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Sobre la identidad y sobre el nacionalismo

Pedro Gómez García

SESIÓN 1ª. Identidad

1. Orígenes de la diversidad sociocultural humana


– Diversificación genética y cultural de Homo sapiens
– La diversidad cultural no depende de los genes
– La «identidad genética» ayuda a pensar la «identidad cultural»
– La noción de «identidad» resulta ambivalente

2. Identidad y pluralismo cultural


– La identidad se forma, reforma y transforma en el tiempo
– El cierre en una identidad biocultural aleja de la humanidad

3. Problemática contemporánea de las «etnias»


– ¿Qué se esconde detrás de la fachada de la identidad étnica y cultural?
– El mestizaje fue y será el camino de la humanidad
– La etnicidad se reduce a ideología de la «identidad»

4. El «pluralismo cultural», ¿pluralidad de culturas, o cultura pluralista?


— La importancia de una correcta comprensión teórica

SESIÓN 2ª. Nacionalismo

5. El pluralismo cultural y el problema del nacionalismo


– Las nociones de nación, nacionalidad, nacionalismo
– Las nociones de etnia o etnicidad
– Modalidades del nacionalismo

6. El nacionalismo étnico, o identitario, como mito e ideología


– No todo el mundo es nacionalista
– El nacionalismo como ideología racista

7. Perspectivas del nacionalismo en una sociedad pluralista


– El nacionalismo es un hecho y un problema
– La «solución nacionalista» ¿es una solución?

PREGUNTAS

1. ¿Son oscurantistas los conceptos de «etnicidad», «identidad cultural», como lo es la idea


de «raza»?
2. ¿Cuánto pluralismo cultural debemos considerar «normal»?
3. ¿Cómo concebir las relaciones entre las diferencias culturales globalmente?

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LECTURAS

BUENO, Gustavo
1996 El mito de la cultura. Barcelona, Prensa Ibérica, 1997.

CAVALLI-SFORZA, Luigi Luca


1996 Genes, pueblos y lenguas. Barcelona, Crítica, 1997.

GELLNER, Ernest
1983 Naciones y nacionalismo. Madrid, Alianza, 1994.
1995 Encuentros con el nacionalismo. Madrid, Alianza.

MOSTERÍN, Jesús
1993 Filosofía de la cultura. Madrid, Alianza.

Cuál es la identidad de la «identidad étnica»

Mediante estas consideraciones fragmentarias, que sin duda exigirán mayores


demostraciones, no pretendo de ninguna manera restar importancia a los estudios minuciosos
de las identidades socioculturales. Son necesarios e insustituibles. Lo que quisiera es plantear
el marco teórico desde el que conceptualizar e interpretar tales estudios étnicos o etnológicos.
Empezaré preguntándome lo siguiente: Las nociones de identidad cultural, de etnicidad
y de etnia ¿son conceptos teóricos consistentes o más bien endebles? Más aún, ¿son siquiera
conceptos científicos?
No se trata de negar el hecho de las diferencias y particularidades, que es evidente, sino
de replantear el enfoque teórico desde el que las comprendemos.
Se trata de nociones descriptivas, que designan ciertos fenómenos observables, pero
seguramente sin un alcance nomotético. Deben ser comprendidos y explicados desde otro nivel,
en el que los particularismos se remitan al concepto antroposocial de cultura, en perspectiva
evolutiva y paradigmática.

La «identidad genética» ayuda a pensar la «identidad cultural»

Será esclarecedor trazar un paralelismo con la historia del concepto, hoy


científicamente obsoleto, de raza, que se utilizó desde el siglo XVIII hasta los años sesenta del
siglo XX, con la pretensión de explicar las diferencias observables entre las distintas
poblaciones de nuestra especie. El desarrollo de la genética de poblaciones terminó por disolver
la idea de raza, que fue abandonado por la antropología física.
Actualmente, lo que se estudia es 1) el genoma humano, común a toda la especie homo
sapiens, y 2) la diversidad o polimorfismos genéticos de la especie, distribuidos por las distintas
poblaciones, mensurables en términos de perfiles estadísticos, variables a lo largo del tiempo.
No existen prototipos fijos, o patrones raciales, que nos permitan clasificar a los individuos en
tal o cual raza (pues, dotados de unos cien mil genes, cada uno de ellos con una variabilidad
que puede afectar a numerosos alelos, las coincidencias genéticas de un individuo con otros
dependerá de qué conjunto de rasgos, entre otros muchos miles, escojamos arbitrariamente para
establecer la comparación). En resumen:

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1. Todos los seres humanos pertenecemos a una sola y única especie, procedente de
África, expandida por el Viejo Mundo hace 70.000 años, y en el Nuevo hace 40.000.
2. Todas las diferencias genéticas poblacionales son relativamente recientes, resultado
de adaptaciones a las condiciones ecosistémicas y climáticas; de la deriva genética espontánea
y la recombinación; y de mestizaje entre poblaciones. Nunca ha habido «razas puras». (Las
poblaciones llamadas «blancas» resultaron de mezclas entre poblaciones asiáticas y africanas
—cfr. Cavalli-Sforza—.)
3. No es posible trazar fronteras genéticas netas entre unas poblaciones humanas y otras.
4. Las características genéticas dominantes en una población no se transmiten como un
todo compacto, sino como rasgos sueltos, recombinables, que pueden pasar de una población
a otra. (No hay ningún conjunto estable ni cerrado de rasgos raciales: no hay «razas» como
prototipos permanentes.)
5. Toda la variabilidad genética de los individuos humanos pertenece a la riqueza del
genoma humano, propio de la especie. Un individuo de una población puede compartir más
rasgos genéticos con individuos de otras poblaciones que con otros individuos de la suya
propia. La variabilidad génica intrapoblacional alcanza el 85% de los rasgos; mientras que la
variabilidad entre una población y otra sólo alcanza el 15%.
Pues bien, si esto ocurre con la «identidad genética», que está determinada y cerrada
para cada individuo desde la formación del cigoto, ¿qué pensar de la «identidad cultural», dado
que los rasgos culturales evolucionan de manera mucho más rápida y que son modificables
incluso a lo largo de la vida individual?
Donde antes he dicho «raza» pongamos ahora «etnia», «etnicidad» o «identidad
cultural»...
No hay cultura originaria de ninguna población, históricamente considerada.
No hay ninguna cultura exclusiva de una población; la cultura es por naturaleza
transmisible entre todos los miembros de la especie.
No hay ninguna vinculación necesaria entre una población y un territorio: todas las
poblaciones han venido de otra parte en otro tiempo... Es la especie la que es ecuménica: llevó
a cabo la diáspora continental. Las migraciones que llevaron a la diáspora llevan hoy al
reencuentro. La diversidad producida y distribuida geográficamente tiende a reubicarse
localmente, generando nuevos mestizajes... Tal vez se va pasando de una determinación
territorial (cuius regio eius religio) a una creciente opcionalidad individual (puesto al alcance
de cada uno escoger en buena medida su modo de vida, sus creencias...). Comentado [Comment1]: Lo propio de todo hecho
El peligro de los estudios de «identidad» o de «etnicidad» está en reificar la identidad diferencial es que es el mismo para todos, en cuanto son
diferentes unos de otros.
y la etnicidad. En el fondo, sería caer en el esencialismo heideggeriano: la esencia del pueblo,
la «voluntad de esencia»...

La noción de «identidad» resulta ambivalente

La noción de identidad resulta ambivalente y engañosa porque sirve para designar tanto
lo común o compartido (lo que es identico entre ambos términos de comparación o relación),
como lo diferencial (se acaba llamando identitarios a los rasgos diferenciales, muy pocos frente
a los rasgos compartidos). Lo común en la especie (y por tanto entre todos los individuos) es
siempre más y más importante que lo diferencial. De forma análoga, lo común en la cultura (y
por tanto entre todas las sociedades humanas) es siempre más y más importante que lo
diferencial.
Entre los rasgos culturales hay rasgos adaptativos y rasgos optativos. Los adaptativos
dependen de las condiciones tecnoecológicas. Los optativos, en principio, son adoptables en

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cualquier lugar.

La identidad se forma, reforma y transforma en el tiempo

No hay esencia biológica y, menos aún, cultural. Concebir la identidad biocultural como
un inventario de características ínsitas, originarias, propias y permanentes de una sociedad es
reinventar un mito nazi. Toda identidad es temporal y pasajera. Toda cultura es temporal,
variable, evolutiva.
Se plantea la relación de la identidad con el territorio, es decir, con el espacio; pero
tiene que ver mucho más con el tiempo. La relación con el territorio es extrínseca, forma parte
del ecosistema, en el que necesariamente está incardinado el sistema sociocultural. Pero la
relación con el tiempo es intrínseca a la cultura, acumulación irreversible de una historia. Al
entrar en contacto, las culturas se vuelven contemporáneas. Aunque sus tiempos hayan
recorrido caminos separados —desarrollos socioculturales diferenciados—, al intercambiar
entre sí, crean un tiempo compartido, más rico y complejo. Toda identidad social, grupal o
individual es resultado de la historia de las irrupciones de otros, de la relación con otros, de la
apropiación de rasgos bioculturales procedentes de otros sitios y otras épocas.
El enfoque de los que privilegian la «etnicidad» no difiere, en realidad, de los que
propugnan una globalización homogeneizadora, salvo en la pretensión de imponer la propia
particularidad a los demás. Los puritanos de la etnicidad lo que se proponen es salvar el «alma
del pueblo». Pero si ya es difícil delimitar lo que es un pueblo (al carecer de fundamento
científico la idea se raza), pretender definir su alma —su inconfundible identidad espiritual,
cultural, étnica, nacional— no parece otra cosa que ir a la caza de fantasmas. Sólo como
fantasía, ilusión y mito captaremos esa «alma». Pues no tiene existencia más allá de una
observación de hechos mostrencamente empirista, y más acá de lo imaginario, como teatro de
guiñol manejado por intereses frecuentemente sin identidad confesable. Lo que se suele llamar
identidad es casi siempre poco más que la máscara de unos intereses.

El cierre en una identidad biocultural aleja de la humanidad

El cierre de una pretendida «etnia» en su propia supuesta identidad (cosa en realidad


imposible de lograr) conduciría teóricamente a un ponerse en camino para salir de la
humanidad. El completo aislamiento reproductivo y la total incomunicación cultural, a largo
plazo, llevaría evolutivamente a un proceso de especiación... Una «etnia» que se cerrara
herméticamente en sí misma (rechazando todo intercambio genético y cultural para preservar
su identidad) se estaría colocando al margen de la historia humana. A la inversa, el
reconocimiento de la propia humanidad impone la apertura a los otros seres humanos y sus
formas culturales y, por consiguiente, exige la relativización radical de toda idea de raza y de
etnicidad, concebida como sistema esencial. Ninguna identidad determinada es esencial, ni
originaria, ni superior, ni definitiva. Toda su realidad es hija del tiempo —de la evolución— y
sigue sometida a las mutaciones y recombinaciones, a la selección natural y cultural.

¿Qué se esconde detrás de la fachada de la identidad étnica y cultural?

La inmensa mayoría de las semejanzas y diferencias pasan desapercibidas; no se les


atribuye valor identificatorio. Propiamente la identidad diferencial se puede afirmar entre dos

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grupos que fueran hipotéticamente idénticos en lo biológico y lo cultural, basándose en la
simple constatación empírica de que uno no es el otro —como ocurre con los gemelos— (se
trazaría una raya arbitraria entre ambos, o se introducirían camisetas de dos colores distintos
para instaurar la diferencia «identificadora»). Lo cierto es que, en todos los planos, hay y se
generan constantemente diferencias. Y la pregunta clave es qué hace que, en algunos casos, se
seleccionen e instrumenten ciertas diferencias para configurar y afirmar «identidades».
Las diferencias que se consignan como componentes de una identidad se tendrían por
irrelevantes si no fuera por lo que sostiene su exhibición, generalmente ocultándose y
enmascarándose tras ellas. Lo que está en juego indefectiblemente son relaciones de propiedad
y relaciones de poder. Se clasifica diferencias para jerarquizar y dominar. Si se crearan
condiciones para que todos los logros de la humanidad sean accesibles a todos los humanos, la
defensa de la etnicidad cerrada sería cosa de imbéciles. La reificación o absolutización de una
identidad generalmente contribuye a estorbar la accesibilidad de incontables logros humanos
—prejuiciosamente tomados como extraños—.

El mestizaje fue y será el camino de la humanidad

Rechazo todo universalismo abstracto y homogeneizador. La globalización


homogeneizadora no es la universalidad sino la imposición de un particularismo opresor y
etnocida. Los seres humanos necesitamos un útero cultural... una cultura materna, una
comunidad humana concreta, cercana, cálida. Pero todas ellas son ya de origen mestizo,
impuras e inestables.
Es necesario articular lo local, lo regional y lo mundial. Se trata de pertenencias
concéntricas... Todos tenemos múltiples identidades, que se envuelven unas a otras, que se
alternan, que se activan según las circunstancias...
El progreso humano, las síntesis culturales, presuponen siempre la permeabilidad
interétnica e intercultural, la comunicación. Esta interfecundidad antroposocial demuestra que
todas las formas culturales pertenecen a la misma especie, realizan fenoménicamente la cultura
humana.
Lo mismo que todos los polimorfismos genéticos pertenecen al patrimonio del genoma
humano, todo el pluralismo sociocultural pertenece a la específica cultura humana. Lo mismo
que la población de cada territorio está abierta al mestizaje genético, está también abierta al
mestizaje cultural —mucho más versátil y rápido que aquél—.
Precisamente el concebir todas las formas particulares como realización de la cultura
humana es lo que les reconoce a todas su pertenencia a la plena humanidad. Mientras que la
afirmación particularista de una «etnicidad» en sí misma peligra confundir su particularidad
cerrada con la «humanidad», enfrentada a las otras formas, que resultarán extrañas y no se
considerarán igualmente humanas. Es preciso reconocer antes las identidades más básicas, que
son a la vez mas más universales. Deberíamos considerar que somos antes humanos (miembros
de la especie) que de tal pueblo (población de la especie, sociedad concreta); que somos antes
miembros de una población que de una variedad cultural determinada (forma religiosa,
lingüística, política, económica); que somos antes seres culturales que miembros de una
civilización particular; y antes miembros de la tradición civilizatoria a la que pertenecemos que
de una «etnicidad» regional.
Si no nos reconocemos en primer lugar como seres humanos (antes que de tal variedad
biocultural o sociocultural), difícilmente reconoceremos como humano al otro de otra cultura,
a quien tampoco reconoceremos en primer lugar como ser humano, sino como un extraño
cultural.

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Hay que cambiar el significado de las fronteras

Las fronteras regulan territorios, operan aperturas y cierres. La gran muralla china es
una reliquia y el muro de Berlín cayó, pero persisten infinidad de barreras excesivamente
cerradas, o excesivamente abiertas. El cierre es necesario para la preservación. La apertura es
imprescindible para el progreso humano. Los humanos no tenemos raíces. No somos plantas,
sino animales, mamíferos, primates, homínidos. Y como tales necesitamos sentirnos en nuestra
casa y, a la vez, salir, estar con otros y curiosear e intercambiar, etc. Para esta existencia
humana, los límites no son ya la tribu ni la nación. El planeta es nuestra casa, la especie nuestra
familia, la cultura nuestra herencia histórica. Los territorios, las poblaciones, las formaciones
socioculturales hay que entenderlos como partes del todo, relacionando partes y todo sin
reducir ningún polo al otro. La unidad de la humanidad emerge del diálogo entre la diversidad.
Las razones que la antropología ha tenido para delimitar una cultura, a saber, sus
diferencias respecto a otras y la constitución de un sistema coherente, con un modo de
subsistencia o producción propio, una organización social y política, unas creencias, rituales y
saberes, son las mismas razones que hoy existen, en un mundo unificado en la base
tecnoeconómica y sin fronteras en la difusión de rasgos culturales, para negar la vigencia e
incluso la posibilidad de identidades culturales autosuficientes y cerradas, y para afirmar la
primacía del concepto de la cultura humana, que debe encerrar toda la diversidad
antroposocial. Cada vez, la diferenciación cultural se dará más entre los individuos que entre
las poblaciones. El concepto de etnia/etnicidad ha perdido significación y carece de poder
explicativo. La especie humana desarrolló las formas culturales como modo específico de
adaptación y evolución histórica. Y todos los logros culturales deben estar ahí, por derecho
propio, a disposición de los individuos humanos y de su asociación/organización territorial y
global.
Además, los grandes problemas actuales del mundo, que sólo podrán resolverse a nivel
supranacional, implican unos intereses comunes a toda la humanidad, lo que pone de relieve la
identidad humana, la identidad terrestre.
Toda diferencia puede ser causa de antagonismo, pero también de complementariedad.
La tensión puede resolverse en términos de relaciones de dominio y subordinación jerárquica
(que en casos extremos llevan al exterminio del otro diferente); o bien puede resolverse en
términos de intercambio, diálogo, puesta en común y transacción en los conflictos y fricciones
(étnicas, sexuales, clasistas, etc.). Sólo esta última vía cumple las condiciones de la vida en
común, que requiere el reconocimiento del otro: aceptar la necesidad que todos tenemos de que
el otro nos reconozca, para ser nosotros mismos.

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Sobre el nacionalismo

- La noción de nación
- La noción de etnia
- Qué es el nacionalismo
- Los mitos del nacionalismo étnico
- No todos somos nacionalistas
- El nacionalismo es una ideología racista
- Lógica clasificatoria
- Nacionalismo e izquierda
- Nacionalismo y teología

Miremos con la imaginación el planeta Tierra, con sus continentes, dibujemos en ellos
las fronteras de los estados... Son cerca de doscientos. Prácticamente no queda territorio fuera
de la soberanía de algún estado. El estado es la forma dominante en que se han organizado las
poblaciones humanas, a lo largo de los últimos siglos.
Lo normal es que los estados actuales, salvo contadas excepciones, abarquen en su
territorio y bajo sus leyes poblaciones con grandes diferencias de orden genético y cultural.
Baste recordar que los antropólogos han catalogado unas 6.000 culturas distintas, y que los
lingüistas calculan que se hablan cerca de 9.000 lenguas y dialectos. Resulta evidente que la
organización política estatal no se funda en la identidad cultural, ni en la unidad lingüística.
Cada persona forma parte de una sociedad, de una población y una cultura, en la que
se educa, crece, vive. Así adquirimos un sentimiento de vinculación y pertenencia social. Así
nos vamos identificando con unos sistemas de ideas, valores y comportamientos. Esto es
normal. El problema está en la interpretación que damos a nuestra particularidad
sociocultural. Los rasgos que constituyen nuestra «identidad» ¿son nuestros particulares y
exclusivos, o pertenecen a la humanidad? ¿Somos antes andaluces que humanos, o a la
inversa, o a la vez?
¿Existen realmente identidades nacionales? ¿O es sólo una ilusión, una fe ciega?

La noción de nación, nacionalidad, nacionalismo

Qué es la nación: Es siempre el producto del estado. Las naciones son construcciones
históricas, organizaciones socioculturales y políticas complejas.
Donde no hay estado, no hay nación. El estado es el aparato central que organiza a la
nación: la constituye como tal. Si no existen naciones previas a la organización estatal, la idea
de nación sólo puede aplicarse correctamente al estado-nación. Y es una incongruencia hablar
de «estado plurinacional».
Qué es la nacionalidad: Se refiere a la pertenencia jurídica a un estado
(«nacionalidad española»), es decir, indica el derecho de ciudadanía.
En algunos usos se da una perversión del concepto, desviando su significado desde la
pertenencia jurídica a un estado (como ciudadano, como súbdito), a una imaginaria
pertenencia a una entidad previa al estado, modernamente llamada etnia o etnicidad.

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La noción de etnia o etnicidad

Qué es una etnia: Propiamente alude a una organización sociocultural preestatal, es


decir a una tribu. Es un concepto confuso: fue biológico: luego bio-cultural. Al definirlo
culturalmente, se disuelve el concepto.
En realidad es un término que sigue aludiendo, de manera vergonzante, a la idea de
raza, tratando de evitarla. Cualquier pretendida identidad etno-biológica no pasa de ser una
ilusión racista, tan sin fundamento como el tradicional concepto de «raza», hoy expulsado del
estudio científico de la diversidad genética humana.
En cuanto a la «identidad cultural», en la medida en que se define como configuración
esencial e intrínseca de una población, recae en una nueva variante de racismo (etnismo,
particularismo cultural).
La identidad étnica/cultural carece de componentes reales que autoricen a una
definición consistente. ¿Qué mismos rasgos definen una identidad cultural? Se suelen
invocar: la raza, la lengua, la religión, las costumbres. Repasemos cada uno de ellos..... para
comprobar cómo no cuadra la realidad, en ningún caso, con lo que de hecho se tiene por una
«identidad cultural».
Ironía: Los vascos actuales se parecen más a los andaluces actuales que a los vascos
de hace un siglo. Porque los vascos del siglo pasado a quienes de verdad se parecían era a los
andaluces del siglo pasado.

Qué es el nacionalismo

El nacionalismo consiste en un movimiento sociopolítico de afirmación nacional-


estatal, así como la ideología que conlleva; también se aplica al movimiento sociopolítico de
un sector social que aspira a formar un estado para imponer al conjunto su programa
particular(ista).
Cabe distinguir modalidades, que tienen significado dispar e incluso contradictorio:
- En sociedades preestatales y coloniales: El nacionalismo contribuye a la formación
del estado naciente, integrando los segmentos socioculturales diversos. Aquí se trata de un
nacionalismo agregador.
- En sociedades culturalmente homogéneas: El nacionalismo es innecesario, o bien
reafirma las diferencias frente a naciones vecinas.
- En sociedades pluralistas cultural y políticamente: El nacionalismo promueve la
segregación de las diferencias, o la eliminación de las diferencias, y en su forma extrema
conduce consecuentemente al fascismo: la imposición violenta del «espíritu del pueblo».

El nacionalismo exalta los sentimientos particularistas, los sacraliza, hasta convertirse


en una religión y acabar en el fanatismo.
La «solución nacionalista» propone una política de segregación estatal/territorial y de
homogeneización interna, liquidadora de la variedad cultural de la sociedad. Evoquemos el
caso actual de la antigua Yugoslavia... La «solución nacionalista» niega, por principio, el
pluralismo cultural, al que considera como contaminante, impuro, degradante.
El nacionalista suele (en contra de lo que cree) ignorar la historia. La reescribe como
mito, falseándola. La entidad nacionalista, dotada con una identidad cultural propia,
homogénea y permanente a lo largo del tiempo, es siempre una invención imaginaria.
Los movimientos nacionalistas presentan dos fases típicas: 1ª, la liquidación de la
disidencia y las diferencias socioculturales; 2ª, la expansión territorial y la anexión de zonas

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limítrofes.

Los mitos del nacionalismo étnico

La ideología nacionalista presupone que hay una «identidad étnica» originaria, que
vincula un territorio con una raza/etnia, que ésta constituye una nacionalidad/nación, que
tiene derecho a formar un estado propio. Esta argumentación pretende establecer un
encadenamiento entre etnia➔nación➔estado que no responde a ninguna ley o necesidad
histórica, y que más bien es refutado por los procesos históricos de la formación del estado,
desde el origen de los estados prístinos hasta la mayoría de todos los estados actuales. A
veces, se añade además el vínculo ancestral/mítico/sagrado con un territorio: no es más que
una contingencia histórica.
La pretendida vinculación territorio-población-cultura-estado carece de necesidad
histórica en todos y cada uno de los eslabones.

No todos somos nacionalistas

Los nacionalistas creen que todos los demás también son nacionalistas, aunque de
otro signo, de otra nación. Nada más falso. Uno puede pertenecer a un estado-nación sin
defender ningún nacionalismo. El nacionalista (por su nacionalismo) es contrario al
pluralismo sociocultural, pues pregona la identidad/homogeneidad cultural. En cambio, un
estado pluralista no es, por principio, «nacionalista», pues acoge la heterogeneidad cultural.
Sólo el nacionalista fanático concibe que necesariamente todo el mundo es nacionalista de un
signo u otro: si no eres «galleguista», eres «españolista».

El nacionalismo es una ideología racista

La ideología nacionalista implica un racismo larvado, que discrimina a los otros:


‒ Invoca principios de organización social «naturales» o «históricos» (derechos
naturales, derechos históricos), cuya existencia o vigencia carece de fundamento.
‒ Es instrumentalizada por una clase social hegemónica, o con pretensiones de serlo,
que se presenta falsamente como portavoz del conjunto social.
‒ Es una visión particularista, opuesta al humanismo, generalmente sectaria con
respecto a la humanidad.
‒ Manipula a menudo la religión en un sentido contrario al mensaje de los orígenes
(en el caso del budismo, el cristianismo y el islam, al menos). Pues hace degenerar el sentido
universalista para respaldar la presunta singularidad de un «pueblo» particular.
‒ Obstaculiza el proceso de unificación planetaria de la humanidad, promoviendo el
localismo, el rechazo del pluralismo y el mestizaje.

Pregunta: ¿Cómo interpretar el nacionalismo, en cuanto éste postula fundarse en una


identidad cultural?
Respuesta: Tal «identidad cultural» y tal «nacionalismo» homogeneizador y
excluyente constituye una forma contemporánea de racismo. Puede llegar a manifestarse
explícitamente como antirracista (reconociendo que los otros no son racialmente inferiores y
que las diferencias son sólo culturales), pero que cada cultura tiene «derecho a la diferencia»

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y, por tanto, a mantenerse pura y separada... El discurso de este racismo, aparentemente
antirracista, efectúa las siguientes operaciones:
— En vez de hablar de «raza», habla de «cultura»; y sustituye la pureza racial por la
identidad cultural auténtica.
— En vez de defender la «desigualdad» (entre las razas), defiende la «diferencia»
(entre las culturas), en el mismo sentido discriminador: sustituye el desprecio a las razas
consideradas inferiores por la fobia al contacto y el mestizaje con los otros.
— A veces encubre el discurso de rechazo y odio al diferente bajo un discurso
(heterófilo) de aparente reconocimiento del otro: afirmando su derecho a la diferencia (e
indirectamente condenándolo a permanecer aparte).
— Es un racismo encubierto, indirecto, implícito, simbólico... pero que siempre
continúa esencializando las diferencias y sirviendo de coartada teórica al rechazo de la
igualdad humana y de la integración pluralista.

Lógica clasificatoria

El pensamiento humano opera de forma taxonómica, clasificatoria. Impone un orden


al mundo y la sociedad, encuadrando todas las realidades que observa en categorías
diferentes, cuya correspondencia con la realidad en sí de las cosas es frecuentemente
arbitraria. El mecanismo procede seleccionando algún rasgo distintivo (o adosandolo) y
utilizándolo para la clasificación, a la vez que prescinde del resto de los caracteres
constitutivos.

Nacionalismo e izquierda

En la historia de la izquierda política, que originalmente es internacionalista, la


asunción de los planteamientos nacionalistas es tardía. Se debe al fracaso revolucionario
previo a la primera guerra mundial, por un lado. Por otro, al «socialismo en un solo país»
proclamado por la antigua URSS. Y, en la transición española, a estrategias electoralistas.
La «izquierda» llega a ser tan ingenua que no percibe lo contradictorio de sus
comportamientos. Por ejemplo: defiende a los inmigrantes que vienen de otros países (lo que
supone una opción por el mestizaje) y al mismo tiempo defienden o disculpan a los
nacionalistas radicales, que se proponen la homogeneización cultural...

Nacionalismo y teología

En evangelio cristiano es un mensaje antizelota, es decir, antinacionalista: «haced


discípulos a todos los pueblos» [μαθητεύσατε παντα τὰ ἔθνη] (Mateo 28, 19).
La ideología nacionalista resucita el mito arcaico del «pueblo elegido» (abandonado
por el cristianismo, al abrirse a los paganos): llámese «pueblo metafísico», «hecho
diferencial», etc.

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