Está en la página 1de 5

“SABER ELEGIR, SABER DECIDIR”

APORTE 4º

REGLAS DE DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS – IGNACIO DE LOYOLA

[Ej 313] Reglas para sentir y conocer las varias mociones que se causan en el alma: las buenas para recibir y
las malas para lanzar.

[Ej 316] La consolación espiritual.


Llamamos consolación, cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la cual viene a inflamarse en
amor a Dios; y también, cuando ninguna cosa creada sobre la tierra, puede amarse en sí misma, sino en relación
con el Criador de todas ellas. Asimismo, cuando lanzamos lágrimas por el dolor de nuestros pecados, porque
quiere decir que Dios está trabajando en nosotros para rescatarnos, convertirnos y salvarnos. Finalmente, llamo
consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegría interna, que llama y atrae a las cosas de
arriba, causando en el alma quietud, paz, alegría y certeza de la presencia de Dios.

[Ej 317] La desolación espiritual.


Llamamos desolación todo lo contrario de la regla anterior, así como oscuridad del alma, turbación en ella,
moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin
esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor. Porque, así
como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la
consolación, son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.
En desolación experimentamos oscuridad y confusión, desconfianza, desánimo y flojera para todo lo que tiene
que ver con tomar en serio la vida, con sensaciones de absurdo y de que no vale la pena y con impulsos a
olvidarse de todo esto y refugiarse en lo contrario; y entonces le vienen a uno pensamientos contrarios a los que
le vienen cuando se siente en estados de ánimos positivos.

[Ej 314] Cuando vamos hacia abajo.


En las personas que van de mal en peor bajando, en un camino de pecado, acostumbra comúnmente el mal
espíritu proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar deleites y placeres sensuales, para más conservarlos
y aumentarlos en sus vicios y pecados; el buen espíritu usa el modo contrario, punzándoles y remordiéndoles las
conciencias por la razón y su capacidad natural de juzgar rectamente.
Si mi camino está marcado por el egoísmo o mis caídas son frecuentemente graves, si voy bajando de “pecado
en pecado”: el mal espíritu me propone o hace imaginar placeres, goces, descanso, para mantenerme en su
dominio. El buen espíritu, al contrario, me punzará la conciencia, me inquietará, me hará ver lo equivocado de
mi actuar, me hará ver lo aparente de las alegrías transitorias y así poder transformarme.

[Ej 315] Cuando vamos hacia arriba.


En las personas que van caminando en el servicio de Dios nuestro Señor, es decir, de bien en mejor subiendo, es
el contrario modo que en la regla anterior; porque entonces es propio del mal espíritu morder, entristecer, y
poner impedimentos, inquietando con falsas razones, para que no siga adelante en el buen camino; y propio del
buen espíritu es dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones, y quietud, facilitando y quitando
todos impedimentos, para que en el buen camino siga adelante.

1
[Ej 318] En desolación no hacer cambios.
En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, sino estar firme y constante en los propósitos y determinación
en que estaba antes a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación.
Porque, así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el mal espíritu,
con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar. En estos estados interiores oscuros e inciertos no se
deben cambiar las decisiones ya tomadas antes, cuando estábamos en momentos de luz. Debemos perseverar,
resistir, esperar que venga la luz y la claridad de la consolación.

[Ej 319] En desolación “agere contra”.


Dado que en la desolación no debemos mudar los primeros propósitos, mucho aprovecha luchar contra la
misma desolación; así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar nuestra conciencia,
y en hacer penitencia. En estos momentos oscuros de la desolación espiritual es muy provechoso actuar
directamente contra ella, dedicando más empeño y siempre buscar no complacerse ni dejarse llevar por ella.
Ignacio recomienda usar el “oppósito per diametrum” como una táctica eficaz contra la tentación.

[Ej 320] La desolación como prueba.


El que está en desolación espiritual considere cómo el Señor le ha dejado en prueba, y sólo con sus potencias
naturales, para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo. Pero siempre puede, con el auxilio
divino, el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta, resistir y perseverar. Porque el Señor siempre
nos deja gracia suficiente para la salud eterna.

[Ej 321] Esperar con paciencia.


El que está en desolación espiritual trabaje por estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le
vienen, y piense que será presto consolado, poniendo las diligencias necesarias contra la tal desolación, como
está dicho en la anterior regla.

[Ej 322] Causas del a desolación


Tres son las causas principales por las que nos hallamos desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o
negligentes en nuestros ejercicios espirituales; la segunda, para probarnos de cuánto somos capaces, y en cuánto
nos esforzamos en su servicio y alabanza, sin tanta paga de consolaciones y crecidas gracias; la tercera, para que
internamente sintamos y conozcamos que no es de nosotros traer o tener devoción, amor intenso, lágrimas, ni
otra alguna consolación espiritual, sino que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y para que no hagamos
nido en la consolación, que con soberbia, atribuimos a nosotros mismos la devoción o la espiritual consolación.

[Ej 323] Prever la desolación.


El que está en consolación piense cómo se comportará en la desolación que después vendrá, tomando nuevas
fuerzas para entonces. En los momentos mejores es bueno prever cómo podrá reaccionar uno cuando pasen
ellos y vengan los peores, y se ha de dar uno ánimo y fuerza para entonces.

[Ej 324] Darse ánimo en la desolación.


El que está consolado procure humillarse y bajarse cuanto puede, pensando cuán poco es el tiempo de la
desolación sin la gracia. Por el contrario, piense el que está en desolación que puede mucho resistir a todos sus
enemigos, tomando fuerzas en su Criador y Señor. En los momentos de entusiasmo hay que ser realista y
recordar los ratos de pesimismo y de desánimo; y al revés: en los malos ratos hay que acordarse de los buenos y
convencerse de que uno puede salir adelante.

[Ej 325] El mal nos atemoriza.


Es propio del mal espíritu atemorizar, enflaquecer la persona y quitar ánimo, pero, cuando la persona pone
mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo lo diametralmente opuesto, éste se retira. Ante un
estado de ánimo oscuro y negativo, lo mejor es reaccionar con energía; porque si uno se va dejando llevar por el
2
miedo, el pesimismo y la duda, poco a poco, cada vez va siendo más difícil que reaccione y acaba por hacérsele
casi imposible.

[Ej 326] El mal busca nuestro silencio.


Así mismo, el mal espíritu siempre busca ser secreto y no descubierto. Porque si la persona tentada comunica y
expresa lo que siente y vive a su confesor o a otra persona espiritual, el mal no tiene más remedio que retirarse y
disminuirse, y así nos encontramos más libre para actuar y elegir bien.
Cuando uno se va atando y desviando y va perdiendo libertad y rumbo, es probable que quiera que nadie sepa lo
que le pasa o está haciendo, y que lo quiera tener todo como en secreto; porque en el fondo sabe que una
persona de buen juicio le estorbaría, ayudándole a desenmascarar su engaño y a comprender y corregir sus
errores. Por tal motivo, en momentos oscuros y de tentación siempre es bueno hablar con alguien.

[Ej 327] El mal busca nuestros puntos débiles


El mal espíritu casi siempre nos combate por la parte más débil o vulnerable de nuestra personalidad, por donde
nos halla más flacos y más necesitados, por allí nos ataca y procura tomarnos. Por eso, es importante conocerse,
para saber dónde está esa fragilidad por donde entrará la tentación.

[Ej 329] El mal espíritu entra con engaños, sutilezas y falacias.


La acción propia de Dios es dar verdadera alegría y gozo espiritual quitando toda tristeza, oscuridad y turbación.
En cambio, la acción del mal espíritu es combatir esa alegría y paz de Dios con tristeza y la turbación, cosa que
consigue, muchas veces, poniendo razones aparentes, sutilezas y repetidos engaños a las cosas buenas. A medida
que la persona crece en su seguimiento cristiano, la tentación se va haciendo más fina, más sutil, más
imperceptible, y entra en nosotros en forma engañosa y astuta. Se disfraza bajo el bien, se camufla en cosas
buenas. Por eso el discernimiento ya no será solamente distinguir entre algo negro o blanco, sino entre los
diferentes grises. No será entre algo bueno y malo, sino entre dos cosas buenas.

[Ej 330] Consolación sin causa precedente.


Las consolaciones pueden llegarnos por medio de nuestras facultades de memoria, entendimiento y voluntad; por
haber rezado antes, por haber hecho una obra buena, un buen gesto; pero otras veces pueden llegarnos
directamente al corazón sin pasar por dichas mediaciones y sin haber hecho nada para vivir tal consolación. Las
consolaciones que nos llegan directamente a nuestro corazón sin pasar por nuestras facultades, a la que llamamos
“consolación sin causa aparente o precedente”, vienen ciertísimamente de Dios. De ellas no tenemos por qué
dudar ni sospechar. Vienen de arriba, infusamente, sin que hayamos vivido nada antes para provocarla.

[Ej 331] Falsas consolaciones.


Las consolaciones que nos llegan por nuestras facultades pueden venir tanto del buen espíritu como del malo, por
contrario fines. El mal espíritu se mete en esas consolaciones y busca llevar adelante su mala intención a través del
engaño y la mentira. Por tal motivo tenemos que discernir las consolaciones, porque a veces, son falsas.

[Ej 332] El mal bajo capa de bien.


El mal espíritu puede disfrazarse de buen espíritu, es decir, se esconde como ángel de luz y nos engaña. En estos
casos solemos comenzar de buena forma, pero luego, el mal espíritu procura ir quitando poco a poco las buenas
intenciones para llevarnos a su “dañada intención y malicia”. Es muy común empezar con buen rumbo y terminar
perdiéndolo, o empezar con libertad y terminar con ataduras. Muchas veces terminamos engañándonos,
enredándonos, complicándonos, alejándonos del amor. Es porque el mal metió la cola, se camufló y nos engaño.

[Ej 333] Mirar principio, medio y fin.


Para descubrir el engaño del mal espíritu debemos examinar el proceso de nuestros pensamientos y sentimientos,
y si al comienzo, a la mitad y al final traen siempre mociones de consolación, señal que es del buen espíritu; pero
si a la mitad y al final los pensamientos son menos buenos o los sentimientos son de desolación, señal que es del
3
mal espíritu. Podemos también examinar el final de todo, y si notamos que hemos llegado a algo distractivo, al
menos de lo que teníamos propuesto al comienzo, señal es que se metió el mal espíritu, si notamos disminución de
paz, luz, suavidad, puede ser señal de que eso en que estamos es del mal espíritu.

[Ej 334] Vigilar, estar atentos, aprender.


Cuando lo anterior sucede, ayuda mucho detenerse a revisarlo: cómo poco a poco se fue cayendo en el engaño y
se fue perdiendo la libertad, y se fue uno apartando de Jesús y su causa; y cómo se perdió la alegría y la paz
interior; para así sacar lección de la experiencia, para cuando de nuevo se empiece a presentar el caso.
Debemos analizar todo el discurso de las mociones por los que llevó el mal espíritu hasta hacernos perder la paz y
el gozo espiritual. Así, con esa experiencia conocida y analizada, procuraré guardarme del engaño en el futuro.

[Ej 335] Regla de la paz y la estridencia.


A quien va siguiendo más y más el camino de Jesús, las invitaciones o llamados de él le parecen como
naturales, y las invitaciones del mal le resultan estridentes, ruidosas; y sucede a la inversa a quien no se domina
a sí mismo y carece de libertad y rumbo. Y la razón es clara: que algo entra con suavidad en lo que se le parece
y choca ruidosamente con lo que le es contrario, como una gota de agua que de muy diversa manera cae en una
esponja mojada o en una piedra.
En las personas que van de bien en mejor subiendo, el buen espíritu toca el alma dulce, leve y suavemente, como
gota que entra en una esponja. Y el malo toca como cuando una gota cae sobre una piedra. En los que proceden de
mal en peor bajando los diversos espíritus tocan al alma de contrario modo.

[Ej 336] Fervores indiscretos.


Cuando se dan la paz y la alegría inesperadas, señales de la presencia de Jesús, pero hay que tener mucho cuidado,
pasadas ellas, en el tiempo que sigue, en que uno queda como predispuesto por lo anterior. Porque muchas veces
en este tiempo se le ocurren a uno cosas o proyectos que no son los de Jesús, o incluso, son contrarios a él y a su
causa; y para distinguir unos de otros hace falta detenerse mucho y examinarlos antes de darlos por válidos y
comenzar a realizarlos.
Porque el sujeto, después de una gran consolación puede quedar entusiasmado (con el “calorcito” o el impulso de
lo que vivió en la consolación) y empezar a creer que todos los pensamientos y juicios que sienta, haga o decida,
cuando ya no está la consolación primera, son del buen espíritu. Por tal motivo tenemos que tener cuidado y
sospechar de los entusiasmos que se apagan rápido, de los ideales perfeccionistas y exagerados, de las reacciones
impulsivas y desproporcionadas, del desmedido optimismo o el triunfalismo ingenuo. Ante la falta de discreción
espiritual, es decir, ante la falta de discernimiento y análisis, es mejor ser prudente, actuar con cautela, esperar un
poco, confirmar internamente y luego recién actuar. Porque muchos de ellos parecen de Dios pero luego no se
concretan, no se alcanzan, y nos frustran, nos derrotan por dentro y nos hacen dudar de todo, esto es acción del
mal espíritu y no del bueno.
Una mención especial hay que hacer sobre el llamado “ideal del yo”, que con gran esfuerzo y mucho
perfeccionismo omnipotente realizamos creyendo que es lo que Dios quiere, pero a la larga, nos puede dejar cierta
desilusión por ser inalcanzable, un amargor al ser irrealizable, y lo que es peor, nos creemos que no damos en la
talla, que no servimos para vivir el reino de Dios. Todos esos sentimientos de derrota y frustración son puestos por
el mal para tirarnos abajo y no sentirnos merecedores de Dios. Estas sensaciones negativas escondidas a la vuelta
de los grandes ideales del yo son del diablo, no de Dios. Por eso debemos discernir esos fervores, esos grandes
ideales y esa entrega exagerada que muchas veces nos vienen a la hora de elegir o decidir.

***

4
EJERCICIO 4 - DETECTA PRESENCIA Y ACCIONES DEL MAL ESPÍRITU
EN TU VIDA

OBSERVA ALGUNOS DETECTA ALGÚN EXAMINA ACCIONES, CAE EN LA CUENTA


MIEDOS, SILENCIOS, APEGO O AFECTO PENSAMIENTOS Y DE ALGÚN FERVOR
SECRETOS Y DESORDENADO, QUE DECISIONES DONDE EL INDISCRETO
DEBILIDADES CON AUTOENGAÑOS, MAL ESPÍRITU ACTUE, MOTIVADO POR TU
PERSONALES POR BLOQUEE TUS ENGAÑOSAMENTE, IMPULSIVIDAD O POR
DONDE ENTRA EN TÍ DECISIONES Y BAJO CAPA DE BIEN EL ENGAÑO DEL MAL
EL MAL ESPÍRITU ELECCIONES (SUB ANGELO LUCIS) ESPÍRITU

También podría gustarte