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Los artículos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes (con un comentario
explicativo en rojo). Podrán leerse completos; pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la
negrilla o las letras rojas destacadas.
ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, que contiene los artículos
que hemos editado en “DEL CIPANGO AL SPANGO".
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SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba altar de
la iglesia de San Eutropio, en El Espinar, Segovia (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestra
imagen). Observemos sobre el retablo, un enorme sarga extendida, en grisalla -representando La
Pasión-; obra del gran Sánchez Coello. En el artículo de hoy tratamos sobre el significado de los altares;
mesa ritual que simboliza La Última Cena y el sacrificio de Cristo. La mayoría de las religiones ofrecen sus
cultos en plataformas o lugares de culto equivalentes a un ara sagrada; entre ellas -a mi juicio- destaca La
Casa del Té, japonesa; sobre la que hablamos a continuación. Al lado, altar de la iglesia de San Miguel
de Medina del Campo, Valladolid (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestra imagen). Este
retablo es obra del escultor medinense Leonardo de Carrión (realizada hacia 1670). Abajo, altar y retablo
de la iglesia de San Pedro, de Mucientes; Valladolid (a la que agradecemos, nos permita divulgar
nuestra imagen). Es obra de obra de Pedro Correas con tallas de Francisco de Sierra.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, Chiho junto
a un lienzo que representa a San Ignacio de Loyola, en una capilla de los Jesuitas, en Alcalá de
Henares, Madrid (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestra imagen). Abajo, altar y ábside
mudéjar de la maravillosa iglesia de San Lorenzo de Toro (a la que agradecemos, nos permita divulgar
nuestra imagen). A nuestra izquierda podemos ver la tumba de Pedro de Castilla, nieto de Pedro I, casado
con Beatriz de Fonseca.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, altar y
retablo de la capilla de San Antonio, sita en el Pazo de Oca, La Estrada; Pontevedra (al que
agradecemos, nos permita divulgar nuestra imagen). Abajo, altar mayor y retablo de la Colegiata de San
Miguel, en Ampudia, Palencia (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestra imagen).
La Consagración y la Ceremonia del té:
En mi trabajo sobre el Mundo Nambán (1); expusimos la gran síncresis religiosa y cultural que se
produjo con la llegada de los primeros europeos a la isla del Cipango. Momento en el que se inició
un profundo intercambio de ideas, filosofías y mercancías entre Oriente y Occidente; promoviendo
una edad de oro en Japón, Portugal y España. Momento de enorme progreso económico y de gran
contacto entre Europa con el Asia más lejana; lo que supuso un avance inigualable para la cultura, el
conocimiento y el mercado. De este modo, durante unos cien años -de mediados del siglo XVI a la
mitad del XVII- se logrará la primera globalización; dominada por la Península Ibérica. Cuando desde
los puertos lusos e hispanos se enviaban continuos galeones, cargados de mercancías,
transportando asimismo militares, sacerdotes y pasajeros occidentales hasta el Lejano
Oriente. Barcos procedentes de Lisboa, que navegaban hasta China, o el Sur del Japón; vía Cabo de la
Esperanza y La India. Al tiempo que de Sevilla partían naos, que llegaban hasta México; uniendo su ruta por
tierra a los mares de Acapulco; desde donde zarpaban hacia Osaka, pasando por Filipinas. Enormes
naves, de gran cabotaje y denominadas Galeones de Manila, con capacidad para miles de pasajeros
y millones de toneladas; que trasladaban a los productos occidentales y a interesados en viajar
hasta Oriente. Devolviendo mercancías orientales, ideas y hasta visitantes japoneses a América y
Europa.
Así fue como con la llegada de los primeros peninsulares al País del Sol Naciente, se convirtió al
cristianismo una parte de la nobleza nippona, dominante en la zona meridional japonesa.
Produciéndose desde ese momento una verdadera fusión de filosofías y de estilos artísticos;
llegando a confundirse conceptualmente usos y ceremonias occidentales, con las orientales. Entre
estos ritos, se encontraba la Misa; que se identificó con la famosa Ceremonia del Te; rito de origen
chino y milenario, que en el siglo XV constituía un arte relacionado con la religión y la filosofía más
profunda del Mikado. Pero que con los misioneros jesuitas y franciscanos venidos al Cipango desde
1545, sufrió una transformación; considerándose el ritual de aquella infusión una reunión o
participación semejante a la simbolizada por La Eucaristía. Para comprender lo que expongo y el valor
que otorgaban al té los primeros sacerdotes cristianos arribados a esas tierras; hemos de considerar
que durante años predicaron en el Japón, sin templos ni elementos litúrgicos católicos. Por cuanto
-en mi opinión- celebrarían sus primeras consagraciones con te y pastas; debido a la inexistencia de
pan y vino. Pues siendo francamente difícil transportar hasta Japón vino -y menos, cultivar vides o
trigo-, hemos de considerar que utilizarían para las misas nipponas, el té y sus pastas. Asimismo, esos
sacerdotes pioneros, pudieron oficiar con sake y obleas de arroz (osenmbe); pero al ser el vino de arroz un
elemento sagrado principal del sintoismo, quizás fue desechado para no confundir La Eucaristía con los
cultos de fertilidad y purificación nippones. Por ello, en mi opinión el uso del té y sus pastas debió de
ser lo que más facilitó la síncresis y la comprensión de la celebración de misas; cuyos movimientos
se identificaban tanto con el ritual de esta infusión (2) .
Sabemos por la Historia, que cuando San Francisco Javier visitó Japón (diez años después de la
llegada de los primeros misioneros) llevaba vino y obleas en su equipaje -al igual que el resto de los
jesuitas que gradualmente viajaban hasta esas lejanas tierras. Pero la identificación entre los ritos del té
y los de la Eucaristía, no solo se cernían al la infusión; sino principalmente a los movimientos que el
oficiante realizaba. Lo anteriormente expuesto, explicaría la enorme importancia que daban a la
Ceremonia del Té, los jesuitas que habitaban en el Japón, durante el siglo XVI. Tanta, que sus
grandes próceres recomendaban a todo sacerdote, ser maestro en este arte de servir la bebida
nippona -por lo que levantaban Casas de Té en el interior de los seminarios católicos-. Unos hechos que
explicábamos con las siguientes palabras en nuestro trabajo sobre la etapa Nambán: “Por cuanto
narramos, Valignano recalcó en la necesidad de que los misioneros apreciaran este arte. Ordenando
que cada residencia jesuita importante tuviera un salón de té -al modo de Sen Rikyu-, donde la
ceremonia pudiera realizarse con el debido decoro para honrar a los visitantes distinguidos. Algunos
de los misioneros más experimentados eran expertos en este tema y Joáo Rodrigues escribió -en su
História da Igreja do Japáo- el modo en que muchos de los cristianos conversos; fueron destacados
por su habilidad y percepción de este rito "teístico". Destacando entre ellos el famoso noble
Takayama Ukon; que creó escuela en su discernimiento de los valores estéticos relacionados con el
arte de la ceremonia de esta bebida. Asimismo, tres de los siete famosos discípulos del gran Sen no
Rikyu, eran cristianos y participaron con el gran filósofo en difundir la referida ceremonia" -ver
cita (1) -.
Así pues; para finalizar esta introducción a la sucesión de imágenes que se exhiben, diremos que el
altar de la Consagración cristiana; fue adoptado, concebido y recreado en Japón -en cierto modo-
como una Casa del Té. Un habitáculo para oficiar ese rito, institucionalizado principalmente por el
gran maestro de la ceremonia; llamado Sen No Rykiu. Cuya vida y muerte giró entorno a esta infusión y
al pequeño “altar” o “casa” del té que él creó para su señor (llamado Hideyoshi). Aunque el daimyo del gran
maestro, decidió finalmente que su súbdito debía ser ejecutado; debido a intrigas y dado que Rykiu
participaba activamente en política -teniendo gran poder sobre en el orden social de su época-. Ante
diferencias de opinión, o bien debido a falsas acusaciones de traición; el artista no pudo defenderse y
su señor le condenó a morir. Así fue como el creador de la Casa del Té, que había institucionalizado
los modos y ritos de aquella infusión, reunió a sus discípulos para celebrar una “ultima ceremonia”
junto a ellos. Después de que todos tomasen unidos la infusión, se ofreció en sacrificio por su
propia mano (ejecutando “sepuku”, abriéndose las entrañas). Unos hechos que suceden en el Japón
de 1591, cuando todavía los misioneros cristianos bautizaban en masa a los habitantes de las islas del Sur;
pese a haber sufrido algunos episodios de persecución y martirio. Esta muerte del gran maestro de la
Ceremonia del Té, en mi opinión, podemos relacionarla con escenas de la Última Cena cristiana;
siendo quizás este episodio de Rikyu uno de los grandes misterios que quedó latente en el ritual
heredado sobre aquella infusión. Cuyo enigma continúa como uno de los de más arraigo cultural y
mayor secreto iniciático, en el País del Sol Naciente.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: tres imágenes de
la iglesia de Santa María de Arties, Lérida (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestra
imagen). Arriba pinturas góticas sobre el techo de su entrada al altar mayor. Representan, en el
centro, el Reino de Díos, y en este lado izquierdo, El Infierno. Al lado, altar central y retablo con
tablas del sigo XV, atribuidas al “maestro de Artíes” (algunas muy retocadas y otras
robadas). Abajo, vista total del techo de esta iglesia, con las mencionadas pinturas que describen El
Juicio Final, El reino de Dios y Los Infiernos.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al
lado, Chiho en una de las capillas de la catedral de Ávila (a la que agradecemos, nos permita divulgar
nuestra imagen). Se trata de la capilla de San Bernabé, famosa porque fue donde se reunieron en 1465
varios caballeros para derrocar al rey y nombrar monarca al hermano de Isabel la Católica (el infante
Alfonso; en lo que se llamó la Farsa de Ávila). Finalmente, el lugar se recubrió en el siglo XVII con un
retablo de alabastro, quizá pretendiendo olvidar que fue la sala de aquella terrible Farsa. Abajo, de imagen
mía, tomando fotos en la catedral de Ávila (a la que agradecemos, nos permita divulgar nuestras
imágenes). Me encuentro frente al retablo de San Antolín, obra de Isidro Villou.
La Iberia de Angel y Chiho es un homenaje a la cultura y civilización hispana. Su título refiere el primer
gran libro escrito sobre nuestra Península (sita al extremo occidente mediterráneo): LA IBERIA de
Estrabón. En esta serie de artículos tratamos sobre nuestras tierras, rememorando sus ancestros y
recordándolos desde un tiempo anterior a los helenos. Quienes conservaron su recuerdo histórico
llamando Iberia a toda la Península, y concibiéndola ya como un territorio unido culturalmente (a
menos, desde el siglo VI a.C.; tal como hizo Heródoto). Al final del presente capítulo, explicamos la idea
de esa “Iberia de Angel y Chiho”; que surgió tras los centenares de miles de kilómetros que hubimos
de recorrer, ejerciendo nuestra profesión o estudiando España. Viajes culturales o de trabajo, en los que
tomamos más de un millón de fotografías. Visitando toda la Península y quedando enamorados de
estas tierras cuyo valor histórico ha sido inigualable (al menos hasta hace decenios). Con el fin de que
no se pierdan muchos de los rasgos estéticos e intelectuales propios de la Península -caracteres
que va borrando la nueva civilización y las modas recientes-. Recopilamos estas fotos, ideas o
datos, en memoria de todos aquellos que construyeron y mantuvieron algunos de los lugares más
bellos e interesantes del Mundo. Homenajeando así a esta Iberia, que mi mujer y yo tanto hemos
querido; y de la que tanto hemos disfrutado.
Hace más de tres décadas, me casé Chiho; y desde los primeros años, tuvimos que recorrer España
y Portugal. Viajábamos por motivos de trabajo e interesados en el estudio de nuestra cultura;
recorriendo cientos de miles de kilómetros y visitando todo lugar que alcanzábamos. Nuestro fin fue
promocionar productos, dar a conocer España en Japón, o bien estudiar cada esquina de la Península (para
comprender nuestra civilización). Pero cuando teníamos compendiado un gran archivo, con el que
podríamos publicar obras, se produjo un desastre: Una inundación sucedida en Madrid el 23 de junio
de 1995 afectó a nuestro despacho, destruyendo las fotos y la documentación que habíamos
acumulado hasta entonces. Aquella terrible riada se llevó también mis estudios y todo lo que había escrito
hasta esos días (incluso grabaciones y composiciones). Debido a ello, de aquellos primeros viajes
nuestros, apenas quedaron algunas fotos. Finalmente, pocos años después de la inundación que
asoló nuestro archivo, apareció el sistema digital. Y con esta nueva tecnología volvimos a fotografiar
nuestras rutas por Iberia, rehaciendo así esta labor de estudio y compilación, que hoy vamos
divulgando.
…............................................................
CITAS:
(1)- MEMORIA DEL ARTE NAMBÁN: Villagarcía de Campos, Valladolid, Tordesillas, Toro y Piña de Campos
Parte Primera
http://artesimbologiayhumanismo.blogspot.com/2022/06/memoria-del-arte-namban-villagarcia-de_55.html
Para leer la segunda parte, pulsar: https://artesimbologiayhumanismo.blogspot.com/2022/06/loscapitulos-se-desarrollan-en-un-
texto.html
Para llegar a la tercera parte, pulsar: https://artesimbologiayhumanismo.blogspot.com/2022/06/memoria-del-arte-namban-villagarcia-
de_2.html
Para las citas a pie de página, pulsar: https://artesimbologiayhumanismo.blogspot.com/2022/06/memoria-del-arte-namban-villagarcia-
de.html
(2)- Nos dice Fernando García Gutiérez en JAPÓN, ARTE Y CULTURA III: La Ceremonia del Te.
SIC: "En términos generales, la ceremonia se realiza de este modo: el dueño de la casa anuncia, por medio de un gong metálico, el
comienzo de la ceremonia. Los invitados se levantan y, una vez purificados, pasan al cuarto del té a través de una pequeña puerta,
casi arrastrándose, para conseguir así el efecto de humillación que limpia el espíritu. El dueño de la casa, que es quien realiza la
ceremonia, coloca una bandejita con pequeños dulces delante de los invitados, limpia con agua los utensilios, pone tres cucharadas de
té en la taza (chawan), toma agua caliente y comienza a preparar el té. Cada gesto, cada movimiento, está determinado y estudiado.
Cuando ya está hecho el té, el dueño lo pone delante del primer invitado, que lo recibe con grandes reverencias, lo eleva en sus
manos, admira la taza, y bebe un sorbo. Después de limpiar el borde con un pañuelo, pasa la taza al siguiente invitado, que repite los
mismos gestos, y así hasta el último, que devuelve la taza al primero de los invitados y éste la entrega al dueño. Después de que éste
ha recogido todo, hace una reverencia en silencio (todo se desarrolla en silencio) para indicar que ha terminado la ceremonia. Los
invitados abandonan la Casa de Té mientras su dueño los ve alejarse.
Algunos de los primeros misioneros católicos, que llegaron a Japón en el siglo XVI, encontraron bastante parecido entre los
gestos de esta ceremonia y los de sus misas”.