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Estudio Genesis
Estudio Genesis
MENSAJE UNO
GENESIS: ESQUEMA GENERAL
Y PENSAMIENTO CENTRAL
¡Alabado sea el Señor por la Biblia! ¡Alabado sea el Señor por la vida, la vida
divina, la vida eterna, que contiene este libro! ¡Y alabado sea el Señor por
habernos brindado la oportunidad de tener un estudio-vida de Su Palabra divina
con una congregación tan grande! Si Dios quiere, a partir de hoy, 6 de abril del
1974, continuaremos este estudio-vida que nos llevará por toda la Biblia, libro tras
libro, cada fin de semana. Que el Señor nos conceda Su bendita presencia y Su
rica unción en todo nuestro estudio.
UN LIBRO MARAVILLOSO
La Biblia es un libro maravilloso. ¡Es el “libro” por excelencia! Fueron necesarios
1600 años para terminarlo, empezando con Moisés, el profeta más grande que
Dios tuvo, y terminando con el apóstol Juan. La Biblia fue confirmada 300 años
más tarde (397 d. de C.) en el concilio de Cartago en el norte de Africa. Poco
después, la Iglesia Católica impidió que el pueblo tuviese acceso a la Biblia. La
Biblia quedó sellada por casi mil años, desde el siglo sexto hasta el siglo quince.
La historia le dio a ese período el nombre de la Edad Media o el Oscurantismo. La
sociedad humana cayó en tinieblas porque no tuvo acceso a la Biblia, la cual
contiene toda la luz divina.
Más adelante Dios usó a Martín Lutero para divulgar la Biblia durante la Reforma.
Por esos mismos días se inventó la imprenta, que permitió la impresión de la
Biblia. Aunque se publicó bastante, la Biblia no quedó muy abierta. Sin embargo,
le damos las gracias al Señor por haber abierto Su Palabra repetidas veces
mediante muchos maestros destacados en estos últimos cinco siglos.
Permanecemos en la senda trazada por ellos y les estamos agradecidos. No
obstante, le damos muchísimas gracias al Señor por habernos abierto la Biblia de
una manera tan clara, proporcionándonos así un rico estudio-vida de la Palabra
viva.
EL ALIENTO DE DIOS
¿Qué es la Biblia? Sabemos que la palabra “Biblia” significa “el libro”. Pero ¿qué
es este libro? La Biblia misma dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de
Dios” (2 Ti. 3:16). La Biblia es el aliento de Dios. No es simplemente la palabra o el
pensamiento de Dios, sino Su mismo aliento. Todo lo que exhalamos es nuestro
aliento, y este aliento procede de nuestro ser. Por lo tanto, la Biblia, como aliento
de Dios, es algo exhalado desde el ser de Dios. La Biblia contiene el elemento
mismo de Dios. Todo lo que Dios es se encuentra en este libro divino. Dios es luz,
vida, amor, poder, sabiduría y mucho más. Todo eso constituye el ser de Dios y
fue exhalado y plasmado en la Biblia. Cada vez que abrimos este libro con un
corazón abierto y con un espíritu abierto, podemos tocar inmediatamente algo
divino: no sólo pensamientos, conceptos, conocimiento, palabras o frases, sino
algo más profundo: tocamos a Dios mismo.
EL ESPIRITU Y LA VIDA
El Señor Jesús dijo que las palabras que El pronuncia son espíritu y son vida (Jn.
6:63). ¿Podemos imaginar que la Biblia como Palabra de Dios es el Espíritu? No
son simplemente palabras escritas en papel, sino algo más elevado, más
profundo, más completo y más rico; son Espíritu y son vida. Y la Biblia nos dice
que el Espíritu es Dios mismo (Jn. 4:24) y que la vida es Cristo (Jn. 14:6). No
estoy diciendo que la Biblia sea Dios mismo, sino que el Señor Jesús declara que
lo dicho en la Biblia es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo, el Señor, quien es
vida para nosotros. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto
con Dios mismo y recibimos vida, si estamos en la posición correcta y si estamos
abiertos en nuestro corazón y espíritu.
Después de ser creado el hombre, fue puesto delante de dos árboles en el huerto
de Edén: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. Si el hombre hubiese
comido del árbol de la vida, habría recibido la vida divina, la vida de Dios,
representada por el árbol de la vida. No obstante, el hombre fue tentado y tomó
del árbol del conocimiento, el cual representa una fuente que no era Dios, sino
Satanás. Esto dio por resultado la muerte. Vemos el mismo principio al allegarnos
a la Biblia. Podemos tomar la Biblia como un libro de vida y tener contacto con ella
usando nuestro espíritu y orando al Señor para recibirlo como vida mediante Su
palabra, o podemos hacer de la Biblia un libro de conocimiento al acercarnos a
ella únicamente con nuestra mente, buscando conocimiento en la letra. Esto nos
trae muerte, mas nada de vida. En 2 Corintios 3:6 se nos advierte que “la letra (es
decir, las Escrituras impresas) mata, mas el Espíritu vivifica”. No debemos hacer
de la Biblia solamente un libro de letra que nos mata. Debemos tomar la Biblia
teniendo contacto con el Señor Espíritu para que sea Espíritu y vida para nosotros.
EL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia se compone de dos Testamentos: el Antiguo y el Nuevo. El Antiguo
Testamento es principalmente una predicción de Cristo, pues anuncia con
palabras sencillas, sombras, tipologías y muchas figuras al Cristo que vendría.
En Lucas 24 el Señor Jesús nos dice en dos ocasiones que el Antiguo Testamento
fue escrito en torno a El (vs. 27, 44). Podemos dividir el Antiguo Testamento en
tres secciones principales: Moisés (que significa la ley), los profetas y los salmos.
El Señor afirmó que cada sección del Antiguo Testamento contiene algo acerca de
El. En Juan 5:39, el Señor también dice que las Escrituras, el Antiguo Testamento,
dan testimonio de El. En Hebreos 10:7, dijo: “En el rollo del libro (es decir, el
Antiguo Testamento), está escrito de Mí”. Por consiguiente, el Antiguo Testamento
es principalmente un relato que profetiza acerca de Cristo como el todo para el
pueblo de Dios.
GENESIS
Ahora podemos iniciar nuestro estudio-vida de Génesis. El título original de ese
libro era: “En el principio”. La Septuaginta, o sea, la traducción del Antiguo
Testamento al griego, adoptó el título de Génesis, una palabra latina que significa
dar nacimiento, origen. Génesis produce el nacimiento de todo, da origen a todo.
Génesis es el libro que contiene todas las semillas de las verdades divinas. Todas
las verdades divinas de toda la Biblia fueron sembradas en ese libro.
I. EL ESQUEMA GENERAL
Cada libro de la Biblia presenta un esquema general. El esquema general de
Génesis es el siguiente:
¿Qué creó Dios? Dios creó los cielos y la tierra. Pero eso no es todo. Finalmente
Dios creó al hombre porque los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el
hombre, y el hombre para Dios. Una vez que Dios terminó la creación, el insidioso,
la serpiente, se infiltró para corromper. Corrompió verdaderamente la creación por
medio de la rebelión, de principio a fin. El capítulo once presenta toda la rebelión
del linaje caído. No había esperanza. Sin embargo, había esperanza porque
Jehová vino y llamó a Abraham para empezar algo nuevo. ¡Aleluya! Dios creó, y la
serpiente corrompió; pero Jehová llamó.
¿En qué sección está usted? Puedo testificar que hace cincuenta años yo me
encontraba en la segunda sección, pero hoy estoy en la tercera sección. Hace
cincuenta años estaba corrompido por la serpiente, pero ahora he sido llamado
por Jehová.
Al parecer los primeros dos capítulos son el relato de la obra creadora de Dios.
Más adelante, en los 48 capítulos siguientes, encontramos las biografías de ocho
personas destacadas: Adán, Abel, Enoc y Noé, que forman un grupo de cuatro, y
Abraham, Isaac, Jacob y José, que forman otro grupo de cuatro. Cada grupo
pertenece a un linaje diferente. Los primeros cuatro pertenecen al linaje adámico,
y los últimos cuatro al linaje de Abraham. En el libro de Génesis encontramos dos
padres: Adán, el padre del linaje creado, y Abraham, el padre del linaje llamado.
¿Pertenece usted al linaje creado o al linaje llamado? Todos los llamados son
hijos de Abraham. Gálatas 3 nos dice que todo aquel que cree en Jesucristo es
hijo de Abraham (vs. 7, 29). ¡Aleluya! Originalmente fuimos creados, pero ahora
somos llamados. En 1 Corintios 1:24 se declara que para los llamados, Cristo es
poder de Dios y sabiduría de Dios. Ya no somos el linaje que Dios creó, sino el
que llamó, y lo seremos para siempre; somos llamados a participar de Cristo y a
disfrutar de El.
Génesis es un libro cuyo centro es Cristo, y Cristo es la vida para los que El
restauró desde la caída. ¿Por qué este libro nos presenta el relato de la creación
en los primeros dos capítulos? ¿Por qué nos proporciona las biografías de ocho
personas en los cuarenta y ocho capítulos siguientes? Necesitamos una
comprensión profunda. Los primeros dos capítulos son el relato de la creación,
pero este entendimiento es superficial. El pensamiento implícito allí está centrado
en la vida. Esos dos capítulos constituyen un relato de vida. Son demasiado
sencillos y breves para ser un relato apropiado de la creación. Dios no tenía la
intención de que Génesis 1 y 2 fuese un relato de la creación, sino una revelación
de la vida.
Considere estos capítulos. Primero, afirman que Dios creó el universo, y que éste
fue arruinado y quedó vacío, desierto y lleno de tinieblas. Luego, el Espíritu de
Dios vino a cernirse a fin de producir vida. Después del Espíritu de vida, llegó la
luz para producir también la vida. Después fue hecho el firmamento para dividir las
aguas de muerte. Luego la tierra surgió de las aguas de muerte. La tierra apareció
con el propósito de generar vida, e inmediatamente brotó toda clase de vida
vegetal. Luego surgió la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, y la vida
animal sobre la tierra, y finalmente surgió la vida humana. Después de la vida
humana viene la vida divina, representada por el árbol de la vida. Por
consiguiente, podemos ver que estos dos capítulos, en realidad, no son el relato
de la creación, sino de la vida.
Llegamos a Abel, y luego a Enoc. Lo único que dice Génesis acerca de Enoc es
que caminó con Dios, y que finalmente fue arrebatado a la presencia de Dios. Esto
es maravilloso. Quisiera ser ese tipo de persona, sin hacer nada y sin ser nada,
solamente caminando con el Señor hasta el día que El me llame a Su presencia.
Usted se preguntará: ¿No hizo Noé alguna obra? Sí, hizo una obra, pero no
conforme a sí mismo ni tampoco para sí mismo. Lo hizo todo conforme a la
revelación de Dios y para cumplir el propósito de Dios. Pasamos a Abraham,
Isaac, Jacob y José. Nos resulta difícil encontrar alguna buena obra en Abraham,
en Isaac o en Jacob. Parece que José, el hijo de Jacob, hizo algo, pero si
observamos el relato, nos daremos cuenta de que las actividades de José fueron
la parte reinante de Jacob. José gobernó como rey.
III. EL CONTENIDO
Ahora llegamos a lo que es el contenido de Génesis.
b. El propósito
Existen dos aspectos en el propósito de Dios al crear. Primero, el propósito de
Dios en Su creación es glorificar a Su Hijo (Col. 1:15-19). Aunque no encontramos
en Génesis 1 y 2 la expresión Hijo de Dios ni el nombre Cristo, vemos en
Romanos 5:14 que Adán prefiguraba a Cristo. Adán, creado a la imagen de Dios,
tipificaba a Cristo. En Adán podemos ver algo de Cristo. El propósito de Dios en
Su creación consiste en glorificar a Su Hijo Jesucristo.
Segundo, la creación manifiesta a Dios mismo. Los cielos y la tierra nos dan a
entender algo de Dios, y el hombre nos muestra algo de Dios. Dios es manifestado
en el hombre, particularmente por medio de Cristo Su Hijo. Cristo es la
corporificación de Dios (Col. 2:9). Cuando Cristo es glorificado en el hombre en
medio de la creación, Dios también es manifestado.
¿Por qué creó Dios los cielos? ¿Cuál era Su propósito? Si leemos la Biblia con
atención, veremos que los cielos existen por causa de la tierra. Aun los científicos
pueden comprobar eso. Por tanto, muchas cosas que pertenecen a los cielos son
indispensables para la tierra: el resplandor del sol, el agua y el firmamento son
vitales para la tierra. Entonces, ¿para qué sirve la tierra? La Biblia enseña que la
tierra existe para el hombre. Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó
la tierra y formó el espíritu en el hombre. Los cielos fueron creados para la tierra,
la tierra para el hombre, y el hombre para Dios. Dios creó al hombre como entidad
corporativa para que lo contuviera a El, lo expresara y lo glorificara.
c. La base
La base de la creación es la voluntad y el plan de Dios (Ef. 1:10). Apocalipsis 4:11
nos dice claramente que todas las cosas fueron creadas conforme a la voluntad de
Dios. Dios tiene una voluntad, y conforme a esta voluntad El concibió Su plan.
Conforme a esa voluntad y plan, El creó todas las cosas.
d. El medio
El medio de la obra creadora de Dios fue el Hijo de Dios (Col. 1:15-16; He. 1:2b) y
la Palabra de Dios (He. 11:3; Jn. 1:1-3). La Biblia nos muestra claramente que
Dios creó los cielos y la tierra por medio de Cristo como Hijo de Dios y como Su
Palabra. El Hijo de Dios y la Palabra de Dios son uno solo.
Todos debemos entender que el propósito central y eterno de Dios gira totalmente
en torno a Su Hijo, Cristo. La Biblia enseña que cuando Dios creó los cielos y la
tierra y todas las demás cosas, El lo hizo por medio de Cristo y por Cristo. Todo
fue hecho por medio de Cristo, por Cristo, y en cierto sentido, en Cristo. Desde la
creación, todas las cosas subsisten en Cristo. Cristo es el eje que sostiene todas
las partes del universo.
Hebreos 1:3 dice que Cristo sustenta todas las cosas por la palabra de Su poder, y
en Colosenses 1:17 vemos que todas las cosas subsisten en Cristo.
Aparentemente la tierra está colgada sobre la nada, pero en realidad es
sustentada por Cristo. Si un solo planeta se saliese de su órbita normal, se
produciría una terrible colisión. Pero el Señor lo sostiene todo. ¡Aleluya!
¿Por qué Cristo lo sostiene todo? Lo sostiene todo para Su gloria, para Su
Cuerpo. Si los cielos se desintegrasen y la tierra cayera, entonces ¿dónde
estaríamos y dónde estaría el Cuerpo? Tenemos una buena tierra donde vivimos y
caminamos, y los cielos nos sirven. Cuando necesitamos el resplandor del sol, los
cielos lo mandan. Cuando necesitamos la lluvia, ésta llega. Cuando necesitamos
el aire, ahí está. No hay aire en la luna, pero alrededor de la tierra está el
firmamento, el aire. Los cielos sirven a la tierra, y la tierra nos sirve a nosotros, y
nosotros estamos aquí para el Cuerpo y somos el Cuerpo. Cristo ama al Cuerpo.
Por causa de Su Cuerpo, El sostiene todo el universo. ¡Aleluya!
e. El proceso
Job 38:4-7 revela el proceso de la obra creadora de Dios. Los cielos y todas sus
huestes y ángeles fueron creados primero. La tierra, probablemente con algunos
seres vivos, fue creada en segundo lugar. Decimos “probablemente” porque no
hay ninguna declaración específica de ello. Algunos pasajes de la Palabra nos
permiten hacer deducciones. Job 38:4-7 afirma que cuando Dios puso el
fundamento de la tierra, ya estaban allí las estrellas y los ángeles (los hijos de
Dios). Esto demuestra que los cielos con todas las estrellas y los ángeles fueron
creados en primer lugar, y que la tierra fue creada después.
1) En el principio
Ahora llegamos al primer versículo del primer capítulo: “En el principio...” En la
Biblia la frase “en el principio” se usa de dos maneras, la primera vez en Génesis
1:1 y la segunda vez en Juan 1:1. El principio mencionado en Juan 1:1 fue anterior
al principio mencionado en Génesis. El principio mencionado por Juan es el
principio en la eternidad, un principio sin ningún comienzo. El principio de Génesis
1 fue el comienzo del tiempo, el cual empezó con la creación. Juan se refiere a la
eternidad, mientras que Génesis se refiere al tiempo.
2) Dios crea
En el principio Dios creó. Es bastante interesante observar que en esta frase el
sujeto “Dios” está en plural y el verbo “creó” en singular. ¿Significa eso que existen
varios Dios es? Indudablemente ésta es una semillita de la Trinidad. Dios es uno,
pero a la vez es triuno. En el mismo capítulo (v. 26) El se llama a Sí mismo
“nosotros”: Dios dijo: “Hagamos al hombre”. Dios es uno, pero el pronombre usado
es “nosotros”. No podemos explicar eso. Dios es uno, y sin embargo es triuno. El
Dios Triuno vino para crear.
3) La creación demuestra
la existencia de Dios
La creación declara la gloria de Dios, y demuestra por ende que El existe. Los
cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento, el espacio, muestra la obra de
Sus manos (Sal. 19:1-2). Aunque el poder divino y la Deidad son invisibles, el
hombre puede entenderlos mediante las cosas hechas. El hombre puede entender
y no tiene excusa (Ro. 1:20). Considere la creación; ¿cómo podría uno decir que
Dios no existe?
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOS
LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS
2. La rebelión y la corrupción de Satanás
Llegamos ahora a la rebelión y la corrupción de Satanás. Estudiar este tema ahora
puede sorprender. Hemos considerado la obra creadora de Dios y de repente
pasamos a la rebelión de Satanás. ¿Qué significa esto? Debemos empezar a
abordar ese asunto con una mente sobria a fin de entenderlo claramente.
Muchos cristianos sinceros piensan que el tema de los primeros dos capítulos de
Génesis está en 1:1. Se les ha dicho que esos dos capítulos presentan el relato de
la creación, y que el tema está contenido en el primer capítulo y el primer
versículo. No obstante, si el versículo 1 es el tema, ¿por qué el versículo 2
empieza con “Y”? “Y” significa que se produce algo, y que después sigue otra
cosa. “Y” es una conjunción que enlaza dos cosas: la primera sucede y la segunda
viene luego. Aun la gramática muestra que el versículo 1 no es el tema, sino parte
de la descripción. Describe el primer acontecimiento de una serie. “En el principio
creó Dios los cielos y la tierra. Y...” Esto significa que después de que Dios creó,
sucedió algo.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y
vacía”. La versión Concordant de Génesis traduce el versículo de esta manera:
“Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía”. La
versión Concordant no dice “Y”, sino “Sin embargo”. En el principio Dios creó los
cielos y la tierra. Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía. Un caos
es una confusión. La tierra vino a ser un caos: desordenada y vacía. Si usted
construye algunas viviendas y nadie las ocupa, entonces se dice que están vacías.
Podemos traducir esta frase “un caos y vacía” o “desolada y vacía”. Algo ocurrió
entre los versículos 1 y 2, y eso hizo que la tierra quedara desolada y vacía.
a. El origen de Satanás
Satanás fue un ángel que Dios creó antes de crear la tierra. El libro de Job (38:4-
7) nos dice que cuando Dios midió los cimientos de la tierra, los hijos de Dios (los
ángeles) daban voces de alegría. Esto demuestra que Dios creó los ángeles antes
de crear la tierra. En Ezequiel 28, vemos que Satanás no era uno de los ángeles,
sino el principal arcángel, el jefe de todos los ángeles.
“De toda piedra preciosa era tu vestidura”. El estaba vestido de piedras preciosas.
G. H. Pember dijo que esto hace referencia a su morada. Su morada estaba hecha
con piedras preciosas.
Leamos el versículo 14: “Tú, querubín grande, protector”. Satanás era el “querubín
grande, protector”. Esto significa probablemente que él cubría (véase Ex. 25:20) el
arca de Dios en los cielos (Ap. 11:19). “Yo te puse en el santo monte”. Dios hizo
eso. Dios ungió y designó al arcángel para cubrir Su arca. Ezequiel nos dice que
los querubines llevan la gloria de Dios (9:3; 10:18) y que están muy cerca del trono
de Dios (10:1; 1:26). Esto demuestra que Satanás, antes de su rebelión, cuando
era el querubín ungido que cubría el arca de Dios, debe de haber tenido una
posición muy cerca de Dios, llevando la gloria de Dios. Ezequiel también nos dice
que los querubines son los cuatro seres vivientes que Dios usa de una manera
particular (10:20). Los cuatro seres mencionados en Ezequiel son semejantes a
los de Apocalipsis (Ez. 1:10; cfr. Ap. 4:7) que tomaban la iniciativa entre las
criaturas para adorar a Dios. Esto revela que el Satanás de hoy, el adversario de
Dios, originalmente el querubín ungido, debe de haber sido designado
especialmente por Dios como cabeza entre todas Sus criaturas, y que llevaba Su
gloria y conducía a los demás a adorar a Dios. Esto parece indicar que el arcángel
ungido tenía también el sacerdocio. Es posible que haya sido el sumo sacerdote
en la adoración universal de Dios.
“En el santo monte de Dios, allí estuviste”. Indudablemente esto se produce en los
cielos. “En medio de las piedras de fuego te paseabas”. En Exodo 24:10, 17,
Moisés, Aarón y muchos otros vieron debajo del trono de Dios piedras preciosas
que tenían la gloria de Dios, semejantes al fuego ardiente. Estas deben de ser las
piedras de fuego. Así podemos deducir que el querubín ungido tenía el privilegio
particular de moverse en la esfera donde se hallaba la gloria de Dios.
Además de Ezequiel 28, Isaías 14:12 nos ayuda también a ver el origen de
Satanás. Nos dice que Satanás era el “Lucero, hijo de la mañana”. Así como el
lucero es la principal estrella, Satanás debe de haber sido el líder de todos los
ángeles. El título “hijo de la mañana” muestra que él existía desde temprano,
desde el comienzo del universo. Por tanto, Satanás, desde los primeros días del
universo, era la cabeza de los ángeles, y brillaba como el lucero.
El origen de Satanás era maravilloso. El era el querubín ungido de Dios, aquel que
estaba más cerca de Dios, y que tenía la posición más elevada en la creación de
Dios. No sólo tenía el reinado, sino también el sacerdocio, la misma posición que
nosotros los redimidos de Dios tendremos para siempre (Ap. 5:9-10; 20:4-6). Pero
fue despojado de su posición y de su oficio cuando se rebeló contra Dios. Ahora
Dios nos ha escogido como Sus sacerdotes y reyes, para que asumamos la
posición y el oficio que tenía Satanás, lo avergoncemos y glorifiquemos a Dios.
b. La rebelión de Satanás
Ezequiel 28:15 indica que Satanás era perfecto en sus caminos desde el día en
que fue creado. Por supuesto, Dios no creó un Satanás maligno. Dios creó un
arcángel bueno y perfecto. Sin embargo, en cierto momento este arcángel, el
querubín ungido, se rebeló contra Dios.
1) La causa
Satanás se rebeló contra Dios por el orgullo de su corazón. Ezequiel 28:17 indica
que su corazón se había elevado debido a su belleza él corrompió su sabiduría a
causa de su resplandor. El estaba, “lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”;
él era “el sello de la perfección” (Ez. 28:12) lo cual significa que tenía la plena
medida en todo y que no le faltaba nada. Pero él contempló su belleza y se
enorgulleció. El miró su resplandor y se corrompió. Poner los ojos en lo que Dios
ha hecho por nosotros y olvidarnos de Dios mismo siempre nos incita a
enorgullecernos. El orgullo fue la causa de la rebelión de Satanás. Por tanto, el
apóstol nunca permitía que un “recién convertido” fuese puesto como anciano de
la iglesia, “no sea que cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo” (1
Ti. 3:6). El diablo puede usar todas las virtudes y cualidades naturales, y todos los
dones espirituales para volvernos orgullosos. Incluso el apóstol Pablo podía
exaltarse desmedidamente por “la excelente grandeza de las revelaciones” (2 Co.
12:7). El diablo orgulloso sigue rondando la tierra, buscando devorar a los
orgullosos (1 P. 5:8). La única manera de resistirle consiste en humillarnos, en
vestirnos de humildad; porque “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes
da gracia” (1 P. 5:9, 5-6). El Señor Jesús es un buen ejemplo de esto. Satanás se
exaltó a sí mismo, pero el Señor Jesús “se humilló a Sí mismo” (Fil. 2:8). Por tanto,
el Señor venció a Satanás, y éste no tenía nada en El (Jn. 14:30).
2) El propósito
El propósito de la rebelión de Satanás era exaltarse a sí mismo para ser igual a
Dios. En Isaías 14:13-14, vemos que en cinco ocasiones Satanás se refiere a sí
mismo en el momento de la rebelión. “[Yo] subiré ... levantaré mi trono ... en el
monte del testimonio me sentaré ... sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo”. Satanás quería ser igual a Dios. Este fue el propósito de su
rebelión contra Dios.
3) El proceso
Satanás inició la rebelión contra Dios con la maligna intención de derribar la
autoridad de Dios (Ez. 28:15-18; Is. 14:13-14).
El no se rebeló solo, sino que fue acompañado de gran parte de los ángeles que
se rebelaron bajo su mando. En Apocalipsis 12:4, 9 descubrimos que una tercera
parte de las estrellas del cielo, o sea una tercera parte de los ángeles, lo siguieron.
(En Apocalipsis las estrellas representan a los ángeles.) En Mateo 25:41 el Señor
Jesús se refirió al “diablo y sus ángeles”. Efesios 2:2 describe a Satanás como el
“príncipe de la potestad del aire”, y Efesios 6:12 nos revela que los principados y
potestades están en el aire. Estos principados y potestades eran los ángeles que
estaban bajo el mando de Satanás y que gobernaban el universo preadamítico.
Por tanto, son las potestades de los aires. Cuando Satanás se rebeló contra Dios,
la mayoría de sus ángeles lo siguió en su rebelión, convirtiéndose así en los
ángeles caídos, los espíritus malignos. Ahora en el universo existen dos
categorías de ángeles: los buenos y los malos. Los ángeles buenos permanecen
con Dios; los malos están aliados con Satanás en contra de Dios.
Los seres vivos que estaban en la tierra en aquel tiempo, y que más tarde se
convirtieron en los demonios de esta tierra, también se unieron a Satanás en su
rebelión.
Si leemos los cuatro evangelios veremos que en esta tierra hay otra clase de
espíritus: los demonios. ¿Quiénes son los demonios y qué son? La mayoría de los
cristianos se imaginan que los demonios son idénticos a los ángeles caídos, pero
según Efesios, los ángeles caídos viven en el aire, y no en la tierra. Los cuatro
evangelios revelan que, hablando con propiedad, los demonios nunca entran en el
aire, sino que se mueven sobre la tierra o entran en el agua, su morada.
Recuerden el incidente del hombre poseído por muchos demonios (Mt. 8:28-32).
Cuando el Señor Jesús expulsó a los demonios, éstos le pidieron permiso de
entrar en una piara. Después de entrar en los cerdos, se precipitaron al mar,
donde les gusta permanecer.
Mateo 12:22-27 y 43-45 tiene muchas cosas que confirman este punto. En este
pasaje descubrimos que Satanás tiene un reino diabólico y que él es el “príncipe
de los demonios”. Leamos el versículo 43: “Cuando el espíritu inmundo [el
demonio] sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo
halla”. El demonio que fue echado fuera del hombre ciego y mudo buscaba
descanso y no lo podía encontrar en lugares secos. Esto demuestra que el lugar
de reposo, la morada, de los demonios se encuentra en el agua. El versículo 44
nos relata lo que les sucede cuando no hallan agua. “Entonces dice: Volveré a mi
casa de donde salí...” Esta “casa” es el cuerpo físico del ser humano. La morada
de los demonios es el agua, y su morada temporal es el cuerpo humano.
Hechos 23:8-9 demuestra que los demonios no son ángeles caídos. En estos dos
versículos vemos que los ángeles y los espíritus están clasificados como seres
diferentes. Aun los antiguos fariseos judíos ponían a los demonios y a los ángeles
en categorías separadas. Si leemos los cuatro evangelios detenidamente,
descubriremos que los demonios también son llamados espíritus malignos. Los
ángeles son espíritus y los demonios también lo son.
¿Quiénes son los demonios? ¿Por qué a los demonios les gusta entrar en el agua
o en el cuerpo humano? En el famoso libro de G. H. Pember Earth’s Earliest
Ages [Las primeras eras de la tierra], él llevó a cabo un estudio notable y profundo
sobre el tema. La geología y la arqueología han descubierto que la tierra no tiene
sólo seis mil años, sino que ha existido mucho más tiempo. El concepto según el
cual la tierra sólo tenía seis mil años de edad, partiendo de Adán, llevó a algunos
ateos y a algunos cristianos modernistas a decir que había un error en Génesis 1.
Los arqueólogos han descubierto fósiles de huesos que tienen miles y miles de
años. Sin embargo, el señor Pember encontró la respuesta. Entre Génesis 1:1 y
1:2 transcurre un período que él llamó el intervalo. Nadie puede determinar cuánto
duró ese intervalo. De todos modos, debe de haber sido un período muy
prolongado. Después de examinar este asunto cabalmente, Pember dedujo que
en cierto momento después de la creación original, Satanás y sus ángeles se
rebelaron. Además Pember dedujo, basándose en el relato bíblico, que en la edad
preadamítica existían en la tierra algunos seres vivos que tenían espíritu, y que
dichos seres también se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por
consiguiente, Satanás, junto con sus ángeles caídos y estos seres, fueron
juzgados por Dios. Después de ser juzgados por Dios, estos seres perdieron sus
cuerpos y se convirtieron en espíritus incorpóreos. Esta es la razón por la cual los
demonios procuran entrar en un cuerpo físico.
El agua con la cual Dios los juzgó vino a ser el abismo donde los demonios deben
vivir. Pember también demostró que debajo del agua se halla el lugar que llaman
el abismo. La traducción griega de Génesis 1:2 usa la palabra “abismo” en vez de
“profundidad”. El abismo constituye la morada de los demonios.
Un día, mientras Jesús navegaba por el mar, un fuerte viento empezó a soplar, y
se levantó una gran tormenta. El Señor Jesús no oró; El mandó al viento que se
detuviese y a la tormenta que callase (Mt. 8:23-27). ¿Por qué el aire se llenó de
viento y una tempestad agitó el agua? Porque había ángeles caídos en el aire y
demonios en el agua. Sabían que Jesús iba a la otra orilla para echar fuera
demonios (Mt. 8:28-32). Hoy en día, el aire sigue lleno de ángeles caídos y la
tierra llena de demonios.
Nosotros los hijos de Dios deberíamos conocer estos asuntos del universo y
particularmente de la tierra. Los ángeles malignos siguieron a Satanás en su
rebelión contra Dios. Los demonios, otra clase de seres, son espíritus incorpóreos
que viven en el agua y obran en la tierra. Satanás es el príncipe de este mundo, el
cual incluye la tierra y el aire. En el reino de Satanás se hallan los ángeles caídos,
en el aire, los demonios, en el agua, y los seres humanos caídos sobre la tierra.
4) El resultado
a) Satanás fue juzgado por Dios
La rebelión de Satanás produjo el juicio de Dios. Dios no podía tolerar ninguna
rebelión entre Sus criaturas. Inmediatamente después de la rebelión de Satanás,
Dios pronunció Su juicio sobre él. “Se halló en ti maldad. A causa de la multitud de
tus calumnias ... pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de
entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón ...
corrompiste tu sabiduría ... yo te arrojaré por tierra ... con la multitud de tus
maldades ... profanaste tu santuario...” (Ez. 28:15-18). “Mas tú derribado eres
hasta el Seol, a los lados del abismo” (Is. 14:15).
Isaías 45:18 nos dice que Dios no creó la tierra como un lugar desolado. Job 38:4-
7 muestra que Dios creó la tierra con orden. Dice que cuando Dios “fundaba la
tierra”, ordenó las medidas de la tierra y “extendió sobre ella cordel”, “cantaban
juntas las estrellas del alba y gritaban de gozo todos los hijos de Dios” (los
ángeles). Cuando Dios fundaba la tierra, ordenó sus medidas y extendió sobre ella
cordel. Esto significa que El la creó con orden. Por tanto, cuando las estrellas del
alba la vieron, se regocijaron y profirieron alabanzas, y cuando los ángeles la
vieron, dieron voces de júbilo. ¿Cuándo sucedió eso? Debe de haber sucedido en
Génesis 1:1, y no en Génesis 1:2. ¿Cómo podían cantar las estrellas del alba y los
ángeles regocijarse cuando la tierra quedó desolada y vacía?
Cada vez que las palabras “desolada y vacía” son usadas juntas en el Antiguo
Testamento, denotan el resultado de un juicio. Lo vemos en Jeremías 4:23, en
Isaías 24:1 y 34:11. Todo lo que Dios juzga queda desolado y vacío. La tierra
quedó desolada y vacía porque fue juzgada por Dios.
Las tinieblas que estaban sobre la faz del abismo también eran una señal que
indicaba que el universo de esa era había sido juzgado, porque las tinieblas
provienen del juicio de Dios (cfr. Ex. 10:21-22; Ap. 16:10).
Aunque Satanás, los ángeles rebeldes y los demonios fueron juzgados por Dios,
siguen activos y laboran hoy, porque todavía no se ha ejecutado el juicio sobre
ellos. Un día se cumplirá totalmente (Ap. 12:12; Mt. 8:29; Lc. 8:31). Hoy Satanás
todavía puede ir a Dios para acusar al pueblo de Dios (Job 1:6-12; 2:1-7; Ap.
12:10). Todavía anda por la tierra “buscando a quien devorar” (1 P. 5:8), sigue
cegando a la gente (2 Co. 4:4), para engañarla (2 Co. 11:14) y cargar sus
corazones (Hch. 5:3), y ganar ventaja sobre nosotros (2 Co. 2:11). El sigue siendo
el “hombre fuerte”, que arrebata los bienes (Mt. 12:29). Los ángeles rebeldes
siguen siendo “los gobernadores del mundo de estas tinieblas” (Ef. 6:12; cfr. Dn.
10:20), (algunos ángeles caídos están ahora encarcelados hasta el juicio, 2 P. 2:4;
Jud. 6) y los demonios siguen siendo los espíritus inmundos e inicuos que obran
sobre la tierra (Mt. 12:43-45). Se debe ejecutar el juicio sobre todos ellos.
Dios ya juzgó a Satanás y a sus seguidores. Sin embargo, eso no significa que
Dios haya ejecutado Su juicio en el momento en que lo pronunció. Una cosa es
dictar sentencia, y otra es llevar a cabo la condena. Dios juzgó a Satanás y a sus
seguidores antes de que Adán fuese creado, pero la ejecución de este juicio sigue
adelante. La ejecución del juicio de Dios no será llevada a cabo por Dios mismo.
Dios no hará eso. Ningún juez ejecuta el veredicto por su cuenta. El necesita
ejecutores.
¿Quién ejecutará el juicio de Dios sobre Satanás y sus seguidores? Los ejecutores
serán los cristianos, la iglesia, los creyentes vencedores. ¿Por qué no se ha
ejecutado el juicio sobre Satanás y sus seguidores? Porque Dios espera que la
iglesia se levante. El Juez ha dictado Su juicio, pero El está esperando que los
ejecutores lo lleven a cabo. En Apocalipsis 12 vemos que los vencedores
ejecutarán el juicio que Dios pronunció sobre Satanás. Además, día tras día en
nuestros hogares, cada vez que somos victoriosos, nuestra victoria es una
ejecución de este juicio. Dios ha declarado Su juicio sobre el rebelde. Sin
embargo, este juicio no será llevado a cabo hasta que la iglesia se levante para
hacerlo. Ahora es el tiempo de llevar a cabo el juicio de Dios sobre Satanás.
Hoy la iglesia debe orar para “atar al hombre fuerte” y “saquear su casa” (Mt.
12:29), combatir los espíritus de maldad que están en el aire (Ef. 6:12), y echar
fuera los demonios (Mt. 17:21) cada vez que los veamos en acción perjudicando a
la gente. Dios ha juzgado a los demonios y los ha confinado al agua, pero necesita
que la iglesia traiga la era en la cual el mar ya no exista (Ap. 21:1), y los demonios
que ahora están confinados allí vean el juicio ejecutado sobre ellos (Ap. 20:13: no
es posible que los muertos que se hallan en el mar sean seres humanos; deben
de ser los demonios).
Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10
muestran que las tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando
Dios trajo Su juicio sobre Faraón, y habrá tinieblas cuando El ejerza Su juicio
sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2a aluden al juicio de Dios.
Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre
representan la muerte. Donde está la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí
hay tinieblas. Lo contrario también es cierto: donde hay muerte, hay tinieblas. Por
tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que la tierra se encontraba
en una condición de muerte.
Leamos el versículo 4 del capítulo 2: “Estos son los orígenes de los cielos y de la
tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. La
mayoría de la gente presta poca atención a este versículo; sin embargo, es muy
significativo. Nos muestra la obra creadora original de Dios y también Su obra
restauradora. La primera mitad del versículo dice: “...los cielos y la tierra cuando
fueron creados...” Observe que los cielos se mencionan primero y luego la tierra, y
que el verbo usado aquí es “crear”. En la segunda mitad del versículo leemos:
“...en el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. Aquí el verbo usado no es
“crear” sino “hacer”. Como hicimos notar en el primer mensaje, crear significa
producir algo a partir de la nada, y hacer significa trabajar con una substancia
existente a fin de producir otra. Debemos ver que originalmente los cielos y la
tierra fueron creados. Luego, la segunda mitad del versículo dice: “...en el día en
que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. ¿Ha notado usted el cambio en la
secuencia? Primero, Dios creó los cielos y la tierra; luego, El hizo la tierra y los
cielos.
En Génesis 1:1 Dios creó: “En el principio creó Dios los cielos [primero] y la tierra
[luego]”. Más adelante, desde el versículo 3 hasta el final del capítulo 1, el Señor
hizo la tierra y los cielos. “Jehová Dios hizo la tierra y los cielos” (Gn. 2:4b). Si
volvemos a leer el capítulo 1, veremos que en el tercer día el Señor restauró la
tierra. Dios no creó la tierra, porque ésta ya existía; estaba sumergida en las
aguas. Por tanto, el Señor recobró la tierra en el tercer día. Además, en el cuarto
día, el Señor recobró el cielo, es decir, los cielos. Por tanto, en la restauración, no
se mencionan primero los cielos y luego la tierra, sino primero la tierra, y luego los
cielos. Sin embargo, en la creación, primero existieron los cielos y luego la tierra.
Podemos ver ambas cosas en Génesis 2:4.
Usted dirá que la palabra “vida” no se encuentra en ese capítulo. Es cierto. Pero
podemos encontrar muchos puntos que pertenecen a la vida. Cuando Dios
restauró la tierra en el tercer día, se produjo toda clase de vida vegetal. Luego se
manifestó la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, la vida animal sobre
la tierra, la vida humana y, finalmente, en el capítulo 2, la vida divina. ¡Aleluya! La
vida es el centro de estos dos capítulos. Con esta perspectiva, ciertamente
podemos entender el relato de Génesis 1.
a. El proceso
1) El Espíritu vino, 1:2b
La creación original de Dios fue arruinada por la rebelión de Satanás y luego
juzgada por Dios mismo. Después del juicio de Dios, sólo quedaron tinieblas sobre
la faz del abismo. Eso presenta una condición de muerte. En medio de dicha
condición la Biblia dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”
(heb.). ¿No es esto maravilloso? El Espíritu se cernía. ¡Aleluya! El Espíritu se
cernía igual que una gallina se cierne sobre sus huevos para empollarlos. Cuando
la Biblia empieza a hablar del Espíritu, no dice: “el poder del Espíritu”, “la potencia
del Espíritu”, sino “El Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto
significa que El se estaba preparando para generar vida. Necesitamos ver que lo
que consta en Génesis 1 se relaciona con la vida, con el evangelio de Dios y con
lo espiritual. Tenemos una clara evidencia de esto en 2 Corintios 4:6. Pablo dice:
“El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto se refiere indudablemente al capítulo
uno de Génesis. Basándonos en este versículo, debemos tener presente que todo
lo narrado en Génesis 1 se relaciona con la vida. Por este versículo vemos que
debemos interpretarlo todo conforme a la vida.
Pero, ¡aleluya! Un día, una persona viviente empezó a cernerse sobre nosotros, a
operar dentro de nuestro corazón, a cernerse sobre la muerte y el abismo que
estaban dentro de nosotros. No se trataba de algo psicológico ni ético, sino de una
persona viviente y activa dentro de nosotros, que laboraba con ternura y
delicadeza como una gran gallina que se cierne sobre los huevos en su nido. Esta
es la obra del Espíritu Santo que se cierne y que regenera.
El Señor Jesús dijo (Jn. 16:8-11) que cuando viniese el Espíritu Santo,
reprendería, convencería al mundo (o sea, la humanidad) de pecado (relacionado
con Adán), de justicia (relacionada con Cristo), y de juicio (relacionado con
Satanás). El reprendería cerniéndose, es decir, con mucho cariño, sin ninguna
violencia. En todo el universo existen solamente tres personas: Adán, Cristo y
Satanás. El Espíritu Santo obra dentro de nosotros, convenciéndonos de que
nacimos en Adán y que no tenemos más que pecado, que de ninguna manera
podemos escaparnos del pecado y de la influencia de Adán a menos que creamos
en Cristo. El Espíritu Santo se cernerá dentro de nosotros y nos dirá: “Mira, Jesús
murió en la cruz por ti y El ya hizo todo lo que Dios requiere. Ahora la verdadera
justicia está en El. Si tú te vuelves a El y crees en El, lo podrás recibir como tu
justicia. El pasó por la encarnación, por la vida en esta tierra, por la crucifixión y
por la resurrección. Fue aceptado por Dios y está a Su diestra. El está allí como
prueba de que tú estarás libre del pecado y obtendrás justicia si crees en El. Si no
haces eso, irás con Satanás al juicio de Dios”. Al cernerse el Espíritu Santo, usted
quedará plenamente convencido y dirá: “Señor Jesús, no tengo nada que decir,
pero te doy las gracias”. De ese modo usted es regenerado y nace de nuevo, nace
del Espíritu (Jn. 3:6-7). ¡Aleluya!
El Espíritu de Dios vino. Esta venida es el primer requisito para generar vida. El
Espíritu vino a cernerse sobre las aguas de muerte que cubrían la tierra, y se
movió para que esa vida pudiese ser generada.
¿Quién es la luz y qué es la luz? La luz es Cristo, el Verbo vivo de Dios. Cuando
Cristo vino como la verdadera luz que resplandece en las tinieblas, las tinieblas no
pudieron vencerlo. El es la verdadera Luz.
Debemos recordar las tres venidas: la venida del Espíritu, la venida de la Palabra
o el Verbo, y la venida de la Luz. Después de estas venidas, se producen tres
separaciones, tres divisiones.
Quizás su primer día fue solamente de cuatro horas, y luego anocheció de nuevo.
No importa cuán largo haya sido, usted tuvo su primer día. ¡Alabado sea el Señor!
Después de diez horas de noche, usted vino a una reunión y en esa reunión vio la
aurora. Fue un nuevo día y usted gritó: “¡Aleluya!” Luego fue a estudiar o a
trabajar, y volvió a anochecer. ¡No se desilusione! La tarde es una señal de que la
mañana vendrá. También, cuando usted está en la mañana, prepárese para el
regreso de la tarde. En Génesis 1:5 no dice mañana y tarde, sino tarde y mañana,
porque salimos de la noche. “Y fue la tarde y la mañana el primer día”. ¡Alabado
sea el Señor!
Para los jóvenes, la noche siempre se alarga, mas para la gente mayor la noche
se acorta. Mis experiencias me muestran que tengo un día espiritual más largo
que el suyo. Mi día espiritual consta de diecinueve horas y mi noche espiritual de
solamente cinco. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche
(Ap. 21:25). Usted debe crecer. Tal vez su día sólo dure diez horas y su noche
catorce. Usted debe crecer para que sus días se alarguen y se acorten sus
noches.
¿Ha observado usted alguna vez en Génesis 1 que cada día Dios, después de
completar algo, lo miró y lo halló bueno, con excepción del segundo? No ocurrió
eso el segundo día. Génesis no dice que Dios vio las aguas y el aire y dijo que
eran buenos. ¿Por qué? Porque el aire está lleno de ángeles caídos y las aguas
están plagadas de demonios. Recuerde que los demonios moran en las aguas. En
el segundo día, algo no era bueno: había ángeles caídos en el aire y demonios en
el agua. Debemos entender que no hay nada bueno en nosotros, aun cuando la
cruz lo haya separado. Nada de lo que procede de nosotros es bueno. Dios no
puede decir que eso es bueno.
La tierra seca surgió para producir vida, para generar vida. En el tercer día, Cristo
salió de la muerte. Cristo salió de la muerte en resurrección con el único fin de
generar vida. ¡Aleluya!
Aunque usted sea salvo, las tinieblas interiores no han sido disipadas, las aguas
no fueron separadas ni confinadas, y lo mortífero no ha sido limitado. A medida
que usted avance con el Señor, gradualmente las aguas de muerte que están en
su interior serán confinadas, limitadas y luego eliminadas. Dentro de usted, surgirá
la tierra seca, la cual es Cristo, Cristo en resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice
que fuimos regenerados por la resurrección de Cristo. Sin el Cristo resucitado, no
se puede generar vida alguna.
La tierra fue separada de las aguas. La tierra representa la vida, y las aguas la
muerte. Separar la tierra de las aguas significa separar la vida de la muerte.
Es posible que en su vida familiar no haya nada de tinieblas, nada mundano, y que
tampoco haya nada de vida. Cuando alguien entra en su casa, quizás no vea nada
oscuro ni mundano, pero tampoco verá vida. Todo lo que verá allí será muerte.
Pero espero que cuando yo vaya a visitarlo a usted, sólo vea vida. Cristo, la tierra
seca, debe surgir en su casa. Cristo se manifiesta produciendo vida en su casa.
En la tierra seca no hay tinieblas ni aguas de muerte. Sólo tenemos la tierra seca
llena de toda clase de vida. Por lo tanto, deseo recalcar que lo que Génesis revela
es exclusivamente un asunto de vida.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUATRO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(2)
EL PROCESO
En el último mensaje abarcamos seis puntos, que incluían tres venidas y tres
separaciones. El Espíritu vino, el Verbo de Dios vino y la luz vino. Como resultado,
se produjeron tres separaciones: la luz se separó de las tinieblas; las aguas de
arriba se separaron de las aguas de abajo; y la tierra seca se separó de las aguas
de muerte. Con estas tres separaciones la tierra seca salió de las aguas de muerte
en el tercer día, el día de resurrección. El Señor Jesús es la tierra seca que salió
de las aguas de la muerte. Resucitó para regenerarnos.
Cuando recibimos a Cristo, El salió de las aguas de muerte que había en nosotros.
Cristo surgió, y nosotros ahora tenemos la vida, la vida que genera. Somos salvos
y tenemos la vida. En el momento de ser salvos, recibimos vida, pero la vida que
llevábamos adentro era muy insignificante. El relato de Génesis presenta eso con
la vida del pasto, la vida de las hierbas, y la vida de los árboles frutales.
Aun en la vida vegetal existen tres niveles: el pasto, la vida vegetal inferior; las
hierbas que producen semillas, o sea un nivel más elevado; y los árboles frutales,
un nivel todavía superior. Si leemos Génesis 1:29-30, veremos que Dios le dio al
hombre las hierbas y los árboles frutales para su subsistencia. Luego Dios dio el
pasto a los animales y al ganado para proporcionarles el alimento.
Cuando usted llegó a ser cristiano, recibió vida, pero esa vida era muy inferior. Tal
vez la vida que hay en usted es semejante al pasto; es vida y crece, pero es
inferior. Aun comparado con otra vida vegetal, el pasto es bastante inferior.
Aunque la semana pasada usted quizás se parecía al pasto, hoy ha crecido un
poco más y ha llegado a ser la hierba que produce semilla. Espero que después
de dos meses, usted sea un árbol que dé fruto. ¿Con qué se compararía usted:
con el pasto, la hierba o los árboles? Supongamos que el Señor mismo le
pregunta: “¿Y qué me dices de ti? ¿Te pareces al pasto, a las hierbas o a los
árboles?” Hoy en día usted puede ser una hierba, pero después de cierto tiempo
tal vez se parezca a un árbol que produce frutos. Sin embargo, cuando llegue a
ser árbol, no se conforme. Este no es el último versículo del capítulo uno; es algo
que sucedió en el tercer día
Génesis 1:14-19 no habla de las luces de una manera vaga, sino de una forma
muy definida: el sol, la luna y las estrellas. En tipología, el sol es Cristo. Cristo es
nuestro sol. Malaquías 4:2 nos revela que Cristo es el Sol de justicia y que Sus
alas traen sanidad. Su resplandor son Sus alas, y con el resplandor viene la
sanidad. La segunda mitad de este versículo nos dice que todos creceremos bajo
el resplandor de Cristo. Lucas 1:78-79 también nos dice que Cristo es nuestra
aurora, el amanecer. ¡Aleluya! Jesús el Señor es nuestro sol. El es la “gran luz”
que ha resplandecido en las tinieblas y en la sombra de la muerte (Mt. 4:16).
El Señor Jesús compara también a los santos vencedores con el sol (Mt. 13:43).
Ellos son uno con el Señor hasta el punto de resplandecer como el sol algún día,
igual que El.
Si la luna no resplandece, no diga que la luna no está allí. La luna sigue siempre
ahí. Del mismo modo, no diga que no hay iglesia; la iglesia sigue presente. El
problema es éste: de algún modo la iglesia está cubierta, y no está en una
posición correcta con relación al sol. Por tanto, no refleja ninguna luz. Aunque
surja un problema en la iglesia, ésta sigue presente.
Cuando hay un problema con relación a la iglesia, las estrellas deben brillar. Entre
nosotros, muchos debemos ser estrellas resplandecientes. Debemos tener
contacto con Cristo, con la iglesia y también con los santos que resplandecen.
Debemos relacionarnos con muchos santos. Cuando usted acude a un hermano o
hermana viviente, ¿no siente mucha luz? Y cuando usted entra en su presencia,
¿no se halla bajo una especie de resplandor? Eso es luz. Esta luz nos ayudará a
crecer en vida.
9) Se estableció un gobierno
Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el
día y en la noche” con su resplandor (Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino
que también rige con su resplandor. Donde hay resplandor, hay gobierno. Las
tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer en vida, necesitamos el
gobierno y la reglamentación de las luces del cuarto día.
Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La
separación entre la luz y las tinieblas ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos
en el mensaje tres. Ahora, el gobierno del resplandor de las luminarias del cuarto
día fortalece esa separación. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno de los
luminares y también que la separación sea fortalecida. Este es el segundo
requisito para crecer en vida.
Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no
fomenta el crecimiento de nada; al contrario, mata y prácticamente impide que
crezcan las plantas. El agua salada mata la vida. No obstante, los peces pueden
vivir en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces nunca serán
salados, a menos que estén muertos. Esto es bastante significativo.
Llevamos a Cristo dentro de nosotros como vida nuestra. A partir del pasto, el
nivel de esa vida subirá y alcanzará la condición de hierba y luego de árbol.
Entonces estaremos en otro plano, el plano de la vida animal. En ese nivel,
primero seremos peces, creceremos gradualmente hasta llegar a la condición de
aves, y finalmente creceremos aún más y seremos una vaca, con una vida más
elevada, más fuerte y con más significado.
Debemos ver lo necesaria que es la luz. En el primer día, tuvimos la luz del
Espíritu y de la Palabra. Al seguir adelante, necesitamos las lumbreras del cuarto
día. En el cuarto día, las luces vienen de Cristo, de la iglesia y de los santos
resplandecientes. Por estar bajo la iluminación de Cristo, de la iglesia y de los
santos resplandecientes, no sólo tenemos la regeneración que la vida produce,
sino el crecimiento de la vida. La luz del primer día sirve para generar la vida; las
luces del cuarto día facilitan el crecimiento de vida. Las luces del cuarto día vienen
principal y directamente de Cristo, y también de la iglesia y de los santos
resplandecientes. Si deseamos crecer en vida después de haber recibido la vida
eterna, debemos relacionarnos primero con Cristo, luego con la iglesia, y en tercer
lugar con los santos que están llenos de vida. Estando bajo este resplandor, nos
hallamos en el proceso de crecimiento.
Es posible que su cónyuge sea el agua de muerte para usted, la cual lo mata y lo
sala. Si usted es un árbol o una hierba, ciertamente será muerto, pero si ha
crecido y ha pasado de planta a pez, vivirá. Anteriormente, vi muchos jóvenes que
iban muy bien antes de casarse. Pero cuando se casaron, fueron muertos. Los
maridos recién casados fueron muertos por las esposas recién casadas, y éstas
fueron muertas por aquéllos. Sin embargo, también vi a algunos santos queridos
que habían crecido hasta ser un pez viviente. Las esposas no se preocuparon por
lo salados que estaban sus maridos, y los maridos no se preocuparon de cuán
saladas estaban sus esposas. Siguieron viviendo. Después de cierto tiempo,
crecieron y pasaron del nivel de pez al nivel de águila. Cada vez que pasaban por
dificultades, simplemente las trascendían. Después de crecer más y más en vida,
empezaron a ver que escaparse no constituía una vida más elevada. Entendieron
que debían quedarse en la tierra a fin de producir leche para sus queridos
parientes y llevarlos a cuestas. Cuando usted llegue a esta etapa, si su querida
esposa le causa disgustos, usted no contestará nada. Simplemente la llevará
sobre sus hombros como una carga. Mientras su esposa discute con usted, usted
la llevará sobre sus hombros y le dirá: “Voy a llevarte a los cielos”.
En 1 Samuel 6 vemos un carro que lleva el arca del Señor. Usted necesita llevar
parte del peso del arca. Debe hacer algo, y desarrollar una actividad sobre esta
tierra. No huya. La que llaman vida celestial no es la vida más elevada. Cuando
usted llega a ser muy celestial, debe volver a la tierra. No se limite a elevarse; más
bien crezca de tal modo que descienda.
El Señor Jesús era Dios, pero vino a la tierra a ser una vaca para cumplir el
propósito de Dios. El vino para ser sacrificado y llevar todas nuestras cargas.
Cada vez que alguien lo perseguía a El, El llevaba a ese perseguidor sobre Sus
hombros y decía: “Te llevaré a los cielos”. ¿Qué clase de vida es ésta? Esto es
maravilloso.
Ahora podemos ver que todo lo mencionado en el primer capítulo de Génesis está
relacionado con la vida. Le pido que lleve todos estos versículos y todos los
puntos incluidos en este mensaje al Señor en oración. Dígale: “Señor, tengo la
vida. Pero Señor, Tú sabes que necesito las lumbreras del cuarto día. Ya tengo la
luz del primer día, pero necesito las luces del cuarto día. Señor Jesús, te necesito
como el sol. Necesito tener contacto directo contigo. Quiero estar en Tu presencia
día tras día. Quiero estar bajo Tu resplandor. También necesito la iglesia, la luna.
Y además necesito las estrellas. Necesito a los santos vencedores, aquellos que
resplandecen, que vuelven muchos a la justicia. Necesito a aquellos que vuelven a
la gente de las tinieblas a la luz”. Si usted tiene contacto con el Señor como el sol,
con la iglesia como la luna, y con algunos santos como estrellas resplandecientes,
tendrá las luces del cuarto día. Crecerá por medio de esas luces. El plano de vida
que usted tiene pasará de la vida vegetal a la vida animal. Usted crecerá día tras
día. Luego podrá resistir cualquier situación de muerte y podrá trascender toda
oposición, distracción o tentación. Finalmente, usted regresará a la tierra por sí
mismo para cumplir la voluntad de Dios. ¡Esto es maravilloso!
Sin embargo, ésta no es la vida que tiene la consciencia de sí más elevada, sino
una vida con una elevada consciencia de sí. Debemos seguir adelante hasta la
última parte del sexto día. Como veremos en un mensaje posterior, al final del
sexto día viene la vida que tiene la más elevada consciencia de sí misma, la vida
humana, una vida que expresa la imagen de Dios y que tiene dominio sobre todas
las cosas para Dios.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCO
LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA
(UN PARENTESIS)
Antes de estudiar la creación del hombre, debemos considerar, a modo de
paréntesis, el asunto de las lumbreras del cuarto día. Génesis 1 relata que en el
primer día de la restauración Dios llamó a la luz. El primer día fue un día de luz y
esa luz puede ser llamada la luz del primer día. En el cuarto día, Dios hizo algo
más en cuanto a la luz. El hizo los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas.
La Biblia no dice qué clase de luz había en el primer día, y no necesitamos
adivinarlo. La luz del primer día no era muy sólida, ni fuerte ni definida. No se le
dio una designación específica; fue llamada simplemente “luz”. No obstante, las
luces del cuarto día: el sol, la luna y las estrellas, eran definidas y sólidas, firmes y
disponibles.
Estos días de luz marcan el comienzo de la creación de vida que Dios llevó a
cabo. Toda la Biblia revela que la luz es indispensable para la vida. Una vez más,
vemos que la obra creadora de Dios está completamente centrada en la vida.
Todo lo que Dios creó e hizo giraba en torno a la vida y tenía como fin la vida. Por
consiguiente, la luz es necesaria. La luz y la vida siempre van a la par. Por el lado
negativo, las tinieblas y la muerte siempre van juntas. Antes de que Dios hiciera
Su obra restauradora, las tinieblas cubrían las aguas de la muerte, lo cual indica
que las tinieblas y la muerte eran uno. La muerte es abstracta y nadie puede verla.
Por tanto, la Biblia usa el agua para representarla. La profundidad del océano
describe la muerte. Antes de que Dios efectuara Su obra de restauración, había
solamente dos cosas: las tinieblas y la muerte.
Dios es vida y luz, todo lo opuesto a la muerte y las tinieblas. El Dios de luz no
puede tolerar las tinieblas; ésta es la razón por la cual vino a disiparlas. Del mismo
modo, el Dios de vida no puede tolerar la muerte; por eso vino a sorberla. Cuando
lea la Biblia, no adopte una posición científica; enfóquela desde la perspectiva de
Dios. Si leemos la Biblia desde el punto de vista de Dios, cada línea se llenará de
luz y de vida porque la Biblia es un relato del Ser divino, quien es luz y vida. El
Dios de luz y de vida eliminó las tinieblas y la muerte.
En el primer día, Dios mandó que la luz viniese y la luz vino. Luego Dios separó la
luz de las tinieblas. Esa separación puso un límite a las tinieblas. El Dios de luz
parecía decir a las tinieblas: “Tinieblas, escuchadme. Vosotras prevalecéis desde
hace mucho tiempo y llenáis todo el universo. Ahora Mi luz viene para limitaros.
Sólo podréis dominar durante la noche. No queda sitio para vosotras en el día. Os
pongo límites. Separo la luz de vosotras. Jamás podréis volver a ocupar todo el
universo. Pues el universo me debe pertenecer por lo menos la mitad del tiempo”.
¡Aleluya!
Esto era bueno; sin embargo, era bueno a medias. Todavía queda cierta medida
de tinieblas. Dios sigue eliminando esta parte oscura hasta que lleguemos a
Apocalipsis 21 y 22, donde leemos la siguiente declaración: “Allí no habrá noche”
(21:25b). ¡Aleluya! Vendrá el día cuando no habrá noche.
Dios limitó las tinieblas el primer día y, según ese mismo principio, limitó las aguas
de muerte el tercer día. En Jeremías 5:22 leemos que Dios usó la arena, es decir,
las partículas de roca más finas para limitar las aguas de muerte. Dios dijo a las
aguas de muerte: “Estos son vuestros límites. No podéis ir más allá”. Por lo tanto,
apareció la tierra seca, y separó la tierra del mar. Después del primer día de
restauración de la creación, la mitad era luz y la otra mitad tinieblas; después del
tercer día, la mitad era tierra y la otra mitad agua. Dios sigue obrando para
eliminar la segunda mitad de la noche y la segunda mitad de las aguas de muerte.
En los nuevos cielos y la nueva tierra, el mar ya no existirá (Ap. 21:1); en la Nueva
Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25b; 22:5). Esto significa que tanto las
tinieblas como la muerte serán totalmente eliminadas.
Si queremos ser tales, necesitamos las luminarias del cuarto día. La luz del primer
día sólo elimina la mitad de nuestras tinieblas y la mitad de nuestra muerte. Las
luces del cuarto día nos llevarán a otro mundo donde no hay ni noche ni mar.
Todas las verdades bíblicas fueron sembradas, como las semillas, en el libro de
Génesis, particularmente en el primer capítulo. Génesis 1:14-18 es una semilla
maravillosa de la luz revelada en toda la Biblia. Según el principio de vida, las
luces del cuarto día no sirven para generar la vida, sino para hacerla crecer. En el
tercer día, quizás al final de ese día, después de que el Señor llamase a la tierra
seca y que la tierra surgiera de las aguas de muerte, se generó la vida. En aquel
entonces había luz, aire y tierra, tres elementos necesarios para generar vida.
Después de que apareció la tierra seca, se generó la vida vegetal. Aunque Dios no
estaba contento al final del segundo día (El no dijo que era bueno), ciertamente se
alegró al final del tercer día cuando vio la luz, el aire, la tierra seca y toda la vida
vegetal. Dios vio el pasto, las hierbas y los árboles, y dijo que eso era bueno.
Antes de ese momento, no se había creado la vida sobre la tierra.
La vida fue generada empezando con la vida vegetal. Pero ésta era una vida
inferior, la vida con una consciencia de sí muy rudimentaria, incapaz de caminar,
de hablar y de entender a Dios. Dios puede hablar a un lirio mil veces, pero el lirio
no puede contestarle porque la vida de un lirio es demasiado rudimentaria. Pese a
que la vida estaba presente, necesitaba desarrollarse. Se necesitaban las
lumbreras del cuarto día para que la vida creciera. La luz del primer día sirvió para
generar vida; las lumbreras del cuarto día sirven para fomentar el crecimiento de la
vida. En el cuarto día, las lumbreras sólidas estaban preparadas; no se hizo otro
trabajo.
Muchos de los jóvenes aquí presentes han recibido la luz del primer día, pero
dudo mucho que ustedes hayan entrado en las lumbreras del cuarto día. Las luces
del cuarto día son distintas de la luz del primer día. La luz del primer día era
indefinida; las lumbreras del cuarto día son definidas. Ahora debemos ver qué
prefiguran el sol, la luna y las estrellas en tipología.
En Apocalipsis 1:20 se nos dice que las iglesias locales son candeleros. Las
lámparas son necesarias por la noche, no en el día. Apocalipsis 1:20 demuestra
claramente que la era de la iglesia no es un día sino una noche. La iglesia como
candelero brilla en la noche. Pero el candelero mismo no brilla; lo hace la lámpara.
Los siete candeleros se encuentran en el capítulo 1 de Apocalipsis y las siete
lámparas en el capítulo 4. Las siete lámparas son los siete Espíritus (Ap. 4:5). La
iglesia es el candelero, y el Espíritu es la lámpara sostenida por el soporte. Si a la
iglesia le hace falta el Espíritu, será un candelero sin luz. En dicho caso se
convertirá en una piedra de tropiezo. Pero el candelero con la lámpara brillante es
algo maravilloso. Podemos tener la iglesia como candelero, pero ¿qué podemos
decir de la lámpara? Necesitamos la lámpara. Algunos dirán: “Tengo el Espíritu
Santo como lámpara. No me preocupa el candelero”. Si usted dice eso, está
equivocado. Pues la lámpara está sobre el candelero. Si ahora, en la era de la
iglesia, usted desea tener la luz de los siete Espíritus, necesita las iglesias. Las
siete lámparas están en los siete candeleros.
Al examinar la historia, vemos que hubo un largo período durante el cual la iglesia
estaba menguando. Cuando la luna está menguando, es el momento propicio para
que brillen las estrellas. Durante la Edad Media o el Oscurantismo las estrellas
brillaron. Martín Lutero era una estrella. Antes y después de Lutero, muchas otras
estrellas importantes brillaron debido a que la luna estaba menguando. Hace dos
siglos, Zinzendorf y los llamados hermanos moravos practicaban la vida de iglesia.
Aunque su luna no era una luna llena, por lo menos era una luna creciente, que le
recordaba a la gente que la iglesia estaba presente. Un siglo más tarde, surgieron
algunos hermanos en Inglaterra y la luna creciente aumentó hasta llegar casi a ser
luna llena. Filadelfia, la iglesia, estaba allí. No obstante, no duró mucho tiempo.
Existe un proverbio según el cual la luna empieza a menguar cuando está llena.
En un período de setenta años, que abarca el fin del siglo diecinueve y el principio
del siglo veinte, podemos ver algunas estrellas como Andrew Murray, la señora
Penn-Lewis y A. B. Simpson. Durante aquel tiempo, hubo estrellas sin luna; no
existía la vida de iglesia. La luna estaba menguando y las estrellas brillaban.
¡Alabado sea el Señor! Hoy en día, si no tenemos una luna llena, por lo menos
tenemos una luna creciente. En las iglesias no debemos esperar ver gigantes
espirituales. Si hay gigantes, esto significa que la luna está menguando. Cuando la
luna aumenta y crece, las estrellas no deberían ser tan visibles. No quiero ser una
estrella grande, sino un hermano pequeño. Cuando tenemos la luna, tenemos
poca necesidad de estrellas.
Si acudimos al sol pidiéndole que nos alumbre durante la noche, estamos locos. El
sol nos dirá: “No acuda a mí. Vaya a mi reflejo. Vaya a la iglesia si desea recibir la
luz que procede de mí. La iglesia refleja Mi luz”. Debemos recordar que es de
noche; no ha llegado el día. Necesitamos la iglesia. El Espíritu habla a las iglesias.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22). Debemos ir
a las iglesias y obtener la luz del sol indirectamente.
Muchos santos queridos dicen: “No me interesan las iglesias, sólo me interesa
Cristo”. Puedo garantizar que todo aquel que diga eso no crecerá. Es posible que
los que afirman esto tengan la luz del primer día, pero carecen de las lumbreras
del cuarto día. Si usted les pregunta a los santos, ellos le dirán que sólo
empezaron a crecer cuando entraron en la iglesia. Cuando volvemos
sinceramente nuestro corazón a la iglesia, recibimos indirectamente la luz
adecuada de Cristo.
Como muchos pueden testificar, cada vez que nos incomodaba la iglesia y que la
rechazábamos, estábamos totalmente en tinieblas. Cuando usted le vuelve la
espalda a la luna durante la noche, su rostro queda en tinieblas. Pero cuando nos
volvemos a la iglesia y somos uno con ella, el resplandor llega inmediatamente.
Ustedes los jóvenes que están cursando la escuela secundaria, son diferentes de
todos los demás estudiantes porque ustedes son hijos del día. Los demás
alumnos siguen en las tinieblas. Cuando usted hable con su maestro, sabrá qué
decirle. Usted tiene discernimiento. Para los padres, la mejor manera de cuidar a
sus hijos es ponerlos en las manos del Señor. Entonces tendrán la luz, y ésta los
gobernará. Esta dirección que les da la luz, proporcionará a los hijos el mejor
discernimiento. Nunca caerán en la tentación de consumir drogas. El
discernimiento es la mejor protección.
Los fariseos y los saduceos acudieron al Señor Jesús, y le pidieron que les
mostrase una señal del cielo (Mt. 16:1-4). El Señor [llamándolos necios,] les dijo:
“Al atardecer, decís: Hará buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la
mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo tiene arreboles y está sombrío.
Sabéis discernir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos no podéis”.
[Dándoles a entender:] “Yo soy la señal; soy como Jonás. Vosotros no veis la
señal porque no tenéis la luz”. Los discípulos también acudieron al Señor en el
monte de los Olivos y le preguntaron acerca de la señal de Su venida, la señal del
fin de esta era (Mt. 24:3).
No sólo tenemos estos versículos, sino que también vemos en Apocalipsis 12:1
una gran señal en el universo: la señal de una mujer con el sol, la luna y las
estrellas. Para poder movernos apropiadamente por este universo, tenemos a esta
mujer como una gran señal. Esta mujer está relacionada de alguna manera con la
iglesia. No estoy diciendo que la mujer sea la iglesia, sino que la iglesia constituye
una parte importante de esa mujer. Si hemos de conducirnos y actuar en este
universo, necesitamos conocer a esa mujer.
Debemos leer varios versículos en Levítico sobre este punto (Lv. 23:2, 5, 6, 24, 27,
34, 39, 41). Estos versículos indican que en el primer mes del año el pueblo
celebraba una fiesta. La fiesta se relacionaba también con las estaciones. En el
primer mes se celebraba la fiesta de la Pascua. Después venía la fiesta de los
panes sin levadura, luego la fiesta de las primicias, y después la fiesta de las siete
semanas, llamada la fiesta de Pentecostés. Estas cuatro fiestas se celebraban
durante la primera mitad del año. En el primer día del séptimo mes, tenían la fiesta
de las trompetas, y en el décimo día del séptimo mes, la fiesta de la expiación. Se
celebraba además la fiesta de los Tabernáculos en el decimoquinto día del
séptimo mes. Cada una de estas siete fiestas se celebraba conforme a los meses.
Sin un tiempo de crecimiento, usted nunca podría celebrar una fiesta. Sin
crecimiento, ¿qué va a festejar usted? En tiempo de fiesta, el pueblo de Israel traía
sus riquezas: vacas, corderos, uvas y todos los productos del crecimiento. La
fiesta de los Tabernáculos era particularmente una fiesta en la que se disfrutaba la
cosecha. El Señor dijo que debemos reunirnos en Su presencia y disfrutar la
cosecha; ésta es una fiesta. La fiesta es el resultado del crecimiento, y este
crecimiento está estrechamente relacionado con la luna, la iglesia. Si no tenemos
la iglesia, carecemos del elemento de la fiesta. Pocos cristianos celebran la fiesta
porque no tienen la luna. No disfrutan plenamente a Cristo como fiesta porque no
tienen la iglesia. Necesitamos la iglesia para designar las estaciones que
determinarán el crecimiento y las fiestas.
Números 28:11 habla de la luna nueva, y Números 29:6 menciona los meses.
Estos versículos están relacionados con los meses.
Jeremías 8:7 habla de la cigüeña que conoce el tiempo señalado para volar.
También habla de la tórtola, la grulla y la golondrina, que conocen su tiempo, su
estación. El Señor dijo que Su pueblo no conoce las estaciones. Es la situación de
hoy. Los cristianos no tienen ni verano ni primavera; no tienen la primera luna, ni la
última luna; no tienen ninguna luna. No tienen ninguna estación: ni primavera, ni
otoño, ni verano, ni invierno. En cierto sentido, pasa lo mismo cada día. Por
consiguiente, no tienen ninguna posibilidad de crecer ni de festejar, porque
carecen de las lumbreras del cuarto día.
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, el Señor le dijo que ése sería el
principio de un nuevo año (Ex. 12:2). Cuando fuimos salvos, aquello también fue el
comienzo de un nuevo año, el año de nuestro renacimiento, una verdadera
revolución en nuestra vida. Mi primera revolución se produjo en 1925, el año en
que fui salvo. La segunda fue en 1931, el año en que fui reavivado. Menos de un
año después, en julio del año 1932, tuve otra revolución: vi la iglesia. Eso cambió
toda mi vida cristiana. En mi vida cristiana he tenido numerosos años nuevos,
además de éstos. Año tras año, Cristo como sol verdadero nos da un nuevo
comienzo.
Génesis 8:13 nos dice que Noé volvió a la tierra el primer día del primer mes. El
tuvo un nuevo comienzo el primer día del primer mes, otro comienzo en la nueva
tierra. Exodo 40:2, 17 revela que el tabernáculo fue erigido el primer día del primer
mes, otro comienzo. ¿Por qué Dios no ordenó al pueblo que levantara el
tabernáculo en el vigésimo noveno día del cuarto mes, sino en el primer día del
primer mes? Para marcar un nuevo comienzo. En 2 Crónicas 29:17 y Ezequiel
45:18 se nos dice que el pueblo purificaba y santificaba el templo en el primer día
del primer mes. El regreso de Babilonia empezó el primer día del primer mes,
según Esdras 7:9. Todos los cristianos necesitan estos cuatro comienzos: la
llegada a la nueva tierra, el levantamiento del tabernáculo de Dios, la purificación
del templo de Dios, y el regreso del cautiverio. Todas estas cosas son nuevos
comienzos en la vida cristiana, los cuales son necesarios para el crecimiento en
Cristo y deben producirse en “el primer día del primer mes”.
No obstante, hoy en día necesitamos las lumbreras del cuarto día. Necesitamos
particularmente la luna y las estrellas que reflejan la luz del sol. Esa es la manera
en que crecemos. Espero que el Señor le hable a usted acerca de su crecimiento,
para que su crecimiento en vida se produzca con los luminares del cuarto día. La
luz del primer día fue necesaria para generar la vida, para que usted volviera a
nacer. Sin embargo, usted necesita las lumbreras del cuarto día para poder crecer.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SEIS
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(3)
EL PROPOSITO
En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más
elevada con la consciencia de sí más desarrollada. El último mensaje era un
paréntesis, y en este mensaje continuaremos nuestro estudio con el proceso
restaurador de Dios y con la creación adicional.
Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el
pasto, las hierbas y los árboles al final del tercer día, antes de las lumbreras del
cuarto día. Después de éstas, creó los peces y las aves en el quinto día. En la
primera parte del sexto día, Dios creó el ganado, representado por el buey, las
fieras representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto, hubo tres
representantes de la vida vegetal y cinco de la vida animal. Nos podría parecer
que toda la tierra estaba llena de vida. No obstante, no había una vida madura.
La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día,
después de seis mil años, ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida
humana. No se menosprecie. Usted es muy grande, más elevado que el pasto, las
hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado, las bestias y los reptiles.
Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de vida.
Por consiguiente, el Dios Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la
vida. El Dios Triuno decidió crear la vida más elevada.
Los cielos fueron cimentados y la tierra fue preparada. Todo estaba listo para que
el hombre llegase. ¡Alabado sea el Señor! Dios no creó al hombre para pedirle
luego que esperase a que El cimentara los cielos y preparase la tierra para él. Por
el contrario, después de que Dios estableció los cielos, preparó la tierra y tuvo
todo listo, el hombre vino a existir. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre vino
al final pero era y sigue siendo el centro.
Ezequiel 1:5 y 10 habla de los cuatro seres vivientes. Estos son semejantes al
hombre. Cada uno tiene cuatro caras: de frente tienen rostro de hombre, en la
derecha tienen cara de león, en el lado izquierdo tienen el rostro de un buey, y en
la parte posterior, cara de águila. Detrás tienen el rostro de un águila porque no se
parece mucho al de un hombre. Los rostros del león y del buey son más parecidos
al rostro humano. No obstante, la cara humana es la expresión suprema. Por
tanto, la vida humana es la madurez de toda vida creada, pues puede expresar a
Dios y ejercer el dominio de Dios.
1) Recobrar la tierra
Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn.
1:9, 26, 28). Mientras la tierra se hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba
ninguna posibilidad de generar vida ni de ejercer dominio. Para obtener ambas
cosas necesitaba recobrar la tierra.
2) Obtener al hombre
El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios
mismo y en juzgar al enemigo de Dios (Gn. 1:26-28). Más adelante
profundizaremos en esto.
3) Generar vida
El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios
pudiera expresarse y ejercer Su dominio. Recuerde estos tres puntos centrales:
recobrar la tierra, obtener al hombre y generar vida. Aunque las cosas creadas por
Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios sólo menciona la vida y lo relacionado
con ella, porque la restauración y creación adicional se centraban en la vida. Toda
la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la tierra, creó al hombre y
produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a
Su enemigo.
c. El propósito
Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación
adicional. Es sumamente importante.
Tenemos un intelecto, una parte emotiva y una voluntad, los cuales fueron hechos
conforme a Cristo. Sin lugar a dudas, Cristo tiene el mejor intelecto, la mejor
voluntad y la mejor parte emotiva. Nuestro intelecto, nuestra voluntad y nuestra
parte afectiva no son muy reales. Considere nuevamente el ejemplo de la mano y
el guante. La mano humana tiene un pulgar y cuatro dedos, y el guante tiene
también un pulgar y cuatro dedos. No podemos negar que el pulgar de un guante
es un pulgar, pero cuando lo comparamos con el pulgar de la mano, encontramos
una gran diferencia. Compare su intelecto con el de Cristo. Nuestro intelecto se
parece al pulgar vacío de un guante. El intelecto de Cristo es semejante al pulgar
de una mano humana. Tenemos sabiduría, pero vemos nuevamente que nuestra
sabiduría es semejante al pulgar vacío del guante, y la sabiduría de Cristo se
parece al pulgar de la mano. No obstante, un día el pulgar de la mano entrará en
el pulgar del guante y ¡ambos pulgares llegarán a ser uno! Uno es la apariencia, la
expresión; el otro es la realidad, el contenido. Nuestra sabiduría es simplemente lo
que contiene la sabiduría de Cristo; es la expresión de la sabiduría de Cristo.
¿Tiene usted amor? Sí, todos tenemos amor, pero nuestro amor es semejante a
un guante vacío. Esposas, no esperen amor de sus esposos. Aun cuando su
esposo la ama, ese amor es vacío. ¡Alabado sea el Señor porque ese amor está
vacío! Está vacío para que entre el amor de Cristo.
Pero esto no siempre resulta fácil. El amor de Cristo debe obrar a fin de entrar en
nosotros. Los dedos de un guante pueden estar torcidos o doblados y, por ende,
resistir la entrada de la mano que procura penetrar. Del mismo modo, necesitamos
cierta disciplina para que el amor de Cristo entre en nosotros. Un día el amor de
Cristo entra en el amor vacío del marido. En ese momento, usted disfrutará del
verdadero amor, el amor de Cristo, por medio del amor vacío de su marido.
¡Alabado sea el Señor!
Todo lo que tenemos, todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es
simplemente un molde vacío, cuya única utilidad es ser un envase para mantener
todo lo que Cristo es, todo lo que tiene y todo lo que puede hacer.
Cristo está en nosotros. La vida de Cristo continuamente lleva a cabo una obra
transformadora dentro de nosotros. Nuestro amor, nuestras emociones y nuestros
pensamientos son inadecuados. Nada de lo que tenemos por naturaleza es
adecuado porque está vacío y es limitado. La esencia, el elemento, de Cristo debe
entrar en todo lo que somos. La sabiduría de Cristo debe entrar en nuestra
sabiduría vacía e impartirnos Su mente (Fil. 2:5). Nuestra mente debe ser el
recipiente de la mente de Cristo; la mente de Cristo debe llenar la nuestra.
Entonces, nuestra mente será transformada a la imagen de Cristo. En 2 Corintios
3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta contemplamos y reflejamos como
un espejo la gloria del Señor y somos transformados a Su imagen. Esta es la
transformación interior. Esta transformación interior también llegará a ser la
conformación interior. Seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Ro.
8:29m).
La relación entre Dios y el hombre es un misterio. Por una parte, la Biblia dice que
Dios es invisible; por otra, afirma que aun antes de la encarnación de Jesús, El
apareció varias veces como hombre en el Antiguo Testamento. Varias veces
Cristo apareció con cuerpo humano. Mientras Abraham estaba sentado a la
entrada de su tienda, vio que tres hombres venían (Gn. 18:2a). El Señor y dos
ángeles se le aparecieron. Abraham invitó a los tres hombres a su tienda y les
sirvió una buena comida. Todos comieron con él. Dios comió con Abraham, y
ambos conversaron mucho. Esta es la razón por la cual a Abraham se le llamó
amigo de Dios (Jac. 2:23). Si leemos Génesis 18, veremos que el relato de ese
pasaje trata de una comunión entre amigos. Dios era amigo de Abraham. Después
de cierto tiempo, el Señor despidió a los dos ángeles, y El permaneció con
Abraham. Este estuvo delante del Señor, como delante de un amigo (Gn. 18:16a,
22). Ese era Cristo antes de Su encarnación.
La segunda vez que Cristo apareció en forma de hombre fue en el caso de Jacob
en Peniel. Un hombre vino para subyugar al fuerte Jacob (Gn. 32:24). De hecho,
¡era Dios quien estaba luchando con Jacob! Dios en forma humana estaba
luchando con Jacob. Jacob era muy fuerte y Dios no pudo subyugarlo hasta que le
tocó el muslo, y Jacob quedó cojo. Jacob le pidió que le declarara su nombre. Dios
dijo que no le preguntara Su nombre y que le dejara bendecirlo. Finalmente, Jacob
se dio cuenta de que se había encontrado con Dios cara a cara (Gn. 32:28-30).
Peniel significa la faz de Dios. Dios apareció como hombre allí, como un hombre
verdadero. Si El no hubiera sido un hombre de verdad, ¿cómo habría podido
luchar con Jacob?
En otra ocasión (Jos. 5) Dios apareció con cuerpo humano. En esa oportunidad
Josué sentía la gran responsabilidad de vencer a Jericó. Posiblemente era al día
siguiente que el ejército de Dios saldría a combatir contra Jericó, y Josué, su líder,
sentía la carga de aquella batalla. Creo que él estaba considerando la situación
por la tarde cuando de repente vio a un hombre. Josué le preguntó: “¿Eres de los
nuestros o de nuestros enemigos?” El hombre dijo: “No; mas como Príncipe del
ejército de Jehová he venido ahora” (Jos. 5:13-14). El hombre dijo también a
Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Jos.
5:15). En ese lugar estaba Dios.
Todos estos casos nos muestran que el Señor Jesús, antes de Su encarnación,
apareció varias veces en la forma corpórea de un hombre. Esto es realmente
misterioso.
El pasto, las hierbas y los árboles no tienen ningún rostro. A partir de la vida
animal, hemos visto que los peces tienen rostro, pero no muy parecido al rostro
humano. Luego vinieron las aves, el ganado y las bestias. Más tarde vino el
hombre, cuyo rostro es muy parecido al de Dios. Esto es un misterio. De todos
modos, se nos dijo claramente que fuimos hechos a la imagen de Dios. Esta es la
razón por la cual tenemos sabiduría, voluntad y emociones, tal como Dios, pero
sin la realidad. Lo que tenemos es sólo las expresiones. Necesitamos el
contenido.
También tenemos una forma, la forma de la imagen, igual que una fotografía. Sin
embargo, la fotografía carece de realidad. Cuando el hombre fue creado con la
forma de Dios y a Su imagen, no tenía la realidad de Dios. Después de ser creado
el hombre, seguía necesitando recibir a Dios. El hombre no tenía la realidad de
Dios ni Su vida, aunque sí tenía la forma y la imagen de Dios. El hombre fracasó.
Entonces el Señor vino en forma de hombre. El murió en esta forma y resucitó
para elevar esta forma. Su muerte y resurrección nos permiten recibirlo fácilmente.
Hemos recibido y obtenido esta vida divina, y por dicha vida podemos tener la
realidad de Dios. La vida divina obra ahora en nosotros para transformar nuestra
vida vacía en la forma divina de realidad. En esto consiste la transformación.
Finalmente seremos conformados a Su imagen. La Biblia es la revelación de este
misterio. Es muy importante, crucial y esencial que veamos la imagen de Dios y
Su forma, en las cuales y conforme a las cuales fuimos creados. Todos debemos
ver cómo Cristo fue esa imagen y cómo tomó forma de hombre para que lo
recibiésemos a El como vida y realidad nuestras. Finalmente seremos mezclados
El y nosotros, y llegaremos a ser uno. Seremos Su apariencia y expresión; El será
nuestra realidad y contenido. El y nosotros seremos uno. El será como nosotros y
nosotros seremos como El. Entonces, expresaremos a Dios en todo el universo.
Ahora podemos ver por qué Dios creó los cielos y la tierra y por qué creó la vida
humana. Este es el significado y el centro del universo. Si no vemos eso, no
podemos entender cuál es el significado del universo ni para dónde vamos. Hoy
en día, conocemos el significado del universo y sabemos dónde estamos y adónde
vamos. Estamos aquí para expresar a Dios, y salimos a Su encuentro para ser
uno con El.
Cuando fuimos salvos, la vida divina que entró en nosotros era semejante al
pasto. Creció hasta ser hierbas y árboles. Después creció hasta llegar a un plano
de vida más elevado: los peces, las aves, el ganado y las fieras. Podemos
expresar a Dios sólo cuando alcanzamos la cima de la vida creada. Necesitamos
la vida humana. Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7 nos revelan que de los nueve
aspectos de la vida, descritos en Génesis 1, sólo cuatro son representados en la
presencia de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Estos cuatro están en la
presencia de Dios, y representan a todas las criaturas que se encuentran delante
de El. Ezequiel y Apocalipsis no mencionan el pasto, las hierbas, los árboles, los
peces, ni los reptiles. En la eternidad no habrá mar y, por consiguiente, no habrá
peces. Ciertamente no habrá animales que se arrastren. Lo que estará
representado en la presencia de Dios será el hombre, el ganado, el león y el
águila. Todos debemos crecer hasta llegar al plano de vida más elevado, es decir,
al plano del ganado, el león y el águila. Debemos seguir adelante a la madurez de
vida, que está representada por la vida humana. Esta vida es lo único que puede
expresar a Dios. Esta vida es lo único que puede tener dominio por Dios. Esta es
nuestra meta. Debemos crecer cada vez más y pasar de la vida vegetal a la vida
animal, y de la vida animal a la vida humana.
PALABRA ADICIONAL
Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en
Génesis, particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz,
y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras
del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en
los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la
luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva
Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios
mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se
desarrolló plenamente en Apocalipsis 22.
Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su
propia imagen”. La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más
que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra “imagen” se desarrolla
continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera
tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el
que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como
jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe.
El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde
todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén
tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios.
Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las
aguas de muerte, y los animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este
es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin
lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz
es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque
Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la
flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo.
Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo
alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los
cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los dos peces.
Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo
que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las
aves. El es el águila. Exodo 19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a
los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El liberó a Su pueblo de
Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v.
37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas,
pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la
vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo
es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la mañana
y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es
Cristo y Cristo lo es todo.
Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si
lo disfruta como las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado.
Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está calificado. Aunque quizás
disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe
avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves.
Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo.
La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas
delante del trono de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de
vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas delante del trono de Dios.
Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los
árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y
el hombre.
Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el
hombre) están calificadas para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es
bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni los árboles, ni los
peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a
su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego.
Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El
rostro de usted es la apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es
interiormente se expresa exteriormente en su rostro. Como lo mencionamos antes,
ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro, pero
su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un
cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve
categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro
humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con
el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro
es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de
la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.
Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1
ha experimentado un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes
que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva
Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo.
Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es
como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis
1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SIETE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(4)
EL PROPOSITO
Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida
humana es la vida creada más elevada. Nunca debemos olvidar las nueve
entidades vivas mencionadas en Génesis 1: el pasto, las hierbas, los árboles, los
peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se arrastran, y el
hombre. El hombre es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1,
cuando Dios llegó al momento de crear al hombre, tuvo un concilio. Este concilio
celebrado en la Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto es
bastante significativo. Eran necesarias las tres Personas de la Deidad para crear
al hombre. Los demás libros de la Biblia desarrollan el tema de la obra que llevó a
cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo: “Señoreen” (heb.). Dios
no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo singular,
pero señoreen está en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...”
¿Había un solo Dios o varios dioses? ¿Había un solo hombre o varios hombres?
Nuestro Dios es único, pero es triuno. El hombre es uno, pero es corporativo.
¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis 1:26. Dios dijo: “hagamos” y
“señoreen”. La palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno; el verbo
“señoreen” revela que el único hombre es corporativo. El Dios Triuno creó un
hombre corporativo.
2) Obtener al hombre
para que ejerza el dominio de Dios
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un
hombre corporativo para que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo
“señorear” incluye más que autoridad. Señorear significa tener autoridad para
gobernar y establecer un reino y también significa tener un reino como esfera en la
cual ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual
gobernar, no tengo ningún señorío, ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el
hombre...” Al hombre se le dio dominio sobre todas las cosas. Recuerde las
palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en su Biblia.
Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis
1. Debemos considerar un poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen
es una expresión. Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de que el
hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser expresado. El necesita una
expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la imagen de
Dios para expresarle, y recibió autoridad para representar a Dios y señorear.
Somos la expresión de Dios y somos Sus representantes. Los jóvenes deben
asirse particularmente de estas dos palabras con estas dos revelaciones
fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al restaurar y formar Su
creación adicional era doble: obtener al hombre corporativo para que lo expresara
y para que ejerciera Su señorío.
a) La esfera:
Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con
esta esfera:
Recuerde que la esfera del dominio que Dios confió al hombre incluye tres
secciones: los mares, la morada de los demonios; el aire, el lugar donde están
Satanás y sus ángeles; y la tierra, el campo de actividades de Satanás.
Cuando el Señor Jesús estuvo sobre esta tierra, tuvo que vencer a Satanás, a los
ángeles caídos o a los demonios por dondequiera que iba. Esta fue la razón por la
cual el Señor Jesús reprendió el viento y las olas durante una tempestad. El viento
procedía de los ángeles caídos que estaban en el aire, y las olas venían de los
demonios que estaban en el agua. El Señor dijo al viento: “¡Calla!” y a las olas
“¡Aquietaos!” En seguida el viento cesó y las olas se calmaron. Los ángeles caídos
y los demonios fueron sometidos y dominados por el Señor Jesús. Si sabemos
cómo leer la Biblia, veremos que en los cuatro evangelios, el Señor Jesús ejerció
la autoridad de Dios sobre los mares, el aire y la tierra. Esta es la esfera del
dominio que Dios confió al hombre.
b) La intención:
El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era
la intención de Dios al dar señorío al hombre?
Los jóvenes que se están preparando para casarse deben entender que el
matrimonio es una batalla. Muchos de nosotros sabemos eso por experiencia. Aun
cuando estábamos en nuestra luna de miel, estábamos en el campo de batalla,
peleando con nuestro cónyuge. Si no luchábamos exteriormente, lo hacíamos
interiormente. Cada área de la vida, la vida escolar, el trabajo y la vida familiar,
constituye un campo de batalla. El enemigo nunca duerme. El está alerta todo el
día, no sólo en la vida de familia, sino también en la vida de iglesia. Aun en la vida
de iglesia, Satanás y todos sus mensajeros están ocupados. En la tierra se está
librando una guerra. La intención de Dios es recobrar la tierra.
Satanás usurpó y sigue usurpando a la tierra. Mire la sociedad actual. Mire cómo
el enemigo sigue usurpando toda la tierra.
Este punto quedó plenamente demostrado en el salmo 8. Este salmo empieza con
las palabras: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la
tierra!” También termina de esta manera. Sin lugar a dudas, el nombre del Señor
es admirable en los cielos, pero en cierto sentido, el nombre del Señor no es
admirable en esta tierra. Su nombre no es excelente entre tantas personas caídas.
Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre” (Mt. 6:9). El nombre del Señor debe
ser santificado sobre esta tierra. El problema no está en los cielos, sino aquí en la
tierra.
Dios desea que Su reino venga a esta tierra y que Su voluntad se cumpla en la
tierra (Mt. 6:10). Ahora podemos entender la oración que el Señor Jesús
estableció. El dijo: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino”. Indudablemente
esto se refiere a venir de los cielos a la tierra. La oración continúa: “Hágase Tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La voluntad de Dios se
cumple ahora en los cielos; sin embargo, en esta tierra existen muchos obstáculos
que impiden que se cumpla. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre. Venga
Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
Debemos pelear para recobrar la tierra.
En la eternidad la morada de Dios bajará de los cielos a la tierra nueva (Ap. 21:1-
2). Muchos cristianos sueñan con ir al cielo. Es un buen sueño e indudablemente
todos nosotros estaremos allí. Sin embargo, Dios desea descender a la tierra. Nos
gustan los cielos, pero a Dios le agrada la tierra. Nosotros estamos subiendo, y El
está bajando. ¡Aleluya! Déjenme decirles la verdad: cuando vayamos al cielo, el
Señor dirá: “Hijos Míos, descendamos; bajemos para señorear en la tierra”. En la
eternidad los cielos no serán la morada de Dios. La morada de Dios será la Nueva
Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra nueva. Esto
demuestra que Dios desea poseer la tierra.
Satanás, el usurpador, no sólo será derribado de los aires, sino que también será
expulsado de la tierra. Según Apocalipsis 12:9, Satanás primero será derribado del
aire y echado a la tierra, y después será atado y expulsado de la tierra y echado
en el abismo (Ap. 20:2-3). No habrá más contaminación espiritual. Tendremos aire
fresco, y la tierra estará limpia de toda corrupción. Esto se producirá durante el
milenio. Al final del milenio, Satanás será echado en el lago de fuego (Ap. 20:10).
Después del milenio, tendremos la eternidad, donde estará la morada eterna de
Dios en la tierra nueva. Dios desea poseer la tierra.
(4) El cumplimiento
¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta
intención. Satanás sabe eso mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que
inmediatamente después de la creación del hombre, Satanás se infiltró a fin de
destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito. El hombre cayó. Sin
embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para entrar en
el hombre y hacerse uno con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el
segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no cumplió el propósito de Dios,
pero el segundo hombre sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el
segundo hombre también lo es. Adán era la cabeza del primer hombre corporativo,
y Cristo es la cabeza del segundo hombre. El propósito de Dios es cumplido por el
segundo hombre.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(5)
LA MAXIMA CONSUMACION
d. La máxima consumación
En este mensaje llegamos a la máxima consumación, al punto culminante de
Génesis 1. Debemos recordar varios pasos en el proceso de restauración y
creación adicional que Dios llevó a cabo. El Espíritu se cernía sobre las tinieblas y
la muerte. La luz vino, y creó una separación entre la luz y las tinieblas. Dios hizo
la expansión para separar las cosas de arriba de las cosas de abajo. Luego Dios
llamó a la tierra seca a salir de las aguas de muerte. En la tierra seca se generó la
vida vegetal. Después de la vida vegetal, se produjeron las lumbreras del cuarto
día y resplandecieron sobre la tierra. Luego vino la vida de los peces, la vida de
las aves, del ganado, de las bestias y de todo lo que se arrastra. Finalmente Dios
creó al hombre. El hombre es el punto culminante de la creación de Dios porque
lleva la imagen de Dios. Esto no es algo insignificante.
Cuando el hombre mira a Dios y Dios mira al hombre, ven que se parecen. Si
tomo una fotografía de usted, usted se parecerá a la foto, y la foto se parecerá a
usted. Del mismo modo, Dios puede decir: “Hombre, te pareces mucho a Mí”. El
hombre contestará: “Dios, Tú te pareces mucho a mí. Tú y yo somos muy
parecidos”. Asimismo, cuando el hombre viene de la presencia de Dios, él
gobierna todas las cosas creadas y tiene potestad para gobernar. Esto es tener
señorío, esto es el reino.
En el capítulo 1 de Génesis, las dos palabras clave son imagen y señorío. Usted
puede olvidarse de lo que se arrastra y de los peces, pero no olvide al hombre con
la imagen y el señorío. El hombre no fue hecho a la imagen de una serpiente ni de
un escorpión, sino a la imagen de Dios. Este es el punto culminante: el hombre
lleva la imagen de Dios y ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío.
a) El caso de Abraham:
Empezamos con Abraham. Esto no significa que antes de Abraham no hubiese
ningún hombre que expresara a Dios. Hubo por lo menos tres hombres notables:
Abel, Enoc y Noé. No obstante, si leemos su historia, no encontramos ningún
relato en el cual sometieran al enemigo o hubiesen vencido algo. Antes de
Abraham no hay ningún relato de alguien que hubiese sometido al enemigo.
Abraham construyó un altar para tener contacto con Dios (Gn. 12:7). Cuanto más
contacto tenga usted con Dios, más llevará la imagen de El. Cuanto más mire a
Dios, más se parecerá a El. Construir un altar para acercarse a Dios significa ser
transformado cada vez más a Su imagen. Abraham no construyó una torre. Los
habitantes de Babel no construyeron un altar para tener contacto con Dios;
construyeron una torre para hacerse un nombre (Gn. 11:4). Esto se llama orgullo.
No obstante, Abraham fue llamado a salir de ese entorno; él construyó un
pequeño altar y allí tuvo contacto con Dios. Cuanto más tocaba a Dios, más se
parecía a Dios. La Biblia nos dice que finalmente Dios llegó a ser amigo de
Abraham y que Abraham fue llamado el amigo de Dios (Jac. 2:23). Si usted lee
Génesis 18, verá que Dios no se presentó a Abraham como el Creador ni como el
Todopoderoso; se presentó a él como un amigo. Dios y Abraham tuvieron
comunión como dos amigos que conversaban. En aquel tiempo, Abraham se
parecía cada vez más a Dios. Por tanto, leemos que Abraham venció a los
enemigos (Gn. 14:17).
b) El caso de José:
José fue la última persona cuya historia leemos en Génesis. El llevó una vida
santa y victoriosa (Gn. 39:11-12). Llevó una vida que se parecía mucho a Dios.
Dios era santo; José era santo. Dios era victorioso; José era victorioso. José
llevaba la imagen de Dios. El fue un hombre que cumplió la intención de Dios. La
historia de José es la historia de una vida santa y victoriosa, una vida que
finalmente llegó a ser la autoridad gobernante. José regía sobre todo Egipto (Gn.
41:39-45). En el capítulo uno de Génesis, vemos a un hombre hecho por Dios a
Su imagen y al cual se le comisionó el señorío de Dios. En los últimos capítulos de
Génesis, también vemos a un hombre que realmente expresaba a Dios y lo
representaba, y gobernaba sobre toda la tierra.
c) El caso de Moisés:
Moisés no fue un gran político. Fue un hombre que se mantuvo en contacto con
Dios. Después de tener contacto con Dios, su rostro brillaba con la gloria divina
(Ex. 34:29-30). Cuando el rostro de Moisés resplandecía con la gloria de Dios, él
llevaba la imagen de Dios. Por tanto, Moisés se convirtió en un hombre de
autoridad. El tenía la autoridad de gobernar sobre toda la casa de Israel (He. 3:2,
5). También tenía la autoridad de vencer al enemigo (Ex. 14:30-31). No peleó la
batalla con ametralladoras ni bombas atómicas, sino con una pequeña vara. Esta
vara no sólo representaba el poder, sino también la autoridad. Moisés usó esa
vara y dijo al mar Rojo: “Abre el camino”, y se separaron las aguas. Esto era
autoridad. Moisés era un hombre que llevaba la imagen de Dios y representaba a
Dios con la autoridad divina.
Ancianos de las iglesias locales, líderes de todos los grupos de servicio, hermanas
que llevan el liderazgo, tengan muy presente: para ser un líder en las iglesias
entre el pueblo de Dios, ustedes deben reverdecer. Deben florecer con la vida de
resurrección. Todos somos únicamente pedazos de madera muerta. La autoridad
de esta vara de madera muerta depende del florecimiento de la vida de
resurrección de esa madera muerta. Si usted tiene la intención de ser un líder en
un servicio determinado, esperaremos para ver si la madera muerta se pudre o
reverdece. Si retoña con la vida de resurrección, demostrará que la autoridad está
allí. Ya no es un pedazo de madera muerta, sino una vara de autoridad.
j) El caso de Daniel:
Daniel era un cautivo en Babilonia, un muchacho que estaba en el palacio del rey.
No obstante, llevaba una vida santa, una vida que expresaba a Dios (Dn. 1:8). Por
consiguiente, él llegó al poder. El tenía autoridad sobre el mundo de aquellos
tiempos (Dn. 6:28).
k) El caso de Jesús:
Cuando Jesús estaba en esta tierra, El expresaba a Dios. Adondequiera que iba,
expresaba a Dios. El era un hombre auténtico y típico, pero expresaba
continuamente a Dios. Por tanto, El obtuvo autoridad sobre todas las cosas (Mt.
28:18). Zacarías 6:13 nos dice que Jesús tiene dos oficios, el sacerdocio y el
reinado. El era sacerdote y rey. Hoy en día El sigue siendo el Sumo sacerdote y el
Rey de reyes. El es Aquel que expresa a Dios, Aquel que lo representa. El lleva la
imagen de Dios y mantiene la autoridad de Dios. Este es Jesús.
No tenemos que esperar ese día. Todos podemos tener un anticipo ahora.
Podemos disfrutar de la imagen de Dios y de Su señorío. Hoy somos sacerdotes y
reyes. Debemos mantener nuestra primogenitura. Aquí expresamos a Dios con Su
imagen y aquí lo representamos con Su señorío. ¡Aleluya! ¡Qué posición es ésta y
qué responsabilidad!, y a la vez ¡qué disfrute! ¡Alabado sea el Señor! Somos
sacerdotes de Dios y somos reyes Suyos. Llevamos la imagen de Dios y tenemos
Su señorío. Ahora somos aquellos que constituyen la iglesia, quienes expresan a
Dios y quienes representan a Dios. ¡Aleluya! Sí, tenemos la imagen y el señorío.
Espero que todos podamos ver que la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del
señorío. El hecho de que estos dos puntos sean la cumbre del relato de Génesis 1
no es algo insignificante. Ese capítulo empezó con las tinieblas, el vacío, la
desolación y las aguas de muerte. Luego el Espíritu se cernía, la luz separaba, y la
expansión dividía. La tierra seca apareció para generar vida. Luego vino la vida
más baja, la vida inferior, la vida elevada y la vida creada más elevada: el hombre.
Considere todas las formas de vida. Ni el pasto, ni las hierbas ni los árboles tienen
rostro. Un pez sí tiene rostro pero no se distingue muy bien. El rostro de un ave es
más fácil de distinguir. Luego tenemos el ganado y las fieras. Por último, tenemos
el rostro humano. Todos debemos reconocer que el rostro humano es el más
distintivo. Este rostro es la cara que lleva la imagen de Dios. A este rostro, es decir
a esta expresión, le fue encomendada la autoridad de Dios.
PALABRA ADICIONAL
Volvamos al libro de Mateo y leamos el último versículo del capítulo 16 y los
primeros dos versículos del capítulo 17. El Señor Jesús dijo: “De cierto os digo:
Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan
visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino. Seis días después, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte
alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció Su rostro como el sol, y Sus
vestidos se volvieron blancos como la luz”. En estos versículos, vemos la venida
de Jesús en Su reino. El resplandor de Jesús en la transfiguración constituye la
venida del reino. Donde está el resplandor de Jesús, allí está el reino. Este
resplandor es la imagen de Dios que llevamos. La imagen está presente, y el
señorío aparece inmediatamente. Cuando resplandece la gloria de Dios, no
necesitamos ejercer señorío a propósito. La autoridad de Dios está allí.
Llegamos a otro libro, el libro de Hebreos. Si usted lee dicho libro, verá que
presenta una lista de todo lo bueno del judaísmo. El libro de Hebreos nos muestra
que todas las buenas cosas del judaísmo deben ser consideradas como tipos,
figuras y sombras de Cristo.
Antes de que Jesús viniese, Dios usó el Antiguo Testamento para presentar a Su
pueblo muchos cuadros de Cristo desde varios ángulos. Sin embargo, los judíos
se fijaron simplemente en los cuadros, no sólo vistos desde cuatro ángulos, sino
desde treinta y dos direcciones distintas. Eso los absorbía y les impedía ver a
Cristo. Cristo se encuentra fuera de ese cerco. Los judíos vieron muchas cosas
acerca de Cristo, pero no pudieron ver al propio Cristo. Por tanto, el libro de
Hebreos fue escrito para comunicarles a todos los creyentes judíos que debían
abandonar los cuadros, todo el sistema del judaísmo y mirar a Cristo. Considere al
Apóstol y Sumo Sacerdote, Jesucristo (He. 3:1). Olvídese de Moisés, de los
ángeles y de Josué. Considere solamente a nuestro Apóstol Jesucristo. Considere
a nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo. Mírelo a El; no lo mire solamente, sino que
ponga sus ojos en El (He. 12:2). Apártese de las cosas judías. Apártese de la
Biblia y mire a Jesús mismo.
Tenemos un libro más, 1 Corintios. En 1 Corintios, Pablo nos advirtió que aun los
dones espirituales, tales como el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas,
las sanidades y los milagros, pueden ser velos para el cristiano. ¿Ve usted la
sutileza del enemigo?
La ley, la filosofía, el judaísmo con sus escrituras y enseñanzas, y los dones
espirituales, son buenos, pero se han convertido en velos que cubren la cara de
muchos cristianos genuinos. Todos debemos decir al Señor Jesús: “Señor Jesús,
te amo. Estimo la Biblia porque te revela a Ti, pero nunca dejaré que la Biblia se
convierta en un velo. Te amo, Señor Jesús. Te amo a Ti personalmente, te amo
directamente, te amo de manera muy íntima. Te amo besándote. No me agrada
que estés alejado. Quiero verte cara a cara. Señor, quiero incluso besarte”. Creo
que muchos de ustedes ya han entrado en esta experiencia, pero todos debemos
ser preservados en esta experiencia. Debemos decirle al Señor: “Señor Jesús,
aprecio los dones porque me ayudan a tocarte, pero si los dones llegan a ser un
velo, los abandonaré. Te amo sólo a Ti, Señor. Te amo personal, directa e
íntimamente. Te amo de una manera tal que puedo besarte en cualquier
momento. No existe ninguna distancia entre Tú y yo, ninguna distancia, ninguna
separación y ningún aislamiento. Estoy directa e íntimamente en Tu presencia”. Si
usted actúa así, subirá al monte de la transfiguración. Será transfigurado y
resplandecerá.
Entre nosotros son muchos los que pueden dar testimonio de sus padres. Cuando
salían de su cuarto después de pasar tiempo en la presencia del Señor, sus
rostros resplandecían, dándonos testimonio de que ellos habían estado con el
Señor. Este resplandor subyuga toda criatura rebelde. Somete al marido, a la
esposa, a los hijos y a toda clase de circunstancias. Este resplandor es el reino; es
el señorío. El señorío proviene del resplandor. Jesús apareció en Su reino cuando
se transfiguró. El resplandeció como el sol. El tenía la imagen y tenía el señorío.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NUEVE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(6)
LA MAXIMA CONSUMACION
Continuamos con el tema de la máxima consumación. Como vimos en el mensaje
anterior, el primer punto de esta consumación era Dios expresado y representado.
Este era el punto culminante. Basándonos en ese punto, consideraremos varios
puntos adicionales.
La bendición de Dios está siempre con el sacerdocio y con el reinado. Vemos esto
en el caso de Melquisedec. El era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, y
bendijo a Abraham (Gn. 14:17-19). La bendición siempre va acompañada del
sacerdocio y del reinado. Si la iglesia busca la bendición de Dios, debe tener el
sacerdocio y el reinado. ¿Qué significan el sacerdocio y el reinado? Significan
simplemente la imagen de Dios y Su señorío. El sacerdocio expresa la imagen de
Dios, y el reinado manifiesta Su señorío. Mientras ejerzamos el sacerdocio para
tener contacto con Dios, contemplar a Dios y reflejar la imagen de Su gloria,
tendremos el reinado. La bendición de Dios vendrá inmediatamente.
Dios bendijo al hombre para que éste fuese fructífero, se multiplicara y llenara la
tierra. La bendición es la fructificación, el aumento, la multiplicación y el llenar de
la tierra. Supongamos que Adán, el hombre corporativo, hubiese sido hecho a la
imagen de un escorpión o de una serpiente, y que Dios hubiese bendecido al
escorpión y a la serpiente para que se multiplicaran y llenasen la tierra. La tierra se
habría llenado de escorpiones y de serpientes. ¡Qué horrible sería la tierra! En tal
caso, yo preferiría no haber nacido. Supongamos que usted tiene doscientos
escorpiones en su cuarto y doscientas serpientes en su salón. Aquello no sería
una bendición, sino una maldición. Pero Dios creó al hombre a Su imagen, y le dio
autoridad a fin de que ejerciera el señorío para el Todopoderoso en la tierra. Dicho
hombre estaba listo para recibir la bendición de Dios. La bendición de Dios
consistía en capacitar a ese hombre para que fuese fructífero. Uno se multiplicaría
en diez, diez en ciento, ciento en mil, mil en cien mil, cien mil en un millón, un
millón en un billón, hasta que toda la tierra se llenase de rostros hermosos que
expresaran y representaran a Dios.
Aunque los seres humanos están caídos, les queda algo maravilloso. Lo
maravilloso que tienen es la imagen de Dios. Hay personas que quieren a los
perros, pero el amor por un perro es muy diferente del amor por un ser humano.
Por muy bueno que sea un perro, no es tan digno de amor como un ser humano.
Se puede amar a todos los seres humanos porque cada ser humano lleva la
imagen de Dios. Por muy caídos que estén los seres humanos, todos ellos llevan
la imagen de Dios.
También tenemos el caso de las dos hijas de Lot (Gn. 19:30-38). ¿Recuerda usted
cómo hablaron de llevar fruto? Dijeron: “Es posible que nuestro padre no tenga
ningún descendiente. Hagamos algo para ayudarle a producir un heredero”.
Hicieron algo, y funcionó. Produjeron a los moabitas y a los amonitas. Muchos
cristianos actuales producen ismaelitas, moabitas o amonitas. Más nos vale no
tener ningún descendiente de ésos.
Debemos ser hombres que lleven la imagen de Dios y que ejerzan Su autoridad.
Entonces estaremos bajo la bendición de Dios, y así seremos fructíferos y nos
multiplicaremos. Los rostros humanos con la imagen de Dios llenarán la tierra.
Este es uno de los puntos de la máxima consumación. No se imagine que la
predicación del evangelio es algo pobre. Debe ser algo elevado. La predicación
del evangelio debe ser el punto culminante, y no debe producir ni ismaelitas ni
moabitas ni amonitas, sino Isaacs.
La Biblia presenta algunos tipos del descanso. El sábado del Antiguo Testamento
tipifica el descanso (Ex. 20:8-11). El hombre era un testimonio, una expresión, de
Dios. El hombre también estaba sometido a la autoridad de Dios. La autoridad de
Dios se ejercía sobre el pueblo que guardaba el sábado. Por tanto, era una
especie de descanso.
En 1936 estaba yo en la obra en el norte de China, con una intensa carga por la
obra del Señor. La labor era dura y las pruebas y circunstancias difíciles. Yo
viajaba en bicicleta por los suburbios, la echaba al suelo, caía con todo mi peso y
gritaba: “¡Señor, ayúdame!” Estaba molesto y perturbado. Un día, antes de dar un
mensaje, recibí una palabra que me decía: “¿Sabes que el primer día del hombre
es el séptimo día de Dios? El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre.
¿Por qué laboras tanto, hijo necio? Desiste de ello. Abandona tu obra. Todo lo que
necesitas hacer es venir y unirte a Mí en Mi descanso”. Aquel domingo por la
mañana di un mensaje en el cual dije que el séptimo día de Dios fue el primer día
del hombre. Le dije al pueblo: “¡Aleluya! Hoy es mi primer día. Durante varios
meses he laborado mucho, pero ahora dejo mi obra. Ya no voy a laborar. Ahora
empiezo a descansar con Dios. Su séptimo día es mi primer día”. Tal vez usted
pregunte: “¿Qué diremos del día que viene después del séptimo?” Fue el primer
día de la semana, el día del Señor, un nuevo descanso y un nuevo sábado.
¡Alabado sea el Señor!
Me alegra mucho que el Señor nos haya permitido compartir estos nueve
mensajes sobre Génesis. En estos mensajes podemos ver que el relato divino se
centra exclusivamente en la vida. Génesis 1 y 2 es simplemente un bosquejo. Las
biografías de los ocho hombres (Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y
José) lo describen plenamente. Finalmente veremos que Jacob y José van unidos.
En realidad los dos son un solo hombre: Jacob llega a ser Israel, el príncipe de
Dios, y lleva la imagen de Dios; José llega a ser aquel que gobierna por encima de
todo, ejerciendo el señorío de Dios. Al final de Génesis, vemos un hombre doble:
un aspecto (Jacob) expresa la imagen de Dios, y el otro aspecto (José) ejerce el
señorío de Dios. Allí se expresa la imagen de Dios, se ejerce la autoridad de Dios,
y hay descanso. ¡Aleluya!
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIEZ
EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO
(1)
En los mensajes anteriores abarcamos el primer punto crucial del libro de Génesis:
el deseo y propósito de Dios. Esto fue revelado en Génesis 1:1—2:3. El deseo y
propósito de Dios consiste en tener un hombre corporativo que lo exprese a El en
Su imagen y lo represente con Su autoridad. Ahora debemos preguntarnos:
¿Cómo puede el hombre expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su
autoridad? Esto nos trae al segundo punto de ese libro.
1. Por la vida
Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien
expresar a otra persona si no tiene la vida de ésta? Un perro no puede expresar a
un gato porque no tiene la vida del gato. Un perro tiene la vida de un perro, y ésa
sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el mismo principio, un gato
nunca podrá expresar a un perro. Si pensamos de otro modo, estamos fuera de la
realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios? Sería imposible sin
la vida de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de
inyectar la vida del gato en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le
será fácil expresar espontáneamente al gato. El destino del hombre es expresar a
Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con nuestra vida
porque no es más que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es
demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de expresar a Dios,
necesitamos Su vida. Si tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El
espontánea e inconscientemente. Al tener Su vida, expresamos Su imagen. La
vida es el medio por el cual se cumple el propósito de Dios. Esta vida no es
nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios.
La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no
pueden tener autoridad, porque la autoridad está siempre relacionada con cierta
vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida posee, más autoridad tiene. Los seres
humanos tenemos autoridad sobre los animales porque tenemos más vida que
ellos. Incluso en las relaciones humanas, podemos verificar ese principio: cuanto
más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que usted,
tengo autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito
amenazarlo. El se pondrá espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no
me fue conferida por el presidente de los Estados Unidos. Me vino con los años. Si
usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su autoridad. Su edad le
confiere la autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad,
necesitamos Su vida.
Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida
casi idéntica a la de ella. Supongamos que usted está invitado a representar al
presidente de los Estados Unidos. Usted debe tener la misma cantidad de vida
que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma de su vida debe
corresponder a la vida del presidente.
Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos
creó a Su imagen. Entonces esas personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de
Dios, ¿por qué no podemos expresarle?” Podemos decir que el hombre creado a
la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que
usted toma una fotografía del hermano John y la muestra a los demás diciendo
que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues ése es el
hermano John. Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la
fotografía de él. Aunque la fotografía revela los rasgos, la apariencia y la persona
del hermano John, no contiene la vida de él. Puede mostrar algo del hermano
John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la fotografía
debe tener su vida; ésa es la única manera. El hombre fue creado a la imagen de
Dios, pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía Su vida.
Aunque el hombre fue hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba
que el hombre participara de la vida representada por el árbol de vida. El hombre
falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido traídos de nuevo a participar de
esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no tenemos ninguna
otra posibilidad de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su
autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos de la Biblia confirman
esto.
Esta no es idea mía. Esto fue presentado inicialmente en Génesis y recalcado por
Pablo en Romanos 9 donde escribió: “¿Quién eres tú, para que alterques con
Dios? ¿No te das cuenta de que eres barro? El alfarero tiene autoridad soberana
para moldear el barro y hacer las vasijas”. Romanos 9:21, 23 revela que Dios creó
al hombre como un vaso. Somos vasijas que pueden contener a Dios como vida.
Por consiguiente, después de que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de
vida. El árbol de vida era comestible. En Juan 6 el Señor Jesús dijo que El era
comestible, que El era el pan de vida (Jn. 6:35). De modo que todos podemos
comerlo a El. Además, contenemos todo lo que comemos porque entra en nuestro
ser. Nuestro ser es simplemente una vasija que contiene todo lo que comemos.
Todo lo que comemos no sólo está en nosotros, sino que es asimilado hasta ser el
elemento mismo que nos constituye. Incluso se convierte en nosotros mismos. Por
tanto, los dietistas dicen: “Usted es lo que come”. No sólo somos vasijas, sino que
somos vasijas que comen, vasijas que asimilan lo que comen. Dios desea que lo
comamos a El. Si le decimos a Dios que queremos comerlo, El se alegrará.
Somos las vasijas que lo comen y lo asimilan. Finalmente, Dios se convertirá en
nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos hechos vasijas para contener a Dios
como vida.
Romanos 9:21, 23 nos dice que somos vasijas para honra, vasijas de misericordia
preparadas para gloria. Esta es nuestra porción. No me menosprecien. Soy una
vasija para honra y no para deshonra. Un día estaré lleno de gloria y estaré en la
gloria expresando al Dios de gloria. Todos nosotros somos vasijas de misericordia
preparadas para gloria.
a. El trasfondo
En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para
cumplir Su propósito.
Dios no había hecho llover sobre la tierra. Esto significa que Dios no había
mandado que Su Espíritu se mezclase con el hombre, quien iba a ser hecho del
polvo de la tierra. En Joel 2:23, 28-29, vemos que la lluvia se presenta como
alegoría del Espíritu de Dios.
Algunos cristianos nos critican por usar demasiadas alegorías para interpretar la
Biblia. No obstante, debemos entender que es necesario alegorizar al interpretar la
Biblia porque gran parte de ella, y particularmente Génesis 1 y 2, está escrita en
lenguaje figurativo. Pablo mismo usó alegorías para referirse al Antiguo
Testamento. En 2 Corintios 4:6, él habla del Dios que mandó que de las tinieblas
resplandeciese la luz. Esto se refiere indudablemente a Génesis 1. El hecho de
que el Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz resplandezca
ahora en nosotros, significa que la obra de Dios en Génesis 1 constituye una
alegoría de lo que El está haciendo en nosotros hoy. En Gálatas 4, Pablo usó a
Sara, la esposa de Abraham, y Agar, la concubina de Abraham, como alegoría.
Pablo se refirió simbólicamente a estas dos mujeres como a dos pactos. Por
consiguiente, la mejor manera de entender al Antiguo Testamento es usar
alegorías.
En los cuatro evangelios, el Señor Jesús usó alegorías para casi todo. Lo hizo con
todos los tipos, sombras y figuras del Antiguo Testamento. Dijo que El era
Salomón, David, el sábado, la luz, el alimento, el aire, la puerta, el pastor y los
prados. El lo era todo. Por consiguiente, debemos emplear alegorías al referirnos
a la Biblia. Le animo a hacer eso.
Ahora vamos a usar la alegoría de Génesis 2:5-6 donde vemos que Dios no hizo
llover sobre la tierra. Esto significa que Dios todavía no había mandado Su lluvia
celestial, Su Espíritu, sobre la tierra. Cuando la lluvia baja a la tierra, empapa el
suelo y se mezcla con él a fin de producir la vida. Ahora podemos ver el punto: el
hecho de que no había lluvia antes de que el hombre fuese creado significa que el
Espíritu de los cielos todavía no se había mezclado con algo hecho de polvo para
producir la vida.
2) No había hombre que labrase la tierra
“No había hombre para que labrase la tierra” significa que no había ningún hombre
que trabajase en coordinación con Dios al unir la labor humana con la divina (cfr. 1
Co. 3:9). Muchos cristianos son demasiado espirituales. Cuando son
“superespirituales” se convierten en superficiales. Son espiritualmente
superficiales cuando dicen: “No debemos hacer nada. El Espíritu lo hace todo”.
Ese es un concepto equivocado. Si usted no hace nada, Dios no puede hacer
nada, pues El necesita que la labor humana coopere con la labor divina. ¿Para
qué sirve la lluvia si no hay ningún hombre que labre la tierra? Si usted como
hombre ha labrado la tierra, tiene derecho a orar: “Señor, aquí estoy. Manda la
lluvia”. Entonces Dios mandará la lluvia. Pero supongamos que no hay ningún
hombre sobre la tierra que pida la lluvia y que algunos ángeles digan: “Oh Dios
Jehová, ¿por qué no mandas la lluvia?” Dios contestará: “Si mando la lluvia, se
estropeará. Estoy esperando que haya un hombre que cultive la tierra. Cuando
haya hombre que labre la tierra, mandaré la lluvia”.
Mientras no había ningún hombre en la tierra para que labrase la tierra, Dios no
podía mandar la lluvia. No había ningún hombre que laborase con Dios
coordinando la labor humana con la divina. Debemos laborar en coordinación con
la labor divina de Dios. Debemos orar día y noche por nuestros parientes y
nuestros amigos. Debemos trabajar en ellos. Entonces llegará la lluvia. Si no
cooperamos con Dios labrando la tierra, nunca vendrá la lluvia. Dios no
desperdicia Su lluvia. Cuando llega, viene para producir la vida.
Nuestro cuerpo fue formado del polvo para que fuera nuestra expresión exterior.
Cuando tengo tiempo, me agrada mirarme en el espejo, y examino especialmente
mi cara. Cuanto más me miro, más estoy convencido de que Dios me hizo.
Ninguna otra persona en todo el universo podría haber moldeado esta criatura
maravillosa. El estilo de los automóviles estadounidenses puede ser mejorado y
cambiado cada año, pero nadie puede mejorar el diseño del ser humano. Nuestros
oídos fueron perfectamente diseñados para escuchar. ¡Cuán horrible sería nuestra
condición si los miembros de nuestro cuerpo fuesen puestos en otra parte! ¿Qué
pasaría si nuestra nariz estuviese sobre la frente y al revés? La lluvia y el polvo
entrarían en ella. Dios diseñó intencionalmente la nariz para que mirase hacia
abajo a fin de que sólo entrase el aire. Aunque mi nariz no es muy atractiva, sigo
apegado a ella. Dios la diseñó para mí.
El hombre fue creado por Dios. Fue diseñado por el mejor artista. No preste
atención a la teoría de la evolución. Hasta la ciencia médica puede confirmar que
el cuerpo humano contiene todos los elementos que hay en el polvo, tales como la
sal, el azufre, el cobre y el hierro. Dios formó un cuerpo humano maravilloso a
partir de ese polvo. No tengo palabras para describir esto. Mírese a sí mismo. Mire
sus hombros, sus brazos y los cinco dedos de cada mano. Con los cuatro dedos y
el pulgar el hombre puede hacerlo todo. ¿Qué podríamos hacer si tuviéramos
cinco pulgares en cada mano? No podríamos usar los utensilios para comer. Si
examina su cuerpo humano, descubrirá que es una botella viviente.
Verdaderamente fuimos hechos por Dios.
Por causa de los jóvenes, quisiera usar un ejemplo. Supongamos que usted es
pobre. Se esfuerza por ganar dinero, principalmente para satisfacer sus
necesidades físicas. Con el tiempo consigue una buena casa, buena comida,
excelente ropa y el mejor medio de transporte. Una vez satisfechas sus
necesidades básicas, empieza a desear música, deportes y esparcimiento. Esto
satisface las necesidades sicológicas de su alma. Aunque usted pueda darse toda
la recreación que desee, al estar solo en su casa por la noche, siente en lo más
recóndito que está vacío. Todavía necesita algo. Entonces piensa: “Lo tengo todo.
¿Qué más quiero? Tengo un buen automóvil, una buena casa, buena esposa y
buenos hijos, y todo el esparcimiento que quiero”. No obstante, en lo profundo de
su ser, algo dice: “Todavía tienes una necesidad”. En lo profundo de su ser, algo
está reclamando, solicitando e incluso suplicando. ¿Qué es eso? Es su espíritu.
Esta parte de su ser, su espíritu, necesita a Dios.
Dios, a fin de cumplir Su propósito, primero hizo al hombre como vaso que lo
contuviera a El como vida. El hombre fue hecho de una manera muy específica,
no solamente con un cuerpo para subsistir físicamente y con un alma para
expresarse, sino también con un espíritu como órgano con el cual relacionarse con
Dios y como recipiente en el cual recibir y retener a Dios. El alma del hombre es
su persona y toda su personalidad. Es una persona completa. No obstante, la
intención de Dios al crear el hombre no era que el hombre se expresase consigo
mismo. La intención de Dios era que el hombre, como ser creado completo, lo
tomara a El como vida y lo expresara en todos los aspectos de su personalidad.
Por consiguiente, además del alma, el hombre necesita un órgano específico con
el cual tocar a Dios: el espíritu humano.