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Dios prueba a los suyos

“sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Santiago 1:3

Si Dios te está probando en este momento, piensa que es para tu bien. Espera un poco,
no te impacientes, toda prueba, por dura que sea, tiene su fin. Te sentirás luego más
protegido y la presencia de Dios se te hará más real y más fortalecida. Si sabes soportar
la prueba en verdadero espíritu cristiano, puedo asegurarte que mañana serás otra
persona distinta a la que eres hoy. Las pruebas no vienen en vano, Dios no obra
caprichosamente: Él tiene un propósito para con cada uno de sus hijos. A veces nos
conduce por un sendero sembrado de flores, en otros por uno cuajado de espinas.

Un cristiano, por oficio herrero, pasaba por una gran


prueba. Alguien que lo observaba, se le acercó y le
dijo: “yo creía que los cristianos no pasaban por
pruebas, pero veo que no es así. ¿Me puede usted
decir por qué Dios los prueba?” El herrero le dijo: “¿Ve
usted estas piezas de acero? Necesito hacer con ellas
unos muebles, pero antes es necesario que el acero sea
templado. Para esto, lo pongo en el fuego al rojo en la
fragua; después lo enfrío en el agua, luego lo golpeo duramente en el yunque y si aún no
ha adquirido el temple que quiero, vuelvo a repetir la misma operación. Hay veces que
el acero me resulta demasiado quebradizo y no lo puedo usar. En ese caso, lo lanzo al
desperdicio...”

Hizo una pausa para que su interlocutor confirmara lo que


el herrero le decía y luego continuó: “Dios nos necesita
para trabajar en Su obra. Somos como el acero y antes
que Él nos use, nos da el temple por medio de las pruebas.
Lo penoso sería que no resistamos la prueba y nos lance al
desperdicio. Por eso, la oración debe ser: “Señor,
pruébame como Tú quieras, y dame la fortaleza para
resistir; pero no me lances al montón de lo inservible.”

Tras el oscuro nubarrón aparece la claridad del sol resplandeciente, así mismo, tras esa
prueba que ahora te aflige, vendrán las bendiciones que Dios tiene reservadas para ti.
No seas de los que se rinden a la primera acometida de la prueba; toma la mano del
Señor, agárrate fuertemente de ella y muy pronto verás cómo todo habrá pasado y que
Él no te ha abandonado.

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