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HISTORIA DE MEDINA SIDONIA
HISTORIA DE MEDINA SIDONIA
TOMO 1
DE LOS ORÍGENES A LA ÉPOCA MEDIEVAL
2 011
ÍNDICE
LOS ORÍGENES DE MEDINA SIDONIA. PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA
1. El marco geográfico................................................................................................................................. 17
3. El Paleolítico Medio............................................................................................................................... 30
7. El Calcolítico.................................................................................................................................................. 44
LOS ORÍGENES DE MEDINA SIDONIA.
PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA
1
1. EL MARCO GEOGRÁFICO.
Figura 2. Unidades ambientales homogéneas del término municipal de Medina Sidonia (Cádiz).
Castillo, una altura de 337 m s.n.m. que destaca sobre el resto del territorio
circundante (Lám. 1). Junto a él, el Cerro de Las Madres, al Noroeste de
Medina y con una altura de unos 263 m s.n.m., fue intensamente ocupado
durante el Bronce Final así como el Cerro de El Berrueco, de 175 m de
altura, cuyo asentamiento humano arranca desde la Edad del Cobre, pero se
hizo muy significativo durante el Bronce Pleno. Los topónimos de numerosos
cerros testigo que se desarrollan en este sector del término municipal, Cerro
de la Atalaya, Cerro de los Molinos o el Cerro del Mirador, dan buena muestra
de su funcionalidad como espacios de control visual y dominio del entorno.
Lámina 1. Vista aérea de la actual población de Medina Sidonia y su entorno inmediato (según la Memoria de
Información del Plan General de Ordenación Urbanística de Medina Sidonia. Aprobación Inicial, p. 2).
Lámina 3. Imagen actual de la Laguna de La Janda desecada (Fotografía: Ester López Rosendo).
A fines del siglo XIX ven la luz en Andalucía una serie de trabajos
que, si no son propiamente científicos, describen monumentos y dan noticias
de interés sobre algunos hallazgos arqueológicos casuales. En 1875, Martínez
Delgado publica una Historia de Medina Sidonia y a comienzos del siglo XX
aparecen una serie de trabajos sobre la Prehistoria de la comarca de La Janda
que constituyen el origen de las investigaciones científicas en el municipio.
Parte de estos descubrimientos fueron ya recogidos por Romero de Torres
en 1934 y por César Pemán en 1940 (1954), pero no será hasta 1981 cuando
Marcos Romero vuelva a recopilar algunos de los hallazgos arqueológicos más
destacables de la Prehistoria de Medina Sidonia.
El interés por el estudio de la Prehistoria del sur del término municipal
de Medina Sidonia se vincula a una zona de gran atracción para investigadores
europeos y nacionales, desde mediados del siglo XIX y durante las primeras dé-
cadas del siglo XX. Hay que comenzar destacando el descubrimiento, en 1848,
de los primeros restos de homínidos en el Peñón de Gibraltar correspondientes
al cráneo femenino de Forbe’s Quarry (Homo Sapiens neanderthalensis), aunque
ya desde el siglo XVIII se venían produciendo en estas grutas hallazgos de restos
paleontológicos que llamaron la atención de la comunidad científica europea.
Durante la década de 1860 se efectuaron excavaciones arqueológicas en las
cuevas de Genista, trabajos que se completarían a lo largo del siglo XX con las
investigaciones efectuadas en Devil’s Tower y Gorham’s Cave.
Estos hallazgos paleoantropológicos propiciaron el interés de prehisto-
riadores, tanto nacionales como extranjeros, por conocer los yacimientos re-
lacionados con los restos paleolíticos en las comarcas cercanas al Peñón de
Gibraltar. Los estudios sobre industrias líticas atrajeron a la zona a varios in-
vestigadores españoles y a un célebre prehistoriador francés, el abate Henri
Breuil, que en enero de 1914 descubrió nuevos yacimientos paleolíticos junto
al investigador de Cambridge, M. Burkitt. Sus trabajos de prospecciones se de-
sarrollaron entre 1916, 1918, 1919 y 1926 en algunos yacimientos paleolíticos
localizados en el área de Los Barrios, en los alrededores de Castellar y cerca de
la desembocadura del río Guadiaro (Breuil 1914; Breuil y Burkitt 1929).
Por parte de los investigadores españoles, el Instituto Nacional de Cien-
cias Físico-Naturales que dependía de la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas, creó una Comisión de Investigaciones Paleontológicas
y Prehistóricas1 con sede en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, y cuyo
director por aquellos entonces era D. Enrique Aguilera Gamboa, marqués de
Cerralbo. Los dos investigadores españoles encargados de explorar la comar-
ca de La Janda fueron el prehistoriador Juan Cabré Aguiló, Comisario de Ex-
ploraciones de la Comisión, y el geólogo Eduardo Hernández Pacheco, Jefe
de Trabajos. Estos investigadores comenzaron localizando algunos depósitos
de industrias líticas (Hernández-Pacheco 1915; Hernández-Pacheco y Cabré
1
Mediante Real Orden de 29 de mayo de 1912 y de 26 de mayo de 1913.
2
Proyecto de investigación aprobado en 1985 por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
del que se realizaron cuatro campañas de prospecciones sistemáticas (1986-1989) por parte de los
investigadores V. Mateos Alonso, de la Universidad de Sevilla, J.R. Ramírez Delgado, de la Uni-
versidad Autónoma de Madrid, y C. Fernández-Llebrez Butler, de la Universidad de Granada.
Existen yacimientos
pertenecientes al Paleolí-
tico Inferior en las zonas
altas de las graveras for-
madas en los bordes de
la antigua Depresión de
La Janda (Loma del Ma-
chorro, Los Derramade-
ros3 o Cerro de La Ven-
ta), con industrias talla-
das fundamentalmente
en cantos de arenisca y
protocuarcita (Fig. 3).
A estas industrias se le
Figura 3. Paleolítico Inferior. Laguna de La Janda (según F. Giles y A. asigna una datación del
Sáez, 1978, figs. 1 y 2; C. Fernández-Llebrez et alii, 1988, figs. 1 y 2).
Achelense medio, ca-
racterizado por bifaces clásicos (espesos y amigdaloides), bifaces no clásicos
(bifaces parciales, algunos sobre lasca), unifaces, esbozos de bifaces, trie-
dros primitivos, hendedores, núcleos atípicos y globulares, raederas (algunas
con retoque escamoso escaleriforme), escotaduras clactonienses o muescas,
perforadores atípicos y “rabots” sobre canto. Lo más destacable de esta in-
dustria Achelense es la mínima representación de choppers y chopping-tools,
y la ausencia de talla levallois que indica un estadio muy primitivo (Mateos
Alonso et alii 1995: 29).
Junto a estas primeras investigaciones, el estudio de las comunidades
de cazadores-recolectores que habitaron la banda atlántica de Cádiz durante
el Pleistoceno Medio ha formado parte un proyecto de investigación
desarrollado entre 1993 (prospecciones centradas en Chiclana de la Frontera)
y 1998 (Medina Sidonia y Vejer), dirigido el Dr. José Ramos Muñoz
desde la Universidad de Cádiz (Ramos Muñoz et alii 2001; Ramos Muñoz
2008).4 Dentro de estos trabajos de reconocimiento del territorio durante la
Prehistoria, se ha prestado especial atención al conocimiento del medio natural
y a la relación de las comunidades humanas con su entorno, para lo que se
3
Publicado por Giles Pacheco y Sáez Espligares en 1978, donde presentan el estudio de siete piezas
líticas recogidas en este yacimiento.
4
La campaña de prospección de Medina Sidonia fue solicitada a la DGBBCC con fecha del 23/11/1994
(Ramos Muñoz 2008: 24).
glaciar de Mindel o Mindel final. Está formado por piezas globulosas, donde
se documentan industrias triédricas como cantos de talla distal en punta
triédrica, núcleos poliédricos de lascas sin preparación y cantos bifaciales y
unifaciales. El segundo grupo pertenece ya al Achelense Superior con piezas
tecnológicamente más evolucionadas. Se distinguen: bifaces, raederas, cepillos,
denticulados, muescas y algunas lascas levallois. Este horizonte cultural tiene
correspondencia con otros documentados en la provincia de Cádiz como los
publicados por Breuil (1914), Hernández-Pacheco (1915) o Giles Pacheco y
Sáez Espligares (1978).
Los yacimientos arqueológicos del Paleolítico Inferior Achelense
aparecen vinculados, por tanto, a dos medios físicos: las terrazas fluviales de
los principales colectores atlánticos, y las zonas lacustres, antiguas lagunas
endorreicas hoy desecadas que eran nichos ecológicos de una gran riqueza en
recursos naturales, agua dulce y fauna. Desafortunadamente los yacimientos
arqueológicos documentados en estos ámbitos geográficos suelen ser
depósitos superficiales y en posición secundaria o desplazada, por lo que las
interpretaciones que se derivan de estos estudios no son del todo concluyentes
ya que es difícil poder acercarnos a aspectos más concretos como los modos de
vida de estas comunidades de cazadores-recolectores, datos que sí ofrecen, por
el contrario, los hallazgos en cuevas. No obstante, los yacimientos paleolíticos
documentados en este tipo de ámbitos geográficos sí aportan información
acerca de los territorios utilizados por el hombre para el abastecimiento de
materias primas, recursos hídricos y faunísticos.
Dentro de la secuencia climática para la Península Ibérica se define el
Pleistoceno Medio como una época caracterizada por la presencia del mamut
de estepa, el Mammuthus trogontherii que desplaza al M. meridionalis en algunos
espacios más fríos, y la asociación Arvicola mosbachensis-sapidus con Microtus
brecciensis. Esta fauna es propia de uno de los estadios climáticos más fríos del
Pleistoceno, que coincide además con la documentación de taxones de flora
propia de las estepas. Las correlaciones palinoestratigráficas reflejan también
que en la secuencia mediterránea, estas fases estépicas corresponden con
etapas frías o glaciares en las zonas noreuropeas y forestales en las zonas más
templadas, con el desarrollo de un ambiente más húmedo. El clima durante el
Pleistoceno Medio favorecía la existencia de un paisaje de bosque muy denso que
en nuestro ámbito correspondería con la expansión del alcornocal y en altitudes
superiores al pinsapar, actualmente restringido a la Sierra de Grazalema.
3. EL PALEOLÍTICO MEDIO.
5
El empleo del sílex se documenta fundamentalmente en los yacimientos detectados en los me-
dios costeros de la banda atlántica gaditana.
4. EL PALEOLÍTICO SUPERIOR.
del Tajo de Las Figuras) así como en dos de las cavidades de las Cuevas de
Levante donde se habían localizado las industrias líticas solutrenses. En la
Cueva del Arco se documentaron trazos grabados finos, largos, horizontales y
curvos, bajo los motivos pintados postpaleolíticos. También en las Cuevas de
Levante se reconoce un posible zoomorfo, algunas líneas irregulares trazadas
verticalmente, varias cazoletas y un triángulo. Los paralelos estilísticos datan
estas representaciones dentro del Solutrense sensu lato (Más Cornellà y Ripoll
López 1996: 271).
La Cueva del Tajo de Las Figuras ofrece también uno de los conjuntos
más interesantes de estos grabados solutrenses, infrapuestos a los motivos
pintados postpaleolíticos, y que confirman que esta estación debió ocupar
una importantísima posición estratégica al borde de la antigua Laguna de
La Janda, por la que debieron transitar tanto los hombres como numerosas
manadas de animales desde la prehistoria antigua (Ripoll López et alii 1991:
188). En la Cueva del Tajo de Las Figuras se han reconocido dieciocho
representaciones grabadas paleolíticas, entre las que aparecen numerosos
trazos indeterminados junto a otros grabados figurativos. Los grabados
solutrenses se documentaron en el techo, en el fondo y en la pared izquierda
del abrigo, según se entra en la cueva. Destacan tres representaciones
figurativas entre las que se distinguen la cabeza de una cierva de gran tamaño
además de un cáprido barbado masculino, orientados a la izquierda, así como
un prótomos de caballo que mira a la derecha, junto a otros grabados de tipo
geométrico (Fig. 6). Sobre la roca base de la covacha se grabó la cabeza de
una cierva orientada a la izquierda
de gran tamaño, 62 cm de largo por
37 de ancho, y trazo de sección en V.
La segunda de las figuras representa
un prótomos de caballo que mira
hacia la derecha, de 40 cm de largo y
28 de ancho, de sección en parte en
V y en otro sector en U. La última
de las representaciones figurativas
grabadas es la cabeza de un cáprido
mirando hacia la izquierda, de 19
cm de largo por 9 de ancho y sección
Figura 6. Grabados rupestres solutrenses de la Cueva del
Tajo de Las Figuras (según M. Mas et alii, 1995, fig. 3). en U. Presenta en la parte inferior
7. El CALCOLÍTICO.
6
Del Cerro de la Fuente proceden algunas hachas pulimentadas pertenecientes a la colección
privada del Grupo Gades así como a D. Tomás Gómez, citadas por Ramos Romero. Otras hachas
proceden posiblemente de una sepultura de esta época hallada en una cantera abandonada del
cerro del Hoyo Utrera, que se localiza a la derecha del anterior (Ramos Romero 1981: 337).
comienzos de la Edad del Bronce, entre el IIIer y el IIº milenio a.C. y ha sido
sometido a una prospección superficial intensiva. Este poblado comienza a
ser ocupado a finales del Neolítico cuando se conoce una ocupación sedentaria
estable con vista a la explotación intensiva del medio, que parece relacionada cada
vez más con procesos de jerarquización social. Presenta evidencias de poseer un
dominio cada vez más eficiente del entorno y buscar el control de los caminos y
las rutas ganaderas, así como de las zonas de abastecimiento de materias primas,
en definitiva, un paisaje más organizado donde se hacen efectivas las prácticas
funerarias, relacionadas con el foco dolménico de la Laguna de La Janda y con
las manifestaciones rupestres de las sierras cercanas.
El asentamiento se estableció sobre una gran meseta o plataforma
destacada en el entorno, justo en la unión entre los ríos Celemín y Barbate, lo
cual proporcionó el abastecimiento necesario de agua potable al yacimiento
además de una cantera natural de materia prima lítica, como cantos de sílex,
algunas cuarcitas y areniscas. La vega fluvial propició además la conformación
de suelos de lehm margosos del Trías, propios de la campiña, que son
inmejorables para la práctica de la agricultura. El dominio visual del entorno
controla las sierras adyacentes de los rebordes de la Laguna de La Janda, en
especial de la Sierra Momia.
El material arqueológico que ha servido para definir las diferentes fases
de ocupación del yacimiento ha sido recogido en superficie, y comprende
fundamentalmente restos de industrias líticas y de cerámicas hechas a mano
que están estrechamente relacionadas con actividades domésticas, propias de
poblados estables que practican la transformación de alimentos y el consumo
in situ. Entre los artefactos tallados en piedra destacan los más antiguos que
heredan tipos clásicos del Paleolítico Superior y que perduran durante el
Epipaleolítico y Neolítico como son los raspadores y los buriles, a los que se
añaden perforadores, algunos núcleos con técnica levallois, hojas y laminillas
de talla a presión, lascas sin retocar, muescas, truncaduras y denticulados,
destacando además la presencia de una punta de flecha con retoque plano-
foliáceo que indica que la caza debió continuar siendo en la comarca una práctica
que proporcionaba un complemento alimenticio importante. Por otra parte, las
evidencias arqueológicas de la práctica de la recolección y la agricultura están
representadas por el hallazgo de elementos de hoz como las láminas denticuladas
con evidencias de lustre y uso, las hachas relacionadas con la tala de árboles o las
azuelas y gubias para cavar la tierra. El consumo de cereales está constatado por
Lámina 6. Imagen del Tajo de Las Figuras en Sierra Momia (Fotografía: Marti Más i Cornellá).
7
También conocida como Cueva de Los Ladrones.
8
Proyecto de Investigación “Las manifestaciones rupestres prehistóricas de la zona gaditana” au-
torizado y subvencionado por la DGBBCC de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía,
1985-1992 (Mas Cornellà 1993; Mas Cornellà et alii 1996).
el sector Oeste del abrigo. Hay que señalar además las agresiones antrópicas
sufridas en algunos paneles durante las últimas décadas.
Lámina 7. Abrigo rocoso del Tajo de Las Figuras (Cueva de los Ladrones) (Fotografía: Marti Mas i Cornellà).
Lámina 8. Detalle de un ciervo pintado en el abrigo del Tajo de Las Figuras (Fotografía: Marti Mas i Cornellà).
llan sobre un suelo lineal recto ficticio. Las composiciones no son aleatorias,
construyendo escenas que incluso aprovechan los accidentes naturales de la
roca para simular paisajes. Detrás de estas representaciones, tanto naturalistas
como esquemáticas, se ocultan unas estructuras iconográficas que se repiten
(Mas Cornellà 2005). Los investigadores Cabré y Hernández-Pacheco así como
Breuil ya definieron las figuras representadas, tanto de estilo naturalista como
esquemática: figuras humanas desnudas, mujeres y hombres adultos, posibles
arqueros, algunos adornados con collares, tocados, hachas, lazo e incluso un
ídolo fálico, dos figuras humanas bajo un arco, ciervos, cabras montesas, caba-
llos, posibles antílopes, tejón, carnívoros, un posible camello, lobos, e infinidad
de aves como grullas, flamencos, gallinas de agua, cisnes y avutardas. Algunas
de estas representaciones descritas a comienzos del siglo XX ya no se conservan
(Fig. 9). Como señalaba el abate Breuil (Breuil y Burkitt 1929: 11-34), tanto en
las figuras humanas como en los animales se tiende a aumentar de tamaño algún
detalle anatómico que se exagera para hacer comprender mejor el significado
de lo que se quiere transmitir:
pies y manos con dedos, muje-
res con caderas anchas, senos,
orejas, falos, narices, nalgas y,
en el caso de animales, sobre
todo las cornamentas, en las
aves que representan un 50%
de las figuras, las colas, al igual
que algunos mamíferos. Exis-
ten también numerosos moti-
vos estrictamente esquemáti-
cos: pectiformes, soliformes,
Figura 9. Reproducción de los diferentes paneles del Tajo de Las
Figuras (según H. Breuil y M. C. Burkitt, 1929, 13). puntos, manchas, esteliformes,
círculos, ramiformes, aspas...
etc. Pero la combinación de todos estos elementos suelen ser coetáneos y no
conllevan la representación de figuras estáticas, sino que reflejan situaciones
en las que se relacionan a veces varias figuras, en un intento por representar
escenas de los ciclos vitales de la naturaleza: ciervos en celo, una cierva ama-
mantando a un cervatillo, una pareja humana con un niño, hombres cazando,
la cópula entre las grullas, aves nadando, especies migratorias como una ban-
dada de treinta y siete avutardas volando, o un ave hembra adulta seguida de
sus pollos, escenas que se producen en determinadas estaciones del año, cuyo
mensaje pretende transmitir momentos eclosivos de los ciclos vitales en los que
se implican tanto los animales como los seres humanos del entorno ecológico de
la antigua Laguna de La Janda. En palabras de Mas Cornellà “La Cueva del Tajo
de Las Figuras es un auténtico mapa etológico, que demuestra el gran conocimiento del
medio ambiente, incidiendo en temas tan importantes como la reproducción de la vida.
[...] este lugar representaba un papel fundamental relacionado con la transmisión de
información” (Mas Cornellà 2005: 212).
Figura 10. Cuenco campaniforme del Cerro de El Berrueco (según J. L. Escacena y M. Lazarich, 1990-91,
190, fig. 2).
de uso (en el caso de la segunda de reocupación) más recientes que pueden ser
datados en el horizonte campaniforme (Lazarich González 2007: 22).
La más moderna de ellas es la llamada estructura E-1. Se trata de una
cueva artificial de planta oval que fue utilizada como enterramiento colectivo.
La estructura se excava por completo en el terreno natural y presenta tres
pequeñas hornacinas en su cara oeste.
El ritual funerario no muestra diferencias con el del resto de la necrópolis,
los restos humanos, posiblemente seleccionados ya que abundan los huesos
largos y los cráneos y en cambio otros apenas si se encuentran representados,
son depositados en posición secundaria, acompañados por los elementos
del ajuar que es muy numeroso y rico y en el que destacan los elementos
campaniformes: vasos acampanados con decoración “a peine”, puntas de
“tipo Palmela” en bronce, cilindros de hueso de funcionalidad desconocida,
también profusamente decorados y cuentas de variscita y otras materias primas
de procedencia no local que, según su excavadora, son el reflejo material del
alto rango de los allí enterrados (Lazarich González 2007: 24).
Láminas 10 y 11. Cerro de El Berrueco: vista general y detalle (Fotografías: José Luis Escacena Carrasco).
A raíz de la destrucción casi total del yacimiento por su uso como cantera
de materiales para la construcción, tuvieron lugar las primeras investigaciones
científicas en la zona a comienzos de los años ochenta. Los trabajos iniciales
consistieron en una serie de prospecciones superficiales que corrieron a cargo,
en un principio, de un grupo de arqueológos del Museo de Cádiz, con Francisco
Giles Pacheco y Antonio Sáez Espligares al frente y, posteriormente, por un
segundo equipo de la Universidad de Cádiz, dirigido por José Luis Escacena
Carrasco, que sería quien finalmente se hiciera cargo del estudio de los
materiales hallados durante las prospecciones (Escacena Carrasco, de Frutos
Reyes y Alonso Villalobos 1984) y de las posteriores intervenciones en el sitio
(Escacena Carrasco y de Frutos Reyes 1985).
Las labores de cantería que tuvieron lugar en el cerro desde los
años cuarenta destruyeron gran parte del yacimiento, sobre todo la parte
superior del mismo, aunque también quedaron afectadas seriamente otras
zonas, circunstancia que condicionó la división del cerro en tres sectores y
la elección de las zonas a intervenir (Escacena Carrasco, de Frutos Reyes
y Alonso Villalobos 1984: 11). Mientras que el sector norte, donde se
practicó la intervención arqueológica, es el más reducido aunque es el que ha
proporcionado los materiales más antiguos que arrancan desde el Calcolítico,
la zona sur es la que se encuentra menos afectada por las labores de extracción.
De esta extensa área proceden los vestigios más modernos, correspondientes
al Bronce Final y Protohistoria, no en vano se orienta hacia la bahía de Cádiz
con la que se comunica a través del río Iro. Un horizonte cultural similar
presenta la tercera de las zonas contempladas, el sector oeste, aunque en este
caso se encuentra, como el área norte, más afectada por la cantera.
El estudio de los materiales procedentes de las prospecciones
superficiales que estaban depositados en el Museo de Cádiz ofreció desde los
primeros momentos de la investigación una secuencia bastante completa del
poblamiento del sitio, que debió iniciarse entre finales del Calcolítico e inicios del
Bronce Antiguo, como demuestra el fragmento campaniforme ya analizado.
Con posterioridad, en el año 1982, se practicaron dos cortes
arqueológicos en la zona norte, la que había proporcionado los materiales más
antiguos. La intervención sacó a la luz restos de una estructura de habitación y
cinco enterramientos y proporcionó una secuencia estratigráfica de dos metros y
medio de potencia (Fig. 11) y siete estratos, en la que están representadas desde
las fases más tardías del Calcolítico hasta momentos del Bronce Final (Fig. 12).
Figura 11. Estratigrafía arqueológica del Cerro de El Berrueco (según J. L. Escacena y N. Berriatua, 1985, 227).
Figura 13. Planta de los niveles con enterramientos de la Edad del Bronce del Cerro de El Berrueco (según J. L.
Escacena y G. de Frutos, 1981-82, fig. 3).
algo superior a la mitad del cuerpo (Fig. 14). Se adoptan también en este mo-
mento otras innovaciones tecnológicas como las asas de cinta que se acoplan a
algunos vasos de paredes rectas con la función de sustentación y que parecen ser
influencias de la cultura de cistas de la zona onubense (Escacena Carrasco y de
Frutos Reyes 1981-82: 181). En cuanto a la decoración, aparecen las técnicas de
escobillado que tendrán un gran éxito en momentos posteriores, aún así la deco-
ración más habitual en este momento es el alisado, que a veces llega al bruñido.
A este mismo nivel
se asocian dos nuevos en-
terramientos, muy simila-
res a los anteriores excepto
por el hecho de que cerca-
no a uno de ellos apareció
un pequeño puñal de co-
bre, de forma triangular y
con cuatro remaches para
su enmangue (Lám. 12),
que posiblemente formara
parte del ajuar del mismo. Lámina 12. Puñal de cobre. Cerro de El Berrueco. (Fotografía: José
Se trata de un elemento de Luis Escacena Carrasco).
se tratan de las típicas copas argáricas con pie sino de cuencos con carenas
cercanas a la boca y superficies bruñidas (Fig. 15, 1-2), que poco a poco van
evolucionando hacia formas más suaves hasta que las carenas terminan por
perderse y los vasos adoptan los típicos perfiles hemisféricos (Fig. 15, 3) que
caracterizan al Bronce Pleno de Andalucía Occidental.
Figura 15. Cerámicas de la Edad del Bronce Pleno del Cerro de El Berrueco – Estrato III – 1-2.
Cuencos carenados. 3. Cuencos hemisféricos (según J. L. Escacena y G. de Frutos, 1985).
A pesar de ello, cada vez son más numerosas las cerámicas de tipo
Cogotas I reconocidas en la provincia de Cádiz. Los trabajos de prospección
llevados a cabo en los últimos años han permitido la documentación de
un buen número de fragmentos de este tipo de cerámica tanto en las
campiñas interiores como en las zonas costeras, muchas de las cuales serían
de fabricación local como las localizadas en El Estanquillo (San Fernando)
(Ramos Muñoz 2008: 236).
El proceso iniciado en las fases anteriores culmina hacia los siglos X-IX
a.C. en la fase cultural que se denomina Bronce Final precolonial o prefenicio,
es decir, el horizonte inmediatamente anterior al impacto de las poblaciones
orientales que llegan a nuestras costas a comienzos del primer milenio.
En estas fechas se detecta un aumento considerable de asentamientos
en el bajo Guadalquivir. Se trata de poblados formados por fondos de cabaña
circulares y con una cultura material muy característica y bien definida.
Algunos se establecen en zonas hasta ahora no habitadas, pero otros muchos
eligen asentamientos preexistentes, como el caso de El Berrueco, que tras
un breve hiato se vuelve a ocupar hacia los siglos IX-VIII a.C. (Escacena
Carrasco et alii 1994: 182).
Las causas de esta reactivación no están lo suficientemente claras
aunque parece que deban relacionarse con la intensificación de la explotación
agropecuaria y en algún caso también con el desarrollo de actividades
metalúrgicas.
La cultura material de estos momentos ha sido estudiada
exhaustivamente por Diego Ruiz Mata (1995) que diferencia tres fases
evolutivas, la primera de ellas se fecha en momentos prefenicios (Fase I), la
segunda, de transición, se correspondería con la época de los primeros contactos
(Fase I/II) y la última o Fase II se considera ya plenamente orientalizante. La
forma cerámica más común es la cazuela de borde corto y carenado con superficies
bruñidas que a veces decoran su interior mediante esquemas decorativos a base
de “retículas”, documentándose también otras variantes decorativas como los
diseños geométricos en rojo sobre las superficies bruñidas de grandes vasos o
cuencos carenados (González Rodríguez y Ruiz Mata 1999: 72).
Figura 16. Situación del “Cerro de las Madres” y “Hoyo Utrera” en las afueras de la ciudad de Medina Sidonia
(según J.L. Escacena et alii, 1994, fig. 2).
9
Salvador Montañés cita la existencia de niveles estratigráficos de la Edad del Bronce que superan
los dos metros de altura, pero que ante el avance de las máquinas únicamente pudieron constatarse,
siendo finalmente destruidos (Montañés Caballero 2001: nota 6).
10
Proyecto Actuación arqueológica puntual. Fase de excavación de apoyo a la consolidación y
puesta en valor del castillo de Medina Sidonia (Cádiz) promovido por el Ayuntamiento de la
ciudad y autorizado por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura
de la Junta de Andalucía, que forma parte del programa provincial de optimización de recursos
culturales CULTURCAD que cuenta con la financiación de la administración local, la Diputación
de Cádiz y fondos europeos (Montañés Caballero y Montañés Caballero 2007: 303).
11
Hasta el momento en que se escriben estas líneas a finales de 2010.
12
Los arqueólogos optaron por excavar el perímetro interno para descargar a las murallas de las colmatacio-
nes acumuladas a lo largo de los siglos y por el exterior para dejar al descubierto por completo los muros
conservados (Montañés Caballero, Montañés Caballero y Ciruela Gonzálesz 2009: 1015).
Publicado el miércoles 28 de abril de 2010, en el Diario de Excavación del Castillo de Medina Sidonia
13
más recientemente en un póster presentado por los responsables de los trabajos arqueológicos al I
Congreso Internacional sobre Estudios Cerámicos, celebrado en honor a la Dra. Mercedes Vegas en
la Universidad de Cádiz a comienzos de noviembre de 2010 (Montañés Caballero, Montañés Caballero
y Ocaña Erdozáin 2010).
ganados de Gerión. Para otros autores, sin embargo, el potencial agrícola del
entorno de Medina, y, en consecuencia, su explotación, queda fuera de toda
duda (Ramos Muñoz et alii 2001: 49: Guzmán Armario1999). En este sentido
baste recordar la espiga de trigo que, con frecuencia, acompaña al toro en las
emisiones monetales de la ceca de Asido.
Sería precisamente la riqueza agropecuaria de la zona el principal
reclamo para la instalación de una colonia oriental en el lugar donde hoy se
asienta la ciudad actual, de acuerdo a los mecanismos de la “colonización
agrícola” de tierras interiores planteada hace algún tiempo por los profesores
González Wagner y Alvar (1989). La idea del origen fenicio de la ciudad se
halla muy enraizada en la historiografía moderna por la coincidencia entre
los topónimos de Sidonia y Sidón, ciudad fenicia enclavada en la actual costa
del Líbano. Suárez de Salazar, a finales del s. XVI, relataba como los fenicios
habían levantado un templo a Melqart tierra adentro, a semejanza del erigido
en un primer momento, el que tradicionalmente se ubica en las proximidades
del islote de Sancti Petri o en la Punta del Boquerón.
“[…] porque no era tan suya la tierra e isla de Cádiz como ellos quisieran
para que libremente entraran a las estaciones del templo, acordaron
hacer otro al mismo Hércules, sino de tan buena fábrica como el de
la isla, de lo que mejor pudieron, y en hallando oportunidad pusieron
mano a la obra y a una nueva población. Acabóse el templo, y creció
el pueblo fortificándole bien, y diéronle el nombre de Sidonia por ser de
Sidón parte de ellos” (Horozco 1598, ed. a cargo de A. Morgado,
2001: 16-17).
simples que siguen modelos claramente orientales; al igual que orientales son
los materiales hallados en estos contextos y las huellas de algunos de los ritos
y ceremonias que se llevaron a cabo en ellos. La interpretación final de estos
conjuntos sacros es que no son sino el exponente material de la fundación
de colonias interiores por parte de las poblaciones orientales asentadas en un
principio en la costa y alrededores de Gadir.
Así pues, aunque no existan por el momento pruebas materiales de la
existencia de un templo dedicado al dios fenicio bajo el suelo de Medina –que
la tradición ubica en el actual convento de los Franciscanos Descalzos14 –,
no hay tampoco que descartar a priori su existencia y, en cualquier caso, el
recuerdo de éste, que pervive vívamente en la tradición historiográfica local,
constituye un argumento más en favor de la defensa de la fundación de la
ciudad por parte de los fenicios, aunque haya que matizar que no se trata de
la fundación ex novo de una colonia propiamente dicha, sino de la progresiva
y profunda orientalización de las comunidades que habitaban previamente el
cerro que, como hemos visto, hunden sus raíces en la Prehistoria Reciente,
existiendo una población autóctona muy activa durante el Bronce Final que,
posiblemente, haya que remontar al menos hasta el Calcolítico.
Ya Jiménez de Cisneros consideró en su obra Historia de Cádiz en
la Antigüedad, publicada en 1971, que la villa de Medina Sidonia era uno
de los lugares más interesantes desde el punto de vista arqueológico de la
provincia de Cádiz y que sólo hay que “rasguñar la tierra para que salgan a
la luz gran cantidad de restos de diversas épocas” (Jiménez de Cisneros 1971:
152). Condición que según la autora le viene dada por su situación en un
altozano aislado que permite, por una parte, la defensa del establecimiento y,
por otra, el dominio de un territorio amplio y fértil, apto para la ganadería y
la agricultura. También se hace eco del origen protohistórico de la ciudad el
investigador Marcos Ramos Romero, que presupone un origen “ibérico” para
la población asentada en el cerro que identifica con los clásicos asentamientos
de tipo oppidum característicos de esta cultura, aunque en el momento en
que se publica la obra no existen datos arqueológicos que lo confirmen. Este
14
Francisco Martínez y Delgado recoge en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia la idea de que el
Convento de los PP. Franciscanos Descalzos se edificara sobre el antiguo templo dedicado a Hércules
que levantaron los fenicios, debido a “las grandes columnas, ídolos y otras piezas muy antiguas”
que se hallaron en las obras de cimentación del edificio (Martínez y Delgado 1875: 12). Aunque no
se descarta que en realidad se trate de restos de época romana (Montañés Caballero 2001: n. 2).
Figura 19. Cerámicas del Bronce Final y época orientalizante del Cerro de El Berrueco (a partir de Escacena, de
Frutos y Alonso, 1984 y J. L. Escacena y G. de Frutos, 1985).
época arcaica “de saco” y también están presentes otras formas como las
pateras, las urnas pintadas de tipo “Cruz del Negro”, etc. (Escacena Carrasco,
de Frutos Reyes y Alonso Villalobos 1984: 24-26). Se trata, en definitiva, del
repertorio típico de los siglos VII y VI a.C., destacando la ausencia total de
cerámicas del s. VIII a.C. (Escacena Carrasco et alii 1994: n. 17).
Figura 20. Cerámicas del Bronce Final y época orientalizante del Cerro de El Berrueco (a partir de Escacena, de
Frutos y Alonso, 1984; J. L. Escacena y G. de Frutos, 1985).
Figura 21. Cerámica a torno del “Cerro de las Madres” (a partir de J.L. Escacena et alii, 1994).
15
Dado lo reciente de los trabajos arqueológicos, que continúan hasta la actualidad, se trata de ma-
teriales que aún permanecen inéditos y que hemos tenido ocasión de ver gracias a la amabilidad
de los directores de la intervención: Salvador Montañés, Manuel Montañés y Alberto Ocaña a
quienes desde estas líneas agradecemos su amabilidad y disponibilidad.
Publicada en primicia por Marcos Ramos Romero, la pieza ha sido recientemente dada a conocer a la
16
comunidad científica por sus excavadores en el I Congreso Internacional sobre Estudios Cerámicos,
celebrado en Cádiz a comienzos de noviembre de 2010 (Montañés Caballero, Montañés Caballero y
Ocaña Erdozáin 2010).
trata de una zona de alta densidad poblacional durante la Edad del Bronce. Aún
así, la riqueza económica del entorno y las ventajas naturales a las que hemos
aludido repetidamente, pudieron servir de reclamo para el asentamiento de una
comunidad permanente de colonos fenicios en el cerro de Medina, al estilo de
las documentadas en otras poblaciones del Bajo Guadalquivir como Carmona.
Lámina 17. Vaso antropomorfo en barniz rojo procedente de las excavaciones en el “Cerro del Castillo” (Fotografía:
G.E.H.A. Gabinete de Estudios Históricos y Arqueológicos).
ge en estos momentos a la
vez que nace el concepto
de “ciudadanía” según se
ha acuñado para las socie-
dades ibéricas de la Alta
Andalucía (Ruiz y Moli-
nos 1993). Algunas pobla-
ciones pudieron constituir
antiguos asentamientos
del Bronce Final o del Pe-
ríodo Orientalizante, pero
ahora se fortifican. Este
tipo de asentamiento es
el que va a perdurar hasta
época romana y medieval,
salvo ligeras matizaciones.
Sólo con la presencia de
Figura 22. Cerámicas turdetanas y púnicas del Cerro de El Berrueco
(según Escacena, de Frutos y Alonso 1984). Roma en el solar peninsu-
lar a partir del desarrollo
de la Segunda Guerra Púnica, este esquema de ciudades independientes será ab-
sorbido por la autoridad imperialista de los romanos que implantarán un nuevo
modelo de estructuración administrativa, política y económica del territorio.
Durante la época turdetana parece producirse una progresiva
desaparición de los pequeños asentamientos rurales en función de una
concentración de los asentamientos fortificados tipo oppidum, localizados en
lugares de altura y en puntos estratégicos del territorio. Algunos de estos se
habían originado en el Bronce Final pero ahora se amplían y conocen una
nueva reestructuración urbana y la construcción de potentes murallas con
sillares de piedra de dimensiones regulares, a veces con aparejo ciclópeo. Estas
necesidades de defensa y la aparente destrucción de algunas ciudades a partir
del siglo V a.C., parece responder a conflictos internos de las comunidades
ibéricas que propiciaban continuas razzias en defensa de sus áreas de influencia
y de un territorio independiente, no siempre bien delimitado.
Para el territorio de Medina el panorama de investigación es bastante
desolador pues no existe apenas información sobre este período histórico. Entre
los materiales recogidos en las prospecciones superficiales en el yacimiento
17
En este caso se cita el hallazgo de uno de estos ejemplares en el “aljibe del patio contiguo a la
cárcel” (Ramos Romero 1981: 339).
18
Agradecemos, una vez más, a los directores de los trabajos arqueológicos que se vienen realizando
desde 2004 en el “Cerro del Castillo” (Salvador Montañés Caballero, Manuel Montañés Caballero
y Alberto Ocaña Erdozáin) esta información, así como su permanente disponibilidad y su amabi-
lidad al mostrarnos estos restos y algunos de los materiales procedentes del sitio.
pudieron ser traídas por las tropas mercenarias muchas veces contratadas por
las élites ibéricas. De este mismo modo la llegada a las costas de Gadir de
elementos de comercio cartagineses como ánforas, huevos de avestruz, abalorios
realizados en pasta vítrea y la adopción de ritos de enterramiento, como la
inhumación o las máscaras de origen púnico que se conocen en la necrópolis
de Cádiz, son elementos de comercio y prestigio que, por lo exótico de su
naturaleza, fueron demandados por los gadiritas. Por tanto, es posible también
que en Gadir se asentaran comerciantes cartagineses al igual que podrían haber
penetrado en el interior de la provincia con destino al valle del Guadalquivir.
Por otro lado, la herencia cartaginesa en el Sur de la Península Ibérica se
hace evidente en el legado monetal. Se tiende a considerar que la Segunda Guerra
Púnica supone el inicio de la economía monetaria en Hispania y que no es hasta
finales del siglo III a.C. cuando las ciudades fenicias peninsulares acuñan sus
primeras monedas. Sin embargo, según López Castro éstas no aparecen hasta la
imposición del sistema de comercio romano que es cuando realmente se necesita
la moneda como valor de cambio, aunque el comercio existiera desde época
anterior (López Castro 1995). Lo más destacable de las comarcas turdetanas
de la provincia de Cádiz es que cuando comienzan a emitir moneda hacia el
último tercio del siglo II a.C. éstas muestran claramente un origen púnico, al
menos en sus leyendas monetales con escritura en versión libio-fenicia, lengua
emparentada con el púnico, y donde se identifican divinidades de origen oriental
como Melqart, propiciador y garante del comercio y de la agricultura. Algunos
autores han querido ver aquí un dominio de poblaciones de origen norte-africano
o al menos bajo la influencia de Cartago, en estos momentos.
De lo que no hay duda es que de tanto las leyendas como los tipos
representados denotan una clara continuidad cultural con las etapas anteriores
a pesar del paso de estas ciudades a la órbita romana, pues aunque las cecas
comienzan a acuñar en un momento ya de dominación romana, las monedas
siguen los patrones métricos del agoráh púnico aunque con independencia
de tipos. Además, se observa que el mismo alfabeto libio–fenicio tiene
caracteres diferentes, que en algunas ocasiones se ha identificado con dos
pueblos diferentes: el libio–fenicio de la costa gaditana y los mastienos de
la malagueña. Las leyendas monetales presentan dos escrituras: la escritura
púnica y neopúnica (cecas de Gadir, Malaka, Seks y Abdera) y la escritura
neopúnica degenerada (lo que es el caso de Asido, junto a las cecas de Bailo,
Oba, Lascuta, Iptuci, Vesci, Turri-Regina y Arsa, a las que algunos autores
incluyen también las cecas de Acinipo y Baicipo).
Los estudios sobre las emisiones de Asido han reconocido hasta tres series
(datadas grosso modo entre mediados del s. II y el año 70 a.C.), todas ellas en cobre
y formadas mayoritariamente por semises, ya que sólo puntualmente se emiten
ases. El tipo representado en los anversos –cabeza masculina con diadema– se ha
identificado tradicionalmente con la divinidad semita Baal Hammon, mientras
que en los reversos aparecen toros con astros o delfines (Lám. 20). La evolución
de la ceca muestra una progresiva latinización de las leyendas (que primero
pasan a ser bilingües y por último latinas), una antropomorfización de los tipos
y una devaluación de los pesos (García-Bellido 1993: 101).
Estas cecas monetales que
presentan leyenda “libiofenicia”
son emitidas en un momento tardío
(neopúnico) por lo que, según señala
M.ª Paz García-Bellido, presentan
una escritura en una fase de
degeneración cultural “debido a una
Lámina 20. Moneda de la ceca libiofenicia de Medina.
evolución interna de su escritura a causa (http://www.tesorillo.com/hispania/2fenopunicas2.htm)
de su aislamiento y lejanía respecto a los
centros importantes de semitización y a la influencia del latín”. La iconografía de
estas monedas “denota gentes de religión semita pero con rasgos más emparentados
con el mundo púnico africano de los siglos III-II a.n.e. [...] frente al clasicismo de las
monedas del área de influencia de Gadir” (Alfaro et alii 1997: 106).
No podemos terminar esta primera parte dedicada a la Prehistoria
y Protohistoria de Medina Sidonia sin valorar el esfuerzo que desde la
administración local, en colaboración con otras, se viene haciendo desde
al menos dos décadas por salvaguardar y poner en valor su patrimonio
arqueológico (Montañés Caballero y Montañés Caballero 2004-05: 276),
siendo paradigmático, en este sentido, las actuaciones llevadas a cabo en
el “Cerro del Castillo” que están permitiendo conocer los orígenes de la
ciudad que queda comprobado que hunde sus raíces en la misma Prehistoria.
Tampoco queremos dejar de llamar la atención sobre el peligro que corren
otras zonas, igualmente fructíferas desde el punto de vista arqueológico pero
lamentablemente excluidas de la declaración de BIC y por tanto desprotegidas
(Montañés Caballero 2002), en detrimento de la conservación del patrimonio
de todos los asidonenses y del conocimiento de las primeras etapas históricas
de la ciudad.
* BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA.