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HECHOS Y CONSECUENCIAS DEL 7-M

Pepe Auth

HECHOS

1.- Del clivaje Sí/No del ‘88 al del Apruebo/Rechazo del ‘22
Si el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 fue la primera elección desde 1989 que no estuvo
determinada por el clivaje del Sí y el No establecido en el plebiscito de octubre de 1988, esta elección
de consejeros constitucionales fue la primera informada y explicada por el clivaje del Apruebo y
Rechazo del 4 de septiembre pasado. La increíble continuidad de resultados entre esta elección y el
plebiscito previo, tanto a nivel nacional como regional y comunal, sólo tiene comparación con la
elección presidencial de 1989 respecto del resultado del Si/No en el plebiscito de 1988.
Las tres listas que se reclamaban del Rechazo sumaron 61,96% de los votos, como el 62% que había
obtenido éste en el territorio nacional. Las listas del Apruebo sumaron 37,54 % y el Apruebo en
septiembre 2022 había obtenido 38%. Las candidaturas independientes fuera de pacto consiguieron
sólo 0,5% de la votación.
La gravitación del 4-S en los resultados de consejeros resulta tan poderosa que la variación derivada de
la presencia de 351 candidaturas con sus respectivas trayectorias y clientelas es muy pequeña. Todo
indica que la amplísima mayoría de quienes optaron por el Rechazo en septiembre marcaron
preferencia por las listas de los partidos que habían trabajado por esa opción y quienes se definieron
por el Apruebo reafirmaron su decisión optando por las listas que se reclamaban de éste.

2.- Segunda elección más concurrida de la historia


Con 9.795.930 votos válidos, ésta elección fue la segunda de mayor concurrencia efectiva de la historia
de Chile, superando ampliamente los 12.750.518 de la segunda vuelta presidencial Boric/Kast de 2021
y muy por debajo de los 12.750.518 votos válidos del plebiscito de salida de septiembre pasado, que
fue una elección sin precedentes en materia de tiempo de campaña, cobertura mediática, información
gubernamental y penetración en los hogares.
A pesar de que sólo concurrieron 544 mil personas menos que el 4-S, la participación en términos de
votos válidos cayó en 2,9 millones, pues hubo 2,4 millones más de votos nulos y blancos.
Era previsible el aumento de nulos y blancos por tratarse de una elección con voto obligatorio y que
estuvo muy lejos de adquirir la relevancia que tuvo el plebiscito de salida, además de que siempre el
voto nulo y blanco crece en elecciones de opciones múltiples respecto de las elecciones binarias, donde
hay sólo dos alternativas y no fuerzan al elector a decidir entre 20 o 30 opciones para muchos
desconocidas.
Seguramente una pequeña fracción de los 2.119.506 votos nulos es atribuible a una decisión política,
desde la izquierda radical por la nula posibilidad que dejaban las reglas del juego a una nueva
propuesta refundacional y desde la derecha en señal de protesta por la continuidad de un proceso
constituyente que a su juicio debía cancelarse con el triunfo del rechazo. Estimo que este nulo de
inspiración política debe estar entre el 10 y 20% (210 a 420 mil votantes) del total de nulos, pero no
tuvo efecto alguno en el resultado, pues las listas mantuvieron básicamente los porcentajes del Apruebo
y del Rechazo, disminuyendo ambos campos políticos en la misma proporción de votos.
En realidad, el 21,54% que anuló o dejó en blanco su voto corresponde mayoritariamente a personas
que, de ser voluntaria la elección, no participarían en ella, sea porque no tienen un mínimo de
información sobre lo que está en juego, carecen completamente de interés en las decisiones políticas o
se sienten violentados por la obligatoriedad de adherir a un sistema político que les es indiferente o
rechazan. Como hubo muchos votos anulados por marcar un candidato en cada lista o todas las
candidaturas de una lista, un componente de los nulos puede atribuirse a la escasa información oficial
sobre cómo votar, particularmente tratándose de la primera elección obligatoria con opciones múltiples,
donde había que marcar preferencia por una candidatura entre varias dentro de una de las 5 listas
electorales, ejercicio que más de 5 millones de electores no había hecho jamás.

3.- Tsunami Republicano


Si bien confirmamos la tesis de que esta elección iba a reflejar la continuidad casi exacta del resultado
del 4-S y esperábamos que el Partido Republicano se convirtiera por lejos en el primer partido de Chile,
que fuera la lista más votada con 35,4% y a tanta distancia de Unidad para Chile y Chile Vamos fue una
sorpresa total, un verdadero tsunami y, como se sabe, los tsunamis son por definición imprevisibles.

La votación de Republicanos en esta elección es la segunda más alta de un partido en la historia de


Chile contemporáneo, sólo superado por la marea azul, cuando la Democracia Cristiana obtuvo 43,6%
de los votos y 82 de 147 diputados en marzo de 1965, a sólo 4 meses de iniciado el gobierno de
Eduardo Frei Montalva. Republicanos fue la lista más votada en 12 de las 16 regiones, siendo superada
levemente por Unidad para Chile sólo en Atacama, Coquimbo y la Región Metropolitana, y por Chile
Vamos en Aysén. El hecho de ser por lejos la lista más votada y de superar con largueza a las demás en
muchas regiones hizo que con 35,4% de la votación eligiera al 46% (23) de los 50 miembros del
Consejo Constitucional electos por el padrón general.
Su mejor performance fue en Biobío (43,4%), seguido por Tarapacá (41%), Los Lagos (40,6%), Ñuble
(40,5%), Maule (39,1%), Antofagasta (38,1%), Araucanía (37,7%) y Valparaíso (37,2%). Entre las más
bajas estuvo Magallanes (28,3%), Coquimbo (29,9%), Atacama (30,2%) y la Metropolitana (32,1%).
Arica (35,7%), Los Ríos (35,1%) y O’Higgins (34,4%) estuvieron muy cerca del resultado nacional. Su
resultado más bajo -21,5%- fue precisamente en la región con menos electores, donde la trayectoria y
calidad de las candidaturas es mucho más incidente que en las regiones más grandes.
Es evidente que el voto por Republicanos tuvo poco que ver con las características de su elenco de
candidaturas y mucho más con la marca del partido y, particularmente, su asociación estrecha al
liderazgo del excandidato presidencial en 2017 y 2021, José Antonio Kast. No exageramos si decimos
que el candidato en las 16 regiones fue en realidad el propio Kast y las candidaturas más exitosas de su
partido fueron precisamente las más identificadas por su relación con el líder republicano.
El Partido Republicano es, por cierto, un partido de derecha más radical y conservador que los partidos
que integran Chile Vamos y compite con rudeza por el mismo electorado. Pero su crecimiento
explosivo de 24,2 puntos porcentuales desde el 11,2% de las elecciones de noviembre 2021 al 35,4%
del domingo 7 de mayo de 2023 no es principalmente a costa del electorado tradicional de derecha. De
hecho, la lista de Chile Vamos sólo retrocede poco más de 4 puntos desde el 25,4 al 21,1%. Casi 20
puntos, entonces, crece Republicanos más allá de la derecha, seguramente de manera privilegiada en
los electores nuevos que se incorporan por la obligatoriedad pero también en electorado de centro y de
izquierda más afectado por la crisis de inseguridad y narcotráfico, particularmente en comunas
populares.
Mi interpretación es que tres factores desencadenaron en el último tramo de campaña este resultado
inesperadamente tan favorable para el Partido Republicano. El primero es que la demanda de orden,
que había venido aumentando de manera sostenida en los últimos meses, tuvo un punto de inflexión
con los asesinatos de los carabineros Alex Salazar, Rita Olivares y Daniel Palma entre marzo y abril,
pasando a ser el tema dominante sino exclusivo para la opinión pública, lo que repercutió
favorablemente en Kast, que encarnó de manera emblemática la demanda de orden en la campaña
presidencial pasada. Para muchos votantes, la razón principal del voto no fue la identificación
ideológica o política con la opción conservadora que representa Republicanos, sino más bien su
identificación con el clamor de mano dura frente a la delincuencia y el narcotráfico.
El segundo factor es que la dimensión de plebiscito a la gestión de gobierno fue avanzando en la
campaña, catalizada por la orientación de la franja de Republicanos y de Chile Vamos, lo que favoreció
el desplazamiento de votos a los dos polos. Quien quería solidarizar con el gobierno, tendía a votar por
la lista más identificada con éste (Unidad para Chile) y quien quería expresar su rechazo al gobierno,
tendía a preferir la lista de oposición más radical e inflexible a sus políticas, y menos a las fuerzas
políticas de centroizquierda que se distanciaban del gobierno y a las opositoras que se sentaban a
negociar con éste. Y el tercer elemento provino del naufragio del PDG, que en las semanas previas
prometía un resultado cercano al 14% y terminó obteniendo 5,4% de los votos luego del escándalo de
una candidata a consejera constitucional con condenas previas por narcotráfico. El PDG compartía y
disputaba electorado con Republicanos, particularmente en los electores nuevos, los más distantes de la
política, los más desconfiados del Estado, los más refractarios a las promesas de los partidos. Mi
apuesta es que el desfonde de Parisi y su partido le aportó 7 a 9 puntos adicionales al Partido
Republicano, consolidando así su explosivo crecimiento en la última recta de campaña.

4.-Derecha por primera vez mayoría electoral absoluta


Republicanos y Chile Vamos (RN, UDI y Evopoli), partidos que se reclaman de derecha, superaron por
primera vez el 50% de los votos en una elección entre partidos políticos. Parece muy lejano, pero en
mayo de 2021, en la elección de Convencionales la lista única de estos mismos partidos había sumado
apenas 20,57% de los votos, y en la elección de diputados de noviembre del mismo año en listas
separadas obtuvieron 36,62%.
Esta vez la votación sumada del Partido Republicano (35,41%) y de Chile Vamos (21,07%) llega a
56,48% y 5.532.165 votos. En volumen, por supuesto, la más alta votación de la derecha en toda su
historia, incluidas las segundas vueltas presidenciales, donde Sebastián Piñera tenía el récor con
3.796.918 votos y 54,57%. En las elecciones comparables, donde compiten los partidos, los mejores
resultados para la derecha se habían verificado en 2021 (44,27%), empujados por el ascenso de Joaquín
Lavín, y en 2009 (43,45%), asociados a la candidatura presidencial de Piñera, que en primera vuelta
logró 44,06% de la votación.
Es evidente que este resultado histórico está asociado a la participación masiva de electores que no
concurrían habitualmente a votar. Se trata de personas que desconfían más del Estado y de la política
que los votantes frecuentes, propensos a dejarse llevar más por sus temores que por sus esperanzas,
movidos mucho más por sus urgencias coyunturales que por adhesión a marcos ideológicos, políticos o
programáticos, en fin, más disponibles para votar en contra que a favor de algo, muy disponible para
votar contra el poder de turno, cualquiera sea su orientación ideológica y política. Por esto el resultado
es por definición provisorio y mal harían los partidos de derecha en creer que su victoria corresponde a
un giro de la sociedad en esa dirección. La política suele incurrir en el error de entender cambios
coyunturales como si se tratara de modificaciones estructurales. Los partidarios de Bachelet en 2013
interpretaron el triunfo en segunda vuelta como un giro a la izquierda y sus reformas rebotaron en la
clase media, luego los seguidores de Piñera en 2017 actuaron como si la sociedad hubiera virado a la
derecha y a poco andar se encontró con un estallido social que casi tumba a su gobierno, más tarde los
partidos de Boric se olvidaron de que sólo 25,8% respaldó su propuesta y pensaron que los chilenos
que le dieron el triunfo en segunda vuelta estaban respaldando su programa de cambios estructurales y
sólo 6 meses más tarde le dieron un portazo a esa pretensión desde sus urgencias coyunturales.
Esperemos que esta vez la política sepa conjurar esa equivocación consuetudinaria.

5.- Retroceso de las Izquierdas


La izquierda había avanzado considerablemente en la elección de Convencionales de mayo 2021, pues
Apruebo Dignidad obtuvo 18,75% de los votos, los partidos a su izquierda (PEV, PH, PTR y UP)
sumaron 5,59% y la mayor parte del 36% que recibieron las listas independientes representaban
liderazgos alineados en la izquierda. La centroizquierda agrupada en la Lista del Apruebo (del PS a la
DC) sumó 14,45% de los votos. Pocos meses después, ya no con las reglas excepcionales de la elección
de convencionales, Apruebo Dignidad obtuvo 20,97% y los partidos a su izquierda (PH, Igualdad, PEV,
PTR y UP) sumaron 11,62%, totalizando 32,59% de los votos válidos. La centroizquierda, por su parte,
bajo la denominación de Nuevo Pacto Social sumó 17,17%, a lo que podría añadirse 0,71% del PRO,
totalizando 17,88% de los votos.
El 7 de mayo la izquierda retrocedió 11,13 puntos porcentuales respecto de la elección de diputados de
2021, de 32,59 a 21,46%, desde un tercio de los electores a poco más de un quinto. La centroizquierda,
por su parte, experimentó una baja de 1,8 puntos desde 17,88 a 16,08%, considerando a los mismos
partidos que concurrieron juntos a la elección parlamentaria de 2021 (desde la DC al PS). El mundo de
izquierda y centroizquierda consideradas las 7 listas que se reclamaban del sector, había sumado
50,47% en la elección de diputados de noviembre 2021 y ahora las 2 listas que se reconocen en este
mundo totalizan 37,54% de la votación.
El hecho de que el Frente Amplio y el Partido Comunista no tuvieran esta vez competencia por su
izquierda crea la ilusión de crecimiento al comparar sus votaciones con las de 2021, pues efectivamente
el PC aumenta su votación en 7 décimas, de 7,36 a 8,08% y el F.A aumenta casi 4 décimas de punto,
de 11,91% en 2021 a 12,30% en esta elección de consejeros constitucionales, pero es evidente que, de
haber competido como en 2021 con formaciones situadas a su izquierda, este leve crecimiento habría
devenido en retroceso de su adhesión electoral.
La Centroizquierda, por su parte, no logró detener y menos aún revertir la pérdida de adhesión que
venía experimentando hace ya varias elecciones. En elecciones de diputados de 2009 los 4 partidos de
centroizquierda representaban al 40% de los votantes, cifra que se mantuvo en 2013 pero descendió al
30% en 2017 y a la mitad (15,2%) en 2021. El PPD representaba 12,7% en 2009 y 11% en 2013,
descendió abruptamente a 6,1% en 2017, la primera elección post binominal, y continuó bajando en
2021, donde sumó apenas 3,8% de los votos, no muy lejos del 3,6% de la elección de consejeros. La
DC mantuvo su liderato en 2009 y 2013 (14,2 y 15,5%, respectivamente), baja a 10,3% en 2017, luego
cae abruptamente en 2021 a 4,2% y ahora a 3,8% de los votos. El PS obtuvo 9,9% en 2009, creció a
11,1% en 2013, disminuyó levemente a 9,8% en la primera elección proporcional de 2017, cayó a 5,4%
en 2021 y recuperó 6 décimas para obtener 6% en esta elección. El PS resiste mejor el paso desde el
binominal al proporcional que el PPD y la DC, seguramente por una identidad política más nítida y un
componente mayor de electorado propio, mientras el PPD se alimentaba principalmente del electorado
identificado con la Concertación, al igual que la DC desde el 2000 en adelante.
El esfuerzo tardío de recuperación de su identidad y diferencia con la izquierda radical que representó
la conformación de la lista Todo por Chile, que apuntaba a recuperar al menos parte del voto de centro
y centroizquierda que optó por el Rechazo el 4-S, no logró su propósito porque los partidos que la
conformaron habían sido activos promotores del Apruebo y su relación con el gobierno los bloqueaba
para la recuperación de votos del Rechazo y al mismo tiempo los debilitaba en la disputa del voto
Apruebo y de respaldo al gobierno.
Lo que tuvo esta elección de plebiscito a la gestión del gobierno contribuyó, por cierto, a engrosar los
electores de la lista Unidad para Chile, definida nítidamente como oficialista, y de la oposición más
inflexible y encarnizada al gobierno representada por el Partido Republicano. Eso debilitó, por cierto,
las opciones de quienes desde la derecha participaron en instancias de diálogo con éste y quienes,
aunque con timidez, buscaron desde la centroizquierda distanciarse del gobierno en algunos temas
sensibles.

6.- Naufragio (¿definitivo?) del PDG


Franco Parisi, economista y profesor de la Universidad de Chile, conocido popularmente por un
programa de televisión, se presentó como candidato independiente en 2013, arribando tercero de 9
candidatos con 10,1% , detrás de Michelle Bachelet (46,7%) y Evelyn Matthei (25%). Volvió a ser
candidato en 2021, luego de haber constituido un partido político -el Partido de la Gente- a partir de los
usuarios de Felices y Forrados, web de asesoría financiera liderado por el economista Gino Lorenzini.
Esta vez obtuvo 12,8% de los votos, de nuevo tercero, detrás de José Antonio Kast (27,9%) y Gabriel
Boric (25,8%), superando levemente a las candidaduras presidenciales de Chile Vamos y de la
exConcertación.
Dedicando su franja presidencial a orientar su voto hacia la lista parlamentaria del PDG, consiguió un
8,4% de los votos y sorprendió eligiendo 6 diputados, a pesar de presentar candidaturas completamente
anónimas, sin ninguna trayectoria pública previa. El concepto central del PDG consistía en la crítica
simultánea a la izquierda y a la derecha, a la política en general y también a los grandes empresarios,
buscando identificarse con la clase media y apuntando al creciente electorado sin identificación
política.
A poco andar se pudo ver la dificultad de navegar en política sin definiciones ni convicciones propias,
con el solo discurso de “hacer lo que la gente pida” , pues cuando tuvo que tomar decisiones, su
bancada parlamentaria terminó dividida en dos y mostrando envejecimiento prematuro, con prácticas
internas más propias de un partido en su fase terminal que al inicio de su despegue. A pesar de la
pérdida de novedad y prestigio del partido, que había fracasado allí donde Kast había tenido éxito, en
estructurar una orgánica con presencia territorial importante, Parisi era su principal y exclusivo
potencial electoral, apuntando y conectando bien con ese electorado nuevo que se había incorporado
con el voto obligatorio. Cuando todo indicaba que podía disputarle a Republicanos parte del votante
inhabitual, sin marco ideológico ni identificación política, el fenómeno mediático que representaba se
derrumbó mediáticamente al conocerse el hecho que una de sus candidatas a consejera constitucional
había sido condenada por tráfico de drogas.
Finalmente, en lugar de su previsible avance electoral, retrocedió significativamente de 8,4% en 2021 a
5,5% de los votos. Si miramos su resultado en los distritos donde eligió diputados (Regiones de
Antofagasta y Coquimbo, distrito 6 de la Región de Valparaíso, distrito 8 en la RM y distritos 20 y 21
en la Región del Biobío), en todos está muy por debajo de lo que se requiere para elegir representantes
y en la Región de Valparaíso los conflictos internos provocaron un error en la inscripción que los dejó
fuera de la elección.
Con este resultado inferior al de su emergencia en 2021, con la mitad de sus diputados intentando
inscribir un nuevo partido, con el explosivo aumento del rechazo a su líder Franco Parisi (llegó a 71%
en la encuesta Cadem después de la elección) y con parte de su electorado potencial atraído por un
Partido Republicano victorioso, es muy difícil imaginar su recuperación de aquí a las elecciones
municipales y regionales, por lo que es muy probable que su existencia haya sido más efímera incluso
que el PRI, hoy desaparecido de la escena política.
CONSECUENCIAS

1.- Republicanos: otra cosa es con la llave

La actitud de Kast y la directiva del Partido Republicano ha tenido sin duda un giro desde que eligió 23
consejeros constitucionales el 7 de mayo y pasó de ser un crítico radical a la idea de una nueva
constitución a expresar su disposición a participar en la construcción de un acuerdo que sea
satisfactorio para la gran mayoría de los ciudadanos. Es naturalmente distinto el comportamiento de un
actor político cuando representa una minoría testimonial que cuando el pueblo lo pone en el centro de
la escena con el poder de decidir si hay o no una propuesta de nueva constitución para someterla a
plebiscito el 17 de diciembre próximo.
Kast tendrá que decidir qué camino seguir: si acoger en general la propuesta consensuada por el Comité
de Expertos y complementar el acuerdo con el oficialismo para proponer un texto que represente a
todos, ejercer su mayoría para que el texto refleje las principales demandas del núcleo duro de su
electorado dejando al oficialismo en el campo del rechazo, o derechamente saltarse el plebiscito de
diciembre impidiendo que haya propuesta.
Los tres caminos posibles tienen pros y contras para la viabilidad de la candidatura presidencial de José
Antonio Kast, que me parece será el factor decisivo en la evaluación que haga Republicanos para tomar
su decisión.
Habrá nueva constitución sólo si Boric y Kast se ponen detrás de la propuesta a plebiscitar en
diciembre porque en ese caso esa elección no será ni un plebiscito a la gestión de gobierno ni tampoco
a la candidatura presidencial del líder republicano.
Que se apruebe una constitución de consenso sería sin duda una de las cuestiones decisivas del periodo
presidencial de Gabriel Boric, aun cuando ello implique abandonar las pretensiones refundacionales de
su coalición original. También sería la prueba de gobernabilidad para un liderazgo cuyo principal
obstáculo en su camino al poder es justamente la inflexibilidad para construir acuerdos, aunque eso
signifique la decepción de parte de su barra brava.

2.- Prioridades coyunturales vs reformas estructurales


El 4-S dejó en evidencia que el gobierno no sólo no tenía mayoría en la sociedad sino que también era
minoría social, y el apoyo del 25,8% que tuvo el programa de reformas estucturales y el liderazgo del
presidente en noviembre de 2021 había crecido pero se mantenía muy lejos de concitar adhesión
mayoritaria. Esta elección no hace sino confirmar esa situación.
La pregunta de si el gobierno insistirá con sus reformas estructurales es sólo retórica. La disyuntiva real
es entre abandonar definitivamente dichas reformas culpando a la oposición (e indirectamente al
pueblo) de su rechazo o modificarlas hasta el punto de alejarse de su condición “estructural” para tener
mayoría en ambas cámaras. La lógica que llevará al presidente Boric a respaldar un texto constitucional
muy lejos de la propuesta de la Convención es la misma que lo hizo introducir la flexibilidad laboral
resistida por los suyos para lograr aprobar las 40 Horas o rebajar la tasa del Royalty minero
consiguiendo su aprobación ampliamente mayoritaria. En las condiciones de minoría social y política
en que se encuentra el gobierno, podemos esperar ejercicios similares y de mayor profundidad en su
distanciamiento de los proyectos originales, tanto en materia tributaria como previsional.
Sabemos que el resultado de la elección tuvo poco que ver con las diferentes expectativas sobre los
contenidos de una nueva constitución y mucho más con la crisis de seguridad y la demanda de mano
dura contra la delincuencia y el narcotráfico, así como con la inflación y la incertidumbre económica.
Convengamos que el gobierno del presidente Boric, particularmente después del 4-S, ha iniciado un
proceso de mutación que lo ha llevado a ser hoy un gobierno muy distinto del que imaginaron sus
impulsores hace sólo un año. El mazazo del 62% en septiembre pasado mostró la disociación
gigantesca entre el lenguaje, las prioridades discursivas y de gestión de quienes gobiernan y el sentido
común popular mayoritario. A partir de ese momento, comienza una transformación que no puede sino
ser reforzada después del resultado del 7 de mayo, que mostró un retroceso significativo en la votación
de izquierda, reafirmó la relevancia de los temas de seguridad y crecimiento económico y obliga a salir
de la trinchera para conseguir mayoría para concretar avances sociales que le permitan recuperar
adhesión social y enfrentar en mejor pie las elecciones municipales y regionales de octubre de 2024.

3.- Partidos sin electores propios


El Partido Republicano, con su 35,4% de los votos, dejó en evidencia la fragmentación actual del
sistema político. Si el segundo partido es la UDI con 8,86% y luego el PC (8,08%), RN (7,4%), PS
(5,96%), Convergencia Social (5,72%) y el PDG con 5,48%. Los otros 10 partidos en competencia
estuvieron bajo el umbral de 5%: Evopoli (4,81%), RD (4,33%), DC (3,78%), PPD (3,59%), Comunes
(2,25%), PR (1,58%), Liberales (1,17%), FRVS (1,02%) y Acción Humanista (0,07%).

Cuando todos apuntaban a la UDI como víctima privilegiada de la UDI, resultó RN más perjudicada,
quedando un punto y medio por debajo de la UDI, recuperando ésta su condición de partido
mayoritario de Chile Vamos que tenía en 2013 y había perdido en 2017 y 2021 en favor de RN. ¿Cómo
se explica que a pesar de que Republicanos tiene un presidente de partido y un líder provenientes de la
UDI, sea RN la más perjudicada? Simplemente porque no existe sino marginalmente un electorado
diferenciado de la UDI, de Renovación Nacional y de Evopoli, lo que existe es el electorado de derecha
que vota según la calidad e idoneidad de las candidaturas que los partidos de ese sector presentan a las
elecciones. Y eso mismo vale también para el electorado que aún se identifica con lo que fue la
Concertación y, por supuesto, lo que representa hoy el Frente Amplio. Es evidente que no existe un
electorado diferenciado entre RD, Convergencia Social y Comunes, lo que hay es una franja de
electores que se identifica con el Frente Amplio.

La gigantesca disparidad de tamaño entre Republicanos y el resto debería constituir un aliciente para
que partidos que comparten un mismo electorado y tienen comunidad programática avancen a la
formación de grandes partidos que representen corrientes de opinión significativas de la sociedad
chilena y no clientelas de determinados liderazgos. Si, además, como hemos visto en el trabajo de los
expertos, el diagnóstico es compartido de que la fragmentación excesiva del sistema político es un
problema para su funcionamiento, es muy probable que el aliciente electoral para converger derivado
de las últimas elecciones sea complementado y catalizado por normas de la nueva constitución que
castiguen la fragmentación e incentiven la formación de grandes formaciones políticas representativas
de los idearios presentes.

4.- La disyuntiva de Chile Vamos

La centroderecha no fue, como vimos, la principal afectada por el tsunami Republicano, pues perdió
sólo 4,38 puntos porcentuales mientras Republicanos creció casi 20 puntos más de los que le arrebató a
los partidos de Chile Vamos.

Por supuesto hay un campo de disputa por el mismo espacio electoral entre Chile Vamos y
Republicanos pero también hay un campo propio, diferenciado para cada uno. Sería una equivocación
fatal ceder a la tentación de hacer un largo viaje persiguiendo el Santo Grial de votantes populares que
puede ser un espejismo, pues en presencia de nuevas prioridades coyunturales, favorecerán otras
opciones electorales o dejarán de votar, en la eventualidad de que la obligatoriedad caiga en el olvido,
como ya ocurrió hace un par de décadas en Chile. La franja de votantes conservadores e ideológica y
políticamente de derecha radical preferirá el original a la copia y, al mismo tiempo, Chile Vamos
correría el riesgo de que parte importante de sus electores migre hacia formaciones políticas más
moderadas que asuman el nuevo clivaje de la sociedad y la política establecido a partir del
Rechazo/Apruebo en el plebiscito de septiembre pasado.

La experiencia de España debiera enseñarles de manera inequívoca que competir con Republicanos por
quién es más conservador y se atrinchera en sus ideas con mayor inflexibilidad y menor vocación de
diálogo, es un camino que conduce a entregarle el liderazgo y definitivamente la mayoría política del
sector a ese partido. Algo parecido a lo que hizo la centroizquierda con sus ideas y sus gobiernos en los
últimos años respecto del Frente Amplio con los resultados conocidos. Cuando el Partido Popular de
España volvió a ponerse en el centro de la escena proyectándose como la fuerza que da gobernabilidad,
hizo retroceder a Vox y se puso nuevamente en condiciones de competir por el Ejecutivo.

Pero ésa es la disyuntiva de Chile Vamos: o se deja llevar por la marea y borra su diferencia respecto de
Republicanos o confirma el camino que lo llevó al éxito en la campaña del rechazo y a la nueva
constitución, amplía su coalición hacia el centro y apuesta con convicción a actualizar un sistema
político anclado a clivajes que ya no explican la sociedad actual.

5.- El costo de ganar antes de tiempo

Si un partido con candidato presidencial definido hubiera obtenido un triunfo tan categórico como el de
Republicanos en la elección municipal-regional de octubre 2024, unos estarían celebrando y otros
lamentando la inevitabilidad de su triunfo presidencial al año siguiente. Por supuesto, el resultado
reforzó la posición de Kast como presidenciable, le entró viento de cola a su carrera presidencial, el
punto es que lo puso en el centro de la escena cuando hasta ahora su estrategia era de progreso gradual,
desde una posición externa al poder y un comportamiento más bien sigiloso, controlando rigurosamente
su participación en la escena nacional, mientras se sumergía en el territorio.

El resultado del 7-M lo catapultó al centro de la escena política, clausuró el posicionamiento


testimonial sostenido hasta ahora y sus decisiones políticas pasan a tener una relevancia inusitada, por
de pronto tiene la llave del proceso constituyente y el modo en que la use le traerá inevitablemente un
costo, el de bloquear el proceso, porque todos saben que puede hacerlo, o el de concurrir a un acuerdo
que dejará sin duda insatisfecha a la parte más movilizada de su nutrida fanaticada, constituida por
personas que comparten con la barra brava de Apruebo Dignidad la intensidad y radicalidad con que
abrazan sus causas.

No olvidemos que una parte no despreciable de su volumen de votos viene de un electorado


antisistema, que rechaza todo lo que viene del sistema político, más propenso a identificarse con
quienes están en el margen o al frente que con aquellos que son protagónicos y participan de los
acuerdos. El solo hecho de pasar a ser un partido respetado por su tamaño, mayoritario en una instancia
que no goza de gran popularidad ni confianza, como el Consejo Constitucional, puede alejarlo de una
parte de sus electores, y si participa junto a los otros del acuerdo, esto puede ser más masivo. Pero si
hace lo que quisieran sus electores ideológicamente más duros y también los más ajenos a la política,
perderá la oportunidad que le brindó el resultado de demostrar que ya no es el candidato testimonial
sino alguien capaz de contribuir a terminar con este proceso constituyente de buena manera
proyectando la necesaria idea de gobernabilidad que requiere todo candidato para lograr ganar la
elección y no sólo hacer una digna competencia.

Y seguirá habiendo obstáculos en la carrera. Porque cuando enfrente la elección de concejales, cores,
alcaldes y gobernadores regionales de octubre 2024, el 35,4% será una pesada mochila. Porque la
política funciona con reglas equivalentes a la economía, lo que importa son las curvas y tendencias. Es
muy distinta una elección con franja de televisión y mensaje único, donde se eligen a escala de las
regiones 50 miembros de un consejo constitucional para una tarea de carácter nacional, abstracta y
poco identificable por los electores, que cuando se eligen 2.252 concejales, 302 consejeros regionales,
345 alcaldes y 16 gobernadores regionales, todos en sus respectivos territorios y para realizar tareas que
dicen relación con éste. Además, sin franja televisiva. En la elección de consejeros constitucionales los
electores tendieron a votar por la lista, la marca del partido y, en el caso de Republicanos, podría
decirse que votaron por su líder, José Antonio Kast, que en la práctica fue candidato mucho más visible
en las 16 regiones de Chile que los candidatos y candidatas de su lista. Aquí, en cambio, la calidad,
trayectoria, nivel de conocimiento y prestigio de los elencos tienen una gravitación mucho mayor.
Añádase la ventaja de los partidos que presentan a la reelección gran cantidad de candidaturas de
personas que hoy ejercen sus cargos, mientras Republicanos no eligió ningún alcalde y ningún
gobernador regional. Solamente 12 concejales y 15 consejeros regionales, aunque es previsible que con
este resultado se le sumen algunos ediles para correr por sus colores en la próxima elección.
De todas maneras le será muy difícil ganar las elecciones municipales y regionales, a lo menos del
espectacular modo en que ganó la elección del 7 de mayo pasado. También debe decidir entre buscar el
máximo de votos propios con candidatos a alcalde y gobernador regional en todos los territorios o
establece algún tipo de acuerdo en los cargos uninominales (alcalde y gobernador), sea lista común con
negociación o primarias legales o pacto por omisión negociada, todo ello para no pagar el costo de
impedir el previsible triunfo de la derecha sobre el oficialismo en las elecciones de octubre 2024,
porque desde 2004 en adelante, el sector político que ganó la elección de alcaldes resultó victorioso al
año siguiente en la elección presidencial.
En suma, Kast y su partido vivirán los placeres pero también las dificultades y desafíos de ser el
principal partido de Chile y el candidato presidencial mejor aspectado. El camino es largo y ha de
sortear, como describimos, varios obstáculos en su carrera. Perfectamente informados, además, de que
el cementerio está pletórico de candidaturas presidenciales que no llegaron a la Moneda después de
haber disfrutado de indiscutido favoritismo antes de tiempo.

6.- Con Francia 2012 a la vista: obligados a elegir entre Chirac y Le Pen
Las últimas cuatro elecciones presidenciales chilenas tuvieron ganadores de distinto signo político,
diferentes generaciones y géneros. Sebastián Piñera contra Eduardo Frei en 2009, Michelle Bachelet vs
Evelyn Matthei en 2013, Piñera contra Alejandro Guillier en 2017 y Gabriel Boric contra José Antonio
Kast en 2021, las últimas 4 elecciones presidenciales las ganó el representante de la oposición. Y esta
nueva constante nacional, luego de tres elecciones seguidas ganadas por el oficialismo (Frei 1993,
Lagos 2000 y Bachelet 2006) no es privativa de Chile, sino predominante también en los últimos años
en América Latina, mostrando lo complejo que resulta gobernar nuestros países hoy día.
Derrotar esa constante de 4 elecciones seguidas no es imposible, por cierto, pero requeriría un cambio
sustancial en la evaluación ciudadana del gobierno actual, sino una victoria, al menos evitar la derrota
en las elecciones de Alcaldes y Gobernadores Regionales, que hace rato viene determinando el
resultado presidencial posterior. Adicionalmente, requeriría reducir sino derechamente eliminar todo
atisbo de fragmentación del progresismo en la carrera presidencial de 2025. Las tres condiciones
expuestas para revertir la constante de alternancia presidencial son muy difíciles de cumplir,
particularmente porque se trata de requisitos copulativos, es necesario que concurran todos.

Todo indica que el proceso de mutación gubernamental en curso motivará una candidatura presidencial
a su izquierda, desde la refundación nacional frustrada, las promesas de reformas estructurales no
realizadas y la reivindicación de las fuerzas protagónicas del estallido social. Por su inveterada
tendencia a la mitosis, perfectamente podría incluso haber más de una candidatura para representar esa
franja de electores. Marco Enríquez-Ominami lleva tres procesos electorales compitiendo en primera
vuelta con variados resultados, no sería una sorpresa si participa de la competencia por el voto
progresista. Imagino que habrá una sola candidatura de los partidos del oficialismo surgida de una
primaria legal, presumiblemente entre dos o tres ministros (as) del actual gabinete. Tampoco es
descartable que participe en la primera vuelta una candidatura surgida de los partidos emergentes que
desde la centroizquierda buscan su espacio al centro, solos o junto a otros. Por supuesto estará en la
papeleta el candidato del Partido Republicano y la candidatura de Chile Vamos, seguramente salida de
una elección primaria, donde hasta ahora Evelyn Matthei es favorita.

Si, como nos lo anunció la elección de consejeros constitucionales, Kast se consolida como una
candidatura con opción de ganar, y las encuestas siguen siendo tan categóricas como hoy para darle el
triunfo en la competencia con un candidato o candidata de los partidos del oficialismo, la resistencia
que genera su figura en parte importante de la población puede llevarnos a un desplazamiento de
electores hacia la candidatura de Chile Vamos. Una competencia en segunda vuelta entre Kast y
Matthei es un escenario de ocurrencia probable, quizás el de mayor probabilidad hoy día, a menos que
el oficialismo sepa conjurar el riesgo de fragmentación, tenga un resultado aceptable en las municipales
y regionales de 2024 y mejore significativamente la evaluación ciudadana del gobierno.

19 de mayo de 2023 P.A.

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