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CREYENTES
por JOHN D. BECKETT
INTRODUCCIÓN
A fines de la década de los sesenta, tuve una experiencia que cambió mi
vida. En el negocio de la familia al que me había unido hacía poco tiempo
surgieron algunos problemas graves: la muerte repentina de mi padre,
quien había fundado la compañía y, poco después de aquello, un fuego que
les hizo unos daños increíbles a las dependencias de nuestra fábrica. Antes
de aquellos traumáticos sucesos, y pensaba que me podría enfrentar
incluso a los retos más difíciles sin ayuda alguna; ni siquiera la ayuda de
Dios. Pero este joven ingeniero graduado del MIT, entonces tan seguro de
sí mismo, ya no lo estaba tanto. No tenía las respuestas a aquellos reveses
tan aplastantes… sólo montones de preguntas. Fue entonces cuando me
convertí en un comprometido seguidor de Jesucristo. Más tarde descubriría
que en realidad, Él me había hecho para que le hiciera compañía. Todo
aquello sólo era “volver a casa”, a Aquél que me amaba profundamente y
se preocupaba por mí.
Jesús hizo una ilustración para ayudarnos a comprender los riesgos que
comprendía esta situación. Habló de un sembrador que salió a sembrar,
ejemplo que subraya lo importantes que van a ser los próximos treinta
días. Dijo que parte de la semilla cayó junto al camino, donde se la
comieron las aves antes que llegara a echar raíces siquiera. Otras semillas
cayeron donde había poca tierra. Al principio comenzaron a crecer, pero
las raíces nunca se llegaron a fijar como es debido. Cuando salió el sol, las
plantas se quemaron y se secaron. Otras semillas sí echaron raíces, pero
pronto las espinas que las rodeaban se enredaron con las nuevas plantas y
acabaron con su vida.
Por fortuna, la parábola no termina aquí. Jesús describe otra clase de suelo
como “buena tierra”. Las semillas que cayeron en aquel suelo echaron
raíces, crecieron las plantas y terminaron multiplicándose hasta formar un
gran número. (Vea la parábola entera en Mateo 13:1-23). ¿Le gustaría que
sus raíces espirituales penetraran en esa clase de suelo?
Hace años, cuando nuestra familia salía para dar un viaje largo en
automóvil, sólo habíamos recorrido unos cuantos kilómetros por la
carretera, cuando uno de los niños más pequeños me preguntaba: “Papá,
¿ya llegamos?”
Ahora necesito hacerle una advertencia, que más tarde vamos a ver con
mayor profundidad. Cuando Jesús les estaba explicando la parábola del
sembrador a sus discípulos (la que mencioné en la Introducción), les dijo:
“Viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón” (Mateo
13:19). Se estaba refiriendo a Satanás, al diablo; a su adversario, que
siempre está obrando en contra suya. La táctica de Satanás con el nuevo
creyente consiste en apartarlo de la fe que acaba de hallar. Le dice: “Esto
no es real. Sólo has tenido una experiencia emocional”. “Vas a perder
todos tus amigos.” “Se te acabó la diversión.” Es una batalla mental, y el
enfrentamiento con el adversario es una realidad de su vida cristiana.
¿Le puedo pedir que haga esto usted ahora mismo? Conviértase en un
“niño pequeño” por un minuto, y acérquese a Jesús como se habría
acercado a un padre o una madre que lo amara profundamente. Sin pedir
nada. Sin esperar nada. No hace falta que se cepille los dientes ni que se
peine el cabello. Sólo lléguese a Él y acurrúquese. Manténgase en su
presencia. Experimente el amor que Él le tiene.
¿Se tomó el tiempo para hacerlo? Por favor, no siga adelante mientras no
lo haya hecho.
Convierta este acto tan infantil en un hábito para toda la vida. En ese lugar
de descanso, confianza y dependencia, va a experimentar el poder
transformador de la nueva vida. “Porque Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses
2:13). El obra desde dentro hacia fuera, y no al revés.
Es triste que muchos cristianos hayan permitido que la religión se
convierta en sustituto de una relación. Es fácil caer en esa trampa. Uno
puede llegar a estar tan ocupado “haciendo cosas para Dios”, que descuide
sus lazos personales con Él.
En todas las culturas, las palabras son importantes. Son nuestra manera
de comunicar datos, ideas, instrucciones, aliento y corrección. No le
debería sorprender el que Dios quiera comunicarse con usted por medio de
palabras. Hasta cuando se refirió a Jesús, su propio Hijo, lo llamó “la
Palabra” (el “Verbo”; vea Juan 1).
Si usted tiene una Biblia, magnífico. Si no, puede encontrar una en línea
en www.biblegateway.com. Le sugiero que comience por el evangelio de
Lucas. Lea un poco cada día. Mientras lee, deje que esas palabras le
hablen, le traigan alguna idea fresca, alguna verdad nueva. Saboree lo que
Dios le dice por medio de su palabra, dándole vueltas en la mente,
permitiendo que se convierta en una fuente esencial de vida. (Aunque hay
algunas cosas que pueden parecer confusas, recuerde que todo lo que hay
en la Biblia se encuentra allí con un propósito).
Otra buena práctica sería buscar las citas bíblicas que menciono en este
estudio. Esto lo ayudará a familiarizarse con el recorrido por toda la Biblia,
y a ver el contexto concreto de uno o varios versículos determinados. (En
estos treinta días de estudio, he usado en español la versión Reina-Valera
de 1960, a menos que indique otra cosa —como NVI para la Nueva Versión
Internacional—, pero siéntase libre de hallar una versión que sea la
adecuada para usted).
Todos sabemos que la vida puede ser dura. Por consiguiente, es posible
que nos resulte difícil mirar las circunstancias que nos rodean y llegar a la
conclusión de que Dios es un dios de amor. Tal vez usted creció en un
hogar destruido, donde había pocas evidencias de amor por parte de su
padre terrenal; tal vez lo que existía era el maltrato. Es posible que haya
perdido seres amados por enfermedad, accidente o guerra. En algunas
regiones del mundo, la pobreza y el hambre son realidades diarias. ¿Dónde
está el amor de Dios en todo esto?
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que
todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16,
NVI).
El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios
su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para
que vivamos por medio de él (1 Juan 4:8,9, NVI).
Oswald Chambers resume así la conexión que existe entre la cruz y el
amor de Dios:
La roca sólida de nuestra fe cristiana es la maravilla insondable e
inmerecida del amor de Dios manifestado en la Cruz del Calvario; un amor
que nunca podremos merecer, y que nunca mereceremos (7 de marzo).
Billy Graham, en su reciente libro llamado The Journey (“El viaje”), dice:
“Mientras más leo la Biblia, más comprendo que el amor es el atributo
supremo de Dios” (p. 22 de la versión inglesa).
He aquí una oración, escrita para la antigua iglesia de Éfeso por el apóstol
Pablo, quien les escribió a los nuevos creyentes varias cartas que se hallan
recogidas en el Nuevo Testamento. Ahora usted puede hacer suya esta
oración: “(Para que podáis) conocer el amor de Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios
3:19).
Texto bíblico clave Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito (Juan 3:16, NVI).
Pensamiento clave El amor que Dios me tiene nunca ha disminuido, y
nunca disminuirá.
© JOHN D. BECKETT
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que
todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16,
NVI).
El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios
su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para
que vivamos por medio de él (1 Juan 4:8,9, NVI).
Oswald Chambers resume así la conexión que existe entre la cruz y el
amor de Dios:
Billy Graham, en su reciente libro llamado The Journey (“El viaje”), dice:
“Mientras más leo la Biblia, más comprendo que el amor es el atributo
supremo de Dios” (p. 22 de la versión inglesa).
He aquí una oración, escrita para la antigua iglesia de Éfeso por el apóstol
Pablo, quien les escribió a los nuevos creyentes varias cartas que se hallan
recogidas en el Nuevo Testamento. Ahora usted puede hacer suya esta
oración: “(Para que podáis) conocer el amor de Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios
3:19).
Texto bíblico clave Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito (Juan 3:16, NVI).
Pensamiento clave El amor que Dios me tiene nunca ha disminuido, y
nunca disminuirá.
© JOHN D. BECKETT