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Editorial Gedisa ofrece los siguientes titulos sobre SEMIOTICA Y CIENCIAS DE LA COMUNICACION ELiszo VERON Isaac JoserH ELiseo VERON Mun Sopré ‘Mary Dovatas ELiseo VERON Y LUCRECIA Escupeno CHAUVEL (comps.) Dante Davan (comP.) ISABELLE VEYRAr-MASON Y ‘Danrer Davan (COMPS.) LUCRECIA RSCUDERO CHAUVEL Mac Avot PAOLO FABRRI ‘Mionasx Taussta Mane Aue J, M, Fenny, D. WouToN Y orRos Efectos de agenda Erving Goffman y la microsociologia Esto no es un libro Reinventando la cultura Estilos de pensar Telenovela. Ficcién popular y mutaciones culturales En busea del publico Espacios piblicos en imagenes Malvinas: el gran relato Hacia una antropologia de Jos mundos contemporéneos Técticas de los signos. Ensayos de semistica Un gigante en convulsiones. El mundo humano como sistema nervioso en emergencia permanente Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropologia de la sobremodernidad El nuevo espacio piblico (Gigue en la pagina 159) EL GIRO SEMIOTICO por Paolo Fabbri gedisa editorial ‘Titulo del original italiano: La svolta semiotica © 1998, Gius. Laterza & Figli Spa, Roma-Bari ‘Tradueci6n: Juan Vivanco Gefeell Foto cubierta: Angela Ackermann ' Primera edicién: mayo 2000, Barcelona " Derechos reservados para todas las ediciones en castellano © Baitorial Gedisa, S.A., 1999 Paseo Bonanova, 9, 1°- 1 (08022 Barcelona (Espaiia) correo electrénico: godisa@zedisa.com Lhttpu/www. gedisa.com ISBN: 84-7492-774-1 ‘Depésito legal: B-16.280/2000 Impreso por: Carvigrat Clot, 31 Ri Impreso en Espafia Printed in Spain ca pohibide la reprodusin total o parcial por alquler medio de ime puoi forma idéntica, extractada o modificada de esta versién caste- Hana de la obra. Inpicz Prélogo a Ja versién castellana Introduecién..... Capitulo 1: La caja de los eslabones que faltan Una historia tendenciosa. Pars destruens .... Pars construens Palabras, cosas, objetos El hojaldre y los dos sesos Cuadros, Atomos, Accién y pasién. Niveles semiti La imagen y el gesto Una hermenéutica semidtica. La enunciaciéa y el interpretante.. Metéforas y cognicién Capitulo III: Cuerpo e inter: see i e i | | CaPiTULo I La caja de los eslabones que faltan Una historia tendenciosa Permitanme que empiece con una historia tendenciosa, 0 mejor dicho, con un borrador historiogréfico —a partir del que presumo que es un giro— que se propone reconstruir la consolidacién y la difusién de la semiética. Sobre el signo se ha reflexionado siempre, en todas las épocas y todas las cul- turas: Aristételes en Grecia, Panini en la India, algan otro en el siglo XVII, y asi sucesivamente. Pero esta no es la cues- tion. Lo que a mi me interesa es reconstruir la consolida- cién de la semistica como diseiplina, es decir, como plano de consistencia tedrica que asume cierto ntimero de enuncia- dos en una época determinada. Podemos situar esta conso- lidacién de la semiética como disciplina auténoma a princi- pios de los afios sesenta, no hace mas de una generaci6n. La semistica que se ha practicado desde entonces se pue- de resumir en dos caracterfsticas fundamentales, que a su vez pueden asociarse con el nombre de un estudioso, a que esos nombres no abarean toda la investigacién semi ca de la época, y la semistica de la época tampocd agota su personalidad intelectual. Semiologta y tradicién humanista. Resumiré la primera caracteristiea con el nombre de Roland Barthes. Barthes practicaba una semiologia (arin no era una auténtica se- miétiea) como critica de las connotaciones ideolégicas pre- sentes de uno u otro modo en el hipersistema de signos que 23, para 6] era la lengua. La semiologia, segtin Barthes, deriva de la idea de que en determinadas culturas hay varios sis- temas de signos. Estos signos no se estudian por separado, cada uno en s{ mismo, sino como regimenes de significaci6n, es decir, como elementos de sistemas semidticos organizados y autosuficientes. El problema es el hecho de que —segtin Barthes— todos estos sistemas de significacién son com- prensibies y traducibles en el sistema supremo y extremo de signos que es la lengua. La lengua natural se entiende como un sistema de signos que, si por un lado es como todos Jos demés (significa como un comportamiento gestual 0 una sinfonia musical), por otro posee una caraeteristica funda- mental: la de haber especializado una parte de s{ misma para poder hablar —mediante elementos y reglas especia- jes— de los sistemas de signos. A diferencia de otros siste- mes (visual, gestual, musical, espacial, etc.), la lengua es capaz de nombrarse a s{ misma y a los otros signos de le cultura. Para Barthes hay una irreversibilidad que, en definitiva, nace de la cemiética una suerte de translingilistica, es de- cir, una lingitfstica capaz de hablar no sélo de la lengua, si- no también de todos los sistemas de signos. Estoy simplifi- cando, pero a grandes rasgos es asf.” De ahi la idea de que, al hallar signos distintos ocultos en la lengua o a través de ella, la semiologia llega a ser una eritiea de las connotaciones ideolégicas, una revelacién de los signos de la ideologia social. Tengo la impresion de que Ia mayoria de nosotros hemos olvidado quién era Barthes antes de hacerse semiélogo: en los afios cincuenta era un critico teatral, propagador y defensor de la obra de Bertolt Brecht en Francia. Si recordamos este dato biogréfico (y te6- rico), no tendremos dificultad en entender lo que significa practicar la semiologia como critica de las connotaciones jdeologicas. Barthes es, ante todo, un brechtiano, y como tal piensa en la posibilidad de que la semiologia sea una disci- plina capaz —con su organizacién conceptual— de destruir, disipar, desconstruir (por usar un término actual) el con junto de connotaciones culturales, sociales e ideolégicas que - 2 sek mepttc 1a burguesfa ha introducido en la lengua.? Su idea es des- construir estas connotaciones ideolégicas —que tienen un cardcter sistematico— y liberar un grado cero de la lengua, una forma blanca de la lengua, forma que evidentemente estaba relacionada en ese periodo con el proyecto de una so: ciedad libre, sin ideologia, sin clases? Si no recordamos esto, si no destacamos estas dos cone- xiones, no podremos entender ol éxito de la semiética —qui- 24 inmerecido, pero sin duda fundamental en su momento— ni sus limites futuros. Hoy, por ejemplo, podremos convenir en que la critica de la dimensién ideol6gica de la sociedad ha perdido un poco de ‘actualidad: la palabra ideologta ni si- guiera se menciona (una vez intenté lamarla ideolégia, pa- ra conferirle el derecho a ser considerada de otro modo, pero no dio resultado). La difusién de la semiologia barthesiana se debe precisa- mente al hecho de haber sido una sintesis entre la dimen- sin erftica brechtiana y la idea del predominio del lenguaje verbal sobre todos los demas sistemas semiolégicos. Enton- ces la cuestion tedrica fundamental era la translinguifstica. Por otro lado, era la época del Hamado linguistic turn de los paises anglosajones, el intento filoséfico de situar el len- guaje en el centro de la problemstica humana y social. Sea como fuere, este privilegio otorgado al lenguaje se basaba en una dimensién teérica razonable. La idea era que para estudiar al hombre habfa que analizar por lo menos su len- guaje, es decir, todo lo que ocurre cuando se comunica y se entiende con sus semejantes. Era un modo seguro de no pensar en el hombre como si fuera una cosa 0 un sujeto se- parado (a la manera del positivismo), analizando la dimen- sin humana y social a través del modo en que los hombres se representan y comunican entre sf. Varias décadas después es facil entender el motivo del éxito de esta semiologia pe- ro N0, por ejemplo, «montar en avaricia». Pertinencias ee ticales alas que cabe afadir matices de léxico, entonacién 0 interjeccién muy importantes y profundos, hasta el punto de bea Propia imagen del lenguaje cambia por completo. La la de la afectividad altera el viejc i 6tice construido sobre cimientos cognitive: y eerendislog cqflhors bien silos signos no son representacin, se plan- ea otro problema fundamental del que me ccuparé més adelante: el de los tipos de signos no lingiifsticos. Pense. mos, por ejemplo, en el gesto, y sobre todo en la problema. ten del lenguaie de los sordomudes, que me parece un test nental a la hora de replantearse la relacié sestuaidad y su integracion on la problematics sintdcticas anf ith ott cuestién que surge inevitablemente por este cae sino: la confirmacién del papel fundamental del euerpo. Es ina cuestion que debemos plantearnos radicalmente. Las investigaciones sobre la naturaleza de la mente, que habian Partido de un andlisis totalmente construido y abstracto, estan, volviendo a descubrir el papel esencial de la corporei dad. La cuestién del cuerpo presagia toda esta serie de con. Secuencias que nos introdueen en una problemética de tipo fenomenolégico, reflejada en una direccién que postula, si embargo, un tipo diferente de filosofia" dem Niveles semiéticos y eslabones que faltan Antes de terminar este capitulo tengo que explicar su tf- tulo, {Qué es «da caja de los eslabones que faltan»? fay dos tipos de titulos. El primero es el, digamos, meto- nimico, que a menudo tiene poco que ver con los contenidos del texto que titula. Podemos recordar, al respecto, la famo- sa anécdota de George Bernard Shaw. Un amigo le pidié consejo para ponerle titulo a su libro, y Bernard Shaw le hi- zo unas preguntas. «Hay pifanos?» «No», contesté el otro. «(Hay tambores?» «No», de nuevo, «Entonces llémalo: Ni pé- Fanos, ni tambores», concluyé Shaw. No es una mala mane- ra de poner un titulo. Otra manera, en cambio, es de tipo metasemémico, cuan- do el titulo resume una serie de cuestiones que se plantean en su texto de referencia. Pensemos en Orgullo y prejuicio: es un titulo que nos dice que en la novela se hablaré de or- guilo, se hablaré de prejuicio, pero se hablara sobre todo de la «ys, es decir, un modo especial de relacionar el orgullo con el prejuicio, De este segundo tipo es mi titulo, La caja de los eslabones que faltan. Si la semistica tiene una vocacién cientifica —como espe- ro aclarar en el préximo capitulo—, lo que tiene ante todo es una vocacién empirica. Lo cual me parece absolutamente fundamental. Pero también tiene el deber de ponerse en contacto no con las grandes teortas filoséficas sobre el signo, sino sobre todo con todas las précticas complejas de signifi- cacién de las que pueden «desimplicarse» funcionamientos de sentido. La cuestién, pues, no es tanto ir en busca de to- das las ideas sobre el signo que se han formulado en la his- toria de la filosofia, o saber lo que pensaba del signo, por ejemplo, Spinoza. No cabe duda de que son averiguaciones importantes, pero la vocacién empirica de la semistica nos leva también, y sobre todo, a inquirir si en la pintura, por ejemplo, de la época de Spinoza, no habria por casualidad una idea implicita del signo, que con los instrumentos ac- tuales podamos «desimplicar» de los cuadros que produjo 50 esa pintura. O bien, del mismo modo, debemos preguntar- nos si este tipo de préctica-teorfa de la pintura del siglo xvi de Amsterdam se puede comparar con la idea de signo que, también en este caso de forma implicita, podia tener la cien- cia de la época. Asi por ejemplo Boyle, por citar un caso co- nocido, es el cientifico que mas 0 menos en ese periodo vuel- ve a inventar la nocién de vacio; con lo que enfurecié a un filésofo como Hobbes. Si quitamos todo el aire de una esfera de vidrio —simplifico horriblemente—, todo lo que queda ahi dentro, dice Boyle, es el vacio. Lo importante para noso- tros es que, para formular esta idea, Boyle necesita modifi- car la nocién de referencia de un modo, repito, implicito. Si Hobbes se enfurece tanto por el vacio de Boyle es porque és- te indica el vacio, se refiere a algo que desde los tiempos de Tales, al no existir, no podia incluirse en una operacion sig- nica de reenvio. Boyle, lo mismo que Spinoza y los pintores de la época, tenfa una idea del signo que la vocacién empiri- cade la semi6tica, trabajando con sus textos, puede ayudar a entender. Si la semidtica es una disciplina eminentemente fi- los6fica no es porque estudie los signos filoséficamente, ni porque indague sobre lo que dicen los fildsofos de los signos. Es filoséfica porque trabc‘a con las imagenes del pensamien- to subyacentes a los textos que sabe y quiere analizar. Unos textos que, obviamente, también pueden ser filos6ficos. ‘Asi, si el empirico es el primer nivel de la semistica, hay que relacionarlo con el segundo nivel, el metodolégico. Para deseribir los funcionamientos de sentido necesitamos méto- dos. Por métodos entiendo una serie de conceptos formados e interdefinidos, pero sobre todo responSables de si propia interdefinicién. Si alguien habla de «sujeto» y «predicado», al mismo tiempo debe ser capaz de explicar ia relacién en- tre ambos. Igualmente, si se habla de «sujeto» y «objeto» hay que explicar su relacién. Y si se habla de «intersubjeti- vidad», quiero saber qué significa este término, pero tam- bién quiero saber qué significa su posible correlato, la «in- terobjetividad> (un término menos extraiio de lo que parece en una época como la nuestra, en que los objetos conversan entre si y a menudo hablan de nosotros). 51 Este nivel metodolégico, que es el segundo nivel de la se- mistica, esté conectado con otro nivel, el te6rico. Se trata de un nivel necesario, porque en 6] debemos ser eapaces de de- finir.y justificar las categorias que se usan‘enel momento empsricd y él metodolégico. Si se habla de intersubjetividad (0 interobjetividad), serd necesario que alguien explique lo que se’entiende por «sujeto», cudl es la relacién entre un -— las relacionan directamente con una hipétesis filosd- fica, sin pasar por los niveles intermedios, metodolégico y teorico. Se trata de un efecto tuinel porque, al no pasar por todas las etapas que hay entre empiria y filosofia, casi siempre se acaba por ilustrar una hipétesis filoséfica ya co- nocida, o sea, simplificando mucho, por no levar a ningtin incremento de conocimiento. Si quieren justificar una hipé- tesis filoséfica no se predcupen: siempre hallarén un texto que, convenientemente escorzado, les proporcione alguna cita que podré servir de ejemplo, Pero en estos casos la re- lacién entre filosofia y texto es pura tautologia. | Luego estén los que no se plantean el problema de la co- nexi6n entre el método descriptivo y la teoria. A menudo en los modos de deseribir los textos aunque sean de gran ri- queza— se piensa que estos no tienen responsabilidad al- 62 guna con respecto a la interdefinicién de los conceptos que ‘van a usar, es decir, no se aplica ninguna teoria capaz de explicitar su modo de actuar, con lo que se corre el peligro de sacrificar gran parte de su riqueza en el altar del puro empirismo o de la intuicién inexplicable. Otro posible eslabén que falta es el que se sitda entre un método y una teorfa. Hay muchos métodos que remiten tranquilamente a un principio filoséfico sin pasar por una teoria que transforme las categorias descriptivas en con- ceptos. Pensemos, por ejemplo, en muchos especialistas de inteligencia artificial, discutidos también en el campo se- miético, que al abordar distintos problemas relacionados con la corporeidad invocan a Merleau-Ponty y Husserl con Ja esperanza de construir un puente entre la practica de la inteligencia artificial y las teorias fenomenolégicas dela per- cepcién, El problema es que entre la invocacién filoséfica del cuerpo y la intercorporeidad de tipo husserliano, y la construccién de una simulaciéa de una mente, hay que co- locar algo. Algunos lingiiistas (Lakoff, por ejemplo) han pensado que este espacio intermedio podria estar ocupado por la metéfora. Si las metéforas, como se puede demostrar, contienen una descripcién simuladora de fenémenos de cor- poreidad, no habré que dotar a los ordenadores de palabras 0 léxicos, sino de metforas, unas metéforas que incluyan las dimensiones del cuerpo. Eltiltimo eslabén que falta es el que se sitda entre teoria y epistemologia. Muchos estudiosos usan conceptos sin te- ner una base epistemolégica sensata. Pensemos, por ejem- plo, en Ia cuestién de la divisién entre percepto, afecto y concepto. Una distincién fundamental, sin duda alguna. Pero jeudl es la interdefinicisn de los elementos? {Como se define la afectividad con respecto a la perceptividad? ;Cémo se define.el concepto con respecto al percepto y al afecto? Como vemos, es indispensable una filosofia que dé funda- mento a esta distincién meramente tedrica. De modo que, para terminar, los eslabones que faltan son estos: el que une epistemologia y teorfa, el que une teorfa y método, y el que une método y descripeién empirica. Por na desgracia, dentro de la caja negra de la indagacién semi6ti ca la falta de estos eslabones nos permite una tipologia de los distintos tipos de corrientes semisticas: las que dejan caer la filosofia con respecto all andlisis de signos pequenos, las que ponen en contacto los textos directamente con las teo- rfas usndolas como ilustraciones de lo ya conocido, y las que usan métodos completamente tiegos ¢ irresponsables. Bien, este es el conjunto de eslabones o anillos que debe- ‘mos buscar, sin olvidar que en los cuentos, cuando se gira un anillo, a menudo sucede algo. Trataremos, pues, de girar al- guno de estos anillos en nuevas direcciones de investigacién. 54 : Capituto II Lo conocible y los modelos La elasticidad y la palabra dada Una de las caracteristicas del lenguaje que més se suele olvidar es la elasticidad. Se habla mucho de linealidad, de doble articulacién o de arbitrariedad, pero en cambio ape- nas se hace hincapié en el hecho de que tanto el lenguaje eomo muchos otros sistemas de significacién permiten la pardfrasis y la condensacién. Si en el capitulo anterior he- mos hablado de titulos, en éste —donde volveremos en par- te a abordar algunos de los contenidos de aquél— podria- mos comenzar con la parafrasis, 2Qué es la paréfrasis? Es algo que depende de la posibi- lidad de extension del significante con respecto al signifi- cado 0, dicho con més precisién, de una organizacién de las formas de la expresién posterior con respecto a las for- mas del contenido. El lenguaje tiene una doble virtud: la de referir ciertos contenidos y la de poder referirse a sf mismo, es decir, a todo lo que se ha dicho o se diré a lo lar- go de su desarrollo. El lenguaje tiene propiedades foricas: anaféricas (de referencia a lo dicho) y cataféricas (que anuncian lo que se diré a continuacién). Hago una andfo- ra, por ejemplo, cuando digo —como tengo que decir ahora para los que se hayan saltado la Introduccién— que estas lecciones son tales en el sentido tradicional de la palabra, es decir, tienen intencién didéctica e intenciGn explicativa, Y he hecho una serie de catéforas cuando al final del pri- 55 j j

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