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El hijo prodigo

Lucas 15: 11-24.

Para iniciar hablando del hijo prodigo, labor que iremos desarrollando a lo largo de esta
meditación, debemos dejar un precedente. Lo primero será que al inicio del capítulo 15, se
describe una verdad que de seguro todos los lectores hemos meditado y sino los has hecho este es
el momento preciso. Quizá pocos capítulos hayan hecho tanto bien a las almas de los hombres,
como este, por lo tanto, atentos para que esto sea igual para nosotros.

En primer lugar, observemos que al inicio del capítulo 15, estos versículos describen el
sorprendente testimonio de nuestro Señor que dan sus enemigos. Leemos que cuando “se
acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Notaste la declaración de
estos hombres. Con pecadores este se sienta y comparte, se puede palpar la arrogancia, burla y
sorpresa y no el placer y admiración que debería verse en tan increíble hecho; que el Señor
comparta con pecadores, bien lo dijo el apóstol pablo en 1 de Tim. 1:15, Palabra fiel y digna de
plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para a salvar a los pecadores, de quienes yo
soy el primero.

¡Estos ignorantes guías de ciegos no comprendían que un predicador religioso tuviera algo que ver
con las personas pecadoras y malvadas! Pero sus palabras obraron para bien. Aquello que se decía
en tono de reproche fue adoptado por nuestro Señor Jesús como una verdadera descripción de su
oficio. Le llevó a contar tres de las parábolas más instructivas que salieron de sus labios. Que
gloriosa bondad del hijo, venir al mundo a buscar a los pecadores y no a los justos, en este caso
recordemos que la ley de Dios había sido tergiversada por los judíos, y se habían añadido leyes de
hombres, por su tradición oral, y su cumplimiento asignaba justicia a los hombres, pero por obvias
razones sabemos que esto no es así. La única justica que salva es la de Cristo. Bien lo menciona el
Señor en Lucas 5:32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

El testimonio de los escribas y fariseos era estricto y literalmente cierto. El Señor Jesús es
ciertamente alguien que “a los pecadores recibe”. Los recibe para perdonarlos, para santificarlos y
hacerlos idóneos para el Cielo. Es su especial misión el hacerlo así, y para este fin vino al mundo.
Vino no a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Vino al mundo a salvar a los
pecadores. Lo que Él fue sobre la Tierra lo es ahora a la diestra de Dios y lo será por toda la
eternidad. Es, sin ningún género de dudas, amigo de los pecadores. ¿Somos conscientes de
nuestro pecado? ¿Nos sentimos mal, malvados, culpables y merecedores de la ira de Dios? ¿Nos
amarga el recuerdo de nuestra vida pasada? ¿Nos avergüenza el recuerdo de nuestra conducta
pasada? Entonces ten tengo buenas noticias y son las noticias de salvación, corre, corre sin dudar,
deja de pensar en tu condición, somos las personas que debemos acudir a Cristo tal como somos,
no alegando nada a nuestro favor, sin retrasarnos inútilmente. Recordemos las palabras del
apóstol Pablo, yo soy el primero de los pecadores. Creo que estas palabras también son para ti
amigo, tienes el título de miserable y perdido. Aun no entramos de lleno a la parábola y mira
cuantas verdades nos muestra el Señor, Cristo nos recibirá por su gracia, nos perdonará
libremente y nos dará vida eterna. Es Aquel que “a los pecadores recibe”. No nos perdamos por no
acudir a Aquel que puede salvarnos.
Un hombre tenía dos hijos. Nótese la distinción con la que se inicia, siempre existe la división
entre aquellos que se dicen ser buenos y que, por supuesto no lo son, entre aquellos que
reconocen que no lo son y de verdad no lo son. Nótese que ya existe una diferencia marcada.

De todas las parábolas del Nuevo Testamento, quizá sea esta la más completa e instructiva. De las
tres de este capítulo es, con mucho, la más notable. La primera parábola tiene que ver con una de
cien ovejas. La segunda con una de diez monedas de plata. La que tenemos ante nosotros tiene
que ver con uno de dos hijos. Suele considerarse al “padre” de esta parábola como tipo de Dios
Padre, Y los hijos como tipos de los judíos y los gentiles. Considero que podemos admitir a esta
idea respecto al padre. En cuanto a los hijos, solo puedo comentar que no fue la idea primaria que
nuestro Señor tenía en mente.

Creo que el hijo menor es tipo de todos los pecadores in conversos y que su regreso a la casa de su
padre es un símbolo del verdadero arrepentimiento. Creo que el recibimiento especial de su hijo
representa la bondad del Señor Jesucristo y su amor hacia los pecadores que acuden a Él, así como
el perdón libre y completo que les otorga. Creo que el hijo mayor tipifica a todas las personas que
se consideran justas y buenas en todas las épocas de la Iglesia y especialmente a los escribas y
fariseos, quienes “murmuraban” contra nuestro Señor por recibir a los pecadores. Estas son las
que yo considero las lecciones principales de la parábola. J. C Ryle.

No debemos espiritualizar la parábola, y extraer cosas que de seguro el Señor no quiso decir. O dar
un significado ingenioso a cada una de las escenas, figuras y situaciones. Para entrar en detalle con
la exposición de esta parábola es bueno dejar algo claro. - Con razón dice un gran teólogo que “la
teología de las parábolas no es discutible”. El consejo de Crisóstomo merece nuestra atención;
dice: “No es correcto que se investiguen, con gran curiosidad, y palabra por palabra, todos los
detalles de una parábola, sino que, una vez aprendido el propósito para el que se pensó, se ha de
recoger este como fruto y no preocuparse más de ningún otro aspecto”

Verso 12- y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. Este hecho se debe revisar a la luz de la cultura judía de la
época. El hijo mayor, es decir el primogénito, por ley recibiría la mayor parte de la herencia, solo
por derecho, y este podía hacer uso de la misma, una vez su padre muriera. El hijo menor, recibiría
una tercera parte de la herencia y lograría hacer uso de la misma una vez su padre muriera. El
hecho de que este hijo solicitara a su padre la herencia adelantada, daba a entender que no le
importaba en absoluto el bienestar y cuidado de su padre. Ante tal solicitud, se puede concluir que
este hijo sepulto a su padre el dia que solicito la herencia. El contexto familiar era muy importante
en aquella época, siento que la molestia del hermano mayor es justificada ante tal solicitud del
hijo menor. Pero recordemos que el objetivo de la parábola no es lo malo que es el hijo, sino lo
bondadoso y amoroso que es el padre.

El joven una vez recibido la parte de la herencia no reparo en nada, sino que corrió abiertamente
como animal desbocado, Viviendo perdidamente. Esto significa que no ahorro nada, derrocho
todo. Una vez el hombre tiene conciencia de lo bueno y lo malo, su inclinación natural es a hacer
lo malo, a vivir impíamente lejos de la presencia de Dios. Muchas son las situaciones a las que el
hombre por arrogancia lo llevan a alejarse de Dios. Seguidamente se dice que una vez de haber
gastado todo vino la calamidad, creo que este hijo menor no se imaginó por un momento que el
dinero se terminaría, que aquellos con quien derrocho su dinero, se alejarían y que la necesidad
llegaría tan pronto. El pecado es sutil, dulce al paladar, pero amargo al estómago.

Uno de los ciudadanos de aquella tierra a los cuales este se acercó una vez la premura de la
necesidad, le envió a apacentar cerdos. Se debe recordar que nuestro Señor estaba hablando a
una audiencia de judíos. Estos consideraban a los cerdos, por la Ley de Moisés, animales impuros.
Esta circunstancia de la historia, por tanto, probablemente transmitiría a las mentes judías una
idea muy viva del estado de degradación al que llegó el hijo menor, y la que tu mi amigo, has
llegado sin Dios. Hasta qué punto de la degradación humana llegan los hombres sin Dios.

Deseaba llenar. Esta expresión no significa que deseara y no pudiera gratificar su deseo, de seguro
podía echar mano del alimento de los cerdos, pero el texto nos lleva a meditar que nadie le daba
nada en absoluto, era rechazado por todos, y este más bien significa: “Estaba contento, eso le
hacía feliz”. los pródigos que tiran la totalidad de sus propiedades son personas a las que ningún
hombre se cree obligado a ayudar; además, como se han acostumbrado a malgastar todo, los
hombres piensan que no se les debe dar nada. El deseo del hombre sin Dios, le lleva a buscar
deleites en aquellas cosas del mundo, que, aunque sabiendo que son inmundas ofrecen alegrías
momentáneas, fútiles y vacías, llevan a mendigar compañía, pero llega el punto en que serán
rechazadas hasta de sus mismos amigos de ocio.

Volviendo en sí. Esta expresión ha producido con frecuencia el comentario de que un hombre
debe volver en sí antes de volver a Dios. Y cuando volvió en sí. Aquí se nos describe la forma en
que Dios invita a los hombres al arrepentimiento, uno genuino y verdadero, pues muchos son los
que se duelen de su proceder, pero una vez llega al alivio de su conciencia, nuevamente corren al
mismo lodo fétido de donde salió. Si por su propia voluntad fueran sabios y se volvieran sumisos,
los atraería con más delicadeza; pero como nunca se inclinan a la obediencia, a la humildad, y
arrepentimiento, hasta que han sido sometidos por la vara de Dios, este los castiga severamente.
En consecuencia, de todo aquello, para este joven, cuya abundancia y riqueza momentánea, se
volvió fugaz y rebelde, el hambre resultó ser el mejor maestro y la mejor lección. Instruido por
este ejemplo, no imaginemos que Dios trata cruelmente con nosotros, si en algún momento nos
visita con fuertes aflicciones; porque de esta manera a los que eran obstinados e intoxicados de
alegría les enseña que sean obedientes. En conclusión, todas las miserias y aflicciones que
soportamos son una invitación provechosa al arrepentimiento. Calvino.

Pero como hombres falibles somos lentos, apenas si tenemos una mente sana para razonar, a
menos que nos veamos obligados por una angustia extrema y severa; porque hasta que nos vemos
presionados por las dificultades en cada mano y hayamos caído en la desesperación, la carne
siempre se entrega a la alegría, o al menos retrocede. Por lo tanto, deducimos que no hay razón
para preguntarse si el Señor a menudo usa golpes violentos e incluso repetidos, para someter
nuestra obstinación. También debe observarse que la esperanza de mejorar su condición, si
regresaba con su padre, le daba valor a este joven para arrepentirse; porque ninguna severidad
del castigo suavizará nuestra depravación, o nos desagradará con nuestros pecados, hasta que
percibamos alguna ventaja. Este hijo menor recordaba que su padre era amoroso y que tendría
misericordia de él, tal es el hecho de que mencione las bondades que gozan los siervos que
habitan en su casa. Por lo tanto, es inducido por la confianza en la bondad de su padre para buscar
la reconciliación. El comienzo de nuestro arrepentimiento debe ser un reconocimiento de la
misericordia de Dios para despertar en nosotros esperanzas favorables y la total incapacidad y
miserable condición nuestra.

Este joven se dirigió a casa de su padre y una vez allí el padre le vio de lejos y fue movido a
misericordia y corrió y se hecho sobre su cuello y le beso. El hijo recito fielmente las palabras que
un dia pensó y se repitió: he pecado contra ti y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Notemos
que el hijo prodigo no termina la frese, esta es interrumpida por el padre. Esta omisión quizás sea
mencionada apropósito por el Señor, pues deseaba que viéramos la disposición del padre a
recibirle. Este fue interrumpido por la bondad de la expresión y sinceridad, pues nuestro Señor, a
todo el que llama le abre y le recibe.

Nótese que el padre no dirige una sola palabra a su hijo acerca de su libertinaje y maldad. No hay
reprensión ni reprobación por el pasado, ni amonestaciones mortificantes por el presente, ni
irritantes consejos para el futuro. La única idea que nos dice que llena su mente es el gozo por la
vuelta de su hijo a casa. Este es un hecho sorprendente. Más bien el Señor deja de manifiesto que
este padre inmediatamente otorgo prendas limpias para vestirle, así de amoroso es el Señor, el no
escatima nada, cuando nos arrepentimos y venimos a Él.

Muerto era y ha revivido, esta expresión encierra una gran verdad y aclara la condición caída del
hombre sin Dios. Literalmente está muerto, y un muerto no puede hacer nada, es incapaz, es
olvidado, hiede y apartado. Esta era la condición nuestra, pero un dia fuimos movidos a
arrepentimiento y nos alcanzó la misericordia del salvador; ya no estamos muertos hemos
revivido, solo por la bondad y amor de nuestro bendito Señor.

La envidia con que los gentiles creyentes eran considerados por los judíos puede estar tipificada
por la conducta del hijo mayor. Versos 25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y
llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro
gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por
tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos
años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para
gozarme con mis amigos.

Lucas 15:25-32

Estos versículos constituyen la conclusión de la parábola del hijo pródigo. Son mucho menos
conocidos que los versículos que los anteceden. Pero fueron pronunciados por los mismos labios
que describieron el retorno del hijo menor a la casa de su padre. Como todo lo que hablaron
aquellos labios, se descubrirá que son profundamente provechosos. J.C Ryle

En este pasaje se nos enseña, en primer lugar, lo crueles y malévolos que son los sentimientos
hacia los pecadores por parte de los que se consideran justos.

Esta es una lección que nos transmite nuestro Señor describiendo la conducta del hermano mayor
del hijo pródigo. Nos lo muestra como alguien que “se enojó” y que consideraba un error el
alegrarse por el regreso de su hermano. Le muestra quejándose de que su padre tratara
demasiado bien al pródigo que había regresado y de que él mismo no hubiera sido tratado tan
bien como merecían sus virtudes. Le muestra tremendamente incapaz de compartir el gozo que
imperaba cuando su hermano menor volvió a casa, y cediendo a pensamientos malévolos y de
envidia. Es una ilustración dolorosa pero muy instructiva. J.C Ryle

Por un lado, el hermano mayor es un cuadro exacto de los judíos de tiempos de nuestro Señor. No
podían soportar la idea de que su hermano menor gentil fuera hecho copartícipe de sus
privilegios. De buena gana le habrían excluido del favor de Dios. Rehusaban firmemente aceptar
que los gentiles serían coherederos y copartícipes de Cristo con ellos mismos. En todo esto
estaban actuando exactamente como el hermano mayor. J.C Ryle

Por otro lado, el hermano mayor es un tipo exacto de los escribas y fariseos de tiempos de nuestro
Señor. Objetaban a que nuestro Señor recibiera a los pecadores y comiera con ellos. Murmuraban
porque abría la puerta de la salvación a los publicanos y a las prostitutas. A ellos les habría
agradado más que nuestro Señor hubiera limitado su ministerio a ellos y a su partido, y que
hubiera dejado a los ignorantes y pecadores completamente solos. Nuestro Señor vio este estado
de cosas claramente y nunca lo representó de forma tan gráfica como con el ejemplo del hermano
mayor.

Por último, pero no en menor medida, el hermano mayor es un tipo exacto de un amplio grupo en
la Iglesia de Cristo del presente. Hay miles en todas partes a quienes desagrada que se predique
un Evangelio libre, completo, sin trabas. Siempre se están quejando de que los ministros abren
demasiado la puerta y que la doctrina de la gracia tiende a incitar a ser licencioso. Cuando nos
crucemos con personas así, recordemos el pasaje que estamos considerando ahora.

Sus voces son la voz del hermano mayor. Evitemos que este espíritu infecte nuestros corazones.
Surge en parte de la ignorancia. Los hombres comienzan por no ver su propia pecaminosidad e
indignidad y después se piensan que son mucho mejores que los demás y que nadie merece ser
puesto a su lado. Surge, en parte, de la falta de amor. Los hombres carecen de un sentimiento
bondadoso hacia los demás y, por tanto, son incapaces de alegrarse cuando otros se salvan. Sobre
todo, surge de una interpretación completamente equivocada de la verdadera naturaleza del
perdón del Evangelio. El hombre que verdaderamente es consciente de que todos estamos firmes
por la gracia y todos somos deudores, de que el mejor de nosotros no tiene nada de que presumir
y nada que no haya recibido, ese hombre no hablará como el hermano mayor.

En segundo lugar, en este pasaje se nos enseña que la conversión de un alma debe ser una ocasión
de gozo para todos los que la ven. Nuestro Señor nos muestra esto poniendo las siguientes
palabras en boca del padre del hijo pródigo: “Era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque
este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”. La lección de estas
palabras iba dirigida, en primer lugar, a los escribas y fariseos. Si la disposición de sus corazones
hubiera sido la correcta, nunca habrían murmurado de nuestro Señor por recibir a los pecadores.
Habrían recordado que los peores publicanos y pecadores eran sus propios hermanos y que, si
ellos mismos eran diferentes, era la sola gracia la que había establecido la diferencia. Se habrían
alegrado de ver regresar al redil a aquellos desesperados perdidos.

Habrían estado agradecidos de verlos recogidos como ramas apartadas del fuego y no desechados
para siempre. De todos estos sentimientos, por desgracia, no sabían nada. Atrapados en su propia
auto justificación, murmuraban y lo encontraban mal cuando en realidad debían haber dado
gracias a Dios y haberse regocijado. La lección es tal que todos haremos bien en tomarla muy en
serio.

En nada debemos complacernos tanto como en la conversión de las almas. Hace que los ángeles
se regocijen en el Cielo. Debería hacer que los cristianos se regocijen en la Tierra. ¿Qué pasa si
aquellos que se convierten son los peores de los peores? ¿Y si han servido al pecado y a Satanás
durante muchos largos años y derrochado sus bienes en una vida licenciosa? No importa en
absoluto. ¿Ha entrado la gracia en sus corazones? ¿Se han arrepentido de verdad? ¿Han vuelto a
casa de su padre? ¿Son nuevas criaturas en Cristo Jesús? ¿Han sido resucitados los muertos y
encontrados los perdidos? Estas son las únicas preguntas que tenemos derecho a plantear. Si se
pueden responder satisfactoriamente, debemos regocijarnos y estar contentos.

Conclusiones.

1. Que los mundanos, si les place, se burlen y desprecien esas conversiones.


2. Que los que se consideran justos, si quieren, murmuren, vean mal y nieguen la realidad de
todos los cambios grandes y repentinos. Pero que el cristiano que lee las palabras de
Cristo en este capítulo las recuerde y actúe sobre la base de las mismas.
3. Dé gracias a Dios y esté contento. Alabe a Dios porque un alma más es salva. Diga: “Este
mi hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.
4. ¿Cuáles son nuestros propios sentimientos en cuanto a este asunto? Esta es, al fin y al
cabo, la pregunta que más nos concierne.
5. El hombre que se interesa profundamente en la política, en los deportes, en hacer dinero
o en la agricultura, pero no en la conversión de las almas, no es un verdadero cristiano.
Está “muerto” y deber “revivir”. Está “perdido” y debe ser “hallado”.
6. Esta es sin dudar la parábola del padre bondadoso, amoroso y perdonador.
7. ¿Eres pecador? Todos los somos, esta es tu oportunidad, aprovéchala.

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