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Cada mañana se respiraba el mismo aroma en el plantel, los estudiantes con similar

uniforme, marchaban al unisonó tras oír la orden del profesor de turno. Un alto
porcentaje de profesores pertenecían a una generación atrás, gente con mucha
experiencia en la “escuela clásica” impartían sus clases de manera responsable, pero el
paradigma de enseñanza era una copia de lo que sus profesores habían copiado a sus
profesores. Materias como literatura, historia, filosofía eran necesarias cambiar la
forma de entregar el conocimiento.
Una mañana cuando lloviznaba desde muy temprano, ingreso por la gran puerta del
plantel una muchacha, cargando una mochila de color naranja, gafas redondas, cabello
suelto y una sonrisa que contrastaba con el clima de ese día. Era el reemplazo de la
profesora de literatura que había pedido permiso para recuperarse de las secuelas de
una pandemia viral que había pasado hace poco. Los y las profesores con “gran
experiencia” (una generación atrás), la miraban con ojos de sorpresa; que poco formal,
se decían. La muchacha se acercó a saludar y se presentó como Hanna e
inmediatamente pidió que la dirigieran a su aula. Buena suerte le decían sus colegas de
manera sarcástica. Esos estudiantes no tienen gusto ni apetito por la literatura,
indicaban sus colegas, promoviendo el efecto Pigmalión.
Al ingreso a clases, se dio el ritual cotidiano, los estudiantes se ponen de pie ante la
profesora; no se escuchaba ya nada afuera. Los comentarios de sus colegas eran
constantes, otros solo hacían soliloquios.

Pasados los días, los colegas se fijaron que a la hora del recreo la Hanna se sentaba a
comer su refrigerio, los estudiantes se acercaban a ella, la saludaban, le sonreían,
conversaciones rápidas y se despedían. Comenzaron a mirar acciones raras en aula de
Hanna, los estudiantes hablaban en un lenguaje extraño, parecía que rezaban. Otro día
varias colegas pasaron por el aula de Hanna esperando escuchar el ritual, pero la
sorpresa fue que ahora las ventanas estaban cubiertas con telas negras, miraron por la
rejilla de la puerta y los estudiantes estaban sentado en el suelo alrededor de una vela.
Los comentarios de sus colegas eran constantes, como fue posible que contratasen a
alguien así, debe tener algún trastorno psicológico, eso es lo que pasa por contratar
personal sin experiencia, repetían con varios ecos.
Las acciones inauditas seguían pasando, una mañana Hanna salió en horario de clases
al jardín del plantel, sus estudiantes la seguían y daba la impresión que peleaban con
ella. ¿Cómo es posible que no mantenga orden y disciplina? Se decían los profesores
con mucha sorpresa.
Cargaban libros sobre poetas malditos, El anticristo, Alejandra Pizarnik se lamenta,
tópicos nada peculiares.

Las especulaciones fueron motivos para que los y las profesoras se reunieran con las
autoridades del plantel. Sostenían que no era posible que Hanna este impartiendo
clases de esa manera, haciendo rituales, desacatando toda norma de disciplina.
Las autoridades de mando medio pidieron audiencia con la Rectora, era necesario
socializar del problema.
El ambiente se asemejaba a la cacería de brujas, todas y todos los profesores de la
antigua generación estaban listos para acudir al aquelarre, sus antorchas eran sus
palabras, sus juicios sus distorsiones cognitivas, había que acabar con las brujas
Cuando por fin estuvieron todos reunidos frente a la Rectora, los colegas de Hanna
incendiaban el lugar con sus acusaciones, Hanna relajada acomodaba sus lentes
mientras escuchaba las acusaciones. La Rectora tomo la palabra y pregunto sobre que
eran todas esas acciones que realizaba ella con sus estudiantes.
Hanna se puso de pie y dijo: No nos separa la edad compañeros, nos separa una
generación, soy privilegiada porque me eduqué con los avances de la tecno-ciencia,
mis profesoras y profesores me hablaron del cambio del paradigma en el aula, y lo
entendí. No rezamos en clases, aprendemos a leer en francés los poemas de Rimbaud,
no hacemos rituales cuando oscurecemos el aula tapando con sabanas negras y
leyendo con velas, solo repetíamos como los poetas tzantzicos socializaban a la poesía;
nunca pensamos en la disciplina, solo salía con mis estudiantes a debatir en los pasillos
como lo hacia Sócrates en la Plaza; y los libros que leen son parte curiosidades de los
estudiantes, gusto por la lectura que adquirieron, por Baudelaire, Nietzsche, Pizarnik,
etc. Lo único que he hecho en estos meses ha sido modificar un poco la metodología,
dándoles más autonomía a los estudiantes, innovando la tradicional aula de
aprendizaje, creando pensamiento crítico y no dejando un poema en sus memorias,
sino el gusto porque creen su propia poesía. Sé que está funcionando porque ellos me
pidieron que realicemos una Casa Abierta de Poesía.
Y así fue como 2 generaciones tenían que aprender a convivir e intercambiar
conocimiento.

Conclusiones:
La sociedad debe evolucionar con la tecnología y la ciencia, la actualización
permanente es deber de cada docente, tenemos que estar abierto no solo a aprender
de las personas mayores, sino también de los más jóvenes ya que tienen una
adaptación a las nuevas tecnologías, es imperante buscar estrategias de conquistar la
curiosidad de los estudiante para que el apetito por la lectura sea cada vez más alta, el
pensamiento critico es la mejor herramienta que podemos entregarlos.

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