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Antonio de Mendoza y Pacheco nació alrededor de 1490 en Mondéjar (España), en el seno de una
familia con holgados recursos, pues fue hijo de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, segundo
conde de Tendilla. Esto hizo que tuviera una de las mejores educaciones de la época y fuera
cercano a la familia real española.
Su reconocida lealtad a la Corona lo llevó a tener varias encomiendas y a ser representante del rey
Carlos I en Alemania y Hungría. Más tarde, ante las problemáticas de tener un gobierno estable en
las nuevas posesiones en América, fue nombrado primer virrey de la Nueva España el 17 de abril
de 1535. En este territorio tuvo que lidiar con las fuertes personalidades de los conquistadores,
con Hernán Cortés a la cabeza, y con los peninsulares que conformaron la Primera Audiencia.
Debido a su labor pacificadora, don Antonio fue nombrado virrey del Perú en 1551, con la
intención de reorganizarlo después de numerosos conflictos internos. Sin embargo, la fatiga ya se
hacía ver en Mendoza. Las presiones y los años alejado de la metrópoli le exigían un retiro a la
tranquilidad de la vida privada. Su hermano Luis, heredero del título de conde de Tendilla y
presidente del Consejo de Indias, lo sabía de sobra. No obstante, por honor le exigió que, si él no
pudiese ir, sus huesos fueran al Perú.
Y así fue. Antonio de Mendoza llegó a Lima en septiembre de 1551 y murió en julio de 1552, por lo
que consumió sus últimos meses de vida en obrar en Perú la eficaz administración que lo destacó
en la Nueva España.