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Teoría Inferencial de Los Chistes (Copia)
Teoría Inferencial de Los Chistes (Copia)
Trabajo de grado presentado por Marcelino Hudgson Steele, bajo la dirección del
Profesor Miguel Pérez Jiménez,
como requisito parcial para optar al título de Filósofo
Profesor
Diego Pineda
Decano
Estimado Diego:
Reciba un cordial saludo. Por medio de la presente tengo el gusto de presentarle el trabajo de
grado Una teoría inferencialista de los chistes realizado por el estudiante Marcelino Hudgson
Steele como requisito parcial para optar al título de Filósofo.
Por las razones expuestas considero que el trabajo de Marcelino Hudgson satisface con creces
los requisitos que la Facultad ha impuesto para estos casos. En este sentido, lo pongo a su
consideración para que sea sometido a evaluación y, si es el caso, se cite a su defensa.
Agradezco su atención y quedo a su disposición para lo que pudiera hacer falta sobre el
particular.
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 9
1
Aristóteles presenta esta idea en el verso 1419b de su Retórica. La traducción utilizada en este
trabajo de grado es la de Quintin Racionero (Aristóteles, Retórica, 1994).
10
2017). Por ello, no debería resultar extraño que en algunas secciones se citen trabajos
que no sean considerados filosóficos. Uno de estos trabajos que no es propiamente
filosófico, pero que ocupa un lugar importante en esta discusión es El chiste y su
relación con el inconsciente (Freud, 1948). Esta obra es considerada un clásico en el
estudio del humor (Lippitt, 1991, pág. 80). La obra de Freud resulta de particular interés,
pues es uno primeros trabajos enfocados directamente en los chistes y no en el fenómeno
general del humor.
El humor cubre un espectro amplio de fenómenos. Desde una simple caricatura
hasta una compleja parodia pueden ser considerados formas de humor. Sin embargo,
este trabajo de grado se enfoca únicamente en un formato de humor: los chistes. ¿Qué
característica separa a los chistes de las otras formas de humor? El que los chistes
siempre están expresados en el lenguaje (Aristóteles, Retórica, 1994) (Freud, 1948). Esta
idea se puede hallar de manera explícita en Schopenhauer quien afirma que “el chiste se
ha de mostrar siempre en palabras” (Schopenhauer, El mundo como voluntad y
representación, 2009, pág. 72). Por lo anterior y por motivos que se harán claros más
adelante, en este trabajo de grado el chiste se entiende como un conjunto ordenado de
oraciones.
La gran mayoría de conjuntos ordenados de oraciones, no son chistes. Por
ejemplo, este trabajo de grado es un conjunto ordenado de oraciones que no es un chiste
(o al menos eso espero). Surge entonces la pregunta a la que quiere contestar este
trabajo, ¿qué hace que un conjunto ordenado de oraciones sea un chiste? La respuesta
que doy a este problema es la tesis de este trabajo. La tesis es la siguiente: lo que hace
que un conjunto ordenado de oraciones sea un chiste, son las relaciones inferenciales
que se dan entre los conceptos involucrados en las oraciones del conjunto. Esto, dicho de
modo más sencillo, la tesis de este trabajo de grado es que es posible definir a los chistes
en términos de inferencias.
El argumento a favor de la tesis es también bastante simple: si se logra definir a
los chistes en términos de inferencias, entonces es posible definir a los chistes en dichos
11
términos. No obstante, a pesar de que el argumento es simple, la teoría que logra definir
a los chistes en términos de inferencias es un poco más compleja. La estructura de este
trabajo de grado está determinada por la estructura de la teoría que presenta.
¿Cuál es la naturaleza de esta teoría inferencial de los chistes? No es una teoría
neurocientífica, por lo que no intenta decir qué ocurre en el cerebro al hacer u oír
chistes; tampoco es una teoría psicológica, por lo que no busca explicar los chistes
apelando a estados mentales; no es, tampoco, una teoría sociológica, así que no examina
los efectos y usos sociales de los chistes. La teoría inferencial de los chistes es una
teoría filosófica, por lo que uno de sus objetivos es aclarar el lenguaje de los chistes. Esa
idea, la de que uno de los objetivos de la filosofía es elucidar, es tomada de la
proposición (4.112) del Tractatus lógico-philosophicus:
Con precisión, lo que busca aclarar esta teoría inferencial son las relaciones entre
las oraciones de los chistes: busca aclarar qué relaciones son necesarias y suficientes
para que un conjunto de oraciones sea un chiste. Con miras a esto, la teoría parte desde
una hipótesis de cuáles son las relaciones que se dan en los chistes; el resto de la teoría
consiste en usar vocabulario de una teoría de la acción y vocabulario de una teoría del
significado para aclarar la hipótesis.
Así pues, este trabajo de grado posee la siguiente estructura: en el primer capítulo
se exponen brevemente a las otras teorías filosóficas del humor, se presenta la hipótesis
de la teoría inferencial y se relaciona en algunos aspectos a la hipótesis de la teoría
inferencial con otras teorías filosóficas acerca del humor; en el segundo capítulo, se
aclara la hipótesis recurriendo a la teoría de la acción de Donald Davidson; en el tercer
12
Antes de presentar a la teoría inferencial de los chistes, hay otras tres grandes
teorías o tradiciones en la filosofía del humor que la preceden y que conviene examinar.
Las presentaré brevemente y colocando énfasis en lo que dicen acerca de los chistes más
que en el humor en general2. Las tres grandes teorías filosóficas sobre el humor que
preceden a la mía son las siguientes: la teoría de la superioridad, la teoría del alivio y
teoría de la incongruencia. Una vez expuestas esas teorías, se pasa a hablar de la
hipótesis de la teoría inferencial.
2
El propósito de este trabajo de grado no es hacer una exposición exhaustiva de todas las teorías del
humor que hay en filosofía. No obstante, si lo anterior es del interés del lector, recomiendo remitirse a
(Lippitt, 1991) y a (Morreall, 2016) para una visión más completa.
3
“Simply put, our laughter expresses feelings of superiority over other people or over a former state of
ourselves.”
14
Según esta teoría, siempre nos estamos riendo de alguien que está haciendo algo
tonto o erróneo (Lippitt, 1991, pág. 49). De este modo, lo que haría que una narración
fuese un chiste es la presencia de alguien que comete un error o hace el ridículo. A esta
teoría se le han presentado variadas objeciones. La mayoría de estas son contraejemplos
en los que, o se muestra que la comparación con otros no es necesaria para que se dé la
risa o en los que se muestra que el sentimiento de superioridad no es suficiente para que
se dé la risa4.
La teoría del alivio tiene como principal representante a Sigmund Freud quien
divide a su obra El chiste y su relación con el inconsciente en dos grandes partes: en la
primera, analiza algunas técnicas utilizadas en la formación de chistes; en el segundo
capítulo se centra en las intenciones y funciones que pueden tener los chistes. El primer
4
Para ver varias de estas objeciones véase (Lippitt, 1991, págs. 56-58) y (Morreall, 2016).
15
capítulo es el que posee importancia para este trabajo de grado, puesto que se ocupa
propiamente de los chistes y no de las causas o efectos sicológicos de los chistes.
Para Freud, dado un chiste, pueden suceder dos cosas: “o es el pensamiento
expresado en la frase lo que lleva en sí el carácter chistoso, o el chiste es privativo de la
expresión que el pensamiento ha hallado en la frase” (Freud, 1948, pág. 6). Desde este
criterio, Freud describe dos grandes tipos de chistes: los chistes verbales y los de
pensamiento5. Los primeros son los que llevan el carácter chistoso en la frase y los
segundos los que lo llevan en el pensamiento expresado. El carácter chistoso se halla en
la expresión, si al sustituir algunas de las expresiones desaparece el carácter chistoso
(Freud, 1948, pág. 7).
Freud identifica al menos tres grandes técnicas que se utilizan en la formación de
chistes verbales: condensación o abreviación, el uso múltiple del mismo material y el
doble sentido (Lippitt, 1991, págs. 88,89). Un ejemplo de chiste de condensación es el
siguiente:
5
En otras traducciones se utiliza el término ‘conceptual’, por ejemplo, en la traducción que utiliza
(Lippitt, 1991, pág. 89). Me referiré en ocasiones a estos chistes como de pensamiento, conceptuales o
intelectuales.
16
por ejemplo, una palabra puede ser usada de dos maneras, una de esas maneras es
tomarla como una palabra entera y la otra manera es tomarla como varias sílabas
separadas (Lippitt, 1991, pág. 88). Por ejemplo, “Researchers showed the robot ten puns,
hoping that one of them would make it laugh. Unfortunately, no pun in ten did” ( Kao,
Levy, & Goodman, 2015). Donde la palabra ‘intended’ funciona como una sola y como
varias en ‘in ten did’. Otra forma en que se da el uso múltiple del mismo material es
cuando se reorganizan las palabras. Por ejemplo, “El matrimonio X vive a lo grande.
Según unos, el marido ha ganado mucho y dado poco; según otros, es la mujer la que se
ha dado un poco y ganado mucho” (Freud, 1948, pág. 16).
El tercer gran tipo de técnica en la elaboración de chistes verbales es el doble
sentido. Un ejemplo de un chiste producido por esta técnica es el siguiente: “Un médico
que acababa de reconocer a una señora dice al marido de la enferma: «No me gusta
nada.» «Hace mucho tiempo que a mí tampoco», se apresura a confirmar el interpelado”
(Freud, 1948, pág. 19).
Freud explica este chiste diciendo que “el médico se refiere, naturalmente, al
estado de la mujer, pero expresa su preocupación con tales palabras, que el marido halla
en ellas la confirmación de su aversión matrimonial” (Freud, 1948, pág. 19). Para Freud
hay algo común a todas estas técnicas de formación de los chistes verbales: la
condensación o economía en la expresión (Lippitt, 1991, pág. 88). Es decir, se expresan
varias ideas en menos palabras de las que se utilizarían normalmente.
Ahora bien, en el caso de los chistes de pensamiento, hay otras técnicas que
permiten obtenerlo. Tres de esas técnicas son las siguientes: desplazamiento, lógica
aparente y unificación (Lippitt, 1991, págs. 89, 90). Freud presenta el siguiente ejemplo,
entre otros, de un chiste que se forma utilizando la técnica del desplazamiento.
En este ejemplo el razonamiento del cliente tiene apariencia de ser lógico. Freud
lo explica en los siguientes términos
6
La oración en la traducción era “Claro, como que no me lo he comido”, pero lo he modificado para que
fuera más fácil de entender.
18
a cabo esta sustitución tuvo que agregarse al «sí» un «pero», de tal manera
que ambas palabras, unidas en la frase, equivalen a un «no» (Freud, 1948,
pág. 38).
«Hay más cosas en el cielo y sobre la tierra de las que supone vuestra
filosofía», dijo despectivamente Hamlet. Lichtenberg sabe que este juicio
condenatorio no es aun suficientemente severo, pues no emplea todo lo que
contra tal filosofía se puede objetar, y añade todavía: «Pero también hay en la
filosofía muchas cosas que no existen en el cielo ni en la tierra» (Freud,
1948, pág. 39)
No se debe creer que estas son todas las técnicas del chiste. Las técnicas que
acabo de exponer no son todas las técnicas que Freud presenta, y Freud acepta que las
que él presenta están lejos de formar una lista completa. No obstante, comparto con
(Lippitt, 1991, pág. 88) que estás técnicas son las más importantes. Ahora bien, ¿Por qué
se llama ‘teoría del alivio’? Para Freud la risa ante un chiste es producto de la energía
que resulta de reprimir emociones hostiles, y esta energía psíquica es liberada mediante
la risa (Morreall, 2016)7. Esta explicación de la risa está ampliamente desacredita por la
sicología en la actualidad (Morreall, 2016), pero por suerte, lo que nos es de interés en
este trabajo de grado es el análisis que hace acerca de las técnicas del chiste.
7
“Freud says, the psychic energy released is the energy that would have repressed the emotions that are
being expressed as the person laughs” (Morreall, 2016).
20
8
“The Incongruity Theory says that it is the perception of something incongruous—something that
violates our mental patterns and expectations”.
9
Es curioso pues mientras que para (Morreall, 2016) Aristóteles es representante de la teoría de la
incongruencia, para (Lippitt, 1991) Aristóteles es representante de la teoría de la superioridad.
10
“[…] nos queda ahora por hablar acerca de la expresión, dado que no basta 15 con saber lo que hay que
decir, sino que también es necesario decirlo como se debe, y esto contribuye mucho a que se manifieste de
qué clase es el discurso” (Retórica, 1403b).
21
tipo de expresiones producen placer: porque “en ellos hay una enseñanza y una
metáfora” (Retórica, 1412a, 26). Algunas de las expresiones que logran esto, son los
enigmas bien hechos, los apotegmas y el “decir cosas inesperadas” (Retórica, 1412a,
27).
Dentro del grupo de expresiones de este ‘decir cosas inesperadas’ se encuentran
los chistes, y es aquí donde se nota la idea central de la teoría de la incongruencia en
Aristóteles. Indica Aristóteles acerca del decir cosas inesperadas
Aristóteles dice “La cosa no es, en efecto, como el oyente la suponía” pues en el
chiste se dice ‘sabañones’, “cuando se esperaba que iba a decir 'sandalias'” (Retórica,
1412a, 33-34). Este hecho, sin embargo, “debe quedar claro al mismo tiempo que se
dice” (Retórica, 1412a, 34). En el caso de los juegos de palabras,
En todo lo que provoca una viva sacudida de risa debe haber algún sinsentido
(donde, pues, el entendimiento en sí no puede encontrar ninguna
satisfacción). La risa es un afecto a partir de la repentina transformación en
nada de una expectativa en tensión (Kant, 2012, pág. 302).
Frente a ese chiste, al ver que el indio afirma no estar maravillado por la salida
de la espuma, se espera que ya entienda el funcionamiento de la espuma, pero vemos
que no es así cuando dice asombrarse por cómo la habrán metido en la botella. Kant
explica el efecto del chiste aduciendo que “nuestra expectativa estaba en tensión y queda
repentinamente en nada” (Kant, 2012, pág. 302). Así pues, para Kant el absurdo presente
en los chistes nos hace reír porque “evoca, cambia y disipa nuestros pensamientos, pero
no aprendemos nada mediante esta gimnasia mental” (Morreall, 2016). Esta gimnasia
mental produce un movimiento de nuestros órganos internos y es esta estimulación física
la que disfrutamos (Morreall, 2016). En este aspecto de la explicación de la risa, se
podría entender a Kant como perteneciente a la teoría del alivio (Lippitt, 1991, pág. 14).
11
Este punto parece haber sido omitido al ser expuesta la teoría de Aristóteles sobre el humor en (Lippitt,
1991) y (Morreall, 2016). No obstante, como se verá más adelante, desde mi teoría la ambigüedad cumple
una función importante.
23
Pues, tanto para Kant como para teóricos como Freud, la risa es producto de algo que se
construyó y luego disipó. Mientras que en Freud lo que se acumula es la energía
psíquica para producir emociones, en Kant lo que se acumula es la expectativa.
Una versión un poco más sofisticada de la teoría de la incongruencia es la del
filósofo Arthur Schopenhauer. En la sección trece del libro primero de su obra El mundo
como voluntad y representación, Schopenhauer afirma que el saber abstracto no siempre
se corresponde con la representación intuitiva. Y
tendrá un tipo de risible, si se pasa de los objetos a los conceptos se tendrá otro tipo. Los
chistes son este primer tipo de irrisorio, y cuando nos reímos de estos, Schopenhauer
dice que es porque “en el conocimiento existían previamente dos o más objetos reales o
representaciones intuitivas muy diferentes, y se las ha identificado voluntariamente
mediante la unidad de un concepto que abarca ambas” (Schopenhauer, 2009, pág. 72). El
chiste es entonces el tipo de risible en el que, partiendo de varias representaciones
intuitivas (objetos) se intentan abarcar a todas bajo un mismo concepto, siendo que estas
representaciones intuitivas son incongruentes.
Por otro lado, el segundo tipo de risible llamado ‘excentricidad’ nos hace reír
porque
Así, para Schopenhauer todo lo que produce risa lo hace al generar una
discrepancia entre nuestras representaciones intuitivas (objetos) y nuestro conocimiento
abstracto (conceptos). Puede ser que la discrepancia se dé al pasar de los objetos a los
conceptos, en cuyo caso se tendría un chiste; o puede que se dé al pasar de los conceptos
a los objetos, en cuyo caso se tendría una excentricidad. Una diferencia adicional entre
los dos tipos de risible es que “el chiste se ha de mostrar siempre en palabras y la
excentricidad en acciones la mayoría de las veces” (Schopenhauer, 2009, pág. 72). En la
misma línea de ideas, Schopenhauer afirma que los juegos de palabras (puns) son un tipo
de chistes: “así como el chiste reúne a la fuerza dos objetos reales muy diferentes bajo
un concepto, el juego de palabras une dos conceptos distintos bajo una palabra
utilizando la casualidad” (Schopenhauer, 2009, pág. 73).
Schopenhauer se abstiene de brindar ejemplo pues según él, su explicación es
“tan sencilla y comprensible que no precisa de ellos, y como prueba de ella vale
25
igualmente cualquier caso irrisorio que el lector recuerde” (Schopenhauer, 2009, pág.
72). Sin embargo, en el volumen II de su obra, Schopenhauer añade a regañadientes
algunos ejemplos “para ayudar a la pereza mental de aquellos lectores que quieran
permanecer en estado pasivo, me prestaré a ello” (Schopenhauer, 2009, pág. 123).
Algunos de los ejemplos de chistes que analiza en el capítulo 8 del segundo volumen de
su obra El mundo como voluntad y representación son los siguientes
Otro ejemplo
Schopenhauer dice respecto a este chiste que sobra la explicación pues “aquí la
subsunción de lo heterogéneo es inmediatamente clara y sin violencia” (Schopenhauer,
El mundo como voluntad y representación, 2009, pág. 124). Podemos, sin embargo,
intentar explicarlo. Bajo el concepto de presentar, se puede agrupar tanto la obra que se
esperaba ver, como la aparición del policía.
26
Un tercer ejemplo es “el epitafio de un médico: «Aquí yace, como un héroe, y las
víctimas yacen a su alrededor»” (Schopenhauer, 2009, pág. 124). Schopenhauer lo
explica diciendo “bajo el concepto de «yacer rodeado de quienes mató», que glorifica al
héroe, se subsume | al médico que ha de salvar vidas”. (Schopenhauer, 2009, pág. 124).
12
Esta segunda condición también excluye a las metáforas, pero mostraré esto un poco más adelante.
28
Ahora bien, hay conjuntos de oraciones en las hay un absurdo (condición i.),
además ofrecen una explicación del absurdo (condición ii.) y aun así no son chistes.
Ejemplos de estos son las explicaciones de las paradojas. La tercera condición, según la
cual la explicación se obtiene reinterpretando alguna parte del conjunto de oraciones,
excluye a algunos de estos conjuntos de oraciones. Tomemos el siguiente ejemplo
Según uno de los varios intentos de explicar la paradoja, se dice que surge
porque “emplea un método de evaluación poco común, y posiblemente ilegitimo:
normalmente no se evalúa una oración suponiendo ahora su verdad, ahora su falsedad”
(Marulanda, 2010). Lo importante en este punto es notar que la explicación de por qué
surge la paradoja es alegando un paso ilegítimo: la explicación no se da al reinterpretar
ninguna de las expresiones de ‘La presente oración es falsa’. Así pues, este conjunto de
oraciones (formado por la paradoja) aunque presenta un absurdo y una explicación del
absurdo, no es un chiste: este conjunto de oraciones no cumple con la tercera condición.
Ahora, según la hipótesis de esta teoría todo conjunto de oraciones que cumpla
con las tres condiciones (presentar un absurdo, una explicación del absurdo y una
explicación que se obtenga reinterpretando alguna de las partes del conjunto) debería ser
un chiste. No obstante, parece ser el caso que las metáforas cumplen con las tres
condiciones y es claro que no todas las metáforas son chistes. Distinguir a los chistes de
las metáforas, es un caso algo más complejo que los otros: la relación entre ambos tipos
29
de conjuntos de oraciones parece ser bastante estrecha 13. Y esto no debería ser sorpresa,
pues como se vio al hablar de la teoría de la incongruencia, ya Aristóteles en su Retórica
trata a los chistes como un tipo específico de metáfora. Freud de hecho habla
explícitamente de lo difícil que es distinguir entre las metáforas y los chistes:
Los chistes y las metáforas parecen compartir al menos dos rasgos importantes: 14
en ambas (a) al menos una de las expresiones es ambigua y en ambas (b) una de las
interpretaciones de la expresión genera un absurdo mientras que la otra no. Veamos esto
con dos ejemplos de cada uno
13
Un artículo interesante que trata acerca de las relaciones entre metáfora y humor es “Laughing
metaphorically: Metaphor and humour in discourse” (Kyratzis, 2003).
14
La caracterización que hago aquí de las metáforas no pretende ser exhaustiva: basta con que logre
distinguirlas de los chistes.
30
Según la hipótesis de esta teoría los chistes son los únicos conjuntos de oraciones
que cumplen con las tres condiciones. Pero, como se ha visto, hay otros conjuntos de
oraciones que pueden cumplir algunas de las condiciones sin ser chistes necesariamente.
Esto muestra que los chistes tienen una relación cercana con conjuntos de oraciones
33
como las metáforas, las falacias y las paradojas 15. Las relaciones específicas entre los
chistes y estos otros conjuntos de oraciones no serán tratados en este trabajo de grado,
pues basta con haberlas insinuado.
Ahora bien, hay un problema. Como se ha visto, la definición propuesta en la
hipótesis excluye a un gran número de conjuntos de oraciones que no son chistes. Pero
¿cómo saber si los conjuntos de oraciones que cumplen con estas condiciones son
realmente chistes? Si según la teoría el conjunto de oraciones β es un chiste, ¿cómo se
puede verificar si β realmente lo es? Lo que se está preguntando aquí es si hay algún
modo de decir si la teoría es correcta o incorrecta respecto a los casos que se le
presentan. Le hace falta entonces a esta teoría un criterio de evaluación.
El criterio de corrección de la teoría es importante, pues la función de esta teoría
es expresivista: busca hacer explícito aquél ‘saber cómo’ que ya aplicamos
constantemente a la hora de hacer y entender chistes. Y dado a que mi teoría pretende
dar cuenta de prácticas reales, es importante poder decir cuándo fracasa y cuándo acierta
en su tarea. De otro modo sería imposible saber si mi teoría habla de prácticas que
realmente se dan entre seres racionales.
El criterio de corrección es el siguiente: si las relaciones inferenciales que la
teoría afirma que tienen los chistes no se hallan en los chistes, entonces la teoría tiene
que ser revisada. Así, si se hallan conjuntos de oraciones que sean chistes y que no
presenten las relaciones inferenciales que según mi teoría deberían tener, entonces serán
contraejemplos de mi teoría. Para que esto sea posible, debe haber un modo
relativamente confiable de identificar chistes para luego ver si la teoría los clasifica
correctamente como chistes. De otro modo sería imposible encontrarle contraejemplos a
la teoría. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿cómo se puede identificar un chiste (sin
recurrir a la definición de la teoría inferencial)?
15
El siguiente dato es irrelevante, no obstante, curioso. Cuando Wittgeinstein en sus Investigaciones
filosóficas hace un pequeño listado de las cosas que se pueden hacer con el lenguaje, menciona al “hacer y
entender chistes” (parágrafo 23) justo entre adivinar acertijos y resolver problemas de aritmética aplicada.
34
Lo primero que diremos es que para esta teoría la capacidad de mover a la risa
no es condición ni necesaria ni suficiente para identificar que algo es un chiste. Que
algo pueda hacer reír no es suficiente para que sea considerado un chiste, y dar ejemplos
de ello es relativamente sencillo. Un ejemplo de algo que hace reír sin ser algún tipo de
chiste, son las cosquillas. También es el caso que los otros tipos de humor (el visual, las
bromas, etc.) pueden hacer reír y no por ello son chistes.
Una objeción podría consistir en ser más específico y decir que si bien no todo
lo que genera risa es un chiste, sí es cierto que todo conjunto de oraciones que mueve a
la risa es un chiste. Aun así, hay contraejemplos a esta idea. Uno de estos
contraejemplos son las oraciones que hacen reír porque se profieren imitando a alguien.
Por ejemplo, un profesor puede decir ‘Buenos días, muchachos’ sin que esto mueva a la
risa, pero si un alumno imita al profesor con exactamente la misma frase ‘Buenos días,
muchachos’ esta puede hacer reír. Y así, vemos que el que un conjunto de oraciones
mueva a la risa no es suficiente para considerarlo un chiste. Se podrían añadir otros
contraejemplos como el caso en el que alguien bajo el efecto de las drogas, puede reírse
de casi todo lo que se le dice. Sin que se le estén contando chistes.
La capacidad de hacer reír tampoco es necesario para identificar que algo es un
chiste. Una prueba de ello es que podemos identificar chistes que no mueven a la risa.
Tal es el caso de los chistes que identificamos como chistes ‘malos’ o ‘tontos’: sabemos
que es un chiste, pero lo denominamos ‘malo’ porque no nos hace reír. También se
pueden incluir los casos en los que podemos identificar un chiste sin que lo hayamos
logrado entender aún. Sucede que sabemos que algo es un chiste sin que lo podamos
comprender y sin que nos riamos. Otra prueba de este punto es que los chistes conocidos
suelen no mover a la risa, y aun así podemos identificar que son chistes: si la risa fuese
necesaria para la identificación de un chiste, entonces dejaríamos de identificar como
chistes a todos los chistes que no nos hacen reír.
Ahora, si bien es cierto que la risa no es condición necesaria ni suficiente para la
identificación de chistes, considero que es útil poner atención a cuándo unas oraciones
35
producen risa. Dicho de otro modo: aunque no siempre que hay risa hay chistes, ni
siempre que hay chistes hay risa, es el caso que algunas veces se dan los dos juntos. Y
reconozco que esto puede llegar a ser útil en ocasiones. Lo importante es no perder de
vista que la risa no es criterio confiable para la identificación de los chistes. Tratar a los
chistes independientemente de la risa, tiene una consecuencia que se insinuó más arriba:
la manera en que se cuenta un chiste carecerá de importancia para la teoría. Reconozco
que la forma de narrar un chiste tiene gran influjo en si los espectadores se reirán o no.
La entonación, los acentos, y la expresión corporal son sólo algunos de los aspectos que
pueden hacer que un chiste sea más risible. No obstante, un mismo chiste puede ser
contado de forma que haga reír y de forma en que no haga reír, y lo que le interesa a esta
teoría es el chiste con independencia de su exposición.
Siendo que la capacidad de mover a la risa no es un criterio útil para identificar
qué conjunto de oraciones es un chiste, entonces ¿cómo se podrían identificar los chistes
que se usarían para evaluar la teoría? Mediante un reconocimiento intuitivo. Tal como es
posible identificar un argumento, (o una metáfora o un razonamiento falaz o una
paradoja) sin necesidad de apelar ni a la intención de quién lo dijo ni a la respuesta
emocional de quien lo recibe, es posible identificar a un chiste sin apelar ni a la
intención de hacer reír ni a la risa que provocan. Otra manera de identificar los chistes es
mediante la aceptación general, es decir, se acepta a un conjunto de oraciones como
chiste a lo que comúnmente se considera un chiste. Así, si un título asegura ser una
recopilación de chistes, se puede tener cierto grado de confianza en que se hallarán
chistes allí. O si un teórico ha analizado a un conjunto de oraciones como chiste,
entonces es un buen indicio de que se trata de un chiste.
Por supuesto, ninguno de estos modos de identificación de chistes es infalible.
No obstante, considero que, si se han de recoger casos que sirvan para evaluar a la teoría
inferencial, entonces el mejor modo de recogerlos es poniendo atención a nuestras
intuiciones y a las de los demás. Esto último va en consonancia con la naturaleza de esta
teoría, pues el propósito de este trabajo es explicitar un ‘saber cómo’ que ya aplicamos
36
en nuestra vida diaria: el saber hacer y entender chistes. Y si es un hecho que ya en las
prácticas cotidianas nos es posible formar y entender chistes, es completamente natural
suponer que también sabemos cómo identificarlos.
16
Una aclaración importante: cuando digo que observé que en ‘todos los chistes tienen tal o cual cosa’
hago referencia a ‘todos los chistes que he analizado’. Es evidente que no he observado a todos los chistes,
de todos los idiomas, de todos los grupos humanos, de todos los tiempos posibles. He analizado una
porción infinitesimal de todos los chistes posibles, y lo que hago al extraer condiciones necesarias y
suficientes a partir de esas observaciones, es una generalización.
37
17
Aunque la idea de que las únicas cosas absurdas son las acciones de seres racionales (ya sean acciones o
las cosas que dicen) es bastante sugerente, no pienso explorarla en este trabajo. La idea ya está presente
38
Hobbes en el capítulo V de su libro De Homine “the privilege of absurdity; to which no living creature is
subject, but man only” (Hobbes, 1909).
39
incongruencia, la mala aplicación del concepto, la causa del error, ya que entender un
chiste significa ver cómo la incongruencia involucrada puede ser resuelta” (Kulka, 2007,
pág. 326)18. Así, la segunda observación converge con las de Kulka si se toma a la
resolución de un chiste como a un tipo de explicación19.
La tercera observación (según la cual la explicación del absurdo se obtiene
reinterpretando alguna de las partes del chiste) converge en cierta medida con lo que
dice Rachel Giora acerca de los chistes (Giora, 2003). Para Giora el inicio de todos los
chistes favorece cierta interpretación de una expresión, y luego, al final del chiste se
presenta una incongruencia que fuerza una reinterpretación (Giora, 2003, pág. 168) 20.
Esto converge con la tercera observación en tanto que Giora como la teoría inferencial
aceptan que hay una relación entre una reinterpretación y el absurdo. No obstante, la
teoría difiere de Giora en la relación que trazan entre absurdo y reinterpretación:
mientras ella entiende que la incongruencia (absurdo) fuerza una reinterpretación, la
teoría inferencial entiende que la reinterpretación permite explicar el absurdo. Por
supuesto, estas dos formas de entender el asunto no son excluyentes.
Siguiendo con la tercera observación, se puede anotar que esta tiene varias
implicaciones y una de estas implicaciones converge con un número relativamente alto
de autores. La implicación es la siguiente: que los chistes presentan alguna ambigüedad.
Bergson reconoce este hecho, aunque no lo ve como central en todos los fenómenos
cómicos. Bergson dice que podríamos estar tentados a afirmar que “Toda situación es
cómica cuando pertenece a dos series de hechos absolutamente independientes y se
18
“With jokes we understand the source of the incongruity, the misapplication of the conception, the
reason for the mistake, since understanding a joke means seeing how the incongruity involved can be
resolved”.
19
De este modo todos los argumentos de Kulka a favor de la resolución de la incongruencia como
condición necesaria de los chistes, son razones que apoyan a la segunda condición de la hipótesis de mi
teoría.
20
“To lead our “one-track mind” down “the garden path,” the initial context of a joke is usually
unambiguous, compatible with the salient meaning, so that this interpretation is retained up until the punch
line, at which point a sudden incongruity forces reinterpretation”
40
puede interpretar a la vez en dos sentidos totalmente distintos” (Bergson, 1985, pág. 38).
Pero para el autor este no es un rasgo esencial de todos los fenómenos cómicos.
La idea de una ambigüedad en los chistes tiene al menos 2300 años, pues ya se
halla presente en la Retórica de Aristóteles. Como se mencionó más arriba, para
Aristóteles no basta con que la expresión elegante tenga algo inesperado y algo de lo que
el agente suponía: también es necesario que lo que se suponía quede claro al mismo
tiempo que se dice lo inesperado (Retórica, 1412a, 34). Esto se puede entender como la
exigencia de una ambigüedad tal que haya una interpretación absurda y una
interpretación no absurda de ella.
El hecho de que la idea tenga más de dos milenios es interesante porque es una
idea bastante utilizada en las teorías lingüísticas y computacionales del humor. En el
área de la lingüística, las teorías como las de Attardo y Raskin sostienen que en los
chistes hay un elemento que permite pasar de un sentido a otro sentido incompatible con
el primero (Torres Sánchez, 1997). En las teorías computacionales del humor se han
centrado en los puns o juegos de palabras, por ser más fáciles de modelar y por ello la
ambigüedad cobra gran importancia en modelos computacionales como el de (Binsted,
1991, págs. 13-14) y el de ( Kao, Levy, & Goodman, 2015). La idea de la ambigüedad
incluso ha permitido modelar los puns recurriendo a modelos de la física cuántica tales
como la superposición de estados en un espacio de Hilbert (Gabora & Kitto, 2017).
Estás son breves menciones de algunas teorías expuestas en otras áreas que tienen algo
de vigencia hoy en día y que comparten (aunque no mencionan) una idea aristotélica.
Por último, la cuarta observación (según la cual el absurdo de todo chiste es una
acción absurda) coincide con la teoría de la superioridad (según la cual siempre nos
estamos riendo de alguien). Para Hobbes y el Aristóteles de Poética, todo el humor (y
por ende los chistes) se basan en ver a otros como inferiores a nosotros. Y los vemos
como inferiores cuando están haciendo algo tonto o erróneo (Lippitt, 1991, pág. 49),
donde lo tonto o erróneo se puede entender como haciendo algo absurdo.
41
Ahora bien, una vez expuestas las razones para sostener la hipótesis de la teoría
inferencial: su asiento en observaciones y la convergencia de esas observaciones con
ideas de otras teorías; y expuesto el criterio de evaluación de la teoría: el examen de si la
teoría califica como chiste a lo que intuitiva y comúnmente se acepta como chiste; se
puede pasar a hablar acerca de cómo se desarrollará la hipótesis a lo largo del trabajo.
Debido a que las oraciones tienen la capacidad de describir, esto permite una
ambigüedad en las condiciones que acabo de exponer. Al decir que el conjunto de
oraciones presenta un absurdo esto puede significar que 1) al menos una de las oraciones
describe a un evento absurdo o que 2) al menos una de las oraciones es absurda.
Teniendo en cuenta esta ambigüedad, surgen dos posibles definiciones de los chistes.
Primera definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.
21
Esta idea de que los eventos absurdos a los que se refieren los chistes son acciones, es una consecuencia
de la cuarta observación: la de que el absurdo en el chiste siempre es la acción de un agente racional.
43
presentada por Donald Davidson. Por otro lado, la segunda parte del trabajo, dado a que
tiene que dar cuenta del contenido y la forma de las oraciones, se desarrolla apelando al
inferencialismo de Robert Brandom.
Empezar desde la primera definición tiene varias ventajas. Una de estas ventajas
es que la primera definición es un modo más intuitivo de pensar los chistes que la
segunda definición. Y esto se debe a que cuando escuchamos un chiste, lo entendemos
en términos de lo que hacen los personajes y no en términos de oraciones. Por ejemplo,
en un chiste acerca de tres personas que entran en un bar, se piensa en el bar y en las
personas y no en la oración que describe a este hecho. Y puesto que la primera
definición es más intuitiva que la segunda, empezar por la primera parece ser un paso
más natural. La otra ventaja es que empezar por la primera definición, facilitará la
comprensión de la segunda, pues dado el isomorfismo de ambas, familiarizarse con la
estructura de una significará familiarizarse con la estructura de la otra.
Esto último no significa que se necesita entender una definición para entender a
la otra. De hecho, considero que ambas partes pueden entenderse de manera
completamente independiente. Sin embargo, dado al isomorfismo de las dos definiciones
es claro que entender una servirá para entender a la otra. Asimismo, la unidad temática
permite ver a ambas partes como secciones de un mismo proyecto a pesar de su
independencia. Una vez desarrolladas ambas partes, el trabajo finaliza con una breve
conclusión en la que se sugiere que la forma en que pensamos los chistes (primera
definición) está determinada por el lenguaje de los chistes (segunda definición).
2. LOS CHISTES Y LA TEORÍA DE LA ACCIÓN DE DAVIDSON
división incluye a todos los chistes posibles, puesto que cualquier chiste o hace o no
hace mención de agentes. En el primer grupo es fácil señalar las acciones absurdas, pues
estas siempre son realizadas por los agentes en el chiste. El segundo grupo de chistes es
un poco más problemático, porque ¿cómo puede haber una acción absurda si ni siquiera
hay agentes mencionados en este tipo de chistes? Usaré un ejemplo de cada tipo de
chiste para facilitar la comparación:
Un ejemplo del primer grupo de chistes, es decir, de los chistes que sí mencionan
a agentes es el siguiente:
(1)
- Yo dibujé en la pizarra.
Pero al pasar unos minutos, tocan la puerta de la clase y entra una niña toda
golpeada, la profesora le pregunta:
- ¿Quién eres?
47
- Yo me llamo Serpentina.
Sandalia.
En el primer ejemplo, la acción absurda puede ser realizada por alguno de los
varios personajes. Pudo ser la profesora o alguno de los niños. No obstante, en el
segundo ejemplo, no hay ni siquiera un posible agente: no parece haber acción alguna.
El modo de solucionar esto, es simple: basta con hacer explícito el narrador. Es un hecho
que todos los chistes son contados (ya sea de forma escrita u oral) por alguien. Hacer
explícito este narrador permitiría que la acción absurda, sea específicamente el decir
algo absurdo. Así, el siguiente ejemplo se puede formular como sigue:
(2.1)
22
Con cambio ‘no sustancial’ o ‘no significativo’ de un chiste, me refiero a un cambio tal que si se realiza,
no se juzga que es un chiste distinto. En este sentido, si un cómico dijera (2), (2.1) y (2.2) ante un público,
es probable que se le acuse de haber contado tres veces el mismo chiste.
48
El primer punto importante de este asunto es que hay dos tipos de chistes: los que
tienen agentes y los que podrían ser contados como si los tuvieran (sin modificar
sustancialmente el chiste). En cualquier caso, en esta primera parte del trabajo no
analizaré chistes de la forma (2), sin antes modificarlos a versiones del tipo (2.1) o (2.2).
es decir, si un chiste no presenta agentes, se lo postularé cuando no afecten
significativamente el chiste.
El segundo punto importante, es que, en conclusión, todos los chistes mencionan
(o podrían mencionar) una acción absurda. Este añadido de ‘o podrían mencionar’ es el
motivo por el que la cuarta afirmación se aplica, pero de modo poco indirecto en algunos
casos. Así, en el ejemplo (1) la acción absurda es que la profesora felicitara a Jaimito por
haber lanzado a Serpentina por la ventana. Y en el ejemplo (2), la acción absurda es el
hecho de decir que el santo de los zapatos es San Dalia. Las razones por la que considero
a estas acciones como absurdas son expuestas en secciones subsiguientes, cuando se
hable del absurdo. La siguiente sección se dedica a presentar la teoría de la acción que
luego será utilizada para definir a las acciones absurdas.
teoría de la interpretación también servirá para dar cuenta de las acciones absurdas que
son acciones lingüísticas (esto incluye a todos los chistes del segundo grupo).
En el artículo Acciones, razones y causas Davidson abre con la siguiente
pregunta: “¿cuál es la relación entre una razón y una acción cuando la razón explica la
acción al dar las razones del agente para realizar la acción?” (Lepore & McLaulin, 1985,
pág. 3)23. A este tipo de explicación Davidson la denominará ‘racionalización’ (Lepore
& McLaulin, 1985, pág. 3). Una razón racionaliza a una acción “sólo si nos lleva a ver
algo que el agente vio, o pensó ver, [como atractivo] en su acción” (Davidson, 1995,
pág. 17). Pero para explicar la acción no basta con señalar que la acción le pareció
atractiva al agente: también es necesario señalar qué fue lo atractivo de la acción para el
agente (Davidson, 1995, pág. 17).
Por lo anterior, cuando un sujeto realiza una acción se puede decir que: (a) el
sujeto tenía una actitud favorable frente a acciones de una clase determinada y que (b) el
sujeto consideraba que la acción que realizó era de ese tipo de acciones (Davidson,
1995, pág. 18). La primera condición, es decir, la de que el sujeto tenía una actitud
favorable, incluye desde deseos e impulsos hasta códigos de deber (Davidson, 1995,
pág. 18). Pero para efecto de brevedad, trataré a todas estas actitudes favorables como un
tipo de deseo o querer. La segunda condición hace referencia a las creencias del sujeto.
Las creencias que le hacen considerar al sujeto que una acción, pertenece al grupo de
acciones favorables.
Con gran frecuencia dar la razón de un agente consiste “en nombrar o la actitud
favorable (a) o la creencia relacionada (b) o ambas” (Davidson, 1995, pág. 18). A la
dupla creencia-actitud favorable Davidson la llama ‘razón primaria’. Davidson procede a
anunciar dos tesis acerca de la razón primaria: la primera, es que “para entender cómo
una razón de cualquier tipo racionaliza una acción, es necesario y suficiente que veamos,
por lo menos en sus rasgos esenciales, cómo construir una razón primaria” (Davidson,
23
“What is the relation between a reason and an action when the reason explains the action by giving the
agents reasons for performing the action?”
50
1995, pág. 18); la segunda tesis es que “la razón primaria de una acción es su causa”
(Davidson, 1995, pág. 18). Davidson ofrece argumentos para ambas tesis, pero para el
desarrollo de la teoría inferencial de los chistes basta con la primera.
Si bien es cierto que “la razón primaria consiste en una creencia y una actitud,
[…] generalmente es ocioso mencionar las dos” (Davidson, 1995, pág. 21). Pongamos
un ejemplo de esto. Si le pregunto a alguien por qué está mirando el partido, su respuesta
puede expresarse a manera de ‘a) quiero hacer algo entretenido y b) juzgo que mirar un
partido de soccer es entretenido’. Donde a) es la actitud favorable frente a cierto tipo de
acciones y b) es la creencia de que una acción pertenece al grupo del que se habla en a).
No es necesario que diga las dos cosas: si dice querer hacer algo entretenido, se puede
inferir que juzga como entretenido mirar el partido; y si dice creer que el soccer es
entretenido, se puede inferir que lo que quiere hacer al mirar el partido es hacer algo
entretenido. Cualquiera que sea su respuesta (ya sea dar la creencia, la actitud favorable
o ambas) lo que el sujeto está haciendo es racionalizar su acción: la está explicando.
¿Qué tipo de explicación es esta? La racionalización es una explicación de tipo
causal, es decir, al dar la razón primaria de una acción se están dando sus causas
(Davidson, 1995, pág. 18). Siendo que la racionalización es una explicación causal,
¿qué la distingue de otros tipos de explicación causal? La racionalización de una acción,
a diferencia de una explicación física o neurológica, también la justifica (Lepore &
McLaulin, 1985, pág. 7) (Davidson, 1995, pág. 24).
Volviendo al ejemplo de quien está mirando un partido. Una explicación
neurocientífica (también causal) de este evento podría hacer mención de los impulsos
electroquímicos en el cerebro del que ve el partido y la relación de estos impulsos con
otras partes del cuerpo del sujeto. No obstante, no justificaría la acción del sujeto: no
muestra su acción dentro de un esquema racional. Por otro lado, dar una razón primaria
51
“provee al agente con un razonamiento o bases para su actuar, al menos desde los
valores del agente” (Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7)24.
En este papel de justificación, la relación entre la razón primaria y la acción a la
cual racionaliza es una relación lógica (Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7). Según
Davidson esta relación lógica puede ser representada mediante un silogismo deductivo:
“siempre es posible construir (con un poco de ingenio) un silogismo cuyas premisas
correspondan a la creencia y la actitud primaria de una acción, y de las cuales se sigue
que la acción tiene alguna ‘característica de deseabilidad’” (Davidson, 1995, págs. 23-
25). La conclusión de este silogismo práctico es que la acción en cuestión es deseable
(Lepore & McLaulin, 1985, pág. 7). Y en esto consiste la justificación de la acción: que
en el momento en que el agente realizó la acción “había algo que decir a favor de la
acción” (Davidson, 1995, pág. 24).
Supongamos que, siguiendo un ejemplo de Davidson, yo toco el botón y
enciendo el televisor. Sin saberlo, le hago saber a mi madre que no me he ido a dormir.
Puedo explicar mi acción diciendo ‘toqué el botón porque quería ver televisión’ y de
este modo, racionalizo mi acción de haber tocado el botón. Por otro lado, también le hice
saber a mi madre que aún no me había dormido, pero yo no quería ni sabía que ocurriría
eso. El haber tocado el botón, el haber encendido el televisor y el haberle hecho saber a
mi madre que seguía despierto son un mismo evento: no tuve que hacer tres cosas, sólo
hice una. Aquí no se han enunciado tres acciones distintas: se ha descrito una sola acción
de tres maneras distintas (Davidson, 1995, pág. 19).
Ahora, si ‘toqué el botón’ es el mismo evento que ‘alerté a mi madre’, y dado a
que ‘quería ver televisión’ racionaliza por qué ‘toqué el botón’, entonces ¿‘quería ver
televisión’ también racionaliza al hecho de que ‘alerté a mi madre’? La respuesta es que
no. Y esto se debe a que la razón primaria sólo racionaliza a una acción bajo cierta
descripción. Así pues, la explicación que se haga de una acción depende en gran medida
24
“What makes a primary reason a reason for acting in a certain way is that it provides the agent with a
rationale or grounds for so acting, at least given the agent´s values.”
52
del modo en que se hable de la acción. Dicho de otro modo, la racionalización de una
acción depende de la forma en que se describa a la acción. Es por esto por lo que se hace
necesaria una caracterización un poco más precisa de la razón primaria
Por tanto, se puede decir que explicar y racionalizar son formas redescribir una
acción. Lo particular de la forma de redescribir llamada ‘racionalizar’, es que esta
redescripción inserta a la acción en un patrón racional (lo justifica y lo explica). Por
ejemplo: Si un sujeto ha sido lastimado, se puede redescribir este suceso diciendo que
‘su esposa lo ha dejado’. Donde la causa de que esté lastimado, sirve tanto para explicar
por qué está de ese modo; como para describir a la acción misma.
53
Cuando preguntamos por qué alguien actuó como lo hizo queremos que se
nos dé una interpretación. Su conducta nos parece extraña, rara, extravagante,
carente de sentido, inapropiada, incoherente; o quizás, no reconozcamos en
ella ninguna acción. Cuando nos enteramos de su razón tenemos una
interpretación, una descripción nueva de lo que hizo, que lo hace encajar
dentro de un modo familiar de ver las cosas (Davidson, 1995, pág. 25).
25
El contenido proposicional de la razón primaria consistiría en el contenido proposicional de la creencia
y en el contenido proposicional de la actitud favorable.
54
Así pues, quien intente racionalizar una acción estará intentando interpretar la
acción. Por tanto, llamemos ‘intérprete’ al que describe las acciones de un agente. Lo
que hace el intérprete es buscar descripciones de las acciones del agente que encajen con
el ‘modo familiar de ver las cosas’. Surge la pregunta de si hay criterios que ayuden a
discriminar entre una buena y una mala interpretación. Dicho de otro modo, ¿hay
criterios que le permitan al intérprete escoger las descripciones que harán encajar a las
acciones del agente dentro de un patrón de racionalidad? Lo que aquí se busca es una
guía que le ayude a entender a un agente. Dado a que las racionalizaciones
(redescripciones) son interpretaciones, buscar esta guía en algunos elementos de la teoría
del significado de Davidson no parece ser un abuso. El elemento que servirá de guía
para el que intenta entender la conducta de un agente es el ‘Principio de caridad’.
Para Davidson el Principio de caridad es condición necesaria para la
comprensión: “la caridad nos es impuesta; nos guste o no, si queremos comprender a los
demás, debemos darlos por acertados en la mayor parte de los asuntos” (Davidson, 1990,
pág. 202). Lo que busca este principio es maximizar el acuerdo entre el hablante y el
intérprete, en el sentido de hacer que el hablante esté en lo cierto la mayoría de las veces
(Davidson, 1991, pág. 365).
Este principio no está justificado en un hecho empírico según el cual las personas
tienden a tener creencias verdaderas: “lo que justifica el procedimiento es el hecho de
que tanto el acuerdo como el desacuerdo son inteligibles solamente en contraste con un
trasfondo de acuerdo sustancial” (Davidson, 1991, pág. 366). Dicho de otro modo, la
única manera en que se logra saber si alguien está equivocado es si se supone que tiene
razón en muchas otras cosas. De no ser así, la idea del error o la creencia falsa es
ininteligible.
Si se supone que todas las creencias de un hablante son falsas, lo que se está
asumiendo es que no dice ni sabe nada del mundo: no se estará tomando a sus
expresiones como portadores de sentido. Ahora bien, el Principio de caridad no sólo
55
Así pues, el Principio de caridad se puede entender como compuesto por dos
sub-principios: uno de los cuales exige atribuirle creencias verdaderas al agente cuya
conducta que se quiere interpretar y el otro sub-principio exige atribuirle consistencia
consigo mismo. En otro de sus ensayos, Davidson expone esto con mayor claridad
insultar)” (Davidson, 1991, pág. 355). Una segunda relación es que se necesita del
lenguaje para entender las acciones. Como se vio más arriba, la forma en que
describimos una acción determina la forma en que a entendemos. Y dado a que las
descripciones ocurren en el lenguaje, es claro que para entender las acciones se requiere
recurrir al lenguaje. Por último, una tercera relación entre lenguaje y acción que se
puede indicar es que entender a ambas es necesario para poder adscribir racionalidad:
Y ese ‘modo de interpretar las emisiones y otra conducta de una creatura en tanto
que revelando un conjunto de creencias en gran parte consistentes y verdaderas de
acuerdo con nuestros propios estándares’ es justamente lo que se supone en el Principio
de caridad. En conclusión, el Principio de caridad se puede (y debe) utilizar como guía a
la hora de interpretar la conducta de un agente: pues de otro modo no se podría decir que
el agente es racional, y, por ende, ni siquiera se podría estar hablando de acciones.
Una vez justificado el uso del Principio de caridad para la selección entre
interpretaciones posibles de una acción, el siguiente paso es reformular el Principio de
caridad de tal modo que se aplique explícitamente sobre acciones y agentes. Para ello,
recordemos que el Principio de caridad puede ser entendido como conformado por dos
sub-principios: el Principio de correspondencia y el Principio de coherencia. Al
reformular estos dos sub-principios para que se apliquen directamente a la interpretación
de acciones, quedaría más o menos como sigue. A la hora de describir, racionalizar,
explicar o interpretar una acción se debe suponer que:
a. El agente actúa de modo coherente. Lo cual es atribuirle la capacidad de
usar lógica.
57
Esto significa que para interpretar (entender) las acciones de un agente debemos:
(a) describir sus acciones de tal modo que las descripciones sean coherentes entre sí; y
debemos (b) describir las acciones suponiendo que la mayoría de las creencias del
agente son verdaderas. Puesto en una sola palabra: a la hora de describir las acciones de
un agente, debemos suponer que el agente es racional.
El énfasis en este capítulo está puesto en el análisis de la acción. Por ello, ante las
emisiones lingüísticas no se analizarán las palabras emitidas sino a la acción de haberlas
emitido. Esto quiere decir que no se pondrá atención al significado de la oración más
que para inferir alguna creencia o deseo del agente que la emite: “sabiendo que [el
hablante] mantiene que la oración es verdadera, y, conociendo el significado, podemos
inferir su creencia” (Davidson, 1991, pág. 364). En este capítulo, el lenguaje está en
función de la comprensión de la acción.
que le adscribimos al agente. Así pues, la noción de ‘acción absurda’ de la que pienso
partir es que una acción es absurda cuando hace que el agente que la realizó no parezca
racional.
Se pueden reconocer dos formas en que una acción hacer que el agente que las
realiza no parezca racional. La primera forma se da cuando la acción parece ir en contra
de las razones que le adscribimos al agente. Este es el tipo de conducta que nos “parece
extraña, rara, extravagante, carente de sentido, inapropiada, incoherente” (Davidson,
1995, pág. 25). La segunda forma de absurdo se da cuando la acción no está justificada
por ninguna de las razones que le adscribimos al agente. En este caso, la acción no
parece haber sido realizada por razón alguna, este es el tipo de conducta en el que
“quizás, no reconozcamos en ella ninguna acción” (Davidson, 1995, pág. 25).
Así pues, se reconocen dos tipos de acciones absurdas: las que son absurdas por
ser incoherentes con las razones que se le adscriben al agente; y las que son absurdas por
ser inconexas con las razones que se le adscriben al agente. Notamos que estamos frente
a un absurdo al intentar dar con las razones primarias de la acción. Debido a esto, la
definición de lo que es una acción absurda también depende de la teoría de la acción,
más específicamente, depende de la atribución de razones. Ahora, puesto que dar la
razón primaria de una acción es simultáneamente explicarla, racionalizarla, re-
describirla e interpretarla, hay varias definiciones disponibles de los tipos de absurdo. En
la siguiente serie de definiciones, el primer numeral de cada uno se refiere a las acciones
absurdas por incoherencia; mientras que el segundo numeral de cada definición se
refiere a los absurdos por inconexión.
Partiendo desde las explicaciones de las acciones, una acción es absurda si se da
uno de los siguientes casos:
1. La explicación de la acción es mutuamente excluyente con otras
explicaciones que se hacen de la conducta agente.
2. La explicación de la acción no se puede obtener a partir de otras
explicaciones de la conducta del agente.
59
Partiendo desde las razones de las acciones, una acción es absurda si se da uno de
los siguientes casos:
1. Las razones de la acción son incoherentes con otras razones del agente.
2. Las razones de la acción son inconexas con otras razones del agente.
De acuerdo con estas definiciones, una acción es absurda sólo en relación con las
razones que se le atribuyen al agente: una acción es absurda solo en relación con un
patrón de racionalidad. Como se puede notar, hay una cierta simetría entre los tipos de
acciones absurdas que reconozco y los sub-principios del Principio de caridad: el sub-
principio de coherencia y el sub-principio de correspondencia.
Las acciones absurdas por inconexión parecen ser casos en los que el agente
tiene la creencia falsa de que está justificado para actuar del modo en que lo hace. Parece
ser entonces que, en las acciones absurdas por inconexión el principio por
correspondencia estaría fallando en cierto modo. Por otro lado, las acciones absurdas por
incoherencia serían casos claros en los que suponer que el agente es coherente (Principio
de coherencia) muestra ser un error.
Dos anotaciones importantes: la primera, es que las acciones son absurdas con
relación a razones y lo que se relaciona con las otras razones es la explicación, la
descripción o las razones de la acción. Así pues, se puede concluir que en realidad son
las razones las que son absurdas entre sí. Y esto implica que las actitudes favorables
pueden ser absurdas entre sí, que las creencias pueden ser absurdas en relación con otras
60
creencias y que las creencias pueden ser absurdas en relación con las actitudes. A
continuación, presento un ejemplo para cada uno de estos casos.
Absurdo entre actitudes favorables: desear comer hamburguesas todos los días es
incoherente (absurdo) con el deseo de bajar de peso. Desear leer a Heidegger porque se
desea entender el funcionamiento de un motor es absurdo, pues ambos deseos son
inconexos entre sí: la actitud favorable ante una cosa no justifica la actitud favorable
ante la otra.
Absurdo entre creencias: la creencia de que los duendes son verdes es
incoherente (absurda) con la creencia de que los duendes son invisibles. Creer que una
historia es buena porque se cree que la escribió alguien heterosexual es absurdo (por
inconexión), pues ambas creencias son inconexas entre sí: la creencia en una cosa no
justifica la creencia en la otra.
Absurdo entre creencias y deseos: la creencia de que no hay un Dios es
incoherente (absurda) con el deseo de recibir la extremaunción. Desear una pizza porque
se cree que los carros fueron un gran invento es absurdo (por inconexión), pues la
creencia no justifica al deseo de comer pizza.
A pesar de esta anotación, es decir, a pesar de que el absurdo ocurre en realidad
entre razones, el énfasis de mi trabajo recae en las acciones. Por dos motivos: el primero
es que dar las razones de una acción es sólo otro modo de describirlo, así que el absurdo
entre razones se puede entender como un absurdo entre descripciones de acciones; y el
segundo motivo, es que en los chistes es más usual encontrar descripciones de acciones
que la enunciación explícita de las razones de la acción (es más usual que un chiste diga
‘un hombre entró a un bar’ a que diga explícitamente por qué entró).
La segunda anotación que cabe hacer es que las acciones no son los únicos
medios disponibles para atribuirle razones a un agente. Lo que se dice de un agente y la
situación en la que se halla el agente, son otros dos criterios que sirven a la hora de
adscribirle razones a los agentes. Por ejemplo, si se dice que cierto agente es un católico,
el intérprete ya puede adscribirle al agente creencias como el de que ‘cree que Dios
61
26
En ocasiones, los estereotipos a los que recurren son los chistes son ofensivos. Los debates acerca de
cuándo es o no ofensivo un chiste, aunque de gran interés, no serán parte de este trabajo. No obstante, hay
algo que se puede señalar al respecto: lo que hace que un chiste sea ofensivo probablemente sea la
inclusión de elementos que previamente ya eran ofensivos. Es decir, lo ofensivo del chiste residiría en que
incluya ideas que por sí solas, ya resultaban ofensivas.
62
Es importante resaltar que estas tres no son condiciones distintas, sino que son la
misma condición reformulada de tres maneras distintas. Esto es posible gracias a que dar
la explicación de una acción, es dar las razones por las que se hizo; y dar las razones por
las que se hizo, es una forma de re-describir la acción.
Un modo adicional de entender a las acciones absurdas por incoherencia es el
siguiente: las acciones de este tipo son acciones irracionales. El fenómeno de la
irracionalidad, su explicación y el hecho de que sea posible, es pensado en varios
trabajos de Davidson. En uno de sus ensayos Davidson afirma que la irracionalidad
“[…] es el fallo, dentro de un mismo individuo, de la coherencia o consistencia en su
patrón de creencias, actitudes, emociones, intenciones y acciones” (Davidson, 2004, pág.
170)27. La irracionalidad, entonces, es claramente un asunto de incoherencia 28. Para
esclarecer la idea de un absurdo por incoherencia, tomemos algunos ejemplos.
Supongamos que Carl va saliendo de la casa, ve que empieza a llover, entra de
nuevo y sale con un paraguas en la mano. Y supongamos ahora que Carl sigue
caminando bajo la lluvia sin abrir el paraguas hasta llegar a su destino. A las primeras
acciones de Carl es normal entenderlas como efectos de razones tales como ‘Carl no
quería mojarse’. Sin embargo, a la acción de caminar bajo la lluvia sin abrir el paraguas
se puede entender como que Carl quería mojarse. Por ello, bajo estas descripciones, la
acción de caminar bajo la lluvia sin abrir el paraguas es incoherente con las demás 29.
27
“The sort of irrationality that makes conceptual trouble is not the failure of someone else to believe or
feel or do what we deem reasonable, but rather the failure, within a single person, of coherence or
consistency in the pattern of beliefs, attitudes, emotions, intentions, and actions (Davidson, , 2004, pág.
170).
28
Por ello, podría surgir la pregunta de por qué no denomino ‘irracionales’ a este tipo de absurdo. El
motivo es que deseo que se haga patente cierta simetría entre los tipos de absurdo que reconozco en este
capítulo, y los que reconozco en el siguiente.
29
En situaciones así, lo usual es suponer que operan ciertas ‘causas ocultas’ (Davidson, 1995). Así, dado a
que ya aplicamos principios caritativos a la hora de entender las acciones de los demás, enfrentados con
una acción incoherente con otra tendemos a suponer que hay una razón que ignoramos: el paraguas es para
alguien más, Carl se acordó de que el paraguas no servía cuando ya lo tenía en la mano, etc. No obstante,
el punto importante aquí, es que la acción de no abrir el paraguas es incoherente con las acciones de ir a
buscarlo y las demás. La suposición de razones para explicar los absurdos se explorará más a fondo en la
sección 3 de esta primera parte del trabajo.
63
Otro ejemplo de una acción absurda por incoherencia es el siguiente. María tiene
laringitis. Alguien le ofrece un helado y lo rechaza, alegando que debe cuidar su
garganta. Pide que más bien le den un cigarrillo. El deseo de fumar un cigarrillo es
incoherente con su deseo de cuidar su garganta. Si después de leer lo anterior no se tiene
la impresión de que María está haciendo algo incoherente, es porque se ha logrado
incluir a la acción de María en un esquema amplio de racionalidad. Un modo rápido en
que se logra que la acción de María parezca más un error que una incoherencia, es
suponer que María ignora el daño que provoca el cigarrillo.
El tercer ejemplo es el siguiente. Supongamos que una profesora quiere que sus
alumnos se comporten bien, y por eso pone como ejemplo a Jaimito. Es decir, quiere que
sus alumnos se comporten como Jaimito. No obstante, Jaimito lanzó a una niña por la
ventana. No diríamos, por tanto, que Jaimito se portó bien. Y, por ello, poner a Jaimito
de ejemplo es incoherente con el deseo de que los niños se comporten bien. Este ejemplo
es la acción absurda del chiste (1) mencionado en la introducción de este capítulo. El
chiste era este:
64
(1)
- Yo dibujé en la pizarra.
Pero al pasar unos minutos, tocan la puerta de la clase y entra una niña toda
golpeada, la profesora le pregunta:
- ¿Quién eres?
- Yo me llamo Serpentina.
De nuevo, son tres modos distintos de reformular la misma idea 30. A las acciones
absurdas por inconexión también se les podría denominar acciones ‘arracionales’. No en
el sentido de que sean acciones hechas sin ninguna razón en absoluto (pues si un evento
no es causado por una razón, no se le puede llamar acción), sino en el sentido de que no
es realizada por ninguna de las razones que se le adscriben al agente.
Tomaré varios ejemplos para desarrollar la idea de absurdo por inconexión.
Supongamos que Manuel entra a una tienda, el tendero le pregunta ‘¿Qué se le ofrece?’
y Manuel contesta, ‘Napoleón Bonaparte tenía un computador’. No sería de extrañar que
el tendero necesitara preguntar por las razones de Manuel, es decir, no sería de extrañar
que esto le pareciese absurdo al tendero.
Hay tres modos en los que se puede dar cuenta de que esta es una acción absurda:
1. Primer modo: La explicación de por qué Manuel dijo ‘Napoleón Bonaparte
tenía un computador’ no se puede obtener a partir de la explicación de por
qué Manuel fue a la tienda. 31
2. Segundo modo: Las razones para decir ‘Napoleón Bonaparte tenía un
computador’ no tienen conexión lógica con las razones para entrar a una
30
Curiosamente este tipo de absurdo ocurre casi exclusivamente en un tipo de acción: en la acción
lingüística. Esto se podrá notar en los ejemplos que siguen.
31
Se puede alegar que la explicación de que haya proferido lo de Napoleón se obtiene de la explicación
por la que entró a la tienda, si la razón por la que entró a la tienda fue porque quería decir lo de Napoleón.
Pero esto, me parece, no soluciona el problema. Porque entonces lo que no se sigue de un esquema de
racionalidad que atribuiríamos normalmente, es que haya querido entrar a una tienda para decir eso acerca
de Napoleón.
66
tienda. Es decir, las razones para entrar a la tienda no justifican que se afirme
‘Napoleón Bonaparte tenía un computador’.
3. Tercer modo: La descripción de haber dicho ‘Napoleón Bonaparte tenía un
computador’ no se sigue de la descripción de la acción de entrar a la tienda.
Ahora bien, es perfectamente natural que se tengan razones que sean inconexas
entre sí sin que esto sea absurdo: mis razones para sacar la basura no tienen ninguna
relación con mis razones para leer a Derrida y esto no tiene nada de absurdo. El
problema del absurdo no surge con las razones tomadas de manera aislada, sino que
surge precisamente en el momento de relacionarlas. De ese modo, mientras que tener
razones para leer a Derrida y tener razones distintas para sacar la basura no tiene nada de
absurdo, intentar justificar a una cosa por la otra sí es absurdo: que se lea a Derrida
porque se quiere sacar la basura es absurdo.
Anteriormente se mencionó una simetría entre los tipos de absurdo y los sub-
principios de caridad (el principio de coherencia y el de correspondencia). Ahora,
mientras que es claro por qué una acción absurda por incoherencia supone un problema
para el principio de coherencia, no es muy claro por qué una acción absurda por
inconexión supone un problema para el principio de correspondencia. ¿Qué tipo de
vínculo hay entre la correspondencia y la inconexión? El vínculo es este: el principio de
correspondencia concierne al tema de las creencias verdaderas del agente, y las acciones
absurdas por inconexión son un caso en el que el agente parece tener un tipo particular
de creencia falsa. La creencia falsa del agente es acerca de qué justifica a qué: creer que
A justifica a B, cuando este no es el caso. Por ejemplo, si la acción de un agente es
golpear a ancianas con un bate y la razón que se le atribuye a esa acción es que busca la
cura para el cáncer, entonces se le puede adscribir al agente la falsa creencia ‘golpear a
ancianas me ayudará a conseguir la cura para el cáncer’.
Una consecuencia de entender como absurdas las acciones cuyas razones no
están justificadas, es que las acciones que se realizan ‘porque sí’, serían absurdas.
67
Acciones como golpear una rama porque se quiere golpear una rama, o entrar a una
tienda sólo porque se quiere entrar a una tienda, serían absurdas. No tengo problemas
con esta consecuencia, pero reconozco que puede no ser intuitivo para algunos. Una
segunda consecuencia, es que enunciar una falacia también consistiría en realizar un acto
absurdo, pues una falacia consiste en afirmar algo a partir de premisas que no lo
justifican.
Otro ejemplo de una acción absurda por inconexión de sus razones es el
siguiente, el cual se halla en el chiste (2.1) mencionado en la introducción al segundo
capítulo de este trabajo.
(2.1)
Haber preguntado cuál era el santo de los zapatos no justifica decir ‘Sandalia’.
De hecho, afirmar ‘El santo de los zapatos es sandalia’ es tan absurdo como decir ‘El
santo de los zapatos es mesa’. Las razones que se le pueden adscribir al agente para decir
lo primero no justifican de modo alguno a lo segundo que dice. Esto sugiere que proferir
una oración absurda es ya hacer algo absurdo. En el tercer capítulo de este trabajo se
ofrece una definición de lo que es una oración absurda. Por ahora, basta con la idea de
que proferir algo absurdo es hacer algo absurdo.
haber alguna explicación disponible para la acción absurda y esa explicación se puede
obtener re-describiendo alguno de los eventos descritos en el conjunto de oraciones. Para
empezar, recordemos lo que dice Davidson acerca de las acciones que nos causan
desconcierto (las acciones absurdas):
Cuando preguntamos por qué alguien actuó como lo hizo queremos que se
nos dé una interpretación. Su conducta nos parece extraña, rara,
extravagante, carente de sentido, inapropiada, incoherente; o quizás, no
reconozcamos en ella ninguna acción. Cuando nos enteramos de su razón
tenemos una interpretación, una descripción nueva de lo que hizo, que lo
hace encajar dentro de un modo familiar de ver las cosas (Davidson,
1995).
Así pues, al encontrarnos ante una acción absurda lo que hacemos como
intérpretes es buscar la razón de la acción. Encontrar una razón para la acción es lo que
nos permite hacer que la acción encaje en el patrón de racionalidad que se le adscribe al
agente. ¿Qué puede hacer el intérprete frente a una acción absurda? ¿cómo puede
obtener la razón primaria que necesita para acomodar la acción en el patrón de
racionalidad? Hay al menos dos opciones: la primera consiste en conseguir nueva
información y la segunda opción consiste en repensar la información disponible.
Usando el método de procurarse nueva información, el intérprete puede, por
ejemplo, hacer preguntas: dada la acción absurda, el intérprete le puede preguntar al
agente cuáles son las razones por las que realizó la acción. Por ejemplo, si al agente que
golpeaba ancianas le preguntamos cuál es la causa de su acción y él contestase ‘ellas
tienen la cura para el cáncer, pero no lo quieren compartir con el mundo’, entonces se
obtendría una razón para su acción y ésta dejaría de ser absurda (aunque sería de igual
modo moralmente reprochable). Esta opción, la de conseguir información adicional, no
es la propia del chiste. De ser así, cualquiera que se viera en la obligación de dar una
explicación de su conducta, estaría contando un chiste al justificarse. Si la manera en
que se obtiene la explicación del absurdo fuera mediante la obtención de nueva
información, entonces cualquier investigación antropológica que recolectara datos para
69
explicar alguna costumbre de una tribu, estaría haciendo un chiste. Y estas dos
consecuencias son claramente falsas.
Dado lo anterior lo propio de los chistes es entonces que la explicación del
absurdo se obtenga el otro modo, es decir, que se obtenga repensando la información ya
disponible. Para entender en qué consiste este proceso, se puede recurrir a algunos
elementos de lo que dice Bjørn Torgrim Ramberg acerca de la teoría de la interpretación
radical.
Para Ramberg, lo que hace el intérprete Davidsoniano frente a un hablante es la
creación constante de teorías. Cada nueva teoría interpretativa busca relacionar de
manera más óptima que la anterior, la conducta del hablante con las creencias e
intenciones que más probablemente tendría. Según Ramberg un buen motivo para dudar
de una teoría en particular es cuando se presenta un enunciado que no concuerda con el
resto de la teoría. Ante uno de estos enunciados extraños lo que hace el intérprete es
modificar la teoría, cambiarla por otro sistema que relacione creencias, intensiones y
comportamientos de un modo distinto. Esto muestra que “…el modelo de la
interpretación radical debe ser entendido como un proceso, no como un modelo de la
competencia semántica de estado estático” (Ramberg, 1989, pág. 78) 32. Es decir, desde
la lectura de Ramberg, interpretar es un ejercicio continuo en el que la asignación de
creencias e intenciones es regulada constantemente por la observación del
comportamiento del hablante y sus nuevas afirmaciones. Cuando dentro de ese proceso
llegamos a una afirmación conflictiva del hablante, no calificamos al hablante
inmediatamente de irracional, sino que reasignamos creencias o intenciones de tal forma
que la afirmación encaje en la teoría que se construye.
De manera análoga a lo expuesto sobre Ramberg, se puede decir lo siguiente:
ante una acción absurda lo que buscamos es una interpretación que haga que la acción
encaje con el patrón de racionalidad que se le atribuye al agente. Ahora bien,
32
“…The radical-interpretation model must be understood as a model of a process, not as a model of a
static state of semantic competence.”
70
La acción absurda en este caso también es por inconexión: las razones del
narrador para decir que el volcán arroja cenizas y rocas fundidas no justifican que diga
que un volcán es una montaña aseada. Dicho de otro modo, la creencia de que el volcán
arroja cenizas y rocas fundidas no justifica la creencia de que los volcanes sean aseados.
No obstante, si se describe a la acción del narrador como dijo que ‘el volcán echa
cenizas y después se pone a lavar’, entonces se puede apreciar que no hay absurdo: el
volcán es aseado por que se pone a lavar: la creencia en que el volcán lava sí justifica
decir que el volcán es aseado.
Explicar, racionalizar, y dar la razón primaria de una acción, son todos formas de
describir la acción. Así pues, el que una acción resulte absurda depende de dos cosas: la
primera, es la manera en la que se le describe y la segunda es la relación que tiene esta
descripción con otras descripciones (ya sea de acciones o de razones). Dicho de otro
modo, no cualquier forma de describir una acción la hace absurda y una descripción sólo
es absurda en relación con otras descripciones. Ahora bien, las relaciones que se dan
entre unas descripciones y otras son relaciones lógicas (para Davidson, esta relación
lógica puede ser capturada mediante un silogismo). Una descripción (digamos una
razón) justifica a otra descripción (por ejemplo, una acción) en virtud de la relación
lógica entre los contenidos proposicionales de ambas descripciones. Por todo lo anterior,
se puede concluir que los absurdos también surgen por las relaciones lógicas que se dan
entre las descripciones.
Los absurdos se darían entonces por las relaciones lógicas entre descripciones, tal
como las explicaciones también se darían por relaciones lógicas entre descripciones. Los
chistes, por tanto, presentan relaciones lógicas particulares entre las descripciones que
nos permiten hacer de algún agente. Los chistes nos permiten describir de varias formas
las acciones de un agente. Una de estas descripciones lleva a absurdo y la otra
descripción explica alguna acción del agente. Entender el chiste, consistiría en pasar de
una a otra. Entender un chiste consistiría en pasar racionalizar exitosamente una acción
que, en principio, es absurda.
3. LOS CHISTES Y LA TEORÍA SEMÁNTICA DE BRANDOM
Esta primera sección tiene como propósito introducir las herramientas teóricas
que serán utilizadas para desarrollar la definición de chiste que he propuesto. El
propósito es introducir terminología que permita analizar a las oraciones y de este modo
analizar los chistes. Las oraciones son el tipo de expresión cuya emisión independiente
tiene la significancia pragmática de realizar un acto de habla (Brandom, 2005,
Pág.125)33. Esto quiere decir que la emisión de una oración no necesita estar incrustada
en otras expresiones para realizar un acto de habla como preguntar, afirmar o dar una
orden.
Sin las expresiones que son oraciones “no puede haber actos de habla de ningún
tipo, y por tanto, ninguna práctica lingüística específica” (Brandom, 2005, Pág.125)34.
Siendo así, las oraciones poseen cierta prioridad explicativa por encima de las
expresiones sub-oracionales, como los términos singulares y los predicados 35. Esta
prioridad de las expresiones oracionales por encima de las expresiones sub-oracionales
también se puede apreciar a partir de los tres niveles de la teoría del inferencialismo
semántico de Brandom. El primer nivel es el nivel inferencial el cual invoca relaciones
inferenciales entre clases distintas de oraciones, mientras que el segundo nivel es el
33
“For sentences are the kind of expression whose freestanding utterance (that is, whose utterance
unembedded in the utterance of some larger expression containing it) has the pragmatic significance of
performing a speech act” (Brandom, 2005, Pág.125).
34
“Without expressions of this category, there can be no speech acts of any kind, and hence no specifically
linguistic practice” (Brandom, 2005).
35
La idea de que las oraciones tienen una mayor prioridad que los predicados y los términos singulares, se
puede rastrear desde Kant, para quien el juicio es la unidad mínima de consciencia. Frege sigue esta idea
al proponer su Principio del contexto según el cual un nombre sólo tiene significado en el contexto de una
proposición (Brandom, 2005, Pág.13).
75
Para facilitar la discusión acerca de las oraciones, el énfasis se pondrá sólo en las
oraciones declarativas. Esto no será un problema a la hora de dar cuenta de los chistes,
pues si alguna oración en un chiste no es una afirmación es posible hacer que así lo sea
con un paso similar al que se utilizó en la introducción del capítulo 2. Si en un chiste
hay una oración que no es aseverativa, basta con hacer explícito quién la enuncia para
tener una afirmación.
Por ejemplo, si en un chiste se presenta la oración
(1)
36
El tercer nivel es el nivel anafórico, el cual invoca las relaciones inferenciales indirectas entre tokenings
irrepetibles (Wanderer, 2008). No obstante, este nivel no va a ser utilizado en este trabajo.
76
37
“At this level the semantic content of repeatable sentence type is identified with the appropriate role
they play in reasoning, their inferential role”.
38
“any linguistic expression whose freestanding utterance is typically taken to have to have the status of
an assertion”.
77
tokens del mismo tipo semántico” (Wanderer, 2008, pág. 102). De ese modo, Robert
habrá dicho dos oraciones tokens distintas, pero una sola oración tipo.
Si dos oraciones tokens son de la misma oración tipo, entonces ambas oraciones
tokens tienen el mismo significado. Por otro lado, si dos oraciones tokens son oraciones
tipo diferentes, entonces las oraciones tokens tendrán un significado distinto (Wanderer,
2008, pág. 102). Como se dijo más arriba, una de las ideas centrales del inferencialismo
semántico es que el significado de una expresión está definido por el rol inferencial que
tendría la aseveración de dicha expresión. Conviene entonces, entender en qué consiste
el rol inferencial de una aseveración.
El rol inferencial de cualquier aseveración tiene dos aspectos: “las circunstancias
bajo las cuales es correctamente aplicado, emitido o usado, y las consecuencias
apropiadas de su aplicación, emisión o uso” (Brandom, 2005, pág. 62) 39. En el caso
específico de las oraciones asertivas, el rol inferencial de la aseveración, llamémosle p,
consiste en dos aspectos: (a) las proposiciones que implican a p; y (b) las proposiciones
que son implicadas por p. Aquellas cosas que impliquen a p son las condiciones
suficientes para afirmar p; mientras que las cosas que son implicadas por p son las
consecuencias necesarias de haber afirmado p (Brandom, 2005, pág. 63). El rol
inferencial de una aseveración será entonces la posición que ocupe la aseveración en una
red de otras aseveraciones relacionadas inferencialmente (Wanderer, 2008, pág. 102). Y,
por tanto, el contenido de una oración aseverativa estará determinado por el contenido
de una red de oraciones aseverativas. Esta idea es claramente holista: pues el significado
de una oración está determinado por la relación de la oración con otras oraciones.
Tomemos como ejemplo la oración ‘Alfonso es un mamífero’. Su rol inferencial
estaría determinado, en parte 40, por la oración ‘Alfonso es un humano’ y la oración
‘Alfonso es un animal’. Esto se debe a que estas otras oraciones están inferencialmente
39
“the circumstances under which it is correctly applied, uttered, or used, and the appropriate
consequences of its application, utterance, or use”
40
Digo ‘en parte’, porque estas dos oraciones no son las únicas que están inferencialmente relacionadas
con la oración ‘Alfonso es un mamífero’.
78
(A) ‘El profesor de conducción dio la orden de frenar’ de lo que se puede inferir que
‘el conductor frenó’
(B) ‘El niño de 5 años dio la orden de frenar’ de lo que se puede inferir que ‘el
conductor frenó’.
Es natural que la primera nos parezca una buena inferencia mientras que la
segunda nos dé la impresión de que es una mala inferencia. ¿Qué tipo de criterio es el
que determina que una sea una buena inferencia y la otro no? Estas inferencias, (A) y
(B), son inferencias materiales. Una inferencia material es buena en virtud del contenido
de los conceptos involucrados y no en virtud de la forma de las proposiciones (Brandom,
2005, pág. 86), (Wanderer, 2008, pág. 109). Por ejemplo, pasar de afirmar que ‘Martha
es la madre de Clark’ a afirmar que ‘Clark es un hijo de Martha’ es una buena inferencia
gracias al contenido de los conceptos ‘hijo’ y ‘madre’ y no por la forma de las
proposiciones. Apoyar estas inferencias hacen parte de captar cuál es el contenido de
esos conceptos. Por tanto, dado a que se trata de inferencias materiales, el criterio para
determinar si se trata de una buena o mala inferencia es el contenido de los conceptos
involucrados en la inferencia.
79
Así, lo que hace que la inferencia (A) sea buena, es que el concepto ‘profesor de
conducción’ permite inferir que un conductor le debe obedecer. Lo que hace que la
inferencia (B) no sea buena, es que entender el concepto de ‘niño de 5 años’ no nos
permite inferir que se le deba hacer caso a la hora de conducir. Es el rol inferencial de
estos conceptos lo que determina si se trata de una buena o una mala inferencia.
Un punto importante a tener en cuenta es que, según Robert Brandom una
“…inferencia material por lo general no es monotónica –inclusive en el lado teórico.
Puede serlo, en casos especiales, como la matemática y física fundamental. Pero nunca
lo es en razonamiento ordinario…” (Brandom, 2005, págs. 87-88)41. Para entender qué
es una inferencia no-monotónica, conviene decir qué es una inferencia monotónica. Una
inferencia es monotónica “si el hecho de que la inferencia de p a q es una buena
inferencia significa que la inferencia de p&r a q ha de ser una buena inferencia”
(Brandom, 2005, pág. 87)42. Dicho de otro modo, las inferencias monotónicas son
insensibles a nueva información. Formalmente
(p → q) → (p ∧ r → q)
Por otro lado, las inferencias no-monotónicas sí son sensibles a nueva
información. Esto significa que el hecho de que la inferencia de p a q sea una buena
inferencia, no implica que la inferencia de p&r a q también sea una buena inferencia.
Formalmente
¬ [(p → q) → (p ∧ r → q)]
Por ejemplo, si tenemos (p → q) donde
P: una piedra golpea una ventana
Q: la ventana golpeada por la piedra se romperá.
41
“But material inference is not in general monotonic—even on the theoretical side. It can be in special
cases, say, in mathematics and fundamental physics. But it never is in ordinary reasoning, and almost
never in the special sciences”.
42
“if the fact that the inference from p to q is a good one meant that the inference from p & r to q must be
a good one”.
80
43
Utilizo los nombres que utiliza Wanderer en (Wanderer, 2008, pág. 112) y las definiciones normativas
que presenta en (Wanderer, 2008, pág. 115).
81
Como se mencionó más arriba, una oración es una expresión cuya emisión
independiente puede realizar un acto de habla. Las emisiones de oraciones pueden servir
como premisas y conclusiones de inferencias, mientras que las expresiones
suboracionales no. De esto se sigue que dentro del inferencialismo semántico, las
expresiones suboracionales no pueden tener un contenido semántico en el mismo sentido
en que lo tienen las oraciones (Brandom, 2005, pág. 126). Las expresiones
44
Para Brandom la incompatibilidad es una noción modal. Defiende la idea en Between doing and saying:
Towards an Analytic Pragmatism, según la cual la incompatibilidad es una noción modal. En el capítulo 5
de la mencionada obra, Brandom se dedica a basar una lógica modal en la noción de incompatibilidad y no
en el de verdad. En ese capítulo, dice explícitamente “On the semantic side, incompatibility is an
implicitly modal notion” (Brandom, Between Saying and Doing: Towards an Analytic Pragmatism, 2008).
82
suboracionales “pueden ser tomadas como con contenido semántico sólo en un sentido
derivado, en la medida en que sus apariciones como componentes en las oraciones
contribuye a los contenidos […] de esas oraciones” (Brandom, 2005, pág. 126)45. El
significado de una expresión suboracional es entonces su contribución al rol inferencial
de las oraciones en las que aparece.
El método de Brandom para analizar estos roles inferenciales indirectos de las
expresiones suboracionales es el método de la substitución. La idea central es que “dos
expresiones suboracionales tienen el mismo rol inferencial indirecto cuando
sustituyendo una por la otra en las oraciones en las que aparecen preservan las
características principales de las oraciones en las que aparecen” (Wanderer, 2008, pág.
128).
Es posible distinguir dos de esas características importantes que se mantienen
invariantes durante las sustituciones. La primera característica es la de que una oración
esté ‘bien formada’. Una oración está bien formada si su emisión logra ser un acto de
habla (asertivo). La segunda característica que se puede mantener invariante durante las
sustituciones es la de ‘el potencial pragmático’. Dos oraciones tienen el mismo potencial
pragmático si tienen los mismos roles inferenciales, es decir, si permiten hacer las
mismas inferencias. Ahora bien, con estas dos características es posible discernir dos
tipos de estructuras suboracionales: sintaxis y semántica (Wanderer, 2008, pág. 129).
La sintaxis corresponde a la característica de si una oración está bien formada,
mientras que la semántica corresponde al rol inferencial que puede tener la aserción de
la oración. Dos expresiones suboracionales pertenecen a la misma categoría sintáctica si
al sustituir una por otra en una oración bien formada, no pueden hacer que la oración
deje de estar bien formada (Brandom, 2005, pág. 130). Por otro lado, dos expresiones
suboracionales pertenecen a la misma categoría semántica si al sustituir una por otra en
una oración, no se altera el rol inferencial de la oración (Brandom, 2005, pág. 130).
45
“They can be taken to be semantically contentful only in a derivative sense, insofar as their occurrence
as components in sentences contributes to the contents (in the basic, practice-relevant inferential sense) of
those sentences”.
83
De
Se sigue
De
84
Se llega a
Una vez asentada la terminología, se puede pasar a definir las condiciones que
propongo en la definición de lo que es un chiste. En esta sección definiré las formas en
que una expresión puede ser absurda. La noción general de la que parto es que una
expresión es absurda cuando al ser emitida, muestra que quien la profirió no respeta el
juego de dar y pedir razones; es decir, una expresión es absurda cuando muestra un fallo
en la racionalidad de quién la emite. Una tercera manera de expresar la misma idea, es
diciendo que una expresión es absurda cuando quien la emite no estaba autorizado para
emitirla. Y una cuarta manera de expresar esta noción inicial, es que una expresión es
46
“Simple material substitutional inferential commitment”.
86
absurda cuando presenta un fallo inferencial. Hay dos dimensiones desde los cuales se
puede considerar a las expresiones absurdas: desde el tipo de relaciones inferenciales
(incompatibilidad o inconexión) en las que entra y desde el nivel (oracional o
suboracional) en el que ocurre.
Desde el tipo de relaciones inferenciales en las que entra la expresión, reconozco
dos tipos absurdos: absurdo por incompatibilidad y absurdo por inconexión. El absurdo
por incompatibilidad se da cuando se profieren dos expresiones con relaciones
inferenciales incompatibles entre sí. El absurdo por inconexión se da cuando se unen a
dos expresiones que no están inferencialmente relacionados.
Desde el nivel en el que ocurre el absurdo, reconozco dos niveles en los que
puede darse: el nivel oracional y el nivel suboracional. En el nivel oracional lo absurdo
de la aseveración de una oración se da por su relación con otras aseveraciones: las
oraciones son absurdas en relación con otras oraciones. En este nivel, la definición de
oración absurda es la siguiente: una oración es absurda sí y sólo si es la conclusión de
una mala inferencia. En el nivel suboracional lo absurdo de una oración se da por las
relaciones de sus expresiones suboracionales dentro de la oración: la oración es
internamente absurda. En este nivel, la definición de una oración absurda es la siguiente:
una oración es absurda si y solo si no es una oración que sirva como premisa o
conclusión de ninguna inferencia.
Así pues, hay dos dimensiones desde los cuales se puede considerar a las
expresiones absurdas: desde el tipo de relaciones inferenciales (incompatibilidad o
inconexión) en las que entra y desde el nivel (oracional o suboracional) en el que ocurre.
Esto permite que se den cuatro formas de absurdo, las cuales serán explicitadas en las
siguientes secciones. Las cuatro formas de absurdo son:
a.i. Absurdo por incompatibilidad a nivel oracional: la oración es absurda porque
su aseveración es incompatible con otras la aseveración de otras oraciones.
a.ii. Absurdo por incompatibilidad a nivel suboracional: la oración es absurda
porque sus componentes suboracionales son incompatibles entre sí.
87
Una noción que sirve para empezar a entender en qué consisten los absurdos por
incompatibilidad es que este tipo de absurdo se da cuando se dicen dos expresiones
contrarias47 entre sí. Siendo más precisos, el absurdo por incompatibilidad se da cuando
se profieren dos expresiones con relaciones inferenciales incompatibles entre sí. En
términos normativos, el absurdo por incompatibilidad se da cuando alguien profiere una
expresión siendo que, dados sus compromisos previos, no estaba autorizado a ello. En
este caso del absurdo por incompatibilidad, el sujeto no está autorizado a emitir la
expresión porque ya está comprometido con su negación.
47
El término ‘contrario’ es corrientemente usado en los adeptos de la teoría de la incongruencia. Véase la
introducción de esta tesis.
88
Evaluemos al menos una inferencia que se puede hacer a partir de cada oración.
De p se puede inferir que Juan no quiere que la madre de a quien le habla muera.
Mientras que de q se puede inferir que Juan quiere que la madre de a quien le habla
muera. Así, de p se sigue ‘Juan no quiere que se muera la madre de su interlocutora’
mientras que de q se sigue ‘Juan quiere que se muera la madre de su interlocutora’.
Partamos desde la dimensión del nivel (en este caso oracional). En el nivel
oracional, la definición de una oración absurda es la siguiente: una oración es absurda sí
y sólo si es la conclusión de una mala inferencia. En el caso de las oraciones
incompatibles, vemos que se cumple esta definición, pues entre dos oraciones
incompatibles cualquier inferencia que se haga de una a otra será una mala inferencia.
En el caso del ejemplo, vemos que las inferencias de p a q o viceversa, siempre es una
mala inferencia.
Al afirmar ‘x es una abstracción verde’ nos comprometemos con a), b), c) y d) 48.
Por tanto, si ‘x es una abstracción verde’, entonces nos comprometemos con b) ‘x no
interactúa con entidades físicas’ y con d) ‘x sí interactúa con entidades físicas’. Vemos
que los compromisos que se adquieren con ‘abstracción’ y ‘verde’ son imposibles de
cumplir al tiempo sobre el mismo objeto.
Tomemos el siguiente caso: ‘y es una melodía gaseosa’. Si y es una melodía,
podríamos decir que
a) y no tiene moléculas.
Si z es hombre entonces
c) X no es mujer49.
La noción que sirve como punto de partida es que este tipo de absurdo se da
cuando se emiten dos expresiones que no tienen nada que ver la una con la otra. Con un
poco más de precisión, se puede decir que el absurdo por inconexión se da cuando se
unen a dos expresiones que no están inferencialmente relacionados. Lo que quiere decir
‘unir’ será precisado en las siguientes secciones. En términos normativos, el absurdo por
inconexión también se da cuando alguien profiere una expresión cuando, dados sus
compromisos previos, no estaba autorizado a ello.
p: Mañana es lunes.
q: Júpiter es un gigante gaseoso.
92
Esta forma de absurdo se da cuando una expresión suboracional se une con otra
expresión suboracional de la misma categoría sintáctica para generar una oración. Dando
una definición más precisa, una oración es absurda por inconexión a nivel suboracional
si y solo si es una oración mal formada. Para explicitar en qué consiste que una oración
esté mal formada, recurriré a la lógica de predicados.
Una oración bien formada es un conjunto de palabras que cumple con ciertas
reglas de formación. Una de esas reglas, es que una oración debe tener al menos un
sintagma nominal y al menos un sintagma verbal. Cuando una oración tiene sintagmas
nominales donde debería haber verbales, o viceversa, digo que hay un absurdo por
inconexión a nivel suboracional.
El sintagma nominal es aquél conjunto de palabras que indican de qué se está
hablando. El sintagma verbal indica lo que se dice de aquello de lo que se está hablando.
El sintagma nominal, desde la lógica de predicados, da los términos, los argumentos;
mientras que el sintagma verbal da la clase o relación en la que se halla el argumento. El
sintagma nominal da una constante cuando se trata de un enunciado singular y da una
variable cuando se trata de un enunciado general.
93
50
La aparición de verbos es una manera simple de identificar si se trata de un predicado o término
singular. No obstante, si se quiere ser estricto, se podría analizar si las SMCIS en las que entra el término
suboracional son siempre simétricas. Si lo son, entonces es un término singular. Si a veces es asimétrica,
entonces es un predicado.
94
un predicado de aridad dos. Es decir, el predicado ‘es hijo de’ requiere dos argumentos,
pero en el caso, en vez de darse otro argumento se da otro sintagma verbal: ‘lo están
cantando’. Digamos que
a=: Sam
H2=: hijo de
F=: lo están cantando
Al formalizarlo tendríamos aH2F la cual no es una fórmula bien formada. Este
caso muestra que tener al menos un sintagma nominal y al menos uno verbal no es
suficiente para ser una oración bien formada cuando se trata de relaciones. Cabe aclarar
que esto es en el caso de las oraciones declarativas.
En el caso de las oraciones interrogativas es distinto: pueden estar bien formadas
aun cuando falta uno de los argumentos de la relación. Desde el saber cotidiano
podemos identificar dos tipos de preguntas: las abiertas y las cerradas. Las preguntas
cerradas son aquellas cuyas respuestas posibles ya están limitadas. En un contexto en el
que se hace una pregunta cerrada sin que se especifiquen explícitamente las opciones de
respuesta, las opciones de respuesta son normalmente o ‘sí’ o ‘no’. Por ejemplo
¿Ya desayunaste?
¿Ganó nuestro equipo?
Como hipótesis explicativa, sostengo que estas preguntas tienen la estructura de
una oración declarativa bien formada: ‘ya desayunaste’ y ‘ganó nuestro equipo’. El tono
de la voz o los signos de interrogación indican que, al enunciar dicha oración, lo que se
inquiere es su valor de verdad. Estas preguntas son oraciones mal formadas si al quitar
la entonación de pregunta, queda una oración asertiva mal formada.
Por otro lado, están las preguntas abiertas. Como hipótesis explicativa sugiero
tomar a estas preguntas como oraciones en las que hay un término de relación, pero que
no está completamente saturada. Es decir, las preguntas abiertas dan un argumento y un
término de relación, y lo que se busca con la pregunta es adquirir los argumentos
restantes. Por ejemplo,
95
oraciones sea un chiste. Hace falta que esté disponible una explicación de la oración
absurda. Y no sólo esto, sino que también es condición necesaria que la explicación se
obtenga al reinterpretar alguna de las expresiones que llevan al absurdo. Así pues, el
propósito de la presente sección será dar cuenta de estas dos condiciones necesarias. Y
siguiendo con el espíritu de este tercer capítulo, el propósito de esta sección será dar
cuenta de la explicación de los chistes en términos inferenciales.
Se puede iniciar diciendo que una explicación es un tipo de inferencia. Se puede
defender esta idea a partir del artículo Studies in the Logic of Explanation (Hempel &
Oppenheim, 1948) de Carl G. Hempel y Paul Oppenheim. Según estos autores las
explicaciones tienen dos componentes: el explanandum y el explanans. “Por
explanandum entendemos a la oración que describe al fenómeno que es explicado (no al
fenómeno mismo); por explanans, la clase de oraciones que son aducidos para dar
cuenta del fenómeno” (Hempel & Oppenheim, 1948, pág. 137)51. Ahora bien, las
explicaciones tienen ciertas condiciones de adecuación, una de las cuales es la siguiente:
“El explanandum debe ser una consecuencia lógica del explanans, [..],, pues de no ser
así, el explanans no constituiría un buen fundamento para el explanandum” (Hempel &
Oppenheim, 1948, pág. 137)52.
Así pues, a partir del artículo de Hempel y Oppenheim al menos dos cosas son
ciertas: que están compuestas por oraciones y que es necesario que al menos una de las
oraciones sea consecuencia lógica de la otra. Para que se trate de una explicación, la
oración que describe a lo que se supone será explicado debe seguirse de la oración que
se supone va a explicar el asunto. Por tanto, no es un abuso decir que una explicación es
un fenómeno inferencial. Más precisamente, diré que se tiene una explicación cuando se
tiene una buena inferencia material. Intentaré ilustrar esto con algunos ejemplos de
explicaciones.
51
“By the explanandum, we understand the sentence describing the phenomenon to be explained (not that phenomenon itself); by the
explanans, the class of those sentences which are adduced to account for the phenomenon”.
52
“The explanandum must be a logical consequence of the explanans; in other words, the explanandum must be logically deducible
from the information contained in the explanans, for otherwise, the explanans would not constitute adequate grounds for the explanandum”.
97
(A) ‘El oro se dilata con el calor’ ¿por qué? Porque ‘Los metales se dilatan con el
calor’
(B) ‘Sacaré el paraguas’ Porque ‘No quiero mojarme’
(C) ‘Mañana es lunes’ Porque ‘Júpiter es un gigante gaseoso’
(D) ‘Emma tiene apendicitis’ porque ‘El hígado de Emma secreta trombopoyetina’
Dado lo anterior, al decir que en los chistes hay una explicación disponible de la
oración absurda, lo que se quiere decir es esto: se puede trazar una buena inferencia que
tenga como conclusión a la oración absurda. Tomemos el siguiente ejemplo
En relación de una con la otra, ambas son absurdas. No obstante, en relación con
otras oraciones, ambas pueden ser conclusiones de buenas inferencias. Supongamos que
p: Juan le dijo a Carla ‘Quiero mucho a tu madre’
q: Juan le dijo a Carla ‘Quiero que tu madre esté fría echando espuma por la
boca’
Entonces vemos partiendo de p, que la oración r es la conclusión de una buena
inferencia. Y vemos que, partiendo de q, la oración s es la conclusión de una buena
inferencia.
Ahora bien, para que un conjunto de oraciones sea un chiste, no basta con que
tenga una oración absurda ni con que dicha oración absurda tenga una explicación. Para
que un conjunto de oraciones sea un chiste también es necesario que la explicación de la
oración absurda se obtenga reinterpretando alguna de las partes del conjunto de
oraciones. Es decir, al interpretarse de un modo las expresiones de un chiste se llega a
una oración absurda; mientras que, interpretando de otro modo a las expresiones del
chiste, se obtiene una buena inferencia. Y esto implica aceptar que en todos los chistes
hay al menos una expresión que se puede interpretar de al menos dos formas. De esto se
sigue que en todos los chistes hay al menos una expresión ambivalente. Esta idea
también se puede hallar en (Bergson, 2011) y más recientemente en ( Kao, Levy, &
Goodman, Standford).
A continuación, analizare algunos conjuntos de oraciones que cumplan con las
anteriores condiciones: que tengan una oración absurda, que la oración absurda sea
99
(1)
La esposa responde:
-Sí, quiero a tu madre como a la cerveza, porque la quiero fría, con la boca
abierta y echando espuma.
(2)
(3)
-No. No lo especifica.
- ¿Y cómo lo llamamos?
101
-Juan
Absurdo: de la oración “Sujeto 1 dice ‘Nos gusta mucho su currículo, señor Juan,
pero no especifica su teléfono’” y la oración “Sujeto 1 dice ‘¿Y cómo lo llamamos?’” se
puede inferir que el sujeto 1 quiere saber mediante qué medio puede comunicarse con
Juan. Nada de lo anterior tiene una relación inferencial con la oración “Juan dijo ‘Juan’”.
Por lo tanto, hay un absurdo por inconexión a nivel oracional entre las primeras
oraciones y la última.
Expresión ambigua: la expresión ‘¿y cómo lo llamamos?’ se puede sustituir por
la expresión ‘¿qué medio de comunicación podemos usar para contactarlo’ o por la
expresión ‘¿Qué palabra debemos usar para referirnos a usted?’.
Explicación: Juan creyó que le preguntaban sobre cómo debían referirse a él. Por
ello de la oración “Sujeto 1 dijo ‘¿Y cómo lo llamamos?’” tiene una relación inferencial
con “Juan dijo ‘Juan’”.
(4)
Me tiraste un celular.
Si no me agacho.
Me Nokia.
Absurdo: La oración ‘me Nokia’ es una oración mal formada, por tanto, es una
oración absurda por inconexión a nivel suboracional. Ahora bien, hay una relación
inferencial entre ‘celular’ y ‘Nokia’, pues Nokia es una marca de celular. Aun así, la
102
inferencia de ‘Me tiraste un celular’ y ‘Si no me agacho’ a ‘Me Nokia’, es una mala
inferencia. Así pues, ‘me Nokia’ también es una oración absurda por inconexión a nivel
oracional.
Expresión ambigua: un token de la expresión ‘Nokia’ puede ser tratado como
perteneciente al mismo tipo semántico que un token de la expresión ‘noquea’, y esto se
debe a su similitud sintáctica. 53 Así, ‘Nokia’ puede ser sustituido por la expresión
‘noquea’ o por la expresión ‘marca de celular’ (pues se ha hablado de celulares).
Explicación: La oración ‘Me noquea’ está sintácticamente bien formada. De la
oración ‘Me tiraste un celular’ se puede inferir que ‘Si no me agacho, me noquea’.
Los ejemplos de conjuntos de oraciones que cumplían con las tres condiciones
tenían que ser (de acuerdo con mi teoría) necesariamente chistes. Ahora bien, cada uno
de los chistes que examiné presentaba un tipo distinto de absurdo: el primero presentaba
un absurdo por incompatibilidad a nivel oracional, el segundo un absurdo por
incompatibilidad a nivel suboracional, el tercero un absurdo por inconexión a nivel
oracional y el cuarto un absurdo por inconexión a nivel suboracional. Siendo así, y dado
a que desde mi teoría todo chiste presentaría al menos una de estas formas de absurdo,
considero que mi teoría podría dar cuenta un gran número de los chistes existen y de
buena parte de los chistes posibles.
“dos emisiones tokens que suenan o se ven igual (que son ‘léxicamente similares’) deberían ser
53
tratadas como dos tokens del mismo tipo semántico” (Wanderer, 2008, pág. 102).
103
Donde una oración es absurda en relación con otras oraciones si se da uno de los
siguientes casos:
i.a. Absurdo por incompatibilidad a nivel oracional: la oración es absurda porque
es incompatible con otras oraciones.
i.b. Absurdo por inconexión a nivel oracional: la oración es absurda porque no
tiene conexiones inferenciales con las otras oraciones con las que se le emite.
Y donde una oración es absurda por sí misma si da uno de los siguientes casos:
i.c. Absurdo por incompatibilidad a nivel suboracional: la oración es absurda
porque sus componentes suboracionales son incompatibles entre sí.
i.d. Absurdo por inconexión a nivel suboracional: la oración es absurda porque es
componentes suboracionales no pueden ser conectadas sintácticamente.
Donde que haya una explicación disponible del absurdo quiere decir que la
aseveración absurda es la conclusión de una buena inferencia material. Y donde la
tercera condición exige que tanto el absurdo como la buena inferencia que explica lo
explica sean interpretaciones posibles de una expresión ambivalente.
CONCLUSIONES
La tesis que buscaba defender este trabajo de grado era esta: lo que hace que un
conjunto ordenado de oraciones sea un chiste, son las relaciones inferenciales que se dan
entre los conceptos involucrados en las oraciones del conjunto. La tesis de este trabajo
de grado era, pues, que es posible definir a los chistes en términos de inferencias. Con el
fin de demostrar esto, se construyó una teoría inferencial de los chistes.
El punto de partida de la teoría inferencial es una hipótesis que surge de varias
observaciones acerca de los chistes. El resto de la teoría tiene como propósito aclarar los
términos utilizados en la hipótesis. La hipótesis de la teoría inferencial era esta: un
conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Presenta un absurdo
ii. Hay una explicación para el absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene reinterpretando alguna parte del
conjunto de oraciones.
Debido a que ‘presentar’ podía tomarse como a) que la oración describía alguna
acción absurda o como b) que la oración era absurda, había al menos dos modos
distintos de definir a los chistes:
Primera definición: un conjunto de oraciones es un chiste si y solo si
i. Tiene al menos una oración que describe a un evento absurdo
ii. Hay al menos una explicación para el evento absurdo
iii. La explicación del absurdo se obtiene re-describiendo alguno de los eventos
descritos por el conjunto de oraciones.
Argüí que los únicos eventos que pueden ser absurdos son las acciones humanas.
Por ello, para aclarar la primera definición se recurre a una teoría de la acción. La
segunda definición habla acerca de oraciones y por ello, para aclararla, recurrí a una
teoría del significado. Cada definición se enfoca en un aspecto distinto de los chistes: la
primera definición se preocupa por aquello que dicen los chistes (si se quiere, se puede
entender como aquello a lo que se refieren los chistes); y la segunda definición se
preocupa por cómo dicen lo que dicen los chistes (si se quiere seguir la analogía con
Frege, se puede decir que se preocupa por el modo de presentación de la referencia del
chiste: el sentido del chiste).
Ahora bien, ¿hay alguna relación entre estas dos definiciones? Mientras que la
primera definición se preocupa por acciones, la segunda definición se enfoca en el
lenguaje. Y es por ello por lo que la relación entre las dos definiciones es estrecha. Hay
dos niveles de la relación, o dos formas en que la acción se relaciona con el lenguaje: la
primera es que la acción incluye a la comunicación, a la acción lingüística. Usar el
lenguaje es actuar. La segunda relación entre acción y lenguaje es que la acción sólo
puede ser individuada y explicada mediante el lenguaje. Sólo mediante el lenguaje es
posible describir, racionalizar, explicar, interpretar o entender la acción. Prueba de ello
es que, de hecho, los chistes son en realidad conjuntos de oraciones y no de acciones.
Los chistes son esencialmente construcciones lingüísticas.
Parece ser que las relaciones entre la primera definición de los chistes y la
segunda, no se detienen en lo anterior. Es posible que ambas definiciones sean
isomorfas, especialmente en la clasificación de los absurdos. Parece ser que cuando se
describen acciones que son absurdas por incoherencia, es necesario usar oraciones que
resulten ser absurdas por incompatibilidad; y cuando se describen acciones que son
107
absurdas por inconexión, es necesario utilizar oraciones que resulten ser absurdas por
inconexión. La relación también parece surgir en el otro sentido. Enunciar oraciones que
son absurdas por incompatibilidad es realizar una acción absurda por incoherencia;
mientras que enunciar oraciones que son absurdas por inconexión es realizar una acción
absurda por inconexión. Por ahora y en el presente texto, no me comprometo a defender
esta idea del isomorfismo entre las oraciones absurdas y las acciones absurdas. Me basta
con señalar esta particularidad.
Dadas las estrechas relaciones entre ambas definiciones, y dado a que presentan
la misma estructura ¿es posible reducir una de ellas a la otra? Sí. La primera definición
de los chistes puede ser reducida a la segunda: las relacione entre las oraciones de los
chistes son las que determinan las relaciones entre los eventos descritos por los chistes.
Esto se debe a que los eventos son individuados por las descripciones que se hacen de
ellos.
Se trata de una teoría inferencial, pues se definen a los componentes los chistes
en términos inferenciales: ya sea en la primera definición, donde se concluyó que lo que
definía a una acción como absurda o como explicada, era la relación lógica que tenía el
contenido proposicional de la descripción de la acción con el contenido proposicional de
otras descripciones; o ya sea en la segunda definición, donde se definió explícitamente al
absurdo y a la explicación en términos inferenciales.
El propósito de esta teoría inferencial de los chistes era hacer explícito lo que ya
todos los que entienden y hacen chistes saben hacer. El propósito no ha sido mostrar o
presentar ideas novedosas acerca de los chistes, sino más bien elucidar las ideas
(posiblemente universales) que ya se tenían acerca de los chistes. Es por ello por lo que
era de gran importancia que la hipótesis no fuese completamente original: los puntos de
convergencia con otras teorías del humor sugieren que lo que se está notando en los
chistes es algo que ya se había notado antes.
Suponiendo que la teoría inferencial sea acertada, hay varias cosas que decir a su
favor: la primera, es que el análisis de los tipos de absurdos podría servir para analizar a
108
otras partes del lenguaje natural (como las metáforas y las paradojas); la segunda, es que
al dar una definición de lo que son los chistes, podría ser de utilidad a las ciencias que
estudian la relación del chiste con otros temas. Por ejemplo, podría ser útil para las
neurociencias, pues es útil determinar qué es un chiste antes de poder analizar cómo
funciona un cerebro ante uno. Podría ser también útil a los acercamientos
computacionales al humor, pues la definición del chiste serviría como criterio para saber
cuándo una máquina ha logrado hacer un chiste. La tercera cosa que decir a favor de la
teoría, en caso de que fuese exitosa, es que sería una muestra del potencial explicativo de
las teorías de la acción y las teorías semánticas.
Todo lo anterior suena muy bien, pero es sólo si se supone que la teoría es
acertada. Vayamos al otro extremo. Suponiendo que la teoría inferencial sea
completamente desafortunada, es decir, suponiendo que la teoría dé cuenta de sólo una
porción muy pequeña y poco significativa de los chistes, ¿hay algo que rescatar de ella?
Espero que sí. Hay al menos la invitación a pensar el humor desde métodos meramente
filosóficos. Y, además, el trabajo fue una buena excusa para mirar chistes durante meses
y decir que estudiaba.
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