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Módulo 4

Los actos jurídicos:


elementos, forma,
prueba, vicios e
ineficacia

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9. Los actos jurídicos
9.1 Acto jurídico
9.1.1 Definición. Caracteres

El artículo 259 del Código Civil y Comercial define al acto jurídico en los
siguientes términos: “El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin
inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas”. 1

Así, dentro de las clasificaciones y subclasificaciones en las que se funda el


Código, tal como hemos señalado en el Módulo 3, el acto jurídico se presenta
como un hecho humano –acto– voluntario y lícito que tiene además la
particularidad de tener por fin inmediato la adquisición, modificación o
extinción de relaciones o situaciones jurídicas.

De tal definición se advierten los caracteres que presenta el acto jurídico:

1) Es un acto voluntario: el acto jurídico es en esencia un acto voluntario,


es decir ejecutado con discernimiento, intención y libertad. Esta
voluntad interna debe traducirse en una acción material que la dé a
conocer.

2) Acto lícito: el acto jurídico debe ser conforme a los preceptos del
derecho, pues no podría concebirse que el ordenamiento tutelara actos
contrarios al ordenamiento mismo. De modo que, cuando aparece en
sus elementos lo contrario a la ley, al orden público o a las buenas
costumbres, la ilicitud se comunica a todo el acto que, en consecuencia,
es inválido.

3) El fin jurídico inmediato: el fin jurídico es la realización de un interés


que la ley considera digno de tutela, característica sobresaliente del acto
jurídico porque en ella se manifiesta el aspecto funcional del negocio
jurídico como instrumento destinado a cumplir una función económico-
social. Este aspecto funcional es el que permite distinguir el acto jurídico
de otros actos que, siendo voluntarios y lícitos, no son actos jurídicos, ya
que la voluntad no está encaminada a establecer relaciones jurídicas, o

1 Art. 259 del CCCN.

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no tiene por objeto inmediato la producción de efectos jurídicos (Tagle,
2002).

9.2 Elementos esenciales


9.2.1 En relación al sujeto: voluntad, capacidad, parte
otorgante y representante

En la estructura del acto jurídico se distingue el contenido que lo integra,


conformado por las reglas establecidas por los sujetos en ejercicio de la
autonomía privada, de los elementos que concurren a formarlo. Estos últimos
son los elementos esenciales que, por ser tales, constituyen el negocio jurídico.
Ellos son: los sujetos, el objeto, la causa y la forma.

Diferentes personas o sujetos pueden intervenir en el otorgamiento de un acto


jurídico, por lo que corresponde distinguir entre partes, otorgantes y
representantes.

Las partes: son las personas o sujetos que, con la declaración de voluntad,
ejercen una prerrogativa jurídica que les es propia, por repercutir directamente
en su esfera de interés patrimonial o extrapatrimonial. Es decir, son los sujetos a
quienes se imputan las relaciones jurídicas que el acto tiene por fin establecer,
aquellos cuyos derechos se crean, modifican, transfieren, extinguen, etc.

Los otorgantes: son quienes intervienen en la celebración de un acto emitiendo


la declaración de voluntad que conforma su contenido. Generalmente, quien
otorga el acto es la parte, pero en muchas ocasiones ocurre que quien otorga el
acto no es la parte, sino otro sujeto que obra en su representación.

Los representantes: son quienes, en virtud de una autorización legal o


convencional, emiten una declaración de voluntad en nombre, por cuenta y en
interés de otra, denominada representado. Según la naturaleza de la
autorización para obrar en nombre de otro, los representantes son legales o
voluntarios.

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Ahora bien, la validez del acto jurídico en relación a los sujetos depende de dos
requisitos: a) la capacidad; b) la voluntariedad.

La exigencia de la capacidad supone la aptitud para ejercer por sí mismos actos


jurídicos válidos –capacidad de ejercicio– por lo que, tratándose de una persona
menor de edad, el acto será válido cuando se trate de aquél que la ley autoriza
otorgar (por ejemplo, el supuesto de que el adolescente puede decidir por sí
respecto de aquellos tratamientos que no resulten invasivos ni comprometan su
salud o provoquen un riesgo grave en su vida o integridad física).

En cuanto a la voluntariedad, supone que el sujeto haya obrado con


discernimiento, intención y libertad, debiendo concurrir los tres elementos
integrantes de la trinidad que condiciona la voluntariedad de los actos.

9.2.2 Representación: definición. Efectos

Siguiendo a Fontanarrosa, la representación surge cuando un individuo


(representante, sujeto de la declaración de voluntad) ejecuta un negocio
jurídico en nombre de otro (representado, sujeto del interés), de modo que el
negocio se considera como celebrado directamente por éste último, y los
derechos y las obligaciones emergentes del acto celebrado por el representante
pasan inmediatamente al representado (Fontanarrosa, 2013).

Es decir que la representación implica que una persona, el representante, que


se encuentra investida de poder y autorización suficiente, actúe frente a
terceros en nombre y por cuenta ajena.

La particularidad de esta actuación se ve reflejada en la circunstancia de que los


efectos de los actos jurídicos llevados a cabo por el representante recaen en
forma directa sobre la persona del representado como si éste los hubiera
ejecutado.

La regla general en materia de representación es que “los actos jurídicos entre


vivos pueden ser celebrados por representante”2. Ahora bien, como toda regla
tiene una excepción y, frente a esta posibilidad de celebrar actos jurídicos por
medio de representantes, la norma limita dicha facultad a “los casos en los que
la ley exige que sean otorgados por el titular del derecho”3; por ejemplo, los

2 Art. 358 del CCCN.


3 Art. 358 del CCCN.

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actos de última voluntad, como el testamento (art. 2465), o personalísimos (art.
55), como el matrimonio (art. 406).

Requisitos

La representación como instituto jurídico reglado en nuestro derecho debe


reunir ciertos requisitos que la hacen viable.

En primer lugar, debemos contar con una persona que actúe como
representante, a quien sólo se le exige discernimiento para celebrar los
negocios en los que interviene. Ahora bien, para que su actuación sea legítima,
se requiere que tenga facultad para representar, lo que implica que se
encuentre habilitado para ello, ya sea a través de una norma que lo disponga
(representación legal) o por la voluntad del sujeto al que representará
(representación voluntaria).

En segundo lugar, es necesario que la actuación del representante sea conocida


por los terceros en esos términos. Es decir, se requiere que los terceros
conozcan que el sujeto con el que están celebrando el negocio jurídico actúa en
nombre y por cuenta ajena, en representación de otra persona.

En este sentido, el representante no sólo debe actuar en nombre de otro sino


que también debe hacer saber a las personas con las cuales contrata que su
actuación se lleva a cabo a los fines de satisfacer un interés ajeno, el del
representado.

Por último, la actuación del representante debe sujetarse a los límites


impuestos en el poder conferido. Dichos márgenes de actuación pueden haber
sido dispuestos tanto por la ley como por la voluntad del representado, y la
actuación sin poder o en exceso de las atribuciones conferidas traerá aparejada
las consecuencias jurídicas dispuestas en el art. 376 del Código Civil y Comercial
de la Nación.

Clases de Representación

La representación puede ser legal, voluntaria u orgánica.

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Representación Legal

La representación es legal cuando resulta de una norma de derecho, esto es,


cuando tiene su origen en la ley, cuando es la propia norma la que dispone la
actuación por medio de un representante de manera necesaria y forzosa para
integrar la capacidad de aquellos que, de hecho, no la ostentan. A modo de
ejemplo, son representantes legales los curadores (respecto a las personas
incapaces o con capacidad restringida por razones de salud mental y los
inhabilitados, arts. 32, 49, 101, 102, 138 a 140 del CCCN), los tutores (respecto
de los niños, niñas o adolescentes que no han alcanzado la plenitud de su
capacidad civil cuando no haya persona que ejerza la responsabilidad parental,
arts. 104 a 137 del CCCN), y los padres (respecto de las personas por nacer y de
los menores de edad no emancipados, art. 101 del CCCN).

Representación voluntaria

Por otro lado, la representación puede también tener su origen en la voluntad


del representado. En efecto, la representación es voluntaria cuando resulta de
un acto jurídico, refiriéndose al apoderamiento que se manifiesta a través de la
declaración unilateral de una persona que otorga a favor de otra un poder o
autorización para que actúe frente a terceros a nombre y por cuenta suya, de
manera tal que los efectos de los actos jurídicos celebrados por el
representante recaigan en forma directa sobre el patrimonio del representado.

Representación orgánica. La teoría del Órgano

Desde otro costado, la representación orgánica corresponde a las personas


jurídicas, las cuales, como hemos señalado, son definidas en el art. 141 como
todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere aptitud para
adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y
los fines de su creación.

En el caso de las personas jurídicas, la particularidad se centra en el hecho de


que la teoría del órgano implica que no haya un tercero (representante) que
actúe en nombre del ente ideal, sino que es la misma persona jurídica la que
actúa a través de su órgano de representación.

Esta representación orgánica es la manera a partir de la cual las personas


jurídicas pueden vincularse y obligarse frente a los terceros, en tanto se genera
una imputación directa sobre los entes ideales de lo realizado por sus
representantes.

El artículo 359 dispone “Efectos. Los actos celebrados por el representante en


nombre del representado y en los límites de las facultades conferidas por la ley

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o por el acto de apoderamiento, producen efecto directamente para el
representado”4.

Así, el artículo establece el principal efecto de este instituto jurídico. Los actos
que se hubieran llevado a cabo por medio de un representante, en
cumplimiento de los requisitos propios de esta figura (es decir, siempre y
cuando se haya actuado con facultad para representar, haciendo conocer al
tercero que se actúa por otra persona y dentro de los límites de su actuación, ya
sea dispuesta por ley o por un acto de voluntad), producen efectos directos
sobre el representado, como si éste último personalmente hubiese celebrado el
acto.

9.2.3 En relación al objeto: requisitos de validez


En cuanto al objeto del acto jurídico, el art. 279 del Código Civil y Comercial
dispone que:

El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o


prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de
la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un
motivo especial se haya prohibido que lo sea. 5

De tal modo, los requisitos del objeto de los actos jurídicos son:

a) Posibilidad: el objeto del acto jurídico no debe ser imposible, requisito


que se predica no sólo de los hechos sino también de los bienes. La
imposibilidad para causar la nulidad del acto debe ser: originaria, es
decir, debe estar presente desde que el acto se celebró, sin perjuicio del
supuesto de convalidación previsto para los actos jurídicos sujetos a
plazo o condición suspensiva (art. 280); absoluta, el objeto debe ser
imposible para todos y no sólo para el sujeto obligado. Si la
imposibilidad es parcial, el acto no es necesariamente nulo; quien
pretendió adquirir un derecho sobre un objeto parcialmente imposible
puede dejar sin efecto el contrato o demandar la parte que existiese
(art. 1130) (Rivera y Medina, 2014).

b) Determinabilidad: el objeto del acto jurídico debe ser determinado o


determinable. Este requisito surge de los arts. 1005 y 1006 del CCCN,
que regulan el objeto de los contratos. Así, es determinado cuando legal

4 Art. 359 del CCCN.


5 Art. 279 del CCCN.

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o convencionalmente se prevén los mecanismos o herramientas que
permitan precisarlo en el momento del cumplimiento del acto y es
determinable cuando se establecen los criterios suficientes para su
individualización. En caso de que el objeto fuera absolutamente
indeterminable, el acto podrá ser declarado nulo.

c) Licitud: cuando la conducta que constituye el objeto del negocio está


prohibida, el acto tiene un objeto ilícito.

d) Hechos contrarios a la moral, a las buenas costumbres y al orden


público: este recaudo impone la conformidad del objeto con la moral,
las buenas costumbres y el orden público. Generalmente, el concepto de
buenas costumbres se identifica con la moral, y respecto al orden
público se ha entendido que es lo esencial para la convivencia que
puede variar en el tiempo y en el espacio. En estos supuestos, la sanción
será la nulidad absoluta.

No lesivos de los derechos ajenos a la dignidad humana: serían hechos lesivos


de los derechos ajenos, por ejemplo, los actos fraudulentos, debiendo señalar
que en tal caso el acto es inoponible, y no nulo.

Por otro lado, los hechos lesivos de la dignidad humana, quedan


comprendidos entre otros supuestos, los actos cuyo objeto
lesione la intimidad personal o familiar, la honra, la reputación,
es decir, cualquier derecho personalísimo.
Finalmente, el precepto mencionado prevé “un bien que por un
motivo especial se haya prohibido que sea”, hace referencia por
ejemplo a las cosas muebles que no pueden hipotecarse o los
inmuebles que no pueden prendarse. Este recaudo, supone falta
de idoneidad del objeto, es decir, imposibilidad jurídica.
Asimismo, están comprendidos en este supuesto, aquellos bienes
cuya comercialización está prohibida, armas, algunos
medicamentos, estupefacientes, etc. (Rivera y Medina, 2014, p.
644).

Por último, debe señalarse que, si el objeto del acto jurídico no cumpliere los
recaudos señalados, podrá ser declarado nulo. La nulidad absoluta o relativa,
como ya veremos, dependerá de qué tipo de interés se vea afectado, pues, si se
afecta el interés general, será absoluta, y relativa si es particular.

9.2.4 En relación a la causa: causa del acto jurídico


El artículo 281 del Código define la causa señalando que

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La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento
jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También
integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y
hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente
si son esenciales para ambas partes. 6

Como se advierte, para el Código no sólo se entiende por causa el fin inmediato
que ha sido determinante de la voluntad, esto es, sin el cual el acto no se
hubiera realizado, sino que también se reconoce la misma jerarquía a los
motivos –móviles indirectos o remotos– en tanto hubieran sido incorporados al
acto por las partes y hubieran sido esenciales para su celebración.

Así, el Código toma en cuenta la causa en tanto fin inmediato autorizado por el
ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad, como así
también los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido
incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes (Benavente, 2014).

La causa es un elemento esencial del negocio jurídico, lo que surge de los


artículos 1013 y 1014 del Código. Estos artículos reafirman los principios de
necesidad de causa, que debe existir en la formación, subsistir durante su
celebración y mantenerse durante la ejecución del contrato, determinando que
la falta de causa implicará, según los casos, la nulidad, adecuación o extinción
del contrato. Asimismo, el art. 1014 sanciona con nulidad a todo contrato con
causa contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres, sanción
que se extiende al supuesto en que ambas partes lo hubieran concluido por un
motivo ilícito o inmoral, dejando a salvo el caso en que, si sólo una de ellas
hubiera obrado por un motivo ilícito o inmoral, carecerá de derecho a invocarlo
frente a la otra parte, pero la parte inocente podrá reclamar lo que ha dado sin
obligación de cumplir lo que ha ofrecido.

9.2.5 Presunción. Acto abstracto

El artículo 282 del Código Civil y Comercial introduce el principio de presunción


de causa fin, según el cual el acto es válido aunque la causa –final– no esté
expresada o sea falsa pero esté fundada en otra verdadera.

Así, el precepto consagra que se presume la existencia de causa aunque no esté


explicitada en el negocio, mientras no se demuestre lo contrario.

6 Art. 281 del CCCN.

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Por otro lado, el mencionado artículo establece que el acto es válido aunque la
causa sea falsa si se funda en otra verdadera. De tal forma, la falsedad de la
causa no provoca por sí misma la invalidez del negocio sino que invierte la carga
de la prueba. Acreditado que la causa es falsa, quien pretende mantener el acto
deberá probar que el negocio tiene causa y que ella es lícita.

En relación al acto abstracto previsto en el art. 283 del CCCN, debemos señalar
que es aquél en el cual la causa no está presente o visible y, en principio, no
influye en su validez o eficacia, pero no significa que no la haya.

En los actos causados, la carencia, ilicitud o falsedad de causa determina su


invalidez; en los abstractos, esas circunstancias no juegan inicialmente cuando
el acreedor pretende el cumplimiento –es decir, el deudor no podría invocarlas
como defensas frente a la acción del acreedor–, pero, una vez que ha pagado lo
que se le reclamaba, puede accionar contra el acreedor para obtener la
restitución de lo pagado.

No se trata de que el acto abstracto no tenga causa fin, sino de que lo relativo a
ella no obsta al éxito de un reclamo del acreedor fundado en un título
suficiente, lo que será debatido con posterioridad e independientemente de
aquel reclamo.

Se cita como ejemplo el caso del firmante de un título circulatorio comercial,


como un cheque, pagaré o una acción de sociedad anónima, especialmente
cuando son al portador, cuya negociación se efectúa en instrumentos en los que
no consta la causa y su circulación va a tener eficacia con prescindencia de la
causa (Marino, 2015).

9.2.6 En relación a la forma: noción

La forma como elemento esencial del acto jurídico es el modo de


exteriorización de la voluntad o de las voluntades jurídicas, el elemento exterior
y sensible por el que se manifiesta el contenido inmaterial que es la voluntad o
voluntades orientadas a producir efectos jurídicos. (Tagle, 2002).

La forma en sentido estricto, forma impuesta o legal, es el conjunto de las


prescripciones de la ley respecto de las modalidades que deben observarse en
la celebración de ciertos actos jurídicos bajo pena de invalidez.

Como veremos más adelante, hay supuestos en que la ley establece el modo en
que debe manifestarse la voluntad para la trascendencia jurídica del acto,
mientras que en otras circunstancias se admite que los particulares elijan
libremente el modo en que han de expresar su voluntad.

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9.3 Elementos accidentales
9.3.1 Las modalidades. Enumeración

Se denominan modalidades o elementos accidentales del acto jurídico aquellas


disposiciones accesorias introducidas por las partes, que modifican los efectos
normales del tipo legal, subordinando a un acontecimiento futuro la adquisición
de un derecho o la resolución de un derecho ya adquirido, postergando su
exigibilidad, o imponiendo un deber jurídico excepcional y accesorio al
adquirente de un derecho.

Las modalidades que las partes, de conformidad a la autonomía de la voluntad,


pueden introducir a los actos jurídicos son: a) condición; b) plazo; c) cargo.

9.3.2 La condición: Definición. Clases. Efectos


El artículo 343 del CCCN establece:

Alcance y especies. Se denomina condición a la cláusula de los


actos jurídicos, por la cual las partes subordinan su plena eficacia
o resolución a un hecho futuro e incierto.
Las disposiciones de este capítulo son aplicables, en cuanto
fueran compatibles, a la cláusula por la cual las partes sujetan la
adquisición o extinción de un derecho a hechos presentes o
pasados ignorados.7

Concepto

El artículo en comentario define la condición como la cláusula por la que las


partes subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto.
De este concepto surgen los caracteres de la condición: a) debe ser un hecho
futuro, b) incierto.

a) El acontecimiento al que se subordina la eficacia o resolución de un derecho


ya adquirido debe ser incierto, contingente, “que puede o no llegar a suceder”,
característica esencial y propia de la condición que la distingue del plazo, que es
también un hecho futuro pero necesario o fatal.

7 Art. 343 del CCCN.

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b) Además, el hecho previsto como condición ha de ser futuro, lo que le da
incertidumbre. Si se tratara de un hecho pasado o presente no habría
incertidumbre. Aunque puede ocurrir que las partes ignoren que el hecho ya ha
ocurrido; aquél sería incierto subjetivamente, pero ello no basta para que exista
condición.

Clases de condición

El mencionado artículo refiere en su título a “especies” de condición, aludiendo


tanto a la condición suspensiva como a la resolutoria.

La condición suspensiva supedita la plena eficacia de la relación jurídica a la


realización de un hecho futuro e incierto previsto como condición, con lo cual
se origina un derecho eventual ya que, si la condición no se cumple, el acto
jurídico no podrá perfeccionarse. Es decir, cuando la condición es suspensiva, el
acto no produce sus efectos sino a partir del momento en que aquélla se
cumple.

Por el contrario, la condición es resolutoria cuando lo que depende del hecho


incierto y futuro es la extinción del derecho ya adquirido. Ello implica que los
efectos del acto comienzan a producirse desde el momento mismo de la
celebración del acto, pero cesan si la condición no tiene lugar.

Por su parte, el art. 344 del CCCN prevé las condiciones prohibidas, disponiendo
la nulidad del acto jurídico cuando se haya establecido el acto sujeto a un hecho
imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres, prohibido por el
ordenamiento jurídico o que dependa exclusivamente de la voluntad del
obligado.

Además, establece que la condición de no hacer una cosa imposible no


perjudica la validez de la obligación si ella fuera pactada bajo modalidad
suspensiva, pues ello supone que, en definitiva, nada se ha constituido, y tal
obligación se considera pura y simple, sin que nada pueda afectar su existencia.
Cabe señalar que, si se hubiere pactado una obligación de no hacer una cosa
imposible como condición resolutoria, ésta anula la obligación.

Finalmente, la norma prevé que se tendrán por no escritas las condiciones que
afecten de modo grave las libertades de la persona, como la de elegir domicilio
o religión, o decidir sobre su estado civil; debiendo entender que el dispositivo
es meramente enunciativo y por lo tanto comprensivo de otros casuismos que
impliquen afectar las libertades individuales.

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Efectos

De acuerdo al art. 346 del CCCN, la regla general es que, cumplida la condición,
sea ésta suspensiva o resolutoria, produce efectos hacia el futuro, lo que
implica que el acto jurídico bajo la modalidad suspensiva cobrará eficacia el día
del suceso previsto como condición; en el caso del negocio jurídico bajo
condición resolutoria, producido el acontecimiento, se extinguirán los efectos a
partir de ese momento.

La excepción es que las partes libremente modifiquen dicho efecto hacia el


futuro, dándole a la condición –suspensiva o resolutoria– efectos retroactivos.

Conforme al artículo 348 del Código, el cumplimiento de la condición


suspensiva convierte en puro y simple el derecho del acreedor. Esa conversión
produce efectos desde el momento mismo en que se cumple la condición.

Es decir que, acaecido el hecho futuro e incierto previsto como condición


suspensiva, el sujeto que tenía un derecho eventual pasa a tener un derecho
efectivo y, por ende, podrá hacer valer las prerrogativas que ese derecho
conlleve, de acuerdo a la naturaleza, los fines y el objeto del negocio jurídico
celebrado.

En tanto, en el caso del acto sujeto a condición resolutoria, cumplida la


condición se produce el aniquilamiento del derecho constituido. Es decir:
desaparecen los efectos jurídicos del negocio para el futuro, en virtud del art.
346 de este cuerpo legal, y, consecuentemente, la otra parte pasa a ser titular
de este nuevo derecho, pudiendo exigir todas las facultades que ese derecho le
genera, de acuerdo a la naturaleza, los fines y el objeto del acto jurídico.

Ahora, si las partes hubieren pactado libremente darle a la condición efecto


retroactivo, en el caso de la condición suspensiva, el derecho se adquiere desde
la fecha de la celebración del acto y, en el caso de la condición resolutoria, el
derecho se extingue, considerándose como si nunca hubiese existido.

9.3.3 El plazo: noción. Especies. Efectos. Caducidad

Concepto de plazo y caracteres

El plazo es “la fijación en el tiempo del momento a partir del cual el acto
jurídico comenzará a producir efectos, o dejará de producirlos” (Bustamante
Alsina, 2005, p. 228).

El plazo es la modalidad de los actos jurídicos por la cual las partes subordinan,
a un acontecimiento que es futuro pero que fatalmente se ha de producir, la
exigibilidad o la aniquilación de los derechos. El hecho previsto como plazo

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debe reunir los siguientes caracteres: a) ha de ser un hecho futuro, b) ha de ser
un hecho fatal.

En este sentido, tanto el plazo como la condición refieren a un hecho futuro,


aunque, a diferencia de la condición, en la que el suceso es contingente (es
decir que no se sabe si se va a producir), en el plazo, el acontecimiento debe
fatalmente ocurrir.

Especies

El plazo puede ser: a) suspensivo o extintivo; b) cierto o incierto; c)


indeterminado.

a) El plazo suspensivo es el que produce la postergación o difiere la


exigibilidad de la obligación hasta el acaecimiento del término, por
ejemplo la obligación de pagar una suma de dinero en el término de
noventa días; el extintivo o resolutivo es el que limita hasta cierto
momento los efectos del acto, como por ejemplo la obligación de
restituir la cosa locada al vencimiento del contrato de arrendamiento.

b) El plazo cierto es aquél en el cual el día, mes y año del vencimiento


están predefinidos de antemano; es incierto cuando el día del
vencimiento se ignora y no se sabe cuándo ocurrirá (por ejemplo: te
pagaré cuando Pedro muera; en algún momento Pedro morirá y por lo
tanto el hecho va a ocurrir, pero no se sabe cuándo).

c) El plazo es indeterminado cuando no está determinado en el acto, por


lo que deberá el juez determinar la fecha de cumplimiento en el marco
del proceso más breve que prevea la ley adjetiva local (arts. 2559, 871,
887 y cons. del Código Civil y Comercial).

Efectos

La diferencia entre la condición y el plazo es que, mientras los derechos


condicionales son eventuales, pues su misma existencia está pendiente de
definición –condición suspensiva– o amenazados –condición resolutoria–, los
derechos sujetos a plazo son efectivos, pues no hay duda sobre su existencia
aunque el titular deba esperar cierto tiempo para entrar en el pleno ejercicio de
sus prerrogativas o éstas estén limitadas en el tiempo.

El plazo, al igual que la condición, opera sus efectos hacia el futuro a partir de su
vencimiento, por lo que deja subsistentes las consecuencias ya producidas.

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Gráficamente:

Condición Plazo

Concepto Es la cláusula por la que Es la modalidad de los


las partes subordinan la actos jurídicos por la cual
plena eficacia o las partes subordinan a
resolución a un hecho un acontecimiento
futuro e incierto (no se futuro, pero que
sabe si ocurrirá). fatalmente se producirá,
la exigibilidad o la
aniquilación de los
derechos.

Clases La condición puede ser El plazo puede ser


suspensiva o resolutoria. suspensivo o extintivo;
cierto e incierto, e
indeterminado.

Efectos Los derechos Los derechos sujetos a


condicionales son plazo son efectivos, pues
eventuales pues la no hay duda sobre su
existencia está existencia, aunque el
pendiente de definición. titular deba esperar
cierto tiempo para entrar
Opera hacia el futuro.
en el pleno ejercicio de
sus prerrogativas.

Opera hacia el futuro.

Fuente: Tagle, 2002, p. 42.

Caducidad de plazo

El artículo 353 del CCCN establece los distintos supuestos en que, aun estando
pendiente de cumplimiento el plazo, la ley determina su decaimiento, es decir
que el deudor no puede invocar la pendencia del plazo. Los distintos casos son:

a) si se ha declarado su quiebra: ello así, pues la quiebra produce el


vencimiento de todos los plazos de las obligaciones del fallido.

b) La disminución, por acto propio del deudor, de las seguridades


concedidas al acreedor para el cumplimiento de la obligación, también

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genera la caducidad del plazo, pues el deudor a través de estos hechos
pone en peligro el pago de la acreencia. Por ejemplo, si el deudor había
constituido caución real o personal para garantizar el cumplimiento de la
obligación y luego las revoca.

c) Si el deudor no ha constituido las garantías prometidas: este supuesto


prevé por ejemplo la hipótesis en que el deudor se comprometió a
otorgar una determinada garantía, sea ésta personal –por ejemplo
fianza, aval– o real –por ejemplo prenda, hipoteca, anticresis– y omite
constituir las garantías a los fines de asegurar la acreencia.

9.3.4 El cargo: definición. Efectos. Transmisibilidad


El artículo 354 dispone:

Cargo. Especies. Presunción. El cargo es una obligación accesoria


impuesta al adquirente de un derecho. No impide los efectos del
acto, excepto que su cumplimiento se haya previsto como
condición suspensiva, ni los resuelve, excepto que su
cumplimiento se haya estipulado como condición resolutoria. En
caso de duda se entiende que tal condición no existe.8

Concepto y caracteres

El cargo es la obligación accesoria y excepcional que se impone al adquirente de


un derecho. Por ejemplo, el legado con el cargo de mantener a ciertos parientes
del testador.

En relación a los caracteres del cargo, es dable señalar: a) es una obligación que
grava a una de las partes interesadas; b) es una obligación accesoria a la
adquisición de un derecho, es decir que está anexado al derecho al cual accede,
de manera tal que no es posible adquirir el derecho sin asumir el cargo que
importa y, por ende, actúa como un límite al beneficio del adquirente del
derecho y c) es excepcional, es decir que no deriva ordinariamente del acto
jurídico realizado, sino que es la voluntad del enajenante quien dispone la
vinculación entre el derecho principal y el cargo (Llambías, 2004).

8 Art. 354 del CCCN.

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Efectos

El principio general es que el cargo es simple, lo que significa que el


incumplimiento del cargo faculta al respectivo acreedor para el ejercicio de las
medidas compulsivas pertinentes. Pero dicho incumplimiento no afecta la
adquisición del derecho ya que, si esto ocurre, no se tratará de un cargo sino de
una condición.

La excepción a dicha regla está dada por aquellos casos en que el cargo se
hubiere estipulado como condición suspensiva o resolutoria.

En el primer caso, el incumplimiento del cargo impedirá que se puedan cumplir


los efectos normales del acto jurídico hasta tanto no se cumpla con el cargo; y
en el segundo, si el adquirente del derecho principal no cumple con la
obligación que le fue impuesta como accesoria, se le cancelará el derecho
adquirido.

El principio general que gobierna el instituto es que la inejecución del cargo en


nada afecta el derecho principal, salvo los casos en que se hubiere estipulado
como cargo condicional suspensivo o resolutorio. Pero, fuera de esos casos, el
cargo en su dinamismo ordinario no influye en la pérdida del derecho al cual
accede (Llambías, 2004).

La transmisibilidad del cargo

La regla es que el cargo sea transmisible a los sucesores del obligado, ya sea por
actos entre vivos o por causa de muerte; consecuentemente, el sucesor resulta
obligado a cumplir el cargo aún no ejecutado.

Sin embargo, no es transmisible si sólo puede ser ejecutado el cargo por quien
se obligó inicialmente a cumplirlo. Es decir que el cargo es intransmisible
cuando es inherente al obligado, ya que se han tenido en cuenta sus calidades
personales. En efecto, en el caso de que el deudor fallezca y no hubiere
cumplido el cargo, la adquisición del derecho queda revocada, volviendo los
bienes al titular originario o a sus herederos. Ello significa que los cargos
intransmisibles son siempre resolutorios, habiéndose efectuado la enajenación
del derecho principal bajo la condición resolutoria de no cumplirse el cargo
(Llambías, 2004).

17
9.4 Efectos de los actos jurídicos
9.4.1 Noción
El acto o negocio jurídico es el instrumento que la ley acuerda a los particulares
para establecer las relaciones de derecho adecuadas a la reglamentación de sus
intereses, en orden a satisfacer la finalidad económico-social, de acuerdo al tipo
de negocio de que se trate. Las relaciones jurídicas que se crean, modifican o
extinguen por medio del acto jurídico constituyen los efectos propios del
negocio. Es decir que los efectos propios del acto jurídico son los que
corresponden a la finalidad típica del negocio.

9.4.2 Efectos objetivos

Bajo el aspecto objetivo, los efectos propios del acto jurídico son los que
corresponden a la finalidad típica del negocio. Así por ejemplo, es efecto propio
de la compraventa la transmisión de la propiedad de la cosa vendida, la
obligación del vendedor de entregar la cosa y la obligación del comprador de
pagar el precio.

Dentro de los efectos, desde el punto de vista objetivo, se pueden distinguir los
efectos esenciales, los naturales y los accidentales.

Los esenciales son los que la ley establece como propios o característicos del
tipo legal realizado y no pueden ser modificados por las partes, como ser la
transmisión de dominio en la compraventa.

Los naturales son aquellos que, no obstante haber sido establecidos por ley,
pueden ser dejados sin efectos por las partes, como ser los vicios redhibitorios
en los contratos onerosos.

Los accidentales son aquellos efectos que no fueron previstos por la ley como
propios del acto, pero fueron establecidos por las partes, como ser el pacto de
retroventa, la condición, el plazo, etc. (Tagle, 2002).

9.4.3 Efectos subjetivos: entre partes, sucesores


universales, singulares y terceros

Desde el aspecto subjetivo, la consideración de los efectos del acto jurídico


apunta a determinar las personas cuyas esferas de interés quedan

18
comprometidas en forma activa o pasiva con la celebración del acto jurídico, es
decir, a quiénes alcanzan los efectos del acto jurídico.

El principio general es que el negocio, en principio, sólo produce efectos entre


las partes y sus sucesores universales y no puede aprovechar o perjudicar a las
personas ajenas del acto, que reciben el nombre de terceros.

Esta regla surge de los arts. 1021 y 1024 del CCCN, los que expresan que: “El
contrato sólo tiene efecto entre las partes contratantes, no lo tiene con
respecto a terceros, excepto en los casos previstos por la ley”9, y:

Los efectos del contrato se extienden, activa y pasivamente, a los


sucesores universales, a no ser que las obligaciones que de él
nacen sean inherentes a la persona, o que la transmisión sea
incompatible con la naturaleza de la obligación, o esté prohibida
por una cláusula del contrato o la ley. 10

Sucesores

Se denomina sucesores a las personas a las cuales se transmiten los derechos


de otras personas, de tal manera que en adelante pueden ejercerlos en su
propio nombre.

Según el origen de la transmisión, la sucesión es legal o voluntaria. La primera


deriva de la ley, la que opera a favor de los herederos legítimos del causante; la
segunda, de la voluntad del individuo en cuyos derechos se sucede.

Ahora bien, según la causa en virtud de la cual opera la transmisión, la sucesión


es mortis causa, la que tiene lugar en razón de la muerte del autor de ella, o por
actos entre vivos a través de un acto jurídico traslativo de derecho, como la
compraventa o la cesión de créditos.

Según la extensión del título, la sucesión es a título universal o singular. La


primera supone que al heredero se le transmite la universalidad o una parte
indivisa de la herencia, mientras que, si es singular, el legatario recibe un bien
particular o un conjunto de ellos (arts. 400 y 2278 del CCCN).

En relación a los sucesores universales, estos tienen todos los derechos y


acciones del causante de manera indivisa, con excepción de los que no son
transmisibles por sucesión (art. 2280 del CCCN), como por ejemplo los derechos
personalísimos, los derechos de familia, entre otros.

9 Art. 1021 del CCCN.


10 Art. 1024 del CCCN.

19
Respecto de los sucesores singulares, en principio, estos revisten la calidad de
terceros como regla, más allá de que se reconocen excepciones. Por ejemplo,
alcanzan al sucesor particular ciertas relaciones jurídicas establecidas por el
transmitente cuando la ley así lo dispone, como en el caso de la locación, en el
que debe respetarse el derecho del locatario a permanecer en el uso y goce de
la cosa arrendada que se transmite al adquirente del inmueble (art. 1189
CCCN). Asimismo, quien adquiere un inmueble, se le transmiten las cargas
reales que gravan la cosa –como la hipoteca, la prenda, el usufructo, etc.– al
sucesor particular de quien adquiere un inmueble, con lo cual queda éste
obligado personalmente con la cosa transmitida.

Situación legal de los terceros

Por su parte, el art. 1022 establece que “El contrato no hace surgir obligaciones
a cargo de terceros, ni los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer
sobre las partes obligaciones que éstas no han convenido, excepto disposición
legal”. 11

Así las cosas, los contratos tienen efectos indirectos hacia terceras personas
ajenas al contrato, como por ejemplo los acreedores de las partes, que son
terceros interesados.

9.5 Forma y prueba de los actos jurídicos


9.5.1 Definición y distinción
Tal como hemos señalado anteriormente, la forma como elemento esencial del
acto jurídico alude al modo de exteriorización de la voluntad. Es la manera
como se exterioriza la voluntad del sujeto respecto del objeto, en orden a la
consecución del fin jurídico propuesto.

Los conceptos de forma y prueba son conceptos diferentes que no pueden


confundirse ente sí: mientras la forma constituye el elemento externo del acto,
la prueba se erige como medio no necesariamente instrumental que sirve para
demostrar la verdad del hecho, de haberse efectivamente realizado el acto
jurídico (puede ser escrita, confesional, testimonial, etc.). Además, la forma es
contemporánea del acto, mientras que la prueba puede no serlo.

En materia de prueba en los contratos, el art. 1019 del CCCN, por ejemplo,
establece que los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos

11 Art. 1022 del CCCN.

20
para llegar a una razonable convicción según las reglas de la sana crítica
racional.

9.5.2 Clasificación de los actos según la forma


Desde el punto de vista de la forma, los actos jurídicos se dividen entre actos
jurídicos formales o de forma impuesta –legal o convencional–, aquellos que
en virtud de la ley o de la voluntad de las partes deben ser otorgados para
determinadas solemnidades, y los actos jurídicos no formales o de forma libre,
que pueden realizarse bajo cualquiera de las formalidades idóneas para
exteriorizar la voluntad.

A su vez, los actos jurídicos de forma impuesta se dividen en: actos formales
de solemnidad absoluta, actos formales de solemnidad relativa y actos
formales no solemnes.

Los actos formales de solemnidad absoluta son aquellos cuya eficacia depende
del estricto cumplimiento de las formalidades legalmente impuestas, de modo
que la inobservancia de la forma prescripta acarrea la nulidad del acto,
privándolo de todo efecto jurídico. Por ejemplo, el matrimonio (art. 406 CCCN),
la donación de inmuebles (art. 1522 CCCN), el testamento (art. 2462 CCCN).

Por otro lado, los actos formales de solemnidad relativa son aquellos en los
que la eficacia del acto depende del cumplimiento de una formalidad
determinada cuya inobservancia, si bien priva al acto de sus efectos propios, no
impide que produzca otros efectos jurídicos previstos en la ley, como sucede
por ejemplo con la transmisión de la propiedad de cosas inmuebles. La regla es
que los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción
de derechos reales sobre inmuebles deben ser otorgados por escritura pública
(art. 1017 CCCN). Ahora bien, si la compraventa se realiza mediante boleto
privado de compraventa (art. 1170), no es que el contrato será nulo, sino que se
generará en la persona del vendedor una obligación de hacer: la de otorgar la
escritura pública (art. 1018). Lo mismo acontece con las convenciones
matrimoniales (art. 448), la constitución de renta vitalicia (art. 1601), entre
otros.

En estos supuestos, el incumplimiento de la formalidad exigida –la escritura


pública– impide que el acto produzca sus efectos propios, pero se produce la
conversión del negocio pues la ley le reconoce la eficacia de otro negocio
jurídico distinto (Tagle, 2002).

Los actos formales no solemnes: son los que pueden ser otorgados bajo
cualquier formalidad, aunque la prueba de su celebración depende del
cumplimiento de la formalidad exigida por la ley. Por ejemplo, la forma escrita
se requiere para acreditar el pacto de retroventa (art. 1163 CCCN), el pacto de

21
preferencia (art. 1165 CCCN), el contrato por tiempo indeterminado (art. 1183
CCCN), entre otros.

Los actos no formales son aquellos en los que las partes pueden elegir
libremente el modo en el que han de expresar su voluntad, rigiendo el principio
de libertad de formas, pues se trata de actos con forma libre y es lo que prevé el
art. 284 del CCCN, que a continuación vemos.

Gráficamente:

Fuente: Tagle, 2002, p. 132, 133 y 134.

9.5.3 Principio general y excepciones. Efectos


El principio general es el de libertad de formas, según el cual los particulares
pueden elegir libremente los medios de exteriorización de la voluntad que
integra el contenido del negocio. Este principio se encuentra consagrado en el
art. 284 del CCNC, que dispone “Libertad de formas. Si la ley no designa una
forma determinada para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden
utilizar la que estimen conveniente. Las partes pueden convenir una forma más
exigente que la impuesta por la ley”.12

Dicho en otras palabras, el precepto mencionado consagra que la fuerza jurídica


de las convenciones emerge de la voluntad individual, con excepción de
aquellos casos especiales que, en razón de la seguridad o finalidad, requieren
de forma impuesta.

12 Art. 284 del CCCN.

22
De tal modo, la regla de la libertad de formas no es absoluta y reconoce
excepciones, como son los casos de forma impuesta, ya sea exigida por la ley o
por la voluntad de las partes.

Por su parte, el art. 285 del Código prevé:

Forma impuesta. El acto que no se otorga en la forma exigida por


la ley no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado
el instrumento previsto, peo vale como acto en el que las partes
se ha obligado a cumplir con la expresada formalidad, excepto
que ella se exija bajo sanción de nulidad. 13

Así, el acto que no sigue la forma impuesta no queda concluido, mientras no se


haya otorgado el instrumento previsto. Ahora bien, el hecho de haberse
otorgado el acto sin forma, no le quita al mismo validez, sino que lo considera
como acto en que las partes se han obligado a cumplir con la expresada
formalidad instrumental en algún momento y tiempo, como es el caso que
hemos señalado de la transmisión de dominio de un inmueble por boleto
privado de compraventa.

Ahora, para el supuesto en que la forma sea exigida como condición del
nacimiento del acto, la misma no podrá ni ser suplida ni ser sometida a una
obligación posterior, y ese acto carecerá de efectos por una causa imputable al
momento de su nacimiento, que es lo que se conoce como acto formal de
solemnidad absoluta.

9.5.4 Expresión escrita: modalidades

Según el art. 286 del Código Civil y Comercial:

Expresión escrita. La expresión escrita puede tener lugar por


instrumentos públicos, o por instrumentos particulares firmados
o no firmados, excepto en los casos en que determinada
instrumentación sea impuesta. Puede hacerse constar en
cualquier soporte, siempre que su contenido sea representado
con texto inteligible, aunque su lectura exija medios técnicos.14

De tal modo, la expresión escrita puede tener lugar por instrumentos públicos o
por instrumentos particulares firmados o no firmados. La excepción está dada
cuando determinada instrumentación sea impuesta, ya sea legalmente o por
voluntad de las partes.

13 Art. 285 del CCCN.


14 Art. 286 del CCCN.

23
El soporte del instrumento, elemento material sobre el que se asienta o
material del que está constituido, puede ser papel, cds, correos electrónicos,
etc., siempre con texto inteligible, a pesar de que para su lectura puedan ser
necesarios diversos medios técnicos en materia de firma digital, por ejemplo la
lectura tanto de la clave pública como la clave privada (Rivera y Medina, 2014).

9.6 Instrumentos públicos


9.6.1 Definición. Enumeración legal

El Código no define los instrumentos públicos sino que enumera sus distintos
supuestos.

Los instrumentos públicos son los documentos revestidos de las formalidades


legales, otorgados por un oficial o funcionario público a quien la ley inviste de la
potestad de autorizarlos y de dar fe de su autenticidad y de la verdad de sus
constancias, expedidos con la finalidad de acreditar la existencia de un hecho o
acto jurídico, o de manifestar el ejercicio de un poder del Estado.

La característica propia y excluyente del instrumento público, que lo distingue


del instrumento privado, es su fuerza convictiva, denominada “fe pública”. La fe
pública es la cualidad según la cual el instrumento público otorgado con las
formalidades legales se tiene por auténtico y hace plena fe de sus constancias,
sin necesidad de verificación alguna.

En cuanto a la enumeración, el art. 289 del Código realiza una enunciación de


cuáles son instrumentos públicos. Así, señala:

Enunciación. Son instrumentos públicos:

a. las escrituras públicas y sus copias o testimonios;


b. los instrumentos que extienden los escribanos o los
funcionarios públicos con los requisitos que establecen las leyes;
c. los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conforme a las leyes que
autorizan su emisión.15

El primer inciso se refiere a la escritura pública, que es la especie más


importante de los instrumentos públicos, fundamento del tráfico jurídico
privado en su faz de protectora de la seguridad jurídica preventiva. Son

15 Art. 289 del CCCN.

24
instrumentos públicos las escrituras originarias hechas en el protocolo o libro
de registros y las copias autorizadas que de ellas se hagan en la forma que
prescribe la ley.

El segundo inciso comprende todos aquellos actos otorgados o pasados por


ante escribano público que no son escrituras públicas, como las actas notariales
no protocolizadas, certificaciones de firmas, etc. También abarca los
documentos públicos u oficiales provenientes de los poderes del Estado, regidos
por el derecho público, como los decretos, reglamentos, actas labradas por
inspectores fiscales en ejercicio de sus funciones, resoluciones judiciales, etc.

El último inciso contempla las letras aceptadas por el gobierno, como las letras
de tesorería, los billetes o cualquier título de crédito emitido por el tesoro
público nacional o provincial, etc.

9.6.2 Requisitos de validez: subjetivos y objetivos


En relación a los requisitos de validez, el art. 290 dispone:

Requisitos del instrumento público. Son requisitos de validez del


instrumento público:
a. la actuación del oficial público en los límites de sus
atribuciones y de su competencia territorial, excepto que el lugar
sea generalmente tenido como comprendido en ella;
b. las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus
representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a
ruego, el instrumento carece de validez para todos.16

Así las cosas, tenemos un requisito subjetivo que hace a la actuación del oficial
público y uno objetivo, en orden a las firmas.

En relación al primero, debemos decir que el Estado ejerce su soberanía a


través de las personas físicas, agentes del Estado, depositarios de la fe pública.
El funcionario público debe ser apto e idóneo para otorgar instrumentos
públicos, y esa idoneidad proviene de la investidura que corresponde a su
cargo. Es funcionario público capaz de otorgar un instrumento público quien ha
sido designado por autoridad competente (designación que debe reunir los
requisitos comunes y particulares de la función de que se trate) y puesto en
posesión del cargo después de prestar juramento de desempeño en legal
forma.

16 Art. 290 del CCCN.

25
Ahora bien, la capacidad o aptitud del funcionario público para otorgar
instrumentos públicos válidos cesa después de la notificación fehaciente de la
cesación en sus funciones, por lo que los actos autorizados con anterioridad a la
notificación de la cesación son válidos; los posteriores, nulos (art. 292 CCCN).

Además el instrumento público, para ser válido, debe ser otorgado por oficial
público en razón de la materia y del territorio. La competencia es la facultad
conferida por la ley al funcionario público para obrar en los límites de sus
atribuciones respecto del acto –competencia material– y dentro del territorio
asignado para el desempeño de su función –competencia territorial–.
Asimismo, el oficial público debe encontrarse efectivamente en funciones (art.
292 CCCN).

En relación al segundo inciso, éste se refiere a la firma. Así, para los requisitos
de validez del instrumento, se exige la firma del oficial y de las partes, y, si
correspondiere, la firma a ruego, cuando el otorgante no sabe o no puede
firmar, que únicamente es válida en un instrumento público que reúna los
requisitos legales.

En conclusión, para que el instrumento sea válido, es necesario: que el


funcionario sea apto y competente, que esté firmado por los otorgantes y
autorizantes del acto.

9.6.3 Fuerza probatoria: presunción de autenticidad


El artículo 296 dispone:

Eficacia probatoria. El instrumento público hace plena fe:


a. en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los
hechos que el oficial público enuncia como cumplidos por él o
ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal;
b. en cuanto al contenido de las declaraciones sobre
convenciones, disposiciones, pagos, reconocimientos y
enunciaciones de hechos directamente relacionados con el
objeto principal del acto instrumentado, hasta que se produzca
prueba en contrario.17

La cuestión del valor probatorio debe ser considerada desde un doble aspecto:
a) en relación al instrumento público en sí mismo y b) en relación a su
contenido.

17 Art. 296 del CCCN.

26
En relación al instrumento público en sí mismo, debemos señalar que el
instrumento público revestido de las formalidades legales se presume
auténtico. De esta presunción de autenticidad se deriva su plena fuerza
convictiva y eficacia probatoria: la autenticidad no requiere ser demostrada, lo
que lo distingue del instrumento privado, cuya eficacia probatoria está
supeditada al previo reconocimiento por parte de aquellos a quienes se opone.
Es por ello que se dice que el instrumento público hace plena fe.

Ahora bien, en relación a su contenido, corresponde distinguir: por un lado, las


menciones de hechos cumplidos por el oficial público o pasados en su
presencia; por el otro, las declaraciones de las partes.

El instrumento público hace plena fe, entre las partes y respecto de terceros, de
los hechos cumplidos o pasados en su presencia, tales como la realización del
acto, el lugar, la fecha de otorgamiento, la presencia de las partes, de los
testigos, etc.

La falsedad del instrumento puede ser material o ideológica. La material supone


la adulteración formal del instrumento, como la falsificación de firmas, la
alteración o supresión del contenido. La ideológica es la falsedad del contenido,
lo que acontece cuando el oficial público da fe de hechos no ocurridos o
manifestaciones inexistentes (Tagle, 2014).

La vía idónea para impugnar de falsedad al instrumento público es la acción de


redargución de falsedad.

Por otro lado, y en lo atinente a la eficacia probatoria del instrumento público


en relación a las manifestaciones de las partes, distinguimos en los
instrumentos públicos las declaraciones auténticas y las autenticadas. Las
auténticas son aquellas que emite el oficial, escribano o notario y hacen plena
fe hasta tanto sean redargüidas de falsas. Las otras declaraciones, las
autenticadas, son las emitidas por las partes y no tienen pleno valor convictivo,
por lo que caerán por cualquier prueba en contrario (Rivera y Medina, 2014).

9.7 Instrumentos particulares


9.7.1 Definición y clases
El artículo 287 del Código expresa:

Instrumentos privados y particulares no firmados. Los


instrumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo
están, se llaman instrumentos privados.

27
Si no lo están, se los denomina instrumentos particulares no
firmados; esta categoría comprende todo escrito no firmado,
entre otros, los impresos, los registros visuales o auditivos de
cosas o hechos y, cualquiera que sea el medio empleado, los
registros de la palabra y de información.18

Los instrumentos particulares son los otorgados por las partes y pueden estar
firmados o no. Si los instrumentos particulares están firmados, se denominan
instrumentos privados; si no lo están, se denominan instrumentos particulares
no firmados.

Ahora bien, el precepto mencionado amplía considerablemente la categoría de


los instrumentos particulares no firmados a “todo escrito no firmado”, entre
ellos, registros visuales como fotos, dibujos, e-mails; o auditivos, como films,
audios, etc.

9.7.2 Instrumentos privados

De conformidad al art. 287 del Código, los instrumentos privados son los
instrumentos particulares que contienen una manifestación de voluntad
destinada a producir efectos jurídicos, firmados por sus otorgantes.

La función principal de estos instrumentos es la prueba de actos o convenciones


que se plasman en ellos mediante la exteriorización de la voluntad declarada en
su texto; se caracterizan por la amplia libertad de las partes en cuanto a su
contenido.

En definitiva, los instrumentos privados son una clase de instrumentos


particulares firmados.

9.7.3 Requisitos de validez: firma y reconocimiento

El artículo 288 reza:

Firma. La firma prueba la autoría de la declaración de voluntad


expresada en el texto al cual corresponde. Debe consistir en el
nombre del firmante o en un signo.
En los instrumentos generados por medios electrónicos, el
requisito de la firma de una persona queda satisfecho si se utiliza

18 Art. 287 del CCCN.

28
una firma digital, que asegure indubitablemente la autoría e
integridad del instrumento.19

En primer lugar, debe señalarse que se entiende por firma al trazo habitual de
una persona que acostumbra a identificarse de tal modo. No se restringe de
ningún modo cómo debe ser esa firma, dejándose librada a cada persona.

La firma tiene por función individualizar a los otorgantes del documento, así
como dejar constancia de la autoría de las manifestaciones de voluntad de
quien la emite y de su conformidad con el contenido del instrumento.

La parte final del artículo se refiere a la firma digital utilizada en los


instrumentos generados por medios electrónicos. La firma digital según ley
25.506/2001 se equipara a la firma manuscrita.

Debe señalarse que, en caso de que alguno de los firmantes de un instrumento


privado no sepa o no pueda firmar, puede dejarse constancia mediante la
impresión digital o mediante la presencia de dos testigos que deben suscribir
también el instrumento (art. 313 CCCN).

Reconocimiento

El instrumento privado puede ser reconocido por su otorgante en forma


extrajudicial, como el reconocimiento contenido en una escritura pública o
cualquier otro medio auténtico, tales como las actas de reparticiones
administrativas, cartas documento, telegramas colacionados, etc.; y en forma
judicial.

El reconocimiento judicial de la firma debe efectuarse de acuerdo a lo previsto


en el art. 314 del CCCN, que dispone:

Reconocimiento de la firma. Todo aquel contra quien se


presente un instrumento cuya firma se le atribuye debe
manifestar si ésta le pertenece. Los herederos pueden limitarse a
manifestar que ignoran si la firma es o no de su causante. La
autenticidad de la firma puede probarse por cualquier medio.
El reconocimiento de la firma importa el reconocimiento del
cuerpo del instrumento privado. El instrumento privado
reconocido, o declarado auténtico por sentencia, o cuya firma
está certificada por escribano, no puede ser impugnado por
quienes lo hayan reconocido, excepto por vicios en el acto del
reconocimiento. La prueba resultante es indivisible. El

19 Art. 288 del CCCN.

29
documento signado con la impresión digital vale como principio
de prueba por escrito y puede ser impugnado en su contenido.20

El reconocimiento expreso tiene lugar cuando la parte citada a reconocer la


firma puesta en un instrumento privado presentado en juicio manifiesta que
ésta le pertenece. Si, citada la parte, no comparece al proceso o nada dice, es
uno de los casos donde el silencio se interpreta como manifestación de la
voluntad y se tiene por reconocida la firma.

Por otro lado, como es una obligación inherente a la persona que otorgó el
instrumento, los herederos no están obligados a reconocerla, sino que pueden
limitarse a manifestar que ignoran si la firma es o no de su causante.

Si el otorgante reconoce la firma, se considera que también reconoce el


contenido del acto, es decir, de las obligaciones contraídas en el instrumento, lo
que hace suponer no viciada la voluntad al momento de la suscripción.

El principio general del instrumento privado reconocido es que no puede ser


impugnado por quienes lo reconocieron, salvo que exista la posibilidad de
probar vicios en el acto de reconocimiento.

Por último, el artículo refiere que el documento con impresión digital vale como
principio de prueba por escrito y puede ser impugnado en su contenido. Así, el
documento en el que la impresión digital ha sustituido a la firma es un
instrumento particular no firmado, cuya eficacia no es idéntica a la del
instrumento privado, pues nadie está obligado a reconocer un signo o
impresión digital, con lo que no cabría la posibilidad de tenerlo por reconocido
frente al silencio del presunto autor.

9.7.4 Documento firmado en blanco


Como derivación del principio de libertad de formas, la ley admite que el
instrumento privado sea firmado en blanco y posteriormente completado (art.
315 CCCN).

El firmante que dio instrucciones que no se cumplieron, por regla general de


protección de la buena fe, puede impugnar el contenido del mismo mediante
cualquier medio de prueba, salvo testimonial si no existe principio de prueba
por escrito. Sin embargo, el desconocimiento del firmante –que obró con
voluntad originariamente– no puede afectar a los terceros de buena fe.

En el supuesto de que el instrumento firmado en blanco haya sido sustraído de


la guarda de la persona a quien le fue confiado y redactado por un tercero en

20 Art. 314 del CCCN.

30
contra de su voluntad, el firmante puede acreditar estos hechos por cualquier
medio de prueba, incluso por testigos. En tal caso, el contenido del instrumento
no puede oponerse al firmante salvo por los terceros que acrediten su buena fe
y si han adquirido a título oneroso en base al instrumento. Esta solución
responde a que quien firma un instrumento en blanco debe asumir los riesgos y
sacrificar su interés en aras de los terceros de buena fe.

9.7.5 Efecto entre partes y frente a terceros

Los instrumentos privados reconocidos son plenamente eficaces entre las


partes y sus sucesores universales desde la fecha que el instrumento contiene,
pero, a los fines de su oponibilidad frente a terceros, es necesaria la adquisición
de fecha cierta.

En este sentido, el art. 317 del Código, dispone:

Fecha cierta. La eficacia probatoria de los instrumentos privados


reconocidos se extiende a los terceros desde su fecha cierta.
Adquieren fecha cierta el día en que acontece un hecho del que
resulta como consecuencia ineludible que el documento ya
estaba firmado o no pudo ser firmado después. La prueba puede
producirse por cualquier medio, y debe ser apreciada
rigurosamente por el juez. 21

A modo de ejemplo, decimos que un instrumento privado adquiere fecha cierta


cuando es exhibido en un juicio o en cualquier repartición pública con el archivo
correspondiente, la certificación de las firmas por escribano, el sello con la
fecha puesto por una repartición pública, entre otros supuestos.

9.7.6 Valor probatorio

El artículo 319 del Código Civil y Comercial prevé:

Valor probatorio. El valor probatorio de los instrumentos


particulares debe ser apreciado por el juez ponderando, entre
otras pautas, la congruencia entre lo sucedido y narrado, la
precisión y claridad técnica del texto, los usos y prácticas del
tráfico, las relaciones precedentes y la confiabilidad de los

21 Art. 317 del CCCN.

31
soportes utilizados y de los procedimientos técnicos que se
apliquen.22

Para que un instrumento privado tenga autenticidad, debe reconocerse su firma


por los otorgantes. Los instrumentos privados se diferencian de los públicos
porque no se prueban per se, no se prueban a sí mismos. Ahora bien,
reconocida la firma por el autor, el instrumento privado adquiere la fuerza
probatoria entre las partes, asemejando la misma al instrumento público.

En el caso de los instrumentos particulares, es decir los que no están suscriptos


por las partes, el artículo 319 pone en potestad del juez la apreciación del valor
probatorio, a partir de ciertas pautas como la congruencia entre lo sucedido y lo
narrado, la precisión y claridad técnica del texto, los usos y prácticas del tráfico,
las relaciones precedentes, la confiabilidad de los soportes utilizados.

22 Art. 319 del CCCN.

32
En síntesis:

Fuente: Tagle, 2002, p. 135

33
10. Vicios de los actos
jurídicos
10.1 Vicios de los actos jurídicos

10.1.1 Definición y fundamento

La buena fe es un principio general del derecho (art. 9 del CCCN) que veda el
ejercicio abusivo de los derechos y sustenta nuestro ordenamiento jurídico
positivo. Como derivación de este principio, se impone a los sujetos el deber de
actuar de manera leal, recta, honesta, con una actitud de cooperación y
generación de confianza en las propias declaraciones.

La buena fe es un requisito indispensable para la validez del acto jurídico y, por


ende, cuando falta (como ocurre en los casos de la simulación, del fraude, de la
lesión) concurre un vicio que lo invalida.

De este modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o
anomalías susceptibles de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra
la licitud, la buena fe o perjudicar los intereses de terceros.

Son vicios propios de los actos jurídicos la lesión, la simulación y el fraude.

10.1.2 Diferencia con los vicios de la voluntad


A diferencia de los vicios de los actos voluntarios, que son los que afectan la
voluntad de alguno de los otorgantes del acto y pueden presentarse tanto en
los simples actos voluntarios lícitos como en el acto jurídico, los vicios de los
actos jurídicos sólo pueden presentarse, como su nombre indica, en los actos
jurídicos. No atacan la voluntad de los sujetos, sino que conciernen a la causa
de celebración del negocio, pues éste, pese a realizarse en forma adecuada y
regular, se utiliza para obtener una finalidad ilícita, por resultar contraria al
orden jurídico, al orden público o a las buenas costumbres, o bien por carecer
de causa suficiente para justificar la tutela del derecho. (Tagle, 2002).

34
10.2 La lesión
10.2.1 Definición. Presupuestos de procedencia:
subjetivos y objetivos

El Libro Primero, Título IV del CCCN, Capítulo 6, da tratamiento a los


denominados vicios de los actos jurídicos: lesión, simulación y fraude. Así, la
Sección 1ª desarrolla la llamada “lesión subjetiva-objetiva”.

El artículo 332 dispone:

Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los


actos jurídicos cuando una de las partes explotando la necesidad,
debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio
de ellos una ventaja patrimonial evidentemente
desproporcionada y sin justificación. Se presume, excepto prueba
en contrario, que existe tal explotación en caso de notable
desproporción de las prestaciones.
Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y la
desproporción debe subsistir en el momento de la demanda.
El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste
equitativo del convenio, pero la primera de estas acciones se
debe transformar en acción de reajuste si éste es ofrecido por el
demandado al contestar la demanda.
Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción. 23

El vicio de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la


necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de
un acto jurídico una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin
justificación.

El fundamento de la norma está dado, por un lado, por la existencia de la


voluntad viciada en el sujeto pasivo; por el otro, por el principio de buena fe
que debe primar en todo convenio. Es decir que debe haber equidad entre las
prestaciones recíprocas, por lo que la ventaja de un contratante sobre el otro,
en razón de la explotación de la situación jurídica de inferioridad del primero
sobre el segundo, constituye una conducta reprochable por el derecho.

Presupuestos de procedencia

23 Art. 332 del CCCN.

35
Para que se configure la figura de la “lesión subjetiva-objetiva”, es necesario
que concurran: a) la grave desproporción en las prestaciones que debe existir al
momento de la celebración del negocio jurídico –elemento objetivo– y b) el
elemento subjetivo, que es la explotación por parte del beneficiario de la
“necesidad”, “debilidad síquica” o “inexperiencia” del lesionado.

El elemento objetivo

En relación al primer presupuesto, es decir “la ventaja patrimonial


evidentemente desproporcionada y sin justificación”, éste debe ser
concomitante a la celebración del negocio y la desarmonía entre las
prestaciones debe ser “notable”, “evidente” a la época en que el negocio tuvo
nacimiento y no surgir con posterioridad por acontecimientos ajenos a la
voluntad de las partes y que no eran previsibles al tiempo de celebrarse el acto,
pues, en tal caso, se podrá revisar el negocio por aplicación de la cláusula rebus
sic statibus (López Mesa, 2008).

Además, se exige que esa ventaja excesiva se obtenga sin justificación, lo que
implica efectuar una indagación acerca de la causa fin del negocio, pues, si
quien celebró el negocio pretendió efectuar una liberalidad, dicho acto jurídico
escapará a la teoría de la lesión.

Por último, “la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda”, lo


que resulta lógico en razón del axioma “el interés es la medida de la acción”;
por ende, si, al momento de entablarse la acción, las prestaciones por diversas
circunstancias se tornaron equivalentes, desaparece el interés jurídicamente
protegido para promoverla.

El elemento subjetivo

Por otro lado, en lo atinente al elemento subjetivo, deben coexistir dos


presupuestos que incluso aparecen en sujetos distintos: la necesidad, debilidad
síquica o inexperiencia en el lesionado, y el aprovechamiento de esa situación
de inferioridad por parte del lesionante o sujeto activo.

a) Necesidad: esta noción se asocia a la de escasez o privación y comprende un


estado carencial que puede ser material y también espiritual. Es decir, significa
falta de las cosas que son menester para la conservación de la vida, lo que
traduce una situación de angustia y agobio derivada de la falta de medios
elementales para subsistir, de lo imprescindible o necesario, teniendo en cuenta
las circunstancias propias de cada persona.

b) Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por


razones ajenas a la voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de
inferioridad. Esta cuestión deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en
cuenta las concretas aptitudes del sujeto.

36
c) Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto
del acto en el momento de su celebración. El término resulta de difícil
delimitación, por cuanto la inexperiencia debe referirse concretamente al acto
de que se trate y del que se sigue el perjuicio por las prestaciones
inequivalentes.

Y el otro recaudo que hace al elemento subjetivo es el aprovechamiento o


explotación por parte del lesionante, que constituye un acto de mala fe de
parte de él, que presupone la intención de obtener una ventaja
desproporcionada, ya que el estado de inferioridad no basta por sí solo para
nulificar o modificar el acto jurídico.

10.2.2 Prueba. Presunción


El artículo 332 del Código establece una presunción iuris tantum de la
explotación en caso de “notable desproporción”. Es decir que, probada la
notable desproporción de las prestaciones, se genera una presunción iuris
tantum sobre la existencia del vicio, es decir que quedan acreditados o
presumidos los dos elementos subjetivos que figuran en el articulado, el
aprovechamiento y la situación de inferioridad de la víctima. La carga de la
prueba para sostener la ausencia de esos requisitos incumbe al que sostenga lo
contrario.

10.2.3 Acciones del lesionado. Efectos


El vicio de lesión subjetiva origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos
acciones. Ninguna otra persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del
art. 332 del Código Civil y Comercial. Es decir que los sucesores singulares no
pueden accionar por acto entre vivos, porque la acción es de carácter
personalísima. La intransmisibilidad se funda en que la parte lesionada es la
única que puede saber si se dan las circunstancias subjetivas necesarias para la
configuración del vicio de lesión.

Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de entablar, tanto por vía de
acción como de excepción, la nulidad (“nulidad relativa” en los términos de los
arts. 386 y 388 del Código Civil y Comercial, que más adelante veremos) como
la modificación del acto lesivo, es decir, un reajuste equitativo del convenio. Si
el lesionado opta por esta segunda opción, el litigio queda “trabado” en ese
aspecto y el demandado no puede reconvenir por nulidad.

Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por nulidad, el


demandado puede, al contestar la demanda, modificar dicho reclamo en acción
de reajuste, si ofrece suprimir la desproporción de las prestaciones.

37
10.2.4 Prescripción
En relación al plazo de prescripción de la acción, según lo disponen los artículos
2562 y 2563 inc. “e” del Código Civil y Comercial, el plazo es de dos años y
comenzará a computarse desde la fecha en que la obligación a cargo del
lesionado debía ser cumplida.
En síntesis:

Fuente: elaboración propia. Adaptado del art. 332 del CCCN.

10.3 La simulación

10.3.1 Definición. Elementos


El vicio de simulación, se encuentra definido en el art. 333 del Código Civil y
Comercial, que dispone:

38
Caracterización. La simulación tiene lugar cuando se encubre el
carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando
el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no
son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten
derechos o personas interpuestas, que no son aquellas para
quienes en realidad se constituyen o transmiten.24

Así, se define la simulación como el acto que, por acuerdo de partes, se celebra
exteriorizando una declaración recepticia no verdadera para engañar a terceros,
sea que ésta carezca de todo contenido, o bien, que esconda uno verdadero
diferente al declarado. (López Mesa, 2008).

Es decir, hay simulación cuando los contratantes crean, con su declaración, sólo
la apariencia exterior de un contrato del que no quieren los efectos, o cuando
crean la apariencia exterior de un contrato diverso del querido por ellos.

Elementos del negocio simulado

Los elementos del negocio simulado son: a) la declaración deliberadamente


disconforme con la verdadera intención de las partes; b) el acuerdo de partes
sobre la falsa declaración y c) el propósito de engañar a terceros.

a) El primer recaudo supone que la disconformidad entre la voluntad interna y


la declarada por las partes es intencional, no es producto del error, sino que es
querida y conocida por ambas partes. En otras palabras, en el acuerdo
simulatorio, la voluntad interna y declarada coinciden; las partes, de común
acuerdo, producen la apariencia externa de un negocio jurídico ficticio para
engañar a terceros, sin pretender dar lugar al efecto jurídico de dicho negocio.

b) El segundo presupuesto supone la conformidad de todos los otorgantes del


acto en el negocio simulado sobre la disconformidad entre lo querido y lo
declarado, y se caracteriza por el querer común de no atribuir al acto aparente
efectos vinculatorios.

c) Por último, la acción de simulación requiere el propósito de engañar, que no


necesariamente implica ocasionar un perjuicio jurídico a terceros (porque su
causa puede ser inocua, en cuyo caso estaremos en presencia de una
simulación lícita) o bien, puede sí implicarlo, es decir puede existir el fin de
defraudar a terceros –quienes desconocen que el acto es falso– o el de ocultar
una violencia legal.

Por último, debe señalarse que la enumeración de los supuestos de negocio


simulado que realiza el artículo 333 del CCCN es meramente ejemplificativa.

24 Art. 333 del CCCN.

39
10.3.2 Clases de simulación

Por un lado, tenemos la simulación absoluta y relativa.

La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada
tiene de real; el acto es completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no
quieren en realidad celebrar ningún negocio jurídico, sino que quieren
modificar la apariencia de una disminución del activo o un amento ficticio del
pasivo de una de las partes, en perjuicio de los acreedores; aunque a veces
puede ser una simulación lícita.

En la simulación relativa, las partes encubren la verdadera naturaleza del acto,


es decir, se disimula lo que verdaderamente es. Esta simulación puede versar
sobre: la naturaleza, cuando “se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro”25, por ejemplo: una donación bajo el ropaje jurídico de una
compraventa; sobre “cláusulas que no son sinceras”26, por ejemplo: se expresa
un precio que no es el real; o bien, sobre “fechas que no son verdaderas”27.

Por otro lado, la simulación se clasifica en lícita e ilícita, que tendrá que ver con
la causa determinante que dio origen al acto.

Tal como hemos explicado, la simulación importa necesariamente un acuerdo


entre quienes celebran el negocio jurídico, consistente en el concierto para
producir una declaración de voluntad diferente de la voluntad real, y ello
obedece a una razón determinante que se conoce como causa simulandi.

La causa simulandi es el interés que induce a las partes a dar apariencia a un


negocio jurídico que no existe, o a presentarlo en forma distinta de lo que
verdaderamente es. Esta razón que tuvieron para celebrar el negocio aparente
puede ser perfectamente inocente o bien perjudicial a terceros, lo que reviste
fundamental importancia para distinguir la simulación lícita de la ilícita.

La simulación ilícita se verifica cuando el negocio jurídico tiene como fin


perjudicar a terceros o quebrantar el ordenamiento jurídico, hipótesis, ésta
última, en que se habla de “fraude a la ley”. Este tipo de simulación causa la
nulidad –relativa– del acto ostensible.

Por su parte, la simulación es lícita cuando el negocio simulado no es ilícito ni


perjudica a un tercero.

25 Art. 333 del CCCN.


26 Art. 333 del CCCN.
27 Art. 333 del CCCN.

40
Por último, la simulación puede ser total o parcial. Es total cuando abarca
íntegramente al negocio, viciándolo en su esencia; y es parcial cuando sólo
recae sobre una parte del acto, sin que sea necesario que destruya los aspectos
reales del acto.

10.3.3 Acción entre partes. Principio general. Excepción


El artículo 335 del Código Civil y Comercial regula esta cuestión. Así prevé:

Acción entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un


acto simulado ilícito o que perjudica a terceros no pueden ejercer
acción alguna el uno contra el otro sobre la simulación, excepto
que las partes no puedan obtener beneficio alguno de las
resultas del ejercicio de la acción de simulación.
La simulación alegada por las partes debe probarse mediante el
respectivo contradocumento. Puede prescindirse de él, cuando la
parte justifica las razones por las cuales no existe o no puede ser
presentado y median circunstancias que hacen inequívoca la
simulación. 28

El principio general es que los simuladores del negocio jurídico carecen de toda
acción entre ellos.

Ello es así, toda vez que las partes se pusieron de acuerdo en eludir una
prohibición legal o perjudicar a terceros, por lo que pierden, en principio, el
derecho de impugnar el acto por el vicio de simulación.

Ahora bien, sí se podrá entablar acción de simulación cuando el simulador se


haya arrepentido de su acto y quiera recuperar el bien para entregarlo a sus
acreedores. En este supuesto, quien acciona pidiendo la declaración de
invalidez del acto simulado lo hace no ya para consumar el perjuicio a los
terceros o el fraude a la ley, sino porque, arrepentido, quiere recuperar los
bienes aparentemente enajenados para afrontar con ellos el pago de sus
obligaciones. En este supuesto, la acción es admisible siempre que se tenga un
propósito sincero y no interesado de volver las cosas al estado anterior.

10.3.4 El contradocumento
El contradocumento es la prueba por excelencia entre las partes de la
simulación.

28 Art. 335 del CCCN.

41
Éste consiste en la prueba inequívoca de los hechos, ya que es la constancia
escrita –ya sea mediante instrumento público o privado– en el cual las partes
manifiestan el verdadero carácter del acto que ellas han celebrado, por lo que
deviene innecesario el aporte de indicios y presunciones que corroboren la
realidad a que se refiere.

En el caso en que fuera realizado mediante instrumento público, debe


recurrirse a los arts. 289 a 298 del Código, en tanto se prevén los requisitos, los
presupuestos de validez del instrumento y su eficacia probatoria. Incluso el art.
298 prevé que el contradocumento particular que altera lo expresado en un
instrumento público puede ser invocado por las partes, pero no es oponible
respecto a terceros interesados de buena fe.

Y, para el supuesto en que el contradocumento fuera confeccionado en


instrumento privado, debe recurrirse a los arts. 313 a 319 del Código Civil y
Comercial, toda vez que allí se regula en relación a los instrumentos privados y
particulares y su valor probatorio.

Ahora bien, en el supuesto de que no existiera contradocumento donde las


partes hayan exteriorizado la verdadera voluntad, siempre que haya una prueba
incontrovertible, cierta, inequívoca de simulación, es lógico admitir la acción.
Asimismo, deberá probarse la imposibilidad de obtener el contradocumento,
sea por su inexistencia lógica o por su desaparición posterior, es decir, se deberá
justificar por qué no pudo realizarse el contradocumento.

10.3.5 Acción interpuesta por terceros. Prueba

El artículo 336 del código único establece “Acción de terceros. Los terceros
cuyos derechos o intereses legítimos son afectados por el acto simulado
pueden demandar su nulidad. Pueden acreditar la simulación por cualquier
medio de prueba.” 29

Así, los terceros titulares de un derecho subjetivo o de un interés legítimo


amenazado por un negocio simulado pueden deducir acción de simulación,
debiendo demostrar la existencia de daño sufrido como consecuencia de la
incertidumbre que el estado de cosas provoca en el demandante. Se exige la
existencia de daño –actual o potencial– aunque se trate de derechos litigiosos o
dudosos.

29 Art. 336 del CCCN.

42
De este modo, el tercero que ejerza la acción debe demandar a ambas partes
del acto simulado; si la simulación fuese por interpósita persona, también al
prestanombre, conformándose un litisconsorcio pasivo con todos ellos.

Hemos señalado anteriormente que la prueba por excelencia en la acción de


simulación es el contradocumento. No obstante, en esta hipótesis carece de
toda lógica la exigencia de éste debido a su carácter reservado y a la
imposibilidad de su obtención, por lo que el tercero que entable la acción podrá
acreditar la apariencia del negocio jurídico mediante cualquier medio de
prueba, incluso testigos, indicios y presunciones.

10.3.6 Efectos de la acción de simulación

Contra quién procede la acción

En primer lugar, debe señalarse que la acción de simulación no procede contra


los acreedores adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado los bienes
simuladamente enajenados.

En relación al subadquirente que adquirió a título gratuito o de mala fe, sí


procede la acción de simulación; en cambio, la invalidez del negocio simulado
no alcanza a los terceros subadquirentes de buena fe –es decir, quien, al
momento de la transmisión, ignorase que el derecho tiene como antecedente
un acto simulado– y a título oneroso, respecto a los cuales la sentencia resulta
inoponible.

Se entiende que son subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o


pudieron conocer, obrando con cuidado y previsión, la simulación.

Efectos

Todo tercero que se ha visto perjudicado por la simulación tiene derecho a ser
resarcido del daño sufrido.

En el supuesto en que, promovida la acción por el acreedor, el bien se haya


enajenado a un subadquirente de buena fe y a título oneroso, por lo que no le
alcanza la oponibilidad del pronunciamiento judicial, éste podrá demandar
tanto a quien contrató con él como al subadquirente –ambos de mala fe– por
daños y perjuicios, quienes responderán de manera solidaria.

Desde otra perspectiva, en el supuesto que el acreedor promueva acción en


contra de subadquirente de buena fe pero a título gratuito, éste responderá
sólo en la medida de su enriquecimiento.

43
10.3.7 Prescripción
Los arts. 2562 y 2563 incisos “b” y “c” del Código Civil y Comercial disponen que
el plazo de prescripción es de dos años; en la simulación entre partes se
computa desde que, requerida una de ellas, se negó a dejar sin efecto el acto
simulado; en la simulación ejercida por tercero, desde que conoció o pudo
conocer el vicio del acto jurídico.

Fuente: elaboración propia. Adaptado de arts. 333 y 334 del CCCN.

10.4 El fraude
10.4.1 Noción
La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño, al acto
contrario a la verdad y al recto proceder. El fraude supone una conducta
tendiente a eludir los efectos de una norma imperativa o de origen
convencional, utilizando otra vía negocial no reprobada por ley. El fraude se
configura mediante actos reales, serios y no aparentes, no simulados. No

44
diverge la voluntad de la realidad declarada, sino que esta realidad amparada
en una norma legal elude las disposiciones de otra o perjudica a un tercero.
Este fraude no es otro que el fraude a la ley y que está contemplado en el art.
12 del Código Civil y Comercial.

El fraude a los acreedores

El concepto de fraude a los acreedores hace referencia a los actos otorgados


por el deudor, que tienen como nota común una afectación de su patrimonio de
tal magnitud que provoca o agrava su insolvencia, impidiendo así la satisfacción
de los créditos concedidos con anterioridad a aquéllos y con evidente perjuicio
para los mismos. Es decir que el fraude a los acreedores es la provocación o
agravación de la insolvencia del deudor mediante actos u omisiones del deudor
en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio.

Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan presentes en la


noción de fraude a los acreedores: a) otorgamiento por el deudor de actos o
negocios jurídicos; b) provocación o agravación de la insolvencia del deudor y c)
sustracción de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los derechos de
los acreedores.

10.4.2 La acción de inoponibilidad


En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la acción de fraude no es la
nulidad, sino la inoponibilidad. Este efecto implica que el acto otorgado por el
deudor en fraude a los acreedores es válido entre éste y el tercero con quien
celebró el acto y sólo queda privado de eficacia frente al acreedor que acciona,
es decir que no puede hacerse valer contra él en la medida necesaria para la
satisfacción de su crédito.

Seguidamente veremos cuándo procede esta acción, es decir contra qué tipo de
actos, cuáles son los requisitos de procedencia y quiénes pueden solicitar la
declaración de inoponibilidad

10.4.3 Titulares de la acción


El Art. 338 del Código Civil y Comercial, prevé:

Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la


declaración de inoponibilidad de los actos celebrados por su
deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio

45
de derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o
evitarlo empeorar su estado de fortuna. 30

Como se advierte, la norma legitima para la acción de fraude a “todo acreedor”,


es decir, a cualquier acreedor, incluso los acreedores con privilegio general,
especial, condicionales, a plazo, etc., puedan incoar la acción, pues sólo
deberán acreditar su calidad de acreedor y los requisitos que prevé el artículo
339 del CCCN.

10.4.4 Actos revocables

En principio, todos los actos que signifiquen un perjuicio para los acreedores
son revocables, sea que produzcan un empobrecimiento del deudor o impidan
su enriquecimiento.

El artículo 338 alude a que, mediante la acción de inoponibilidad, se puede


revocar una renuncia a un derecho que hubiera podido mejorar la situación del
deudor, o bien un acto jurídico que empeoró su situación patrimonial. Es decir
que entre los actos revocables se incluyen los casos de renuncia a facultades
que, por fuerza, derivan en derechos subjetivos, en cuanto, por lo general, la
renuncia configura una atribución inherente al titular del derecho que lo
ejercita.

En una palabra, se pueden revocar actos de renuncia pues son susceptibles de


producir o agravar la insolvencia del deudor y, por ende, son tan inoponibles
como los actos de disposición.

En definitiva, todos los actos que causan perjuicio a los acreedores al


determinar o incrementar su insolvencia, ya sea porque importan la salida de
un bien de su patrimonio o impiden el ingreso al mismo de algún derecho, son
revocables.

Sin embargo, esta regla tiene sus excepciones. Hay consenso en la doctrina en
que no pueden atacarse, por los acreedores, los actos que implican una
renuncia a derechos personalísimos, tales como pedir la revocación de una
donación por una causa de ingratitud del donatario, una causa de indignidad
para suceder, la renuncia a ejercer acción de resarcimiento por daño moral, etc.

30 Art. 338 del CCCN.

46
10.4.5 Requisitos de procedencia

El artículo 339 del código unificado establece las condiciones generales para la
procedencia de la acción de inoponibilidad. Dispone:

Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de


declaración de inoponibilidad:
a) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado,
excepto que el deudor haya actuado con el propósito de
defraudar a futuros acreedores;
b) que el acto haya causado o agravado la insolvencia del
deudor;
c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya
conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba la
insolvencia. 31

Tenemos, entonces, tres condiciones de procedencia de la acción de


inoponibilidad.

a. El crédito por el que se acciona debe ser anterior al acto.

El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona sea de causa anterior


al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de
defraudar a futuros acreedores.

La razón de ser de este primer recaudo es que los acreedores de fecha posterior
al acto del deudor no podrían invocar fraude en su perjuicio, pues, cuando
llegaron a constituirse en acreedores, sea por contrato, sea por disposición de la
ley, los bienes habían salido del patrimonio del deudor y, por ende, no
conformaban parte de su garantía patrimonial.

Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que el acto


impugnado, aunque posterior al origen del crédito, haya sido realizado en
previsión de la obligación que nacería más tarde. Es decir que, si el deudor
hubiere realizado el negocio teniendo en miras perjudicar a futuros acreedores,
estos podrán incoar la acción de inoponibilidad. Ello así, en razón de castigar la
conducta dolosa del deudor.

b. Relación de causalidad entre la insolvencia y el acto del deudor.

El segundo requisito supone que entre el acto que se ataca y la insolvencia del
deudor haya una relación de causalidad. Este recaudo se explica porque lo que

31 Art. 339 del CCCN.

47
caracteriza al negocio fraudulento es el perjuicio que acarrea para el patrimonio
del deudor el generar o agravar su insolvencia, toda vez que se verá
imposibilitado de responder a todas su obligaciones contraídas y, por ende, el
daño que causa al acreedor es no satisfacer su acreencia.

En otras palabras, la procedencia de la acción requiere la existencia de un


perjuicio causado al acreedor, el que proviene de la insatisfacción actual o
futura de los créditos vigentes producto de un estado de impotencia
patrimonial, provocado o agravado precisamente por los negocios inoponibles

c. Mala fe del tercero contratante.

El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a
título oneroso haya obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido
conocer que dicho acto provocaba o agravaba su insolvencia.

Distinto será el supuesto del tercero que contrató a título gratuito, en cuyo caso
no interesa la buena o mala fe del adquirente, pues se prefiere el interés de los
acreedores por sobre el del adquirente y, por ende, sólo habrá que acreditar
que el acto fue a título gratuito.

Fuente: elaboración propia. Adaptado de art. 339 del CCCN.

48
10.4.6 Ejercicio de la acción contra los subadquirentes

En primer lugar, debe señalarse que el fraude no puede oponerse a los


acreedores que, de buena fe, hubieran ejecutado los bienes objeto del negocio
jurídico fraudulento; igual regla veíamos en la acción de simulación.

Por otra parte, la acción contra el subadquirente procede en los casos en que en
el tercero haya adquirido a título gratuito o bien haya obrado de mala fe, es
decir, con conocimiento de la insolvencia del deudor, al tiempo de celebrar el
acto.

Es decir que, para que proceda la acción contra el subadquirente, es necesario,


primero que todo, que proceda contra el primer adquirente, pues, si la segunda
transmisión fuera a título gratuito, bastaría con aquel requisito para que
procediese la acción; pero, si fuera a título oneroso, será necesario demostrar
además que el subadquirente era cómplice en el fraude.

Resumiendo: si los dos negocios son a título gratuito, es viable la revocatoria


contra el subadquirente; si el primero fue a título oneroso con mala fe y el
segundo a título gratuito, también es viable; así como en el caso del primero
gratuito y el segundo oneroso, pero sin buena fe del subadquirente.

Por último, señalamos que, al igual que sucede con la simulación, tanto el
tercero contratante como el subadquirente de mala fe responden
solidariamente por los daños ocasionados al acreedor que interpuso la acción
en los siguientes supuestos:

a) cuando la cosa fue enajenada a un adquirente de buena fe y a título


oneroso contra quien –como ya se señaló– no procede la acción y, por
ende, el acreedor no puede ejecutar el bien y satisfacer su acreencia;

b) cuando el bien se haya perdido o deteriorado.

Por su parte, el tercero contratante de buena fe y a título gratuito responde en


la medida de su enriquecimiento.

10.4.7 Efectos de la revocación. Extensión

El artículo 342 prevé en materia de extensión de la acción de inoponibilidad y,


en este sentido, señala “Extensión de la inoponibilidad. La declaración de

49
inoponibilidad se pronuncia exclusivamente en interés de los acreedores que la
promueven, y hasta el importe de sus respectivos créditos.”32

De acuerdo al precepto referido, el acto realizado en fraude a los acreedores


debe dejarse sin efecto en la medida del perjuicio que se les ha ocasionado. Así,
el progreso en justicia de la acción hace efectiva la inoponibilidad al acreedor
demandante del negocio impugnado, del cual se ha admitido que fue en fraude
a sus derechos. Es decir que, reconocido el fraude por sentencia, esa
inoponibilidad lo coloca en la posición de poder reclamar su crédito sobre el
bien objeto del negocio, dado que, a partir de allí, éste no tiene eficacia a su
respecto. Ello implica la posibilidad de actuar en derecho como si el acto
impugnado no se hubiese celebrado.

Desde esta perspectiva, el triunfo de la acción le permitirá al acreedor ejecutar


su crédito sobre los bienes que fueron objeto del negocio, hasta la concurrencia
de su crédito.

Dicho derechamente, la acción de fraude no beneficia a todos los acreedores,


sino sólo a quien transitó los carriles legales para hacer valer sus derechos, y
sólo procede hasta el importe de su crédito.

Como consecuencia de ello, si, después de ejecutados los bienes materia del
acto fraudulento y satisfecho el crédito del acreedor que ejerció la acción,
quedara un remanente, como el acto jurídico es válido entre quienes lo
celebraron, aquél pertenece al tercer adquirente.

10.4.8 Extinción de la acción. Plazo de prescripción

Extinción

De acuerdo al art. 341 del Código, la acción de los acreedores cesa si el


adquirente de los bienes transmitidos por el deudor los desinteresa o les da
garantías suficientes. Es decir que el tercero adquirente del bien transmitido por
el deudor puede hacer cesar los efectos de la acción, satisfaciendo el crédito de
los que se hubiesen presentando o bien constituyendo a su favor garantías
suficientes –las que pueden ser reales o personales– del pago íntegro de sus
créditos.

Ello así, pues, si los acreedores son desinteresados, desaparece su interés de


accionar y sin interés no hay acción.

3232 Art. 342 del CCCN.

50
Prescripción

Por último, cabe referir al término de la prescripción, la que, según los arts.
2562 inc. “f” y 2563 inc. “f” del Código, es de dos años, contados desde que se
conoció o pudo conocer el vicio del acto.

51
11. Ineficacia de los
actos jurídicos
11.1 Ineficacia de los actos jurídicos
11.1.1 Definición. Categorías de ineficacia. Efectos

La validez del negocio jurídico no se confunde con su eficacia, aunque la eficacia


del acto jurídico presupone su validez. El acto jurídico es válido cuando está
perfectamente conformado, cuando no presenta vicios o defectos congénitos
que afectan su estructura. Sin embargo, un acto jurídico válido puede ser
ineficaz o devenir ineficaz.

Cuando hablamos de “ineficacia” hacemos referencia a la privación o


disminución de los efectos propios de un determinado negocio jurídico, que las
partes tuvieron en cuenta al momento de su celebración.
Ahora bien, la ineficacia puede ser considerada estructural o funcional. En el
primero de los supuestos, la privación de los efectos propios de un negocio
jurídico se produce por defectos en su estructura y existentes desde el
momento mismo de celebrarse el acto, primando la idea de nulidad; en cambio
la ineficacia es funcional cuando el negocio deja de ser apto para satisfacer los
fines o interés prácticos que los sujetos se propusieron alcanzar en virtud de
una causa extrínseca a la estructura del negocio y sobrevinientes a su
constitución.

De esta manera, se advierte que cuando nos referimos a la ineficacia de los


actos jurídicos hacemos referencia a un concepto con significado amplio, que
comprende a todos aquellos supuestos en los cuales el negocio jurídico carece
de fuerza o eficacia para producir los efectos normales, propios, que las partes
tuvieron en cuenta al tiempo de su celebración, ya sea por un vicio existente al
momento de la celebración del acto, referido a la estructura del acto jurídico
(ineficacia estructural) o por circunstancias extrínsecas aparecidas con
posterioridad a su celebración (ineficacia funcional).
Así las cosas, la ineficacia como noción genérica, comprende por un lado la
invalidez de los actos jurídicos, es decir la nulidad o ineficacia estructural y
también la de inoponibilidad o ineficacia funcional, que es la que priva al acto
de efectos sólo respecto de determinadas personas.

52
11.1.2 Noción de acto indirecto
El artículo 385 del Código Civil y Comercial dispone:

Acto indirecto. Un acto jurídico celebrado para obtener un


resultado que es propio de los efectos de otro acto, es válido si
no se otorga para eludir una prohibición de la ley o para
perjudicar a un tercero. 33

El acto indirecto es una modalidad negocional a la que recurren los particulares


valiéndose de un negocio jurídico típico, cuyas consecuencias normales aceptan
con el propósito de obtener una finalidad ulterior distinta.

Por ejemplo, son negocios indirectos la venta que se realiza no para transmitir
la propiedad de una cosa, sino con fin de garantía; la cesión de derechos
también con finalidad de asegurar derechos; entre otros.

Es dable resaltar que la finalidad del negocio indirecto siempre debe ser lícita,
pues, si el negocio está dirigido a eludir normas imperativas (es decir, cuando se
lo emplea para lograr, a través de una vía oblicua, fines que no se pueden
obtener directamente), el acto constituirá un fraude a la ley.

11.2 Nulidad
11.2.1 Definición y fundamento
Hemos anticipado, al hablar de la ineficacia estructural de los actos jurídicos,
que dicho concepto de carácter amplio comprende las situaciones de invalidez,
caracterizadas por los supuestos en los cuales el acto se ve privado de producir
sus efectos normales por la existencia de un vicio originario, es decir, un defecto
presente en su estructura desde el momento de la celebración del negocio
jurídico; un defecto constitutivo.

Desde esta perspectiva, un acto jurídico está afectado de nulidad cuando la ley,
en virtud de causas existentes desde el origen mismo del acto, le priva de los
efectos que regularmente debía producir.

En otras palabras, la nulidad es una sanción legal que priva de sus efectos
normales a un acto jurídico en virtud de una causa originaria, es decir, existente
en el momento de su celebración, y es también una ineficacia absoluta en
tanto, a diferencia de la inoponibilidad, el acto jurídico inválido es

33 Art. 385 del CCCN.

53
completamente ineficaz no sólo respecto de terceros sino también entre las
mismas partes que lo celebraron.

Características Generales
Dentro de las características generales que describen la nulidad, podemos
señalar las siguientes:

 La nulidad es una sanción. La nulidad tiene naturaleza de sanción en


tanto nos encontramos frente a la reacción del ordenamiento jurídico
por la violación de sus normas. Se trata entonces de una sanción legal,
pena que consiste en la privación al acto jurídico de los efectos propios.

 Es de carácter legal, en tanto debe provenir necesariamente de la ley, es


decir que ni los jueces ni las partes en ejercicio de su voluntad pueden
crear nulidades diferentes a las específicamente estipuladas por ley.

 Asimismo, cabe destacar que la nulidad se genera frente a la existencia


de un vicio o defecto en la estructura del negocio jurídico, que debe
estar presente a la celebración del acto. En efecto, la nulidad se
caracteriza por la presencia de defectos originarios, intrínsecos y
esenciales.

 Por último, la nulidad trae como consecuencia el resultado de privar al


acto jurídico de los efectos normales que estaba destinado a producir y
que las partes habían tenido en cuenta al momento de celebrarlo. Como
ya dijimos, a diferencia de la inoponibilidad, en la nulidad, la privación
de efectos es de carácter absoluta, afectando en consecuencia tanto a
las partes como a los terceros.

11.2.2 Clasificación de las nulidades. Criterios de


distinción

Es posible clasificar a las nulidades en las siguientes categorías:

Actos de nulidad absoluta y actos de nulidad relativa (arts. 387 y 388 del CCCN);

Actos de nulidad total o parcial (art. 389 del CCCN).

Nulidades absolutas y nulidades relativas

La distinción entre las de carácter absoluto y las de carácter relativo responde a


una causal de naturaleza sustancial, en tanto, para poder determinar frente a
qué tipo de nulidad nos encontramos, es necesario verificar el interés jurídico
lesionado por el vicio.

54
En esta línea, en los supuestos de nulidades absolutas, el vicio que afecta al acto
jurídico que se reputa inválido lesiona un interés general, es decir que se
encuentra de por medio el orden público (a diferencia de los casos de nulidades
relativas, en los cuales se afecta un interés particular, individual de los sujetos
que forman parte del negocio jurídico).

Así, la nulidad absoluta ha sido establecida por el legislador en defensa del


orden público, para proteger el orden social y las buenas costumbres y, al
contrario, la nulidad es relativa cuando sólo se está afectando el interés
particular de algunos de los contratantes.

Esta clasificación tiene incidencias prácticas pues, con relación a la forma de su


declaración, la nulidad absoluta puede ser declarada de oficio por el juez sin
que medie petición de parte. También puede ser solicitada por el Ministerio
Público y por cualquier interesado, salvo quien haya dado lugar a la nulidad (art.
387 del CCCN).

En cambio, en los casos de nulidad relativa, la situación es diferente; al


encontrarse de por medio intereses particulares de las partes, la nulidad no
puede ser declarada de oficio por el juez, sino que corresponde que sea pedida
por la parte en cuyo beneficio se establece. Excepcionalmente puede invocarla
la otra parte si es de buena fe y ha experimentado un perjuicio importante (art.
388 del CCCN).

Por otro lado, cabe señalar que el acto afectado por una nulidad absoluta no es
confirmable, en tanto, por estar de por medio un interés de carácter general, es
la misma sociedad la interesada en su invalidez, por lo que el acto podrá
llevarse a cabo nuevamente sin el vicio que afecta al anterior y sin que sea
posible su confirmación. En cambio, si se trata de una nulidad relativa, al estar
en juego un interés de carácter particular, el vicio del que adolece el acto
jurídico sí puede ser confirmado; ello es consagrado en el art. 388 del CCCN.

Finalmente, decimos que la acción derivada de la nulidad absoluta es


imprescriptible, mientras que la nulidad relativa puede sanearse por
prescripción.

Nulidades totales y parciales

Teniendo en cuenta como criterio de distinción el alcance de la sanción de


nulidad, podemos decir que estamos frente a una nulidad total cuando los
efectos de ineficacia se propagan a la totalidad del acto jurídico; y estamos
frente a una nulidad parcial cuando sólo una cláusula o disposición resulta
ineficaz, sin afectar la validez de aquellas partes no alcanzadas por la nulidad.

En esta línea, cabe tener en cuenta el art. 389 del Código, que dispone:

Principio. Integración. Nulidad total es la que se extiende a todo

55
el acto. Nulidad parcial es la que afecta a una o varias de sus
disposiciones.
La nulidad de una disposición no afecta a las otras disposiciones
válidas, si son separables. Si no son separables porque el acto no
puede susbisitir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad
total.
En la nulidad parcial, en caso de ser necesario, el juez debe
integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y los intereses que
razonablemente puedan considerarse perseguidos por las
partes.34

En este orden de ideas, se advierte que la nulidad parcial depende de que la


cláusula o disposición respecto de la cual se declara la invalidez sea separable
de las otras disposiciones, pues, de lo contrario, debe declararse la nulidad
total.

En efecto, la condición para que un acto jurídico pueda ser sólo parcialmente
nulo, es que sus diversas disposiciones, o mejor dicho, los diversos actos de
disposición que él encierra, sean separables.

En los casos en que pueda declararse sólo la nulidad de alguna disposición y por
lo tanto subsista la eficacia del acto jurídico, el magistrado debe integrar el acto
de acuerdo a la naturaleza y los intereses que puedan considerarse perseguidos
por las partes.

11.2.3 Efectos de la nulidad: entre partes y con relación


a terceros

Cabe estudiar ahora los efectos que la acción de nulidad produce tanto respecto
de las partes que intervienen en el negocio jurídico, como de los terceros.

En primer lugar, el efecto propio que se deriva del análisis que hemos efectuado
se centra en la idea de que un acto jurídico, al ser declarado nulo, no podrá
producir los efectos normales que se tuvieron en cuenta al momento de
celebrarlo. Es decir, tiene como consecuencia privarlo de sus efectos como si
nunca hubiere existido.

34 Art. 389 del CCCN.

56
Ahora bien, el Código Civil y Comercial ha receptado jurídicamente esta
problemática analizando adecuadamente los efectos producidos por la nulidad
de los actos jurídicos en los arts. 390 a 392.

El art. 390 del Código estipula la regla general en materia de efectos de la


sentencia de nulidad de los actos jurídicos, en cuanto dispone que la nulidad
pronunciada por los jueces vuelve las cosas al mismo estado en que se hallaban
antes del acto declarado nulo y obliga a las partes a restituirse mutuamente lo
que han recibido.

Efectos de la nulidad entre las partes

Ahora bien, con respecto a los efectos que la nulidad del negocio jurídico
genera en relación a las partes contratantes, es preciso diferenciar si nos
hallamos en supuestos en los cuales el acto defectuoso tuvo principio de
ejecución o no.

Así, si el acto no fue ejecutado, una vez dictada la sentencia que declare su
nulidad, las partes no podrán exigir o demandar su cumplimiento. En cambio, si
el acto jurídico tuvo principio de ejecución o se ejecutó en su totalidad, al
declararse su invalidez corresponde la aplicación del art. 390 del Código; las
partes deben restituirse mutuamente lo obtenido en virtud del acto anulado, a
fin de volver las cosas al estado anterior al del acto inválido.

Por otro lado, debemos señalar que una o ambas partes del acto nulo por
sentencia pueden haber sufrido daños como resultado de la invalidez del acto
jurídico; daños materiales y aun morales que es preciso reparar para lograr que
la situación jurídica de las partes retorne al estado anterior a la celebración del
acto.

En esta línea, el art. 391 del Código expresa: “Hechos simples. Los actos
jurídicos nulos, aunque no produzcan los efectos de los actos válidos, dan lugar
en su caso a las consecuencias de los hechos en general y a las reparaciones
que correspondan.” 35

Desde esta perspectiva, analizando los efectos con miras al futuro, por más que
el acto sea declarado nulo y, con ello, se impida la producción de los efectos
propios que se tuvieron en cuenta al momento de celebrarlo, en función de la
norma transcripta se considera el negocio jurídico anulado como un acto ilícito
o hecho jurídico en general. Es por ello que corresponde indemnizar los daños y
perjuicios que hayan ocasionado, en tanto se genera la obligación de reparar el
daño causado.

35 Art. 391 del CCCN.

57
Es decir que, además de la restitución, se estipula la indemnización de daños y
perjuicios como acción complementaria.

Efectos de la nulidad frente a terceros

Es necesario precisar que la declaración de nulidad de un determinado acto


jurídico puede generar efectos no sólo en relación a las partes sino también con
respecto a terceros.

Así, el art. 392 del Código Civil y Comercial dispone:

Efectos respecto de terceros en cosas registrables. Todos los


derechos reales o personales transmitidos a terceros sobre un
inmueble o mueble registrable, por una persona que ha
resultado adquirente en virtud de un acto nulo, quedan sin
ningún valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero,
excepto contra el subadquirente de derechos reales o personales
de buena fe y a título oneroso.
Los subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y a
título oneroso si el acto se ha realizado sin intervención del
titular del derecho.36

Se advierte que la problemática se genera con relación a los subadquirentes, es


decir aquellas personas que, en función de un acto jurídico celebrado entre las
partes, que es nulo, adquirieron un derecho real o personal, generándose el
problema en torno a si recae sobre ellos la obligación de restituir lo que
hubiesen recibido en función a dicho acto.

En esta línea, el efecto retroactivo de la sentencia de nulidad, que constituye la


regla general en materia de efectos, no sólo resulta aplicable en relación a las
partes del negocio jurídico, sino también con respecto a los terceros. Es decir
que se aplica el efecto retroactivo de la sentencia de nulidad respecto de los
terceros en cosas registrables. El tercero a quien el adquirente por acto nulo ha
transferido la propiedad de una cosa registrable y otro derecho sobre la materia
es alcanzado por la sentencia de nulidad y privado de esos derechos.

Ahora bien, el artículo 392 establece una limitación a la obligación de


restitución que recae sobre los terceros. Respecto de terceros subadquirentes
de derechos reales o personales sobre cosas registrables, de buena fe y a título
oneroso, no procede la obligación de restitución.

Cabe precisar que, para que funcione tal protección de los subadquirentes de
buena fe y a título oneroso, es necesario que se cumplan ciertos recaudos: a)

36 Art. 392 del CCCN.

58
debe ser invocada por un subadquirente, b) ha de referirse a derechos reales o
personales sobre inmuebles o muebles registrables, c) título oneroso y d) buena
fe.

La falta de alguno de los requisitos antes mencionados significa volver al


principio general establecido y, en consecuencia, el subadquirente estará
obligado a la restitución de la cosa registrable al primer enajenante.

Por último, el precepto mencionado recepta los casos en que la transmisión de


la cosa haya sido otorgada por quien no es el titular del derecho de propiedad
ni se encuentra legitimado para representarlo. Es decir, aquellos supuestos en
que el verdadero propietario no participa de la transmisión al adquirente.

En estos casos, el subadquirente de buena fe y a título oneroso no puede


ampararse en la protección, pues la primitiva enajenación ha sido realizada por
quien no era su propietario.

11.3 Confirmación de los actos jurídicos


inválidos
11.3.1 Definición. Requisitos de procedencia
La confirmación es una especie de convalidación de un acto jurídico inválido
sujeto a una causal de nulidad relativa. Es un negocio integrativo, unilateral, no
recepticio, de declaración o de actuación, otorgado por aquel a quien
corresponde el derecho de demandar la nulidad del acto y que está en
condiciones de concluir válidamente el negocio principal.

Además de la confirmación, existen otras especies de convalidación, como la


ratificación (art. 369 del CCCN), la conversión (art. 384 del CCCN) y la
prescripción liberatoria (art. 2554 y ss. del CCCN).

En términos generales, la ratificación es una declaración de voluntad del


representado que suple los defectos de representación y que vendrá a purgar
los defectos de que adolezca un acto llevado a cabo por un representante
vicioso.

En relación a la conversión, decimos que, cuando se trata de un negocio


jurídico formal no solemne o de solemnidad relativa y las partes omiten darle la
forma que se requiere por el ordenamiento jurídico, no por ello se acarrea la
nulidad del acto, sino que el ordenamiento le reconoce la eficacia de otro
negocio jurídico con requisitos formales menores. Tal es el caso que veíamos
cuando estudiábamos “la forma de los actos jurídicos”, de la transmisión de un
inmueble por boleto privado de compraventa. Si bien la ley ordena que se

59
realice por escritura pública, la transmisión por boleto privado de compraventa
no provoca la nulidad del acto jurídico, sino que impone en cabeza del
otorgante la obligación de escriturar.

En otro orden de ideas, la prescripción liberatoria importa la convalidación del


acto viciado en virtud del no ejercicio de la acción tendiente a demandar la
declaración de nulidad.

Ahora bien, el artículo 393 del Código Civil y Comercial recepta la confirmación
y dispone:

Requisitos. Hay confirmación cuando la parte que puede


articular la nulidad relativa manifiesta expresa o tácitamente su
voluntad de tener el acto por válido, después de haber
desaparecido la causa de nulidad.
El acto de confirmación no requiere la conformidad de la otra
parte.37

En relación a los requisitos para que proceda la confirmación, decimos que


debe tratarse de actos inválidos por vicios que causan nulidad relativa, pues en
ella sólo se encuentran afectados intereses particulares; no así en los actos con
vicios de nulidad absoluta, que son inconfirmables pues está de por medio el
interés general.

a) Basta la voluntad de la persona facultada para confirmar, sin que sea


necesaria la conformidad de la otra, por lo que, una vez manifestada la
voluntad de confirmar, es irrevocable y no puede argumentarse la falta
de aceptación de la otra parte.

b) La causal de nulidad debe haber desaparecido. Es decir que el defecto


que afectaba la validez del acto jurídico no debe subsistir. Por ejemplo,
el menor de edad no puede confirmar por sí mismo un acto jurídico
hasta alcanzar la mayoría de edad.

c) El acto de confirmación no debe adolecer, a su vez, de otra causal de


nulidad: de ser idóneo el acto de confirmación, no sería idóneo para
otorgar eficacia definitiva al acto inválido que se pretende confirmar.

d) El sujeto debe estar legitimado para confirmar: están facultados para


confirmar los actos jurídicos los mismos sujetos que se encuentran
legitimados para solicitar la nulidad relativa (art. 388 del CCCN) (Rivera y
Medina, 2014).

37 Art. 393 del CCCN.

60
11.3.2 Diferencias con la conversión
Tal como hemos señalado, la conversión y la confirmación son modos de
convalidación del acto jurídico.

a) Ahora bien, la conversión procede en aquellos supuestos en que el


negocio fue celebrado con una forma insuficiente, pero valdrá como
causa fuente de la obligación de elevarlo a la forma legal. Es decir, se
constituye una obligación de hacer que, en caso de no cumplirse, podrá
ser demandada judicialmente.

b) Para que proceda la conversión, es necesario que concurran dos


requisitos:

c) que el acto nulo reúna los requisitos de forma y sustancia de otro acto
(requisito objetivo);

d) que las partes hubieran querido al otro acto de haber previsto la nulidad
(requisito subjetivo).

11.3.3 Forma
De acuerdo a la forma, la confirmación puede ser expresa o tácita.

La confirmación expresa es la que resulta de la manifestación expresa de la


voluntad del sujeto legitimado para confirmar y se realiza mediante un acto
escrito, sea un instrumento público o privado.

Para que opere la confirmación expresa, deben cumplimentarse los siguientes


requisitos:

a) El instrumento en el que conste la confirmación debe reunir las formas


exigidas para el acto que se pretende confirmar. Este recaudo sólo es
exigible a los actos jurídicos formales solemnes. No es necesario que el
acto de confirmación sea otorgado en la misma forma que el acto que se
confirma, por lo que la confirmación puede hacerse por cualquier clase
de instrumento.

b) La mención de la causa de la nulidad y su desaparición: el instrumento


por el que se confirma el acto debe contener la mención precisa de la
causa de la nulidad, dejándose constancia de su desaparición.

c) La voluntad de confirmar el acto: se trata de expresar el propósito


puntual de renunciar al derecho de invocar la nulidad relativa, es decir,
de impugnar el acto. El acto de confirmación debe contener indicaciones

61
precisas que individualicen al sujeto legitimado para confirmar, a los
fines de no dejar lugar a dudas.

Por otro lado, la confirmación también puede ser tácita. De acuerdo al art. 394
del Código Civil y Comercial: “La confirmación tácita resulta del cumplimiento
total o parcial del acto nulo realizado con conocimiento de la causa de nulidad o
de otro acto del que se deriva la voluntad inequívoca de sanear el vicio del
acto.”38

Así las cosas, la confirmación tácita es la que resulta de otros actos y hechos de
los cuales se derive la voluntad inequívoca de sanear el vicio del acto. Por
ejemplo, el pago voluntario total o parcial, o la ejecución voluntaria de un
convenio prestando el consentimiento.

Para que opere este tipo de confirmación, se requiere: a) que la causa o causas
de la nulidad hayan cesado; b) que no concurra en el acto de confirmación
tácita ninguna otra causal que pueda producir su nulidad; c) que la parte
confirmante tenga pleno conocimiento del vicio del que adolecía el acto; d) que
tenga, inequívocamente, intención de repararlo.

11.3.4 Efectos
El artículo 395 del Código Civil y Comercial dispone:

Efecto retroactivo. La confirmación del acto entre vivos


originalmente nulo tiene efecto retroactivo a la fecha en que se
celebró. La confirmación de disposiciones de última voluntad
opera desde la muerte del causante.
La retroactividad de la confirmación no perjudica los derechos de
terceros de buena fe.39

De la norma transcripta surge que la confirmación tiene efecto retroactivo al día


en que tuvo lugar el acto. Así, si el acto se ejecutó o tuvo principio de ejecución,
la confirmación impide que el acto sea impugnable en el futuro; en cambio, si
no se ejecutó, luego de la confirmación se podrá exigir el cumplimiento.

Por otro lado, en las disposiciones de última voluntad, la confirmación opera


desde la muerte del causante, pues es la fecha a partir del cual tales
disposiciones adquieren eficacia.

38Art. 394 del CCCN.


39 Art. 395 del CCCN.

62
Por último, la norma establece que el efecto retroactivo de la confirmación no
perjudica los derechos de los terceros, es decir que dicho efecto les es
inoponible. Los terceros protegidos son los sucesores a título singular de
derechos reales transmitidos válidamente por quien pudo demandar la nulidad
en el período transcurrido entre la celebración del acto inválido –ya cesada la
causal de invalidez– y su confirmación; en relación a estos terceros, la
confirmación es inoponible.

Por ejemplo, cuando una persona ha confirmado en la mayor edad la venta de


un inmueble hecha en la minoridad, esta confirmación no tiene efecto respecto
de un segundo adquirente al cual el que era menor hubiese traspasado la
propiedad siendo mayor y antes de la confirmación de la primera venta (Tagle,
2002).

Finalmente, debe señalarse que, en cuanto a los acreedores de la parte que


confirma el acto inválido, quedan alcanzados por el efecto retroactivo de la
confirmación y, por ende, excluidos de la salvedad que consagra el último
párrafo del artículo.

11.4 La inoponibilidad
11.4.1 Definición. Efectos

La inoponibilidad implica la existencia de vicisitudes extrañas al negocio jurídico


que se producen con posterioridad a su constitución. Presupone un acto válido
y está enderezada a la protección de los terceros, por lo que la privación de los
efectos es sólo relativa.

En esta línea, la inoponibilidad es un supuesto de ineficacia que implica que el


acto jurídico es válido y eficaz entre las partes pero no produce efectos frente a
determinados terceros, protegidos por la ley. En efecto, es la sanción
establecida por la ley a un acto válido en sus comienzos, pero que se torna
ineficaz por incumplimiento de algún requisito adicional que le es exigido por la
ley para la producción plena de sus efectos, especialmente en relación a
determinados terceros interesados.

Desde esta perspectiva, es correcto diferenciar este concepto de la nulidad, en


tanto, si bien ambos configuran supuestos de ineficacia, en la inoponibilidad,
como ya dijimos, el acto jurídico es perfectamente válido entre las partes pero
no produce efectos respecto de terceros salvo en los casos previstos por la ley,
en función de una causa extrínseca o posterior a la celebración del acto,
constituyendo por ello una ineficacia de carácter funcional y relativa. Por su
parte, en los supuestos de nulidad, el acto no sólo es ineficaz respecto de los

63
terceros sino también con relación a las partes, en tanto la privación de efectos
se produce por un defecto existente en la estructura misma del acto y desde su
origen, es decir, desde el momento mismo de su celebración, constituyendo
una ineficacia de carácter estructural y absoluta.

Se alude a dos tipos de inoponibilidad: la inoponibilidad positiva, en los casos


de actos válidos y eficaces en general, pero ineficaces frente a ciertos terceros
(por ejemplo, el acto fraudulento es inoponible al acreedor que triunfó en la
acción de declaración de inoponibilidad, como consta en el art. 342 del CCCN); y
la inoponibilidad negativa, cuando es inválido o ineficaz entre partes, pero esa
ineficacia no es oponible frente a ciertos terceros (por ejemplo, en el supuesto
que prevé el art. 392 del CCCN, que impide hacer valer la nulidad frente al
subadquirente a título oneroso de buena fe).

Efectos

Hemos explicado que la inoponibilidad priva al acto jurídico de eficacia sólo en


relación a determinados terceros a quienes la ley brinda protección; pero el
acto inoponible es válido y eficaz erga omnes (entre las partes y en relación a
terceros en general), salvo aquellos terceros prefijados por la ley (terceros
interesados).

11.4.2 Oportunidad para invocar la acción

La inoponibilidd puede hacerse valer en cualquier momento, sin perjuicio de la


otra parte a oponer la prescripción o la caducidad (art. 397 del CCCN).

Así, el tercero interesado puede recurrir a la justicia para hacer cesar los efectos
propios del acto que lo perjudica, sea por vía de acción o de excepción. La
acción de inoponibilidad es prescriptible. Por ejemplo, en el caso de la
declaración de inoponibilidad en el fraude, la acción prescribe a los dos años
desde que se conoció o pudo conocer el vicio del acto, por lo que, intentada la
acción después de ese plazo, se podrá interponer la defensa de prescripción.

La acción de inoponibilidad es renunciable y el acto inoponible puede sanearse


y tornarse plenamente eficaz. Por ejemplo, el instrumento privado sin fecha
cierta es inoponible a los terceros (Art. 317 del CCCN), pero, por ejemplo, una
vez presentado en juicio, adquiere fecha cierta y se torna oponible a terceros.

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Referencias
Benavente, M. I. (2014). Los hechos y actos jurídicos en el Código Civil y
Comercial de la Nación. Suplemento Especial Nuevo Código Civil y Comercial,
noviembre, 19.
Bustamante, A. y Jorge, H. (2005). Manual de Derecho Civil. Córdoba:
Advocatus.
Fontanarrosa, R. O. (2013). Apuntes para una teoría general de la
representación con especial referencia a la materia comercial. DCCyE, junio,
319.
Llambías, J. (2004). Código Civil. Buenos Aires: Abeledo Perrot.
López Mesa, M. J. (2008). Código Civil y Leyes Complementarias Anotados con
Jurisprudencia. Buenos Aires: Lexis Nexis.
Marino, A. E. (2015). La causa de los actos jurídicos. Suplemento Especial
Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, febrero, 115.
Rivera, J. y Medina, G. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado, I. Buenos Aires: La Ley.
Tagle, M. V. (2002). Derecho Privado III. Córdoba: Alveroni.

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