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MARCELINO HUDGSON STEELE

UNA TEORÍA INFERENCIAL DE LOS CHISTES: UNA OCIOSIDAD


PUES YA TODOS PUEDEN HACER Y ENTENDER CHISTES

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA


Facultad de Filosofía
Bogotá, 1 de junio de 2018
UNA TEORÍA INFERENCIAL DE LOS CHISTES: UNA OCIOSIDAD
PUES YA TODOS PUEDEN HACER Y ENTENDER CHISTES

Trabajo de grado presentado por Marcelino Hudgson Steele, bajo la dirección del
Profesor Miguel Pérez Jiménez,
como requisito parcial para optar al título de Filósofo

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA


Facultad de Filosofía
Bogotá, 1 de junio de 2018
Bogotá, 1 de junio de 2018

Profesor
Diego Pineda
Decano

Estimado Diego:

Reciba un cordial saludo. Por medio de la presente tengo el gusto de presentarle el trabajo de
grado Una teoría inferencialista de los chistes realizado por el estudiante Marcelino Hudgson
Steele como requisito parcial para optar al título de Filósofo.

Marcelino realizó un estupendo trabajo acerca de la naturaleza de los chistes en el marco de la


pragmática inferencial de Robert Brandom. En su texto el estudiante evalúa el alcance y los
límites de las teorizaciones clásicas sobre el tema, principalmente sociológicas o psicológicas, y
les contrapone una propuesta original en el marco de la filosofía del lenguaje. La teoría que
propone el estudiante considera los chistes como conjuntos de oraciones sobre acciones, que
responden a patrones de inferencia que, usualmente, involucran absurdos. El trabajo es una
explicación del enfoque inferencialista que asume Marcelino, una evaluativa del mismo
mediante contraste con posiciones alternativas, y una argumentación en favor de las ventajas del
abordaje pragmático del fenómeno.

Por las razones expuestas considero que el trabajo de Marcelino Hudgson satisface con creces
los requisitos que la Facultad ha impuesto para estos casos. En este sentido, lo pongo a su
consideración para que sea sometido a evaluación y, si es el caso, se cite a su defensa.

Agradezco su atención y quedo a su disposición para lo que pudiera hacer falta sobre el
particular.

Miguel Ángel Pérez Jiménez


Profesor Asociado
Tabla de contenido

CARTA DEL DIRECTOR ................................................................................................ 4

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 9

1. LAS TEORÍAS FILOSÓFICAS DEL HUMOR ......................................................... 13

1.1. La teoría de la superioridad ............................................................................... 13

1.2. La teoría del alivio ............................................................................................. 14

1.3. La teoría de la incongruencia ............................................................................. 20

1.4. La teoría inferencial de los chistes..................................................................... 26

1.4.1. La hipótesis de la teoría inferencial de los chistes .......................................... 26


1.4.2. La justificación de la hipótesis de la teoría inferencial ................................... 36
1.4.3. La aclaración de la hipótesis de la teoría inferencial ...................................... 41
2. LOS CHISTES Y LA TEORÍA DE LA ACCIÓN DE DAVIDSON ...................... 45

2.1. La teoría de la acción y el Principio de caridad de Davidson ............................ 48

2.2. Las acciones absurdas entendidas desde la teoría de la acción ......................... 57

2.2.1. Las acciones absurdas por incoherencia.......................................................... 61


2.2.2. Las acciones absurdas por inconexión ............................................................ 64
2.3. La explicación de la acción absurda .................................................................. 67

2.4. Síntesis y conclusión.......................................................................................... 71

3. LOS CHISTES Y LA TEORÍA SEMÁNTICA DE BRANDOM ............................ 73

3.1. La teoría semántica de Robert Brandom ........................................................... 74

3.1.1. Las oraciones y las inferencias ........................................................................ 75


3.1.2. Las expresiones sub-oracionales y las sustituciones ....................................... 81
3.2. Las oraciones absurdas y el inferencialismo semántico .................................... 85
3.2.1. Las oraciones absurdas por incompatibilidad ................................................. 87
3.2.2. Las oraciones absurdas por inconexión ........................................................... 91
3.3. La explicación de las oraciones absurdas .......................................................... 95

3.4. Síntesis del capítulo ......................................................................................... 102

CONCLUSIONES ......................................................................................................... 105

BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 109


INTRODUCCIÓN

Es un hecho que los chistes, y el humor en general, ocupan un lugar importante


en la vida humana. El humor es importante para el desarrollo infantil, para la selección
de pareja, para el éxito en la vida laboral, para lidiar con la enfermedad, y para varios
otros asuntos humanos ( Kao, Levy, & Goodman, 2015, pág. 1). Diversas son las cosas
que se pueden hacer con los chistes: se puede insultar, criticar una posición, captar la
atención de un público, e incluso hacer más ameno algo que se dice1. Un segundo hecho,
aún más curioso, es que siendo que el humor y los chistes son tan importantes en la vida
de los seres racionales, en filosofía el problema del humor ha sido poco trabajado
(Freud, 1948, pág. 1) (Lippitt, 1991, pág. 8) (Morreall, 2016).
Ha sido poco trabajado en dos sentidos: el primero, es que pocos filósofos han
escrito acerca del asunto (algunos de ellos fueron Platón, Aristóteles, Kant,
Schopenhauer y Bergson); el segundo sentido en el que el tema ha sido poco trabajado
es que los pocos que han hablado al respecto, le han dedicado pocas líneas (Morreall,
2016). Si lo que se busca es un texto filosófico que hable específicamente de los chistes,
la lista es mucho más reducida. Y si lo que se busca es un texto que desde la filosofía del
lenguaje se hable acerca de los chistes, la lista es aún más corta.
Ahora, si bien es cierto que en filosofía el tema del humor (y por extensión el de
los chistes) ha sido de poco interés, también es cierto que estos problemas han sido
ampliamente desarrollados en otras áreas. La sicología, la lingüística, la sociología y
más recientemente, la computación y las neurociencias, han sido algunas de esas áreas
en las que se ha pensado el humor y los chistes. Los trabajos interdisciplinares también
abundan, como entre sicología, lingüística y modelos computacionales ( Kao, Levy, &
Goodman, 2015), neurociencias y sicología (Chan, Liao, Tu, & Hsueh-Chih Chen, 2016)
(S, X, L, & Yue X, 2014) o incluso sicología y modelos cuánticos (Gabora & Kitto,

1
Aristóteles presenta esta idea en el verso 1419b de su Retórica. La traducción utilizada en este
trabajo de grado es la de Quintin Racionero (Aristóteles, Retórica, 1994).
10

2017). Por ello, no debería resultar extraño que en algunas secciones se citen trabajos
que no sean considerados filosóficos. Uno de estos trabajos que no es propiamente
filosófico, pero que ocupa un lugar importante en esta discusión es El chiste y su
relación con el inconsciente (Freud, 1948). Esta obra es considerada un clásico en el
estudio del humor (Lippitt, 1991, pág. 80). La obra de Freud resulta de particular interés,
pues es uno primeros trabajos enfocados directamente en los chistes y no en el fenómeno
general del humor.
El humor cubre un espectro amplio de fenómenos. Desde una simple caricatura
hasta una compleja parodia pueden ser considerados formas de humor. Sin embargo,
este trabajo de grado se enfoca únicamente en un formato de humor: los chistes. ¿Qué
característica separa a los chistes de las otras formas de humor? El que los chistes
siempre están expresados en el lenguaje (Aristóteles, Retórica, 1994) (Freud, 1948). Esta
idea se puede hallar de manera explícita en Schopenhauer quien afirma que “el chiste se
ha de mostrar siempre en palabras” (Schopenhauer, El mundo como voluntad y
representación, 2009, pág. 72). Por lo anterior y por motivos que se harán claros más
adelante, en este trabajo de grado el chiste se entiende como un conjunto ordenado de
oraciones.
La gran mayoría de conjuntos ordenados de oraciones, no son chistes. Por
ejemplo, este trabajo de grado es un conjunto ordenado de oraciones que no es un chiste
(o al menos eso espero). Surge entonces la pregunta a la que quiere contestar este
trabajo, ¿qué hace que un conjunto ordenado de oraciones sea un chiste? La respuesta
que doy a este problema es la tesis de este trabajo. La tesis es la siguiente: lo que hace
que un conjunto ordenado de oraciones sea un chiste, son las relaciones inferenciales
que se dan entre los conceptos involucrados en las oraciones del conjunto. Esto, dicho de
modo más sencillo, la tesis de este trabajo de grado es que es posible definir a los chistes
en términos de inferencias.
El argumento a favor de la tesis es también bastante simple: si se logra definir a
los chistes en términos de inferencias, entonces es posible definir a los chistes en dichos
11

términos. No obstante, a pesar de que el argumento es simple, la teoría que logra definir
a los chistes en términos de inferencias es un poco más compleja. La estructura de este
trabajo de grado está determinada por la estructura de la teoría que presenta.
¿Cuál es la naturaleza de esta teoría inferencial de los chistes? No es una teoría
neurocientífica, por lo que no intenta decir qué ocurre en el cerebro al hacer u oír
chistes; tampoco es una teoría psicológica, por lo que no busca explicar los chistes
apelando a estados mentales; no es, tampoco, una teoría sociológica, así que no examina
los efectos y usos sociales de los chistes. La teoría inferencial de los chistes es una
teoría filosófica, por lo que uno de sus objetivos es aclarar el lenguaje de los chistes. Esa
idea, la de que uno de los objetivos de la filosofía es elucidar, es tomada de la
proposición (4.112) del Tractatus lógico-philosophicus:

El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos. La


filosofía no es una doctrina, sino una actividad. Una obra filosófica consta
esencialmente de aclaraciones. El resultado de la filosofía no son
«proposiciones filosóficas», sino el que las proposiciones lleguen a
clarificarse. La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los
pensamientos, que de otro modo son, por así decirlo, turbios y borrosos
(Wittgeinsten, 2001, pág. 72).

Con precisión, lo que busca aclarar esta teoría inferencial son las relaciones entre
las oraciones de los chistes: busca aclarar qué relaciones son necesarias y suficientes
para que un conjunto de oraciones sea un chiste. Con miras a esto, la teoría parte desde
una hipótesis de cuáles son las relaciones que se dan en los chistes; el resto de la teoría
consiste en usar vocabulario de una teoría de la acción y vocabulario de una teoría del
significado para aclarar la hipótesis.
Así pues, este trabajo de grado posee la siguiente estructura: en el primer capítulo
se exponen brevemente a las otras teorías filosóficas del humor, se presenta la hipótesis
de la teoría inferencial y se relaciona en algunos aspectos a la hipótesis de la teoría
inferencial con otras teorías filosóficas acerca del humor; en el segundo capítulo, se
aclara la hipótesis recurriendo a la teoría de la acción de Donald Davidson; en el tercer
12

capítulo, se aclara la hipótesis recurriendo a la teoría semántica de Robert Brandom; y


por último, en la conclusión, se sintetiza la teoría inferencial y se explora brevemente la
relación entre el segundo y tercer capítulo. Varios de los textos citados sólo están
disponibles en inglés. Cuando ese es el caso, se cita en el cuerpo del texto mi traducción
y se remite mediante una nota al pie al texto en el idioma original.
1. LAS TEORÍAS FILOSÓFICAS DEL HUMOR

Antes de presentar a la teoría inferencial de los chistes, hay otras tres grandes
teorías o tradiciones en la filosofía del humor que la preceden y que conviene examinar.
Las presentaré brevemente y colocando énfasis en lo que dicen acerca de los chistes más
que en el humor en general2. Las tres grandes teorías filosóficas sobre el humor que
preceden a la mía son las siguientes: la teoría de la superioridad, la teoría del alivio y
teoría de la incongruencia. Una vez expuestas esas teorías, se pasa a hablar de la
hipótesis de la teoría inferencial.

1.1. La teoría de la superioridad

El principal representante de la teoría de la superioridad es Thomas Hobbes, pero


autores como Descartes y Platón también se podrían considerar como defensores de esta
teoría (Lippitt, 1991, pág. 49). La idea central de esta postura, puesta en términos
simples, es que “la risa expresa sentimientos de superioridad por encima de otra gente o
de estados previos de nosotros mismos” (Morreall, 2016) 3. Es posible incluir a
Aristóteles como defensor de esta teoría (Lippitt, 1991, pág. 50). En parte de la Poética
que aún se conserva, Aristóteles habla acerca de la comedia y dice al respecto:

La comedia es, como hemos dicho, imitación de hombres inferiores, pero no


en toda la extensión del vicio, sino que lo risible es parte de lo feo. Pues lo
risible es un defecto y una fealdad que no causa dolor ni ruina; así, sin ir más
lejos, la máscara cómica es algo feo y contrahecho sin dolor (Poética, 1449a
33-35).

2
El propósito de este trabajo de grado no es hacer una exposición exhaustiva de todas las teorías del
humor que hay en filosofía. No obstante, si lo anterior es del interés del lector, recomiendo remitirse a
(Lippitt, 1991) y a (Morreall, 2016) para una visión más completa.
3
“Simply put, our laughter expresses feelings of superiority over other people or over a former state of
ourselves.”
14

En el pasaje anterior está implícita la idea de que aquello que es risible es la


percepción de personas como inferiores a nosotros. Esta idea aparece de manera más
explícita en el pensamiento de Hobbes. En la primera parte su Leviatán Hobbes define a
la risa como

Entusiasmo repentino. Risa. El entusiasmo repentino es la pasión que mueve


a aquellos gestos que constituyen la RISA; es causada o bien por algún acto
repentino que a nosotros mismos nos agrada, o por la aprehensión de algo
deforme en otras personas, en comparación con las cuales uno se ensalza a sí
mismo. Ocurre esto a la mayor parte de aquellos que tienen conciencia de lo
exiguo de su propia capacidad, y para favorecerse observan las
imperfecciones de los demás. Por tanto, la frecuencia en el reír de los
defectos ajenos es un signo de pusilanimidad. Porque los hombres grandes
propenden siempre a ayudar a los demás en sus cuitas, y se comparan sólo
con los más capaces (Hobbes, 2017, pág. 62).

Según esta teoría, siempre nos estamos riendo de alguien que está haciendo algo
tonto o erróneo (Lippitt, 1991, pág. 49). De este modo, lo que haría que una narración
fuese un chiste es la presencia de alguien que comete un error o hace el ridículo. A esta
teoría se le han presentado variadas objeciones. La mayoría de estas son contraejemplos
en los que, o se muestra que la comparación con otros no es necesaria para que se dé la
risa o en los que se muestra que el sentimiento de superioridad no es suficiente para que
se dé la risa4.

1.2. La teoría del alivio

La teoría del alivio tiene como principal representante a Sigmund Freud quien
divide a su obra El chiste y su relación con el inconsciente en dos grandes partes: en la
primera, analiza algunas técnicas utilizadas en la formación de chistes; en el segundo
capítulo se centra en las intenciones y funciones que pueden tener los chistes. El primer

4
Para ver varias de estas objeciones véase (Lippitt, 1991, págs. 56-58) y (Morreall, 2016).
15

capítulo es el que posee importancia para este trabajo de grado, puesto que se ocupa
propiamente de los chistes y no de las causas o efectos sicológicos de los chistes.
Para Freud, dado un chiste, pueden suceder dos cosas: “o es el pensamiento
expresado en la frase lo que lleva en sí el carácter chistoso, o el chiste es privativo de la
expresión que el pensamiento ha hallado en la frase” (Freud, 1948, pág. 6). Desde este
criterio, Freud describe dos grandes tipos de chistes: los chistes verbales y los de
pensamiento5. Los primeros son los que llevan el carácter chistoso en la frase y los
segundos los que lo llevan en el pensamiento expresado. El carácter chistoso se halla en
la expresión, si al sustituir algunas de las expresiones desaparece el carácter chistoso
(Freud, 1948, pág. 7).
Freud identifica al menos tres grandes técnicas que se utilizan en la formación de
chistes verbales: condensación o abreviación, el uso múltiple del mismo material y el
doble sentido (Lippitt, 1991, págs. 88,89). Un ejemplo de chiste de condensación es el
siguiente:

Hirsch-Hyacinth, agente de lotería y extractador de granos, que,


vanagloriándose de sus relaciones con el opulento barón de Rotschild,
exclama: «Tan cierto como que de Dios proviene todo lo bueno, señor
doctor, es que una vez me hallaba yo sentado junto a Salomón Rotschild y
que me trató como a un igual suyo, muy «famillionarmente» (familionär)»
(Freud, 1948, pág. 6).

Para Freud la expresión ‘famillionarmente’, dado a que combina el término


‘familiarmente’ y ‘millonario’, permite condensar el pensamiento “R. me trató muy
familiarmente (familiär), aunque claro es que sólo en la medida en que esto es posible a
un millonario (millionär)” (Freud, 1948, pág. 8).
El segundo gran tipo de técnica en la elaboración de chistes verbales es el uso
múltiple del mismo material (Lippitt, 1991, pág. 88). Esto puede darse de varias formas,

5
En otras traducciones se utiliza el término ‘conceptual’, por ejemplo, en la traducción que utiliza
(Lippitt, 1991, pág. 89). Me referiré en ocasiones a estos chistes como de pensamiento, conceptuales o
intelectuales.
16

por ejemplo, una palabra puede ser usada de dos maneras, una de esas maneras es
tomarla como una palabra entera y la otra manera es tomarla como varias sílabas
separadas (Lippitt, 1991, pág. 88). Por ejemplo, “Researchers showed the robot ten puns,
hoping that one of them would make it laugh. Unfortunately, no pun in ten did” ( Kao,
Levy, & Goodman, 2015). Donde la palabra ‘intended’ funciona como una sola y como
varias en ‘in ten did’. Otra forma en que se da el uso múltiple del mismo material es
cuando se reorganizan las palabras. Por ejemplo, “El matrimonio X vive a lo grande.
Según unos, el marido ha ganado mucho y dado poco; según otros, es la mujer la que se
ha dado un poco y ganado mucho” (Freud, 1948, pág. 16).
El tercer gran tipo de técnica en la elaboración de chistes verbales es el doble
sentido. Un ejemplo de un chiste producido por esta técnica es el siguiente: “Un médico
que acababa de reconocer a una señora dice al marido de la enferma: «No me gusta
nada.» «Hace mucho tiempo que a mí tampoco», se apresura a confirmar el interpelado”
(Freud, 1948, pág. 19).
Freud explica este chiste diciendo que “el médico se refiere, naturalmente, al
estado de la mujer, pero expresa su preocupación con tales palabras, que el marido halla
en ellas la confirmación de su aversión matrimonial” (Freud, 1948, pág. 19). Para Freud
hay algo común a todas estas técnicas de formación de los chistes verbales: la
condensación o economía en la expresión (Lippitt, 1991, pág. 88). Es decir, se expresan
varias ideas en menos palabras de las que se utilizarían normalmente.
Ahora bien, en el caso de los chistes de pensamiento, hay otras técnicas que
permiten obtenerlo. Tres de esas técnicas son las siguientes: desplazamiento, lógica
aparente y unificación (Lippitt, 1991, págs. 89, 90). Freud presenta el siguiente ejemplo,
entre otros, de un chiste que se forma utilizando la técnica del desplazamiento.

«Un individuo arruinado había conseguido que un amigo suyo, persona


acomodada, le prestara 25 florines, compadecido por la pintura que de su
situación le había hecho, recargándola con los más negros tonos. En el
mismo día le encuentra su favorecedor sentado en un restaurante ante un
apetitoso plato de salmón con mayonesa, y le reprocha, sorprendido, su
17

prodigalidad: «¿Cómo? ¿Me pide usted un préstamo para aliviar su


angustiosa situación, y le veo ahora comiendo salmón con mayonesa? ¿Para
eso necesitaba usted mi dinero?» «No acierto a comprenderle -responde el
inculpado-. Cuando no tengo dinero no puedo comer salmón con mayonesa;
ahora que tengo dinero, resulta que no debo comer salmón con mayonesa.
Entonces, ¿cuándo diablos voy a comer salmón con mayonesa?» (Freud,
1948, pág. 26).

Freud muestra la técnica de este chiste diciendo que

El interpelado se defiende contra la acusación de haber invertido el dinero


prestado en una golosina, y pregunta, con aparente fundamento, cuándo va a
gozar de su plato favorito. Mas no es ésta la respuesta adecuada; su
favorecedor no le reprocha el haber satisfecho su capricho en el mismo día de
haber pedido y obtenido el préstamo, sino que le advierte que, dada su
situación económica, carece en absoluto del derecho a pensar en tales lujos.
Este único sentido posible del reproche es echado a un lado por el alegre
vividor, el cual responde, como si hubiera comprendido mal, a otra cosa
totalmente distinta (Freud, 1948, pág. 26).

Mientras que al acusado le culpan de una cosa (el despilfarro de dinero), él


desplaza el asunto a otra (el comer salmón con mayonesa). Por otro lado, un ejemplo de
chiste que se produce por el uso de la técnica de la lógica aparente es el siguiente

Un señor entra en una pastelería y pide en el mostrador una tarta, pero la


devuelve en seguida, pidiendo, en cambio, una copa de licor. Después de
beberla se aleja sin pagar. El dueño de la tienda le llama la atención. «¿Qué
desea usted?», pregunta el parroquiano. «Se olvida usted de pagar la copa de
licor que ha tomado». «Ha sido a cambio del pastel». «Sí, pero es que el
pastel tampoco lo había usted pagado». «¡Pero si no me lo he comido!6»
(Freud, 1948, pág. 32).

En este ejemplo el razonamiento del cliente tiene apariencia de ser lógico. Freud
lo explica en los siguientes términos

[...] esta historia tiene su apariencia de lógica, apariencia que reconocemos


como una fachada destinada a encubrir un error intelectual. Éste reside en el

6
La oración en la traducción era “Claro, como que no me lo he comido”, pero lo he modificado para que
fuera más fácil de entender.
18

hecho de que el astuto parroquiano establece una relación inexistente entre la


devolución del pastel y su cambio por una copa de licor. La cuestión se
divide realmente en dos sucesos que para el vendedor son independientes uno
de otro y sólo para la intención del parroquiano se hallan en una relación de
cambio. El desaprensivo sujeto ha tomado el pastel y luego lo ha devuelto,
quedando al hacer así libre de toda deuda. Pero luego ha bebido una copa de
licor, y ésta es la que tiene que pagar. Podemos decir que el parroquiano
emplea la relación «en cambio» en un doble sentido o, mejor dicho, que
constituye, por medio de un doble sentido, una relación que objetivamente no
existe (Freud, 1948, pág. 32).

La tercera técnica de formación de chistes de pensamiento (o intelectuales) es la


unificación. La idea de esta técnica es que relaciona de maneras inesperadas a diversas
ideas que al principio no parecían tener relación. Un ejemplo de esto es el siguiente “[...]
Heine, en el Viaje por el Harz, y hablando de la ciudad de Gotinga, declara que, en
general, se dividen los habitantes de Gotinga en estudiantes, profesores, filisteos y
ganado” (Freud, 1948, pág. 37). Otro ejemplo:

Serenísimo recorre sus Estados. Entre la gente que acude a vitorearle, ve a un


individuo que se le parece extraordinariamente. Le hace acercarse y le
pregunta: ¿Recuerda usted si su madre sirvió en palacio alguna vez? No,
alteza -responde el interrogado-; pero sí mi padre (Freud, 1948, pág. 37).

Una cuarta técnica de formación de chistes intelectuales es lo que Freud


denomina representación antinómica. Esta técnica consiste en afirmar algo utilizando su
negación. Por ejemplo

Federico el Grande oyó hablar de un predicador de Silesia que tenía fama de


hallarse en tratos con los espíritus. Deseoso de averiguar lo que de verdad
había en tales rumores, hizo acudir a su presencia al predicador y le recibió
con la pregunta siguiente: ¿Puede usted conjurar a los espíritus? Sí, majestad;
pero nunca acuden (Freud, 1948, pág. 38).

Explicando este chiste, Freud dice

Claramente se ve que el medio técnico de este chiste no consiste sino en la


sustitución del «no», única contestación posible, por su contrario. Para llevar
19

a cabo esta sustitución tuvo que agregarse al «sí» un «pero», de tal manera
que ambas palabras, unidas en la frase, equivalen a un «no» (Freud, 1948,
pág. 38).

Esta técnica de la representación antinómica dice Freud, es “un medio muy


frecuentemente empleado y de poderoso efecto de la técnica del chiste” (Freud, 1948,
pág. 40). Mencionaré un par de ejemplos adicionales, pues como se verá más adelante,
esta técnica produce un cierto tipo de chistes que son bastante trabajados en la filosofía
del humor (los que tienen alguna incongruencia). “Aquella mujer se parecía en muchas
cosas a la Venus de Milo. Como ella, era extraordinariamente vieja, no tenía dientes y
presentaba algunas manchas blancas en la amarillenta superficie de su cuerpo” (Freud,
1948, pág. 39). Donde se está usando un ejemplo de belleza (Venus de Milo) para
expresar que alguien es de apariencia poco agradable (aquella mujer). Otro ejemplo:

«Hay más cosas en el cielo y sobre la tierra de las que supone vuestra
filosofía», dijo despectivamente Hamlet. Lichtenberg sabe que este juicio
condenatorio no es aun suficientemente severo, pues no emplea todo lo que
contra tal filosofía se puede objetar, y añade todavía: «Pero también hay en la
filosofía muchas cosas que no existen en el cielo ni en la tierra» (Freud,
1948, pág. 39)

No se debe creer que estas son todas las técnicas del chiste. Las técnicas que
acabo de exponer no son todas las técnicas que Freud presenta, y Freud acepta que las
que él presenta están lejos de formar una lista completa. No obstante, comparto con
(Lippitt, 1991, pág. 88) que estás técnicas son las más importantes. Ahora bien, ¿Por qué
se llama ‘teoría del alivio’? Para Freud la risa ante un chiste es producto de la energía
que resulta de reprimir emociones hostiles, y esta energía psíquica es liberada mediante
la risa (Morreall, 2016)7. Esta explicación de la risa está ampliamente desacredita por la
sicología en la actualidad (Morreall, 2016), pero por suerte, lo que nos es de interés en
este trabajo de grado es el análisis que hace acerca de las técnicas del chiste.

7
“Freud says, the psychic energy released is the energy that would have repressed the emotions that are
being expressed as the person laughs” (Morreall, 2016).
20

1.3. La teoría de la incongruencia

Actualmente, la teoría de la incongruencia es la dominante en la sicología y en la


filosofía del humor (Morreall, 2016). Es por ello por lo que la trataré con un poco más
de detenimiento. La idea central de esta teoría es que la causa de la risa es “la percepción
de algo incongruente –algo que viola nuestros patrones mentales y nuestras
expectativas” (Morreall, 2016)8. Algunos de los filósofos que defienden esta teoría son
Kant, Schopenhauer y curiosamente, Aristóteles 9.
Por desgracia, las principales ideas de Aristóteles acerca de la risa y lo risible, se
hallaban en la parte perdida de la Poética dedicada a la comedia. No obstante, en el
tercer libro de la Retórica de Aristóteles se pueden recuperar algunas de sus ideas acerca
de los chistes. Dos anotaciones al respecto que más adelante se notarán importantes: la
primera anotación es que el libro III de la Retórica es dedicado a la forma en que se debe
expresar un orador, más que a lo que debe decir 10; la segunda anotación es que las ideas
de Aristóteles acerca de los chistes se presentan específicamente en la sección dedicada
a los elementos de las metáforas.
Para Aristóteles los chistes son un tipo de ‘expresiones elegantes’. Aristóteles
afirma que muchas de las expresiones elegantes utilizadas en los discursos, “lo son en
virtud de la metáfora y en tanto que resultan de conducir a engaño” (Retórica, 1412a,
20). Conducen al engaño en el sentido de que muestran un error. Para Aristóteles, ante
estas expresiones elegantes hay una defraudación de expectativas: “el espíritu parece
decir: ¡Qué verdad era! ¡Yo estaba equivocado!” (Retórica, 1412a, 23). Por ello, este

8
“The Incongruity Theory says that it is the perception of something incongruous—something that
violates our mental patterns and expectations”.
9
Es curioso pues mientras que para (Morreall, 2016) Aristóteles es representante de la teoría de la
incongruencia, para (Lippitt, 1991) Aristóteles es representante de la teoría de la superioridad.
10
“[…] nos queda ahora por hablar acerca de la expresión, dado que no basta 15 con saber lo que hay que
decir, sino que también es necesario decirlo como se debe, y esto contribuye mucho a que se manifieste de
qué clase es el discurso” (Retórica, 1403b).
21

tipo de expresiones producen placer: porque “en ellos hay una enseñanza y una
metáfora” (Retórica, 1412a, 26). Algunas de las expresiones que logran esto, son los
enigmas bien hechos, los apotegmas y el “decir cosas inesperadas” (Retórica, 1412a,
27).
Dentro del grupo de expresiones de este ‘decir cosas inesperadas’ se encuentran
los chistes, y es aquí donde se nota la idea central de la teoría de la incongruencia en
Aristóteles. Indica Aristóteles acerca del decir cosas inesperadas

Esto último se produce cuando se trata de algo contrario a la opinión común


y no conforme […] con el parecer que se tenía de antes, al modo de las
parodias que se hacen en los chistes (cosa que igualmente tienen capacidad
de lograr los juegos de palabras, puesto que nos engañan) y también en los
versos (cómicos) (Retórica, 1412a, 28-32).

Ahora bien, parece ser que para Aristóteles la incongruencia no es condición


suficiente para que se tenga un chiste. Parece que también es necesario que lo que se
esperaba quede claro cuando se dice lo que resultó inesperado. Aristóteles defiende este
punto al analizar el siguiente chiste

Caminaba él, teniendo en sus pies… sabañones.

Aristóteles dice “La cosa no es, en efecto, como el oyente la suponía” pues en el
chiste se dice ‘sabañones’, “cuando se esperaba que iba a decir 'sandalias'” (Retórica,
1412a, 33-34). Este hecho, sin embargo, “debe quedar claro al mismo tiempo que se
dice” (Retórica, 1412a, 34). En el caso de los juegos de palabras,

se propone decir, no lo que dice, sino lo que resulta de cambiar el nombre,


como (ocurre), por ejemplo, en lo que Teodoro dijo contra el citarista Nicón:
te perturbará; lo que ciertamente parece decir: tracio eres, y logra engañarte,
puesto que dice otra cosa. De ahí que sólo al que le procura una enseñanza le
causa esto placer, porque, si no se supone que (Nicón) es tracio, no parecerá
que es ésta una expresión elegante. Y lo mismo (sucede) en ‘quiere
devastarlo’). Es preciso, con todo, que los dos sentidos queden expresados
satisfactoriamente (Retórica, 1412a, 35-1412b, 4).
22

De este modo, parece que en el caso de Aristóteles la incongruencia no es


suficiente para que se tenga un chiste: sino que también se necesita de una ambigüedad
en la queden expresado tanto lo que se esperaba, como lo que no se esperaba11.
Otro de los autores que defienden la teoría de la incongruencia es Immanuel
Kant. La idea central de Kant, presente en el parágrafo 54 de la primera parte de su
Crítica del juicio, es que en todo lo que mueve a la risa, hay un absurdo.

En todo lo que provoca una viva sacudida de risa debe haber algún sinsentido
(donde, pues, el entendimiento en sí no puede encontrar ninguna
satisfacción). La risa es un afecto a partir de la repentina transformación en
nada de una expectativa en tensión (Kant, 2012, pág. 302).

Kant ilustra lo anterior analizando el siguiente chiste

[…] un indio, sentado a la mesa de un inglés, abrió una botella de cerveza y


vio salir toda la cerveza convertida en espuma, poniendo de manifiesto su
admiración con muchas exclamaciones, y a la pregunta del inglés: ¿qué hay
aquí de admirable?, respondió: no me maravillo de que la espuma salga, sino
de cómo habéis podido meterla dentro (Kant, 2012, pág. 302).

Frente a ese chiste, al ver que el indio afirma no estar maravillado por la salida
de la espuma, se espera que ya entienda el funcionamiento de la espuma, pero vemos
que no es así cuando dice asombrarse por cómo la habrán metido en la botella. Kant
explica el efecto del chiste aduciendo que “nuestra expectativa estaba en tensión y queda
repentinamente en nada” (Kant, 2012, pág. 302). Así pues, para Kant el absurdo presente
en los chistes nos hace reír porque “evoca, cambia y disipa nuestros pensamientos, pero
no aprendemos nada mediante esta gimnasia mental” (Morreall, 2016). Esta gimnasia
mental produce un movimiento de nuestros órganos internos y es esta estimulación física
la que disfrutamos (Morreall, 2016). En este aspecto de la explicación de la risa, se
podría entender a Kant como perteneciente a la teoría del alivio (Lippitt, 1991, pág. 14).

11
Este punto parece haber sido omitido al ser expuesta la teoría de Aristóteles sobre el humor en (Lippitt,
1991) y (Morreall, 2016). No obstante, como se verá más adelante, desde mi teoría la ambigüedad cumple
una función importante.
23

Pues, tanto para Kant como para teóricos como Freud, la risa es producto de algo que se
construyó y luego disipó. Mientras que en Freud lo que se acumula es la energía
psíquica para producir emociones, en Kant lo que se acumula es la expectativa.
Una versión un poco más sofisticada de la teoría de la incongruencia es la del
filósofo Arthur Schopenhauer. En la sección trece del libro primero de su obra El mundo
como voluntad y representación, Schopenhauer afirma que el saber abstracto no siempre
se corresponde con la representación intuitiva. Y

Precisamente aquella incongruencia del conocimiento intuitivo y el abstracto,


en virtud de la cual este no se asemeja a aquel más que el mosaico a la
pintura, constituye la base de un fenómeno muy curioso que, como la razón,
es patrimonio exclusivo de la naturaleza humana y del que todas las
explicaciones ensayadas hasta ahora resultan insuficientes: me refiero a la
risa […] La risa no nace nunca sino de la percepción repentina de la
incongruencia entre un concepto y los objetos reales que en algún respecto se
habían pensado con él, y ella misma es la simple expresión de esa
incongruencia. Con frecuencia surge porque dos o más objetos reales se
piensan con un concepto y la identidad de este se traslada a ellos; pero su
total diversidad en lo demás hace patente que el concepto solo era adecuado a
ellos en una consideración parcial. Con la misma frecuencia, lo que se hace
repentinamente perceptible es la incongruencia de un solo objeto real con el
concepto en el que se había subsumido, en parte con razón. Cuanto más
correcta es la subsunción de esas realidades bajo el concepto, por un lado, y
cuanto mayor y más llamativa es su inadecuación a él, por otro, más enérgico
es el efecto irrisorio que nace de esa oposición. Así que toda risa surge
siempre con ocasión de una subsunción paradójica y, por ello, inesperada, al
margen de que se exprese con palabras o con hechos. Esta es, en suma, la
correcta explicación de lo irrisorio (Schopenhauer, 2009, pág. 72).

Para Schopenhauer, entonces, la percepción de una incongruencia entre


conceptos y objetos es condición suficiente para la producción de la risa: “la risa no nace
nunca sino de la percepción repentina de la incongruencia entre un concepto y los
objetos reales que en algún respecto se habían pensado con él” (Schopenhauer, 2009,
pág. 72).
Schopenhauer también propone una clasificación de aquellas cosas que resultan
risibles. El criterio de clasificación es esta: si se pasa de los conceptos a los objetos se
24

tendrá un tipo de risible, si se pasa de los objetos a los conceptos se tendrá otro tipo. Los
chistes son este primer tipo de irrisorio, y cuando nos reímos de estos, Schopenhauer
dice que es porque “en el conocimiento existían previamente dos o más objetos reales o
representaciones intuitivas muy diferentes, y se las ha identificado voluntariamente
mediante la unidad de un concepto que abarca ambas” (Schopenhauer, 2009, pág. 72). El
chiste es entonces el tipo de risible en el que, partiendo de varias representaciones
intuitivas (objetos) se intentan abarcar a todas bajo un mismo concepto, siendo que estas
representaciones intuitivas son incongruentes.
Por otro lado, el segundo tipo de risible llamado ‘excentricidad’ nos hace reír
porque

primero existe el concepto en el conocimiento y entonces se pasa de él a la


realidad y a la acción sobre ella, al obrar: unos objetos que por lo demás son
radicalmente distintos pero que se piensan en aquel concepto son vistos y
tratados entonces del mismo modo, hasta que su gran diversidad en los demás
respectos se destaca para sorpresa y asombro del agente (Schopenhauer,
2009, pág. 72).

Así, para Schopenhauer todo lo que produce risa lo hace al generar una
discrepancia entre nuestras representaciones intuitivas (objetos) y nuestro conocimiento
abstracto (conceptos). Puede ser que la discrepancia se dé al pasar de los objetos a los
conceptos, en cuyo caso se tendría un chiste; o puede que se dé al pasar de los conceptos
a los objetos, en cuyo caso se tendría una excentricidad. Una diferencia adicional entre
los dos tipos de risible es que “el chiste se ha de mostrar siempre en palabras y la
excentricidad en acciones la mayoría de las veces” (Schopenhauer, 2009, pág. 72). En la
misma línea de ideas, Schopenhauer afirma que los juegos de palabras (puns) son un tipo
de chistes: “así como el chiste reúne a la fuerza dos objetos reales muy diferentes bajo
un concepto, el juego de palabras une dos conceptos distintos bajo una palabra
utilizando la casualidad” (Schopenhauer, 2009, pág. 73).
Schopenhauer se abstiene de brindar ejemplo pues según él, su explicación es
“tan sencilla y comprensible que no precisa de ellos, y como prueba de ella vale
25

igualmente cualquier caso irrisorio que el lector recuerde” (Schopenhauer, 2009, pág.
72). Sin embargo, en el volumen II de su obra, Schopenhauer añade a regañadientes
algunos ejemplos “para ayudar a la pereza mental de aquellos lectores que quieran
permanecer en estado pasivo, me prestaré a ello” (Schopenhauer, 2009, pág. 123).
Algunos de los ejemplos de chistes que analiza en el capítulo 8 del segundo volumen de
su obra El mundo como voluntad y representación son los siguientes

Tomemos en primer lugar la conocida anécdota del gascón de quien se rio el


rey cuando en el crudo frío invernal le vio con una ligera ropa de verano: «Si
Su Majestad se hubiera puesto lo que me he puesto yo, lo encontraría de
mucho abrigo»; y, a la pregunta de qué se había puesto, contestó: «Todo mi
guardarropa» (Schopenhauer, 2009, pág. 124).

Schopenhauer explica este chiste de la siguiente manera

Bajo este último concepto [toda mi guardarropa] se puede pensar, en efecto,


tanto como el inabarcable guardarropa de un rey también el único traje de
verano de un pobre diablo; pero la visión de su cuerpo tiritando se muestra
sumamente incongruente con el concepto (Schopenhauer, 2009, pág. 124).

Otro ejemplo

El público de un teatro en París reclamaba una vez que se tocara «La


Marsellesa» y, al no conseguirlo, rompió en gritos y alborotos; de modo que
finalmente apareció en el escenario un comisario de policía de uniforme y
explicó que no estaba permitido que en el teatro se presentara nada más que
lo que se encontraba en el programa. Entonces una voz gritó: ¿Y usted, señor,
está también en el programa? (Schopenhauer, 2009, pág. 124).

Schopenhauer dice respecto a este chiste que sobra la explicación pues “aquí la
subsunción de lo heterogéneo es inmediatamente clara y sin violencia” (Schopenhauer,
El mundo como voluntad y representación, 2009, pág. 124). Podemos, sin embargo,
intentar explicarlo. Bajo el concepto de presentar, se puede agrupar tanto la obra que se
esperaba ver, como la aparición del policía.
26

Un tercer ejemplo es “el epitafio de un médico: «Aquí yace, como un héroe, y las
víctimas yacen a su alrededor»” (Schopenhauer, 2009, pág. 124). Schopenhauer lo
explica diciendo “bajo el concepto de «yacer rodeado de quienes mató», que glorifica al
héroe, se subsume | al médico que ha de salvar vidas”. (Schopenhauer, 2009, pág. 124).

1.4. La teoría inferencial de los chistes

En esta sección se expone la hipótesis de la teoría inferencial de los chistes, se la


justifica y por último se dice cómo se desarrollará en los capítulos posteriores. La
hipótesis de la teoría inferencial es una definición de los chistes, y al presentarla, se
exponen los conjuntos de oraciones que quedan excluidos por la definición. Al justificar
la teoría, se le compara con las otras teorías presentadas hasta ahora para ver en qué
convergen y se dan criterios de corrección para esta teoría inferencial. Por último, se
extraen dos definiciones que serán las desarrolladas a lo largo de los capítulos
siguientes.

1.4.1. La hipótesis de la teoría inferencial de los chistes

La hipótesis de la teoría que propongo es la siguiente: Un conjunto de oraciones


es un chiste si y solo si
i. Presenta un absurdo
ii. Hay una explicación para el absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.

El propósito de la teoría en cuestión es dar cuenta de estas tres condiciones en


términos inferenciales. Así pues, si la hipótesis es correcta (si los chistes y solo los
chistes cumplen con esas tres condiciones), entonces al definir a esas tres condiciones en
27

términos inferenciales se estará definiendo a los chistes en términos inferenciales. A


continuación, se harán dos cosas: la primera es mostrar qué tipo de conjuntos de
oraciones quedan excluidos con estas condiciones y la segunda es hablar un poco acerca
de dónde surge la hipótesis de esta teoría.
Cada una de las condiciones excluye a un grupo amplio de conjuntos de
oraciones. Según la primera condición, para que un conjunto de oraciones sea un chiste
debe presentar algún tipo de absurdo. De acuerdo con esta condición los argumentos
bien formados, la mayoría de las proferencias en el lenguaje natural, entre otros
conjuntos de oraciones, no podrían ser chistes. Tómese por ejemplo este párrafo que,
carece de un absurdo y que no es un chiste.
Los razonamientos falaces, los errores gramaticales, las paradojas y otros
conjuntos de oraciones que presentan un absurdo cumplen con la primera condición y,
sin embargo, no (siempre) son chistes. Aquí es donde entra en juego la segunda
condición12. De acuerdo con esta, para que se tenga un chiste no basta con que se
presente un absurdo: también es necesario que haya una explicación disponible del
absurdo. Más adelante brindo una mejor idea de lo que entiendo por ‘explicación’, pero
por ahora bastará con entender que algo explica a otra cosa si la justifica o da razones
para ella.
Tomemos el siguiente ejemplo de un conjunto de oraciones que presentan un
absurdo y no es un chiste: ‘Las rosas son rosas. Por lo tanto, Sócrates murió justamente’.
Este es un razonamiento falaz y como se puede notar, es también absurdo. Pero no por
ello es un chiste. Hace falta una explicación del absurdo que en este caso sería una
explicación de por qué el hecho de que las rosas sean rosas hace que la muerte de
Sócrates sea justa. Otro ejemplo, esta vez, en el que el conjunto de oraciones tiene un
solo elemento: ‘Las casas cantaban platos’. Esta es una oración absurda, pero no es un
chiste. Hace falta una explicación de por qué las casas cantaban platos.

12
Esta segunda condición también excluye a las metáforas, pero mostraré esto un poco más adelante.
28

Ahora bien, hay conjuntos de oraciones en las hay un absurdo (condición i.),
además ofrecen una explicación del absurdo (condición ii.) y aun así no son chistes.
Ejemplos de estos son las explicaciones de las paradojas. La tercera condición, según la
cual la explicación se obtiene reinterpretando alguna parte del conjunto de oraciones,
excluye a algunos de estos conjuntos de oraciones. Tomemos el siguiente ejemplo

La paradoja del mentiroso es comúnmente introducida de manera informal,


derivando una conclusión aparentemente inaceptable a partir de la oración
'La presente oración es falsa’ —oraci6n a la que, para facilitar la discusión,
llamare 'Ml'. Dicha derivación se basa en el supuesto de que el valor de
verdad de toda oración afirmativa es o verdadero o falso. Si Ml es verdadera,
lo que dice es el caso: luego, de acuerdo con lo que dice, es falsa. Pero si, por
el contrario, Ml es falsa, lo que dice es, de hecho, cierto, y la oración es
verdadera. Así pues, Ml parece ser una oración que es verdadera si, y solo si,
es falsa (Marulanda, 2010).

Según uno de los varios intentos de explicar la paradoja, se dice que surge
porque “emplea un método de evaluación poco común, y posiblemente ilegitimo:
normalmente no se evalúa una oración suponiendo ahora su verdad, ahora su falsedad”
(Marulanda, 2010). Lo importante en este punto es notar que la explicación de por qué
surge la paradoja es alegando un paso ilegítimo: la explicación no se da al reinterpretar
ninguna de las expresiones de ‘La presente oración es falsa’. Así pues, este conjunto de
oraciones (formado por la paradoja) aunque presenta un absurdo y una explicación del
absurdo, no es un chiste: este conjunto de oraciones no cumple con la tercera condición.
Ahora, según la hipótesis de esta teoría todo conjunto de oraciones que cumpla
con las tres condiciones (presentar un absurdo, una explicación del absurdo y una
explicación que se obtenga reinterpretando alguna de las partes del conjunto) debería ser
un chiste. No obstante, parece ser el caso que las metáforas cumplen con las tres
condiciones y es claro que no todas las metáforas son chistes. Distinguir a los chistes de
las metáforas, es un caso algo más complejo que los otros: la relación entre ambos tipos
29

de conjuntos de oraciones parece ser bastante estrecha 13. Y esto no debería ser sorpresa,
pues como se vio al hablar de la teoría de la incongruencia, ya Aristóteles en su Retórica
trata a los chistes como un tipo específico de metáfora. Freud de hecho habla
explícitamente de lo difícil que es distinguir entre las metáforas y los chistes:

Ya convinimos antes en que, en muchos de los ejemplos sometidos al


análisis, no lográbamos desterrar cierta vacilación al considerarlos como
chistes, y hemos reconocido, en esta inseguridad, una alarmante debilidad de
los fundamentos de nuestra investigación. Con ningún otro material se hace
más marcada y frecuente ésta nuestra inseguridad como al analizar los chistes
por comparación. La sensación que me hace decir -y no sólo a mí, sino en
iguales circunstancias, a un gran número de personas-: «Esto es un chiste y
hay que considerarlo como tal aun antes de haber descubierto el carácter
esencial del chiste»; esta sensación me abandona con mayor frecuencia que
en ningún otro caso en los chistes por comparación. Cuando sin reflexionar
he calificado de chiste una metáfora, creo observar instantes después que el
placer que me ha proporcionado es de diferente cualidad que aquel que suelo
deber a los chistes, y la circunstancia de que las metáforas chistosas sólo rara
vez provocan la explosión de risa que confirma a un buen chiste, me hace
imposible salir de mis dudas, obligándome a limitarme a los mejores y más
eficaces ejemplos de este género (Freud, 1948, pág. 45).

Los chistes y las metáforas parecen compartir al menos dos rasgos importantes: 14
en ambas (a) al menos una de las expresiones es ambigua y en ambas (b) una de las
interpretaciones de la expresión genera un absurdo mientras que la otra no. Veamos esto
con dos ejemplos de cada uno

Metáfora 1: Las nubes son de algodón


Metáfora 2: La base de la moral es la razón
Chiste 1: El santo de los zapatos es sandalia
Chiste 2: El vaticano es una tierra supremamente estéril, pues en 20 años sólo ha
dado 2 papas.

13
Un artículo interesante que trata acerca de las relaciones entre metáfora y humor es “Laughing
metaphorically: Metaphor and humour in discourse” (Kyratzis, 2003).
14
La caracterización que hago aquí de las metáforas no pretende ser exhaustiva: basta con que logre
distinguirlas de los chistes.
30

En la metáfora 1 lo que puede ser interpretado de diversos modos es ‘algodón’:


Si se le entiende como ‘algodón’, entonces se tiene un absurdo: no es posible que
una nube sea de algodón (la nube tendría que ser un producto vegetal, ya no estaría
compuesta de vapor, no estaría en el cielo, etc). Por otra parte, si se le entiende como
‘objeto blanco e amorfo’, entonces no se tiene un absurdo: pues las nubes pueden ser
blancas e amorfas.
En la metáfora 2 lo que puede ser interpretado de diversos modos es ‘base’:
Si se le entiende como ‘parte inferior de un cuerpo que le sirve de apoyo’,
entonces se tiene un absurdo: la moral no es un cuerpo y por tanto es imposible que
tenga una base. Mientras que si se le entiende como ‘conjunto de normas iniciales’,
entonces no se tiene un absurdo: la razón puede ser el conjunto de normas iniciales que
determinen a la moral.
En el chiste 1 lo que puede ser interpretado de diversos modos es ‘sandalia’:
Si se le entiende como ‘sandalia’, entonces se tiene un absurdo: un santo no
puede ser una sandalia, ni una sandalia puede ser un santo. Pero si se le entiende como
‘san dalia’, entonces no se tiene un absurdo: San dalia puede ser la manera de referirse a
un santo.
En el chiste 2 lo que puede ser interpretado de diversos modos es ‘papa’:
Si se le entiende como ‘sumo pontífice’, entonces se tiene un absurdo: que solo
haya habido dos sumos pontífices en 20 años no tiene relación alguna con la esterilidad
de la tierra. Mientras que si se le entiende como ‘un tipo de tubérculo’, entonces no se
tiene un absurdo: que una tierra solo haya podido producir dos papas en 20 años es un
buen indicador de que es estéril.
Como se puede notar, en los cuatro ejemplos hay (a) una expresión que permite
ser reinterpretada donde (b) una de las interpretaciones lleva a un absurdo, mientras que
la otra interpretación no. La diferencia entre los chistes y las metáforas (visto desde la
hipótesis de mi teoría) es que en los chistes hay una explicación para el absurdo.
31

En el chiste 1 entender a ‘sandalia’ como ‘sandalia’ está en cierto sentido


justificado porque se está hablando del santo de los zapatos y las sandalias son un tipo
de zapatos: hay una relación inferencial entre ‘sandalia’ y ‘zapato’, y eso es lo que
justifica (explica) dicha interpretación. En el chiste 2, entender a ‘papa’ como ‘sumo
pontífice’ está en cierto sentido justificado porque del sitio del que se está hablando es
del vaticano, y el vaticano sólo ha dado dos sumos pontífices en 20 años: hay una
relación inferencial entre ‘sumo pontífice´ y ‘vaticano’, y eso es lo que justifica (explica)
dicha interpretación.
Por otro lado, están las metáforas. En ellas vemos que no hay una relación
inferencial entre la interpretación que resulta absurda y el resto de expresiones en la
metáfora. Por ejemplo, en la metáfora 1 vemos que interpretar ‘algodón’ no está
justificado por ninguna de las expresiones de la metáfora; lo mismo ocurre en la
metáfora 2, en la cual ninguna expresión mantiene una relación inferencial con ‘parte
inferior de un cuerpo que le sirve de apoyo’. En conclusión, las metáforas no siempre
son chistes porque no siempre cumplen con la segunda condición: un chiste permite una
explicación del absurdo.
Así pues, las metáforas, las falacias, y las paradojas (entre otros) no siempre son
chistes. Con el ‘no siempre’ se deja abierta la posibilidad de que, en algunos casos, un
chiste tenga una metáfora, o incluya un razonamiento falaz o paradójico. La posibilidad
de que un chiste presente una metáfora ya fue pensada por Aristóteles, para quien las
expresiones elegantes (a las que pertenecen los chistes) son placenteras porque “en ellos
hay una enseñanza y una metáfora” (Retórica, 1412a, 26).
Un ejemplo de un chiste metafórico se puede hallar en la obra de Freud, es este:
“Es casi imposible atravesar una muchedumbre llevando en la mano la antorcha de la
verdad sin chamuscar a alguien las barbas” (Freud, 1948, pág. 45). Analicemos este
ejemplo.
Uno de los términos que puede ser interpretado de varias formas es ‘antorcha de
la verdad’.
32

Si ‘antorcha de la verdad’ se entiende como ‘la verdad’, entonces se tiene un


absurdo: la verdad no puede ser llevada en una mano ni chamuscar barbas. Pero si
‘antorcha de la verdad’ se entiende como ‘una antorcha’, entonces no se tiene un
absurdo: una antorcha sí puede ser llevada en la mano y puede chamuscar barbas.
Lo particular de este chiste es que la explicación del absurdo se obtiene al
entender ‘chamuscar las barbas’ como ‘molestar o indignar’: si se entiende ‘la antorcha
de la verdad’ como ‘la verdad’ y se entiende ‘chamuscar las barbas’ como ‘molestar’,
entonces se explica el absurdo: exponer la verdad puede molestar a gente de la
muchedumbre. La explicación de este chiste se obtiene reinterpretando dos expresiones
en vez de una: ‘chamuscar barbas’ y ‘la antorcha de la verdad’. Tal vez en este hecho
reside lo especial de un chiste metafórico. El chiste funciona porque ‘antorcha de la
verdad’ es una metáfora (Freud, 1948, pág. 45).
Por otro lado, Freud también pensó la posibilidad de que un chiste incorpore una
falacia (o incluso una paradoja). Llama a este tipo de chistes, chistes de lógica aparente.
Uno de los ejemplos de este tipo de chiste, es el siguiente:

Un señor entra en una pastelería y pide en el mostrador una tarta, pero la


devuelve en seguida, pidiendo, en cambio, una copa de licor. Después de
beberla se aleja sin pagar. El dueño de la tienda le llama la atención. «¿Qué
desea usted?», pregunta el parroquiano. «Se olvida usted de pagar la copa de
licor que ha tomado». «Ha sido a cambio del pastel». «Sí, pero es que el
pastel tampoco lo había usted pagado». «¡Pero si no me lo he comido!»
(Freud, 1948, pág. 32).

Según la hipótesis de esta teoría los chistes son los únicos conjuntos de oraciones
que cumplen con las tres condiciones. Pero, como se ha visto, hay otros conjuntos de
oraciones que pueden cumplir algunas de las condiciones sin ser chistes necesariamente.
Esto muestra que los chistes tienen una relación cercana con conjuntos de oraciones
33

como las metáforas, las falacias y las paradojas 15. Las relaciones específicas entre los
chistes y estos otros conjuntos de oraciones no serán tratados en este trabajo de grado,
pues basta con haberlas insinuado.
Ahora bien, hay un problema. Como se ha visto, la definición propuesta en la
hipótesis excluye a un gran número de conjuntos de oraciones que no son chistes. Pero
¿cómo saber si los conjuntos de oraciones que cumplen con estas condiciones son
realmente chistes? Si según la teoría el conjunto de oraciones β es un chiste, ¿cómo se
puede verificar si β realmente lo es? Lo que se está preguntando aquí es si hay algún
modo de decir si la teoría es correcta o incorrecta respecto a los casos que se le
presentan. Le hace falta entonces a esta teoría un criterio de evaluación.
El criterio de corrección de la teoría es importante, pues la función de esta teoría
es expresivista: busca hacer explícito aquél ‘saber cómo’ que ya aplicamos
constantemente a la hora de hacer y entender chistes. Y dado a que mi teoría pretende
dar cuenta de prácticas reales, es importante poder decir cuándo fracasa y cuándo acierta
en su tarea. De otro modo sería imposible saber si mi teoría habla de prácticas que
realmente se dan entre seres racionales.
El criterio de corrección es el siguiente: si las relaciones inferenciales que la
teoría afirma que tienen los chistes no se hallan en los chistes, entonces la teoría tiene
que ser revisada. Así, si se hallan conjuntos de oraciones que sean chistes y que no
presenten las relaciones inferenciales que según mi teoría deberían tener, entonces serán
contraejemplos de mi teoría. Para que esto sea posible, debe haber un modo
relativamente confiable de identificar chistes para luego ver si la teoría los clasifica
correctamente como chistes. De otro modo sería imposible encontrarle contraejemplos a
la teoría. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿cómo se puede identificar un chiste (sin
recurrir a la definición de la teoría inferencial)?

15
El siguiente dato es irrelevante, no obstante, curioso. Cuando Wittgeinstein en sus Investigaciones
filosóficas hace un pequeño listado de las cosas que se pueden hacer con el lenguaje, menciona al “hacer y
entender chistes” (parágrafo 23) justo entre adivinar acertijos y resolver problemas de aritmética aplicada.
34

Lo primero que diremos es que para esta teoría la capacidad de mover a la risa
no es condición ni necesaria ni suficiente para identificar que algo es un chiste. Que
algo pueda hacer reír no es suficiente para que sea considerado un chiste, y dar ejemplos
de ello es relativamente sencillo. Un ejemplo de algo que hace reír sin ser algún tipo de
chiste, son las cosquillas. También es el caso que los otros tipos de humor (el visual, las
bromas, etc.) pueden hacer reír y no por ello son chistes.
Una objeción podría consistir en ser más específico y decir que si bien no todo
lo que genera risa es un chiste, sí es cierto que todo conjunto de oraciones que mueve a
la risa es un chiste. Aun así, hay contraejemplos a esta idea. Uno de estos
contraejemplos son las oraciones que hacen reír porque se profieren imitando a alguien.
Por ejemplo, un profesor puede decir ‘Buenos días, muchachos’ sin que esto mueva a la
risa, pero si un alumno imita al profesor con exactamente la misma frase ‘Buenos días,
muchachos’ esta puede hacer reír. Y así, vemos que el que un conjunto de oraciones
mueva a la risa no es suficiente para considerarlo un chiste. Se podrían añadir otros
contraejemplos como el caso en el que alguien bajo el efecto de las drogas, puede reírse
de casi todo lo que se le dice. Sin que se le estén contando chistes.
La capacidad de hacer reír tampoco es necesario para identificar que algo es un
chiste. Una prueba de ello es que podemos identificar chistes que no mueven a la risa.
Tal es el caso de los chistes que identificamos como chistes ‘malos’ o ‘tontos’: sabemos
que es un chiste, pero lo denominamos ‘malo’ porque no nos hace reír. También se
pueden incluir los casos en los que podemos identificar un chiste sin que lo hayamos
logrado entender aún. Sucede que sabemos que algo es un chiste sin que lo podamos
comprender y sin que nos riamos. Otra prueba de este punto es que los chistes conocidos
suelen no mover a la risa, y aun así podemos identificar que son chistes: si la risa fuese
necesaria para la identificación de un chiste, entonces dejaríamos de identificar como
chistes a todos los chistes que no nos hacen reír.
Ahora, si bien es cierto que la risa no es condición necesaria ni suficiente para la
identificación de chistes, considero que es útil poner atención a cuándo unas oraciones
35

producen risa. Dicho de otro modo: aunque no siempre que hay risa hay chistes, ni
siempre que hay chistes hay risa, es el caso que algunas veces se dan los dos juntos. Y
reconozco que esto puede llegar a ser útil en ocasiones. Lo importante es no perder de
vista que la risa no es criterio confiable para la identificación de los chistes. Tratar a los
chistes independientemente de la risa, tiene una consecuencia que se insinuó más arriba:
la manera en que se cuenta un chiste carecerá de importancia para la teoría. Reconozco
que la forma de narrar un chiste tiene gran influjo en si los espectadores se reirán o no.
La entonación, los acentos, y la expresión corporal son sólo algunos de los aspectos que
pueden hacer que un chiste sea más risible. No obstante, un mismo chiste puede ser
contado de forma que haga reír y de forma en que no haga reír, y lo que le interesa a esta
teoría es el chiste con independencia de su exposición.
Siendo que la capacidad de mover a la risa no es un criterio útil para identificar
qué conjunto de oraciones es un chiste, entonces ¿cómo se podrían identificar los chistes
que se usarían para evaluar la teoría? Mediante un reconocimiento intuitivo. Tal como es
posible identificar un argumento, (o una metáfora o un razonamiento falaz o una
paradoja) sin necesidad de apelar ni a la intención de quién lo dijo ni a la respuesta
emocional de quien lo recibe, es posible identificar a un chiste sin apelar ni a la
intención de hacer reír ni a la risa que provocan. Otra manera de identificar los chistes es
mediante la aceptación general, es decir, se acepta a un conjunto de oraciones como
chiste a lo que comúnmente se considera un chiste. Así, si un título asegura ser una
recopilación de chistes, se puede tener cierto grado de confianza en que se hallarán
chistes allí. O si un teórico ha analizado a un conjunto de oraciones como chiste,
entonces es un buen indicio de que se trata de un chiste.
Por supuesto, ninguno de estos modos de identificación de chistes es infalible.
No obstante, considero que, si se han de recoger casos que sirvan para evaluar a la teoría
inferencial, entonces el mejor modo de recogerlos es poniendo atención a nuestras
intuiciones y a las de los demás. Esto último va en consonancia con la naturaleza de esta
teoría, pues el propósito de este trabajo es explicitar un ‘saber cómo’ que ya aplicamos
36

en nuestra vida diaria: el saber hacer y entender chistes. Y si es un hecho que ya en las
prácticas cotidianas nos es posible formar y entender chistes, es completamente natural
suponer que también sabemos cómo identificarlos.

1.4.2. La justificación de la hipótesis de la teoría inferencial

Una vez expuesta la hipótesis de la teoría, algunos de los tipos de conjuntos de


oraciones que excluye y el modo de evaluar la hipótesis, puede surgir la siguiente
pregunta: ¿por qué se supone esta hipótesis y no otra? Por dos motivos: el primero, es
porque esa es la hipótesis que derivé de mis propias observaciones; y el segundo motivo,
es porque la hipótesis converge con lo que han dicho otros autores. Estas observaciones
son resultado de analizar y abstraer las características de los que intuitivamente ya
aceptaba como chistes. Una vez daba con alguna característica que creía común a todos
los chistes, la examinaba con chistes nuevos para ver si la característica estaba presente;
si el nuevo chiste no poseía la característica propuesta, entonces modificaba lo que
postulaba como característica. Ese proceso lo repetí numerosas veces y con cada una de
las características hipotéticas. Una vez las consideré asentadas, las empecé a denominar
‘observaciones’.
Mi confianza en esas observaciones no se debe meramente a que son resultado de
un proceso largo de ensayo y error. El otro motivo por el que acepto las cuatro
observaciones que mencionaré a continuación, es porque la mayoría son aceptadas (o al
insinuadas) por otras teorías. Las cuatro observaciones son las siguientes:16
a. Todo chiste tiene algo de absurdo
b. Aquello que es absurdo tiene una explicación

16
Una aclaración importante: cuando digo que observé que en ‘todos los chistes tienen tal o cual cosa’
hago referencia a ‘todos los chistes que he analizado’. Es evidente que no he observado a todos los chistes,
de todos los idiomas, de todos los grupos humanos, de todos los tiempos posibles. He analizado una
porción infinitesimal de todos los chistes posibles, y lo que hago al extraer condiciones necesarias y
suficientes a partir de esas observaciones, es una generalización.
37

c. La explicación de todo chiste se obtiene reinterpretando alguna parte


del chiste
d. Lo absurdo del chiste siempre es una acción de un agente racional

Como se puede apreciar, las tres primeras observaciones indican respectivamente


a las tres condiciones que sugerí en la hipótesis. Ahora, respecto a la cuarta observación
(la de que el absurdo siempre es una acción de un agente racional), conviene decir dos
cosas: la primera, es que esta observación sobra. Con esto quiero decir que las otras tres
observaciones son suficientes para definir qué son los chistes; y, por tanto, esta cuarta
observación es innecesaria para la definición. La segunda anotación que conviene hacer
es que esta cuarta observación se aplica a todos los chistes, pero sólo de un modo
especial. El modo especial de aplicación consiste en que, en cierto tipo de chistes, lo
que se denomina como ‘acción absurda’ es algo realizado por un personaje en el chiste;
mientras que, en otro tipo de chistes (los llamados ‘juegos de palabras’), lo que se
denomina ‘acción absurda’ es algo realizado por el que cuenta el chiste.
Si no es necesario para la definición de los chistes, y si su aplicación no es
uniforme, entonces ¿por qué mantener la observación de que lo absurdo de todo chiste
siempre es una acción? Por dos motivos. El primer motivo para aceptar la cuarta
observación es que es verdadera: todos los absurdos de los chistes (observados) son en
realidad acciones absurdas. ¿Cómo es posible que la cuarta condición sea verdadera y a
la vez sea innecesaria para la definición? Es decir, ¿cómo es posible que todos los
chistes tengan una acción absurda y sin embargo este no sea un rasgo esencial de los
chistes? Creo que la respuesta reside en que la primera observación afirma que todo
chiste tiene un absurdo, y esta primera observación implica a la cuarta. Si la primera
observación implica a la cuarta (es decir, si ‘un absurdo’ implica ‘una acción absurda’),
entonces la cuarta condición, aun siendo verdadera, puede ser innecesaria17.

17
Aunque la idea de que las únicas cosas absurdas son las acciones de seres racionales (ya sean acciones o
las cosas que dicen) es bastante sugerente, no pienso explorarla en este trabajo. La idea ya está presente
38

Y el segundo motivo para aceptar la cuarta observación a pesar de que sea


innecesaria y que se aplique de modo irregular, es el siguiente: al ser la única
observación acerca de lo que se ‘refieren’ los chistes, la cuarta observación permite un
análisis distinto y complementario al análisis que surge de las otras tres observaciones.
La cuarta observación permite hablar de los personajes de los chistes, de lo que dicen o
hacen y permite hablar acerca del que cuenta el chiste.
Como dije más arriba, mi confianza en las cuatro observaciones no se debe a
únicamente a que son resultado de un largo proceso de ensayo y error. Mi confianza en
las observaciones también se debe a que convergen en cierto grado teorías del humor ya
existentes. Que las observaciones converjan con puntos centrales de otras teorías, es un
buen indicador de que lo que se señala en la hipótesis de la teoría inferencial son
características importantes de los chistes.
La primera observación (según la cual todos los chistes tienen algo absurdo)
converge con la teoría tradicional de la incongruencia (según la cual todo tipo de humor
se basa en la incongruencia entre expectativas y hechos, o entre objetos y conceptos):
donde lo incongruente es producido por lo absurdo. Cabe señalar que mientras las
incongruencias parecen ocurrir en la mente del que recibe el chiste, la teoría inferencial
entiende a la noción de absurdo como algo que ocurre en el lenguaje (en el chiste
mismo). Por ello, la primera observación podría dar cuenta de por qué los chistes
defraudan nuestras expectativas.
La segunda observación (según la cual es necesaria que haya una explicación
para el absurdo) coincide con las ideas de Tomáš Kulka (Kulka, 2007). Para Kulka la
teoría de la incongruencia debe ser revisada, pues la mera incongruencia es insuficiente
para explicar el placer producido por los chistes. Kulka arguye que, aunque en las
paradojas también se presentan incongruencias, estas no producen placer. La diferencia
entre los chistes y las paradojas es que “con los chistes entendemos la fuente de la

Hobbes en el capítulo V de su libro De Homine “the privilege of absurdity; to which no living creature is
subject, but man only” (Hobbes, 1909).
39

incongruencia, la mala aplicación del concepto, la causa del error, ya que entender un
chiste significa ver cómo la incongruencia involucrada puede ser resuelta” (Kulka, 2007,
pág. 326)18. Así, la segunda observación converge con las de Kulka si se toma a la
resolución de un chiste como a un tipo de explicación19.
La tercera observación (según la cual la explicación del absurdo se obtiene
reinterpretando alguna de las partes del chiste) converge en cierta medida con lo que
dice Rachel Giora acerca de los chistes (Giora, 2003). Para Giora el inicio de todos los
chistes favorece cierta interpretación de una expresión, y luego, al final del chiste se
presenta una incongruencia que fuerza una reinterpretación (Giora, 2003, pág. 168) 20.
Esto converge con la tercera observación en tanto que Giora como la teoría inferencial
aceptan que hay una relación entre una reinterpretación y el absurdo. No obstante, la
teoría difiere de Giora en la relación que trazan entre absurdo y reinterpretación:
mientras ella entiende que la incongruencia (absurdo) fuerza una reinterpretación, la
teoría inferencial entiende que la reinterpretación permite explicar el absurdo. Por
supuesto, estas dos formas de entender el asunto no son excluyentes.
Siguiendo con la tercera observación, se puede anotar que esta tiene varias
implicaciones y una de estas implicaciones converge con un número relativamente alto
de autores. La implicación es la siguiente: que los chistes presentan alguna ambigüedad.
Bergson reconoce este hecho, aunque no lo ve como central en todos los fenómenos
cómicos. Bergson dice que podríamos estar tentados a afirmar que “Toda situación es
cómica cuando pertenece a dos series de hechos absolutamente independientes y se

18
“With jokes we understand the source of the incongruity, the misapplication of the conception, the
reason for the mistake, since understanding a joke means seeing how the incongruity involved can be
resolved”.
19
De este modo todos los argumentos de Kulka a favor de la resolución de la incongruencia como
condición necesaria de los chistes, son razones que apoyan a la segunda condición de la hipótesis de mi
teoría.
20
“To lead our “one-track mind” down “the garden path,” the initial context of a joke is usually
unambiguous, compatible with the salient meaning, so that this interpretation is retained up until the punch
line, at which point a sudden incongruity forces reinterpretation”
40

puede interpretar a la vez en dos sentidos totalmente distintos” (Bergson, 1985, pág. 38).
Pero para el autor este no es un rasgo esencial de todos los fenómenos cómicos.
La idea de una ambigüedad en los chistes tiene al menos 2300 años, pues ya se
halla presente en la Retórica de Aristóteles. Como se mencionó más arriba, para
Aristóteles no basta con que la expresión elegante tenga algo inesperado y algo de lo que
el agente suponía: también es necesario que lo que se suponía quede claro al mismo
tiempo que se dice lo inesperado (Retórica, 1412a, 34). Esto se puede entender como la
exigencia de una ambigüedad tal que haya una interpretación absurda y una
interpretación no absurda de ella.
El hecho de que la idea tenga más de dos milenios es interesante porque es una
idea bastante utilizada en las teorías lingüísticas y computacionales del humor. En el
área de la lingüística, las teorías como las de Attardo y Raskin sostienen que en los
chistes hay un elemento que permite pasar de un sentido a otro sentido incompatible con
el primero (Torres Sánchez, 1997). En las teorías computacionales del humor se han
centrado en los puns o juegos de palabras, por ser más fáciles de modelar y por ello la
ambigüedad cobra gran importancia en modelos computacionales como el de (Binsted,
1991, págs. 13-14) y el de ( Kao, Levy, & Goodman, 2015). La idea de la ambigüedad
incluso ha permitido modelar los puns recurriendo a modelos de la física cuántica tales
como la superposición de estados en un espacio de Hilbert (Gabora & Kitto, 2017).
Estás son breves menciones de algunas teorías expuestas en otras áreas que tienen algo
de vigencia hoy en día y que comparten (aunque no mencionan) una idea aristotélica.
Por último, la cuarta observación (según la cual el absurdo de todo chiste es una
acción absurda) coincide con la teoría de la superioridad (según la cual siempre nos
estamos riendo de alguien). Para Hobbes y el Aristóteles de Poética, todo el humor (y
por ende los chistes) se basan en ver a otros como inferiores a nosotros. Y los vemos
como inferiores cuando están haciendo algo tonto o erróneo (Lippitt, 1991, pág. 49),
donde lo tonto o erróneo se puede entender como haciendo algo absurdo.
41

Ahora bien, una vez expuestas las razones para sostener la hipótesis de la teoría
inferencial: su asiento en observaciones y la convergencia de esas observaciones con
ideas de otras teorías; y expuesto el criterio de evaluación de la teoría: el examen de si la
teoría califica como chiste a lo que intuitiva y comúnmente se acepta como chiste; se
puede pasar a hablar acerca de cómo se desarrollará la hipótesis a lo largo del trabajo.

1.4.3. La aclaración de la hipótesis de la teoría inferencial

El objetivo de lo que queda de la teoría, será precisar los conceptos utilizados en


las tres condiciones de la definición inicial. Recordemos, pues, cuál es la hipótesis de la
teoría inferencial: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Presenta un absurdo
ii. Hay una explicación para el absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.

Debido a que las oraciones tienen la capacidad de describir, esto permite una
ambigüedad en las condiciones que acabo de exponer. Al decir que el conjunto de
oraciones presenta un absurdo esto puede significar que 1) al menos una de las oraciones
describe a un evento absurdo o que 2) al menos una de las oraciones es absurda.
Teniendo en cuenta esta ambigüedad, surgen dos posibles definiciones de los chistes.
Primera definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.

Segunda definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si


42

i. Tiene alguna oración que es absurda


ii. Hay al menos una explicación de la oración absurda
iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.

La definición de mayor importancia para este trabajo es la segunda: la que habla


acerca de oraciones. Esta segunda definición es la central de este trabajo porque facilita
la demostración de mi tesis, a saber, que los chistes se pueden definir en términos de
inferencias. Aun así, este trabajo también tiene una parte dedicada a la primera de estas
definiciones. Si la definición necesaria para defender la tesis del trabajo de grado es la
segunda, ¿por qué desarrollar ambas? Porque juntas permiten una comprensión más
amplia de lo que es un chiste.
Ambas definiciones tienen enfoques distintos: mientras que la primera definición
habla de eventos, la segunda habla acerca de oraciones; mientras que la primera
definición habla de la forma de los chistes y de aquello a lo que se refieren los chistes, la
segunda definición trata acerca del contenido y la forma de los chistes. Estos distintos
enfoques son los que permitirán, creo, una visión global de los chistes. Muestra de esto
es que mientras que la primera definición es especialmente buena con los chistes en los
que hay personajes y mala dando cuenta de los juegos de palabras; la segunda definición
es mejor dando cuenta de los juegos de palabras que los de chistes con personajes. En
este sentido, amabas definiciones se complementan.
Así pues, lo que sigue de este trabajo de grado se puede dividir en dos partes. La
primera parte del trabajo aclara a la primera definición y la segunda parte del trabajo
aclara a la segunda definición. La primera parte del trabajo, dado a que tiene que hablar
acerca de eventos absurdos y dado a que estos son acciones 21, se desarrolla recurriendo a
filosofía de la acción. Más específicamente, la teoría de la acción a la que se recurre es la

21
Esta idea de que los eventos absurdos a los que se refieren los chistes son acciones, es una consecuencia
de la cuarta observación: la de que el absurdo en el chiste siempre es la acción de un agente racional.
43

presentada por Donald Davidson. Por otro lado, la segunda parte del trabajo, dado a que
tiene que dar cuenta del contenido y la forma de las oraciones, se desarrolla apelando al
inferencialismo de Robert Brandom.
Empezar desde la primera definición tiene varias ventajas. Una de estas ventajas
es que la primera definición es un modo más intuitivo de pensar los chistes que la
segunda definición. Y esto se debe a que cuando escuchamos un chiste, lo entendemos
en términos de lo que hacen los personajes y no en términos de oraciones. Por ejemplo,
en un chiste acerca de tres personas que entran en un bar, se piensa en el bar y en las
personas y no en la oración que describe a este hecho. Y puesto que la primera
definición es más intuitiva que la segunda, empezar por la primera parece ser un paso
más natural. La otra ventaja es que empezar por la primera definición, facilitará la
comprensión de la segunda, pues dado el isomorfismo de ambas, familiarizarse con la
estructura de una significará familiarizarse con la estructura de la otra.
Esto último no significa que se necesita entender una definición para entender a
la otra. De hecho, considero que ambas partes pueden entenderse de manera
completamente independiente. Sin embargo, dado al isomorfismo de las dos definiciones
es claro que entender una servirá para entender a la otra. Asimismo, la unidad temática
permite ver a ambas partes como secciones de un mismo proyecto a pesar de su
independencia. Una vez desarrolladas ambas partes, el trabajo finaliza con una breve
conclusión en la que se sugiere que la forma en que pensamos los chistes (primera
definición) está determinada por el lenguaje de los chistes (segunda definición).
2. LOS CHISTES Y LA TEORÍA DE LA ACCIÓN DE DAVIDSON

La definición que se desarrolla a lo largo de este segundo capítulo es el siguiente:


Un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Presenta al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.

Desarrollar esta definición consiste en aclarar cada una de sus condiciones, es


decir, consiste en aclarar qué es un ‘evento absurdo’, qué es una ‘explicación’, en qué
consiste un ‘re-descripción’ y cuál es la relación entre los tres. La forma de abordar la
primera condición determina en gran medida el modo de abordar el resto de condiciones.
Esto se debe a que la primera condición es acerca de eventos absurdos; la segunda
condición es acerca de la explicación de dichos eventos absurdos; y la tercera condición
es acerca de la relación entre los eventos absurdos y sus explicaciones. Así pues, se hace
claro que el absurdo tiene un lugar importante en la definición.
¿Cómo abordar la idea de un ‘evento absurdo’? Es en este punto que la cuarta
observación se vuelve de utilidad. Según la cuarta observación lo absurdo en todo chiste,
siempre es una acción de un agente racional. Así, dado a que el absurdo es una
condición central en los chistes; y dado a que el absurdo es un tipo de acción, se sigue
que dar cuenta acerca de las acciones es un paso importante a la hora de aclarar qué es
un chiste. Esta conclusión es uno de los motivos por el cual esta primera parte del
trabajo utiliza la teoría de la acción de Donald Davidson.
En la introducción se mencionó que la cuarta observación se aplica de manera
indirecta en algunos casos, aclararé un poco este punto antes de proseguir. He observado
dos grandes tipos de chistes: los que mencionan agentes y los chistes que no. Esta
46

división incluye a todos los chistes posibles, puesto que cualquier chiste o hace o no
hace mención de agentes. En el primer grupo es fácil señalar las acciones absurdas, pues
estas siempre son realizadas por los agentes en el chiste. El segundo grupo de chistes es
un poco más problemático, porque ¿cómo puede haber una acción absurda si ni siquiera
hay agentes mencionados en este tipo de chistes? Usaré un ejemplo de cada tipo de
chiste para facilitar la comparación:
Un ejemplo del primer grupo de chistes, es decir, de los chistes que sí mencionan
a agentes es el siguiente:
(1)

Jaimito estaba en el salón de clase con sus compañeros, como la profesora no


llegaba, todos los alumnos comenzaron a hacer alboroto.

Cuando llegó la profesora vio el desorden que había y comenzó a interrogar a


los niños.

- Juanita, ¿Qué ha hecho tú?

- Yo dibujé en la pizarra.

- Pedrito, y tú, ¿Qué hiciste?

- Yo tiré mi pupitre contra el suelo.

- Jaimito, y tú, ¿Qué hiciste?

- Yo tiré serpentina por la ventana.

- Caramba, aprendan de Jaimito que no es un malcriado como ustedes.

Pero al pasar unos minutos, tocan la puerta de la clase y entra una niña toda
golpeada, la profesora le pregunta:

- ¿Quién eres?
47

- Yo me llamo Serpentina.

Un ejemplo del grupo de chistes que no hace mención a agentes, es el siguiente:


(2)

¿Cuál es el santo de los zapatos?

Sandalia.

En el primer ejemplo, la acción absurda puede ser realizada por alguno de los
varios personajes. Pudo ser la profesora o alguno de los niños. No obstante, en el
segundo ejemplo, no hay ni siquiera un posible agente: no parece haber acción alguna.
El modo de solucionar esto, es simple: basta con hacer explícito el narrador. Es un hecho
que todos los chistes son contados (ya sea de forma escrita u oral) por alguien. Hacer
explícito este narrador permitiría que la acción absurda, sea específicamente el decir
algo absurdo. Así, el siguiente ejemplo se puede formular como sigue:
(2.1)

El payaso preguntó: ¿Cuál es el santo de los zapatos?

Y se contestó así mismo: Sandalia.

En (2.1) se puede estar haciendo explícito un narrador real o uno inventado.


También se puede prescindir del hecho de que los chistes tienen un narrador y se puede
simplemente postular personajes que no modifiquen significativamente 22 al chiste.
(2.2)

Sam preguntó: ¿Cuál es el santo de los zapatos?

22
Con cambio ‘no sustancial’ o ‘no significativo’ de un chiste, me refiero a un cambio tal que si se realiza,
no se juzga que es un chiste distinto. En este sentido, si un cómico dijera (2), (2.1) y (2.2) ante un público,
es probable que se le acuse de haber contado tres veces el mismo chiste.
48

Jaime contestó: Sandalia.

El primer punto importante de este asunto es que hay dos tipos de chistes: los que
tienen agentes y los que podrían ser contados como si los tuvieran (sin modificar
sustancialmente el chiste). En cualquier caso, en esta primera parte del trabajo no
analizaré chistes de la forma (2), sin antes modificarlos a versiones del tipo (2.1) o (2.2).
es decir, si un chiste no presenta agentes, se lo postularé cuando no afecten
significativamente el chiste.
El segundo punto importante, es que, en conclusión, todos los chistes mencionan
(o podrían mencionar) una acción absurda. Este añadido de ‘o podrían mencionar’ es el
motivo por el que la cuarta afirmación se aplica, pero de modo poco indirecto en algunos
casos. Así, en el ejemplo (1) la acción absurda es que la profesora felicitara a Jaimito por
haber lanzado a Serpentina por la ventana. Y en el ejemplo (2), la acción absurda es el
hecho de decir que el santo de los zapatos es San Dalia. Las razones por la que considero
a estas acciones como absurdas son expuestas en secciones subsiguientes, cuando se
hable del absurdo. La siguiente sección se dedica a presentar la teoría de la acción que
luego será utilizada para definir a las acciones absurdas.

2.1. La teoría de la acción y el Principio de caridad de Davidson

En este trabajo se recurre a la teoría de la acción planteada por Donald Davidson


en su artículo Acciones, razones y causas (Davidson, 1995) para dar cuenta de aquello
de lo que hablan los chistes. Con miras a esto, primero se expone la teoría de la acción
presentada en el artículo arriba citado. Más adelante, esto permitirá entender en qué
consiste una acción absurda y en qué consiste la explicación de una acción absurda.
Luego se presenta parte de la teoría de interpretación. Esto permitirá que en capítulos
posteriores se dé cuenta de cómo los chistes logran describir acciones absurdas. La
49

teoría de la interpretación también servirá para dar cuenta de las acciones absurdas que
son acciones lingüísticas (esto incluye a todos los chistes del segundo grupo).
En el artículo Acciones, razones y causas Davidson abre con la siguiente
pregunta: “¿cuál es la relación entre una razón y una acción cuando la razón explica la
acción al dar las razones del agente para realizar la acción?” (Lepore & McLaulin, 1985,
pág. 3)23. A este tipo de explicación Davidson la denominará ‘racionalización’ (Lepore
& McLaulin, 1985, pág. 3). Una razón racionaliza a una acción “sólo si nos lleva a ver
algo que el agente vio, o pensó ver, [como atractivo] en su acción” (Davidson, 1995,
pág. 17). Pero para explicar la acción no basta con señalar que la acción le pareció
atractiva al agente: también es necesario señalar qué fue lo atractivo de la acción para el
agente (Davidson, 1995, pág. 17).
Por lo anterior, cuando un sujeto realiza una acción se puede decir que: (a) el
sujeto tenía una actitud favorable frente a acciones de una clase determinada y que (b) el
sujeto consideraba que la acción que realizó era de ese tipo de acciones (Davidson,
1995, pág. 18). La primera condición, es decir, la de que el sujeto tenía una actitud
favorable, incluye desde deseos e impulsos hasta códigos de deber (Davidson, 1995,
pág. 18). Pero para efecto de brevedad, trataré a todas estas actitudes favorables como un
tipo de deseo o querer. La segunda condición hace referencia a las creencias del sujeto.
Las creencias que le hacen considerar al sujeto que una acción, pertenece al grupo de
acciones favorables.
Con gran frecuencia dar la razón de un agente consiste “en nombrar o la actitud
favorable (a) o la creencia relacionada (b) o ambas” (Davidson, 1995, pág. 18). A la
dupla creencia-actitud favorable Davidson la llama ‘razón primaria’. Davidson procede a
anunciar dos tesis acerca de la razón primaria: la primera, es que “para entender cómo
una razón de cualquier tipo racionaliza una acción, es necesario y suficiente que veamos,
por lo menos en sus rasgos esenciales, cómo construir una razón primaria” (Davidson,

23
“What is the relation between a reason and an action when the reason explains the action by giving the
agents reasons for performing the action?”
50

1995, pág. 18); la segunda tesis es que “la razón primaria de una acción es su causa”
(Davidson, 1995, pág. 18). Davidson ofrece argumentos para ambas tesis, pero para el
desarrollo de la teoría inferencial de los chistes basta con la primera.
Si bien es cierto que “la razón primaria consiste en una creencia y una actitud,
[…] generalmente es ocioso mencionar las dos” (Davidson, 1995, pág. 21). Pongamos
un ejemplo de esto. Si le pregunto a alguien por qué está mirando el partido, su respuesta
puede expresarse a manera de ‘a) quiero hacer algo entretenido y b) juzgo que mirar un
partido de soccer es entretenido’. Donde a) es la actitud favorable frente a cierto tipo de
acciones y b) es la creencia de que una acción pertenece al grupo del que se habla en a).
No es necesario que diga las dos cosas: si dice querer hacer algo entretenido, se puede
inferir que juzga como entretenido mirar el partido; y si dice creer que el soccer es
entretenido, se puede inferir que lo que quiere hacer al mirar el partido es hacer algo
entretenido. Cualquiera que sea su respuesta (ya sea dar la creencia, la actitud favorable
o ambas) lo que el sujeto está haciendo es racionalizar su acción: la está explicando.
¿Qué tipo de explicación es esta? La racionalización es una explicación de tipo
causal, es decir, al dar la razón primaria de una acción se están dando sus causas
(Davidson, 1995, pág. 18). Siendo que la racionalización es una explicación causal,
¿qué la distingue de otros tipos de explicación causal? La racionalización de una acción,
a diferencia de una explicación física o neurológica, también la justifica (Lepore &
McLaulin, 1985, pág. 7) (Davidson, 1995, pág. 24).
Volviendo al ejemplo de quien está mirando un partido. Una explicación
neurocientífica (también causal) de este evento podría hacer mención de los impulsos
electroquímicos en el cerebro del que ve el partido y la relación de estos impulsos con
otras partes del cuerpo del sujeto. No obstante, no justificaría la acción del sujeto: no
muestra su acción dentro de un esquema racional. Por otro lado, dar una razón primaria
51

“provee al agente con un razonamiento o bases para su actuar, al menos desde los
valores del agente” (Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7)24.
En este papel de justificación, la relación entre la razón primaria y la acción a la
cual racionaliza es una relación lógica (Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7). Según
Davidson esta relación lógica puede ser representada mediante un silogismo deductivo:
“siempre es posible construir (con un poco de ingenio) un silogismo cuyas premisas
correspondan a la creencia y la actitud primaria de una acción, y de las cuales se sigue
que la acción tiene alguna ‘característica de deseabilidad’” (Davidson, 1995, págs. 23-
25). La conclusión de este silogismo práctico es que la acción en cuestión es deseable
(Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7). Y en esto consiste la justificación de la acción: que
en el momento en que el agente realizó la acción “había algo que decir a favor de la
acción” (Davidson, 1995, pág. 24).
Supongamos que, siguiendo un ejemplo de Davidson, yo toco el botón y
enciendo el televisor. Sin saberlo, le hago saber a mi madre que no me he ido a dormir.
Puedo explicar mi acción diciendo ‘toqué el botón porque quería ver televisión’ y de
este modo, racionalizo mi acción de haber tocado el botón. Por otro lado, también le hice
saber a mi madre que aún no me había dormido, pero yo no quería ni sabía que ocurriría
eso. El haber tocado el botón, el haber encendido el televisor y el haberle hecho saber a
mi madre que seguía despierto son un mismo evento: no tuve que hacer tres cosas, sólo
hice una. Aquí no se han enunciado tres acciones distintas: se ha descrito una sola acción
de tres maneras distintas (Davidson, 1995, pág. 19).
Ahora, si ‘toqué el botón’ es el mismo evento que ‘alerté a mi madre’, y dado a
que ‘quería ver televisión’ racionaliza por qué ‘toqué el botón’, entonces ¿‘quería ver
televisión’ también racionaliza al hecho de que ‘alerté a mi madre’? La respuesta es que
no. Y esto se debe a que la razón primaria sólo racionaliza a una acción bajo cierta
descripción. Así pues, la explicación que se haga de una acción depende en gran medida

24
“What makes a primary reason a reason for acting in a certain way is that it provides the agent with a
rationale or grounds for so acting, at least given the agent´s values.”
52

del modo en que se hable de la acción. Dicho de otro modo, la racionalización de una
acción depende de la forma en que se describa a la acción. Es por esto por lo que se hace
necesaria una caracterización un poco más precisa de la razón primaria

R es una razón primaria por la que un agente realizó la acción A en la


descripción d, solo si R consiste en una actitud favorable del agente hacia las
acciones que poseen cierta propiedad y en una creencia suya de que A en la
descripción d tiene esa propiedad (Davidson, 1995, pág. 20).

La idea de que la forma en que se describe una acción es relevante a la hora de


que esta sea racionalizada, permite evitar contradicciones. En el ejemplo anterior ‘Toqué
el botón’ puede ser caracterizado como voluntario mientras que ‘le hice saber a mi
madre que estaba despierto’ fue involuntario. Y dado a que se está hablando de la misma
acción, se concluiría que la acción fue voluntaria e involuntaria. No obstante, al poner
atención a la forma de hablar acerca del evento se puede evitar la contradicción diciendo
que bajo una descripción la acción es voluntaria y bajo otra descripción es involuntaria.
La importancia de la noción de descripción no se detiene en evitar
contradicciones. La descripción está en la base misma de lo que es una explicación. De
hecho, racionalizar una acción consiste en re-describir la acción.

Cuando explicamos una acción dando una razón, de hecho redescribimos la


acción; redescribir la acción le asigna a ésta un lugar en un patrón y, de esta
manera, se explica la acción. […] a los sucesos se les redescribe, con
frecuencia, en términos de causas. (Supóngase que alguien fue lastimado.
Podríamos redescribir este suceso ‘en términos de una causa’ diciendo que
fue quemado) (Davidson, 1995, pág. 25).

Por tanto, se puede decir que explicar y racionalizar son formas redescribir una
acción. Lo particular de la forma de redescribir llamada ‘racionalizar’, es que esta
redescripción inserta a la acción en un patrón racional (lo justifica y lo explica). Por
ejemplo: Si un sujeto ha sido lastimado, se puede redescribir este suceso diciendo que
‘su esposa lo ha dejado’. Donde la causa de que esté lastimado, sirve tanto para explicar
por qué está de ese modo; como para describir a la acción misma.
53

Al realizar estas redescripciones, lo que se hace es ofrecer una interpretación de


la acción del agente. Estas interpretaciones permiten responder a preguntas como ‘¿qué
carajos está haciendo esa persona?’:

Cuando preguntamos por qué alguien actuó como lo hizo queremos que se
nos dé una interpretación. Su conducta nos parece extraña, rara, extravagante,
carente de sentido, inapropiada, incoherente; o quizás, no reconozcamos en
ella ninguna acción. Cuando nos enteramos de su razón tenemos una
interpretación, una descripción nueva de lo que hizo, que lo hace encajar
dentro de un modo familiar de ver las cosas (Davidson, 1995, pág. 25).

Una vez logramos racionalizar, redescribir o interpretar la acción que un


principio nos desconcertó, podemos comprender al individuo: podemos ver cómo encaja
su acción dentro de un modo familiar de ver las cosas.
Recapitulemos un poco. Una razón primaria consiste en (a) una actitud favorable
ante cierto tipo de acción y en (b) la creencia de que cierta acción pertenece al grupo de
acciones favorables. Dar la razón primaria de una acción es racionalizarla. La
racionalización de una acción es una explicación de tipo causal y es una justificación de
la acción: la racionalización es una explicación causal porque la razón primaria de una
acción es su causa; la racionalización es una justificación porque hay una relación lógica
entre el contenido proposicional de la acción primaria y el contenido proposicional de
una descripción de la acción (relación lógica que se puede representar mediante un
silogismo) (Lepore & McLaulin, 1985, pág. 10). La razón primaria racionaliza a una
acción sólo bajo cierta descripción: no cualquier descripción de la acción tiene un
contenido proposicional que se relacione lógicamente con el contenido proposicional de
la razón primaria25. La racionalización de una acción es de hecho una redescripción: una
nueva manera de describirlo que permite hacerlo encajar en un patrón de racionalidad.
Racionalizar una acción es interpretarla.

25
El contenido proposicional de la razón primaria consistiría en el contenido proposicional de la creencia
y en el contenido proposicional de la actitud favorable.
54

Así pues, quien intente racionalizar una acción estará intentando interpretar la
acción. Por tanto, llamemos ‘intérprete’ al que describe las acciones de un agente. Lo
que hace el intérprete es buscar descripciones de las acciones del agente que encajen con
el ‘modo familiar de ver las cosas’. Surge la pregunta de si hay criterios que ayuden a
discriminar entre una buena y una mala interpretación. Dicho de otro modo, ¿hay
criterios que le permitan al intérprete escoger las descripciones que harán encajar a las
acciones del agente dentro de un patrón de racionalidad? Lo que aquí se busca es una
guía que le ayude a entender a un agente. Dado a que las racionalizaciones
(redescripciones) son interpretaciones, buscar esta guía en algunos elementos de la teoría
del significado de Davidson no parece ser un abuso. El elemento que servirá de guía
para el que intenta entender la conducta de un agente es el ‘Principio de caridad’.
Para Davidson el Principio de caridad es condición necesaria para la
comprensión: “la caridad nos es impuesta; nos guste o no, si queremos comprender a los
demás, debemos darlos por acertados en la mayor parte de los asuntos” (Davidson, 1990,
pág. 202). Lo que busca este principio es maximizar el acuerdo entre el hablante y el
intérprete, en el sentido de hacer que el hablante esté en lo cierto la mayoría de las veces
(Davidson, 1991, pág. 365).
Este principio no está justificado en un hecho empírico según el cual las personas
tienden a tener creencias verdaderas: “lo que justifica el procedimiento es el hecho de
que tanto el acuerdo como el desacuerdo son inteligibles solamente en contraste con un
trasfondo de acuerdo sustancial” (Davidson, 1991, pág. 366). Dicho de otro modo, la
única manera en que se logra saber si alguien está equivocado es si se supone que tiene
razón en muchas otras cosas. De no ser así, la idea del error o la creencia falsa es
ininteligible.
Si se supone que todas las creencias de un hablante son falsas, lo que se está
asumiendo es que no dice ni sabe nada del mundo: no se estará tomando a sus
expresiones como portadores de sentido. Ahora bien, el Principio de caridad no sólo
55

exige que se le atribuyan creencias verdaderas a la criatura a la que se quiere interpretar,


sino que también es necesario atribuirle auto-consistencia.

La caridad al interpretar las palabras y los pensamientos de otros es también


inevitable en otra dirección: así como tenemos que maximizar el acuerdo, o
corremos el riesgo de no conferir sentido a aquello sobre lo que el extranjero
está hablando, así también tenemos que maximizar la auto-consistencia que
le atribuimos, so pena de no comprenderle (Davidson, 1991, pág. 325).

Así pues, el Principio de caridad se puede entender como compuesto por dos
sub-principios: uno de los cuales exige atribuirle creencias verdaderas al agente cuya
conducta que se quiere interpretar y el otro sub-principio exige atribuirle consistencia
consigo mismo. En otro de sus ensayos, Davidson expone esto con mayor claridad

…dos principios clave que deben aplicarse si un hablante puede ser


interpretado: el Principio de Coherencia y el Principio de Correspondencia.
El Principio de Coherencia lleva al intérprete a descubrir un cierto grado de
consistencia lógica en el pensamiento del hablante; el Principio de
Correspondencia lleva al intérprete a considerar que el hablante está
respondiendo a los mismos rasgos del mundo a los que él (el intérprete)
responde en circunstancias similares (Davidson, 2003, pág. 288).

El Principio de coherencia junto con el Principio de correspondencia componen


el Principio de Caridad. Así, de acuerdo con el Principio de caridad, para entender a un
hablante hay que suponer que tiene creencias verdaderas y que sus pensamientos tienen
un grado de consistencia lógica. Hasta ahora lo que se ha expuesto es el Principio de
caridad, pero este principio fue formulado para la interpretación de emisiones
lingüísticas, no para la interpretación de todo tipo de acción. Siendo así, ¿cómo puede el
Principio de caridad servir como guía a la hora de racionalizar las acciones de un
agente? La respuesta radica en las estrechas relaciones entre lenguaje y acción.
La primera relación que se puede señalar es que hablar es una acción: “los
discursos interpretables no son nada más que (esto es, son idénticos con) acciones
realizadas con varias intenciones no lingüísticas (aconsejar, controlar, divertir, distraer,
56

insultar)” (Davidson, 1991, pág. 355). Una segunda relación es que se necesita del
lenguaje para entender las acciones. Como se vio más arriba, la forma en que
describimos una acción determina la forma en que a entendemos. Y dado a que las
descripciones ocurren en el lenguaje, es claro que para entender las acciones se requiere
recurrir al lenguaje. Por último, una tercera relación entre lenguaje y acción que se
puede indicar es que entender a ambas es necesario para poder adscribir racionalidad:

Si no podemos encontrar un modo de interpretar las emisiones y otra


conducta de una creatura en tanto que revelando un conjunto de creencias en
gran parte consistentes y verdaderas de acuerdo con nuestros propios
estándares, no tenemos razón alguna para tener en cuenta a esa creatura como
racional, o como diciendo algo (Davidson, 1991, pág. 366).

Y ese ‘modo de interpretar las emisiones y otra conducta de una creatura en tanto
que revelando un conjunto de creencias en gran parte consistentes y verdaderas de
acuerdo con nuestros propios estándares’ es justamente lo que se supone en el Principio
de caridad. En conclusión, el Principio de caridad se puede (y debe) utilizar como guía a
la hora de interpretar la conducta de un agente: pues de otro modo no se podría decir que
el agente es racional, y, por ende, ni siquiera se podría estar hablando de acciones.
Una vez justificado el uso del Principio de caridad para la selección entre
interpretaciones posibles de una acción, el siguiente paso es reformular el Principio de
caridad de tal modo que se aplique explícitamente sobre acciones y agentes. Para ello,
recordemos que el Principio de caridad puede ser entendido como conformado por dos
sub-principios: el Principio de correspondencia y el Principio de coherencia. Al
reformular estos dos sub-principios para que se apliquen directamente a la interpretación
de acciones, quedaría más o menos como sigue. A la hora de describir, racionalizar,
explicar o interpretar una acción se debe suponer que:
a. El agente actúa de modo coherente. Lo cual es atribuirle la capacidad de
usar lógica.
57

b. El agente realiza acciones corresponden con las situaciones en las que se


halla. Lo cual es atribuirle la posesión de creencias verdaderas.

Esto significa que para interpretar (entender) las acciones de un agente debemos:
(a) describir sus acciones de tal modo que las descripciones sean coherentes entre sí; y
debemos (b) describir las acciones suponiendo que la mayoría de las creencias del
agente son verdaderas. Puesto en una sola palabra: a la hora de describir las acciones de
un agente, debemos suponer que el agente es racional.
El énfasis en este capítulo está puesto en el análisis de la acción. Por ello, ante las
emisiones lingüísticas no se analizarán las palabras emitidas sino a la acción de haberlas
emitido. Esto quiere decir que no se pondrá atención al significado de la oración más
que para inferir alguna creencia o deseo del agente que la emite: “sabiendo que [el
hablante] mantiene que la oración es verdadera, y, conociendo el significado, podemos
inferir su creencia” (Davidson, 1991, pág. 364). En este capítulo, el lenguaje está en
función de la comprensión de la acción.

2.2. Las acciones absurdas entendidas desde la teoría de la acción

Una vez asentada la terminología, podemos pasar a hablar de los componentes de


los chistes. El primer componente en la definición de los chistes es el que afirma que en
todos los chistes hay alguna oración que describe a una acción absurda. El propósito de
esta sección es dar una definición de lo que es una ‘acción absurda’. Para esto, se parte
de nociones intuitivas y se les reformula en términos de la teoría de la acción y del
Principio de caridad.
La noción intuitiva desde la que se parte es que estamos frente a una acción
absurda cuando “[la] conducta nos parece extraña, rara, extravagante, carente de sentido,
inapropiada, incoherente; o quizás, no reconozcamos en ella ninguna acción” (Davidson,
1995, pág. 25). Una acción absurda es una que no encaja en el patrón de racionalidad
58

que le adscribimos al agente. Así pues, la noción de ‘acción absurda’ de la que pienso
partir es que una acción es absurda cuando hace que el agente que la realizó no parezca
racional.
Se pueden reconocer dos formas en que una acción hacer que el agente que las
realiza no parezca racional. La primera forma se da cuando la acción parece ir en contra
de las razones que le adscribimos al agente. Este es el tipo de conducta que nos “parece
extraña, rara, extravagante, carente de sentido, inapropiada, incoherente” (Davidson,
1995, pág. 25). La segunda forma de absurdo se da cuando la acción no está justificada
por ninguna de las razones que le adscribimos al agente. En este caso, la acción no
parece haber sido realizada por razón alguna, este es el tipo de conducta en el que
“quizás, no reconozcamos en ella ninguna acción” (Davidson, 1995, pág. 25).
Así pues, se reconocen dos tipos de acciones absurdas: las que son absurdas por
ser incoherentes con las razones que se le adscriben al agente; y las que son absurdas por
ser inconexas con las razones que se le adscriben al agente. Notamos que estamos frente
a un absurdo al intentar dar con las razones primarias de la acción. Debido a esto, la
definición de lo que es una acción absurda también depende de la teoría de la acción,
más específicamente, depende de la atribución de razones. Ahora, puesto que dar la
razón primaria de una acción es simultáneamente explicarla, racionalizarla, re-
describirla e interpretarla, hay varias definiciones disponibles de los tipos de absurdo. En
la siguiente serie de definiciones, el primer numeral de cada uno se refiere a las acciones
absurdas por incoherencia; mientras que el segundo numeral de cada definición se
refiere a los absurdos por inconexión.
Partiendo desde las explicaciones de las acciones, una acción es absurda si se da
uno de los siguientes casos:
1. La explicación de la acción es mutuamente excluyente con otras
explicaciones que se hacen de la conducta agente.
2. La explicación de la acción no se puede obtener a partir de otras
explicaciones de la conducta del agente.
59

Partiendo desde las razones de las acciones, una acción es absurda si se da uno de
los siguientes casos:
1. Las razones de la acción son incoherentes con otras razones del agente.
2. Las razones de la acción son inconexas con otras razones del agente.

Y partiendo desde las descripciones de las acciones, una acción es absurda si se


da uno de los siguientes casos:
1. La descripción de la acción es incompatible con la descripción de otras
acciones del agente.
2. La descripción de la acción no se sigue de la descripción de razones ya
atribuidas al agente.

De acuerdo con estas definiciones, una acción es absurda sólo en relación con las
razones que se le atribuyen al agente: una acción es absurda solo en relación con un
patrón de racionalidad. Como se puede notar, hay una cierta simetría entre los tipos de
acciones absurdas que reconozco y los sub-principios del Principio de caridad: el sub-
principio de coherencia y el sub-principio de correspondencia.
Las acciones absurdas por inconexión parecen ser casos en los que el agente
tiene la creencia falsa de que está justificado para actuar del modo en que lo hace. Parece
ser entonces que, en las acciones absurdas por inconexión el principio por
correspondencia estaría fallando en cierto modo. Por otro lado, las acciones absurdas por
incoherencia serían casos claros en los que suponer que el agente es coherente (Principio
de coherencia) muestra ser un error.
Dos anotaciones importantes: la primera, es que las acciones son absurdas con
relación a razones y lo que se relaciona con las otras razones es la explicación, la
descripción o las razones de la acción. Así pues, se puede concluir que en realidad son
las razones las que son absurdas entre sí. Y esto implica que las actitudes favorables
pueden ser absurdas entre sí, que las creencias pueden ser absurdas en relación con otras
60

creencias y que las creencias pueden ser absurdas en relación con las actitudes. A
continuación, presento un ejemplo para cada uno de estos casos.
Absurdo entre actitudes favorables: desear comer hamburguesas todos los días es
incoherente (absurdo) con el deseo de bajar de peso. Desear leer a Heidegger porque se
desea entender el funcionamiento de un motor es absurdo, pues ambos deseos son
inconexos entre sí: la actitud favorable ante una cosa no justifica la actitud favorable
ante la otra.
Absurdo entre creencias: la creencia de que los duendes son verdes es
incoherente (absurda) con la creencia de que los duendes son invisibles. Creer que una
historia es buena porque se cree que la escribió alguien heterosexual es absurdo (por
inconexión), pues ambas creencias son inconexas entre sí: la creencia en una cosa no
justifica la creencia en la otra.
Absurdo entre creencias y deseos: la creencia de que no hay un Dios es
incoherente (absurda) con el deseo de recibir la extremaunción. Desear una pizza porque
se cree que los carros fueron un gran invento es absurdo (por inconexión), pues la
creencia no justifica al deseo de comer pizza.
A pesar de esta anotación, es decir, a pesar de que el absurdo ocurre en realidad
entre razones, el énfasis de mi trabajo recae en las acciones. Por dos motivos: el primero
es que dar las razones de una acción es sólo otro modo de describirlo, así que el absurdo
entre razones se puede entender como un absurdo entre descripciones de acciones; y el
segundo motivo, es que en los chistes es más usual encontrar descripciones de acciones
que la enunciación explícita de las razones de la acción (es más usual que un chiste diga
‘un hombre entró a un bar’ a que diga explícitamente por qué entró).
La segunda anotación que cabe hacer es que las acciones no son los únicos
medios disponibles para atribuirle razones a un agente. Lo que se dice de un agente y la
situación en la que se halla el agente, son otros dos criterios que sirven a la hora de
adscribirle razones a los agentes. Por ejemplo, si se dice que cierto agente es un católico,
el intérprete ya puede adscribirle al agente creencias como el de que ‘cree que Dios
61

existe’. Si se dice que un agente es un filósofo, ya se le puede adscribir el deseo de


encontrar un empleo. Dar la situación en la que se halla el agente también sirve como
criterio para adscribirle razones. Por ejemplo, si se dice que un agente acaba de perder
las llaves de su auto, el intérprete puede adscribirle el deseo de buscarlas y la creencia de
que no sabe dónde están las llaves. Esta anotación es importante, pues los chistes suelen
recurrir a estereotipos (nacionalidades, etnias, géneros) y a situaciones (un naufragio, un
bar, un divorcio) para que le atribuyamos razones a los agentes en el chiste26.
Ahora bien, en la introducción a este capítulo se mencionó una clasificación de
los chistes según si tenían personajes o no. Curiosamente, hay una ligera simetría entre
dicha clasificación y la clasificación de los tipos de absurdos: la mayoría de los chistes
con personajes, presentan una acción absurda por incoherencia; mientras que la mayoría
de los chistes que no requieren de personajes, presentan absurdos por inconexión. En las
siguientes dos secciones se mencionan algunos ejemplos y se elabora un poco más
acerca de cada tipo de absurdo.

2.2.1. Las acciones absurdas por incoherencia

En la sección inmediatamente anterior afirmé que una acción es absurda por


incoherencia cuando:
1. La explicación de la acción es mutuamente excluyente con otras
explicaciones que se hacen de la conducta agente.
2. Las razones de la acción son incoherentes con otras razones del agente.
3. La descripción de la acción es incompatible con la descripción de otras
acciones o con la descripción de algunas razones del agente.

26
En ocasiones, los estereotipos a los que recurren son los chistes son ofensivos. Los debates acerca de
cuándo es o no ofensivo un chiste, aunque de gran interés, no serán parte de este trabajo. No obstante, hay
algo que se puede señalar al respecto: lo que hace que un chiste sea ofensivo probablemente sea la
inclusión de elementos que previamente ya eran ofensivos. Es decir, lo ofensivo del chiste residiría en que
incluya ideas que por sí solas, ya resultaban ofensivas.
62

Es importante resaltar que estas tres no son condiciones distintas, sino que son la
misma condición reformulada de tres maneras distintas. Esto es posible gracias a que dar
la explicación de una acción, es dar las razones por las que se hizo; y dar las razones por
las que se hizo, es una forma de re-describir la acción.
Un modo adicional de entender a las acciones absurdas por incoherencia es el
siguiente: las acciones de este tipo son acciones irracionales. El fenómeno de la
irracionalidad, su explicación y el hecho de que sea posible, es pensado en varios
trabajos de Davidson. En uno de sus ensayos Davidson afirma que la irracionalidad
“[…] es el fallo, dentro de un mismo individuo, de la coherencia o consistencia en su
patrón de creencias, actitudes, emociones, intenciones y acciones” (Davidson, 2004, pág.
170)27. La irracionalidad, entonces, es claramente un asunto de incoherencia 28. Para
esclarecer la idea de un absurdo por incoherencia, tomemos algunos ejemplos.
Supongamos que Carl va saliendo de la casa, ve que empieza a llover, entra de
nuevo y sale con un paraguas en la mano. Y supongamos ahora que Carl sigue
caminando bajo la lluvia sin abrir el paraguas hasta llegar a su destino. A las primeras
acciones de Carl es normal entenderlas como efectos de razones tales como ‘Carl no
quería mojarse’. Sin embargo, a la acción de caminar bajo la lluvia sin abrir el paraguas
se puede entender como que Carl quería mojarse. Por ello, bajo estas descripciones, la
acción de caminar bajo la lluvia sin abrir el paraguas es incoherente con las demás 29.

27
“The sort of irrationality that makes conceptual trouble is not the failure of someone else to believe or
feel or do what we deem reasonable, but rather the failure, within a single person, of coherence or
consistency in the pattern of beliefs, attitudes, emotions, intentions, and actions (Davidson, , 2004, pág.
170).
28
Por ello, podría surgir la pregunta de por qué no denomino ‘irracionales’ a este tipo de absurdo. El
motivo es que deseo que se haga patente cierta simetría entre los tipos de absurdo que reconozco en este
capítulo, y los que reconozco en el siguiente.
29
En situaciones así, lo usual es suponer que operan ciertas ‘causas ocultas’ (Davidson, 1995). Así, dado a
que ya aplicamos principios caritativos a la hora de entender las acciones de los demás, enfrentados con
una acción incoherente con otra tendemos a suponer que hay una razón que ignoramos: el paraguas es para
alguien más, Carl se acordó de que el paraguas no servía cuando ya lo tenía en la mano, etc. No obstante,
el punto importante aquí, es que la acción de no abrir el paraguas es incoherente con las acciones de ir a
buscarlo y las demás. La suposición de razones para explicar los absurdos se explorará más a fondo en la
sección 3 de esta primera parte del trabajo.
63

Hay, gracias a las tres formulaciones de lo que es un absurdo por incoherencia, al


menos tres modos de dar cuenta de que dicha acción sea incoherente:
1. Primer modo: la explicación de por qué no abrió la sombrilla es excluyente
con la explicación de por qué la fue a buscar. Pues de acuerdo con una
explicación Carl no quería mojarse y de acuerdo con la otra explicación, Carl
sí quería mojarse.
2. Segundo modo: las razones por las que no abrió la sombrilla son incoherentes
con las razones por las que la fue a buscar la sombrilla.
3. Tercer modo: la descripción ‘Carl buscó la sombrilla porque no quería
mojarse’ es incompatible con la descripción ‘Carl dejó cerrada la sombrilla
porque quería mojarse’; pues la primera implica ‘Carl buscó la sombrilla y no
quería mojarse’, mientras que la segunda descripción implica ‘Carl y quería
mojarse’.

Otro ejemplo de una acción absurda por incoherencia es el siguiente. María tiene
laringitis. Alguien le ofrece un helado y lo rechaza, alegando que debe cuidar su
garganta. Pide que más bien le den un cigarrillo. El deseo de fumar un cigarrillo es
incoherente con su deseo de cuidar su garganta. Si después de leer lo anterior no se tiene
la impresión de que María está haciendo algo incoherente, es porque se ha logrado
incluir a la acción de María en un esquema amplio de racionalidad. Un modo rápido en
que se logra que la acción de María parezca más un error que una incoherencia, es
suponer que María ignora el daño que provoca el cigarrillo.
El tercer ejemplo es el siguiente. Supongamos que una profesora quiere que sus
alumnos se comporten bien, y por eso pone como ejemplo a Jaimito. Es decir, quiere que
sus alumnos se comporten como Jaimito. No obstante, Jaimito lanzó a una niña por la
ventana. No diríamos, por tanto, que Jaimito se portó bien. Y, por ello, poner a Jaimito
de ejemplo es incoherente con el deseo de que los niños se comporten bien. Este ejemplo
es la acción absurda del chiste (1) mencionado en la introducción de este capítulo. El
chiste era este:
64

(1)

Jaimito estaba en el salón de clase con sus compañeros, como la profesora no


llegaba, todos los alumnos comenzaron a hacer alboroto.

Cuando llegó la profesora, vio el desorden que había y comenzó a interrogar


a los niños.

- Juanita, ¿Qué ha hecho tú?

- Yo dibujé en la pizarra.

- Pedrito, y tú, ¿Qué hiciste?

- Yo tiré mi pupitre contra el suelo.

- Jaimito, y tú, ¿Qué hiciste?

- Yo tiré serpentina por la ventana.

- Caramba, aprendan de Jaimito que no es un malcriado como ustedes.

Pero al pasar unos minutos, tocan la puerta de la clase y entra una niña toda
golpeada, la profesora le pregunta:

- ¿Quién eres?

- Yo me llamo Serpentina.

2.2.2. Las acciones absurdas por inconexión

La noción intuitiva de este tipo de absurdo es que se da cuando una acción no


tiene nada que ver con los eventos precedentes. En términos más precisos, una acción es
absurda por inconexión cuando:
65

1. La explicación de la acción no se puede obtener a partir de otras


explicaciones de la conducta del agente.
2. Las razones de la acción no tienen conexión lógica con otras razones del
agente.
3. La descripción de la acción no se sigue de la descripción de razones ya
atribuidas al agente.

De nuevo, son tres modos distintos de reformular la misma idea 30. A las acciones
absurdas por inconexión también se les podría denominar acciones ‘arracionales’. No en
el sentido de que sean acciones hechas sin ninguna razón en absoluto (pues si un evento
no es causado por una razón, no se le puede llamar acción), sino en el sentido de que no
es realizada por ninguna de las razones que se le adscriben al agente.
Tomaré varios ejemplos para desarrollar la idea de absurdo por inconexión.
Supongamos que Manuel entra a una tienda, el tendero le pregunta ‘¿Qué se le ofrece?’
y Manuel contesta, ‘Napoleón Bonaparte tenía un computador’. No sería de extrañar que
el tendero necesitara preguntar por las razones de Manuel, es decir, no sería de extrañar
que esto le pareciese absurdo al tendero.
Hay tres modos en los que se puede dar cuenta de que esta es una acción absurda:
1. Primer modo: La explicación de por qué Manuel dijo ‘Napoleón Bonaparte
tenía un computador’ no se puede obtener a partir de la explicación de por
qué Manuel fue a la tienda. 31
2. Segundo modo: Las razones para decir ‘Napoleón Bonaparte tenía un
computador’ no tienen conexión lógica con las razones para entrar a una

30
Curiosamente este tipo de absurdo ocurre casi exclusivamente en un tipo de acción: en la acción
lingüística. Esto se podrá notar en los ejemplos que siguen.
31
Se puede alegar que la explicación de que haya proferido lo de Napoleón se obtiene de la explicación
por la que entró a la tienda, si la razón por la que entró a la tienda fue porque quería decir lo de Napoleón.
Pero esto, me parece, no soluciona el problema. Porque entonces lo que no se sigue de un esquema de
racionalidad que atribuiríamos normalmente, es que haya querido entrar a una tienda para decir eso acerca
de Napoleón.
66

tienda. Es decir, las razones para entrar a la tienda no justifican que se afirme
‘Napoleón Bonaparte tenía un computador’.
3. Tercer modo: La descripción de haber dicho ‘Napoleón Bonaparte tenía un
computador’ no se sigue de la descripción de la acción de entrar a la tienda.

Ahora bien, es perfectamente natural que se tengan razones que sean inconexas
entre sí sin que esto sea absurdo: mis razones para sacar la basura no tienen ninguna
relación con mis razones para leer a Derrida y esto no tiene nada de absurdo. El
problema del absurdo no surge con las razones tomadas de manera aislada, sino que
surge precisamente en el momento de relacionarlas. De ese modo, mientras que tener
razones para leer a Derrida y tener razones distintas para sacar la basura no tiene nada de
absurdo, intentar justificar a una cosa por la otra sí es absurdo: que se lea a Derrida
porque se quiere sacar la basura es absurdo.
Anteriormente se mencionó una simetría entre los tipos de absurdo y los sub-
principios de caridad (el principio de coherencia y el de correspondencia). Ahora,
mientras que es claro por qué una acción absurda por incoherencia supone un problema
para el principio de coherencia, no es muy claro por qué una acción absurda por
inconexión supone un problema para el principio de correspondencia. ¿Qué tipo de
vínculo hay entre la correspondencia y la inconexión? El vínculo es este: el principio de
correspondencia concierne al tema de las creencias verdaderas del agente, y las acciones
absurdas por inconexión son un caso en el que el agente parece tener un tipo particular
de creencia falsa. La creencia falsa del agente es acerca de qué justifica a qué: creer que
A justifica a B, cuando este no es el caso. Por ejemplo, si la acción de un agente es
golpear a ancianas con un bate y la razón que se le atribuye a esa acción es que busca la
cura para el cáncer, entonces se le puede adscribir al agente la falsa creencia ‘golpear a
ancianas me ayudará a conseguir la cura para el cáncer’.
Una consecuencia de entender como absurdas las acciones cuyas razones no
están justificadas, es que las acciones que se realizan ‘porque sí’, serían absurdas.
67

Acciones como golpear una rama porque se quiere golpear una rama, o entrar a una
tienda sólo porque se quiere entrar a una tienda, serían absurdas. No tengo problemas
con esta consecuencia, pero reconozco que puede no ser intuitivo para algunos. Una
segunda consecuencia, es que enunciar una falacia también consistiría en realizar un acto
absurdo, pues una falacia consiste en afirmar algo a partir de premisas que no lo
justifican.
Otro ejemplo de una acción absurda por inconexión de sus razones es el
siguiente, el cual se halla en el chiste (2.1) mencionado en la introducción al segundo
capítulo de este trabajo.

(2.1)

El payaso preguntó: ¿Cuál es el santo de los zapatos?

Y se contestó así mismo: Sandalia.

Haber preguntado cuál era el santo de los zapatos no justifica decir ‘Sandalia’.
De hecho, afirmar ‘El santo de los zapatos es sandalia’ es tan absurdo como decir ‘El
santo de los zapatos es mesa’. Las razones que se le pueden adscribir al agente para decir
lo primero no justifican de modo alguno a lo segundo que dice. Esto sugiere que proferir
una oración absurda es ya hacer algo absurdo. En el tercer capítulo de este trabajo se
ofrece una definición de lo que es una oración absurda. Por ahora, basta con la idea de
que proferir algo absurdo es hacer algo absurdo.

2.3. La explicación de la acción absurda

Hasta ahora se ha tratado la primera condición para que un conjunto de oraciones


sea un chiste: la de que debe haber alguna oración que describa a una a una acción
absurda. En esta sección se hablará de la segunda y tercera condición: la de que debe
68

haber alguna explicación disponible para la acción absurda y esa explicación se puede
obtener re-describiendo alguno de los eventos descritos en el conjunto de oraciones. Para
empezar, recordemos lo que dice Davidson acerca de las acciones que nos causan
desconcierto (las acciones absurdas):

Cuando preguntamos por qué alguien actuó como lo hizo queremos que se
nos dé una interpretación. Su conducta nos parece extraña, rara,
extravagante, carente de sentido, inapropiada, incoherente; o quizás, no
reconozcamos en ella ninguna acción. Cuando nos enteramos de su razón
tenemos una interpretación, una descripción nueva de lo que hizo, que lo
hace encajar dentro de un modo familiar de ver las cosas (Davidson,
1995).

Así pues, al encontrarnos ante una acción absurda lo que hacemos como
intérpretes es buscar la razón de la acción. Encontrar una razón para la acción es lo que
nos permite hacer que la acción encaje en el patrón de racionalidad que se le adscribe al
agente. ¿Qué puede hacer el intérprete frente a una acción absurda? ¿cómo puede
obtener la razón primaria que necesita para acomodar la acción en el patrón de
racionalidad? Hay al menos dos opciones: la primera consiste en conseguir nueva
información y la segunda opción consiste en repensar la información disponible.
Usando el método de procurarse nueva información, el intérprete puede, por
ejemplo, hacer preguntas: dada la acción absurda, el intérprete le puede preguntar al
agente cuáles son las razones por las que realizó la acción. Por ejemplo, si al agente que
golpeaba ancianas le preguntamos cuál es la causa de su acción y él contestase ‘ellas
tienen la cura para el cáncer, pero no lo quieren compartir con el mundo’, entonces se
obtendría una razón para su acción y ésta dejaría de ser absurda (aunque sería de igual
modo moralmente reprochable). Esta opción, la de conseguir información adicional, no
es la propia del chiste. De ser así, cualquiera que se viera en la obligación de dar una
explicación de su conducta, estaría contando un chiste al justificarse. Si la manera en
que se obtiene la explicación del absurdo fuera mediante la obtención de nueva
información, entonces cualquier investigación antropológica que recolectara datos para
69

explicar alguna costumbre de una tribu, estaría haciendo un chiste. Y estas dos
consecuencias son claramente falsas.
Dado lo anterior lo propio de los chistes es entonces que la explicación del
absurdo se obtenga el otro modo, es decir, que se obtenga repensando la información ya
disponible. Para entender en qué consiste este proceso, se puede recurrir a algunos
elementos de lo que dice Bjørn Torgrim Ramberg acerca de la teoría de la interpretación
radical.
Para Ramberg, lo que hace el intérprete Davidsoniano frente a un hablante es la
creación constante de teorías. Cada nueva teoría interpretativa busca relacionar de
manera más óptima que la anterior, la conducta del hablante con las creencias e
intenciones que más probablemente tendría. Según Ramberg un buen motivo para dudar
de una teoría en particular es cuando se presenta un enunciado que no concuerda con el
resto de la teoría. Ante uno de estos enunciados extraños lo que hace el intérprete es
modificar la teoría, cambiarla por otro sistema que relacione creencias, intensiones y
comportamientos de un modo distinto. Esto muestra que “…el modelo de la
interpretación radical debe ser entendido como un proceso, no como un modelo de la
competencia semántica de estado estático” (Ramberg, 1989, pág. 78) 32. Es decir, desde
la lectura de Ramberg, interpretar es un ejercicio continuo en el que la asignación de
creencias e intenciones es regulada constantemente por la observación del
comportamiento del hablante y sus nuevas afirmaciones. Cuando dentro de ese proceso
llegamos a una afirmación conflictiva del hablante, no calificamos al hablante
inmediatamente de irracional, sino que reasignamos creencias o intenciones de tal forma
que la afirmación encaje en la teoría que se construye.
De manera análoga a lo expuesto sobre Ramberg, se puede decir lo siguiente:
ante una acción absurda lo que buscamos es una interpretación que haga que la acción
encaje con el patrón de racionalidad que se le atribuye al agente. Ahora bien,

32
“…The radical-interpretation model must be understood as a model of a process, not as a model of a
static state of semantic competence.”
70

recordemos que la forma en que entendemos la acción depende de la descripción que


hagamos de la misma. Por tanto, el hecho de entender a una acción como absurda
depende del modo en que describamos la acción. Y de esto se sigue que de la
descripción depende que dejemos de ver a la acción como absurda. En el caso de que se
trate de un absurdo por incoherencia, bastará con que la nueva explicación de la acción
sea coherente con otras explicaciones de la conducta del agente; en el caso de que se
trate de un absurdo por inconexión, bastará que la nueva explicación tenga conexión
lógica con el resto de explicaciones.
Teniendo en cuenta lo anterior, analicemos el siguiente chiste utilizando la teoría
de la acción:
(3)

En clase de historia la maestra pregunta a Nabucodonosor, "Dígame


Nabucodonosor, ¿qué le dijo Simón Bolívar al coronel Tendón durante la
batalla de Boyacá?"

Nabucodonosor responde, "No lo sé maestra. Mi mamá me dijo que no me


metiera en conversaciones ajenas".

La acción absurda por inconexión es la de Nabucodonosor: las razones para decir


‘mi mamá me dijo que no me metiera en conversaciones ajenas’ no justifican a la acción
de decir ‘no lo sé’. Dicho de otro modo, que Nabucodonosor no desee meterse en
conversaciones ajenas no justifica que ignore la historia.
Ahora bien, que la profesora haya preguntado por lo que le dijo Simón Bolívar al
coronel Tendón se puede describir de al menos dos maneras: ‘la profesora le pregunta a
Nabucodonosor por un dato histórico’ o como ‘la profesora le pregunta a
Nabucodonosor por lo que se dijo en una conversación ajena a Nabucodonosor’. Bajo la
primera descripción la respuesta de Nabucodonosor es, como se vio, absurda; pero bajo
la segunda descripción, se puede ver que la acción de Nabucodonosor no es absurda: que
Nabucodonosor no se meta en conversaciones ajenas justifica que Nabucodonosor no
sepa lo que se dijo en una conversación ajena.
71

Tomemos otro ejemplo:


(4)

¿Cuál es la montaña que es más aseada?

El volcán. Porque echa cenizas y después lava.

La acción absurda en este caso también es por inconexión: las razones del
narrador para decir que el volcán arroja cenizas y rocas fundidas no justifican que diga
que un volcán es una montaña aseada. Dicho de otro modo, la creencia de que el volcán
arroja cenizas y rocas fundidas no justifica la creencia de que los volcanes sean aseados.
No obstante, si se describe a la acción del narrador como dijo que ‘el volcán echa
cenizas y después se pone a lavar’, entonces se puede apreciar que no hay absurdo: el
volcán es aseado por que se pone a lavar: la creencia en que el volcán lava sí justifica
decir que el volcán es aseado.

2.4. Síntesis y conclusión

Recapitulando, partiendo desde el asunto de sobre qué hablan los chistes, un


conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación (no absurda) para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.

Donde una acción es absurda si


i.1. Las razones de la acción son incoherentes con otras razones del agente.
O si
i.2. Las razones de la acción son inconexas con otras razones del agente.
72

Explicar, racionalizar, y dar la razón primaria de una acción, son todos formas de
describir la acción. Así pues, el que una acción resulte absurda depende de dos cosas: la
primera, es la manera en la que se le describe y la segunda es la relación que tiene esta
descripción con otras descripciones (ya sea de acciones o de razones). Dicho de otro
modo, no cualquier forma de describir una acción la hace absurda y una descripción sólo
es absurda en relación con otras descripciones. Ahora bien, las relaciones que se dan
entre unas descripciones y otras son relaciones lógicas (para Davidson, esta relación
lógica puede ser capturada mediante un silogismo). Una descripción (digamos una
razón) justifica a otra descripción (por ejemplo, una acción) en virtud de la relación
lógica entre los contenidos proposicionales de ambas descripciones. Por todo lo anterior,
se puede concluir que los absurdos también surgen por las relaciones lógicas que se dan
entre las descripciones.
Los absurdos se darían entonces por las relaciones lógicas entre descripciones, tal
como las explicaciones también se darían por relaciones lógicas entre descripciones. Los
chistes, por tanto, presentan relaciones lógicas particulares entre las descripciones que
nos permiten hacer de algún agente. Los chistes nos permiten describir de varias formas
las acciones de un agente. Una de estas descripciones lleva a absurdo y la otra
descripción explica alguna acción del agente. Entender el chiste, consistiría en pasar de
una a otra. Entender un chiste consistiría en pasar racionalizar exitosamente una acción
que, en principio, es absurda.
3. LOS CHISTES Y LA TEORÍA SEMÁNTICA DE BRANDOM

La definición que se desarrollará en este tercer capítulo es la siguiente: un


conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene alguna oración absurda con respecto a las otras o es absurda en sí
misma
ii. Hay al menos una explicación de la oración absurda
iii. La explicación de la oración absurda se obtiene reinterpretando alguna parte
del conjunto de oraciones.

Desarrollar esta definición consiste en aclarar cada una de sus condiciones, es


decir, consiste en aclarar qué es una ‘oración absurda’, qué es una ‘explicación’ y cuál es
la relación que se da entre ambos en el caso de los chistes. La forma de abordar la
primera condición determina en gran medida el modo de abordar el resto de condiciones.
Esto se debe a que la primera condición es acerca de oraciones absurdas; la segunda
condición es acerca de la explicación de dichas oraciones absurdas; y la tercera
condición es acerca de la relación entre las oraciones absurdas y sus explicaciones. Así
pues, se hace claro que el absurdo tiene un lugar importante en la definición de lo que
son los chistes.
La hipótesis de la teoría inferencial de los chistes los considera a estos como
‘conjuntos de oraciones’. Por ello, si se quiere analizar los chistes, entonces será
necesario una herramienta teórica para el análisis de las oraciones. Siendo así, el orden
de exposición de este tercer capítulo es el siguiente: en la primera sección se asienta la
terminología que se usará en el resto de secciones. Esta consistirá en terminología para
el análisis de oraciones y en terminología para hablar acerca de inferencias. En la
segunda sección se utiliza la terminología para definir los absurdos. Se identifican dos
tipos de absurdo, y cada tipo puede ocurrir a nivel oracional y a nivel sub-oracional. La
74

tercera sección se encarga de utilizar la terminología introducida en la primera sección,


para dar cuenta de las explicaciones de los absurdos. Y, por último, la cuarta sección
sintetizará todo lo anterior.

3.1. La teoría semántica de Robert Brandom

Esta primera sección tiene como propósito introducir las herramientas teóricas
que serán utilizadas para desarrollar la definición de chiste que he propuesto. El
propósito es introducir terminología que permita analizar a las oraciones y de este modo
analizar los chistes. Las oraciones son el tipo de expresión cuya emisión independiente
tiene la significancia pragmática de realizar un acto de habla (Brandom, 2005,
Pág.125)33. Esto quiere decir que la emisión de una oración no necesita estar incrustada
en otras expresiones para realizar un acto de habla como preguntar, afirmar o dar una
orden.
Sin las expresiones que son oraciones “no puede haber actos de habla de ningún
tipo, y por tanto, ninguna práctica lingüística específica” (Brandom, 2005, Pág.125)34.
Siendo así, las oraciones poseen cierta prioridad explicativa por encima de las
expresiones sub-oracionales, como los términos singulares y los predicados 35. Esta
prioridad de las expresiones oracionales por encima de las expresiones sub-oracionales
también se puede apreciar a partir de los tres niveles de la teoría del inferencialismo
semántico de Brandom. El primer nivel es el nivel inferencial el cual invoca relaciones
inferenciales entre clases distintas de oraciones, mientras que el segundo nivel es el

33
“For sentences are the kind of expression whose freestanding utterance (that is, whose utterance
unembedded in the utterance of some larger expression containing it) has the pragmatic significance of
performing a speech act” (Brandom, 2005, Pág.125).
34
“Without expressions of this category, there can be no speech acts of any kind, and hence no specifically
linguistic practice” (Brandom, 2005).
35
La idea de que las oraciones tienen una mayor prioridad que los predicados y los términos singulares, se
puede rastrear desde Kant, para quien el juicio es la unidad mínima de consciencia. Frege sigue esta idea
al proponer su Principio del contexto según el cual un nombre sólo tiene significado en el contexto de una
proposición (Brandom, 2005, Pág.13).
75

sustitucional, el cual invoca relaciones inferenciales indirectas entre clases distintas de


expresiones sub-oracionales 36 (Wanderer, 2008, pág. 101). Y, como se verá más
adelante, las expresiones sub-oracionales se explican a partir de la función que cumplen
en las oraciones. Dicho de otro modo, el contenido de las expresiones sub-oracionales se
define por el aporte que hacen al contenido de las oraciones. Teniendo presente lo
anterior, esta sección tiene dos partes. La primera parte habla de las oraciones y de su
contenido, donde el contenido de las oraciones se entenderá a partir del papel que tienen
en el juego de dar y pedir razones. La segunda parte de esta sección habla de las
expresiones sub-oracionales.

3.1.1. Las oraciones y las inferencias

Para facilitar la discusión acerca de las oraciones, el énfasis se pondrá sólo en las
oraciones declarativas. Esto no será un problema a la hora de dar cuenta de los chistes,
pues si alguna oración en un chiste no es una afirmación es posible hacer que así lo sea
con un paso similar al que se utilizó en la introducción del capítulo 2. Si en un chiste
hay una oración que no es aseverativa, basta con hacer explícito quién la enuncia para
tener una afirmación.
Por ejemplo, si en un chiste se presenta la oración
(1)

¿Cuál es el colmo de calvo?

Donde (1) no es una afirmación, es posible ponerlo del modo


(1.1.)

Alguien dijo ‘¿Cuál es el colmo de los calvos?’

36
El tercer nivel es el nivel anafórico, el cual invoca las relaciones inferenciales indirectas entre tokenings
irrepetibles (Wanderer, 2008). No obstante, este nivel no va a ser utilizado en este trabajo.
76

Donde (1.1.) sí es una oración aseverativa. Este paso, si bien no es necesario en


la comprensión cotidiana de los chistes, sí facilita mucho el análisis semántico de los
chistes que se propone en la teoría inferencial.
Una de las ideas centrales del inferencialismo semántico es que el contenido de
una oración aseverativa está determinado por las inferencias en las que entra dicha
aseveración (Brandom, 2005, págs. 14, 40, 48, 50, 56, 57, 61 ). El contenido de toda
oración aseverativa se debe entender como aquello que es expresado cuando se afirma la
oración (Brandom, 2001). En este sentido, el contenido de la oración afirmativa no está
determinado por la gramática de la misma sino por su potencial pragmático: lo que
autoriza y compromete a hacer el haberla aseverado. Así pues, el contenido semántico de
una oración tipo es identificado con el rol apropiado que tiene en los razonamientos, es
decir, su rol inferencial (Wanderer, 2008)37. Dicho de otro modo, el significado de una
oración aseverativa está determinado por aquellas inferencias de las que su aseveración
puede ser premisa o conclusión (Brandom, 2005, pág. 13). La tarea de los siguientes
párrafos será aclarar esta idea.
Partamos, por ahora, de la distinción entre oración tipo y oración token. Una
oración token es “cualquier expresión lingüística cuya emisión independiente es
típicamente tomada como si tuviera el estatus de una aserción” (Wanderer, 2008, pág.
101)38. Una oración token es la emitida siempre que se emite una oración. Por ejemplo,
si Robert dice ‘No me gusta lavar los platos’ en la mañana y después en la tarde dice
‘No me gusta lavar los platos’, se tendrán dos oraciones tokens distintas, pues se han
realizado dos emisiones diferentes. Ahora bien, la oración que dice Robert en la mañana
es en cierto sentido, la misma oración que emite Robert en la tarde. Y esto se debe a que
se trata de la misma oración tipo. En términos simples, “dos emisiones tokens que
suenan o se ven igual (que son ‘léxicamente similares’) deberían ser tratadas como dos

37
“At this level the semantic content of repeatable sentence type is identified with the appropriate role
they play in reasoning, their inferential role”.
38
“any linguistic expression whose freestanding utterance is typically taken to have to have the status of
an assertion”.
77

tokens del mismo tipo semántico” (Wanderer, 2008, pág. 102). De ese modo, Robert
habrá dicho dos oraciones tokens distintas, pero una sola oración tipo.
Si dos oraciones tokens son de la misma oración tipo, entonces ambas oraciones
tokens tienen el mismo significado. Por otro lado, si dos oraciones tokens son oraciones
tipo diferentes, entonces las oraciones tokens tendrán un significado distinto (Wanderer,
2008, pág. 102). Como se dijo más arriba, una de las ideas centrales del inferencialismo
semántico es que el significado de una expresión está definido por el rol inferencial que
tendría la aseveración de dicha expresión. Conviene entonces, entender en qué consiste
el rol inferencial de una aseveración.
El rol inferencial de cualquier aseveración tiene dos aspectos: “las circunstancias
bajo las cuales es correctamente aplicado, emitido o usado, y las consecuencias
apropiadas de su aplicación, emisión o uso” (Brandom, 2005, pág. 62) 39. En el caso
específico de las oraciones asertivas, el rol inferencial de la aseveración, llamémosle p,
consiste en dos aspectos: (a) las proposiciones que implican a p; y (b) las proposiciones
que son implicadas por p. Aquellas cosas que impliquen a p son las condiciones
suficientes para afirmar p; mientras que las cosas que son implicadas por p son las
consecuencias necesarias de haber afirmado p (Brandom, 2005, pág. 63). El rol
inferencial de una aseveración será entonces la posición que ocupe la aseveración en una
red de otras aseveraciones relacionadas inferencialmente (Wanderer, 2008, pág. 102). Y,
por tanto, el contenido de una oración aseverativa estará determinado por el contenido
de una red de oraciones aseverativas. Esta idea es claramente holista: pues el significado
de una oración está determinado por la relación de la oración con otras oraciones.
Tomemos como ejemplo la oración ‘Alfonso es un mamífero’. Su rol inferencial
estaría determinado, en parte 40, por la oración ‘Alfonso es un humano’ y la oración
‘Alfonso es un animal’. Esto se debe a que estas otras oraciones están inferencialmente

39
“the circumstances under which it is correctly applied, uttered, or used, and the appropriate
consequences of its application, utterance, or use”
40
Digo ‘en parte’, porque estas dos oraciones no son las únicas que están inferencialmente relacionadas
con la oración ‘Alfonso es un mamífero’.
78

relacionados con ‘Alfonso es un mamífero’. Más específicamente: de que Alfonso sea


humano, se puede inferir que Alfonso es un mamífero; y de que Alfonso sea mamífero,
se puede inferir que Alfonso es un animal. De hecho, ‘Alfonso es humano’ es condición
suficiente para afirmar que ‘Alfonso es mamífero’ y ‘Alfonso es un animal’ se sigue
necesariamente de que ‘Alfonso es un mamífero’.
Hasta ahora se ha sostenido que el contenido de una oración aseverativa está
determinado por aquellas inferencias de las que su aseveración puede ser premisa o
conclusión. Para aclarar un poco más esta idea, es importante pasar a hablar acerca de
las inferencias. Tomemos los siguientes ejemplos

(A) ‘El profesor de conducción dio la orden de frenar’ de lo que se puede inferir que
‘el conductor frenó’
(B) ‘El niño de 5 años dio la orden de frenar’ de lo que se puede inferir que ‘el
conductor frenó’.

Es natural que la primera nos parezca una buena inferencia mientras que la
segunda nos dé la impresión de que es una mala inferencia. ¿Qué tipo de criterio es el
que determina que una sea una buena inferencia y la otro no? Estas inferencias, (A) y
(B), son inferencias materiales. Una inferencia material es buena en virtud del contenido
de los conceptos involucrados y no en virtud de la forma de las proposiciones (Brandom,
2005, pág. 86), (Wanderer, 2008, pág. 109). Por ejemplo, pasar de afirmar que ‘Martha
es la madre de Clark’ a afirmar que ‘Clark es un hijo de Martha’ es una buena inferencia
gracias al contenido de los conceptos ‘hijo’ y ‘madre’ y no por la forma de las
proposiciones. Apoyar estas inferencias hacen parte de captar cuál es el contenido de
esos conceptos. Por tanto, dado a que se trata de inferencias materiales, el criterio para
determinar si se trata de una buena o mala inferencia es el contenido de los conceptos
involucrados en la inferencia.
79

Así, lo que hace que la inferencia (A) sea buena, es que el concepto ‘profesor de
conducción’ permite inferir que un conductor le debe obedecer. Lo que hace que la
inferencia (B) no sea buena, es que entender el concepto de ‘niño de 5 años’ no nos
permite inferir que se le deba hacer caso a la hora de conducir. Es el rol inferencial de
estos conceptos lo que determina si se trata de una buena o una mala inferencia.
Un punto importante a tener en cuenta es que, según Robert Brandom una
“…inferencia material por lo general no es monotónica –inclusive en el lado teórico.
Puede serlo, en casos especiales, como la matemática y física fundamental. Pero nunca
lo es en razonamiento ordinario…” (Brandom, 2005, págs. 87-88)41. Para entender qué
es una inferencia no-monotónica, conviene decir qué es una inferencia monotónica. Una
inferencia es monotónica “si el hecho de que la inferencia de p a q es una buena
inferencia significa que la inferencia de p&r a q ha de ser una buena inferencia”
(Brandom, 2005, pág. 87)42. Dicho de otro modo, las inferencias monotónicas son
insensibles a nueva información. Formalmente
(p → q) → (p ∧ r → q)
Por otro lado, las inferencias no-monotónicas sí son sensibles a nueva
información. Esto significa que el hecho de que la inferencia de p a q sea una buena
inferencia, no implica que la inferencia de p&r a q también sea una buena inferencia.
Formalmente
¬ [(p → q) → (p ∧ r → q)]
Por ejemplo, si tenemos (p → q) donde
P: una piedra golpea una ventana
Q: la ventana golpeada por la piedra se romperá.

41
“But material inference is not in general monotonic—even on the theoretical side. It can be in special
cases, say, in mathematics and fundamental physics. But it never is in ordinary reasoning, and almost
never in the special sciences”.
42
“if the fact that the inference from p to q is a good one meant that the inference from p & r to q must be
a good one”.
80

Si se da p (si observamos que la piedra golpea a la ventana), entonces podemos inferir q


(que la ventana se romperá). Ahora, supongamos que adquirimos la nueva información
R: la ventana es blindada
En ese caso, ya no inferiremos q sino justamente ¬q (que la ventana se romperá).
En esto consiste la no-monotonía.
Una vez se ha hablado acerca de la no monoticidad de las inferencias materiales,
se puede pasar a hablar acerca de los tipos de inferencias materiales. Como se verá más
adelante, estos tipos de inferencia material están definidos en términos normativos y no
en términos de condiciones de verdad (Wanderer, 2008, pág. 115). Esto se debe a que
una de las ideas centrales del inferencialismo semántico (además de que el rol
inferencial de una aseveración es su significado) es que la explicación del rol inferencial
se halla en la pragmática (Wanderer, 2008, págs. 103, 124). El rol inferencial es
entonces explicado en términos normativos que se pueden entender sin referencia a
términos intencionales o semánticos (Wanderer, 2008, pág. 36). Y dado a que el rol
inferencial es explicado en términos normativos, es natural esperar que los tipos de
inferencias se definan en términos normativos.
Establecido lo anterior, podemos pasar a decir que hay tres formas en que una
oración puede estar inferencialmente relacionada con otra:43
Inferencias materiales deductivas: Si un sujeto S está comprometido con p,
entonces S está comprometido con q. Por ejemplo, si yo estoy dispuesto a defender que
‘Sócrates es un humano’, entonces estoy obligado a aceptar que ‘Sócrates es un
mamífero’.
Inferencias materiales inductivas: Si un sujeto S está comprometido con p,
entonces S está autorizado a q. Por ejemplo, si yo estoy dispuesto a defender que ‘la
piedra golpeará a la ventana’, entonces estoy autorizado a decir que ‘la ventana se

43
Utilizo los nombres que utiliza Wanderer en (Wanderer, 2008, pág. 112) y las definiciones normativas
que presenta en (Wanderer, 2008, pág. 115).
81

romperá’. Es en este tipo de inferencias donde es más notable el carácter no-monotónico


de las inferencias materiales.
Inferencias materiales por incompatibilidad:44 Si un sujeto S está comprometido
con p, entonces S no está autorizado a q. Por ejemplo, si yo estoy dispuesto a defender
que ‘mi abuela murió ayer’, entonces no estoy autorizado a decir que ‘mi abuela me hizo
una torta hoy’. Hay otro modo de definir este tipo de inferencia: si un sujeto S está
comprometido con p, entonces S está comprometido con ¬q. Volviendo con el ejemplo,
si yo estoy dispuesto a defender que ‘mi abuela murió ayer’, entonces estoy obligado a
aceptar que ‘mi abuela no me hizo una torta hoy’.
En conclusión, entender una oración tipo consistirá en entender el rol inferencial
de su aseveración. Este rol inferencial consiste en todas las inferencias materialmente
correctas en las que puede entrar dicha aseveración (Wanderer, 2008, pág. 114). El rol
inferencial incluye todas las inferencias deductivas, inductivas y por incompatibilidad en
los que puede entrar la oración. Todas estas inferencias están definidas por lo que
permiten y obligan a aceptar en el juego de dar y pedir razones.

3.1.2. Las expresiones sub-oracionales y las sustituciones

Como se mencionó más arriba, una oración es una expresión cuya emisión
independiente puede realizar un acto de habla. Las emisiones de oraciones pueden servir
como premisas y conclusiones de inferencias, mientras que las expresiones
suboracionales no. De esto se sigue que dentro del inferencialismo semántico, las
expresiones suboracionales no pueden tener un contenido semántico en el mismo sentido
en que lo tienen las oraciones (Brandom, 2005, pág. 126). Las expresiones

44
Para Brandom la incompatibilidad es una noción modal. Defiende la idea en Between doing and saying:
Towards an Analytic Pragmatism, según la cual la incompatibilidad es una noción modal. En el capítulo 5
de la mencionada obra, Brandom se dedica a basar una lógica modal en la noción de incompatibilidad y no
en el de verdad. En ese capítulo, dice explícitamente “On the semantic side, incompatibility is an
implicitly modal notion” (Brandom, Between Saying and Doing: Towards an Analytic Pragmatism, 2008).
82

suboracionales “pueden ser tomadas como con contenido semántico sólo en un sentido
derivado, en la medida en que sus apariciones como componentes en las oraciones
contribuye a los contenidos […] de esas oraciones” (Brandom, 2005, pág. 126)45. El
significado de una expresión suboracional es entonces su contribución al rol inferencial
de las oraciones en las que aparece.
El método de Brandom para analizar estos roles inferenciales indirectos de las
expresiones suboracionales es el método de la substitución. La idea central es que “dos
expresiones suboracionales tienen el mismo rol inferencial indirecto cuando
sustituyendo una por la otra en las oraciones en las que aparecen preservan las
características principales de las oraciones en las que aparecen” (Wanderer, 2008, pág.
128).
Es posible distinguir dos de esas características importantes que se mantienen
invariantes durante las sustituciones. La primera característica es la de que una oración
esté ‘bien formada’. Una oración está bien formada si su emisión logra ser un acto de
habla (asertivo). La segunda característica que se puede mantener invariante durante las
sustituciones es la de ‘el potencial pragmático’. Dos oraciones tienen el mismo potencial
pragmático si tienen los mismos roles inferenciales, es decir, si permiten hacer las
mismas inferencias. Ahora bien, con estas dos características es posible discernir dos
tipos de estructuras suboracionales: sintaxis y semántica (Wanderer, 2008, pág. 129).
La sintaxis corresponde a la característica de si una oración está bien formada,
mientras que la semántica corresponde al rol inferencial que puede tener la aserción de
la oración. Dos expresiones suboracionales pertenecen a la misma categoría sintáctica si
al sustituir una por otra en una oración bien formada, no pueden hacer que la oración
deje de estar bien formada (Brandom, 2005, pág. 130). Por otro lado, dos expresiones
suboracionales pertenecen a la misma categoría semántica si al sustituir una por otra en
una oración, no se altera el rol inferencial de la oración (Brandom, 2005, pág. 130).
45
“They can be taken to be semantically contentful only in a derivative sense, insofar as their occurrence
as components in sentences contributes to the contents (in the basic, practice-relevant inferential sense) of
those sentences”.
83

Cuando dos expresiones suboracionales pertenecen a la misma categoría semántica,


permiten hacer lo que Brandom llama una ‘inferencia sustitucional’ (Wanderer, 2008,
pág. 129).
Un ejemplo de una inferencia sustitucional es el siguiente:

De

(a) El primer Nobel colombiano nació en Aracataca.

Se sigue

(b) El autor de Cien años de soledad nació en Aracataca.

El paso de la premisa (a) a la conclusión (b) se logra en un simple paso:


sustituyendo la descripción definida ‘El primer Nobel colombiano’ por la descripción
definida ‘El autor de Cien años de soledad’. A este tipo de inferencias se les denomina
sustitucionales. Esta inferencia es simétrica, en el sentido que pasar de (b) a (a) también
es una buena inferencia. Utilizando vocabulario lógico para explicitar lo que se trata
implícitamente en esta inferencia, se utilizaría la noción de igualdad (Wanderer, 2008,
pág. 131). Así, se diría que ‘El primer Nobel colombiano’ = ‘El autor de Cien años de
soledad’. Y se diría que es por ello por lo que las inferencias sustitucionales que
involucren a estas dos expresiones siempre serán simétricas. Lo que se ha sustituido en
la inferencia de (a) a (b) son términos singulares: “Aquellos términos que entren en
inferencias sustitucionales simétricas pueden ser llamados ‘términos singulares’”
(Wanderer, 2008, pág. 133). La simetría en este tipo de inferencias es entonces
condición necesaria para que una expresión sea un término singular.
Ahora tomemos la siguiente inferencia

De
84

(a) El primer Nobel colombiano nació en Aracataca.

Se llega a

(c) El primer Nobel colombiano nació en Magdalena.

En esta inferencia lo que se sustituye en (a) es ‘nació en Aracataca’ por ‘nació en


Magdalena’. Esta inferencia de (a) a (c) no es simétrica, pues pasar de (c) a (a) ya es una
mala inferencia: de que alguien haya nacido en Magdalena no se sigue que haya nacido
en Aracataca. Si se quisiera utilizar vocabulario lógico para explicitar la inferencia de (a)
a (c), se deberá recurrir la lógica de primer orden (Wanderer, 2008, pág. 132). Así, se
diría, recurriendo al cuantificador universal, que ‘Cualquiera que nazca en Aracataca ha
nacido en Magdalena’. Y esto permitiría ver con claridad por qué no se trata de una
inferencia simétrica. La posibilidad de estar en inferencias asimétricas es condición
necesaria para que una expresión suboracional sea un tomado como un predicado
(Wanderer, 2008, pág. 133).
Ahora bien, en el caso de las oraciones su contenido se determinaba por las
inferencias en las que entraba su aserción. El rol inferencial de las aserciones se daba en
una red de otras aserciones de las que se siguen y eran seguidas. Y este rol inferencial
era explicado en términos normativos (compromisos y autorizaciones). En el caso de las
expresiones suboracionales, ocurre algo similar. Las expresiones suboracionales tienen
un rol inferencial indirecto, que se puede notar mediante la red de sustituciones en las
que pueden entrar con otras expresiones suboracionales (Wanderer, 2008, pág. 132). La
explicación del rol inferencial indirecto de estas expresiones suboracionales también se
da en términos normativos. “Brandom llama al compromiso respecto al uso de un
85

término suboracional un ‘compromiso inferencial material sustitucional simple’, o un


SMSIC [por sus siglas en inglés] 46” (Wanderer, 2008, pág. 130).
La idea del SMSIC es que aquél que se comprometa a sustituir una expresión
suboracional por otra en un caso, se compromete a realizar la misma sustitución en
muchas otras oraciones. De este modo, quién acepte sustituir ‘El primer Nobel
colombiano’ por ‘El autor de Cien años de soledad’ cuando se habla de si nació en
Aracataca, también debe aceptar esta sustitución cuando se hable de su fecha de muerte,
de sus publicaciones, etc. Y de este modo, quien acepte sustituir ‘nació en Aracataca’
por ‘nació en Magdalena’ cuando se habla de Gabo, también debe aceptar la sustitución
cuando se hable de Santiago, Luis, Fulanito o Sutanito.
Dado todo lo anterior, cuando en las secciones posteriores se utilice lógica de
primer orden, esta se puede interpretar de manera inferencialista. A saber, que lo que se
entiende por término singular es una expresión suboracional cuyas inferencias
sustitutivas siempre son simétricas; y que lo que se entiende por predicado, son las
expresiones suboracionales cuyas inferencias sustitutivas pueden ser asimétricas.

3.2. Las oraciones absurdas y el inferencialismo semántico

Una vez asentada la terminología, se puede pasar a definir las condiciones que
propongo en la definición de lo que es un chiste. En esta sección definiré las formas en
que una expresión puede ser absurda. La noción general de la que parto es que una
expresión es absurda cuando al ser emitida, muestra que quien la profirió no respeta el
juego de dar y pedir razones; es decir, una expresión es absurda cuando muestra un fallo
en la racionalidad de quién la emite. Una tercera manera de expresar la misma idea, es
diciendo que una expresión es absurda cuando quien la emite no estaba autorizado para
emitirla. Y una cuarta manera de expresar esta noción inicial, es que una expresión es

46
“Simple material substitutional inferential commitment”.
86

absurda cuando presenta un fallo inferencial. Hay dos dimensiones desde los cuales se
puede considerar a las expresiones absurdas: desde el tipo de relaciones inferenciales
(incompatibilidad o inconexión) en las que entra y desde el nivel (oracional o
suboracional) en el que ocurre.
Desde el tipo de relaciones inferenciales en las que entra la expresión, reconozco
dos tipos absurdos: absurdo por incompatibilidad y absurdo por inconexión. El absurdo
por incompatibilidad se da cuando se profieren dos expresiones con relaciones
inferenciales incompatibles entre sí. El absurdo por inconexión se da cuando se unen a
dos expresiones que no están inferencialmente relacionados.
Desde el nivel en el que ocurre el absurdo, reconozco dos niveles en los que
puede darse: el nivel oracional y el nivel suboracional. En el nivel oracional lo absurdo
de la aseveración de una oración se da por su relación con otras aseveraciones: las
oraciones son absurdas en relación con otras oraciones. En este nivel, la definición de
oración absurda es la siguiente: una oración es absurda sí y sólo si es la conclusión de
una mala inferencia. En el nivel suboracional lo absurdo de una oración se da por las
relaciones de sus expresiones suboracionales dentro de la oración: la oración es
internamente absurda. En este nivel, la definición de una oración absurda es la siguiente:
una oración es absurda si y solo si no es una oración que sirva como premisa o
conclusión de ninguna inferencia.
Así pues, hay dos dimensiones desde los cuales se puede considerar a las
expresiones absurdas: desde el tipo de relaciones inferenciales (incompatibilidad o
inconexión) en las que entra y desde el nivel (oracional o suboracional) en el que ocurre.
Esto permite que se den cuatro formas de absurdo, las cuales serán explicitadas en las
siguientes secciones. Las cuatro formas de absurdo son:
a.i. Absurdo por incompatibilidad a nivel oracional: la oración es absurda porque
su aseveración es incompatible con otras la aseveración de otras oraciones.
a.ii. Absurdo por incompatibilidad a nivel suboracional: la oración es absurda
porque sus componentes suboracionales son incompatibles entre sí.
87

b.i. Absurdo por inconexión a nivel oracional: la oración es absurda porque su


aseveración no tiene conexiones inferenciales con las aseveraciones de otras oraciones
con las que se le emite.
b.ii. Absurdo por inconexión a nivel suboracional: la oración es absurda porque
es componentes suboracionales no pueden ser conectadas sintácticamente.

3.2.1. Las oraciones absurdas por incompatibilidad

Una noción que sirve para empezar a entender en qué consisten los absurdos por
incompatibilidad es que este tipo de absurdo se da cuando se dicen dos expresiones
contrarias47 entre sí. Siendo más precisos, el absurdo por incompatibilidad se da cuando
se profieren dos expresiones con relaciones inferenciales incompatibles entre sí. En
términos normativos, el absurdo por incompatibilidad se da cuando alguien profiere una
expresión siendo que, dados sus compromisos previos, no estaba autorizado a ello. En
este caso del absurdo por incompatibilidad, el sujeto no está autorizado a emitir la
expresión porque ya está comprometido con su negación.

3.2.1.1. Las oraciones absurdas por incompatibilidad a nivel oracional

Esta forma de absurdo se da cuando se profieren dos oraciones con relaciones


inferenciales incompatibles entre sí. Si se quiere expresar en términos de condiciones de
verdad, esta forma de absurdo se da cuando se afirman dos oraciones contradictorias
entre sí. Normativamente hablando, comprometerse con una de estas oraciones prohíbe
comprometerse con la otra. Tomemos como ejemplo a las siguientes oraciones:

47
El término ‘contrario’ es corrientemente usado en los adeptos de la teoría de la incongruencia. Véase la
introducción de esta tesis.
88

p: Juan dijo ‘Quiero mucho a tu madre’


q: Juan dijo ‘Quiero que tu madre esté fría echando espuma por la boca’

Evaluemos al menos una inferencia que se puede hacer a partir de cada oración.
De p se puede inferir que Juan no quiere que la madre de a quien le habla muera.
Mientras que de q se puede inferir que Juan quiere que la madre de a quien le habla
muera. Así, de p se sigue ‘Juan no quiere que se muera la madre de su interlocutora’
mientras que de q se sigue ‘Juan quiere que se muera la madre de su interlocutora’.
Partamos desde la dimensión del nivel (en este caso oracional). En el nivel
oracional, la definición de una oración absurda es la siguiente: una oración es absurda sí
y sólo si es la conclusión de una mala inferencia. En el caso de las oraciones
incompatibles, vemos que se cumple esta definición, pues entre dos oraciones
incompatibles cualquier inferencia que se haga de una a otra será una mala inferencia.
En el caso del ejemplo, vemos que las inferencias de p a q o viceversa, siempre es una
mala inferencia.

3.2.1.2. Las oraciones absurdas por incompatibilidad a nivel suboracional

Esta forma de absurdo se da cuando se profieren dos expresiones suboracionales


con relaciones inferenciales indirectas incompatibles entre sí. Supongamos que tenemos
la oración
p: ‘Carla está cocinando’
Ahora sustituyamos ‘está cocinando’ por ‘fue cremada’. Mediante esa sustitución
se obtiene la oración
q: ‘Carla fue cremada’
Vemos que p y q son oraciones incompatibles (por lo que afirmarlas
simultáneamente sería un absurdo). Esto quiere decir que sustituir a una de estas
expresiones suboracionales por la otra, da dos oraciones absurdas. Así pues, las
89

contribuciones de estas expresiones suboracionales al rol inferencial de las oraciones en


las que aparecen son contribuciones incompatibles. Ahora bien, la idea de una oración
absurda por incompatibilidad a nivel suboracional es que dentro de una misma oración
se utilicen dos expresiones suboracionales cuyas contribuciones semánticas sean
incompatibles. En este caso, la oración absurda resultante de combinar aquellos aportes
incompatibles sería

r: Carla fue cremada y está cocinando

Otra forma de expresar la misma idea es mediante la lógica de predicados. La


idea es que esta forma de absurdo se da cuando se le aplican dos predicados
incompatibles al mismo término singular. Este tipo de incompatibilidad se da cuando se
aplican dos predicados contradictorios a un mismo sujeto. Lo que genera a este tipo de
incompatibilidad son los roles inferenciales de los conceptos involucrados.
Tomemos la oración ‘Aquella es una abstracción verde’. Sea x el argumento de
aquél predicado. Puesto que ‘verde’ es un adjetivo, sabemos que funciona como un
especificador del tipo de abstracción del que se habla. Y esto implica que x es una
abstracción verde y esto significa que ‘x es una abstracción y x es verde’. A
continuación, si evaluamos los compromisos que se siguen de afirmar que cada una de
estas cosas vemos lo siguiente.
Si x es una abstracción entonces,
a) x es un concepto.
b) x no interactúa con entidades físicas (por a.).

Mientras que, si x es verde entonces,


c) x refleja cierto espectro de onda electromagnética.
d) x interactúa con entidades físicas (por c.).
90

Al afirmar ‘x es una abstracción verde’ nos comprometemos con a), b), c) y d) 48.
Por tanto, si ‘x es una abstracción verde’, entonces nos comprometemos con b) ‘x no
interactúa con entidades físicas’ y con d) ‘x sí interactúa con entidades físicas’. Vemos
que los compromisos que se adquieren con ‘abstracción’ y ‘verde’ son imposibles de
cumplir al tiempo sobre el mismo objeto.
Tomemos el siguiente caso: ‘y es una melodía gaseosa’. Si y es una melodía,
podríamos decir que
a) y no tiene moléculas.

Por otro lado, si y es gaseoso entonces


b) y tiene moléculas que carecen de enlaces entre ellas.

Un tercer ejemplo es ‘Aquel hombre es lesbiana’. Si z es lesbiana, entonces por


definición
a) z es mujer.
b) z se siente sexualmente atraída hacia otras mujeres.

Si z es hombre entonces
c) X no es mujer49.

Por tanto, si hay un ‘z es un hombre y z lesbiana’, entonces hay un z que es


mujer y que no es mujer.
En síntesis, diré que hay un absurdo de tipo incompatible a nivel suboracional
siempre que dos de los predicados que se apliquen a un mismo sujeto, se contradigan.
Ahora bien, pongamos ahora el énfasis en la dimensión del nivel. En el nivel
48
Dado que el objetivo era buscar contradicciones en las inferencias que surgen de frases incompatibles,
me enfoqué solo en hallar esas inferencias contradictorias. Sobra anotar que las inferencias que se hacen
de los conceptos en juego son mucho más variadas e incluyen información que va más allá de las
definiciones. Por ejemplo, a una abstracción no se la define como una entidad no física, pero, no obstante,
es algo que sabemos de las abstracciones.
49
La premisa implícita es que no se puede ser simultáneamente un hombre y una mujer. No creo estar en
desacuerdo en este punto con los defensores de la ideología de género pues para ellos lo que define el
género es la identificación que tiene la persona con el género. Así, si alguien se identifica como hombre
entonces no se identifica como mujer.
91

suboracional, la definición de una oración absurda es la siguiente: una oración es


absurda si y solo si no es una oración que sirva como premisa o conclusión de ninguna
inferencia. Vemos que este es el caso cuando la oración es internamente incompatible,
pues de este tipo de oraciones se sigue cualquier cosa. Estar comprometido con una
oración incompatible (si es posible), no me compromete a ninguna otra cosa.

3.2.2. Las oraciones absurdas por inconexión

La noción que sirve como punto de partida es que este tipo de absurdo se da
cuando se emiten dos expresiones que no tienen nada que ver la una con la otra. Con un
poco más de precisión, se puede decir que el absurdo por inconexión se da cuando se
unen a dos expresiones que no están inferencialmente relacionados. Lo que quiere decir
‘unir’ será precisado en las siguientes secciones. En términos normativos, el absurdo por
inconexión también se da cuando alguien profiere una expresión cuando, dados sus
compromisos previos, no estaba autorizado a ello.

3.2.2.1. Las oraciones absurdas por inconexión a nivel oracional


Esta forma de absurdo se da cuando se une a una aseveración con otra en una
inferencia, siendo que el contenido de estas oraciones no está inferencialmente
relacionado. Consiste en poner dos aseveraciones en una inferencia siendo que el rol
inferencial de dichas aseveraciones no autoriza el paso de uno al otro. Dicho de otro
modo, esta forma de absurdo se da cuando se traza una inferencia desde una aseveración
a otra, siendo que esta es una mala inferencia. Tomemos la inferencia que va de p a q
siendo

p: Mañana es lunes.
q: Júpiter es un gigante gaseoso.
92

Es absurdo intentar inferir p a partir de q o viceversa, porque tener dominio sobre


los conceptos en una oración no dice nada sobre los conceptos de la otra oración. Que
alguien esté comprometido q no compromete, ni autoriza ni prohíbe que afirme p. Dicho
en otros términos, no hay ninguna conexión inferencial entre p y q. Como se ha dicho ya
un par de veces, desde la dimensión del nivel oracional, una oración es absurda si y solo
si es la conclusión de una mala inferencia. Esto aplica claramente para los absurdos por
inconexión a nivel oracional.

3.2.2.2. Las oraciones absurdas por inconexión a nivel suboracional

Esta forma de absurdo se da cuando una expresión suboracional se une con otra
expresión suboracional de la misma categoría sintáctica para generar una oración. Dando
una definición más precisa, una oración es absurda por inconexión a nivel suboracional
si y solo si es una oración mal formada. Para explicitar en qué consiste que una oración
esté mal formada, recurriré a la lógica de predicados.
Una oración bien formada es un conjunto de palabras que cumple con ciertas
reglas de formación. Una de esas reglas, es que una oración debe tener al menos un
sintagma nominal y al menos un sintagma verbal. Cuando una oración tiene sintagmas
nominales donde debería haber verbales, o viceversa, digo que hay un absurdo por
inconexión a nivel suboracional.
El sintagma nominal es aquél conjunto de palabras que indican de qué se está
hablando. El sintagma verbal indica lo que se dice de aquello de lo que se está hablando.
El sintagma nominal, desde la lógica de predicados, da los términos, los argumentos;
mientras que el sintagma verbal da la clase o relación en la que se halla el argumento. El
sintagma nominal da una constante cuando se trata de un enunciado singular y da una
variable cuando se trata de un enunciado general.
93

Si representamos a los predicados con letras mayúsculas (F,G,H..), a las variables


con minúsculas del final del alfabeto (x, y, z), y a las constantes con minúsculas del
principio del alfabeto (a, b, c), entonces tendremos que una oración bien formada, al
formalizarse, debería verse más o menos así: Fa, Hx, xG2y, aF2b, etc. Los superíndices
por encima de los predicados indican la aridad de los mismos. La aridad de un predicado
se define como el número de términos singulares que se relacionan en el predicado. Las
fórmulas que surjan de combinar fórmulas bien formadas entre sí o cuantificarlas,
también serán fórmulas bien formadas. Por otra parte, al formalizar oraciones mal
formadas tendríamos expresiones como: FH, xz. Recordemos que toda fórmula compleja
que surja de la combinación de una fórmula mal formada con otra fórmula será una
fórmula mal formada. Esto significa, entre otras cosas, que al cuantificar un absurdo por
inconexión a nivel suboracional tendríamos un nuevo absurdo por inconexión a nivel
suboracional.
Veamos algunos ejemplos. En el ejemplo ‘Ácido un placer’ vemos que al
formalizarlo tendríamos algo de la forma xy o de la forma (∃y)(x), si tenemos
cuantificamos. Algo similar pasa con el ejemplo ‘Una ventana cama’ que quedaría
(∃x)(y). Lo mismo ocurre con el caso del ‘me Nokia’ en el cual ‘me’ es el pronombre
de la primera persona singular, es decir, una constante que se junta con ‘Nokia’, otra
constante. Esto, al formalizarlo quedaría como (ab). Los tomo como frases con solo
sintagmas nominales, porque no aparece ningún verbo50. Los verbos no introducen un
argumento nuevo, sino que clasifican o relacionan al argumento contiguo. La única
circunstancia en la que un verbo introduce un argumento, es si el verbo es propiamente
el argumento.
El absurdo por inconexión a nivel suboracional en el caso ‘Sam es hijo de lo
están cantando’ es algo distinto al absurdo de los otros ejemplos. En este caso, tenemos

50
La aparición de verbos es una manera simple de identificar si se trata de un predicado o término
singular. No obstante, si se quiere ser estricto, se podría analizar si las SMCIS en las que entra el término
suboracional son siempre simétricas. Si lo son, entonces es un término singular. Si a veces es asimétrica,
entonces es un predicado.
94

un predicado de aridad dos. Es decir, el predicado ‘es hijo de’ requiere dos argumentos,
pero en el caso, en vez de darse otro argumento se da otro sintagma verbal: ‘lo están
cantando’. Digamos que
a=: Sam
H2=: hijo de
F=: lo están cantando
Al formalizarlo tendríamos aH2F la cual no es una fórmula bien formada. Este
caso muestra que tener al menos un sintagma nominal y al menos uno verbal no es
suficiente para ser una oración bien formada cuando se trata de relaciones. Cabe aclarar
que esto es en el caso de las oraciones declarativas.
En el caso de las oraciones interrogativas es distinto: pueden estar bien formadas
aun cuando falta uno de los argumentos de la relación. Desde el saber cotidiano
podemos identificar dos tipos de preguntas: las abiertas y las cerradas. Las preguntas
cerradas son aquellas cuyas respuestas posibles ya están limitadas. En un contexto en el
que se hace una pregunta cerrada sin que se especifiquen explícitamente las opciones de
respuesta, las opciones de respuesta son normalmente o ‘sí’ o ‘no’. Por ejemplo
¿Ya desayunaste?
¿Ganó nuestro equipo?
Como hipótesis explicativa, sostengo que estas preguntas tienen la estructura de
una oración declarativa bien formada: ‘ya desayunaste’ y ‘ganó nuestro equipo’. El tono
de la voz o los signos de interrogación indican que, al enunciar dicha oración, lo que se
inquiere es su valor de verdad. Estas preguntas son oraciones mal formadas si al quitar
la entonación de pregunta, queda una oración asertiva mal formada.
Por otro lado, están las preguntas abiertas. Como hipótesis explicativa sugiero
tomar a estas preguntas como oraciones en las que hay un término de relación, pero que
no está completamente saturada. Es decir, las preguntas abiertas dan un argumento y un
término de relación, y lo que se busca con la pregunta es adquirir los argumentos
restantes. Por ejemplo,
95

(a) ¿Cómo estás?


(b) ¿Dónde está la casa?

En (a), dada la conjugación del verbo, sabemos que el argumento es el sujeto


‘tú’. El predicado ‘estar’ es relacional pues demanda complemento directo. El ‘cómo’
indica a qué conjunto debe pertenecer el argumento que dé el que responda a la
pregunta: en este caso, es un modo. En este sentido, hacer una pregunta de estás es
ofrecer una oración de la forma ‘tú estás___’ esperando que el interlocutor rellene el
espacio en blanco. En el caso (b) ocurre algo similar. Es una oración con una relación
espacial y sólo un argumento. Lo que debe hacer el interlocutor, es dar el otro argumento
el cual debe pertenecer al conjunto de lugares. Esta pregunta abierta, al pasarla a un
enunciado declarativo quedaría de la forma ‘La casa está en ___’ donde el espacio se
debe llenar con el nombre de un lugar.
Recapitulando esta sección, podemos decir que cuando una oración tiene
sintagmas nominales donde debería haber verbales, o viceversa, hay un absurdo por
inconexión a nivel suboracional. O, dicho de otro modo, hay un absurdo por inconexión
a nivel suboracional siempre que hay una oración mal formada. Ahora bien, poniendo
énfasis en la dimensión del nivel, se había dicho que una expresión era absurda a nivel
suboracional si y solo si la oración no sirve como premisa o conclusión de inferencia
alguna. Esto se cumple en los absurdos por inconexión a nivel suboracional, porque
estas oraciones ni siquiera están bien formadas y por tanto, no tienen significado (rol
inferencial).

3.3. La explicación de las oraciones absurdas

Los chistes son conjuntos de oraciones en las que siempre se presenta un


absurdo. No obstante, esta no es una condición suficiente para que un conjunto de
96

oraciones sea un chiste. Hace falta que esté disponible una explicación de la oración
absurda. Y no sólo esto, sino que también es condición necesaria que la explicación se
obtenga al reinterpretar alguna de las expresiones que llevan al absurdo. Así pues, el
propósito de la presente sección será dar cuenta de estas dos condiciones necesarias. Y
siguiendo con el espíritu de este tercer capítulo, el propósito de esta sección será dar
cuenta de la explicación de los chistes en términos inferenciales.
Se puede iniciar diciendo que una explicación es un tipo de inferencia. Se puede
defender esta idea a partir del artículo Studies in the Logic of Explanation (Hempel &
Oppenheim, 1948) de Carl G. Hempel y Paul Oppenheim. Según estos autores las
explicaciones tienen dos componentes: el explanandum y el explanans. “Por
explanandum entendemos a la oración que describe al fenómeno que es explicado (no al
fenómeno mismo); por explanans, la clase de oraciones que son aducidos para dar
cuenta del fenómeno” (Hempel & Oppenheim, 1948, pág. 137)51. Ahora bien, las
explicaciones tienen ciertas condiciones de adecuación, una de las cuales es la siguiente:
“El explanandum debe ser una consecuencia lógica del explanans, [..],, pues de no ser
así, el explanans no constituiría un buen fundamento para el explanandum” (Hempel &
Oppenheim, 1948, pág. 137)52.
Así pues, a partir del artículo de Hempel y Oppenheim al menos dos cosas son
ciertas: que están compuestas por oraciones y que es necesario que al menos una de las
oraciones sea consecuencia lógica de la otra. Para que se trate de una explicación, la
oración que describe a lo que se supone será explicado debe seguirse de la oración que
se supone va a explicar el asunto. Por tanto, no es un abuso decir que una explicación es
un fenómeno inferencial. Más precisamente, diré que se tiene una explicación cuando se
tiene una buena inferencia material. Intentaré ilustrar esto con algunos ejemplos de
explicaciones.

51
“By the explanandum, we understand the sentence describing the phenomenon to be explained (not that phenomenon itself); by the
explanans, the class of those sentences which are adduced to account for the phenomenon”.
52
“The explanandum must be a logical consequence of the explanans; in other words, the explanandum must be logically deducible
from the information contained in the explanans, for otherwise, the explanans would not constitute adequate grounds for the explanandum”.
97

(A) ‘El oro se dilata con el calor’ ¿por qué? Porque ‘Los metales se dilatan con el
calor’
(B) ‘Sacaré el paraguas’ Porque ‘No quiero mojarme’
(C) ‘Mañana es lunes’ Porque ‘Júpiter es un gigante gaseoso’
(D) ‘Emma tiene apendicitis’ porque ‘El hígado de Emma secreta trombopoyetina’

Sería natural que (A) y (B) le parezcan al lector explicaciones. Y no es


coincidencia que estos dos primeros ejemplos sean también buenas inferencias
materiales. En (A) lo que permite que el explanans de cuenta del explanandum es que el
oro es un metal, es decir, lo que permite que sea una explicación es el contenido de los
conceptos involucrados. Y dado a que sabemos que esos contenidos están determinados
por los roles que juegan esas expresiones ‘oro’ y ‘metal’ en inferencias materiales, se
concluye que se trata de una explicación solo porque se trata de una buena inferencia
material. Lo mismo ocurre con (B). De que alguien no quiera mojarse se sigue que
sacará su paraguas. El concepto de ‘paraguas’ y el de ‘mojarse’ entran en ciertas
inferencias incompatibles y es por ello que se logra la inferencia en (B). La posibilidad
de trazar esta inferencia es lo que permite que en (B) se tenga una explicación.
Tomemos ahora el caso (C). Que Júpiter sea un gigante gaseoso no explica por
qué mañana es lunes. Y no lo puede explicar, porque entre una oración y otra no hay
ninguna relación inferencial. De hecho, pasar de una oración de (C) a la otra, es siempre
una mala inferencia. Y es por eso que una oración de (C) no puede explicar a la otra:
porque no se puede trazar una buena inferencia entre una y otra.
Ahora tomemos el caso (D), que puede parecer distinto a (C), pero que en
realidad no lo es. Después de leer (D), alguien que no sepa qué es la trombopoyetina
puede tender a creer que es ‘alguna sustancia que causa apendicitis’. Pero alguien que
tenga manejo del concepto ‘trombopoyetina’ notará con facilidad que no se traza una
buena inferencia de una de las oraciones de (D) a la otra; y que, por tanto, la apendicitis
de Emma no se explica por la secreción de dicha hormona.
98

Dado lo anterior, al decir que en los chistes hay una explicación disponible de la
oración absurda, lo que se quiere decir es esto: se puede trazar una buena inferencia que
tenga como conclusión a la oración absurda. Tomemos el siguiente ejemplo

r: Juan quiere mucho a la madre de Carla


s: Juan quiere ver a la madre de Carla convulsionando

En relación de una con la otra, ambas son absurdas. No obstante, en relación con
otras oraciones, ambas pueden ser conclusiones de buenas inferencias. Supongamos que
p: Juan le dijo a Carla ‘Quiero mucho a tu madre’
q: Juan le dijo a Carla ‘Quiero que tu madre esté fría echando espuma por la
boca’
Entonces vemos partiendo de p, que la oración r es la conclusión de una buena
inferencia. Y vemos que, partiendo de q, la oración s es la conclusión de una buena
inferencia.
Ahora bien, para que un conjunto de oraciones sea un chiste, no basta con que
tenga una oración absurda ni con que dicha oración absurda tenga una explicación. Para
que un conjunto de oraciones sea un chiste también es necesario que la explicación de la
oración absurda se obtenga reinterpretando alguna de las partes del conjunto de
oraciones. Es decir, al interpretarse de un modo las expresiones de un chiste se llega a
una oración absurda; mientras que, interpretando de otro modo a las expresiones del
chiste, se obtiene una buena inferencia. Y esto implica aceptar que en todos los chistes
hay al menos una expresión que se puede interpretar de al menos dos formas. De esto se
sigue que en todos los chistes hay al menos una expresión ambivalente. Esta idea
también se puede hallar en (Bergson, 2011) y más recientemente en ( Kao, Levy, &
Goodman, Standford).
A continuación, analizare algunos conjuntos de oraciones que cumplan con las
anteriores condiciones: que tengan una oración absurda, que la oración absurda sea
99

conclusión de una buena inferencia y que la buena inferencia se obtenga reinterpretando


alguna de las expresiones en el conjunto. El análisis consistirá en señalar el absurdo, la
expresión ambigua y la buena inferencia que se puede trazar. Antes de analizar estos
conjuntos de oraciones, conviene decir que el guion que aparece frente a algunas
oraciones se interpreta como ‘dijo’.

(1)

-Es que tu mama tiene la culpa de todo.

La esposa responde:

-Ya sé que tú no quieres a mi mamá.

- ¿Quien dice que no quiero a tu madre?, si la quiero igual que a la cerveza.

La esposa, conocedora del gusto de su cónyuge por la cerveza, le dice con


tono de interrogación:

- ¿Tú quieres a mi mama igual que a la cerveza?

-Sí, quiero a tu madre como a la cerveza, porque la quiero fría, con la boca
abierta y echando espuma.

Absurdo: La oración p: “Sujeto 1 dijo ‘¿Quién dice que no quiero a tu madre?, si


la quiero igual que a la cerveza’” junto con la expresión ‘La esposa, conocedora del
gusto de su cónyuge por la cerveza’ permiten inferir que sujeto 1 quiere mucho a su
suegra. De la oración q: “Sujeto 1 dijo ‘Sí, quiero a tu madre como a la cerveza, porque
la quiero fría, con la boca abierta y echando espuma’” se puede inferir que el sujeto 1
quiere que su suegra se muera. Por tanto, hay un absurdo por incompatibilidad a nivel
oracional entre las oraciones p y q.
100

Expresión ambigua: La expresión ‘la quiero igual que a la cerveza’ puede


interpretarse de dos modos, es decir, puede ser sustituida por dos expresiones distintas:
puede ser sustituida por ‘la quiero tanto como a la cerveza’ o puede ser sustituida por
‘quiero que ella tenga las mismas propiedades que la cerveza’.
Explicación: El sujeto 1 quería ver a su suegra con las mismas propiedades que la
cerveza, lo que implica entre otras cosas, que la quiere muerta. Por ello la oración
“Sujeto 1 dijo ‘¿Quién dice que no quiero a tu madre?, si la quiero igual que a la
cerveza’” explica a la oración “El sujeto 1 dijo ‘la quiero fría, con la boca abierta y
echando espuma’”.

(2)

Es casi imposible atravesar una muchedumbre llevando en la mano la


antorcha de la verdad sin chamuscar a alguien las barbas

Absurdo: el término singular ‘verdad’ es incompatible con los predicados


‘chamuscar barbas’ y ‘ser llevado en la mano’, es decir, la verdad no puede ser llevada
en una mano ni chamuscar barbas.
Expresión ambigua: ‘antorcha de la verdad’ se puede entender como ‘la verdad’
o como ‘una antorcha’.
Explicación: el término singular ‘antorcha’ tiene una relación inferencial con el
predicado ‘chamuscar barbas’ (una antorcha puede chamuscar barbas).

(3)

-Nos gusta mucho su currículo, señor Juan, pero no especifica su teléfono.

-No. No lo especifica.

- ¿Y cómo lo llamamos?
101

-Juan

Absurdo: de la oración “Sujeto 1 dice ‘Nos gusta mucho su currículo, señor Juan,
pero no especifica su teléfono’” y la oración “Sujeto 1 dice ‘¿Y cómo lo llamamos?’” se
puede inferir que el sujeto 1 quiere saber mediante qué medio puede comunicarse con
Juan. Nada de lo anterior tiene una relación inferencial con la oración “Juan dijo ‘Juan’”.
Por lo tanto, hay un absurdo por inconexión a nivel oracional entre las primeras
oraciones y la última.
Expresión ambigua: la expresión ‘¿y cómo lo llamamos?’ se puede sustituir por
la expresión ‘¿qué medio de comunicación podemos usar para contactarlo’ o por la
expresión ‘¿Qué palabra debemos usar para referirnos a usted?’.
Explicación: Juan creyó que le preguntaban sobre cómo debían referirse a él. Por
ello de la oración “Sujeto 1 dijo ‘¿Y cómo lo llamamos?’” tiene una relación inferencial
con “Juan dijo ‘Juan’”.

(4)

Ayer pasé por tu casa.

Me tiraste un celular.

Si no me agacho.

Me Nokia.

Absurdo: La oración ‘me Nokia’ es una oración mal formada, por tanto, es una
oración absurda por inconexión a nivel suboracional. Ahora bien, hay una relación
inferencial entre ‘celular’ y ‘Nokia’, pues Nokia es una marca de celular. Aun así, la
102

inferencia de ‘Me tiraste un celular’ y ‘Si no me agacho’ a ‘Me Nokia’, es una mala
inferencia. Así pues, ‘me Nokia’ también es una oración absurda por inconexión a nivel
oracional.
Expresión ambigua: un token de la expresión ‘Nokia’ puede ser tratado como
perteneciente al mismo tipo semántico que un token de la expresión ‘noquea’, y esto se
debe a su similitud sintáctica. 53 Así, ‘Nokia’ puede ser sustituido por la expresión
‘noquea’ o por la expresión ‘marca de celular’ (pues se ha hablado de celulares).
Explicación: La oración ‘Me noquea’ está sintácticamente bien formada. De la
oración ‘Me tiraste un celular’ se puede inferir que ‘Si no me agacho, me noquea’.
Los ejemplos de conjuntos de oraciones que cumplían con las tres condiciones
tenían que ser (de acuerdo con mi teoría) necesariamente chistes. Ahora bien, cada uno
de los chistes que examiné presentaba un tipo distinto de absurdo: el primero presentaba
un absurdo por incompatibilidad a nivel oracional, el segundo un absurdo por
incompatibilidad a nivel suboracional, el tercero un absurdo por inconexión a nivel
oracional y el cuarto un absurdo por inconexión a nivel suboracional. Siendo así, y dado
a que desde mi teoría todo chiste presentaría al menos una de estas formas de absurdo,
considero que mi teoría podría dar cuenta un gran número de los chistes existen y de
buena parte de los chistes posibles.

3.4. Síntesis del capítulo

Recapitulando, desde el aspecto de lo que está compuesto el chiste, un conjunto de


oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene alguna oración absurda con respecto a las otras o es absurda en sí
misma
ii. Hay al menos una explicación de la oración absurda

“dos emisiones tokens que suenan o se ven igual (que son ‘léxicamente similares’) deberían ser
53

tratadas como dos tokens del mismo tipo semántico” (Wanderer, 2008, pág. 102).
103

iii. La explicación de la oración absurda se obtiene reinterpretando alguna parte


del conjunto de oraciones.

Donde una oración es absurda en relación con otras oraciones si se da uno de los
siguientes casos:
i.a. Absurdo por incompatibilidad a nivel oracional: la oración es absurda porque
es incompatible con otras oraciones.
i.b. Absurdo por inconexión a nivel oracional: la oración es absurda porque no
tiene conexiones inferenciales con las otras oraciones con las que se le emite.
Y donde una oración es absurda por sí misma si da uno de los siguientes casos:
i.c. Absurdo por incompatibilidad a nivel suboracional: la oración es absurda
porque sus componentes suboracionales son incompatibles entre sí.
i.d. Absurdo por inconexión a nivel suboracional: la oración es absurda porque es
componentes suboracionales no pueden ser conectadas sintácticamente.

Donde que haya una explicación disponible del absurdo quiere decir que la
aseveración absurda es la conclusión de una buena inferencia material. Y donde la
tercera condición exige que tanto el absurdo como la buena inferencia que explica lo
explica sean interpretaciones posibles de una expresión ambivalente.
CONCLUSIONES

La tesis que buscaba defender este trabajo de grado era esta: lo que hace que un
conjunto ordenado de oraciones sea un chiste, son las relaciones inferenciales que se dan
entre los conceptos involucrados en las oraciones del conjunto. La tesis de este trabajo
de grado era, pues, que es posible definir a los chistes en términos de inferencias. Con el
fin de demostrar esto, se construyó una teoría inferencial de los chistes.
El punto de partida de la teoría inferencial es una hipótesis que surge de varias
observaciones acerca de los chistes. El resto de la teoría tiene como propósito aclarar los
términos utilizados en la hipótesis. La hipótesis de la teoría inferencial era esta: un
conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Presenta un absurdo
ii. Hay una explicación para el absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.

Debido a que ‘presentar’ podía tomarse como a) que la oración describía alguna
acción absurda o como b) que la oración era absurda, había al menos dos modos
distintos de definir a los chistes:
Primera definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.

Segunda definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si


i. Tiene alguna oración que es absurda
106

ii. Hay al menos una explicación de la oración absurda


iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.

Argüí que los únicos eventos que pueden ser absurdos son las acciones humanas.
Por ello, para aclarar la primera definición se recurre a una teoría de la acción. La
segunda definición habla acerca de oraciones y por ello, para aclararla, recurrí a una
teoría del significado. Cada definición se enfoca en un aspecto distinto de los chistes: la
primera definición se preocupa por aquello que dicen los chistes (si se quiere, se puede
entender como aquello a lo que se refieren los chistes); y la segunda definición se
preocupa por cómo dicen lo que dicen los chistes (si se quiere seguir la analogía con
Frege, se puede decir que se preocupa por el modo de presentación de la referencia del
chiste: el sentido del chiste).
Ahora bien, ¿hay alguna relación entre estas dos definiciones? Mientras que la
primera definición se preocupa por acciones, la segunda definición se enfoca en el
lenguaje. Y es por ello por lo que la relación entre las dos definiciones es estrecha. Hay
dos niveles de la relación, o dos formas en que la acción se relaciona con el lenguaje: la
primera es que la acción incluye a la comunicación, a la acción lingüística. Usar el
lenguaje es actuar. La segunda relación entre acción y lenguaje es que la acción sólo
puede ser individuada y explicada mediante el lenguaje. Sólo mediante el lenguaje es
posible describir, racionalizar, explicar, interpretar o entender la acción. Prueba de ello
es que, de hecho, los chistes son en realidad conjuntos de oraciones y no de acciones.
Los chistes son esencialmente construcciones lingüísticas.
Parece ser que las relaciones entre la primera definición de los chistes y la
segunda, no se detienen en lo anterior. Es posible que ambas definiciones sean
isomorfas, especialmente en la clasificación de los absurdos. Parece ser que cuando se
describen acciones que son absurdas por incoherencia, es necesario usar oraciones que
resulten ser absurdas por incompatibilidad; y cuando se describen acciones que son
107

absurdas por inconexión, es necesario utilizar oraciones que resulten ser absurdas por
inconexión. La relación también parece surgir en el otro sentido. Enunciar oraciones que
son absurdas por incompatibilidad es realizar una acción absurda por incoherencia;
mientras que enunciar oraciones que son absurdas por inconexión es realizar una acción
absurda por inconexión. Por ahora y en el presente texto, no me comprometo a defender
esta idea del isomorfismo entre las oraciones absurdas y las acciones absurdas. Me basta
con señalar esta particularidad.
Dadas las estrechas relaciones entre ambas definiciones, y dado a que presentan
la misma estructura ¿es posible reducir una de ellas a la otra? Sí. La primera definición
de los chistes puede ser reducida a la segunda: las relacione entre las oraciones de los
chistes son las que determinan las relaciones entre los eventos descritos por los chistes.
Esto se debe a que los eventos son individuados por las descripciones que se hacen de
ellos.
Se trata de una teoría inferencial, pues se definen a los componentes los chistes
en términos inferenciales: ya sea en la primera definición, donde se concluyó que lo que
definía a una acción como absurda o como explicada, era la relación lógica que tenía el
contenido proposicional de la descripción de la acción con el contenido proposicional de
otras descripciones; o ya sea en la segunda definición, donde se definió explícitamente al
absurdo y a la explicación en términos inferenciales.
El propósito de esta teoría inferencial de los chistes era hacer explícito lo que ya
todos los que entienden y hacen chistes saben hacer. El propósito no ha sido mostrar o
presentar ideas novedosas acerca de los chistes, sino más bien elucidar las ideas
(posiblemente universales) que ya se tenían acerca de los chistes. Es por ello por lo que
era de gran importancia que la hipótesis no fuese completamente original: los puntos de
convergencia con otras teorías del humor sugieren que lo que se está notando en los
chistes es algo que ya se había notado antes.
Suponiendo que la teoría inferencial sea acertada, hay varias cosas que decir a su
favor: la primera, es que el análisis de los tipos de absurdos podría servir para analizar a
108

otras partes del lenguaje natural (como las metáforas y las paradojas); la segunda, es que
al dar una definición de lo que son los chistes, podría ser de utilidad a las ciencias que
estudian la relación del chiste con otros temas. Por ejemplo, podría ser útil para las
neurociencias, pues es útil determinar qué es un chiste antes de poder analizar cómo
funciona un cerebro ante uno. Podría ser también útil a los acercamientos
computacionales al humor, pues la definición del chiste serviría como criterio para saber
cuándo una máquina ha logrado hacer un chiste. La tercera cosa que decir a favor de la
teoría, en caso de que fuese exitosa, es que sería una muestra del potencial explicativo de
las teorías de la acción y las teorías semánticas.
Todo lo anterior suena muy bien, pero es sólo si se supone que la teoría es
acertada. Vayamos al otro extremo. Suponiendo que la teoría inferencial sea
completamente desafortunada, es decir, suponiendo que la teoría dé cuenta de sólo una
porción muy pequeña y poco significativa de los chistes, ¿hay algo que rescatar de ella?
Espero que sí. Hay al menos la invitación a pensar el humor desde métodos meramente
filosóficos. Y, además, el trabajo fue una buena excusa para mirar chistes durante meses
y decir que estudiaba.
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