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syne How. "Sadly, crweron “yrs (Seo hwoteats edeedtonis (3998) ) Touda de Cubliiw feomenurin , Mg ipiem B50 baweirote a . he houatene come obs ulin tcansmisiras en forma de explicacién y no de imposi- eign acbitcaria." La distancia impuesta por los edificios y las prohibi- ciones, muy a menudo se refuerza con la acticud que asume casi inconscientemente el personal del museo (el piiblico no entendido es levemente menospreciado, apenas si se lo tolera con mayor 0 menor simpatia) y con la presencia vigilance de los guardianes. Su mismo nombre lo indica, los guardianes coccesponden a la no- cién del museo come custodio del acervo, y tienen en general profundamence incorporada la nocién de las prohiibiciones. En 1982 se realizé en el Museo de Arte Moderno é: México una exposicién de escultucas de Henry Moore. Algunas de las obras expuestas habian sido concebidas para exhibirse cn lugares piblicos al aice libre. En una conferencia de prensa previa & la sguracién la dieectora del Museo, Helen Escobedo, aclard expresamence que, salvo en los casos en que se indicaba lo contrario, las esculturas se podian tocar, ¢ invitaba a hacerlo para una mayor comprensién y dis- frure. Ademds, las actividades complementarias de la exposicién incluian danzas que se desarrollabsn 2 ve- ces sobre las esculeucas expuestas en el jardin. A pesar de esto, reperidas veces los guardianes intervenian para Vee “Propuestas de celacinenee el Museo Nacional de Ante y 4 piblico™: Un mateo que exalics y no peohibe, p. 152. 54 impedie que el piblico cocara las obras —también aquéllas en que esto estaba permitido—. Debemos pensar cémo hacer para que los guardianes, aque en definiciva casi siempre encarnan la idea de que la dlifusin es enemiga de la conservacién, se consticuyan en un servicio para el piblico, y no en contra del piblic. ‘A partir del andlisis de esce problema, y de la impor- tancia de proporcionar apoyos alos vistantes pero ces petando su libertad en el maneio de la exposicién, en el ‘Museo Exnagréfico de Buenos Aires decidimos probac tun sistema de susticucién de guardianes por ceferencis- tas de sala. Aprovechando nuestra cacacteristica de rmuuseo universitario, convocamos para esta tarea & es: wados, que se han integeado al tcabajo del dren de extencidn Ferin expacitados paca reepon- dee preguatss del pablico, apoyar a los guias en sus ta reas y, en caso de necesidad, ceemplazarlos. Por parce, transmiten las inquiecudes del pibico y sus reac: iones frente a la muestra lo cual —mis alld de de per mite ajustes y rectificaciones— constituye un dato rele- vante para el disefo de las fucuras exhibiciones. tudiantes av Los servicios educativos. Museo y escuela Casi todos los museos tienen un drea llamada de servi- ios educativos, que ha sido un subproducto del creci- miento de su funcién de ccansmisién cultural y de la 55 ampliacién del piblico, dos acompaitados con igual rapi Jos criterios de exposicién. En efecto, cuando los museos multiplican su pablico (resultado del ascenso de las capas medias, el eurismo, la propagands en medios masivos), éste se encuentra atcapado encce la presién social para ser un especcador informado y la faits de claves que sefialara Bourdien para enfcznrar las exposiciones. La solucién institucional mas inmediata suele ser la creacién de servicios educativos, que en la mayoria de los casos actéza a posteriori, parten de un museo es: reucrurado, se enfrentan con una exposiciéa ya monta- da, y actian como un puente entre ésta y'el puiblico, eatin teshajo de traduetor. Seria mucho més inceresante que el érea educative ac+ rwara casi como un cepresentante del pablico en el ecui po del museo,llevando la problematica de la recepcién a las discusicnes previas al montaje de las exposiciones.!? En cérminos de su actividad de cransmisién cultural, podemos considerar a los muscos como insticuciones de educacid no formal. Tomando en cuenca las condi- ciones en que se ds Ia concurrencia del piiblico (aleato- fia, esporddies, jeregulae) el objerivo de la exposicién hos que ao han sido por modificaciones en "9 Cie.J. A Plex Gollan y M. Dujovne, Museo Eines fm ion, diegnduticey propuestar, Suenos Airs, mimeo, 1988. 56 debe sec motivatlo, abrisie nuevas perspectivas, prover carle preguntas, desperca: su curiosidad. El dees tiva debe disefiar diversas estrategias para loge objetivo, adaprindose 2 las diferentes situaciones de pablico: tanto los espectadores aislados, que concurren individualmence al museo, con diversas motivaciones. caudal de informacién y habicos culeurales, como los distineos tipos de grupos que solictan sobre todo visi- tas guiadas: agencias de turismo, grupos escolares, gru pos de cercera edad, eccécera. Jostamence porque actian como incermediarios en «re la exposicin y su piblico es que la actividad més difundida de los servicios educativos es la de visicas guladis, que en principio son cotaimence concradiczo- ras tanto eon Ias caracteristicas de la inssitucién {liber- tad de concurrencia, recorrido, tiempos) como con ta supuesta imporcancia de la sensibilidad de eada espec- tador en la cecepcién del mensaje cultural. Pero no po- demos ignorar que se trata de un servicio reclamado no sélo por escuelas y otros grupos organizados sino in- cluso por visicances individuales. Es entonces problema del drea educativa disefarias no como visitas guiadas sino acompafiadas, lograr que no consticuyan el recita- do de una supuesca verdad indiscucible sino que actien como el soporte necesario para que el especrador pue- da hacer un uso creativo del muse. En tanto los servicios educativos suelen responder sobre todo a requerimientos escolares, muchas veces 7 tienden a “esc asi las caracteristcas de la in sus posibilidades La relacién museo-escuela puede ser muy rica, pero presenta una cantidad de problemas pricsicos. Los de- sencuentros entee docentes y guizs pueden ser provoca- dos por problemas organizativos (por ejemplo las sali das escolares suelen involucrar a un niimeco mayor de alumnos que el que puede integrarse razonablemente en una sola visita guiada) y tambien por diferencias en los enfoques y las expectativas sobre la visica al museo. ‘A menudo los docentes tienden a subeayar Jos ele- mentos coercitivos (por ejempio con la indicacién de que al dia siguiente se evaluaran los conocimientos ad- Guicidos por los alumags ducance la visita 0 elegit, co mo mécodo de control, aspectos que son los menos im- portantes {mis de una vez he encontrado alumnos de escuelas secundarias, enviados sin guia a un museo de arte, que no miraban las pinturas pero copiaban minu- ciosamente cédulas que sélo indicaban el nombre del pintor y de la obra, porque ésa era la consigna cecibi- da). En parce esco se debe 2 que muchas veces los do- centes no tienen muy claro qué es lo que se puede espe- rar de una visita al museo. Pero esta imposicién de cucinas escolares es grave, porque puede provocar un rechazo duradero, El guia deberd revertir la situacién de visita forzada, disefacla de modo que los chicos recuperen la libertad jzat” sus actividades, desvirruando cucién y empobreciendo 58 de eleccién, y encontrar un lugar para el docente que fo signifique desautorizarlo y al mismo tiempo no le ppetmica interfsis, con cricerios propios de Ia educaciin formal, en uns experiencia que debe ser muy diferente de la escolar Tal vez lo mas imporcance sea desmicificar la insti ién, logear que e! museo actie como una instancia es- timulance y despercar los deseos de volver y también de conocer o:ros museos. Habré que transmitic de algsin modo a docentes y slumnos que ningiin museo ¢s para sec visto entero en una vez, y que, sobre todo, no se tcata de teneclo visto, sino de usatlo de acuerdo con los incereses de cads uno. Que se puede recornar, estar mucho tiempo o apenas un catito. micar cada ver dife- rentes objeros, 0 lax mismos, t31 vex insertos en arro contexto, 0 aproximindose con nuevas preguntas También es imporcante que el museo reflexione so- bre orras actividades que puede ofcecer 2 las escuelas, mis ticas o flexibles que las visitas guiadas:ralleres, valijas diddcxicas,salas especiales. Puede sucede que el docente sepa muy’ bien lo que quiere para sus siumnos, yno lo encuentce en la exposi cin del museo ni en e sus guias. Podra uslizarlo de todos modos provechosamence? Toda visita a un museo significa de algin modo disefiar la propia exposici. ‘Aunque no sea facil estructurar un guién diferente al de la mueste, la seleccidn de los objecos que se observen, la secuencia que se establezca, y la informacién que se 9 proporcione permiten hasta cierto punto hacerlo, Sobre todo a partir de las preguntas que se planteen. Sabemos aque una cvestién bisica de la ciencia es cémo interroga- mos a la realidad, cémo formulamos los problemas, ‘qué preguntas nos hacemos. La mejor manera de pensar tuna visica guiada es como un conjunto de preguntas, no de respuestas. Porque, en términos mas generales, Ie ex- posicién de un museo debe provocames intercogantes siempre difecences. Y las respuestas que nos dé no de- ben nunca parecer un saber acabado —tapén que impi- de el desarrollo— sino abrie nuevos interrogantes. El museo y los que no usan el museo Hemos hablado de formas de facilitar la ceansmisién del mensaje cultural dentro del museo, sobre todo pars aquéllos que no tienen el habito de usarlo, no mangjan sas eédigos, y llegan por primers vex, llevades por un docente, attaidos por el prestigio de la instirucién o in- eluso por algin tipo de propaganda en los medios de ‘Como en el e280 de orras instituciones culturales, Ia sola existencia del museo deriva en la desvalorizacion de los que no lo usan: ya comentamos que esto suele entenderse como un problema de culpa individual y no social o educative. 2Qué se puede hacer desde el museo en relacién con fos que no concurren? 60 Es obvio que las acciones del museo no cambiarin las estructuras sociales ni suplirin las deficiencias del aparaco educativo. Pero si lo desmitificamos, si deja- mos de considerselo un templo de la civilizacién y lo pensamos como un lugar donde todos podemos recu- perar distincos aspectos © periodos del quebaces hums no, podremos convertirlo en wna hecramienta itil para muy diversas siruaciones. Los museos de comunidad, poc ejemplo, han demos- trado su vitalidad y vigencia paca muy diferentes gru- pos sociales. Y para el indigena oaxaquefio del peque- fio pueblo de Sanca Ana det Valle," que ha pacticipado en la creacién de su museo, decidido y gestionado por | comunidad, el més importante y grandioso de los museos nacionales no resultard apabullance, sino wtli- zable e incluso criricable. Para desacralizar los museos debemos cambiarles el tono, pero sobre todo favorecer los museos pequetios, facilmente accesibles y directamente relacionados con problemdticas concretas. Una herramienta interesance en este sentido la cons- ticuyen los museos escolares, aunque eon mucha facili- dad pueden convertirse en una férmula estéril. Ba los skies ado se fundaron variot meteor de eomunided tne estado 'e Osnses, México. El primero de ello fe el de Sanez na del Vale. 61 Dies Mose ‘Zale. Omron on” yrmnenenion Gade dy irtes Cigae) Fensto de Quine, Econ we z feombsruter, Ana, Pp ho [4 elas eye Jevintan como offte Bidiaes” des técnicas: exi jer problemas de conservacién (debido a los craslados, variacién de climas, diferentes condiciones de exhibicién) y seguridad de los materia les, destinar recursos humanos y econémicos (lo cual puede ser una enorme hasrere porque, sobre rodo en ‘nuestto pais, la riqueza del acervo no suele corcespon- derse con solvencia econémica), y dedicar esfuerzos a encauzar relaciones entre insticuciones que administra- tivamente corresponden a distinta jurisdicciones. Desde el puiblico Las transformaciones mas importantes suftides por los museos en las dlrimas décadas se produjecou solic la base de una nueva valoracién de su funcién de eeans- misiGn cultural, y una reflexién sobre Is insticueién a parti del puiblico. Vale 1 pena puntealizar algunas caracceristicas de los museos en ese aspecto. “+ Ante todo, la existencia de la exposicién, o sea la presencia fisica de objetos, que otorga 2 los museos tuna fuerza particular. No trabajan con imégenes, como la televisién, sino con los objetos mismos. Esto ha lle vado a veces a considerar que en los museos se presen- ca un trozo de la realidad. Por supuesco no es asi. Al sacar a los objeros de su contexto habitual y organizar- los en uno nuevo, convirriéndotos en material de expo- 40 sicién, ya tenemos una consteuccién de la cealidad. w discurso sobre ella, pero no la realidad misma. Ds to- dos modos, la presencia de los objetos confiere : ese discurso una cualidad especial. Esto no suczde taica- mence en el caso de objetos artisticos, en los qze es esencial el contacto entre el espectador y la obra. No es lo mismo tener delante una locomocora a vapor que conocerla por medio de una fotografia o un diagama de fancionamiento; observar el esquelero de un dino- saurio que una ilustracién en un libro; manipuler un exhibie cientifico para reflexionar sobee un fendreno fisico que escuchar o leer una descripcién al respeco. + Todo maseo es una instieucién en un lugar deter~ minado, con algtin tipo de ligazdn (aunque sea le Salen de ligazdn} con eu entorno social Ezta caracteristicz lo mismo que la anterior, marca una gran diferencia con Jos medios masivos de comunicaci6n. Estos Genes un alcance de audiencia muchisimo mayor y que potensal- mente puede extenderse al mundo entero, y su pibico, absolutamence anénimo, puede no s6lo ser de yna exor- me variedad en cuanto a edades, extraccién social. 5: tuacién econémica sino también responder a muy #ife- rentes tradiciones culeurales (pensemos por ejemplo en la cantidad de paises donde se transmiten los videos de la National Geographic Society). £1 museo tiene un ra dio de accién mas restringido pero la posibilidad de in teractuar con su publico (aunque esa posibilidad =u- chas veces no se explote). “1 En las iltimas décadas —justamente por la nueva im- portanda dade al piiblico— se valoraron especialmente Jos museos pequefios, con una relaciéa inteasa con su entorno social. Particularmente importante ha sido la experiencia de los ecomuseos en Europa y de los mustos de comunidad en México, casos en los gue es un sector de la sociedad quien decide la creacién del museo, la lle- vva a cabo y qued2 2 cargo de su gestion. El resultado de ssrse experiencing hice despareia, sobre todo con +l corcer de tiempo. En principio, un grupo que se vuelve 4 indagar su historia puede orientarse tanto hacia una recuperacién de la memoria colectiva que se abra al cambio ye crecimiento, como por el contrario a una ac ticud nostilgica, de conservadurismo reaccionario. El proceso de creacién de un museo de este tipo (en que la comunided decide en qué aspectos de su que! cer 0 en qué momentos de su historia se reconoce co- mo tal, y los convierte en una muestea} es de una encr- re riqueza cultural. Surge el interrogante sobre su continuidad: cémo hacer paca que, al convertirse en insctucién, e! museo no se inscicucionalice demasiado, ara que no se cristalice y empolve poco a poco sino que continie siendo un espacio en permanente elabora- i6n, una herramienta eficaz del tejido social. ‘Los museos de ciudades pequefias, aunque se ins bban en el aparato estatal y no estén autogestionados, tienen en sila posibilidad de una incerrelacién con la comunidad mucho més profunda que las grandes insti- a cuciones, quienes a su ver deberian servicles de respal- do en problemas técnicos y de formacién d+ secuesos humanos. En lacendencia a evitar el centralismo prvilegiae las instcuciones locales se inscribe también la revalorizacion de los museos de sitio, que albergan el patiimonic ar- {quealégico en el mismo ambito en que fue rescaado. + Los museos dan libertad (teérica) para deciic indi- vidualmence la propia coneurcencia Decimae que ests libertad es eériea porque la gran mayoria ée la pobla- cién no esci en condiciones de ejercerla: “El museo en- trega a todos, como una herencia pabliea, los monu- mentos de un esplendor pasado, instrumentos de la glocficacién santuaria de los grandes de otro tiempo: beralidad ficticia, puesto que la entrada libre es también entrada facultativa reservada a los que, dotados de la facultad de apropiarse de las obras, ienen el privilegio de utilizar esa libertad, y que pot e30 se encuentran leg timados en su privilegio, es decir en la propiedad de los medios de apropiarse de los bienes culturales 0, para hablar como Max Weber, en el montopalio de la mani- pulaciéa de los bienes culturales y de los signos institu- cionales de salvacién culeucal”.® Uno de los desafios es, justamence, ver si desde la instirucién museo se puede ©P, Bourdes y A Datel, iamour de Var, Les mées dart en ropéen et on publi, Pcs, Minuit, 1963 4B modificar aunque ses parcialmente su pacticipacién en la ceproduecién de la exclusion, si e! museo mismo esta en condiciones de favorecer la posibifidad de ser uiliza- do, aunque no cuente para ello eon una accidn social y escolar consiscente. O sea, en una cealidad social que favorece la reproduccién de los privilegios, una insica- cién por su sola propia accién, ¢puede modificar su in- sercién en el contexto social? Sin entrar a teorizar sobre cl alcance que pueden tener las modificaciones que se logren, pensamos que se puede trabajar sobre dos te- mas: 1) cdmo organiza el museo su mensaje culrural pa- ta facilicar la apropiacién por parte del piblico y elimi- na las barrecas que suele crear, y 2) (después y solo después de haber resuelto el primer problema) una la- bor de excensién de puertas afuera de! museo, para po- sibilitar la concurrencia de los que nunca se acercaron (aqui puede wsiliarse la generacién de museos de co- munidad, de barrio y escolares, que permiten una pri mera familiaridad con la insticuci6n}. + Los museos dan ceéricamence libertad al visitante paca organizar su aproximacién al menseje de la expo- sicién (el visicance puede elegir sus cecorridos y decidir cl tiempo que le dedica a cada cosa). En este aspecto es vlido el comentario anterior. Paca sencirse libre de ele- gic hay que tener un minimo de conocimiento, 0 de se- guridad. Por otra parte esta libertad de eleccién (casi podtia- mos decir que cada visitante puede disefar su propia 44 exposicién, al seleccionar que mira y durante cu: tiempo, y en qué orden) entra en una contrac aparente con la idea de que cada exposicin siene ua discurso especific. El caso particular de lor muscos de e Muy a menudo se tiende a identificar museo con mu~ seo de arce, Vale la pena centrarnos un poco en ese ¢2- 0 especifico, en relacién con el movimiento de pensar auevamente la inscrucién a parce del pablico. En cérminos mas generals, ésre es un periodo en que la critica ha sumado —al wadicional anilisis sobce lz vida de los avtores y sobre la estructura de las obras— el estudio de la recepcién de los mensajes culeuraies.? 7 Le concencia de gue sen ls ecepcin donde se completa e262 obra o cada mens cultural, levé 2 snazar mbién edmo de 3+ iia modo esas reepcione 1 incoxporan ae obra, ols lecacas Siguienes, Nicos Hainicolaou dedi buens gare desu libeo Le Drodiuceién areca frente a eur rigmfcedos analiza La forvuna tiie de ls tamosa pinta de Delacroix Le Libenad guiando el ‘Buebo,e alo Calvino afema: "Los clscos son eos libror que nos Negus tayendo impress la hues dels leeuss que han prezedido = la nuesea,y as de Is heels que han éiado en cola © en as ‘uleueas gue han atravessdo (0 mis sneilamence, en el lenguaie oe las coscumbees™ (I, Calvino, Por gud ler ls cldncos, Beeelon Tesques, 1992). 4s

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