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Por su parte, los indios poseían nueve símbolos numéricos (1,2,3,4,5,6,7,8,9) los cuales

llamaron la atención de Fibonacci, un matemático italiano del siglo XVIII, quien escribió
un libro llamado El Libro del Cálculo (1202). Este libro tenía la particularidad de estar
dirigido a los comerciantes o personas de la alta sociedad de la época, mostrándoles la
utilidad de los números indios. No obstante, para las personas del común estos números no
eran muy entendibles y seguían empleando los viejos números romanos.
Así pues, en el ámbito comercial existía gran incertidumbre a la hora de realizar labores de
cambio de monedas mediante el sistema de los números indios, puesto que las personas no
comprendían el proceso desarrollado por la persona encargada de realizar el intercambio
por lo que se generaba una cierta desconfianza por parte del cliente, al entrar a un mundo
desconocido para él, todo esto basado en la premisa de que el cálculo con números indios
era algo complicado en sí mismo.
Por su parte, si el intercambio de monedas se realizaba mediante el método de números
romanos, utilizando un ábaco, generaba mayor confianza en las personas de la época. Esto
condujo a que se prohibiera por parte de los comerciantes y gente del común el uso de los
números indios en la región.
Sin embargo, más tarde se vio necesario calcular intereses en los préstamos realizados por
las personas adineradas a la gente del común, en donde se pudo denotar que el sistema
numérico romano redondeaba las cifras arrojando un resultado inexacto.; por lo que se tuvo
que recurrir a los números indios ya este sistema tenía en cuenta números decimales, que
para los comerciantes representaban ganancias extras a la hora de calcular intereses.
Por tal motivo, en Europa los números romanos serían reemplazados por los indios, y se
despertó el interés por las personas por aprender este nuevo sistema. Adicionalmente, los
números indios se constituyeron en un excelente sistema la navegación, siendo elementos
clave para el descubrimiento de América, facilitando el cálculo de latitudes y longitudes en
el mar.
En el año de 1679 en Alemania, el matemático Leibniz Gottfried en la búsqueda de
minimizar errores humanos, que se estaban presentando por la mala utilización de los
números indios, crea un nuevo método basado en solo dos números el 1 y el 0, a esto se le
conoció como el sistema binario, en donde se debía expresar los demás números con sólo
estos dos.
Sin embargo, este sistema es bastante largo y un poco complejo por lo que se hace
necesario la utilización de una máquina. Así pues, en búsqueda de facilitar el trabajo y dar
precisión al cálculo, Leibniz diseña una máquina binaria, que eliminaría los errores
humanos por completo, sin embargo, sólo quedó en planos porque nunca desarrolló y
materializó su idea.
Es así que el sistema binario sólo volvió a aparecer hasta 1944 en Inglaterra, en donde
aparece el primer dispositivo calculador electrónico llamado máquinas Colossus, las cuales
fueron usadas por los británicos para leer las comunicaciones cifradas alemanas durante la
Segunda Guerra Mundial.
A partir de allí el sistema binario entra en nuestro mundo contemporáneo, evolucionando
con el pasar de los días; teniendo una infinidad de aplicaciones y usos dentro de las
tecnologías actuales. Para llegar a este desarrollo fue necesario un proceso largo pero
eficiente, en donde la principal visión de los matemáticos del momento fue simplificar las
tareas que se desarrollaban en el diario vivir de cada época. La capacidad de superación y
adaptabilidad al cambio fue determinante para llegar a la tecnología que hoy disfrutamos.
Desde la prehistoria hasta la actualidad los números han venido acompañando a los seres
humanos, siendo promotores de grandes avances tecnológicos, sociales, económicos y
científicos, por lo cual es necesario entender su importancia y aplicarlos en nuestro
contexto y campo profesional.

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