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Un día el leñador se disponía a ir al bosque a buscar madera, pero no tenía quien lo ayudara, así

que Pulgarcito se ofreció en ayudarlo. Su padre al verlo le dijo que era muy pequeño para llevar el
carro pero Pulgarcito con la ayuda de su madre le insistió.

La madre lo colocó en la oreja del caballo y de esa forma iba arreando al animal.

En eso unos forasteros vieron al carro con el caballo pero no pudieron ver al que lo conducía y
pensado que el caballo se conducía solo decidieron seguir al animal. Cuando llegaron al leñador se
dieron cuenta que el caballo era conducido por un pequeño hombrecillo y agarrándolo con una
sola mano le pidieron a su padre que se lo vendieran para exhibirlo en el pueblo.

– Véndenos este hombrecillo, lo pasará bien con nosotros.

Pero el padre de Pulgarcito se negó rotundamente porque él amaba a su hijo con todo el corazón.
Aun así Pulgarcito le rogó a su padre que lo vendiera por una pieza de oro y le susurro en el oído:

Pulgarcito

– Padre, dejame que vaya; ya volveré.

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