Está en la página 1de 5

La escuela, la brecha digital y el tecno utopismo irrealizado

“La educación es la clave para el desarrollo personal y el futuro de las sociedades. Abre
oportunidades y reduce las desigualdades. Constituye los cimientos de las sociedades informadas
y tolerantes …”, el día 4 de agosto del año 2020, António Guterres -Secretario General de las
Naciones Unidas- presentaba el documento “Salvar Nuestro Futuro”, como parte de las
estrategias y recomendaciones para reabrir las escuelas a meses de haberse declarado la
pandemia, apelando a la representación de la educación como el “Gran Igualador”.
En este discurso se dan cuatro recomendaciones esenciales a todos los gobiernos: La primera es
reabrir las escuelas una vez controlada la transmisión del virus, la segunda es priorizar (aumentar)
las partidas presupuestales; la tercera enfocarse en los estudiantes que corren mayor riesgo de
quedar excluidos del sistema, donde específicamente se busca con urgencia cerrar la brecha
digital. Y la última sugerencia es avanzar en una visión progresista para lograr una educación de
calidad, que es posible con inversiones en alfabetización e infraestructura digital; reforzando los
vínculos entre sectores formales e informales de educación, donde adquiere mucho protagonismo
el aprendizaje en línea. En estas recomendaciones generales, claramente la visión de
modernización de la escuela está ligada a la incorporación de tecnologías informáticas para lograr
un mejor desempeño, más inclusión y reducir la desigualdad.

De estas dificultades provocadas por la situación de aislamiento se hicieron eco los medios de
comunicación en todo el mundo, a través de historias y noticias que daban cuenta de los
obstáculos que millones de personas tuvieron que enfrentar para continuar estudiando fuera del
recinto escolar, ya que no contaban con el acceso a medios digitales para poder continuar con su
educación. Diversas noticias periodísticas replicaron esta carencia por parte de las familias:

“La mayoría de nuestros alumnos no tiene acceso a un dispositivo para conectarse. Los padres tienen que
usar datos del celular para participar y no siempre pueden cubrir esos gastos". (1)
"No siempre se trata de que el chico no quiere prender la cámara: a veces es porque está rota, o porque le
enlentece la conexión, o para optimizar el uso de la batería de su teléfono". (2)
"Mostrarse a través de la cámara desde el espacio familiar puede resultar intimidante. Sobre todo para
quienes no tienen un espacio propio para trabajar como un cuarto o un escritorio”. (3)

Estudiantes que no tenían dispositivos ni una conexión a internet, muchos otros que debían
compartirlos entre varios educandos o que sólo estaban disponibles cuando llegaban sus padres a
la casa luego de las jornadas laborales; medios tecnológicos que no eran aptos para conectarse a
una red, y otros tantos que contaban con dispositivos pero no con recursos para el pago de una
conexión a una red wifi, y así poder seguir las clases o simplemente la imposibilidad de hacer
consultas para resolver guías impresas. A esto se le suman los graves problemas habitacionales,
condiciones de hacinamiento y diferentes tipos de contexto de violencia doméstica, entre otros.
No se puede negar que estas situaciones sí existieron, pero cabe preguntarse ¿es realmente la
“brecha digital” el centro del problema o es un reduccionismo de una situación más
compleja?

El profesor Riccardo Petrella ya en el año 2000 advertía como una trampa “la subordinación de la
educación frente a la tecnología (…), se piensa que las innovaciones que van arrastrando
contribuyen al progreso del hombre y de la sociedad”. En este mundo tecnoglobalizado las
grandes corporaciones desarrolladoras de tecnología ven este campo un gran mercado para
satisfacer sus ambiciones comerciales, y esta situación de emergencia sanitaria fue un gran
escenario para impulsar sus intereses económicos.
Hablar de “brecha digital” es hacer referencia a otra dimensión más de la desigualdad social, pero
la repetición de ciertos discursos “dejan el campo libre para que se propague la falsa idea de que
la solución a los desafíos a los que se enfrenta la humanidad (educación, desnutrición,
enfermedades, desigualdad, violencia, etc.) pasa por eliminar la brecha digital, como si esta fuera
la causa y no consecuencia de las desigualdades económicas y sociales que existen entre los
habitantes del mundo” (Levis:188).

Desde hace más de 50 años se difunde una visión tecnoutopista respecto del impacto de las
tecnologías informáticas en la sociedad; pero desde los años 90 se escucha de manera insistente,
desde organismos internacionales y gobiernos locales, desde la prensa y medios masivos de
comunicación discursos que promueven el uso de las tecnologías informáticas en las instituciones
educativas. En la primera mitad del siglo XX J. Dewey en su obra Experiencia y Educación hacía
referencia de por qué preferimos ciertas cosas por sobre otras (ejemplifica con regímenes
políticos), pero bien podría también aplicarse a la propaganda que impulsa la incorporación de los
medios digitales en la escuela formal. Dewey decía: “Puedo entender la ‘razón’ de tales
preferencias, pero no necesariamente sus “causas”. Una causa es que no los hayan enseñado en
todos lados: en la escuela, la prensa, la calle, el púlpito, las leyes, etc. Podemos haber asimilado
tanto esta idea de nuestro ambiente que haya llegado a ser una parte habitual de nuestro equipo
mental y moral”. (1938:78)

Han pasado unos 30 años de la llegada “de las primeras salas de computación” en muchas
escuelas Latinoamericanas y las tecnoprácticas que se realizan hasta hoy no han variado
demasiado. de las instituciones, donde se sigue haciendo un uso conservador utilizándose como
una herramienta didáctica complementaria que generalmente prioriza los mismos contenidos
enciclopédicos tradicionales pero proyectados en videos o con algún otro recurso multimedia. Los
contenidos - productos multimediales son valorados desde un punto de vista estético y formal,
donde reina la lógica del “si está bien hecho es porque es bueno o es mejor”. Por ejemplo, a
simple viste existe una ventaja comparativa entre el estudiante que trabajó solo en su casa con las
guías o cuadernillos entregados por su docente con otro que accedió al mismo material y por
medio de una plataforma interactiva, con la posibilidad de conectarse a una clase en línea, hacer
consultas por mail, ingresar a enlaces de videos explicativos y buscar información a través de
Google. El uso de esta tecnología informática que ya existe en diferentes niveles ¿asegura un
mejor desempeño escolar? ¿Existen objetivos pedagógicos claros acerca de las
tecnologías digitales?
Junto con el equipamiento informático llegan los programas de alfabetización digital; “concepto
adaptable que resulta funcional para anunciar, justificar y difundir las iniciativas públicas y privadas
que se ponen en marcha en el ámbito de la informática educativa con el objetivo declarado de
disminuir la ‘brecha digital’” (Levis: 2019:307) “La pantalla ubicua” aborda el incremento sostenido
de usuarios de internet y de telefonía celular y se comienza a poner en contradicción el argumento
de la “brecha digital”.

Incluso los artículos de prensa y otros discursos legitimadores dan cuenta también del acceso
cada vez mayor a internet y al consumo de tecnologías durante la pandemia del covid:

“No es solo tener un equipo o conectividad, sino un padre o una madre que aliente en ese tipo de
educación. Y para eso hace falta tiempo y capacidades”. (3)
“Para mi hija fue mortal no poder asistir a clase. Le costaba mucho seguir el ritmo sin que nadie le explicara
las cosas. Se agobió mucho”. (4)
“El impacto negativo de la crisis sobre el bienestar de los niños es especialmente grave para aquellos con
padres con bajo nivel educativo y bajos activos”. (5)
“Pasa todo el día en su habitación con la computadora. Las horas frente a la pantalla no las dedicó a
estudiar, sino a jugar y chatear”. (6)
“No se conectaba a las [reuniones por] Zoom, decía que no entendía nada. Desaprobó casi todas las
materias”. (7)

Aquellos estudiantes que contaron con acceso, el hecho de estar frente a las pantallas de sus
computadoras u otros medios digitales no ha sido una solución para los temas centrales de la
educación, como por ejemplo, evitar el fenómeno de la deserción escolar o lograr mejoras
ostensibles en los índices de mejoramiento académico. El discurso del Secretario de la ONU –
citado al inicio de este capítulo- menciona este punto donde “incluso para aquellos que tienen
acceso a la educación a distancia los buenos resultados dependen de sus condiciones de vida…”
(Guterres: 2020). Las condiciones de vida, además de las condiciones materiales, abarca todo el
contexto socio cultural en el que se desarrolla el estudiante ante la ausencia del entorno
educativo.
La inclusión de las tecnologías informáticas despierta varios interrogantes como ““¿Es posible
incorporar las computadoras en la educación sin cambiar la educación? ¿Enseñar y aprender
usando el ordenador? ¿Qué educación queremos? ¿Qué conocimientos y saberes son necesarios
para la vida? (Levis:2019-305)

Enseñar informática implica mucho más que enseñar a utilizar computadoras; tampoco es lo
mismo que enseñar y aprender con computadoras. En la Pantalla Ubicua se distinguen 4
dimensiones socioeducativas posibles en la enseñanza y aprendizaje de la informática como son:
la operativa, que consiste en enseñar a usar la computadora; la instrumental utilitaria que
contempla un uso más conservador y es vista como un recurso didáctico complementario, la
dimensión lingüística que incluye los lenguajes de programación y la dimensión integradora
que concibe un uso combinado y podría renovar las prácticas escolares en un sentido
transformador. Levis sostiene que “una verdadera mejora de la educación es algo mucho más
complejo que asegurar la transmisión de conocimientos “enciclopédicos” y la adquisición de
competencias y habilidades diversas” (2019:301). En este sentido, Emilia Ferreiro destaca que
“para el educador el proceso de búsqueda de información es apenas una etapa entre los dos
momentos cruciales: elaborar una pregunta que haga pertinente la búsqueda y concluir
construyendo nuevo conocimiento” (2006:5) Es así cómo podemos transformar la información en
conocimiento. La información está asociada a la inmediatez y en cambio la construcción de
conocimiento lleva tiempo.
El periodo de la llamada “nueva normalidad” forzó al extremo la necesidad del uso de los medios
digitales. Len Masterman desde mediados de los años 80 abordaba esta situación diciendo que
“las nuevas tecnologías facilitan información, pero, para crear conocimiento, es necesario un
tratamiento crítico. Y eso lo ofrece la escuela, no hay otra institución o empresa que se encargue
de ello de manera pertinente y adecuada. Simulacros o ilusiones de producción de conocimiento.
Pero una máquina sólo se encarga de ser fuente de datos o de información. El conocimiento es
otra cosa, está vinculado al pensamiento y al lenguaje y las máquinas no piensan. Actúan
automáticamente”. (2000)
Considerar las variables que contiene la información que circula en la red, por ejemplo, los
condicionamientos económicos que generan las empresas con sus inversiones en la publicidad de
sus productos y servicios; quiénes son los propietarios de las plataformas y sitios web en las que
interactuamos, analizar quién los controla. Las presiones a la que se ven sometidas los análisis
de opinión y la libertad de expresión por cuenta del intento de control, tanto de empresas como
por parte de los gobiernos a través de la ideología jurídica; las estrategias corporativas para
“conquistar” nuestra atención, nuestro tiempo vinculado a la sobreinformación y la incapacidad
para mantener el enfoque en actividades de mayor valor para nosotros. Entender el
funcionamiento de los algoritmos y la “necesidad de enseñar los principios del lenguaje que regula
el funcionamiento de las computadoras y otros medios informáticos (lógica borleana y
programación)” (Levis:2007). La información que vemos en la pantalla está atravesado por
diferentes intereses económicos, políticos y culturales, dentro de la matriz regida por la libertad de
mercado del tecnocapitalismo que impone y dirige una visión del mundo.
“La Pantalla media nuestra relación con el mundo y con nuestros semejantes, incidiendo
profundamente en nuestra experiencia vital y en nuestra percepción de la realidad espacio-
temporal, dando lugar a lo que podemos caracterizar como sociedad de la Pantalla, concepto que
proponemos como alternativo a “sociedad de la Información” (Levis:393) La emergencia sanitaria
de la pandemia, dejó claro que la sola incorporación de las tecnologías digitales no dará respuesta
a los complejos problemas sociales.

También podría gustarte