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Agustín Gabriel de Montiano y Luyando

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Biografía

Montiano y Luyando, Agustín Gabriel de. El Humilde. Valladolid, 28.II.1697 – Madrid, 1.XI.1764.
Académico, poeta y dramaturgo.
Nació en el seno de una familia de origen noble, arraigada en los antiguos solares de la casa paterna de
Montiano y de la materna del valle de Orozco del señorío de Vizcaya y en el de Mena. Su padre,
Francisco Antonio, contaba apenas veinte años cuando comenzó a desempeñar cargos tan importantes
como el de secretario del almirante de Castilla. Durante su infancia, estudió Gramática, Retórica y
Poesía Latina en el insigne Colegio de San Ambrosio de su ciudad natal. Muy tempranamente asistió a la
muerte de sus progenitores, en 1701 a la de su padre y en 1704 a la de su madre. Huérfano en plena
niñez, fue educado por sus abuelos, pero al fallecimiento de éstos, en 1708, se trasladó a vivir a
Zaragoza, donde su tío Agustín Francisco era ministro de la Real Audiencia.
En esta ciudad continuó su formación en el célebre Colegio del Padre Eterno. Iniciados los estudios de
Jurisprudencia, tuvo por maestro al erudito y sabio investigador de la antigua literatura y disciplina
eclesiástica Blas Antonio Nasarre, a cuya muerte escribió Montiano un Elogio histórico (1751). Con
motivo de la batalla de Zaragoza (1710), se vio obligado junto a su tío a salir de esta ciudad, rebelde a
los Borbones, y regresar a Valladolid, donde continuó el estudio de las Leyes. Esta estancia fue breve;
recobrada por el Rey la isla de Mallorca, creó en la capital balear una Audiencia, cuya regencia le fue
conferida a su tío. En el archipiélago se familiarizó con la historia, la política y las bellas letras. Fue en
este tiempo cuando mostró su inclinación por la literatura; en su casa fundó una tertulia donde se reunían
los jóvenes mallorquines que sentían pasión por el saber literario. A estas sesiones asistía el conde de
Mahoni, coronel del Regimiento de Dragones de Edimburgo, muchos oficiales de la guarnición y otros
caballeros ilustres de la isla. Durante su residencia en Palma de Mallorca, se dedicó al cultivo de la
poesía; es de esta época el poema bíblico El robo de Dina, publicado en Madrid en 1727 y dedicado a su
amigo el conde de Mahoni. Su melodrama La lira de Orfeo fue cantado durante el carnaval de 1719 con
gran aplauso y vuelto a representar en el año 1742 en el Teatro Real de esta capital. Este melodrama
puede ser considerado una zarzuela mitológica, en la línea emprendida por Calderón de la Barca hacia
mediados del siglo xvii.
El año 1727 se trasladó a Madrid buscando nuevos horizontes. Allí continuó dedicándose al cultivo y
estudio de la literatura. A la Corte le siguió su tío por haberle concedido el Soberano una de las fiscalías
del Consejo de Hacienda, muriendo poco después.
Montiano sufrió un duro golpe, ya que este fallecimiento supuso el fin de su refugio afectivo y
económico, pues estaba establecido en Madrid sin empleo y con la obligación de mantener a su tía y
familia, para lo cual no le sufragaba la renta de los vínculos que poseía en Valladolid. En esta precaria
situación, resolvió dirigirse a Sevilla, a donde se había trasladado la Corte. En la capital andaluza, el
ministro Joseph Patiño le propuso al Rey como secretario de la Junta de comisarios españoles e ingleses.
Cuando la Corte regresó a Madrid, Montiano continuó desempeñando su cargo hasta que la Junta
concluyó su trabajo en 1735. El Monarca premió su trabajo y lealtad proporcionándole plaza en la
Primera Secretaría Universal del Estado. Un año antes, en 1734, había contraído matrimonio con María
Josefa Manrique, camarista de la Reina, hija del mariscal de campo, Diego Antonio Manrique.
A partir de 1735 se ve a Montiano y Luyando en Madrid, estable por empleo y por matrimonio. Este
mismo año concurrió ya a la tertulia que varios eruditos formaban en casa de Juan de Hermosilla,
abogado de los Reales Consejos y llegó a ser ministro togado del Real Consejo de Hacienda. Montiano
fue presentado en ella por su amigo Manuel de Roda, donde leyó, como era costumbre en el acto de
ingreso, una oración gratulatoria titulada Discurso para declarar en qué consiste la verdadera honra y
qué lo que vulgarmente se llama punto de honor. Todos los asistentes concibieron la idea de formar una
Academia —ya se había fundado años antes la Española— bajo la protección de Su Majestad, y fue
precisamente Montiano quien imprimió, desde los primeros momentos, gran impulso a la novel
Academia. Redactó sus primeros estatutos e inició el plan de un Diccionario Histórico Crítico. Fue a
fines de 1735 cuando, dejando el nombre de Academia Universal, la naciente institución se denominó
Academia Española de la Historia y celebró sus juntas en la Real Biblioteca. Sin embargo, la Academia
de la Historia no tenía protección real; para conseguirla se encargó a Montiano solicitar ese privilegio al
Monarca, que fue concedido en abril de 1738, siendo Montiano elegido director ese mismo mes. Por
encargo de la Academia escribió El Cotejo de la conducta de S. Majestad con la del Rey Británico,
publicado en 1739. Es un opúsculo en el que se unen sus primitivos saberes de jurisprudencia, la
experiencia en su primer empleo y los asuntos de la Secretaría de Estado, a lo que se añade, un buen
estilo y lenguaje, exactitud y prudencia naturales.
En el año 1740 fue ascendido a oficial mayor de la Secretaría de Estado. Entre tanto, no descuidó sus
tareas literarias, ni su celo a favor de la Academia, para lo que promovió y solicitó a Su Majestad una
renta anual. Por fin, en 1744 Felipe V expidió sus Reales Decretos a la Cámara, al Consejo Real y al de
Indias dotando a la Academia de la Historia de 4.000 ducados anuales y concediéndole el oficio de
cronista de la Corona. En agradecimiento por estas fructíferas gestiones, sus miembros solicitaron al
Rey, en julio de 1745, que Montiano fuera nombrado su director perpetuo, cargo que desempeñó hasta
su fallecimiento.
En 1746, coincidiendo con el cambio de Monarca, se le confirió la Secretaría de la Cámara de Gracia y
Justicia de la Corona de Castilla. Fue la etapa más productiva en el campo literario; en 1747 leyó en la
Academia Española —de la que era supernumerario desde 1737— una extensa Égloga; en 1749
un Discurso sobre el estudio y, en 1750, esta Academia le encargó la oración que se presentó a Su
Majestad con motivo del matrimonio de la infanta María Antonia con el duque de Saboya. En estos años
centrales del siglo también participó asiduamente en la Academia del Buen Gusto (1749-1751), que
celebraba sus sesiones en casa de la marquesa de Sarriá, firmando con el seudónimo de El Humilde, y
donde encabezó, junto a Ignacio de Luzán, la corriente renovadora; además de actuar como secretario,
recitó algunos de sus poemas, así diversos sonetos y la Égloga amorosa. Culminó este período con la
publicación en 1750 del Discurso sobre las tragedias españolas al que acompañó la tragedia
original Virginia, en cuya composición aplicó los preceptos clasicistas que su amigo Ignacio de Luzán
había actualizado en La Poética (1737). Los críticos consideran la aparición de este Discurso y de su
primera tragedia la causa de su ingreso en la Academia de las Arcades de Roma, donde tomó el nombre
de Leghinto Dulichio.
En 1751 los integrantes de la Academia de los Desconfiados de Barcelona solicitaron la protección real.
El Monarca remitió esta petición al informe y dictamen de la Real Academia de la Historia, cuya cabeza
era Agustín de Montiano, quien accedió a la súplica de los eruditos catalanes, y Su Majestad les
concedió la Real Cédula en enero de 1752. Los interesados, conociendo la decisiva intervención de
Montiano, le nombraron académico de la recién creada Real Academia de Buenas Letras de Barcelona.
En octubre de ese mismo año, accedió como académico de honor a la Real Academia de Nobles Artes de
San Fernando, donde posteriormente alcanzó la máxima distinción: consiliario en 1754. En esta
aristocrática Institución trabajó activamente en la redacción de los Estatutos de 1757 e intervino como
escritor con motivo de los premios anuales de las tres Nobles Artes. En 1754 leyó una Égloga; en 1756
una Oración panegírica y en 1763 una Oda a las Artes. Asimismo, en 1752 ayudó a la fundación de una
Academia de Buenas Letras en Sevilla, colaborando con algunas de sus obras, así Reflexiones sobre la
égloga y Notas para el uso de la sátira.
Agradecida esta Academia sevillana, le nombró el primero de sus académicos.
En 1753, animado por la buena acogida del Discurso sobre las tragedias españolas y de Virginia, dio a
la imprenta El Discurso II sobre las tragedias españolas, al que le acompañó la tragedia
original Athaulpho. En ellas continuó la tarea emprendida en 1750, pero la completó a la luz del último
libro de Luzán, Memorias literarias de París, publicado en 1751. En la década de 1750, como amigo
personal del padre Isla, siguió de cerca la gestación del Fray Gerundio (1758); cuando por fin se
publicó, Montiano firmó la primera Carta Apologética que antecedió a la polémica novela. La fama de
hombre insigne y literato traspasó las fronteras.
En Rusia se le concedió el título de académico de la Academia Imperial de las Ciencias de San
Petersburgo en 1759; y en 1760 se le nombró miembro de la Academia de los Renacidos, en la ciudad
brasileña de Bahía de Todos los Santos.
Agustín de Montiano tenía pensamiento de editar sus obras en un volumen conjunto titulado Memorias
de la Real Academia de la Historia, como lo atestigua el permiso que solicitó al Rey en 1760; sin
embargo, nunca llegaron a cumplirse sus deseos, dejando sus escritos diseminados por las diferentes
Academias de España, algunos de los cuales han desaparecido. Durante los últimos meses de su vida se
vio imposibilitado de todo movimiento corporal, muriendo el 1 de noviembre de 1764. Sus restos fueron
inhumados en el Campo Santo del Hospital de la Buena Dicha de Madrid.

Obras de ~: Basta copia de las festivas demostraciones, con que la Fidelísima Ciudad de Palma, y sus
nobles patricios han celebrado la feliz proclamación de nuestro amado rey Don Luis I, que Dios guarde,
Palma de Mallorca, Pedro Antonio Capó, 1724; El robo de Dina, Madrid, Alonso Balvás, 1727; Cotejo
de la conducta de S. M. con la de el Rey Británico, assí en lo acontecido antes de la Convención de 14
de enero de este año de 1739 como en lo obrado después, hasta la publicación de Represalias, y
declaración de Guerra, Madrid, Antonio Marín, 1739; La lira de Orfeo, Palma de Mallorca, Miguel
Cerdá y Antich, 1742; Égloga que leyó en la Real Academia Española el día 5 de octubre de
1747 (publicada por R. Fernández Cabezón, “Una égloga inédita de Agustín de Montiano y Luyando”,
en Anales de Literatura Española de la Universidad de Alicante, 6 [1988], págs. 217-257); Discurso
sobre las tragedias españolas y Virginia, Madrid, en la Imprenta del Mercurio por Joseph de Orga,
1750; Elogio histórico del Doctor D. Blas Antonio Nasarre y Ferriz, Madrid, en la Imprenta del
Mercurio por Joseph de Orga, 1751; Discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas
Letras, 1752 (inéd.); Discurso II sobre las tragedias españolas y Athaulpho, Madrid, en la Imprenta del
Mercurio por Joseph de Orga, 1753; Égloga del señor Don Agustín de Montiano y Luyando,
en Distribución de los premios concedidos por el Rey N. S. a los discípulos de las tres Nobles Artes,
hecha por la Real Academia de San Fernando, Madrid, En la Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1755,
págs. 55-66; Plan formado por el Sr. Director sobre el modo con que se ha de establecer en la Academia
el empleo de Cronista de Indias, 1755 (inéd.); Oración pronunciada en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando, en Distribución de los premios [...], Madrid, En la Oficina de D. Gabriel
Ramírez, 1756, págs. 16-29; Aviso para la traducción, 1757 (inéd.); Carta Apologética al Fray
Gerundio, Madrid, En la Imprenta de D. Gabriel Ramírez, 1758; Historia de la Academia, 1760
(inéd.); Oda a las Artes, en Distribución de los premios [...], Madrid, en la Imprenta de Don Gabriel
Ramírez, 1763, págs. 71-84; Advertencias generales sobre la poesía (inéd.); Reparos que se pusieron al
Proyecto de Tratado de Fontainebleau entre el Rey N. Señor y S. M. Christianísima (inéd.); Origen,
curso y estado de las negociaciones pendientes antes de ajustarse el Tratado de Paz de Aquisgrán de
1748 (inéd.); Notas para el uso de la sátira (1758) (en Memorias de la Real Academia Sevillana de
Buenas Letras, 1843, II, págs. 233-247); Égloga amorosa (1750) y Octavas en honor de San Estanislao
de Kostka (1727), en L. A. Cueto, Poetas líricos del siglo xviii, III, Madrid, Rivadeneyra, 1869, págs.
490-493; en M. de Laurencín, Don Agustín de Montiano y Luyando. Primer director de la Real
Academia de la Historia. Noticias y Documentos, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos, 1926, se publican las siguientes obras: Tareas del discurso logradas del ocio en
las oficinas de la voluntad y entendimiento (1717); Discurso para declarar en qué consiste la verdadera
honra, y en qué lo que vulgarmente se llama punto de honor (1735); Dictamen de la Academia de la
Historia sobre la Espada que se halló en el mes de Noviembre del año próximo pasado dentro del
macizo de una de las paredes del torreón que se demolía en el convento de San Juan y San Pablo, de
Religiosos Dominicos, de la villa de Peñafiel (1753); dos poemas dedicados a Marfisa; catorce sonetos;
carta a Miguel Cebrián; liras en honor a Nasarre; seis oraciones para comenzar las reuniones de la
Academia; soliloquio; endechas reales; dos glosas; tres cantadas; Fábula de Eurídice y Orfeo, s. f.

Bibl.: C. M. Trigueros, Vida de D. Agustín de Montiano y Luyando, 1770 (ms. en Real Academia de la
Historia, sign. 9/8704; “Elogio histórico de Don Agustín de Montiano y Luyando y juicio crítico de sus
obras”, en Memorias de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (Sevilla), vol. II (1843), págs.
67-91; L. A. de Cueto, Poetas líricos del siglo XVIII, vol. I, Madrid, Rivadeneyra, 1869, págs.
LXXXII-LXXXIV; L. Diéguez y Ramírez de Arellano, “Elogio de D. Agustín de Montiano y Luyando”,
en Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXIV (1899), págs. 351-361; N. Alonso Cortés, “D.
Agustín de Montiano”, en Viejo y Nuevo, Valladolid, Editorial y Librería de la viuda de Montero Ferrari,
1915, págs. 170-180; M. de Laurencín, Don Agustín de Montiano y Luyando. Primer director de la Real
Academia de la Historia. Noticias y Documentos, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos, 1926; N. Alonso Cortés, “D. Agustín de Montiano”, en Miscelánea vallisoletana,
vol. I, Valladolid, Miñón, 1955, págs. 13-18; J. A. Cook, Neoclassic drama in Spain. Theory and
Practice, Dallas, Southern, Methodist University Press, 1956; G. Boussagol, “Montiano et
son Athaulfo”, en Bulletin Hispanique, XXIV (1962), págs. 336- 346; F. Martínez de la Rosa, “Apéndice
sobre la tragedia española”, en Obras de, vol. III, Madrid, Atlas, 1962, págs. 91- 173; F. Aguilar
Piñal, La Real Academia Sevillana de Buenas Letras en el siglo XVIII, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), 1966; I. L. McClelland, Spanish Drama of Pathos (1750-1808),
Liverpool, University Press, 1970; M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España,
Madrid, CSIC, 1974; R. Andioc, Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII, Valencia, Fundación
Juan March, Castalia, 1976; J. M. Caso González, “De la Academia del Buen Gusto a Nicolás Fernández
de Moratín”, en Revista de Literatura (RL), XLII (1980), págs. 5-18; C. González García-
Valladolid, Valladolid, Recuerdos y Grandezas (ed. facs.), vol. II, Valladolid, Grupo Pinciano, 1981,
págs. 431-434; J. M. Caso González, “ La Academia del Buen Gusto y la poesía de la época”, en La
época de Fernando VI, Oviedo, Cátedra Feijoo, 1981, págs. 383-418; P. Merimée, L’art dramatique en
Espagne dans la première moitié du XVIII e siècle, Toulouse, Université, 1983; R. Fernández Cabezón,
“Don Agustín de Montiano, seguidor de Calderón de la Barca: La lira de Orfeo”, en Castilla, 6-7
(1983-1984), págs. 29-39; I. Vallejo González, “Ambiente cultural y literario en Valladolid durante el
siglo XVIII”, en Valladolid en el siglo XVIII, Valladolid, Ateneo, 1984, págs. 392-397; R. Fernández
Cabezón, “Ataúlfo visto por dos trágicos: Don Agustín de Montiano y el duque de Rivas”, en Castilla, 8
(1984), págs. 95-100; M.ª D. Tortosa Linde, La Academia del Buen Gusto de Madrid (1749- 1751),
Granada, Universidad, 1988; P. Deacon, “Vicente García de la Huerta y el círculo de Montiano: La
amistad entre Huerta y Margarita Hickey”, en Revista de Estudios Extremeños, XLIV (1988), págs.
395-421; R. Fernández Cabezón, “Una égloga inédita de Agustín de Montiano y Luyando”, en Aleua, 6
(1988), págs. 217-257; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de Autores Españoles del siglo XVIII, vol. V,
Madrid, CSIC, 1989, págs. 784-788; R. Fernández Cabezón, La obra literaria del vallisoletano Agustín
de Montiano y Luyando (1697- 1764), Valladolid, Diputación Provincial, 1989; D. L. Shaw,
“Montiano’s Athaulpho”, en Bulletin of Hispanic Studies, LXVIII (1991), págs. 153-162; I. Vallejo,
“Agustín de Montiano y Luyando”, en La poesía del siglo XVIII, Madrid, Júcar, 1992, págs. 94-97; J. J.
Berbel Rodríguez, “La tragedia Ataúlfo de Montiano y el concordato de 1753”, en RL, LXIII (2001),
págs. 115-128; J. Pérez Magallón, El teatro neoclásico, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2001; J. J.
Berbel Rodríguez, Orígenes de la tragedia neoclásica española: la Academia del Buen Gusto, Sevilla,
Universidad, 2003.

Rosalía Fernández Cabezón

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