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11 señales de

inmadurez en nuestro
carácter
24 JUNIO, 2020  |  MIGUEL NÚÑEZ
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Nota del editor: 
Este es un fragmento adaptado de Siervos para su gloria: Antes de hacer
tienes que ser (B&H Español, 2018), por Miguel Núñez.
En la medida en que somos sinceros, podemos, con la ayuda de la Palabra de Dios y del
Espíritu de Dios, ir descubriendo señales de inmadurez en nuestro carácter para llevarlas
entonces a los pies de Cristo. A continuación algunas de estas señales:

1. Una necesidad muy grande de


aprobación
Debido a nuestra condición caída, todos anhelamos ser aprobados. Sin embargo, algunos
tenemos necesidad extrema de aprobación. A la menor señal de que el otro no nos aprobó,
nos ofendemos o irritamos, así fuera un simple saludo que alguien dejó de darnos. Otras
veces la necesidad está más escondida.

Necesitamos una idea más grande del Dios que adoramos y una idea más pequeña del
hombre y de los reconocimientos de esta vida
 
Somos personas complejas con mecanismos de defensa o formas múltiples de ocultar
nuestras disfunciones. En el fondo, estas manifestaciones externas corresponden a
inseguridades internas. Necesitamos una idea más grande del Dios que adoramos y una idea
más pequeña del hombre y de los reconocimientos de esta vida.

2. El perfeccionismo
El perfeccionismo es una señal de inseguridad. A medida que experimentamos mayor grado
de inseguridad, experimentamos mayor necesidad de sentirnos seguros, y el perfeccionismo
no es más que una forma extrema de querer controlar nuestro entorno porque el control del
entorno garantiza nuestra seguridad, lo cual nunca lograremos alcanzar realmente.
Conforme maduramos en nuestra relación con Dios, ese perfeccionismo debiera disminuir
al sentirnos seguros en Cristo.
3. Los celos
Los celos son otra indicación de que nuestro mundo emocional necesita madurar. Algunos
experimentan celos por sus amistades cuando hacen otros amigos. La persona celosa quiere
controlar las relaciones de los demás.

Frecuentemente los hijos únicos experimentan esa sensación cuando sus padres tienen un
segundo hijo. Algunos incluso retroceden en su comportamiento y entonces vemos a niños
de ocho y diez años que comienzan de nuevo a mojar las sábanas durante la noche, sin
“poder” controlar el esfínter urinario. Hasta ahí llega nuestra condición caída. Donde hay
celos, invariablemente hay contiendas (1 Co. 3:3; 2 Co. 12:20; Gá. 5:20; Stg. 3:14,16).

4. La condenación frecuente del otro


Esta actitud está motivada por un sentido de superioridad respecto de los demás; es lo que
en inglés se conoce como self-righteousness o arrogancia moral. Estas personas tienden a
señalar o criticar a cualquier otro que no llene su estándar. Las personas maduras son
personas humildes y las personas humildes no se sienten motivadas a condenar al prójimo.

5. El resentimiento y la falta de perdón


El resentimiento y la falta de perdón son evidencias de ira acumulada. Esta es una señal de
alerta de que tenemos profundas áreas de inmadurez.

Las personas con dificultad para el perdón olvidan que la mayor víctima de todas fue
el Señor Jesús y nosotros fuimos sus victimarios
 
Las personas emocionalmente maduras perdonan con relativa facilidad. Incluso las no
cristianas, pero emocionalmente maduras, pueden lograr otorgar el perdón con relativa
facilidad dada la imagen de Dios en el hombre. Quizás esas personas no creyentes que
logran perdonar a otros no puedan perdonar con la profundidad con la que un hijo de Dios
puede hacerlo, o con las bendiciones que se le añaden por ser un hijo de Dios.

Las personas con dificultad para el perdón se ven a sí mismas como víctimas y olvidan que
la mayor víctima de todas fue el Señor Jesús y nosotros fuimos us victimarios.

6. Los arranques incontrolables de ira


Los arranques de ira que no podemos controlar revelan falta de dominio propio. Esta falta
de control se relaciona más con nuestra naturaleza carnal que con la imagen del nuevo
hombre. Si no podemos controlar la ira, hay algo de nuestra naturaleza pecadora que está
tomando el control en esos momentos en lugar del Espíritu Santo que mora en el creyente.
Recordemos que el dominio propio es un fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23).

7. Amar servir, pero por las razones


equivocadas
Cuando nos encanta servir, pero por las razones equivocadas, revelamos nuestro
egocentrismo. Muchas veces, nos encanta servir a otros porque al hacerlo somos el centro
de atención y, en nuestra inmadurez, nos gusta estar en el centro. Cuando somos el centro,
la gente nos ve, nos aplaude, nos aprueba y demás.

Debemos servir, pero por las razones correctas. “Mucha gente ha cambiado su conducta,
pero sus motivaciones y deseos todavía están errados, de manera que Dios no se siente más
complacido con la nueva conducta que con la anterior”.

8. Dificultad para reconocer el talento


de los demás
Cuando tenemos dificultad para reconocer el talento de otro, que no es otra cosa sino una
señal de envidia, nos autojustificamos con frases como: “No puedo aplaudir a otros porque
entonces se podrían enorgullecer”. Pero la realidad es que en la Biblia frecuentemente
encontramos a Dios elogiando a muchos de Sus hijos. De Moisés se dice que era el más
humilde sobre la faz de la tierra (Nm. 12:3). De Job, Dios dice que era un hombre justo o
intachable. Pablo exhorta a los hermanos a imitar a Timoteo (Fil. 2:19-24).

No debemos tratar de mantener humilde al otro porque ese no es nuestro rol. Nuestro rol es
animar al otro, edificarlo, estimularlo, ayudarlo; y Dios se encarga del resto. Esto nos
permite apreciar los talentos de los demás.

9. Dificultad para controlar la lengua


La dificultad para controlar la lengua revela una falta de llenura del Espíritu en la persona.
Esta es una debilidad pecaminosa de la cual Santiago habla en el capítulo 3 de la epístola
que lleva su nombre. La falta de control sobre la lengua no solamente es algo pecaminoso,
sino que también evidencia una inmadurez espiritual que es la raíz de la falta de control en
nuestro hablar. El fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23) es el resultado de la llenura del mismo
Espíritu.

La dificultad para controlar la lengua revela una falta de llenura del Espíritu Santo
en la persona
 

10. Dificultad para seguir


relacionándonos de cerca con otros
que difieren de nosotros
Esto es algo significativo. Los demás no tienen que estar de acuerdo con lo que nosotros
apreciamos, con aquello que nos gusta y con lo que deseamos.

Muchos se alejan de personas que difieren de ellos porque se sienten inseguros en su


presencia. Otros solo conocen una manera de relacionarse con los demás y es a través de la
codependencia. Las personas codependientes necesitan estar de acuerdo en todo para
sentirse cómodas. La codependencia frecuentemente es una señal de que tenemos una
necesidad extrema de aprobación por parte de otras personas a quienes necesitamos para
nuestro sentido de identidad.

11. Actitud de sospecha hacia los


demás
Existen personas a nuestro alrededor que sospechan de todo el mundo. Emiten juicios de
valor y evalúan las intenciones de los demás como si vivieran en su interior. Estas son
personas que viven construyendo rompecabezas y jugando ajedrez en su mente y con la
gente. Dicha actitud lleva a la manipulación. Así no podemos vivir. No se vive en
tranquilidad, en paz, moviendo fichas todos los días en la mente. Si somos emocionalmente
maduros, descansamos sabiendo que las fichas del ajedrez las mueve Dios.

A medida que comprendemos mejor las señales mencionadas aquí, entendemos que no hay
nada mejor que vivir emocionalmente libre. En Cristo y por Cristo. No por esfuerzo propio.

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