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UN ARTE EN DESUSO Asegurar que el hombre es un «animal racional» o «un ser pensante» parecen ~) definiciones algo pretenciosas, a la vista de cémo va el mundo. Quiz4 sea més ajus- | tado a la verdad decir que somos «animales dotados de lenguaje», animales que ha- | blans, incluso si se quiere, canimales parlanchines». Pero desde luego lo que cada vez va siendo mds dificil asegurar de nuestros congéneres es que sean animales que conversan. Hablamos, pero no conversamos. Disputamos, pero rara vez discutimos. . La conversacién no consiste en formular peticiones 6 sdplicas, ni en ladrarse érde- nes o amenazas, ni siquiera en susurrar halagos o promesas de amor. El arte de la conversacién es e] estadio mds sofisticado, més civilizado, de la comunicacién por medio de la palabra. Un arte hecho de inteligencia, de humor, de buenos argumen- tos, de anécdotas ¢ historias apropiadas, de atencién a lo que dice el vecino, de res- Peto critico, de cortesfa... Es tan sofisticado y civilizado este arte que hoy probable- mente sélo sigue estando al alcance de algunas tribus de Kalahari que desconocen tanto la prisa funcional como la jerga cibernéutica. Si los historiadores y testigos de la época no nos engafian, la gran época del arte de la conversacién en Europa fue el siglo xvm. Por lo visto, entonces la gente —me refiero a Ja gente privilegiada, a quienes tenfan la suerte de no ser tan nobles como para que les disculparan socialmente la estupidez ni tan pobres como para verse a la ignorancia afanosa— solfa reunirse en los salones presididos Por unas cuantas mujeres inteligentes para producir charlas que eran como peque- fias obras maestras efimeras. Nadie grabé esas conversaciones, no videos que nos permitan rememorar lo que se dijo tal miércoles en casa de Madame du Def- fand o aquel jueves en la de Madame Geoffrin. Sélo queda una especie de suave aro- ma casi desvanecido que perfuma la correspondencia de ciertas damas con Voltaire o algunas paginas de Diderot, de Gibbon, incluso de Rousseau. La fragancia de unas palabras que no eran meras herramientas sino arte para disfrutar mejor la vida... Me viene esta nostalgia de lo que no he conocido leyendo el delicioso ensayito ‘sobre la conversacién que escribié el abate André Morellet como comentario a otro anterior y no menos perspicaz de Jonathan Swift (Rivages-Payot, Paris). El abate Morellet fue un amigo de los enciclopedistas (se le lam6 eel tedlogo de la Enciclope- dia»), pero compuso su elogio de la buena conversacién ya entrado el siglo xx, cuando la época de los salones habfa terminado. Propone una serie de advartencias sobre los defectos que impiden charlar civilizadamente: la falta de atencién alo que dice el otro, el afan de ser gracioso a cualquier precio, la pedanterfa, el saltar sin ce- sar de un tema a otro, la manfa de Ievar la contraria por sistema, etc, Creo que los participantes habituales en las tertulias radiofénicas —sustitutas medidticas actuales de aquellos salones— no perderfan nada siguiendo algunos de sus consejos. Asegura Morellet que «ef movimiento de la conversaci6n da al espfritu mayor actividad, més firmeza a la memoria y al juicio mayor penetracién». Y concluye que «la conversacién es la gran escuela del espfritu, no sélo en el sentido de que lo enri- quece con conocimientos que dificilmente podria haber obtenido de otras fuentes, sino también haciéndolo m4s vigoroso, mds justo, més penetrante, més profundo». ‘Yo afiadiria que nos hace también mds civilizados y mas humanos. Conversar fue un arte en el que cualquiera podia sentirse artista y a la vez disfrutar del talento ajeno. Un arte muy barato, ademés; pero hoy sélo creemos en lo que compramos caro y en Jo que nos permite seguir comprando... (Fernando Savater, El Pafs Semanal, agosto de 1998.)

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