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EESO N° 445 “Carlos Steigleder”


Sunchales

4° año

LENGUA Y LITERATURA

Trabajo Unificador 2020

Profesoras:
Economía y Sociales Turno Mañana:
muriel_georgina@santafevirtual.edu.ar

Economía Turno Tarde:


radilov_chirov_carina_andrea@santafevirtual.edu.ar

Artes Turno Tarde: gigena_silvina_maria@santafevirtual.edu.ar

Cosmovisiones

Cosmovisiones
https://docs.google.com/presentation/d/1h511p9Kgiz
CP3FxLUMu3H4fIMOTDxchuI-
oXE7h_PjQ/edit#slide=id.p

Si se posicionan sobre la palabra Cosmovisiones podrán abrir una presentación que


los/as ayudará a entender el tema.

1. Te acercamos una serie de libros y sus contratapas, ¿podrías indicar en el


cuadro síntesis a qué cosmovisión representan? Completa en las líneas de
punto el nombre de la cosmovisión correspondiente.
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Obra Contratapa
COSMOVISIÓN:...........................................

COSMOVISIÓN:...........................................

3
COSMOVISIÓN:...........................................

COSMOVISIÓN:...........................................

4
COSMOVISIÓN:...........................................

COSMOVISIÓN:...........................................

5
COSMOVISIÓN:...........................................

COSMOVISIÓN:...........................................
Mitos
Acá te dejamos un link para que observes y
elabores una definición de “mito”.
https://www.youtube.com/watch?v=wTaguIFxyZk
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Mitos griegos: “Apolo y Dafne”

Apolo y Dafne, una historia de amor imposible


En la mitología griega Apolo era el dios de la poesía y de la música, de la
profecía y de la luz, además del dios de los arqueros, lo que indica que debía ser
muy hábil con el arma. Era tan bueno que él solito logró matar a la temible
serpiente Pitón que se escondía en el monte Parnaso.

Pitón era una bestia terrible que andaba buscando sangre a todas horas. Un
monstruo enorme que se dedicaba a matar rebaños de ovejas, vacas, pastores e
incluso a bellas ninfas que correteaban por el campo. La población estaba
absolutamente desesperada, necesitaban alguien que les ayudase. Y así, suplicando
a los dioses, bajó Apolo y se deshizo de la bestia con una lluvia de flechas.

El problema estuvo que tras la hazaña Apolo se volvió terriblemente orgulloso.


Se pasaba la vida hablando de sí mismo y presumiendo de su valentía. Su actitud era
tan presuntuosa que lo único que hacía durante todo el día era repetir las siguientes
palabras:

-Soy el mejor arquero del mundo.


Nadie puede conmigo.

La cosa llegó a tal punto que ya no sólo era engreído y arrogante sino que se
dedicaba a burlarse y despreciar a los demás. En estas andaba cuando un día
paseando por el bosque se encontró con Eros, el dios del amor, y, como no podía ser
de otra forma, Apolo se metió con él y acabaron discutiendo.
Eros, pese a ser un dios, tenía la apariencia de un niño inocente, un pequeño
angelito que volaba de un sitio a otro con sus alitas, su diminuto arco y sus flechas
dispuestas a enamorar a todo el mundo. Cuando le vio Apolo no pudo dejar de pensar
en lo ridícula que era su imagen, en especial el arco que le parecía de juguete. Así,
que entre risas, le dijo:

¿Qué haces con esas armas?


Sólo yo, el dios de los arqueros, soy digno de llevarlas.

Eros, cansado como el resto de los dioses de la nueva actitud de Apolo, le contestó.

No te burles de los demás que algún día tus burlas te pasarán factura.
Tal vez mis flechas no hayan matado a ninguna serpiente pero no
dudes que con ellas he conseguido grandes hazañas pues han logrado
llevar el amor tanto a dioses como a hombres. 15

La conversación cada vez se iba complicando más y más, pues la actitud de


Apolo no podía ser más pedante e insoportable. Así que Eros, cansado e irritado le
dijo:

Toda tu vida recordarás este momento.


Juró, por tu padre Zeus, que tendrás tu merecido.

Eros cumplió su amenaza utilizando su mejor arma: el amor. Aquel mismo día
Eros lanzó dos flechas: una de oro y otra de hierro. La de oro con punta de diamante
servía para enamorar a la gente, en cambio, la de hierro que tenía la punta de plomo
provocaba lo contrario, un rechazo absoluto al amor. Eros mandó la flecha de oro
directa al corazón de Apolo y este de inmediato cayó perdidamente enamorado de
Dafne, una de las ninfas más bellas de la región. Pero, ¿se imaginan dónde fue a
parar la de hierro? Exacto, en Dafne.

Hasta ese momento Apolo no había sentido el menor interés por la bella ninfa,
pero a partir de ese día no se la podía quitar de la cabeza. Se pasaba el día pensando
en ella hasta tal punto que abandonó sus aficiones favoritas. Lo único que le apetecía
era pasarse el día viendo a su bella amada.

Por contra Dafne, no quería saber nada de Apolo, es más, cada vez que le
veía echaba a correr o se escondía entre los árboles porque le ponía nerviosa lo
pesado que era. Pero claro, tanto esquivar, tanto esquivar… no siempre es posible y
un día se encontró con él de frente. Apolo aprovechó la ocasión para pedirle que se
casará con él pero la respuesta de Dafne no dejó ni un resquicio de duda:

No me casaré jamás.
Apolo no lo entendía… pero si él era un dios… cómo le despreciaba así… ¿era
poco para ella? Dafne en un alarde de sinceridad le sacó de dudas.

No despreció tu amor Apolo.


Lo que me ocurre es que no quiero el amor de nadie.
Nací libre y quiero seguir siendo libre.

A pesar de las palabras de Dafne, Apolo, cabezota como buen enamorado, no


perdió la esperanza. Es más ni se enfadó con ella. ¿Cómo se iba a enfadar con el
amor de su vida? Lo único que quería era abrazarla, estar con ella, quererla… Pero
cuando Dafne se dio cuenta de la obsesión que Apolo sentía hacía ella, le dio miedo
y decidió huir al bosque.

Y así comenzó una carrera, o más exactamente, una persecución en toda

regla en la que Apolo iba tras la ninfa. Dafne estaba muy asustada, tanto que
cuando creyó que Apolo le iba alcanzar se acercó al río Peneo, que en realidad era
su padre, y le pidió ayuda.

Peneo pese a estar un poco enfadado con su hija -no entendía la obsesión de
Dafne con no casarse y no darle nietos… con lo feliz que a él le harían- cuando la vio
tan desesperada decidió ayudarla.
De repente Dafne dejó de correr. Su cuerpo se volvió rígido como una
piedra. Una fina costra cubrió su pecho y endureció su vientre, sus brazos se
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convirtieron en ramas, su cabellera se transformó en copa… Peneo pensó que la


mejor manera de ayudar a su hija era despojarle de su forma humana y convertirla
en árbol, en el primer laurel que hubo en la tierra.

Cuando Apolo vio lo que había pasado rompió a llorar. No podía creérselo.
Ya no había ninguna posibilidad de que su amor por Dafne fuese correspondido,
así que roto de dolor se acercó al árbol, se abrazó a él y decidió que ya que no
iba a ser su esposa, sería su árbol sagrado, lo adoptó como símbolo y con sus
ramas hizo una corona.

A partir de ese día el laurel, palabra que en griego significa Dafne, se


convirtió en símbolo de gloria de ahí que sus hojas sirvan para coronar a los generales
victoriosos y honrar a los más destacados atletas y poetas.

ACTIVIDAD
Respondé a las siguientes preguntas de comprensión lectora:

¿Cómo se comporta Apolo frente a la negativa de Dafne?


¿Podemos considerar a Apolo un “buen enamorado”?¿Que estemos enamorados nos
autoriza a perseguir y acechar al otro?
¿Qué creen sobre la decisión de Dafne de no querer casarse ni tener hijos?
¿Qué piensan acerca de que Dafne sea quien sufre las consecuencias del acoso, y
no Apolo?
¿Qué final le darían ustedes a esta historia? Escríbanlo en un texto de al menos dos
párrafos, continuando la historia a partir del momento en que Dafne le pide ayuda a su
padre.

COSMOVISIÓN ÉPICA

Capítulo octavo
Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la
espantable y jamás imaginada aventura de los molinos
de viento, con otros sucesos dignos de feliz recordación.
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel
campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:

-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear;


porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más
desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las
vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena
guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de
la tierra.

- ¿Qué gigantes?- dijo Sancho Panza.

- Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se
parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos
parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la
piedra del molino.
- Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de
las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y
ponte en oración, que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla.

Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a


las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda
alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a
acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las
voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien
cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:

-¡No huyan, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que


los acomete!

Se levantó en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a


moverse, por lo cual Don Quijote, dijo:

- ¡Pues aunque muevan más brazos que los del gigante Briareo,
me lo han de pagar!
Y diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea,
pidiéndole que en tal trance le socorriese, arremetió a todo el galope de
Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole
una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza
pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy
maltrecho por el campo.

Acudió Sancho Panza a socorrer a todo el correr de su asno, y cuando llegó,


halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

- ¡Válgame Dios! -dijo Sancho- ¿no le dije yo a vuestra merced que


mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento?
- Calla, amigo Sancho -respondió Don Quijote-, que las cosas de la
guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más
que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el
aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme
la gloria de su vencimiento.

- Dios lo haga como puede -respondió Sancho Panza. Y ayudándole a


levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba;
y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto
Lápice, porque allí decía Don Quijote que no era posible dejar de
hallarse muchas y diversas aventuras.

Como leyeron, Don Quijote sigue acomodando su visión de la realidad a sus


fantasías caballerescas. Ahora, sin embargo, está acompañado por Sancho, quien
siempre lo vuelve a la realidad. Recordemos que Don Quijote enloqueció por la
lectura de libros de caballería. En el caso del capítulo leído, Cervantes realiza una
parodia de uno de los motivos más frecuentes y fantásticos de los libros de
caballería: la lucha del intrépido caballero contra los terribles gigantes. Al parodiar,
imita burlonamente esas aventuras fabulosas, para realizar una crítica hacia
ese tipo de lecturas.

El capítulo VIII tiene la estructura típica de las aventura quijotescas que conforman
cada salida de este caballero andante.

ACTIVIDADES

1. Resumí el capítulo leído teniendo en cuenta esta estructura narrativa:


- aparición de una aventura para Don Quijote
- advertencias de Sancho
- enfrentamiento con la realidad
- fracaso
- justificación del fracaso por obra de algún hechizo
2. Imaginá otra situación en la que algún personaje pierda la noción de realidad
por una causa de nuestro mundo contemporáneo: por exceso de videojuegos,
por mirar demasiado redes sociales, etc. Escribí un relato donde ese personaje
realice una intervención en la realidad interpretándola desde su punto de vista
“quijotizado”.

COSMOVISIÓN TRÁGICA

Uno de los grandes escritores reconocidos que aborda el


sentimiento de tragedia en sus producciones fue Federico García Lorca.
Veamos un poco quién fue:
A continuación los/as invitamos a leer el comienzo de la obra “Bodas
de sangre”.

Acto I

Cuadro I

Habitación pintada de amarillo.

NOVIO.- (Entrando.) Madre.

MADRE.- ¿Qué?

NOVIO.- Me voy.
MADRE.- ¿Adónde?

NOVIO.- A la viña. (Va a salir.)

MADRE.- Espera.

NOVIO.- ¿Quieres algo?

MADRE.- Hijo, el almuerzo.

NOVIO.- Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.

MADRE.- ¿Para qué?

NOVIO.- (Riendo.) Para cortarlas.

MADRE.- (Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja...


Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

NOVIO.- Vamos a otro asunto.

MADRE.- Y las escopetas y las pistolas y el cuchillo más pequeño,


y hasta las azadas y los bieldos de la era.

NOVIO.- Bueno.

MADRE.- Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un


hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus
olivos propios, porque son de él, heredados...

NOVIO.- (Bajando la cabeza.) Calle usted.

MADRE.- ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle


una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé
cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la
serpiente dentro del arcón.

NOVIO.- ¿Está bueno ya?

MADRE.- Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa.


Primero tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos.
Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como
una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No
callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y
hasta en las puntas del pelo.

NOVIO.- (Fuerte.) ¿Vamos a acabar?

MADRE.- No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu


padre? ¿Y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí
comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de
hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los
matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...

NOVIO.- ¿Es que quiere usted que los mate?

MADRE.- No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar


viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es
que... que no quisiera que salieras al campo.

NOVIO.- (Riendo.) ¡Vamos!

MADRE.- Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al


arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.

NOVIO.- (Coge de un brazo a la MADRE y ríe.) Madre, ¿y si yo la


llevara conmigo a las viñas?

MADRE.- ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter
debajo de los pámpanos?

NOVIO.- (Levantándola en sus brazos.) Vieja, revieja, requetevieja.

MADRE.- Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre.


Tu abuelo dejó a un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres,
hombres; el trigo, trigo.

NOVIO.- ¿Y yo, madre?

MADRE.- ¿Tú, qué?

NOVIO.- ¿Necesito decírselo otra vez?

MADRE.- (Seria.) ¡Ah!

NOVIO.- ¿Es que le parece mal?

MADRE.- No.

NOVIO.- ¿Entonces?...

MADRE.- No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende.


Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora.
Amasa su pan y cose sus faldas, y siento, sin embargo, cuando la nombro,
como si me dieran una pedrada en la frente.

NOVIO.- Tonterías.

MADRE.- Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me


quedas más que tú, y siento que te vayas.

NOVIO.- Pero usted vendrá con nosotros.


MADRE.- No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu
hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera
uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado.
¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro
y yo sola los machaco contra la tapia.

NOVIO.- (Fuerte.) Vuelta otra vez.

MADRE.- Perdóname. (Pausa.) ¿Cuánto tiempo llevas en


relaciones?

NOVIO.- Tres años. Ya pude comprar la viña.

MADRE.- Tres años. Ella tuvo un novio, ¿no?

NOVIO.- No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con
quién se casan.

MADRE.- Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo


mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.

NOVIO.- Usted sabe que mi novia es buena.

MADRE.- No lo dudo. De todos modos, siento no saber cómo fue


su madre.

NOVIO.- ¿Qué más da?

MADRE.- (Mirándole.) Hijo.

NOVIO.- ¿Qué quiere usted?

MADRE.- ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que


la pida?
NOVIO.- (Alegre.) ¿Le parece bien el domingo?

MADRE.- (Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son


antiguos, y tú le compras...

NOVIO.- Usted entiende más...

MADRE.- Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes...


¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!

NOVIO.- Me voy. Mañana iré a verla.

MADRE.- Sí, sí; y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te
dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

NOVIO.- El primero para usted.

MADRE.- Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer
encaje y estar tranquila.

NOVIO.- Estoy seguro que usted querrá a mi novia.

MADRE.- La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya


estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.)
Cuando lo sea.

NOVIO.- Me voy.

MADRE.- Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes


descuidada.

NOVIO.- ¡Lo dicho!

MADRE.- Anda con Dios.


(Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta.
Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a
la cabeza.)

Pasa.

VECINA.- ¿Cómo estás?

MADRE.- Ya ves.

VECINA.- Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!...

MADRE.- Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

VECINA.- Tú estás bien.

MADRE.- ¿Lo crees?

VECINA.- Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi


vecina con los dos brazos cortados por la máquina. (Se sienta.)

MADRE.- ¿A Rafael?

VECINA.- Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el


mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos
a quedarse inútiles.

MADRE.- Calla. Todo eso son invenciones, pero no consuelos.

VECINA.- ¡Ay!

MADRE.- ¡Ay!

(Pausa.)
VECINA.- (Triste.) ¿Y tu hijo?

MADRE.- Salió.

VECINA.- ¡Al fin compró la viña!

MADRE.- Tuvo suerte.

VECINA.- Ahora se casará.

MADRE.- (Como despertando y acercando su silla a la silla de la


VECINA.) Oye.

VECINA.- (En plan confidencial.) Dime.

MADRE.- ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?

VECINA.- ¡Buena muchacha!

MADRE.- Sí, pero...

VECINA.- Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola


con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cerca. Pero es
buena. Acostumbrada a la soledad.

MADRE.- ¿Y su madre?

VECINA.- A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como


a un santo; pero a mí no me gustó nunca. No quería a su marido.

MADRE.- (Fuerte.) Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!

VECINA.- Perdona. No quisiera ofender; pero es verdad. Ahora, si


fue decente o no, nadie lo dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.
MADRE.- ¡Siempre igual!

VECINA.- Tú me preguntaste.

MADRE.- Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las


conociera nadie. Que fueran como dos cardos, que ninguna persona los
nombra y pinchan si llega el momento.

VECINA.- Tienes razón. Tu hijo vale mucho.

MADRE.- Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la


muchacha tuvo novio hace tiempo.

VECINA.- Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años


con una prima de ella, por cierto. Nadie se acuerda del noviazgo.

MADRE.- ¿Cómo te acuerdas tú?

VECINA.- ¡Me haces unas preguntas!...

MADRE.- A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién


fue el novio?

VECINA.- Leonardo.

MADRE.- ¿Qué Leonardo?

VECINA.- Leonardo el de los Félix.

MADRE.- (Levantándose.) ¡De los Félix!

VECINA.- Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho


años cuando las cuestiones.
MADRE.- Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (Entre
dientes.) Félix que llenárseme de cieno la boca (Escupe.) y tengo que
escupir, tengo que escupir por no matar.

VECINA.- Repórtate. ¿Qué sacas con eso?

MADRE.- Nada. Pero tú lo comprendes.

VECINA.- No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada.


Tú estás vieja. Yo, también. A ti y a mí nos toca callar.

MADRE.- No le diré nada.

VECINA.- (Besándola.) Nada.

MADRE.- (Serena.) ¡Las cosas!...

VECINA.- Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.

MADRE.- ¿Has visto qué día de calor?

VECINA.- Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los


segadores. Adiós, mujer.

MADRE.- Adiós. (Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio


del camino se detiene y lentamente se santigua.)
ACTIVIDADES

1. ¿Qué personajes aparecen? ¿Qué se sabe de ellos?


2. ¿Qué simboliza la navaja, qué función cumple, qué efecto
provoca?

3. A partir del diálogo entre los personajes, reflexionen acerca del


lugar que ocupa la muerte en cada uno de ellos.
4. ¿Por qué creen que el autor no utiliza nombres propios para sus
personajes?

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