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Cantos guatemaltecos

1.         LUNA DE MIEL EN RIO DULCE


EN GUATEMALA TIERRA LINDA
TIERRA HERMOSA
ME ENAMORÉ 2.         COBÁN
DE UNA MUCHACHA SUGESTIVA Y EN COBÁN YO DISFRUTÉ
CAPRICHOSA DEL ENCANTO DE SU SUELO
QUE VI PASAR LAS BELLEZAS QUE ADMIRÉ
MOTIVARON ESTA CANCIÓN.
CON SUS OJAZOS CUAL LUCEROS
ENCENDIDOS EN COBÁN ME QUEDARÉ
ME CAUTIVÓ DISFRUTANDO DEL PAISAJE
Y CON UN BESO DE SU BOCA Y DEL CLIMA ENCANTADOR
PRIMOROSA DE COBÁN CIUDAD IMPERIAL.
ME FASCINÓ
POR NUESTRO AMOR //ADMIRANDO SU VERDOR
PERDIMOS LA RAZÓN SE DIVISA EL ENCANTO DE LA
Y LUEGO NOS CASAMOS CON ORQUÍDEA
SINCERA DEVOCIÓN MONJA BLANCA PRIMOROSA
Y AL DECIDIR NUESTRA LUNA DE QUE EN SU SUELO FLORECIÓ
MIEL QUE ES LA FLOR NACIONAL//
PENSAMOS QUE PASARLA EN RIO
DULCE DONDE EL QUETZAL Y LA MONJA
ERA MEJOR BLANCA
TIENEN SU NIDO ES EN COBÁN
Y A RIO DULCE CON MI AMOR EN BELLA TIERRA DONDE LA PAZ
BARCA FUIMOS Y EL AMOR EN PAREJA SIEMPRE
SURCANDO EL MAR VA
Y EN ESE MÍSTICO RINCÓN SOLO
TUVIMOS DONDE EL QUETZAL Y LA MONJA
FELICIDAD. BLANCA
TIENEN SU NIDO ES EN COBÁN
Y YO CANTO ESTÁ EMOCIONADO
ESTA CANCIÓN
QUE DEDICO CON AMOR Y
ADMIRACIÓN
PARA COBÁN.
LUNA QUE ME ALUMBRÓ EN MIS
NOCHES DE AMOR
HOY CONSUELAS LA PENA
POR UNA MORENA QUE ME
ABANDONÓ.

3.         LUNA DE XELAJÚ

LUNA GARDENIA DE PLATA


QUE EN MI SERENATA TE 4.         SOLOLÁ
VUELVES CANCIÓN PORQUE SERÁ QUE EN SOLOLÁ
TÚ QUE VISTES CANTANDO SE SUFRE TANTO POR QUERER A
ME VES HOY LLORANDO MI UNA MUJER
DESILUSIÓN TIENES MI AMOR
YO TENGO EL TUYO
CALLES BAÑADAS DE  LUNA QUE ESE ES MI ORGULLO
FUERON LA CUNA Y POR ESO SUFRO YO
DE MI JUVENTUD SERÁ EL PAISAJE, SERÁ MI LAGO
VENGO A CANTARLE A MI AMADA EL QUE HA HECHO ESTRAGOS
A MI LUNA PLATEADA, LUNA DE MI A MI POBRE CORAZÓN
XELAJÚ //ES IMPOSIBLE QUE ME SIENTA
YO CONTENTO
LUNA DE XELAJÚ SI MI VIDA ES UN LAMENTO
QUE SUPISTE ALUMBRAR Y LA CAUSA NO LA SÉ//
EN MIS NOCHES DE PENA POR
UNA MORENA AY, AY, AY, AY, ESA NEBLINA
DE DULCE MIRAR COMO LASTIMA, MI CORAZÓN
AY, AY, AY, AY, ESA LAGUNA
LUNA DE XELAJÚ COMO NINGUNA LA QUIERO YO
ME DISTE INSPIRACIÓN
LA CANCIÓN QUE TE CANTO
REGALA CON LLANTO DE MI 5.         CHICHICASTENANGO
CORAZÓN HAY UNA INDITA RETEBONITA
EN CHI, CHI, CHICASTENANGO
EN MI VIDA NO HABRÁ QUE CUANDO BESO SU BOCA
MAS CARIÑO QUE TU MI AMOR CHIQUITA
PORQUE NO ERES INGRATA EN CHI, CHI, CHICASTENGO
MI LUNA DE PLATA CREO QUE EL ALMA SE ME ESTÁ
LUNA DE XELAJÚ QUEMANDO
LUNA QUE ME ALUMBRÓ EN CHI, CHI, CHI,
EN MIS NOCHES DE AMOR CHICASTENANGO
HOY CONSUELAS LA PENA
POR UNA MORENA QUE ME HAY EN SU BOCA DULZURA
ABANDONÓ DE FRUTA MADURA, QUE INVITA A
PECAR
BESA CON TAL SABROSURA NOS HAN DE MIRAR
QUE ES UNA LOCURA SU BOCA MÁS CELOSAS AL VER NUESTRO
BESAR. AMOR
POCO A POCO SE HABRÁN DE
AY INDITA VEN HACIA ACÁ APAGAR
QUE TU BOCA QUIERO BESAR Y EL ROMANCE SOLAMENTE
SOLAMENTE LAS ESTRELLAS DE TUS OJOS HABRÁN DE
INDISCRETAS ALUMBRAR.

Leyendas guatemaltecas

SOMBRERON:

Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende. La palabra tzi


viene del quiché y se traduce como perro. Aunque podría provenir del
náhuatl tzitzimitle, que significa demonio. El Tzitzimite es “un
hombrecito muy pequeño, vestido de negro, con un gran cinturón muy
brillante. Tiene un sombrero negro, pequeño también, y unas botas
con tacones que hacen ruidito”. A este personaje le gusta “subirse a los
caballos y hacerles nudos en la cola y en las crines. Estos nudos, que
son así de menuditos, ‘cuesta un bigote’ deshacerlos’”.

Al Tzizimite también le agrada perseguir y molestar a las mujeres de


pelo largo y ojos grandes. Cuando le gusta alguna muchacha, no la deja ni a sol ni a sombra: se le
aparece en las noches cuando está dormida, y después de haberle enredado el pelo, le baila y le
canta con su guitarra. De acuerdo con la idea popular, el Tzizimite tiene la altura de un dedo de la
mano y cabe escondido en la almohada. Es un espíritu juguetón y doméstico. Su sombrero es tan
grande que tiene que arrastrarlo, recorriendo a la hora del crepúsculo ciudades y campos. Cuando
encuentra a la mujer de sus amores, amarra sus mulas al primer poste que encuentra, descuelga
su guitarra que lleva al hombro y empieza a cantar y bailar.

SIGUANABA:

El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en


quiché. La Siguanaba se hace seguir por los hombres y luego de una
larga persecución, los pierde en algún barranco. No muestra la cara,
pero lo hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al
hombre quien se perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la
colonia El Incienso, zona 3 capitalina, que Juan, un albañil que emigró
del Quiché, cada vez que recibía el pago de la semana, se lo gastaba en
licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada cerca del tanque que abastecía
de agua a la referida colonia, iba caminando rápidamente bajo los
efectos del alcohol. Un vecino interrumpe su andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a dónde vas con
tanta prisa?”, a lo que él responde apenas articulando palabras: “Mirá, esa hermosa mujer me está
llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está rechula!”. El vecino se quedó pensando que Juan
estaba viendo visiones. Al otro día, encontraron al pobre Juan ahogado en un lugar que los
lugareños llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que llama a los hombres borrachos y
mujeriegos para “ganárselos” y perderlos por los barrancos.

LLORONA:

La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se


aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua
como ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer
que sufrió un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de
Dios, vaga por la eternidad buscándolos, y hay más de alguien que
escucha su terrorífico grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha
narración se ha ido transformando y adaptando como un tipo de
denuncia hacia el maltrato que reciben las mujeres. Según
narraciones de habitantes de Amatitlán, La Llorona era una mujer
que era víctima constante de violencia por parte de su esposo, hasta
que llegó el día en que los golpes fueron tan severos que acabaron
con la vida de la pobre mujer. El marido, para ocultar su crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y
luego huye con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no descansa en paz, por lo que
siempre se le escucha gritando desconsolada en búsqueda de sus hijos.

CADEJO:

Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos.


Guardián de los hijos de Baco, “es un animal en forma de perro
negro, lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su tarea es
perseguir y cuidar que no les pase nada a los ‘bolos’ que se quedan
tirados en las calles. Sigue a los que están en peligro y los deja
cuando este ya ha pasado”. Pero si bien El Cadejo es un espíritu
protector, debe tenerse cuidado con él, pues al beber demasiado y
con frecuencia, “lo puede ‘trabar’, pues si se lo encuentra a uno
tirado y le lame la boca, ya lo ‘jodió’ para siempre, pues entonces uno
jamás se compone. El Cadejo acostumbra a seguir por nueve días al
hombre que le ha lamido la boca y no lo deja en paz. No es un espíritu
perjudicial. No ataca, sino solo en casos extremos, por lo que no es motivo de pánico encontrarse
con él. Hay plegarias específicas para atraer la gracia protectora de El Cadejo. En Petén aparece
como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa zona El Cadejo “es un chucho blanco, lanudo
y grande, que acompaña a las mujeres cuando van a acarrear agua”.

TATUANA:
Es una de las más bellas leyendas del folclore narrativo de América.
Según versiones del folclor histórico, La Tatuana era una mujer real
que vivió en época colonial y en la década de 1830, durante el
gobierno de Rafael Carrera, según la obra Leyendas populares de
aparecidos y ánimas en pena de Guatemala, de Celso Lara (2002). Era
una bruja condenada por la Inquisición a ser quemada viva en la
Plaza Mayor de Santiago de Guatemala, que fue arrestada por orden
del Capitán General y encerrada en una bartolina. “La Tatuana pidió
una gracia: que le fuera entregado un pedacito de carbón. Así lo
hicieron los soldados. Al tener en sus manos el trozo de carbón,
dibujó en la pared un barquito, se subió en él y voló por entre los
barrotes. Al entrar los guardias para llevarla a la hoguera, lo único
que encontraron fue un terrible hedor a azufre. Se la ‘había ganado’ el
diablo”, se expone la obra. Era una bruja que dominaba todas las artes de la magia negra y era
amiga del demonio. En el siglo XIX la leyenda tenía plena vigencia. El historiador Antonio Batres
Jáuregui hizo mofa de ella diciendo que era uno de
esos espantos que no solo quitaba el sueño a los
niños sino también a los adultos.

5 cuentos

Pepito y las castañas


Pepito se asomó por la ventana. Hacía un día
estupendo. Cuando miró al suelo se llevó una gran
alegría. Las castañas ya habían empezado a caer de
los árboles. Así que calzó sus botas, cogió una cesta
de mimbre y se fue a coger castañas.
Las castañas están envueltas en un caparazón con
pinchos, y hay que tener cuidado. Pepito lo sabe, y
por eso se ha puesto unas buenas botas, para pisarlas
con cuidado y abrirlas con cuidado, frotándolas
contra el suelo.
Como son las primeras castañas de la temporada Pepito ha encontrado algunas tiernas. Las llaman
castañas de leche, porque son muy blanditas y muy blancas por dentro.
—Creo que es hora de volver a casa —dijo Pepito, viendo su cesta a rebosar de ricas castañas—.
Mientras regresaba, Pepito iba diciendo:
— Creo que asaré unas pocas en la chimenea. Y también haré una rica sopa de castañas. Y también
haré castañas cocidas con anís, que están muy ricas.
De pronto salió a su encuentro Miguelito.
—¡Hola! —dijo Pepito.
—Hola, amigo —dijo Miguelito—. ¡Qué castañas tan ricas llevas! ¿Me darías unas pocas?
Pepito le llenó los bolsillos de castañas a su amigo con mucha alegría, pues sabía que a Miguelito le
encantaban.
Más tarde apareció Anita. Ella también quería castañas. Y Pepito, que sabía lo mucho que le
gustaban las castañas a su amiga, se las dio con mucho gusto.
Luego Pepito se cruzó con su vecino Luisito. Este también quería castañas, y Pepito se las dio
encantado, porque sabía que a su vecino le gustaban mucho.
Pero cuando Pepito llegó a casa se dio cuenta de que les había dado todas las castañas a sus amigos.
—Mañana tendré que salir a por más —dijo.
Pepito y las castañas Esa misma tarde llamaron a la puerta. Allí estaban Miguelito, Anita y Luisito.
—He asado castañas y las he traído para compartir contigo —dijo Miguelito.
—Yo he hecho sopa de castañas y la he traído también para que la tomemos juntos —dijo Anita.
—Y yo he cocido las castañas con anís, que sé que te gustan mucho —dijo Luisito.
Y así, de manera improvisada, organizaron una pequeña meriendo los cuatro, gracias a la
generosidad de uno y del agradecimiento de los demás.
El ogro rojo
Había una vez un ogro rojo que vivía separado del
mundo, en una enorme cabaña también de color rojo
en la falda de una montaña, muy cerca de una aldea.
El ogro era tan grande que todo el mundo le temía y
nunca se acercaba nadie a él. Lo que no sabía la
gente del pueblo es que en realidad aquel ogro era
pura bondad. De hecho, estaba deseando tener
amigos, pero no sabía cómo demostrarlo. En cuanto
ponía un pie en la calle, todos los habitantes del
pueblo empezaban a gritar y a correr en dirección
contraria. Al final, al pobre ogro no le quedaba otra
opción que quedarse encerrado en su cabaña triste y
aburrido.
Pasaron los años y llegó un momento en el que el
ogro ya no pudo aguantar más la soledad tan grande que le invadía. Se le ocurrió repartir folletos
entre los buzones de las casas de la aldea. En ellos podía que no era peligroso y que solo quería
vivir como el resto de las personas. Pero unos niños lo vieron entre los buzones y corrieron la voz
de que estaba en la aldea, así que volvió a cundir el pánico entre los aldeanos. Desesperado, el ogro
volvió a encerrarse en su casa, esta vez más triste que nunca. Le dolía mucho que le juzgasen por su
aspecto sin querer llegar a conocerle.
Un día vino a visitarle su primo lejano. También era un ogro, pero este de color azul. Escuchó sus
llantos y le preguntó qué le pasaba. El ogro rojo le explicó a su primo que era incapaz de que la
gente dejase de tenerle miedo. El ogro azul decidió ayudarle. Le dijo que iría hasta la plaza del
pueblo y allí se pondría a asustar a la gente para que después el ogro rojo apareciese para calmarlos
y quedar así como el salvador. La verdad es que el ogro rojo no estaba muy convencido del plan,
pero al final aceptó.
El ogro rojoTodo salió como estaba previsto. En cuanto el ogro azul apareció en la plaza, la gente
echó a correr despavorida por las calles buscando un escondite. El ogro rojo, siguiendo el plan,
llegó a toda velocidad y se enfrentó al azul. Lo hizo tan creíble que nadie en el pueblo sospechó que
se trataba de una farsa. Al final el ogro azul escapó y
todo el pueblo empezó a aplaudir. El ogro rojo
empezó a vivir como un ciudadano más del pueblo y
estuvo eternamente agradecido a su primo y a su
generosidad.
El bueno de Marcelino
Había una vez, en un pequeño pueblo de los de
antes, un joven llamado Marcelino. Marcelino era un
muchacho que se desvivía por ayudar a los demás.
Siempre estaba dispuesto a ayudar a las personas que lo necesitaban a cruzar la calle o a llevarles
las compra a casa. Consolaba a los niños cuando lloraban, y también a los mayores. Le llevaba
comida y ropa a los pobres y colaboraba como voluntario siempre que hacía falta, para lo que fuera.
Nadie entendía muy bien por qué el joven Marcelino hacía todo esto a cambio de nada. Por eso al
principio la gente le miraba mal, como si hubiera algún motivo oculto tras tanta amabilidad. Y eso
que en el pueblo lo conocían de toda la vida. Pero no había más motivo que las ganas de Marcelino
por ayudar a los demás. Poco a poco, la gente empezó a ver con ojos amables al bueno de
Marcelino, que se fue ganando la simpatía de la gente.
Un día llegaron al pueblo unos nuevos vecinos que, al ver la buena voluntad de Marcelino,
decidieron aprovecharse de él. Así que, cuando le pidieron ayuda a Marcelino, este se mostró presto
a ayudarles, sin darse cuenta de que estaban abusando de él.
Al no ver a Marcelino durante unos días, los vecinos del pueblo se preocuparon. Entre todos
empezaron a buscar al muchacho. Tras varios días lo encontraron sentado en el suelo, apoyado en la
pared de un almacén en las afueras, soportando las voces de uno de los nuevos vecinos:
-¿Qué haces ahí? ¡Vamos! ¡Queda mucho por hacer! ¡Por tu culpa no vamos ser capaces de acabar
el trabajo a tiempo!
Cuando la gente del pueblo vio aquello enseguida intervino:
-¿Qué le estáis haciendo al pobre Marcelino?
-¿No veis que está agotado?
-¡Sois unos abusones y unos egoístas! ¡Dejadlo en paz!
Incluso la policía llegó hasta el lugar, alarmada por la desaparición del chico. En cuanto vieron el
panorama, los agentes detuvieron a los abusones.
El bueno de Marcelino Entre todos los vecinos llevó a Marcelino a su casa y se turnaron para
cuidarlo. El pobre estaba tan agotado que apenas podía moverse.
Cuando Marcelino se recuperó volvió a ayudar a sus
vecinos, como había hecho siempre. Para
agradecérselo, y para cuidar de que nadie volviera a
abusar de él, los vecinos se repartieron la tarea de
prepararle comida y llevársela a su casa para comer
con él.
¡Qué contento estaba el bueno de Marcelino, con lo
que a él le gusta comer cosas ricas, y más si es en
compañía de personas que le quieren!

El dedo gordo peludo


Un día, un niño estaba cavando en el jardín de su
abuela cuando encontró una raíz que se asemejaba al
dedo gordo peludo de un pie. El niño intentó varias
veces arrancarla, pero esta estaba atascada en la
tierra y no se movía. Así que, tiró con todas sus
fuerzas hasta que desprendió la raíz por completo, fue en ese momento que escuchó un gemido
espectral y salió corriendo.
El niño llevó la raíz a casa y se la mostró a su abuela.
—Esta raíz se ve deliciosa —dijo la abuela, sin darle importancia a tan extraña apariencia.
Entonces, la cortó en dos pedazos y la echó en la sopa.
A la hora de cenar, la abuela sirvió la sopa y puso un pedazo de raíz en cada plato. Luego, lavaron
los platos, conversaron un buen rato y cuando oscureció, se fueron a la cama.
El niño se quedó dormido. Pero en medio de la noche, fue despertado por una voz muy extraña
desde su ventana:
—¿Dónde está mi dedo gordo peludo? —decía la voz entre gemidos.
El niño se asustó mucho, pero pensó que era producto de su imaginación.
Sin embargo, oyó la voz una vez más, esta vez más nítida y cerca.
—¿Dónde está mi dedo gordo peludo? —decía la voz entre gemidos.
El niño cerró los ojos y pensó: “Esto es un mal sueño, mañana despertaré y todo habrá pasado”.
Pero pronto escuchó el sonido de la puerta de la casa abrirse y la voz nuevamente decir entre
gemidos:
—¿Dónde está mi dedo gordo peludo?
Luego, el niño oyó pasos en la cocina, la sala, el comedor y hasta en el baño. Los pasos se
acercaban más y más hasta llegar al pasillo. ¡Ahora estaban al frente de su puerta!
—¿Dónde está mi dedo gordo peludo? —decía la voz entre gemidos.
El niño miró con horror cuando la puerta de su habitación se abrió. Temblando de miedo, cubrió su
cabeza con las mantas y escuchó mientras los pasos se movían lentamente a través de la oscuridad
hacia su cama.
Luego se detuvieron.
—¿Dónde está mi dedo gordo peludo? —la voz gimió estruendosamente—. ¿LO TIENES TÚ?
Hasta el día de hoy, nadie en el pueblo volvió a saber del niño y su abuela
El patito feo
En la granja había un gran alboroto: los polluelos de
Mamá Pata estaban rompiendo el cascarón.
Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá Pata estaba
tan emocionada con sus adorables patitos que no
notó que uno de sus huevos, el más grande de todos,
permanecía intacto.
A las pocas horas, el último huevo comenzó a
romperse. Mamá Pata, todos los polluelos y los
animales de la granja, se encontraban a la
expectativa de conocer al pequeño que tardaba en
nacer. De repente, del cascarón salió un patito muy
alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron
sorprendidos, este patito no era pequeño ni amarillo
y tampoco estaba cubierto de suaves plumas. Este
patito era grande, gris y en vez del esperado graznido, cada vez que hablaba sonaba como una
corneta vieja.
Aunque nadie dijo nada, todos pensaron lo mismo: “Este patito es demasiado feo”.
Pasaron los días y todos los animales de la granja se burlaban de él. El patito feo se sintió muy triste
y una noche escapó de la granja para buscar un nuevo hogar.
El patito feo recorrió la profundidad del bosque y cuando estaba a punto de darse por vencido,
encontró el hogar de una humilde anciana que vivía con una gata y una gallina. El patito se quedó
con ellos durante un tiempo, pero como no estaba contento, pronto se fue.
Al llegar el invierno, el pobre patito feo casi se congela. Afortunadamente, un campesino lo llevó a
su casa a vivir con su esposa e hijos. Pero el patito estaba aterrado de los niños, quienes gritaban y
brincaban todo el tiempo y nuevamente escapó, pasando el invierno en un estanque pantanoso.
Finalmente, llegó la primavera. El patito feo vio a una familia de cisnes nadando en el estanque y
quiso acercárseles. Pero recordó cómo todos se burlaban de él y agachó la cabeza avergonzado.
Cuando miró su reflejo en el agua se quedó asombrado. Él no era un patito feo, sino un apuesto y
joven cisne. Ahora sabía por qué se veía tan diferente a sus hermanos y hermanas. ¡Ellos eran
patitos, pero él era un cisne! Feliz, nadó hacia su familia.

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