Tatuaje
Ese afio ~1946- el invierno fue muy largo. Aunque era el
mes de abril, un viento helado soplaba por las calles dela
ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movian
amenazadoras.
El viejo Hamado Drioli arrastraba los pies lastimo-
samente por la vereda de la Rue de Rivoli. Tenia mucho
frio. Iba embutido como un erizo en un sucio abrigo ne-
gro y, por encima del cuello subido, asomaban apenas los
ojos y la coronilla.
Se abrié la puerta de un restaurante y el leve olor de
pollo asado le produjo una puntada dolorosa de deseo en
la boca del estémago. Continué andando, mirando sin
interés las cosas de los escaparates: perfumes, corbatas
y camisas de seda, diamantes, porcelanas, muebles anti-
guos y libros ricamente encuadernados. Después vio una
galeria de pintura. Siempre le habian gustado las galerias
de pintura. Esta tenia un solo lienzo en el escaparate. Se
detuvo a mirarlo y se volvié para seguir adelante, pero tor-
n6 a pararse y miré de nuevo. De repente se apoderé de él
un pequefio desasosiego, un movimiento en su recuerdo,
B
B
saqUeTIJO]LIS SO}E|OY
Escaneado con CamScanner»
Nv
Roald Dahl
4
un conjunto de algo que habia visto antes en alguna parte,
Miré otra vez; era un paisaje, un grupo de Arboles tremen-
damente inclinados hacia una parte, como azotados por e]
viento, el cielo gris oscuro, de tormenta. En el marco ha-
bia una pequeria placa que decia: «Chaim Soutine (1894-
1943)».
Drioli miré el cuadro, pensando vagamente por qué le
parecia familiar. Pintura estrambotica, penso. Extratia y
atrevida, pero me gusta... Chaim Soutine... Soutine...
—jDios mio! —grito de repente—. jMi pequerio cal-
muco, eso es! {Mi pequefio calmuco, uno de sus cuadros
en la mejor tienda de Paris! jImaginate!
El viejo acercé mas su rostro a la ventana. Recordaba
al muchacho, si, lo recordaba muy bien, pero gcudndo?
Eso ya no era tan facil de recordar. Hacia mucho tiem-
po. gCudnto? Veinte, no, mas bien treinta afios, gno? Un
momento. Si, fue un afio antes de la guerra, la Primera
Guerra, en 1913, y Soutine, el pequefio y feo calmuco, un
muchacho hosco y amargado que le gustaba mucho y al
que casi amaba por ninguna raz6n que él supiera, excep-
to la de que pintaba.
iY como pintaba! Ahora recordaba mejor: la calle, los
cubos de basura alineados, su mal olor, los gatos marro-
nes caminando delicadamente sobre los desperdicios.
Luego, aquellas mujeres gordas y hamedas sentadas en
los portales con los pies sobre los adoquines de la calle.
eQué calle? :Dénde era que vivia el chico?
La Cité Falaguiére, iEso era! El hombre movié la ca-
beza varias veces, contento de recordar el nombre. Tenia
Escaneado con CamScannerun estudio con una sola silla, y el sucio jergon que el mu-
chacho usaba para dormir, las fiestas que terminaban en
borracheras, el vino blanco barato, las terribles peleas, y
siempre, siempre, el rostro amargo y adusto de aquel mu-
chacho absorto en su trabajo.
Era extratio, pensaba Drioli, con qué facilidad recor-
daba estas cosas ahora y como los recuerdos se enlaza-
ban tan estrechamente.
Por ejemplo, aquello del tatuaje, eso fue realmente
una tonteria, una locura. sCé6mo empez6? jAh, si! Un dia
habia hecho un buen negocio y habia comprado mucho
vino. Se veia a si mismo entrar en el estudio con un pa-
quete de botellas bajo el brazo. El chico estaba sentado
delante del caballete y la esposa de Drioli, en el centro de
la habitacién, posaba para él.
—Hoy vamos a celebrar algo —dijo—. Vamos a hacer
Bb
w
saqURLIJOTeISA SOTPIaY
una pequefia fiesta nosotros tres.
— Qué hay que celebrar? —pregunté el muchacho
sin mirarlo—. gHas decidido divorciarte de tu esposa
para que se case conmigo?
—No —respondié Drioli
ganado una gran cantidad de dinero trabajan
—Y yo no he ganado nada, celebraremos ta:
i—, vamos a celebrar que he
do.
mbién eso.
—Si ti quieres, de acuerdo.
taba junto a la mesa abriendo el paquete.
y tenia ganas de beber vino. Nueve clien-
va estupendo, pero sus ojos no podian
tes en un dia e
mantenerse abiertos. Nunca habia tenido tantos, nueve
iete habian pagado
soldados ebrios, y lo mejor era que si
Drioli es'
Estaba cansado
Escaneado con CamScanner+b
Roald Dahl
1 contado. Esto lo convertia en una persona rica, pero e]
al .
trabajo era terrible para los ojos. La fatiga lo obligaba a
tenerlos casi cerrados. Los tenia terriblemente enrojecj-
dos y a dos centimetros detras de cada globo sentia una
pequefia concentracién de dolor. Pero ahora ya ao li-
bre y era rico como un cerdo y en el paquete Die tres
botellas, una para su esposa, otra para su amigo y otra
para él. Buscé un sacacorchos y fue descorchando las bo-
tellas una a una, con un pop.
El muchacho bajo su pincel.
— (Dios mio! —exclamé—. gCémo voy a trabajar asi?
La chica cruzé la habitacion para ver el cuadro. Drioli
también fue hacia alli, llevando una botella en una mano
yun vaso en la otra.
—jNo! —grité el chico, furioso de pronto—. ;Por fa-
vor, no!
Quité el lienzo del caballete y lo puso contra la pared,
pero Drioli ya lo habia visto.
—Me gusta.
—Es horrible.
—Es maravilloso, como todos los que tt pintas, es
fantastico. Me gustan todos.
—Lo tinico que pasa —dijo el muchacho poniendo mala
cara— es que no son nutritivos. No me los puedo comer.
—De cualquier forma, son maravillosos.
Drioli le tendié un vaso de vino blanco.
—Bebe —dijo—. Te hard feliz.
Nunca, pensé, habia encontrado una persona mas
desgraciada, con la cara tan triste. Se habia fijado en él
Escaneado con CamScannera
en un café, unos siete meses antes, bebiendo solo, y como
parecia ruso 0 por lo menos algo asiatico, se habia senta-
do en su mesa y entablado conversacién.
—{Es usted ruso?
—Si.
—De donde?
—De Minsk.
Drioli habia dado un brinco y lo habia abrazado di-
ciéndole que él también habia nacido en aquella ciudad.
—No fue en Minsk exactamente —habia declarado el
muchacho—,, pero muy cerca.
— Dé6nde?
—Smilovichi, a unos veinte kilémetros.
—jSmilovichi! —habia exclamado Drioli, abrazando-
BR
ui
lo otra vez—, alli fui varias veces cuando era nifio.
Luego se habia sentado otra vez, mirando con carifio
saqUeIIJOTEISA SOWaY
el rostro de su compatiero.
—Sabe una cosa? —le habia dicho—, no parece un
tuso del oeste, parece un tartaro o un calmuco. Se ve
exactamente como un calmuco.
Ahora, parado en el estudio, Drioli miraba otra vez al
muchacho mientras tomaba el vaso de vino y lo vaciaba en
su garganta de un trago. Si, tenia la cara de un calmuco:
muy ancha, de pémulos salientes y con la nariz aplastada
y gruesa. La anchura de las mejillas se acentuaba en las
orejas, que sobresalian de la cabeza. Tenia ojos pequefios,
el pelo negro y la boca gruesa y adusta de un calmuco; pero
lomas sorprendente eran las manos, tan pequefias y blan-
cas como las de una mujer, de dedos pequefios y delgados.
Escaneado con CamScannerur
, silo celebramos,
—Sirveme mas —dijo el chico—
vamos a hacerlo bien.
Drioli sirvié el vino y se sento ep una silla. El mu-
chacho se senté en su viejo lecho ¢
Colocaron las tres botellas en el suelo.
—Esta noche beberemos hasta que no podamos mas
—dijo Drioli—. Soy inmensamente rico. Creo que voy a
salir ahora a comprar més botellas. gCudntas compro?
: dos para cada uno.
on la esposa de Drioli,
—Seis mas —contests el chico
—Bien. Voy a buscarlas.
—Yo te acompaiiaré.
En el café mas proximo compré Drioli sei
de vino blanco y las Ilevaron al estudio. Las colocaron en
el suelo en dos filas. Drioli agarré el sacacorchos y des-
corché las seis botellas; luego se sentaron y continuaron
bebiendo.
—Solo los muy ricos pueden celebrar las cosas de este
is botellas
modo —dijo Drioli.
—Tienes razon —respondio el chico—. jVerdad que
si, Josie?
—Claro.
— Cémo te sientes, Josie?
—Muy bien.
ssi a Drioli y te casards conmigo?
—No.
—Un vino ex
celente —afiadié Drioli— i-
vilegio beberlo, Briolisp esqunepe
Lenta y m i
etédicam
Hl tirocbiosers ua nent empezaron a emborracharse.
Tutinario, pero de todas formas habia que
Escaneado con CamScanneryr
observar una cierta ceremonia y mantener la gravedad.
Habia muchas cosas por decir y luego repetir de nuevo: el
vino debia ser alabado y la lentitud era muy importante
también, para que hubiera tiempo de saborear los tres
deliciosos periodos de transicién, especialmente (para
Drioli) el momento en que empezaba a flotar en el ambien-
te, como si los pies no le pertenecieran. Este era el mejor
momento de todos, cuando miraba sus pies y estaban tan
lejos que dudaba sobre a quién podrian pertenecer y por
qué estaban desparramados de aquella forma por el suelo. 17
Después de algun tiempo se levanté a encender la luz. 2
Se sorprendié mucho al ver que los pies lo seguian a don- A
de iba, especialmente porque no los sentia tocar el suelo. 3
Tenfa la agradable sensacién de que caminaba por el aire. &
Luego empez6 a dar vueltas por la habitacion, mirando Fi
g
de soslayo los lienzos que habia en las paredes.
—Oye —dijo por fin—, tengo una idea.
Cruzé la sala y se paré frente a la cama, balanceando-
se suavemente.
—Oyeme, mi pequefio calmuco.
—jQué?
—Tengo una idea estupenda. ¢Me escuchas?
—Estoy escuchando a Josie.
—Oyeme, por favor, tu eres mi amigo,
feo calmuco de Minsk, y para mi eres tan buen artista que
una preciosa pintura...
mi pequefio y
me gustaria tener una pintura,
—Son todas tuyas. Llévate todas las que encuentres,
Pero no me interrumpas cuando estoy hablando con tu
€sposa.
Escaneado con CamScanner
OSB
co
Roald Dahl
—No, no. Oye: yo quiero decir una pintura que pu.
da tener tenga siempre conmigo... para siempre... adonde
sea que vaya... lo que sea que ocurra... pero siempre con.
migo... una pintura tuya.
Dio un paso adelante y golped al muchacho en |,
rodilla.
—Oyeme, por favor.
—Escucha lo que te dice —dijo la chica.
—Se trata de lo siguiente: quiero que pintes un cua-
dro sobre mi piel, en mi espalda, y que luego tatties lo que
has pintado, para que permanezca siempre.
—Eso es una idea disparatada.
—Te ensefiaré a tatuar, es facil. Un nifio puede hacerlo,
—Yo no soy ningun nino.
—Por favor...
—Estds completamente loco. {Qué es lo que quieres?
E] pintor miré sus ojos lentos, oscuros, brillantes por
el vino.
—En nombre del Cielo. {Qué es lo que quieres?
—Tt lo puedes hacer muy facilmente. Puedes! ;Puedes!
—¢Quieres decir con tatuaje?
—jSi, con tatuaje! Te ensefio en dos minutos.
—jImposible!
—dlnsintas que no sé de lo que estoy hablando?
No, el chico no podia decir eso porque si alguien sabia
de tatuajes, ese alguien era, desde luego, Drioli. gNo ha
bia cubierto por completo el mes pasado el est6mago de
un hombre con un magnifico dibujo compuesto de flores?
& aquel cliente de tanto pelo en el pecho al que le habia
Escaneado con CamScannertatuado un oso de forma que el pelo pareciese la piel de
Ja bestia? gNo habia tatuado una chica en el brazo de un
hombre de tal forma que cuando flexionaba el musculo la
chica cobraba vida y se contorsionaba asombrosamente?
—Lo unico que digo —contest6 el chico— es que has
bebido y esta es una idea de borracho.
—Josie podria ser nuestra modelo. Un cuadro de mi
esposa en mi espalda. sNo se me permite tener una pin-
tura de mi esposa en la espalda?
—{De Josie?
—Si.
Drioli sabia que la sola mencién de su esposa haria
que los gruesos labios del chico se entreabriesen y empe-
zasen a temblar.
—No —dijo la chica.
—jJosie, querida, por favor! Toma esta botella y ter-
minala, luego te sentiras mas generosa. Es una idea estu-
penda. Nunca en mi vida he tenido una idea mejor.
— Qué idea?
—Que me haga un retrato tuyo en la espalda. sNo me
esta permitido?
—Un retrato mio?
—Desnuda —dijo el chico—, es una excelente idea.
—Desnuda no —protesté ella.
—Bs una idea fantastica —dijo Drioli.
—Una locura —arguyé la chica.
—De cualquier forma, es una idea —replicé el chico—,
es una idea digna de celebraci6n.
Se bebieron otra botella. Luego el chico siguié:
B
oO
saqURLAJOTEISa SOF]AY
Escaneado con CamScannerOo
noaiu vant
izar el tatuaje- Sin embargo, pin.
lo tendras hasta que tomes
u vida, lo ten.
—No, no quiero util
taré el retrato en tu espalda y
un batio y te laves. Sino tomas el bafio ent
drds siempre, mientras vivas.
—No —replicé Drioli.
—Si, y el dia que decidas bafiarte, sabré
tura. Ser una prueba de tu admiracién por
que ya no va-
loras mi pin’
miarte.
—No me gusta nada la idea —protesté
admiraci6n por tu arte es tan grande que estaria sucio
muchos atios. Hazlo con tatuaje, pero no desnuda.
—Pues entonces un retrato —propuso Drioli.
—No lo podré hacer.
Es facilisimo. Te voy a ensefiar en dos minutos, ya ve-
ras. Voy a buscar los instrumentos, las agujas y las tintas.
Tengo tintas de muchos colores, tantos como ta puedas
tener en pintura y mucho mas vivos...
la chica—, su
—Es imposible.
—Tengo muchas tintas, gverdad que si, Josie?
—Ssi.
—Ya verds, voy a buscarlas.
Se levanté de su silla y salié de la habitacion con pa-
sos inestables, pero decidido.
Al cabo de media hora volvid.
—Lo he traido todo —grit6, ensefidndole un maletin
marrén—, todo lo que necesitas para tatuar est4 en esta
maleta.
La puso sobre la mesa; la abrié y sacé las agujas eléc-
tricas y las botellitas de tinta de color. Llend la aguja
Escaneado con CamScannereléctrica, la tomé en su mano y presioné un boton. El
instrumento zumbé y la aguja empezé a vibrar rapida-
mente, moviéndose alternativamente de arriba abajo. Se
quité la chaqueta y se subié la manga.
—Mira, obsérvame y verds lo facil que es, Haré un di-
bujo en mi brazo, aqui.
Su antebrazo ya estaba cubierto de marcas azules,
pero eligié un claro en la piel para hacer su demostracion.
—Primero elijo la tinta; usaré una de azul corriente;
e introduzco la punta de la aguja en la tinta..., asi..., lue-
go la introduzco suavemente en la superficie de la piel...,
de este modo..., y con la ayuda del pequefio motor y de
la electricidad la aguja salta arriba y abajo pinchando la
piel de tal manera que la tinta entra y este es todo el tru-
co. Fijate qué facil es... Mira cémo dibujo un galgo en mi
N
B
saquelIjopeosa soqepay
brazo.
El chico parecia intrigado.
—Déjame a mi practicar en tu brazo.
Empez6 a dibujar con una aguja lineas azules en el
brazo de Drioli.
—Es muy simple —dijo—, es como dibujar con plu-
may tinta. La Gnica diferencia es que es mas lento.
—No es nada dificil. Estas preparado? ;Empezamos?
—Enseguida.
—jLa modelo! —grit6 Drioli—. (Josie, ven!
Ahora estaba entusiasmado, recorriendo la habita-
i6 A A mo un nifio
cién y arreglandolo todo, preparandose co
para un nuevo juego.
—zDénde quieres que se pare?
Escaneado con CamScannerNn
nte de mi tocador. Que se ce.
—Que se ponga alli, dela
| pelo suelto sobre los hor.
pille el pelo. La pintaré con €
bros, cepillandoselo.
—jFantastico! Eres un genio.
De mala gana, la chica fue hacia el tocador y se parg
alli, llevandose con ella el vaso de vino.
Drioli se quité la camisa y los pantalones. Se qued6
en calzoncillos, calcetines y zapatos, balanceandose |i-
geramente. Su pequefio cuerpo era blanco, casi lam-
pino.
—Bueno —dijo—. Yo soy el lienzo. gDénde me pones?
—Como siempre, en el caballete. No creo que sea tan
dificil.
No seas tonto. Yo soy el lienzo.
—Entonces ponte en el caballete, ese es tu sitio.
— 4Como?
—Eres 0 no eres el lienzo?
—Si. Ya empiezo a sentirme como un lienzo.
—Entonces ponte en el caballete. No creo que sea tan
complicado.
—Pero eso no es posible.
—Entonces siéntate en la silla. Hazlo al revés,
paldo.
para
que puedas apoyar tu mareada cabeza en el res
Date prisa porque voy a empezar.
—Estoy preparado, cuando quieras.
—Primero —dijo el muchacho—,, haré un dibujo not
mal y si me gusta lo tatuaré.
Con un pincel gordo empezé a pintar en la desnuda
piel del hombre.
Escaneado con CamScanneree
; —jAy, ay! —grité Drioli—. Un horrible ciempiés ca-
mina por mi espina dorsal.
—jEstate quieto ahora! |Quieto!
El muchacho trabajaba con rapidez trazando unas fi-
nas lineas azules para no dificultar luego el tatuaje. De
tal forma se concentro al pintar que parecia como si su
porrachera hubiera desaparecido por completo. Daba li-
geros toques a su dibujo con mano certera, con la mufieca
rigida, y en menos de media hora habia terminado.
—Bueno —dijo a la chica—. Ya esta.
Ella volvié inmediatamente al jerg6n, se recost6 y
iN}
Ww
qued6 completamente dormida.
Drioli no se durmié. Observé cémo manipulaba el
muchacho la aguja y la introducia en la tinta, luego sintid
un cosquilleo de ardor en la piel de la espalda. El dolor,
que era desagradable pero no extremo, le impidié dormir.
Siguiendo el recorrido de la aguja y viendo los diferentes
colores de tinta que el muchacho iba usando, Drioli se di-
vertia tratando de adivinar lo que pasaba detras de él. El
chico trabajaba con asombrosa intensidad. Parecia estar
completamente absorto en la pequenia maquina y en los
saqURIAZOTLIsa SOI
efectos que producia.
La maquina zumbaba é!
trabajaba afanosamente. Drio!
fin el artista se alejé y anunci6: «(Ya esta!
ba por la ventana y s¢ ofa gente por la calle.
—Quiero verlo —dijo Drioli.
El muchacho le tendié un espejo ¥
poco el cuello para mirar.
nn la madrugada y el muchacho
li recordaba que cuando al
», la luz se filtra-
Drioli laded un
Escaneado con CamScannerK
Koald Dah
—jSanto Cielo! —exclamé.
Era algo asombroso. Toda si
pros hasta el final de la espina
colores —dorado, verde, azul, negro
oncienzudamente hecho
1 espalda, desde los hom.
dorsal, era una mezcla de
y escarlata-. El tatuaje
que parecia un cua-
rechamente posible
‘onciencia, y era
estaba tan c
dro. El chico
las pinceladas
maravilloso el m
habia seguido lo mas est
originales haciéndolo a ¢
odo en que habia usado la espina dorsal
y la zona saliente de los hombros para que formaran parte
de la composici6n. Es mas, s¢ las habia arreglado para afia-
dir al dibujo una extrafia espontaneidad. El tatuaje tenia
vida; mantenia aquel sentimiento de tortura tan caracte-
ristico de todas las obras de Soutine. No era un retrato, era
més bien un aspecto de la vida. El rostro de la modelo se
veia vago y perdido, y como fondo unas curiosas pincela-
das de verde que le daban un aspecto exotico.
—jEs fantastico!
—A mi también me gusta.
El muchacho retrocedié unos pasos examinandolo
atentamente.
—;Sabes una cosa? Me parece que es tan bueno que lo
voy a firmar.
Y tomando de nuevo una aguja inscribié su nombre
con tinta roja en la parte derecha, encima del rifién de
Drioli.
: El viejo llamado Drioli miraba el cuadro en una espe
cie a trance en el escaparate de la exposicién. Aquello
habia sucedido hacia tanto tiempo que le parecia que
pertenecia a otra vida.
Escaneado con CamScannerre
a el chico? ¢Qué habia sido de éI? Ahora recorda-
pa que cuando volvio de la guerra -la Primera Guerra
Mundial-, lo eché mucho de menos y habia preguntado
a Josie por él.
—;D6nde esta mi pequetio calmuco?
Se ha ido —habia contestado ella—. No sé donde,
pero of decir que un marchante lo habia mandado a Céret
para que pintara mas cuadros.
—Quiza vuelva.
Puede ser. jQuién sabe!
Esa fue la ultima vez que lo mencionaron. Poc!
lespués se fueron a Le Havre, donde habia marineros
lo tanto el negocio iba mejor. El viejo sonrié al re-
Le Havre. Aquellos fueron unos afios muy agra-
dables, entre las dos guerras; su pequefia tienda estaba
cerca de los muelles, Jas habitaciones eran confortables
nia mucho trabajo. Todos los dias tres, cua-
rineros venian a que les tatuara los brazos.
n unos afios agradables, en verdad.
a Segunda Guerra, a Josie la mataron y
s alemanes terminé su trabajo. Ya na-
n los brazos y entonces ya era dema-
ender otra clase de trabajo. En su
elto a Paris con Ja vana esperanza
mejor en una ciudad grande, pero
N
wn
‘0 tiem-
po de
y por
cordar
saqURTAJOTLISa soTRDY
y siempre te
tro y cinco ma
Aquellos fuero
Luego vino |
con la llegada de lo
die queria tatuajes €
siado viejo para empr
desesperacién habia vu
de que las cosas Je irfan
no tenia ni los
con su peque-
r lo que tenia
no fue asi.
Ahora que la guerra
medios ni la energia para
fio negocio. No era facil
habia terminado,
empezar de nuevo
para un viejo sabe
Escaneado con CamScannernte si no le gustaba mendigar, si,
‘a subsistir de otro modo?
Bien, pens6, mirando el cuadro otra vez, aqui estg
Qué facilmente un pequetio obje.
as cosas dormidas en el interior!
antes habia olvidado incluso que
tenia un tatuaje en su espalda. Hacia mucho tiempo que
no se acordaba de él, Acercé mas la cara al escaparate y
mir6 la exposicion. Habia muchos cuadros en las paredes
y todos ellos parecian ser obra del mismo artista. Habia
mucha gente paseando por alli. Se veia claramente que
era una exposicion extraordinaria.
En un repentino impulso Drioli se decidié, empujé la
puerta de la galeria y entro.
Era un local alargado, con el suelo cubierto por una
alfombra de color rojo oscuro y, jDios miol, jqué bien y
qué caliente se estaba alli! Habia bastante gente miran-
do los cuadros, gente digna y respetable, casi todos ellos
Ilevando en su mano el catdlogo. Drioli se qued6 al lado
de la puerta, mirando con nerviosismo a su alrededor,
dudando en seguir adelante y mezclarse con aquella gen-
te. Pero antes de que tuviera tiempo de juntar coraje, oy6
que hacer, especialme
embargo, gcOmo podri
mi pequenio calmuco. j
to puede recordar tant
Hasta hacia breves inst
una voz a su lado que decia:
— Qué desea usted?
El que le hablaba Ilevaba un jaquet negro azabache-
Era grueso y pequefio y tenia la cara muy blanca. Era una
cara fofa; con tanta carne que las mejillas le caian
ambos lados de la boca en dos lonjas carnosas, como 4 un
spaniel. Se acercé mas a Drioli y le dijo nuevamente:
por
Escaneado con CamScanner—Qué desea usted?
Drioli no se movi.
—Por favor —insis
—{No puedo mirar los cuadros?
i6 el hombre—, salga de mi galeria.
—Le he pedido que se marche.
Drioli no se movié. De repente se sintié terriblemente
ultrajado.
—No quiero escandalos —dijo el hombre—, venga
por aqui.
Puso su gruesa mano en el hombro de Drioli y empe- 27
z6 a empujarlo hacia la puerta. z
Aquello lo decidié. g
—jQuiteme sus malditas manos de encima! —gritd. 3
Su voz se oyé claramente en la sala y todos los rostros z
se volvieron a la vez para ver ala persona que habia armado e
&
alo. Un lacayo se acercé corriendo para ayudar y
tal escdnd.
.s intentaron arrastrar a Drioli hasta la puerta.
entre los do
La gente no se movia observando los acontecimientos. Sus
caras expresaban apenas un ligero interés y parecian decir:
«No hay ningtin peligro, ya se han hecho cargo de él».
—jYo también! —gritaba Drioli—. iYo también tengo
una pintura suya! jEra mi amigo y yo tengo una pintura
de él que me regalo!
—jEsta loco!
—Un lunatico, un lunatico rabioso.
—Alguien deberfa lamar a la policia.
ido movimiento del cuerpo, Drioli se solté
antes de que alguien pudiera dete-
gritando:
Con un rap
de los dos hombres y;
nerlo, corrié hacia el centro del local,
Escaneado con CamScannerw
oY
—jSe la ensefiaré! jSe la ensefiaré! jSe la ensefiaré!
Se quitd el abrigo, la chaqueta y la camisa y se volvig
con la espalda desnuda hacia la gente.
—jAqui! —grito desesperadamente—- gLo ven? jAqui
esta!
De repente se callaron,
tos, paralizados en una especie de
Miraban el retrato tatuado. Alli es'
tes colores; aunque la espalda del vie
ahora, los salientes de los hombros mas pronunciados y
Je daba a la pintura
presos de sus movimien-
le vergonzoso asombro,
taba con sus brillan-
jo era mAs estrecha
el efecto, aunque no era espectacular,
una curiosa textura arrugada y blanda.
Alguien dijo:
—jDios mio, es verdad!
Entonces vino la excitacion y el si
mientras la gente cercaba al pobre viejo.
—jEs inconfundible!
—Su primer estilo, gverdad?
—jEs fantastico, fantastico!
—i miren, esta firmado!
—Eche los hombros hacia delante, amigo mio, para
que la pintura se ponga tirante.
—Anciano, cuando lo pint6?
—En 1913 —dijo Drioli, sin volverse—, en otofio de
1913.
—Quién ensefié a Soutine a tatuar?
onido de voces,
—Yo mismo.
— la mujer?
—Era mi esposa.
Escaneado con CamScanner|
El propietario de la sala se abrio paso entre la gent
. ian ente
hacia Drioli. Ahora estaba tranquilo, muy serio, c :
. . a , con uni
sonrisa en los labios. °
—Monsieur —dijo—, yo se lo compro.
Drioli observaba cémo se movian las carnes de sus
mejillas al mover la mandibula.
—Digo que se lo compro, monsieur.
—jCémo lo va a comprar? —pregunté Drioli, suave-
mente.
—Le doy doscientos mil francos por él. 29
Los ojos del comerciante eran pequetios y oscuros y z
Jas alas de su ancha nariz comenzaban a temblar. =
—jNo lo consienta! —murmur6 uno de los especta-
dores—. jVale veinte veces mas que eso! B
Drioli abrié la boca para hablar, pero no le salié ni z
un sonido, asi que la cerré de nuevo. Luego habl6 len-
tamente:
— Pero cémo voy a venderlo?
Levanté las manos y luego las dejé caer a los costados
del cuerpo. Su voz contenia toda la tristeza del mundo.
—jSi! —decian algunas voces—. gCémo lo va a ven-
der?, es parte de su cuerpo.
—Oiga —dijo el comer:
Lo ayudaré, lo haré rico. Ju
acuerdo sobre esta pintura. je
Drioli lo observé con aprensi
—Pero gcémo lo va a compral
con él cuando lo haya comprado?
@Dénde lo guardard esta noche?, ¥
ciante acercandosele mas—.
tos podremos llegar a un
dad?
on en sus Ojos.
Y, monsieur? gQué hara
gDonde lo guardara?
mafiana?
Escaneado con CamScanner—Ah, gdonde lo guardaré? Si, gdénde lo guardare,
gdénde? Veamos...
El comerciante se golpe
dedo blanco y regordete.
—Parece ser que, sime
do también con usted. Es
una pausa y se golpe6 nuevamen'
dad la pintura no tiene valor hasta que usted no muera,
gCudntos afios tiene, amigo mio?
—Sesenta y uno.
—Pero no esté muy fue!
El comerciante bajé la mano
de arriba abajo, lentamente, como un granjero a un caba-
6 e] puente de la nariz con _
quedo con el cuadro, me que.
to es una desventaja —Hizg
te la nariz—. En realj-
rte, verdad?
dela nariz y mir6 a Drioli
llo viejo.
Esto no me gusta nada —dijo Drioli, haciendo ade-
man de marcharse—; francamente, monsieur, no me
gusta esto.
Echo a andar, pero solo
ballero de elevada estatura
los hombros. Drioli miré en derredor discul
10 tiempo que le daba unos
para caer en brazos de un ca-
que lo tomé suavemente de
Ipandose. El
desconocido le sonrié al mism
golpecitos en el hombro desnudo con la mano embutida
en un guante amarillo canario.
—Escuche, buen hombre —dijo el desconocido, to”
davia sonriente—. gLe gusta nadar y tomar bafios de
sol?
Drioli lo miré un poco asustado.
—{Le gusta la comida sofisticada y el vino tinto delas
grandes bodegas de Burdeos?
Escaneado con CamScannerEl hombre todavia sonreia, ensefiando una hilera de
dientes blancos y pulidos. Hablaba suavemente, puesta
todavia su mano enguantada en el hombro de Drioli,
—{Le gustan esas cosas?
—Pues... si —contesté Drioli, bastante perplejo—.
Por supuesto.
—@Y la compajiia de mujeres bonitas?
—¢Por qué no?
—@Y un armario lleno de trajes y camisas hechas a me-
dida? Parece que no anda usted demasiado bien de trajes.
Drioli miraba a este hombre sofisticado, esperando el
resto de su proposicién.
w
rae
—Le han hecho alguna vez zapatos a medida?
—No.
—Le gustaria?
sa]URLLJO[eISa SOCIETY,
—Pues...
—Y que alguien lo afeitase por las mafianas y le arre-
glase el pelo?
Drioli, inmévil, se quedé con la boca abierta.
—®{¥ una atractiva muchacha que le haga las urias de
las manos?
Alguien trataba de contener la risa.
— la campanilla junto a la cama para llamar a la
doncella y que le traiga el desayuno? gLe gustaria todo
eso, amigo mio? gNo le apetece?
Drioli lo miré atentamente.
y el propietario del hotel Bristol de Cannes.
—Vera, so’
sto de
Lo invito a que venga y viva como mi invitado el re:
sus dias con todo el lujo y confort.
Escaneado con CamScannerB
Roald Dahl
Bs
Hizo una pausa para que Drioli tuviera tiempo dy s,
a
borear ese tentador programa.
—Su tinico trabajo, que se puede llamar placer, consis
tira en que pase su tiempo en mi playa, en traje de bas,
pasedndose entre mis invitados, tomando sol, nadang,,
bebiendo cécteles. {Qué le parece? gLe gusta la idea, seo
No hubo respuesta.
e? Asi todos mis invitados podran
—(No lo comprendi
admirar este fascinante retrato de Soutine. Se convertirg
usted en un hombre famoso y la gente dira: «Mira, ese es
el que lleva diez millones de francos en la espalda». jLe
gusta esta idea, monsieur? {Le gusta?
Drioli miré al hombre de los guantes amarillos, du-
dando todavia, por si acaso era una broma.
—Es comico —dijo lentamente—, pero, realmente,
ghabla en serio?
—Claro que si.
—Oiga —interrumpié el marchante—, aqui esta la
respuesta a nuestro problema. Yo compro la pintura y
hago que un buen cirujano le quite la piel de la espalday
entonces usted podra disfrutar de la gran suma de dine-
ro que yo le daré.
—Sin la piel en la espalda?
—jOh, no! No me ha comprendido. Este cirujano le
pondré otra piel en lugar de la del cuadro, eso es facil.
—Se puede hacer?
—Si. No pasa nada.
; —jlmposible! —dijo el caballero de los guantes am*
illo canario—, es demasiado viejo para resistit U4
Escaneado con CamScannercirugfa mayor con injertos de piel. Eso lo mataria, amigo
mio. ama
—jMe mataria?
—Naturalmente, usted no sobreviviria y solo la pin-
tura se salvaria.
—jEn el nombre de Dios! —grité Drioli, mirando es-
pantado a la gente que lo observaba.
En el silencio que siguié, otra voz de hombre se dejé
ofr entre el grupo:
—Quiza si alguien le ofreciera a este hombre mu- 33,
cho dinero consentirja en matarse aqui mismo. ,Quién z
sabe? z
Algunos soltaron una risita. E] marchante golpeé la :
alfombra con los pies, incémodo. 5
La mano con el guante amarillo canario empez6 a z
g
golpear de nuevo a Drioli en el hombro.
—Bueno —le dijo el caballero con su amplia sonrisa
blanca—. Usted y yo iremos a comer juntos y hablaremos
mientras comemos. {Qué tal? {Tiene usted apetito?
Drioli lo observé frunciendo el cefio. No le gustaba el |
cuello largo y flexible de aquel hombre, ni el modo en que
se inclinaba hacia él al hablarle, como una serpiente.
—Pato asado y Chambertin —fue enumerando el
hombre. Puso un acento empalagoso, suculento, en sus
palabras, como dandose un lujo con la lengua—. Y quiza
un suflé de castarias, ligero y espumoso.
Los ojos de Drioli se elevaron hacia el techo, los labios
se le aflojaron y humedecieron. Se podia ver que el pobre
mnte comenzaba a babear.
viejo literalme:
Escaneado con CamScanner4
ee pobre viejo, tenga en estos momentos una atractiva Mm
s
— Como le gusta el pato? —continud el caballero—,
gLe gusta muy asado y crujiente por fuera, o bien...?
—Iré —dijo repentinamente Drioli.
Ya habia recogido su camisa y sé la estaba poniendo
con desesperacién por la cabeza.
—Espéreme, monsieur, voy con usted.
En un momento habia desaparecido de la exposicion
con su nuevo patron.
Al cabo de pocas semanas, un cll
busto de mujer, pintado de una extrafia forma, bien en-
marcado y barnizado, se puso a la venta en Buenos Aires.
unido al hecho de que en Cannes no existe ningun
adro de Soutine, un
Esto,
hotel llamado Bristol, hace pensar un poco, nos mueve a
or la salud del anciano y nos hace desear ardien-
rogar p'
temente que, en cualquier lugar en que se encuentre es¢
ue
chacha que le haga las ufias de las manos y una doncella
que le traiga el desayuno a la cama, todas las mafianas-
Escaneado con CamScanner