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CONTEXTO Y ANÁLISIS DE ESTUDIO EN ESCARLATA

“Estudio en escarlata”, escrita por Conan Doyle en 1887, es reconocida por ser
la primera novela en que aparece el personaje de Sherlock Holmes, ícono del
relato policíaco.

En esta obra, el detective conoce a su fiel acompañante y amigo, Jhon H.


Watson, doctor en medicina por la universidad de Londres. Este último, de
regreso de Afganistán, donde había trabajado como doctor militar durante la
guerra, se halla a la búsqueda de un lugar donde vivir. A través de un amigo suyo,
quien le comenta que conoce a una persona en su misma situación, conoce a
Holmes. Estos dos caballeros deciden compartir el departamento 221b de la calle
Baker.

Allí Watson empieza a conocer a su compañero, su afición al violín, al tabaco de


pipa y a la resolución de complicados casos.

Los hechos de la novela suceden en el último cuarto del siglo XIX en


Inglaterra. En su estructura, la novela está dividida en dos partes bien
diferenciadas.

La primera se titula "Reimpresión de las memorias de John H. Watson,


doctor en medicina y oficial retirado del Cuerpo de Sanidad" y está narrada
en primera persona por Watson, quien describe el primer misterio en el que
siguió las investigaciones de Holmes. El caso en cuestión surge ante el hallazgo
de un cadáver en una casa abandonada en Brixton, con la palabra RACHE escrita
en letras de sangre en la pared.

La segunda parte lleva como título "La tierra de los santos" y da un salto en el
espacio y en el tiempo para situarse dos décadas atrás en Estados Unidos, en Salt
Lake City, la tierra de los mormones. Allí se produce un asesinato, el cual es
ejecutado por danitas presentes en el territorio. Está relatada en tercera persona
por un narrador omnisciente. En el último capítulo de esta parte se retorna a la
historia inicial narrada por Watson y se cuenta la solución del caso. Aquí se pone
en juego la relación de las dos partes que componen el libro, que al principio
parecen autónomas y, por tanto, sin ligazón entre sí. El motivo del crimen resulta
ser esencialmente la venganza por un amor perdido.

Desde el primer encuentro, Arthur Conan Doyle nos muestra un Holmes observa-
dor, dedicado a la ciencia y a la búsqueda de hallazgos que puedan revolucionar
la medicina legal. En un laboratorio de química donde trabaja, hace su aparición
por primera vez el que luego será el famoso Sherlock Holmes; lo hace con un tubo
de ensayo en la mano, prueba tangible de lo que ha descubierto: un reactivo que
es precipitado sólo por la hemoglobina y que permitiría descubrir manchas de
sangre en causas criminales. La investigación científica y la medicina forense son
las disciplinas con las que el autor elige introducir a Holmes, dos ramas de un
saber que, en conjunto, fundarán un tipo de personaje único.

Con el objeto de seguir delineando a este detective, el narrador cuenta que


Sherlock Holmes había publicado un artículo en una revista, el cual intentaba
poner en evidencia lo mucho que un hombre observador podía aprender mediante
un examen justo y sistemático de todo cuanto lo rodeaba. Para Watson, la ciencia
de la deducción de la que versaba el texto, no era "práctica" sino más bien teórica,
basada en las hipótesis de un hombre en la soledad de su estudio. A través de
este texto y de su contenido, Watson se entera de que Sherlock Holmes es un
"detective-consultor" que orienta a menudo las pesquisas policiales, a pedido de
los oficiales de Scotland Yard, Gregson y Lestrade.

En esta oportunidad, Gregson le envía una nota a Holmes solicitando su consejo


sobre un reciente asesinato y, de ser posible, una visita al lugar donde se había
hallado muerto a Enoch Drebber, procedente de Cleveland, Ohio, Estados Unidos.
Mientras los renombrados detectives de Scotland Yard están perdidos en el caso,
sin llegar a descubrir el móvil del delito y la identidad de quien lo perpetró,
Sherlock Holmes precisa tan solo tres días para resolver el enigma y capturar al
criminal en su propia casa, justamente cuando Gregson y Lestrade se encuentran
presentes.

Holmes escudriña los alrededores de la casa donde se encontró el cadáver, la es-


cena del crimen, luego saca de su bolsillo una cinta de medir y una lupa. Con ese
breve recorrido y los datos que derivan de sus observaciones, hallazgos y
mediciones, Holmes determina que:

a) se ha cometido un asesinato;
b) el asesino es un hombre;
c) sus características: alto, joven, de cara rubicunda, largas uñas y pies pequeños;
d) calza botas toscas de puntera cuadrada y fuma cigarros de Trichinopoly;
e) ese hombre arriba a la casa deshabitada con su víctima en un coche de
alquiler;
f) la muerte es producida por envenenamiento.

La investigación prosigue. Envía un telegrama, entrevista al oficial que descubrió


el cuerpo, coloca un aviso en un periódico como señuelo para el probable asesino
y encarga a pequeños vagabundos callejeros que encuentren a un cochero en
particular.

Luego llega Gregson con su errada teoría y posteriormente Lestrade con la suya y
con la noticia fresca de la muerte de su único sospechoso, Joseph Stangerson.
Con este nuevo crimen, las coincidencias empiezan a ser significativas y ayudan
en la resolución del enigma.
Pero esto sólo lo ve Holmes. Mientras los detectives de Scotland Yard no dejan de
referir lo extraordinario del caso, Sherlock no para de demostrar su equivocación.
"Constituye un error confundir la extrañeza con el misterio. El crimen más común
es a menudo el más misterioso, dado que no presenta rasgos novedosos o
especiales que nos sirvan para hacer deducciones. ( ... ) Esas peculiaridades,
lejos de volver el caso más difícil, en realidad lo han simplificado", declara Holmes.

Es precisamente en base a esos detalles (la palabra escrita con sangre, los trazos
que la caracterizan, la ceniza hallada en el piso, el anillo que encuentran junto con
el cadáver, las huellas a la entrada de la casa, el olor entre los labios de la víctima,
las pastillas halladas junto al segundo cuerpo, etc.) que el detective de Conan
Doyle logra descifrar el misterio.

Así, frente a los desorientados oficiales, Sherlock Holmes atrapa al criminal:


Jefferson Hope. Pero, ¿quién es este hombre? ¿Cuál es su relación con el
occiso? ¿Por qué se producen las dos muertes? ¿Están relacionadas entre sí?
¿Cómo descubre Sherlock Holmes la verdad de este episodio tan particular?

Las muertes de un padre y una hija, sucedidas tiempo atrás, son las de-
sencadenantes de estos crímenes. El asesino, Hope, decide ser "juez, jurado y
verdugo" y castigar, de este modo, a los culpables.

Estudio en escarlata demuestra en cada uno de sus pasos, frente a la sorpresa


constante de Watson y a la clara inoperancia de Gregson y Lestrade, la
supremacía de Holmes. Él afirma que la clave de su sistema reside en su
capacidad de razonar hacia atrás, es decir analíticamente. Este aspecto recuerda
al famoso detective de Poe, Dupin; a su vez, la utilización de la dupla Sherlock
Holmes-Watson, también trae a la memoria a este personaje y a su compañero,
que es quien refiere las historias.

Borges señala que Dupin es el arquetipo, el modelo, y que el tema de dos amigos
diferentes entre sí envueltos en una investigación es un tópico que continúa
Conan Doyle en sus relatos. El propio creador de Holmes cuenta cómo surgió
su criatura más famosa:

"El magistral detective de Poe, Dupin, había sido desde mi niñez uno de mis
héroes. Pero ¿podía yo aportar algo nuevo de mi propia cosecha? Pensé en mi
viejo profesor Joe Bell, en su cara de águila, en su singular comportamiento, en su
enigmático método para descubrir pormenores. Si lo convertía en un detective,
seguro que reduciría el fascinante pero desorganizado asunto de la investigación a
algo muy parecido a la ciencia exacta. Pues bien, yo intentaría que aquello se
produjera. Si era posible en la vida real, ¿por qué no podía yo hacerla igual de
verosímil en la ficción?".

En la misma línea pero diferente, algo "de mi propia cosecha" declara Conan
Doyle y, decididamente, a eso parece referirse su detective. En este sentido,
Sherlock Holmes no estaría de acuerdo con las apreciaciones de Borges. De
hecho, él mismo le declara a Watson que "Dupin era un tipo muy básico" y que, si
bien poseía genio analítico, "de ninguna manera era el fenómeno que parecía
imaginarse Poe". Holmes es único, no se reconoce seguidor de nadie; su propio
método -que se compone de "una cadena de secuencias lógicas sin ningún
eslabón faltante y sin ninguna falla"- es, para él, el que marca diferencias, y esto
es lo que caso tras caso intenta demostrar.

La base de la eficacia del relato policial y de la intrincada investigación que lleva a


cabo el detective reside en el modo elegido para narrar la historia. Conan Doyle le
da la voz a Watson, este personaje que no deja de asombrarse frente a cada uno
de los descubrimientos de su compañero, y cuenta los pasos de Holmes sin
conocer ni poder develar sus sentidos. Pero, aunque en este aspecto continúa la
tradición del género, en Estudio en escarlata el autor complica aún más la
estructura narrativa porque a la historia policial se le agrega un condimento
particular: el relato de aventuras. La segunda parte comienza con un hombre y
una niña perdidos en medio del desierto, a punto de morir de sed, azarosamente
salvados por un grupo de peregrinos mormones.

En ese origen, en ese salvamento que se produce en tierras y tiempos lejanos se


cifra la clave del misterio que analiza el detective. Esa es la vuelta de tuerca que
lleva a cabo Conan Doyle: el relato de aventuras, la sucesión de eventos que
experimentan ese hombre y esa niña a lo largo de los años, explican las dos
muertes. Por supuesto, esa conexión solo podrá hacerla Sherlock Holmes. El
modo elegido de narrar esta historia apunta, precisamente, a alimentar la
desorientación del lector y complicar el hallazgo de los vínculos posibles entre los
diversos indicios de cada parte. Sin ningún eslabón faltante, sin ninguna falla, el
pensamiento del detective logra realizar la proeza de resolver un crimen que, solo
gracias a sus habilidades, resulta finalmente casi perfecto.

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