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Empresa, persona y virtud:

Una mirada al gobierno empresarial desde la tradición sapiencial barroca

Dr. César Félix Sánchez Martínez1

En nuestros días es, en cierto sentido, un lugar común hablar de crisis en los
modelos económicos y administrativos vigentes. Nunca en los últimos tiempos se ha
especulado tanto sobre la posibilidad de «modelos alternativos», que muchas veces no son
más que reciclajes de la misma herejía perenne –la utopía, en palabras de Thomas Molnar
–, pero con nuevos trajes ecologistas, «altermundistas» o «de género».

Pero, más allá de soluciones meramente técnicas, el gran problema contemporáneo


respecto a los modelos administrativos vigentes estriba en el olvido de que la empresa es
ante todo una organización humana, compuesta por personas. Por tanto, urge afrontar los
retos empresariales desde una perspectiva que apunte hacia lo esencial: el análisis del
obrar humano y de sus implicancias en el gobierno de personas. El gran acervo teórico de
la tradición sapiencial hispánica barroca, representado por los famosos moralistas
castellanos como Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián, que unían la tradición escolástica
cristiana medieval con el redescubrimiento de los clásicos grecolatinos, puede ser de gran
ayuda en este aspecto, pero es fundamental, en un contexto de constante cambio y
complejización en las organizaciones, buscar un modelo teórico contemporáneo, que nos
sirva de atalaya para contemplar aquellas antiquae veritae.

Quizás el principal aporte teórico de la propuesta del profesor y teórico de las


organizaciones español Juan Antonio Pérez López (1934-1996) consiste adscribir el obrar
humano al de un sistema libremente adaptable, donde «el agente tiene la posibilidad de
aprender negativamente» (Pérez López, 1991, p. 44). Este aporte es compartido de manera
fundamental por aquellos teóricos de la acción humana del Siglo de Oro, usualmente
conocidos como moralistas castellanos. Destaca en especial el diplomático Diego de
Saavedra Fajardo (1584-1648), autor de Idea de un príncipe político en cien empresas
(1640), más conocida como Empresas. Es una obra maestra del gobierno de personas,
pues de acuerdo al mismo Saavedra «para mandar es menester sciencia» (Saavedra
Fajardo, 1948, p. 273), como sostiene en la Empresa IV de su libro, precedida por el muy
apropiado emblema de una pieza de artillería nivelada para acertar mejor con una escuadra
empuñada por una mano que sale de una nube del cielo, con el lema latino non solum
1
Profesor de filosofía en la Universidad Nacional de San Agustín, de Arequipa, Perú.
csanchezmar@unsa.edu.pe
armis pues a «Justiniano le pareció que no solamente con armas, sino también con leyes
había de estar ilustrada la majestad imperial» (p. 273).

La posibilidad de que el agente humano pueda caer en aprendizaje evaluativo


negativo es una consideración fundamental en la reflexión de Saavedra. Nos dice Ricardo
García Cárcel: «El tema central de la obra de Saavedra es la idea del príncipe cristiano 2. Su
punto de partida es el desengaño, la conciencia de la malignidad general que un político
debe tener siempre presente. Ahora bien, esta malicia general sólo puede ser vencida en el
príncipe por las artes de la política que él debe dominar. Y así ocurre que, junto a la bondad
personal y a las virtudes cristianas de que debe estar adornado, el príncipe debe dominar la
técnica política. Por eso, frente a la imagen tradicional del príncipe cristiano, Saavedra
propone la nueva del príncipe político-cristiano, donde ambas esferas –la política y la
religión- son correlativas y presuponen una unidad de sentido en la conducta del príncipe.
Ideal semejante sólo podrá conseguirse mediante una educación adecuada, tema sobre el
que Saavedra despliega ideas muy modernas» (García Cárcel, 1999, p. 74).

Entrar al reino de la libertad implica tener que lidiar con la realidad del vicio, es decir,
con la posibilidad del «aprendizaje negativo» que «dificulta hacer el bien incluso aunque se
quiera hacerlo. Produce el oscurecimiento de la persona y dificulta su manifestación como
quien ella es» (Alcázar, 2010, p. 448).

Saturados desde la formación escolar por teorías mecanicistas de la acción humana


que toman al hombre como un sistema ultraestable –que siempre aprende positivamente –,
señalar elementos como los vicios o aprendizajes negativos en contextos organizacionales
puede parecer «políticamente incorrecto» e incluso contrario a la pretendida asepsia de
toda teoría científica, según el entender de los positivistas. Pero, como demuestra el retorno
de la moral que mencionamos líneas arriba, siempre la realidad vuelve por sus fueros, por
más que creamos haber construido el modelo abstracto perfecto.

Para Juan Donoso Cortés uno de los principales errores en política es la negación
del pecado original3. No extraña, entonces, que todos los regímenes totalitarios modernos
hayan visto al agente humano como un sistema ultraestable. La «inmaculada concepción
del hombre» hace que aquellos que no se adecúan a los cánones de la ideología dominante
no sean vistos como simples personas que eventualmente erraron, sino –dado que el
aprendizaje negativo es imposible en el hombre – como seres no humanos o como
excrecencias del pasado que deben ser eliminadas por el bien del progreso.
2
Es decir, el principal, el directivo, todo aquel que manda.
3
«Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en
dos negaciones supremas; una relativa a Dios, y otra relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga
cuidado de sus criaturas, y del hombre que sea concebido en pecado» (Donoso Cortés, 1970, p. 747).
Siendo el obrar humano propio de un sistema libremente adaptable, no solo se
puede aprender negativamente, sino positivamente. Y ese afán del modelo de Pérez López
por lograr estos aprendizajes es compartido con igual entusiasmo por los teóricos barrocos
de la acción humana. Podríamos decir que es el elemento basal detrás de todos sus textos
moralizadores y formativos. A guisa de muestra, permítasenos citar los párrafos iniciales de
El Héroe (1637) primer libro de Baltasar Gracián (1601-1658), el más ilustre e influyente
maestro de lo humano del Siglo de Oro español: «¡Qué singular te deseo! Emprendo formar
con un libro enano un varón gigante, y con breves períodos, inmortales hechos. Sacar un
varón máximo; esto es, milagro en perfección y, ya que no por naturaleza, rey por sus
prendas, que es ventaja» (Gracián, 2001, p. 25). La eminencia del aprendizaje queda así
establecida de forma indiscutible.

Otro de los conceptos fundamentales en el modelo de Pérez López es el de


virtualidad, es decir, la «capacidad de asumir el eventual costo de oportunidad de elegir la
alternativa consistente, descartando otras inconsistentes» (Alcázar, 2010, pp. 448). Lo que
permite a la persona, tanto descubrir el valor de la realidad -racionalidad- y orientar su
acción de modo coherente con el valor conocido –virtualidad- es el aprendizaje positivo que
conocemos como virtud, que es el «mejor don que la persona puede libremente otorgar a
su modo de ser» (pp. 448-449).

El principal mérito de la propuesta de Pérez López es haber vuelto a traer la virtud al


centro de las teorías de la acción humana. Podríamos decir que fue un aporte valiente, pues
lo hizo cuando el abstraccionismo y las explicaciones estructurales y patentemente
impersonales reinaban sin competencia y ninguna nube parecía amenazar el horizonte de
su puesta en práctica, pues reinaba la estabilidad. Rescata a Aristóteles y lo trae a la mesa
del directorio, pero no como un convidado de piedra inorgánico, sino a través de la
adaptación de su sistema ético a un modelo cibernético, demostrando así eficacia y
originalidad.

Es también el fin de la obra de los moralistas castellanos barrocos ayudar a las


personas a alcanzar la virtud y potenciarse en todos los ámbitos, riqueza que en verdad es
la única perdurable y a quien las riquezas materiales solo deben servir como medio. Lo
expresa con un entusiasmo inédito Gracián, en las últimas y vibrantes frases del Oráculo
Manual (1647): «En una palabra, santo: que es decirlo todo de una vez. Es la virtud cadena
de todas las perfecciones, centro de las felicidades. Ella hace un sujeto prudente, atento,
sagaz, cuerdo, sabio, valeroso, reportado, entero, feliz, plausible, verdadero y universal
héroe. Tres eses hacen dichoso: santo, sano y sabio; la virtud es sol del mundo menor y
tiene por hemisferio la buena conciencia. Es tan hermosa, que se lleva la gracia de Dios y
de las gentes. No hay cosa amable sino la virtud, ni aborrecible sino el vicio. La capacidad y
grandeza se ha de medir por la virtud, no por la fortuna. Ella sola se basta a sí misma: vivo
el hombre, le hace amable; y muerto, memorable» (Gracián, 1948, p. 521).

Queda como una tarea necesaria profundizar en la aplicación de la tradición


sapiencial hispánica a los múltiples retos que el llamado «gobierno de personas» ofrece en
el contexto profesional actual. El modelo de la acción humana de Pérez López, de
raigambre aristotélica, puede servir como mediación en este proceso. De este
enriquecimiento podrá surgir una contribución fecunda en la humanización y desintoxicación
de ambientes usualmente saturados de modelos incompletos o viciados de la acción
humana.

BIBLIOGRAFÍA

Alcázar, M. (2010). Las decisiones directivas: Una aproximación antropológica al logro de


eficacia y de aprendizajes positivos en las organizaciones (Tesis doctoral). Pamplona:
Universidad de Navarra, Instituto Empresa y Humanismo.

Donoso Cortés, J. (1970). Carta al Eminentísimo Señor Cardenal Fornari sobre el principio
generador de los más graves errores de nuestros días. In Carlos Valverde ed. Obras
completas de Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. Tomo II (pp. 744-762).
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

García Cárcel, R. (1999). Las Culturas del Siglo de Oro. Madrid: Historia16.

Gracián, B. (1948). Oráculo Manual. In Ángel del Río ed. Moralistas Castellanos (pp. 437-
521). Buenos Aires: Clásicos Jackson.

Gracián, B. (2001). El Héroe. Barcelona: José J. de Olañeta.

Pérez López, J. A. (1991). Teoría de la Acción Humana en las Organizaciones. Madrid:


Rialp.

Saavedra Fajardo, D. de (1948). Idea de un príncipe político en cien empresas. In Ángel del
Río ed. Moralistas Castellanos (pp. 269-363). Buenos Aires: Clásicos Jackson.

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