Según la empresa de formación en ingeniería Ingeoexpert, la
generación hidroeléctrica está libre de emisiones de CO2 ya que no necesita combustible para funcionar: “Aunque la construcción de una central es muy cara, los costes de explotación y mantenimiento son bajos y la inversión se recupera en su larga vida útil”. Puede usar el agua embalsada de forma flexible en función del consumo (esta cualidad le permite respaldar otras energías renovables de generación intermitente, como la eólica o la fotovoltaica). Además, los embalses pueden usarse para regar y controlar riadas o inundaciones.
Pero también implica desventajas como el impacto ambiental de su
construcción al inundar grandes extensiones, reducir el caudal de los ríos cauce abajo y alterar la composición del agua y los niveles freáticos.
“La energía hidráulica no agota la fuente primaria, no la ensucia, no
la contamina, pero las grandes presas tienen un alto impacto ambiental y social, como el abandono de pueblos, el desplazamiento de poblaciones o incluso generar un microclima diferente en su entorno. Por eso se ha cuestionado su validez ecológica y el gran reto futuro es una explotación más madura con proyectos que mejoren su uso afectando mucho menos al ecosistema”, explica Ingeoexpert