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5/1/23, 17:24 TU DIOS ES UN DIOS ESCONDIDO

TU
DIOS ES UN DIOS ESCONDIDO
(Is
45,15)

No
es que Dios evite al hombre, no es que Dios nos dé la espalda a nosotros.
Dios
está escondido, como ... despertando en nosotros un deseo profundo
por Él.
 
Dios
está en lo más oculto, en lo más hondo,
en lo más íntimo del ser
humano.
 
El
hombre es como una tierra, el hombre es
como la tierra, el hombre es de
tierra y en las
capas superficiales, nunca se... percibe, nunca
se...
averigua, nunca se da uno cuenta de lo
que puede haber en las capas más
hondas y
más profundas. En las capas más hondas está
el manantial, están
las fuentes, en las capas
más hondas puede haber tesoros, en las
capas más
profundas de la tierra hay tesoros,
está la mina, están las minas. En
las capas
más profundas de nuestra tierra también hay
manantial, en las
capas más profundas de nuestro ser también hay un tesoro,
también hay
oro escondido, tu Dios es un Dios escondido, tu manantial, tu vida
está
escondida, en lo hondo, en lo profundo de tu ser.
 
Dejarse
seducir no es fruto de nuestro razonamiento, no es reflexionar, no es dar
vueltas entorno de una cosa, entorno de una idea, entorno de un
pensamiento, no
es divagar, no es cavilar, no es asunto de la razón.
Dejarse seducir es asunto
íntimo, es asunto de la interioridad, es asunto
del corazón, es dejarse arrastrar por
lo profundo, es dejarse arrastrar
por lo más bello, es dejarse arrastrar por el
corazón. Es una función
del ser, no es una función de la cabeza, no es función del
cerebro, no
es función de la razón, del razonamiento, es fruto del silencio. Por eso
en las horas de silencio, en el tiempo de silencio, el contacto con la
palabra, el
contacto con la presencia de Dios en la palabra, puede ser
decisivo y puede ser
fundamental.
 
El
profeta Jeremías nos confiesa, nos dice, como él se ha sentido, como se
sintió
seducido por Dios, él lo expresaba de esta manera:"Tú
me has seducido y yo me
he dejado seducir" (Jr
20,7). El silencio conduce a una
auténtica seducción. Cuando
algo nos seduce, nos arrastra. Cuando algo
nos seduce, nos lleva, nos conduce.
Dejarse
seducir no es... una... oportunidad, o una gracia de nuestra razón.
Muchas
cosas nos convencen, muchas cosas... nos reflexionamos y despiertan
una
profunda convicción en nosotros, pero no nos arrastran, no nos
conducen, no nos
lleva.
 
El
silencio es un modo, es una manera de hacerse presente, de hacérsenos
presente y sólo cuando algo se hace presente nos puede arrastrar, sólo
cuando
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algo se hace presente nos puede seducir, sólo cuando algo se hace
presente nos
puede llevar.
 
El
silencio es atención, el silencio es presencia, el silencio se vuelve
evidencia.
 
Para
que algo nos pueda seducir es imprescindible el silencio, para que algo
nos
pueda seducir es imprescindible no dejarse... agarrar, no dejarse
prender por
ninguna cosa, para dejarse seducir es imprescindible el
permanecer como... como
indefensos. En el silencio uno se queda indefenso,
en el silencio uno no razona, en
el silencio uno no piensa, en el silencio
uno vive, no es imprescindible el pensar
para vivir. La vida no se piensa,
la vida se vive, la vida se disfruta, la vida se goza.
 
A
veces el hombre, en este afán de dar preferencia a la razón, todo lo
quiere
razonar, todo lo quiere... encarcelar en sus pensamientos,
encancelar en sus ideas
y en sus conceptos. Nuestros pensamientos lo que
hacen es interferir las cosas,
interferir el encuentro con las cosas.
Cuando algo se interfiere entre nuestros ojos,
entre nuestra mirada y las
cosas, entonces no acertamos a ver con lucidez, con
pulcritud, con
claridad. Cuando nuestros pensamientos interfieren también entre
las
cosas, entre los objetos y nosotros, nuestro contacto con los objetos no
es
preciso, no es pulcro, no está lleno de luz. Cuando algo es evidente
no hay que
pensarlo, cuando algo está presente no hay que razonarlo,
cuando algo está
presente es evidente, sólo hay que acogerlo, mirarlo,
vivirlo y disfrutarlo.
 
En
el silencio todas las interferencias se deben de caer, deben de borrarse,
deben
de orillarse.
 
El
silencio es para dejar lúcida, dejar transparente nuestro corazón,
nuestra
conciencia, nuestra vida.
 
En 
el silencio es para que todo se haga evidencia. En el silencio es
para... el
silencio es para que Dios, de alguna manera, se haga evidente.
 
Una
cosa nos seduce cuando nos llena. Hay palabras que nos llenan, hay
palabras
que nos dejan indiferentes, hay palabras que no hacen más que
rozar nuestros
oídos, pero hay palabras que llegan a lo profundo, que
llegan a lo hondo de
nuestro corazón. Estas palabras son las que nos
pueden seducir, estas palabras son
las que nos pueden arrastrar, las
palabras que llegan a lo más íntimo de nuestro
corazón, dejarse
arrastrar por lo profundo, no por lo superficial, no por lo exterior,
no
por lo que está en la periferia, dejarse llevar por lo íntimo, es lo que
pasa al
iceberg, esa inmensa montaña de hielo. Esa inmensa montaña de
hielo se mueve
en el océano, no por el viento, no por la tormenta que está
en la superficie, le
lleva, le conduce las corrientes profundas del mar,
las corrientes hondas del
océano, as¡ debe ser el hombre, el hombre debe
ser como un iceberg, un iceberg
al que no conducen, al que no llevan los
vientos de la superficie sino que, al que
conducen, al que arrastran las
profundidades, la fuerza de lo íntimo, la fuerza de la
vida, la fuerza
que está en lo hondo del ser.
 
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Cuando
una palabra nos toca, cuando una palabra... resuena en nosotros, en la
práctica
del silencio lo que hay que hacer es dejarla resonar, escucharla muchas
veces, escucharla siempre, dejarla que suene, que eternamente suene dentro
de
nosotros, sin pensarla, sin razonarla, sencillamente escuchándola. Que
no te
distraigan tus pensamientos, que tus reflexiones no aprisionen esa
palabra, deja en
libertad la palabra, déjala sonar.
 
Los
sonidos llegan a nosotros y mueren en nuestros oídos, pero permanecen en
nuestro corazón. Cuando uno escucha un sonido, el sonido se pierde y
muere en la
exterioridad, pero el sonido puede resonar, seguirnos
resonando profundamente
dentro, ha muerto fuera y el sonido queda dentro.
 
La
palabra muere también al sonar en nuestros oídos, pero el sonido, la
sonoridad
de la palabra, que es como la sonoridad de la vida, permanece en
lo hondo y en lo
profundo del corazón. En el silencio deja que la palabra
suene, hacer silencio
puede ser escuchar incesantemente esa palabra,
escuchar el murmullo, escuchar
su rumor dentro de nosotros. Esa palabra
que no está lejos, esa palabra que no
viene de fuera incluso, esa palabra
que ya está dentro y por eso cuando suena en
nuestros oídos, resuena en
lo profundo del corazón.
 
La
palabra de Dios no está lejos, no está al otro lado del mar, no hay que
hacer un
viaje buscándola, la palabra de Dios está en tu corazón, está
en tus labios, está en
tu boca, está en lo más íntimo de ti.
 
En
el silencio uno se expone a la fuerza de la palabra, en el silencio uno se
deja
conducir por ella.
 
Una
sencilla palabra, una humilde palabra, puede ser lo  bastante para conducir la
vida entera. Una palabra cuando va
madurando en el corazón, cuando va
creciendo, puede arrastrar toda
nuestra existencia, una palabra puede ser lo
bastante para llenar nuestro
corazón, una palabra escuchada en el silencio, una
palabra... que se hace
también silencio, una palabra que en el silencio se hace
vida, una
palabra que en silencio nos transporta, nos lleva, nos fecunda, y nos
llena de su energía, una palabra que en el silencio se vuelve plenitud,
una palabra
que en el silencio te vuelve: tú mismo.
 
El
silencio puede hacer nuevas todas las palabras. A veces las palabras son
rutinarias, excesivamente escuchadas, excesivamente oídas, quizás nunca
escuchadas en silencio, quizás nunca recibidas en el silencio, porque el
silencio
tiene este poder, tiene esta fuerza, el silencio puede devolver y
llenar de vida las
palabras y as¡ las palabras entonces nos conducen y
nos llenan a nosotros
también
de vida.
 
En
el silencio dejar... que en ese resonar la palabra, haya como una especie
de
acunamiento, el silencio es para acunar, la palabra que... nos llega,
que nos
alcanza, que nos toca, que resuena.
 
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La
palabra necesita siempre del silencio, la palabra no se puede escuchar, no
puede
ser fecunda, no puede llegarnos sino es en el silencio, el silencio
que a veces es
como un vacío, el silencio que a veces es como un auténtico
vaciamiento, pero sólo
en ese vacío, sólo en esa especie de vaciamiento
puede resonar la palabra, no se
puede hablar si no es con la boca vacía,
no se puede cantar con la boca llena, no
se puede escuchar sino es con el
corazón en silencio, no se puede acoger sino es
con el corazón vacío.
 
En
nuestro corazón, en el hondo de nuestro corazón, existe una palabra, en
el
hondo de nuestro corazón esa palabra necesita del silencio para volver
a sonar.
 
Hay
una leyenda... una leyenda árabe...

"El
enamorado no hacía más que... decirle, gritarle casi a su enamorada:
-
¿Dónde estás? -decía el enamorado-
-
¿Dime dónde estás? si estás en el mar, yo... me haré un pez e iré
junto
a ti.
Y
la enamorada guardaba silencio.
Y
él seguía diciendo: -¿Dime dónde estás? porqué si estás en el
monte, si
estás en la montaña yo me haré una liebre y correré junto
a ti.
Y
la enamorada seguía guardando silencio.
Y
él volvía a decir: -¿Dime dónde estás? porqué si estás en un árbol,
yo... yo me haré un pájaro e iré volando junto a ti.
Y
de repente... en ese espacio de silencio, en lo hondo de su corazón,
escuchó una voz:
-
No sigas, no sigas, estoy dentro de ti.”

La palabra está dentro también de ti, sólo necesitas el silencio.


En
tu silencio esta
palabra volverá a renacer, en el silencio esta palabra
hará tu vida, en el silencio
esta palabra te conducirá, en el silencio
esta palabra será tu seducción. Yo
creo
que tenía razón, que tiene razón Jeremías, cuando le dice a Dios:
“Me
has seducido
y yo me dejé seducir". Un
silencio en el que tú te sientas... tú te puedas sentir
seducido, arrastrado y conducido por lo absoluto, por lo más maravilloso
que hay
en tu corazón. No para que te seduzca lo que está fuera, sino
para que te seduzca
la vida que te habita, para que te seduzca la vida que
está dentro, un silencio para
que ames la vida... que te inunda y te
llena, un silencio para que seas tú mismo.

     

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