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Anuncio Viernes Santo 2022
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Esta es una mañana para acompañar a Jesús en la cruz, para quedarnos junto a él
y mirarlo. Animémonos a mirar la cruz en este día. La cruz de Jesús y nuestras propias
cruces, nuestros propios sufrimientos y dolores. Pero no en un sentido masoquista: nadie
quiere el dolor. Naturalmente nos surge el rechazo frente a la enfermedad, al sufrimiento y
a la muerte. Hoy es una mañana para, desde la mirada del amor de Dios Padre,
acercarnos a la cruz para dejarnos abrazar por Jesús.
Animémonos a entrar en nuestro corazón en este día, y dejar que la mirada de Dios
sobre nuestras heridas, nos las haga ver desde sus ojos: si perdimos un ser querido y eso
aún nos duele, si fuimos maltratados o vivimos situaciones de violencia que nos marcan
hasta ahora, si sufrimos carencias, si nos faltaron cosas muy importantes en algún
momento de nuestras vidas: alimento, vivienda, cobijo afectivo, compañía. Esta es una
mañana para desnudar el corazón a los pies de la cruz y dejar de cargar esos sufrimientos,
porque su amor los abraza, los sana y los redime.
Somos testigos del dolor en la humanidad, vemos la pobreza en tantas familias, las
carencias de cosas esenciales, el abandono en la crianza de tantos niños, el dolor de
tantos matrimonios en crisis, quebrados; el horror de la guerra y el uso del dinero
destinado a destruir y matar; la corrupción política que afecta a siempre a los más débiles.
En todas estas situaciones, la cruz es el lugar en que Jesús se queda con los brazos
abiertos para abrazarnos.
Cada vez que caemos en nuestra debilidad, podemos volver a su perdón. Cada vez
que nuestra miseria nos gana, podemos abandonarnos a su misericordia. Hoy es el día.
Este es el momento para reconocer nuestros pecados y pedir perdón, porque en su
sacrificio, somos perdonados.
Por cada vez que nos gana el enojo y maltratamos a otros. Cuando somos
indiferentes frente a las necesidades de los demás, porque "ya tenemos bastante con
nuestros problemas”. Cuando la prisa y el vivir a las corridas nos lleva al ninguneo, ni
registramos lo que pasa a nuestro alrededor. Hoy podemos decirle a Jesús en la cruz,
mirarlo y expresarle “Perdonáme”.
Perdonáme Señor cuando vuelvo a caer en ese vicio que sé que no es bueno para
mí, ni para los que me rodean. Perdonáme, cuando es más importante el dinero que las
personas. Miremos la cruz y digámosle: perdonános Jesús. Cuando vivimos
superficialmente, enganchado solo en las redes sociales y las plataformas de
entretenimiento, y dejamos pasar las horas, sin hacernos cargo de nuestras
responsabilidades. Cuando nos dejamos abatir, ganar por la preocupación, la queja y el
desánimo. Perdonános, cuando sentimos que podemos con todo, y nos gana la soberbia.
Cuando mandoneamos y nos creemos dueños de la verdad.
Hoy tenemos la oportunidad de asumir nuestros pecados para morir en la cruz con
Jesús y que él nos salve. Cuando responsabilizamos a los demás de nuestras negligencias
y no asumimos nuestros errores. Cuando abusamos de nuestro poder, en casa, en el
trabajo. Miremos la cruz en esta mañana y sin vergüenza, porque él nos conoce
profundamente, dejemos a sus pies nuestros pecados.
Dice la palabra que a partir de la muerte de Jesús el mundo cambió. En ese mismo
momento ocurrieron muchos milagros, y nosotros mismos, 2000 años después también
somos testigos del poder de su entrega. Y por eso, la cruz, en su crueldad y tristeza, al
mismo tiempo es un espacio de esperanza.
Nos narra la Palabra que la tierra tembló, podríamos pensar que aquello en lo que
hoy estamos instalados, puede ser conmovido para dar lugar a algo nuevo. Las rocas se
partieron, las situaciones más duras, esas que hoy son un imposible para nosotros, pueden
ser quebradas. Nada es imposible para Dios. Los sepulcros se abrieron y resucitaron
muchos santos: muchas situaciones de muerte, pueden adquirir nueva vida. Dejemos que
el Señor, por el poder redentor de su muerte en cruz, nos deje ver qué santos nos rodean y
quieren desplegar su vida al lado nuestro.
Por eso, podemos hoy pedirle al Señor, que nos regale la gracia de descubrir cuál
es la promesa que esconden nuestras cruces. Adherir a su muerte es promesa de cambio
en nuestras vidas. No quedamos iguales después del dolor y del sufrimiento, del pecado y
de la miseria. No somos los mismos. Pero en vez de dejarnos en el rencor y en el
resentimiento, en la desconfianza y encerrados en nuestro propio mundo, si aliamos, si
unimos nuestras cruces a la de Jesús, se pueden transformar en promesa, en motivo de
esperanza. Hoy podemos hacer también un ejercicio de memoria, y pedirle al Señor
“recordar”, volver a pasar por el corazón, las veces que alguna situación dolorosa, de
pecado y de muerte en nuestras vidas terminó siendo una oportunidad para cosas,
personas o situaciones nuevas. Si la semilla no muere, no hay planta.
Miremos la cruz en este día, para dejarnos amar, para dejarnos transformar por su
entrega amorosa, para pedirle que nos cambie la mirada sobre nuestros problemas, y que
podamos recibir las gracias que estamos necesitando.
Meditación:
Oración:
Hacer una oración a modo de diálogo con Dios, con lo meditado anteriormente y después
de hablarle a Jesús, pedirle que él nos responda en la Palabra.