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Diana de Gales

Diana Frances Spencer, llamada Lady Di; Princesa de Gales. Hija del vizconde
Althorp (posteriormente conde Spencer) y su primera esposa, Frances, cursó
estudios en Norfolk y Suiza, tras lo cual trabajó un tiempo en una guardería de
Pimlico.

En julio de 1981 contrajo matrimonio con el príncipe Carlos de Inglaterra,


primogénito de la reina Isabel II y heredero del trono británico, en una ceremonia
retransmitida en directo por televisión y seguida por millones de telespectadores.
Tras dar a luz a dos hijos, colaboró con varias organizaciones benéficas,
especialmente las dedicadas a la lucha contra el sida y contra las minas antipersona
en Angola.
Su elegancia y su carisma motivaron que fuera objetivo permanente de los
fotógrafos de las revistas del corazón, acoso del que Diana de Gales se quejó en
reiteradas ocasiones. Profundas desavenencias
conyugales, así como mutuas acusaciones de adulterio,
llevaron a la separación del matrimonio en 1992 y a su
divorcio en 1996. Tras éste, Diana perdió el título de
princesa, pero no el aprecio de millones de personas.

En agosto de 1997 falleció en París junto a su


compañero sentimental Dodi al-Fayed en un accidente
automovilístico que conmovió al mundo. La tragedia
exaltó el fenómeno social de la «dianamanía», y la casa
real británica, reticente, pero cediendo a la demanda, le
dedicó soberbio funeral en Westminster a tono con su
categoría principesca, previo al entierro en su lugar
natal.

La vida de Diana Spencer, tanto durante su matrimonio como después de su


separación, fue tema recurrente de la prensa rosa y de los tabloides
sensacionalistas y objeto continuo de atención no solamente entre los súbditos
británicos; la llamada «dianamanía», en efecto, se extendió más allá de las fronteras
del Reino Unido. Todas sus apariciones en público recibieron un tratamiento
especial por parte de los medios de comunicación internacionales, e incluso su
peinado y su modo de vestir fueron imitados hasta la saciedad. Según la
revista Majesty, Lady Di generó cerca de quince millones de libras en publicidad a
los fabricantes de los artículos que utilizaba. Su popularidad acabó siendo
inversamente proporcional a la de su marido; fue siempre considerada una madre
ejemplar, y tras su muerte hubo incluso propuestas de canonización que, finalmente,
fueron desestimadas.

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