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En nuestros días es, en cierto sentido, un lugar común hablar de crisis en los
modelos económicos y administrativos vigentes. Nunca en los últimos tiempos se ha
especulado tanto sobre la posibilidad de «modelos alternativos», que muchas veces no son
más que reciclajes de la misma herejía perenne –la utopía, en palabras de Thomas Molnar
–, pero con nuevos trajes ecologistas, «altermundistas» o «de género».
Entrar al reino de la libertad implica tener que lidiar con la realidad del vicio, es decir,
con la posibilidad del «aprendizaje negativo» que «dificulta hacer el bien incluso aunque se
quiera hacerlo. Produce el oscurecimiento de la persona y dificulta su manifestación como
quien ella es» (Alcázar, 2010, p. 448).
Para Juan Donoso Cortés uno de los principales errores en política es la negación
del pecado original3. No extraña, entonces, que todos los regímenes totalitarios modernos
hayan visto al agente humano como un sistema ultraestable. La «inmaculada concepción
del hombre» hace que aquellos que no se adecúan a los cánones de la ideología dominante
no sean vistos como simples personas que eventualmente erraron, sino –dado que el
aprendizaje negativo es imposible en el hombre – como seres no humanos o como
excrecencias del pasado que deben ser eliminadas por el bien del progreso.
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Es decir, el principal, el directivo, todo aquel que manda.
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«Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en
dos negaciones supremas; una relativa a Dios, y otra relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga
cuidado de sus criaturas, y del hombre que sea concebido en pecado» (Donoso Cortés, 1970, p. 747).
Siendo el obrar humano propio de un sistema libremente adaptable, no solo se
puede aprender negativamente, sino positivamente. Y ese afán del modelo de Pérez López
por lograr estos aprendizajes es compartido con igual entusiasmo por los teóricos barrocos
de la acción humana. Podríamos decir que es el elemento basal detrás de todos sus textos
moralizadores y formativos. A guisa de muestra, permítasenos citar los párrafos iniciales de
El Héroe (1637) primer libro de Baltasar Gracián (1601-1658), el más ilustre e influyente
maestro de lo humano del Siglo de Oro español: «¡Qué singular te deseo! Emprendo formar
con un libro enano un varón gigante, y con breves períodos, inmortales hechos. Sacar un
varón máximo; esto es, milagro en perfección y, ya que no por naturaleza, rey por sus
prendas, que es ventaja» (Gracián, 2001, p. 25). La eminencia del aprendizaje queda así
establecida de forma indiscutible.
BIBLIOGRAFÍA
Donoso Cortés, J. (1970). Carta al Eminentísimo Señor Cardenal Fornari sobre el principio
generador de los más graves errores de nuestros días. In Carlos Valverde ed. Obras
completas de Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. Tomo II (pp. 744-762).
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
García Cárcel, R. (1999). Las Culturas del Siglo de Oro. Madrid: Historia16.
Gracián, B. (1948). Oráculo Manual. In Ángel del Río ed. Moralistas Castellanos (pp. 437-
521). Buenos Aires: Clásicos Jackson.
Saavedra Fajardo, D. de (1948). Idea de un príncipe político en cien empresas. In Ángel del
Río ed. Moralistas Castellanos (pp. 269-363). Buenos Aires: Clásicos Jackson.