Está en la página 1de 2

LAS SUGESTIONES MASCULINAS1

José Enrique Ruiz-Domènec. La novela y el espíritu de la caballería


Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1993, 270 páginas.

María Inés Zaldívar

“¿Qué hay detrás de la pasión que conduce al hombre a la soledad y la


vida errante, y que desde Chretien de Troyes se ha identificado con el ideal de
la caballería?”,

es la pregunta que se hace Ruiz-Domènec en las postrimerías de este


contundente e interesante ensayo que recorre los más importantes hitos de la
novela de caballería a través del tiempo. La forma que adquiere la respuesta a
esta interrogante concilia un discurso coloquial y ameno, con la rigurosidad
investigativa de uno de los más importantes medievalistas contemporáneos. El
autor sitúa la crítica y su trabajo en particular en el campo de la experiencia,
no como un fin en sí mismo, sino como una llave que permita acceder a los
textos. Resulta coherente, por lo tanto, la aguda y sugerente lectura que hace
de las diferentes novelas, y encontrarse al final del libro con un epílogo titulado
“El itinerario de la escritura” donde, tal como su nombre lo indica, Ruiz
Domenèc nos muestra el revés de su bordado, las marcas que dan cuenta de
cómo y cuándo construyó los diversos capítulos del estudio.
A partir del supuesto de que la influencia de la caballería en el origen y
desarrollo de la novela europea es algo aún no resuelto, resulta novedoso su
propósito de desentrañar la “representación de las sugestiones masculinas”.
Igualmente interesante es su afirmación de que la novela ha tratado de
responder a lo largo de ocho siglos (desde Chretien de Troyes a Nabocov,
pasando por Gautier Map, Froissart, Martorell, Ariosto, Cervantes, Sterne,
Novalis, Scott, Perutz, Calvino y Pynchon, entre otros), “a la pregunta más
radical de las que un hombre puede hacerse sobre su situación en el mundo:
por qué el orden familiar resulta tan frágil”.

La vida errante del caballero (ya sea del personaje o del joven de carne y hueso)
surge, según su hipótesis, como respuesta a una infancia triste y solitaria, pues
a muy corta edad será apartado de madre y hermanas, e iniciado en el arte del
uso de las armas. Esta educación obligada muy pronto lo hará participar, tanto
en guerras y torneos, como en solitarias y aterradoras aventuras en bosques
encantados, y marcará un destino en su vida casi imposible de cambiar.

1
Publicado en Diario El Mercurio, Artes y Letras, 2000. P.3.
Llevando a cuestas el abandono de la familia y una inmadurez afectiva
que lo hace extraño ante sí mismo y ante los otros (y especialmente otras), la
vida errante, la búsqueda de aventuras, más que una pura exaltación de la
virilidad triunfante, estará marcada por los amores imposibles y dolientes, por
el desajuste social y por la incapacidad de expresar las emociones.

Estos jóvenes caballeros --generalmente célibes-- valerosos y


melancólicos, desde Lancelot o Tirante Blanco (pasando por la ambigua
Bradamante de Ariosto) hasta Sebastián Knight en V de Nabocov o Bill en
Crónicas de motel (1982) de Sam Shepard, son los portadores de las
características que hilvanan la historia de la novela caballeresca. Y es el propio
Ruiz Domenèc, que considera la obra de Shepard como el último intento serio
por encontrar un significado a las “sugestiones masculinas”, quien las define
como:
“el amor, el sentimiento de exilio interior, el deseo de retornar a la casa
materna, la necesidad de un lugar donde ser feliz, el ansia de libertad, la
creencia en la voluntad de poder como principio de las acciones humanas”.

También podría gustarte