Cuando el joven maestro de Música don Manuel Elías
Ochoa Durán contrajo matrimonio con la señorita profesora Mariana de Jesús Parra Pesántez, mis padres Miguel Ángel y Juana Mariana tuvieron un hijo más y nosotros un hermano con quien compartiríamos toda la vida. Ha pasado un mes y el Maestro en el Arte de tocar el piano, el órgano, la flauta y la guitarra sigue acompañándonos con sus melodías en el fondo del alma. Muy niño perdió a sus padres y fue a vivir bajo la tutela de su hermano mayor, José David; luego, el Padre Dr. Daniel Brito Durán, pariente suyo, le llevó a Pucará; allí el Maestro de Capilla Don Justo Durazno le enseñó el arte de la Música y la Sastrería. A los 19 años de edad cumplió el servicio militar, donde por sus méritos se le nombró Sargento de Reserva del Batallón de Infantería. Al jubilarse don Justo Durazno, mi cuñado fue ascendido a Maestro titular; aún se conservan algunas partituras, transcritas hábilmente por él, de los grandes compositores como Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi, entre otros. Organizó Coros Sacros y tríos musicales, siendo muy exigente para que se sujetaran al ritmo y la melodía. A pesar de gozar de holgura económica y social tomó la decisión, a instancias de su esposa, de radicarse en la ciudad de Cuenca para comenzar una nueva vida y educar debidamente a sus hijos. Su admirable talento le permitió desempeñar y ejercitar diversos trabajos y tareas, a más de la música. Fue empleado en algunas instituciones públicas; ha sido constructor de casas, ebanista, escultor, sastre, agrimensor, chofer, actor de teatro, viajero incansable, experto jugador de baraja, deportista, buen lector, Trabajo, honradez y decisión fueron los mejores ejemplos que nos legó Manuelito a todos los que tuvimos el privilegio de compartir su amistad y cariño. Esta semana, nuestra Dorita Mélida compartió virtualmente una hermosa reflexión sobre la llamada Cuarta Edad en la cual reviven nuestros seres queridos cuando los evocamos. En este preciso instante pareciera que Manuelito y Mariana estuvieran aquí con nosotros y alegrándose de que sigamos manteniendo la unión familiar. En su memoria, hagamos un minuto de silencio y, en lo más íntimo de nuestra conciencia, evoquemos los gratos e inolvidables momentos que tuvimos el privilegio de compartir con ellos.