y la multitud
aplaudió cuando Sebastian y yo chocamos los puños.

Que empiecen los juegos.


Capítulo 13

134
Las ondas de sus músculos cuando Sebastian se movía eran una bienvenida
distracción. Pude agacharme y desviarme de sus puñetazos. Lo que significaba
que estaba en la defensa y necesitaba dar un paso a mi juego A e intentar
conseguir una lamida. Nunca había tenido ningún entrenamiento formal para
luchar, pero a Ollie le gustaba practicar los movimientos de lucha que veía en la
televisión cuando era niño, y yo era su compañero de entrenamiento. Me gustaría
creer que me preparó para este preciso momento. También recordé a un hombre
sin hogar que evitó una pelea con alguien en el metro una vez y me dijo que si
pretendes estar loco te dejan en paz. Con una combinación de ambos, rogué a
Dios para ganar esto o, al menos, salir con vida.

Después de esquivar un gancho de derecha, me arrastré entre las piernas de


Sebastian y aparecí detrás de él. Sin perder el tiempo, salté sobre su espalda y
agarré bien su cuello con mis brazos, y envolví mis piernas alrededor de su
gruesa cintura. Intentó quitarme de encima pero me aferré fuerte.

Los vítores en el fondo tronaron y recé para que un auto patrulla no estuviera
caminando para escucharlo. Me alegré de que fuera lo suficientemente fuerte
para que nadie pudiera escucharme gritar, nadie excepto Sebastian al menos. Tal
vez eran los nervios, o la adrenalina, pero grité―: ¡Estoy loca, estoy loca! ―como
un loco histérico, dándole un duro golpe a Bash porque lo grité en su oreja.

―¡Mackenzie! ¡Lucha limpio, maldita sea! ―gruñó Bash, pero nada de lo que
dijo me quitaba de encima de él. Apreté los brazos e intenté estrangularlo, no era
tan fácil como parece, es un tipo grande, pero ayudó a que su cuerpo fuera firme,
cálido y fuerte, lo que me hizo querer aguantar aún más fuerte.

―Bien, hazlo a tu manera ―dijo y cargó hacia atrás hasta que me golpeó la
espalda contra una de las mesas. Succioné un suspiro cuando fue completamente
expulsado de mi cuerpo. Traté de aferrarme, pero con ese golpe, estaba viendo
estrellas y perdí mi control sobre él.

Sebastian volvió al círculo improvisado. Dos personas me agarraron a cada


lado, y sin esperar a ver si estaba bien, me echaron de nuevo a la pelea. Me deslicé
por el suelo y mis ojos jugaron para ponerse al día. No vi a Bash venir hacia mí y
me levantó por la parte delantera de mi suéter.

135
―¡SEBASTIAN! ―escuché a Jonah rugir desde la multitud, a la derecha antes
de que me tirara de nuevo al suelo. Gorgoteé un gruñido y no pude abrir mis
ojos. Podría no haber sido el dolor, más bien el miedo a luchar, por lo que me
demoré un poco demasiado en el suelo. Cuando abrí los ojos, Sebastian estaba en
modo medio lobo y venía hacia mí a cuatro patas. Mierda.

Me revolví hacia atrás hasta que pude levantarme y escabullirme de su


camino. Se deslizó sobre el hormigón una vez que falló y caí en un grupo de
hombres lobo, dándome tiempo para reagruparme. Cuando me alejé de él, vi a
Bernard y Caleb sujetando a Jonah, que también estaba en modo de medio lobo
y chasqueando sus caninos contra nosotros. Amy estaba a su lado, pero pude ver
la preocupación y el miedo grabado en su rostro. Esa pobre chica, le estaba
provocando canas. Necesitaba resolver esta lucha ya y dejar de jugar. Me reí entre
dientes, como si realmente pudiera resolverla, me puse de pie y agarré el
dobladillo de mi suéter y lo saqué sobre mi cabeza, exponiendo a todos mi
sujetador deportivo negro. Silbidos resonaron alrededor de la habitación y Jonah
lanzó un rugido como un león. Estaba enojado. Me agaché hacia adelante y me
enfoqué en Sebastian que corría hacia mí a toda velocidad. Estrechando mis ojos,
sentí que todo iba en cámara lenta. Sentí al lobo salir de su escondite y sin que
ella dijera ni una palabra, supe que me estaba preguntando si quería su ayuda y
sabía que dije que sí. Mi labio superior se elevó y gruñí, mostrando mis caninos.
Justo cuando estaba a medio pie de mí, me desvié a mi derecha y salté sobre su
espalda de nuevo, colocándolo sobre su estómago con fuerza inesperada.
Me había dado cuenta durante la primera mitad de la pelea, que Bash estaba
yendo bastante tranquilo sobre mí. Sus movimientos parecían coordinados pero
cuidadosos. No lo estaba intentando, y si yo podía entender eso, también podrían
los lobos y entonces todo mi propósito sería discutible. Incluso si ganaba, todos
sabrían que fue porque me dejó ganar, lo cual era conveniente y todo, pero no
era lo que buscaba. Tenía que ponerle furioso. Tuve éxito cuando él desapareció
y fue cuando la lucha se convirtió en una lucha real. Ahora que tenía que ganar,
tenía un ligero problema. Tal vez la llamé o ella siempre ha estado cerca, pero
acepté la fuerza y agilidad del lobo para llevarme a donde iba ahora; encima de
Sebastian y clavándolo en el suelo para mi golpe final. ¿Cuál podría ser ese golpe
final, preguntas? En mi moda habitual de Mackenzie, no podía salir sin una
explosión, así que hice lo que todos los luchadores sin hogar locos y los

136
imitadores de lucha de la televisión hacían, fui por las pelotas.

Con Sebastian agitándose debajo de mí, giré mi cuerpo hacia el lado y extendí
la mano entre sus piernas para arrancar definitivamente las pelotas. ¡Toma eso,
alfa!

El aullido que arrancó de Sebastian hizo que mis oídos explotaran y la


habitación quedó en silencio. Los gritos alentadores y amistosos que estallaron
hacía unos segundos ahora estaban mudos. Todo estaba en una parada. Jonah se
dirigió a mí y me arrancó de Bash. Mis pies ni siquiera tocaban el suelo mientras
me llevaba a través del piso principal y fuera de la vista de todos los que ahora
se burlaban y gruñían en mi dirección. Amy fue la única que estaba corriendo
para mantenerse al día con nosotros. Me llevó a la habitación de la que había
visto surgir a Blu el día en que escapé del almacén y tenía razón: era una
lavandería. Jonah me puso en una de las mesas plegables mientras comenzaba a
pasear. Amy nos alcanzó e irrumpió en la habitación y cerró la puerta detrás de
ella. No podía decir lo que estaba pensando o sintiendo, su rostro era uno neutral
e inusual.

―Está bien, que alguien diga algo porque el silencio me está matando ―dije
entre respiraciones entrecortadas. Jonah se congeló y me miró fijamente sin
pensar.

―¿Estás bien, Kenz? ―preguntó Amy, preocupada por sus manos


enguantadas.
―Sí, ¡pateé totalmente su trasero ahí fuera! ―dije con tanta emoción que soné
como una chica de Valley por un segundo.

Amy se rio nerviosamente.

―También lo hiciste, Kenzie ―dijo y entonces miró a Jonah con cautela―.


Mira, la cosa es que has hecho mucho del gran lobo enojado ahí fuera. ―Su
mirada viajó hacia mí y me dio su rostro de ‘ups’. ¿Cómo hice un rasguño?

―No lo entiendo, ¿qué hice mal?

―Está en nuestra naturaleza defender a uno de los nuestros, especialmente de


un extraño ―dijo Jonah mientras fruncía los labios―. Kenz, simplemente heriste

137
a nuestro Alfa y para empeorar las cosas, eres una mujer, una Luna y un lobo
solitario. La Manada querrá tu cabeza en un plato.

Tomé aliento. Mierda. Eso no se suponía que debía suceder.

―¿Por qué importa ser mujer?

―Mackenzie, ¿cuándo vas conseguir pasarlo por esa espesa cabeza tuya? La
Manada no se ha puesto al día con los tiempos de los humanos modernos. ¡En
este mundo, las mujeres tienen un lugar y se mantienen en línea! No hacerlo es
insubordinado ―gritó y me estremecí. Debería haber estado enojada, pero al
verlo tan enojado, y los gritos desde el piso principal que se filtraban en la sala
me preocupé.

―¿Jonah? ―Me levanté de la mesa y fui hacia él―. ¿Soy carne muerta?
―susurré y pude sentir un ataque de pánico en aumento.

Él suspiró.

―Kenz, no lo sé, pero es mejor si nos mantenemos claros de la Manada. Ellos


querrán un castigo.

Me estremecí y me atrajo hacia él, envolviéndome en su calor. Yo estaba en


mis tejanos y sujetador deportivo, y con mi adrenalina agotada, tenía frío.

Con mi rostro aplastado contra su pecho, murmuré:

―No quise hacerlo.


Me apretó aún más fuerte.

―Lo sé, Kenz, lo sé.

Llamaron a la puerta y Bernard asomó la cabeza en la habitación.

―¿Podemos entrar? ―Sentí que Jonah se movía contra mí y escuché dos pares
de pies arrastrarse mientras alguien cerraba la puerta.

―¿Qué está pasando ahí fuera? ―preguntó Jonah y Amy vino a quedarse
junto a nosotros mientras me frota el brazo.

―Estará bien, Kenz ―me susurró.

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―Es un caos. Las Lunas llevaron a Bash a la enfermería y los capitanes están
tratando de mantener a la manada bajo control pero… ¿no sientes la agitación?
Ella no es de la Manada, Jonah ―dijo Bernard mientras se rascaba la barba―.
Esto no va a terminar bien, deberías llamar a Charles.

―Él no necesita involucrarse, esto es un asunto de la manada de Brooklyn, no


Summit ―dijo Jonah.

―No lo sé, tengo la sensación de que Caleb ya lo está haciendo.

El cuerpo de Jonah se tensó debajo de mí y me aparté. Sus ojos centelleaban de


oro y gruñó. Metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono. Marcó un número y
lo puso en su oído mientras sonaba, esperando que alguien contestara.

―Padre ―dijo Jonah―. Está bajo control, no padre… es un mentiroso y un


chivato… Caleb nunca debería haberse saltado la cadena de mando y hablar
contigo… sí, es la misma chica… no, ella no… yo… sí, padre. Adiós. ―Colgó y
Amy, Bernard y Blu que también había entrado en la habitación, estaban mirando
atentamente la conversación de Jonah, mientras intentaba escuchar su llamada,
pero no tuvieron éxito. No escuche nada que su padre dijera.

Jonah suspiró.

―Bueno, Caleb está oficialmente en mi lista de mierda ―dijo mientras se


pasaba las manos por el cabello castaño―. Le dijo a mi padre lo que pasó y quiere
que vayamos a la Finca.

Bernard maldijo.
―Este es un mal momento, Jonah. Necesitamos intentar encontrar a Jackson,
no lidiar con esto. Ella es una responsabilidad, no te ofendas.

―No me ofendo ―gruñí y crucé mis brazos sobre mi pecho.

―No creo que sepas cuánto peligro corres, Kenz. Cazamos lobos solitarios
―Hizo una pausa―, no solemos acoger a los vagabundos como hemos hecho
por ti.

―Bueno, ¿qué hacemos? ―pregunté.

―Deberíamos ir a la Finca para hablar con mi padre… Pero creo que


deberíamos esperar. No he hablado con Bash sobre lo que pasó en Summit y no

139
conozco la posición de mi padre en tu situación particular. Hasta que tengamos
más información, necesitamos esperar ―dijo Jonah y se tocó la barbilla con los
dedos―. Bern, consígueme un grupo de tus lobos más fiables. Luego necesitaré
que consigas que todos vuelvan a trabajar para encontrar a Jackson. Quiero una
actualización sobre él en dos horas, sin excepciones. Mejor que tengamos una
pista.

Bernard asintió y salió de la habitación.

―¿Qué hay de mí, qué puedo hacer para ayudar? ―preguntó Blu.

―Necesito que vigiles a Sebastian y le pidas los detalles sobre Summit. Puede
que no te los revele, llama a mi móvil y ponle al teléfono. No dejes que nadie le
vea en su habitación, no importa lo confiados que parezcan. Especialmente
Vivian.

―Lo tengo ―dijo y también salió de la habitación.

―¿Por qué no podemos hablar con él nosotros mismos? ―preguntó Amy lo


que me estaba preguntando.

―Porque necesitamos mantener a Mackenzie lejos de la manada y no me iré


de su lado hasta que todos se hayan calmado ―dijo Jonah.

Nos quedamos de pie torpemente, como si esperáramos a que el próximo


zapato cayera.

―Entonces… ¿nos vamos a esconder en la lavandería? ―pregunté rompiendo


el silencio.
Jonah puso los ojos en blanco.

―Por supuesto que no. Vamos a buscar a Jackson.

Una vez Bernard volvió con un grupo de cuatro hombres lobo, Jonah ordenó
a dos de ellos que vigilaran la puerta y a los otros dos que se infiltraran y jugaran
a los espías dentro de la manada para averiguar qué estaban planeando todos.
Jonah, Amy, Bernard y yo nos fuimos por la puerta trasera que conducía a la
pequeña área donde colgaban las Lunas la ropa mojada. Bernard le dio a Jonah

140
una botella de spray marrón que tenía una foto de un ciervo y en negrita decía:
OLOR A ASESINO.

―¿Qué demonios es eso? ―exclamé cuando estaba a punto de rociarme.

Él suspiró.

―Es exactamente lo que dice la botella, Kenz, mata tu aroma. Los cazadores
lo usan para acercarse sigilosamente a su presa. En este caso, lo necesitamos, así
que cuando la Manada finalmente se dé cuenta de que nos hemos ido, les será
más difícil encontrarnos.

Después de un momento, accedí y los cuatro fuimos rociados. No estaba tan


mal, casi como un repelente de mosquitos. Cuando terminamos nos encontramos
con una pared de ladrillo de unos dos o dos metros y medio que necesitábamos
saltar por encima. Bernard levantó a Amy y la sentó en la repisa. Se subió y la
dejó en el otro lado. Jonah y yo nos subimos por nuestra cuenta y me sorprendió
que fuera capaz de hacerlo. Tal vez todavía estaba corriendo con la adrenalina de
la pelea o por las noticias de que ahora tenía una recompensa por mi cabeza.
¿Quién sabe? Me alegré de tener a Jonah en mi esquina para apoyarme porque si
no lo hubiera hecho, este podría haber sido un caso completamente diferente.

Tomamos el tren de regreso a la ciudad y estábamos cerca de Times Square


cuando paramos fuera de la catedral de St. Paul. Todo el mundo había estado
tranquilo, probablemente perdido en sus propios pensamientos sobre el viaje una
vez más, así que no pregunté a dónde íbamos o por qué. Con una ceja levantada,
vi a Jonah y Bernard subir los escalones de la catedral mientras Amy y yo nos
quedábamos atrás. No diría que no era una persona religiosa, creía, pero no iba
a la iglesia todos los domingos; solamente para los servicios de vacaciones. Sabía
que nunca me llevaría al cielo, pero después del cambio, no pensé que me
permitieran entrar. Dios no habría creado a un monstruo como yo. Era muy
probable la obra del diablo. No merecía entrar en terrenos sagrados.

―¿Venís? ―gritó Jonah.

Amy tenía otras razones para no entrar. Realmente cuando vieran la parte de
ella con todos sus tatuajes y piercings, pensarían que era el diablo.

―¿Por qué estamos aquí? ―pregunté.

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―Tenemos que hablar con alguien que vive aquí ―dijo y no esperó una
respuesta. Se dio la vuelta y caminó dentro de la iglesia.

Amy se movió incómodamente a mi lado.

―¿Vamos a entrar?

Ella medio preguntó, medio gimió. Quería decir, demonios no, no hay juego
de palabras intencional, pero tenía curiosidad sobre con quién nos reuniríamos.
Tenía todos los accesorios de una iglesia católica romana gótica típica, incluso la
torre puntiaguda que se veía en la parte delantera, pero incluso con toda la bonita
arquitectura, parecía un poco deteriorada. La pintura gris se desvanecía y se
astillaba, y la pequeña área de césped alrededor de la catedral tenía parches de
tierra con plantas muertas o arbustos y maleza en exceso.

―Creo que deberíamos entrar ―le dije a Amy y ella suspiró con resignación.

Subimos los escalones y entramos en la oscura iglesia. Los bancos estaban


torcidos y olía a incienso y ardían velas con un indicio de algo viejo que no pude
identificar. La única la luz venía del altar donde estaban Jonah y Bernard.

―¿Por quién estamos aquí? ―pregunté mientras nos acercábamos a ellos.

―Yo ―dijo una voz detrás de nosotros y me giré para encontrar… nada.

―Está bien, porque eso no es extraño. ¿Qué demonios fue eso?


―Lucian ―gritó Jonah con una sonrisa―. Deja de jugar y sal. No tenemos
tiempo para juegos de niños.

―Oh, ya no eres divertido, Jonah Cadwell ―dijo la voz de nuevo y tenía un


acento británico muy delicado. De la oscuridad por la entrada, una figura blanca
salió por el medio entre los bancos. Era de estatura media, magro, con cabello
rubio que se deslizaba hacia atrás y se deslizaba justo debajo de sus hombros.
Estaba pálido, como Edward Cullen, y eso es lo que hizo que mis ojos salieran de
sus cuencas.

―De ninguna manera ―jadeé y el vampiro me sonrió. Sus negros ojos


brillaron cuando se acercó a nosotros y las luces del altar lo golpearon. Caminó
hacia nosotros, no, tacha eso, se planeó hacia nosotros. Era tan agraciado y

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tranquilo, que me quedé boquiabierta y me estaba costando un momento difícil
recogerla. Daba miedo, definitivamente me dio ansiedad, pero también era
hermoso. Como una muñeca de porcelana.

―Bueno, hola, ¿quién podrías ser? ―preguntó mientras se acercaba a mí. No


pude resistir un estremecimiento cuando su mano fría y húmeda alcanzó la mía
y un escalofrío me recorrió―. ¿El lobo te quitó la lengua? ―se burló y tuve que
salir del trance en el que estaba.

―Mackenzie Gray ―dije y le dejé colocar un suave pero escalofriante beso en


la parte superior de mi mano

―Mackenzie Gray ―repitió―, que nombre tan encantador. ―Sus ojos se


detuvieron en mí por un momento, preguntándome qué era, y luego viajaron a
Amy que estaba a mi lado―. ¿Y tú? ―dijo mientras levantaba una ceja a Jonah―.
¿Me trajiste un bocadillo?

Gruñí.

―No, Lucian. Ella es nuestra amiga y bajo la protección de la Manada. No la


toques ―dijo Jonah mientras bajaba desde la mitad del altar al inferior de los
escalones donde nos encontrábamos.

Lucian se lamió los labios como si tuviera hambre y asintió.


―Mis disculpas, joven ―dijo mientras miraba al pequeño cuerpo de Amy.
Después de mucha dificultad, apartó la mirada―. ¿A qué debo este placer,
entonces?

Jonah no perdió el tiempo.

―Falta uno de los nuestros. Mi hermano Jackson.

La mano pálida del vampiro se le acercó a la boca con suave horror, pero
parecía exagerado.

―Oh no, amigo, ¿cuándo?

―Ayer. Estaba de patrulla en Central Park con su equipo. Uno de nuestros

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lobos fue asesinado y el otro está en una condición crítica. ¿Sabes qué pudo haber
causado esto?

El rostro de Lucian se volvió neutral y clavó sus manos en los bolsillos de sus
pantalones de vestir negros que combinaban con su negra camisa abotonada.

―¿Has venido aquí, joven lobo, para saber quién puede haber causado esto, o
acusarme de haberlo hecho? ―preguntó y su acento era tan primitivo y
apropiado, que tuve que recordar que lo que estaba diciendo era un poco
amenazador.

Jonah gruñó.

―¿Debo acusarte?

―Tranquilo, Jonah ―susurró Bernard.

El vampiro se rio entre dientes.

―Oh, cálmate, lobo. No quise decir nada de eso, pero tus visitas son raras y
cortas entre medias. Sólo tenía curiosidad por saber por qué sería la persona a la
que fuiste cuando los Fae parecen una opción más razonable.

―¿Los Fae? ―pregunté porque no era la primera vez que había escuchado el
nombre mencionado pero no lo había preguntado.
―Los Fae son hadas. Son un grupo de bastardos astutos y te harán sus
esclavos para toda la vida y, a continuación, algo más, si no tienes cuidado
―respondió Bernard y pude sentir cierta hostilidad en él.

―¿Fuiste un esclavo suyo? ―pregunté. Sonaba personal.

―No. Mi padre lo fue ―contestó con gravedad y dejé el tema. Probablemente


este no era el mejor momento para repetir algo de eso.

―¿Por qué iríamos a los Fae? ―preguntó Amy y vi los dos orbes negros de
Lucian en la zona de su cuello. Se lamió el labio inferior lentamente y vislumbré
sus colmillos. Oh mierda.

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El vampiro me guiñó un ojo una vez que me atrapó mirando fijamente.

―Central Park es territorio Fae. Si Jackson fue sacado de allí, entonces asumo
que los Fae podrían saber más sobre esta situación que yo ―comentó y miró a
Jonah para su confirmación. Ah, ya veo. Ahora entendía por qué el vampiro
podría haber estado un poco defensivo. Yo también me ofendería si un grupo de
personas asumiera que sabía algo. Sin embargo, no quería decir que él era el chico
bueno. Tenía un factor espeluznante que hacía que mi piel se pusiera de punta.

―Tengo un equipo que los va a ver. Yo personalmente quería consultar


contigo y ver si tenías… ―Jonah hizo una pausa―… alguna información.

Lucian sonrió.

―No la tengo. De hecho, estarás sorprendido de saber que uno de los míos
también ha sido tomado.

Jadeé.

―¿Por qué no lo mencionaste antes? ―dije y estaba un poco cabreada. Estaba


tan ocupado siendo todo un loco teatral en una iglesia de todos los lugares (pensé
que no estaban permitidos aquí) y no había mencionado que estábamos en el
mismo bote.

―Tenía que asegurarme de que no estabais mintiendo y de hecho


reteniéndome como rehén ―explicó y me miró con curiosidad―. Pareces nueva,
Mackenzie Gray, así que tendré la amabilidad de explicar lo que los lobos no han
considerado importante mencionar. ―Consideró a Jonah y a Bernard,
severamente, gruñeron en respuesta―. Los vampiros y los hombres lobo no se
consideran cercanos. En este momento caminamos una línea muy fina entre
asociados y enemigos. Tenemos mucha historia entre nosotros que se remonta a
nuestro tiempo en Europa de dónde venimos. Así que lo entiendo, no me
sorprendería al descubrir que los lobos han tomado a uno de mis parientes, sobre
todo porque estamos en conversaciones de disputas de territorio. ―Miró
alrededor de la catedral―. Dime, ¿dónde está Sebastian Steel? Habría pensado
que el Alfa Beta vendría a verme él mismo.

Jonah se aclaró la garganta.

―Está indispuesto.

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―Hm. Estoy seguro de que lo está ―dijo Lucian, mostrando sus dientes.
Retrocedí por el resplandor de sus colmillos―. Ahora, lo que quiero saber, si
estarías tan dispuesto a responder, es ¿por qué has traído a una Luna a lo que
estoy asumiendo es una asignación de campo? Tu tipo parece intentar
mantenerlas ocultas y seguras dentro de vuestros propios cuartos, es impactante
y una rara rareza ver una aquí tan abierta y en carne. Sin mencionar una Luna
que no parece… cómo debería ponerlo… oh sí, no parece adoctrinada todavía, si
me lo preguntas ―señaló mientras lentamente me rodeaba. Me tensé durante su
charla. No fue hambre lo que vi en sus ojos, pero había un brillo en ellos que me
preocupó.

―No te preguntamos, vampiro ―se burló Jonah y lo sentí apretarse contra mi


espalda. Estaba apostando su reclamo, el cual no tenía ninguno, pero no lo
corregiría, no creía que Lucian me quisiera de la forma en que Jonah estaba
asumiendo. Era otra cosa, sólo que no sabía qué.

―Correcto ―dijo astutamente y sonrió―, no es de mi incumbencia. ―Sabía


algo. Esa mirada sabia que me estaba dando era demasiado obvia.

―¿Quién ha desaparecido? ―preguntó Bernard.

―Cassandra ―contestó con una mueca, como si hubiera bebido sangre rancia.

―¿Tu consorte? ―preguntó Jonah en shock. ¿Consorte? ¿En qué estaban estos
chicos?
―Sí ―dijo Lucian con fuerza―. Ella salió a comer sin mí y nunca regresó.
Seguimos su camino hasta Strawberry Fields y ahí es donde termina.

Jonah puso su mano en mi cadera y la apretó con fuerza.

―Ahí es donde también termina la esencia de Jackson.

El vampiro no parecía sorprendido.

―¿Crees que los Fae tienen algo que ver con esto?

―No lo sé ―susurró Jonah y puse mi mano en la parte superior de la suya.


Estaba desesperado por cualquier información sobre su hermano y era duro
cuando no había nada por ahí. Estaba agarrando pajitas y deseé que hubiera algo

146
que pudiera hacer, sin importar cuánto me ponía de los nervios Jackson.

―¿Has enviado a alguien a ver a las hadas? ―preguntó Amy a mi lado.

―No, pequeña, no lo hemos hecho. No les gusta mucho los muertos vivientes.
―Lucian se encogió de hombros.

―¿Y si también tienen a alguien perdido? ―insistió.

―Entonces tenemos que averiguarlo. Es demasiada coincidencia que tanto un


vampiro como un lobo fueran tomados en el mismo lugar y en su territorio ―dijo
Bernard.

―¿También los reclamáis? ―pregunté.

―¿Qué pasa con la jerga de los noventa, Kenz? ―murmuró Amy y me


despisté.

―Los Fae se mantienen solos, no les gusta involucrarse en la política


sobrenatural. Es por eso que la única tierra que tienen en Nueva York es Central
Park, lo cual está bien para ambos. Los lobos patrullan su área, asegurándose de
que sea segura ―explicó.

―Si tomaran uno de los nuestros, entonces ese tratado sería nulo y eso podría
traer la guerra ―dijo Jonah, pero creo que él estaba hablando para sí mismo.
Sonaba perdido en sus pensamientos.

―Sí, lo haría, joven lobo. De hecho lo haría.


Capítulo 14

147
Amy alcanzó mi otra mano y se sujetó a mí. No tenía que decir lo que estaba
pensando, ya lo sabía. Nos habíamos involucrado en algo que parecía mejor si
nos escapábamos. La auto-conservación en su máxima expresión. No importaba
cuanto quisiera ayudar, no quería involucrarme si la guerra era el resultado final.
Esto no era algo a lo que quisiera exponer a Amy, y mucho menos a mí. Me
habían tirado al peligro de esta Manada, pero olvidé que este no era uno de mis
libros paranormales. Esta era la vida real y si nos involucrábamos, significaría
una muerte real si algo salía mal. No estaba dispuesta a correr ese riesgo.

Mis temores me preocupaban por lo que no me di cuenta de lo que estaba


pasando a mi alrededor hasta que salimos de la catedral y el aire frío del invierno
golpeó mi rostro. Era como un golpe de látigo; quemaba. Traté de frotarme las
manos pero aún estaban aferrándose a Amy. Jonah caminaba delante de nosotras
con Bernard a su lado.

―¿Qué está pasando en esa cabeza tuya, Kenz? ―preguntó Amy.

―Que estás pensando. ¿Tal vez estamos sobre nuestras cabezas?

―Sí, no sé todo esto. Estoy todo por la emoción y la aventura, pero esto parece
un poco aterrador. ―El hecho de que Amy admitiera que tenía miedo era una
llamada de atención. Incluso frente al peligro, un hombres lobo, era tan duro
como las uñas.
―Creo que es posible que necesite salir de la ciudad por un tiempo ―dije y
ella me detuvo en medio de la acera.

―¿Por qué?

Suspiré:

―Jonah dijo que no podría alejarme de la Manada ilesa. Sus leyes son muy
estrictas sobre los lobos solitarios y me clasificarían como uno si no me
inscribiera.

―¿Cuándo te has preocupado por las etiquetas?

―Amy, me matarán. Es la Manada o la muerte, no hay otras opciones.

148
Escuchaste lo que dijeron, cazan lobos solitarios ―dije y esperó. Ella examinó
algo en mi pecho, evitando el contacto visual. No parpadeó ni se movió, pero
estaba respirando, lo cual al menos era una buena noticia. No quería revelarle
esto aún, pero no parecía tener mucha opción. Si me iba ellos no se molestarían
con Amy. Podría volver a la universidad sin ninguna complicación, pero no
podría quedarme. Si lo hiciera no había manera de que Amy estuviera libre de
mi lío. Mejor si me quitaba de la ecuación; entonces Jonah no estaría obligado a
cazarme y matarme una vez que rechazara la membresía de la Manada. Sería
mejor para todo el mundo.

―Kenz, no pueden hacer eso ―comentó inocentemente y vi el brillo en sus


ojos mientras me miraban sin poder hacer nada.

―Amy, por favor no…

―¿Qué no? ¿Siento que estoy perdiendo a mi mejor amiga? ¿Mi hermana? ¿Mi
Mackenzie? ―Ella tragó saliva―. Estás loca si crees que te dejaría ir sin mí.

―¡Hey, mantened el ritmo! ―nos gritó Jonah.

―¡Estaremos allí en un segundo! ―grité y él asintió―. Escúchame, Amy,


tienes un futuro muy brillante por delante, eres una genio alucinante por el amor
de Dios. Quiero decir que probablemente te graduarás y trabajarás para Google.
Y vamos, no puedes no trabajar para Google. ¡Tienen vainas para dormir la siesta
de día y bicicletas para montar alrededor! ¡Es el trabajo soñado!
―No me importa. ¿Cuál es el punto de todo eso si no tengo a mi mejor amiga
para disfrutarlo conmigo?

Suspiré. Tenía un punto y si las tablas se invirtieran, estaría lanzándole la


misma melodía. Amy se había pegado a mi lado desde el inicio de toda esta
locura hace casi cuatro años. Confía en mí, había algunos momentos de locura,
pero lo logramos y no podía esperar que simplemente se encogiera de hombros
y siguiera con su vida.

Ella tenía razón.

―Bien. Hablaremos de esto más tarde, no quiero que Jonah sospeche ―dije y
ella asintió.

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Alcanzamos a los dos hombres lobo en la entrada de Central Park. Supongo
que no estábamos perdiendo el tiempo. Entramos desde Central Park West con
la 72nd Street ya que estaba más cerca de Strawberry Fields. Pasamos el mosaico
Imagine y nos dirigimos hacia uno de los pabellones junto al lago.

―¿Por qué nos detenemos aquí? ―preguntó Amy con una brisa fría que llegó
y se estremeció en su ropa de invierno abrigada.

―Tenemos que esperar a que uno de los Fae se revele antes de que podamos
verlos. Tienen algo llamado glamour donde pueden ocultar sus verdaderas
identidades no sólo a nosotros, sino a los humanos. Las hadas en su cultura son
consideradas como Tinkerbells. Desafortunadamente, eso no podría estar más
lejos de la verdad ―explicó Jonah―. Cuando vengan, no aceptes nada de ellos y
trata de evitar decir ‘gracias’ o ‘lo siento’. Les deberás un favor el resto de tu vida.

Miré a Amy inmediatamente y estaba nerviosa por ella. Amy a veces hablaba
antes de que su cerebro incluso procesara sus pensamientos y tenía la costumbre
de meterla en problemas. Problemas que podían costarle la vida. Qué mala
suerte.

―¿Uh, objetivo?

―Lo sé, Kenz ―dijo inexpresiva―. La cerraré, lo prometo. Tú también


deberías.

Puse los ojos en blanco. Al menos entendió la importancia de esto.


―Está bien chicos, parecéis vivos. Es hora de mostrarse ―dijo Jonah y me
tensé a su lado.

Seguí su mirada a través del lago donde había alguien… de pie en el agua.
Tuve que hacer una doble toma porque pensé que mis ojos estaban jugando
trucos, pero no lo hacían y que alguien se dirigía hacia nosotros. Al igual que el
vampiro, se deslizó por el lago y apenas hizo una ondulación. Una vez que esta
persona, o Fae, se acercó a nosotros, la luz de la luna golpeó y pude echarle un
buen vistazo. Ella tenía un vestido rosa suave con tirantes de espagueti que
parecía estar hecho de transparencia. Tenía un blanco que fluía, y me refiero al
papel blanco, un cabello que casi golpeaba el agua, era tan largo. Dos mechones
de cabello a cada lado estaban torcidos y tirados hacia atrás, manteniendo su

150
cabello lejos de su rostro. Y estaría condenada… la chica tenía orejas de elfo. Paró
en el borde del lago, pero no tocó la tierra. Sus ojos eran de un espeluznante gris
pálido. Todo en ella era simplemente… pálido.

―Jonah Cadwell, de la Manada Brooklyn, ya era hora de que vineras y me


hicieras una visita ―apuntó con voz cantada―. Aunque me sorprende que
Sebastian Steel haya enviado a su lobo Beta. Debo ser especial ―ronroneó.

Miré a Jonah y estaba sonriendo, una verdadera y genuina sonrisa. Un gruñido


bajo se me escapó y afortunadamente nadie alrededor lo escuchó. Sentí que esta
posesión se hacía cargo y no pude evitar obtener la idea de que había alguna
historia entre los dos.

―Drusilla, mucho tiempo ―dijo Jonah con una sonrisa.

―Mucho tiempo, amor… ―Sonrió como si estuvieran en una broma que los
demás desconocíamos― …pero me alegra que al menos haya enviado a alguien
lo suficientemente competente para hacer frente a este problema ―dijo
exasperada.

―¿Qué problema? ―pregunté y puso sus grises ojos pálidos en mí.

―¿Quién eres? ―preguntó ella mientras sus ojos se reducían a rendijas.

―Shh ―me calló Jonah―. Esta es Mackenzie Gray, Kenzie, esta es Drusilla, la
reina fae de Central Park.

Oh.
―¿Encantada de conocerte, eh, su alteza? ―soné completamente ridícula y fue
probado por las risitas de Amy detrás de mí. No sabía que esta chica era la reina.

Ella resopló.

―Tan mundano. ¿Acabas de reclutar a ésta, amor? Lo siento por cualquier


lobo que críe, no será tan inteligente. ―Oh no, no lo hizo. ¡Estaba hablando de
futuros bebés lobo que nunca iba a tener!

Gruñí. Jonah me agarró el antebrazo y rompí mi atención hacia él.

―Ahora no ―articuló y tuve que tragarme mi orgullo.

―¿Cuál es el problema, Drusilla? ―le preguntó, completamente relajado.

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Ella me miró durante un momento y luego se volvió hacia Jonah, que se ganó
su brillante sonrisa. Perra.

―Branwell ha sido tomado y tus lobos debían estar aquí para protegernos.
¿Está nuestro tratado en peligro, amor? ―Dios, si lo llamaba ‘amor’ una vez más,
iba a explotar.

―Drusilla, mi hermano fue llevado de aquí anoche. Vinimos a ver si sabías


algo al respecto, lo que supongo no sabes ―dijo Jonah y pasó su mano
aproximadamente a través de su cabello. Estaba estresado y mostró su
desesperación.

―¡Oh no, son los vampiros! ―exclamó. Negué.

―Los vampiros también tienen a alguien perdido. No son ellos ―dije porque,
por el aspecto de Jonah, no estaba en posición de hablar. Podía ver las ruedas
girando en su cabeza mientras intentaba juntar las piezas. ¿Quién estaba
tomando a estas personas?

―Una niña tan tonta. Nunca creas un aliento de lo que sale de un caminante
nocturno ―dijo condescendientemente.

―Los vampiros no pueden respirar, están muertos.

―Creo que ese fue su punto, Kenz ―susurró Amy. Oh lo que sea, eso fue cojo.
―Jefe, creo que tenemos que regresar y reagruparnos ―comentó Bernard a
Jonah, quien asintió.

―Oh no, no te vayas amor. ¿Por qué no vienes y pasas la noche? ―Hizo una
pausa y me miró―. Por los viejos tiempos. ―De acuerdo señora, recibí el
mensaje.

Me burlé.

―No creo que esté de humor para rodar por el heno contigo. No sé si recibiste
el memorándum, pero su hermano ha sido secuestrado. ―Creo que podría haber
hecho su lista de mierda.

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―Mackenzie tiene razón, Drusilla ―comenzó Jonah―. Ahora no es el
momento, aunque aprecio la oferta ―dijo y se inclinó.

―Muy bien, amor. Si necesitas ayuda para encontrar a la persona perdida,


ofreceré lo que pueda, te doy mi palabra ―dijo y se dio la vuelta para irse.
Contuve la respiración hasta que no pude ver la figura en retirada deslizándose
a través del lago. No me había dado cuenta del frío que hacía que un escalofrío
me atravesó y mis dientes castañetearon. Amy se acurrucó más cerca de mí y
tratamos de calentarnos mutuamente.

―¿Está clara la costa? ―susurró Amy.

―Sí, se ha ido ―respondió Bernard y su cuerpo se hundió en alivio. Tendré


que acordarme de preguntarle, cuando fuera el momento correcto, por supuesto,
lo que le pasó a su padre y si todavía estaba vivo. Me imaginé que no era fácil
para él ver a la reina Fae y no querer estrangularla. Sé que lo hacía.

―Tenemos que llamar a Sebastian ―dijo Jonah―, si no son los vampiros o los
Fae, entonces hay un millón de posibilidades y será casi imposible de resolver
esto a tiempo.

―¿Qué tan seguro es contactarlo?

―No lo sé, pero tenemos que intentarlo. No sé qué hacer más ―dijo Jonah, y
quería alejarlo de todo esto. Dios mío, ¿cuándo me volví tan blanda?
Busqué en el bolsillo de Jonah, haciéndole saltar, y saqué su teléfono. No
estaba cerrado, así que lo abrí y escaneé sus contactos para el número de
Sebastian.

Mientras esperaba a que alguien contestara, tres pares de ojos me miraban.


Estábamos en un momento crítico y parecía que Sebastian era el único que era
capaz de ayudar.

―¿Hola? ―contestó una voz ronca que pertenecía al mismo Alfa.

―¿Bash?

―Mackenzie ―suspiró y no sabía si estaba decepcionado o contento de saber


de mí―. ¿Dónde estás?

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―A salvo, si eso es lo que te estás preguntando ―indiqué y él rio. Sonaba
hermoso.

―Sí, eso es exactamente lo que quería escuchar. Bien. Mantente alejada del
almacén hasta que Jonah consiga arreglar esto ―dijo con alivio. Sí… estoy a
punto de reventar esa burbuja.

―Jonah está conmigo, Bash. Tuvimos que salir del almacén. ―Esperé― …te
necesitamos ―le susurré al teléfono y oí un pequeño jadeo desde el otro extremo
de la línea. Tal vez fue mi imaginación.

―¿Dónde estás? ―Sebastian perdió toda la debilidad de su voz y oí el alfa en


él, alto y claro.

Después de explicarle dónde estábamos, me dijo que me quedara en el


mosaico Imagine y que estaría allí en veinte minutos. Cómo iba a hacer eso,
estaba más allá de mí.

―¿Qué estás pensando, Kenz? ―preguntó Jonah mientras agarraba su


teléfono. Sacudí la cabeza y fruncí mis labios. Si necesitaban un Alfa para rastrear
a Jackson, eso es lo que recibiríamos. No quería arruinar esto más de lo que ya
había hecho. Los chicos esperaban a Sebastian por la entrada de Central Park
West, mientras Amy y yo estábamos sentadas en el suelo, rastreando la palabra
IMAGINE, que fue escrito en el suelo.

―¿Qué tienes en mente, Kenz?


―Nada realmente, sólo creo que necesitamos su ayuda. No tenemos nada más
que un montón de personas desaparecidas ―dije.

―Sí, bueno, creo que a Jonah le preocupa que Bash te haga daño… Entregarte
al Summit. No creo que lo haga ―expuso y mis ojos se fijaron en los suyos.

―Lo hará si tiene que hacerlo.

Amy resopló.

―Kenzie, a veces creo que eres un poco lenta, como un autobús especial, un
hándicap lento. ―Puso los ojos en blanco―. Sebastian no te hará daño porque
quiere entrar en tus pantalones, amiga. Al igual que Jonah.

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Esperé a que me dijera que estaba bromeando, pero no conseguí nada. Estaba
muy seria y sentí que la sangre se drenaba de mi rostro y un caso importante de
vértigo estaba jugando con mi equilibrio.

Amy puso una mano en mi espalda para mantenerme recta.

―Relájate ahí, nena. Sólo toma algunas respiraciones profundas. No es tan


malo. ―Sonrió―. Dos chicos detrás de ti no es el fin del mundo. ―Si sólo supiera,
lo cual no sabía y tampoco podía decírselo para ser totalmente clara, pero
involucrarse con cualquiera de ellos sería desastroso. Además de tener que
convertirme en una Luna y un ama de casa estilo de los años cincuenta, después
de James, la idea de estar con otro chico me asustaba un poco. Pasé los últimos
meses reflexionando sobre mi relación pasada y después de lo que sucedió entre
James y yo en Angelina's durante el almuerzo, había llegado a una decisión
sólida, quería estar sola. Me tomó un tiempo darme cuenta y aún había
momentos en los que me sentía sola, pero era un sentimiento muy momentáneo,
intrascendente. Además, en estos tres días del mes El Cambio haciéndose cargo,
no ayudaba a mis posibilidades con cualquiera. Fue difícil mantener este secreto
de James durante casi cuatro años. No quería pasar por eso otra vez. Los secretos
pueden ser sofocantes.

Estaría mintiendo si dijera que no sentía atracción por Bash y Jonah, pero mi
auto-conservación anulaba todo. No importaba cuán emocionalmente
comprometida pudiera haber estado, no cambiaría de opinión. No podía estar
con ninguno de ellos.
―Eso no es cierto ―dije con voz ronca.

―Eres una mentirosa horrible, Kenz. Sé que lo ves y si no, lo haces ahora. Lo
entiendo, ya sabes, si no estás lista después de James, está bien. Pero no finjas que
a estos muchachos no les importas porque lo hacen y es obvio para todos menos
para ti. ―Eso fue lo peor que me podría haber dicho: podría convertirme en su
debilidad.

Me estremecí y me encogí en mi abrigo. Con las manos enguantadas, intenté


calentarme pero no tenía frío. La idea de que tanto a Sebastian como a Jonah le
gustara hacía que mi piel hormigueara.

―Arriba ―nos gritó Bernard y saltamos hasta nuestros pies. El plan era que

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nos fundiéramos en la noche, por si acaso Sebastian fue seguido.

Jonah vino y se paró en medio del mosaico con Bernard y ahí es cuando
Sebastian apareció a la vista. Apareció despacio pero bien de todos modos

―No te preocupes, estoy sólo. Todavía tengo mi sentido del olfato ―se quejó
Sebastian.

―Lo siento, jefe, sólo estamos tomando precauciones ―dijo Bernard.

―Bien. Me alegra que lo hagas. ¿Dónde está?

―Aquí ―dije y salí de las líneas de los árboles; Amy siguió detrás de mí.
Maldita sea, ese spray funcionaba bien.

En tres grandes zancadas se puso de pie delante de mí y me agarró de la parte


superior de mis brazos, acercándome a él. Sus fríos ojos azules me perforaron en
el lugar, escanearon mi rostro y luego todo mi cuerpo.

―¿Te lastimé? ―murmuró y estaba confundida por cómo me hablaba. Él


usualmente odiaba mis entrañas y siempre estaba cabreado.

―Uh, no, estoy bien. ¿Estás bien?

―Sí. ―Su mano callosa se acercó a mi mejilla y suavemente la acarició con sus
ásperos nudillos. Las arrugas en la esquina de sus ojos aparecieron y me sonrió―.
Bien. Estuve preocupado por un momento.
Me sentí como si estuviera en un universo alternativo. ¿Por qué estaba
siendo… tan diferente de Sebastian?

―Bash, ¿estás seguro de que estás bien? ¿Te golpeaste la cabeza? ―Amy rio
detrás de mí.

Su rostro se oscureció.

―¿Por qué?

―Nunca eres amable conmigo, ¿qué pasa? ―Después de mi conversación con


Amy, lo entendía si quería entrar en mis pantalones pero ser, bueno, cariñoso
como solía ser Jonah, bueno, eso era extraño.

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Él sonrió y se alejó, dejando un espacio entre nosotros que me hizo sentir vacía.

―No te llevas bien con los cumplidos, ¿sabes Mackenzie?

―No, no lo hace ―espiró Amy.

Los tres volvimos con Bernard y Jonah, quienes parecían como si se acabaran
de tragar una bolsa entera de Sour Patches de una vez.

―¿Qué tenemos hasta ahora? ―preguntó Sebastian, yendo a los asuntos.

―Tanto los vampiros como los Fae tienen a uno de sus parientes
desaparecidos ―comenzó Bernard―, lo que los descarta como sospechosos, a
menos que alguien dentro de ellos esté trabajando por su propia cuenta.

―¿Qué otros sobrenaturales hay ahí fuera? Si falta uno de cada raza, entonces
puede que falten más de los demás ―intervino Amy.

Sebastian le levantó una ceja.

―Muy inteligente y correcto. Parece que tenemos a alguien recolectando


especies diferentes ―dijo mientras se rascaba la barba de las cinco en punto―.
¿Pero para qué? ¿Alguien está haciendo una colección de animales?

―Posiblemente, ¿pero uno de nosotros? Realmente no compro eso. Lo único


que tiene sentido es que un humano estuviera recolectando ―dijo Jonah y miró
directamente a Amy. Mejor que ni siquiera lo pensara. Ella nunca haría eso.
―¿Un humano? ―se burló Bernard―. No son lo suficientemente fuertes como
para someter a un lobo, mucho menos a tres.

―No, a menos que se hayan acercado a nosotros y no los vimos venir


―continuó Jonah y le disparé rayos láser.

―Ni siquiera lo pienses, imbécil ―gruñí y atraje la atención de todos. Amy no


se había dado cuenta de lo que estaba insinuando y no le dejaría poner ninguno
de esos pensamientos ahí fuera.

―¿Qué tan bien la conoces, Mackenzie? Jackson claramente se sintió atraído


por ella cuando se conocieron por primera vez ―preguntó Jonah.

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―Oh, guau, ¿ahora estamos con el nombre completo? Lo tengo, pero sí debes
saber, que pondría mi vida en lo bien que conozco a Amy. ―Jadeó―. ¡No te
atrevas a acusarla sin pruebas! ¡Ella es la única persona que ha estado ahí para
mí desde el principio, mientras que el resto de vosotros no tenía ni idea de que
teníais a un lobo solitario en la ciudad que estaba perdido y asustado! Si la culpas,
entonces prepárate para culparme también ―expuse y mi cuerpo se estaba
calentando. El abrigo que llevaba picaba en mi piel.

―¡No secuestré a nadie! ―gritó Amy―. ¿Hola? ¿No ves lo pequeña que soy?
¡Ni siquiera puedo alcanzar el armario superior en la cocina!

―Suficiente ―dijo Sebastian, pero no era tan fuerte como antes. Lo cual me
recordó…

―¿Cómo está tu, eh, tu…? ―comencé, mirando hacia su entrepierna, no tan
suavemente.

―¿Mis joyas de la familia? ―Él arqueó una ceja.

―Uh, sí… ―Miré hacia otro lado, sintiendo un sonrojo arrastrándose por mi
cuello.

Se quedó en silencio durante unos segundos y luego Jonah, Bernard e incluso


Sebastian explotaron de risa. Y me refiero realmente a reírse, con palmada en la
rodilla, agitación seca.

Me aclaré la garganta ruidosamente.


―¿Um… Hola? ¿Qué es tan gracioso? ¡Esta mierda es seria! ¡Podría haberte
arrancado las pelotas!

Sebastian se compuso pero aun así habló entre golpes de risa.

―Mackenzie, estoy bien, nada que una bolsa de hielo no pueda curar ―dijo y
se me cayó el rostro. Bien obvio.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

―Lo que sea, conseguiste lo que estoy tratando de decir para callarlo.

―Kenz, realmente necesitas aprender a pelear ―dijo Jonah, viniendo a mi otro


lado―. Tienes suerte, Bash no te hizo daño ―hizo una pausa―, no creo que

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estuviera dispuesto a hacer eso.

Oh chico, ¿Jonah sabía algo? ¿Cómo lo sabían todos los demás menos yo?
Mejor aún, todo esto era una mierda. Estaba acostándose con V el otro día en su
oficina, esto era una mierda.

―Bash. ―Jonah lo miró―. Creo que ella necesita ir a una Búsqueda de la


Visión. Necesita ponerse en contacto con su lobo.

―¿Cómo pasamos de mi necesidad de aprender a luchar, a esto?

―Te ayudará si estás conectada con tu lobo durante una pelea. Cada miembro
de la Manada lo hace.

―No te preocupes por mi lobo ―dije un poco demasiado agresivamente. No


me gustaba que me incluyeran automáticamente en cosas de la Manada―. Ella y
yo tenemos un entendimiento. ―Lo teníamos. Eso no era algo de lo que habíamos
hablado, pero era una sensación extraña en la boca de mi estómago. Cada vez
que alguien mencionaba que me uniera a la Manada, sentía temor, y no pensaba
que fuera la única que lo sentía, el lobo también. Le gustaba ser una loba solitaria,
lo cual estaba bien por mí.

Jonah me miró y luego miró a Sebastian.

―¿Qué crees, jefe?

Él suspiró.
―Si crees que tienes un control sobre tu lobo, entonces no habrías casi
cambiado frente a tu hermano y tu novio. Una Búsqueda de Visión podría
ayudarte con eso.

―¿Qué es una Búsqueda de Visión? ―preguntó Amy.

―Es un rito de paso para nuestra raza. Pasamos en cualquier lugar entre uno
a cuatro días en la naturaleza aislados para conectar con nuestro lobo interior. A
veces es sólo una guía o comprensión que recibimos, y algunas veces tenemos
visiones de nuestro futuro. Eso depende ―explicó Sebastian.

―Tendremos que esperar hasta que vayamos a la finca ―dijo Jonah.

159
Sebastian asintió.

―Mientras tanto, puedo prepararte para ello. No es fácil, por lo general no


sacamos a nuestros cachorros hasta que golpean la pubertad y han tenido años
de preparación. Podrías perder el control.

―¿Qué quieres decir?

Se aclaró la garganta.

―Hemos tenido casos donde el lobo domina nuestra humanidad. Su lado


animal se hace cargo y se vuelven salvajes, mortales. Es raro, pero todavía sucede
y ya que no has estado preparada para esto toda tu vida como la mayoría de los
lobos, tienes una tasa de probabilidad más alta.

―¿Qué podemos hacer para evitarlo? ―Mi voz sonaba tan pequeña, incluso
para mí.

―Comprimir tanta información como podamos antes de ir a la finca y


mientras tanto, enseñarte algo de defensa personal.

―Ten cuidado ―dijo Jonah y sus ojos brillaron dorados.

―No la lastimaré, Beta ―gruñó Sebastian, enfatizando la posición de Jonah.

Puse los ojos en blanco a los dos hombres quienes tiraban de mi corazón con
cuerdas. Preparando mi mente y cuerpo para que mi culo me fuera entregado.
Tuve suerte la primera vez que estuve con Sebastian, pero dudo que llegara tan
lejos otra vez.
―Está bien, comencemos esto entonces ―murmuré y caminé a la mitad del
mosaico. Me dejé caer y coloqué una palma en la parte superior del tallado de
IMAGINE. Lo siento si arruino esto, John, me disculpé en silencio en caso de que
rompiéramos el memorial de Lennon.

―Espera, Mackenzie. ―Sebastian se me acercó―. Aquí no ―dijo.

―¿Dónde estás pensando, jefe? ―preguntó Bernard.

―Creo que deberíamos separarnos ―dijo y evitó mirarme―. Tú, Bernard y


Amy deberíais encontrar refugio para pasar la noche. Mackenzie y yo haremos
lo mismo.

160
Arqueé una ceja. No sabía si mi imaginación estaba corriendo salvaje ahora
que dejé que Amy pusiera locos pensamientos en mi cabeza, pero estaba
empezando a sentirse obvio y la mirada en el rostro de Jonah no estaba
ayudando. Sus fosas nasales se ensancharon, estaba tratando de mantener a su
lobo en la bahía.

―¿Por qué? ―recortó. Bernard y Amy retrocedieron un poco y me dieron


ganas de hacerlo también. No quería ser la razón por la que pelearan.

―Soy el mejor luchador y la mejor persona para enseñarle cómo defenderse.


Y sobre todo, porque soy alfa. ―Sus ojos zafiro brillaban intensamente.

―¡Guau! Baja la velocidad, tigre. No necesito clases de defensa personal. He


sobrevivido a la jungla de hormigón durante los últimos cuatro años, estaré bien
―dije mientras miraba a un Jonah muy tranquilo.

―Necesitas aprender algo de defensa personal básica ―señaló Jonah


suavemente. No estaba convencido de que quisiera que lo hiciera, pero no
discutí.

―Mackenzie, tu boca te va a meter en un montón de problemas en el futuro.


Esto es lo mejor ―dijo Sebastian y fue difícil tomar la ofensa. Él tenía razón.
Pensar que estaba preocupada por Amy y los fae. Debería haber estado
preocupada por mí misma.

―Amy tiene que venir conmigo. No la quiero fuera de mi vista.


―Si algo… no digo que lo hará, pero si algo fuera a suceder, no puedo
defenderos a las dos. Tú tampoco puedes estar distraída, por eso sólo deberíamos
ser los dos.

Miré a mi mejor amiga y me di cuenta de que a ella no le gustaba el plan más


que a mí. Pero con un leve asentimiento, estuvo de acuerdo y eso fue todo.

―¿A dónde iréis? ―preguntó Bernard.

―No te preocupes. ―Sebastian se giró para mirarme―. Tengo el lugar


perfecto.

161
Capítulo 15

162
Salí de Central Park a través de la Quinta Avenida y todo lo que tuve
oportunidad de hacer fue darle un rápido abrazo a Amy. Intenté hablar con Jonah
durante un momento, pero ni siquiera me miró. Echaba de menos ver su único
hoyuelo. Salió del parque con Bernard dándome un saludo de disculpa detrás de
él.

No me gustaba mucho este plan porque quería a Amy lo más cerca posible,
pero sabía que Jonah no dejaría que nada le pasara. No debería subestimar a mi
diminuta mejor amiga. Era mala en los huesos y aunque me había dado cuenta
de lo tranquila que había llegado a ser últimamente, sabía que podía mantenerse
firme cuando la empujabas.

―¿A dónde vamos?

Sebastian me miró con una sonrisa. Eso es un principio.

―Lo descubrirás pronto, Mackenzie.

Resoplé.

―¿Podemos hablar de algo? Estoy un poco aburrida simplemente caminando


en silencio y me duelen los pies. ―Sonaba como una niña inmadura que lo
irritaba, pero el suspense me estaba matando. No podía evitar sentirme
incómoda con Sebastian. Aparte de la intimidación y que habíamos estado
caminando por lo que sentí como kilómetros, él era tan malditamente perfecto
que no podía evitar mirar y babear. Bueno, estaba exagerando pero era difícil no
hacerlo cuando el hombre llevaba camisas tan ajustadas que parecían otra capa
de piel. Cada corte de músculo era como si Dios mismo los hubiera tallado.

―Bien. ¿Qué tal si me dices lo que está pasando entre tú y Jonah? ―sondeó
sin mirarme. Eso hizo que me detuviera.

―¿Por qué no me hablas de ti y de V? ―repliqué y eso me consiguió una de


sus miradas habituales. Ahí estaba el Sebastian que conocía.

―Eso no es asunto tuyo.

―Entonces Jonah y yo no somos de tu incumbencia ―dije y cavé mis manos


en los bolsillos de mi abrigo. No estaba pasando nada entre nosotros, pero

163
había… ¿tenía sentido?

―Cualquier lobo mío es asunto mío.

―Por suerte, no soy tu lobo. Si tienes alguna pregunta, por favor consúltala
con Jonah. ―Levanté mi barbilla en alto y le di una mirada de suficiencia. No
recibiría ninguna respuesta de mí, porque no las tenía. Que me cayera un rayo si
decía que no había algo entre Jonah y yo, y esos dos días con mis padres
complicaba aún más nuestra amistad.

Nos detuvimos frente a la Biblioteca Pública de Nueva York y mis ojos


subieron los escalones, pasaron los dos leones de mármol y a la entrada que daba
a Astor Hall.

―Uh… ¿qué estamos haciendo aquí? ―demandé con mi boca un poco


boquiabierta.

La biblioteca era en secreto un refugio seguro para mí. El acceso a cantidades


ilimitadas de libros que iban desde clásicos hasta la mami porno favorita de
todos. Un lugar donde podía estar cualquiera e ir a cualquier parte, sólo en las
páginas de un libro. Era mágico.

―Pensé que este sería el lugar perfecto para esconderse. Es el último lugar
dónde vendría la Manada a buscar.

―Supongo que tiene sentido. ―Seguí a Sebastian por las escaleras y una vez
que llegamos a la puerta, un señor mayor la abrió para nosotros.
―Señor Steel, qué bueno verle de nuevo. ―El hombre mayor hizo una
reverencia y se paró a un lado para dejarnos entrar. Mi mandíbula cayó cuando
cruzamos la impresionante entrada de mármol blanco de Astor Hall.

La última vez que estuve aquí fue cuando una de las viejas socias sociales de
las amigas de Amy celebró una fiesta de cumpleaños y yo fui la invitada de Amy.
Eso fue tan increíble ahora como lo había sido entonces. Durante el primer año,
vine aquí para escapar y rogar a los bibliotecarios para un recorrido gratuito de
las pilas del sótano debajo de Bryant Park. Desafortunadamente con un
presupuesto de estudiante, no podía pagar los costosos viajes. En aquellos
tiempos, robaba papel higiénico de The Brew y comía fideos Ramen de diez
centavos para desayunar, almorzar y cenar, y tomar café del banco. Y seamos

164
realistas, sólo había tantas veces al día que podía verificar el saldo de mi cuenta
bancaria, que ya había sido una visión aterradora. Suspiré. Los buenos viejos días
rotos.

Sebastian se aclaró la garganta.

―Mackenzie, este es Gerard Wilson. Gerard, esta es Mackenzie Gray.

Me di la vuelta y vi a Gerard venir en mi dirección. Él agarró mi brazo superior


y me sostuvo en el lugar. Sosteniéndome con el brazo extendido, me clasificó
arriba y abajo y luego gruñó.

―Eres una señorita bonita. ―Hizo una pausa y levantó una tupida ceja
blanca―. ¿Por qué te ves tan varonil?

Sebastian sonaba como si se ahogara y supe que estaba sosteniendo otra vez
una risa. El gilipollas.

―No lo sé, señor. Es la forma en que estoy construida ―dije con una tensa
sonrisa.

El viejo gruñó.

―Necesitas dejar de levantar pesas y tal vez ponerte un vestido. ―Se volvió
hacia Bash―. La sala del fideicomisario de Wachenheim está disponible por la
noche. Tuvimos un evento y quedan unos sofás que aún no han sido recogidos.
Sólo recuerda, no es un asunto divertido, señor Steel ―dijo Gerard y giró para
salir.
―Sígueme ―exigió Sebastian en su voz de soy el jefe. Puse los ojos en blanco
y mantuve la boca cerrada. Estaba agotada y también cansada de discutir. Este
plan de división se sentía como un montón de BS y quería hablar con Amy.

Caminé detrás de Sebastian a través de Astor Hall, pasando un pasillo, y


entrando en la primera habitación a nuestra izquierda.

La habitación era preciosa.

―¿Te gusta? ―Me volví para mirar a Bash, que estaba mirando mi expresión
de cerca.

―Sí ―suspiré mientras giraba mirando hacia el techo.

165
Caminó hacia la pared y deslizó su mano por ella.

―Estas son paredes con paneles de nogal y, por supuesto, la chimenea está
hecha de mármol. Este es uno de mis salones favoritos en la biblioteca ―dijo con
una voz suave que me provocó aleteos en mi estómago.

―¿Vienes aquí a menudo?

Asintió. Me sorprendió, parecía un bruto hombre-lobo.

―No te asigné como el tipo de gusano de biblioteca ―comenté mientras me


establecía en uno de los sofás. Fue un alivio para mis pobres y maltratados pies.
Había puesto algunos kilómetros en ellos hoy.

―En realidad no lo soy. Simplemente me gusta la paz y la tranquilidad de una


biblioteca. Es un buen escape de la vida cotidiana. Estoy seguro de que puedes
entenderlo ―dijo mientras me estrechaba los ojos.

Miré hacia otro lado.

―Sí, sé a qué te refieres.

―Ahora vuelvo ―comentó bruscamente y desapareció en Astor Hall.

Me tomé el tiempo para acostarme y saqué mi teléfono. Echaba de menos a mi


mejor amiga. Para ser honesta, estar cerca de Bash me ponía nerviosa. Era un
sentimiento con el que no estaba particularmente familiarizada y prefería no
estarlo.
Marqué su número y sonreí cuando contestó al primer sonido.

―¡Kenz! ¡Te echo de menos! ¿Dónde estás? Estaba a punto de enviarte un


mensaje de texto ―mencionó en un susurro fuerte.

―No sé si puedo decir dónde, pero también te extraño. ¿Estás bien? ¿Te están
tratando bien?

―Todo está bien, estamos de vuelta en Alphabet City en el apartamento. Sólo


estoy aburrida. No pensé que los hombres lobo pudieran ser tan flojos.

Me reí.

―Claro, cuéntame acerca de eso. Esperemos que esto se resuelva en sí muy

166
pronto.

―¿Kenz?

―¿Sí?

―¿Cuándo nos vamos?

Expulsé un fuerte suspiro. No había pensado mucho en eso, pero era como si
ya lo supiera.

―Después de la tercera luna llena ―susurré al teléfono. Bash no estaba cerca,


pero no quería arriesgarme. No podía permitirme que descubrieran mis planes.

―Bueno. Eso nos da como una semana, ¿verdad?

Asentí como si pudiera verme.

―Casi una semana.

―Antes de la primera noche, agotaré mi crédito ―dijo Amy y mis ojos se


ensancharon.

―¡No! Amy no, ¿estás loca? Ese es tu dinero.

―Kenz, no te preocupes. Siempre puedo pedir más a mis padres, pero


necesitamos algo para salir de aquí y comenzar una nueva vida. Lo necesitamos
―señaló y me sentí como una mierda. No quería estar en deuda con ella más de
lo que ya estaba. Nunca le debí dinero a Amy, pero le debía por quedarse
conmigo cuando me enteré del Cambio. Eso era algo que nunca podría pagar.
¿Ahora ella quería lanzar todo su dinero por mi culpa otra vez? No podía…

―Amy…

―El trato está hecho, Kenzie. Deja el tema. ―No me molesté en discutir―.
Escucha, los muchachos vuelven, tengo que irme antes de que empiecen a hacer
preguntas. ¿Te veo mañana?

―Nos vemos mañana ―dije y nos despedimos.

Cerré los ojos y los cubrí con mis antebrazos para esconderlos de las luces de
arriba. Mi reciente conversación con Amy todavía resonaba en mi cabeza.

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¿Adónde iríamos? No podía imaginar ir demasiado lejos pero sentí que esa sería
mi única opción. Cuanto más lejos fuera, más segura estaría.

Mi cuerpo se relajó y el sueño se apoderó de mí cuando Sebastian regresó a la


habitación.

―Despierta ―ladró. Sabía que su amabilidad no duraría mucho tiempo. Era


un idiota.

―¿Qué? ―dije, sin molestarme en incorporarme.

―Dije que te enseñaría algo de defensa personal.

―¿Podemos hacerlo mañana? Estoy realmente cansada. ―Sabía que estaba


gimiendo pero estaba cansada. Había sido un largo día, todavía era la maldita
Navidad. Tanto sucedió en un período tan corto de tiempo, que me sorprendió
que todavía estuviera cuerda.

―Puedes descansar cuando estés muerta. Vamos, levántate. No me gusta


repetirme.

Gruñí mientras me sentaba y me quitaba el sueño de los ojos. Con mis ojos a
medio mástil, arrastré mis pies hacia un espacio vacío junto a la chimenea.

―Bien. Acabemos con esto ―murmuré y vi la irritación en su rostro. No


importaba cómo me hacía sentir, no me importaba. Estaba harta de todas estas
tonterías de hombre lobo. Quería mi vida de vuelta cuando no eran parte de ella.
Era más fácil. Supongo que las cosas nunca podían ser tan fáciles como queríamos
que fueran.
―Mackenzie, puedes pensar que esto es una tarea, pero un día puede salvar
tu vida. Eres demasiado joven para entenderlo ahora, pero un día ―lo dijo como
si fuera mi padre.

―Oh, por favor. Lo haces parecer como si fueras muy viejo. ¿Qué tienes como
veinticinco?

Él resopló.

―Añade otros diez a eso.

Me quedé boquiabierta.

―¿Qué? ¡No puedes tener treinta y cinco! ―Mierda. Me había enamorado de

168
un viejo. Lo sé, estaba exagerando de nuevo, pero comparado con mis veintidós,
tenía trece años más. Esa era una brecha bastante grande.

―Envejecemos de manera diferente a los humanos. Nuestro proceso es mucho


más lento ―comentó en tono serio.

Me dejé caer en el suelo, con los codos en las rodillas, y apoyé mi barbilla en
mis manos.

―¿Significa eso que voy a vivir hasta que tenga cien años?

Resopló, agarró una silla cercana y se sentó.

―Probablemente no.

Mi rostro cayó.

―¿Por qué no?

―También tendemos a morir jóvenes. Hay muchos peligros ahí, Mackenzie, y


vivimos por instinto animal, lo que significa que somos precipitados y
malhumorados. A menos que seamos capaces de comunicarnos bien con nuestro
lobo, nos matan ―explicó, con el rostro grave.

Se formó un nudo en la boca de mi estómago y me pregunté cuánto tiempo


duraría por mi cuenta. Jonah dijo que los vampiros cazaban lobos solitarios. No
estaría huyendo sólo de la Manada, sino de los vampiros también.
―¿Crees que puedo sobrevivir? ―dije mis pensamientos en voz alta, me
sorprendió lo honesta que era la pregunta y lo importante que sería la respuesta.

Me observó durante un momento y me moví bajo su escrutinio.

―No lo sé ―dijo con voz ronca y pude sentir tensarse mis entrañas―. Todavía
eres un cachorro, Mackenzie. Es muy temprano para decirlo, pero pareces una
luchadora. Apostaría por ti.

Lo miré y no pude contener una pequeña sonrisa. Lo sabía, es cursi, pero en


realidad significaba mucho que tuviera confianza en mí, una confianza que no
estaba segura de tener en mí misma.

169
Golpeó sus palmas abiertas en sus muslos y el sonido se hizo eco en la escasa
sala. Me hizo saltar.

―Bien, empecemos así podremos tener al menos un par de horas para dormir
―señaló y se levantó.

Me levanté lentamente y él se detuvo frente a mí. Estaba lo suficientemente


cerca como para que pudiera sentir el calor irradiando de su piel. Eso me puso la
piel de gallina.

Su olor era diferente del de Jonah, pero capté el familiar olor a madera.
Mientras Jonah tenía una sensación de aire fresco, Sebastian tenía un almizcle
robusto.

Traté de controlar mi respiración en nuestra proximidad. Cometí el error de


dejar que Jonah atrapara mi ritmo cardíaco, pero no le iba a dar a Sebastian esa
victoria, me pareció peligrosa. Y de manera típica, balbuceaba para distraer tanto
a él como a mis nervios.

―¿Cómo se convirtió Jonah en tu Beta? ¿Realmente sois amigos cercanos?


¿Qué hay de Jackson? ¿Crees que lo encontraremos? ¿Y si no lo hacemos?
Podemos…

―Mackenzie ―me interrumpió. Sus labios en una línea apretada―. Respira.

Expulsé una respiración. Genial, tanto por ser discreto.


―Jonah y yo somos los mejores amigos, como tú y Amy. Crecimos juntos, los
tres. Pero a Jackson le gustaba hacer lo suyo así que solíamos ser sólo Jonah y yo.
Por eso le hice mi Beta, mi segundo al mando. No confiaría en nadie más.

Mi voz aumentó.

―¿Sois los mejores amigos? ¿Cómo los ‘más mejores’?

Quería enfrentar la palma yo misma, pero eso no era algo que esperase.
Sebastian parecía un solitario, un adicto al trabajo, no lo creía capaz de tener
amigos.

Asintió y quería meterme en un agujero. Iba a destrozar un amor entre

170
hermanos.
Capítulo 16

171
―Da un paso atrás, gira la mano derecha hacia la derecha y tira del asaltante.
Su agarre se aflojará y luego hará el combo que te mostré. Gancho de derecha,
gancho de izquierda y una rodilla en la nariz. ¿Lo tienes?

―Lo tengo.

Habíamos estado trabajando en algunos movimientos durante al menos dos


horas y estaba más que agotada. Mis piernas y brazos eran gelatina.

―Vamos, Mackenzie. Tu atacante no va a esperar a que recuperes el aliento.

―Sí, bueno, afortunadamente mi asaltante no está aquí todavía y puedo ―dije


mientras ponía los ojos en blanco.

―No hagas eso ―ladró.

Me estremecí.

―¿No haga qué?

―Poner los ojos en blanco ―gruñó y me hizo hacerlo de nuevo. ¿Quién


demonios creía que era? Ni siquiera mis padres actuaban de esa manera.

―Mackenzie ―se burló.

Con renovada fuerza, me acerqué, lo miré a los ojos y comencé a ponerlos en


blanco como una idiota, una y otra vez.
Su gruñido se hizo más fuerte y me estaba mareando. Su mano subió a mi
brazo y me atrajo hacia él como un niño desafiante. Me sobresaltó y un jadeo
escapó de mis labios.

―¡Oye! ―Traté de alejarme pero su agarre sobre mí era fuerte.

―Te dije que te detuvieras ―rechinó los dientes.

Retrocedí, giré mi brazo izquierdo en sentido contrario a las agujas del reloj y
tiré, justo como me había enseñado. Con un poco de poder adicional del lobo, se
inclinó ligeramente hacia adelante y perdió la mayor parte de su control sobre
mí. En lugar de hacer el combo, lo empujé y retrocedí un par de pasos,
alejándome de él.

172
―Creo que te estás volviendo un poco abusivo, así que te sugiero que bajes
esa mierda ―dije con suficiente ira en mi voz. No sabía cuán sumisas eran las
Lunas, pero no estaba de acuerdo con esa mierda. Si quisiera poner mis malditos
ojos en blanco, lo haría. Puede que sea desagradable, pero no le daba el derecho
de colocarme en mi lugar. No formaba parte de la Manada.

Su rostro se suavizó sólo un poco, pero no lo suficiente como para que sintiera
pena por él.

―No quise hacerlo ―dijo mientras se miraba las manos.

―Sí, bueno, creo que hemos hecho suficiente por esta noche.

―No. Vamos a continuar ―dijo y se dirigió hacia mí.

―¡Sebastian, dije que es suficiente! ―grité y se detuvo a sólo unos pasos de


distancia de mí―. No me importa si eres el maldito presidente de los Estados
Unidos, dije que ya he terminado. ―Me di la vuelta para ir al sofá en el que me
había recostado antes, cuando me agarró de nuevo el brazo y me hizo girar
alrededor.

―¿Qué dem…?

―Lo siento ―dijo y me tragué mi maldición―. No quise ser rudo. Tengo que
recordar que aunque eres un lobo, eres más humana que cualquier otra cosa. No
estoy acostumbrado a ser desobedecido.

―Tampoco soy parte de tu manada. Necesitas relajarte, Bash.


―Lo sé ―dijo con brusquedad―. Sólo ten paciencia conmigo… ¿por favor?

Lo miré con los ojos entrecerrados para que supiera que no era fácil
persuadirme, pero en el fondo, ya sabía que lo perdonaría. No es que me olvidara
de lo áspero que era, definitivamente no, pero la próxima vez tendría cuidado si
quisiera hacer algunos gestos. No lo toleraría y era mejor que se diera cuenta
desde el principio.

Asentí y me soltó el brazo. Se estiró y deslizó su mano por mi espalda;


dirigiéndome hacia el sofá. Me senté y me siguió, pero parecía extraño sentado
allí. El marco de Sebastian se tragó la tumbona en la que estábamos, como un
padre sentado en una de las sillas de juego de sus hijos a la hora del té. Con su
espalda una barra apretada, se sentó erguido, con las palmas apoyadas en los

173
muslos.

―Necesito saberlo, Mackenzie ―dijo sin mirarme―, ¿hay algo entre Jonah y
tú?

Me senté inmóvil, aguantando mi respiración entrecortada. No quería decir sí


o no. Lo único que pasaba por mi mente era, ¿cómo diablos me metí en una
situación como esta? Nunca había sido realmente bonita, pero tampoco era fea,
al menos no lo creía. Mis ojos usualmente eran lo que atraía a los hombres, eran
un gris raro y claro.

Mientras me golpeaban de vez en cuando, por lo general tenía un rostro de


perra en reposo permanente que disuadía a cualquiera que estuviera interesado.
Pero nunca me habían puesto en medio entre dos chicos. Especialmente dos tipos
que me atraían por igual. Jonah era suave, cálido y seguro. Mientras que
Sebastian era duro, insensible y peligroso. Pensarías que esta sería una decisión
fácil, pero no lo era.

No era justo por mi parte contemplar nada con Sebastian después de dirigir a
Jonah, porque si era sincera, eso es lo que hice en Cold Springs, sin querer, pero
lo hice.

―¿Por qué? ―dije roncamente, mi garganta se secó. No quería asumir que


estaba interesado en mí.

―¿No es obvio, Mackenzie? ―Su voz era fuerte en la tranquilidad de la


biblioteca.
―Actúas como si me odiaras la mayoría de las veces que estoy cerca. Así que
no, no es obvio.

Se burló y arrastró sus ojos azules en mi dirección.

―No te odio. A veces eres inmadura, pero eres joven.

―Si soy tan inmadura, ¿cuál es tu problema? ―La misma pregunta que le hice
a Jonah.

Respiró hondo mientras contenía la mía y mi estómago se anudó mientras


esperaba su respuesta.

―Te deseo.

174
Mi estómago se sacudió. Esto no podía estar sucediéndome. La chica a la que
nunca le importó tener un novio, y después de James, maldije a los hombres, pero
esto, al estar entre los dos, me hizo olvidar quién era y siempre había sido.

―Eso no es posible, estás con V ―murmuré confundida.

Él hizo una mueca.

―No estoy con ella. Ella cuida de mis necesidades y esa es la extensión de
nuestra relación ―señaló con un rostro serio, como si esto fuera normal.

―¿Entonces ella es una llamada de botín?

―¿Un qué?

―No importa. ―Me dejé caer de nuevo en el sofá―. Bash, las cosas están mal
ahora. Jackson está desaparecido y no soy parte de la Manada. Vamos a priorizar.

―No.

―¿Qué?

―Estoy priorizando. No podemos hacer nada sobre esos problemas en este


momento preciso, por lo que me lleva a esto. Te quiero y necesito que digas que
sí.

¿Por qué no podría simplemente decir que no? Busqué en la habitación como
si la respuesta estuviera grabada en las paredes de nogal.
―No me conoces, Bash. ―Era cierto, no lo hacía. No podía querer a alguien
de quien no sabía nada, especialmente a alguien como yo, una variable
desconocida dentro de la Manada. Ni siquiera sabían de dónde venía.

―Quiero conocerte, pero no te compartiré. Necesito que seas completamente


mía ―gruñó y los cabellos de mi brazo se levantaron.

Por muy feminista que pensé que era, debería haberme ofendido por su
posesividad, no lo estaba. Algo dentro de mí se agitó y lo sentí hasta el fondo. No
lo entendía.

―Sebastian ―murmuré y se acercó y me puso encima suyo. Me senté a


horcajadas sobre él y sentí que mis ojos estaban desenfocados, un brillo plateado

175
rodeaba mi visión.

Su boca se deslizó del hombro a mi cuello y se frotó hasta que su aliento hizo
cosquillas detrás de mi oreja. Mis dedos se clavaron en sus mechones negros y
fue como pasar mis manos a través de la seda. Su lengua rodó ligeramente por
mi cuello y cerré los ojos.

Podía sentir una voz lejana gritando en mi cabeza, ¿qué estás haciendo? La
ignoré.

Con mi pecho apretado contra el suyo, mordió el lóbulo de mi oreja y gruñó,


empujando mis caderas hacia él. Mis ojos se abrieron de par en par y jadeé.

―Dilo. Di que eres mía ―dijo con voz ronca en mi oído.

―Sebastian, por favor ―traté de hablar, pero no pude recuperar el aliento.

―Dilo, ahora ―ordenó y un escalofrío recorrió mi espalda.

―N… no ―dije apartándome. Con mi mano firmemente colocada en su


pecho, se recostó y estábamos a la distancia de los brazos, conmigo todavía
encima de él. Sacudí la cabeza para despejarme de la niebla de frustración sexual
que obviamente estaba atravesando―. Sebastian, esto no está bien. No puedo
controlarla cuando estoy así.

―No trates de controlarla. Libérala ―comentó mientras intentaba acercarme


a él de nuevo. Era fuerte, pero mi resolución era más fuerte. Jonah me lo explicó
un poco y esto fue obra de mi lobo. Ella quería esto, no es que yo necesariamente
no quisiera, pero era más reservada.

―No ―dije con firmeza y dejó de moverse―. No soy así. ―Me bajé de él y
puse un par de metros entre nosotros. Mi pecho subió y bajó rápido y contuve las
lágrimas que caían por mi rostro. No quería llorar y no estaba triste, me sentía
frustrada de más de una manera y no sabía qué hacer. Quería ceder, quería darle
a la loba lo que ansiaba, pero no podía.

Mi ser humano no la dejaría. Dios, necesito estar encerrada en un manicomio.

―Tus ojos me dicen lo contrario, Mackenzie. Entonces, ¿cómo eres? ―Se


levantó del sofá y era como una pantera acechando a su presa mientras caminaba

176
hacia mí. Sus ojos azules nunca dejaron los míos y era muy consciente de cada
parte de mi cuerpo enrojecido. Todavía podía sentir dónde me había tocado y
dónde no… donde quería que lo hiciera. Negué con la cabeza.

―No estás jugando limpio, Bash ―tartamudeé y él sonrió.

―Lo sé.

―Entonces detente. ―Se detuvo a unos centímetros de mí.

Su mano se arrastraba por mi cabello mientras los rizos caían sobre mi pecho.
Un escalofrío me atravesó y no supe cuánto tiempo podría mantener al lobo a
raya.

―No me detendré hasta que obtenga lo que quiero.

Tan rápido que ni siquiera lo registré a tiempo, me agarró e inconscientemente


envolví mis piernas alrededor de su cintura, sosteniéndome de sus hombros. Me
sostuvo como si apenas pesara una libra.

―No sé de qué se trata, Mackenzie Grey, pero te quiero más de lo que me


importa ser Alfa. Eres diferente, eres una luchadora, y eso me hace algo
―susurró, su voz profunda. Con una mano, alcanzó los botones de mis tejanos―.
Necesito marcarte como mía.

El sonido de mi cremallera se hizo eco en la sala y mis dientes castañetearon.


Lo quería, pero había resistencia. Mi humanidad estaba luchando con mi lado
animal y sentí que me estaba volviendo loca, demasiadas emociones y
sensaciones a la vez me estaban poniendo en marcha y me iba a quemar. Su sólo
toque sería mi perdición.

Mi espalda tocó la pared y una vez que comenzó a deslizar mis tejanos sobre
mi trasero, mi cuerpo se congeló de miedo.

―Para ―murmuré―. Sebastian no, basta.

Se detuvo.

―No puedo. No está bien. Jonah y yo… no lo sé, pero esto no está bien.

Mis piernas se desenvolvieron y me deslicé por la pared, su cuerpo aún


presionado contra el mío.

177
―Te pregunté por Jonah ―gruñó, pero no me importaba si estaba enojado.
Estaba teniendo dificultades para clasificar mis emociones―. Es un privilegio
tener un Alfa.

―¡Amigo, retrocede! Me importa una mierda lo que eres. Estoy pasando por
algo y creo que necesito la ayuda de Jonah… él me ayudó la última vez ―dije sin
aliento. Con mis manos en mis rodillas, intenté estabilizarme, pero sentí que la
loba saldría de mí.

Sólo respira.

¿Cómo podría querer a dos chicos al mismo tiempo? No debería ser posible…

Sólo respira.

―¿Qué pasa? ―ladró Sebastian y me hizo saltar. Su tono había vuelto a ser
serio y sabía que era porque estaba enojado.

―No lo sé. Siento que ella está a punto de apoderarse de mí. Es demasiado
fuerte, es sofocante.

Gruñó.

―Necesitas dejarla salir…

―¡No! ―grité―. No te aproveches de mí ahora ―le dije entre dientes.

Se tensó.
―Si no puedes ayudarme, entonces dame un poco de espacio, arrogante
bastardo.

Sus escalofriantes ojos azules se estrecharon.

―Descansa un poco, te despertaré por la mañana. ¿Es suficiente espacio?


―dijo mientras se daba la vuelta, caminó hacia la puerta y la cerró de golpe.
Dejándome sola y fría.

Sólo respira.

¿Qué está pasando?

178
Mi cuello estaba rígido cuando me desperté a la mañana siguiente. Después
de mucho dar vueltas y girar al punto de contemplar llamar a Jonah, finalmente
pude dormirme para calmar a mi lobo. Sebastian me dejó cuando vio claramente
que necesitaba ayuda. Jonah no me habría dejado. Ugh, no debería estar
comparándolos a los dos. Debería estar intentando olvidarlos. Es lo justo. Una
vez que todo esto fuera dicho y hecho, me iría. Después de la próxima luna llena,
me iría, no sabía dónde, pero estaría lejos de ellos y hacia mi libertad.

Sebastian irrumpió en la habitación y dejó caer mis pies del sofá.

―Levántate ―ordenó. Abrí un ojo y lo miré con incredulidad.

Se me acercó y sentí una pizca de miedo. Tenía que recordar lo peligroso que
era en realidad, un depredador natural, no podía dejar que ninguna atracción con
ninguno de ellos se interpusiera, porque tarde o temprano, obtendrían lo que
querían.

―¿Qué hora es? ―dije con el sueño en mi voz.

―Seis de la mañana.

Gruñí.

―¿En serio? ¡Acabo de cerrar los ojos!


―La biblioteca se abrirá pronto. Tenemos que ir a reunirnos con los demás.

Lo miré fijamente.

―Es el día después de Navidad y el “Boxing Day”3 canadiense… Dudo que la


biblioteca se abra.

―Mackenzie, vámonos.

Antes de que pudiera responder, él estaba fuera de la habitación. Cogí mi bolso


y busqué mi teléfono. Lo había apagado la noche anterior para ahorrar batería,
pero no hizo mucho, parpadeó vivo al treinta y dos por ciento.

Después de enjuagarme la boca y salpicar un poco de agua en mi rostro en el

179
baño, me reuní con Sebastian en el centro de Astor Hall. Su presencia dominante
encogió la habitación normalmente espaciosa.

No me dijo nada cuando me paré frente a él, sólo se dio la vuelta y caminó
hacia la entrada. Seguí en silencio sin querer revolver la olla, pero esto se estaba
poniendo incómodo.

―¿A dónde vamos? ―pregunté una vez que estábamos caminando por la
Quinta Avenida.

―A reunirnos con los demás ―recortó. Se estaba quedando corto conmigo,


pero, lo que sea, no me quedaba nada para discutir. Estaba cansada. En todo caso,
yo debería ser la que estaba enojada. Repetí lo que pasó anoche y me dio ganas
de golpearle en la mandíbula. ¿Un privilegio? ¡Seamos realistas! Esta no era una
realidad de espectáculo VH1. No buscaba enamorarme de alguien que se
consideraba importante.

El paseo de regreso a Central Park fue tranquilo y las únicas personas en las
calles eran corredores de madrugada. Nos reunimos en Strawberry Fields y el
resto de nuestro grupo disfuncional ya nos estaba esperando.

Amy, corrió hacia mí como si fuera un prisionero de guerra que estaba siendo
liberado.

3"Boxing Day" es una festividad celebrada principalmente en el Reino Unido y otras naciones
que pertenecieron al Imperio británico. Se suele celebrar el 26 de diciembre, y durante la fecha se
promueve la realización de donaciones y regalos a los pobres.
―Te extrañé ―dijo. Su voz amortiguada por su bufanda que estaba
fuertemente envuelta alrededor de ella. Le devolví el abrazo con la misma fiereza.

―Yo también, Aims ―dije. Probablemente parecíamos un par de lesbianas,


pero no me importaba. Realmente necesitaba la comodidad de mi amiga después
de anoche.

―¿Te sedujo? ―susurró. O al menos lo intentó, pero escuché a Bernard reírse


en algún lugar detrás de ella.

Si no hiciera tanto frío, me hubiera sonrojado, pero mis mejillas ya estaban


rosadas.

180
―No ―dije y no entré en detalles. Captó mi deriva y dejó estar el tema.

Una vez que nos soltamos, asentí a Bernard y Jonah, quienes parecían
incómodos. Sus manos estaban en sus bolsillos y miraban a cualquier lado menos
en mi dirección.

―¿A dónde vamos? ―pregunté y miré a Sebastian. Estaba agachado en el


suelo y tocando un trozo de hierba.

―Es débil, pero estoy captando un olor familiar ―dijo de espaldas a nosotros.

―¿Jackson? ―Pude ver la esperanza en los ojos de Jonah.

―Sí, pero de alguien más. Creo que es su captor.

―¿Es familiar? ―preguntó Bernard mientras se acercaba a Sebastian.

―Sí. Pero no puedo ubicarlo.

―No huelo nada, jefe.

Sebastian olfateó un par de veces más y luego su rostro se contrajo de disgusto.

―Es acónito ―dijo y retrocedió.

―No es de extrañar ―murmuró Jonah y se pasó las manos arriba y abajo por
su rostro muy cansado.

―¿Qué está pasando? ―No los estaba siguiendo.

Sebastian ignoró mi pregunta, así que Bernard me puso al día.


―El acónito es nuestra kryptonita. No nos puede matar, pero nos puede
dominar fácilmente. La única parte extraña de esto es que no se cultiva en todas
partes y, definitivamente, no en Estados Unidos. Nuestra persona misteriosa
debe ser extranjera o tener algunas conexiones realmente buenas.

―¿Alguna vez te ha afectado el acónito? ―Lo miré y su rostro se puso serio.

―Sí y es peor que la muerte misma. Imagina estar paralizado por el fuego
corriendo por tus venas, eso es lo que nos hace.

Sus tupidas cejas rojas se fruncieron y quise consolarlo del mal recuerdo que
recordaba.

181
Toqué su brazo y miré al gigante leñador.

―Lo siento ―dije. Me dio una sonrisa triste y me dio unas palmaditas en la
mano.

―Sólo hay una persona que conozco con acceso a ella ―comentó Jonah en voz
baja y todos nos volvimos hacia él. Le temblaban las manos, pero no era miedo,
cuando miré su rostro, era ira.

―¿Quién? ―ladró Sebastian.

―Caleb ―dijo Jonah con los dientes apretados. Con las manos en puños a su
lado, sentí las olas de rabia que irradiaban de él.

Mis ojos se hincharon.

―¿Caleb? ―grité―. Como el hombre lobo que es parte de la manada, ¿uno de


los capitanes?

Jonah asintió con fuerza.

―Esa es una acusación muy seria ―dijo Sebastian.

Los ojos de Jonah se volvieron hacia él.

―Soy positivo. Lo he visto con mis propios ojos. Sabes que Caleb fue
transferido de la Cumbre Europea.

―¿Estás insinuando que hay una brecha entre las Cumbres?


―No. Simplemente creo que Caleb es un bastardo hambriento de poder que
haría cualquier cosa por estar en las buenas gracias de la Cumbre. ―Jonah hizo
una pausa y respiró profundamente―. Incluyendo el secuestro de uno de los
suyos.

―No entiendo ―susurré―. ¿Cómo le ayudaría el secuestro de Jackson a ganar


poder?

―Si lo encuentra, entonces es un héroe ―explicó Amy a mi lado.

―Está bien, entiendo eso, pero ¿qué pasa con el vampiro y los Fae? ¿Qué factor
tienen en esto?

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―¿Tal vez quiere ser el que traiga una alianza entre los tres? ―adivinó Jonah,
pero creo que ya había llegado por ahora. Caleb parecía asustado con ese corte
en el rostro, pero ¿podía realmente hacer esto? Entonces me golpeó.

―¡Mierda! ―expulsé y los cuatro pares de ojos miraron en mi dirección―. Le


dio al lobo un extraño té de mandarina. Cuando lo olí, perdí el equilibrio al bajar
las escaleras.

―¡Lo recuerdo! ―dijo Amy mientras se tapaba la boca con sorpresa.

Los tres hombres lobo me miraron, inmóviles.

―¿Hola? ¡Acabo de decir que el asqueroso me dio el acónito, hombre!


―Sonaba como una ETS.

Bernard se aclaró la garganta.

―Mackenzie, si lo hiciera, habrías estado paralizada durante al menos 24


horas. No estarías tan activa.

―Jonah, no quiero acusar a nadie, especialmente a un capitán de la Manada,


sin ninguna prueba sustancial ―dijo Sebastian.

―¿Cuántas más pruebas necesitas? ¡Kenzie lo acaba de describir sin saber lo


que era!

―¡Debe haber sido otra cosa, ella está bien! Sabes que no es así como funciona
la ley de la manada, Jonah.
―¡A la mierda con eso! ¡El bastardo se llevó a mi hermano!

―¿Cómo crees que funcionará… ―comenzó Bernard y luego sus ojos se


acercaron a mí― …si le decimos a la Manada que Mackenzie consiguió un olor
a acónito de Caleb? Será un caos. Después de los eventos de ayer, querrán
desgarrarla. No confiarán en ella.

El rostro de Jonah cayó.

―No tengo que ir y ellos no tienen que saber que fui yo. Podéis regresar al
almacén y Amy y yo podemos escondernos en algún lugar. Nueva York es un
lugar bastante grande, nadie me encontrará ―expliqué y los rostros que todos
me dieron me dijeron todo lo que necesitaba saber. No lo creían. Necesitaba una

183
niñera a tiempo completo.

Bueno, esto no estaba aumentando…

―¿Sabes dónde vive Caleb? ―le preguntó Bernard a Jonah.

―¿Creía que todos se quedaban en el almacén?

Bernard resopló.

―Diablos no. Sólo unos pocos viven allí, como Bash y Jonah, pero podemos
elegir. Los únicos obligados a vivir en el almacén son las Lunas no emparejadas.

Mis entrañas se agitaron con furia. Él no pareció notarlo.

―¡Eso es una tontería! ―exclamé y los tres hombres lobo se volvieron hacia
mí confundidos.

―¿Qué?

―¿Cómo puedes obligarlas a vivir allí? ―¿Cómo no podían entender cuán


bárbaro era eso? Y principalmente, ¿cómo podían esperar que quisiera unirme a
la Manada si me despojaban de mi derecho a vivir donde quisiera?

―Es sólo la ley de la Manada, Mackenzie. No es un gran problema ―comentó


Bernard con calma y quise estrangularlo. Estaba temblando de ira y no pude
evitar pensar en Blu. Pobre Blu…
Amy me agarró de la muñeca y la miré. Ella articuló, ahora no, y me tomó todo
para calmarme.

―Tiene un piso en el centro de Brooklyn. Es donde vi el acónito.

―¿Qué dijo cuándo lo viste? ―preguntó Sebastian.

―No sabe que lo hice. Se había ido a recoger comida china al piso de abajo y
estaba buscando el baño. Encontré una habitación llena hasta el borde con esa
mierda creciendo.

―¿Por qué no dijiste nada?

―Honestamente, no pensé que fuera un gran problema. Ahora que lo pienso,

184
me parece estúpido. La próxima vez que fui a su casa, la habitación estaba vacía.
―Se pasó las manos por el cabello y pude ver las ruedas en su cabeza dando
vueltas. Se estaba culpando a sí mismo―. Pensé que podría haber estado
cultivándolo para mi padre. Sé que le gusta tener algo en la mano.

―No es culpa tuya ―dije, pero no respondió, mucho menos me miró―.


Recibo una extraña vibración de Caleb, así que no me sorprendería si fuera él.

―Las malas vibraciones no son una prueba. Tenemos que encontrar el acónito
y si ya no lo tiene en su apartamento, entonces tenemos que averiguar dónde
―señaló Sebastian.

―Podemos revisar los registros públicos para ver si posee alguna propiedad
―sugirió Amy y los tres lobos la miraron. Sólo me hizo reír. ¿Sabían estos chicos
algo sobre el mundo exterior?

―Eso es, uh ―comenzó Jonah―, esa es una buena idea. ¿Dónde lo


comprobamos?

Amy y yo intercambiamos una mirada. Pobres chicos, estaban tan perdidos.

―Un ordenador ―dije, conteniendo una carcajada―. Lo más probable es que


las bibliotecas estén cerradas, así que necesitamos encontrar un cibercafé o
regresar a nuestro apartamento.

Todos nos quedamos de pie torpemente, evitando los ojos del otro, mientras
pensábamos a dónde ir. Mi mirada recorrió un conjunto de arbustos y me
congelé. Reconocí algo que era toda una coincidencia para no ser lo mismo.
Jonah suspiró.

―Creo que podemos necesitar la ayuda de Lucian.

―¿El vampiro? ―espetó Amy.

―Chicos ―murmuré mientras seguía mi línea de visión.

―Sí. Tiene conexiones que podrían ser útiles y, dado que uno de sus
chupasangres está desaparecido, no lo pensaría dos veces antes de ayudarnos
―dijo Jonah―. Al menos eso espero.

―Podéis querer ver esto ―dije de nuevo, pero todos me estaban ignorando.

185
―No lo sé, pedirle ayuda a Lucian es, literalmente, hacer un trato con el diablo
―contempló Bernard.

―¡Chicos, callaos! ―grité mientras me agachaba frente a los arbustos y recogía


con cuidado lo que me había llamado la atención, olvidándome del protocolo de
pruebas adecuado―. Ella no estaba mintiendo. No estaba loca.

―¿Qué pasa, Kenz? ―preguntó Amy desde atrás.

Levanté la pieza de piel demasiado familiar y se la mostré.

―¿Qué es?

―Es piel ―susurré cuando todo comenzó a encajar en su lugar―. Tenemos


que dirigirnos a la estación STAT. Hablé con un hada hace un par de días, su hijo
fue secuestrado. Su hijo debe ser Branwell. Encontré una piel como esta fuera del
edificio de su apartamento. ¡Necesitamos hablar con ella!

―Mackenzie, despacio. ¿De qué estás hablando?

Grité con frustración. ¿Cómo podrían no entenderme?

―Te dije que soy estudiante de justicia penal, y que tengo una beca en Casos
Mayores en 1PP. ¡El secuestrador es un cambiaformas!

―No hay manera de que puedas saber eso ―argumentó Sebastian.

―Es por eso que te digo que necesitamos bajar a la estación. Necesitamos
hablar con mis superiores.
―Espera, ¿saben que eres un hombre lobo? ―exclamó Jonah.

―No, pero están reteniendo a Jane Hancock en un instituto mental porque


creen que está loca. ¿Podéis sólo confiar en mí?

Todos nos miramos y observé mientras se preguntaban si había perdido la


cabeza. Pero sabía que tenía razón. Jane Hancock supo lo que era en el momento
en que me vio. La aparté como si fuera una loca y no pensé ni por un segundo
que lo que estaba diciendo era verdad. Sabiendo lo que era, no creía en lo
imposible. Perdimos días porque fui imprudente.

―Ya sea que me creáis o no, no importa, pero me voy. Esta es una ruptura en
nuestro caso. Sé que estoy en algo ―dije mientras me giraba hacia la salida del

186
parque.
Capítulo 17

187
―¡Él hizo qué! ―exclamó Amy y puse mi mano sobre su boca.

Estábamos a un par de manzanas de la estación cuando Amy y yo


disminuimos la velocidad y caminamos unos metros detrás de los lobos. La
tensión que nos rodeaba estaba cargada con la bomba que había caído hace una
hora. Sebastian estaba teniendo dificultades para comprender la idea y Jonah sólo
quería vengarse. No podría culparlo, es su hermano gemelo.

Con el brazo de Amy entrelazado en el mío, arrastramos nuestros pies para


tener algo de privacidad. Los chicos hablaban en voz baja entre ellos y yo pensé
que este era el mejor momento para poner al día a Amy sobre la noche anterior.

―Los lobos tienen audición sensible, ¿o te has olvidado?

―Lo siento ―murmuró.

―No es gran cosa, pero Amy, no sé qué hacer. Esto me tiene asustada, lo cual
es estúpido porque, ¿por qué debería tener miedo de que dos chicos calientes me
quieran? Dios mío, soy una perdedora.

Ella se detuvo y me miró.

―No, no lo eres, Kenz. Este ya es un momento difícil y estos chicos sólo están
empeorando las cosas. No es culpa tuya, es de ellos. ¿Quieres que les ponga los
puntos sobre las íes? Sabes que lo haré ―dijo, poniéndose las manos en las
caderas.
Me reí.

―No, está bien, bajita. ―Ella golpeó su mano enguantada en mi brazo.

―¡Oye! ¡Te dije que no me llamaras así! ―Se rio―. Está bien, Kenz, pero en
serio, ¿quién te gusta más? ―Movió sus cejas perforadas hacia arriba y hacia
abajo.

―¡De ninguna manera! No responderé a eso ―comencé a caminar de


nuevo―. Ambos son… diferentes. De todos modos, no importa quién me guste,
nos vamos ―susurré.

―Lo sé. Ahora, ¿cuál es el trato con este cambiaforma basura?

188
―Amy es una locura. No puedo creer que no me haya dado cuenta de esto
antes. Michaels y yo tuvimos un caso el miércoles y esta dama fue un desastroso
trabajo. Realmente le dijo a Garrett que era Fae. Pensé que le faltaban algunos
tornillos, pero fue un grito de ayuda.

―Kenz, sé cómo trabajas. No te culpes a ti misma.

Asentí, pero no dije nada más.

Nos reunimos a través de la calle desde el edificio de 14 pisos, One Police Plaza
para elaborar un plan. Estiré mi oído sensible, y busqué la voz de Garrett que,
sorprendentemente, era fácil de encontrar.

Anderson, ¡quiero ese informe en mi escritorio antes de respirar de nuevo!

El hombre necesitaba un Valium.

―Jonah y Berna, quiero que obliguéis al guardia de la puerta para que nos
permita entrar y mantener la atención de quien esté en la recepción. Mackenzie
y yo encontraremos a su supervisor y lo obligaremos a darnos el informe sobre
el secuestro. Vigila a Amy. ―Sebastian ladró órdenes, distrayéndome de mi
fisgoneo.
―¿Por qué obligar a tanta gente? Tengo acceso al edificio y si hablo con
Garrett, me dirá lo que necesito saber ―dije.

―No tenemos tiempo para experimentar, lo hacemos a mi manera,


Mackenzie. En lugar de arriesgarnos a que tu jefe te brinde la información que
necesitamos o no, podemos forzarle. Es infalible.

¿No lo entendía?

―¡No podemos andar invadiendo los derechos de las personas!

―No me importa, Mackenzie Grey. No acatamos las leyes humanas. Esta


conversación ha terminado. ―Sebastian pasó a mi lado y cruzó la calle con Jonah

189
y Bernard detrás de él.

Mis fosas nasales se agrandaron y mis puños se apretaron mientras observaba


sus figuras en retirada. ¿Cómo podían ser tan despreocupados acerca de
controlar a alguien de esa manera? No debería importar lo que era nuestra
especie, los derechos eran derechos y los estábamos quitando a personas
inocentes.

―Kenz ―susurró Amy―, está bien. No están haciendo nada malo, siempre
hay una excepción.

―¡No debería haberla, Amy! ¿Todavía no te molesta que te hayan convencido?


¡Sé quién soy!

―Por supuesto, pero de alguna manera retorcida, como que lo entiendo. No


objetaste cuando tuvieron que obligar a Ollie. Las cosas no son tan blancas y
negras ―le explicó. Su flamante cabello rojo soplaba en su rostro―. Este no es
nuestro mundo, Kenz.

―¡Eso fue diferente! ―Con los ojos entrecerrados, observé a mi mejor amiga
y me di cuenta de que el hecho de estar alrededor de la Manada estaba afectando
su compás moral. Nunca hubiera dicho eso antes. Comprendí que las cosas no
estaban claras, pero tenía que haber reglas, límites, que no deberían cruzarse.

Cruzamos la calle juntas y pasamos la verja cuando Bernard obligó al guardia.


Una vez dentro del edificio, Amy se paró junto a Jonah, que estaba hablando con
la oficial de la recepción y yo seguí a Sebastian, que estaba esperando junto a los
ascensores.
―¿Dónde está? ―ladró.

Dudé hasta que un gruñido escapó de la garganta del Alfa. Estaba rallando
sus nervios.

―Piso 11.

Nos subimos en silencio y pude sentir las oleadas de calor de impaciencia que
venían de Sebastian, lo que no debería ser una sorpresa, ya que a él no le gustaba
que lo interrogaran, mucho menos por mí.

―¿Vamos a hablar sobre lo que pasó? ―pregunté, tratando de iniciar una


conversación.

190
―No hay nada de qué hablar.

―Creo que lo hay, imbécil. No puedes intentar seducirme y luego actuar como
si lo hicieras con todos. Quiero decir, a menos que lo hagas, entonces… entonces
eres una puta ―dije mientras fruncía el ceño en confusión. Mierda, ¿acababa de
llamar prostituta a un Alfa?

Sebastian alcanzó el freno de emergencia rojo en el panel del ascensor y nos


detuvimos bruscamente.

―Sólo voy a decir esto una vez y luego esto se acabó. Me estoy quedando sin
paciencia, Mackenzie, pero ¿has pensado por qué esto te molesta? ¿Por qué no
puedes dejarlo ir como yo? Puedes intentar engañarte a ti misma todo lo que
quieras, pero sé lo que está pasando en esa cabeza tuya.

―No sabes una mierda, engreído hijo de…

Agarró mis hombros y me golpeó contra la pared del ascensor.

―A menos que realmente quieras verme enojado, te sugiero que no termines


esa oración ―dijo, ni siquiera a un centímetro de mí―. Esa boca tuya te va a
meter en algunos problemas serios, Mackenzie. Jonah podría aguantarlo, pero yo
no lo haré. Has declarado tu incompetencia para seguir órdenes y se muestra
muy claramente, pero respetarás a un Alfa. No me importa si actúas más humano
que lobo.
Mis ojos estaban paralelos a su pecho y no podía mirar hacia otro lado
mientras se elevaba y bajaba en respiraciones entrecortadas. Me arrastré hasta su
cuello y algunas de sus venas se agitaron en su lado derecho. Pum. Pum. Pum.

Se movían al ritmo de su corazón. Podía escucharlo golpeando contra su pecho


y estaba tratando de aprender lo que eso significaba. Mi vista se movió hacia
arriba y aterrizó en sus labios. Estaban ligeramente separados, su labio inferior
más grueso que el superior. Antes de que mi cerebro pudiera ponerse al día, me
puse de puntillas y me incliné, apoyando mi boca en la de él como una pluma.
Levanté las manos y las pasé por su cabello negro azabache y lo atraje hacia mí.
Él no se resistió.

―Mackenzie ―respiró mientras me clavaba en la pared.

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Quería echarle la culpa a mi animal interior, al lobo, pero no era ella. Esto era
todo yo. La única diferencia era que no era una atracción emocional lo que tenía
por Sebastian. Apenas conocía al chico. Era puramente físico, y era un fuerte
tirón, uno que nunca antes había sentido. Me hizo sentir sucia, mal, pero al
mismo tiempo, una emoción recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica. Mi
cuerpo se calentó con su toque mientras sus manos lentamente recorrían mis
brazos hacia arriba hasta que los sostuvo sobre mi cabeza. Nuestros dedos se
entrelazaron, y él se alejó.

―¿Qué me estás haciendo? ―preguntó, sus ojos azules brillando como si


estuvieran bajo el sol. Sus rasgos oscuros estaban confundidos por mi
personalidad caliente y fría y no lo culpaba. Tampoco sabía lo que estaba
haciendo.

―Esto está fuera de lugar para mí, Bash. No puedo evitarlo. ―Lo miré bajo
gruesas pestañas y su rostro se suavizó ante mi confesión.

Tomó un mechón suelto de mi cabello y lo metió detrás de mi oreja,


recorriendo sus ásperos nudillos por mi mejilla en una caricia.

―Lo sé, Mackenzie, por eso voy a detener esto ―dijo y se alejó bruscamente.
Un frente frío me golpeó como una pared cuando puso algo de distancia entre
nosotros―. No estabas completamente equivocada en la biblioteca. No debería
haberte presionado como lo hice. Lo que quizás no sepas es que estás atravesando
las etapas de un ciclo de Lobo a una velocidad acelerada, ya que el Cambio tomó
mucho tiempo. Tu mente y tu cuerpo están tratando de ponerse al día y no estaba
bien que aprovechara tu estado vulnerable.

Negué con la cabeza.

―No, eso no es cierto. No era así antes de conocerte. ―Y a Jonah.

―Es porque no estabas cerca de otros lobos. No importa qué, Mackenzie, si


sólo aprendes una cosa de mí, deja que sea que siempre gravitarás hacia tu propia
especie. Está en nuestra naturaleza.

Vi cómo le dolía que me contara la dura verdad. Podía sentir mi rostro aflojarse
cuando entendí lo que me estaba diciendo y se estremeció. Era posible que este

192
enamoramiento que tenía entre él y Jonah no fuera real.

―Deberíamos apresurarnos ―susurré mientras intentaba evitar el contacto


visual y controlar mis emociones.

Él asintió y soltó el freno de emergencia.

Me sentí como una idiota. Como una loba idiota, hormonal. Genial.

Tan pronto como salimos del ascensor, abrí mi audición y encontré al


Detective Michaels en su cubículo. No era una sorpresa que le estuviera gritando
a alguien, el tipo no tenía una voz interior.

El piso 11 albergaba el Escuadrón de Casos Mayores, lleno de docenas de


oficiales en varios casos, desde secuestros hasta robos a bancos. Nunca había un
momento aburrido aquí y siempre había algo que hacer. Me encantaba trabajar
aquí y me sentía afortunada de tener una oportunidad tan grande. No era fácil
conseguir una beca en este departamento.

―¡Grey! ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ―gritó Garrett desde el otro
lado de la sala del escuadrón.

Sebastian gruñó a mi lado.

―Mejor te controlas. Así es como nos comunicamos aquí. No hay diplomacia,


así que acostúmbrate o vete ―dije con los dientes apretados mientras sonreía y
saludaba a Garrett.
―Hey, Michaels. Regresé de vacaciones un poco antes, pero tenía una
pregunta que hacer.

―Bueno, apúrate, tengo una conferencia de prensa en veinte minutos y si


vuelves, podrías venir más tarde esta noche. Podría usar las manos adicionales
en este caso ―comentó mientras caminaba hacia una de las salas de archivo.

Mientras intentaba alcanzar a Michaels, a Sebastian sólo le tomó tres zancadas


llegar a mi supervisor y darle la vuelta por el brazo.

―Qué coño…

―Escúchame con atención. Necesito el informe que archivaste sobre los

193
secuestros recientes. ¿Dónde está? ―preguntó Bash mientras miraba a Garrett a
los ojos sin parpadear.

En una voz monótona respondió:

―En la oficina de los capitanes. Tercer archivador, primer cajón.

―Ahora, volverás a tu trabajo y olvidarás que yo o Mackenzie Grey estuvimos


aquí.

Garrett parpadeó y luego salió de la habitación, sin agarrar nunca lo que


buscaba. Me quedé allí inmóvil por un momento y no pude agitar la piel de
gallina que se levantó en mis brazos. Michaels nunca sabría que estuvimos allí y
todo era porque Sebastian quiso que lo olvidara. Ya era bastante malo que le
sacáramos información, pero ¿meterse con sus recuerdos? No me sentía bien al
respecto.

―¿Dónde está la oficina del capitán? ―exigió Sebastian, sacándome de mi


aturdimiento.

―Sígueme ―murmuré y fui dos puertas de oficina más abajo y directamente


al archivador donde Michaels había dicho que el informe estaba.

Sebastian estaba junto a la ventana de la oficina, asegurándose de que nadie


nos estuviera mirando y probablemente iba a obligar a cualquiera que lo hiciera.
El cajón estaba cerrado y no tuvimos tiempo de buscar una llave. Con un poco de
ayuda del lobo, tiré del asa y el archivador se abrió, como si esto no fuera
sospechoso, pero no importaba. No iba a estar trabajando aquí el tiempo
suficiente para lidiar con las repercusiones.

Revisé los archivos y encontré el informe de Michaels a mitad de camino. Lo


saqué e hice una copia rápida con el escáner del ordenador. Me aseguré de
eliminar el historial y le di a Sebastian un golpe en el hombro, haciéndole saber
que había terminado. Traté de poner todo de nuevo en su lugar lo mejor que
pude pero sería obvio que alguien había estado allí. Esperemos salir del edificio
antes de que alguien lo notara.

Tomamos el ascensor hasta la planta baja justo cuando el oficial de la recepción


estaba deslizando un pedazo de papel hacia Jonah. Su único hoyuelo se asomó
en una sonrisa y no pude evitar sentir algo de celos. Amy estaba a su lado con

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una expresión de aburrimiento en su rostro y en el momento en que nos vio,
comenzó a dirigirse hacia la salida. Cuando empujamos las puertas unos pocos
pasos detrás de ella, Sebastian silbó a Jonah cuando salíamos por la puerta. Unos
segundos más tarde, también lo hizo su Beta. Nos reunimos con Bernard a una
manzana y media de distancia de la sede de la policía de Nueva York y nos
metimos en un restaurante cercano.

Después de pedir una ronda de café, saqué la copia doblada del informe de
Garrett del bolsillo de mi abrigo y la aplasté sobre la mesa.

―Bien, esto dice que Jane Hancock está detenida en Wards Island, en el Centro
Psiquiátrico de Manhattan. Va a ser difícil entrar. ¿Alguno tiene sugerencias
sobre cómo hacerlo? ―pregunté.

―Creo que la forma más fácil de hacerlo es a través de la pasarela número 103
en East Harlem. Podemos mezclarnos fácilmente ―sugirió Bernard―. Mi única
pregunta es ¿cómo vamos a entrar en el hospital?

―Deberíamos llamar a Lucian. Probablemente tiene a alguien en el turno de


noche allí ―dijo Jonah y arqueé una ceja.

―¿El vampiro?

―Sí. Tiene muchas conexiones alrededor de la ciudad y la mayoría de sus


chupasangres trabajan en cualquier trabajo que puedan obtener en la noche
―respondió Jonah.
―Tienes razón. Llámalo y dile que se reúna con nosotros al atardecer ―dijo
Sebastian.

―¿No está durmiendo? ―preguntó Amy.

―Ellos no duermen.

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Capítulo 18

196
Comí lo suficiente para un pueblo entero. Empaqueté dos filetes raros con una
doble orden de patatas fritas y un montón de panqueques. La camarera me había
mirado divertida hasta que los tres hombres lobo ordenaron casi lo mismo. La
pobre Amy era el hombre extraño con su pequeña orden de una tortilla. Estaba
tan llena que dejé mi abrigo desabrochado para que pudiera frotarme la barriga.
¿Quién era yo para quejarme si la Manada de Brooklyn pagaba la comida?
Ordené como si fuera mi última comida.

Intentamos matar algo de tiempo después de que Jonah hablara con Lucian
sobre la reunión en el Puente. Era tarde en la tarde cuando finalmente decidimos
salir.

―Somos demasiados ―dijo Sebastian cuando salimos del restaurante y nos


metimos en la caja de hielo de la ciudad de Nueva York―. Si todos ingresamos
en el hospital, no pasará desapercibido.

―¿Qué sugieres, jefe? ―preguntó Jonah.

―Tú y Mackenzie vais. Ella necesita estar allí porque es la única que ha
conocido a esta Jane Hancock. Necesito volver al almacén e intentar controlar a
la Manada.

Vi como Bash y Jonah hacían planes para mí como si no estuviera allí o mi


opinión no importara.
―¿Hola? ¿Qué hay de Amy? Tiene que venir conmigo.

―Cuidaré de Amy. Ningún daño vendrá a ella. Está ahora y siempre estará
bajo la protección de la Manada ―respondió Sebastian y sentí como si me
levantaran un peso de los hombros.

Ahora y siempre. Eso era todo lo que necesitaba escuchar.

―Bernard, quiero que te reúnas con el equipo táctico que debería estar en el
lado noreste de Central Park y que vuelvas a hablar con los Fae. Pregúntales qué
saben sobre una Jane Hancock y luego informa a Jonah.

―¡Y a Mackenzie! ―intervine.

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―A Jonah ―dijo con los ojos entrecerrados.

―Lo que sea ―murmuré. Juré que si no podía huir de la Manada y sus
antiguas leyes, entonces iba a comenzar una revolución monstruosa.

Tiré a Amy a un lado cuando Bernard comenzó a irse y Sebastian estaba


hablando de logística con Jonah.

―¿Estás bien con esto? ―pregunté. Estaba segura de que podría manejarse
por sí misma, pero estar sola con Bash era incluso intimidante para mí.

―Sí, Kenz, estaré bien. ―Me guiñó un ojo.

―Espera. ¿Qué significa eso?

Ella rio.

―Relájate, Kenzie. No hay ningún mensaje oculto, literalmente, estaré bien.


Sebastian quiere entrar en tus pantalones, no en los míos.

―¡Shhh! ―Puse mi mano sobre su boca―. ¡Lobo oyendo!

―Sí, sí, como si no fuera obvio para todos. Bien, buena suerte con la Fae
psicópata y vuelve en una sola pieza y con una decisión sobre tus dos amantes.
―Se rio y me dio un abrazo. Maldita Amy. No tenía filtro.

Una vez nos separamos, caminé lado a lado con Jonah por la calle hasta la
parada de autobús. Fue incómodo. Realmente no habíamos hablado desde que
salimos de Cold Springs. Había ocurrido mucho drama en un corto período de
tiempo, me sentía estúpidamente estresada por ello. Apenas nos conocíamos, las
cosas no deberían estar tan tensas como estaban.

―¿Qué autobús estamos tomando? ―pregunté, rompiendo el silencio.

―El 6 de Lexington baja. Nos dejará entre la 103 y 104. Desde allí
caminaremos.

Traté de escuchar los latidos de su corazón o ver sus expresiones faciales, pero
nada. Estaba cerrado de cualquier emoción y eso me frustraba. No me importaba
si estaba feliz, enojado, como sea, sólo quería saberlo. Era estúpido de mi parte
pero necesitaba saber cómo acercarme a él. Tal vez estaba siendo demasiado
paranoica.

198
―Está bien, genial… así que…

―Amy tiene razón, apestas andándote por las ramas. Sólo escúpelo, Kenz
―dijo con una sonrisa. Buena señal.

―Lo siento. Sé que las cosas han estado tensas y quizás estoy analizando la
mierda, pero ¿estamos bien?

Suspiró.

―Escucha, Kenz. No diré que estoy de acuerdo contigo y con Bash, pero
tampoco me interpondré en el camino. ―No me sorprendía que fueran mejores
amigos.

―¡No hay nada entre nosotros! ―No sabía por qué salté para decir eso.
Realmente no había nada entre nosotros, pero lo había. Mierda, esto apestaba.

―¿Estás segura? No comparto, Mackenzie. ―Guau.

Llegamos a la parada del autobús y esperamos con algunas otras personas que
nos rodeaban.

―Nos besamos. ―Ligera modificación de la verdad. No importaba, estaba a


punto de lanzar una bomba―. Y él dijo lo mismo. ¡Que no estaba dispuesto a
compartirme, lo cual tampoco estoy preguntando! ―Esto se estaba convirtiendo
en el desastre de una explicación―. Lo que estoy tratando de decir, Jonah, es que
me gustáis los dos, pero no me siento cómoda teniendo que elegir y por eso,
preferiría no teneros a ninguno. Nos acabamos de conocer y no nos conocemos
muy bien. Soy una persona con la boca abierta y un poco de mal genio y, por lo
que sé, podrías terminar odiándome una vez que me conozcas. Quiero decir,
apestaría como Luna, odio hacer la colada y yo…

Jonah me interrumpió tomando las solapas de mi abrigo y cerrando el espacio


entre nosotros. Sus labios se estrellaron contra los míos y todo lo que acababa de
decir, se sentía como a un millón de kilómetros de distancia. ¿De qué estaba
hablando?

Mi boca se abrió y su lengua entró, derritiéndome a sus pies. Con mis manos
atrapadas entre nuestros pechos, él me sostuvo con tanta fuerza, que estaba
segura de que no me dejaría caer, nunca. Necesitaba su estabilidad, apenas podía
estar de pie por mi cuenta con el mero sabor de la menta que él también se había

199
puesto en la boca hace mucho tiempo.

El aire frío salió de mí como humo cuando me soltó y traté de recuperar el


aliento. ¿No creen estos lobos en la moderación?

―Uh… ―Traté de poner mis palabras en orden―. Tal vez, yo, uh, no fui muy
clara. ―Balbuceaba, así que probablemente no tenía sentido, pero…

―Lo entendí, Mackenzie ―dijo Jonah mientras su hoyuelo asomaba. No era


justo―. Pero eso no significa que no pueda besarte, incluso si es la última vez,
como un recordatorio de lo que te estarías perdiendo.

―Oh. ―Fue todo lo que pude decir cuando me soltó y me tropecé conmigo
misma. Una cosa era obvia, la gracia no era mi segundo nombre.

Me aclaré la garganta y me enderecé. Todos en la parada de autobús se rieron


de mí.

―Tócate la nariz, gilipollas ―gruñí y les di la espalda. ¿Qué sabían ellos de


mis males sobrenaturales?

El viaje en autobús duró unos cuarenta minutos y el paseo hasta el puente fue
de otros diez. Afortunadamente, nunca mencionó lo que pasó y se pasó todo el
tiempo preparando un plan de juego. Según Jonah, tenía que dejar que hablara
todo el tiempo y no involucrarme, mucho menos que me diera a conocer a Lucian.
Hubiera objetado porque seamos honestos, no había un hueso silencioso en mi
cuerpo, pero estaba demasiado ocupada reproduciendo ese maldito beso en mi
cabeza, así que lo dejé ladrar sus encías.

Eran las seis de la tarde cuando llegamos a la entrada del sendero que conducía
a Ward’s Island. Lucian ya nos estaba esperando, vestido con su uniforme de
pantalones negros y una camisa con botones hasta arriba. Esta vez llevaba puesta
una gabardina de lana abierta, negra, por supuesto, con un par de gafas de sol
clásicas Ray-Ban.

200
―¿Alergia al sol? ―pregunté mientras caminábamos hacia él.

―Hm, por qué sí, mascota. Es una desventaja ―ronroneó y no pude contener
una carcajada. Este tipo era irreal.

Jonah me dio un codazo y esa fue su forma de decirme que me hiciera invisible.
Sí… eso iba a ser difícil.

―¿Puedes llevarnos al hospital? ―Jonah fue directamente a los negocios.

El vampiro resopló.

―No me hubiera tomado el tiempo para salir de mi apretada agenda para


reunirme contigo hasta aquí si no lo hubiera hecho, Lobo. Por favor, dame un
poco de crédito.

―Deja de jugar Lucian, esto es serio ―ladró Jonah.

―Tan impaciente ―murmuré y él me miró.

―Estoy de acuerdo contigo ahí, mascota. Es bastante exigente ―dijo Lucian


mientras me guiñaba un ojo.

―Tenemos una pista y ella está en ese instituto mental. Si no puedes ser serio
y ayudarnos no sólo a encontrar a nuestro chico sino también a los tuyos, estás
perdiendo el tiempo.

―¿Oh en serio? Dilo. ―El vampiro sonrió y se apoyó contra uno de los pilares
del puente. Cruzó los brazos sobre el pecho como si tratara de ser casual, pero
sólo parecía robótico.
Jonah tardó demasiado en responder, así que salté.

―Su nombre es Jane Hancock, lo sé, no es original, pero creo que es Fae. Su
hijo fue secuestrado la semana pasada y estamos pensando que podría ser
Branwell, el tipo que la reina Fae dijo que faltaba. Jane llamó a la policía y les
contó todo, literalmente, así que la encerraron en la sala de psiquiatría. Tenemos
que averiguar qué sabe.

Lucian chasqueó la lengua.

―Bueno, no es un bocado. ―Suspiró―. Si la mujer está desquiciada, ¿qué te


hace pensar que podemos confiar en ella?

201
―No dije que debíamos confiar en ella, todo lo que tenemos que hacer es
hablar con ella y ver si su historia se suma.

―Tomate, tomate, es lo mismo.

―Lucian ―gruñó Jonah y puse un firme agarre en su antebrazo para


contenerlo―. Deja las veintiuna preguntas y llévanos al hospital.

―Mi joven Beta. Esa no es la forma correcta de acercarse a alguien de quien


buscas ayuda. Tu tipo no tiene modales, eres tan… animal ―dijo y nos mostró
sus colmillos con una sonrisa.

Jonah se agachó y gruñó. Esto no era bueno.

Con las piernas temblorosas, me puse de pie entre el vampiro y el lobo.

―¡Dejadlo! ¿Qué está mal con vosotros? ¿Tenemos personas desaparecidas y


os peleáis entre sí?

―Oh, me gusta ―ronroneó Lucian y los cabellos en la parte posterior de mi


cuello se levantaron. Me sonrió mientras lamía sus labios. Bruto.

―No, ni siquiera la mires. ―Jonah me agarró de la muñeca y me tiró detrás


de él.

―¡Oye! ―espeté y sacudí mi brazo hacia atrás―. Todo el mundo tiene que
dejar de intentar controlarme ya. ¡No soy parte de esta maldita Manada! ―grité.
Con ojos salvajes, escaneé a todos en el puente hasta que se establecieron en
Lucian―. Tú… ―Le señalé― …necesitamos tu ayuda, así que deja de hacer
tonterías y vayamos al punto. ¿Puedes ayudarnos? ―Estaba irritada.

Su piel de porcelana blanca era tan suave que me recordó el mármol de la


noche anterior en la biblioteca con Sebastian.

La sonrisa de Lucian nunca vaciló mientras me miraba. Sus pequeños y negros


ojos vagaban arriba y abajo por mi cuerpo mientras se enderezaba. Con el
deslizamiento espeluznante de la última vez que lo vimos, vino hacia mí hasta
que estuvo a sólo unos centímetros de distancia. Su dedo frío subió y se deslizó
por mi mejilla en una caricia. Se sentía como una piedra.

―Quern tamquam ex matre ―murmuró.

202
―¿Q… qué? ―tartamudeé. Me quedé inmóvil y ni siquiera pude parpadear
por miedo a que hiciera algo, como morderme.

―Nada, mascota, te ayudaré, y sólo a ti.

―¡No, Mackenzie! ―gritó Jonah y sus manos ásperas tiraron de mi brazo―.


¡No puedes confiar en un vampiro!

―Amigo, agárrate. No tengo que confiar en él para obtener la información que


necesitamos, y si no podemos confiar en un vampiro, ¿para qué diablos lo
llamamos? ―me burlé. Entendía por qué todos parecían estreñidos, pero si
queríamos encontrar a Jackson, teníamos que hacer ciertos sacrificios. Sólo tenía
que protegerme el cuello, literalmente, eso es todo.

―Excelente punto, mascota.

―Maldita sea, Mackenzie, ¿por qué nunca haces lo que te dicen?

Jonah tiró de su cabello. Estaba actuando como si yo estuviera desplegándome


en Irak. Hablando acerca de un colapso.

Resoplé.

―Si alguna vez hiciera lo que se supone que debo hacer, no sería yo misma.
Ahora supéralo, botón de oro. Tenemos que perseguir todas las pistas para
resolver este caso. ―Me dirigí a Lucian, quien todavía me estaba mirando con
cuidado, como si estuviera en algún secreto―. ¿Qué necesitas de mí?

―Quiero un mechón de tu cabello ―dijo mientras desviaba su mirada a sus


manos para limpiar sus uñas cuidadas. Su respuesta cayó demasiado rápido de
sus labios, como si estuviera esperando para decirlo.

―¿Eh?

Un gruñido se rompió detrás de mí y, tan pronto como me di la vuelta, vi a un


Beta candente que se dirigía hacia nosotros. Las manos frías de piedra agarraron
mi brazo y me arrojaron como una muñeca de trapo detrás de él. Con la palma
de la mano hacia fuera y sin ningún esfuerzo, su mano se estrelló contra el pecho
de Jonah, enviándolo a volar hacia atrás.

―¡Qué demonios, Lucian! ―grité cuando noté que los peatones que cruzaban
el puente ahora nos estaban prestando atención.

203
―Lo siento, amor, los lobos son muy sensibles hacia las Lunas. Gracias a Dios,
no pedí una garra con sangre como la que originalmente quería. ―Se rio y quise
apuñalarlo en el ojo. Una garra.

―Sois tan raros ―siseé y me acerqué a Jonah que se estaba levantando. Le


froté la espalda y lo calmé con la esperanza de que se relajara―. ¿Estás tranquilo?
Si quieres salvar a Jackson, necesito que te relajes.

Él asintió.

Lo miré por un momento antes de estar segura de que no volvería a tener un


arrebato y luego volví mi atención a Lucian.

―¿Por qué quieres un mechón de mi cabello?

Lucian desvió su mirada de mí.

―No te preocupes, Lobo Solitario, no haré vudú o algo así. Este es un asunto
personal y si quieres mi ayuda, aceptarás el intercambio.

Me mordí el labio.

―Bien. Has conseguido un trato.

―Bien ―dijo y dio una palmada frente a él―. Ahora dirijámonos al loquero
antes de que terminen las horas de visita.

El paseo por el puente no debería haber sido tan largo, tal vez era la tensión
entre mis dos compañeros, pero deseaba que Amy hubiera estado con nosotros.
Ella habría dicho algo para romper el hielo. O al menos me habría hecho reír,
como una broma de un lobo y un vampiro, un hombre que necesitaba para buscar
en Google cuando tuviera la oportunidad.

Jonah estaba alterado como una vara y sólo podía imaginar por qué: hice un
trato sin consultarlo. En mi defensa, no debería tener que hablarlo con nadie. Yo
era mi propia mujer, no parte de la Manada, y si hacía un trato amargo con el
demonio, lidiaría con las consecuencias después de encontrar a Jackson.

―¿Vais a ser amigos? La incomodidad me pone inquieta ―dije mientras nos


deteníamos frente al Centro Psiquiátrico de Manhattan.

204
―Kenz, en serio, por favor ―murmuró Jonah.

―Oh, aligera, Jonah Cadwell. La chica sólo está bromeando.

Seguimos a Lucian por la acera y llegamos a la entrada. No se veía como una


sala de psiquiatría, me imaginaba blanco estéril con relleno, se parecía a cualquier
otro hospital. Llegamos a la recepción donde una enfermera llamada Betty, de
acuerdo con su etiqueta de nombre, estaba sentada, escribiendo en su ordenador.

―Hola querida. Estamos aquí para ver a Jane Hancock ―dijo Lucian mientras
colocaba su codo derecho en el mostrador. Era tan teatral.

La bata azul de la enfermera se agitó cuando se levantó para dirigirse a


nosotros.

―Lo siento, las horas de visita terminan a las cinco. Puedes volver mañana a
las ocho de la mañana.

Mierda. Volví los ojos hacia Jonah, que se veía tan agravado como yo. No
podíamos esperar hasta mañana para ver si esto era una ventaja o no.

―Mis disculpas, amor, tal vez debería haberme presentado primero. Me llamo
Lucian Young, soy miembro de la Junta Directiva de este establecimiento, como
usted puede reconocer, y me dijeron que sería mejor que viniera a ver a una vieja
amiga mía que está aquí. ¿Podrías ser una persona querida y darnos algunos
pases de visita? ―La enfermera miró a Lucian como si quisiera huir. Se quedó
inmóvil y luego se apresuró a sacar las etiquetas con los nombres de los visitantes
de su cajón. Tenía que concedérselo al vampiro, se aseguró de que sus dedos
estuvieran sumergidos en muchas ollas. La eternidad era un largo tiempo,
supuse, bien podría estar listo para la vida.

Garabateé mi nombre en la etiqueta con el nombre y la golpeé en el lado


izquierdo de mi abrigo.

―¿Diana Stone? ―leyó Jonah con una ceja torcida.

―¿Qué? Estamos encubiertos, no quiero que la gente sepa mi nombre real


―susurré como si esta fuera una misión de operaciones negras.

―Sabes que estos nombres se introducen en un sistema del gobierno, ¿verdad?

―Confía en mí, lo sé ―dije con una sonrisa brillante. ¡Toma eso, Barbie!

205
―¿Lista? ―preguntó Lucian y luego miró interrogativamente mi etiqueta de
nombre.

―No preguntes.

Sonrió.

―Nunca un momento aburrido contigo, mascota.

Tomamos el ascensor al sexto piso y nos dirigimos hacia la habitación 6-132.


El piso estaba inquietantemente tranquilo y la recepción estaba vacía cuando
llegamos. Me incliné más cerca de Jonah, pensando que alguien estaba a punto
de saltar y asustarnos.

―Esto se siente como una película de terror clasificada B, chicos. ¿Por qué no
hay nadie aquí?

―¿Qué te tomó tanto tiempo? ―demandó una mujer al final del pasillo. Nos
detuvimos bruscamente y entrecerré los ojos para ver mejor.

―Es Jane Hancock ―murmuré mientras observaba su aspecto desaliñado.


Llevaba una bata de hospital que se tragaba su cuerpo delgado.
―Esperaba a los de tu clase aquí hace días. ¡Ahora sácame de aquí! ―gruñó
mientras trataba de caminar hacia nosotros, pero parecía estar sin aliento.

―¿Qué quieres decir? ―preguntó Jonah cuando nos acercamos a ella.

―Esa ―dijo mientras levantaba un dedo frágil apuntando hacia mí―, vino a
verme el otro día con la policía. ¡Han secuestrado a mi hijo y vosotros, lobos, no
habéis hecho nada!

―¿Cómo se suponía que debía saberlo? ―me burlé y crucé los brazos sobre
mi pecho.

―Lo sentimos. Es nueva, no lo sabía. ¿Quién es tu hijo?

206
―Branwell del Clan celta ―contestó y casi se cayó.

―¿Estás bien? ―Jonah se acercó para atraparla.

―¡Por supuesto que no! Este lugar está atado con hierro.

―Tendré que decir que es culpa mía. El año pasado remodelé el hospital. Qué
vergüenza ―suspiró Lucian con falsa preocupación.

Jonah gruñó al vampiro, pero levantó a la Fae en una cuna y la llevó a la


recepción, donde había una silla de ruedas.

―No te preocupes, te llevaremos a casa. Tenemos algunas preguntas que


hacer sobre Branwell.

―Te diré lo que necesites saber mientras me saques de aquí.

Betty, la enfermera, no estaba muy contenta con nuestra partida, o con el


préstamo de la silla de ruedas, pero era más fácil llevar a Jane en lugar de sacarla
de la isla. Estaba oscuro cuando la noche abarcaba la ciudad. Este había sido un
día muy largo y no podía esperar a que terminara.

―¿Por qué me mentiste y dijiste que el nombre de Branwell era John Hancock?
―pregunté mientras cruzábamos el puente.
Ella gruñó.

―Estabas con un humano. Por supuesto que mentí.

―¿Por qué no nos hablas sobre Branwell y la noche de su desaparición?


―intervino Jonah.

―Yo lo vi. Lo vi llevarse a mi chico. Tienes que encontrarlo, ¡prométeme que


lo encontrarás! ―gritó y mi corazón se rompió por ella.

―Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para traerlo de vuelta a salvo
―dije mientras detenía la silla de ruedas y me agachaba frente a ella―. ¿Puedes
decirnos lo que viste?

207
Se limpió las lágrimas de sus mejillas y se aclaró la garganta.

―Pensé que era un lobo pero olía diferente, era otra cosa. Estaba hablando con
Branwell a las afueras de nuestro edificio de apartamentos. Pensé que eran
amigos, hablaban como si se conocieran. Mi hijo a veces inventa hierbas para la
Reina Fae y otros sobrenaturales en la ciudad ―explicó y miró a Jonah como si
no estuviera segura de si debería haber dicho eso―. Branwell le estaba diciendo
que tendría todo listo en una semana y el lobo se enojó. Agarró a mi hijo por el
cuello y lo golpeó contra el edificio. No pude ver más allá desde mi ventana, pero
le oí decir que no podía esperar una semana. Lo siguiente que supe fue que el
extraño estaba arrastrando a Branwell a un SUV al otro lado de la calle. Esa fue
la última vez que vi a mi hijo.

Miré a Jonah y a Lucian, estaban pensativos ya que los cuatro estábamos


enraizados en medio del puente, inmóviles.

―¿Viste lo que parecía? ―preguntó Lucian.

Ella sacudió la cabeza.

―Estaba demasiado oscuro y mis ojos han empeorado a medida que pasan los
siglos. Pero no tenía el cabello oscuro.

―Podría ser Caleb, pero es demasiado difícil. Cuando dices que olía diferente,
¿a qué te refieres? ―preguntó Jonah.

―Olía a tierra, como un lobo, pero también olía a muerte y decadencia. ―Se
volvió hacia Lucian―. Como un vampiro.
―¿Es eso posible? ―le pregunté a Jonah y por la confusión en su rostro, no
sabía si lo era.

―Nunca he oído hablar de un híbrido, pero en este mundo, no me


sorprendería ―dijo mientras se pasaba la mano por el cabello.

―Los híbridos no son posibles, al menos no biológicamente. Confía en mí, lo


sabría ―dijo Lucian.

208
Entregamos a Jane, quien no nos dijo su nombre real, fuera de su apartamento
y Jonah llamó a Bernard para que pudiera actualizar a los Fae. Estábamos en una
pérdida y terminamos en la catedral de San Pablo de nuevo. Mientras estaba allí,
Jonah llamó a Sebastian para informarle sobre nuestro callejón sin salida. Si para
la próxima luna llena no se encontraba a Jackson, tendría que irme de cualquier
manera. Me sentí horrible por pensar así, pero tenía que salvarme y no podía
esperar un mes más para mi próxima oportunidad. Si me quedaba, me harían
una Luna o comenzarían a cazar mi cabeza.

―Tenemos que hablar ―susurró Lucian y asintió con la cabeza hacia una
salida. Hice una pausa cuando Jonah estaba de espaldas a mí, y me deslicé lejos
del altar y en dirección al estrecho pasillo por el que había atravesado el vampiro.
Hice el único giro a la izquierda y atravesé un pasillo que estaba conectado a otro
edificio. Entré en una habitación que estaba llena de muchas estanterías que
cubrían las paredes y un viejo escritorio de roble oscuro en el medio.

―Puedes entrar, Mackenzie… no muerdo ―sonrió Lucian.

―Muy gracioso ―escupí―. ¿Qué deseas?

―Primero, quiero hacerte una pregunta ―y asentí―. ¿Cuándo planeas irte?

―¿Qué?

―Me escuchaste claramente, mascota. ¿Cuándo planeas escapar de la


Manada? Sé que esos son tus pensamientos y no hay nada de malo en ello ―dijo
y comenzó a caminar―. La razón por la que pregunto es porque quiero ayudar.
Mierda.

―¿Por qué demonios quieres ayudar? Ni siquiera me conoces. ―Nada de esto


tenía ningún sentido. Ya tenía suficiente con el Alfa y el Beta, no necesitaba un
vampiro tan espeluznante como Lucian en la mezcla también.

―Cocina a fuego lento, lobo. No tengo ningún interés en ti… románticamente.

―¿Cómo…?

Él sonrió.

―Relájate, no leo mentes, está escrito en todo tu rostro. Ven y siéntate ―dijo
e hizo un gesto hacia una de las sillas frente al escritorio mientras se sentaba en

209
la otra.

Con cautela, lo seguí y me escabullí tan lejos de él como pude sin ser grosera.

―¿Cuánto sabes de tu madre, Mackenzie Grey?

Su pregunta me tomó por sorpresa.

―¿Qué pasa con ella? Es humana.

―Sí, sí, pero ¿sabes quién es realmente? Biológicamente.

―¿Qué? No sé lo que estás tratando de decir. Mi madre biológica es Joyce


Grey, de origen italiano, creo, antepasados. Ella no tiene nada que ver con los
hombres lobo.

―Joyce Grey ―susurró mientras se tocaba la boca con dos dedos―. Es eso
así…

―Sí, lo es, ¿por qué quieres saber sobre ella?

―Nada, simplemente alimentando mi curiosidad. ―Sonrió, pero no le creí.


Algo estaba tramando. Cruzó su pierna derecha sobre su izquierda, arrugando
sus impecablemente planchados pantalones negros. Inclinó la cabeza hacia un
lado mientras me observaba y eso me inquietaba―. ¿Por qué estás tan nerviosa,
mascota? ¿Podrían ser los chicos?

―¿Estás tratando de analizarme? Estás haciendo más de una pregunta.

Se rio entre dientes.


―Supongo que sí. Me disculpo si me he entrometido.

Entrecerré los ojos.

―¿Por qué quieres ayudarme? ―El bastardo astuto me estaba confundiendo


con todas sus malditas preguntas.

―Digamos que le debo un favor a alguien, y si lo ayudo, mi deuda se pagará


por completo ―dijo y se movió en su silla―. Mackenzie, sé que no tienes motivos
para confiar en mí. Al fin y al cabo, somos depredadores, pero espero que tengas
una oportunidad esta vez. Te equivocas cuando dices que no te conozco… Sí, y
con ese propósito y muchos más de los que no puedo hablar en este momento,
quiero ofrecerte asilo. Si aceptas mi refugio, ni la Manada ni los vampiros pueden

210
tocarte. Tendrás tu libertad.

Lucian se quedó mirando al espacio mientras hablaba, dándome la


oportunidad de observarlo más de cerca. Su pálida piel de porcelana era
impecable, con pómulos altos y un rostro estrecho. Su elegante cabello rubio
estaba recogido en una cola de caballo en la nuca de su cuello.

Se sentó erguido y era escultural, parecía irreal.

Las advertencias de Jonah resonaron en mi mente, pero mi instinto me dijo lo


contrario. Todavía no sabía cuál era el trato de Lucian, y con su curiosidad por
mi madre, comencé a pensar que había detalles que estaba pasando por alto. Él
insinuó que Joyce no era mi madre biológica, pero sabía a ciencia cierta que sí.

―¿Qué tendría que hacer, porque no hay manera de que me ofrezcas un


santuario gratis? Tiene que haber una trampa ―dije y él salió de su aturdimiento.

―No hay trampa, mascota. Ya sabes que no puedes quedarte en la ciudad de


Nueva York, pero no creo que quieras estar aquí mucho tiempo, ¿verdad?

Bueno, estaba seriamente tratando de analizarme. Ya no sabía si quería estar


aquí, sólo sabía que si me quedaba, tendría mucho con qué lidiar. Estaría
huyendo, incluso si la manada no me perseguía.

No le respondí.

―¿A dónde iría?

―Los Ángeles.
Capítulo 19

211
Mi boca se abrió al ver a Lucian sacar su teléfono con calma y comenzar a
escribir como si no me hubiera lanzado una bomba. Me quedé sin palabras, ¿Los
Ángeles? Eso era un cambio drástico con respecto a Nueva York y, obviamente,
estaba en el otro lado del país. Pero sonaba como el lugar perfecto para ir.

―¿Cómo vas a mantenerme a salvo allí? ¿No está la Manada en todas partes?

Los ojos de Lucian levantaron la vista de la pantalla de su teléfono.

―Tengo un clan allí que te protegerá.

―Espera. Déjame entender esto, ¿quieres que viva con un grupo de vampiros?
―Todo lo que estaría haciendo era escapar de un peligro por otro.

―Mi gente es la que te mantendrá a salvo de la Manada. No sería demasiado


exigente si fuera tú, pero no, no te estoy pidiendo que vivas con ellos, pero
tendrás que interactuar ―se detuvo por un momento, su pecho nunca se levantó
para respirar. Horripilante―. No somos gente mala, Mackenzie Grey. Si aceptas
mi oferta, lo aprenderás por ti misma.

Sin esperar respuesta, cambió su atención de nuevo a su teléfono e ignoró mi


lucha exterior con mi confusión interna. Esto trajo un nuevo significado a juzgar
un libro por su cubierta. Quería creer que era una buena persona y estaba
tratando de ayudar, pero incluso si Lucian no era un vampiro, todavía no
confiaría en él completamente. No confiaría en nadie que sólo quisiera ayudar.
Soy una neoyorquina, nadie es simplemente amable.

―Lo pensaré ―murmuré, todavía un poco perdida en mis propios


pensamientos.

―Estoy seguro de que lo harás, Mackenzie Grey ―dijo y se levantó.

―¡MACKENZIE! ―gritó Jonah desde el pasillo. Mierda, se estaba volviendo


loco. Irrumpió en la habitación como un buldócer y sus ojos color chocolate
brillaron dorados. Me imaginé que salía vapor de sus oídos y la idea me hizo reír.
No sólo de las imágenes, sino por los nervios que se acumulaban en mi estómago.
Tenía muchas cosas en las que pensar, pero antes que nada, necesitábamos

212
resolver este caso de secuestro.

―Relájate, estoy bien. ¿Qué dijo Sebastian?

―¡No me digas que me relaje cuando me doy la vuelta y te has ido! ¡Deberías
haberme dicho algo!

Tenía razón, de hecho estábamos en una guarida de vampiros, pero también


estaba equivocado.

―Si hubiera dicho algo, ¡me habrías detenido!

―Tienes razón, lo habría hecho. No puedes confiar en él, Kenz.

Lucian se quedó ocioso, sin decir una palabra mientras Jonah lo regañaba.
Llámame blandengue, o tal vez no sabía toda la verdad sobre su relación, pero
me sentía mal por Lucian. Desde que lo conocí, él no había hecho ni dicho nada
contra los lobos y todo lo que hicieron fue decirle mierdas una y otra vez, y aun
así pedirle ayuda de todos modos.

―No te preocupes, Mackenzie Grey. Todo se me cae de encima. ―Lucian me


guiñó un ojo y giré mi silenciosa ira hacia Jonah.

―¿Qué dijo Sebastian? ―demandé entre dientes. Estaba enojada con Jonah,
pero no iba a molestarlo con una audiencia. Tendría que aprender a contenerme.

―Nos dijo que regresáramos al almacén para que podamos reagruparnos. Ha


emitido una advertencia para que la Manada se mantenga alejada de ti, deberías
estar a salvo ―explicó, con el rostro de piedra fría, sin hoyuelo a la vista―. Ahora
vámonos. Este lugar hace que mi piel se erice.

En ese momento, quería perder todo el control y golpear a Jonah en el rostro


por tratar de apoderarse de mí, pero la bombilla en mi cabeza se encendió.

Me quedé sin aliento cuando fui a la estantería de Lucian y comencé a leer los
lomos.

―¿Tienes algún libro sobre especies? ―le pregunté mientras escaneaba los
libros a toda prisa.

―¿Qué?, sí, por supuesto. Están por aquí ―indicó Lucian y sacó un grueso

213
libro de texto de la estantería detrás de su escritorio.

―Mackenzie, ¿qué demonios estás haciendo? ―gruñó Jonah mientras trataba


de alejarme―. ¡Por una vez, sólo escúchame!

―¡Piel, Jonah! ¡Encontramos la piel!

―¿Qué?

―Oh, Dios mío, deja de pensar que no escucho y piensa en lo que dijo Jane
Hancock y en la piel que encontramos en su apartamento y en el parque. No te
rías, pero vi esto en un programa de televisión, ¿podría este secuestrador ser
alguien que se despelleja? ¿Cómo una serpiente? ―Sentí la respuesta en la punta
de mi lengua, pero no pude unirla por completo.

―Jonah. ―Lucian miró, boquiabierto―. Ella está en algo, podríamos tener un


Skin Walker en nuestras manos. ―El vampiro hojeó rápidamente las páginas del
libro que me había enseñado hasta que aterrizó en lo que estaba buscando: el Skin
Walker.

―Mierda ―murmuró Jonah y se pasó las manos por el cabello―. Son


literalmente imposibles de encontrar.

―Eso tiene sentido. Branwell probablemente estaba haciendo una hierba para
enmascarar su olor ―dijo Lucian.

―Pero, ¿quién es? ―pregunté mientras leía la definición de un Skin Walker.


SKIN WALKER ―La leyenda dice que esta criatura, con la piel de su presa,
puede tomar su forma y caminar y hablar como desee.

―Si tiene a Branwell para disimular su olor, no hay manera de que lo


encontremos.

―Tenemos un sospechoso, Jonah. Caleb. ―Y tenía sentido. Qué mejor manera


de infiltrarse en la Manada que a través de uno de sus capitanes. La única
pregunta ahora era por qué.

214
Un viaje en auto fue la forma más rápida de transporte al almacén y Lucian se
ofreció a pagar la factura. No aceptó un no por respuesta cuando dijo que vendría
con nosotros, contra lo que Jonah intentó persuadirlo. No sabíamos cómo
reaccionaría la Manada, podría provocar un alboroto y, por supuesto, mi excusa
favorita, sólo tendrían otra cosa por la que culparme. Definitivamente podía
sentir el amor.

Llegamos en tiempo récord y mis nervios volvieron a surgir al pensar en lo


que estábamos por hacer. Íbamos a acusar a alguien contra el que no teníamos
ninguna prueba de haber hecho algo incorrecto. Esto era lo que Sebastian no
quería que hiciéramos, pero Caleb era el más sospechoso de todos.

Cuando las puertas dobles del almacén se abrieron y entramos en la sala de


estilo cafetería, todos nos miraron y el piso se calmó. Sebastian estaba de pie junto
a los Capitanes, incluyendo a Caleb, en una pizarra blanca en el centro de la
habitación. Se dio la vuelta cuando Bernard le dio un codazo en nuestra dirección.

Los fríos ojos azules de Sebastian aterrizaron primero en Lucian y sus fosas
nasales se salieron de control.

―¿Qué está pasando, Jonah? ―ladró y su voz resonó en el piso principal.

Mientras que el Alfa y el Beta estaban en un punto muerto, exploré la


habitación en busca de Amy y la encontré en el rellano del segundo piso con Blu.
Ella saludó y yo sonreí, contenta de que estuviera bien.
―Esperaría esto de ella… ―Bash me señaló― …¡pero no de ti!

Iba a decir algo cuando Lucian me llamó la atención. Él negó y sólo pude
interpretar que me dijo que mantuviera la boca cerrada.

―No tenía opción, él iba a aparecer de cualquier manera, así que prefiero que
estuviera conmigo ―explicó Jonah, manteniéndose firme en su decisión.

Sebastian caminó a través de la habitación hacia nosotros con los Capitanes


detrás de él. Se detuvieron a un metro y medio de distancia.

―¿Cuál es el significado de tu visita, Lucian?

―Oh, es bastante simple, Alfa, tienes un traidor entre manos ―dijo Lucian

215
mientras se inclinaba hacia adelante y acunando su boca, fingiendo susurrar,
pero todo el almacén escuchó.

Los jadeos viajaron como un fuego salvaje y sólo enfureció a Sebastian aún
más.

―¡Silencio! ―rugió y fue como presionar el botón de silencio en tu TV. Ni un


sonido―. Explícate.

―¡No puedes confiar en ellos, Sebastian! ¿Ese lobo solitario lavó el cerebro a
Jonah y trajo a un chupasangre a nuestra casa? ¡Esto no es sagrado! ―gritó
alguien desde la multitud de hombres lobo.

―¿Sagrado? ―Me reí, ya no podía contenerme. Necesitaba que me


defendieran y si nadie lo iba a hacer, seguro que yo lo haría―. ¿Qué diablos
sabéis vosotros de lo que es sagrado? Nada. Este vampiro puede saber más que
vosotros ―dije mientras movía mi pulgar hacia Lucian―. Vive en una maldita
iglesia, debe haber una Biblia por ahí en alguna parte.

―Mackenzie ―advirtió Jonah pero lo ignoré.

―Lo que no es sagrado es el hecho de que tenéis a un lobo en vuestra Manada


que está cultivando acónito sin permiso. Que trató de darme algo y alimentó con
él a la fuerza a Sam que está acostado en la cama, apenas aguantando. Y… ―Hice
una pausa para un efecto extra. Lucian no era el único que podía ser teatral―
…él es un Skin Walker.

Señal para los jadeos.


No aparté la mirada de Scarface y me alegré de no haberlo hecho. Mientras la
habitación estallaba en un caos, entrecerré los ojos y atrapé la más leve
contracción de su labio superior. Te pillé, perro.

Sin esperar permiso, corrí hacia él y lo tiré al suelo. Los únicos que lo notaron
fueron los lobos en nuestra vecindad inmediata. Todos los demás estaban
ocupados discutiendo sobre mis acusaciones.

Me giré hacia él, a la derecha, a la izquierda, luego me dio la vuelta y envolvió


sus manos alrededor de mi cuello. Le arañé el rostro, mi lobo interior se despertó.
Mis colmillos emergieron y le espetaron, tratando de inhalar algo de oxígeno.

―Eres una estúpida, perra ―me susurró al oído cuando alguien finalmente

216
me lo quitó.

Tardé menos de un segundo en saltar y agacharme a gatas. Me dolía la


garganta y me lloraban los ojos, pero eso no impidió que mi lobo soltara un
rugido que podría avergonzar a un león. La habitación se congeló cuando todos
los ojos estaban sobre mí. Observé cómo mis uñas se extendían y raspaba el suelo
de hormigón, los cabellos de mis brazos se engrosaban y mi rostro se arrugaba
como una ciruela. Había cambiado a medias. Mi lengua se deslizó a través de mis
colmillos y sentí que el hambre devolvía su fea cabeza.

―¡Ella me atacó! ¡Haz algo al respecto! ―gritó Caleb, con los ojos
desorbitados.

―¡Tranquilo, Caleb! Averiguaremos…

―¡No, Sebastian! He tenido suficiente de tu simpatía por esta forastera. Es


obvio que estás haciendo excepciones por ella; dejar que tus sentimientos nublen
tu juicio no es un signo de un Alfa que pone las necesidades de la Manada antes
que él mismo ―se burló Caleb, y un gruñido arrancó mi garganta.

No reconocí mi voz, salió más profunda y mortal.

―¿Estás tratando de desafiarlo? ―pregunté cuando las piezas empezaron a


caer en su lugar. Este era su plan desde el principio: quería la posición de
Sebastian―. ¿Quién demonios eres? ―gruñí cuando Lucian se puso de pie a mi
lado. Él debió haber llegado a la misma conclusión.
―No me hagas preguntas, niña, ¡no tengo que darle explicaciones a un lobo
solitario como tú!

―Contéstale, Caleb. ¿Quién eres? ―preguntó Jonah mientras se ponía de pie


a mi otro lado. Dudé sobre que se pusiera de mi lado, pero él no lo hizo.

Caleb se burló y se volvió hacia la multitud que se había formado.

―¿Veis esto? ¿Quién es el traidor ahora? ¡Tomando el lado de un perro


callejero en lugar de su propia familia!

―¡Caleb! ―ladró Sebastian―. Si no tienes nada que temer, hermano, entonces


no deberías tener problemas para responder la pregunta.

217
Scarface miró a los lobos que esperaban su reacción. Una cosa era que lo
acusaran injustamente, pero estar tan a la defensiva como estaba, despertó cierta
curiosidad.

Traté de recordar lo que el libro había dicho sobre los Skin Walkers, la piel
estaba cosida justo debajo de la barbilla, miré a Lucian y asentí. No sabía cómo
estaba siempre a un paso por delante de mí, pero no era el momento de
preguntar. Me lancé hacia Caleb.

―Esto es ridículo ―dijo justo cuando me subía a su espalda como un mono


araña y mis garras se extendieron alrededor y debajo de su barbilla. Sentí la cresta
en su piel, clavé mis uñas en ella y tiré.

El miedo de equivocarme me mordió las entrañas, porque si lo estaba, tendría


que lidiar con toda la Manada y eso no sería algo de lo que Jonah, ni Sebastian
pudieran sacarme de aquí. Me matarían con o sin el permiso de su Alfa si
lastimaba a uno de ellos, afortunadamente, no lo haría.

Coloqué la carne de su rostro sobre su cabeza y lo expuse a lo que realmente


era: un Skin Walker. Su rostro estaba en carne viva y todo músculo, pero no había
error, no era Caleb. La estructura de su rostro estaba completamente equivocada.

Lucian siseó y aulló en el almacén. Me aferré al rostro de Caleb, un hombre


lobo que nunca había conocido.
Mohammad y Bernard sostuvieron al impostor que estaba golpeando contra
sus garras. El rostro de Jonah ardía con tanta rabia, que incluso le temí por un
momento.

―¡¿Dónde está?! ―gritó―. ¡¿Dónde está mi maldito hermano?!

El Skin Walker se rio.

―Tendrás que matarme porque nunca te lo diré.

Jonah se volvió hacia él, pero eso sólo lo hizo reír más. Mi mente se revolvió
mientras trataba de pensar en algo, cualquier cosa para tomar ventaja sobre esta
criatura, pero no había nada. No habíamos aprendido lo suficiente sobre él.

218
Descubrir su identidad fue sólo un golpe de suerte.

Me moví entre él y Jonah, quien se detuvo bruscamente de su ira fuera de


control.

Mis ojos se estrecharon hacia el Skin Walker y susurré:

―Dime dónde están y te dejaré vivir. Arriesgaré mi vida para salvarte de la


Manada. No les tengo ninguna lealtad; sabes que es cierto. ―No sabía si me
creería, pero tenía que intentarlo. Un sacrificio.

―¿Si estás mintiendo? ―preguntó con una voz que no reconocí.

Sin dudarlo, agarré a Jonah y envolví mi mano alrededor de su garganta


mientras estaba a su lado. Las garras perforaron su piel, se congeló a mi lado al
igual que todos los demás en la habitación.

―Déjalo ir ―les grité a Mohammad y Bernard―. Si no nos dejáis salir de aquí,


le arrancaré la garganta.

―¿Qué estás haciendo, Kenz? ―gruñó Jonah, su corazón golpeando


salvajemente contra su pecho.

―Mackenzie, no hagas esto ―dijo Sebastian, tratando de negociar conmigo.


Si me salía con la mía, el Skin Walker sería liberado y la Manada me mataría. Era
un sacrificio por Jackson y el resto de los secuestrados.

―¡Dije que lo dejéis ir! No me hagáis repetirme.


Los dos capitanes soltaron lentamente el Skin Walker y él se quedó en su lugar
por un momento, esperando ver si era un truco. Cuando llegó a la conclusión de
que realmente estaba a punto de dejarlo ir, comencé a alejarme con Jonah a mi
lado. Levanté la vista y vi a Amy volar por las escaleras hacia mí.

―Que nadie se acerque. Si lo hace, lo mataré. ―Sebastian agarró a Amy justo


cuando estaba a punto de acercarse a mí. Incluso Lucian me miró con
preocupación. Por una vez, hice algo que no esperaba.

Los tres retrocedimos y, tan pronto como llegamos a las puertas dobles, el Skin
Walker me susurró al oído:

―El sótano del apartamento de Caleb.

219
Tuve un tiro y un sólo tiro. Todo dependía de que hiciera esto bien. Empujé a
Jonah tan fuerte como pude hacia la multitud de lobos que estaba al borde de
perder el control. Me di la vuelta y clavé mis garras en la espalda del Skin Walker.
Con mi otra mano agarré su cuello por estabilidad y forcé mi mano aún más hasta
que tuve un firme control sobre su corazón.

No sabía qué pasaba detrás de mí, si la Manada iba a atacarme o no, pero
esperaba que alguien escuchara el lugar donde estaba detenido Jackson.

Con la boca en su oreja, dije:

―No tengo ninguna lealtad con nadie. ―Y le arranqué el corazón.


Capítulo 20

220
La beca en 1PP me había enseñado muchas cosas, pero estaba muy agradecida
por la sabiduría del detective Garrett Michaels. Siempre me había dicho que ser
un buen oficial no era el aspecto más importante del trabajo; se trataba de tomar
las decisiones difíciles, las que podrían dejarte marcado de por vida lo que lo
hacía grande en este campo. Incluso si a la gente no le gustabas por eso, alguien
tenía que hacerlo, y algunas veces tenías que romper las reglas.

No sabía cómo me sentiría después de matar al Skin Walker. No me había


propuesto hacerlo, fue una decisión de último minuto, pero sabía que era una
decisión que debía tomar por el bien de todos los demás. Jonah lo iba a matar
antes de averiguar dónde estaba su hermano o si estaba vivo. Recé porque lo
estuviera. Puede que no fuera religiosa, pero si había un Dios que me estaba
mirando, esperaba que escuchara y mientras iba en contra de uno de sus
mandamientos, recé para que también me perdonara, porque no estaba segura
de poder hacerlo yo.

Los murmullos afuera de la puerta me hicieron mantener los ojos cerrados.

Si los abriera, tendría que admitir las cosas que había hecho. Nadie había dicho
ni una sola palabra cuando me quedé de pie en la entrada del almacén con un
Skin Walker arrugado a mis pies y un corazón sangrante y sin latido en la mano.
La conmoción detrás de mí se convirtió en un ruido blanco cuando alguien me
arrastró lejos. Mi mano goteaba un rastro de color carmesí a mi paso.
No recordaba mucho después, pero sabía que habían pasado seis días, trece
horas y veintitrés minutos desde el asesinato. Cada vez que alguien venía a
verme o me traía comida, cerraba los ojos y fingía estar dormida. No estaba
preparada para enfrentar a nadie, todavía no.

Por todo lo que hablé, no estaba preparada para sentir este vacío de emoción,
para sentirme despojada de mi humanidad y, en general, para sentirme sucia. No
lo entendí porque él era el malo. Hice algo bueno, ¿verdad? Entonces, ¿por qué
me sentía así?

La puerta se abrió con un chirrido y olí quién era, Amy. Me había estado
visitando todos los días mientras estaba acostada, inmóvil.

221
―Oye Kenz ―dijo mientras se sentaba en la cama y agarraba mi mano―.
Mañana es luna llena y todos se dirigen a la finca. Sé que no se me permite ir
porque podría ser peligroso, pero necesito hablar contigo antes de que te vayas.
Sebastian dijo que te llevaría tanto si te despiertas como si no. Por favor,
Mackenzie. Si no es por mí, al menos por Ollie. Ha estado llamando a tu teléfono
sin parar y está preocupado. Por favor, sólo despierta ya, todo está bien ahora.
Jackson ha regresado. He estado ayudando a Blu a cuidarlo. ―Hizo una pausa―.
Está bien, bueno, te veré de nuevo esta tarde. Te quiero, Kenz. ―Me dio un beso
en la frente y abandonó la habitación.

Esperé unos minutos antes de volver a mirar al techo. Necesitaba orientarme


antes de la luna llena.

Escuché que alguien giraba la perilla de la puerta y cerré los ojos rápidamente,
tal vez todavía no estaba lista.

―Mackenzie Grey, necesitas despertarte. Estoy cansado de que todos lloren


por ti y por tu trasero insensible. Sólo porque no estoy al cien por cien y necesito
reposo en cama, no significa que sea el próximo doctor Phil. Así que, o abres esos
ojos grises, o abro este colchón. Tienes treinta segundos para decidirte.

Sabía que no había extrañado tanto a Jackson. Qué gilipollas.

―Si pones un dedo en esta cama, te lo cortaré ―dije, o al menos traté de decir.
No había hablado ni una palabra en días y mi garganta estaba tan seca como el
desierto del Sahara.
―Ah, ahí está. Bienvenida de nuevo al mundo de los vivos.

Abrí los ojos mientras me entregaba un vaso de agua. Tomé un sorbo mientras
levantaba mi dolorido cuerpo en una posición sentada. Todo lo que había hecho
era acostarme en la cama y usar el baño de vez en cuando, pero me dolían los
músculos.

―¿Quién ha estado llorando por mí?

Se apoyó en la cama con un codo.

―Oh, ya sabes, los sospechosos habituales: Amy, Blu, Sebastian, Jonah,


demonios, incluso tienes al viejo Bernard preocupado. Hombre, incluso el

222
vampiro ha estado visitando el almacén a diario. ¿Cuándo te hiciste la mejor
amiga de esa sanguijuela?

―Desde que me ayudó a salvar tu lamentable culo. De todos modos, ¿cuándo


voy a recibir un agradecimiento por eso?

Él resopló.

―No en esta vida, muñeca. ―Me lo figuraba.

Me mordí el labio inferior e hice malabares con mi siguiente pregunta.

―¿Qué tan malo es?

Jackson inclinó la cabeza hacia un lado.

―¿Es por eso que has estado en un coma auto inducido estos últimos días?
¿Crees que estás en problemas? ―No pude responder, así que asentí―. Hombre,
me gustaría poder decir que ese es el caso, pero no, eres una maldita heroína para
estos idiotas. Sal de tus sentimientos y ve a saludar a tus admiradores. Incluso mi
padre está emocionado por conocerte.

Esperé a ver si estaba bromeando, pero no lo estaba. Pensé que eso me haría
sentir mejor, pero sólo me puso ansiosa, y no de una buena manera.

―En una nota seria, Mackenzie, sal de esta habitación y enfrenta tu miedo. Es
la única manera.

―Lo sé ―murmuré mientras me preocupaba por mis manos.


―Entonces levántate. Amy está preocupada por ti, no le hagas eso a tu amiga.

Era mi turno de levantar una ceja.

―Amy, ¿eh? ―Sonreí.

Él empujó mi hombro.

―Ciérrala. Ella es genial.

―Mhm… claro.

Sacudió la cabeza y se levantó para irse.

―Jackson. ―Se dio la vuelta―. Me alegra que estés bien.

223
Por un momento pensé que en realidad diría algo agradable, pero no debería
haber tenido expectativas tan altas.

―No te ablandes, Mackenzie. Ahora date prisa, están esperando.

Me bañé, me cepillé los dientes y el cabello, limpiando meticulosamente cada


parte contaminada de mi cuerpo. Me puse un par de tejanos limpios y una camisa
de manga larga que puse encima de la mesita de noche y puse mis pies en un par
de zapatillas que estaban al lado de la cama. Al abrir la puerta, entré en el rellano
del segundo piso y miré hacia el piso principal. La habitación estilo cafetería tenía
unos pocos ocupantes, pero no estaba tan llena como en el pasado. Examiné el
grupo para asegurarme de que las personas que necesitaba ver estaban allí.

Estaban sentados en una de las mesas almorzando y no me moví de mi lugar


mientras los espiaba. Se rieron de algo y Blu echó la cabeza hacia atrás, viéndome
desde donde estaba.

―¡Mackenzie! ―exclamó y todos en la mesa siguieron su línea de visión.

No me había mirado en el espejo, así que no sabía si me parecía a una mierda


o no, pero sólo podía esperar que estuviera al menos medio decente. La mirada
fija y el silencio me hicieron sentir incómoda y moví mis pies, tratando de
encontrar el coraje para moverme.

Jackson asintió y quise abofetearme por encontrar el valor para alejarme de él.
Pero hizo el truco. Bajé las escaleras lentamente, mis músculos se adaptaron para
moverse otra vez, y encontré a Amy al pie de la escalera. Envolvió sus brazos
alrededor de mí en un suave abrazo. Esperaba y me estaba preparando para un
abrazo que me haría caer de los pies.

―Te extrañé, Kenz ―susurró y sentí que me lloraban los ojos.

Tragué mis lágrimas y le devolví el abrazo.

224
―Yo también te extrañé, Aims.

Me soltó y me acompañó a la mesa. Nadie más se levantó para saludarme y


estuve agradecida. No podía soportarlo, no ahora. Obtuve un asentimiento de
Sebastian y Jonah, y una sonrisa de Blu. Aparte de eso, todos volvieron a su charla
de la hora del almuerzo. Gracias a Dios.

Una vez terminó el almuerzo, Sebastian me llevó a un lado y me dijo que me


reuniera con él en su oficina en diez minutos. Esos fueron los diez minutos más
largos de mi vida.

Amy y Blu me hacían compañía, hablando de cualquier cosa que no fuera


reciente, cuando me disculpé y bajé al sótano. Me quedé fuera de la oficina de
Bash durante un minuto, sintiendo que el calor subía por mi cuello y mis palmas
estaban pegajosas. Estaba nerviosa porque sabía de qué teníamos que hablar y
no quería tener esta conversación todavía.

Llamé a la puerta dos veces antes de que me diera la autorización para entrar.
Estaba sentado detrás de su escritorio y Jonah estaba sentado en uno de los
asientos frente a él, con la espalda hacia mí.

―Hola, uh, ¿querías verme? ―murmuré.

Sebastian levantó la cabeza de la pila de papeles sobre su escritorio.

―Sí, toma asiento y cierra la puerta detrás de ti.

Tomé dos respiraciones profundas y estabilicé los latidos de mi corazón.


Sacudiéndome los nervios, me relajé e hice lo que me dijo, por una vez. Miré
directamente a la estantería detrás de Sebastian y traté de leer sus títulos,
cualquier cosa para evitar mirarle a él o a Jonah.

―No queríamos molestarte tan pronto, pero con la luna llena de mañana,
teníamos que hablar de algunas cosas ―comenzó Jonah―. No habíamos hablado
de ello en detalle antes, pero como sabes, la manada se dirige hacia la finca
durante esta época del mes. En lugar de hacerte ir, queremos darte la opción.

Mi mirada se volvió hacia Jonah. Me estaban dando una salida.

―Esto no es un truco, Mackenzie ―dijo Sebastian―, ya pasaste lo suficiente,


no queremos presionarte.

225
Quería llorar y romperme, me sentía rota por dentro. Tal vez estaba siendo
dramática, pero una cosa era segura, no quería que me vieran de esa manera. No
quería que me manipularan con guantes de niños ni que me trataran como si
fuera de porcelana. Así era como trataban a sus Lunas y definitivamente no era
una de ellas. Mi orgullo no me dejaría.

―Estaré bien para ir.

―Kenz, no tienes que tomar una decisión ahora. Piénsalo… ―comenzó Jonah
y lo interrumpí.

―Dije que iré. Mi decisión es definitiva.

―Está bien, eso está resuelto. No empujes, Jonah. Ahora tenemos que hablar
de lo que pasó.

―¿Qué pasa con eso? ―dije en un tono plano. No estaba lista.

―Mackenzie, cuando nos vayamos a la finca, habrá algunas preguntas


planteadas con respecto al Skin Walker. Principalmente, cómo sabías a ciencia
cierta que Caleb no era quien decía que era.

―No lo hacía. ―Podría haber mentido, pero esto me estaba comiendo viva: el
temor de que pudiera haberme equivocado y posiblemente haber matado a una
persona inocente a sangre fría.

―No puedes decirle eso a mi padre.


―Bueno, no mentiré ―exclamé―. No lo sabía con seguridad, me arriesgué y
tuve suerte. Fin de la historia.

―Mackenzie, él no te está diciendo que mientas. Pero tienes que tener cuidado
con lo que le dices a Charles. Todo lo que estamos tratando de hacer es
mantenerte viva. No queremos que nada salga mal ―explicó Sebastian.

―Aprecio los sentimientos, pero estoy jodida de cualquier manera. No


importa cómo pintes la imagen, nunca seré una Luna. ―Me levanté de la silla y
salí de la oficina. Ninguno de los dos intentó detenerme.

Regresé al piso principal donde estaba Amy en su teléfono, probablemente


revisando Facebook. Me deslicé en el banco frente a ella y ella se animó.

226
―Oh, Dios mío, deberías ver las fotos que Diana Stone acaba de publicar en
Instagram. Nana Carson se volvería loca si las viera. Tengo la tentación de tomar
una captura de pantalla y enviarla por correo con la nota, esta es tu futura nuera
escrita en la parte posterior. ¿Qué piensas?

Me reí.

―Creo que estás loca. Déjame ver. ―Me pasó su teléfono y, efectivamente,
eran algunas fotos escandalosas de Diana Stone bailando en la parte superior de
un bar, casi sin nada―. Con esto le daría a Nana un ataque al corazón.

―Oh, pero la venganza sería muy dulce. Esa estúpida barbie ―dijo Amy
cuando escuché el clic de ella tomando una captura de pantalla en su teléfono.

―Aims, estamos saliendo de este antro. Al menos por un par de horas


―bromeé―. Me iré a la finca con el resto de la Manada mañana para la luna llena.
Salgamos. Te lo debo por ser tan mal amiga estos últimos días.

―¡Joder, sí me lo debes! Nadie más habría aguantado tu sueño falso.

Puse los ojos en blanco.

―Sí, sí. Bueno, ¿a dónde quieres ir?

―¿Honestamente? ―Asentí―. De alguna manera quiero ir a casa y tener un


día de Netflix. ¿Tal vez pedir algo de tailandés?

―Amy, eso suena como pura felicidad.


Capítulo 21

227
―Pásame el bloc tailandés ―solicitó Amy y le entregué el contenedor para
llevar.

―¿Más arroz pegajoso?

―Sí ―dijo y nos metimos en una fría y segunda comida de Tailandia.


Habíamos estado sentadas en el suelo de la sala de estar viendo repeticiones de
House of Cards y tratando de comer con palillos―. Lo juro, lo haría totalmente
Frank Underwood. Me encantan sus notas laterales.

―Ugh, asqueroso, Amy.

―Oh, lo que sea, como si no estuvieras salivando sobre Mark Harmon del
NCIS.

Fruncí el ceño.

―¡Está malditamente caliente para un viejo!

―¡Así es Kevin Spacey!

Vimos hasta el episodio trece de la primera temporada, con unas pocas


interjecciones de Amy tratando de probar por qué Frank era factible. Mi teléfono
estaba enchufado al cargador cuando lo escuché sonar, notificándome un
mensaje de texto.

Jonah: ¿Cuándo vas a volver?


Yo: mañana, ¿por qué?

Jonah: Curiosidad. Cuídate.

No respondí y no pensé que esperara una respuesta a cambio. Aprecié su


preocupación, pero necesitaba separarme de este enamoramiento que tenía con
él y Sebastian, especialmente si me iba a ir después del tercer día de la luna llena.
Independientemente de lo que sucedió, el plan seguía siendo el mismo: no me
uniría a la Manada.

Mientras Amy hacía chocolate caliente, entré en mi habitación y llamé a Ollie.


Por lo que Amy me dijo, había estado llamando todos los días y sabía que algo
no estaba bien. Respondió antes de que terminara el primer timbre y pude

228
escuchar un suspiro de alivio cuando escuchó mi voz. Me inventé una excusa de
mierda sobre un resfriado y que no quería preocuparlo. Sabía que no había
comprado mi artículo de portada, pero no me presionó. Así era cómo funcionaba
nuestra familia.

―Sabes que estoy aquí para ti, Kenzie, con todo lo que necesites, sin importar
qué ―dijo y me hizo sonreír.

―Lo sé, Ollie.

Nos despedimos y reflexioné sobre nuestra conversación. Esperaba haber


tomado la decisión correcta otra vez, para todos los involucrados.

Regresé a la sala de estar donde Amy estaba buscando algo más para ver en
nuestra cola de Netflix. Había limpiado nuestras cajas de cartón para sacarlas y
las había reemplazado con dos tazas humeantes de chocolate caliente con mini
malvaviscos flotantes. Y pasamos el resto de nuestro tiempo antes de la luna
llena. Recordando que todavía éramos humanas.

―Está bien, así que la última noche, ¿vas a alquilar un auto y regresar a la
ciudad? ―preguntó Amy mientras me ayudaba a empacar mi bolsa de lona.
―Sí, Amy, no te preocupes. Hemos repasado esto. Alquilaré un auto desde
donde sea que estemos, lo recogeremos y luego nos pondremos en camino hacia
la libertad. Así que sólo lleva tus necesidades básicas empacadas, no todo tu
armario ―dije mientras estrechaba mis ojos a la pequeña desviada. Si no la
detenía, estaría tirando de un U-Haul4 sólo con su ropa.

―Lo sé, lo sé ―exclamó mientras saltaba hacia arriba y hacia abajo.

Por alguna razón esto la excitaba. Deseaba poder sentirme de la misma


manera, los nervios en mí me hacían querer tomar un Xanax. Justo antes de irme,
la atraje a un fuerte abrazo.

―Te amo, Amy. Gracias por ser la mejor amiga increíble. No podría haber

229
hecho nada de esto sin ti ―murmuré en su cabello rojo llameante mientras sus
brazos tatuados me devolvían el abrazo. Pensé en cuándo nos conocimos y cómo,
aunque era humana, sabía exactamente qué hacer cuando experimenté mi primer
cambio. Sin saberlo, ella me había protegido todos estos años de lo normal y lo
paranormal. Le debía más de lo que jamás podría pagar. Sólo esperaba que
estuviera haciéndole justicia con mis decisiones.

Tomé un autobús y un tren para llegar a Dumbo, Brooklyn, donde se


encontraba la sede de la Manada. Pasé todo el viaje tratando de calmarme con
algunos de los mejores éxitos de los Beatles en mi iPod. Desafortunadamente,
Paul y John no lo estaban haciendo por mí hoy.

Con mi bolsa de lona colgada del hombro, empujé las puertas dobles hacia el
almacén y me encontré con una multitud de lobos ocupados que empacaban su
viaje de tres días. Deambulé entre la multitud tratando de encontrar un rostro
familiar, mientras muchos me saludaban y me sonreían. Algunos me dieron unas
palmaditas en la espalda y por primera vez, la Manada me aceptó como uno de
ellos. No más miradas o miradas extrañas de ellos. Ahora me veían con
admiración, como familia, lo que hizo que mi partida fuera mucho más difícil.
No estaba encariñada con ellos, quiero decir que apenas los conocía, pero era una
buena idea saber que había un grupo de personas como yo que podría haber sido
familia, que entendía por los problemas que pasé y no me juzgaban.

4 U-Haul: es una empresa estadounidense de alquiler de equipos de mudanza y


almacenamiento, con sede en Phoenix, Arizona.
No pude encontrar a nadie en el piso principal y no vi a nadie en el segundo y
tercer rellano. Me dirigí hacia el sótano hacia la oficina de Sebastian. La puerta
estaba abierta y todos, excepto Blu, estaban dentro.

Toqué y todos los ojos se volvieron hacia mí.

―¿Puedo entrar? ―Sebastian me indicó que entrara y Bernard me ofreció su


asiento―. Uh, no, gracias, sólo vine para averiguar si hay algo que deba hacer.
Está pasando mucho ahí afuera ―dije y cambié de pie.

―Si está todo empaquetado, entonces está todo listo. Nos vamos en una hora
aproximadamente ―comentó Jonah―. Puedes ir con nosotros hasta Little Falls.
Blu también vendrá. ―Asentí y estaba cómoda con que Blu estuviera en el auto

230
con nosotros. Sería incómodo sólo con los chicos.

―¿Podéis todos disculparnos? ―Sebastian hizo un gesto a los capitanes que


estaban en la habitación. Uno por uno, salieron y Jonah se detuvo un momento a
mi lado y me abrazó.

―Todo va a estar bien, Kenz.

Se fue y estaba a solas con el Alfa. Se recostó en su silla y me indicó que me


sentara. No discutí.

―Escucha. Sé que lo que pasó con el Skin Walker es duro para ti, pero
necesitas superarlo. Esta no eres tú, Mackenzie. Eres más fuerte que esto y
necesitas comenzar a mostrarlo ―comentó Sebastian―. ¿Así que mataste al
bastardo? ¿Y qué? Lo que no sabes es que estaba recolectando diferentes pieles
por toda la ciudad. Estaba tratando de infiltrarse en la Manada y hacerse cargo
para comenzar una guerra con los Vampiros. Mató a uno de mis mejores
capitanes y nos hizo dudar de que Caleb fuera un buen lobo. Era un mal tipo,
Mackenzie, le hiciste un favor al mundo. En lugar de hacer pucheros, ¿por qué
no te das una palmadita en la espalda y caminas por aquí con cierto orgullo? No
sólo te probaste a ti misma en la Manada, sino que estás cambiando el statu quo
con las Lunas. Esto es innovador, enorgullécete de eso.

Asentí pero no dije nada. Quería y sabía que lo estaba esperando, pero si abría
la boca me echaría a reír. Esta era la peor y mejor charla de todos los tiempos.
―Lo que sea. ―Puso los ojos en blanco―. Antes de ir, este paquete llegó para
ti. ―Me entregó un sobre de FedEx―. Esta no es tu oficina de correos personal,
así que, a menos que te unas a la Manada, no vuelvas a usar esta dirección.

―Sí, señor. ―Lo saludé y saqué mi misterioso correo de su escritorio. Me di


la vuelta para irme, asumiendo que fui despedida.

―¿Y Mackenzie? ―Me detuvo y miré hacia atrás para ver una sonrisa en su
rostro mientras sus ojos azules brillaban con algo que sólo podía pensar como
peligroso―. Esto sólo me hace desearte aún más.

Si pudiera desmayarme en un charco de nada, lo haría, pero no podía. No les


daría a ninguno de ellos la satisfacción de ver lo mucho que me afectaban.

231
A mitad del pasillo, comencé a abrir el sobre que Sebastian me había dado y
no pude evitar sonreír cuando vi su contenido. No podría haber llegado en mejor
momento. Lo metí en mi bolsa de lona y fui a buscar a Blu.

Tres horas y cuarenta y cinco minutos. Ese es el tiempo que tardamos en llegar
de Brooklyn a Little Falls, Nueva York. El paisaje era hermoso, pero noventa y
nueve botellas de cerveza en la pared estaban ralentizando mis últimos nervios.
¿Tenían que cantar todas las canciones de viaje que el hombre conocía?

Condujimos por Main Street y me recordó a mi hogar, a Cold Springs. Supuse


que muchas de estas pequeñas ciudades al norte del estado eran similares. La
única diferencia era que Little Falls estaba rodeada de tanta naturaleza, que tuve
que bajar la ventana para aspirar el aire fresco. La pequeña ciudad estaba a menos
de diez dieciséis kilómetros de distancia de la finca y no podía perderme ni
siquiera si estaba perdida. La puerta de hierro forjado con pilares de hormigón a
ambos lados me dio la bienvenida a Cadwell Estate: ciento cincuenta y siete acres
de tierra que albergaba a los hombres lobo del noreste una vez al mes. El viaje de
cinco kilómetros a través de la finca era igual de hermoso y mi rostro estaba
pegado a la ventana del auto mientras miraba con los ojos abiertos, y la boca
abierta.
―Bienvenida a La Finca, Mackenzie Grey ―susurró Blu a mi lado y sonreí.
Esto era irreal. Tomé fotos justo cuando nos detuvimos en la entrada de una casa
de tres pisos y se las envié a Amy por mensaje de texto.

El rastro de autos que nos habían seguido también se detuvo y comenzaron a


descargar sus autos. Salí y fui al maletero de nuestro SUV para ayudar a Bernard,
pero él me despidió.

―Ve a ver los jardines, tienes ese brillo en tus ojos que tuve cuando vine por
primera vez. Vamos, diviértete ―dijo Bern.

Blu se rio y me arrastró para mostrarme todo.

232
―Oh, Dios mío, Kenzie, ¡vamos a divertirnos mucho! ¡Ya puedo oler la
madera quemada, lo que significa que la hoguera ha comenzado! ―gritó y tuve
que duplicarla para seguirle el ritmo.

―No tan rápido ahí, chicas. ―Jonah nos detuvo en nuestras pistas―. Tengo
que pedirte prestada a Kenz antes de que comiences a mostrarle cómo
comportarse mal. ―Le hizo un guiño a Blu y ella asintió.

―Bien. Te buscaré más tarde, Kenz. ―Se rio y corrió hacia la hoguera.

―¿Ya estoy en problemas? ―Levanté una ceja hacia Jonah.

Su hoyuelo asomó.

―No, Kenz. ―Sacudió la cabeza―. Mi padre sólo quiere conocerte. ―Oh,


mierda.

Lo seguí por la casa y hacia la puerta principal. La abrió y entramos en un


enorme vestíbulo decorado con arte mural y una mesa solitaria con un jarrón de
flores en el centro, justo frente a la escalera de caracol.

―¿Creciste aquí? ―pregunté mientras mi boca se abría.

Jonás se rio entre dientes.

―Sí. Muchos de nosotros lo hicimos. Vamos, su oficina es por aquí ―comentó


y me hizo un gesto a su izquierda. Pasamos por dos salas de estar y un comedor
hasta que estuvimos frente a las puertas cerradas―. No olvides lo que hablamos
―susurró y empujó las puertas para abrirlas.
El olor a madera, lluvia y cigarros me golpeó cuando entré. La oficina era del
tamaño de todo mi apartamento. Estaba lleno hasta el borde de libros y arte. El
enorme escritorio de madera de roble situado en el centro de la habitación era
más grande que la mesa de mi comedor. Detrás había un hombre de la misma
altura que Jonah y con el mismo cabello castaño que estaba peinado hacia atrás y
arrojado en olas perfectas. La anticipación me estaba matando mientras esperaba
que se diera la vuelta. Llevaba unos pantalones caqui con una camisa de manga
larga a cuadros. Sostenía un vaso de líquido oscuro en su mano derecha, la
izquierda se apoyaba en la parte baja de la espalda.

―El hijo pródigo regresa y con nada menos que la infame Mackenzie Grey.
Qué alegría ―dijo el padre de Jonah cuando se dio la vuelta y me encontré con

233
los mismos ojos de chocolate con leche que brillaban contra la madera que ardía
en la chimenea.

―Mackenzie, este es mi padre, Charles Cadwell ―me presentó Jonah y me


froté nerviosamente la sudorosa palma de la mano en mis pantalones antes de
alargar la mano para sacudir su mano.

Charles miró mi palma abierta como si le estuviera pasando un pedazo de


mierda.

―Supongo que los rumores son ciertos, no actúas como una Luna ―dijo
mientras finalmente me estrechaba la mano.

―Padre ―siseó Jonah y lo despidió.

―No te preocupes. ―Sonreí―. Pero sí, Sr. Cadwell, no soy su típica Luna.

Entrecerró los ojos y luego asintió.

―Hm. Eso veo. Siéntese, señorita Grey, tenemos mucho que discutir. ―Hice
lo que me dijeron y me senté frente a Charles. Me ofreció bourbon pero lo rechacé.
Necesitaba estar sobria para esta conversación―. Jonah, hijo, no te necesitaremos
todavía. ¿Por qué no vas a buscar a Sebastian y lo ayudas a ubicar todo para la
Sra. Grey esta noche?

Jonah dudó al principio, pero le sonreí para tranquilizarlo y me puso la mano


en el hombro antes de irme.

―Se ha encariñado contigo, ¿no es así? ―preguntó Charles.


―Nos hemos convertido en buenos amigos ―dije, tratando de ser diplomática
y manteniendo mi corazón fuera de la carrera.

―Cierto. Por supuesto. Entonces, una vez más, parece que tienes a todos en
frenesí en este momento ―dijo mientras agitaba su bebida―. Matar a un Skin
Walker renegado y salvar a mi hijo, eso no es algo que veas todos los días, y
mucho menos de una Luna, lo que plantea la pregunta: ¿de dónde vienes?

―Dije…

―Lo sé, lo sé, esa era una pregunta retórica. Verás, creo que tengo una idea de
quién eres y si tengo razón, pronto serás un producto popular en el mundo
Lycan, señorita Grey.

234
Me senté inmóvil y absorbí lo que Charles me estaba diciendo, mientras
mantenía mi rostro y mi cuerpo neutros, mis entrañas estaban a punto de
explotar. Sabía quién era: Mackenzie Grey de Cold Springs, Nueva York, hija de
Thomas y Joyce Grey, hermana de Oliver Grey, detective aspirante de la policía
de Nueva York, y era un hombre lobo. No necesitaba que alguien viniera e
intentara decirme lo contrario, pero no podía decir que no tenía curiosidad,
porque la tenía.

―¿Qué está tratando de decir, señor Cadwell?

Me miró y sonrió. En lugar de uno, tenía un hoyuelo en cada mejilla, pero aún
me recordaba mucho a Jonah. La similitud entre los dos era asombrosa.

―A lo que me refiero, Srta. Grey es que las personas que crees que son tus
padres, no lo son. Eres adoptada.

Me eché a reír, el tipo histérico, que en consecuencia hizo que Jonah irrumpiera
en la habitación como si estuviera en llamas.

―¿Qué demonios está pasando? ―ordenó, y no pude responder, y mucho


menos ver su expresión. Estaba riendo tan fuerte que mis ojos se entrecerraron y
se llenaron de lágrimas, borrando mi visión. Había una opresión en mi pecho y
pensé que iba a tener un ataque de asma. ¿Yo? ¿Adoptada? Debo haber estado
recibiendo golpes porque de ninguna manera. Ollie y yo nos parecíamos mucho,
como hermanos.
―Le dije la verdad sobre ella misma. Es adoptada ―explicó Charles y sólo me
hizo reír más fuerte.

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Sebastian y ni siquiera lo había oído entrar a la


habitación. De cualquier manera, no estaba en el estado de ánimo correcto.
¿Todos estaban espiando mi conversación con Charles?

―Por las muestras de sangre que me proporcionaste hace dos semanas. No


coinciden con su familia. Y si los comparo con quienes creo que son sus padres,
apuesto a que obtendremos una coincidencia.

Eso me tranquilizó.

235
―¿Qué muestras de sangre? ―Me detuve bruscamente, mirando a los tres
hombres en la habitación y aterrizando en los dos en los que había empezado a
confiar.

―Mientras estabas sedada, te extrajimos algo de tu sangre para realizar


pruebas. Necesitábamos saber quién eras ―respondió Sebastian con un rostro
serio como si no hubiera invadido mi privacidad.

―¿Y no pensaste en preguntarme y mucho menos decirme lo que hiciste?


―grité, con los ojos muy abiertos.

―Srta. Grey, lo que está hecho está hecho. No tiene sentido llorar por la leche
derramada ―respondió Charles.

―No me importa lo que pienses ―rechiné entre dientes―. Mis padres son
Thomas y Joyce Grey y eso es definitivo. ¿Hemos terminado aquí?

Charles asintió.

―Bien. Ahora, si me disculpan, estaré con Blu ―dije y saqué el culo de la


habitación, sin mirar siquiera a las dos personas que me habían traicionado.

Salté al porche e inhalé un poco de aire fresco muy necesario. Me quedé de pie
frente a la casa y no tenía ni idea de por dónde empezar a buscar a Blu. Los
terrenos eran enormes, podía estar en cualquier parte. Escuché voces y me dirigí
a la dirección más cercana. Hubiera sido genial preguntar a alguien por
direcciones, pero desafortunadamente la primera persona con la que me encontré
fue V, mi archienemiga.
―No estoy de humor, Vivian ―dije mientras trataba de rodearla. Sin suerte.
Sus amiguitas se interponían en mi camino.

―¿A dónde vas con tanta prisa? ¿Por qué no cambias con nosotras esta noche?
―Se rio a sus compañeras, manteniéndome fuera de cualquier broma que
acabara de hacer.

―Oh, me encantaría, pero estaré cambiando con Sebastian y Jonah esta noche,
y las próximas dos noches, para el caso. No puedo esperar ―dije con suficiente
sarcasmo para hacerla retorcerse. Pasé junto a su grupo de amigas, pero me
detuve cuando la oí hablar.

―Puede que pienses que te los has ganado, pero no lo has hecho. No te pongas

236
demasiado arrogante, Mackenzie Grey. Eres una don nadie y pronto todos se
darán cuenta también.

―Sí, sí, tengo el corazón roto. ―Tiré por encima del hombro y me adentré en
el bosque. No iba a perder el sueño por la versión de hombre lobo de Diana Stone.
Ella era el menor de mis problemas.

Me tomó un rato encontrar a Blu en el mar de lobos que se arremolinaban


alrededor de los terrenos. La finca era enorme y había muchas personas, muchas
más que en el almacén, celebrando la luna llena. Algunos de ellos apenas me
echaron un vistazo, otros creo que me reconocieron y asintieron. La animosidad
que alguna vez sentí de la Manada de Brooklyn se había ido. Ahora era aceptada.

Una vez que encontré a Blu, guardé los reclamos de Charles en el fondo de mi
mente y traté de olvidar. Fue una tontería. Blu estaba con un grupo de Lunas y
una pareja de lobos. Estaban acurrucados alrededor de una fogata con algunas
tiendas detrás de ellos. Me presentó al grupo pero olvidé por completo sus
nombres. Lo que había esperado olvidar, no pude. Apenas presté atención a la
conversación. Sonreí cuando lo necesitaba y me reí a tientas, pero nada era
natural. ¿Por qué Charles diría que era adoptada? Qué gilipollas.

Contemplé enviar un mensaje de texto o llamar a Amy para contarle lo que


había sucedido, pero no había ningún servicio en el terreno. La desconexión
debería haberme asustado, podrían estar planeando sacrificarme o alguna
mierda, pero tenía demasiado en mi mente.

―¿Kenz?
Me di la vuelta para encontrar a Jonah en un par de pantalones cortos de color
caqui y descalzo. Intenté mirar a cualquier lado que no fuera su pecho, y no pude.

―¿Sí? ―dije sin aliento. Había toneladas de lobos varones caminando sin
camisa, pero no eran Jonah.

―Vamos a caminar.

Dudé por un momento, pero no podía ignorarlo por siempre. Finalmente tenía
que reunirme con él y Sebastian esta noche para mi primer cambio completo
fuera de la jaula. Esa era otra cosa por la que estaba nerviosa. Me levanté del
tronco y seguí a Jonah a lo profundo del bosque y lejos de la gente.

237
―Quiero disculparme por mi padre. No siempre tiene tacto. Supongo que de
ahí es de donde Jackson lo consigue. No debería haberte tendido una emboscada
de esa manera y con la luna llena. Estuvo mal.

―Lo que sea.

Se detuvo bruscamente y me giró hacia él.

―No hagas eso, Mackenzie. No me dejes fuera.

Me reí.

―Jesús, Jonah, ¿qué no te excluya? No es como si fuésemos los mejores amigos


o alguna mierda, relájate.

―Tienes razón. No éramos los mejores amigos, no soy Amy, soy más que eso
si quieres admitirlo o no. Es posible que sólo nos conozcamos por un par de
semanas, pero eso es todo lo que necesito saber sobre cómo me siento con
respecto a ti. Eso es suficiente para mí. Si no estás lista, está bien, esperaré. Pero
estamos destinados a estar juntos, lo sé.

Sus ojos marrones se clavaron en mí y, por un momento, me sentí desnuda y


vulnerable, pero sólo por un momento. No sabía lo que sentía. Nunca imaginé la
vida sin James. Habían pasado tantas cosas después de nuestra ruptura que
nunca pensé realmente en la vida después de él.

―Jonah ―comencé y él negó.


―No me contestes. No quiero una respuesta en este momento, no hasta que
hayas tenido suficiente tiempo para pensar en ello.

Asentí y comenzó a caminar de nuevo como si nada hubiera pasado. Me


tropecé conmigo misma tratando de seguir el ritmo.

―¿A dónde vamos? ―pregunté mientras saltaba sobre algunas ramas rotas.

―A nuestro campamento para las próximas tres noches.

―¿Qué? ¿Por qué? ¿Pensé que íbamos a cambiar cerca del resto de la Manada?
―Los pensamientos de ser masacrados y asesinados en medio del bosque
pasaron por mi mente.

238
―¿Estás loca, Kenz? Nunca te has movido con otros lobos, te volverías loca.
Necesitamos un área aislada y Bash y yo podemos manejarte igual de bien
―explicó mientras salíamos a una abertura donde ya había una tienda y algo de
leña apilada.

―¿Dónde está Bash?

―Estará aquí pronto. Todavía está haciendo algo de control de daños con mi
padre. Él tampoco estaba, eh, contento con la forma en que las cosas pasaron
antes ―dijo Jonah―. Ayúdame a instalar la tienda.

Agarré los postes y comencé a atarlo y pasárselo a Jonah para que pudiera
deslizar la lona. Una vez que terminamos, caminamos por el área y recolectamos
más madera para iniciar una fogata. Hablamos de cosas mundanas y fue
agradable, trabajábamos bien juntos. Jonah era un bromista, por lo que me daba
un empujón amistoso o tiraba de mi cabello, y yo le pateaba el culo. Incluso con
su declaración, las cosas no eran incómodas. Tal vez tenía razón.

Mis oídos se alzaron cuando nos sentamos cuando escuchamos pasos a ocho
cientos metros de distancia.

―No sólo uses tu audición, huele quién está cerca ―sugirió Jonah, cerré los
ojos y tomé una gran bocanada. Podía oler el bosque, los residuos de la lluvia en
el suelo y las hojas, pero también recibí un toque de madera quemada y aceite de
almizcle.

―Es Sebastian.
―Correcto ―dijo y esperamos que Bash llegara a nuestro claro.

En un par de bajos y desgastados Levi, apareció un Sebastian descalzo. Lamí


mis labios secos y mi mandíbula estuvo al borde de caer. ¿Qué estaba mal con
estos hombres lobo y la necesidad de estar siempre sin camisa?

―Puede que no seas de la Manada, Mackenzie, pero la cortesía es universal


―dijo Sebastian y arqueé una ceja.

―¿Disculpa? ―Había sólo una cantidad que iba a aguantar antes de que
explotara. Además, era luna llena, mi paciencia ya era escueta.

―Con Charles, Mackenzie. No actúes como si… no importara, está

239
oscureciendo.

Oh diablos, no.

―¿Como si qué? ¿Como si no me hubiera arrojado una gran bomba? Tienes


toda la razón, actué sin cortesía. ¡Tampoco fue muy amable con eso!

―Todo lo que necesitabas hacer era escucharlo, Mackenzie. Se trataba de tu


vida.

―¿En serio? ¡Mira mi rostro! Tengo un maldito planeta creciendo en mi frente


y es por todo el estrés de esta maldita Manada. ¡Mira esta monstruosidad! ―dije
mientras señalaba el grano que había comenzado a hacerse cargo de mi rostro.

―Kenz, relájate.

―¡No, no me voy a relajar! Escucha, no sé qué me hizo involucrarme con los


secuestros y la política del hombre lobo, pero el estrés de todo esto me está
afectando y ahora, ¿quieres que vaya más allá del conejo con toda esta teoría de
la adopción? No, a la mierda.

―Las decisiones no deben tomarse de inmediato, podemos hablar más sensato


después de la tercera noche, ¿de acuerdo? ―Jonah intentó mediar pero estaba
haciendo agujeros en el pecho perfectamente esculpido de Sebastian.

―Me estáis causando una úlcera ―murmuré mientras entraba en una de las
tiendas que habíamos instalado.
Me escondí en nuestra tienda todo el tiempo que pude, pero finalmente, Jonah
tuvo que entrar y darme cierto sentido. Era casi la hora de la luna llena y pude
sentir a mi lobo inquietarse. Ella se movió en anticipación y supe que no podía
esperar para salir y correr libre por primera vez.

―Es la hora, Kenz. Sé que mi padre y Sebastian pueden ser intensos a veces,
pero tienen buenas intenciones. Sólo dale algo a esta situación, ¿de acuerdo?

Suspiré.

―¿Puedo hacerte una pregunta, Jonah?

―¿Qué pasa?

240
―¿Cómo te mantienes tranquilo todo el tiempo? ¿No debería estar fuera de
control el lobo en esta época del mes?

Se rio entre dientes.

―Kenz, hay mucho que necesitas saber sobre lo que somos. Todo vendrá con
el tiempo. Aún eres muy nueva en eso y aún necesitas ir a Búsqueda de la Visión.
Una vez que hagas eso, muchas de tus preguntas serán respondidas.

Asentí y lo seguí hacia el bosque oscuro. Era más tarde de lo que pensaba y la
noche estaba tranquila y silenciosa, excepto por el ruido de los árboles y las patas
que golpeaban la tierra húmeda. Dos pares de ojos brillantes me miraron y sentí
que mi interior se tensaba como una cuerda. Tragué ruidosamente y me moví con
mis manos. Mierda. Era hora de cambiar.
Capítulo 22

241
―Quítate la ropa ―dijo Sebastian y mi cabeza apareció como una marmota.
Debería haber esperado esto antes. Me olvidé por completo de los aspectos
técnicos del Cambio, pero a menos que quisiera destruir mi ropa, no tenía otra
opción.

―¿Podéis daros la vuelta? ―tartamudeé y quise abofetearme.

―No tenemos todo el día. Manos a la obra.

Sebastian y Jonah cruzaron los brazos sobre su pecho y expulsé un suspiro en


derrota. Si fuera a cambiar con la Manada para las siguientes tres lunas llenas,
también podría acostumbrarme.

Agarré el dobladillo de mi suéter con firmeza y lentamente me lo saqué sobre


la cabeza; dejándolo caer al suelo sin pensar en ensuciarlo. En un simple sostén
negro, me quedé allí con los nervios que me comían el interior como la cena de
Acción de Gracias. A pesar de que no tenía frío, un escalofrío me recorrió y me
lo tragué. Mis dedos trazaron el botón en mis tejanos y sentí que cada sonido era
audible desde un kilómetro de distancia. Podía escuchar el botón y la cremallera
tan fuerte que consumía el sonido de mi corazón acelerado. Me los quité y cuando
me levanté de nuevo, los chicos ya no me prestaban mucha atención.
Comenzaron a deshacerse de sus propios tejanos y me sentí sonrojada. Esto era
normal para ellos, pero no para mí. En mi sujetador negro y mis bragas, nunca
me había sentido tan vulnerable como ahora.
―Mackenzie ―fue Jonah―, no lo pienses demasiado. No es la gran cosa.

Sin encontrarme con sus cálidos ojos color chocolate, terminé de quitarme la
ropa interior, esperando más instrucciones.

―Ella saldrá pronto. No luches contra ella. No luches contra el dolor.

Asentí y anticipé la primera pizca de dolor como si estuviera recibiendo una


vacuna contra la gripe. Mis palmas sudorosas se frotaban contra mi piel y agarré
mis muslos tan pronto como sentí el primer chasquido de mis hombros,
doblándome, un grito que salía de mi boca.

―Te dolerá, Mackenzie. Dale la bienvenida al dolor, no te rindas. ―Los ojos

242
azules se clavaron en mí y calmé la respiración. Podía hacer esto.

Cerré los ojos, respirando por la nariz, por la boca, y me cerré al mundo
exterior.

Vamos a hacer esto juntos.

Era como tener una experiencia fuera del cuerpo. Pude verla.

Verme. Éramos hermosas. Un abrigo de seda negro y ojos plateados que se


inclinaban hacia el blanco. Me arrodillé frente a ella y vacilante extendí una mano
hacia ella. Ella no se movió ni se inmutó.

Nunca te había visto antes.

Dije sin aliento mientras pasaba mi mano detrás de su oreja y la acariciaba.


Ella no se movió.

Es luna llena y nuestra primera noche fuera de la jaula. ¿Podemos trabajar juntas?

No sabía por qué le preguntaba. No era como si pudiera responderme. Sabía


las respuestas a mis propias preguntas. Sabía lo que ella quería. No quería unirse
a la Manada, quería permanecer libre.

Puedo mantenernos libres. Puedo mantenernos a salvo.

Ella se apoyó en mi mano y me dio permiso. Fue un trato hecho. Cerré los ojos
y dejé escapar un aullido a la luna.
Una vez que abrí los ojos, todo fue diferente. Ya no estaba con el lobo. Yo era
el lobo. Me senté frente a dos muy humanos y desnudos, Sebastian y Jonah. Me
miraron con cálculo y asombro, tal como me había visto a mí misma.

Jonah fue el primero en arrodillarse ante mí.

―Eres una criatura increíble, Mackenzie Grey. Estás impresionante. ―Por una
vez, me alegré de no poder responder. No sabía qué decir, principalmente por la
adoración que me estaba dando, una mirada de amor. Se puso de pie y retrocedió,
dándole a Sebastian la oportunidad de presentarse.

Él no se arrodilló, sólo se paró frente a mí, forzándome a mirarlo. No dijo nada,


sólo me miró. Su pecho subía y bajaba a un ritmo más rápido de lo normal. Sus

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ojos azules brillaban y sus manos se cerraban en puños a su lado.

Se volvió hacia Jonah sin decir una palabra y se saludaron con la cabeza en
una pregunta tácita. Entonces fui testigo de lo más asombroso del mundo:
cambiaron.

Sebastian y Jonah se pusieron a cuatro patas y observé cómo sus huesos se


rompían y volvían a formarse de forma poco natural, y no dijeron ni una palabra.
No gritaron ni pidieron ayuda. Parecían pacíficos.

Una cosa nunca cambió, sus ojos, zafiro y oro.

El pelaje de Sebastian era como pizarra, casi gris pero demasiado oscuro,
mientras que Jonah era un marrón miel dorado con reflejos aquí y allá.

Bash se me acercó con toda su gloria alfa y me dio un codazo detrás de la oreja,
casi como una caricia. Mi cabello se erizó por la sensación. Jonah caminó hacia
mi otro lado y fue la definición de cómo me sentía: atrapado entre el Alfa y el
Beta, entre Sebastian y Jonah, y no pude elegir, ni siquiera ahora. Aullé una vez
más y ambos dieron un paso atrás y corrieron hacia la línea del bosque. Esto fue
todo. Este era el momento que había anticipado desde que conocí a la Manada
Brooklyn. El momento para finalmente correr libre, por primera y última vez.
Durante las pasadas tres noches en la finca, sentí cosas con las que nunca había
soñado desde que descubrí lo que era hace cuatro años. No sólo conecté con mi
lobo interior, sino que conecté con la tierra y el mundo que me rodeaba. Y mi
loba, bueno, ella se sentía como en casa, la entendía. Si hubiera algo por lo que
estuviera agradecida de la Manada Brooklyn, sería la posibilidad de
experimentar estas tres lunas llenas. Fue impresionante.

Me tendí en el suelo, encima de la tierra húmeda, rocas y ramitas rotas, con


hojas en el cabello, luciendo mi traje de cumpleaños. Estiré e inhalé el aire limpio
y fresco. Era la tercera mañana que me había despertado así y lo iba a extrañar.
Ahora comprendía el lado negativo de enjaular al animal. Miré a ambos lados y
encontré a Jonah a mi derecha y Sebastian a mi izquierda. Ambos estaban

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tumbados y se quedaron dormidos. Desaliñados y sucios como yo. Estos tres días
no me curaron de mi modestia, pero me sentía más conectada con ellos y me
alegré de ser su amiga, pero ya era hora de irme. Me levanté, sacudí mis huesos
doloridos y miré a los dos hombres que habían capturado mi corazón en tan poco
tiempo. Sentí que el calor subía por mi cuello mientras observaba a Sebastian y
Jonah, eran perfectos, no un defecto a la vista. Desafortunadamente, no podía
quedarme y maravillarme, las cosas buenas no duraban para siempre.

Seguí las huellas de nuestras patas y olfateé dónde estaba nuestro


campamento y entré en nuestra tienda. Agarré mi bolsa de lona y me puse
rápidamente la ropa extra que había traído. Deslizándome en mi desgastado par
de deportivas en blanco y negro, comencé mi viaje de regreso a la finca.

Los terrenos estaban tranquilos ya que todos descansaban después de los tres
días que habíamos tenido. Debería haber estado también, agotada, pero tenía un
plan que seguir. El camino desde la entrada de la finca hasta la mansión era de
cinco kilómetros a pie. Entré en la mansión y la puerta se cerró de golpe,
haciéndome saltar.

―Tranquila, Mackenzie ―murmuré para mí misma.

―Realmente no. Creo que despertaste a los vecinos ―dijo Jackson desde la
parte superior de la escalera. Mierda.

―¿Qué estás haciendo arriba? ―pregunté, tratando de mantener mis nervios


a raya.
―Todavía no soy lo suficientemente fuerte para cambiar, pero debería hacerte
la misma pregunta.

―Necesito una, uh… ducha. Apesto.

―Si bien no estoy en desacuerdo ahí, tampoco te creo. Entonces, ¿por qué no
nos saltamos todas las excusas y bailamos alrededor del tema y me dices la
verdad? Te vas ―dijo cuando finalmente bajó las escaleras y se paró a unos pies
de distancia de mí.

―¿Cómo lo has sabido?

Se rio entre dientes.

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―Mackenzie, eres tan predecible, me sorprende que nadie más lo haya
descubierto. No estás hecha para la Manada…

―¡Oye!

―Y no lo digo como un insulto. ―Se apoyó contra la barandilla―. Lo negaré


si alguien pregunta, pero no estás destinada a ser una Luna, estás destinada a
cosas más importantes. Lamentablemente, el mundo Lycan no se ha puesto al día
con los tiempos modernos, ojalá algún día lo hagamos, pero no es ahora.
Necesitas libertad, así que deberías buscarla.

Observé a Jackson con los ojos muy abiertos y la boca seca. Miré alrededor del
vestíbulo esperando a que los miembros de la Manada saltaran y gritaran
―idiota― y luego me capturaran, pero nada.

―¿Qué has hecho con Jackson Cadwell? ―dije y él se echó a reír.

―Escucha, chica, ¿tienes un plan de acción o simplemente lo estás volando?

―Tengo un plan.

―Bueno. Entonces deberías comenzar a salir antes de que todos empiecen a


despertarse.

―Está bien ―dije cuando comencé a girar hacia las puertas pero me detuve―.
¿Jackson?

―Cuidaré de Amy, no te preocupes. No dejaré que nada le pase.


Sonreí. Las cosas estarían bien.

Little Falls, Nueva York podía parecer una pequeña ciudad en un mapa, pero
chico, fue una caminata hasta la estación de autobuses. Eran las diez de la mañana
y ya había dejado mi teléfono en mi traslado en autobús a Filadelfia. Abrí el sobre
de manila que recibí por correo y saqué el resto de su contenido. Nuevo
pasaporte, una licencia de conducir de los Ángeles, un teléfono quemado, una
llave y una carta de Lucian.

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Mi querida Mackenzie Grey,

Espero que esta carta te encuentre bien y que hayas aceptado mi ayuda. En su interior
encontrarás los documentos necesarios para viajar, incluida una nueva identidad y tus
billetes de autobús. Una vez que llegues a Los Ángeles, ya no podrán ponerte un dedo
encima, pero para que esto suceda, tendrás que deshacerte de tu teléfono para que no te
sigan. He arreglado todo en tu universidad para que puedas terminar tu último semestre
online. En cuanto a su beca, tengo algunas conexiones en el LAPD si es algo que te
gustaría hacer. También hablé con Pete en el Bar de Pete (no es un tipo muy agradable,
podría agregar) y presenté tu carta de renuncia debido a problemas personales. Tendré a
alguien en la estación de autobuses esperándote. Sabrás quién es cuando lo veas y será tu
guía turístico una vez que llegues a la gran ciudad de Los Ángeles. Recuerda que no
puedes comunicarte con nadie de tu hogar durante mucho tiempo, incluida tu mejor
amiga humana, tu familia y la Manada. Ahora serás el enemigo público número uno; no
confíes en ellos incluso cuando creas que puedes.

Te deseo la mejor de las suertes y hablaremos pronto. Cuídate mascota

Lucian

Leí la carta tres veces más antes de guardarla nuevamente en mi bolsa. Me


sentía mal por dejar a Amy como lo hice, especialmente cuando estaba
emocionada de venir conmigo, pero no podía hacerle eso. No podía arriesgar su
vida, sin saber de qué eran capaces estos vampiros. Estaba más segura con
Jackson cuidándola.
Las cosas iban a cambiar, yo iba a cambiar. Estaba teniendo la oportunidad de
una nueva vida, un nuevo yo. Ya era hora de que me aprovechara de ello. El
enemigo de mi enemigo era mi amigo. Esa era mi mentalidad en ese momento y
necesitaba adaptarme rápido.

Era hora de un cambio.

Fin

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Sobre la Autora

248
Karina Espinosa es la autora de fantasía urbana de las novelas de
Mackenzie Gray y la serie The Last Valkyrie.

Enamorada de los viajes, la cultura pop y la necesidad de


escribir todo, pasa gran parte de sus días frente a una
computadora trabajando en su próximo libro,
comprando en línea y escuchando música. Con
tendencias nómadas, actualmente descansa la cabeza
en el sur de Florida hasta que tiene ganas de volver a
atacar.

Por lo general, puedes verla en Facebook,


Instagram y tuiteando en vivo durante los episodios
de Game of Thrones..
Próximo libro

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Todo es difícil para un lobo solitario. Mackenzie Gray
ha comenzado una nueva vida en un intento por escapar
de la Manada Brooklyn. Ella se instala como detective
en una unidad especial de la policía de Los Ángeles
cuando su identidad está en riesgo, y no tiene más
remedio que huir de nuevo. La pregunta es: ¿quiere huir
para siempre? Cuando los eventos obligan a Mackenzie
a enfrentar su pasado, se encuentra con muchas
sorpresas, incluida la revelación de su verdadera
ascendencia. Cuando las Manadas de todo el país se
enteran de quién es , Kenz se convierte en el objeto de
deseo en una caza de lobos mortal, y una vez más debe
luchar para mantener su libertad. Siendo testigo de primera mano del tratamiento
bárbaro de las Lunas, Mackenzie tiene que tomar una decisión: seguir la predicción
de su Búsqueda de la Visión o ser ENJAULADA.
Saga
Mackenzie Grey:

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Origins

1.- Shift (2015)

2.- Caged (2016)

3.- Alpha (2016)

4.- Omega (2017)

Trial
1.- From the Grave (2018)

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