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Mis Meacuerdo
Mis Meacuerdo
Me acuerdo de sus manos cuando tenía fiebre, las pasaba lento, me daba
calor.
Me acuerdo de las trenzas rompeojos que mi mamá nos hacía a las seis
de la mañana, mi llanto, soltar la trenza, el pelo estilo escoba vieja, el
llanto otra vez, mi mamá haciendo la trenza de nuevo.
Me acuerdo de los ojos de Pacho, el primo del que las más chiquis
vivíamos enamoradas.
Me acuerdo del día que envolví en papel higiénico los insulsos que
habían dejado en la bandeja, doña Marina era la cocinera, la abuela de
mis sobrinos; mi mamá en modo meme de miquito con los ojos viendo a
otro lado.
Me acuerdo del primer día que lo escuché leer un poema que había
escrito para mí, del día que se despidió en el aeropuerto, de los miles de
kilómetros que hubo incluso cuando estábamos cerca.
Me acuerdo de hacer las pases con Emi antes que llegara mi mami,
minutos antes lo había lanzado de la cama, le prometía que no pasaría de
nuevo.
Me acuerdo del trancón entrando a Bogotá, Nico, Juan, Emi y yo viendo
a la negra pasar en el carro de los adultos haciendo cara de SOS.
Me acuerdo del vestido corto que usé para la primera fiesta de disfraces
del trabajo como profe.
Me acuerdo de los momentos en los que termina una relación, del corte
brutal, del minuto en el que ya no se dice nada en el chat, de la noche de
horas incontables mientras corre agua en la cara por el amor que no será.
Me acuerdo del día que se fue, del acojonamiento adentro de todos, del
silencio, sabíamos que nunca lo hacía, que no iba a volver.
Me acuerdo del olor a pan asado, de las almojábanas de queso que hacía
la abuela, del canasto para llevarlas al mercado, del horno de barro en el
patio, de la masa cortada en cruz para que creciera con la levadura.
Me acuerdo del día que fuimos y me probé vestidos de novia sin tener
idea del modelo que quería, del llanto de mis hermanas, del champán
que nos dieron al final, de la falta de emoción que habitaba mi pecho al
verme al espejo.
Me acuerdo del día que le dije a Mary que era como una hermana, de lo
agradecida con la vida por regalarme de nuevo una amiga.
Me acuerdo de las primeras clases con Nanda, de las mujeres que leí, de
ese grupo inicial de ocho con el que llevamos tres años contándonos lo
que pasa en cada país y en cada casa de diferentes ciudades de América.
Me acuerdo del primer poema que escribí, él dijo que se me daban bien,
le creí.
Me acuerdo de las veces que iba al gimnasio con ganas de llorar, la rabia
por mi falta de coordinación, por el dolor en las piernas como si fueran
puntillas y las ganas de lanzarle las pesas al que se me acercara.
Me acuerdo de Trisha, de lo bien que se sintió trabajar para ella por dos
semanas, como si me hubiera dado un respiro del tiempo de la rutina.
Me acuerdo del día que me picaron las abejas, de cómo metí la mano
para arrancar una flor y tropecé el panal sin darme cuenta.
Me acuerdo del día que entendí que ya no era casada, me senté a llorar
en las escaleras de un salón vacío en la universidad.
Me acuerdo de las reuniones familiares entre las familias de los dos, las
ciento cincuenta personas que podían llegar a un almuerzo.
Me acuerdo del día que pensé que sabía nadar, del río Magdalena, de mi
mano chapoteando, del agua en mi nariz, del horror y la mano de mi
papá sacándome.