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La Fragmentación Del Sujeto Poético y La Representación Del Hablante Como
La Fragmentación Del Sujeto Poético y La Representación Del Hablante Como
Una de las características que presenta la postmodernidad es la crisis del sujeto, donde
aparece la noción de fragmentación y dispersión, pues ya no se concibe a éste como una
unidad de base que ordena el mundo a partir de una voz o mirada. Ahora la identidad del
uno se construye a través del otro: el yo - sujeto es una dinámica constante, que al moverse
y extenderse hacia el otro se va constituyendo a través de las miradas y voces que lo van
atravesando y construyendo en una identidad plural y heterogénea. En otras palabras, el
sujeto se va erigiendo en la medida que su experiencia se identifica o “negocia” con otros
sujetos de experiencia en un esquema espaciotemporal específico que contiene al yo = otro
que forma a este sujeto que se hace a partir de una colectividad.
En específico, en las obras “Chaucha” y “Con Ajo” del poeta Harry Vollmer se percibe a
un sujeto poético diseminado por múltiples voces textuales que configuran la pluralidad de
un hablante que se derrama en una colectividad con la que se identifica. En este sentido, el
hablante es una subjetividad que interactúa con su entorno y su propia historicidad, a su
vez, posee una inquietud nomádica que lo lleva a caminar por los bordes de la ciudad; en
definitiva, es un sujeto que va siendo en la medida que va diciendo (por otros) y se proyecta
a sí mismo en un acto solidario de apertura de la experiencia que negocia con las otras
experiencias que cobija y neutraliza en su decir, transformando la subjetividad en un
cúmulo de subjetividades que objetivizan a ésta.
Así pues, podemos apreciar en los poemas a seres flagelados que narran sus historias a
partir de la primera persona:
En el poema se cuenta la historia de una persona que inhalaba todo tipo de tóxicos que le
inhiben el hambre, frío y dolor. La alusión al Tío, nos indica que hay un sujeto que está
escuchando la historia, por lo tanto, el hablante se convierte en un oyente que ampara y se
extiende hacia el otro, en este caso mediante el oír. En concreto, vemos como la literatura
nos muestra desde otra mirada, más humana y digna, un suceso que puede ser cotidiano en
las ciudades de Latinoamérica y en particular de Chile. Un hecho que mediante esta otra
mirada, además de percibir, imagina al otro desde el otro.
En el libro Chaucha también podemos apreciar este acto de compasión y ternura, ahora sin
la presencia del hablante – oyente. Es el mismo vagabundo quien nos interioriza en su
habitar / mendigar:
Otro rasgo que destacamos es la polifonía enunciativa que se expresa en los textos poéticos:
al considerar las formas lingüísticas de algunos sujetos, se demuestra una manera de ser y
estar en el mundo; en nuestro caso, se usa la jerga carcelaria conocida como coa.
El empleo del argot o jerga es de uso exclusivo de grupos, donde los individuos que la
componen la utilizan en ocasiones con una finalidad crítpica, es decir, para evitar que los
demás les entiendan. Las personas que se sirven de una misma jerga, es posible que ejerzan
sino el mismo, un oficio similar. El argot sirve para identificarse, para no ser comprendidos
por los de fuera, y además, surge como algo necesario para defenderse y sobrevivir.
Y también:
O bien:
Como apreciamos, la manera de hablar de los sujetos que se expresan en estos poemas,
corresponde a aquellos seres que delinquen, asaltan, roban, matan y, entran y salen del
recinto penitenciario. Sujetos que estamos acostumbrados a ver en los mass media desde la
óptica “informativa” donde prevalece una función referencial e instrumental del lenguaje;
no obstante, en los poemas la función poética del lenguaje es la que representa el mundo
construido a partir de la voz del “neoprenero”, detenido o punga. Personajes sin voz ni
espacio, son la base principal de los diversos ambientes que se proyectan en el texto
conservando la oralidad propia de los sectores más precarios de la urbe.
También presenciamos una voz (hablante) omnisciente manifestada en tercera persona en
la poesía de Vollmer:
Después de violentar su propia madre
Cariman Nahualquin
Ebrio, regreso por los senderos
Por la huella de los perdedores
Hasta el retén más próximo
Y al oficial de turno
Mantileo gonzález, supongamos
Le habló del cuerpo, del tierno cuerpo.
Que la deseó siempre más que a su propia hija
Deseó ver sus ojos al momento de penetrarla
Eyacular sobre su rostro…
Ahora entrega su arma, sus aperos
Su cargo de cabo segundo
Y distante entra al calabozo
Pero él, hoy no cierra la puerta
No cruza el candado odix
Y espera de pie a que los ojos bajen
Y alguien sin gloria cierre la puerta
Un pequeño temblor
Un maremoto le recorre el cuerpo. (Chaucha S/Nº).
En el primer poema la voz omnisciente sabe todo de Carimán Nahualquín, es un personaje
controlado (violador), pues sabe hasta sus deseos o temores secretos. Por ejemplo, el miedo
que invade al personaje un pequeño temblor / un maremoto le recorre el cuerpo, pues sabe
las consecuencias que su delito significa en el mundo carcelario. O bien en el segundo
poema: un (ex)presidiario el gorreado Hinostroza del 2º que al parecer salió en libertad del
recinto penitenciario sentencia salgo pero vuelvo. Desde de ahí el hablante omnisciente nos
cuenta sobre la nostalgia y soledadde una vida que se vuelve dramática al estar fuera del
recinto.
El hablante se manifiesta también como una colectividad, una voz plural, que mediante el
nosotros erige una identidad: Nosotros, los pungas, los olvidados del barrio. Aquí, el yo –
lírico se percibe como portavoz: una experiencia constituida por experiencias de otros
sujetos que no tenían voz para contar su drama.
Luego, el hablante es un yo que transita por las calles y hace suyo el dolor ajeno, ya que es
un personaje caracterizado exhaustivamente por sus relaciones con los otros personajes (las
otras voces) , o sea está definido enteramente por sus relaciones con los otras voces con las
que habita e imaginariamente lo habitan. Este hablante lo percibimos abriendo y cerrando el
poemario “Con Ajo”, lo que da cuenta del viaje que este personaje realiza “desde la
infancia y sus sucesos que llevan a los personajes a la decadencia y exclusión social”,
como se dice en la solapa del texto.
Ahogándonos,
comencé a nacer ahogándome,
al revés,
ahorcado en mi propia tripa
envenenado en mi misma sangre,
y así desde siempre, infinitamente perdido
botero de orillas que los hombres soñamos.
Así me le entré a las calles y sus nubarrones
a sus vidrios molidos en el pan de la infancia,
y así me fui alejando de los límites y sus geometrías
en la revolución y sus tenues fogatas
que arden por las noches allá en los cerros.
Así me fui traficando a mí mismo en la quimera del éxtasis
en la heroína de las palabras
en el clorhidrato húmedo de los almacenes donde nos cargamos
y descargamos en el fúnebre ejercicio de la búsqueda,
como gaviotas heridas,
miles de gaviotas heridas flotando en la toxina
de los verbos.
Y así de pronto me observé en la amnesia y la mentira fragmentada,
en la florida verdad que todo es o será un imperceptible susurro
una imposible herejía en el clítoris del infierno,
una luz, un sol o un soplo
que nos ciega antes del llanto o el adjetivo.
De esta manera, las diversas formas en que se van expresando las voces textuales dan
cuenta de la fragmentación del sujeto poético en la poesía de Vollmer; es decir, un rostro
compuesto por otros rostros que constituyen un tipo de hablante que denominamos
traficante. Este sujeto surge de la extensibilidad del yo: el yo del sujeto se fragmenta y se
expresa en una multiplicidad heterogénea de yoes o pluralidad de voces, que constituyen el
otro con el cual el yo se identifica y va forjando su propia mismisidad a partir de la otredad,
apelando a una colectividad para reivindicar una identidad cultural en el cuerpo social. El
hablante como traficante es un personaje que negocia y comercializa su experiencia, su
lenguaje, con un sitio o lugar y los habitantes de éste. Es un nómada que participa de las
aventuras que va expresando imaginariamente en el acto enunciativo, por lo tanto, no es un
mero observador o voyerista que va dando cuenta del ser y estar del hombre en la vida
citadina, sino que ésta lo traspasa y va forjando su carácter conjuntamente con el lugar que
va construyendo en su imaginación. De este modo, el sujeto traficante y la ciudad
constituyen un evento, pues se encuentran en un proceso de construcción, donde se van
definiendo a sí mismo en estrecha relación con otros personajes y grupos que van
configurando al hombre citadino en un su morar por lugares de agonía. Entonces, nos
encontramos a un sujeto habitado por plurales que “rehabilita las fantasías individuales y
los imaginarios subjetivos en una vuelta a las microconstelaciones de lo privado y reclama
la gratuidad de las pulsiones y el curso nómada de una sensibilidad a la deriva que se
mueve eclécticamente” ( Richard, 309).
En suma, en esta poesía asistimos a una Poética del Callejón (o del óxido), situada en las
calles y sitios donde la noche es un slogan más de la violenta soledad que habita en los
seres, y en los espacios de origen o desarraigo. En palabras de Cárcamo, asistimos a un
escenario donde “se mueven en el ajetreo del lenguaje mezclados y torcidos, contaminados
por la ciudad y sus flujos, gestados en las zonas de apertura y abismisidad de estos
tiempos” Cárcamo, 1992: 107); y en palabras de Oscar Galindo: “El collage no es sólo
literario; se trata de un collage cultural que ofrece la certeza de la hibridez y mixtura de la
sociedad actual y la sensación de carencia de lenguajes posibles y verdades definitivas”
(Galindo, 1992: 111).
***
(1) “La gente no se da cuenta de su experiencia urbana pues vive en ella como en el aire
que respira. Sin embargo, hay situaciones donde su ser urbano se exterioriza y visibiliza,
como en algunas experiencias que llamo ‘meta operaciones’, estéticas, por medio de los
estudios urbanos o como consecuencia de los mismos medios. Son todas situaciones donde
se ha de producir algo parecido a lo que Brecht llamó ‘efecto de extrañamiento’, de
distanciamiento, donde tomo conciencia de mi ser in situ, en un lugar concreto”. Entrevista
a Armando Silva. “Ser Santiaguino o porteño es, primero, un deseo”, por Maria Constanza
Mujica. 2005.