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Pepe Auth
HECHOS
1.- Del clivaje Sí/No del ‘88 al del Apruebo/Rechazo del ‘22
Si el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022 fue la primera elección desde 1989 que no estuvo
determinada por el clivaje del Sí y el No establecido en el plebiscito de octubre de 1988, esta elección
de consejeros constitucionales fue la primera informada y explicada por el clivaje del Apruebo y
Rechazo del 4 de septiembre pasado. La increíble continuidad de resultados entre esta elección y el
plebiscito previo, tanto a nivel nacional como regional y comunal, sólo tiene comparación con la
elección presidencial de 1989 respecto del resultado del Si/No en el plebiscito de 1988.
Las tres listas que se reclamaban del Rechazo sumaron 61,96% de los votos, como el 62% que había
obtenido éste en el territorio nacional. Las listas del Apruebo sumaron 37,54 % y el Apruebo en
septiembre 2022 había obtenido 38%. Las candidaturas independientes fuera de pacto consiguieron
sólo 0,5% de la votación.
La gravitación del 4-S en los resultados de consejeros resulta tan poderosa que la variación derivada de
la presencia de 351 candidaturas con sus respectivas trayectorias y clientelas es muy pequeña. Todo
indica que la amplísima mayoría de quienes optaron por el Rechazo en septiembre marcaron
preferencia por las listas de los partidos que habían trabajado por esa opción y quienes se definieron
por el Apruebo reafirmaron su decisión optando por las listas que se reclamaban de éste.
La actitud de Kast y la directiva del Partido Republicano ha tenido sin duda un giro desde que eligió 23
consejeros constitucionales el 7 de mayo y pasó de ser un crítico radical a la idea de una nueva
constitución a expresar su disposición a participar en la construcción de un acuerdo que sea
satisfactorio para la gran mayoría de los ciudadanos. Es naturalmente distinto el comportamiento de un
actor político cuando representa una minoría testimonial que cuando el pueblo lo pone en el centro de
la escena con el poder de decidir si hay o no una propuesta de nueva constitución para someterla a
plebiscito el 17 de diciembre próximo.
Kast tendrá que decidir qué camino seguir: si acoger en general la propuesta consensuada por el Comité
de Expertos y complementar el acuerdo con el oficialismo para proponer un texto que represente a
todos, ejercer su mayoría para que el texto refleje las principales demandas del núcleo duro de su
electorado dejando al oficialismo en el campo del rechazo, o derechamente saltarse el plebiscito de
diciembre impidiendo que haya propuesta.
Los tres caminos posibles tienen pros y contras para la viabilidad de la candidatura presidencial de José
Antonio Kast, que me parece será el factor decisivo en la evaluación que haga Republicanos para tomar
su decisión.
Habrá nueva constitución sólo si Boric y Kast se ponen detrás de la propuesta a plebiscitar en
diciembre porque en ese caso esa elección no será ni un plebiscito a la gestión de gobierno ni tampoco
a la candidatura presidencial del líder republicano.
Que se apruebe una constitución de consenso sería sin duda una de las cuestiones decisivas del periodo
presidencial de Gabriel Boric, aun cuando ello implique abandonar las pretensiones refundacionales de
su coalición original. También sería la prueba de gobernabilidad para un liderazgo cuyo principal
obstáculo en su camino al poder es justamente la inflexibilidad para construir acuerdos, aunque eso
signifique la decepción de parte de su barra brava.
Cuando todos apuntaban a la UDI como víctima privilegiada de la UDI, resultó RN más perjudicada,
quedando un punto y medio por debajo de la UDI, recuperando ésta su condición de partido
mayoritario de Chile Vamos que tenía en 2013 y había perdido en 2017 y 2021 en favor de RN. ¿Cómo
se explica que a pesar de que Republicanos tiene un presidente de partido y un líder provenientes de la
UDI, sea RN la más perjudicada? Simplemente porque no existe sino marginalmente un electorado
diferenciado de la UDI, de Renovación Nacional y de Evopoli, lo que existe es el electorado de derecha
que vota según la calidad e idoneidad de las candidaturas que los partidos de ese sector presentan a las
elecciones. Y eso mismo vale también para el electorado que aún se identifica con lo que fue la
Concertación y, por supuesto, lo que representa hoy el Frente Amplio. Es evidente que no existe un
electorado diferenciado entre RD, Convergencia Social y Comunes, lo que hay es una franja de
electores que se identifica con el Frente Amplio.
La gigantesca disparidad de tamaño entre Republicanos y el resto debería constituir un aliciente para
que partidos que comparten un mismo electorado y tienen comunidad programática avancen a la
formación de grandes partidos que representen corrientes de opinión significativas de la sociedad
chilena y no clientelas de determinados liderazgos. Si, además, como hemos visto en el trabajo de los
expertos, el diagnóstico es compartido de que la fragmentación excesiva del sistema político es un
problema para su funcionamiento, es muy probable que el aliciente electoral para converger derivado
de las últimas elecciones sea complementado y catalizado por normas de la nueva constitución que
castiguen la fragmentación e incentiven la formación de grandes formaciones políticas representativas
de los idearios presentes.
La centroderecha no fue, como vimos, la principal afectada por el tsunami Republicano, pues perdió
sólo 4,38 puntos porcentuales mientras Republicanos creció casi 20 puntos más de los que le arrebató a
los partidos de Chile Vamos.
Por supuesto hay un campo de disputa por el mismo espacio electoral entre Chile Vamos y
Republicanos pero también hay un campo propio, diferenciado para cada uno. Sería una equivocación
fatal ceder a la tentación de hacer un largo viaje persiguiendo el Santo Grial de votantes populares que
puede ser un espejismo, pues en presencia de nuevas prioridades coyunturales, favorecerán otras
opciones electorales o dejarán de votar, en la eventualidad de que la obligatoriedad caiga en el olvido,
como ya ocurrió hace un par de décadas en Chile. La franja de votantes conservadores e ideológica y
políticamente de derecha radical preferirá el original a la copia y, al mismo tiempo, Chile Vamos
correría el riesgo de que parte importante de sus electores migre hacia formaciones políticas más
moderadas que asuman el nuevo clivaje de la sociedad y la política establecido a partir del
Rechazo/Apruebo en el plebiscito de septiembre pasado.
La experiencia de España debiera enseñarles de manera inequívoca que competir con Republicanos por
quién es más conservador y se atrinchera en sus ideas con mayor inflexibilidad y menor vocación de
diálogo, es un camino que conduce a entregarle el liderazgo y definitivamente la mayoría política del
sector a ese partido. Algo parecido a lo que hizo la centroizquierda con sus ideas y sus gobiernos en los
últimos años respecto del Frente Amplio con los resultados conocidos. Cuando el Partido Popular de
España volvió a ponerse en el centro de la escena proyectándose como la fuerza que da gobernabilidad,
hizo retroceder a Vox y se puso nuevamente en condiciones de competir por el Ejecutivo.
Pero ésa es la disyuntiva de Chile Vamos: o se deja llevar por la marea y borra su diferencia respecto de
Republicanos o confirma el camino que lo llevó al éxito en la campaña del rechazo y a la nueva
constitución, amplía su coalición hacia el centro y apuesta con convicción a actualizar un sistema
político anclado a clivajes que ya no explican la sociedad actual.
Si un partido con candidato presidencial definido hubiera obtenido un triunfo tan categórico como el de
Republicanos en la elección municipal-regional de octubre 2024, unos estarían celebrando y otros
lamentando la inevitabilidad de su triunfo presidencial al año siguiente. Por supuesto, el resultado
reforzó la posición de Kast como presidenciable, le entró viento de cola a su carrera presidencial, el
punto es que lo puso en el centro de la escena cuando hasta ahora su estrategia era de progreso gradual,
desde una posición externa al poder y un comportamiento más bien sigiloso, controlando rigurosamente
su participación en la escena nacional, mientras se sumergía en el territorio.
Y seguirá habiendo obstáculos en la carrera. Porque cuando enfrente la elección de concejales, cores,
alcaldes y gobernadores regionales de octubre 2024, el 35,4% será una pesada mochila. Porque la
política funciona con reglas equivalentes a la economía, lo que importa son las curvas y tendencias. Es
muy distinta una elección con franja de televisión y mensaje único, donde se eligen a escala de las
regiones 50 miembros de un consejo constitucional para una tarea de carácter nacional, abstracta y
poco identificable por los electores, que cuando se eligen 2.252 concejales, 302 consejeros regionales,
345 alcaldes y 16 gobernadores regionales, todos en sus respectivos territorios y para realizar tareas que
dicen relación con éste. Además, sin franja televisiva. En la elección de consejeros constitucionales los
electores tendieron a votar por la lista, la marca del partido y, en el caso de Republicanos, podría
decirse que votaron por su líder, José Antonio Kast, que en la práctica fue candidato mucho más visible
en las 16 regiones de Chile que los candidatos y candidatas de su lista. Aquí, en cambio, la calidad,
trayectoria, nivel de conocimiento y prestigio de los elencos tienen una gravitación mucho mayor.
Añádase la ventaja de los partidos que presentan a la reelección gran cantidad de candidaturas de
personas que hoy ejercen sus cargos, mientras Republicanos no eligió ningún alcalde y ningún
gobernador regional. Solamente 12 concejales y 15 consejeros regionales, aunque es previsible que con
este resultado se le sumen algunos ediles para correr por sus colores en la próxima elección.
De todas maneras le será muy difícil ganar las elecciones municipales y regionales, a lo menos del
espectacular modo en que ganó la elección del 7 de mayo pasado. También debe decidir entre buscar el
máximo de votos propios con candidatos a alcalde y gobernador regional en todos los territorios o
establece algún tipo de acuerdo en los cargos uninominales (alcalde y gobernador), sea lista común con
negociación o primarias legales o pacto por omisión negociada, todo ello para no pagar el costo de
impedir el previsible triunfo de la derecha sobre el oficialismo en las elecciones de octubre 2024,
porque desde 2004 en adelante, el sector político que ganó la elección de alcaldes resultó victorioso al
año siguiente en la elección presidencial.
En suma, Kast y su partido vivirán los placeres pero también las dificultades y desafíos de ser el
principal partido de Chile y el candidato presidencial mejor aspectado. El camino es largo y ha de
sortear, como describimos, varios obstáculos en su carrera. Perfectamente informados, además, de que
el cementerio está pletórico de candidaturas presidenciales que no llegaron a la Moneda después de
haber disfrutado de indiscutido favoritismo antes de tiempo.
6.- Con Francia 2012 a la vista: obligados a elegir entre Chirac y Le Pen
Las últimas cuatro elecciones presidenciales chilenas tuvieron ganadores de distinto signo político,
diferentes generaciones y géneros. Sebastián Piñera contra Eduardo Frei en 2009, Michelle Bachelet vs
Evelyn Matthei en 2013, Piñera contra Alejandro Guillier en 2017 y Gabriel Boric contra José Antonio
Kast en 2021, las últimas 4 elecciones presidenciales las ganó el representante de la oposición. Y esta
nueva constante nacional, luego de tres elecciones seguidas ganadas por el oficialismo (Frei 1993,
Lagos 2000 y Bachelet 2006) no es privativa de Chile, sino predominante también en los últimos años
en América Latina, mostrando lo complejo que resulta gobernar nuestros países hoy día.
Derrotar esa constante de 4 elecciones seguidas no es imposible, por cierto, pero requeriría un cambio
sustancial en la evaluación ciudadana del gobierno actual, sino una victoria, al menos evitar la derrota
en las elecciones de Alcaldes y Gobernadores Regionales, que hace rato viene determinando el
resultado presidencial posterior. Adicionalmente, requeriría reducir sino derechamente eliminar todo
atisbo de fragmentación del progresismo en la carrera presidencial de 2025. Las tres condiciones
expuestas para revertir la constante de alternancia presidencial son muy difíciles de cumplir,
particularmente porque se trata de requisitos copulativos, es necesario que concurran todos.
Todo indica que el proceso de mutación gubernamental en curso motivará una candidatura presidencial
a su izquierda, desde la refundación nacional frustrada, las promesas de reformas estructurales no
realizadas y la reivindicación de las fuerzas protagónicas del estallido social. Por su inveterada
tendencia a la mitosis, perfectamente podría incluso haber más de una candidatura para representar esa
franja de electores. Marco Enríquez-Ominami lleva tres procesos electorales compitiendo en primera
vuelta con variados resultados, no sería una sorpresa si participa de la competencia por el voto
progresista. Imagino que habrá una sola candidatura de los partidos del oficialismo surgida de una
primaria legal, presumiblemente entre dos o tres ministros (as) del actual gabinete. Tampoco es
descartable que participe en la primera vuelta una candidatura surgida de los partidos emergentes que
desde la centroizquierda buscan su espacio al centro, solos o junto a otros. Por supuesto estará en la
papeleta el candidato del Partido Republicano y la candidatura de Chile Vamos, seguramente salida de
una elección primaria, donde hasta ahora Evelyn Matthei es favorita.
Si, como nos lo anunció la elección de consejeros constitucionales, Kast se consolida como una
candidatura con opción de ganar, y las encuestas siguen siendo tan categóricas como hoy para darle el
triunfo en la competencia con un candidato o candidata de los partidos del oficialismo, la resistencia
que genera su figura en parte importante de la población puede llevarnos a un desplazamiento de
electores hacia la candidatura de Chile Vamos. Una competencia en segunda vuelta entre Kast y
Matthei es un escenario de ocurrencia probable, quizás el de mayor probabilidad hoy día, a menos que
el oficialismo sepa conjurar el riesgo de fragmentación, tenga un resultado aceptable en las municipales
y regionales de 2024 y mejore significativamente la evaluación ciudadana del gobierno.