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HÉROE DE MI BARRIO

Magdalena

Max del Solar

BAJADA
Su arte es aún incomprendido por muchos, pero él es testarudo. Gracias a
ello, decenas de chicos cuentan con una acrobática alternativa a las drogas
y pandillaje que pululan en sus barrios

TEXTO
En 1984 el Perú estaba chancado. Sendero Luminoso avanzaba, nuestra
economía caía y todavía se iba a poner peor. La juventud soñaba con fugar.
Ese año, aquí y en el mundo millones de chicos empezaron a bailar raro. El
famoso ‘paseo lunar’ de Michael Jackson fue un chancay de a medio al
lado de los estrambóticos movimientos que aquí y allá se ejecutaban –“¡Se
van a dislocar los huesos!”, gritaban las señoras- y la culpa de todo la tuvo
“Breakin’”, la película que popularizó el breakdance en todo el planeta.

Max del Solar tenía entonces 15 años. Absorbido por el nuevo baile, indagó
y supo que este era parte de algo más grande: un movimiento que nació en
las calles más bravas de Nueva York: el hip hop. Descubrió el grafiti y el
rap; y mejor aún, que a través de estos los chicos se podían expresar, liberar
su mundo interior: su furia y frustración. De padres artistas, decidió a qué
iría a dedicar su vida. Lo que Max no sabía, era que la entrega a este arte lo
convertiría en un referente, en un maestro que hoy recorre diversos barrios
impartiendo talleres de baile y, a través de ello, una filosofía de disciplina,
respeto y hermandad.

Su vida cambió a raíz de una película.


Exacto. Primero vi a un compañero en el colegio, lo vi movilizarse
extraordinariamente: con sus pies se deslizaba por el salón, con sus brazos
realizaba movimientos articulables. ¡Me sorprendió! Aún no había visto la
película, la conseguí en Betamax y, como dices, cambió mi vida.

¿Qué lo atrajo?
¡El baile! Tenía 15 años. Y ver los grafitis en las paredes, oír esos ritmos,
¡escuchar el rap! Era algo tan urbano. Al margen del guión de la película,
lo que vi fue un mundo sin exclusión, sin diferencias raciales, ¡todo era un
menjunje! No había prejuicios, y eso mismo fue lo que yo comencé a sentir
entre nosotros, entre quienes aquí comenzamos a practicar ese arte. No
había clases sociales, razas; fue algo tan inocente, tan puro…

Fue una moda que dos años después murió.


Pero yo seguí. No era consciente de lo que hacía, simplemente me entregué
a un arte que me apasionaba. Con dos compañeros formé mi grupo,
bailábamos, teníamos seguidores, pero con el tiempo uno se volvió
metalero y el otro siguió una carrera. ¿Qué hice yo? Me uní a otro grupo.

¿Por qué continuó?


Hubo otra película: “Beat Street” (1984), que plasmó mucho mejor la
cultura del hip hop. Los personajes parecían ser unos sobrevivientes (chicos
de barrio que a través del grafiti, el baile y la música, expresaban un arte
incomprendido), ¡eran un reflejo de la vida real! Dije: “Quiero ser como
ellos, luchar por lo que sueño y siento, y crecer cada vez más en mi arte”.

El país pasaba un mal momento, el terrorismo ya golpeaba Lima. ¿Fue


el breakdance su alternativa ante esos días de miedo e incertidumbre?
No me daba cuenta. Una noche, pasada la medianoche me detuvieron dos
policías. Había toque de queda. Me preguntaron adónde iba, yo estaba
regresando de bailar. Como no me creían, ahí mismo y sin música les
mostré mi baile. Uno se burló, pero el otro me dijo: “Muy bien muchacho,
sigue así”. ¡Tenía que hacerlo! Para mí, eso no era hacer el ridículo, porque
es en lo que yo creo. Eso es lo que yo soy.

Hoy usted es un referente para muchos jóvenes.


Bueno, sí. Por culpa del destino (ríe)…

Parte de las retribuciones más gratas las ha recibido de padres de


familia a cuyos hijos usted forma en este arte.
Yo agradezco que me confíen a sus hijos… y que los chicos hablen tan
bien de mí.

Una mirada equivocada podría vincular su arte con pandillaje,


delincuencia, drogas.
Al crecer los chicos descubren que a su alrededor hay vicios y no quieren
estar fuera de onda. Me ha costado explicarles que hay otras alternativas, y
creo haberme hecho escuchar, porque con el tiempo -y ya con hijos-, varios
me lo han agradecido.

A través del baile les marcó el camino.


Lo puedes hacer a través de cualquier arte o deporte. Ellos necesitan
apoyo… A los papás al principio les cuesta entender, pero después lo
valoran.

¿Algún hecho que recuerde con cariño?


Cuando surgió el Movimiento Hip Hop Peruano, en el anfiteatro Chabuca
Granda (Miraflores), había un niño que se sentaba a vernos bailar hasta que
su papá salía de trabajar e iba por él. Como vendíamos casetes con la
música que bailábamos, un día le pidió que le compre uno. No lo hizo, pero
ya en su casa le sacó sus casetes de breakdance. ¡Él antes bailaba! ¿Cómo
sé eso? Porque se me acercó y felicitó por lo que hacíamos con los chicos.
“Yo pensé que esto ya no seguía. Cuando me casé, escondí mis casetes
porque mi mujer quería que los bote. Pero yo sabía –¡no sé por qué!- que
algún día iban a servir; y ahora son de mi hijo”… Hay papás que me han
agradecido después de haber visto bailar a sus hijos: “Yo pensaba que era
un quedado. ¡No pensé que se iría a mover así! Qué hay que hacer, yo lo
apoyo”. Cuando eso pasa, no sé dónde meter la cabeza, porque pienso que
no es para tanto…

Pero sí lo es, ¿no?


Bueno, sí… He comenzado a darme cuenta del efecto que causo.

Si hacer esto no es rentable, ¿por qué lo hace?


Porque esto salva vidas. Me salva a mí, salva a otros… y me gusta salvar a
otros.

Queremos conocer al Héroe de tu Barrio. Escríbenos a:


contigo@edelnor.com.pe

SUMILLA
“Para mí esto no es hacer el ridículo, porque es en lo que yo creo. Esto es lo
que yo soy”

LEYENDA
Pachanuestra. En Pachacútec, Ventanilla, Max trabaja con un grupo de
adolescentes que ama el hip hop.
DNI
Nombre: Max del Solar Fernández.
Edad: 46 años.
Distrito: Magdalena.
Estudios: Colegio Mauricio Simons.
Cargo: Cofundador del Movimiento Hip Hop Peruano.
Misión: Sembrar valores positivos en la juventud a través de la cultura del
hip hop.

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