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Universidad Nacional de Avellaneda

Maestría en Educación Física y Deporte

Filosofía del Deporte


La mujer Trans en el deporte. Dos casos de estudio

Docente: Dr. Horacio Banega

Estudiante: Valeria Fontán

La mujer Trans en el deporte. Dos casos de estudio

Introducción

El deporte históricamente ha evolucionado de forma paralela a la sociedad de masas y al


desarrollo de la civilización. Es una práctica social que no escapa a las problemáticas y
nuevos desafíos que se presentan dentro del contexto sociocultural, político y económico
donde se inserta.

En particular el caso del deporte de Alto Rendimiento que se encuentra indiscutiblemente


representado por los valores del olimpismo y la regulación de Comité Olímpico
Internacional (COI) como institución representativa del deporte internacional.

A lo largo de la historia, el deporte ha atravesado diferentes etapas en la participación de


hombres y mujeres dentro del calendario olímpico. En la antigua Grecia, donde surge el
concepto de Juegos Olímpicos, las mujeres eran segregadas de participar de cualquier
evento deportivo. Dicha situación perduró hasta los Juegos Olímpicos de Paris en el año
1900, donde se les permitió participar en aquellos deportes que eran considerados de
naturaleza femenina. Con el crecimiento de los movimientos feministas y el suceder de los
ciclos olímpicos, la mujer progresivamente fue incrementando su participación olímpica en
número y en cantidad de deportes. En tiempos recientes la inclusión de categorías
femeninas en casi todas las modalidades deportivas posiciona a la mujer en una situación de
protagonismo similar a la del hombre.

A pesar de este avance en materia de igualdad, la segregación por distinción binaria de


sexos sigue siendo la política extendida en todos los deportes. Con deportes de hombres o
deportes de mujeres.

En los Juegos Olímpicos de 1968 se introducen por primera vez las pruebas de verificación
de género, con el fin de evitar que deportistas masculinos intenten competir como mujeres
o que mujeres con condición intersexual obtengan ventajas injustas. Este recurso fue,
durante mucho tiempo, el medio principal que tuvieron las organizaciones deportivas
mundiales para mantener a raya la división de género en el deporte de Alto Rendimiento.

Con el reconocimiento del género no binario, la aceptación de la comunidad trans y sus


correspondientes derechos a nivel mundial ha surgido un debate sobre la participación de
las mujeres transgénero en los deportes de Alto Rendimiento. En particular el debate se
torna más intenso en aquellos deportes donde la diferencia biológica entre un hombre y una
mujer es más notoria.

Los dos casos que presentaré a continuación están estrechamente relacionados y serán
analizados desde la temática del deporte y género (área de inclusión social) y desde la ética
del deporte (área de alto rendimiento deportivo). Ambos casos se destacan por presentar un
cuadro conflictivo en el que se pone en tensión el derecho legítimo de las mujeres
transgénero, el derecho de las mujeres cisgénero a una competencia justa y el espíritu
deportivo al que atenta la sombra del doping.

Como mujer cisgénero que ha sido atleta de Alto Rendimiento en disciplinas


tradicionalmente masculinas y perteneciente a la comunidad LGBT+, mi interés en estos
casos en particular guarda relación con la implicancia de ser mujer transgénero en deportes
exclusivamente de fuerza, como es el caso de Laurel Hubbard en la Halterofilia y en
aquellos de combate como el caso de Alana McLaughlin en las Artes Marciales Mixtas
(AMM).
Ambos casos mostrarán dos caras de una misma problemática, que hoy en día acapara gran
atención por parte de la sociedad y en donde al mismo tiempo se reproducen los valores
sociales vigentes.
En las siguientes líneas me propondré acercarme a un entendimiento más profundo sobre el
tema y a todo aquello que lo rodea. Entendiendo que estos casos ponen en juego mucho
más que una medalla o el reconocimiento social.

La ley de género y los derechos de las personas transgénero en el deporte

En Argentina el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (2012) en la ley 26.743 sobre


identidad de género establece en su artículo 1 que toda persona tiene derecho al
reconocimiento de su identidad de género, al libre desarrollo de su persona conforme a su
identidad de género, a ser tratada de acuerdo con su identidad de género y, en particular, a
ser identificada de ese modo en los instrumentos que acreditan su identidad. Esta ley define
la identidad de género como la vivencia interna e individual del género tal como cada
persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento de
nacer.

Una persona transgénero es justamente aquella persona que tiene una identidad o expresión
de género que difiere del sexo que se le asigno al nacer. En el deporte la comunidad
transgénero fue tomada en cuenta recién a partir del siglo XXI.

En el Consenso de Estocolmo de 2003 el COI estableció las pautas para la participación de


personas transgénero dentro del deporte olímpico. Fijó la importancia de la inclusión así
como las garantías de una competencia justa. Para ello se determinó que quienes hayan
hecho la transición de mujer a hombre son elegibles para competir en la categoría
masculina sin restricciones. En cambio, aquellos que hacen la transición de hombre a mujer

solo pueden competir en la categoría femenina si demuestran que su nivel total de


testosterona en suero ha estado por debajo de 10 nmol / L durante al menos 12 meses antes
de la primera competencia como mujer.

Si bien el COI se promulgó como ente regulador del tema dentro del olimpismo, algunas
federaciones internacionales como la de atletismo, tenis y ciclismo han decidido restringir
aún más los niveles de testosterona hasta llevarlos a valores inferiores a 5 nmol/L. Incluso
otras federaciones, como la internacional de rugby, prohíben taxativamente a las mujeres
transgénero integrar equipos femeninos.

Para algunos sectores la mujer transgénero representa una amenaza concreta a los logros
conseguidos por las mujeres en materia de igualdad de género. Temen que al hacer uso de
sus supuestas ventajas biológicas conquisten los espacios ganados a lo largo de la historia
del deporte femenino. Esta visión reduccionista pone a la mujer en un lugar de inferioridad
y al mismo tiempo desconoce a los géneros no binarios.

Dos casos particulares

Desde el año 2004 el COI permite a las personas transgénero participar en los Juegos
Olímpicos, A pesar de ello, recién en la edición de Tokio 2021 se concreta su participación
dentro del calendario olímpico. Fue la neozelandesa Laurel Hubbard quien se convirtió en
la primera atleta transgénero en participar en una cita olímpica.

Nacida bajo el nombre de Gavin en el año 1978, Laurel compitió en la rama masculina de
la halterofilia destacándose a nivel nacional. Se alejó de las competencias en 2001 debido a
la enorme presión que sentía al tratar de encajar en un mundo que no estaba preparado para
ella y comenzó su transición como mujer en el año 2012. Ese mismo año retornó a los
entrenamientos de halterofilia y posteriormente a las competencias; esta vez como mujer.
Laurel obtuvo destacados logros a nivel internacional destacándose entre ellos: primer
puesto en el Campeonato Mundial Master de 2017, Commonwealth Games 2017 y 2019, y
los Campeonatos Continentales de Oceanía 2017 y 2019; en el Campeonato Mundial de
2017 obtuvo el segundo puesto. Después de su participación en los Juegos Olímpicos de
2021, en los que falló en levantar el peso inicial, Laurel decidió retirarse de las
competiciones deportivas a los 43 años.

Foto 1. Laurel Hubbard en el Campeonato Mundial de 2017.

Alana McLaughlin nacida en el año 1983 en Estados Unidos de América pelea dentro de la
famosa franquicia Ultimate Fight Championship (UFC) y se convirtió en la segunda
luchadora profesional transgénero en la historia de las Artes Marciales Mixtas. Criada en el
seno de una familia católica, desde muy pequeña supo quien realmente quería ser, pero se
vio enfrentada a una vida de abusos que la forzaron a esconderse bajo una identidad que no
era la suya. Como hombre, en 2003 se alistó en las Fuerzas Especiales del Ejército de los
Estados Unidos, integrándose en un grupo de élite con el que combatió en Afganistán
durante seis años Alcanzó el grado de sargento y recibió ocho condecoraciones En 2010,
fue diagnosticada de trastorno por estrés postraumático. En 2012 con 30 años y tras
abandonar su carrera militar comenzó su transición como mujer, un año después se acercó a
la práctica de boxeo hasta que finalmente encontró su deporte en las AMM. Su debut en la
cartelera de la UFC se concretó en septiembre de 2021 donde enfrentó a la experimentada
Celine Provost a quien venció en el primer round por estrangulamiento.
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Foto 2. Alana McLaughlin en una foto comparativa de su tiempo como sargento en
Afganistán y luego de su transición en una foto promocional de UFC.

Estas atletas comparten una historia en común: desde pequeñas sabían quienes querían ser,
pero tuvieron que enfrentarse a un mundo en el que no se sintieron libres de decidir cómo
vivir. Butler (1988) sostiene que en la sociedad moderna se ha instituido el sistema de la
heterosexualidad obligatoria, un modelo en el que debe existir una concordancia entre el
sexo biológico, género y deseo. Como describe Butler y en particular en la época de los 90,
que coincide con la infancia y adolescencia de estas atletas, el paradigma de la heterosexual
como normalidad marcaba la forma de comportamiento de un sujeto dentro de la sociedad.
Después de haber atravesado una vida de dificultades, bajo una identidad que no era la que
auto-percibían, lograron a una edad adulta encontrarse en un mundo acorde a como se
sentían.

La experiencia de haber vivido otro cuerpo

En su Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty (1985) reconoce la primacía de la


experiencia en la percepción del cuerpo como mediador del mundo. Desde la perspectiva de
Merleau-Ponty se podría entender que cuando la percepción del propio cuerpo cambia, el
esquema corporal se transforma y cambia el mundo del sujeto. Estas vivencias previas
permanecen en él y pasan a integrar una nueva forma de experimentar el mundo desde la
experiencia de lo vivido y de la vivencia inmediata.

Laregina (2013) toma la idea formulada por Merleau-Ponty, y afirma que el esquema
corporal es una forma de manifestar que el cuerpo existe en el mundo. Resalta el rol de la

experiencia y la entiende como una vivencia que perdura en la conciencia del individuo.
Serrano de Haro (2007) toma como modelo fenomenológico a los actos de hacer puntería y
sostiene que el atleta es depositario de una capacidad adquirida en el pasado que queda en
todo momento disponible para el ejercicio presente.

En la mujer transgénero las vivencias previas a la transición permanecen dentro de su


bagaje psicomotriz. Aquel mundo que experimentó como hombre se internaliza y se
complementa con el mundo que ahora vive como mujer. Esta existencia escapa de la
percepción binaria de hombre o mujer dando lugar a una percepción a la que podría
denominarse de hombre y mujer.

En el caso particular de la mujer transgénero deportista este esquema corporal compuesto


por la experiencia de haber sido hombre podría representar una potencial ventaja deportiva.
El sujeto que nació siendo hombre y formó a lo largo de su vida un esquema corporal como
tal ha experimentado una existencia en el mundo que es la propia del hombre tanto en sus
vivencias fisiológicas como en sus vivencias sociales.

Cada deporte demanda de diferentes habilidades físicas que le son particulares y que dan
lugar a su identidad y sus estándares de excelencia. El caso de Laurel genera polémicas por
ser la Halterofilia un deporte en el que la fuerza muscular cumple un rol determinante.
Dicha diferencia queda en evidencia con la comparación de categorías de peso corporal
similares en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021. Al tomar la categoría masculina de hasta
73 kg se observa que el mejor atleta levantó un total de 364 kg; en la rama femenina de la
categoría de hasta 76 kg la mejor mujer levantó 263 kg de total. De ello se desprende que
incluso con una diferencia de 3 kg de peso corporal los hombres levantan en promedio un
28% más de kilos que sus pares femeninos.

En una investigación llevada a cabo por Hilton y Lundberg (2021) se encontró que los
parámetros antropométricos, de masa muscular y de fuerza superiores alcanzados por los
hombres en la pubertad, y que sustentan una parte considerable de la ventaja de
rendimiento masculino sobre las mujeres, no son eliminados por el régimen de supresión
de testosterona al que se someten las mujeres transgénero para participar en deportes
olímpicos.

El caso de Alana genera aún mayores polémicas debido a su experiencia como integrante de
un cuerpo de elite de las Fuerzas Armadas. Los opositores a la participación de Alana
dentro de la categoría de UFC aluden que su experiencia como sargento en la guerra puede,
de alguna manera, poner en riesgo la integridad física de sus oponentes. Esta posición deja
en claro que el factor que prima en la búsqueda de su exclusión como competidora esta
basado en la experiencia vivida como hombre más que en las características físicas como
mujer transgénero. Al mismo tiempo podría plantearse que las mujeres también tienen la

posibilidad de formar parte de cuerpos de elite en las fuerzas armadas, recibiendo el mismo
entrenamiento y sometiéndose a las mismas exigencias físicas y mentales que los hombres.

La fisiología humana como determinante de la ventaja deportiva

La fisiología del hombre y la mujer son indiscutiblemente diferentes; dejando a un lado las
diferencias en los órganos reproductores, existen otras características físicas que son
propias de cada sexo y que a la hora de la práctica deportiva pueden resultar beneficiosas
para uno u otro atleta.

La composición corporal y la predominancia de la hormona testosterona permiten que el


hombre promedio sea más fuerte que la mujer promedio, incluso presentando ambos el
mismo peso corporal. El tamaño de los huesos y la densidad ósea también representan
diferencias importantes, siendo la mujer promedio unos 15 centímetros más baja en altura
y unos 20 kilogramos más liviana en peso corporal. El corazón y los pulmones del hombre
son más grandes por lo que el consumo máximo de oxígeno de un atleta elite hombre es
como mínimo un 10% mayor al de una atleta elite mujer. En cuanto a la composición
corporal el hombre tiene un porcentaje de grasa de entre 10% a 15% y la mujer entre 20%
a 27% representando este valor casi un 50% más de músculo para el hombre que se traduce
en niveles de fuerza máxima considerablemente superiores. En referencia a las hormonas
sexuales, que son las que el COI toma como parámetro de medida para la participación de
atletas transgénero en los deportes olímpicos, las mujeres producen entre 0,1 y 0,4mg de
testosterona al día mientras que los hombres producen entre 5 y 7 mg diarios. La brecha de
rendimiento entre hombres y mujeres se vuelve significativa en la pubertad y, a menudo,
asciende del 10% hasta 50% según el deporte. Esta diferencia de rendimiento es más
pronunciada en las actividades deportivas que dependen de la masa muscular y la fuerza
explosiva, particularmente en la parte superior del cuerpo.

En las mujeres transgénero el tratamiento combinado de estrógenos y antiandrógenos


permite disminuir los caracteres sexuales masculinos e inducir los del género auto-
percibido, y es una parte esencial para el tratamiento de la incongruencia de género. En la
problemática con la que se enfrenta la atleta transgénero se pone en discusión el alcance de
la terapia hormonal, es decir si es suficiente con la disminución de la hormona testosterona
para acabar con las diferencias existentes entre hombres y mujeres.

Según Harper et al. (2021) después de 12 meses de terapia hormonal la mujer transgénero
puede llegar a igualar en niveles hormonales a la mujer cisgénero. En las medidas de
fuerza, masa corporal magra y área muscular presentan disminuciones significativas, pero
que a pesar de ello permanecen por encima de las observadas en mujeres cisgénero, incluso

después de 36 meses. Estos hallazgos sugieren que la fuerza puede estar bien conservada
en mujeres transgénero durante los primeros 3 años de terapia hormonal.

Aquellos que defiende la diversidad en la fisiología de los atletas toman como argumento
que en todos los deportes existen diferencias físicas manifiestas que son propias de cada
atleta y que son tomadas como algo natural a la competencia deportiva. Un ejemplo de ello
es que se permite a mujeres muy altas competir contra mujeres muy bajas en deportes como
el basquetbol o el voleibol donde esta característica natural representa una gran ventaja
deportiva. Por lo tanto, se argumenta que las diferencias de altura, peso o masa muscular
respetarían el concepto de diferencias naturales entre atletas.

El espíritu deportivo del juego limpio y el fantasma del doping

Para la Agencia Mundial Antidopaje (2003), el espíritu deportivo se manifiesta en el juego


limpio y el dopaje es radicalmente contrario a ese espíritu. Se busca por medios éticos la
excelencia humana a través del perfeccionamiento del talento natural de cada deportista.
Los programas contra el dopaje establecidos por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA)
tienen por objeto proteger la salud de los deportistas. Estos se orientan a mantener la
integridad del deporte en el respeto a las normas, a otros competidores, al juego limpio, a la
igualdad de condiciones y al valor del deporte limpio para el mundo. El Código Mundial
Antidopaje es la herramienta básica que tiene la AMA en su lucha contra el doping, y esta
basado en la restricción y/o prohibición del uso de métodos y sustancias que mejoran la
performance deportiva.

A pesar del paradigma prohibicionista fijado por la AMA la brecha entre lo prohibido y lo
permitido es ambigua en algunos puntos. El desarrollo de nuevas tecnologías y los métodos
de entrenamientos cada vez más avanzados representan un desafío constante en la búsqueda
del espíritu deportivo que promueve el deporte olímpico.

En este punto los atletas transgénero representan una potencial violación a las reglas
antidoping al recurrir al uso de terapias hormonales exógenas. Con el fin de regular esta
situación la AMA reconoce que la testosterona es un factor que influye en el rendimiento
deportivo y establece unos criterios en la concesión de permisos especiales a los atletas
transgénero para la utilización de tratamientos hormonales con sustancias prohibidas. El
objetivo de estos permisos es asegurar que los atletas transgénero tengan una exposición
fisiológica a andrógenos dentro del rango de los hombres y mujeres cisgénero.

Según Tamburrini (2002) la trampa es la violación intencional de las reglas con el fin de
obtener una ventaja injusta sobre los competidores. La intencionalidad no es una condición
necesaria ni suficiente para que exista trampa, y la ventaja conseguida tampoco tiene

porque ser injusta. Es decir que si todos tienen posibilidad de hacerla y es parte habitual del
juego, la trampa claramente es una opción justa. Para este autor cuando la trampa introduce
condiciones desiguales en la competencia, arruina el juego y/o expone a los participantes a
lesiones físicas innecesarias, entonces merece condena y debe ser desalentada.

Es entonces que corresponde plantearse si la concesión que otorga la AMA para utilizar
hormonas prohibidas es o no una desventaja para las atletas cisgénero. Al respecto dichas
atletas podrían plantear utilizar hormonas masculinas dentro de los límites permitidos por
el COI alegando de esta forma el derecho de igualdad. Los opositores a la participación de
atletas como Laurel o Alana toman como carta fundamental la desigualdad de competencia
y como consecuencia una predictibilidad de los resultados deportivos que atentan contra la
esencia del deporte mismo.

La polémica con el atleta transgénero se da principalmente en el ámbito del Alto


Rendimiento y el deporte profesional donde los objetivos principales son generar
espectáculo, ganar dinero y llegar a ser el número uno en cada disciplina. Cuando estos
factores entran en juego, son muchos los intereses que encienden el conflicto.

Otro argumento opositor es que el aparato de control de los gobiernos podría utilizar a los
atletas transgénero para fines políticos poniendo en juego su integridad física. O incluso
que atletas con ambiciones desmedidas por conseguir una victoria decidan transicionar solo
con fines de obtener la preciada medalla olímpica. Estas posibilidades surgen de la
injerencia que tiene el deporte de Alto Rendimiento en la sociedad actual y de los valores
tanto físicos como sociales que representa el obtener una medalla de oro.

El caso de los deportes de contacto, como por ejemplo la lucha olímpica donde los atletas
se entrelazan en tomas complejas y donde el contacto físico es máximo, representa un
verdadero desafío para las organizaciones deportivas. Una situación conflictiva que podría
presentarse sería por ejemplo un enfrentamiento entre una atleta transgénero que no ha
atravesado operación de asignación de sexo alguna contra una atleta musulmana que luego
de muchos años de ser segregada en su país ha conseguido participar en este deporte
tradicionalmente masculino. La luchadora musulmana se niega a enfrentarse con la
luchadora transgénero alegando que va contra sus creencias tocar un hombre, o al menos
sus partes genitales. Ante esta situación cabria plantearse a quien se discrimina realmente y
en donde los derechos de una atleta coartan los derechos de la otra.

Foto 3. Foto de una de las frecuentes tomas de lucha olímpica que permite observar el
grado de contacto existente entre las competidoras durante un combate.

Algunos opositores aluden que el problema del atleta transgénero reside en la edad en que
este realiza la transición, es decir que cuanto más joven es el atleta menos experiencia
como hombre tiene. Retomando el caso de Laurel en la Halterofilia, durante la fase
sensible de su desarrollo deportivo entrenó como y con los implementos propios de un
hombre. De esta manera por citar un ejemplo, toda su vida deportiva entrenó con una barra
olímpica 3mm más grande que la utilizada por las mujeres, suponiendo una potencial
ventaja deportiva a la hora de utilizar la barra femenina. En el caso de Alana la experiencia
de haber combatido durante todo su entrenamiento como hombre con atletas más grandes y
pesados también puede representar una ventaja, en particular en cuanto a la circunferencia
de la espalda y la cintura de sus oponentes para lo que es tomas, agarres y lances.

A pesar de las diferentes posiciones sobre esta problemática tanto opositores como
defensores de las mujeres transgénero están de acuerdo en que las capacidades que hacen a
una persona resaltar en un deporte no están claras y guardan gran relación con la disciplina
en particular. Cada deporte exige habilidades distintas y dependiendo de ello las mujeres
están en mayor o menor desigualdad con los hombres. Un dato curioso que se presenta con
mayor frecuencia es la inclusión por parte de las federaciones internacionales de categorías
mixtas como es el caso del nado sincronizado mixto. Es posible que en un futuro la
separación por género binario deba ser replanteada por las federaciones internacionales y el
mismo COI.

A modo de resumen

A lo largo de este trabajo ha quedado expuesto como el deporte puede favorecer en igual
medida a la inclusión de unos y a la exclusión de otros. Es generador de polémicas que
ponen en tensión aquellos debates existentes en la sociedad misma. Una problemática se va
superponiendo a otra y en el transcurso del tiempo van amalgamándose hasta encontrar, de
alguna forma, una suerte de equilibrio que permite que la sociedad siga evolucionando.

El debate sobre la cuestión transgénero viene lastrado gravemente por la falta de


investigación científica contrastada, el miedo existente en los dirigentes a tomar decisiones
que sean criticadas desde diversas ideologías y la necesidad de resolver con urgencia un
tema que necesita ser abordado desde una gran variedad de perspectivas.

Se puede observar que la situación que genera más polémica en las deportistas transgénero
tiene que ver con la experiencia deportiva como hombre más que con las diferencias
hormonales o físicas. Pareciera que el verdadero problema es el desafío que representa
enfrentarse contra un atleta que lleva una década de trayectoria como deportista masculino
de Alto Rendimiento.

Para llegar a un acercamiento de solución es importante evaluar cada caso en particular,


considerando el tipo de deporte y la experiencia previa del atleta como hombre en el Alto
Rendimiento Deportivo. Según Guariglia y Vidiella (2011) solo podemos hacer una
valoración correcta de una conducta si conocemos su intención a corto y largo plazo y la
situación en la que esta involucrada.

Por lo tanto, es necesario que cada federación deportiva evalúe sus propias condiciones de
inclusión, equidad y seguridad respetando al mismo tiempo las legislaciones mundiales
vigentes y los derechos de los atletas transgénero, cisgénero y del público que cumple, en el
deporte de Alto Rendimiento, un rol fundamental.

Bibliografía

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Barcelona, Planeta, pp. 92-170 (Parte primera, capítulos 1 a 4).

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