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La tristeza del diablo

Una mañana me desperté con el pecho vacío, no supe que hacer, así que salí de las profundidades
del infierno para ver si se iba esa sensación, pero… no se fue, al contrario se fue haciendo cada vez más
profundo, más grande. Anduve sin rumbo por varios siglos, hasta que me encontré en un lugar extraño, un
lugar que nunca antes había conocido, era tan diferente a lo que conocía. Continúe caminando hasta que
me encontré en una aldea, caminé tratando de llamar la atención, de repente volteé hacía mi izquierda, y
la ví, tan radiante como el mismo sol, tan blanca como el mármol, sus cabellos eran del color de los árboles
jóvenes, sus ojos eran del color de las aceitunas, su cuerpo era tan menudo, pero con sus formas bien marcadas,
su rostro era dulce, que no puede contener mi deseo, así que me acerque…
Diablo: Hola, que hermoso día, ¿no lo crées?
Aria: Hola (se sonroja) sí, es hermoso, ¿no te había visto por aquí?
Diablo: Soy un viajero que viene de paso (se recarga sobre la pared)
Aria: ¿En verdad? Y… ¿De dónde eres?
Diablo: Vengo de las profundidades (la mira con deseo)
Aria: Eso veo, eres… muy interesante…
De pronto la hermana de Aria la llama…
Cara: ¿Quién es ese hombre?
Aria: no lo sé… pero… se ve tan solo
Cara: ¡ten cuidado! No sabemos de dónde viene
Aria: ¡lo tendré!
Cara: vamos, tal vez luego te lo encuentres de casualidad
Aria: ¡tienes razón! ¡Eso espero!
-Ambas jóvenes se fueron por un pequeño callejón.-
Por la noche, Aria no podía dejar de pensar en aquel hombre que conoció, un tipo alto, delgado, blanco
con el cabello rizado por debajo de los hombros, y sus ojos profundos, llenos de expresión, color del ébano,
con una voz, que hipnotiza. Ella se preguntaba su nombre, no dejaba de repasar en su cabeza lo que
había pasado esa tarde antes de que llegara Cara. Nunca en su vida vio a un hombre de belleza tal,
que la hizo estremecer…

Mientras tanto el Diablo, planeaba como conquistar a Aria, tenía que pensar un nombre, pues no podía
decirle que era el diablo. Camino por los alrededores pensando un nombre, entro a una parte tan oscura en
el bosque que en ese momento, le llegó el nombre perfecto “Érebo”. Encontró una pequeña cueva donde
paso la noche. A la mañana siguiente, regreso al pueblo, esperando verla de nuevo, y no se equivocó…
Diablo: ¡Qué casualidad1 ¡nos volvemos a encontrar!
Aria: ¡tiene razón!, señor.
Diablo: ¡no me digas señor! ¡No soy tan viejo!
Aria: ¡discúlpeme!
Diablo: ¡Érebo!
Aria: señor Érebo
Érebo: no me digas señor y ¿cuál es tu nombre?
Aria: ¡Aria!
Érebo: ¡que hermoso nombre! Como la dama que lo porta (le besa la mano)
Aria se sonroja, ante aquel gesto - ¡por favor, no haga eso! Me apena mucho
Érebo: ¿Cómo no besar a la belleza, hecha mujer?
Aria sale corriendo, mientras Érebo sonríe maliciosamente.
Pasaron algunos días, que Érebo no veía a Aria, esto lo intrigaba, y hacía que la deseara más, pero
aún más interesante, empezó a ya no sentir ese vacío. Se sentía tan afligido por no verla, que esto lo
enloquecía, lo ponía mal. Una mañana muy fría, fue al pueblo para ver sí la veía, iba tan cabizbajo, que
sin darse cuenta, estaba ella justo frente a él. Lo único que atino a hacer fue abrazarla y besarla. Aria
se sorprendió mucho al acto de Érebo, pero ella se sentía de la misma forma que él, así, que lo abrazo tan
fuerte y le correspondió a aquel beso tan apasionado, que un rayo de sol los iluminó. Él la tomo por la
cintura y la atrajo a su cuerpo frío, al sentir el calor que emanaba del cuerpo de ella, sintió como su pecho
se llenaba lentamente…
Aria: ¡Perdón! Yo nunca había besado a nadie, ¿Qué estarás pensando de mí?
Érebo: nada, no pienso nada, simplemente no sé qué me pasa, no puedo estar sin ti, no te saco de mi
cabeza, y siento el pecho pesado.
Aria: yo tampoco podía dejar de pensar en ti, en ese beso que me diste en la mano, y ahora esto, siento que
estoy flotando.
El Diablo, no se dio cuenta de que se estaba enamorando locamente de una mortal, alguien que llegaría
su momento y partiría a los campos elíseos, sin dejar rastro de su existencia. Pero él no podía permitir que
sucediera esto, pues ella era para él, nada más. Al darse cuenta que la eternidad era solo para lo divino y
lo oscuro, reto al destino…
Un día Aria cayó gravemente enferma, el médico del pueblo no podía salvarla. Pasaron los días y ella
cada vez estaba más débil, su luz se consumía poco a poco, hasta que llego una noche de luna llena y dio
su última exhalación, el Diablo no pudo contener su furia al ver que ella murió tan joven, el amor se le
había ido de entre las manos, esa noche la luna se tiño de rojo, las estrellas se apagaron y la oscuridad de
la noche se hizo más profunda, todos estaban aterrados, por lo que estaba pasando, él solo podía ver en sus
recuerdos su sonrisa, la luz de sus bellos ojos, la ternura con la que se manejaba, su lacio cabello, largo y
sedoso, esos labios llenos de pasión desbordante. Se internó en lo más profundo del bosque, y solo se pudo
escuchar un grito como un aullido solitario, tan desgarrador, que penetraba las almas de los pobladores, no
podían creer lo que escuchaban, era el dolor mismo que se manifestaba. Érebo, bajo a las profundidades
del inframundo en busca del alma de Aria. Llego justo frente Hades, rey del inframundo…
Hades: hola mi estimado rey de la oscuridad, ¿qué te trae por aquí, a este humilde lugar?
Érebo: ¡Devuélvemela! ¡Ella es mía!
Hades: ¿te refieres a esa simple mortal? ¡Vamos! ¿No me digas que te enamoraste de ella?
Érebo: ¡devuélvemela! ¡Eso no te importa!
Hades: ¡no!, ¡no va a volver! Ella ya cumplió su tiempo en la tierra, y la eternidad es de nosotros, no
podemos estar perdiendo el tiempo con los mortales, ellos son un suspiro en este mundo, y ni tú ni yo, debemos
intervenir. Regresa a tu infierno, ahí perteneces, no aquí, no podemos violar las leyes de vida, no hay tratos
en esto, no hay nada, ¡lárgate!
El Diablo, se dio la vuelta, pensando en las palabras de Hades, sabía las consecuencias de violar las
leyes de la vida, así que desde lejos vio subir a la barca de Caronte a su amada, sin poder decirle cuanto
la amaba, cuanto deseaba pasar la eternidad con ella, se alejó en silencio, derramando lágrimas de sangre,
con el pecho abierto…
Camino por la eternidad lamentándose por su amada, anduvo por todo el universo buscando como llenar
ese gran vacío que dejó Aria… su tristeza era tal, que cada cierto tiempo la luna eclipsaba para desahogar
su pena y liberar un poco el dolor que habitaba en su alma… el Diablo conoció el amor de la forma más
inesperada y sigue sufriendo, pues está herida nunca cerrara, sus lágrimas son derramadas sobre aquellos
pobres almas en pena…

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