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TRES ENSAYOS PARA UNA TEORÍA SEXUAL

Amnesia: Es un fenómeno psíquico que se da en la mayoría de los seres humanos y


que cubre los primeros años de su infancia (hasta el sexto o el octavo año de vida).
Durante esos años conservamos la memoria hasta que una vez de adultos no nos
acordamos de nada. Esas vivencias olvidadas dejan huellas en nuestra vida anímica
y pasaron a ser determinantes para todo nuestro desarrollo posterior.

Periodo de Latencia: El neonato trae consigo gérmenes de emociones sexuales


que siguen desarrollándose durante cierto lapso, después sufren una progresiva
sofocación; esta puede ser quebrada por el avance del desarrollo sexual. Durante
este período, se edifican los poderes anímicos que más tarde se presentarán como
inhibiciones en el camino de la pulsión sexual. En el niño civilizado se tiene la
impresión de que el establecimiento de estos diques es obra de la educación. Pero
en realidad este desarrollo es fijado hereditariamente y puede producirse sin
ninguna ayuda de la educación. Las emociones sexuales de estos años serían por
una parte inaplicables.

Exteriorizaciones de la sexualidad infantil: Chupeteo: Aparece en el lactante y


puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida, consiste en un contacto
de succión con la boca repetido rítmicamente. Una parte de los propios labios,
lenguas, una parte de piel que esté al alcance son tomados como objeto sobre el
cual se ejecuta la acción de mamar. La acción de mamar lleva al adormecimiento o
incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo. No es raro que el mamar
se combine con el frotamiento de ciertos lugares sensibles.

Autoerotismo: La pulsión no se encuentra dirigida a otra persona, sino que se


satisface en el propio cuerpo, es autoerótica. La acción del niño chupeteador se rige
por la búsqueda de un placer. Diríamos que los labios del niño se comportaron como
una zona erógena y la estimulación por el cálido aflujo de leche fue causa de la
sensación placentera. No todos los niños chupetean.
La meta sexual de sexualidad infantil: Carácter de las zonas erógenas: Dentro de
estas, el elemento del ritmo no puede ser subestimado y juega un papel crucial. La
comparación con las cosquillas resulta pertinente. La capacidad erógena puede
estar fuertemente asociada a ciertas áreas del cuerpo. Se identifican zonas
erógenas intrínsecas, como se evidencia en la succión del chupeteo. El niño que
succiona explora su cuerpo y elige una región, y posteriormente, por hábito, esa
zona se convierte en su preferida.

Meta sexual infantil: La meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir la


satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena que, de un
modo u otro, se ha escogido.
En cuanto estado, la necesidad de repetir la satisfacción se trasluce por dos cosas:
un peculiar sentimiento de tensión, que posee más bien el carácter del displacer, y
una sensación de estímulo o de picazón condicionada centralmente y proyectada a
la zona erógena periférica.

Las exteriorizaciones sexuales masturbaorias: Activación de la zona anal: Esta


zona es apta proporcionar un apuntalamiento de la sexualidad en otras funciones
corporales. Por el psicoanálisis nos enteramos de las transmutaciones que
experimentan normalmente las excitaciones sexuales que parten de él.

Activación de las zonas genitales: Tanto en niños y niñas está relacionada con la
micción y se produce tanto en el glande como en el clítoris. En los varones, el
glande se encuentra dentro de un saco mucoso que requiere estimulación a través
de secreciones para generar excitación sexual.

Debido a los lavados y frotaciones durante el cuidado del cuerpo, así como a ciertas
excitaciones accidentales, es inevitable que los niños experimenten sensaciones
placenteras en estas partes del cuerpo desde una etapa temprana, despertando así
una necesidad de repetir dichas sensaciones.

Es importante distinguir tres etapas en la masturbación infantil: durante el periodo de


lactancia, un breve incremento en la práctica sexual alrededor de los cuatro años de
edad, y la tercera etapa, el onanismo durante la pubertad.
La segunda fase de la masturbación infantil: Durante cierta etapa de la infancia, es
común que aparezca nuevamente la pulsión sexual en la zona genital, y esto
perdura por un tiempo hasta que es reprimida una vez más. Esta segunda fase de
despertar sexual en la infancia deja marcas en la memoria de la persona, las cuales
influyen en el desarrollo de su personalidad si se mantienen sanas, o en la aparición
de síntomas de neurosis si se enferma después de la pubertad.

Retorno de la masturbación de la lactancia: La reactivación de la excitación sexual


ocurre durante los años de la infancia, pudiendo manifestarse como una sensación
de picazón condicionada centralmente que demanda una satisfacción masturbatoria,
o bien como un proceso similar a una polución, en el cual se alcanza la satisfacción
sin necesidad de ninguna acción externa. Los síntomas de estas expresiones
sexuales son escasos; en su mayoría, el sistema urinario, aún no desarrollado, se
presenta como su vehículo.

Tanto factores internos como externos desempeñan un papel crucial en la


reaparición de la actividad sexual. En esta etapa, las circunstancias externas
contingentes adquieren una importancia significativa y duradera. El impacto de la
seducción, al tratar prematuramente al niño como un objeto sexual y enseñarle a
experimentar placer en las zonas genitales, resulta evidente. Es claro que este
despertar puede surgir tanto de factores internos como de la seducción externa.

Pulsiones parciales: La seducción no contribuye a revelar el origen primario de la


pulsión sexual. La sexualidad infantil presenta elementos que desde el principio
involucran a otras personas como objetos sexuales. Estas incluyen pulsiones de
placer como observar, exhibir y actos de crueldad. Estas pulsiones surgen de
manera independiente de las zonas erógenas y pueden manifestarse en los niños
como expresiones sexuales espontáneas.

La investigación sexual infantil: A medida que los niños de entre tres y cinco años
comienzan a desarrollar su vida sexual, también se involucran en actividades que se
relacionan con el impulso de aprender e investigar. Su comportamiento corresponde
a una forma sublimada de adquirir conocimiento y está impulsado por la curiosidad.
El primer dilema al que se enfrentan es el enigma de "¿De dónde vienen los
bebés?". En ese momento, los niños creen que todos los seres vivos tienen un
órgano genital masculino como ellos y buscan compararlos. Sin embargo, al
investigar y descubrir que las niñas no lo tienen, llegan a algunas conclusiones. Al
principio, pueden creer que las niñas tenían un órgano similar que fue removido
(resultado de una castración), pero con la llegada de este enigma comienzan a
comprender que solo las mujeres pueden dar a luz y, por lo tanto, existe esa
distinción.

Fases de desarrollo de la organización sexual: La vida sexual infantil es


autoerótica y sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una
por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí. El punto de llegada del
desarrollo lo constituye la vida sexual del adulto llamada normal donde la
consecución de placer se ha puesto al servicio de la reproducción y las pulsiones
parciales han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual de un
objeto ajeno.

Organizaciones pregenitales: Se las denomina así a las organizaciones de la vida


sexual en que las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico.

Una primera organización sexual pregenital es la oral. La actividad sexual no se ha


separado de la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El chupeteo
puede verse como un resto de esta fase hipotética que la patología nos forzó a
suponer; en ella la actividad sexual ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno
situado en el propio cuerpo.

En la segunda etapa pregenital, conocida como la fase de organización sadico-anal,


se desarrolla una actividad impulsada por la pulsión de dominio, que se manifiesta a
través de la musculatura corporal. En esta fase, el órgano de meta sexual pasiva es
principalmente la mucosa erógena del intestino. Sin embargo, es importante
destacar que los objetos de estas dos aspiraciones no son necesariamente los
mismos. En esta fase, ya se pueden observar tanto la polaridad sexual como la
presencia de objetos externos.
Ambivalencia: Hace referencia a una actitud emocional marcada en la cual
coexisten impulsos contradictorios que tienen su origen en una misma fuente y, por
lo tanto, se consideran interdependientes.

Los dos tiempos de la elección de objeto: La primera se inicia entre los dos y los
cinco años, y el periodo de latencia la detiene o la hace retroceder. La segunda
aparece con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.

Los resultados de la elección infantil del objeto se prolongan hasta una época tardía,
o bien se los conserva o experimentan una renovación en la pubertad. Pero
demuestran ser inaplicables y ello a consecuencia del desarrollo de la represión.

La elección de objeto de la época de la pubertad tiene que renunciar a los objetos


infantiles y empezar de nuevo como corriente sensual.

Fuentes de la sexualidad infantil: La excitación sexual nace:

A. Como calco de una satisfacción vivenciada a raíz de otros procesos


orgánicos.
B. Por una apropiada estimulación periférica de zonas erógenas.
C. Como expresión de algunas “pulsiones” cuyo origen todavía no
comprendemos bien.

Las zonas erógenas muestran meramente una particular intensificación de un tipo


de excitabilidad que es propio de toda la superficie de aquella.

Excitaciones mecánicas: Excitaciones sexuales mediante sacudimientos mecánicos


del cuerpo, de carácter rítmico. Se distinguen tres clases de influencias de
estímulos: las que actúan sobre el aparato sensorial de los nervios vestibulares, las
que actúan sobre la piel y las que lo hacen sobre las partes profundas. La existencia
de esas sensaciones placenteras, entonces, producidas por ciertos sacudimientos
mecánicos del cuerpo, es documentada por el gran gusto que sienten los niños en
los juegos de movimiento pasivo, como ser hamacados y arrojados por el aire, cuya
repetición piden incesantemente.
Actividad muscular: Una intensa actividad muscular constituye para el niño una
necesidad de cuya satisfacción extrae un placer extraordinario. Está sujeto a
elucidaciones críticas el determinar si este placer tiene algo que ver con la
sexualidad, si él mismo incluye una satisfacción sexual o puede convertirse en
ocasión de una excitación sexual. Para muchos individuos, el enlace infantil entre
juegos violentos y excitación sexual es determinante de la orientación que
imprimirán más tarde a su pulsión sexual.

Procesos afectivos: Es fácil comprobar mediante observación simultánea o


exploración retrospectiva que los procesos afectivos más intensos desbordan sobre
la sexualidad; pueden contribuir a la comprensión del efecto patógeno de esos
movimientos del ánimo.

El efecto de excitación sexual de muchas afectos en sí displacenteros, como el


angustiarse, el estremecerse de miedo o el espantarse, se conserva en gran
número de seres humanos durante su vida adulta, y explica sin duda que muchas
personas acechen la oportunidad de recibir tales sensaciones, sujetas sólo a ciertas
circunstancias contaminantes que amenguar la seriedad de la sensación de
displacer.

Trabajo intelectual: En muchas personas, cuando se concentran en una tarea


intelectual y hacen un esfuerzo mental, esto puede provocar una excitación sexual
no deseada. Existen diversos mecanismos que contribuyen a desencadenar este
proceso de excitación sexual, en particular, se ven influenciados, de manera más o
menos directa, por estímulos en zonas sensibles y, de manera inmediata, por la
estimulación de ciertas áreas erógenas del cuerpo. El organismo ya cuenta con
mecanismos que generan la excitación sexual como un efecto secundario, como
resultado de una serie de procesos internos, siempre que la intensidad de estos
procesos supere ciertos límites cuantitativos.
Diversas constituciones sexuales: Así como antes vimos la posibilidad de basar las
diversas constituciones sexuales innatas en las diferentes plasmación de las zonas
erógenas, ahora podemos ensayar eso mismo englobando las fuentes indirectas de
la excitación sexual.

Las vías de la influencia recíproca: Si abandonamos las expresiones figuradas que


usamos durante tanto tiempo y dejamos de hablar de “fuentes” de la excitaciones
sexual, podemos arribar a esta conjetura: todas las vías de conexión que llegan
hasta las esxualidad desde otras funciones tienen que poderse transitar también en
la dirección inversa.

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