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Sociedad civil y tercer sector en la discusión del


segundo circuito de la política

Chapter · January 2005

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2 authors:

Carlos Chavez Becker Benjamin Arditi


Metropolitan Autonomous University Universidad Nacional Autónoma de México
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¿DEMOCRACIA POST-LIBERAL?

3
ARGUMENTOS DE LA POLÍTICA
Serie coordinada por Francisco Colom, Juan García-Morán,
José María Hernández y Fernando Quesada

PENSAMIENTO CRÍTICO / PENSAMIENTO UTÓPICO

147

4
Benjamín Arditi (Ed.)

¿DEMOCRACIA POST-LIBERAL?
EL ESPACIO POLÍTICO
DE LAS ASOCIACIONES

Carlos Chávez
Matilde Luna
Juan Martín Sánchez
Cristina Puga
Mario Roitter
Philippe Schmitter
Francisco Vite

5
¿DEMOCRACIA post-liberal? El espacio político de las asociaciones /
Benjamín Arditi, editor. — Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial ;
México : UNAM. Fac. de Ciencias Políticas y Sociales, 2005
000 p. ; 20 cm. (Pensamiento Crítico / Pensamiento Utópico ; 147.
Serie Argumentos de la Política)

Bibliografías
ISBN 84-7658-748-1

1. I. Arditi, Benjamín, ed. II. UNAM. Fac. de Ciencias Políticas y


Sociales (México) III. Colección

Primera edición: 2005

© Benjamín Arditi et alii, 2005


© Anthropos Editorial, 2005
Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona)
www.anthropos-editorial.com
En coedición con la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
de la UNAM, México
ISBN: 84-7658-748-1
Depósito legal: B. -2005
Diseño, realización y coordinación: Plural, Servicios Editoriales
(Nariño, S.L.), Rubí. Tel. y fax: 93 697 22 96
Impresión: Novagràfik. Vivaldi, 5. Montcada y Reixac

Impreso en España – Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en
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óptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

6
PARTE PRIMERA
SOCIEDAD CIVIL,
TERCER SECTOR Y REDES

21
SOCIEDAD CIVIL Y TERCER SECTOR
EN LA DISCUSIÓN DEL SEGUNDO
CIRCUITO DE LA POLÍTICA

Carlos Chávez Becker

Segundo circuito de la política y asociacionismo global1

Offe (1988; 28) alega que «la crisis de la economía mundial,


de finanzas y del medio ambiente», así como «la crisis de legiti-
mación y de «autoridad estatal» en la que se encontraban nume-
rosos países occidentales a finales de la década de los setenta,
era catalogada por la teoría neoconservadora como una crisis de
ingobernabilidad (Camou; 2001, 32). Para superar tal situación,
se plantearon dos tipos de soluciones: las que tendían a la dismi-
nución de la sobrecarga de demandas (privatización, desestati-
zación, filtración, priorización) y las que proponían una búsque-
da de mayor eficacia y capacidad de dirección del Estado. Estas
últimas descansaban principalmente en la instauración de nue-
vos procedimientos administrativos y en la institucionalización
de alianzas con grupos de interés organizados a través de la con-
certación política, es decir, la estabilización de formas corporati-
vas de representación funcional.2
Offe se daba cuenta de que había una serie de agrupaciones y
organizaciones que en los hechos incidían en la toma de decisio-
nes públicas al margen de los mecanismos clásicos de la repre-
sentación territorial. Esta situación ocasionaba fuertes presio-
nes sobre el sistema político debido a que esta forma funcional
de representación se daba de manera desorganizada y discrecio-
nal (muchas veces de forma corrupta). Si bien el sistema político
recuperaba importantes cuotas de legitimidad al concentrar una
parte importante de sus recursos en la solución de las demandas
que procedían de estos grupos (que eran los que muchas veces

45
podían provocar la mayor presión debido a sus enormes cliente-
las y a su gran capacidad de disrupción), se generaban disfun-
cionalidades en su forma de operación. Sin embargo, la repre-
sentación funcional, comúnmente paraconstitucional y
paraparlamentaria, ofrecía la posibilidad de control de formida-
bles clientelas como las de los sindicatos o las de las agrupacio-
nes patronales, lo que disminuía importantes tensiones en el sis-
tema político. Resultaba necesario configurar un esquema de
participación de los grupos de presión sociales que, integrándo-
se al sistema democrático como colectivos, lo fortalecieran. Sim-
plemente se proponía la institucionalización y la consiguiente
regulación pública de relaciones preexistentes entre dichas or-
ganizaciones y el Estado.
Schmitter (1992) retoma algunas de estas observaciones para
desarrollar una propuesta sobre la institucionalización de las
relaciones entre los «grupos de interés» y el Estado. El punto
clave de su propuesta es asignar un status semipúblico a los gru-
pos de interés organizados. Estos competirían por recursos pú-
blicos aportados por los contribuyentes a través de pagarés ciu-
dadanos en un proceso vigilado por una corte
cuasi-administrativa ciudadana ad hoc. Lo llamativo de este pro-
yecto de reforma política es que propone formalizar una suerte
de «segundo tipo de ciudadanía», «segundo nivel» o «segundo
circuito» de la política en el espacio de las asociaciones. El obje-
tivo último sería ampliar y mejorar la práctica democrática y
construir nuevas alternativas de representación que funciona-
rían como suplemento y no como reemplazo de los mecanismos
contemplados en la esfera de representación electoral o primer
circuito de la política.
Además, en las últimas décadas se ha dado un impresionante
aumento en el número de asociaciones, organizaciones, colecti-
vos y grupos que desde la sociedad surgen para realizar un sinfín
de tareas en el ámbito público al margen del Estado y no asimi-
lables al mercado, provocando y promoviendo una verdadera
revolución del asociacionismo moderno.3 Conjuntamente, esta
expansión de las asociaciones y el papel renovado de los grupos
de interés estudiados por Offe y Schmitter refuerzan la tesis de
un segundo nivel de la política y da algunas pistas acerca de la
configuración de una suerte de escenario político posliberal.4 Los
grupos y las asociaciones también han originado la conforma-

46
ción de «redes de acción pública»5 junto con empresas, funda-
ciones privadas, gobiernos y agencias internacionales. Estas re-
des intervienen en el diseño, aplicación y evaluación de políticas
públicas, generando iniciativas de acción pública a nivel nacio-
nal y en el orden regional y global. De igual manera, esta gran
fuerza emanada de la sociedad ha empujado a algunos países a
comenzar la discusión sobre la regulación Estatal de sus activi-
dades y el apoyo de éste para aquellas que sean consideradas de
utilidad pública. España nos brinda un ejemplo significativo a
través del llamado «0,52», es decir, la distribución anual del 0,52
% del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas entre al-
gunas asociaciones y ONG y la Iglesia Católica por medio de
concursos convocados por los ministerios del Trabajo y Asuntos
Sociales y de Relaciones Exteriores en los que los ciudadanos en
última instancia deciden a cuáles organizaciones apoyar a tra-
vés de sus impuestos.6
Si bien Offe, y especialmente Schmitter, se refieren continua-
mente a agrupaciones de ciudadanos o «grupos de interés», no
brindan detalles acerca de la naturaleza y la diferenciación de
los grupos que conformarían un segundo circuito de la política.
Algunas opiniones (Mochi 2001) sostienen que casi desde cada
disciplina se ha tratado de conceptualizar el fenómeno del creci-
miento del asociacionismo global. En las ciencias sociales se han
acuñado numerosos términos tales como voluntariado, tercer
sistema, ONG, sector de la filantropía o sector independiente
para describir este reciente fenómeno social. Sin embargo, to-
dos estos términos sólo resaltan alguna o algunas de las caracte-
rísticas que estas organizaciones y asociaciones generalmente
comparten. Tal situación ha provocado un «enredo terminológi-
co» (Ministerio de Planificación y Cooperación de Chile 1997: 5)
que complica la posibilidad de comprender el inédito fenómeno
de la explosión asociativa mundial de las últimas décadas La
ambigüedad conceptual y la polisemia son la constante en los
debates actuales sobre el asociacionismo moderno y su expan-
sión global (Olvera 2003: 20). No obstante, en esta gran madeja
teórico-conceptual dos conceptos son lo que han alcanzado ma-
yor relevancia: El de sociedad civil (SC) y el del tercer sector
(TS), que comúnmente se ha asociado con el de sector no lucra-
tivo (non profit sector).
El objetivo de este trabajo es hacer un acercamiento a las

47
nociones de SC y TS para tratar de precisar los términos concep-
tuales del debate en torno al asociacionismo moderno. Al hablar
de una expansión de la política a través de la institucionaliza-
ción de un segundo nivel o circuito de la ciudadanía, que preten-
dería abarcar las distintas expresiones del asociacionismo glo-
bal, debemos examinar su naturaleza, sus fines y sus formas de
operación de manera más detallada. Si bien el interés en el con-
cepto de SC ha crecido en las dos últimas décadas, hay ciertas
confusiones en torno al término, especialmente luego de que la
referencia al «tercer sector» ingresara en nuestro vocabulario
social y político. Por ello también trataremos de clarificar los
términos del debate viendo qué tienen en común y en qué se
diferencian.

El concepto de sociedad civil

Al analizar el desarrollo histórico del concepto de SC pode-


mos encontrar tres usos distintos del término. El primero de
ellos surge hacia finales del siglo XVII y hacía referencia a una
gama de instituciones fuera del Estado que incluían el incipiente
mercado capitalista y sus instituciones, distintas congregacio-
nes protestantes, las asociaciones públicas y privadas, los parti-
dos políticos y la opinión pública (Alexander 2000: 699). La tra-
dición iusnaturalista empleó este término «prácticamente como
sinónimo de lo que hoy denominaríamos “Estado”» (Arditi 2004:
4). A mediados del siglo XIX el concepto se transforma —y se
restringe— progresivamente a medida en que se trasladan analí-
ticamente muchos de sus valores democráticos, civilizadores y
cooperativos al mercado y se le vincula casi exclusivamente con
el mercado capitalista. Finalmente, en un tercer momento apa-
rece como «una esfera que es analíticamente independiente y, en
varios sentidos, empíricamente diferenciada no sólo del Estado
y del mercado, sino también de otras esferas sociales» (Alexan-
der 2000: 700). Actualmente se define a la SC como «una esfera
solidaria en la cual cierta clase de comunidad universalizada viene
a definirse y, hasta cierto punto, a reforzarse» (Alexander 2000:
701). Su uso se expandió a partir de tres fenómenos sociales
recientes: las luchas contra el totalitarismo en Europa del este,
las luchas contra las dictaduras en América del Sur y los nuevos

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movimientos que emergieron y se desarrollaron en Occidente
(Olvera 2003: 21). Un rasgo común entre ellos es su esfuerzo por
diferenciarse del Estado, en momentos en los que era práctica-
mente ilegal en los dos primeros casos, e innecesario en el terce-
ro.
Más allá de la historia de la noción de SC, es indispensable
comprender que actualmente toda definición debe tomar en cuen-
ta dos elementos básicos: la autolimitación y la autonomía. El
primero de ellos hace referencia a que las asociaciones, movi-
mientos y grupos de la sociedad no buscan conquistar el Estado
o integrarse a él. Son posrevolucionarios y «tienden más bien a
proponerse la reforma radical de la vida publica» (Olvera 2003:
24). El segundo se refiere a que estos actores sociales pretenden
diferenciarse del Estado y del mercado. No se subordinan a la
lucha partidista y su relación con el sistema político es a la vez
crítica y propositiva (Olvera 2001: 24). La diferenciación con el
mercado se hace fundamentalmente a partir de señalar que son
asociaciones sin fines de lucro y que, en algunos casos, tienen
como meta suavizar algunos de sus desajustes. Desde un enfo-
que habermasiano, Olvera (2003) habla de tres componentes
centrales del concepto de SC:

1. Las instituciones que garantizan las libertades y derechos


políticos, individuales y sociales, así como la libertad de asocia-
ción para defenderse del Estado y del mercado. Planteamiento
que nos remite «al elemento institucional definido por la estruc-
tura de derechos de los Estados de Bienestar Contemporáneos»
(Olvera 2003: 430).
2. El conjunto de movimientos y asociaciones que actúan en
el seno de la sociedad y que se preocupan permanentemente por
el análisis, la crítica, la elaboración y la aplicación de las políti-
cas públicas. O sea, se trata del «elemento transformador consti-
tuido por los nuevos movimientos sociales» (Olvera 2001: 25).
3. Una «cultura política anclada en una diversidad de espa-
cios públicos, favorable a la tolerancia y al respeto mutuo y pro-
clive a una relación crítica con el Estado y el mercado» (Olvera
2003: 430).

Por su amplitud y riqueza, uno de los trabajos paradigmáti-


cos sobre el concepto de SC es el que realizaron Arato y Cohen

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(2000) en la década de los noventa. Para ellos, la SC «es la esfera
de interacción social entre el Estado y la economía, compuesta
ante todo de la esfera íntima (en especial la familia), la esfera de
las asociaciones (asociaciones voluntarias), los movimientos so-
ciales y las formas de comunicación pública» (Arato y Cohen
2000: 8). Tal definición es parte de lo que los autores han llama-
do la teoría de las tres partes en la que colocan como categorías
equivalentes al mercado, al Estado y a la propia SC. Esta teoría
plantea que dentro de la sociedad encontramos grupos específi-
cos que mantienen el control de las relaciones estatales y econó-
micas. Por ello estos grupos son denominados sociedad econó-
mica y sociedad política, esferas que son complementadas con
la esfera civil de la sociedad: la sociedad civil. La SC es autocons-
titutiva y automovilizadora y su institucionalización se da me-
diante las leyes. Sobre su papel político afirman lo siguiente:

[...] no está relacionado directamente con el control o la con-


quista del poder, sino con la generación de influencia mediante
la actividad de las asociaciones democráticas y la discusión no
restringida en la esfera pública cultural. Tal papel político es ine-
vitablemente difuso e ineficaz. Por consiguiente, el papel media-
dor de la sociedad política entre la sociedad civil y el Estado es
indispensable, pero igual lo son las raíces de la sociedad política
en la sociedad civil [Arato y Cohen 2000: 9].

Según Olvera (2001; 24), debemos entender esta propuesta


como un «esfuerzo intelectual que buscó ir más allá del marxis-
mo y mantener al mismo tiempo una crítica del liberalismo y del
republicanismo clásicos». El concepto de SC construido por es-
tos autores se basa fundamentalmente en «la parte institucional
del mundo de vida, es decir, en las instituciones y formas asocia-
tivas que requieren la acción comunicativa para su reproduc-
ción». Estas instituciones son el marco jurídico, la forma en la
que opera el sistema judicial y los «aparatos que garantizan la
reproducción sociocultural de la sociedad» (Olvera 2001: 25). La
cualidad interactiva de la SC, fundada en la comunicación, la
coloca entre el sistema y el «mundo de vida» de Habermas. Por
esta razón, es posible encontrar los elementos de la SC en las
esferas pública y privada y se pueden vincular con el Estado y el
mercado, convirtiéndose en contacto entre los subsistemas y la
sociedad (Olvera 2001: 25).

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El estudio de Arato y Cohen ha sido criticado, entre otras
cosas, porque si bien ha aportado elementos definitorios valio-
sos,7 éstos no han permitido configurar una estructura concep-
tual y teórica alternativa que comprenda en toda su dimensión
el vasto fenómeno de la expansión de lo social (Olvera 2001: 26).
Sin embargo, desde el punto de vista de Olvera, este concepto de
SC es de lo más acabado actualmente.
Dentro del concepto que Arato y Cohen han propuesto desta-
ca el carácter caótico y disperso del mundo de las organizacio-
nes y asociaciones que conforman el conglomerado denomina-
do SC, situación que muy pocos autores lograron exponer con
tal claridad (Olvera 2003: 30). Por ello es pertinente agregar que
aunque las definiciones de la SC son muy variadas e incluso en
ocasiones contradictorias, entre la gran mayoría de ellas hay al-
gunas coincidencias básicas (Ministerio de Planificación y Co-
operación de Chile 1997; Olvera 2003). Antes de proseguir es
necesario hacer los siguientes recordatorios sobre algunos as-
pectos fundamentales que cada concepto de SC debe tomar en
cuenta:

1. La SC es un conjunto heterogéneo de actores sociales, no


es un grupo de asociaciones con un movimiento unidireccional
ni homogéneo. Entre estas organizaciones comúnmente hay
posturas diversas sobre los temas de interés público. Asimismo,
no participan en un único nivel de comunicación ni de interac-
ción con el gobierno, el Estado y la propia sociedad u otras agru-
paciones, sino que se mueven de un nivel a otro constantemente
en diferentes espacios públicos. «La sociedad civil está entrecru-
zada por múltiples conflictos, que es en todo caso “una arena de
arenas” (Waltzer) y no un territorio de la convivencia no conflic-
tiva» (Olvera 2001: 30).
2. No porta «ningún proyecto de transformación radical ni
un programa político específico» o unitario, pero defiende el
Estado de Derecho y la tolerancia (elementos de los cuales de-
pende su misma existencia). En pocas palabras, promueve un
control social moderado sobre el Estado y el mercado.
3. No define un modo particular ni específico de vinculación
social con el mercado y el Estado.
4. La formación de la SC es un proceso dinámico y de largo
plazo, de carácter moderno-occidental. El proceso de la confor-

51
mación de la SC en cada país es un proceso particular y general-
mente muy diferente.
5. Esta diferenciación se debe, casi por completo, a factores
históricos y culturales.

La SC, al estar compuesta por una amplia variedad de orga-


nizaciones, puede ser dividida considerando el tipo de colectivos
y asociaciones que la conforman. Se han realizado varios tipos
de clasificaciones en los que comúnmente «se ha enfatizado sólo
uno o algunos aspectos de la realidad que representan» (Minis-
terio de Planificación y Cooperación de Chile 1997: 5).8 Por esta
razón, Olvera sostiene que con respecto a la SC,

De una forma completamente empírica las definiciones más


comunes acotan su objeto de estudio a las características forma-
les de ciertas organizaciones civiles y movimientos sociales, des-
conociendo así que la noción original de la sociedad civil fue
pensada, en el campo de la filosofía política, para definir un es-
pacio social plural, constitutivo de una forma de vida y de un
potencial crítico en relación con al Estado y el mercado [Olvera
2003: 27].

El problema de las definiciones empíricas reside en que re-


currentemente se han centrado en las características formales
de ciertas organizaciones civiles (por ejemplo, las ONG’s) y mo-
vimientos sociales, desconociendo la capacidad crítica de estas
frente al mercado y al Estado. Se les ha asignado un papel casi
exclusivamente caritativo, cuando muchas de ellas critican abier-
tamente a gobiernos e instituciones internacionales. De igual
forma, los enfoques funcionalistas descriptivos (muy comunes
en la reflexión proveniente de la banca internacional de crédito)
crean nociones pobres de la SC dado que tienden a concebirla
como un todo homogéneo (Olvera 2001: 27).
Olvera (2003), tomando como base el concepto de SC de Ara-
to y Cohen, a mediados de la década de los noventa coordinó un
proyecto de investigación sobre la SC en México. El examen de
distintos casos de asociaciones y organizaciones le permitió cons-
truir una tipología sobre las diferentes formas asociativas de la
SC. Cada asociación u organización tuvo un particular desarro-
llo histórico, su propio método de legitimación, un modo especí-
fico de interrelación con los sistemas político y económico y una

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forma de institucionalización propia, situación que hace de cada
organización un caso único. También hay que aclarar que no se
trata de una clasificación exhaustiva, pues no contempla las com-
binaciones posibles entre cada forma de organización (Olvera
2001: 34). Los distintos tipos ideales de organizaciones y asocia-
ciones de la SC que Olvera encuentra en México serían los si-
guientes:

1. Asociaciones de carácter económico-gremial. Incluye las


organizaciones y clubes empresariales, sindicatos, productores
rurales y asociaciones profesionales. Generalmente, estos son los
grupos más visibles de la SC, debido a su importante papel re-
presentativo de intereses y sectores. Son el puente entre la eco-
nomía y la sociedad, y suelen estar reguladas de manera precisa.
En repetidas ocasiones se han situado como el eje de la SC frente
a gobiernos autoritarios (por ejemplo Brasil o España). Hoy son
el sector en donde el déficit democrático es mayor en México.
2. Asociaciones políticas formales. Constituyen una de las for-
mas de vinculación entre la sociedad y el Estado, básicamente
son los partidos políticos en su fase previa a la institucionaliza-
ción, o más bien, antes de su incorporación al sistema político.
Esto se explica porque si bien nacen como esfuerzos de grupos
sociales voluntarios, una vez que se institucionalizan, internan
en su seno la lógica de la lucha por el poder a través de mecanis-
mos normativos claros y explícitos que corresponden a la forma
y a la naturaleza de esta misma lucha inscrita en el sistema polí-
tico. Así, se convierten, una vez dado este paso, en los deposita-
rios de la lucha político-electoral propia de las democracias mo-
dernas. Aún así, hay que decir que sus funciones y formas
operacionales «tienen un pie en la SC y otro en el Estado» ya que
si bien son importantes aglutinantes dentro de la sociedad al
conformar identidades fuertes, limitan su accionar a las «res-
tricciones que impone la eficacia de la acción política en térmi-
nos de liderazgos y la práctica de relaciones de dirección vertical
sobre sus miembros» (Olvera 2001: 35).
3. Asociaciones de matriz religiosa. Estas se basan en la reli-
gión y dependen, a menudo, de las jerarquías eclesiásticas. Son
diversas y por su función se pueden clasificar en asociaciones de
culto religioso, de promoción social (comunidades eclesiales de
base), las órdenes religioso-civiles (Caballeros de Colón), las de

53
orden religioso cultural (Pro-vida), las asociaciones informales
de las elites sociales y políticas en torno a valores religiosos (Mo-
vimiento Familiar Cristiano, movimientos juveniles, grupos de
damas distinguidas), los grupos pentecostales que se desempe-
ñan en la esfera pública y los grupos masónicos. Estas asociacio-
nes comúnmente se relacionan entre sí y algunas de ellas llegan
a fortalecer a asociaciones y movimientos sociales.
4. Organizaciones civiles. Estas incluyen a un variado y enor-
me grupo de asociaciones libres y voluntarias que se dedican a
atender problemáticas sociales generadas (o, tal vez, no atendi-
das) por el Estado y/o el mercado. Se dividen en tres tipos. Pri-
mero, las que se centran en la defensa y la promoción de los
derechos políticos (Alianza Cívica y Centro de Derechos Huma-
nos Agustín Pro-Juárez). Comúnmente estas asociaciones no es-
tán legalmente reconocidas y tienen un estatuto más afín al de
un movimiento que el de una institución. Segundo, las «organi-
zaciones de promoción, desarrollo y servicios a la comunidad»
(Olvera 2003: 36), reconocidas como ONG.9 Concebidas de for-
ma global, son un verdadero movimiento de la sociedad por la
transformación de los valores políticos y culturales. Generalmente
promueven políticas públicas focalizadas a grupos sociales es-
pecíficos. Vistas por separado pueden ser organizaciones con
«algún tipo de registro legal, normalmente homogéneas y con
poca vida institucional» que realizan alguna actividad de pro-
moción del desarrollo (Olvera 2003: 37). Por último, están las
asociaciones de asistencia privada. Intentan resolver, no eviden-
ciar, problemas que el Estado no ha atendido suficientemente.
Buscan compensar los rezagos sociales como la pobreza, con
medidas asistenciales. En México, cuentan con registro legal.
5. Asociaciones de tipo cultural. Grupos musicales y de baile,
teatrales y artísticos, pro defensa del patrimonio cultural, de re-
cuperación de tradiciones culturales, etc. Ayudan a consolidar la
identidad cultural, aunque casi nunca son reconocidos institu-
cionalmente, ni cuentan con apoyo oficial.
6. Asociaciones privadas de tipo deportivo y recreacional. Crean
espacios muy importantes de socialización, aunque a esta tarea
las otras categorías también contribuyen.
7. Asociaciones de tipo urbano-gremial. Es uno de los prime-
ros peldaños de la organización social; habitualmente juegan roles
activos en el diseño y la aplicación de las políticas públicas, e

54
incluyen asociaciones de vecinos, «hasta grupos populares urba-
nos» (Olvera 2003: 37).
8. Movimientos y asociaciones de comunidades indígenas. Si
asumen el papel de representación y buscan la recuperación de
espacios públicos propios, pueden ser considerados como parte
de la SC. Si no, es decir, si pretenden separarse de la sociedad y
«aplican usos y costumbres para mantener esquemas de domi-
nación tradicionales, actúan de forma incivil» (Olvera 2001: 39).
Esto es porque fragmentan a la sociedad asumiendo posiciones
prácticamente anti-estatales siendo que, como hemos visto, una
de las características de la SC es no mantener posturas anti siste-
ma.

A la par de estas formas asociativas, están los movimientos


sociales propiamente dichos, que continuamente alimentan la
acción de los grupos y asociaciones más permanentes. Una bue-
na parte de las asociaciones y organizaciones de la SC nacieron
de ellos. Esto se hace más evidente cuando observamos que cada
tipo de asociación o forma de organización de los grupos de la
sociedad es el resultado de un proceso histórico particular «de
emergencia de formas de identidad y de acción colectivas que en
su momento definieron un campo de conflicto» (Olvera 2001:
40). Por otra parte, aún a pesar de estar condicionados por regu-
laciones legales y monetarias, los medios de comunicación, como
componentes esenciales de la esfera pública, pueden convertirse
en actores de la SC al fomentar discusiones sobre problemas
públicos o al hacer denuncias (Olvera 2001: 40).
Finalmente, existen también grupos inciviles (entre los que
se encuentran las mafias, los delincuentes, los narcotraficantes,
los que generan corrupción, etc.) que adquieren este status al no
respetar la ley e imponer sus intereses particulares sobre la so-
ciedad. En algunos momentos han sido dominantes en algunos
países. Estos grupos, si bien no se proponen directamente un
ataque político frontal en contra del Estado, sí se convierten, en
algunos momentos, en factores que erosionan sensiblemente su
legitimidad.
De la investigación de Olvera se desprenden varias conclusio-
nes sobre la forma en la que la SC en México podría encontrar
mejores condiciones de desarrollo:

55
1. Fortalecimiento del sistema legal institucional. Frente a un
ambiente en el que «los derechos no se cumplen o se aplican de
manera parcial» y segmentada, es necesario garantizar el Esta-
do de Derecho y la real separación de poderes (Olvera 2003: 430).
También es urgente avanzar en la descentralización del poder, lo
que le permitiría a la SC tener un papel mucho más preponde-
rante en la elaboración y evaluación de políticas públicas. Otro
aspecto muy importante es la profesionalización y descentrali-
zación de los aparatos y agencias del Estado y la creación de
instituciones híbridas o mixtas de carácter ciudadano-estatal.
Por último, es inaplazable establecer mecanismos de rendición
de cuentas efectivos que hagan transparente el ejercicio guber-
namental.
2. Fortalecimiento de la red asociativa y de movimientos socia-
les. Esto se lograría a través de garantizar la libertad de asocia-
ción y de la creación de nuevas formas de reconocimiento jurídi-
co. En específico este último punto permitiría que las asociaciones
tuvieran acceso a fondos públicos en un marco de mayor con-
fianza, «una institucionalidad apropiada debe apoyar la trans-
parencia y claridad en la asignación de apoyos públicos a las
organizaciones civiles, las cuales deben a cambio someterse al
escrutinio y evaluación públicas» (Olvera 2003: 433). Asimismo
se debe garantizar el acceso a los medios de comunicación a las
organizaciones y asociaciones de la SC.
3. Fortalecimiento de la cultura del asociacionismo. Enten-
diendo que la ignorancia conlleva un importante desconocimiento
de los derechos y obligaciones ciudadanos, es necesario multi-
plicar las posibilidades de acceso educativo de la población. En
gran parte, el corporativismo y el clientelismo mexicano se fun-
daron durante décadas en el bajo nivel de educación de amplios
sectores sociales. La pobreza de igual manera, a menudo arras-
tra «a la necesidad de vender la lealtad política a cambio de pe-
queños beneficios económicos que son esenciales para la sobre-
vivencia», por ello «la pobreza es el mejor caldo de cultivo del
clientelismo. Una política agresiva de redistribución del ingreso
ayudaría a fortalecer una cultura de la autonomía individual y
colectiva» (Olvera 2003: 435). Es urgente, por otra parte, la en-
tronización en la sociedad de valores como la tolerancia y el res-
peto a la diferencia a través de campañas masivas de educación
cívica.

56
4. Fortalecimiento interno de las asociaciones de la SC. La SC
«realmente existente expresa también en su interior las limita-
ciones históricas que ha padecido y en las condiciones en que se
ha desarrollado» (Olvera 2003: 435), por esta razón es necesario
que también ellas reproduzcan internamente los valores demo-
cráticos, de transparencia y de legalidad que son necesarios para
su pleno desarrollo en la esfera pública. Resulta, también, nece-
sario que logren un mayor grado de institucionalidad y formali-
zación, situación que debe contemplar forzosamente un la esta-
bilización de un cuerpo profesional de trabajadores. Por último,
debe recuperarse la relación entre las ONG y las asociaciones y
movimientos populares.

Hay que concluir esta primera parte del trabajo diciendo que
hablar de «una sociedad civil... es problemático» (Olvera 2003,
412). En efecto, ya que esta noción hace referencia a una gran
variedad de asociaciones, grupos, instituciones, actores, colecti-
vos, etc. extremadamente diversa, plural y heterogénea —conti-
nuamente contradictorias—, por lo que solamente es aceptable
como categoría analítica en un «sentido altamente simbólico».
Desde el punto de vista de Alberto J. Olvera, en realidad tal con-
junto de actores sólo se colocan como elementos de un mismo
concepto en tanto que se autodefinen independientes del Estado
y circunscriben su acción política a una relación de «oposición o
colaboración», con el Estado, pero nunca se plantean, como ya
se ha mencionado anteriormente, su sustitución o destrucción
(Olvera 2003: 412). Más allá de estas coincidencias, alcanzar ge-
neralizaciones sobre SC es extremadamente difícil.
Más bien,

La sociedad civil es una construcción, un resultado de largos


ciclos de luchas sociales y de la lenta institucionalización de un
Estado de Derecho. La sociedad civil no es un dato, sino un pro-
ceso en continua renovación y en incesante lucha contra el auto-
ritarismo, la ilegalidad y la antidemocracia. Sus ganancias nun-
ca son permanentes, sino que exigen ratificarse en la práctica
social cotidiana [Olvera 2001: 41].

El Tercer Sector (sector no lucrativo) desde una visión


comparada

57
Ahora debemos desplazar la mirada hacia el tercer sector.
Esta noción, que coloca al Estado y a las empresas como los dos
primeros sectores (visión trisectorial), comenzó a ser utilizada
desde mediados de la década de los setenta, pero fue hasta me-
diados de los años noventa cuando definitivamente entró al vo-
cabulario de las ciencias sociales como una categoría regular de
análisis.10 Su nacimiento y posterior uso coincidió con la reapa-
rición de planteamientos conservadores a finales de la década de
los ochenta que, como sostiene Roitter, «se oponían a la exten-
sión de las potestades del Estado en materia social» y veían en la
acción civil y voluntaria la vía para la solución de problemáticas
sociales, que el Estado (de bienestar) supuestamente había sido
incapaz de atender. Este concepto, agrega, que hace referencia a
la expansión del asociacionismo global en las últimas décadas,
es «una traducción del inglés» y su origen es claramente «esta-
dounidense». Sin embargo, rápidamente fue adoptado en otras
regiones, tanto en algunos círculos académicos, como en las es-
feras políticas, incluso en diversas organizaciones internaciona-
les como la ONU. En América Latina, a pesar de su muy reciente
incorporación a la semántica política y sociológica, ganó terre-
no y se colocó por encima de rótulos como los de ONG u organi-
zaciones de la SC, con los que se trataba de englobar en un solo
concepto al mundo asociativo y de acción voluntaria.
El autor central sobre TS es sin duda Lester M. Salamon. Ya
que aunque no nos ofrece grandes precisiones conceptuales o
explicaciones teóricas sobre esta categoría, sí se ha convertido
en un referente para pensar el tercer sector (Censi 2002; García
Ferrando 2002). Sus planteamientos se han convertido en una
pieza de análisis importante sobre el asociacionismo moderno,
sobre todo porque más allá de hacer un esfuerzo por contribuir
a clarificar el panorama teórico, le permitieron concretar una
investigación cuantitativa sobre el sector no lucrativo a nivel glo-
bal que resultó realmente novedosa, aunque también ha genera-
do una importante crítica. Tal proyecto —en el que participó un
importante equipo de científicos de numerosos países— organi-
zó y estabilizó mecanismos de medición sobre distintos aspec-
tos del quehacer de las organizaciones de la sociedad con el fin
de conocer su dimensión, importancia y problemas en cada re-
gión del planeta.
Inicialmente, en el trabajo se explica que el crecimiento de la

58
SC, a primera vista carente de forma e incluso errático, es un
fenómeno reciente pero global que se ha expresado en una mul-
tiplicación de las asociaciones y organizaciones sociales (Sala-
mon 1999: 13). Sin embargo, se pueden identificar rasgos comu-
nes en esta masa de clubes sociales, organizaciones profesionales,
organismos de asesoramiento, centros de formación profesio-
nal, organizaciones de derechos humanos, organismos profesio-
nales, universidades, grupos medioambientales, hospitales, clu-
bes deportivos y otras muchas entidades. El autor identifica cinco:

1. Son organizaciones. Tienen una presencia y estructura ins-


titucionales. Con esto se refiere a que tienen características or-
ganizativas formales.
2. Son privadas. Existen institucionalmente fuera del Esta-
do.
3. No reparten beneficios. No generan utilidades, ni lucro
para sus gestores o el conjunto de titulares de las mismas.
4. Son autónomas. Controlan esencialmente sus propias ac-
tividades.
5. Cuentan con participación de voluntarios: la pertenencia a
ellas no está legalmente impuesta y atraen un cierto nivel de apor-
taciones voluntarias de tiempo en tiempo.

Uno de los factores que explican este proceso de expansión


del tercer sector es la crisis del Estado vivida en las dos últimas
décadas. Esta se refiere al creciente cuestionamiento a las políti-
cas de bienestar tradicionales en los países desarrollados, las crí-
ticas producto de las decepciones del desarrollo conducido por
los Estados en regiones como América Latina, y el colapso del
experimento socialista en Europa Central y del Este. Otro factor
determinante de la llamada «revolución asociativa mundial» es
el crecimiento de la tecnología en el procesamiento y manejo de
información, pues ella ha potenciado las posibilidades comuni-
cativas entre sectores. El tercer factor mencionado por Salamon
es el cuestionamiento cada vez más enérgico al consenso de
Washington o consenso neoliberal.
Para la realización del estudio los autores reunieron a un equi-
po de investigadores en 42 países (aunque las conclusiones que
presento más adelante son producto de la segunda fase que com-
prende sólo 22) para hacer una medición cuantitativa del proce-

59
so de expansión social global.
AQUÍ TABLA
Uno de los objetivos centrales del proyecto era revelar algu-
nos de los aspectos más relevantes del «continente perdido del
panorama social de la sociedad moderna», sobre todo para si-
tuarlo en «el mapa de la economía mundial» (Salamon 1999:
23). El equipo de investigadores se preocupó por dar respuesta a
tres interrogantes: ¿cuál es el tamaño real de estas organizacio-
nes, cuáles son sus fuentes de ingresos y en qué medida difieren
estos aspectos de país en país? ¿Por qué se dan estas diferencias
y qué factores fomentan su desarrollo o su retroceso? ¿Cómo
contribuyen estas asociaciones a la sociedad y qué impacto tiene
tal actividad? Para esto siguió una definición común elaborada
por los investigadores de los 22 países participantes y que se
resume en el siguiente cuadro:
AQUÍ TABLA
La respuesta a las tres preguntas centrales lleva a los autores
a cinco conclusiones aplicables a los 22 países mencionados (son
datos de 1995 y expresados en dólares estadounidenses de ese
año).11 La primera es que el sector no lucrativo constituye una
importante fuerza económica, mucho más importante de lo que
comúnmente se cree. Representa anualmente 1.100 millones de
dólares generados por 19 millones de trabajadores a jornada
completa por un año en los 22 países. Si a esto se le suma el total
de los trabajadores voluntarios, que en 1995 fue de 10,6 millones
(sumadas las horas de trabajo voluntario como una expresión de
trabajadores a jornada completa de 8 horas), se obtiene el traba-
jo equivalente a 29,6 millones de personas a jornada completa.
Esto equivale al 7 % del total del empleo no agrario, al 14 % del
empleo en el sector servicios y al 41 % del empleo en el sector
público en los 22 países. Asimismo, representa el 5,7 % del PIB,
sin sumar el trabajo de las congregaciones religiosas.
Segundo, hay grandes variaciones en tamaño del sector no
lucrativo entre países y regiones. Es mayor en los países desarro-
llados, pero además es mayor (proporcionalmente hablando) en
los países desarrollados del norte de Europa e Israel en compa-
ración con los EUA. El tamaño del sector no lucrativo no está
relacionado directamente con el tamaño del aparato estatal de
seguridad y bienestar social. En tercer lugar, las actividades del
tercer sector predominan los servicios de bienestar social. Aun-

60
que en tamaño el sector no lucrativo varía bastante de un país a
otro, su composición refleja algunas similitudes: las organiza-
ciones medioambientales, de defensa de los derechos civiles y de
desarrollo concentraron un campo considerable del trabajo vo-
luntario. El tercer sector concentra entre el 60 y 68 % de su acti-
vidad en tres campos. Esto se muestra de forma más clara con el
siguiente cuadro:

División del TS por tipo de actividad a nivel global


sin incluir el trabajo de los voluntarios

68 % 22 % 10 %
Educación Esparcimiento Otras
Sanidad Organizaciones Cívicas
Servicios Sociales

La misma relación cambia un poco si se añade el trabajo de


los voluntarios:

División del TS por tipo de actividad a nivel global


incluyendo el trabajo de los voluntarios

60 % 30 % 10 %
Educación Esparcimiento Otras
Sanidad Organizaciones Cívicas
Servicios Sociales

Hay importantes variaciones regionales en el sector no lucra-


tivo. En Europa Occidental, el predominio de los trabajadores
del sector no lucrativo está en la rama del bienestar social. En
Europa Central las actividades recreativas y culturales ocupan
un lugar preponderante. En Latinoamérica el sector no lucrati-
vo se ha concentrado en aumentar la oferta de educación. Por
último, en los otros países desarrollados la tasa de empleo más
alta del sector no lucrativo es en salud y educación. Esto se ve
más claramente en la conformación de cinco modelos: 1) el de
predominio de la educación; 2) el de predominio de la sanidad;
3) el de predominio de los servicios sociales; 4) el de predominio
de las actividades culturales y recreativas; y 5) el modelo equili-

61
brado.
Cuarto, La mayoría de los ingresos del tercer sector proce-
den del sector público y de pagos por servicios, no de la filantro-
pía. La estructura de financiamiento del sector no lucrativo tie-
ne características propias en cada país. La filantropía representa
el 11 % de los ingresos del sector no lucrativo. Las cuotas de los
miembros y los pagos por servicios prestados por las organiza-
ciones alcanzan el 49 % y del sector público se obtiene el 40 % de
los recursos. Y por último, el sector no lucrativo es un importan-
te generador de empleo. Este sector ha generado más empleos
que lo que han podido generar las economías de los países. Este
fenómeno se observa más nítidamente en Europa Occidental. El
aumento en la financiación vía cuotas y pagos de servicios al
sector no lucrativo es la causa fundamental del aumento tan
importante del empleo en todo el sector. Esto denota claramente
una tendencia a la mercantilización del tercer sector.
Finalmente, el proyecto presenta conclusiones regionales:

a) Europa Central y Oriental. Después de la caída del comu-


nismo en 1989 el llamado renacimiento de la sociedad civil ha
sido un proceso acelerado. Sin embargo, en la región encontra-
mos todavía una gran ambigüedad en el desarrollo del TS debi-
do a que en ella el legado comunista es muy pesado. Las dos
áreas en las que la mayor parte de las asociaciones del TS se
concentran son la cultura y el ocio y las organizaciones profesio-
nales y los sindicatos: «los dos tipos principales de actividad que
fueron tolerados e incluso apoyados por los regímenes comunis-
tas» (Salamon 1999: 57). Mientras que las que se dedican a los
servicios sociales, la educación y la salud, en contraste con los
países desarrollados, son poco numerosas y su participación
dentro de la sociedad es menor. Esta tendencia muestra que en
la región persiste la idea de que es obligación del Estado proveer
el bienestar social. Son varias las medidas que se deben tomar
en la región para consolidar el desarrollo del sector: promover
su legitimidad a través un marco legal que especifique con clari-
dad los fines y funciones de las asociaciones y organizaciones así
como el acceso a los fondos, ya sea que estos provengan de dona-
ciones o del erario público. También es importante aumentar la
capacidad de actuación de las asociaciones y de las organizacio-
nes del sector, situación que probablemente se conseguiría por

62
medio de una mayor profesionalización de sus cuadros dirigen-
tes. Por último se recomienda una potenciación de los recursos
con que el TS cuenta para la realización de sus actividades. «Es
necesario crear una base financiera sostenible» (Salamon 1999:
59) a partir del aumento de los recursos provenientes de la filan-
tropía, principalmente las donaciones particulares no empresa-
riales y del crecimiento de los fondos públicos.
b) Latinoamérica. El principal problema en la región es la
existencia de dos sectores no lucrativos independientes uno de
otro. Esta dualidad está marcada por una separación bastante
acentuada entre organizaciones benéficas que suelen estar vin-
culadas a las elites social y económica y otras más bien cercanas
a las organizaciones populares de corte más informal. Histórica-
mente el primer tipo de organizaciones ha jugado un papel pre-
ponderante como expresión del TS, sin embargo, en los últimos
años el otro tipo de asociaciones a los que nos hemos referido,
está tomando cada vez mayor relevancia, agregando un elemen-
to de informalidad al sector no lucrativo en América Latina. El
fortalecimiento del sector en la región como primera tarea es
tratar de eliminar la separación existente entre estos dos grupos
de asociaciones por medio de un diálogo mucho más fluido y
una mayor interacción. Además es necesario fortalecer su capa-
cidad de actuación invirtiendo en la capacitación de del sector a
través de «mejores organizaciones de formación e infraestructu-
ra» (Salamon 1999: 60). La idea con esto sería colocar a la parte
menos formal del sector en una mejor posición para actuar en la
sociedad. También, según este estudio, es importante mejorar
los lazos con el poder público y las empresas, dejando atrás los
clientelismos. Con esto lo que se busca es hacer menos tensa esta
relación, que en mucho momentos se ha caracterizado por lle-
varse a cabo bajo procedimientos poco transparentes, depen-
dientes en gran medida de los «caprichos» de la elite política en
turno. Por supuesto es necesario hacer mucho más explícitos los
mecanismos de competencia por los recursos públicos. Final-
mente se debe ensanchar el espacio público en donde se desa-
rrollan estos grupos, permitiéndoles un mayor margen de ac-
ción.
c) Países desarrollados. Como principal meta en esta región,
el TS se debe concentrar en su renovación. El sostenido apoyo
gubernamental que las asociaciones y organizaciones del sector

63
han ganado en la década de los noventa y el aumento en las cuo-
tas de los miembros y pagos por servicios las ha alejado de los
ciudadanos. Muchas de ellas «se han convertido en grandes bu-
rocracias que aparentemente no se distinguen mucho de los or-
ganismos públicos con los que se relacionan», pero además mu-
chas otras corren el peligro de convertirse en empresas
mercantiles. Por tales razones es necesario que el TS en la región
evite el exceso de burocratización y de mercantilización. Esto se
puede conseguir instrumentando una amplia campaña de reno-
vación que mejore sus procedimientos administrativos y que re-
vitalice su imagen pública, se deben retomar nuevas formas de
planeación estratégica. También sería conveniente generar un
diálogo más fluido entre los distintos actores del sector que tu-
viera como principal objetivo una discusión amplia sobre su pa-
pel en la sociedad. Por otra parte, resulta sumamente necesario
aumentar los recursos provenientes de la filantropía, lo que le
permitiría al sector mantener un grado aceptable de autonomía
con respecto al poder público y al sector lucrativo. En concor-
dancia con este objetivo, el aumento del trabajo voluntario se
hace indispensable. Para integrar a un creciente pero hasta aho-
ra sólo potencial voluntariado, en estos países se deben estable-
cer mecanismos que combinen efectivamente el trabajo remu-
nerado con el trabajo voluntario. Por último, es conveniente
incluir a través de marcos legislativos más adecuados al TS a
procesos de integración regional, como el caso de la Unión Eu-
ropea o de América del Norte. Se debe aprovechar el enrome
potencial del TS para la solución de problemas sociales agudos
en regiones muy pobres como el caso del África sub-sahariana.
Por ello, se recomienda para la región estrategias que permitan
la internacionalización y la regionalización del TS.

Sociedad civil, tercer sector y segundo circuito


de la política

Hasta aquí hemos revisado los dos conceptos que en la ac-


tualidad tienen mayor relevancia y aceptación en la discusión
del asociacionismo global. Ahora debemos recalcar que aunque
estas dos categorías han despuntado como las más utilizadas en
los ámbitos político y académico, se cuenta con una vasta gama

64
de conceptos, términos y tipificaciones con las que se ha tratado
de englobar el fenómeno del asociacionismo mundial. Nos en-
contramos, como bien señala Roitter en este mismo libro, ante
un panorama en el que la dispersión teórica y la ubicuidad con-
ceptual son la constante, incluso algunos han llegado a hablar de
una «inflación terminológica». Probablemente esta sea la única
coincidencia que aceptarían los autores que han contribuido en
el tema.
Hay que decir que muchos actores políticos, algunos acadé-
micos e inclusive instituciones a nivel nacional e internacional
han contribuido, algunas veces por omisión y otras con determi-
nada intencionalidad política, a que la situación reinante en tor-
no a la discusión del mundo asociativo permanezca en un estado
casi caótico. El arribo del concepto de TS dentro de la discusión
académica tan sólo «ha añadido nueva materia a la confusión
reinante» (Olvera 2001: 22). Debido a que con este concepto se
ha puesto especial interés en la capacidad económica y emplea-
dora de las organizaciones y asociaciones bajo una lógica casi
exclusivamente cuantitativista, dejando de lado aspectos tan
importantes como las relaciones de las asociaciones y organiza-
ciones del TS con el Estado y/o el mercado en términos políticos
y no meramente económicos, así como el impacto de sus activi-
dades en la «transformación de la vida pública, incluyendo… los
problemas de gobernabilidad democrática» (Olvera 2001: 22).
En efecto, como vimos en la segunda parte de este trabajo, el
enfoque de Arato y Cohen retomado por Olvera, se concentra en
la naturaleza y el origen de las asociaciones y la forma en la que
se relacionan con el Estado y el mercado, fundamentalmente en
términos políticos, mientras que en el texto de Salamon y en
general en toda la corriente del TS, hay una preocupación fun-
damental por las labores que realiza cada tipo de asociación.
Esto se confirma si observamos cómo las asociaciones aparecen
en el texto sobre el TS divididas en actividades como cultura,
deporte, medio ambiente, servicios sociales, etc. Con esto nos
damos cuenta de que Olvera muestra una inquietud mayor por
la conformación histórica y la naturaleza de los actores que con-
forman las múltiples asociaciones de la SC y, a partir de esto, la
forma en la que se relacionan y establecen límites al mercado y
al Estado. Salamon, en cambio se centra en las tareas que estas
asociaciones desarrollan en el seno de la sociedad. Estamos ante

65
dos enfoques diferentes que si bien pretenden explicar un fenó-
meno común para ambos, cada uno por su lado, ha elaborado
una metodología propia y se ha planteado objetivos diferentes.
Con esto, regresamos a lo que se mencionó desde el inicio, a
saber: la ambigüedad conceptual en torno a las nociones de SC y
tercer sector y la falta de un marco teórico consistente para pen-
sarlas. Constatamos que efectivamente la construcción de un
concepto de SC único, globalmente aceptado, está lejos de ser
una realidad; más bien estamos en un momento de un intenso y
abundante debate que se desarrolla en un sinnúmero de direc-
ciones, una de las cuales es la que se ha expuesto aquí como
tercer sector o sector no lucrativo.
Debemos decir, como lo han subrayado tantos otros, que es-
tos dos conceptos son parte de una disputa teórica sobre el papel
del Estado (y del mercado), en donde por un lado, se pretende la
constitución de un Estado «mínimo» que delega cada vez mayo-
res responsabilidades, sobre todo de corte social, al sector em-
presarial o al TS, mientras que por el otro se plantea que es nece-
sario un «proceso de ensanchamiento de la democracia» que se
expresaría «en la creación de espacios públicos y en una crecien-
te participación de la SC en los procesos de discusión y de toma
de decisiones relacionadas con cuestiones y políticas públicas»
(Dagnino 2003, citada por Roitter en el siguiente capítulo). Es
aquí justamente en donde se inscribe la discusión de un segundo
nivel de la política, en el cual estarían integradas como actor
central todas las asociaciones y organizaciones de la sociedad.
Este planteamiento no solo pretende dar una participación más
estable a un actor social que en el mundo ha tomado enorme
relevancia; sino, en el último de los casos, fortalecer una demo-
cracia que con el primer circuito como único espacio de la polí-
tica ha demostrado ser insuficiente para garantizar la goberna-
bilidad democrática en numerosos países.
Hay que señalar por último, que el momento actual de inde-
finición y debate sobre el asociacionismo global, en el que la
gran deuda teórica recae en la incapacidad de conseguir consen-
sos sobre conceptos generales debilita la posibilidad de institu-
cionalización de un segundo circuito de la política. Es básico
para conseguir la regulación y el financiamiento público de las
asociaciones, organizaciones y colectivos una clara delimitación
de sus características, de sus funciones y de sus posibilidades

66
para favorecer la consolidación de valores democráticos en las
sociedades modernas. Los conceptos con los que actualmente
contamos como TS o SC han demostrado ser insuficientes para
tal efecto. Se necesitan categorías que incluyan el ámbito políti-
co y económico en su definición, así como el cultural, con el fin
de abarcar en tales definiciones un todo bastante heterogéneo,
contradictorio y disperso.
La explosión del asociacionismo ha colocado a las organiza-
ciones de la sociedad en un papel político cada vez más impor-
tante. Su participación en la esfera pública es creciente y las la-
bores que realizan día con día se diversifican y alcanzan nuevos
horizontes. Su regulación y financiamiento público, como sos-
tiene Schmitter, efectivamente podría contribuir al fortalecimien-
to de la democracia. El nuevo imaginario político, en el que las
organizaciones de la SC o el TS han adquirido enorme impor-
tancia, no corresponde al imaginario de principios de los noven-
ta en el que, desde el pensamiento liberal-democrático, la ciuda-
danía electoral y la competencia partidista, eran la última palabra
en materia de política democrática. Hoy se hace política más
allá de la representación territorial, en buena medida en el terre-
no de las asociaciones y de las organizaciones de la sociedad. No
obstante, tal vez es muy temprano todavía para hablar de de una
democracia post-liberal; el segundo nivel o circuito de la política
no existe aún con el nivel de formalización que uno desearía,
pero incluso en su nivel informal actual, es una opción promete-
dora para expandir el panorama democrático.

Referencias

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67
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contradictoria? ¿Sólo lerda? ¿Una salida prometedora de la coyun-
tura actual?», en Teoría del neocorporatismo, México: Universidad
de Guadalajara, pp. 399-447.

68
1. Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en el seminario «El fu-
turo pasado de la política» realizado en la UNAM (2002-2004). Agradezco las obser-
vaciones que hicieron los participantes, y en especial el apoyo de su director, Ben-
jamín Arditi.
2. Para una discusión más detallada de los argumentos de Offe véase el trabajo
de Vite en este volumen.
3. Ver capítulo de Puga en este volumen. En él se explican algunas de las razo-
nes por las que las asociaciones y las organizaciones de la sociedad han adquirido
enorme importancia en el desarrollo de la democracia.
4. Arditi esboza las coordenadas teóricas de este escenario posliberal en otro
capítulo de este volumen.
5. Ver el trabajo de Luna incluido en este volumen.
6. Ver el capítulo de Martín en este volumen.
7. Estas críticas son variadas y se enfocan en distintos aspectos. Por ejemplo,
desde una visión liberal se ha señalado que la SC tiene «un carácter civilizatorio»,
que se articula para «dar vigencia a un Estado de Derecho, un mercado operativo,
un amplio espacio público...», libertad asociativa y una «cultura de política de la
tolerancia» (Pérez, en Olvera 2003: 26); argumentos que contrastan fuertemente
con el carácter contradictorio y disperso que Arato y Cohen le han atribuido al
concepto de SC. De cualquier forma, lo más sobresaliente en esta perspectiva es
haber logrado incluir en tal definición el aspecto cultural. Otro ejemplo es la crítica
que ha argumentado la carencia de una «dimensión moral-sistémica», en la cual
algunos otros sí se han concentrado (Alexander 2000), mientras que Arato y Cohen
prefirieron centrarse en la dimensión jurídica sosteniendo que esta funciona como
«piso común» en el que se desarrollan y se expresan una multiplicidad de formas
sociales.
8. Por ejemplo Larry Diamond (1999: 222) sostiene que la SC está compuesta
por una vasta red de organizaciones de orientación: 1) Económica, que incluye a las
asociaciones productivas y comerciales; 2) Cultural, con asociaciones religiosas,
comunales, étnicas, y de otro tipo que defienden los derechos y valores colectivos;
3) Educacional, que engloba a los grupos enfocados en la producción y disemina-
ción del conocimiento; 4) Gremial o categorial, con las asociaciones que defienden
el interés sectorial de sus miembros (por ejemplo los sindicatos, los grupos empre-
sariales o los de pensionados); 5) Hacia el desarrollo, con organizaciones que se
preocupan por mejorar las condiciones sociales; 6) Temática, de asociaciones enca-
minadas a temas específicos como el respeto al medio ambiente o los derechos de
diferentes minorías; y finalmente, 7) Cívica, que incluye a grupos que buscan (fuera
del ámbito partidista) mejorar el sistema político y la calidad de la democracia.
9. Muchas veces erróneamente, debido a que con esta acepción se enfatiza la
separación de la organización en cuestión con el Estado, siendo que sus elementos
de diferenciación más relevantes pueden ser otros como el tipo de organización,
sus funciones, etc. Por ejemplo, una organización vecinal que se conforma en torno
al problema de la inseguridad es también una ONG, sin embargo no estaría con-
templada en esta categoría, sino en el número 7 de esta lista.
10. Ver el capítulo de Roitter en este volumen.
11. También como precaución metodológica estos autores plantean siempre
primero la suma de los «asalariados» (las comillas son mías, pues son asalariados
hipotéticos), después la suma de los voluntarios y, posteriormente, la suma de lo
aportado por las congregaciones religiosas.

69
Cobertura de países de la Fase II del proyecto
del «estudio comparativo del sector no lucrativo»
de la Universidad Johns Hopkins

Europa Occidental Europa Central y Oriental


Austria República Checa
Bélgica Hungría
Finlandia Rumania
Francia Eslovaquia
Alemania
Irlanda
Países Bajos
España
Reino Unido
Otros países desarrollados Latinoamérica
Australia Argentina
Israel Brasil
Japón Colombia
Estados Unidos México
Perú

Ámbitos de las actividades no lucrativas cubiertos por la «fase II


del Proyecto de estudio comparativo» del sector no lucrativo
de la Universidad Johns Hopkins

1. Cultura
2. Educación e investigación
3. Salud
4. Servicios sociales
5. Medio Ambiente
6. Desarrollo
7. Derechos civiles y asesoramiento legal
8. Actividades filantrópicas
9. Ayuda internacional
10. Confesiones religiosas
11. Asociaciones empresariales y profesionales, sindicatos
12. Otros

70

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