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CAPITULO PRIMERO DERECHO Y ARGUMENTACION 1. INTRODUCCION Nadie duds de que ta practica del Derecho consiste, de manere muy fundamental, en argumentar y todos solemos convenit en que ia cualidad que mejor define lo que se entiende por un «buen juriscay cal vez sea la capacidad pata idear y manejar con habilidad atgumen- tos. Sin embargo, muy pocos juristas han lefdo alguna vez un libro sobre la materia y seguramente muchos ignoran por completo que exis- ta algo asi como una «teorfa de iz argumentacin juridicas. Este libro pretende ofrecer una respuesta —por lo demis, incompleta— ala cues- tidn de qué significa argumentar juridicamente y a la de cdmo se ha procurado contestar a esta tiltima cuestién. Desde hnego, alguien puede tener una buena —incluso excelente— capacidad argumentativa, aunque tenga muy poco que decir sobre las dos anteriores cuestiones. Pero esa circunstancia (sin duda, feliz) parece ser compatible con la pre- tensién de que un libro como éste —de teoria del Derecho— pueda suscitar, al menos en principio, algin interés entre los juristas en ge- neral, En este primer capitulo presentaré los que pueden considerarse como conceptos bisicos de la teorla de te argumentacién jutfdica y trataré de aclarar, particularmente, le nocién de argumento deductivo. 2, EL AMBITO DE LA ARGUMENTACION JURIDICA La teorfa (0 las teorids) de ia argumentacin juridica tiene(n) como objeto de reflexién, obviamente, les argumentaciones que se producen en contextos juridicos. En principio, pueden distinguirse tres campos distintos de fo juridico en que sé efeccian argumentaciones. El. primero de ellos es el de la produccién o establecimiento de aormas jutidicas 19 Aqui, a su vez, podria diferenciarse entre las argumencaciones que tie- nen lugar en una fase prelegislativa y las que se producen en la fase propiamente legislativa. Las primeras de ellas se efectéan como consecuencia de fa aparicidn de un problema social cuya solucién —en zodo 0 em parte— se piensa que puede ser la adopcién de una medida legislativa. Ejemplo de ello son las discusiones a propésito de la des penalizacién o no (y en qué casos si o no} del aborto, de la eutanasia © del trafico de drogas, ¢ de regular ei Mamado «trdfico de influen. cias». Otro tipo de argumentaciones surgen cuando un determinado problema pasa a ser considerado por el parlamento o por aigiin ér- gano de ia Administracién, haya sido o no previamente discutido por ia opinién piblica. Mientras que en Ja fase prelegislativa puede con siderarse que los argumentos tienen, en general, un cardcter' ms. po- litico’'y moral que juridico, en la fase legislativa los papeles se in- vierten, de manera que son las cuestiones de tipo «técnico-juridico» jas que pasan a un primer plano. En todo caso, las teorfas de la ar- gumentacién juridica de que disponemos no se ocupan practicamente de ninguno de estos dos contextos de argumentacién. Un segundo campo en que se efecttian argumentos juridicos ¢s el de la aplicacién de normas juridicas a la resolucién de casos, bien sea esta una actividad Ilevada a cabo por jueces en sentido estricto, por 4rganos administrativos en el mds amplio sentido de la expresién o por simples particulares. Aqui, a su vez, cabrfa distinguir entre argu- mentaciones en relacién con problemas concernientes a tos hechos, 0 bien al Derecho (estos tltimos, en sentido amplio, podrian Hamarse problemas de interpretacién). Puede decirse que la teria de la argu- mentacién juridica dominante se centra en las cuestiones —los casos dificiles— relativas a la interpretaaciin del Derecho y que se plantean en los rganos superiores de ta administracién de justicia. Ahora bien, ia mayor parte de los problemas sobre los que tienen que conocer y decidir tanto jos tribunales como los Organos no jurisdiccionales de la Administraci6n son mas bien problemas concernientes a los hechos, de manera que los argumentos que tienen lugar con ocasién de los mismos caen fuera del campo de estudio de las teorias usuales de la argumentacidn juridica Finalmente, el'tercer ambito en que tienen ugar argumentos ju- ridicos es el de la dogmdtica juridica. La dogmética es, desde luego, una actividad compleja, en la que cabe distinguir esencialmente estas tres funciones: 1) suministrir criterios para la produccién del Derecho 20 en las diversas instancias en que ello tiene lugar; 2) suminiscrar cri- rerios para la aplicacién del Derecho, 3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento juridico. Las teorias usuales de {a argumentacién juridica se ocupan también de las argumentaciones que desarrolla la dogmética en cumplimiento de Ia segunda de estas fun- ciones. Dichos procegos de argumentacién no son muy distintos de los que efectian los érganos aplicadores, puesto que de lo que se crat suministrar 8 esos Organos cricetios —argumenros— s facilitaries (en sentido amptio) la coma de una decisidn juridica con- sistente en aplicar una norma a un caso. La diferencia que, no obs- tante, existe entre ambos procesos de argumentacién podria sintetizarse asf: mientras que los drganos aplicadores tienen que resolver casos con- cretos (por ejemplo, si se les debe 0 no alimentar por fa fuerza a los presos en huelga de hambre para obtener determinados cambios ibn penivenciaria) (1), el dogmatico del Derecho se ocupa de casos abstractos (por ejemplo, el de determinar cudles son los Ii- mites entre ef derecho « la vide y el derecho a la libertad personal y endl de los dos derechos debe prevalecer en caso de que entren en conflicto). Con todo, parece claro que ja distincién no puede efectuarse siempre (0, quizds, casi nunce) en forma muy tajante. Por un lado pozque el practico necesita recurrir a criterios suministrados por la dogmatica, 2! menos cuando se enfrenta con casos dificiles (por ejem- plo, para adoptar una decisién fundamentada sobre la primera cuestidn antes planteada, habria que contestar —con cardcter previo— a la se gunda), al tiempo que la dogmética se apoye también en casos con- en su situ (1) A finales de 1989 varios presos de los Grupos Antifascistas Primero de Oc- cubre (GRAPO) se declarsron en huelga de hambre como medida pare conseguir de- terminadas mejoras en su siuacién carcelaria; basicamente, con ello trataban de pre- sionar en favor de le reunificacién en un mismo centro penitenciario de los miembros del grupo, lo que significaba modificar la politica del gobierno de dispersién de los presos por delito de terrorismo. Diversos jueces de vigilancia periicenciatia y var Audiencias provinciales tuvieron que pronunciarse en los meses sucesivos acerca de si cabia 0 no aurorizar la alimentacion por la fuerza de dichos reclusos cuando su salud estuviera amenazada, precisamente como consecuencia de ia prolangacién de le hueiga de hambre. La solucién dada por algunos érganos judiciales fue la de considerar que la Administracién estaba autorizada a alimentar 2 los presos utilizando le fuerza, aun cuando éstos se encontraran en estado de plena consciencia » manifestaran su negativa al cespecto. Otros, por el contrario, entendieron que la Adminiscracién s6lo estaba auto- rizada a comat este tipo de medidas cuando el preso hubiera perdido la consciencia Un anilisis de tas diversas argumentaciones Hevadas « cabo a propésito de este caso puede verse en Atienza, 19903 21 Getos, Por otto lado, porque en ocasiones los tribunales (0 cierto tipo de tribunales) tienen que resolver casos abstractos, esto es, sus deci- siones pueden no consistir simplemente en condenar a X a pagar una cierta cantidad de dinero o en absolver a Y de determinado delito, sino también en declarar que una determinada ley es inconstitucional, gue un reglamento es ilegal, o que une cierta norma debe interpre. arse en un cierto sentido: por lo demés, algunos tribunales, al decidir uP caso concreto, crean jurisprudencia, lo que significa que is regia *6 que basan su decision —y que viene expresada en la ratio deci- dendi del fallo— tiene un catécter general y absttacto y vale, en com Secuencia, para los casos futuros. USTIFICACION CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO Y CONTEXTO EXPLICAR Y JUSTIFICAR En le filosofia de Ia ciencia se suele distinguir (cfr. Reichen bach, 1951) entre el contexto de descubrimiemto y el contexto de ju ificacion de las teorias cientificas. Ast, por un lado esté la actividad consistence en descubrir o enunciar una teoria y que, segin opinion generalizada, no es susceptible de un andlisis de tipo légico; lo vnico que cabe aqui es mostrar cémo se genera y desarrolla el conocimiento cientifico, lo que constituye una taree que compete al socidiogo y al historiador de Ia ciencia, Pero, por otro lado, esté el procedimiento consistente en justificar 0 validar la teorla, esto es, en confrontarla con los hechos a fin de mostrar su valider; esta titima tarea requiere un andlisis de cipo légico (aunque no sélo légico) y esté regida por las reglas del método cientifico (que por tanto no son de aplicacién en el contexto de descubrimiento). La distincién se puede trasladar fambién al campo de la argumentacién en general, y al de la argu- mentacion joridica en particular (cfr. Wasserstrom, 1961, y Golding, 1984, pigs. 22-23). Asi, una cosa es el procedimiento mediante el que se llega @ establecer una determinada premisa o conclusidn, y otta cose el procedimiento consistente en justificar dicha premisa o conclusion. Si Pensamos en el argumento que concluye afirmando que «a los pre. 508 del Grapo se les debe alimentar por la fuerza, ta distincién fa podemos trazar entre los méviles psicoldgicos, el contexto social, las circunstancias ideolégicas, ee. que movieron a un determinado juez 4 dictar esa resolucién; y las razones que el érgano en cuestidn he dado para mostrar que su decisién es correcta o aceptable (que esté justificada). Decir que el juez tomé esa decisién debido a sus fuertes creencias religiosas significa enunciar una razén explicativa; decir que la decisién del juez se basé en una determinada interpretacion del ar- ticalo 15 de la Consticucibn significa enunciar una razda justificatoria. Los érganos jurisdiccionales 0 administratives no tienen, por lo ge- neral, que explicar sus decisiones, sino que justificarlas (2) La distincién entre contexto de descubrimiento y contexto de jus- tificaciin no coincide con ia distincién enere discurso descriptive y pi criptivo, sino que tanto en relacién con uno como con otra contexte puede adoptar una actitud descriptiva o prescriptive. Por ejempio, se puede describir cudles son los méviles que Hevaron al juez a dictar una resolucién en el sentido indicado (lo que significarta explic Y conducta), pero también se puede prescribir 0 recomendar determi- nados cambios procesales para evitar que las ideologias de los jueces (o de fos jurados) tengan un peso excesivo en las decisiones a tomaé. (por ejemplo, haciendo que tengan mas relevancia otros elementos qué’ forman parte de la decision, 0 proponiendo ampliar las causas de te- cusacién de jueces o jurados). Y, por otro lado, se puede describir cémo de hecho el juez en cuestién fundamenté su decision (se basé en el argumento de que —de acuerdo con la Constitucién— el valor vida humana debe prevalecer sobre el valor libertad personal); o bien se puede prescribir o sugerir —lo que exige a su vez una justifica- cién— cémo debiera haber fundamentado el juez su decisién (su fun- damentacién tenia que haberse basado en otra interprétacién de La Consticucién que subordina el valor vida humana al valot libertad per- sonal). En todo caso, la distincién entre contexto de descubrimiento y con- texto de justificacién nos permite » su vez distinguir dos perspectivas de andlisis de las argumentaciones. Por un lado esta la perspectiva de determinadas ciencias sociales, como la psicologia social, que han disefiado diversos modelos para explicat el proceso de toma de deci (2) «Las razones explicatorias se identifican” con los motivos. Ellas estén consti- twidas por estados mentales que son antecedentes causales dé ciettas acciones. E! caso central de raze explicatoria 0 motivo esté dado por une combinacién de creencias y deseos (...). Las razones justificatorias u objetivas no sirven para entender por qué se realiz6 una acciin o eventualmente pare predecir Ja ejecucién de una accién, sino para valorarle, para determiner si fue buena male desde distintos puntos de vista» (Nino, 1985, pig. 126). Siones al que se llega, en parte, mediante el uso de argumentos, En cl campo del Derecho, uno de esos modelos es el de la informacién ‘riegrada elaborado por Martin F, Kaplan (cfr. Kaplan, 1983). Sepin él, el proceso de toma de decisién por un juez o un jurado es el re. sultado de la combinacién de los valores de informacion y de impre- sién inicial. El proceso de decisién comienza con la acumulacion de unidades de prueba o informaciém; 2 ello le sigue’ el proceso de eva. informativo se le asigne un valor en escala especifice pare el juicio que se esté desarrollando: el tercer aso consiste en atsibuir un peso a cade informacién; luego se integra 2 informacion evaluada y sopesada en un juicio singular como, por jemplo, «probabilidad de culpabilidad»; y finalmente se toma en even. te Is impresién inicial, esto es, ios prejuicios del juez o del jurado gue pueden provenis tanto de condiciones situacionales (por ejempio, su estado de humor en el momento del juicio), como de condiciones ociadas con su personalidad (por ejemplo, prejuicios raciales o reli, 8ios0s). El modelo no sélo pretende explicat como se decide (5 se “rgumenta) de hecho, sino que sugiere también qué es lo que se po- dla hacer para reducir el peso de los prejuicios (dar un mayor peso & Tos otros elementos) © bien bajo qué condiciones los juicios con ju. fado (lo que implica también las argumentaciones de los jurados ave conducen @ una determinada conclusién) podrian ser tan fiables como los juicios con jueces profesionales, For otro lado, esté la perspectiva de otras disciplinas que estudian bajo qué condiciones un argumento puede considerarse justificade Aqui, 2 su vez, cabrla hablar de una justificacién formal de los argu- menros (cudndo un argumento es formalmente cortecto) y de una jus- tificaci6n material (cudndo puede considerarse que un argumento, en un campo determinado, resulta aceptable). Ello permitiria distinguir entre la Idgica formal o deductiva, por un lado, y lo que a veces se Hama iégica material o informal (en donde se incluirlan cosas tales como la tépica o la retdrica), por el otro. La teorla esténdar de la argumencacién juridica se sitta precisa- mente en esta segunda perspectiva, esto es, en el contexto de justifi- caci6n de los argumentos y, en generai, suele tener pretensiones tanto descriptives como prescriptivas; se trata por tanto de teotiee (como las de Alexy o MacCormick de ias que se tratard en capitulos sucesi, vos) que pretenden mostrar no tnicamente cémo se justifican de he- cho Jas decisiones juridicas, sino también (y al mismo tiempo pues, 24 segin ellos, en general, ambos planos coinciden) cémo se deberian jus- tificar. Parten del hecho de que las decisiones juridicas deben set y pueden ser justificadas y, en ese sentido, se oponen tanto al determinismo metodolégico (las decisiones juridicas no neéesitan ser justificadas porque proceden de una autoridad legitima y/o son el te sultado de simples aplicaciones de normas generales), como al deci- sionismo metodolégico {las decisiones juridicas no se pueden justifica: ‘que son puros actos de volumtad) (cfr. Neumann, 1986, pags. 2 primera de estas dos posturas parece insostenible, especialmente en el contexto del Derecho moderno, en donde Ja obligacién que se establece de «motivar» —justificar— jes decisiones, no sélo contribuye hacerias aceptables —y esto resulta especialmente relevente en so ciedades pluralistas que no consideran como fuente de legitimidad o de consenso cosas tales como Ia tradicién o la autoridad—, sino tam. bién a que el Derecho pueda cumplir su funcién de gula de la con- ducta humana (Golding, 1984, pag. 9); por otro {ado, justificar una decisidn, en un caso dificil, significa algo més que efectuar una ope- racion deductiva consistente en extraer una conclusién a partir de pre- misas normativas y fécticas. Y otro tanto ocurre con la segunda pos- ture, esto es, con fa opinién de que fos jueces (o los jurados) no justifican —ni podrian justificar propiamente— sus decisiones, sino que las toman de forma irracional —o arracional—, y posteriormente las someten 2 un proceso de racionalizacién. Asi, algunos representantes del realismo americano —especialmente Frank (1970) (3)— han man- tenido, en efecto, que las sentencias judiciales «son desarrolladas re- trospectivamente desde conclusiones tentativamente formuladas» (pag. 109); que no se puede aceptar fa tesis que representa al juez caplicando leyes y principios a los hechos, esto es, tomando alguna regla o principio (...) como su premisa mayor, empleando los hechos del caso como premisa menor y llegando entonces a su resolucién me- diante procesos de puro razonamiento» (pag. 111); y que, en defini- tiva,,las , el cual extrae esos impuisos fundamentalmente no de fas leyes y de los prin- cipios generales del Derecho, sino sobre todo de factores individuales (3) La critica de Frank se encuentra en uno de ios apartados, The Judging Process and the Judge's Personality, de la que probsblemente sea su obta mas. conocida, Law and the Modern Mind, cuya primera ediciin es de 1950. que son todavia «més importantes que cualquier cosa que pudiera ser descrita como prejnicios politicos, econémicos 0 morales» (pag. 114) Mas adelante volveré a tratar acerca del silogismo judicial, pero fa distincién que se acaba de introducir permite mostrar con claridad el error en que incurren estos iltimos autores y que no es otro que el de confundir el contexto de descubrimiento y el contexto de justi- ‘acion. Es posible que, de hecho, las decisiones se tomen, ai menos parte, como elios sugieren, es deciz, que =) proceso mental vaya de is conclusion 2 las premises © incluso que ia decision sea, sobre todo, fruto de prejuicios; pero ello no anula fa necesidad de jus- tificar le decisién, ni convierte tampoco esta tarea en algo imposible; G8 otto caso, habria que negar también que se pueda dar el paso de les intuiciones 2 las teorias cientificas 0 que, por ejemplo, cientificos que ocultan ciertos datos que se compadecen mal con sus teorias estén por ello mismo privandolas de justificacién. 4. BL CONCEPTO DE VALIDEZ DEDUCTIVA Antes he dicho que Ja légica formal o deductiva se ocupa de los argumentos desde el punto de vista de su -correccién formal. Pero Gué significa esto con mAs precisién? Para aclararlo partiré de algo que es obvio, « saber, que no sélo se argumenta en contextos juridi- cos, sino también en el Ambico de los diversos conocimientos espe- cializados y en el de la vida cotidiana, También en la literatura nos encontramos con cierta frecuencia con argumentaciones aunque, desde luego, Je funcién principal de las obras literarias no es la de registrar argumentos, sino mds bien la de expresar sentimientos, narrar histo- rias, fabular, exc. Sin embargo, hay un género literario especialmente denso en argumentaciones; se trate del género policiaco (0 policial) cuyo inventor —en palabras de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Bor. ges (1972)— habria sido Edgard Allan Poe. Uno de sus cuentos més célebres leva por tieulo Le carta robada, y en el mismo se narra una historia que aproximadamente es la siguienté: Auguste Dupin (el precursor de Sherlock Holmes, el padre Brown, Heéreales Poirot, etc.) recibe un dia la visita del prefecto de la policia de Paris que le consulta sobre el siguiente problema. Un documento de la mayor importancia ha sido robado en las habitaciones reales, Se sabe que ei autor del robo es €l ministro D., quien usa le carta como un instrumento de chantaje contra una dama de la realeza. El ministro debe tener la carta ocalta en algin lugar de su casa, pero el prefecto, a pesar de haber efectuado un minucioso y sistematico registro, no logra dar con ella. Dupin consigue hacerlo merced a un proceso de razonamiento que, grosso modo, es el siguiente: Si la carta hubiese estado al alcance de la biisqueda, los agentes la habrian des- cubierto, y como le carta tiene que encontrarse en el domicilio det stro, ello quiere decir que le policta he buscado mal, Dupin sabe gue ei ministro ss una persons audaz ¢ inteligente y que ademés po- see no solamente une inteligencia macemética, sino cambién —s mil pe si se puede llamar asi— una inteligencia poética. El ministro pudo prever, por tanto, que su casa ibe 2 ser registrada por la policis y que los hombres dei prefecto buscarian en todos aquellos sitios en donde se supone que uno puede dejar un objeto que desee ocultar. De ahi in- fiere Dupin gue el ministro cuvo que dejar Ja carta en un lugar muy visible pero, precisamente por ello, inesperado. Yen efecto, Dupin” encuentra le carta en una tarjetera de cartén que colgabe de una cinta azul sobre la chimenea, arrugada y manchada (como si se tratara de aigo sin importancia) y exhibiendo un tipo de letra en la direccién y un sello de caracteristicas opuestas « las de la carta rdbada (pues la misma habie sido dada te vuelta como un guante). Dupin explica sf el fracaso del prefecto: «la causa remota de su fracaso es la su- posicién de que el ministro es un imbécil porque ha logrado fama de poeta. Todos los imbéciles son poetas; asi lo siente el prefecto incurre en una non distribstio medii al inferir que todos los poeras son imbéciles» (pig. 33). Asi pues, de acuerdo con ef reiato, el prefecto ha cometido un error de tipo légico, una falacia, pues de ta afirmacién se ajuste a le manere natural de razona: asi porque mientras que en ef modo axiomético de deduci: se parte de enunciadas formalmente verdaderos (tautologias) y se llega, al cabo de la deduccién, a enunciados también formalmente verdaderos, en el modo natural de hacer inferencias deductivas se puede partic y eso es lo més frecuente— de enunciados indeterminados en su valor de verdad o incluso declaradamente falsos y se llega 2 enuncia- dos que pueden ser verdaderos o falsos (cfr. Deafio, pag. 146). Lo dni co que determina una regia de inferencia es que si las premisas son verdaderas, entonces también tiene que setlo necesariamente la con- clusién. Los razonamientos indicadés con a) y d) y los esquemas 16- gicos correspondientes son validos en virtud de la regia llamada modus fomens que se puede escribir asi (El uso de las letras Xe Y se debe « que las regias se expresan en un metalenguaje en relacién con el de las formulas de la légica para el que empleamos las letras #, g, P, ©. etc.). Por el contrazio, los razonamientos b) y ¢) y los esquemas correspondientes son invalidos logicamente, porque no hay ninguna regla de inferencia’ Ibgica que autotice a efectuar el paso que en ellos se da 31 5. CORRECCION FORMAL Y CORRECCION MATERIAL DE LOS ARGUMENTOS caracterizacion efectuada de lo que es un argumento deductivo presenta, sin embargo, diversos motivos de insatisfaccién si se traslada al campo de los argumentos que se realizan normalmente en el campo Derecho o en el de le vide ordinaria. Un primer motivo de in. : jn —por lo demas abvio— deriva precisamente de que le lé- gice deductiva solo nos suministra criterios de correccién formales pero s¢ desentiende respecto de las cuestiones materiales o de conte nido que, naturalmente, son relevantes cuando se argumenta en con textos que no sean fos de las ciencias formales (ldgica y matematica) Asi, por un lado —y como hemos visto—, a partir de premisas falsas se puede argumentar correctamente desde el punto de vista ldgico; y, por otro lado, es posible que un argumento sea incorrecte desde el punto de vista légico, aunque la conclusion y las premisas sean vet- daderas 0, por lo menos, altamente plansibles (4). En unos casos, la logica aparece como un instrumento necesario pero insuficiente para e] contro! de los argumentos (un buen argumento debe serlo tanto desde ef punto de vista formal como material). En otros casos, es po- sible que la Idgica (Ja ldgica deductiva) no permita ni siquiera esca- blecer requisitos necesarios en relacién con io que debe ser un buen argumento; como fuego veremos, un argumento no légico —en el sen- tido de no deductivo— puede ser, sin embargo, un buen argumento. Dicho de otra manera, plantearse la cuestién de fa correccién de los argumentos significa plantearse el problema de cdmo distinguir los argumentos correctos de los incorrectos, los validos de los invalidos. Aqui es posible todavia distinguir entre argumentos manifiestamente invalidos y argumentos que parecen validos pero que no lo son, y 2 los que se denomina falacias. El probleme, claro esté, se plantea a propésito de fa distincién entre los argumentos validos y las faiacias (los argumentos manifiestamente invélidos no son probleméticos, pues- (4) En general, un argument, desde ef punto de viste ldgico, puede ser correcto aunque io que se diga en las premisas no resulte relevante 0 pertinente en relacién cor io establecide en fa conciusiOn. El que esto see asi se debe al cacicter puramente sintéctico que tiene Ia nocién de inferencia de la Logica deductiva, Para evitar esto, se han desarrollade las lamadas ldgicas relevanter en las que se fortalece esta nocién de inferencia, haciendo que Is relacién de consecuencia ldgica sea también una relacién entre los significados de los enunciados; cfr, Sanchez Pozos, 1990 fo que no pueden Hlevar a confasién), lo que la légica deductiva sélo consigue hacer a medias. La razén de ello es que no sdlo existen fa- lacias formales, esto es, argumentos que parecen correctos formalmente —deductivamente— pero que no lo son (5), sino también falacias no formales. Estas tleimas, a su vez, pueden subclasificarse en otras dos caregorias, dando Inger a las falacias de atinencia y de ambigiiedad En las primeras, «las premisas carecen de atinencia ldgica con respecto conclusiones y, de, gon incapaces de establecer suv: lad» asi ocutre plo, con el argumento ad mt el argumento ad hominem o con la petitio principil. segundas, por el contrario, «aparecen en razonamientos cuya for mulacién contiene palabras o frases ambiguas, cuyos significados osciian y cambian de manera més o menos sutil en el curso del razonamien- Copi, 1986, pag. 104). Naturalmente, la logica formal deductiva sdlo nos provee de instrumentos plenamente adecuados para hacer frente a las falacias formales. gnorantiant, SILOGISMO TEORICO Y SILOGISMO PRACTICO Jtro de los posibles motivos de insatisfaccién proviene de que la definicién de argumenro valido deductivamente (la definicién de ar- gumento gue puede encontrarse en los libros de légica) se refiere a proposiciones (premisas y conclusiones) que pueden ser verdaderas o falsas. Ahora bien, en el Derecho, en la moral, etc, Jos argumentos que se efectian parten muchas veces de, y Ilegan a, normas; esto es, tratan con un tipo de enunciados, respecto de los cuales no parece que tenga sentido predicar verdad o falsedad. En consecuencia, surge el problema de si la ldgica se aplica © no a las normas. Por ejemplo, Kelsen, sobre todo en su obra postuma, Lz teoria general de las nor- mas (1979), sostuvo enfaticamente que la inferencia silogistica no fun- ciona en relacién con las normas, Las reglas de la Iégica se eplican ai silogismo teérico que se basa en un acto de pensamiento, pero no al silogismo practico 0 normativo (el silogismo en el que al menos una de las premisas y fa conchusién son normas) que se basa en un (5) Por ejemplo, ef argumento sefiaiado antes como h)’que; como se dijo, es un caso de falacia de fa afirmacién dei consecuente. Sobre ¢! concepto de falacia cfr. Pe- reds, 1986, acto de voluntad (en una norma). En Ja tradicién iusfilosdfica, el pro- blema suele remontarse a J¢rgensen (1937) quien planted un problema al que él Ilamé «rompecabezas» y Ross (1941 y 1971) «dilema de Jérgensen». De acuerdo con Ross, una inferencia préctica como: Debes mantener tus promesas Esta es una de cus promesas Por tanto, debes mantener ests promese. carece de validez légice. No es logicamente necesario que un sujeto que establece una tegla general debe también escablecer Ia aplicacién particular de tai regle. Que esto ultimo se verifique o no depende de hechos psicolégicos. No es caro —afiade Ross— que un sujeto formule una regla general, pero evite sv aplicacién cuando i mismo se ve afec. ado. Sin embargo, si bien se mira, esta idea resulta ‘decididamente ex- trafia, Si A acepta como moraimente obligatoria la regle de que «se deben mantener las promesas (todas las promesas y en cualquier cit- cunstancia)» (6) y acepta como verdadero el hecho de que ha pro- metido a B acompafiarle al cine la tarde del miércoles, y sin embargo sostiene también que 2 pesar de ello no considera que deba acom- paflar 2 B al cine ese dia, su comportamiento resulta ser tan irracional como el de quien considera como enunciados verdaderos «ios ministros que son poetas no son imbéciles» y «X es un ministro que es poeta» y sin embargo no esté dispuesto a aceptar que «X no es imbécily Naruralmente, es posible que estas dos situaciones (también la segun- da) se den de hecho, pero ello no parece tener que ver con la lépica gue —como la gramévica— es una disciplina prescriptiva: no dice cémo los hombres piensan razonan de hecho, sino como deberfan hacerio. (6) Otra cose es que uno piense que la primera premise enuncia en realidad una chligacion prima facie. En ese caso, pudiera ser que, en efecto, se muviers en principio |s obligacién de mantener las promesas, pero no la de mantener una determinada pro- mess (Porque aqui opera otts obligacién de signe contrario que cancela la anterior), Bero eso, nacuralmente, no quiere decir que en tal situaciéa dejen de operar las leyes de {2 légics, sino que la primera premise enuacia una norma no categorica 0, quizds mejor, un principio. Sobre la nacuraleza de Ja premisa mayor en los silogismos se ta. tare mis adelante 2 propésito de la concepcién de Toulmin (capitulo cuarto), ¥ sobre lo que haya que entender por principios (y el papel que estos juegan en el razons. miento jurfdico) se hablaré con cierta extensién en los capitulos dedicados 2 Maccor. mick y 2 Alexy (sexto y séptimo, respectivamente). Para probar que el anterior es un argumento correcto, podemos recurrir de nuevo a las figuras utilizadas antes. Siendo P la clase de las promesas, D Ia de las promesas que deben ser mantenidas (de acuerdo con la primera premisa, ambas clases tienen la misma ex- tensién) y p Ja promesa concreta realizada por A a B, las premisas de! razonamiento podrian representarse mediante la siguiente figura resulta patente que dicha informacién contiene también la de ta conlusion: se encuentra necesariamente dentro de D, esto es, dentro de ia clase de las promesas que deben ser mantenidas. Desde iuego, con io anterior no queda solucionado un problema gue tiene un alcance te6rico indudable (7). Pero me parece que puede servit como prueba de que en Ja vida ordinaria atribuimos a ies in- ferencias prdcticas la misma validez que a las tedricas. Por lo demas, me parece que Gianformaggio (1987; cfr. también Ruiz Mafiero, 1990, pag, 71) tiene razén al considerar que los autores que sosti¢nen Ja resis de que la ldgica no se aplice a las normas estan, en realidad, confuadiende los términos del problema, en cuanto no parecen haber reparado en el diferente caricter que tienen estas dos pregintas (8). Por un iado esté ia ‘cuestién de si la relacién que guardan entre sf fas normas validas (en el sentido de pertenecientes a un sistema) son relaciones de tipo légico. La respuesta a esta pregunta es obviamente negativa, puesto que es posible que a un mismo sistema pertenezcan normas contradictorias entre si. Por ejemplo, a un mismo sistema mo- ral podrla pertenecer tanto la norma «se deben cumplir todas fas pro- mesas», como fa norma «no tengo por qué cumplit la promesa que efectué a By; el sistema en cuestidn resultarfa escesamenté atractivo debido precisamente 2 que es inconsistente desde el punto de vista logico, pero eso no tiene que ver con lo anterior. Y por otto lado esté la cusstién de si se puede inferir vdlidamente una norma de otra. (7) Mas adelante, en el capitulo dedicado 2 ta teoria de la argumentacién juridica de MacCormick, volverd a aparecer esce problema. (8) Gianformaggio plantea otra cuestiéin d= in que aqui prescindo. La respuesta a esta wtima pregunta es perfectamente independiente de la antetior, y no se ve por qué no ha de se. afirmativa. En rea lidad, el problema con ef que nos tropezamos aqui es que en la defini. cién de argumento deductive antes aceptada, se contemplaban tinice- frome enunciados suscepribles de ser calificados como verdaderos o falsos, y esta caracteristica —segin opinién generalizads aunque no undnime— no le poseen ias normas. Pero ello, io que comporta es ® mecesidac de corregir aquelle definicion gue podria ahora formula: asi «Tenemos una implicacién o una inferencia légica o una argu meniacién vdlida (deductivamente), cuando Ja conchusién necesariamen- 68 vardadera (0 bien, correcta, justa, vélida, etc.) $i las premisas Son verdaderas (0 bien, correctas, justas, vilidas, etc)». Ello plancee algunos problemas légicos de tipo ténico, de los que, sin embargo, podemos prescindir aqui (cfr. infra, capitulo quinto, apartado 3.1) 7. ARGUMENTOS DEDUCTIVOs ¥ NO DEDUCTIVOs Fer aun asi, esta nueva definicién no resuelve todos los proble- Eo el apartado 5 hemos visto que uno de ios limites de le logica Gerivabs de su carécter formal. Ahora debemos fijaenos en oete limite ae ead nla, ® 88 Cardcter deductivo, es decit, al carécter de mene sariedad que, de acuerdo con la definicion, tiene el paso de las pre- misas a fa conchusién, Si volvemos de nuevo 2 Le carta robada y al sefor Dupin, 5 dtiamos sintetizar (y simplificar) como sigue le argumentacién que habia permitido descubrir el misterio: ne EI ministro es un hombre audaz ¢ inteligente EI ministro sabia que su casa iba a ser repistrada EI ministro sabia que la policia buscaria en todos los lugares en que pudiera ocultarse una carta Por tanto, el ministeo tiene que haber dejado la carte en un lugar An, “yisibles que precisamente por esto ha pasado inadvertdle Jos hom bres del prefecto, Ahora bien, este Ultimo no es, obviamente, un argumento deduc- ENe, ya que el paso de las premisas a la conclusién no ee necesario, sino simplemente probable 0 plausible, Hubiese podido ocurtir, por Clemplo, que el minisctro hubiese dejado su carta a on amigo intimo, © bien que fa hubiese ocultado can bien que la policla no habfa sido capaz de dar con ella, etc. A este tipo de argumentos en los que el paso de las premisas 2 la conclusién no se produce nécesariamente se les Hama a veces argumentos inductivos 0 no deductivos. Debe te- nerse en cuenta, sin embargo, que por «induccién» no se entiende aqui el paso de lo particular a lo general; en el caso -anterior, por ejemplo, lo gue tiene lugar es un transito de lo particular a to par- ticular. Por fo demés, los argumentos de este tipo son (0 pueden ser) buenos argumentos, pues hay muchas ocasiones en que nos encontra- mos con ie necesidad de argumentar y en las que, sin embargo, no es posibie utilizar argumentos deductivos (9). Esto ocurte, por supues to, no séle en las novelas policiacas, sino también én la vida ordinaria y et ef Derecho, Veamos el siguiente ejemplo extraido de una sentencia reciente de la Audiencia Provincial de Alicante (n. 477/89). A y B son acusados de! delico de wafico de drogas tipificade en el articulo 344 del Cédigo _penal, con fa concurrencia de le circunstancia agravante del articu- lo 344 bis a) 32, pues Ia cantidad de heroina que se les aprehendid (mas de 122 gramos de heroina pura) debe considerarse —de acuerdo con la jurisprudencia del Tribunal Snpremo— como de «notoria im- portancia». Le droga habia sido encontrada por la policia en una bolsa oculta en la almohads de una cama de mecrimonio situada en Ia ho- (2) Este cipo de argumentos podria denominarse también, siguiendo a Peirce, ab- duccidn. Para Peirce (cfe. Sebeok y Umiker-Sebeok, 1987), la abduccién —que 2 veces liams también hipétesis 0 retroduccién— es un tipo de argumentacién diferente tanto de la deduccién como de la induccidn, pues se trata de un «argumento ofiginaly, en el sentido de que con éi surge una idea nueva: «En realidad, “su urilca justificacién 5 que si alguna vez queremos entender totalmente as cosas, debe ser a partir de "De igual manera, "le deduccién y fa indaccién nunca pueden aportat la més minima informacion a los datos de la percepcién; y (...) las metas percepciones no constituyen ningiin conocimiento aplicable a ningiin uso prictico 0 reérico. Lo que hace que el conocimiento se presence por la fa de le abduccidn"s (pag. 351). Veamos —siguiendo siempre le exposicién de Sebeok y Umiker-Sebeok— un ejemplo que pone el propio Peirce de abduccién: «En cierte ocasién desembarqué en un puerto de una provincia de Turquie y subi, paseando, 2 una case que iba a visitar. Encontré « un hombre en- cima de un cabailo, rodeado de cuatro jinetes que sostenian un dosel sobre su cabeza. EI gobernador de la provincia era él tinico personaje que puede cener can gran honor, por tanto inferi que aquel hoimbre era él, Esto era una hipétesis» (pig. 73). Como el lector probablemente haya adivinado —esto es, abducido— ya, dé esta forma de ta- zonar s¢ pueden encontrar abundanses ejemplos en iss novelas policiacas, Las famosas adeducciones» de Sherlock Holmes no serian, pues, otra cose que abducciones, en el sentido en que Peirce emplea este expresién. Para una panordmica general de ia obra de Peirce puede verse Proni, 1990. 37 bitacién de un piso en el que —cuando ia policia ented para efectuar Gl tegistro— se encontraban A y B (wn hombre y una mujer respec- tivamente). En la vista oral, el abogado defensor y los acusados, 4 y 5; sostienen que aunque los dos dltimos vivieran juntos en ef mismo piso, sin embargo no tenfan entre sf més que una relacién de amistad, utilizaban habitaciones distintes y, concretamente, B no tenis coms miento alguno de la existencia de le droga. Como consecuencia de lle ® abogado defensot, en sus conciusiones definitivas, solicité ie libre absolucién para B. La sentencia, sin embargo, en uno de sus cane. cedentes de hecho», considers como

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