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CAPÍTULO III: “LAS RELACIONES ENTRE EL DI Y LOS DERECHOS INTERNOS”.1

A. IMPORTANCIA DEL TEMA.

Cuando nos referimos a la relación que existe entre el DI y los Derechos internos (Derechos que serán
tantos cuantos sean los Estados en el mundo) nos encontramos con dos posiciones tradicionales: aquellos
que sostienen la separación e independencia del DI y de los órdenes jurídicos internos (teoría dualista) y otra
que afirma que el Derecho de Gentes y los Derechos internos forman un solo orden jurídico (teoría monista).
Asimismo, esta última teoría admite dos variantes: la de los que sostienen la supremacía del DI sobre el
interno y, a la inversa, la de los que creen que el Derecho interno prevalece sobre el DI2.

Es importante este tema porque la eficacia real del DI depende, en gran medida, de la fidelidad con que los
Derechos nacionales se conformen a las normas internacionales y les den efecto. Esta relación se hace
cada vez más evidente debido a dos consideraciones que señala el profesor Pastor Ridruejo3:

a) Los Estados son, como lo mencionamos en su oportunidad, los destinatarios por excelencia de las
normas de DI. Tales normas van dirigidas a ellos y son principalmente ellos los que deben acatarlas y
cumplirlas. Pero los Estados son personas morales, entes abstractos que, como tales, actúan por medio
de sus órganos y éstos, sean legislativos, ejecutivos o judiciales, están también sujetos al Derecho
interno del Estado. Es esencial, en este sentido, que el Derecho nacional facilite el cumplimiento del
DI y, más aún que, en caso de conflicto, el Derecho del Estado no sea obstáculo para la
observancia de las normas internacionales.

b) En segundo lugar, la importancia de las relaciones entre el DI y los Derechos internos se ha acrecentado
en nuestros días como consecuencia del aumento de las funciones del primero. Recordemos que el DI
contemporáneo ya no tiene únicamente la función clásica de regular las relaciones entre Estados y
distribuir las competencias entre ellos, sino que tiende además al desarrollo de los pueblos e individuos,
lo cual exige una cooperación en muchas materias que antes asumían exclusivamente los Estados y se
regulaban por los Derechos internos lo que amplía, en consecuencia, el campo en que puede haber
colisión entre lo que dispone el DI y los Derechos internos.

B. LAS RELACIONES FUNDAMENTALES ENTRE EL DI Y LOS DERECHOS INTERNOS.

Aquí trataremos dos problemas: Si el DI es aplicable sin más en el ámbito jurídico interno de los Estados o
si, por el contrario, necesita algún acto especial de recepción o conversión; y qué ordenamiento debe
prevalecer en caso de conflicto.

B.1. DEBATE DOCTRINAL: DUALISMO Y MONISMO.

Este tema ha sido objeto de un interesante debate doctrinario entre quienes consideraban que existen dos
sistemas jurídicos claramente diferenciados (dualistas) y los que advierten que el orden jurídico es uno solo
(monistas).

Los primeros en el tiempo fueron los dualistas que consideran que el DI y el Derecho interno son dos
ordenamientos distintos e incomunicables, porque cada uno de ellos tiene diversas fuentes y diversos

1 Tomado de:
- Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, República de Chile. "Constitución, Tratados y Derechos Esenciales",
1994.
- Apuntes de clases de Derecho Internacional del profesor Samuel Durán Bächler.
- "Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones Internacionales" de José Pastor Ridruejo, Madrid, España, 2002.
- "Las relaciones entre Derecho Internacional y Derecho Interno ante los tribunales chilenos". Santiago Benadava. "En Nuevos
enfoques del Derecho Internacional", Editorial Jurídica de Chile, 1992.
- “Derecho Internacional Público”, Julio Barboza, Zavalia Editor, Buenos Aires, Argentina, 2003.
- “Leçons de droit international public”, Marc Perrin de Brichambaut, Jean-François Dobelle y Marie-Reine d’Haussy. Presses de
Sciences Po et DALLOZ, 2002, París, Francia.
- “Manual de Derecho Internacional Público”, María Teresa Moya Domínguez, EDIAR, 2004, Buenos Aires, Argentina.
2 JULIO BARBOZA, “Derecho Internacional Público”, Zavalia Editor, Buenos Aires, Argentina, 2003, p. 53.
3 JOSÉ PASTOR RIDRUEJO, "Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones Internacionales", Madrid, 2002, p. 189.
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destinatarios. Es una tendencia en la que predomina el Derecho interno sobre el DI y que se utilizó en la
época del absolutismo, perdurando en Estados de un nacionalismo autoritario, como Alemania e Italia en la
Segunda Guerra Mundial4.

Así, para el dualismo: El DI y el Derecho interno tiene distintas fuentes: el DI emana del acuerdo entre
Estados y el Derecho interno deriva de la voluntad exclusiva de un solo Estado; Ambos regulan relaciones
diversas: el primero rige las relaciones que tienen lugar entre Estados y el segundo, las que se desarrollan
entre individuos o entre el Estado y sus súbditos5.

Es decir, para los partidarios de esta corriente, cada uno de estos órdenes sólo es válido dentro de su propia
esfera y ninguna norma perteneciente a uno de ellos es válida como tal dentro del otro. En particular, las
normas del DI no son parte del Derecho de un Estado ni aplicables directamente dentro del mismo; para que
el contenido de una norma internacional pueda tener aplicación dentro de un Estado es necesario que ella
se transforme en norma interna, es decir, que el Estado cree una norma interna que admita o incorpore la
norma internacional a su orden jurídico. Además, el Estado tiene la facultad de asignarle a este Derecho así
transformado una jerarquía dentro de la pirámide de las diversas normas que conforman su ordenamiento
jurídico6. En otras palabras, las reglas de DI no pueden ser introducidas en el orden interno si no media un
procedimiento llamado de “recepción”, en virtud del cual la norma internacional es transformada en Derecho
interno por una ley nacional que retoma su contenido7.

También sostiene la doctrina dualista que, dada la separación completa de ambos órdenes jurídicos, no
puede existir conflicto propiamente dicho entre las reglas de uno y otro porque cada uno de estos sistemas
jurídicos es válido dentro de su propia esfera.

Conclusión: las normas internacionales son irrelevantes en los ordenamientos internos, necesitando
para su aplicación en ellos de un acto especial de recepción. DI y Derechos internos se conciben así
como órdenes diversos, separados e independientes.

b) EL MONISMO.

El monismo reposa, por el contrario, sobre el postulado de la unidad del orden jurídico internacional y el
orden jurídico interno, primando el primero sobre el segundo8. Los autores que se adscriben al monismo
proclaman, de esta manera, la unidad esencial de todos los ordenamientos jurídicos. Importante aquí es
la concepción normativista de HANS KELSEN, según la cual todas las normas jurídicas derivan su validez y
su fuerza obligatoria de otras normas superiores desde el punto de vista jerárquico hasta llegar a la norma
fundamental. Si bien en el año 1926 sostuvo que la norma fundamental podía ser colocada bien en el
Derecho interno bien en el DI, dependiendo ello de factores éticos o políticos, posteriormente entendió que
se debía insertar en el DI9.

Los Estados que sigan la teoría monista, aceptarán entonces directamente las reglas de DI en su orden
interno, sin recurrir a un procedimiento de recepción. Esto significa que un tratado, una vez que haya sido
regularmente ratificado o aprobado y publicado, será integrado a la legislación interna10.

Conclusión: El DI es superior al Derecho interno y éste quedaría subordinado al primero. Y, lo que es


más importante desde el punto de vista práctico, la norma internacional no necesitaría de ninguna
especie de acto de recepción para ser aplicada en los ordenamientos internos y prevalecería sobre
éstos en caso de conflicto.

4 MARÍA TERESA MOYA DOMÍNGUEZ, “Manual de Derecho Internacional Público”, EDIAR, 2004, Buenos Aires, Argentina,
p. 30.
5 J. PASTOR RIDRUEJO, "Curso. ..", Madrid, España, 2002, p. 170.
6 Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, República de Chile. "Constitución, Tratados y Derechos Esenciales", 1994,

pág. 34.
7 MARC PERRIN DE BRICHAMBAUT, JEAN-FRANÇOIS DOBELLE y MARIE-REINE D’HAUSSY, “Leçons de droit

international public”, Presses de Sciences Po et DALLOZ, 2002, París, Francia, p. 180.


8 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 181.
9 J. PASTOR RIDRUEJO, "Curso. ..", Madrid, España, 2002, p. 170.
10 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 181.
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B.2. POSICIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL.

Cabe señalar que el DI no toma partido por los postulados básicos del dualismo o del monismo, es más, los
Estados las aplican a menudo mezclando elementos de ambas. En consecuencia, ésta es una cuestión que
se deja a los Derechos internos, a través de sus Constituciones, quienes determinan si el cumplimiento del
DI en los Derechos internos necesita o no de un acto de recepción y, en su caso, cuál debe de ser éste 11. En
este sentido, los enunciados de las Constituciones son a menudo ambiguos y es raro que un Estado acepte
totalmente uno u otro sistema12.

De manera general, si la teoría dualista aparece como más respetuosa de la soberanía del Estado y del
hecho que este último existe sin la intervención del DI público, la teoría monista se ajusta más con la
evolución contemporánea del DI, marcado por la interdependencia creciente entre las naciones y la
multiplicación de normas en que el destinatario no es el Estado sino el individuo13.

C. LA APLICACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL.

Una distinción fundamental se impone desde el comienzo:

1. La aplicación del DI en el ámbito internacional;


2. La aplicación del DI en el plano interno (dentro de un Estado).

C.1. LA APLICACIÓN DEL DI EN EL PLANO INTERNACIONAL.

Indiscutiblemente desde el punto de vista del DI, es éste el que prevalece en caso de conflicto sobre los
Derechos internos. Negar esta superioridad sería negar su existencia. Es básica a este respecto la regla del
art. 27 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, que dispone que “un Estado no
puede invocar las disposiciones de su Derecho interno como justificación del incumplimiento de los
tratados” (salvo lo dispuesto en el art. 46, que vimos en su oportunidad). Este principio vale para el
conjunto del DI (incluyendo las normas consuetudinarias), que priman sobre todas las normas internas,
cualquiera que sea su rango (constitucional, legislativo, reglamentario o judicial). El Preámbulo de la Carta
de la ONU invoca, sobre este tema, “el respeto a las obligaciones nacidas de los tratados y de otras fuentes
del Derecho Internacional”14.

En consecuencia, un Estado no puede invocar las disposiciones de su Derecho interno, ni la deficiencia o


carencia de ellas, para justificar el incumplimiento de las obligaciones que le impone el DI. No podrá alegar
que el Poder Legislativo se negó a dictar una ley necesaria para asegurar el cumplimiento de sus
obligaciones internacionales, o que impuso al Poder Ejecutivo una ley que éste consideraba contraria al DI.
Ni siquiera podrá escudarse en su Constitución Política o en la independencia y separación de poderes del
Estado.

El Tribunal de la Haya, por su parte, ha estimado que los Estados deben adoptar cuantas medidas
legislativas les vengan impuestas por los tratados y ha proclamado con insistencia que un Estado no puede
invocar su Constitución o sus leyes internas para sustraerse a las obligaciones que emanan del DI.

Si no existieran estos principios, el DI no tendría en la práctica carácter obligatorio porque cualquier Estado
podría desligarse de sus obligaciones internacionales cuando ello le conviniera por medio de leyes que les
fueran contrarias.

Sin embargo, el DI no ha establecido la derogación automática de las normas internas que les sean
contrarias. En particular, una sentencia internacional no puede abrogar de plano una ley interna ni anular
una decisión judicial interna. Es decir, las normas de Derecho interno que sean contrarias al DI no pueden
ser anuladas por el juez o árbitro internacional. Éste se limitará a declarar que tales normas son inoponibles

11 J. PASTOR RIDRUEJO, "Curso. ..", Madrid, España, 2002, p. 171.


12 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 181.
13 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 181.
14 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 179.
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en el orden jurídico internacional. Si el juez internacional pudiera anularlas o incluso interpretarlas, estaría
cumpliendo un rol de juez “constitucional” al cual estarían subordinadas las Cortes Supremas nacionales, lo
que no es así. Una solución de este tipo supondría una organización mundial fundada sobre un sistema
federal o confederal, lo que no corresponde al grado de integración de la sociedad internacional15.

Es claro, sin embargo, que si los Estados no adoptan en su orden jurídico nacional todas las medidas
necesarias para asegurar la aplicación del DI, se exponen a que surja a su respecto la responsabilidad
internacional, tema que trataremos al final del curso.

C.2. LA APLICACIÓN DEL DI POR LOS ÓRGANOS INTERNOS DE LOS ESTADOS.

Si bien el DI impone su supremacía y sanciona el no respeto de sus normas, evita dictar una regla común
relacionada con las modalidades de aplicación de sus normas en el Derecho interno de los Estados. Así, el
DI no regula la manera en que él debe ser incorporado para adquirir validez en los ordenamientos jurídicos
nacionales, sino que crea obligaciones internacionales que los Estados deben cumplir dentro de su
jurisdicción, de la manera que ellos determinen16. Por lo tanto, son los Derechos internos de los Estados los
que, generalmente a nivel constitucional, determinan para cada sistema los principios que se deben aplicar.

En el plano interno, la aplicación del DI presenta un doble aspecto:

a) El de la recepción o introducción de la norma de DI en el orden jurídico interno;


b) El del conflicto que puede producirse entre la norma de DI así incorporada y las normas internas.

En la práctica, estas reglas son distintas según se trate del DI Consuetudinario y del DI Convencional.

C.2.1. DERECHO INTERNACIONAL CONSUETUDINARIO.

Tratándose de la aplicación en el Derecho interno del DI consuetudinario, existen diversas cláusulas


constitucionales que resuelven este punto, yendo desde la adopción obligatoria, aunque no automática,
de las reglas del DI General; la adopción automática en el orden interno de tales reglas; hasta
disposiciones que enuncian de manera formal e individualizada ciertas reglas del DI General17.

En Chile no existe una norma general explícita que establezca la incorporación automática de toda norma
consuetudinaria al ordenamiento jurídico chileno, pero los tribunales chilenos han atribuido casi
invariablemente validez jurídica al DI en ausencia de remisión expresa de la ley. Por su parte, los autores
han reconocido también que el DI General forma parte del Derecho chileno. Así, ya don Andrés Bello
escribía en sus “Principios de Derecho de Gentes” (1831): “que en una nación y en una época dadas el
Derecho de Gentes sea parte de la jurisprudencia patria, no admite duda”.

Como consecuencia de lo anterior y siendo el DI Común parte del Derecho nacional, no es necesario que los
litigantes lo prueben en juicio, como deben hacerlo con el Derecho extranjero.

La recepción global del DI consuetudinario en el Derecho nacional ha sido generalmente aceptado con una
importante limitación: en caso de conflicto inevitable entre la norma de DI consuetudinario y una ley
interna, la ley interna prevalece (en el plano interno) sobre la norma de DI. En este caso el juez debe
aplicar la ley interna aun si la juzga contraria al DI general o consuetudinario.

Por lo tanto, es posible concluir que la jurisprudencia chilena sigue la doctrina de la incorporación
automática.18

C.2.2. DERECHO INTERNACIONAL CONVENCIONAL.

15 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 180.


16 Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, República de Chile. "Constitución, Tratados y Derechos Esenciales", 1994,
pág. 33.
17 PAUL DE VISSCHER, “Les tendances internationales des constitutions modernes”, en R. Des C., vol. 80, 1952, pág. 520.
18 Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, República de Chile. "Constitución, Tratados y Derechos Esenciales", 1994,

pág. 36.
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En cuanto a este Derecho, en la mayoría de los Estados el Derecho Constitucional no establece la adopción
automática del tratado, sino que su integración en el Derecho interno se verifica mediante un acto especial
de recepción que más que a las consideraciones teóricas de la doctrina dualista obedece a las exigencias
de la técnica constitucional de la separación de poderes y, más particularmente, a las relaciones entre el
Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Se parte de la base que el tratado no es “conocido” por los jueces
nacionales a menos que haya sido puesto en su conocimiento en la forma prescrita por el Derecho interno.

El DI establece la obligatoriedad del tratado para un Estado desde el momento en que éste deposita su
instrumento de adhesión o ratificación ante la autoridad correspondiente, a menos que el propio tratado
disponga otra cosa. Pero el DI no impone a los Estados una forma o modalidad específica de recepción del
tratado, sólo les exige el cumplimiento cabal de él, dejando que cada Estado adopte las medidas internas
que le parezcan necesarias o útiles para cumplirlo.

Así, este acto de recepción puede ser:

a) La mera publicación del tratado (sistema francés);


b) La orden de ejecución (sistema italiano), que en los distintos Estados puede adoptar la forma de una ley,
decreto u orden, bien entendido que tal acto de recepción es independiente de la manifestación de
voluntad del Estado en obligarse internacionalmente por el tratado.

Ambos sistemas son dualistas porque en los dos es necesaria la recepción del tratado en el Derecho interno,
no produciéndose sin más tal recepción porque el tratado esté en vigor. Ahora bien, la simple publicación
supone un dualismo templado, moderado; la orden de ejecución comporta un dualismo fuerte o radical.

En el caso de Chile, la jurisprudencia parece inclinarse mayoritariamente por estimar que el acto expreso a
través del cual se produce la "recepción" de los tratados internacionales en el Derecho interno chileno está
compuesto por tres elementos que se desprenden de los art. 32 Nº 15 y 54 Nº 1, a saber:

a) La aprobación legislativa;
b) La promulgación del tratado por decreto del Presidente de la República;
c) La publicación en el Diario Oficial del texto del tratado y del decreto promulgatorio.

Cumplidos estos trámites, el tratado tendrá en Chile, a lo menos, valor y fuerza de ley (recordar que esto se
discute). En cambio, la falta de cumplimiento de alguno de estos trámites priva al tratado de valor de ley en
el orden interno.

Esta modalidad sólo es útil respecto de los tratados que son self – executing, es decir, cuyas disposiciones
son completas y detalladas. Si el tratado es non-self-executing, es preciso, además, que se dicten normas
legislativas para su aplicación interna.

Hablamos de tratados self-executing cuando un tratado hace nacer inmediatamente derechos y obligaciones
en el patrimonio jurídico de las personas privadas que pueden enseguida demandar su aplicación a los
poderes públicos o a los tribunales nacionales. Tradicionalmente, el DI clásico importaba pocas normas
directamente aplicables. La situación ha cambiado en nuestros días, sobre todo en ciertas áreas específicas
como el Derecho Comunitario (de la Unión Europea) o la protección de los derechos humanos (como la
Convención europea de Derechos Humanos).

De manera general, las normas convencionales tendrán más seguido un carácter self-executing que las
normas consuetudinarias en que su contenido es a menudo impreciso y que rara vez tienen por objeto la
condición de las personas.

Para que una norma internacional sea considerada directamente aplicable, es necesario que reúna dos
requisitos:

1. Es necesario que exista la intención de las partes que sea directamente aplicables, es decir, que el
objeto de la norma sea el conferir derechos (u obligaciones) o beneficios (o cargas) a particulares. En
otras palabras, si la norma tiene por objeto regular exclusivamente las relaciones entre Estados
interesados, no será self-executing.
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2. Es necesario que la norma revista un carácter suficientemente preciso e incondicional para que ella
pueda ser el objeto de una aplicación inmediata, sin que sea necesario recurrir a medidas nacionales
complementarias para que produzca efectos concretos. Es decir, la norma no debe estar redactada en
términos vagos o demasiado generales.

El otro tema particularmente interesante es el de la jerarquía, dentro del Derecho interno, del tratado
respecto de la ley. Sobre tal cuestión las tendencias constitucionales son variadas. Hemos visto que la
solución lógica defendido por el orden jurídico internacional está lejos de coincidir necesariamente con
aquéllas adoptadas por los órdenes jurídicos nacionales. En el orden internacional, los tratados son
superiores a la Constitución de un Estado, la cual es inoponible a otro Estado siendo la Constitución un
simple hecho que no reviste ninguna autoridad jurídica especial. En el orden interno, es bien diferente
porque todo procede de la Constitución y todas las autoridades del Estado existen y tienen competencias
derivada de ella, por lo tanto, la supremacía de la Constitución en el orden interno es una realidad
ineludible19.

En los sistemas en que se introduce el tratado por vía de ley, debemos distinguir si el tratado es anterior o
posterior a la ley:

a) Si el tratado es posterior a la ley, se admite en todos los países que el tratado tiene un valor interno por
lo menos superior al de las leyes. Por ello, las disposiciones de un tratado prevalecen sobre la ley anterior en
virtud del principio lex posteriori derogat priori.

b) Si la ley es posterior al tratado, en presencia de un posible conflicto entre un tratado y una ley posterior
el juez interno debe esforzarse por dar a la ley una interpretación que la concilie con el tratado, ya que hay
que presumir que el Legislador no se propuso violar las obligaciones convencionales del Estado. Pero si los
términos de la ley son categóricos e inequívocos, ¿cuál de los dos debe prevalecer en el plano interno?. La
respuesta hay que encontrarla en el sistema constitucional del país respectivo.

Continuando con la jerarquía en el Derecho interno debemos puntualizar la discusión constitucional respecto al
siguiente tema:

Del tenor del art. 5° de la Constitución Política de la República se desprende, para algunos autores, que en Chile,
en el caso de tratados en materia de Derecho Humanos, éstos serían obligatorios en el plano interno (en
consecuencia, aplicables por los tribunales) desde el momento mismo de su ratificación, sin que fuera necesario
para su implementación la promulgación y publicación. Sin embargo, para otros, en estos casos también es
necesaria la implementación en el orden interno.

Como ya lo vieron en Derecho Constitucional, a través del plebiscito de 1989, que reformó la Constitución al
artículo 5 respecto a la soberanía: “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos
esenciales que emanan de la naturaleza humana” Se le agregó: “Es deber de los órganos del Estado respetar y
promover tales derechos, garantizados por esta Constitución, así como por los tratados internacionales
ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”.

Pues bien, los tratados en el derecho nacional operan como fuente del derecho en el entendido que en materia de
derechos humanos el art. 5 de la CPR dispone que estos constituyen un límite a la soberanía. La expresión “así
como por los tratados internacionales” conduce a una problemática constitucional que se discute por los
constitucionalistas.

¿Cuáles son las posturas?

a) Para algunos los tratados internacionales, en virtud del artículo 5 de la Constitución poseen un rango
superior a la ley e incluso superior a la Constitución, es decir supraconstitucionales al establecer un límite
a la soberanía; es decir, en materia de Derechos Humanos tendrían un rango superior a la propia
Constitución.

b) Otros piensan que la expresión, así como debe ser entendida como una asimilación de los tratados de
derechos humanos a las normas constitucionales.
La Constitución actual no posee una disposición expresa que regule esta materia, solo indica que para la
aprobación de un tratado se someterá a los trámites de una ley.
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c) Algunos autores piensan que el límite a la soberanía no pesa sobre los tratados, sino sobre los derechos
humanos que puedan estar contenidos en ellos.
Ya que hay tratados en exclusividad de derecho humanos como la Convención Americana de Derechos Humanos
y otros no exclusivos pero que si regulan tales derechos. Por ejemplo, algún pacto de carácter económico que
afecte al derecho de propiedad. La distinción en materia de qué tratados resultaría insatisfactoria, porque lo que
prima no es la jerarquía del tratado sino que si contienen o no normas de derechos humanos.
Por otro lado, los tratados que no se refieren en modo alguno a derechos humanos como los tratados de límites
(por ejemplo, entre Chile y Bolivia 1964), poseen rango de ley.

d) Para otros todos los tratados tienen rango de ley, porque se someten a la tramitación de una ley.

Ahora bien se ha entendido también, que para que un convenio tenga una jerarquía constitucional, este rango
constitucional ha de estar referido a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza jurídica, segundo que
hayan sido ratificados por el Estado chileno y el tratado ha de estar vigente, los tratados que tienen en Chile un
rango constitucional, son todos aquellos que hacen referencia a derechos humanos, cualquiera que este sea,
comprendiendo no solo a los documentos convencionales, como por ejemplo el Pacto de derechos civiles y
políticos, sino que también a los convenios internacionales adoptados en conferencias como por ejemplo normas
del derecho internacional humanitario, como por ejemplo reglas tendientes a evitar la discriminación.
Carecen de rango constitucional los instrumentos que no son tratados, por ejemplo, las resoluciones de Naciones
Unidas, como lo es la declaración Universal de los D.D.H.H.
En cuanto a la vigencia para que tenga rango constitucional,

Ha de ser tanto internacional, lo que se logra, cuando se han completado el número de depósitos, de
ratificaciones o adhesiones y la vigencia interna se produce, cuando ha sido promulgado y publicado el tratado en
el diario oficial.

19 PERRIN DE BRICHAMBAUT, DOBELLE y D’HAUSSY, “Leçons...”, p. 182.

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