Meditemos este momento: Ya están en el calvario, Jesús humillado,
insultado, rodeado de la insensatez humana, de la indolencia, del odio injustificado de tantos. Pensemos en Él: levantando su mirada al cielo como tantas otras veces lo había hecho, antes de sanar cada enfermo que lo buscaba lleno de fe, y aquí continúa nuevamente entregando la sanación que logra el perdón, pero esta vez a aquellos que lo atacan. En Jesús brota el amor, la misericordia, la compasión, nos invita a experimentar el perdón desde el amor al prójimo porque: ELLOS NO SABEN LO QUE HACEN. Así como en diferentes ocasiones hemos causado daño a alguno de los nuestros o nos lo han causado sin siquiera saberlo. NO SABEN LO QUE HACEN, cuando como sociedad nos dejamos llevar por la avalancha de prejuicios, de criticas que hieren, llenas de soberbia, de amargura y que causan heridas profundas. NO SABEN LO QUE HACEN pues para saber, primero hay que conocer al otro. NO SABEN LO QUE HACEN, cuando nos prestamos para fomentar la cultura de la muerte. NO SABEN LO QUE HACEN, cuando abandonamos al pobre, al desvalido, al indefenso. NO SABEN LO QUE HACEN, cuando nos prestamos para hacer lo incorrecto e inventamos leyes y normas que justifiquen nuestras acciones. NO SABEN LO QUE HACEN, cuando no tomamos en serio nuestra responsabilidad como padres y formadores de una educación no sólo intelectual, sino espiritual para nuestros hijos. Jesús no pierde un solo momento para enseñarnos como perdonar, y es que Él mismo encarna sus enseñanzas, recordando ese mensaje que nos narra el Evangelio según San Mateo, en el capítulo 5, versículo 44: “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo” Jesús mira el interior del hombre, allí donde se encuentra el pozo de agua viva. Él mira cuánta capacidad de amar posee y cuánta de amarse. Es consciente de la debilidad del hombre si le falta el impulso del amor verdadero, y por ello se hizo hombre para curarnos por dentro. No los perdona desde un espíritu de superioridad, sino desde la sinceridad más profunda, siente en su alma que no son culpables, no lo son ni ellos ni ninguno, al menos no del todo. Sabe que todos, unos y otros, solo han caído en una marea de maldad que les ha arrastrado al desacierto. No perdona porque se lo merezcan o por dar ejemplo, perdona por su propia bondad, por su eterno amor. Hemos de caminar en la verdad, sabiéndonos elegidos, sabiéndonos amados, y sabiéndonos por todo ello inspirados por Dios en Cristo. Cristo anuncia con su vida, con su ejemplo y entrega. No seguimos a un buen hombre, seguimos a Dios que se hizo hombre y de entre todos los hombres asumió la condición de esclavo para desde ahí elevarnos al cielo. Cristo es ejemplo en todas sus cosas, pero en esta, es: paciencia, sabiduría, y bondad sin medida. Jesús constantemente nos llama a ser misericordiosos a fin de no llevar cargas ni endurecer el corazón, orando y perdonando a los que nos lastiman.