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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE UNO
GENESIS: ESQUEMA GENERAL
Y PENSAMIENTO CENTRAL
¡Alabado sea el Señor por la Biblia! ¡Alabado sea el Señor por la vida, la vida
divina, la vida eterna, que contiene este libro! ¡Y alabado sea el Señor por
habernos brindado la oportunidad de tener un estudio-vida de Su Palabra divina
con una congregación tan grande! Si Dios quiere, a partir de hoy, 6 de abril del
1974, continuaremos este estudio-vida que nos llevará por toda la Biblia, libro tras
libro, cada fin de semana. Que el Señor nos conceda Su bendita presencia y Su
rica unción en todo nuestro estudio.

UN LIBRO MARAVILLOSO
La Biblia es un libro maravilloso. ¡Es el “libro” por excelencia! Fueron necesarios
1600 años para terminarlo, empezando con Moisés, el profeta más grande que
Dios tuvo, y terminando con el apóstol Juan. La Biblia fue confirmada 300 años
más tarde (397 d. de C.) en el concilio de Cartago en el norte de Africa. Poco
después, la Iglesia Católica impidió que el pueblo tuviese acceso a la Biblia. La
Biblia quedó sellada por casi mil años, desde el siglo sexto hasta el siglo quince.
La historia le dio a ese período el nombre de la Edad Media o el Oscurantismo. La
sociedad humana cayó en tinieblas porque no tuvo acceso a la Biblia, la cual
contiene toda la luz divina.

Más adelante Dios usó a Martín Lutero para divulgar la Biblia durante la Reforma.
Por esos mismos días se inventó la imprenta, que permitió la impresión de la
Biblia. Aunque se publicó bastante, la Biblia no quedó muy abierta. Sin embargo,
le damos las gracias al Señor por haber abierto Su Palabra repetidas veces
mediante muchos maestros destacados en estos últimos cinco siglos.
Permanecemos en la senda trazada por ellos y les estamos agradecidos. No
obstante, le damos muchísimas gracias al Señor por habernos abierto la Biblia de
una manera tan clara, proporcionándonos así un rico estudio-vida de la Palabra
viva.

EL ALIENTO DE DIOS
¿Qué es la Biblia? Sabemos que la palabra “Biblia” significa “el libro”. Pero ¿qué
es este libro? La Biblia misma dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de
Dios” (2 Ti. 3:16). La Biblia es el aliento de Dios. No es simplemente la palabra o el
pensamiento de Dios, sino Su mismo aliento. Todo lo que exhalamos es nuestro
aliento, y este aliento procede de nuestro ser. Por lo tanto, la Biblia, como aliento
de Dios, es algo exhalado desde el ser de Dios. La Biblia contiene el elemento
mismo de Dios. Todo lo que Dios es se encuentra en este libro divino. Dios es luz,
vida, amor, poder, sabiduría y mucho más. Todo eso constituye el ser de Dios y
fue exhalado y plasmado en la Biblia. Cada vez que abrimos este libro con un
corazón abierto y con un espíritu abierto, podemos tocar inmediatamente algo
divino: no sólo pensamientos, conceptos, conocimiento, palabras o frases, sino
algo más profundo: tocamos a Dios mismo.

EL ESPIRITU Y LA VIDA
El Señor Jesús dijo que las palabras que El pronuncia son espíritu y son vida (Jn.
6:63). ¿Podemos imaginar que la Biblia como Palabra de Dios es el Espíritu? No
son simplemente palabras escritas en papel, sino algo más elevado, más
profundo, más completo y más rico; son Espíritu y son vida. Y la Biblia nos dice
que el Espíritu es Dios mismo (Jn. 4:24) y que la vida es Cristo (Jn. 14:6). No
estoy diciendo que la Biblia sea Dios mismo, sino que el Señor Jesús declara que
lo dicho en la Biblia es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo, el Señor, quien es
vida para nosotros. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto
con Dios mismo y recibimos vida, si estamos en la posición correcta y si estamos
abiertos en nuestro corazón y espíritu.

Cuando llegamos a la Palabra divina, prácticamente todo nuestro ser participa.


Debemos llegar con un corazón que busca a Dios, con una mente clara y sobria, y
con un espíritu abierto. Si abrimos nuestro espíritu a Dios y a Su Palabra,
podemos tocarlo a El mismo en cada página impresa. No se trata de leer
simplemente con nuestros ojos, de entender con nuestra mente, ni de buscar con
nuestro corazón, sino de tocar a Dios en nuestro espíritu. Si ejercitamos todo
nuestro ser de esta manera, no sólo recibimos una revelación, sino que algo del
elemento divino, revelado y comunicado por Su Palabra será trasmitido en nuestro
espíritu. Por tanto, Efesios 6:17-18 dice que debemos recibir “la palabra de Dios ...
con toda oración y petición”. Debemos tomar lo que dice la Biblia no sólo
leyéndolo y estudiándolo, sino también con toda oración. Debemos leer y estudiar
la Biblia con oración, es decir, debemos ejercitar nuestro espíritu para tener
contacto con el Señor por medio de la oración hecha con la lectura de la Palabra
divina.

LA REVELACION PRINCIPAL DE LA BIBLIA


La Biblia revela principalmente la vida. La vida es el punto central de toda la Biblia.
Pero ¿qué es la vida o quién es la vida? La respuesta se encuentra en la palabra
del Señor Jesús. El dice: “Soy la vida”, y “He venido para que tengáis vida”. La
Biblia es la revelación de Cristo como vida. Cada vez que abrimos la Biblia,
debemos entender que entramos en contacto con Cristo como vida nuestra.

La Biblia entera es un libro de vida, y esta vida es la persona misma de Cristo


Jesús, una persona divina y viviente, la cual es nuestra porción. Cuando abrimos
la Biblia, debemos entrar en contacto con El. No debemos repetir la triste historia
del pueblo judío que escudriñaba las Escrituras porque pensaba encontrar vida en
ellas, pero no quería acudir al Señor Jesús (Jn. 5:39-40). Nosotros no debemos
acercarnos a la Biblia sin tocar al Señor. Cada vez que abrimos la Biblia debemos
decir: “Señor Jesús, Tú tienes que estar aquí; éste no es un libro cualquiera, sino
Tu revelación. No me gusta leer este libro sin tener contacto contigo. No me gusta
oír algo de ese libro sin oírte a Ti. No me gusta leer ese libro sin verte a Ti. Me
agrada ver Tu rostro. Quiero ver en las páginas lo que Tú eres. Oh Señor Jesús,
ilumina Tu Palabra y unge cada línea para que te pueda tocar”. Necesitamos un
espíritu así para tocar la Palabra viva.

Después de ser creado el hombre, fue puesto delante de dos árboles en el huerto
de Edén: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. Si el hombre hubiese
comido del árbol de la vida, habría recibido la vida divina, la vida de Dios,
representada por el árbol de la vida. No obstante, el hombre fue tentado y tomó
del árbol del conocimiento, el cual representa una fuente que no era Dios, sino
Satanás. Esto dio por resultado la muerte. Vemos el mismo principio al allegarnos
a la Biblia. Podemos tomar la Biblia como un libro de vida y tener contacto con ella
usando nuestro espíritu y orando al Señor para recibirlo como vida mediante Su
palabra, o podemos hacer de la Biblia un libro de conocimiento al acercarnos a
ella únicamente con nuestra mente, buscando conocimiento en la letra. Esto nos
trae muerte, mas nada de vida. En 2 Corintios 3:6 se nos advierte que “la letra (es
decir, las Escrituras impresas) mata, mas el Espíritu vivifica”. No debemos hacer
de la Biblia solamente un libro de letra que nos mata. Debemos tomar la Biblia
teniendo contacto con el Señor Espíritu para que sea Espíritu y vida para nosotros.

OTRAS FUNCIONES DE LA BIBLIA


Además, tenemos algunos versículos que nos muestran que la Biblia tiene
muchas otras funciones. La Biblia tiene la sabiduría que nos puede hacer salvos (2
Ti. 3:15). Contiene la función de producir fruto como una semilla. Por medio del
contenido de la Biblia, podemos volver a nacer, ser regenerados (1 P. 1:23).
Después del nuevo nacimiento, las palabras contenidas en la Biblia son leche y
comida para nosotros y nos nutren y nos hacen crecer en el Señor (1 P. 2:2; Mt.
4:4). Por tanto, debemos comer la Palabra (Jer. 15:16), es decir, ingerirla
ejercitando nuestro espíritu mientras leemos la Biblia.

Además, la Biblia nos puede dar la mejor enseñanza y puede perfeccionar al


hombre de Dios (Ro. 15:4; 2 Ti. 3:16-17). Si pertenecemos al Señor y deseamos
ser perfectos, ciertamente podemos recibir perfección por medio de Su palabra
divina.

EL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia se compone de dos Testamentos: el Antiguo y el Nuevo. El Antiguo
Testamento es principalmente una predicción de Cristo, pues anuncia con
palabras sencillas, sombras, tipologías y muchas figuras al Cristo que vendría.

En Lucas 24 el Señor Jesús nos dice en dos ocasiones que el Antiguo Testamento
fue escrito en torno a El (vs. 27, 44). Podemos dividir el Antiguo Testamento en
tres secciones principales: Moisés (que significa la ley), los profetas y los salmos.
El Señor afirmó que cada sección del Antiguo Testamento contiene algo acerca de
El. En Juan 5:39, el Señor también dice que las Escrituras, el Antiguo Testamento,
dan testimonio de El. En Hebreos 10:7, dijo: “En el rollo del libro (es decir, el
Antiguo Testamento), está escrito de Mí”. Por consiguiente, el Antiguo Testamento
es principalmente un relato que profetiza acerca de Cristo como el todo para el
pueblo de Dios.

GENESIS
Ahora podemos iniciar nuestro estudio-vida de Génesis. El título original de ese
libro era: “En el principio”. La Septuaginta, o sea, la traducción del Antiguo
Testamento al griego, adoptó el título de Génesis, una palabra latina que significa
dar nacimiento, origen. Génesis produce el nacimiento de todo, da origen a todo.
Génesis es el libro que contiene todas las semillas de las verdades divinas. Todas
las verdades divinas de toda la Biblia fueron sembradas en ese libro.

I. EL ESQUEMA GENERAL
Cada libro de la Biblia presenta un esquema general. El esquema general de
Génesis es el siguiente:

Dios creó, Satanás corrompió, el hombre cayó


y Jehová prometió salvar.
¡No olvide jamás estos cuatro puntos!

El libro de Génesis contiene 50 capítulos, pero es muy sencillo: está dividido en


tres secciones. Los capítulos 1 y 2 constituyen la primera sección, los capítulos del
3 al 11, la segunda, y los capítulos del 12 al 50, la tercera. Cada sección empieza
con un nombre. Los nombres de la primera y de la tercera sección son
maravillosos, pero no el nombre de la segunda sección. En la primera sección,
leemos “Dios”, en la segunda sección, “la serpiente” y en la tercera sección,
“Jehová”. Dios creó, la serpiente corrompió, y Jehová llamó.

¿Qué creó Dios? Dios creó los cielos y la tierra. Pero eso no es todo. Finalmente
Dios creó al hombre porque los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el
hombre, y el hombre para Dios. Una vez que Dios terminó la creación, el insidioso,
la serpiente, se infiltró para corromper. Corrompió verdaderamente la creación por
medio de la rebelión, de principio a fin. El capítulo once presenta toda la rebelión
del linaje caído. No había esperanza. Sin embargo, había esperanza porque
Jehová vino y llamó a Abraham para empezar algo nuevo. ¡Aleluya! Dios creó, y la
serpiente corrompió; pero Jehová llamó.

¿En qué sección está usted? Puedo testificar que hace cincuenta años yo me
encontraba en la segunda sección, pero hoy estoy en la tercera sección. Hace
cincuenta años estaba corrompido por la serpiente, pero ahora he sido llamado
por Jehová.

Al parecer los primeros dos capítulos son el relato de la obra creadora de Dios.
Más adelante, en los 48 capítulos siguientes, encontramos las biografías de ocho
personas destacadas: Adán, Abel, Enoc y Noé, que forman un grupo de cuatro, y
Abraham, Isaac, Jacob y José, que forman otro grupo de cuatro. Cada grupo
pertenece a un linaje diferente. Los primeros cuatro pertenecen al linaje adámico,
y los últimos cuatro al linaje de Abraham. En el libro de Génesis encontramos dos
padres: Adán, el padre del linaje creado, y Abraham, el padre del linaje llamado.

¿Pertenece usted al linaje creado o al linaje llamado? Todos los llamados son
hijos de Abraham. Gálatas 3 nos dice que todo aquel que cree en Jesucristo es
hijo de Abraham (vs. 7, 29). ¡Aleluya! Originalmente fuimos creados, pero ahora
somos llamados. En 1 Corintios 1:24 se declara que para los llamados, Cristo es
poder de Dios y sabiduría de Dios. Ya no somos el linaje que Dios creó, sino el
que llamó, y lo seremos para siempre; somos llamados a participar de Cristo y a
disfrutar de El.

II. EL PENSAMIENTO CENTRAL


Cada libro de la Biblia presenta un pensamiento central. El pensamiento central de
Génesis es el siguiente:

Cristo es la esperanza y la salvación del hombre caído, y Dios hará que el


hombre caído cumpla Su propósito por medio de Cristo.

Cuando entendemos clara y completamente el libro de Génesis, podemos ver que


presenta a Cristo como la esperanza y la salvación del hombre caído. Por medio
de Cristo, Dios hará posible que el hombre caído cumpla Su propósito.

Génesis es un libro cuyo centro es Cristo, y Cristo es la vida para los que El
restauró desde la caída. ¿Por qué este libro nos presenta el relato de la creación
en los primeros dos capítulos? ¿Por qué nos proporciona las biografías de ocho
personas en los cuarenta y ocho capítulos siguientes? Necesitamos una
comprensión profunda. Los primeros dos capítulos son el relato de la creación,
pero este entendimiento es superficial. El pensamiento implícito allí está centrado
en la vida. Esos dos capítulos constituyen un relato de vida. Son demasiado
sencillos y breves para ser un relato apropiado de la creación. Dios no tenía la
intención de que Génesis 1 y 2 fuese un relato de la creación, sino una revelación
de la vida.

Considere estos capítulos. Primero, afirman que Dios creó el universo, y que éste
fue arruinado y quedó vacío, desierto y lleno de tinieblas. Luego, el Espíritu de
Dios vino a cernirse a fin de producir vida. Después del Espíritu de vida, llegó la
luz para producir también la vida. Después fue hecho el firmamento para dividir las
aguas de muerte. Luego la tierra surgió de las aguas de muerte. La tierra apareció
con el propósito de generar vida, e inmediatamente brotó toda clase de vida
vegetal. Luego surgió la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, y la vida
animal sobre la tierra, y finalmente surgió la vida humana. Después de la vida
humana viene la vida divina, representada por el árbol de la vida. Por
consiguiente, podemos ver que estos dos capítulos, en realidad, no son el relato
de la creación, sino de la vida.

¿Qué podemos decir de la biografía de las ocho personas? Si volvemos a leer


Génesis con detenimiento, nos sorprenderá el hecho de que estas biografías no
hablan mucho de las obras de esos hombres. Más bien relatan su vida, su
conducta y su andar con Dios. La Biblia nos dice poco de lo que hizo Adán, pero
menciona cuánto vivió: 930 años. Si quisiéramos escribir la biografía de Adán,
necesitaríamos centenares de páginas para contar sus actividades y todo lo que
hizo. No obstante, Génesis nos cuenta solamente la manera en que Adán anduvo
en la presencia de Dios.

Llegamos a Abel, y luego a Enoc. Lo único que dice Génesis acerca de Enoc es
que caminó con Dios, y que finalmente fue arrebatado a la presencia de Dios. Esto
es maravilloso. Quisiera ser ese tipo de persona, sin hacer nada y sin ser nada,
solamente caminando con el Señor hasta el día que El me llame a Su presencia.

Usted se preguntará: ¿No hizo Noé alguna obra? Sí, hizo una obra, pero no
conforme a sí mismo ni tampoco para sí mismo. Lo hizo todo conforme a la
revelación de Dios y para cumplir el propósito de Dios. Pasamos a Abraham,
Isaac, Jacob y José. Nos resulta difícil encontrar alguna buena obra en Abraham,
en Isaac o en Jacob. Parece que José, el hijo de Jacob, hizo algo, pero si
observamos el relato, nos daremos cuenta de que las actividades de José fueron
la parte reinante de Jacob. José gobernó como rey.

En realidad, Génesis no es un libro que habla de la creación ni tampoco de


biografías. Es un libro de vida. Dios usa el relato de la creación para mostrar la
vida. Usa las biografías de ocho personas para mostrar cómo El necesita una vida
que cumpla Su propósito. En este libro la última vida fue la de Jacob, aquel que
finalmente fue llamado Israel, príncipe de Dios. Esta es la intención de Dios:
obtener un Israel. Todos debemos ser llevados a la posición en la cual Dios pueda
considerarnos Su Israel. Se trata enteramente de la vida. Por tanto, Génesis se
centra en la vida, y esta vida es Cristo.

III. EL CONTENIDO
Ahora llegamos a lo que es el contenido de Génesis.

A. El deseo de Dios y Su propósito, 1:1—2:3


La obra creadora de Dios no sólo cumple Su deseo y Su propósito, sino que
también revela el deseo que El tiene en el universo y manifiesta Su propósito en la
eternidad. Todo lo que hacemos expresa nuestro deseo. A pesar de nuestro
silencio, lo que hacemos manifiesta nuestro propósito. Cuando Dios creó los
cielos, la tierra llena de tantas cosas, y finalmente al hombre a Su propia imagen y
con autoridad sobre todas las cosas creadas, El tenía ciertamente un propósito.
Con Su creación podemos ver que El tenía un deseo y un propósito.
1. La creación original de Dios, 1:1
a. El motivo
Según Efesios 1:5, 9, el motivo de la creación original de Dios fue Su deseo y Su
beneplácito. Dios llevó a cabo la creación original para cumplir Su deseo y
satisfacer Su beneplácito. El deseó crear y le agradó hacerlo; por tanto, El lo hizo
para complacerse a Sí mismo.

b. El propósito
Existen dos aspectos en el propósito de Dios al crear. Primero, el propósito de
Dios en Su creación es glorificar a Su Hijo (Col. 1:15-19). Aunque no encontramos
en Génesis 1 y 2 la expresión Hijo de Dios ni el nombre Cristo, vemos en
Romanos 5:14 que Adán prefiguraba a Cristo. Adán, creado a la imagen de Dios,
tipificaba a Cristo. En Adán podemos ver algo de Cristo. El propósito de Dios en
Su creación consiste en glorificar a Su Hijo Jesucristo.

Segundo, la creación manifiesta a Dios mismo. Los cielos y la tierra nos dan a
entender algo de Dios, y el hombre nos muestra algo de Dios. Dios es manifestado
en el hombre, particularmente por medio de Cristo Su Hijo. Cristo es la
corporificación de Dios (Col. 2:9). Cuando Cristo es glorificado en el hombre en
medio de la creación, Dios también es manifestado.

¿Por qué creó Dios los cielos? ¿Cuál era Su propósito? Si leemos la Biblia con
atención, veremos que los cielos existen por causa de la tierra. Aun los científicos
pueden comprobar eso. Por tanto, muchas cosas que pertenecen a los cielos son
indispensables para la tierra: el resplandor del sol, el agua y el firmamento son
vitales para la tierra. Entonces, ¿para qué sirve la tierra? La Biblia enseña que la
tierra existe para el hombre. Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó
la tierra y formó el espíritu en el hombre. Los cielos fueron creados para la tierra,
la tierra para el hombre, y el hombre para Dios. Dios creó al hombre como entidad
corporativa para que lo contuviera a El, lo expresara y lo glorificara.

c. La base
La base de la creación es la voluntad y el plan de Dios (Ef. 1:10). Apocalipsis 4:11
nos dice claramente que todas las cosas fueron creadas conforme a la voluntad de
Dios. Dios tiene una voluntad, y conforme a esta voluntad El concibió Su plan.
Conforme a esa voluntad y plan, El creó todas las cosas.

d. El medio
El medio de la obra creadora de Dios fue el Hijo de Dios (Col. 1:15-16; He. 1:2b) y
la Palabra de Dios (He. 11:3; Jn. 1:1-3). La Biblia nos muestra claramente que
Dios creó los cielos y la tierra por medio de Cristo como Hijo de Dios y como Su
Palabra. El Hijo de Dios y la Palabra de Dios son uno solo.
Todos debemos entender que el propósito central y eterno de Dios gira totalmente
en torno a Su Hijo, Cristo. La Biblia enseña que cuando Dios creó los cielos y la
tierra y todas las demás cosas, El lo hizo por medio de Cristo y por Cristo. Todo
fue hecho por medio de Cristo, por Cristo, y en cierto sentido, en Cristo. Desde la
creación, todas las cosas subsisten en Cristo. Cristo es el eje que sostiene todas
las partes del universo.

Hebreos 1:3 dice que Cristo sustenta todas las cosas por la palabra de Su poder, y
en Colosenses 1:17 vemos que todas las cosas subsisten en Cristo.
Aparentemente la tierra está colgada sobre la nada, pero en realidad es
sustentada por Cristo. Si un solo planeta se saliese de su órbita normal, se
produciría una terrible colisión. Pero el Señor lo sostiene todo. ¡Aleluya!

¿Por qué Cristo lo sostiene todo? Lo sostiene todo para Su gloria, para Su
Cuerpo. Si los cielos se desintegrasen y la tierra cayera, entonces ¿dónde
estaríamos y dónde estaría el Cuerpo? Tenemos una buena tierra donde vivimos y
caminamos, y los cielos nos sirven. Cuando necesitamos el resplandor del sol, los
cielos lo mandan. Cuando necesitamos la lluvia, ésta llega. Cuando necesitamos
el aire, ahí está. No hay aire en la luna, pero alrededor de la tierra está el
firmamento, el aire. Los cielos sirven a la tierra, y la tierra nos sirve a nosotros, y
nosotros estamos aquí para el Cuerpo y somos el Cuerpo. Cristo ama al Cuerpo.
Por causa de Su Cuerpo, El sostiene todo el universo. ¡Aleluya!

e. El proceso
Job 38:4-7 revela el proceso de la obra creadora de Dios. Los cielos y todas sus
huestes y ángeles fueron creados primero. La tierra, probablemente con algunos
seres vivos, fue creada en segundo lugar. Decimos “probablemente” porque no
hay ninguna declaración específica de ello. Algunos pasajes de la Palabra nos
permiten hacer deducciones. Job 38:4-7 afirma que cuando Dios puso el
fundamento de la tierra, ya estaban allí las estrellas y los ángeles (los hijos de
Dios). Esto demuestra que los cielos con todas las estrellas y los ángeles fueron
creados en primer lugar, y que la tierra fue creada después.

1) En el principio
Ahora llegamos al primer versículo del primer capítulo: “En el principio...” En la
Biblia la frase “en el principio” se usa de dos maneras, la primera vez en Génesis
1:1 y la segunda vez en Juan 1:1. El principio mencionado en Juan 1:1 fue anterior
al principio mencionado en Génesis. El principio mencionado por Juan es el
principio en la eternidad, un principio sin ningún comienzo. El principio de Génesis
1 fue el comienzo del tiempo, el cual empezó con la creación. Juan se refiere a la
eternidad, mientras que Génesis se refiere al tiempo.

2) Dios crea
En el principio Dios creó. Es bastante interesante observar que en esta frase el
sujeto “Dios” está en plural y el verbo “creó” en singular. ¿Significa eso que existen
varios Dios es? Indudablemente ésta es una semillita de la Trinidad. Dios es uno,
pero a la vez es triuno. En el mismo capítulo (v. 26) El se llama a Sí mismo
“nosotros”: Dios dijo: “Hagamos al hombre”. Dios es uno, pero el pronombre usado
es “nosotros”. No podemos explicar eso. Dios es uno, y sin embargo es triuno. El
Dios Triuno vino para crear.

Génesis 1 y 2 usa tres verbos distintos acerca de la creación y la restauración:


crear, hacer y formar. Crear significa traer algo a la existencia de la nada. Sólo
Dios puede crear. Nosotros no podemos crear. Sólo podemos hacer. Hacer
significa usar algo que ya existe para producir algo distinto. Dios no creó la luz en
el primer día, ni creó la tierra en el tercer día, porque la luz ya existía y la tierra se
encontraba sepultada bajo las aguas profundas. En el primer día, Dios no creó
sino que mandó. Dios dijo: “Sea la luz”, y la luz fue. En el tercer día, Dios mandó
que la tierra sepultada saliese de las aguas muertas. Esto no fue un acto de
creación, sino algo que hizo. Más adelante, Dios dio al hombre un cuerpo físico.
Fue una formación. Dios formó al hombre del polvo.

La obra creadora de Dios se halla en el versículo 1 y Su obra de restauración


empieza en el versículo 3. No dice que Dios hizo los cielos, ni que Dios formó la
tierra. Dice que Dios creó los cielos y la tierra.

3) La creación demuestra
la existencia de Dios
La creación declara la gloria de Dios, y demuestra por ende que El existe. Los
cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento, el espacio, muestra la obra de
Sus manos (Sal. 19:1-2). Aunque el poder divino y la Deidad son invisibles, el
hombre puede entenderlos mediante las cosas hechas. El hombre puede entender
y no tiene excusa (Ro. 1:20). Considere la creación; ¿cómo podría uno decir que
Dios no existe?

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOS
LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS
2. La rebelión y la corrupción de Satanás
Llegamos ahora a la rebelión y la corrupción de Satanás. Estudiar este tema ahora
puede sorprender. Hemos considerado la obra creadora de Dios y de repente
pasamos a la rebelión de Satanás. ¿Qué significa esto? Debemos empezar a
abordar ese asunto con una mente sobria a fin de entenderlo claramente.
Muchos cristianos sinceros piensan que el tema de los primeros dos capítulos de
Génesis está en 1:1. Se les ha dicho que esos dos capítulos presentan el relato de
la creación, y que el tema está contenido en el primer capítulo y el primer
versículo. No obstante, si el versículo 1 es el tema, ¿por qué el versículo 2
empieza con “Y”? “Y” significa que se produce algo, y que después sigue otra
cosa. “Y” es una conjunción que enlaza dos cosas: la primera sucede y la segunda
viene luego. Aun la gramática muestra que el versículo 1 no es el tema, sino parte
de la descripción. Describe el primer acontecimiento de una serie. “En el principio
creó Dios los cielos y la tierra. Y...” Esto significa que después de que Dios creó,
sucedió algo.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y
vacía”. La versión Concordant de Génesis traduce el versículo de esta manera:
“Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía”. La
versión Concordant no dice “Y”, sino “Sin embargo”. En el principio Dios creó los
cielos y la tierra. Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía. Un caos
es una confusión. La tierra vino a ser un caos: desordenada y vacía. Si usted
construye algunas viviendas y nadie las ocupa, entonces se dice que están vacías.
Podemos traducir esta frase “un caos y vacía” o “desolada y vacía”. Algo ocurrió
entre los versículos 1 y 2, y eso hizo que la tierra quedara desolada y vacía.

a. El origen de Satanás
Satanás fue un ángel que Dios creó antes de crear la tierra. El libro de Job (38:4-
7) nos dice que cuando Dios midió los cimientos de la tierra, los hijos de Dios (los
ángeles) daban voces de alegría. Esto demuestra que Dios creó los ángeles antes
de crear la tierra. En Ezequiel 28, vemos que Satanás no era uno de los ángeles,
sino el principal arcángel, el jefe de todos los ángeles.

Ezequiel 28 describe la posición que Satanás tenía en el universo antes de su


rebelión y corrupción. Todo ese capítulo parece hablar del rey de Tiro. No
obstante, el versículo 13 dice: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste”. Si leemos
el contexto, nos daremos cuenta de que éste no era el huerto de Edén en el cual
fue puesto Adán. Este Edén no estaba sobre la tierra, sino en los cielos, en el
santo monte de Dios.

“De toda piedra preciosa era tu vestidura”. El estaba vestido de piedras preciosas.
G. H. Pember dijo que esto hace referencia a su morada. Su morada estaba hecha
con piedras preciosas.

“Los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de


tu creación”. Antiguamente los instrumentos musicales como los tamboriles y las
flautas estaban destinados a los reyes (Dn. 3:5; 6:18). Esto indica que Satanás era
un rey, y que ocupaba la posición más elevada de ese universo. Esta fue la razón
por la cual aun el Señor Jesús lo llamó “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31). El
apóstol también lo llama “el príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2). Lucas 4:5-6
también confirma esto. “Le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un
momento todos los reinos de la tierra. Y el diablo le dijo: A Ti te daré toda esta
potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero
la doy”. ¿Era eso una mentira? Si lo hubiera sido, el Señor Jesús habría
reprendido a Satanás. El Señor no lo reprendió; por tanto, debe de ser un hecho.
Satanás, el diablo, le dijo al Señor que todos los reinos del mundo y toda su gloria
le habían sido entregados. Satanás dijo también: “a quien quiero la doy”. ¿Cuándo
entregó Dios todas estas cosas a Satanás? Esto se produjo ciertamente antes de
Adán, antes del mundo de Adán. Al leer la plena revelación de la Biblia, podemos
ver que Dios nombró a Satanás como cabeza de ese universo, y que Dios entregó
en su mano todas las cosas creadas en los cielos y sobre la tierra. Por tanto, él se
convirtió en “el príncipe del mundo”. Su posición y rango eran tan elevados que ni
aun “Miguel el arcángel ... se atrevió a proferir juicio de maldición contra él” (Jud.
9). Miguel era uno de los arcángeles (Dn. 10:13). El hecho de que no se atrevió a
reprender a Satanás demuestra que el rango de Satanás era superior al suyo. Por
tanto, podemos deducir que Satanás debe de haber sido el arcángel más elevado.

Leamos el versículo 14: “Tú, querubín grande, protector”. Satanás era el “querubín
grande, protector”. Esto significa probablemente que él cubría (véase Ex. 25:20) el
arca de Dios en los cielos (Ap. 11:19). “Yo te puse en el santo monte”. Dios hizo
eso. Dios ungió y designó al arcángel para cubrir Su arca. Ezequiel nos dice que
los querubines llevan la gloria de Dios (9:3; 10:18) y que están muy cerca del trono
de Dios (10:1; 1:26). Esto demuestra que Satanás, antes de su rebelión, cuando
era el querubín ungido que cubría el arca de Dios, debe de haber tenido una
posición muy cerca de Dios, llevando la gloria de Dios. Ezequiel también nos dice
que los querubines son los cuatro seres vivientes que Dios usa de una manera
particular (10:20). Los cuatro seres mencionados en Ezequiel son semejantes a
los de Apocalipsis (Ez. 1:10; cfr. Ap. 4:7) que tomaban la iniciativa entre las
criaturas para adorar a Dios. Esto revela que el Satanás de hoy, el adversario de
Dios, originalmente el querubín ungido, debe de haber sido designado
especialmente por Dios como cabeza entre todas Sus criaturas, y que llevaba Su
gloria y conducía a los demás a adorar a Dios. Esto parece indicar que el arcángel
ungido tenía también el sacerdocio. Es posible que haya sido el sumo sacerdote
en la adoración universal de Dios.

“En el santo monte de Dios, allí estuviste”. Indudablemente esto se produce en los
cielos. “En medio de las piedras de fuego te paseabas”. En Exodo 24:10, 17,
Moisés, Aarón y muchos otros vieron debajo del trono de Dios piedras preciosas
que tenían la gloria de Dios, semejantes al fuego ardiente. Estas deben de ser las
piedras de fuego. Así podemos deducir que el querubín ungido tenía el privilegio
particular de moverse en la esfera donde se hallaba la gloria de Dios.

Además de Ezequiel 28, Isaías 14:12 nos ayuda también a ver el origen de
Satanás. Nos dice que Satanás era el “Lucero, hijo de la mañana”. Así como el
lucero es la principal estrella, Satanás debe de haber sido el líder de todos los
ángeles. El título “hijo de la mañana” muestra que él existía desde temprano,
desde el comienzo del universo. Por tanto, Satanás, desde los primeros días del
universo, era la cabeza de los ángeles, y brillaba como el lucero.

El origen de Satanás era maravilloso. El era el querubín ungido de Dios, aquel que
estaba más cerca de Dios, y que tenía la posición más elevada en la creación de
Dios. No sólo tenía el reinado, sino también el sacerdocio, la misma posición que
nosotros los redimidos de Dios tendremos para siempre (Ap. 5:9-10; 20:4-6). Pero
fue despojado de su posición y de su oficio cuando se rebeló contra Dios. Ahora
Dios nos ha escogido como Sus sacerdotes y reyes, para que asumamos la
posición y el oficio que tenía Satanás, lo avergoncemos y glorifiquemos a Dios.

b. La rebelión de Satanás
Ezequiel 28:15 indica que Satanás era perfecto en sus caminos desde el día en
que fue creado. Por supuesto, Dios no creó un Satanás maligno. Dios creó un
arcángel bueno y perfecto. Sin embargo, en cierto momento este arcángel, el
querubín ungido, se rebeló contra Dios.

1) La causa
Satanás se rebeló contra Dios por el orgullo de su corazón. Ezequiel 28:17 indica
que su corazón se había elevado debido a su belleza él corrompió su sabiduría a
causa de su resplandor. El estaba, “lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”;
él era “el sello de la perfección” (Ez. 28:12) lo cual significa que tenía la plena
medida en todo y que no le faltaba nada. Pero él contempló su belleza y se
enorgulleció. El miró su resplandor y se corrompió. Poner los ojos en lo que Dios
ha hecho por nosotros y olvidarnos de Dios mismo siempre nos incita a
enorgullecernos. El orgullo fue la causa de la rebelión de Satanás. Por tanto, el
apóstol nunca permitía que un “recién convertido” fuese puesto como anciano de
la iglesia, “no sea que cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo” (1
Ti. 3:6). El diablo puede usar todas las virtudes y cualidades naturales, y todos los
dones espirituales para volvernos orgullosos. Incluso el apóstol Pablo podía
exaltarse desmedidamente por “la excelente grandeza de las revelaciones” (2 Co.
12:7). El diablo orgulloso sigue rondando la tierra, buscando devorar a los
orgullosos (1 P. 5:8). La única manera de resistirle consiste en humillarnos, en
vestirnos de humildad; porque “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes
da gracia” (1 P. 5:9, 5-6). El Señor Jesús es un buen ejemplo de esto. Satanás se
exaltó a sí mismo, pero el Señor Jesús “se humilló a Sí mismo” (Fil. 2:8). Por tanto,
el Señor venció a Satanás, y éste no tenía nada en El (Jn. 14:30).

2) El propósito
El propósito de la rebelión de Satanás era exaltarse a sí mismo para ser igual a
Dios. En Isaías 14:13-14, vemos que en cinco ocasiones Satanás se refiere a sí
mismo en el momento de la rebelión. “[Yo] subiré ... levantaré mi trono ... en el
monte del testimonio me sentaré ... sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo”. Satanás quería ser igual a Dios. Este fue el propósito de su
rebelión contra Dios.

La causa de todas las rebeliones relatadas en la Biblia es la ambición de una


posición. La rebelión de Babel (Gn. 11:4), la rebelión de Datán, Abiram y los
doscientos cincuenta príncipes israelitas (Nm. 16:1-3), y la rebelión de Absalón (2
S. 15:10-12), fueron causadas por la maligna ambición de obtener una posición.
Sin embargo, el Señor Jesús “se despojó a Sí mismo, tomando forma de
esclavo ... por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que
es sobre todo nombre” (Fil. 2:7, 9).

3) El proceso
Satanás inició la rebelión contra Dios con la maligna intención de derribar la
autoridad de Dios (Ez. 28:15-18; Is. 14:13-14).

El no se rebeló solo, sino que fue acompañado de gran parte de los ángeles que
se rebelaron bajo su mando. En Apocalipsis 12:4, 9 descubrimos que una tercera
parte de las estrellas del cielo, o sea una tercera parte de los ángeles, lo siguieron.
(En Apocalipsis las estrellas representan a los ángeles.) En Mateo 25:41 el Señor
Jesús se refirió al “diablo y sus ángeles”. Efesios 2:2 describe a Satanás como el
“príncipe de la potestad del aire”, y Efesios 6:12 nos revela que los principados y
potestades están en el aire. Estos principados y potestades eran los ángeles que
estaban bajo el mando de Satanás y que gobernaban el universo preadamítico.
Por tanto, son las potestades de los aires. Cuando Satanás se rebeló contra Dios,
la mayoría de sus ángeles lo siguió en su rebelión, convirtiéndose así en los
ángeles caídos, los espíritus malignos. Ahora en el universo existen dos
categorías de ángeles: los buenos y los malos. Los ángeles buenos permanecen
con Dios; los malos están aliados con Satanás en contra de Dios.

Los seres vivos que estaban en la tierra en aquel tiempo, y que más tarde se
convirtieron en los demonios de esta tierra, también se unieron a Satanás en su
rebelión.

Si leemos los cuatro evangelios veremos que en esta tierra hay otra clase de
espíritus: los demonios. ¿Quiénes son los demonios y qué son? La mayoría de los
cristianos se imaginan que los demonios son idénticos a los ángeles caídos, pero
según Efesios, los ángeles caídos viven en el aire, y no en la tierra. Los cuatro
evangelios revelan que, hablando con propiedad, los demonios nunca entran en el
aire, sino que se mueven sobre la tierra o entran en el agua, su morada.
Recuerden el incidente del hombre poseído por muchos demonios (Mt. 8:28-32).
Cuando el Señor Jesús expulsó a los demonios, éstos le pidieron permiso de
entrar en una piara. Después de entrar en los cerdos, se precipitaron al mar,
donde les gusta permanecer.
Mateo 12:22-27 y 43-45 tiene muchas cosas que confirman este punto. En este
pasaje descubrimos que Satanás tiene un reino diabólico y que él es el “príncipe
de los demonios”. Leamos el versículo 43: “Cuando el espíritu inmundo [el
demonio] sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo
halla”. El demonio que fue echado fuera del hombre ciego y mudo buscaba
descanso y no lo podía encontrar en lugares secos. Esto demuestra que el lugar
de reposo, la morada, de los demonios se encuentra en el agua. El versículo 44
nos relata lo que les sucede cuando no hallan agua. “Entonces dice: Volveré a mi
casa de donde salí...” Esta “casa” es el cuerpo físico del ser humano. La morada
de los demonios es el agua, y su morada temporal es el cuerpo humano.

Hechos 23:8-9 demuestra que los demonios no son ángeles caídos. En estos dos
versículos vemos que los ángeles y los espíritus están clasificados como seres
diferentes. Aun los antiguos fariseos judíos ponían a los demonios y a los ángeles
en categorías separadas. Si leemos los cuatro evangelios detenidamente,
descubriremos que los demonios también son llamados espíritus malignos. Los
ángeles son espíritus y los demonios también lo son.

¿Quiénes son los demonios? ¿Por qué a los demonios les gusta entrar en el agua
o en el cuerpo humano? En el famoso libro de G. H. Pember Earth’s Earliest
Ages [Las primeras eras de la tierra], él llevó a cabo un estudio notable y profundo
sobre el tema. La geología y la arqueología han descubierto que la tierra no tiene
sólo seis mil años, sino que ha existido mucho más tiempo. El concepto según el
cual la tierra sólo tenía seis mil años de edad, partiendo de Adán, llevó a algunos
ateos y a algunos cristianos modernistas a decir que había un error en Génesis 1.
Los arqueólogos han descubierto fósiles de huesos que tienen miles y miles de
años. Sin embargo, el señor Pember encontró la respuesta. Entre Génesis 1:1 y
1:2 transcurre un período que él llamó el intervalo. Nadie puede determinar cuánto
duró ese intervalo. De todos modos, debe de haber sido un período muy
prolongado. Después de examinar este asunto cabalmente, Pember dedujo que
en cierto momento después de la creación original, Satanás y sus ángeles se
rebelaron. Además Pember dedujo, basándose en el relato bíblico, que en la edad
preadamítica existían en la tierra algunos seres vivos que tenían espíritu, y que
dichos seres también se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por
consiguiente, Satanás, junto con sus ángeles caídos y estos seres, fueron
juzgados por Dios. Después de ser juzgados por Dios, estos seres perdieron sus
cuerpos y se convirtieron en espíritus incorpóreos. Esta es la razón por la cual los
demonios procuran entrar en un cuerpo físico.

El agua con la cual Dios los juzgó vino a ser el abismo donde los demonios deben
vivir. Pember también demostró que debajo del agua se halla el lugar que llaman
el abismo. La traducción griega de Génesis 1:2 usa la palabra “abismo” en vez de
“profundidad”. El abismo constituye la morada de los demonios.

Un día, mientras Jesús navegaba por el mar, un fuerte viento empezó a soplar, y
se levantó una gran tormenta. El Señor Jesús no oró; El mandó al viento que se
detuviese y a la tormenta que callase (Mt. 8:23-27). ¿Por qué el aire se llenó de
viento y una tempestad agitó el agua? Porque había ángeles caídos en el aire y
demonios en el agua. Sabían que Jesús iba a la otra orilla para echar fuera
demonios (Mt. 8:28-32). Hoy en día, el aire sigue lleno de ángeles caídos y la
tierra llena de demonios.

Nosotros los hijos de Dios deberíamos conocer estos asuntos del universo y
particularmente de la tierra. Los ángeles malignos siguieron a Satanás en su
rebelión contra Dios. Los demonios, otra clase de seres, son espíritus incorpóreos
que viven en el agua y obran en la tierra. Satanás es el príncipe de este mundo, el
cual incluye la tierra y el aire. En el reino de Satanás se hallan los ángeles caídos,
en el aire, los demonios, en el agua, y los seres humanos caídos sobre la tierra.

4) El resultado
a) Satanás fue juzgado por Dios
La rebelión de Satanás produjo el juicio de Dios. Dios no podía tolerar ninguna
rebelión entre Sus criaturas. Inmediatamente después de la rebelión de Satanás,
Dios pronunció Su juicio sobre él. “Se halló en ti maldad. A causa de la multitud de
tus calumnias ... pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de
entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón ...
corrompiste tu sabiduría ... yo te arrojaré por tierra ... con la multitud de tus
maldades ... profanaste tu santuario...” (Ez. 28:15-18). “Mas tú derribado eres
hasta el Seol, a los lados del abismo” (Is. 14:15).

b) Los cielos y la tierra fueron juzgados


Indudablemente los cielos y la tierra se degradaron por la rebelión de Satanás.
Dios reprendió a Satanás: “Profanaste tu santuario” (Ez. 28:18). Por tanto, los
cielos y la tierra también fueron juzgados por Dios. Job 9:5-7 relata que Dios
arrancó los montes con Su furor, e hizo temblar sus columnas; mandó que el sol
no saliera, y selló las estrellas. ¿Cuándo hizo Dios todo eso? No podemos
encontrar nada de esto en la historia de la humanidad. Debe de haber ocurrido
antes del mundo de Adán, cuando Dios juzgó los cielos y la tierra a causa de la
rebelión de Satanás y de sus seguidores. El juicio de Dios impidió que las estrellas
resplandecieran. La tierra se cubrió de tinieblas. El hecho de que la tierra, después
de ser juzgada por Dios, fuese sepultada debajo de las aguas profundas
comprueba que Dios debe de haberla juzgado inundándola con agua. Por tanto,
“la tierra quedó desolada y vacía (heb.)”, sepultada debajo de las aguas
profundas, y cubierta de tinieblas (Gn. 1:2).

Isaías 45:18 nos dice que Dios no creó la tierra como un lugar desolado. Job 38:4-
7 muestra que Dios creó la tierra con orden. Dice que cuando Dios “fundaba la
tierra”, ordenó las medidas de la tierra y “extendió sobre ella cordel”, “cantaban
juntas las estrellas del alba y gritaban de gozo todos los hijos de Dios” (los
ángeles). Cuando Dios fundaba la tierra, ordenó sus medidas y extendió sobre ella
cordel. Esto significa que El la creó con orden. Por tanto, cuando las estrellas del
alba la vieron, se regocijaron y profirieron alabanzas, y cuando los ángeles la
vieron, dieron voces de júbilo. ¿Cuándo sucedió eso? Debe de haber sucedido en
Génesis 1:1, y no en Génesis 1:2. ¿Cómo podían cantar las estrellas del alba y los
ángeles regocijarse cuando la tierra quedó desolada y vacía?

Cada vez que las palabras “desolada y vacía” son usadas juntas en el Antiguo
Testamento, denotan el resultado de un juicio. Lo vemos en Jeremías 4:23, en
Isaías 24:1 y 34:11. Todo lo que Dios juzga queda desolado y vacío. La tierra
quedó desolada y vacía porque fue juzgada por Dios.

Las tinieblas que estaban sobre la faz del abismo también eran una señal que
indicaba que el universo de esa era había sido juzgado, porque las tinieblas
provienen del juicio de Dios (cfr. Ex. 10:21-22; Ap. 16:10).

Por tanto, la tierra mencionada en Génesis 1:2 no se encontraba en la misma


condición en que fue creada originalmente por Dios. Dios la creó con orden, pero
“quedó desolada y vacía”. La expresión “quedó” es la misma que aparece en
Génesis 19:26, donde vemos que la esposa de Lot “se volvió” una columna de sal.
No era una columna de sal, sino que se convirtió en una. Según esto, la tierra no
estaba desolada y vacía originalmente, sino que se volvió así.

c) Los ángeles rebeldes y los demonios


fueron juzgados
Cuando Dios juzgó a Satanás y al universo que estaba debajo de él, también debe
de haber juzgado a los ángeles que lo siguieron y a los seres vivientes que
estaban sobre la tierra en aquella época, los cuales se le unieron en su rebelión.
Después de ser juzgados los ángeles rebeldes, se convirtieron en las “huestes
espirituales de maldad” que están en el aire (Ef. 6:12) y los seres vivientes vinieron
a ser espíritus incorpóreos, los demonios moraban en el agua con la cual fueron
juzgados.

Aunque Satanás, los ángeles rebeldes y los demonios fueron juzgados por Dios,
siguen activos y laboran hoy, porque todavía no se ha ejecutado el juicio sobre
ellos. Un día se cumplirá totalmente (Ap. 12:12; Mt. 8:29; Lc. 8:31). Hoy Satanás
todavía puede ir a Dios para acusar al pueblo de Dios (Job 1:6-12; 2:1-7; Ap.
12:10). Todavía anda por la tierra “buscando a quien devorar” (1 P. 5:8), sigue
cegando a la gente (2 Co. 4:4), para engañarla (2 Co. 11:14) y cargar sus
corazones (Hch. 5:3), y ganar ventaja sobre nosotros (2 Co. 2:11). El sigue siendo
el “hombre fuerte”, que arrebata los bienes (Mt. 12:29). Los ángeles rebeldes
siguen siendo “los gobernadores del mundo de estas tinieblas” (Ef. 6:12; cfr. Dn.
10:20), (algunos ángeles caídos están ahora encarcelados hasta el juicio, 2 P. 2:4;
Jud. 6) y los demonios siguen siendo los espíritus inmundos e inicuos que obran
sobre la tierra (Mt. 12:43-45). Se debe ejecutar el juicio sobre todos ellos.
Dios ya juzgó a Satanás y a sus seguidores. Sin embargo, eso no significa que
Dios haya ejecutado Su juicio en el momento en que lo pronunció. Una cosa es
dictar sentencia, y otra es llevar a cabo la condena. Dios juzgó a Satanás y a sus
seguidores antes de que Adán fuese creado, pero la ejecución de este juicio sigue
adelante. La ejecución del juicio de Dios no será llevada a cabo por Dios mismo.
Dios no hará eso. Ningún juez ejecuta el veredicto por su cuenta. El necesita
ejecutores.

¿Quién ejecutará el juicio de Dios sobre Satanás y sus seguidores? Los ejecutores
serán los cristianos, la iglesia, los creyentes vencedores. ¿Por qué no se ha
ejecutado el juicio sobre Satanás y sus seguidores? Porque Dios espera que la
iglesia se levante. El Juez ha dictado Su juicio, pero El está esperando que los
ejecutores lo lleven a cabo. En Apocalipsis 12 vemos que los vencedores
ejecutarán el juicio que Dios pronunció sobre Satanás. Además, día tras día en
nuestros hogares, cada vez que somos victoriosos, nuestra victoria es una
ejecución de este juicio. Dios ha declarado Su juicio sobre el rebelde. Sin
embargo, este juicio no será llevado a cabo hasta que la iglesia se levante para
hacerlo. Ahora es el tiempo de llevar a cabo el juicio de Dios sobre Satanás.

Hoy la iglesia debe orar para “atar al hombre fuerte” y “saquear su casa” (Mt.
12:29), combatir los espíritus de maldad que están en el aire (Ef. 6:12), y echar
fuera los demonios (Mt. 17:21) cada vez que los veamos en acción perjudicando a
la gente. Dios ha juzgado a los demonios y los ha confinado al agua, pero necesita
que la iglesia traiga la era en la cual el mar ya no exista (Ap. 21:1), y los demonios
que ahora están confinados allí vean el juicio ejecutado sobre ellos (Ap. 20:13: no
es posible que los muertos que se hallan en el mar sean seres humanos; deben
de ser los demonios).

El Señor Jesús, cuando estuvo en la carne como hombre, empezó a ejecutar el


juicio de Dios. El “se manifestó para destruir las obras del diablo” (1 Jn. 3:8). El
Señor dio “autoridad” a Sus discípulos (Lc. 10:19) sobre todo el poder del
enemigo. Cuando los discípulos echaban demonios, Satanás caía del cielo (Lc.
10:17-20). Cristo, por medio de Su muerte en la cruz, destruyó al diablo (He. 2:14).
El hirió la cabeza de la serpiente antigua. Ahora nosotros, como Cuerpo Suyo,
debemos proseguir esta ejecución, y destruir la cola de la serpiente. Mediante la
obra ejecutora de la iglesia, el diablo será “arrojado a la tierra” y sus ángeles serán
“arrojados con él” (Ap. 12:9). Más tarde él será atado y arrojado en el abismo (Ap.
20:2-3). Finalmente, será “arrojado en el lago de fuego” (Ap. 20:10). Entonces, la
ejecución del juicio de Dios sobre Satanás y sus seguidores estará completa.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TRES
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(1)
EL PROCESO
Ya vimos que el primer versículo del capítulo 1 describe plenamente la obra
creadora de Dios. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. También vimos la
rebelión de Satanás en la segunda mitad del versículo 2. “Y la tierra quedó
desolada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (heb.). El
versículo 2a contiene cinco puntos principales: el hecho de que la tierra fue
convertida en algo diferente de lo que era originalmente, la desolación y el vacío;
las tinieblas y el abismo. Tenga presentes estos cinco puntos. Después del juicio
sobre la tierra a causa de la rebelión de Satanás, la tierra quedó desolada y vacía.

Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10
muestran que las tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando
Dios trajo Su juicio sobre Faraón, y habrá tinieblas cuando El ejerza Su juicio
sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2a aluden al juicio de Dios.

Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre
representan la muerte. Donde está la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí
hay tinieblas. Lo contrario también es cierto: donde hay muerte, hay tinieblas. Por
tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que la tierra se encontraba
en una condición de muerte.

La palabra “abismo” representa las aguas profundas. En la Biblia, el agua tiene


dos significados y simboliza dos cosas distintas, una positiva y otra negativa. En el
sentido positivo, el agua representa siempre algo viviente. El agua que corre trae
vida a la gente y satisface su sed. En el sentido negativo, el agua representa la
muerte. Por ejemplo, cuando fuimos bautizados en agua, esa agua representaba
la muerte. Las aguas del mar Rojo y las aguas del río Jordán también representan
la muerte. El agua mencionada en Génesis 1:2 no representa la vida, sino la
muerte. Por consiguiente, concluimos que la tierra se encontraba bajo muerte. La
tierra no sólo estaba desolada, vacía y carente de sentido, sino que estaba llena
de muerte y bajo la misma. Dios llegó en medio de esta situación.

3. Dios restaura y crea algo más: 1:2b—2:3


Génesis 1:2b no se refiere a la creación original (que fue completada en el
versículo 1), sino a la restauración que Dios realizó. Dios iba a restaurar lo que
había sido destruido e iba a crear algo más. Por ejemplo, esta vez Dios creó al
hombre. Dios no restauró al hombre, sino que lo creó. Génesis 1:2b—2:25 es un
pasaje de la Palabra divina que nos muestra la restauración del universo destruido
y una creación adicional.

Leamos el versículo 4 del capítulo 2: “Estos son los orígenes de los cielos y de la
tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. La
mayoría de la gente presta poca atención a este versículo; sin embargo, es muy
significativo. Nos muestra la obra creadora original de Dios y también Su obra
restauradora. La primera mitad del versículo dice: “...los cielos y la tierra cuando
fueron creados...” Observe que los cielos se mencionan primero y luego la tierra, y
que el verbo usado aquí es “crear”. En la segunda mitad del versículo leemos:
“...en el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. Aquí el verbo usado no es
“crear” sino “hacer”. Como hicimos notar en el primer mensaje, crear significa
producir algo a partir de la nada, y hacer significa trabajar con una substancia
existente a fin de producir otra. Debemos ver que originalmente los cielos y la
tierra fueron creados. Luego, la segunda mitad del versículo dice: “...en el día en
que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. ¿Ha notado usted el cambio en la
secuencia? Primero, Dios creó los cielos y la tierra; luego, El hizo la tierra y los
cielos.

En Génesis 1:1 Dios creó: “En el principio creó Dios los cielos [primero] y la tierra
[luego]”. Más adelante, desde el versículo 3 hasta el final del capítulo 1, el Señor
hizo la tierra y los cielos. “Jehová Dios hizo la tierra y los cielos” (Gn. 2:4b). Si
volvemos a leer el capítulo 1, veremos que en el tercer día el Señor restauró la
tierra. Dios no creó la tierra, porque ésta ya existía; estaba sumergida en las
aguas. Por tanto, el Señor recobró la tierra en el tercer día. Además, en el cuarto
día, el Señor recobró el cielo, es decir, los cielos. Por tanto, en la restauración, no
se mencionan primero los cielos y luego la tierra, sino primero la tierra, y luego los
cielos. Sin embargo, en la creación, primero existieron los cielos y luego la tierra.
Podemos ver ambas cosas en Génesis 2:4.

Como recalcamos en el primer mensaje, los primeros dos capítulos de Génesis


parecen ser el relato de la creación, pero el pensamiento implícito está
estrechamente relacionado con la vida. Esta es la razón por la cual algunas
personas consideran que los capítulos 1 y 2 de Génesis son demasiado sencillos,
demasiado breves para ser el relato de la creación. Estamos de acuerdo. Como
relato de la creación, es demasiado sencillo. Pero sabemos que la Biblia no es un
relato de la creación, ni un relato histórico, ni un relato de ninguna clase. La Biblia
en su totalidad es un libro de vida. Toda la Biblia está centrada en la vida. Si
leemos el primer capítulo de Génesis con detenimiento y recibimos la luz del
Espíritu Santo, nos daremos cuenta de que es un capítulo que trata
exclusivamente de la vida. Fue escrito desde el punto de vista de la vida.

Usted dirá que la palabra “vida” no se encuentra en ese capítulo. Es cierto. Pero
podemos encontrar muchos puntos que pertenecen a la vida. Cuando Dios
restauró la tierra en el tercer día, se produjo toda clase de vida vegetal. Luego se
manifestó la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, la vida animal sobre
la tierra, la vida humana y, finalmente, en el capítulo 2, la vida divina. ¡Aleluya! La
vida es el centro de estos dos capítulos. Con esta perspectiva, ciertamente
podemos entender el relato de Génesis 1.

a. El proceso
1) El Espíritu vino, 1:2b
La creación original de Dios fue arruinada por la rebelión de Satanás y luego
juzgada por Dios mismo. Después del juicio de Dios, sólo quedaron tinieblas sobre
la faz del abismo. Eso presenta una condición de muerte. En medio de dicha
condición la Biblia dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”
(heb.). ¿No es esto maravilloso? El Espíritu se cernía. ¡Aleluya! El Espíritu se
cernía igual que una gallina se cierne sobre sus huevos para empollarlos. Cuando
la Biblia empieza a hablar del Espíritu, no dice: “el poder del Espíritu”, “la potencia
del Espíritu”, sino “El Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto
significa que El se estaba preparando para generar vida. Necesitamos ver que lo
que consta en Génesis 1 se relaciona con la vida, con el evangelio de Dios y con
lo espiritual. Tenemos una clara evidencia de esto en 2 Corintios 4:6. Pablo dice:
“El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto se refiere indudablemente al capítulo
uno de Génesis. Basándonos en este versículo, debemos tener presente que todo
lo narrado en Génesis 1 se relaciona con la vida. Por este versículo vemos que
debemos interpretarlo todo conforme a la vida.

Debemos recordar la condición en que estábamos antes de ser salvos. Estábamos


desolados y vacíos, nuestras vidas carecían de sentido, y estábamos rodeados de
tinieblas. Dentro de nosotros había un abismo, un pozo sin fondo. Y en este
abismo había un enjambre de demonios que nos incitaban a enojarnos, a apostar,
a ir al cine y a hacer muchas otras maldades. Estábamos desordenados y vacíos,
y cubiertos de tinieblas y de muerte.

Pero, ¡aleluya! Un día, una persona viviente empezó a cernerse sobre nosotros, a
operar dentro de nuestro corazón, a cernerse sobre la muerte y el abismo que
estaban dentro de nosotros. No se trataba de algo psicológico ni ético, sino de una
persona viviente y activa dentro de nosotros, que laboraba con ternura y
delicadeza como una gran gallina que se cierne sobre los huevos en su nido. Esta
es la obra del Espíritu Santo que se cierne y que regenera.

El Señor Jesús dijo (Jn. 16:8-11) que cuando viniese el Espíritu Santo,
reprendería, convencería al mundo (o sea, la humanidad) de pecado (relacionado
con Adán), de justicia (relacionada con Cristo), y de juicio (relacionado con
Satanás). El reprendería cerniéndose, es decir, con mucho cariño, sin ninguna
violencia. En todo el universo existen solamente tres personas: Adán, Cristo y
Satanás. El Espíritu Santo obra dentro de nosotros, convenciéndonos de que
nacimos en Adán y que no tenemos más que pecado, que de ninguna manera
podemos escaparnos del pecado y de la influencia de Adán a menos que creamos
en Cristo. El Espíritu Santo se cernerá dentro de nosotros y nos dirá: “Mira, Jesús
murió en la cruz por ti y El ya hizo todo lo que Dios requiere. Ahora la verdadera
justicia está en El. Si tú te vuelves a El y crees en El, lo podrás recibir como tu
justicia. El pasó por la encarnación, por la vida en esta tierra, por la crucifixión y
por la resurrección. Fue aceptado por Dios y está a Su diestra. El está allí como
prueba de que tú estarás libre del pecado y obtendrás justicia si crees en El. Si no
haces eso, irás con Satanás al juicio de Dios”. Al cernerse el Espíritu Santo, usted
quedará plenamente convencido y dirá: “Señor Jesús, no tengo nada que decir,
pero te doy las gracias”. De ese modo usted es regenerado y nace de nuevo, nace
del Espíritu (Jn. 3:6-7). ¡Aleluya!

El Espíritu de Dios vino. Esta venida es el primer requisito para generar vida. El
Espíritu vino a cernerse sobre las aguas de muerte que cubrían la tierra, y se
movió para que esa vida pudiese ser generada.

2) La Palabra vino, 1:3a


La Palabra de Dios vino a traer la luz. Este es el segundo requisito para generar la
vida. En el versículo 3 leemos: “Y dijo Dios...” Dios habló: era la Palabra de Dios.
Hablar no es algo insignificante. Supongamos que subo a la plataforma y me
quedo callado mientras ustedes me miran y yo los miro a ustedes. ¿Qué es eso?
Es muerte. Si soy una persona viviente, no puedo permanecer en silencio durante
una hora. Mientras viva, debo hablar. Cuando hablo, ello indica que estoy vivo, y
mis palabras serán algo viviente. Dios habló y la Palabra de Dios trajo la luz. “Y
Dios dijo: Sea la luz”. La Palabra divina siempre produce la luz. ¡Aleluya!

Considere su propia experiencia. Primero, el Espíritu se cierne sobre usted. Luego


le habla. Por medio de Sus palabras, usted recibe una Palabra viva, y ésta lo
ilumina en su interior. Cuando Dios habla, manda que la luz resplandezca en las
tinieblas. “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es
el que resplandeció en nuestros corazones...” ¡Aleluya! El hablar de Dios produce
luz.
El Señor Jesús dijo que todo el que oye Su Palabra y cree tiene vida (Jn. 5:24). Si
escuchamos la Palabra del Señor y creemos, tenemos vida. Jacobo 1:18 declara
que Dios nos regeneró con Su Palabra.

3) La luz vino, 1:3


Ahora llegamos al tercer requisito para generar vida: la luz, la cual vino para
disipar las tinieblas que cubrían las aguas de muerte. Alabado sea el Señor. Esto
es realmente significativo. Puedo testificar que cuando fui salvo, pasó
exactamente eso: primero, vino el Espíritu; luego, vino la Palabra de Dios; y en
tercer lugar, vino la luz. Fui iluminado dentro de mí. Algo resplandeció en mi
interior. Creo que usted también ha experimentado esto.

Además de 2 Corintios 4:6, tenemos Juan 1:4, 5, y 9. “En el principio era el


Verbo ... En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:1, 4-5).
Las tinieblas nunca podrán vencer la luz. La luz siempre disipa las tinieblas.
Cuando viene la luz, las tinieblas huyen.

¿Quién es la luz y qué es la luz? La luz es Cristo, el Verbo vivo de Dios. Cuando
Cristo vino como la verdadera luz que resplandece en las tinieblas, las tinieblas no
pudieron vencerlo. El es la verdadera Luz.

Debemos recordar las tres venidas: la venida del Espíritu, la venida de la Palabra
o el Verbo, y la venida de la Luz. Después de estas venidas, se producen tres
separaciones, tres divisiones.

4) La separación entre la luz y las tinieblas, 1:4-5


La primera separación se produjo entre la luz y las tinieblas. Este fue el cuarto
requisito para generar la vida. Esa separación tuvo como fin mostrar la distinción
entre el día y la noche, apartando así la luz. Esto es difícil de entender, así que
usaremos un ejemplo para aclararlo.

Inmediatamente después de ser salvo, usted no tenía ningún discernimiento y no


podía distinguir entre la luz y las tinieblas. Pasó el tiempo y siguió adelante con el
Señor. Gradualmente se produjo una separación dentro de usted, y tuvo el
discernimiento de decir: “Esto es luz y aquello es tinieblas. Guardaré la luz, y
desecharé las tinieblas”. Antes de ser salvos, no teníamos ni un solo día; vivíamos
en una noche de veinticuatro horas. Estábamos continuamente en la noche, una
noche oscura, nublada y sin estrellas. Pero, ¡alabado sea el Señor! Desde el día
de nuestra salvación, algo empezó a amanecer. Es el día.

Quizás su primer día fue solamente de cuatro horas, y luego anocheció de nuevo.
No importa cuán largo haya sido, usted tuvo su primer día. ¡Alabado sea el Señor!
Después de diez horas de noche, usted vino a una reunión y en esa reunión vio la
aurora. Fue un nuevo día y usted gritó: “¡Aleluya!” Luego fue a estudiar o a
trabajar, y volvió a anochecer. ¡No se desilusione! La tarde es una señal de que la
mañana vendrá. También, cuando usted está en la mañana, prepárese para el
regreso de la tarde. En Génesis 1:5 no dice mañana y tarde, sino tarde y mañana,
porque salimos de la noche. “Y fue la tarde y la mañana el primer día”. ¡Alabado
sea el Señor!

Para los jóvenes, la noche siempre se alarga, mas para la gente mayor la noche
se acorta. Mis experiencias me muestran que tengo un día espiritual más largo
que el suyo. Mi día espiritual consta de diecinueve horas y mi noche espiritual de
solamente cinco. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche
(Ap. 21:25). Usted debe crecer. Tal vez su día sólo dure diez horas y su noche
catorce. Usted debe crecer para que sus días se alarguen y se acorten sus
noches.

Necesitamos la separación entre el día y la noche, el discernimiento entre la luz y


las tinieblas. En 2 Corintios 6:14 Pablo pregunta: “¿Qué comunión tiene la luz con
las tinieblas?” Esta palabra debe de referirse también a Génesis 1. Dios separó la
luz de las tinieblas; así que no intente mezclarlas. La luz no tiene nada que ver con
las tinieblas. ¿Qué clase de comunión puede tener la luz con las tinieblas? Esto
indica que nosotros somos hijos de luz y que no debemos unirnos en yugo ni
mezclarnos con la gente que vive en las tinieblas. Debemos mantener la
separación. Ellos son hijos de las tinieblas, y nosotros somos hijos de la luz. Todos
debemos decir: “¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas?” Esta es
una verdadera separación. Si conservamos este requisito, tendremos más luz.

5) La separación entre las aguas


que están bajo la expansión
y las aguas que están sobre ella, 1:6-8
Pasamos al quinto requisito para generar vida: separar las aguas de vida al hacer
una expansión. Las aguas que están sobre la expansión deben estar separadas
de las aguas que se encuentran debajo de la expansión. Separar la luz de las
tinieblas es algo bastante objetivo; separar las aguas que están sobre la
expansión de las que están debajo de la expansión, resulta bastante subjetivo.
Necesitamos una segunda separación: separar lo celestial de lo terrenal (Col. 3:1-
3). Las aguas que están debajo de la expansión representan lo terrenal, mientras
que las aguas que están sobre la expansión representan lo celestial. Algunas
cosas quizás no sean oscuras, pero son terrenales, y no celestiales.

Supongamos que mientras hablo, llevo un sombrero vaquero, y estoy vestido


como vaquero, con botas y todo. Esto no es algo de las tinieblas, sino algo
terrenal. Supongamos que yo uso una corbata ancha, de 20 centímetros de ancho,
de color verde, rojo, azul, violeta y amarillo vivo. Si usara eso, demostraría que me
falta la expansión.

¿Qué es la expansión? Es simplemente la atmósfera, el aire que envuelve la


tierra. Sin la atmósfera no se podría generar ninguna vida sobre la tierra. No hay
vida en la luna porque no hay ninguna expansión alrededor de ella. Dios creó la
expansión alrededor de la tierra para que ésta produjera vida. Después de ser
salvos, no sólo tenemos luz dentro de nosotros, sino también aire, expansión. Algo
ha entrado en nosotros para separar lo celestial de lo terrenal, las cosas de arriba,
las que Dios aprueba, de las cosas de abajo, las que reprueba. ¿Qué es eso? Es
la obra separadora de la cruz. Después de ser salvos y de avanzar con el Señor,
experimentaremos la cruz. La cruz hace una separación. Separa lo natural de lo
espiritual, lo santo de lo vil, y lo celestial de lo terrenal. Hebreos 4:12 nos revela
que la Palabra viva puede separarnos hasta el punto de partir nuestra alma y
nuestro espíritu. Puedo decir o hacer algo bueno, pero esa palabra o ese hecho no
se origina en el espíritu, sino en el alma. No hay nada malo desde el punto de
vista moral, ético o humano. Sin embargo, en términos espirituales, no procede de
Dios, ni de los cielos. No procede del espíritu, sino del alma, de la tierra. Por tanto,
necesitamos otra separación; no solamente una separación entre la luz y las
tinieblas, sino también un discernimiento entre el espíritu (las cosas de arriba) y el
alma (las cosas de abajo).

¿Ha observado usted alguna vez en Génesis 1 que cada día Dios, después de
completar algo, lo miró y lo halló bueno, con excepción del segundo? No ocurrió
eso el segundo día. Génesis no dice que Dios vio las aguas y el aire y dijo que
eran buenos. ¿Por qué? Porque el aire está lleno de ángeles caídos y las aguas
están plagadas de demonios. Recuerde que los demonios moran en las aguas. En
el segundo día, algo no era bueno: había ángeles caídos en el aire y demonios en
el agua. Debemos entender que no hay nada bueno en nosotros, aun cuando la
cruz lo haya separado. Nada de lo que procede de nosotros es bueno. Dios no
puede decir que eso es bueno.

6) La separación entre la tierra


y las aguas, 1:9-10
Después del segundo día, pasamos al tercero: el día de la resurrección. En el
tercer día, el día de resurrección, surgió la tierra seca que estaba debajo de la
expansión, para que se generase la vida. Este es el sexto requisito para generar la
vida. En toda la Biblia, el mar representa la muerte, y la tierra representa a Cristo
mismo. La Biblia nos dice que al final, después de que Dios haya laborado en
muchas generaciones, el mar será eliminado. Después de la rebelión de Satanás y
del juicio de Dios sobre Su creación original, lo único que quedó fue las aguas.
Luego Dios vino a hacer Su obra restauradora mediante el Espíritu que se cernía,
mediante la Palabra viva y mediante la luz separadora. En el segundo día, la
expansión separó las aguas, y en el tercer día Dios reunió las aguas que estaban
bajo la expansión para que apareciera la tierra seca, a fin de producir la vida. Esto
significa que Dios había obrado sobre las aguas para confinarlas y fijarles límite.
En Jeremías 5:22 descubrimos que Dios trazó límites al mar. Ahora Dios sigue
obrando para eliminar el mar porque allí se encuentran los demonios. El mar
representa algo demoníaco, algo diabólico. Finalmente, cuando Dios concluya Su
obra, ya no existirá el mar. En el cielo nuevo y la tierra nueva solamente habrá
tierra, y no habrá mar (Ap. 21:1). El mar, que representa la mayor parte del reino
de Satanás, habrá sido eliminado. ¡Alabado sea el Señor!

La tierra seca surgió para producir vida, para generar vida. En el tercer día, Cristo
salió de la muerte. Cristo salió de la muerte en resurrección con el único fin de
generar vida. ¡Aleluya!

Aunque usted sea salvo, las tinieblas interiores no han sido disipadas, las aguas
no fueron separadas ni confinadas, y lo mortífero no ha sido limitado. A medida
que usted avance con el Señor, gradualmente las aguas de muerte que están en
su interior serán confinadas, limitadas y luego eliminadas. Dentro de usted, surgirá
la tierra seca, la cual es Cristo, Cristo en resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice
que fuimos regenerados por la resurrección de Cristo. Sin el Cristo resucitado, no
se puede generar vida alguna.

La tierra fue separada de las aguas. La tierra representa la vida, y las aguas la
muerte. Separar la tierra de las aguas significa separar la vida de la muerte.

Mientras crecemos en el Señor, aprendemos a distinguir la luz de las tinieblas, a


separar lo celestial de lo terrenal, y a separar la vida de la muerte. Aunque mis
palabras podrían no tener nada de las tinieblas ni nada terrenal, podría hablar sin
vida. Podría estar desprovisto de vida. Mis palabras podrían ser sencillas y
propias, sin nada de tinieblas ni nada mundano, y aun así podría estar lleno de
muerte. Por lo tanto, debo orar: “Señor Jesús, retira todas las aguas de muerte
que haya dentro de mí para que aparezca la tierra seca y se produzca la vida”. Al
hablar no se debe expresar nada de tinieblas, nada de esta tierra y nada de
muerte. Nuestras palabras deben contener la tierra seca que produce vida.

Es posible que en su vida familiar no haya nada de tinieblas, nada mundano, y que
tampoco haya nada de vida. Cuando alguien entra en su casa, quizás no vea nada
oscuro ni mundano, pero tampoco verá vida. Todo lo que verá allí será muerte.
Pero espero que cuando yo vaya a visitarlo a usted, sólo vea vida. Cristo, la tierra
seca, debe surgir en su casa. Cristo se manifiesta produciendo vida en su casa.

En la tierra seca no hay tinieblas ni aguas de muerte. Sólo tenemos la tierra seca
llena de toda clase de vida. Por lo tanto, deseo recalcar que lo que Génesis revela
es exclusivamente un asunto de vida.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUATRO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(2)
EL PROCESO
En el último mensaje abarcamos seis puntos, que incluían tres venidas y tres
separaciones. El Espíritu vino, el Verbo de Dios vino y la luz vino. Como resultado,
se produjeron tres separaciones: la luz se separó de las tinieblas; las aguas de
arriba se separaron de las aguas de abajo; y la tierra seca se separó de las aguas
de muerte. Con estas tres separaciones la tierra seca salió de las aguas de muerte
en el tercer día, el día de resurrección. El Señor Jesús es la tierra seca que salió
de las aguas de la muerte. Resucitó para regenerarnos.

En el Antiguo Testamento, la tierra representa a Cristo como fuente que genera.


Esta tierra fue sepultada debajo de las aguas de muerte y volvió a subir en el
tercer día. Según lo revela el relato del Antiguo Testamento, de esta tierra brotó
toda clase de vida: la vida vegetal, la vida animal y la misma vida humana. El
hombre fue hecho del polvo de la tierra. En tipología, eso significa que toda clase
de vida procede de Cristo.

Después de la caída de la humanidad, durante la época de Noé, la tierra volvió a


quedar cubierta de las aguas de muerte (Gn. 7:17-24), lo cual significa que el
hombre estaba separado de Cristo. La humanidad estaba separada del deleite de
la buena tierra. Después la tierra fue recobrada de nuevo (Gn. 8:13-17, 22). La
tierra fue recobrada hasta el día de la rebelión de Babel, cuando el hombre cayó
aún más, y toda la humanidad se rebeló contra Dios (Gn. 11:1-9). De modo que
Dios llamó a un linaje con Abraham como padre para que entrara en la tierra
elevada, la buena tierra de Canaán (Gn. 12:1, 5, 7). Esta buena tierra representa
también a Cristo. Abraham fue llamado a salir de Babel e ir a la buena tierra.
Hemos sido llamados a salir de la rebelión para entrar en Cristo, nuestra buena
tierra (1 Co. 1:9). Ahora esta buena tierra nos pertenece y está lista para producir
vida.

7) La vida vegetal es generada


La vida vegetal fue generada en la tierra. La vida inferior, una vida sin consciencia
de sí, llegó a la existencia (Gn. 1:11-13; cfr. Mr. 4:8; Os. 14:5-7). Esta es la obra
generadora de vida y sucedió el tercer día, después de que la tierra saliera de las
aguas de muerte. En aquel tiempo, no había ningún crecimiento de vida, sino sólo
la forma más inferior de vida, una vida que no estaba consciente de sí. Si
hablamos al pasto o a los árboles, el pasto no podrá entender y los árboles no
reaccionarán, por no tener ningún sentimiento, ninguna percepción de sí. No
tienen ningún sentimiento, pensamiento ni voluntad porque son vidas desprovistas
de consciencia. Esta es la vida más inferior de todas.

Cuando recibimos a Cristo, El salió de las aguas de muerte que había en nosotros.
Cristo surgió, y nosotros ahora tenemos la vida, la vida que genera. Somos salvos
y tenemos la vida. En el momento de ser salvos, recibimos vida, pero la vida que
llevábamos adentro era muy insignificante. El relato de Génesis presenta eso con
la vida del pasto, la vida de las hierbas, y la vida de los árboles frutales.
Aun en la vida vegetal existen tres niveles: el pasto, la vida vegetal inferior; las
hierbas que producen semillas, o sea un nivel más elevado; y los árboles frutales,
un nivel todavía superior. Si leemos Génesis 1:29-30, veremos que Dios le dio al
hombre las hierbas y los árboles frutales para su subsistencia. Luego Dios dio el
pasto a los animales y al ganado para proporcionarles el alimento.

Cuando usted llegó a ser cristiano, recibió vida, pero esa vida era muy inferior. Tal
vez la vida que hay en usted es semejante al pasto; es vida y crece, pero es
inferior. Aun comparado con otra vida vegetal, el pasto es bastante inferior.
Aunque la semana pasada usted quizás se parecía al pasto, hoy ha crecido un
poco más y ha llegado a ser la hierba que produce semilla. Espero que después
de dos meses, usted sea un árbol que dé fruto. ¿Con qué se compararía usted:
con el pasto, la hierba o los árboles? Supongamos que el Señor mismo le
pregunta: “¿Y qué me dices de ti? ¿Te pareces al pasto, a las hierbas o a los
árboles?” Hoy en día usted puede ser una hierba, pero después de cierto tiempo
tal vez se parezca a un árbol que produce frutos. Sin embargo, cuando llegue a
ser árbol, no se conforme. Este no es el último versículo del capítulo uno; es algo
que sucedió en el tercer día

8) Aparecen los portadores de luz


En el cuarto día, no vemos el crecimiento de vida, sino la aparición de luces firmes
y bien cimentadas (Gn. 1:14-17). Aunque la luz apareció el primer día, no era tan
prevaleciente, ni tan firme. En el cuarto día, no sólo vinieron las luces, sino
también los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. Estas son luces más
estables, más sólidas y más disponibles. Este es el primer requisito para el
crecimiento de la vida.

Supongamos que usted no es solamente pasto o hierba, sino también árbol. En


esta etapa usted recibe más luz. Aunque tiene la luz del primer día, necesita que
algo suceda en el cuarto día. Usted debe recibir luminares más elevados, más
completos, más ricos, más estables y más disponibles. En 1 Juan 1:5-7 se nos
dice que después de ser salvos, necesitamos más luz, y que debemos andar en la
luz.

Génesis 1:14-19 no habla de las luces de una manera vaga, sino de una forma
muy definida: el sol, la luna y las estrellas. En tipología, el sol es Cristo. Cristo es
nuestro sol. Malaquías 4:2 nos revela que Cristo es el Sol de justicia y que Sus
alas traen sanidad. Su resplandor son Sus alas, y con el resplandor viene la
sanidad. La segunda mitad de este versículo nos dice que todos creceremos bajo
el resplandor de Cristo. Lucas 1:78-79 también nos dice que Cristo es nuestra
aurora, el amanecer. ¡Aleluya! Jesús el Señor es nuestro sol. El es la “gran luz”
que ha resplandecido en las tinieblas y en la sombra de la muerte (Mt. 4:16).
El Señor Jesús compara también a los santos vencedores con el sol (Mt. 13:43).
Ellos son uno con el Señor hasta el punto de resplandecer como el sol algún día,
igual que El.

Entonces, ¿quién es la luna? La luna es la iglesia. Aunque es difícil encontrar un


versículo bíblico que indique que la luna es la iglesia, tenemos una base para
afirmar que la iglesia es la luna. Recuerde el sueño de José en el que vio el sol, la
luna y las once estrellas (Gn. 37:9-11). El sol era su padre, la luna era su madre, y
las estrellas sus hermanos. Basándonos en este hecho, podemos decir que la
iglesia como esposa, la novia de Cristo, es representada por la luna. Hoy en día, la
iglesia es la luna. ¿Qué es la luna? La luna es un astro que no tiene luz propia,
pero refleja la luz. La iglesia por sí sola no tiene luz. Pero ¡aleluya!, la iglesia fue
hecha de tal manera que reflejara la luz de Cristo. Además, la luna sólo puede
reflejar luz durante la noche. Hoy en día, en la edad de la iglesia, estamos en el
período nocturno. Mire el mundo. ¡Cuán oscuro está! Aunque la iglesia se
encuentra realmente en la noche oscura (las iglesias locales son los candeleros
que resplandecen en esta noche oscura, Ap. 1:20), ella puede reflejar la luz de
Cristo. No obstante, con frecuencia la iglesia (igual que la luna) no es muy estable
y pasa por altibajos. La iglesia puede ser la luna llena, la media luna o la luna
nueva. Cuando no hay luna, las estrellas resplandecen. ¡Aleluya!

No solamente tenemos el sol y la luna, sino también las estrellas; no solamente


tenemos a Cristo y la iglesia, sino también a todos los santos vencedores. Daniel
12:3 dice que aquellos que vuelven muchos a la justicia resplandecen como
estrellas. Si vamos a ayudar a la gente a ser salva, si vamos a volver a la gente de
las tinieblas a la luz, si vamos a recobrar a todos los descarriados, debemos ser
las estrellas resplandecientes. Apocalipsis 1:20 nos revela que las iglesias son los
candeleros que brillan en las tinieblas y que los ángeles (los seres vivientes en las
iglesias) son las estrellas resplandecientes. El Señor dijo que los santos son “la luz
del mundo” (Mt. 5:14), y Pablo dijo que los santos resplandecen “como luminares
en el mundo” (Fil. 2:15).

Después de crecer en vida y pasar del pasto al árbol, nosotros no deberíamos


quedar satisfechos, pues era solamente el tercer día, y no el último. Debemos
seguir adelante y pasar al cuarto día para disfrutar a Cristo como el amanecer,
para disfrutar a la iglesia como la luna resplandeciente, y para disfrutar a muchos
buenos santos como estrellas brillantes, a fin de crecer en vida.

Si la luna no resplandece, no diga que la luna no está allí. La luna sigue siempre
ahí. Del mismo modo, no diga que no hay iglesia; la iglesia sigue presente. El
problema es éste: de algún modo la iglesia está cubierta, y no está en una
posición correcta con relación al sol. Por tanto, no refleja ninguna luz. Aunque
surja un problema en la iglesia, ésta sigue presente.

Cuando hay un problema con relación a la iglesia, las estrellas deben brillar. Entre
nosotros, muchos debemos ser estrellas resplandecientes. Debemos tener
contacto con Cristo, con la iglesia y también con los santos que resplandecen.
Debemos relacionarnos con muchos santos. Cuando usted acude a un hermano o
hermana viviente, ¿no siente mucha luz? Y cuando usted entra en su presencia,
¿no se halla bajo una especie de resplandor? Eso es luz. Esta luz nos ayudará a
crecer en vida.

9) Se estableció un gobierno
Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el
día y en la noche” con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino
que también rige con su resplandor. Donde hay resplandor, hay gobierno. Las
tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer en vida, necesitamos el
gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día.

Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La
separación entre la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos
en el mensaje tres. Ahora, el gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto
día fortalece esa separación. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno de los
luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es el segundo
requisito para crecer en vida.

10) Los seres vivos que están en el agua


fueron generados
En el quinto día, llegó a la existencia la vida inferior, que tiene la consciencia más
primitiva (Gn. 1:20-22). Aunque todas las especies de la vida animal tienen cierto
nivel de consciencia, algunas son más elevadas y otras menos. Primero se
mencionan los peces, la vida animal que tiene la consciencia más rudimentaria.
Todos hemos experimentado eso. Supongamos que algunos peces nadan en un
río y nosotros nos acerquemos a ellos. Se asustarán y huirán. Pero si esparcimos
comida en el agua y nos alejamos, todos los peces regresarán. Esa vida es más
elevada que la vida de los árboles y que la vida vegetal (Ez. 47:7, 9). Aunque no
es muy elevada, es más elevada. Esta es la primera etapa del crecimiento de vida.

Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no
fomenta el crecimiento de nada; al contrario, mata y prácticamente impide que
crezcan las plantas. El agua salada mata la vida. No obstante, los peces pueden
vivir en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces nunca serán
salados, a menos que estén muertos. Esto es bastante significativo.

Toda la humanidad, la sociedad humana en su totalidad, se parece a un gran mar.


No obstante, nosotros los cristianos estamos llenos de vida. Podemos estar llenos
de vida, cohabitar en esta sociedad y no ser salados por ella. Pero una vez
muertos, seremos salados. Los chinos acostumbraban comer mucho pescado
salado. Primero, mataban a los peces, y luego los ponían en sal hasta que
estuviesen bien salados. Cuando los peces vivían, la sal no los afectaba, pues
podían vivir en el agua salada. Es maravilloso. Nosotros los cristianos, quienes
llevamos la vida de Cristo, podemos vivir en esta sociedad oscura y maligna. No
obstante, si morimos, seremos salados. Hoy en día, si usted está lleno de vida y
uno de sus compañeros lo invita a ir al cine o a usar narcóticos, usted dirá: “No”.
Nada podrá afectarlo. Pero si usted está muerto, lo llevarán al cine como oveja al
matadero. Una vez sacrificado, usted estará muerto, consumirá narcóticos, y hasta
heroína. Usted será salado. Pero ¡aleluya!, nosotros nunca podremos ser salados
porque tenemos vida. La vida repele toda la sal procedente del mar. Esa vida
puede sobrevivir en cualquier situación mortífera. Esta vida sobrevive en medio de
un entorno de muerte. Esto es bueno, pero hay más todavía.

11) Los seres vivos que vuelan por el aire


fueron generados
Después de los peces, fueron creadas las aves, las cuales vuelan por el aire, en el
quinto día (Gn. 1:20-23). Esta es la vida más elevada con la consciencia de sí más
elemental. La vida de las aves es más elevada que la vida de los peces. Los
peces pueden vivir en las aguas de muerte, pero las aves pueden trascenderlas.
Después de convertirse en pez, usted debe crecer hasta llegar a ser un ave.
Cuando sus compañeros de clase le digan: “Vamos al cine”, usted volará. Nadie lo
podrá afectar; usted trascenderá a esas cosas. No sólo repelerá la sal, sino que la
trascenderá.

En cuanto a todo lo que se menciona en el primer capítulo de Génesis hay un


versículo que indica que se trata de una tipología. Por ejemplo, el Señor Jesús dijo
a Pedro que sería pescador de hombres (Mt. 4:19). Al decir esto el Señor Jesús,
comparó a los hombres con los peces del mar. Tenemos también Isaías 40:31
donde vemos que aquellos que confían en el Señor serán como águilas que se
elevan y se remontan por encima de las cosas. Esta es una vida más elevada.
Muchos pueden testificar que a menudo se han elevado. Podemos hallarnos en
toda clase de situaciones, pero con un poco más de crecimiento no sólo
sobrevivimos en circunstancias adversas, sino que las trascendemos. Nos
alejamos y nada nos puede afectar. ¡Aleluya! Muchas veces deseaba ser un ave.
Un día descubrí que yo era realmente un ave. Era un águila con dos alas grandes.
¡Aleluya! Un águila puede elevarse y remontarse sobre los obstáculos de esta
tierra. Esto es admirable. No estoy hablando de algo que ignore ni de algo que no
se halle en la Biblia. Lean Isaías 40:31. Podemos ser el águila. Esta es la segunda
etapa del crecimiento de vida. Esto es maravilloso, pero todavía hay más.

12) Los seres vivos que andan sobre la tierra


fueron generados
En el sexto día llegó a la existencia la vida más elevada con la consciencia más
desarrollada (Gn. 1:24-25). Esta vida puede realizar obras sobre la tierra. Génesis
49:9 habla del león, comparando a Judá con un león que puede llevar a cabo
muchas cosas. En 1 Samuel 6:7, 12a se habla de dos vacas usadas para tirar del
carro que trasportaba el arca. Estos versículos muestran que los animales y el
ganado pueden realizar tareas sobre esta tierra. Su consciencia es más elevada
que la de los peces, y más elevada que la de las aves, y pueden llevar a cabo
actividades sobre esta tierra. Esta es la tercera etapa del crecimiento de vida.

Llevamos a Cristo dentro de nosotros como vida nuestra. A partir del pasto, el
nivel de esa vida subirá y alcanzará la condición de hierba y luego de árbol.
Entonces estaremos en otro plano, el plano de la vida animal. En ese nivel,
primero seremos peces, creceremos gradualmente hasta llegar a la condición de
aves, y finalmente creceremos aún más y seremos una vaca, con una vida más
elevada, más fuerte y con más significado.

Debemos ver lo necesaria que es la luz. En el primer día, tuvimos la luz del
Espíritu y de la Palabra. Al seguir adelante, necesitamos las lumbreras del cuarto
día. En el cuarto día, las luces vienen de Cristo, de la iglesia y de los santos
resplandecientes. Por estar bajo la iluminación de Cristo, de la iglesia y de los
santos resplandecientes, no sólo tenemos la regeneración que la vida produce,
sino el crecimiento de la vida. La luz del primer día sirve para generar la vida; las
luces del cuarto día facilitan el crecimiento de vida. Las luces del cuarto día vienen
principal y directamente de Cristo, y también de la iglesia y de los santos
resplandecientes. Si deseamos crecer en vida después de haber recibido la vida
eterna, debemos relacionarnos primero con Cristo, luego con la iglesia, y en tercer
lugar con los santos que están llenos de vida. Estando bajo este resplandor, nos
hallamos en el proceso de crecimiento.

En cuanto al proceso de crecimiento, no estoy hablando de algo teórico. Sé a qué


me refiero porque yo mismo he pasado por todas estas etapas. Hace cuarenta y
nueve años, yo era una brizna de pasto. Luego crecí y pasé de pasto a hierba.
Más tarde llegué a ser un árbol. Después de cierto tiempo, fui un pez, capaz de
vivir en cualquier situación adversa. Luego alcancé un nivel donde podía elevarme
a los cielos. Cuando se presentaba un problema o venía persecución o dificultades
o aflicciones de parte de mi madre o de mis hermanos en la carne, de mi esposa e
hijos, e incluso de mis hermanos en el espíritu, lo trascendía todo. Esto es real.

A menudo su amada esposa le hace la vida difícil. Si usted todavía no es un ave,


se quedará allí para discutir y alegar. Una vez que usted llegue a ser un águila, si
su querida esposa le causa disgustos, el esposo que es un águila volará. Este
esposo-águila permanecerá en el aire observando, hasta que la esposa diga:
“Alabado sea el Señor”. Entonces el esposo-águila volverá. Usted puede decir
cuándo es un pez y cuándo es un águila. Si no ha tenido ese tipo de experiencias,
le aseguro que algún día será un águila. El águila no tiene que luchar. Cuando
surge una dificultad, se eleva por el aire. Es difícil atraparla. Cuando hay aflicción,
dificultades o problemas, el águila vuela. Esta es una verdadera victoria, una
victoria que trasciende las circunstancias. ¿No desea usted ser un águila?
No obstante, a veces cuando yo era un águila y me resultaba fácil volar, el Señor
me decía: “No te alejes. Quédate para que formes parte del ganado. Debes ser
una vaca. Produce leche para alimentar a otros o llévalos como carga. Cuando tu
esposa te cause disgustos, no te vayas; dale leche. Aliméntala y llévala a
cuestas”.

Es posible que su cónyuge sea el agua de muerte para usted, la cual lo mata y lo
sala. Si usted es un árbol o una hierba, ciertamente será muerto, pero si ha
crecido y ha pasado de planta a pez, vivirá. Anteriormente, vi muchos jóvenes que
iban muy bien antes de casarse. Pero cuando se casaron, fueron muertos. Los
maridos recién casados fueron muertos por las esposas recién casadas, y éstas
fueron muertas por aquéllos. Sin embargo, también vi a algunos santos queridos
que habían crecido hasta ser un pez viviente. Las esposas no se preocuparon por
lo salados que estaban sus maridos, y los maridos no se preocuparon de cuán
saladas estaban sus esposas. Siguieron viviendo. Después de cierto tiempo,
crecieron y pasaron del nivel de pez al nivel de águila. Cada vez que pasaban por
dificultades, simplemente las trascendían. Después de crecer más y más en vida,
empezaron a ver que escaparse no constituía una vida más elevada. Entendieron
que debían quedarse en la tierra a fin de producir leche para sus queridos
parientes y llevarlos a cuestas. Cuando usted llegue a esta etapa, si su querida
esposa le causa disgustos, usted no contestará nada. Simplemente la llevará
sobre sus hombros como una carga. Mientras su esposa discute con usted, usted
la llevará sobre sus hombros y le dirá: “Voy a llevarte a los cielos”.

En 1 Samuel 6 vemos un carro que lleva el arca del Señor. Usted necesita llevar
parte del peso del arca. Debe hacer algo, y desarrollar una actividad sobre esta
tierra. No huya. La que llaman vida celestial no es la vida más elevada. Cuando
usted llega a ser muy celestial, debe volver a la tierra. No se limite a elevarse; más
bien crezca de tal modo que descienda.

El Señor Jesús era Dios, pero vino a la tierra a ser una vaca para cumplir el
propósito de Dios. El vino para ser sacrificado y llevar todas nuestras cargas.
Cada vez que alguien lo perseguía a El, El llevaba a ese perseguidor sobre Sus
hombros y decía: “Te llevaré a los cielos”. ¿Qué clase de vida es ésta? Esto es
maravilloso.

Ahora podemos ver que todo lo mencionado en el primer capítulo de Génesis está
relacionado con la vida. Le pido que lleve todos estos versículos y todos los
puntos incluidos en este mensaje al Señor en oración. Dígale: “Señor, tengo la
vida. Pero Señor, Tú sabes que necesito las lumbreras del cuarto día. Ya tengo la
luz del primer día, pero necesito las luces del cuarto día. Señor Jesús, te necesito
como el sol. Necesito tener contacto directo contigo. Quiero estar en Tu presencia
día tras día. Quiero estar bajo Tu resplandor. También necesito la iglesia, la luna.
Y además necesito las estrellas. Necesito a los santos vencedores, aquellos que
resplandecen, que vuelven muchos a la justicia. Necesito a aquellos que vuelven a
la gente de las tinieblas a la luz”. Si usted tiene contacto con el Señor como el sol,
con la iglesia como la luna, y con algunos santos como estrellas resplandecientes,
tendrá las luces del cuarto día. Crecerá por medio de esas luces. El plano de vida
que usted tiene pasará de la vida vegetal a la vida animal. Usted crecerá día tras
día. Luego podrá resistir cualquier situación de muerte y podrá trascender toda
oposición, distracción o tentación. Finalmente, usted regresará a la tierra por sí
mismo para cumplir la voluntad de Dios. ¡Esto es maravilloso!

Sin embargo, ésta no es la vida que tiene la consciencia de sí más elevada, sino
una vida con una elevada consciencia de sí. Debemos seguir adelante hasta la
última parte del sexto día. Como veremos en un mensaje posterior, al final del
sexto día viene la vida que tiene la más elevada consciencia de sí misma, la vida
humana, una vida que expresa la imagen de Dios y que tiene dominio sobre todas
las cosas para Dios.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCO
LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA
(UN PARENTESIS)
Antes de estudiar la creación del hombre, debemos considerar, a modo de
paréntesis, el asunto de las lumbreras del cuarto día. Génesis 1 relata que en el
primer día de la restauración Dios llamó a la luz. El primer día fue un día de luz y
esa luz puede ser llamada la luz del primer día. En el cuarto día, Dios hizo algo
más en cuanto a la luz. El hizo los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas.
La Biblia no dice qué clase de luz había en el primer día, y no necesitamos
adivinarlo. La luz del primer día no era muy sólida, ni fuerte ni definida. No se le
dio una designación específica; fue llamada simplemente “luz”. No obstante, las
luces del cuarto día: el sol, la luna y las estrellas, eran definidas y sólidas, firmes y
disponibles.

Si prestamos atención al relato de Génesis 1, veremos que la restauración que


Dios efectuó junto con Su creación adicional se cumplió en seis días. El fin de
estos seis días no era la creación original. Dios llevó a cabo la creación original en
el versículo 1 de Génesis 1. Después de la creación, se produjo un gran cambio
que sucedió en alguna parte del versículo 2 del capítulo 1, y Dios juzgó el
universo. Después de ese juicio, transcurrió un largo período. Luego Dios vino a
restaurar y a crear algo más. Esta restauración, con su creación adicional, fue
llevada a cabo en seis días, que podemos dividir en dos secciones: los primeros
tres días son la primera sección; y los últimos tres, la segunda. Cada sección
empieza con un día de luz. El primer día tuvo su luz, y el cuarto día tuvo las suyas.
En el primer día, Dios convocó la luz. En el cuarto día, restauró el sol, la luna y las
estrellas. Esto tiene mucho significado.

Estos días de luz marcan el comienzo de la creación de vida que Dios llevó a
cabo. Toda la Biblia revela que la luz es indispensable para la vida. Una vez más,
vemos que la obra creadora de Dios está completamente centrada en la vida.
Todo lo que Dios creó e hizo giraba en torno a la vida y tenía como fin la vida. Por
consiguiente, la luz es necesaria. La luz y la vida siempre van a la par. Por el lado
negativo, las tinieblas y la muerte siempre van juntas. Antes de que Dios hiciera
Su obra restauradora, las tinieblas cubrían las aguas de la muerte, lo cual indica
que las tinieblas y la muerte eran uno. La muerte es abstracta y nadie puede verla.
Por tanto, la Biblia usa el agua para representarla. La profundidad del océano
describe la muerte. Antes de que Dios efectuara Su obra de restauración, había
solamente dos cosas: las tinieblas y la muerte.

Dios es vida y luz, todo lo opuesto a la muerte y las tinieblas. El Dios de luz no
puede tolerar las tinieblas; ésta es la razón por la cual vino a disiparlas. Del mismo
modo, el Dios de vida no puede tolerar la muerte; por eso vino a sorberla. Cuando
lea la Biblia, no adopte una posición científica; enfóquela desde la perspectiva de
Dios. Si leemos la Biblia desde el punto de vista de Dios, cada línea se llenará de
luz y de vida porque la Biblia es un relato del Ser divino, quien es luz y vida. El
Dios de luz y de vida eliminó las tinieblas y la muerte.

En el primer día, Dios mandó que la luz viniese y la luz vino. Luego Dios separó la
luz de las tinieblas. Esa separación puso un límite a las tinieblas. El Dios de luz
parecía decir a las tinieblas: “Tinieblas, escuchadme. Vosotras prevalecéis desde
hace mucho tiempo y llenáis todo el universo. Ahora Mi luz viene para limitaros.
Sólo podréis dominar durante la noche. No queda sitio para vosotras en el día. Os
pongo límites. Separo la luz de vosotras. Jamás podréis volver a ocupar todo el
universo. Pues el universo me debe pertenecer por lo menos la mitad del tiempo”.
¡Aleluya!

Esto era bueno; sin embargo, era bueno a medias. Todavía queda cierta medida
de tinieblas. Dios sigue eliminando esta parte oscura hasta que lleguemos a
Apocalipsis 21 y 22, donde leemos la siguiente declaración: “Allí no habrá noche”
(21:25b). ¡Aleluya! Vendrá el día cuando no habrá noche.

Dios limitó las tinieblas el primer día y, según ese mismo principio, limitó las aguas
de muerte el tercer día. En Jeremías 5:22 leemos que Dios usó la arena, es decir,
las partículas de roca más finas para limitar las aguas de muerte. Dios dijo a las
aguas de muerte: “Estos son vuestros límites. No podéis ir más allá”. Por lo tanto,
apareció la tierra seca, y separó la tierra del mar. Después del primer día de
restauración de la creación, la mitad era luz y la otra mitad tinieblas; después del
tercer día, la mitad era tierra y la otra mitad agua. Dios sigue obrando para
eliminar la segunda mitad de la noche y la segunda mitad de las aguas de muerte.
En los nuevos cielos y la nueva tierra, el mar ya no existirá (Ap. 21:1); en la Nueva
Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25b; 22:5). Esto significa que tanto las
tinieblas como la muerte serán totalmente eliminadas.

Examínese a sí mismo. ¿Qué medida de tinieblas tiene usted? ¿cuánta muerte


lleva? Usted debe contestar al Señor. Si usted crece continuamente en la
presencia del Señor, un día podrá decirle a Satanás: “Satanás, no tengo ninguna
noche. Mi día dura veinticuatro horas. No contengo nada del agua de muerte. En
toda mi vida cristiana, en todas partes y en cada rincón, sólo se ve tierra seca. El
mar ya no está”. Todos debemos ser así.

Si queremos ser tales, necesitamos las luminarias del cuarto día. La luz del primer
día sólo elimina la mitad de nuestras tinieblas y la mitad de nuestra muerte. Las
luces del cuarto día nos llevarán a otro mundo donde no hay ni noche ni mar.

Todas las verdades bíblicas fueron sembradas, como las semillas, en el libro de
Génesis, particularmente en el primer capítulo. Génesis 1:14-18 es una semilla
maravillosa de la luz revelada en toda la Biblia. Según el principio de vida, las
luces del cuarto día no sirven para generar la vida, sino para hacerla crecer. En el
tercer día, quizás al final de ese día, después de que el Señor llamase a la tierra
seca y que la tierra surgiera de las aguas de muerte, se generó la vida. En aquel
entonces había luz, aire y tierra, tres elementos necesarios para generar vida.
Después de que apareció la tierra seca, se generó la vida vegetal. Aunque Dios no
estaba contento al final del segundo día (El no dijo que era bueno), ciertamente se
alegró al final del tercer día cuando vio la luz, el aire, la tierra seca y toda la vida
vegetal. Dios vio el pasto, las hierbas y los árboles, y dijo que eso era bueno.
Antes de ese momento, no se había creado la vida sobre la tierra.

La vida fue generada empezando con la vida vegetal. Pero ésta era una vida
inferior, la vida con una consciencia de sí muy rudimentaria, incapaz de caminar,
de hablar y de entender a Dios. Dios puede hablar a un lirio mil veces, pero el lirio
no puede contestarle porque la vida de un lirio es demasiado rudimentaria. Pese a
que la vida estaba presente, necesitaba desarrollarse. Se necesitaban las
lumbreras del cuarto día para que la vida creciera. La luz del primer día sirvió para
generar vida; las lumbreras del cuarto día sirven para fomentar el crecimiento de la
vida. En el cuarto día, las lumbreras sólidas estaban preparadas; no se hizo otro
trabajo.

Muchos de los jóvenes aquí presentes han recibido la luz del primer día, pero
dudo mucho que ustedes hayan entrado en las lumbreras del cuarto día. Las luces
del cuarto día son distintas de la luz del primer día. La luz del primer día era
indefinida; las lumbreras del cuarto día son definidas. Ahora debemos ver qué
prefiguran el sol, la luna y las estrellas en tipología.

I. EL SOL: CRISTO Y LOS SANTOS


El sol representa a Cristo y también a los santos, quienes resplandecerán como el
sol en el reino. Malaquías 4:2 dice que Cristo es el sol de justicia. Sus alas (es
decir, Su resplandor) sanan de la muerte. Sin Su resplandor hay muerte; cuando
aparece Su resplandor, se es sano de la muerte. Lucas 1:78-79 revela que el
nacimiento de Cristo fue la verdadera aurora de la humanidad. Mateo 4:16 nos
dice que cuando Cristo vino al mar de Galilea, El apareció como una gran luz. El
pueblo que estaba sentado en las tinieblas vio una gran luz. La luz brilló sobre
aquellos que estaban sentados en la región y en la sombra de muerte. Esa luz era
Jesús. Mateo 13:43a nos dice que los santos vencedores resplandecerán como el
sol en el reino venidero. Aunque podemos ser una estrella hoy en día, es
demasiado temprano para brillar como el sol. Tenemos que esperar el día de la
restauración para brillar así. En el reino, muchos santos resplandecerán como el
sol. Hoy en día Cristo es el sol; mañana los santos vencedores también serán el
sol.

II. LA LUNA: LA IGLESIA


La luna es la iglesia. En el sueño de José, su padre fue asemejado al sol, su
madre a la luna, y sus hermanos a las estrellas (Gn. 37:9). La iglesia es la novia,
la esposa, de Cristo. Por consiguiente, la luna es un figura de la iglesia (cfr. Cnt.
6:10).

En Apocalipsis 1:20 se nos dice que las iglesias locales son candeleros. Las
lámparas son necesarias por la noche, no en el día. Apocalipsis 1:20 demuestra
claramente que la era de la iglesia no es un día sino una noche. La iglesia como
candelero brilla en la noche. Pero el candelero mismo no brilla; lo hace la lámpara.
Los siete candeleros se encuentran en el capítulo 1 de Apocalipsis y las siete
lámparas en el capítulo 4. Las siete lámparas son los siete Espíritus (Ap. 4:5). La
iglesia es el candelero, y el Espíritu es la lámpara sostenida por el soporte. Si a la
iglesia le hace falta el Espíritu, será un candelero sin luz. En dicho caso se
convertirá en una piedra de tropiezo. Pero el candelero con la lámpara brillante es
algo maravilloso. Podemos tener la iglesia como candelero, pero ¿qué podemos
decir de la lámpara? Necesitamos la lámpara. Algunos dirán: “Tengo el Espíritu
Santo como lámpara. No me preocupa el candelero”. Si usted dice eso, está
equivocado. Pues la lámpara está sobre el candelero. Si ahora, en la era de la
iglesia, usted desea tener la luz de los siete Espíritus, necesita las iglesias. Las
siete lámparas están en los siete candeleros.

Durante la era de la iglesia, está de noche, y durante la noche no tenemos acceso


directo al sol, a la luz de Cristo. Necesitamos que nos sea reflejada. Necesitamos
que la luna refleje la luz del sol; necesitamos que la iglesia refleje la luz de Cristo.
Sin la iglesia sería difícil ver la luz de Cristo. Cuando llegamos a la iglesia y ésta
no está menguando, ciertamente recibimos luz.

Al examinar la historia, vemos que hubo un largo período durante el cual la iglesia
estaba menguando. Cuando la luna está menguando, es el momento propicio para
que brillen las estrellas. Durante la Edad Media o el Oscurantismo las estrellas
brillaron. Martín Lutero era una estrella. Antes y después de Lutero, muchas otras
estrellas importantes brillaron debido a que la luna estaba menguando. Hace dos
siglos, Zinzendorf y los llamados hermanos moravos practicaban la vida de iglesia.
Aunque su luna no era una luna llena, por lo menos era una luna creciente, que le
recordaba a la gente que la iglesia estaba presente. Un siglo más tarde, surgieron
algunos hermanos en Inglaterra y la luna creciente aumentó hasta llegar casi a ser
luna llena. Filadelfia, la iglesia, estaba allí. No obstante, no duró mucho tiempo.
Existe un proverbio según el cual la luna empieza a menguar cuando está llena.
En un período de setenta años, que abarca el fin del siglo diecinueve y el principio
del siglo veinte, podemos ver algunas estrellas como Andrew Murray, la señora
Penn-Lewis y A. B. Simpson. Durante aquel tiempo, hubo estrellas sin luna; no
existía la vida de iglesia. La luna estaba menguando y las estrellas brillaban.

¡Alabado sea el Señor! Hoy en día, si no tenemos una luna llena, por lo menos
tenemos una luna creciente. En las iglesias no debemos esperar ver gigantes
espirituales. Si hay gigantes, esto significa que la luna está menguando. Cuando la
luna aumenta y crece, las estrellas no deberían ser tan visibles. No quiero ser una
estrella grande, sino un hermano pequeño. Cuando tenemos la luna, tenemos
poca necesidad de estrellas.

Si acudimos al sol pidiéndole que nos alumbre durante la noche, estamos locos. El
sol nos dirá: “No acuda a mí. Vaya a mi reflejo. Vaya a la iglesia si desea recibir la
luz que procede de mí. La iglesia refleja Mi luz”. Debemos recordar que es de
noche; no ha llegado el día. Necesitamos la iglesia. El Espíritu habla a las iglesias.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22). Debemos ir
a las iglesias y obtener la luz del sol indirectamente.

Muchos santos queridos dicen: “No me interesan las iglesias, sólo me interesa
Cristo”. Puedo garantizar que todo aquel que diga eso no crecerá. Es posible que
los que afirman esto tengan la luz del primer día, pero carecen de las lumbreras
del cuarto día. Si usted les pregunta a los santos, ellos le dirán que sólo
empezaron a crecer cuando entraron en la iglesia. Cuando volvemos
sinceramente nuestro corazón a la iglesia, recibimos indirectamente la luz
adecuada de Cristo.

Como muchos pueden testificar, cada vez que nos incomodaba la iglesia y que la
rechazábamos, estábamos totalmente en tinieblas. Cuando usted le vuelve la
espalda a la luna durante la noche, su rostro queda en tinieblas. Pero cuando nos
volvemos a la iglesia y somos uno con ella, el resplandor llega inmediatamente.

Algunos dirán que ponemos demasiado énfasis en la iglesia y descuidamos a


Cristo. Pero ¿cómo podría brillar la luna sin la luz del sol? Sin Cristo, la iglesia no
tiene ninguna luz. El resplandor de la luna durante la noche es simplemente el
reflejo de la luz solar. La luz de la iglesia no es más que el reflejo de Cristo. A los
que hablan tanto acerca de Cristo sin tener contacto con la iglesia adecuada les
resultará difícil obtener la luz verdadera y práctica necesaria para el crecimiento en
vida. Para crecer en vida, necesitamos la luz de la luna, la cual constituye una
parte principal de los luminares del cuarto día. Cuanta más vida de iglesia
tengamos, más Cristo tendremos, más luz recibiremos y más crecimiento en vida
experimentaremos.

III. LAS ESTRELLAS: CRISTO Y LOS SANTOS


Las estrellas son Cristo y los santos. Aunque Cristo es el verdadero sol, El no
aparece como el sol durante esta edad nocturna. El resplandece como una
estrella, como la estrella resplandeciente de la mañana (Ap. 22:16b). Cristo mismo
es una estrella. Los santos vencedores también son estrellas. En 2 Pedro 1:19 se
nos exhorta a prestar atención a la Palabra segura hasta que se levante dentro de
nosotros la estrella de la mañana, la cual es Cristo. Apocalipsis 1:20 no sólo
declara que las iglesias son los candeleros que brillan con el Espíritu, sino que
también los ángeles de las iglesias, es decir, los que tienen el liderazgo o los
mensajeros, son las estrellas que brillan. Daniel 12:3 afirma que aquellos que
vuelven a muchas personas del camino incorrecto a la justicia resplandecerán
como estrellas. En Mateo 5:14, descubrimos que los creyentes hoy en día son la
luz del mundo; y Filipenses 2:15 dice: “En medio de la cual resplandecéis como
luminares en el mundo”. Todos estos versículos muestran que los santos que
están en el camino correcto y tienen la posición adecuada son estrellas.

IV. GOBIERNAN PARA QUE HAYA DISCERNIMIENTO


Las lumbreras del cuarto día gobiernan para que haya discernimiento. El
discernimiento procede de la luz. Sin las luminarias del cuarto día, resulta difícil
discernir los objetos. Todos necesitamos este discernimiento para crecer en vida.
Los jóvenes necesitan el discernimiento para saber adónde deben ir, qué deben
decir y hacer, qué procede de Dios y qué es de Satanás, qué está en el espíritu y
qué está en el alma. Incluso los jóvenes de secundaria necesitan discernir con
cuáles compañeros de clase deben relacionarse y a quiénes deben evitar.

El discernimiento procede de la luz. Cuando la luz resplandece, gobierna. Si estoy


en un cuarto oscuro, tropezaré. Sin luz no hay dirección ni gobierno ni
discernimiento. Pero si me encuentro bajo el resplandor de la luz, puedo discernir
el camino que debo seguir.

Ustedes los jóvenes que están cursando la escuela secundaria, son diferentes de
todos los demás estudiantes porque ustedes son hijos del día. Los demás
alumnos siguen en las tinieblas. Cuando usted hable con su maestro, sabrá qué
decirle. Usted tiene discernimiento. Para los padres, la mejor manera de cuidar a
sus hijos es ponerlos en las manos del Señor. Entonces tendrán la luz, y ésta los
gobernará. Esta dirección que les da la luz, proporcionará a los hijos el mejor
discernimiento. Nunca caerán en la tentación de consumir drogas. El
discernimiento es la mejor protección.

Repito que este discernimiento procede del resplandor, y el resplandor de la luz no


es más que el gobierno. Si usted lee Génesis 1:14, 16, 18 y Efesios 5:8-11, 13-14
y ora al respecto hasta que estos versículos entren en usted y hasta que la luz
brille sobre usted, sabrá lo que debe reprobar, lo que debe aceptar, lo que debe
recibir y lo que debe rechazar. La Primera Epístola de Juan 1:5-7 constituye una
porción que nos indica con claridad que Dios es luz, que si tenemos comunión con
El estamos en la luz, y que cuando andamos en la luz conocemos la diferencia
entre las tinieblas y la luz. Así, tenemos el gobierno con el discernimiento.

V. COMO SEÑALES: PRINCIPALMENTE AL VIAJAR


El sol, la luna y las estrellas son señales. Estas señales sirven principalmente
mientras viajamos. Antiguamente los marineros navegaban guiados por las
estrellas. Hoy en día, conducimos nuestros automóviles conforme a las señales de
tránsito. Por lo tanto, las señales sirven para viajar.

Los fariseos y los saduceos acudieron al Señor Jesús, y le pidieron que les
mostrase una señal del cielo (Mt. 16:1-4). El Señor [llamándolos necios,] les dijo:
“Al atardecer, decís: Hará buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la
mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo tiene arreboles y está sombrío.
Sabéis discernir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos no podéis”.
[Dándoles a entender:] “Yo soy la señal; soy como Jonás. Vosotros no veis la
señal porque no tenéis la luz”. Los discípulos también acudieron al Señor en el
monte de los Olivos y le preguntaron acerca de la señal de Su venida, la señal del
fin de esta era (Mt. 24:3).

No sólo tenemos estos versículos, sino que también vemos en Apocalipsis 12:1
una gran señal en el universo: la señal de una mujer con el sol, la luna y las
estrellas. Para poder movernos apropiadamente por este universo, tenemos a esta
mujer como una gran señal. Esta mujer está relacionada de alguna manera con la
iglesia. No estoy diciendo que la mujer sea la iglesia, sino que la iglesia constituye
una parte importante de esa mujer. Si hemos de conducirnos y actuar en este
universo, necesitamos conocer a esa mujer.

Ella tiene su origen en Génesis 3. En la Biblia vemos muchas mujeres. Satanás


entró en el linaje humano por medio de una mujer, y el Señor Jesús también entró
en el género humano por medio de una mujer. Finalmente la Biblia tiene su
consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es una mujer, la novia de Cristo.
¡Aleluya! Todos formaremos parte de esa mujer. Por consiguiente, todos debemos
conocer la mujer de Apocalipsis 12. Ella es una mujer bíblica, una mujer universal
que abarca toda la Biblia. En realidad, ella empezó en Génesis 2 con Eva, no en
Génesis 3, y luego va de Génesis 2 a Apocalipsis 22. Si usted conoce a esa mujer,
conocerá las señales. Ella es una señal muy prominente. Constituye una señal
para que el pueblo de Dios sepa si debe continuar o detenerse. Por carecer de
esa mujer, muchos cristianos no saben qué hacer. No tienen la manera de seguir
adelante. Necesitamos una señal, una señal que proceda de las lumbreras del
cuarto día.

VI. PARA LAS ESTACIONES: DESIGNADAS POR LA LUNA,


ESPECIALMENTE PARA EL CRECIMIENTO
Las señales sirven para trasladarse uno, y las estaciones propician el crecimiento.
Las palabras que el Señor Jesús pronunció sobre la cosecha muestran que las
estaciones sirven para fomentar el crecimiento (Jn. 4:35). Eclesiastés 3:1-8 nos
dice que hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Esto se refiere a
las estaciones. Las estaciones son necesarias para el crecimiento. Si usted es
agricultor, debe conocer las estaciones. ¿Sembraría usted la semilla en invierno o
descansaría en verano? Las estaciones nos indican cuándo debemos arar,
cuándo sembrar, cuándo cosechar y cuándo descansar. En Apocalipsis 22:2
vemos que el árbol de la vida lleva fruto cada mes. Las estaciones se designan
por los meses, y los meses son determinados por la luna.

Debemos leer varios versículos en Levítico sobre este punto (Lv. 23:2, 5, 6, 24, 27,
34, 39, 41). Estos versículos indican que en el primer mes del año el pueblo
celebraba una fiesta. La fiesta se relacionaba también con las estaciones. En el
primer mes se celebraba la fiesta de la Pascua. Después venía la fiesta de los
panes sin levadura, luego la fiesta de las primicias, y después la fiesta de las siete
semanas, llamada la fiesta de Pentecostés. Estas cuatro fiestas se celebraban
durante la primera mitad del año. En el primer día del séptimo mes, tenían la fiesta
de las trompetas, y en el décimo día del séptimo mes, la fiesta de la expiación. Se
celebraba además la fiesta de los Tabernáculos en el decimoquinto día del
séptimo mes. Cada una de estas siete fiestas se celebraba conforme a los meses.

Sin un tiempo de crecimiento, usted nunca podría celebrar una fiesta. Sin
crecimiento, ¿qué va a festejar usted? En tiempo de fiesta, el pueblo de Israel traía
sus riquezas: vacas, corderos, uvas y todos los productos del crecimiento. La
fiesta de los Tabernáculos era particularmente una fiesta en la que se disfrutaba la
cosecha. El Señor dijo que debemos reunirnos en Su presencia y disfrutar la
cosecha; ésta es una fiesta. La fiesta es el resultado del crecimiento, y este
crecimiento está estrechamente relacionado con la luna, la iglesia. Si no tenemos
la iglesia, carecemos del elemento de la fiesta. Pocos cristianos celebran la fiesta
porque no tienen la luna. No disfrutan plenamente a Cristo como fiesta porque no
tienen la iglesia. Necesitamos la iglesia para designar las estaciones que
determinarán el crecimiento y las fiestas.

Números 28:11 habla de la luna nueva, y Números 29:6 menciona los meses.
Estos versículos están relacionados con los meses.

Jeremías 8:7 habla de la cigüeña que conoce el tiempo señalado para volar.
También habla de la tórtola, la grulla y la golondrina, que conocen su tiempo, su
estación. El Señor dijo que Su pueblo no conoce las estaciones. Es la situación de
hoy. Los cristianos no tienen ni verano ni primavera; no tienen la primera luna, ni la
última luna; no tienen ninguna luna. No tienen ninguna estación: ni primavera, ni
otoño, ni verano, ni invierno. En cierto sentido, pasa lo mismo cada día. Por
consiguiente, no tienen ninguna posibilidad de crecer ni de festejar, porque
carecen de las lumbreras del cuarto día.

No obstante, cuando estamos en la vida adecuada de iglesia, la iglesia designará


los meses, los meses traerán las estaciones, y las estaciones nos proporcionarán
las fiestas. Tendremos todas las fiestas.

VII. PARA LOS DIAS:


ESTABLECIDOS POR LA ROTACION DE LA TIERRA
A FIN DE CREAR NUEVOS COMIENZOS
Tanto los días como los años están relacionados con el sol. La tierra pasa por dos
clases de movimientos en relación con el sol: la rotación de cada día y la
translación de cada año. La vuelta que da en un día es llamada rotación; el
movimiento que lleva a cabo en un año es llamado translación. Todos sabemos
que la rotación de la tierra se efectúa en un día y que la translación sucede en un
año. Las palabras “para días” (Gn. 1:14b) significa que la tierra gira continuamente
para crear nuevos comienzos. ¡Aleluya! Cada día es un nuevo comienzo, pues
cada día tenemos un amanecer. Cada día tenemos una madrugada. Cristo, como
sol, nos da un nuevo comienzo día tras día. Cada mañana, el avivamiento
matutino debe ser nuestro amanecer, un tiempo en el cual la luz del alba se
levanta dentro de nosotros para que tengamos un nuevo comienzo.

En Números 28:3-4, descubrimos que cada mañana debemos presentar


holocaustos. Cada día es un nuevo comienzo. Lamentaciones 3:22-23 revela que
las misericordias y compasiones del Señor son nuevas cada mañana. En 1
Tesalonicenses 5:4-8 se nos dice que no somos hijos de la noche, sino hijos del
día.

VIII. PARA AÑOS:


ESTABLECIDOS POR LA TRANSLACION ANUAL
DE LA TIERRA A FIN DE
CREAR COMIENZOS MAS IMPORTANTES
Las revoluciones anuales de la tierra alrededor del sol producen principios más
importantes. Esto es verdaderamente maravilloso. Estamos en Cristo y estamos
en la iglesia. Por consiguiente, tenemos el sol y la luna, que nos traen las
estaciones, los días y los años.

Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, el Señor le dijo que ése sería el
principio de un nuevo año (Ex. 12:2). Cuando fuimos salvos, aquello también fue el
comienzo de un nuevo año, el año de nuestro renacimiento, una verdadera
revolución en nuestra vida. Mi primera revolución se produjo en 1925, el año en
que fui salvo. La segunda fue en 1931, el año en que fui reavivado. Menos de un
año después, en julio del año 1932, tuve otra revolución: vi la iglesia. Eso cambió
toda mi vida cristiana. En mi vida cristiana he tenido numerosos años nuevos,
además de éstos. Año tras año, Cristo como sol verdadero nos da un nuevo
comienzo.

Ninguna cosecha puede crecer si no ocurren las estaciones, si no transcurren los


días y los años. Todas las cosechas crecen mediante las lumbreras del cuarto día.
Por una parte, somos la cosecha de Dios; por otra, somos la labranza de Dios.
Necesitamos la luna que designa las estaciones para nosotros y necesitamos el
sol que designa los días y los años.

Génesis 8:13 nos dice que Noé volvió a la tierra el primer día del primer mes. El
tuvo un nuevo comienzo el primer día del primer mes, otro comienzo en la nueva
tierra. Exodo 40:2, 17 revela que el tabernáculo fue erigido el primer día del primer
mes, otro comienzo. ¿Por qué Dios no ordenó al pueblo que levantara el
tabernáculo en el vigésimo noveno día del cuarto mes, sino en el primer día del
primer mes? Para marcar un nuevo comienzo. En 2 Crónicas 29:17 y Ezequiel
45:18 se nos dice que el pueblo purificaba y santificaba el templo en el primer día
del primer mes. El regreso de Babilonia empezó el primer día del primer mes,
según Esdras 7:9. Todos los cristianos necesitan estos cuatro comienzos: la
llegada a la nueva tierra, el levantamiento del tabernáculo de Dios, la purificación
del templo de Dios, y el regreso del cautiverio. Todas estas cosas son nuevos
comienzos en la vida cristiana, los cuales son necesarios para el crecimiento en
Cristo y deben producirse en “el primer día del primer mes”.

IX. SOMBRAS DE CRISTO


Todos los días, las señales, las estaciones y los años son sombras. Cristo es la
realidad (Col. 2:16-17). Cristo es el día santo, Cristo es la nueva luna, Cristo es el
día de sábado, Cristo es el comienzo del año, Cristo lo es todo. Cristo es su nuevo
comienzo, un comienzo más importante que un año y más pequeño que un día.
Cristo es la nueva luna.

X. LAS LUCES FORTALECEN


En el milenio, la edad del reino, la luz de la luna equivaldrá a la luz del sol, y la luz
solar se intensificará siete veces, como de siete días (Is. 30:26). El Espíritu
intensificado de Dios llega a ser los siete Espíritus; el sol intensificado se
convertirá en la luz solar siete veces intensificada. Esto se producirá durante la
edad del reino, el tiempo de restauración, cuando Dios sane a Su pueblo. No
obstante, ahora tenemos un anticipo. En algunos santos la luna resplandece como
el sol. Para mí, la vida de iglesia es semejante al sol, mucho más fuerte que la
luna ordinaria. Tengo una luna brillante, tan resplandeciente como el amanecer, y
el sol tiene una luz siete veces intensificada.

XI. FINALMENTE NO HABRA NOCHE


En la Nueva Jerusalén no habrá noche (Ap. 21:23, 25b; 22:5). En esa ciudad no
se necesitará ni sol ni luna ni luminares porque el Dios Triuno será su luz. Si
leemos detenidamente el Apocalipsis, veremos que fuera de la Nueva Jerusalén,
fuera de la ciudad, todavía habrá día y noche, pero dentro de ella no habrá noche.
Tendremos a nuestro Dios Triuno como la luz perfecta y única que brilla sobre
nosotros. Los días constarán de veinticuatro horas de luz.

No obstante, hoy en día necesitamos las lumbreras del cuarto día. Necesitamos
particularmente la luna y las estrellas que reflejan la luz del sol. Esa es la manera
en que crecemos. Espero que el Señor le hable a usted acerca de su crecimiento,
para que su crecimiento en vida se produzca con los luminares del cuarto día. La
luz del primer día fue necesaria para generar la vida, para que usted volviera a
nacer. Sin embargo, usted necesita las lumbreras del cuarto día para poder crecer.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SEIS
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(3)
EL PROPOSITO
En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más
elevada con la consciencia de sí más desarrollada. El último mensaje era un
paréntesis, y en este mensaje continuaremos nuestro estudio con el proceso
restaurador de Dios y con la creación adicional.

13) El concilio de la Deidad


Génesis 1:26 revela que hubo un concilio celebrado por la Deidad y entre la
Deidad. Decimos “entre” porque Dios es triuno. En términos humanos, podemos
decir que existen tres Personas en la Deidad, un Dios de tres Personas. No puedo
explicar esto. Sólo puedo decir que Dios es triuno, que tenemos un solo Dios de
tres Personas. Hubo un concilio celebrado por las tres Personas de la Deidad, y se
tomó una decisión. Este concilio y la decisión tomada en él inició la madurez de
vida. Después de crear el ganado, las bestias y los reptiles en la primera parte del
sexto día, Dios no procedió inmediatamente a crear al hombre, sino que tuvo un
concilio para hablar del tema. Leamos Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre...” Si leemos este versículo detenidamente, veremos que
hubo una especie de concilio. Dios dijo: “Hagamos...” Dios es uno; sin embargo, el
verbo usado aquí es plural. Esto demuestra que Dios es triuno. No dice: “Voy a
hacer...” La palabra “hagamos” significa tengamos comunión. Aunque usted quizá
piense que deduzco demasiado, de todos modos tenemos la expresión “hagamos”
en la Biblia.

Después de crear todo lo que mencionamos anteriormente, Dios necesitaba de


todos modos crear al hombre como la vida creada más elevada a fin de
expresarse a Sí mismo y expresar Su imagen y semejanza. Para cumplir esta
obra, necesitamos que el Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu) obre en el
hombre. Los libros bíblicos que vienen luego lo comprueban plenamente.

Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el
pasto, las hierbas y los árboles al final del tercer día, antes de las lumbreras del
cuarto día. Después de éstas, creó los peces y las aves en el quinto día. En la
primera parte del sexto día, Dios creó el ganado, representado por el buey, las
fieras representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto, hubo tres
representantes de la vida vegetal y cinco de la vida animal. Nos podría parecer
que toda la tierra estaba llena de vida. No obstante, no había una vida madura.

La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día,
después de seis mil años, ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida
humana. No se menosprecie. Usted es muy grande, más elevado que el pasto, las
hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado, las bestias y los reptiles.
Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de vida.
Por consiguiente, el Dios Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la
vida. El Dios Triuno decidió crear la vida más elevada.

14) El hombre fue generado como centro


El hombre fue generado como centro; es una vida más avanzada y tiene una
consciencia de sí más elevada. Esta es la madurez de la vida que tiene la imagen
de Dios y que puede ejercer el dominio de Dios. En esta tierra el hombre es el
centro. Como lo hemos hecho notar anteriormente, los cielos fueron creados por
causa de la tierra, y la tierra por causa del hombre. Todo lo que está en el cielo: la
luz del sol, la lluvia y el aire, es necesario para el crecimiento de la vida sobre la
tierra. Sin la luz del sol, la lluvia y el aire, la vida no podría existir en la tierra. Por
tanto, los cielos son necesarios para esta tierra, y la tierra, con toda clase de vida,
es necesaria para el hombre. Todos sabemos que los minerales son
indispensables para las plantas, las plantas para los animales, y las plantas y los
animales para el hombre, y el hombre está destinado para Dios. Por tanto, el
hombre es el centro.

Los cielos fueron cimentados y la tierra fue preparada. Todo estaba listo para que
el hombre llegase. ¡Alabado sea el Señor! Dios no creó al hombre para pedirle
luego que esperase a que El cimentara los cielos y preparase la tierra para él. Por
el contrario, después de que Dios estableció los cielos, preparó la tierra y tuvo
todo listo, el hombre vino a existir. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre vino
al final pero era y sigue siendo el centro.

Eso es idéntico a un matrimonio según la costumbre oriental. En ese matrimonio,


el marido prepara todo y al final llega la novia. La novia no llega y luego espera
que todo esté preparado. Después de que todo está listo, aparece la novia. Del
mismo modo, la tierra entera es el lugar de la boda de Dios. Dios lo ha preparado
todo para Su boda. ¿Quién es la novia? La novia es el hombre.

El hombre es la madurez de toda vida creada. Sin el hombre, no hay madurez.


Considere el pasto. Es verde y tierno, pero le hace falta la forma, la apariencia. No
tiene rostro. Las hierbas, que incluyen el maíz y el trigo, son plantas más
desarrolladas en su forma. Sin embargo, tampoco tienen rostro. Los árboles son
más grandes, y llevan fruto y también semillas; no obstante, ninguno de ellos tiene
un rostro para expresarse. Después de estos tres niveles de vida vegetal,
aparecen los peces, el primer nivel de vida animal. El pez sí tiene un rostro con
dos ojos, pero no se puede distinguir claramente su cabeza, pues los peces no
tienen cuello. Las aves sí tienen rostro y también un cuello que se puede
distinguir; poseen ojos, oídos y una especie de boca, algo más parecido al rostro
humano. El ganado, los caballos y los bueyes tienen rostros más parecidos al
rostro humano. Después del ganado, tenemos las bestias, y específicamente el
león. El rostro de un león se asemeja bastante al rostro de un hombre. Aunque la
afirmación de Darwin de que el hombre desciende del mono es una insensatez, no
podemos negar que los rostros de algunos animales se parecen al rostro del
hombre. No obstante, por mucho parecido que tengan los rostros de las aves, del
ganado, de las bestias, de las águilas, de los bueyes y de los corderos con el
rostro humano, de todos modos no son hombres. Les hace falta mucho y son
inferiores. No son la madurez de la vida creada.

Ezequiel 1:5 y 10 habla de los cuatro seres vivientes. Estos son semejantes al
hombre. Cada uno tiene cuatro caras: de frente tienen rostro de hombre, en la
derecha tienen cara de león, en el lado izquierdo tienen el rostro de un buey, y en
la parte posterior, cara de águila. Detrás tienen el rostro de un águila porque no se
parece mucho al de un hombre. Los rostros del león y del buey son más parecidos
al rostro humano. No obstante, la cara humana es la expresión suprema. Por
tanto, la vida humana es la madurez de toda vida creada, pues puede expresar a
Dios y ejercer el dominio de Dios.

Lo más llamativo y maravilloso de la vida humana es su consciencia de sí.


Tenemos efectivamente la consciencia más elevada. La consciencia que tenemos
de nosotros mismos es más desarrollada que la de los peces, las águilas, los
bueyes y los leones. En cuanto a ser consciente de sí, la vida humana es la más
elevada. Debemos gritar: “¡Aleluya!” En el universo y en la tierra, se generó al
hombre. El hombre fue creado y posee una vida que tiene la más elevada
consciencia de sí, una vida capaz de expresar a Dios y representarlo. ¡Esto es
maravilloso! La creación del hombre fue tan crucial e importante que el Dios Triuno
celebró un concilio antes de llevarla a cabo. El cielo había sido restaurado. Los
cielos fueron establecidos para servir a la tierra. La tierra seca apareció a fin de
generar la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Mire al cielo; tenemos el
sol, la luna, las estrellas, la lluvia y el aire. Considere la tierra: vemos el pasto, las
hierbas y los árboles. Tenemos las aves en los aires, los peces en el agua, y el
ganado, las bestias y los reptiles sobre la tierra. Como centro de todo eso, se
encuentra el hombre, el cual expresa a Dios y lo representa. Después de crear al
hombre, Dios descansó. El quedó satisfecho.

b. Los puntos centrales


Ahora llegamos a los puntos centrales de la obra restauradora de Dios y de Su
creación adicional.

1) Recobrar la tierra
Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn.
1:9, 26, 28). Mientras la tierra se hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba
ninguna posibilidad de generar vida ni de ejercer dominio. Para obtener ambas
cosas necesitaba recobrar la tierra.

2) Obtener al hombre
El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios
mismo y en juzgar al enemigo de Dios (Gn. 1:26-28). Más adelante
profundizaremos en esto.

3) Generar vida
El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios
pudiera expresarse y ejercer Su dominio. Recuerde estos tres puntos centrales:
recobrar la tierra, obtener al hombre y generar vida. Aunque las cosas creadas por
Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios sólo menciona la vida y lo relacionado
con ella, porque la restauración y creación adicional se centraban en la vida. Toda
la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la tierra, creó al hombre y
produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a
Su enemigo.

c. El propósito
Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación
adicional. Es sumamente importante.

1) Obtener al hombre para que exprese a Dios


El propósito principal de la obra restauradora de Dios y Su creación adicional fue
obtener al hombre, un hombre corporativo, que lo expresara a El (Gn. 1:26, 27). El
hombre que Dios creó era un hombre corporativo. Dios no creó muchos hombres.
El creó a la humanidad colectivamente en una sola persona, Adán. Dios creó a
Adán, quien era un hombre corporativo, un hombre colectivo. El día que Adán fue
creado, fuimos creados todos. Si usted tiene treinta años de edad, no diga que fue
creado hace treinta años. Usted nació hace treinta años, pero fue creado hace
seis mil años. Aunque quizás yo haya nacido cuarenta años antes que usted,
fuimos creados al mismo tiempo. Cuando Adán fue creado, todos fuimos creados
porque todos fuimos creados colectivamente en él. Estábamos incluidos en Adán.
Dios no creó un hombre individual, sino un hombre corporativo que lo expresara a
El. En el versículo 26 Dios dijo: “Señoreen” (heb.); aunque se trata de un solo
hombre, el verbo es plural. Esto demuestra que ese hombre es un hombre
corporativo. En este versículo, el verbo plural indica que Dios es triuno, y el
complemento plural indica que el hombre es corporativo. Dios creó al hombre
corporativo a Su propia imagen y semejanza para que éste le expresara.

a) Con la imagen de Dios interiormente


En Génesis 1:26 dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza...” Aquí encontramos dos cosas: la imagen y la semejanza. Todos los
estudiosos serios de la Biblia concuerdan en que la imagen se refiere a algo
interno y la semejanza a algo externo. Todos tenemos algo interior: el intelecto, la
voluntad y la parte emotiva. Exteriormente, tenemos la semejanza, la forma física.
(1) La imagen de Dios es Cristo
En 2 Corintios 4:4 y en Colosenses 1:15 se revela que la imagen de Dios es
Cristo. Cristo es la imagen del Dios invisible. Dios es invisible; no obstante, tiene
una imagen. El Dios invisible tiene una imagen visible. A Dios nadie lo vio jamás,
pero Cristo lo ha dado a conocer (Jn. 1:18). Todos nosotros hemos visto a Cristo
de un modo u otro. Pedro lo vio. Juan lo vio. Después de Su resurrección, lo vieron
quinientos hermanos al mismo tiempo (1 Co. 15:6). El es realmente la imagen de
Dios. Hebreos 1:3 declara que Cristo es la imagen visible de la Persona de Dios.

(2) El hombre fue creado a la imagen de Cristo


El hombre, por haber sido creado a la imagen de Dios, la cual es Cristo, fue
creado a la imagen de Cristo. En Génesis 1:26, Dios dijo: “Hagamos al hombre
a nuestra imagen...” Pero en el versículo 27 dice: “Creó Dios al hombre
a Su imagen”. Indudablemente “Su imagen” aquí significa la imagen de Cristo. Así
que, el hombre fue hecho a la imagen de Cristo.

(3) Adán tipificaba a Cristo


Romanos 5:14 revela que Adán, el primer hombre, tipificaba a Cristo, era figura de
El. Si tomamos la fotografía de una persona, esa imagen es la figura de la persona
o el tipo de ella. Adán era la fotografía de Cristo. Cristo era la imagen de Dios, y
Adán era la fotografía de Cristo. Así como la fotografía es la expresión de cierta
imagen, también el hombre fue hecho para ser la expresión de la imagen de Dios,
la cual es Cristo.

Usemos un guante como ejemplo. Un guante es hecho a la imagen y semejanza


de la mano. Tanto la mano como el guante tienen cinco dedos. El guante fue
hecho a la imagen de la mano para que un día la mano pudiese entrar en el
guante. La mano llena el guante, y el guante expresa la mano. ¿Por qué fue hecho
el hombre a la imagen de Cristo? Porque Dios quería que algún día Cristo entrara
en el hombre y se expresara por medio de éste. Romanos 9:21 y 23 nos revela
claramente que el hombre fue hecho como una vasija, es decir, como un
recipiente. El hombre no es ni un cuchillo, ni un martillo, ni una herramienta; es
una vasija, un recipiente. Romanos 9:21 y 23 añade que el hombre fue hecho
como vaso de honra para contener a Dios, para contener la gloria de Dios. En 2
Corintios 4:7 se afirma que tenemos este tesoro en vasos de barro. Esta vasija es
semejante al guante; un día la mano entra en él; el contenido entra en el
recipiente. Somos simplemente una vasija que debe contener a Cristo.

(4) Cristo fue hecho a la semejanza del hombre


Un día Cristo vino para tomar la semejanza del hombre (Fil. 2:6-8). El hombre fue
hecho a la imagen de Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre. ¿No
es eso maravilloso? ¿Quién es conforme a quién? Es algo mutuo. El hombre fue
hecho conforme a Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre para que
mediante Su muerte y resurrección, el hombre pudiera obtener la vida de Dios.
Esto es un misterio; no obstante, es un hecho. ¡Aleluya! Todos hemos obtenido
esta vida.

(5) El hombre puede ser transformado


y conformado a la imagen de Cristo
Nosotros por tener la vida divina podemos ser transformados y conformados a la
imagen de Cristo (2 Co. 3:18; Ro. 8:29m). Aquí tenemos dos cosas: la
transformación y la conformación. La transformación es interior y la conformación
es exterior.

Tenemos un intelecto, una parte emotiva y una voluntad, los cuales fueron hechos
conforme a Cristo. Sin lugar a dudas, Cristo tiene el mejor intelecto, la mejor
voluntad y la mejor parte emotiva. Nuestro intelecto, nuestra voluntad y nuestra
parte afectiva no son muy reales. Considere nuevamente el ejemplo de la mano y
el guante. La mano humana tiene un pulgar y cuatro dedos, y el guante tiene
también un pulgar y cuatro dedos. No podemos negar que el pulgar de un guante
es un pulgar, pero cuando lo comparamos con el pulgar de la mano, encontramos
una gran diferencia. Compare su intelecto con el de Cristo. Nuestro intelecto se
parece al pulgar vacío de un guante. El intelecto de Cristo es semejante al pulgar
de una mano humana. Tenemos sabiduría, pero vemos nuevamente que nuestra
sabiduría es semejante al pulgar vacío del guante, y la sabiduría de Cristo se
parece al pulgar de la mano. No obstante, un día el pulgar de la mano entrará en
el pulgar del guante y ¡ambos pulgares llegarán a ser uno! Uno es la apariencia, la
expresión; el otro es la realidad, el contenido. Nuestra sabiduría es simplemente lo
que contiene la sabiduría de Cristo; es la expresión de la sabiduría de Cristo.
¿Tiene usted amor? Sí, todos tenemos amor, pero nuestro amor es semejante a
un guante vacío. Esposas, no esperen amor de sus esposos. Aun cuando su
esposo la ama, ese amor es vacío. ¡Alabado sea el Señor porque ese amor está
vacío! Está vacío para que entre el amor de Cristo.

Pero esto no siempre resulta fácil. El amor de Cristo debe obrar a fin de entrar en
nosotros. Los dedos de un guante pueden estar torcidos o doblados y, por ende,
resistir la entrada de la mano que procura penetrar. Del mismo modo, necesitamos
cierta disciplina para que el amor de Cristo entre en nosotros. Un día el amor de
Cristo entra en el amor vacío del marido. En ese momento, usted disfrutará del
verdadero amor, el amor de Cristo, por medio del amor vacío de su marido.
¡Alabado sea el Señor!

Todo lo que tenemos, todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es
simplemente un molde vacío, cuya única utilidad es ser un envase para mantener
todo lo que Cristo es, todo lo que tiene y todo lo que puede hacer.

Cristo está en nosotros. La vida de Cristo continuamente lleva a cabo una obra
transformadora dentro de nosotros. Nuestro amor, nuestras emociones y nuestros
pensamientos son inadecuados. Nada de lo que tenemos por naturaleza es
adecuado porque está vacío y es limitado. La esencia, el elemento, de Cristo debe
entrar en todo lo que somos. La sabiduría de Cristo debe entrar en nuestra
sabiduría vacía e impartirnos Su mente (Fil. 2:5). Nuestra mente debe ser el
recipiente de la mente de Cristo; la mente de Cristo debe llenar la nuestra.
Entonces, nuestra mente será transformada a la imagen de Cristo. En 2 Corintios
3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta contemplamos y reflejamos como
un espejo la gloria del Señor y somos transformados a Su imagen. Esta es la
transformación interior. Esta transformación interior también llegará a ser la
conformación interior. Seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Ro.
8:29m).

(6) Nuestro cuerpo será transfigurado


a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo
Fuimos hechos conforme a Cristo. Un día Cristo vino y tomó la semejanza de
nuestra forma. Lo recibimos a El, y El entró en nosotros. Este Cristo está ahora en
nosotros, y lleva a cabo la obra de transformación, no sólo transformándonos a Su
imagen, sino también conformándonos a Su propia forma. Finalmente, El vendrá a
fin de transfigurar nuestro cuerpo físico a la semejanza de Su cuerpo glorioso (Fil.
3:21). Con el tiempo, seremos plena y completamente lo que El es (1 Jn. 3:2b).
Cuando El se mire a Sí mismo, dirá: “Todos vosotros sois como Yo”. Cuando nos
miremos, diremos al Señor Jesús: “Todos somos como Tú, y Tú eres como
nosotros”. No habrá ninguna diferencia. Todos seremos como Cristo, y Cristo será
idéntico a nosotros. Cristo y nosotros, nosotros y Cristo, tendremos la misma
imagen y la misma semejanza. Este era el propósito de Dios al crear al hombre
para expresarse a Sí mismo. En cierto sentido, la creación del hombre fue
completada, pero el proceso de transformación continúa. Estamos ahora bajo el
proceso de transformación, esperando Su regreso.

b) Con la semejanza exterior de Dios


El hombre fue creado no solamente a la imagen interior de Dios, sino también en
Su semejanza exterior. Todas las demás cosas de la creación concuerdan con “su
propio género”. Sin embargo, el hombre no fue creado conforme al género
humano, sino a la semejanza de Dios. Así como la imagen alude al ser interior de
Dios, la semejanza debe de referirse a la forma externa de Dios.

La relación entre Dios y el hombre es un misterio. Por una parte, la Biblia dice que
Dios es invisible; por otra, afirma que aun antes de la encarnación de Jesús, El
apareció varias veces como hombre en el Antiguo Testamento. Varias veces
Cristo apareció con cuerpo humano. Mientras Abraham estaba sentado a la
entrada de su tienda, vio que tres hombres venían (Gn. 18:2a). El Señor y dos
ángeles se le aparecieron. Abraham invitó a los tres hombres a su tienda y les
sirvió una buena comida. Todos comieron con él. Dios comió con Abraham, y
ambos conversaron mucho. Esta es la razón por la cual a Abraham se le llamó
amigo de Dios (Jac. 2:23). Si leemos Génesis 18, veremos que el relato de ese
pasaje trata de una comunión entre amigos. Dios era amigo de Abraham. Después
de cierto tiempo, el Señor despidió a los dos ángeles, y El permaneció con
Abraham. Este estuvo delante del Señor, como delante de un amigo (Gn. 18:16a,
22). Ese era Cristo antes de Su encarnación.

La segunda vez que Cristo apareció en forma de hombre fue en el caso de Jacob
en Peniel. Un hombre vino para subyugar al fuerte Jacob (Gn. 32:24). De hecho,
¡era Dios quien estaba luchando con Jacob! Dios en forma humana estaba
luchando con Jacob. Jacob era muy fuerte y Dios no pudo subyugarlo hasta que le
tocó el muslo, y Jacob quedó cojo. Jacob le pidió que le declarara su nombre. Dios
dijo que no le preguntara Su nombre y que le dejara bendecirlo. Finalmente, Jacob
se dio cuenta de que se había encontrado con Dios cara a cara (Gn. 32:28-30).
Peniel significa la faz de Dios. Dios apareció como hombre allí, como un hombre
verdadero. Si El no hubiera sido un hombre de verdad, ¿cómo habría podido
luchar con Jacob?

En otra ocasión (Jos. 5) Dios apareció con cuerpo humano. En esa oportunidad
Josué sentía la gran responsabilidad de vencer a Jericó. Posiblemente era al día
siguiente que el ejército de Dios saldría a combatir contra Jericó, y Josué, su líder,
sentía la carga de aquella batalla. Creo que él estaba considerando la situación
por la tarde cuando de repente vio a un hombre. Josué le preguntó: “¿Eres de los
nuestros o de nuestros enemigos?” El hombre dijo: “No; mas como Príncipe del
ejército de Jehová he venido ahora” (Jos. 5:13-14). El hombre dijo también a
Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Jos.
5:15). En ese lugar estaba Dios.

Todos estos casos nos muestran que el Señor Jesús, antes de Su encarnación,
apareció varias veces en la forma corpórea de un hombre. Esto es realmente
misterioso.

El pasto, las hierbas y los árboles no tienen ningún rostro. A partir de la vida
animal, hemos visto que los peces tienen rostro, pero no muy parecido al rostro
humano. Luego vinieron las aves, el ganado y las bestias. Más tarde vino el
hombre, cuyo rostro es muy parecido al de Dios. Esto es un misterio. De todos
modos, se nos dijo claramente que fuimos hechos a la imagen de Dios. Esta es la
razón por la cual tenemos sabiduría, voluntad y emociones, tal como Dios, pero
sin la realidad. Lo que tenemos es sólo las expresiones. Necesitamos el
contenido.

También tenemos una forma, la forma de la imagen, igual que una fotografía. Sin
embargo, la fotografía carece de realidad. Cuando el hombre fue creado con la
forma de Dios y a Su imagen, no tenía la realidad de Dios. Después de ser creado
el hombre, seguía necesitando recibir a Dios. El hombre no tenía la realidad de
Dios ni Su vida, aunque sí tenía la forma y la imagen de Dios. El hombre fracasó.
Entonces el Señor vino en forma de hombre. El murió en esta forma y resucitó
para elevar esta forma. Su muerte y resurrección nos permiten recibirlo fácilmente.
Hemos recibido y obtenido esta vida divina, y por dicha vida podemos tener la
realidad de Dios. La vida divina obra ahora en nosotros para transformar nuestra
vida vacía en la forma divina de realidad. En esto consiste la transformación.
Finalmente seremos conformados a Su imagen. La Biblia es la revelación de este
misterio. Es muy importante, crucial y esencial que veamos la imagen de Dios y
Su forma, en las cuales y conforme a las cuales fuimos creados. Todos debemos
ver cómo Cristo fue esa imagen y cómo tomó forma de hombre para que lo
recibiésemos a El como vida y realidad nuestras. Finalmente seremos mezclados
El y nosotros, y llegaremos a ser uno. Seremos Su apariencia y expresión; El será
nuestra realidad y contenido. El y nosotros seremos uno. El será como nosotros y
nosotros seremos como El. Entonces, expresaremos a Dios en todo el universo.

Ahora podemos ver por qué Dios creó los cielos y la tierra y por qué creó la vida
humana. Este es el significado y el centro del universo. Si no vemos eso, no
podemos entender cuál es el significado del universo ni para dónde vamos. Hoy
en día, conocemos el significado del universo y sabemos dónde estamos y adónde
vamos. Estamos aquí para expresar a Dios, y salimos a Su encuentro para ser
uno con El.

Cuando fuimos salvos, la vida divina que entró en nosotros era semejante al
pasto. Creció hasta ser hierbas y árboles. Después creció hasta llegar a un plano
de vida más elevado: los peces, las aves, el ganado y las fieras. Podemos
expresar a Dios sólo cuando alcanzamos la cima de la vida creada. Necesitamos
la vida humana. Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7 nos revelan que de los nueve
aspectos de la vida, descritos en Génesis 1, sólo cuatro son representados en la
presencia de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Estos cuatro están en la
presencia de Dios, y representan a todas las criaturas que se encuentran delante
de El. Ezequiel y Apocalipsis no mencionan el pasto, las hierbas, los árboles, los
peces, ni los reptiles. En la eternidad no habrá mar y, por consiguiente, no habrá
peces. Ciertamente no habrá animales que se arrastren. Lo que estará
representado en la presencia de Dios será el hombre, el ganado, el león y el
águila. Todos debemos crecer hasta llegar al plano de vida más elevado, es decir,
al plano del ganado, el león y el águila. Debemos seguir adelante a la madurez de
vida, que está representada por la vida humana. Esta vida es lo único que puede
expresar a Dios. Esta vida es lo único que puede tener dominio por Dios. Esta es
nuestra meta. Debemos crecer cada vez más y pasar de la vida vegetal a la vida
animal, y de la vida animal a la vida humana.

PALABRA ADICIONAL
Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en
Génesis, particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz,
y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras
del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en
los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la
luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva
Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios
mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se
desarrolló plenamente en Apocalipsis 22.
Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su
propia imagen”. La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más
que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra “imagen” se desarrolla
continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera
tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el
que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como
jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe.
El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde
todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén
tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios.

Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de


los cuatro seres vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel,
cada uno de estos seres tiene cuatro rostros; el rostro frontal es humano; el rostro
posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de león, y el rostro lateral
izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de Ezequiel
al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los
cuatro seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El
segundo no es de buey, sino de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y
un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es extraño. En mi opinión, en Ezequiel
el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro debería ser un buey;
primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero el
mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que
nosotros los cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más
crezcamos, más joven seremos.

En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y


en cuarto lugar el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia
entre Ezequiel y Apocalipsis. Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de
Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro evangelios. En Mateo tenemos
al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es decir, el becerro.
En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a
las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de
Ezequiel eran la manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos
sobre Ezequiel, abarcamos Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes
eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Es Cristo.
Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la diferencia. En
Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En
Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha
producido una mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo.
Por lo tanto, en Apocalipsis, la apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda
exactamente con los cuatro evangelios. Esto significa que los cuatro seres
vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No estoy
diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que
Cristo es. Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como
hombre y como Dios mismo. Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo
necesita una expresión en Su creación. Así que en este universo existen cuatro
seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos los
niveles, para expresar a Cristo.

Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las
aguas de muerte, y los animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este
es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin
lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz
es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque
Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la
flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo.
Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo
alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los
cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los dos peces.
Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo
que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las
aves. El es el águila. Exodo 19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a
los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El liberó a Su pueblo de
Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v.
37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas,
pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la
vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo
es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la mañana
y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es
Cristo y Cristo lo es todo.

Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si
lo disfruta como las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado.
Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está calificado. Aunque quizás
disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe
avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves.
Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo.

La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas
delante del trono de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de
vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas delante del trono de Dios.
Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los
árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y
el hombre.

Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el
hombre) están calificadas para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es
bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni los árboles, ni los
peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a
su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego.
Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El
rostro de usted es la apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es
interiormente se expresa exteriormente en su rostro. Como lo mencionamos antes,
ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro, pero
su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un
cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve
categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro
humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con
el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro
es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de
la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.

En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un


hombre, pero sirve a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la
batalla, ejerce control y tiene dominio como el león. El es un hombre, pero El
puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la vida humana para
expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del águila.
Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo.

Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1
ha experimentado un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes
que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva
Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo.
Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es
como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis
1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SIETE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(4)
EL PROPOSITO
Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida
humana es la vida creada más elevada. Nunca debemos olvidar las nueve
entidades vivas mencionadas en Génesis 1: el pasto, las hierbas, los árboles, los
peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se arrastran, y el
hombre. El hombre es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1,
cuando Dios llegó al momento de crear al hombre, tuvo un concilio. Este concilio
celebrado en la Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto es
bastante significativo. Eran necesarias las tres Personas de la Deidad para crear
al hombre. Los demás libros de la Biblia desarrollan el tema de la obra que llevó a
cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo: “Señoreen” (heb.). Dios
no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo singular,
pero señoreen está en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...”
¿Había un solo Dios o varios dioses? ¿Había un solo hombre o varios hombres?
Nuestro Dios es único, pero es triuno. El hombre es uno, pero es corporativo.
¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis 1:26. Dios dijo: “hagamos” y
“señoreen”. La palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno; el verbo
“señoreen” revela que el único hombre es corporativo. El Dios Triuno creó un
hombre corporativo.

2) Obtener al hombre
para que ejerza el dominio de Dios
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un
hombre corporativo para que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo
“señorear” incluye más que autoridad. Señorear significa tener autoridad para
gobernar y establecer un reino y también significa tener un reino como esfera en la
cual ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual
gobernar, no tengo ningún señorío, ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el
hombre...” Al hombre se le dio dominio sobre todas las cosas. Recuerde las
palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en su Biblia.

Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis
1. Debemos considerar un poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen
es una expresión. Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de que el
hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser expresado. El necesita una
expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la imagen de
Dios para expresarle, y recibió autoridad para representar a Dios y señorear.
Somos la expresión de Dios y somos Sus representantes. Los jóvenes deben
asirse particularmente de estas dos palabras con estas dos revelaciones
fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al restaurar y formar Su
creación adicional era doble: obtener al hombre corporativo para que lo expresara
y para que ejerciera Su señorío.

a) La esfera:
Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con
esta esfera:

(1) Sobre todo lo que hay en los mares


El hombre debe señorear sobre los mares. Los mares son la morada de los
demonios (Mt. 8:32; 12:43). Por tanto, la esfera del señorío de Dios debe incluir los
mares.

(2) Sobre todos los seres del aire


El hombre debe señorear sobre todos los seres que vuelan por el aire, donde
están Satanás y sus ángeles (Ef. 2:2; 6:12). Existen potestades malignas en los
aires con Satanás como cabeza. Efesios 2:2 describe a Satanás como príncipe de
las potestades del aire.

(3) Sobre todo lo que hay sobre la tierra


El hombre debe señorear sobre todo lo que hay en la tierra, el campo de las
actividades de Satanás. Satanás está muy activo en la tierra (Lc. 4:5-6). Así que
aquí en Génesis 1:26 dice específicamente que el hombre debe señorear “en toda
la tierra”. La tierra fue usurpada por Satanás. Por consiguiente, debe ser
gobernada por el hombre, el representante de Dios.

Recuerde que la esfera del dominio que Dios confió al hombre incluye tres
secciones: los mares, la morada de los demonios; el aire, el lugar donde están
Satanás y sus ángeles; y la tierra, el campo de actividades de Satanás.

Cuando el Señor Jesús estuvo sobre esta tierra, tuvo que vencer a Satanás, a los
ángeles caídos o a los demonios por dondequiera que iba. Esta fue la razón por la
cual el Señor Jesús reprendió el viento y las olas durante una tempestad. El viento
procedía de los ángeles caídos que estaban en el aire, y las olas venían de los
demonios que estaban en el agua. El Señor dijo al viento: “¡Calla!” y a las olas
“¡Aquietaos!” En seguida el viento cesó y las olas se calmaron. Los ángeles caídos
y los demonios fueron sometidos y dominados por el Señor Jesús. Si sabemos
cómo leer la Biblia, veremos que en los cuatro evangelios, el Señor Jesús ejerció
la autoridad de Dios sobre los mares, el aire y la tierra. Esta es la esfera del
dominio que Dios confió al hombre.

b) La intención:
El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era
la intención de Dios al dar señorío al hombre?

(1) Vencer al enemigo de Dios


El primer aspecto de la intención de Dios es vencer a Su enemigo, Satanás,
tipificado por los seres que se arrastran (Gn. 1:26). En la Biblia lo que se arrastra
es demoníaco, diabólico y satánico. En el último mensaje, destacamos el hecho de
que sólo los cuatro seres vivientes, los cuales representan a toda la creación,
están presentes delante del trono de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre.
Los seres que se arrastran como las serpientes o los escorpiones no están
representados delante de Dios. En la Biblia, Satanás es tipificado por la serpiente
(Gn. 3:1). En Apocalipsis 12:9, Satanás es llamado “la serpiente antigua”. El se ha
envejecido desde que apareció por primera vez en Génesis 3.

En la creación original, Dios tenía un solo propósito: expresarse a Sí mismo. Pero


debido a la rebelión de Satanás, Dios tiene ahora otro propósito: vencer a Su
enemigo. Cuando Dios creó al hombre, tenía estos dos propósitos. Por
consiguiente, El creó al hombre a Su propia imagen para que lo expresara, y le dio
señorío para que venciera a Su enemigo. Ambas cosas se deben cumplir.
Necesitamos la imagen de Dios para poder expresarle, y necesitamos Su señorío
para someter al enemigo.

Debemos expresar a Dios y vencer a Satanás en nuestra vida de familia. Muchas


veces cuando el esposo llega a casa, la esposa no expresa a Dios, sino a la
serpiente. La cara de la esposa tiene la apariencia de una serpiente insidiosa. A
menudo el marido también expresa a la serpiente. He aprendido eso por
experiencia. A veces, cuando vi a Satanás expresado en los miembros de mi
familia, no dije ni una sola palabra. Iba a mi cuarto, me arrodillaba y oraba: “Señor,
ata a la serpiente”. Muchas veces me di cuenta de que yo mismo expresaba a la
serpiente. Corría de nuevo a orar: “Oh Señor, perdóname. Ata a la serpiente”. En
muchas ocasiones, no se ejerce la autoridad divina de Dios, sino que se expresa
el poder maligno de Satanás. Hace poco, me enteré de que muchos hermanos
jóvenes viven en casas de hermanos solteros. No obstante, me temo que aun en
dicha casa exista la posibilidad de que se exprese la imagen de Satanás, y no la
de Dios, de que se ejerza el poder maligno y no la autoridad de Dios. Todos
debemos entender que ahora Dios quiere llevar a cabo esta doble meta:
expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo. En realidad, no es el esposo de
usted el que se enoja, sino la serpiente. No es su esposa la que dice algo para
provocarlo, sino la serpiente. No se enoje con su esposo y no se enfade con su
esposa. No es culpa de su cónyuge. Debemos vencer a la serpiente que está
detrás de nuestro cónyuge. Intercambiar ofensas nunca vencerá a Satanás.
Cuanto más alegamos, más terreno gana Satanás. La única manera de vencer a
Satanás es arrodillarnos, orar, invocar el nombre de Jesús, y pedir que El ate a la
serpiente.

(2) Recobrar la tierra


El segundo aspecto de la intención de Dios al dar señorío al hombre es recobrar la
tierra (Gn. 1:26-28). El hombre ha de señorear sobre la tierra, sojuzgarla y
conquistarla. Puesto que es necesario conquistar la tierra, queda implícito que el
enemigo ya está allí, que se libra una guerra. Por consiguiente, debemos luchar y
conquistar.

Los jóvenes que se están preparando para casarse deben entender que el
matrimonio es una batalla. Muchos de nosotros sabemos eso por experiencia. Aun
cuando estábamos en nuestra luna de miel, estábamos en el campo de batalla,
peleando con nuestro cónyuge. Si no luchábamos exteriormente, lo hacíamos
interiormente. Cada área de la vida, la vida escolar, el trabajo y la vida familiar,
constituye un campo de batalla. El enemigo nunca duerme. El está alerta todo el
día, no sólo en la vida de familia, sino también en la vida de iglesia. Aun en la vida
de iglesia, Satanás y todos sus mensajeros están ocupados. En la tierra se está
librando una guerra. La intención de Dios es recobrar la tierra.
Satanás usurpó y sigue usurpando a la tierra. Mire la sociedad actual. Mire cómo
el enemigo sigue usurpando toda la tierra.

Dios desea recobrar la tierra. La tierra se ha convertido en un lugar crítico, un


lugar que Satanás desea conservar en su poder y que Dios quiere recuperar. La
batalla se libra por la tierra. El que obtenga la tierra será el ganador. Si Satanás
puede conservar la tierra en su mano, tendrá la victoria. Si Dios la puede
recuperar, obtendrá la victoria. El Señor Jesús no ha regresado porque la tierra
todavía se encuentra bajo la usurpación de Satanás. Esta es la razón por la cual
Dios necesita la iglesia. La iglesia debe pelear la batalla para recobrar la tierra, si
no toda la tierra, por lo menos algunos lugares donde el Señor Jesús pueda poner
Sus pies, algunos frentes de ataque donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies.
La tierra es un lugar crucial.

Este punto quedó plenamente demostrado en el salmo 8. Este salmo empieza con
las palabras: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la
tierra!” También termina de esta manera. Sin lugar a dudas, el nombre del Señor
es admirable en los cielos, pero en cierto sentido, el nombre del Señor no es
admirable en esta tierra. Su nombre no es excelente entre tantas personas caídas.
Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre” (Mt. 6:9). El nombre del Señor debe
ser santificado sobre esta tierra. El problema no está en los cielos, sino aquí en la
tierra.

Dios desea que Su reino venga a esta tierra y que Su voluntad se cumpla en la
tierra (Mt. 6:10). Ahora podemos entender la oración que el Señor Jesús
estableció. El dijo: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino”. Indudablemente
esto se refiere a venir de los cielos a la tierra. La oración continúa: “Hágase Tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La voluntad de Dios se
cumple ahora en los cielos; sin embargo, en esta tierra existen muchos obstáculos
que impiden que se cumpla. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre. Venga
Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
Debemos pelear para recobrar la tierra.

En el milenio la tierra será el reino de Dios. Eso se revela en Apocalipsis 11:15.


Cuando el Señor Jesús venga a inaugurar el milenio, toda la tierra se convertirá en
el reino de Dios. Entonces Dios recuperará la tierra.

En la eternidad la morada de Dios bajará de los cielos a la tierra nueva (Ap. 21:1-
2). Muchos cristianos sueñan con ir al cielo. Es un buen sueño e indudablemente
todos nosotros estaremos allí. Sin embargo, Dios desea descender a la tierra. Nos
gustan los cielos, pero a Dios le agrada la tierra. Nosotros estamos subiendo, y El
está bajando. ¡Aleluya! Déjenme decirles la verdad: cuando vayamos al cielo, el
Señor dirá: “Hijos Míos, descendamos; bajemos para señorear en la tierra”. En la
eternidad los cielos no serán la morada de Dios. La morada de Dios será la Nueva
Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra nueva. Esto
demuestra que Dios desea poseer la tierra.
Satanás, el usurpador, no sólo será derribado de los aires, sino que también será
expulsado de la tierra. Según Apocalipsis 12:9, Satanás primero será derribado del
aire y echado a la tierra, y después será atado y expulsado de la tierra y echado
en el abismo (Ap. 20:2-3). No habrá más contaminación espiritual. Tendremos aire
fresco, y la tierra estará limpia de toda corrupción. Esto se producirá durante el
milenio. Al final del milenio, Satanás será echado en el lago de fuego (Ap. 20:10).
Después del milenio, tendremos la eternidad, donde estará la morada eterna de
Dios en la tierra nueva. Dios desea poseer la tierra.

(3) Traer la autoridad de Dios


El tercer aspecto de la intención de Dios al dar el señorío al hombre es traer Su
autoridad para que se ejerza en la tierra. El hombre debe ejercer la autoridad de
Dios para que el reino de Dios venga a la tierra, a fin de que en la tierra se cumpla
la voluntad de Dios, y la gloria de Dios se manifieste. Todo eso ocurrirá en la
tierra. Dios nunca estará satisfecho con un reino solamente en los cielos.
Tampoco le complacerá ver que Su voluntad se cumpla solamente en los cielos, ni
ver Su gloria expresada solamente en los cielos. El desea que todas estas cosas
sucedan en la tierra. Esta es la responsabilidad de la iglesia hoy. En la iglesia
tenemos el reino de Dios. En la iglesia se cumple la voluntad de Dios. En la iglesia
se expresa la gloria de Dios. ¡Aleluya! Tenemos un anticipo. Ahora podemos ver
por qué Dios dio señorío al hombre sobre todo lo que está en los mares, en el aire
y en la tierra. La intención de Dios es eliminar al enemigo, recobrar la tierra y
manifestar Su gloria.

(4) El cumplimiento
¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta
intención. Satanás sabe eso mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que
inmediatamente después de la creación del hombre, Satanás se infiltró a fin de
destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito. El hombre cayó. Sin
embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para entrar en
el hombre y hacerse uno con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el
segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no cumplió el propósito de Dios,
pero el segundo hombre sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el
segundo hombre también lo es. Adán era la cabeza del primer hombre corporativo,
y Cristo es la cabeza del segundo hombre. El propósito de Dios es cumplido por el
segundo hombre.

(a) Con Cristo:


El cumplimiento del propósito de Dios al dar señorío al hombre empezó con Cristo.

aa. Cuando vino Cristo, llegó el reino de Dios


En el Nuevo Testamento, la predicación empieza de una manera particular, de una
manera opuesta a nuestros conceptos. Dice: “Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Las palabras “se ha acercado” significa “ha
venido”. Cuando Cristo vino, llegó el reino de Dios. Cristo trajo el reino. Ese
pequeño hombre llamado Jesús era el reino de Dios. Muchos cristianos piensan
que el reino no llegó cuando Jesús vino. Tienen la idea de que el reino fue
suspendido y la edad de la iglesia empezó cuando el pueblo judío rechazó a Jesús
y al reino. Creen que la iglesia no es el reino, que después de la edad de la iglesia,
el reino será establecido con el regreso de Jesús. En la Biblia hay cierta base para
afirmar esto y en cierto sentido está correcto, pero sólo parcialmente. Romanos
14:17 nos dice que la iglesia actual es el reino. La vida de iglesia es el reino. En
cierto sentido, el pueblo judío rechazó el reino. En otro sentido, el Señor estableció
el reino al establecer la iglesia. Nunca podemos separar la iglesia del reino. En
Mateo 16:18 el Señor Jesús dijo a Pedro: “Pedro, tú eres una piedra, y sobre Mí
mismo, la roca, edificaré Mi iglesia. Las puertas del Hades no prevalecerán contra
esta iglesia”. Inmediatamente después de eso (v. 19), el Señor Jesús dijo: “A ti te
daré las llaves del reino”. En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, Pedro
estableció la iglesia al usar las llaves del reino que abrieron la puerta a los judíos y
a los gentiles para que entraran en el reino. Por tanto, cuando la iglesia empezó,
allí estaba el reino. La iglesia es el reino. Indudablemente el reino se manifestará
plenamente en el futuro. Sin embargo, la realidad del reino está aquí ahora. Esta
es la vida de iglesia.

bb. Cristo echó fuera demonios


para introducir el reino de Dios
Los cuatro evangelios nos muestran que Jesús encontraba demonios
adondequiera que iba. El nunca pudo tolerar demonios y los echaba
inmediatamente. En Mateo 12:28 Jesús nos dice que el hecho de que El echara
demonios correspondía a la venida del reino. Eso era el dominio de Dios. Adán
fracasó y no introdujo el reino, pero cuando Jesús vino, El introdujo el reino
echando demonios. Echar demonios equivale a traer el reino de Dios.

cc. Cristo dio a Sus discípulos


autoridad sobre el poder del enemigo
Cristo dio también a Sus discípulos autoridad sobre todo poder de Satanás. En
Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: “Os doy potestad de hollar serpientes y
escorpiones, y sobre todo poder del enemigo”. Las serpientes y los escorpiones
están en plural, lo cual indica que son muchos. En el versículo 18 del mismo
capítulo vemos a Satanás. En el versículo 20 vemos los espíritus, es decir los
demonios. Las “serpientes” representan el poder satánico, y los “escorpiones”
representan el poder demoníaco. Satanás, las serpientes y los escorpiones tienen
poder, pero nosotros tenemos autoridad. Nuestra autoridad supera su poder. Hay
muchos potentes automóviles en las calles. No obstante, cualquier policía, aun el
más pequeño, tiene autoridad sobre ellos. Cuando él dice: “¡Alto!”, ellos se
detienen. Los automóviles tienen poder, pero el policía tiene autoridad. Satanás y
sus demonios tienen poder, pero nosotros somos los policías de Dios. Debemos
dar a Satanás el mandamiento: “¡Detente!” Cuando Jesús dio a Sus discípulos
esta autoridad y ellos la usaron para expulsar demonios, se entusiasmaron. No
obstante, el Señor Jesús les dijo: “No os regocijéis de esto ... regocijaos de que
vuestros nombres están escritos en los cielos”. Cuando Jesús vino, llegó el reino.
Cuando Jesús echó fuera demonios, trajo el reino de Dios. Además, Jesús hizo
eso mediante Sus discípulos. El les dio autoridad para echar demonios, y ellos lo
hicieron.

dd. Cristo recibió toda autoridad


Cristo, después de la resurrección, recibió toda la autoridad en los cielos y en la
tierra (Mt. 28:18). Como el Señor Dios, El tenía autoridad antes de Su
resurrección. Como el hombre llamado Jesús de Nazaret, se le comisionó toda la
autoridad en los cielos y en la tierra después de Su resurrección. Jesús es el
verdadero Adán. A El se le confió el dominio de Dios.

(b) Con la iglesia, que incluye a los santos:


aa. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia
El cumplimiento de la intención de Dios al dar dominio al hombre, tiene que ver
con Cristo como Cabeza y con la iglesia, la cual incluye a todos los santos, el
Cuerpo. El cumplimiento de la intención de Dios no está solamente relacionado
con la Cabeza, sino también con el Cuerpo. Las puertas del Hades no
prevalecerán contra la iglesia (Mt. 16:18). La Biblia no dice que las puertas del
Hades (las cuales representan el poder de Satanás) no prevalecerán contra los
santos; mas prevalecerán contra ellos si están separados o son individualistas.
Usted debe ser edificado, hecho parte de la iglesia. El Cuerpo edificado con Cristo
nunca puede ser vencido por Satanás. Satanás nunca puede prevalecer contra la
iglesia edificada.

bb. Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo


Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo (Mt. 16:19; 18:18). En Mateo
16:19 se habló a Pedro; en Mateo 18:18 se habla a cada creyente. La Iglesia
Católica asevera que Pedro tenía la autoridad de representar a Cristo. Se basan
en Mateo 16:19. No obstante, debemos decirles que también tenemos Mateo
18:18. Pedro no fue el único en recibir la autoridad de atar y desatar, también
nosotros la hemos recibido. A todos los creyentes se les dio la autoridad de atar y
desatar. Hoy en día, la iglesia, constituida de todos los santos, tiene la autoridad
de atar y desatar. A menudo, no deberíamos orar solamente, sino atar y desatar.

cc. Dios aplastará a Satanás


bajo los pies de los santos
En Romanos 16:20 dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo
vuestros pies”. Pablo dijo: “en breve”. No sé que pensaba Pablo cuando dijo eso
hace diecinueve siglos. Nos puede parecer que ha transcurrido mucho tiempo
desde aquel entonces. Sin embargo, nosotros creemos que no ha pasado tanto
tiempo. Dentro de poco, Satanás será aplastado. El verbo “aplastar” no significa
solamente golpear o quebrantar, sino también someter. Satanás debe estar debajo
de nuestros pies. En nuestra vida de familia, Satanás debe estar debajo de
nuestros pies. En la vida matrimonial, Satanás debe estar debajo de nuestros pies.
En la vida de iglesia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. Tenemos que
decirle: “Satanás, tú debes estar debajo de nuestros pies”. Aquí y ahora Satanás
debe estar debajo de nuestros pies.

dd. Los santos deben luchar contra el enemigo


En 2 Corintios 10:3-5 y Efesios 6:11-13 se nos exhorta a luchar contra el enemigo.
No sólo peleamos, sino que luchamos. Luchar es más difícil que pelear. Debemos
luchar contra las potestades malignas de los aires.

ee. Los santos vencedores


tendrán autoridad sobre las naciones
Los santos vencedores tendrán autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26-27) y en el
milenio serán reyes que regirán con Cristo en toda la tierra (Ap. 20:4, 6). Para
entonces, Dios señoreará plenamente en esta tierra. Este será el cumplimiento de
lo que El deseaba conseguir en Génesis 1.

ff. Todos los santos reinarán por la eternidad


Finalmente todos los santos regirán como reyes sobre la tierra por la eternidad en
la Nueva Jerusalén. En ese tiempo, Satanás, los ángeles malignos del aire, y el
mar con todos los demonios serán echados en el lago de fuego (Ap. 20:10, 13-14;
Mt. 25:41). Toda la contaminación desaparecerá. El aire, el agua y la tierra fueron
contaminados. Cuando llegue la eternidad, desaparecerá toda contaminación.
Todo estará limpio, y el señorío de Dios prevalecerá allí. Se ejercerá la autoridad
de Dios en la tierra. En esa esfera, la imagen de Dios se expresará plenamente y
Su gloria se manifestará totalmente. Ese será el reino eterno, el dominio de Dios.

Génesis 1 es un vivero. Todas las semillas de la verdad fueron sembradas allí.


Vimos que la palabra “luz” fue sembrada en Génesis 1 y desarrollada en toda la
Biblia hasta llegar a Apocalipsis 22, donde ya no se necesitan el sol, la luna ni
luminar alguno. Dios mismo es la luz. Del mismo modo, la palabra “imagen”
aparece por primera vez en Génesis 1 y se desarrolla en toda la Biblia hasta que
vemos la Nueva Jerusalén llevar la imagen de Dios y expresarle. Según el mismo
principio, la palabra “señorío” también necesita la explicación de toda la Biblia.
Pasamos de la palabra “señorear” en Génesis 1 a Apocalipsis 22:5, donde vemos
que todos los santos reinarán con Dios por la eternidad. Ese será el cumplimiento
final del señorío de Dios.

El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió el dominio de


Dios para representarle y vencer a Su enemigo. Hoy en día, la iglesia es la parte
más importante del segundo hombre. La responsabilidad y el deber de la iglesia
son, por un lado, expresar a Dios y, por otro, vencer al enemigo de Dios. Este es
nuestro deber. Debemos asumir esta responsabilidad.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(5)
LA MAXIMA CONSUMACION
d. La máxima consumación
En este mensaje llegamos a la máxima consumación, al punto culminante de
Génesis 1. Debemos recordar varios pasos en el proceso de restauración y
creación adicional que Dios llevó a cabo. El Espíritu se cernía sobre las tinieblas y
la muerte. La luz vino, y creó una separación entre la luz y las tinieblas. Dios hizo
la expansión para separar las cosas de arriba de las cosas de abajo. Luego Dios
llamó a la tierra seca a salir de las aguas de muerte. En la tierra seca se generó la
vida vegetal. Después de la vida vegetal, se produjeron las lumbreras del cuarto
día y resplandecieron sobre la tierra. Luego vino la vida de los peces, la vida de
las aves, del ganado, de las bestias y de todo lo que se arrastra. Finalmente Dios
creó al hombre. El hombre es el punto culminante de la creación de Dios porque
lleva la imagen de Dios. Esto no es algo insignificante.

1) Dios fue expresado y representado


El hombre es la expresión de Dios porque lleva la imagen de Dios. El tiene
también el señorío de Dios. Al hombre le fue confiado el señorío sobre los mares,
sobre el aire, sobre la tierra y, particularmente, sobre todo lo que se arrastra. El
hombre tiene poder, autoridad y señorío porque es semejante a Dios. El hombre
lleva la imagen de Dios; por tanto, tiene autoridad. El punto culminante en la
creación de Dios es el hombre, el cual lleva la imagen de Dios y lo representa con
Su autoridad sobre todas las cosas.

Cuando el hombre mira a Dios y Dios mira al hombre, ven que se parecen. Si
tomo una fotografía de usted, usted se parecerá a la foto, y la foto se parecerá a
usted. Del mismo modo, Dios puede decir: “Hombre, te pareces mucho a Mí”. El
hombre contestará: “Dios, Tú te pareces mucho a mí. Tú y yo somos muy
parecidos”. Asimismo, cuando el hombre viene de la presencia de Dios, él
gobierna todas las cosas creadas y tiene potestad para gobernar. Esto es tener
señorío, esto es el reino.
En el capítulo 1 de Génesis, las dos palabras clave son imagen y señorío. Usted
puede olvidarse de lo que se arrastra y de los peces, pero no olvide al hombre con
la imagen y el señorío. El hombre no fue hecho a la imagen de una serpiente ni de
un escorpión, sino a la imagen de Dios. Este es el punto culminante: el hombre
lleva la imagen de Dios y ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío.

La imagen y el señorío fueron sembrados como dos semillas en Génesis 1. No


obstante, estas dos semillas requieren toda la Biblia para crecer y desarrollarse.
La cosecha, o sea la plena madurez, se encuentra en Apocalipsis 21 y 22. Toda la
Nueva Jerusalén expresa a Dios, expresa el semblante de Dios. La Nueva
Jerusalén también ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío de Dios
por la eternidad. Ahora ambas semillas van creciendo dentro de usted y dentro de
mí. La imagen de Dios y la autoridad de Dios crecen continuamente dentro de
nosotros.

Considere el caso de una pareja recién casada. El marido ama a la esposa, y la


esposa ama al marido. Aunque ella ama al marido, dice dentro de sí: “Aunque te
amo, no eres más que un joven travieso”. Doctrinalmente es correcto decir a la
esposa que su marido es su cabeza. No obstante, la esposa pensará: “Sé que mi
marido es mi cabeza, pero en realidad él es un joven malcriado. Me cuesta trabajo
respetarlo”. Un día el marido es salvo, y la vida divina entra en él. Esta es la
semilla, y la semilla crece en este joven día tras día, mes tras mes. Es probable
que después de dieciocho meses, la esposa mire a su marido y diga:
“Indudablemente debo respetarle. Antes él no era más que un joven malcriado.
Pero ¡mírenlo ahora! Es bien serio. No es tan descuidado. Ahora tiene sobriedad”.
No es necesario que el esposo imponga la autoridad y diga: “Debes saber que
ahora soy un esposo cristiano. Debes someterte a mí”. El marido no necesita decir
eso. Cada vez que la esposa lo mire, se dará cuenta de que las palabras del
esposo tienen peso, que hay algo precioso y valioso en él. Ella lo respetará
espontáneamente. Anteriormente ella discutía. Ahora ella lo respeta y lo honra, y
considera todo lo que dice porque ahora él lleva la imagen de Dios, y de esta
imagen viene la autoridad divina. Este es el señorío.

Muchas personas han leído el libro de Watchman Nee Autoridad espiritual. Usan


ese libro únicamente de esta manera: “Nosotros somos los ancianos de la iglesia.
Somos los líderes de un grupo de cristianos. Somos la autoridad de Dios”. Si
ustedes dicen eso, ya no tienen la autoridad de Dios. No llevan la imagen de Dios.
Cuando el Señor Jesús vino, nunca tuvo una actitud autoritaria hacia la gente ni le
pidió que se sometiera a El. Jamás hizo semejante cosa. Pero mientras estuvo en
esta tierra, llevaba la imagen de Dios. También tenía la autoridad de Dios. La
autoridad siempre procede de llevar la imagen de Dios.

La máxima consumación consiste en que Dios es expresado y representado. No


existe nada superior a eso. Cuando Dios es expresado y representado, ése es el
punto culminante.
El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarlo a El. Esto es un asunto
de vida. El propósito de la vida y la imagen es expresar a Dios. Dios le dio al
hombre señorío sobre todas las cosas para que lo representara. Este es un asunto
de autoridad. Si usted desea representar a Dios con autoridad, debe expresar a
Dios en vida. Todo el relato bíblico constituye una sola narración, la historia de los
santos que expresaron a Dios y lo representaron. Ahora vamos a considerar
dieciocho casos que se extienden a lo largo del Antiguo Testamento y del Nuevo.

a) El caso de Abraham:
Empezamos con Abraham. Esto no significa que antes de Abraham no hubiese
ningún hombre que expresara a Dios. Hubo por lo menos tres hombres notables:
Abel, Enoc y Noé. No obstante, si leemos su historia, no encontramos ningún
relato en el cual sometieran al enemigo o hubiesen vencido algo. Antes de
Abraham no hay ningún relato de alguien que hubiese sometido al enemigo.
Abraham construyó un altar para tener contacto con Dios (Gn. 12:7). Cuanto más
contacto tenga usted con Dios, más llevará la imagen de El. Cuanto más mire a
Dios, más se parecerá a El. Construir un altar para acercarse a Dios significa ser
transformado cada vez más a Su imagen. Abraham no construyó una torre. Los
habitantes de Babel no construyeron un altar para tener contacto con Dios;
construyeron una torre para hacerse un nombre (Gn. 11:4). Esto se llama orgullo.
No obstante, Abraham fue llamado a salir de ese entorno; él construyó un
pequeño altar y allí tuvo contacto con Dios. Cuanto más tocaba a Dios, más se
parecía a Dios. La Biblia nos dice que finalmente Dios llegó a ser amigo de
Abraham y que Abraham fue llamado el amigo de Dios (Jac. 2:23). Si usted lee
Génesis 18, verá que Dios no se presentó a Abraham como el Creador ni como el
Todopoderoso; se presentó a él como un amigo. Dios y Abraham tuvieron
comunión como dos amigos que conversaban. En aquel tiempo, Abraham se
parecía cada vez más a Dios. Por tanto, leemos que Abraham venció a los
enemigos (Gn. 14:17).

b) El caso de José:
José fue la última persona cuya historia leemos en Génesis. El llevó una vida
santa y victoriosa (Gn. 39:11-12). Llevó una vida que se parecía mucho a Dios.
Dios era santo; José era santo. Dios era victorioso; José era victorioso. José
llevaba la imagen de Dios. El fue un hombre que cumplió la intención de Dios. La
historia de José es la historia de una vida santa y victoriosa, una vida que
finalmente llegó a ser la autoridad gobernante. José regía sobre todo Egipto (Gn.
41:39-45). En el capítulo uno de Génesis, vemos a un hombre hecho por Dios a
Su imagen y al cual se le comisionó el señorío de Dios. En los últimos capítulos de
Génesis, también vemos a un hombre que realmente expresaba a Dios y lo
representaba, y gobernaba sobre toda la tierra.

c) El caso de Moisés:
Moisés no fue un gran político. Fue un hombre que se mantuvo en contacto con
Dios. Después de tener contacto con Dios, su rostro brillaba con la gloria divina
(Ex. 34:29-30). Cuando el rostro de Moisés resplandecía con la gloria de Dios, él
llevaba la imagen de Dios. Por tanto, Moisés se convirtió en un hombre de
autoridad. El tenía la autoridad de gobernar sobre toda la casa de Israel (He. 3:2,
5). También tenía la autoridad de vencer al enemigo (Ex. 14:30-31). No peleó la
batalla con ametralladoras ni bombas atómicas, sino con una pequeña vara. Esta
vara no sólo representaba el poder, sino también la autoridad. Moisés usó esa
vara y dijo al mar Rojo: “Abre el camino”, y se separaron las aguas. Esto era
autoridad. Moisés era un hombre que llevaba la imagen de Dios y representaba a
Dios con la autoridad divina.

d) El caso de Israel con el tabernáculo:


Después de Moisés, tenemos al pueblo de Israel. Israel era un pueblo llamado a
ser un reino de sacerdotes (Ex. 19:6). Israel no fue llamado a ser un reino de
reyes, sino un reino de sacerdotes. El sacerdocio está estrechamente relacionado
con la imagen de Dios. El reinado está relacionado con la autoridad de Dios. Tanto
en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, vemos estos dos oficios: el
sacerdocio y el reinado. El sacerdocio sirve para que tengamos contacto con Dios
y para que llevemos la imagen de Dios; el reinado sirve para que representemos a
Dios y ejerzamos Su autoridad. Más adelante veremos que los cristianos fueron
llamados a ser sacerdotes y reyes. El destino del reino de Israel consistía en ser
un reino de sacerdotes. Debían relacionarse con Dios hasta que, como Moisés,
sus rostros brillaran con la gloria de Dios. No se fije en el lado negativo del pueblo
de Israel. Mire el lado positivo. En cuanto al arca del tabernáculo, los israelitas
fueron los sacerdotes que vencieron a Jericó (Jos. 6:1-21). Si usted vuelve a leer
Josué 6, se dará cuenta de que la nación de Israel no peleó la batalla con espadas
ni con lanzas. Día tras día, ellos llevaban el testimonio y hacían sonar los cuernos
de carneros. Luego gritaron, lo cual significa que alabaron a Dios. Y Jericó cayó.
No pelearon la batalla como soldados ni como guerreros. Pelearon la batalla como
sacerdotes. Mientras usted es sacerdote, está calificado para vencer al enemigo.

Esposas, ¿por qué pierden ustedes la guerra en su vida de familia? Porque no


tienen el rostro de un sacerdote. Quizás tengan el rostro de un escorpión o de una
tortuga o de una serpiente. Si no expresan el rostro de un sacerdote, ya han
perdido la guerra. Maridos, nosotros somos la cabeza, pero ¿qué clase de cabeza
somos: la cabeza de un escorpión? El marido que tiene una cabeza de escorpión
nunca podrá ser una cabeza apropiada. Usted debe tener una cabeza con rostro
de sacerdote, en el que resplandezca la gloria de Dios. Si tenemos el rostro de un
sacerdote, ganaremos la victoria en nuestra familia. Quisiera hacerles una
pregunta a los hermanos que viven en la casa de los hermanos solteros. ¿Qué
clase de rostro tienen ustedes? ¿Tienen el rostro de un sacerdote que refleja la
gloria del Señor o el rostro de un ratón? Debemos ser sacerdotes. Entonces
someteremos todo lo que nos rodea. Mientras usted tiene rostro de sacerdote,
tiene autoridad. Jericó será sometida.
e) El caso de Aarón con la vara que floreció:
El caso de Aarón es muy interesante. Aunque la intención de Dios era hacer de
toda la nación de Israel un reino de sacerdotes, la nación le falló a Dios. Por tanto,
de toda la nación Dios llamó una sola tribu, los levitas, a ser una tribu de
sacerdotes. La cabeza de esa tribu era la casa de Aarón. En cierto tiempo, el
pueblo de Israel murmuró y se rebeló en contra de Aarón, diciendo: “¿Está Dios
solamente contigo y no con nosotros?” Entonces Dios pidió que cada una de las
doce tribus trajera una vara con el nombre de la tribu escrita en ella. La vara
representa la autoridad. La vara de Aarón fue la única vara que reverdeció (Nm.
17:2-10). Echó almendras. En Palestina, lo primero que florece en la primavera es
el almendro. En tipología, las flores del almendro representan la vida de
resurrección. Después del invierno, lo primero que florece es el almendro; ésta es
la vida de resurrección. La vara de Aarón era un pedazo de madera muerta. De la
noche a la mañana, este pedazo de madera muerta floreció. Se convirtió en una
vara floreciente, donde brotaron almendras, y no manzanas ni uvas. Esto significa
que sobrevivió con la vida de resurrección. Donde hay vida, hay autoridad. Donde
hay vida divina, hay autoridad divina. Donde está la vida, está la imagen, y la
imagen trae el señorío. Por consiguiente, Aarón tenía la vida de resurrección que
expresa a Dios. Por tanto, Aarón tenía la autoridad de representar a Dios.

Ancianos de las iglesias locales, líderes de todos los grupos de servicio, hermanas
que llevan el liderazgo, tengan muy presente: para ser un líder en las iglesias
entre el pueblo de Dios, ustedes deben reverdecer. Deben florecer con la vida de
resurrección. Todos somos únicamente pedazos de madera muerta. La autoridad
de esta vara de madera muerta depende del florecimiento de la vida de
resurrección de esa madera muerta. Si usted tiene la intención de ser un líder en
un servicio determinado, esperaremos para ver si la madera muerta se pudre o
reverdece. Si retoña con la vida de resurrección, demostrará que la autoridad está
allí. Ya no es un pedazo de madera muerta, sino una vara de autoridad.

f) El caso de Josué y Caleb:


Vemos el mismo principio en el caso de Josué y Caleb. Ellos siguieron al Señor
con plena determinación (Nm. 14:24). El Señor mismo testificó que Caleb lo
seguía plenamente. Por consiguiente, ellos derrotaron al enemigo (Nm. 14:6-9).
Cuando seguían al Señor, tenían la imagen. Entonces estaban en una posición de
autoridad.

g) Los casos de los jueces:


Me agrada Jueces 5:31. Este versículo dice que en la época de los jueces,
algunos amaban al Señor. Aquellos que amaban al Señor brillaban como el
resplandor del sol. Por tanto, vencieron al enemigo. Cada vez que una persona
brillaba como el sol, se obtenía la victoria sobre el enemigo y toda la nación
descansaba. Todo el libro de Jueces es un libro de repeticiones. Cada vez que
alguien amaba al Señor y brillaba como el sol, se obtenía la victoria por medio de
él. La nación entera disfrutaba de reposo por medio de él.
h) El caso de David:
David era un hombre según el corazón de Dios. Si usted lee 1 Samuel 13:14, verá
que originalmente Saúl era el rey. Sin embargo, no tenía un corazón conforme al
corazón de Dios. El perdió el trono, y Dios encontró otro hombre cuyo corazón era
conforme al Suyo. Indudablemente David tenía la imagen de Dios. El venció al
enemigo (1 Cr. 22:8a).

i) Los casos de los reyes:


Vimos ya el sacerdocio. Ahora llegamos al reinado. Cada vez que los reyes eran
uno con el Señor, vencían al enemigo (2 Cr. 14:2-14). Cuando no eran uno con el
Señor, eran vencidos. Perdían la autoridad. En otras palabras, cada vez que los
reyes se conformaban a la imagen de Dios y lo expresaban a El, tenían la
autoridad de vencer a los enemigos. Ahora tenemos el sacerdocio y también el
reinado. No olvide jamás que el sacerdocio corresponde a la imagen y el reinado
al señorío. Ahora somos sacerdotes que han de ser semejantes a Dios y, al mismo
tiempo, somos reyes que han de representar a Dios, ejerciendo Su autoridad
sobre los enemigos.

j) El caso de Daniel:
Daniel era un cautivo en Babilonia, un muchacho que estaba en el palacio del rey.
No obstante, llevaba una vida santa, una vida que expresaba a Dios (Dn. 1:8). Por
consiguiente, él llegó al poder. El tenía autoridad sobre el mundo de aquellos
tiempos (Dn. 6:28).

k) El caso de Jesús:
Cuando Jesús estaba en esta tierra, El expresaba a Dios. Adondequiera que iba,
expresaba a Dios. El era un hombre auténtico y típico, pero expresaba
continuamente a Dios. Por tanto, El obtuvo autoridad sobre todas las cosas (Mt.
28:18). Zacarías 6:13 nos dice que Jesús tiene dos oficios, el sacerdocio y el
reinado. El era sacerdote y rey. Hoy en día El sigue siendo el Sumo sacerdote y el
Rey de reyes. El es Aquel que expresa a Dios, Aquel que lo representa. El lleva la
imagen de Dios y mantiene la autoridad de Dios. Este es Jesús.

l) El caso de los dos hijos de Zebedeo:


Un día, la madre de los hijos de Zebedeo acudió a Jesús con sus dos hijos, para
orar (Mt. 20:20-23). Ella hizo una buena oración, pidiendo que sus dos hijos se
sentaran a ambos lados del Señor en el reino. Puede ser que todos hayamos
orado allí. El Señor Jesús contestó su oración, pero no de la manera que ella
pidió. El Señor Jesús dijo: “Has orado pidiendo que tus hijos estén a cada lado
Mío. Ahora debes saber que esto no depende de Mí; depende del Padre. Pero sí
te puedo decir una cosa: debes sufrir. Debes beber lo que Yo beberé y sufrir lo
que Yo sufriré”. Esto significa que si ustedes desean tener autoridad, deben tener
vida. Sufrir significa obtener vida. Sin muerte, no puede haber vida. Sin
sufrimiento, no hay vida. La vida siempre proviene del sufrimiento. Si deseamos
obtener autoridad, debemos ganar vida por medio del sufrimiento.

m) Los casos de los apóstoles:


Todo el libro de Hechos y todas las epístolas nos muestran que los apóstoles eran
personas que llevaban la imagen de Dios. Por consiguiente, tenían
constantemente la autoridad de Dios. Tenían la imagen de Dios y ejercían Su
autoridad. No debemos considerarlos simplemente buenos predicadores o
grandes maestros. Esto es demasiado insignificante. Ese no es el punto
culminante. Debemos considerarles como personas que llevaban la imagen de
Dios y ejercían la autoridad divina.

n) El caso negativo de los siete hijos de Esceva:


Los siete hijos de Esceva vieron cómo Pablo echaba fuera demonios en el nombre
de Jesús (Hch. 19:13-16). Imitaron a Pablo, diciendo a los demonios: “Te echamos
en el nombre de Jesús, el que Pablo predica”. Los demonios no se vencen tan
fácilmente. El demonio dijo: “Yo conozco a Jesús y conozco también a Pablo, pero
¿quiénes son ustedes que se atreven a echarme? Saltaré sobre ustedes”. En vez
de vencer a los demonios, fueron derrotados por ellos. Si usted no tiene la imagen,
nunca tendrá la autoridad. Los demonios saben y usted mismo también lo sabe. Si
usted no tiene vida, no tiene autoridad. Si usted no lleva la imagen, nunca podrá
ejercer el señorío.

o) El caso de los creyentes en la era de la iglesia:


Apocalipsis 5:10 y 1 Pedro 2:9 nos revelan que hoy en día los cristianos son
sacerdotes reales. Por una parte somos sacerdotes, y por otra, somos reyes. No
obstante, debemos relacionarnos con Dios para tener la verdadera imagen que
lleve la gloria de Dios en vida. Entonces tenemos la autoridad que representa a
Dios. Pero la mayoría de los cristianos pierden de vista eso. No parecen
sacerdotes y, por ende, no son reyes. Si usted no tiene la imagen, perderá la
autoridad. Alabado sea Dios porque en el transcurso de los siglos ha habido y
sigue habiendo algunos santos que tienen contacto con Dios, que se mantienen
en el verdadero sacerdocio. Tienen autoridad y ejercen el reinado.

p) El caso de los santos vencedores en el milenio:


Durante el milenio, la era del reino venidero de mil años, los santos vencedores
serán sacerdotes y reyes (Ap. 20:4, 6). Serán sacerdotes que expresan a Dios y
reyes que lo representan.

q) El caso de todos los santos


en el cielo nuevo y en la tierra nueva:
En la eternidad, todos los santos servirán a Dios como sacerdotes (Ap. 22:3b-4).
Expresarán a Dios y tendrán la imagen de Dios. Los santos también regirán como
reyes, y representarán a Dios con Su autoridad (Ap. 22:5b).

r) El caso de la Nueva Jerusalén:


Finalmente, la Nueva Jerusalén tendrá la apariencia de Dios. Apocalipsis 4:3a nos
dice que la apariencia de Dios es semejante al jaspe. Al final, la pared de toda la
Nueva Jerusalén será de jaspe (Ap. 21:18a). La ciudad entera tendrá la apariencia
de Dios (Ap. 21:11). Entonces la ciudad ejercerá la autoridad de Dios (Ap. 21:24,
26). En la eternidad, todo el cuerpo de los santos redimidos llevará la imagen de
Dios para expresarlo, y ejercerá Su autoridad para representarlo. Esto será el
punto culminante y la máxima consumación.

No tenemos que esperar ese día. Todos podemos tener un anticipo ahora.
Podemos disfrutar de la imagen de Dios y de Su señorío. Hoy somos sacerdotes y
reyes. Debemos mantener nuestra primogenitura. Aquí expresamos a Dios con Su
imagen y aquí lo representamos con Su señorío. ¡Aleluya! ¡Qué posición es ésta y
qué responsabilidad!, y a la vez ¡qué disfrute! ¡Alabado sea el Señor! Somos
sacerdotes de Dios y somos reyes Suyos. Llevamos la imagen de Dios y tenemos
Su señorío. Ahora somos aquellos que constituyen la iglesia, quienes expresan a
Dios y quienes representan a Dios. ¡Aleluya! Sí, tenemos la imagen y el señorío.

Espero que todos podamos ver que la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del
señorío. El hecho de que estos dos puntos sean la cumbre del relato de Génesis 1
no es algo insignificante. Ese capítulo empezó con las tinieblas, el vacío, la
desolación y las aguas de muerte. Luego el Espíritu se cernía, la luz separaba, y la
expansión dividía. La tierra seca apareció para generar vida. Luego vino la vida
más baja, la vida inferior, la vida elevada y la vida creada más elevada: el hombre.
Considere todas las formas de vida. Ni el pasto, ni las hierbas ni los árboles tienen
rostro. Un pez sí tiene rostro pero no se distingue muy bien. El rostro de un ave es
más fácil de distinguir. Luego tenemos el ganado y las fieras. Por último, tenemos
el rostro humano. Todos debemos reconocer que el rostro humano es el más
distintivo. Este rostro es la cara que lleva la imagen de Dios. A este rostro, es decir
a esta expresión, le fue encomendada la autoridad de Dios.

Su parecido lo determina todo. El parecido con un escorpión indica cierta relación


con los demonios. La semejanza a una serpiente tiene cierta relación con Satanás.
Pero la similitud con un hombre se relaciona con la imagen de Dios. Un hombre
auténtico tiene autoridad.

¿Qué es el verdadero hombre? Un verdadero hombre es un sacerdote de Dios. Si


usted es sacerdote, entonces es rey. Si usted está en el sacerdocio, ciertamente
tiene el reinado. Esto significa que si usted tiene la imagen de Dios en vida,
ciertamente tiene la autoridad de Dios para ejercer Su señorío.
Toda la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del señorío. En Génesis 1 vemos
a Adán, hecho a la imagen de Dios y con el señorío de Dios, pero eso sólo es una
pequeña semilla. Seguimos con Abraham, quien fue la primera persona que
maduró y desarrolló algo de la imagen y de la autoridad de Dios. El se mantenía
en contacto con Dios y venció al enemigo. Luego llegamos a José, una persona
muy madura. Mientras leemos la historia de José, vemos a un hombre que lleva la
imagen completa de la santidad y de la victoria de Dios. Vemos al hombre José
ejerciendo autoridad. En aquel tiempo, la autoridad no era el Faraón de Egipto,
sino José. José gobernó sobre toda la tierra. Mientras seguimos en el Antiguo
Testamento, vemos que Dios llamó al pueblo a ser una nación de sacerdotes. La
nación entera debía tener contacto con Dios y de llevar la imagen de Dios como
sacerdotes Suyos. Por consiguiente, debían ser reyes en toda situación. No
necesitaban pelear. Toda situación debía ser sometida a sus pies. Luego llegamos
a los reyes y los profetas. Finalmente, llegamos a Jesús. El es todo un sacerdote y
también un rey. En El está el sacerdocio que expresa a Dios y el reinado que lo
representa. Cristo es la Cabeza. Después de El tenemos el Cuerpo, compuesto de
todos los santos redimidos. Como Cuerpo, somos iguales a la Cabeza, como
sacerdotes llevamos la imagen, y como reyes ejercemos la autoridad. Hoy en día
somos sacerdotes para Dios y reyes sobre toda situación. Expresamos a Dios en
la vida de iglesia y lo representamos a El en cada situación. Más adelante vendrá
el milenio, la plenitud de los tiempos, durante el cual todos los santos vencedores
serán literalmente los reyes que expresen a Dios con Su imagen, y los reyes que
representen a Dios con la autoridad de El, y tendrá pleno señorío sobre esta tierra.
Finalmente tendremos la eternidad. En la eternidad veremos una consumación
maravillosa: la Nueva Jerusalén. Esta será la verdadera cumbre. Nada puede ser
más elevado y más completo que esto. Toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, tendrá
la imagen de Dios y ejercerá el señorío de Dios. ¡Aleluya! Este es el relato de la
Biblia. La Biblia relata el desarrollo de la imagen de Dios y Su señorío. Dios será
eternamente expresado y eternamente representado por Su pueblo redimido.

PALABRA ADICIONAL
Volvamos al libro de Mateo y leamos el último versículo del capítulo 16 y los
primeros dos versículos del capítulo 17. El Señor Jesús dijo: “De cierto os digo:
Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan
visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino. Seis días después, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte
alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció Su rostro como el sol, y Sus
vestidos se volvieron blancos como la luz”. En estos versículos, vemos la venida
de Jesús en Su reino. El resplandor de Jesús en la transfiguración constituye la
venida del reino. Donde está el resplandor de Jesús, allí está el reino. Este
resplandor es la imagen de Dios que llevamos. La imagen está presente, y el
señorío aparece inmediatamente. Cuando resplandece la gloria de Dios, no
necesitamos ejercer señorío a propósito. La autoridad de Dios está allí.

¿Cómo podemos resplandecer con la gloria de Dios? Debemos leer 2 Corintios


3:18: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Señor Espíritu”. Me encanta la expresión “a cara
descubierta”. Al transfigurarse el Señor Jesús, Su rostro resplandecía como el sol
resplandeciente. Sin embargo, la cara mencionada en 2 Corintios 3:18 no es
solamente el rostro exterior, sino el rostro interior. Todos tenemos una cara
exterior y una cara interior. La cara exterior es simplemente la expresión del rostro
interior. La cara exterior es nuestro ser exterior, y la cara interior es nuestro ser
interior. La cara es la expresión que muestra todo nuestro ser, la manifestación de
todo nuestro ser. Entre nosotros nadie lleva un velo sobre su cara exterior, pero
me temo de que muchos entre nosotros tienen algunos velos sobre su cara
interior. Necesitamos una cara descubierta.

Lo religioso y lo santo, así como lo pecaminoso y lo mundano pueden constituir un


velo para nosotros. Si usted estudia el contexto de 2 Corintios 3, verá que el velo
mencionado allí corresponde particularmente a la letra del Antiguo Testamento.
Aun la Biblia puede constituir un velo. Incluso la letra de la Biblia puede ser un velo
que nos cubra y nos evite ver al Señor viviente. Si la letra de la Biblia puede ser un
velo para nosotros, entonces cualquier cosa puede ser un velo: su esposa, su
marido, sus amigos, sus hijos, su ego, sus hermanos y hermanas, su
comportamiento bueno o malo, su celo, sus obras para Dios, o sea, todo. Todas
las cosas, en tanto que no sean el Señor mismo, pueden convertirse en un velo.
No importa cuán santo sea algo, cuán celestial, cuán espiritual y cuán religioso,
puede ser un velo, si no es el Señor mismo. Tal vez usted siga bajo esta clase de
velo. Esta es la razón por la cual está sentado aquí, pero no puede ver al Señor.

En 2 Corintios 3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta, contemplamos


como un espejo. Somos un espejo. Por ser un espejo, contemplamos. Lo que
contempla un espejo, es lo que refleja. Debemos tener una cara descubierta que
contemple y refleje la gloria de Dios, así como Moisés cuando contempló la gloria
de Dios durante cuarenta días, y la gloria de Dios resplandecía desde el cutis de
su rostro. Cuando él descendió del monte, resplandecía, y brillaba con la gloria de
Dios. Todos debemos ser así. Todos debemos olvidar todo lo malo, lo bueno, lo
santo, lo profano, lo religioso, lo irreligioso, lo espiritual, lo no espiritual. Debemos
echar a un lado todo lo que no es el Señor mismo. Debemos percatarnos de la
astucia del enemigo. Satanás puede usarlo todo para desviarlo a usted e impedirle
que contemple al Señor. Lo único que Satanás no puede usar es al Señor mismo.

El Nuevo Testamento contiene por lo menos cuatro libros escritos particularmente


acerca de las cosas que obstaculizan a la gente y le impiden contemplar al Señor,
cosas que ponen un velo sobre la gente para que no tenga contacto con el Señor
ni lo disfrute a El. El libro de Gálatas habla de la ley, de la religión y de la tradición.
Todo eso constituye un velo de separación. La ley fue dada por Dios y era santa.
Inclusive el Nuevo Testamento dice que la ley es santa (Ro. 7:12). No obstante,
hasta la ley puede separarlo a usted de Cristo, e interrumpir el disfrute que tiene
de Cristo (Gá. 5:4). Podemos ser separados de Cristo, no solamente por los libros
inmorales, sino por la ley que Dios dio. ¿Cómo? Porque el rostro de uno puede
volverse a la ley en vez de volverse a Cristo. Por consiguiente, la ley se convierte
inmediatamente en velo. La ley forma siempre una religión, y la religión tiene
largas tradiciones. De modo que, tenemos la ley, la religión y las tradiciones, las
cuales forman capas que lo aíslan a uno de la electricidad celestial, la cual es el
Señor mismo.

Colosenses es otro libro. En Colosenses se usa la palabra filosofía. En


Colosenses la palabra filosofía denota en realidad el gnosticismo. El gnosticismo
era una filosofía muy elevada, una composición de las filosofías griega, egipcia y
babilónica, además de la filosofía del cristianismo, la cual incluía la filosofía judía.
Era realmente una mezcla. Aquella filosofía, el producto más elevado de la cultura
humana, se infiltró en la iglesia primitiva, y causó un gran obstáculo. Aunque la
filosofía puede resultar buena y ser el mejor producto de la cultura humana, se
convierte en velo porque no es el Señor. Debe ser aniquilada.

Llegamos a otro libro, el libro de Hebreos. Si usted lee dicho libro, verá que
presenta una lista de todo lo bueno del judaísmo. El libro de Hebreos nos muestra
que todas las buenas cosas del judaísmo deben ser consideradas como tipos,
figuras y sombras de Cristo.

Supongamos que usted antes de visitarme me manda una fotografía suya.


Estimaré esa fotografía porque le amo a usted. Esto es de esperarse; simplemente
amo su fotografía. Ahora usted viene a visitarme personalmente. En lugar de
mirarlo a usted, sigo mirando a su fotografía y amándola. Su fotografía se
convierte en velo para mis ojos. Usted dirá: “Necio, tira la fotografía. Mírame a Mí”.

Antes de que Jesús viniese, Dios usó el Antiguo Testamento para presentar a Su
pueblo muchos cuadros de Cristo desde varios ángulos. Sin embargo, los judíos
se fijaron simplemente en los cuadros, no sólo vistos desde cuatro ángulos, sino
desde treinta y dos direcciones distintas. Eso los absorbía y les impedía ver a
Cristo. Cristo se encuentra fuera de ese cerco. Los judíos vieron muchas cosas
acerca de Cristo, pero no pudieron ver al propio Cristo. Por tanto, el libro de
Hebreos fue escrito para comunicarles a todos los creyentes judíos que debían
abandonar los cuadros, todo el sistema del judaísmo y mirar a Cristo. Considere al
Apóstol y Sumo Sacerdote, Jesucristo (He. 3:1). Olvídese de Moisés, de los
ángeles y de Josué. Considere solamente a nuestro Apóstol Jesucristo. Considere
a nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo. Mírelo a El; no lo mire solamente, sino que
ponga sus ojos en El (He. 12:2). Apártese de las cosas judías. Apártese de la
Biblia y mire a Jesús mismo.

Tenemos un libro más, 1 Corintios. En 1 Corintios, Pablo nos advirtió que aun los
dones espirituales, tales como el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas,
las sanidades y los milagros, pueden ser velos para el cristiano. ¿Ve usted la
sutileza del enemigo?
La ley, la filosofía, el judaísmo con sus escrituras y enseñanzas, y los dones
espirituales, son buenos, pero se han convertido en velos que cubren la cara de
muchos cristianos genuinos. Todos debemos decir al Señor Jesús: “Señor Jesús,
te amo. Estimo la Biblia porque te revela a Ti, pero nunca dejaré que la Biblia se
convierta en un velo. Te amo, Señor Jesús. Te amo a Ti personalmente, te amo
directamente, te amo de manera muy íntima. Te amo besándote. No me agrada
que estés alejado. Quiero verte cara a cara. Señor, quiero incluso besarte”. Creo
que muchos de ustedes ya han entrado en esta experiencia, pero todos debemos
ser preservados en esta experiencia. Debemos decirle al Señor: “Señor Jesús,
aprecio los dones porque me ayudan a tocarte, pero si los dones llegan a ser un
velo, los abandonaré. Te amo sólo a Ti, Señor. Te amo personal, directa e
íntimamente. Te amo de una manera tal que puedo besarte en cualquier
momento. No existe ninguna distancia entre Tú y yo, ninguna distancia, ninguna
separación y ningún aislamiento. Estoy directa e íntimamente en Tu presencia”. Si
usted actúa así, subirá al monte de la transfiguración. Será transfigurado y
resplandecerá.

Entre nosotros son muchos los que pueden dar testimonio de sus padres. Cuando
salían de su cuarto después de pasar tiempo en la presencia del Señor, sus
rostros resplandecían, dándonos testimonio de que ellos habían estado con el
Señor. Este resplandor subyuga toda criatura rebelde. Somete al marido, a la
esposa, a los hijos y a toda clase de circunstancias. Este resplandor es el reino; es
el señorío. El señorío proviene del resplandor. Jesús apareció en Su reino cuando
se transfiguró. El resplandeció como el sol. El tenía la imagen y tenía el señorío.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NUEVE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(6)
LA MAXIMA CONSUMACION
Continuamos con el tema de la máxima consumación. Como vimos en el mensaje
anterior, el primer punto de esta consumación era Dios expresado y representado.
Este era el punto culminante. Basándonos en ese punto, consideraremos varios
puntos adicionales.

2) Dios bendijo al hombre


para que fructificara
Dios bendijo al hombre para que éste fructificara, se multiplicara, llenara la tierra y
la conquistara (Gn. 1:28). Esto no es algo insignificante. Antes de tener a un
hombre que lo expresara y lo representara, Dios no tenía ninguna posibilidad de
derramar Su plena bendición. Dios es rico y es rico en bendición, pero antes de la
creación del hombre no existía ningún ser que recibiera Su plena bendición. Dios
no tenía ninguna posibilidad ni oportunidad de bendecir plenamente a Sus
criaturas. Génesis 1 relata que Dios sólo empezó a bendecir cuando los seres
vivos llegaron a existir (Gn. 1:22). No obstante, la vida humana está en el nivel en
el que puede recibir plenamente la bendición de Dios. Después de crear al
hombre, Dios pudo ver en la tierra un ser vivo que llevaba Su imagen y tenía Su
señorío. Inmediatamente Dios le concedió al hombre Su plena bendición.

Bendición es una buena palabra. Muchos hablan de la bendición de Dios. A


menudo hemos orado: “Oh Señor, bendícenos”. Pero si deseamos recibir la
bendición de Dios, debemos satisfacer los requisitos. Una vez más, los requisitos
son: llevar la imagen de Dios y tener Su señorío. Si en la casa de usted se
expresa la imagen de Dios y Su señorío, puede estar seguro de que allí también
estará la bendición de Dios. La bendición de Dios siempre viene con Su imagen y
Su señorío. En otras palabras, la bendición de Dios siempre va adonde se
encuentren Su expresión y Su representación.

La bendición de Dios está siempre con el sacerdocio y con el reinado. Vemos esto
en el caso de Melquisedec. El era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, y
bendijo a Abraham (Gn. 14:17-19). La bendición siempre va acompañada del
sacerdocio y del reinado. Si la iglesia busca la bendición de Dios, debe tener el
sacerdocio y el reinado. ¿Qué significan el sacerdocio y el reinado? Significan
simplemente la imagen de Dios y Su señorío. El sacerdocio expresa la imagen de
Dios, y el reinado manifiesta Su señorío. Mientras ejerzamos el sacerdocio para
tener contacto con Dios, contemplar a Dios y reflejar la imagen de Su gloria,
tendremos el reinado. La bendición de Dios vendrá inmediatamente.

Dios bendijo al hombre para que éste fuese fructífero, se multiplicara y llenara la
tierra. La bendición es la fructificación, el aumento, la multiplicación y el llenar de
la tierra. Supongamos que Adán, el hombre corporativo, hubiese sido hecho a la
imagen de un escorpión o de una serpiente, y que Dios hubiese bendecido al
escorpión y a la serpiente para que se multiplicaran y llenasen la tierra. La tierra se
habría llenado de escorpiones y de serpientes. ¡Qué horrible sería la tierra! En tal
caso, yo preferiría no haber nacido. Supongamos que usted tiene doscientos
escorpiones en su cuarto y doscientas serpientes en su salón. Aquello no sería
una bendición, sino una maldición. Pero Dios creó al hombre a Su imagen, y le dio
autoridad a fin de que ejerciera el señorío para el Todopoderoso en la tierra. Dicho
hombre estaba listo para recibir la bendición de Dios. La bendición de Dios
consistía en capacitar a ese hombre para que fuese fructífero. Uno se multiplicaría
en diez, diez en ciento, ciento en mil, mil en cien mil, cien mil en un millón, un
millón en un billón, hasta que toda la tierra se llenase de rostros hermosos que
expresaran y representaran a Dios.

Aunque los seres humanos están caídos, les queda algo maravilloso. Lo
maravilloso que tienen es la imagen de Dios. Hay personas que quieren a los
perros, pero el amor por un perro es muy diferente del amor por un ser humano.
Por muy bueno que sea un perro, no es tan digno de amor como un ser humano.
Se puede amar a todos los seres humanos porque cada ser humano lleva la
imagen de Dios. Por muy caídos que estén los seres humanos, todos ellos llevan
la imagen de Dios.

En la vida de iglesia actual, somos el verdadero hombre que lleva la imagen de


Dios y que ejerce el señorío de Dios. En la vida de iglesia estamos listos para que
Dios intervenga y nos conceda Su bendición. La medida de bendición que Dios da
depende de cuánto lo expresemos y lo representemos. Si lo expresamos y lo
representamos de una manera apropiada, ciertamente recibiremos Su plena
bendición, la cual se relaciona con la multiplicación y con llevar fruto.

Ahora quisiera compartir acerca de la predicación del evangelio. En el campo


cristiano, incluso en la predicación del evangelio, todo se ha deteriorado por la
práctica deficiente de los siglos pasados. La verdadera predicación del evangelio
no es solamente una obra exterior. La verdadera predicación del evangelio
consiste en llevar fruto como resultado de la vida interior. En Mateo, Marcos y
Lucas el Señor Jesús nos exhortó a ir a predicar el evangelio y a hacer discípulos
a las naciones, pero en Juan dijo que debemos llevar fruto. La predicación es una
cosa, pero llevar fruto es otra. La verdadera predicación del evangelio no consiste
en convencer a la gente con doctrinas, ni en someter sus ideas y cambiar sus
conceptos. La verdadera predicación del evangelio consiste en ministrar vida a los
demás. La fructificación es el reboso de las riquezas de la vida interior. Considere
la rama de un árbol lleno de savia vital. La rama rebosa de vida y este reboso
produce vida. El fruto es el resultado de la riqueza interior de la vida. Debemos
entender que la predicación del evangelio debe consistir en llevar fruto y que llevar
fruto proviene de la bendición de Dios. Aunque debemos orar por la predicación
del evangelio, no se trata simplemente de esforzarnos. Debemos recibir la
bendición de Dios. Si una iglesia desea aumentar, ciertamente debe predicar el
evangelio. No obstante, si la predicación del evangelio no se encuentra bajo la
bendición de Dios, no obtendremos nada, por muchos esfuerzos que hagamos. El
fruto ganado no tendrá cara de hombre, sino de escorpiones. Usted puede traer
mucha gente, pero cuando Dios mire a esas personas, le dirá: “Este es un
escorpión, ése es una serpiente, y aquél es una rana. Efectivamente trajiste
muchas personas, pero pocos tienen el rostro adecuado que me exprese a Mí”.
¿Qué clase de personas va a traer usted? ¿Personas con rostro de escorpión o
personas con hermosos rostros que expresen a Dios mismo? El fruto que usted
lleva es una expresión de lo que usted es. Si usted es un manzano, nunca podrá
producir naranjas. Si es un melocotonero, nunca podrá producir plátanos. Para
producir plátanos, debe ser un platanero. Si usted es un árbol de conocimiento, no
espere llevar el fruto de la vida. El árbol de vida es el único que puede producir
vida. Todos debemos esforzarnos por predicar el evangelio, pero consideremos lo
que somos. Si somos hechos a la imagen de Dios y si tenemos el señorío de Dios,
ciertamente conduciremos a otros a la imagen de Dios y al señorío de Dios. Todas
las iglesias locales necesitan aumentar en número, pero jamás usen artimañas, ya
que pueden producir “moabitas” en lugar de fruto apropiado.
Dios le prometió a Abraham una simiente. Dios estaba probando a Abraham hasta
que a éste se le agotara la energía natural. Entonces El le dio descendencia.
Mientras Abraham estaba siendo probado por Dios, a su esposa se le ocurrió un
buen plan (Gn. 16:1-2). Y dicha propuesta dio resultado. Sin embargo, no produjo
a Isaac, lo que Dios deseaba, sino a Ismael, a quien Dios rechazó. Estos dos
nombres, Isaac e Ismael, empiezan con “Is”. Se parecen mucho. Todas las
iglesias necesitan incrementarse, pero no imiten a Sara. No produzcan ismaelitas.

También tenemos el caso de las dos hijas de Lot (Gn. 19:30-38). ¿Recuerda usted
cómo hablaron de llevar fruto? Dijeron: “Es posible que nuestro padre no tenga
ningún descendiente. Hagamos algo para ayudarle a producir un heredero”.
Hicieron algo, y funcionó. Produjeron a los moabitas y a los amonitas. Muchos
cristianos actuales producen ismaelitas, moabitas o amonitas. Más nos vale no
tener ningún descendiente de ésos.

Debemos ser hombres que lleven la imagen de Dios y que ejerzan Su autoridad.
Entonces estaremos bajo la bendición de Dios, y así seremos fructíferos y nos
multiplicaremos. Los rostros humanos con la imagen de Dios llenarán la tierra.
Este es uno de los puntos de la máxima consumación. No se imagine que la
predicación del evangelio es algo pobre. Debe ser algo elevado. La predicación
del evangelio debe ser el punto culminante, y no debe producir ni ismaelitas ni
moabitas ni amonitas, sino Isaacs.

Nosotros los cristianos siempre tenemos un sueño vano. Citamos el relato de


Hechos donde dice que 3000 fueron salvos el día de Pentecostés y que 5000
fueron salvos en otra ocasión. Aunque este dato aparece allí, la multiplicación de
los seres humanos no puede producirse con demasiada rapidez. Pueden
necesitarse veinte años para producir una generación. Uno no puede obtener una
generación en cinco años. A los cinco años, una persona todavía es un niño.
Incluso a los quince años de edad es un adolescente. Generalmente se necesitan
veinte años para producir una generación de seres humanos. Resulta fácil hacer
flores artificiales. En una sola noche podemos llenar este cuarto de reunión con
flores, pero todas serán artificiales. Sin embargo, para cultivar un huerto se
necesita tiempo. Si usted mira un huerto por la mañana, presentará prácticamente
el mismo aspecto que el día anterior. Pasará lo mismo el día siguiente, y cada día
se parecerá al día anterior. Se pueden necesitar varios años para cultivar árboles
que lleven fruto. Pero, ¡aleluya!, una vez que crecen, se multiplican. Esta es la vida
de la iglesia. Todas las iglesias necesitan incrementarse, pero no queremos el
aumento como el de los hongos, que se produce de un día para otro. Necesitamos
el incremento que proviene de la imagen y del señorío de Dios bajo Su bendición.
Esto requiere tiempo.

3) El hombre y los demás seres vivos


quedaron satisfechos
Decir que el hombre estaba satisfecho no es algo insignificante (Gn. 1:29).
Supongamos que Adán hubiese sido creado sin que tuviera nada de comer.
Supongamos que Dios hubiese dicho a Adán: “Te creé, pero no he preparado tu
comida. Haz el favor de esperar un día o dos”. Ese no fue el caso. Todo fue
preparado antes de que Adán llegase a la existencia. Dios había hecho árboles
que eran buenos para comer. Cuando Adán salió de la mano creadora de Dios, ya
tenía comida a su disposición. El quedó satisfecho. Adán no sólo estaba
satisfecho, sino que todos los seres vivos también lo estaban (Gn. 1:30). Más
adelante veremos que el verdadero descanso proviene de la satisfacción.
¿Podemos descansar si tenemos hambre? Mientras tengamos hambre, nunca
podremos descansar. El descanso depende de la satisfacción. ¡Aleluya! El hombre
comió y estaba satisfecho.

4) Todo era muy bueno


Génesis 1:31 dice que Dios miró todo lo que El había hecho y vio que era bueno
en gran manera. Antes del sexto día, Dios no dijo: “Bueno en gran manera”;
solamente dijo: “Bueno”. ¿Por qué dijo Dios “bueno en gran manera” en el sexto
día? Porque Adán fue creado a la imagen de Dios y había recibido el señorío de
Dios. Nadie murmuraba y nadie tenía hambre. Dios podía decir: “¡Bueno en gran
manera!” Esa fue la cumbre. Después de que Dios dijera eso, vino el séptimo día,
el día de descanso.

5) Dios descansó, Dios estaba satisfecho


Dios descansó porque estaba satisfecho (Gn. 2:1-3). Este fue el último aspecto de
la máxima consumación; Dios descansó y quedó satisfecho.

a) El motivo del descanso


Dios descansó porque Su gloria se manifestó debido a que el hombre llevaba Su
imagen y a que Su autoridad estaba a punto de ser ejercida. Satanás, el enemigo
de Dios, iba a ser aniquilado por Dios. Mientras el hombre exprese la imagen de
Dios y venza al enemigo de Dios, Dios puede reposar. Lo importante no era el
hecho de que Dios hubiese terminado Su obra, sino que Su obra era un hombre
que llevaba la imagen de Dios y que subyugaba al enemigo de Dios. Por estos dos
hechos, Dios descansó.

b) La miniatura del descanso: el reposo de la creación


El descanso que hubo después de la creación fue un pequeño descanso, un
descanso en miniatura. En este reposo, el hombre tenía la imagen de Dios y podía
ejercer el señorío de Dios. Estos dos factores fueron la causa del descanso, pero
un descanso en una escala muy pequeña.

c) Los tipos del reposo


Todo lo mencionado en Génesis 1 y 2 es una semilla. En los mensajes anteriores
vimos que la luz, la imagen y el señorío son semillas. El descanso también es una
semilla, la cual necesita toda la Biblia para crecer y desarrollarse. La semilla del
descanso es sembrada en Génesis, y la cosecha de esta semilla se halla en
Apocalipsis. En Apocalipsis vemos la consumación del reposo.

La Biblia presenta algunos tipos del descanso. El sábado del Antiguo Testamento
tipifica el descanso (Ex. 20:8-11). El hombre era un testimonio, una expresión, de
Dios. El hombre también estaba sometido a la autoridad de Dios. La autoridad de
Dios se ejercía sobre el pueblo que guardaba el sábado. Por tanto, era una
especie de descanso.

El día del Señor en el Nuevo Testamento también constituye un tipo de descanso


(Ap. 1:10; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2). El día del Señor tipifica el descanso venidero. La
iglesia, constituida de los santos, libera la vida del Señor y expresa a Dios mismo.
Este es el descanso que tenemos ahora. Mientras Dios pueda ser expresado, hay
descanso. La iglesia, compuesta de los santos, ejerce la autoridad del Señor, la
cual vence a Su enemigo. Si liberamos la vida del Señor y ejercemos Su
autoridad, tenemos descanso desde ahora. Por el contrario, si discutimos y
luchamos, no tendremos ningún descanso porque no estaremos liberando la vida
del Señor. Si no ejercemos autoridad sobre el enemigo, no tendremos ningún
descanso.

d) El anticipo del descanso


El reposo que experimentamos ahora es un anticipo del descanso porque el
reposo pleno todavía no ha llegado.

(1) En los santos


En los santos la vida de Dios fluye, y Dios mismo es manifestado. En tanto que la
vida de Dios fluya y Dios mismo sea manifestado, habrá descanso. Este es un
anticipo del descanso venidero. Usted puede experimentar este reposo aun
cuando esté en su trabajo. Cuando usted permite que la vida de Dios fluya y
cuando deja que Dios sea expresado, tiene el sentido del descanso. No obstante,
si usted se ha apartado del fluir de la vida de Dios, no tendrá paz en su interior.
Usted no tendrá ningún descanso. Cuanto más discuta con su esposa, más
problemas gástricos tendrá. Incluso puede producirse una úlcera, lo cual indica
que no hay ni vida ni descanso. Por el contrario, si libera la vida de Dios cada vez
que su esposa le cause disgustos, tendrá un anticipo del descanso.

En los santos se ejerce la autoridad de Dios y el enemigo de Dios es vencido.


Cuando su esposa lo molesta, no ejerza su autoridad como cabeza. No le diga:
“¿No sabes que yo soy la cabeza?” Si dice eso, perderá su rostro humano y
expresará el rostro de una serpiente; se convertirá en un escorpión. Cuando su
esposa lo moleste, acuda al Señor como sacerdote. Deje que la vida fluya y se
libere. La autoridad y el señorío estarán allí, el enemigo será sometido, y tanto
usted como su esposa tendrán descanso. Todos hemos experimentado eso.
(2) En la iglesia como Cuerpo
En la iglesia como Cuerpo, Dios se expresa y Satanás es vencido (Ef. 1:23; 3:19b;
6:11-13). Donde y cuando quiera que Dios es expresado y Su enemigo es
vencido, viene el anticipo del descanso. Ocurre lo mismo en nuestra vida familiar,
en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida personal. Si usted compra algo que
no le ayuda a expresar a Dios ni a vencer a Satanás, perderá el anticipo del
descanso. Si usted expresa a Dios y vence a Su enemigo en todo lo que haga y
adondequiera que vaya, tendrá un agradable anticipo del reposo venidero.

No alegue ni murmure en la vida de iglesia. Una noche recibí una llamada


telefónica que me informaba acerca de cierta iglesia que se encontraba en una
condición lamentable. Había dos personas en la línea telefónica, uno confirmaba
lo que el otro decía acerca de la condición lamentable y enfermiza de la iglesia.
Dejaron de hablar y querían oír lo que yo iba a decir. Dije inmediatamente: “No
hablen así. Olvídense de esta conversación. Si ustedes dicen que la iglesia está
mal, ciertamente la iglesia estará mal porque ustedes son malos. Si ustedes
afirman que la iglesia es maravillosa, la iglesia ciertamente será maravillosa
porque ustedes son maravillosos. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es ustedes.
Cuando ustedes dicen que la iglesia es mala, se condenan a sí mismos”. Continué
hablando con los hermanos diciéndoles que debían estar conscientes de la astucia
del enemigo. Dijeron: “¿Qué haremos? ¿A quién iremos?” Contesté: “No acudan a
nadie. ¡No hablen! Sólo vayan a las reuniones de la iglesia y alaben al Señor”.
Preguntaron: “¿No debemos orar?” Dije: “Sí, deben orar, pero no oren de manera
negativa. Oren de manera positiva. La iglesia no tiene problemas. La iglesia es
gloriosa. La iglesia no necesita que ustedes oren así: ‘Oh Señor, tenemos un
problema’. Ustedes son el problema. Cuanto más oren acerca del problema, más
se convierten en el problema. No creen un problema y no sean un problema.
Vayan a las reuniones de la iglesia, alaben al Señor, y oren de manera positiva”.

Todos debemos percatarnos de los ardides del enemigo. De ahora en adelante no


hablen de la condición de la iglesia. Simplemente vayan a las reuniones de la
iglesia y alaben al Señor. La iglesia es la iglesia. Por tanto, tenemos descanso.
Cuando hablen de la condición de la iglesia, perderán su descanso. No tendrán el
anticipo del reposo. Si van a las reuniones de la iglesia y alaban al Señor, sin duda
recibirán el anticipo del descanso.

e) El cumplimiento del descanso:


el reposo del milenio
El cumplimiento del descanso es el reposo del milenio, es decir, el reino de mil
años. El libro de Hebreos nos revela que existe un reposo prometido para el
pueblo de Dios, y todos nosotros debemos esforzarnos por entrar en ese reposo
(He. 4:1, 3, 9, 11). Si no nos esforzamos por entrar en dicho reposo, lo
perderemos. La manera de entrar en ese descanso consiste en experimentar el
anticipo ahora. Si tenemos el anticipo, ciertamente entraremos en el pleno disfrute.
Si no tenemos el anticipo de ese descanso ahora, perderemos el pleno disfrute
que está por venir. Durante el descanso del milenio, los santos serán semejantes
a Cristo, y expresarán la gloria de Dios (1 Jn. 3:2; Col. 3:4; 1 Ts. 2:12). Los santos
reinarán con Cristo (Ap. 20:6).

f) La consumación del reposo


La consumación del reposo es el descanso en el cielo nuevo y la tierra nueva.
Todos los redimidos expresarán como un solo Cuerpo la gloria de Dios por la
eternidad (Ap. 21:11, 23). Del mismo modo, todos los redimidos reinarán como un
solo Cuerpo para Dios por la eternidad (Ap. 22:5b). Eso será la consumación del
descanso. En Génesis 2 el descanso era solamente tipología; la consumación se
tendrá en la Nueva Jerusalén. Todos quedarán satisfechos. Todos tendrán
descanso porque Dios mismo estará satisfecho y Dios mismo hallará descanso
allí. Hoy en día la vida de iglesia constituye una miniatura de la Nueva Jerusalén.
La vida de iglesia es un anticipo del pleno disfrute. El descanso final incluye
principalmente dos cosas: la expresión de la imagen de Dios y el ejercicio de la
autoridad de Dios.

g) El hombre también descansó con Dios


Si usted lee Génesis 1 detenidamente, verá que después de crear Dios al hombre,
no le pidió que hiciera nada. Dios habló simplemente de la comida del hombre
(Gn. 1:29).

(1) El séptimo día de Dios


fue el primer día del hombre
Según el calendario bíblico, un día no empieza por la mañana, sino por la tarde.
Creo que el hombre fue hecho por la tarde del sexto día. Cuando el hombre salió
de la mano creadora de Dios, entró inmediatamente en el séptimo día. Para Dios
el séptimo día fue el día de reposo (Gn. 2:2-3). El séptimo día de Dios fue el
primer día del hombre. Esto significa que Dios lo había preparado todo para el
disfrute del hombre. Después de ser creado el hombre, no se unió a la obra de
Dios, sino que entró en el reposo de Dios. ¡Aleluya! No se imagine que usted debe
hacer algo. Dios no necesita que usted haga algo. Dios posee muchísimas
riquezas y desea que usted se acerque y disfrute de ellas. ¡No labore! Si usted
intenta laborar, Dios dirá: “Hijo insensato, no tengo ninguna obra para ti, pero
tengo grandes riquezas que puedes disfrutar. Ven y únete a Mí en Mi reposo. Mi
día de sábado es tu primer día. He trabajado durante seis días. Ahora ven y únete
a Mí en el descanso como tu primer día. Unámonos y descansemos”. Eso fue lo
que el hombre hizo.

He dedicado mucho tiempo tratando de saber lo que hizo el hombre después de


ser creado. Me enteré de que no hizo nada más que comer y descansar. ¿No es
eso maravilloso? Después de ser salvos los creyentes, se imaginan que deben
hacer algo. Olvídense de las actividades. Vengan a comer a Jesús. Vengan y sean
saciados. Vengan a unirse a Dios en Su descanso. Dios dirá: “Hijito, olvídate de
tus acciones. Olvídate de tu labor. Yo lo he hecho todo. Para Mí, es tiempo de
descansar. Ven y únete a Mí en Mi descanso”.

En 1936 estaba yo en la obra en el norte de China, con una intensa carga por la
obra del Señor. La labor era dura y las pruebas y circunstancias difíciles. Yo
viajaba en bicicleta por los suburbios, la echaba al suelo, caía con todo mi peso y
gritaba: “¡Señor, ayúdame!” Estaba molesto y perturbado. Un día, antes de dar un
mensaje, recibí una palabra que me decía: “¿Sabes que el primer día del hombre
es el séptimo día de Dios? El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre.
¿Por qué laboras tanto, hijo necio? Desiste de ello. Abandona tu obra. Todo lo que
necesitas hacer es venir y unirte a Mí en Mi descanso”. Aquel domingo por la
mañana di un mensaje en el cual dije que el séptimo día de Dios fue el primer día
del hombre. Le dije al pueblo: “¡Aleluya! Hoy es mi primer día. Durante varios
meses he laborado mucho, pero ahora dejo mi obra. Ya no voy a laborar. Ahora
empiezo a descansar con Dios. Su séptimo día es mi primer día”. Tal vez usted
pregunte: “¿Qué diremos del día que viene después del séptimo?” Fue el primer
día de la semana, el día del Señor, un nuevo descanso y un nuevo sábado.
¡Alabado sea el Señor!

(2) El sábado fue hecho para el hombre


Los fariseos obligaban a todo hombre a dedicarse por entero al sábado. El Señor
los condenó y les dijo que estaban totalmente equivocados. Dijo que el sábado fue
hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mr. 2:27). ¡Aleluya! El
destino del hombre no es la labor sino el sábado.

(3) El hombre descansa porque Dios descansa


Cuando Dios está satisfecho, usted está satisfecho. Cuando usted está satisfecho,
eso demuestra que Dios está descansando. El está satisfecho.

(4) El hombre descansa


cuando la obra de Dios llega a Su meta en él
No labore. Ocúpese de una sola cosa: que Dios alcance Su meta. ¿Cuál es la
meta de Dios? La meta de Dios es expresar Su imagen y ejercer Su señorío.
Cuando usted expresa la imagen de Dios y ejerce Su señorío para vencer a Su
enemigo, El alcanza Su meta. Dios dirá: “Estoy satisfecho”. Entonces usted dirá:
“Dios, yo también estoy satisfecho”. De modo que usted descansa con Dios.

Todos los reposos mencionados anteriormente se deben al hecho de que Dios ha


logrado Su meta y a que el hombre disfruta del descanso con Dios. ¡Alabado sea
el Señor! Esto es maravilloso.

Me alegra mucho que el Señor nos haya permitido compartir estos nueve
mensajes sobre Génesis. En estos mensajes podemos ver que el relato divino se
centra exclusivamente en la vida. Génesis 1 y 2 es simplemente un bosquejo. Las
biografías de los ocho hombres (Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y
José) lo describen plenamente. Finalmente veremos que Jacob y José van unidos.
En realidad los dos son un solo hombre: Jacob llega a ser Israel, el príncipe de
Dios, y lleva la imagen de Dios; José llega a ser aquel que gobierna por encima de
todo, ejerciendo el señorío de Dios. Al final de Génesis, vemos un hombre doble:
un aspecto (Jacob) expresa la imagen de Dios, y el otro aspecto (José) ejerce el
señorío de Dios. Allí se expresa la imagen de Dios, se ejerce la autoridad de Dios,
y hay descanso. ¡Aleluya!

Toda la Biblia, con todas sus historias, biografías y enseñanzas, se centra en la


vida. Esta vida producirá la expresión de Dios y la representación de Dios. Dios
será manifestado y Su enemigo será vencido. ¡Aleluya! Entonces habrá un
descanso final en este universo. Damos las gracias a Dios por el Antiguo
Testamento y por el Nuevo. Sin el Nuevo Testamento, resultaría difícil entender
las alegorías, tipologías, figuras y sombras del Antiguo Testamento. Pero sin el
Antiguo Testamento, sólo tendríamos las palabras directas del Nuevo Testamento.
Nos faltarían los cuadros. Alabado sea el Señor porque tenemos ambos
testamentos. Tenemos los cuadros y también las palabras claras que nos permiten
conocer nuestra condición: tenemos la imagen de Dios y el señorío de Dios, y
estaremos en el descanso de Dios. Debemos recordar las cinco palabras cruciales
que hemos abarcado hasta ahora: imagen, señorío, bendición, satisfacción y
reposo. Cuando llevemos la imagen de Dios, que lo expresa a El, tendremos Su
señorío, el cual lo representa. Entonces Su plena bendición estará sobre nosotros,
y nosotros estaremos satisfechos. Finalmente Dios y nosotros descansaremos con
plena satisfacción bajo Su bendición con Su imagen y Su señorío.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIEZ
EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO
(1)
En los mensajes anteriores abarcamos el primer punto crucial del libro de Génesis:
el deseo y propósito de Dios. Esto fue revelado en Génesis 1:1—2:3. El deseo y
propósito de Dios consiste en tener un hombre corporativo que lo exprese a El en
Su imagen y lo represente con Su autoridad. Ahora debemos preguntarnos:
¿Cómo puede el hombre expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su
autoridad? Esto nos trae al segundo punto de ese libro.

B. El procedimiento que Dios usa


para cumplir Su propósito, 2:4-7
El capítulo 2 de Génesis revela la manera en que Dios cumple Su propósito. Esta
es la razón por la cual tenemos el segundo relato de la creación que aparece en
Génesis 2. Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, me confundían estos dos
relatos de la creación del hombre. Génesis 1 nos proporciona un relato de la
creación. ¿Por qué necesitamos otro relato en Génesis 2? El Señor me dio la
respuesta posteriormente en mi ministerio. Aunque el relato de la creación que
consta en Génesis 1 revela el propósito de Dios al crear el hombre, no nos
muestra la manera en que cumple este propósito. Por consiguiente, necesitamos
el segundo relato, el cual revela la manera, el procedimiento, que usa Dios para
cumplir Su propósito. Después de ver el propósito en el capítulo 1, debemos ver el
procedimiento en el capítulo 2. Este procedimiento es completamente revelado en
Génesis 2, empezando con el versículo 5 y continuando hasta el final del capítulo.
Si leemos este pasaje a la luz de toda la Biblia, veremos los tres pasos de este
procedimiento. Podemos abarcar un solo paso en este mensaje; veremos los dos
otros en los mensajes siguientes. No obstante, antes de considerar el primer paso,
queremos hacer notar que el medio por el cual Dios cumple Su propósito es la
vida.

1. Por la vida
Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien
expresar a otra persona si no tiene la vida de ésta? Un perro no puede expresar a
un gato porque no tiene la vida del gato. Un perro tiene la vida de un perro, y ésa
sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el mismo principio, un gato
nunca podrá expresar a un perro. Si pensamos de otro modo, estamos fuera de la
realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios? Sería imposible sin
la vida de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de
inyectar la vida del gato en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le
será fácil expresar espontáneamente al gato. El destino del hombre es expresar a
Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con nuestra vida
porque no es más que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es
demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de expresar a Dios,
necesitamos Su vida. Si tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El
espontánea e inconscientemente. Al tener Su vida, expresamos Su imagen. La
vida es el medio por el cual se cumple el propósito de Dios. Esta vida no es
nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios.

La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no
pueden tener autoridad, porque la autoridad está siempre relacionada con cierta
vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida posee, más autoridad tiene. Los seres
humanos tenemos autoridad sobre los animales porque tenemos más vida que
ellos. Incluso en las relaciones humanas, podemos verificar ese principio: cuanto
más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que usted,
tengo autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito
amenazarlo. El se pondrá espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no
me fue conferida por el presidente de los Estados Unidos. Me vino con los años. Si
usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su autoridad. Su edad le
confiere la autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad,
necesitamos Su vida.
Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida
casi idéntica a la de ella. Supongamos que usted está invitado a representar al
presidente de los Estados Unidos. Usted debe tener la misma cantidad de vida
que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma de su vida debe
corresponder a la vida del presidente.

Este es el principio fundamental y lógico que debemos acatar: nunca podremos


expresar a Dios o representarle por nuestra propia vida. Considere su vida. Su
vida no puede expresar a Dios; todo lo que puede expresar es a usted mismo.
Hasta cierto punto, una esposa no está calificada, por lo que a la vida respecta,
para representar a su marido, porque su vida no es tan elevada como la de su
esposo. Me pregunto si las hermanas estarán de acuerdo con eso. En todo caso,
cada uno de nosotros debe reconocer que nuestra vida natural no puede expresar
ni representar a Dios. No sólo nuestra vida caída es inadecuada para eso, sino
que aun la vida creada que tuvimos al principio también era inapropiada. Como lo
veremos en el próximo mensaje, ésta es la razón por la cual Dios, después de
crear al hombre, lo puso frente al árbol de vida, lo cual indica que el hombre debía
poseer una vida más elevada que la anterior.

Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos
creó a Su imagen. Entonces esas personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de
Dios, ¿por qué no podemos expresarle?” Podemos decir que el hombre creado a
la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que
usted toma una fotografía del hermano John y la muestra a los demás diciendo
que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues ése es el
hermano John. Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la
fotografía de él. Aunque la fotografía revela los rasgos, la apariencia y la persona
del hermano John, no contiene la vida de él. Puede mostrar algo del hermano
John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la fotografía
debe tener su vida; ésa es la única manera. El hombre fue creado a la imagen de
Dios, pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía Su vida.
Aunque el hombre fue hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba
que el hombre participara de la vida representada por el árbol de vida. El hombre
falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido traídos de nuevo a participar de
esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no tenemos ninguna
otra posibilidad de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su
autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos de la Biblia confirman
esto.

a. La vida conforma los creyentes


a la imagen de Dios y los introduce en la gloria
La Biblia afirma que es la vida la que conforma los creyentes a la imagen del Hijo
de Dios (Ro. 8:2, 6, 29). Podemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios
únicamente por la vida. Romanos 8:2 habla del “Espíritu de vida”, y el versículo 6
dice que la mente puesta en el espíritu es vida. Por medio de la vida del Espíritu
podemos ser conformados al Hijo de Dios. Está bastante claro. Del mismo modo,
es Cristo como vida quien nos introduce en la gloria de Dios para expresar a Dios.
Colosenses 3:4 nos revela que Cristo nuestra vida nos introducirá en la gloria de
Dios a fin de que expresemos a Dios. Esto confirma que sólo por la vida de Dios
podemos expresar a Dios.

b. La vida de resurrección confiere autoridad


La Biblia también muestra que fue la vida floreciente de resurrección la que
confirió autoridad a la vara de Aarón (Nm. 17:8). Las doce varas que
representaban a las doce tribus de Israel fueron colocadas en la presencia del
Señor durante una noche. Cada vara era un pedazo de madera seca y muerta.
Durante la noche, la vara de Aarón floreció, lo cual significa que la vida de
resurrección había autorizado a la vara para reinar sobre el pueblo. Por
consiguiente, la vida confiere autoridad. Si usted desea llevar el liderazgo en la
iglesia, necesita muchísima vida. Los ancianos son asignados no solamente por el
nombramiento exterior sino por la autorización interior en vida. Todos los ancianos
deben ser maduros en vida y estar calificados para gobernar por esta vida
reinante. Es el mismo caso con los diáconos, las diaconisas y los que se
responsabilizan de los grupos de servicio. Solamente la vida puede conferir
autoridad.

Apocalipsis 20:4 revela que la vida vencedora de resurrección introduce a los


creyentes en el reino con Cristo durante el milenio. La vida de resurrección nos
introduce en el reinado con Cristo porque procede del trono de Dios. El trono de
Dios representa la autoridad. Vemos un cuadro de eso en Apocalipsis 22:1, donde
el agua de vida sale del trono de Dios. Por tanto, la autoridad y la vida están
relacionadas. El río de vida está relacionado con el trono de Dios. Si tenemos este
trono como nuestra fuente, estaremos en el agua de vida. Si estamos en el agua
de vida, ésta nos llevará al trono de Dios, dándonos la autoridad que procede de
Su trono. La vida trae autoridad. Todos debemos ver que se requiere la vida de
Dios para representarlo a El.

2. El primer paso: crear al hombre


como vasija que contuviera a Dios como vida
El primer paso del procedimiento que Dios usó para cumplir Su propósito fue crear
al hombre como vasija para que lo contuviera a El como vida. Me agrada la
palabra vasija. ¿Se da cuenta de que usted, como ser humano, es una vasija?
Una vasija es semejante a una botella o a una taza. Hoy, mientras yo estaba con
el Señor, me regocijaba por ser una vasija. Pensé: “Hombre, eres exactamente
igual a una botella. Tu boca se parece a la boca de una botella. El propósito de la
botella es contener algo, no a sí misma. Eres una vasija diseñada para contener a
Dios”.

Esta no es idea mía. Esto fue presentado inicialmente en Génesis y recalcado por
Pablo en Romanos 9 donde escribió: “¿Quién eres tú, para que alterques con
Dios? ¿No te das cuenta de que eres barro? El alfarero tiene autoridad soberana
para moldear el barro y hacer las vasijas”. Romanos 9:21, 23 revela que Dios creó
al hombre como un vaso. Somos vasijas que pueden contener a Dios como vida.

Por consiguiente, después de que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de
vida. El árbol de vida era comestible. En Juan 6 el Señor Jesús dijo que El era
comestible, que El era el pan de vida (Jn. 6:35). De modo que todos podemos
comerlo a El. Además, contenemos todo lo que comemos porque entra en nuestro
ser. Nuestro ser es simplemente una vasija que contiene todo lo que comemos.
Todo lo que comemos no sólo está en nosotros, sino que es asimilado hasta ser el
elemento mismo que nos constituye. Incluso se convierte en nosotros mismos. Por
tanto, los dietistas dicen: “Usted es lo que come”. No sólo somos vasijas, sino que
somos vasijas que comen, vasijas que asimilan lo que comen. Dios desea que lo
comamos a El. Si le decimos a Dios que queremos comerlo, El se alegrará.
Somos las vasijas que lo comen y lo asimilan. Finalmente, Dios se convertirá en
nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos hechos vasijas para contener a Dios
como vida.

Romanos 9:21, 23 nos dice que somos vasijas para honra, vasijas de misericordia
preparadas para gloria. Esta es nuestra porción. No me menosprecien. Soy una
vasija para honra y no para deshonra. Un día estaré lleno de gloria y estaré en la
gloria expresando al Dios de gloria. Todos nosotros somos vasijas de misericordia
preparadas para gloria.

a. El trasfondo
En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para
cumplir Su propósito.

1) Dios no había hecho llover sobre la tierra


Aprecio mucho la Biblia. He permanecido con la Biblia durante 50 años
exactamente y ahora la quiero más que nunca. Al llegar a Génesis 2:4-7, quisiera
dirigir unas palabras a los jóvenes. Cuando yo era un cristiano joven, me
confundía Génesis 2, pues no me parecía muy bíblico. Creía que la Biblia debía
ser clásica, pero Génesis 2 no me parecía muy clásico. Por ejemplo, en Génesis
2:5 dice: “Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra”. Me preguntaba
por qué estaba eso incluido en la Biblia. No pensaba que eso fuera importante.
Luego el versículo 5 añade: “No había hombre para que labrase la tierra”. ¿Qué
significa eso? No me parecía nada bíblico. La primera parte del versículo 5 dice:
“Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo
antes que naciese”. ¿Qué significa eso? Pensaba que sonaba como las
expresiones de un niño de cuarto año de primaria. Además, el versículo 6 nos dice
que “subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra”. No me
parecían palabras bíblicas. Muchos dirán: “Romanos 8 es un buen pasaje. Parece
que así debe ser la Biblia. Pero no me gusta Génesis 2, porque no contiene nada
del espíritu ni de la mente ni de la vida. Sólo habla de hierbas, plantas y vapor. No
obstante, Génesis 2:5-6 forma parte de la Biblia, y sin estos versículos la Biblia
quedaría incompleta. La Biblia necesita estos dos versículos de Génesis 2 para
ser perfecta. Es bastante significativo ver lo que revela este pasaje.

No menosprecie ningún renglón de la Biblia, porque ella procede de la boca de


Dios. Toda palabra, toda frase, toda expresión y toda oración salieron de Su boca.
Leer una frase de la Biblia es algo serio. Lo puede comprobar al leer Génesis 2:5-
6 una y otra vez con un espíritu de oración. Si usted ora y lee estos versículos de
esta manera, será nutrido. No obstante, si hace lo mismo con las líneas de un
periódico de Los Angeles o de Santa Ana, estará muerto. Existe una gran
diferencia entre los escritos seculares y la santa Biblia. En ésta todas las palabras
son santas; vienen de Dios.

Dios no había hecho llover sobre la tierra. Esto significa que Dios no había
mandado que Su Espíritu se mezclase con el hombre, quien iba a ser hecho del
polvo de la tierra. En Joel 2:23, 28-29, vemos que la lluvia se presenta como
alegoría del Espíritu de Dios.

Algunos cristianos nos critican por usar demasiadas alegorías para interpretar la
Biblia. No obstante, debemos entender que es necesario alegorizar al interpretar la
Biblia porque gran parte de ella, y particularmente Génesis 1 y 2, está escrita en
lenguaje figurativo. Pablo mismo usó alegorías para referirse al Antiguo
Testamento. En 2 Corintios 4:6, él habla del Dios que mandó que de las tinieblas
resplandeciese la luz. Esto se refiere indudablemente a Génesis 1. El hecho de
que el Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz resplandezca
ahora en nosotros, significa que la obra de Dios en Génesis 1 constituye una
alegoría de lo que El está haciendo en nosotros hoy. En Gálatas 4, Pablo usó a
Sara, la esposa de Abraham, y Agar, la concubina de Abraham, como alegoría.
Pablo se refirió simbólicamente a estas dos mujeres como a dos pactos. Por
consiguiente, la mejor manera de entender al Antiguo Testamento es usar
alegorías.

En los cuatro evangelios, el Señor Jesús usó alegorías para casi todo. Lo hizo con
todos los tipos, sombras y figuras del Antiguo Testamento. Dijo que El era
Salomón, David, el sábado, la luz, el alimento, el aire, la puerta, el pastor y los
prados. El lo era todo. Por consiguiente, debemos emplear alegorías al referirnos
a la Biblia. Le animo a hacer eso.

Ahora vamos a usar la alegoría de Génesis 2:5-6 donde vemos que Dios no hizo
llover sobre la tierra. Esto significa que Dios todavía no había mandado Su lluvia
celestial, Su Espíritu, sobre la tierra. Cuando la lluvia baja a la tierra, empapa el
suelo y se mezcla con él a fin de producir la vida. Ahora podemos ver el punto: el
hecho de que no había lluvia antes de que el hombre fuese creado significa que el
Espíritu de los cielos todavía no se había mezclado con algo hecho de polvo para
producir la vida.
2) No había hombre que labrase la tierra
“No había hombre para que labrase la tierra” significa que no había ningún hombre
que trabajase en coordinación con Dios al unir la labor humana con la divina (cfr. 1
Co. 3:9). Muchos cristianos son demasiado espirituales. Cuando son
“superespirituales” se convierten en superficiales. Son espiritualmente
superficiales cuando dicen: “No debemos hacer nada. El Espíritu lo hace todo”.
Ese es un concepto equivocado. Si usted no hace nada, Dios no puede hacer
nada, pues El necesita que la labor humana coopere con la labor divina. ¿Para
qué sirve la lluvia si no hay ningún hombre que labre la tierra? Si usted como
hombre ha labrado la tierra, tiene derecho a orar: “Señor, aquí estoy. Manda la
lluvia”. Entonces Dios mandará la lluvia. Pero supongamos que no hay ningún
hombre sobre la tierra que pida la lluvia y que algunos ángeles digan: “Oh Dios
Jehová, ¿por qué no mandas la lluvia?” Dios contestará: “Si mando la lluvia, se
estropeará. Estoy esperando que haya un hombre que cultive la tierra. Cuando
haya hombre que labre la tierra, mandaré la lluvia”.

En estos días, la iglesia se preocupa por la predicación del evangelio. Pero


supongamos que no hay ningún cristiano en Anaheim que labore con Dios y que
algunos ángeles en el aire oren: “Oh Dios Todopoderoso, salva a la gente de
Anaheim. Envía Tu voz y todos se arrepentirán”. Dios contestaría: “Eso es una
insensatez. Si no hay nadie en Anaheim que labore conmigo, ¿cómo puedo salvar
a la gente?” ¿Se acuerdan de la historia de Cornelio? Aunque un ángel se le
presentó con un mensaje, el ángel no podía predicarle el evangelio (Hch. 10:1-8).
El ángel dijo a Cornelio: “Necesitas mandar a buscar a Pedro y pedirle que venga.
No puedo labrar la tierra porque soy un ángel. No estoy calificado para ello. Está
establecido que sean los seres humanos quienes prediquen el evangelio. Ellos
están calificados para hacerlo. Pídele a Pedro que venga”.

Mientras no había ningún hombre en la tierra para que labrase la tierra, Dios no
podía mandar la lluvia. No había ningún hombre que laborase con Dios
coordinando la labor humana con la divina. Debemos laborar en coordinación con
la labor divina de Dios. Debemos orar día y noche por nuestros parientes y
nuestros amigos. Debemos trabajar en ellos. Entonces llegará la lluvia. Si no
cooperamos con Dios labrando la tierra, nunca vendrá la lluvia. Dios no
desperdicia Su lluvia. Cuando llega, viene para producir la vida.

3) No había brotado de la tierra ninguna vida


“Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo
antes que naciese” significa que todavía no había ninguna vida, pues la vida no
había crecido de la tierra. No había nadie que labrase la tierra y no había caído
lluvia; por lo tanto, era imposible que hubiera vida.

4) Subía de la tierra un vapor


“Sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra” (v. 6).
Esto significa que sólo salía algo de la tierra para labrar la tierra; nada descendía
de los cielos para que la tierra produjera vida.

Estos cuatro puntos constituyen el trasfondo de la creación del hombre. Si


abordamos estos versículos de una manera alegórica, los consideraremos dignos
de estar en la Biblia. Aprecio mucho Génesis 2:5-6. Ahora podemos entender que
necesitamos la lluvia y que Dios nos necesita. Dios necesita nuestra colaboración.
Entonces la lluvia bajará de los cielos para mezclarse con el polvo de la tierra a fin
de producir la vida.

b. La manera: Génesis 2:7


Pasemos ahora a considerar la manera en que Dios creó al hombre. Dios creó al
hombre exactamente igual que una botella, con un cuello y una boca. ¡Alabamos
al Señor porque tenemos boca! ¿Cómo podría uno vivir sin ella? Dios nos hizo de
esta manera.

1) Formar el cuerpo del hombre


con el polvo de la tierra
Dios formó el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra para que el hombre
tuviese un cuerpo que fuera su expresión exterior y como un órgano con el cual
tener contacto con lo material. Dios hizo al hombre del polvo y no de oro. El oro no
puede producir vida. Si usted siembra una semilla en oro, la desperdiciará. Pero
en el polvo puede crecer vida. Si siembra semilla en la tierra, la semilla crecerá.
No somos hombres de oro, sino de polvo. Me alegro de ser un hombre de polvo.
Soy un vaso de barro. ¡Aleluya!

Nuestro cuerpo fue formado del polvo para que fuera nuestra expresión exterior.
Cuando tengo tiempo, me agrada mirarme en el espejo, y examino especialmente
mi cara. Cuanto más me miro, más estoy convencido de que Dios me hizo.
Ninguna otra persona en todo el universo podría haber moldeado esta criatura
maravillosa. El estilo de los automóviles estadounidenses puede ser mejorado y
cambiado cada año, pero nadie puede mejorar el diseño del ser humano. Nuestros
oídos fueron perfectamente diseñados para escuchar. ¡Cuán horrible sería nuestra
condición si los miembros de nuestro cuerpo fuesen puestos en otra parte! ¿Qué
pasaría si nuestra nariz estuviese sobre la frente y al revés? La lluvia y el polvo
entrarían en ella. Dios diseñó intencionalmente la nariz para que mirase hacia
abajo a fin de que sólo entrase el aire. Aunque mi nariz no es muy atractiva, sigo
apegado a ella. Dios la diseñó para mí.

Debemos considerar muchas cosas acerca del cuerpo humano. En Eclesiastés


12:3 Salomón menciona las muelas, diciendo que cuando un hombre envejece, las
muelas cesan porque habrán disminuido. Los dientes incisivos son los que cortan
los alimentos, y las muelas son las que los trituran. Cuando comemos un pedazo
de carne, nuestros dientes lo cortan, y la lengua lo empuja hacia las muelas donde
es triturado y llega a ser una substancia digerible. Eclesiastés enseña que las
muelas cesan porque una persona mayor generalmente tiene menos dientes.
¿Quién nos diseñó de esta manera? ¿Quién diseñó nuestros incisivos, nuestras
muelas y la saliva segregada, con los cuales trituramos los alimentos?
Indudablemente Dios lo hizo.

El hombre fue creado por Dios. Fue diseñado por el mejor artista. No preste
atención a la teoría de la evolución. Hasta la ciencia médica puede confirmar que
el cuerpo humano contiene todos los elementos que hay en el polvo, tales como la
sal, el azufre, el cobre y el hierro. Dios formó un cuerpo humano maravilloso a
partir de ese polvo. No tengo palabras para describir esto. Mírese a sí mismo. Mire
sus hombros, sus brazos y los cinco dedos de cada mano. Con los cuatro dedos y
el pulgar el hombre puede hacerlo todo. ¿Qué podríamos hacer si tuviéramos
cinco pulgares en cada mano? No podríamos usar los utensilios para comer. Si
examina su cuerpo humano, descubrirá que es una botella viviente.
Verdaderamente fuimos hechos por Dios.

2) Infundir el aliento de vida


en la nariz del hombre
Dios infundió el aliento de vida en la nariz del hombre para que éste tuviese un
espíritu, que es el recipiente, el órgano en el cual puede recibir a Dios a fin de
relacionarse con El y con lo espiritual (Jn. 4:24; Ro. 1:9). Dentro del radio hay un
receptor. Cuando ese receptor se daña, las ondas de radio no pueden llegar a su
destino. Del mismo modo, nuestro cuerpo es un recipiente exterior y dentro de
nosotros se encuentra un espíritu que Dios hizo como receptor para que éste
percibiera a Dios, como las ondas de la radio celestial. Por medio de este órgano
podemos tocar las cosas espirituales. Toco la pizarra usando mi mano. Percibo los
olores con mi nariz, y los colores con mis ojos. Escucho los sonidos con mis oídos.
Todas estas cosas materiales pueden ser percibidas por los sentidos de nuestro
cuerpo físico. El universo también contiene cosas espirituales. Dios está en este
universo, y El es Espíritu. No lo podemos percibir por medio de nuestros sentidos
físicos. Es insensato negar la existencia de Dios porque no podemos percibirlo
físicamente. Pretender que algo no existe porque no podemos sentirlo es una
necedad. Aunque existen muchas ondas en la atmósfera, no podemos percibirlas
sin un receptor. Del mismo modo, no podemos detectar la realidad de Dios sin el
receptor apropiado, nuestro espíritu humano. Si nuestro espíritu no funciona bien,
no podremos percibir a Dios. Debemos sintonizar nuestro espíritu. Debemos
ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios. Hay en nosotros un órgano que la
Biblia llama el espíritu del hombre.

a) El aliento de vida y el espíritu del hombre


La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es neshamah, y se
traduce “espíritu” en Proverbios 20:27. Esto significa que el aliento que se
menciona en Génesis 2:7 es el espíritu humano, y éste es la lámpara del Señor.
Antiguamente la gente usaba lámparas de aceite. La lámpara contenía aceite que
era quemado para producir luz. Dentro de nosotros tenemos una lámpara que
puede contener el Espíritu de Dios como el aceite. Aunque tenemos esta lámpara
en nosotros, aún así necesitamos que el aceite divino entre en ella, permitiendo
que la lámpara arda y brille. Proverbios 20:27 afirma que el espíritu del hombre
escudriña todas las partes internas de nuestro ser. Cuando Dios, el aceite, entra
para encender nuestra lámpara, somos iluminados y examinados. La Biblia nos
enseña claramente que el aliento de Dios se ha convertido en nuestro espíritu
humano y que nuestro espíritu es la lámpara de Dios, la cual le contiene como el
aceite y nos da luz.

b) El espíritu del hombre fue formado


especialmente por Dios
El espíritu del hombre fue formado especialmente por Dios (Zac. 12:1; Job 32:8).
Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu
del hombre dentro de él. En este universo existen tres cosas igualmente
importantes: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos fueron creados
para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre tiene un espíritu creado para
Dios. Dios creó los cielos para la tierra. Sin los cielos, nada podría crecer en la
tierra. La tierra sirve para el hombre, y el hombre tiene un espíritu dentro de sí que
puede contener a Dios. Por consiguiente, el hombre es el centro del universo, y el
centro del hombre es su espíritu. Esto es muy importante. A los ojos de Dios, si el
hombre no tuviese espíritu, sería una cáscara vacía. Sin el hombre en esta tierra,
ésta se hallaría vacía y los cielos serían inútiles. Alabamos al Señor porque los
cielos sirven a la tierra, la tierra sirve al hombre, y el hombre tiene un espíritu con
el cual puede recibir a Dios. Alabado sea el Señor porque “¡hay un espíritu en el
hombre!”

c) El espíritu del hombre es el lugar


donde el Espíritu de Dios obra y donde el Señor mora
El espíritu del hombre es el lugar donde obra el Espíritu de Dios. Romanos 8:16
afirma que el Espíritu de Dios da testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por
consiguiente, el Espíritu Santo obra con el espíritu humano. En 2 Timoteo 4:22
dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor Jesús está ahora con nuestro
espíritu. El mora allí.

3) Hacer al hombre como un alma viviente


Dios hizo al hombre como un alma viviente para que tuviese un alma, la cual sería
la persona, la personalidad y el órgano con el cual habría de relacionarse con la
esfera sicológica. Entre nuestro cuerpo exterior y nuestro espíritu interior está
nuestra alma, nuestra persona. Con el alma tenemos contacto con las cosas
sicológicas. Anteriormente mencioné algunas cosas físicas y algunas cosas
espirituales; ahora quisiera hablar de lo sicológico. Tomemos como ejemplo la
alegría. La alegría no es ni material ni espiritual; es sicológica. Si acude a mí y ve
que no estoy contento con usted, ¿cómo sabrá que no estoy contento? Lo sabrá
por medio de su alma, su parte sicológica. Queda muy claro que Dios nos ha
hecho de tres partes: un espíritu, un alma y un cuerpo.

4) Hacer al hombre como un ser tripartito:


espíritu, alma y cuerpo
Dios hizo al hombre como un ser tripartito. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice
claramente que tenemos espíritu, alma y cuerpo. Hebreos 4:12 dice que nuestro
espíritu puede ser separado de nuestra alma. ¿Por qué nos creó Dios de esta
manera? Simplemente para que seamos una persona maravillosa. Somos
maravillosos porque somos tripartitos. Los seres humanos no son sencillos. No se
consideren como algo sencillo. En el alma tenemos la mente, la parte emotiva y la
voluntad. En el cuerpo, tenemos muchos miembros. En la medicina se necesitan
varios años para estudiar el cuerpo humano y aún así uno no llega a conocerlo
muy bien. En nuestro espíritu tenemos la conciencia, la intuición y la comunión.
Dios nos creó de una manera tan maravillosa porque quería que fuésemos Su
recipiente. No fuimos hechos con ningún otro propósito. Nuestro cuerpo existe
para que seamos un vaso viviente que contenga a Dios. Si hemos de ser esa
vasija, no sólo necesitamos el espíritu interiormente, sino el cuerpo exteriormente,
el cual nos capacita para vivir en la tierra, ejercitando nuestro espíritu a fin de tocar
a Dios, de ingerirlo, contenerlo e incluso asimilarlo. ¡Alabado sea el Señor porque
fuimos hechos de manera maravillosa y tripartita!

Por causa de los jóvenes, quisiera usar un ejemplo. Supongamos que usted es
pobre. Se esfuerza por ganar dinero, principalmente para satisfacer sus
necesidades físicas. Con el tiempo consigue una buena casa, buena comida,
excelente ropa y el mejor medio de transporte. Una vez satisfechas sus
necesidades básicas, empieza a desear música, deportes y esparcimiento. Esto
satisface las necesidades sicológicas de su alma. Aunque usted pueda darse toda
la recreación que desee, al estar solo en su casa por la noche, siente en lo más
recóndito que está vacío. Todavía necesita algo. Entonces piensa: “Lo tengo todo.
¿Qué más quiero? Tengo un buen automóvil, una buena casa, buena esposa y
buenos hijos, y todo el esparcimiento que quiero”. No obstante, en lo profundo de
su ser, algo dice: “Todavía tienes una necesidad”. En lo profundo de su ser, algo
está reclamando, solicitando e incluso suplicando. ¿Qué es eso? Es su espíritu.
Esta parte de su ser, su espíritu, necesita a Dios.

Tenemos tres clases de necesidades, a saber, físicas, sicológicas y espirituales,


porque nuestro ser consta de tres partes. En la sociedad humana la gente se
preocupa por las dos primeras necesidades y descuida la tercera. Esta es la razón
por la cual la iglesia está aquí, pues sólo la iglesia puede ayudar a la gente a
satisfacer la tercera necesidad. Aunque quizás tengamos el mejor disfrute material
y la mejor satisfacción sicológica, de todos modos algo falta. Usted necesita
deleite espiritual, necesita a Dios. Usted necesita ser satisfecho en lo profundo de
su ser. Por tener una satisfacción interior, no me preocupan mucho el automóvil ni
la casa. Mi espíritu está satisfecho con Dios, pues fue hecho para contenerlo a El.

Dios, a fin de cumplir Su propósito, primero hizo al hombre como vaso que lo
contuviera a El como vida. El hombre fue hecho de una manera muy específica,
no solamente con un cuerpo para subsistir físicamente y con un alma para
expresarse, sino también con un espíritu como órgano con el cual relacionarse con
Dios y como recipiente en el cual recibir y retener a Dios. El alma del hombre es
su persona y toda su personalidad. Es una persona completa. No obstante, la
intención de Dios al crear el hombre no era que el hombre se expresase consigo
mismo. La intención de Dios era que el hombre, como ser creado completo, lo
tomara a El como vida y lo expresara en todos los aspectos de su personalidad.
Por consiguiente, además del alma, el hombre necesita un órgano específico con
el cual tocar a Dios: el espíritu humano.

Como subrayamos anteriormente, todo lo descrito en Génesis es una semilla que


se desarrollará en los demás libros de la Biblia. Lo mismo sucede con los asuntos
que hemos considerado en este mensaje: el hombre como vasija que puede
contener a Dios, el espíritu humano como órgano que toca a Dios, etc. Todos
estos puntos son sembrados como semillas en Génesis y se desarrollarán
completamente en el Nuevo Testamento como cosecha. Necesitamos muchos
versículos del Nuevo Testamento para dar una definición completa de estos
asuntos, pero de momento detengámonos aquí.

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