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muneco » Teo Recorre estas pa muriecos de aserr vagabundos, tios ter cards y arcones magico son una muestra de dio vida Ia maestra c¢ Eastman, Andarele Bl muiieco e€o Colocci Criesice Pion lector, Ander oro Editorol Moris Eastman, El mureco feo, 1918 Selacin¥. 5. Abeta Iustrocién: Ans Muroz © Sobre presente edi El muneco feo Andarele Caso Etro, 2018 Primera dicen: 3000 ejemplares (sen 978-0942-78812-2 Edicién y asesoria pedagéotea:¥.S. Albers Direciin ee ere: Cesbel Vetastegu Diegramacién: Cesibel Velostegut Jy Maria José Peven Soporte arto: Paco Echeverria Nt CCorteccin: Armin Alonso Soler -Asesorio pedoséajea: Por Torreblance Roe ANDARELE CASA EDITORIAL Jon Fguerae 0¢6-140y Huachi, Quito, Eevedor orto lectsnce: etorolendoreie.com Pina webs wawandarelecom Irnpreso y pubicode en Quito, Eeuodor EDIECUATORIAL, marzo de 2018 snr cata ator eis prose edu esorscles En esta Foto, tomada por Melton Rodriguez en 1921, Maria 4enia 20 afos. Haz las cuentas Gen qué afo nnacié? Maria Eastman La autora de los cuentos que te invitamos a leer en este libro fue una educadora y escritora colom- biana del siglo pasado. Se gradué como maestra a los diecisiete afios y llegé a ocupar el cargo de Inspectora Nacional de Escuelas Publicas, la mds alta funcién que podia ejercer una mujer en su pais en aquel momento. Dedicé su vida a la educacién y en sus fabulas € historias reflejé los problemas y preocupaciones de la época en que vivid, a Ia vez que invitaba a reflexionar acerca de los valores que todos, nifios y adultos, debemos cultivar. El tesoro tuanito oyé que lo llamaban y de un salto se puso en medio del cuarto; él sabia quién lo lamaba y para qué, sin que hubiera tenido que decirselo. Se acercé a la cama de Bertica y la desperté entre susurros: —iLevdntate, ya es hora! La nifia abrié los ojos y lo miré vagamente; Juanito la sacudi6: —iVamos! Salieron precedidos por la sombra del mago Bard; pasaron a lo largo del corredor, cruzaron el patio y se internaron por el prado, sin necesidad de abrir las puertas. La luna brillaba mucho y el cielo estaba estrellado. A Juanito le habjan ensefiado que los colores no se ven en la oscuridad, pero é! podia distinguir clara- mente el pantalén rojo del mago, ia chaqueta azul el gorro amarillo y el gran manto blanco que flota- ba en sus hombros. ® Actividades en pagina 54 Maria Eastman Se admiraba de no sentir miedo, tan temeroso como habia sido siempre; ahora iba tranquilo siguiendo a su amigo y llevando a Bertica de la mano. Habjan salido de la casa y marchaban por un cam- po extenso. Cruzaron un arroyo que no habia visto antes; pasaron un puente que se balanceaba. Co- minaron y caminaron sin decir palabra... pero iban contentos y confiados en compafiia de Bart Llegaron al pie de un cerro que estaba iluminado en la cumbre por una luz que surgfa de la tierra y que le daba la apariencia de un globo incandescente. «El cerro es de cristal —pensé Juanito-y dentro tiene una lémpara que lo hace resplandecer». jPero qué lejos estaba la cima de aquel monte...! iY hasta all tenfan que subir! Empezaron a ascender por escalones de piedra y él fue conténdolos uno a uno. Cuando llegé a cien miré hacia arriba, y le parecié que la luz del cerro estaba cada vez més alta. Resolvié llevar en brazos a su hermanita porque era muy pequeria; pero la nifia pesaba mucho y el camino se hacia cada vez mds pendiente. —Espérame un momento, Bari ~dijo el nifio-, que quiero descansar un poco. —No puedo esperar —contesté. Habia subido ya trescientos escalones y el camino parecia no tener fin. El nifio jadeaba y sentia tem- blar las piernas; dentro de muy poco tiempo no po- dria seguir al mago. Maria Eastman —No podemos esperar: faltan dos horas para que ‘amanezca y tengo que llegar al palacio de mi reina cuando suenen las cinco. jAdelante! Juanito hizo un nuevo esfuerzo para alcanzar a Bart; la nifia empezé a llorar y no tuvo otro remedio que* ponerla sobre sus espaldas... sudaba a torrentes y las piernas se le doblaban. De repente, se acabaron los peldafios y se encon- traron en un campo iluminado. Juanito se acosté en la yerba mientras Bari examinaba un plano. Y vol- vid a sonar la voz del mago: iLevantate y sigue! Ain no hemos llegado. El nifio se puso a sollozar bajito porque estaba terriblemente cansado. Barti tomé a Bertica en brazos y reanud la marcha; Juanito seguia casi arrastrandose. Bardi volvid a detener- se; consults el plano y sacé una pala que llevaba oculta bajo su manto. —Ven a cavar ~y le puso la pala en las manos. La levants y icosa extraria! no pesaba mds que una pluma; la tierra se iba amontonando a su alrededor y era brillante y sonaba como si fuera de cristal. De improviso, Juanito vio ‘parecer una argolla de hie- Tro que estaba adherida en Elttesere una plancha; hald de ella y al levantarse queds al descubierto un tesoro: diamantes, rubies, monedas de oro, panes, dulces, cornetas... Qué cosa mas raral Panes y dulces enterrados y cornetas de latén revueltas con perlas y diamantes. Sacaba todo y lo iba poniendo sobre la yerba, pero el cofre nunca se vaciaba, Aparecieron después vestidos, zapatos, medias y cintas. ;Como quien dice, el ajuar de Bertica! Salie- ron luego el gato, el perro, las palomas, unos peces en su acuario, el caballo de papa y todavia el arca estaba lena. Juanito queria llevarse lo que habia sacado y de- jar el resto en el cofre, pero Bart lo forz6 a que siguiera, Metié de nuevo la mano y salié la pi- zarra, enseguida el I6piz; el nifio no queria in- troducir de nuevo la mano porque temia que salieran los cuadernos y Ia cartilla; pero, como por arte de magia, ellos vinieron a ponerse a su lado. Jua- nito cerré los ojos: ya, ya mismo iba a solir su maestra, y lo re- gafiaria por no haber ido a la escuela el Quiso tapar el cofre pero no pudo ya con la plancha; qui- so entonces separarse de alli pero Barti no lo dejé. anterior. —Sigue! Es preciso terminar pronto. ‘Ya amanece! El nifio se armé de valor y metié la mano, pero te- niendo cuidado de cerrar los ojos, y empez6 a esco: ger al tacto. Vinieron uvas, naranjas, mangos... y el arcén seguia repleto. —No quiero més cosas —decfa entre llantos. Salié la cocinera, y el muchacho de los mandados las ollas, y después empez6 el desfile de los utensi- ios de la despensa. De pronto la mano se le qued6 prendida de una cosa pesada y fria; metié la otra mano para ayudarse, pero ambas se le quedaron sujetas. No tuvo mas remedio que saltar dentro del cofre y un frio aterrador lo invadis. Si, sefior! Esta- ba dentro de una refrigeradora y se iba a volver un helado de carne. —iMe muero de frio! jSocorreme, Barts Nadie le respondid. —Bertica, sélvame! -grité desesperado, pero su her- mana tampoco contests. Es uno de sus movimientos pasé la mano sobre la nevera y el reloj que habia encima empezé a sonar: tri-tri-lin-tri-lin-rin, rin. Juanito desperté aterido! Durante el suefio habia arrojado las mantas y por la ventana entraba un aire fresco. ado, pesmado de fi El retrato terrible ‘aaquito veia en la sala de su casa un retrato que siempre le daba miedo: era de un hom- bre con grandes bigotes, barba cortada en punta, cejas espesas y cara seria. Las veces que su maré lo dejaba entrar, tenia buen cuidado de no mirarlo, porque de seguro sofiaba con él. Paco co nocia hasta los menores detalles, justamente por- que no queria saber nada del temido personaje del retrato. Su mamé lo nombraba «mi tio Ramén». Habia sido un hombre muy valiente, «Desafiaba los peligros con impavidez#, En cierta ocasién, siendo jefe civil y militar del pueblo, llevé a la carcel, y sin ayuda de la policia, a tres hombres que peleaban armados de pufales. Y si les siguiera contando las aventuras de mi t/o, serfa cosa de nunca acabar», decia la mamé a sus amigas. Paquito tenfa razén al temerle a aquel hombre; un sefior tan enérgico debia de ser una desgracia en la farnilia. Por fortuna él no lo verfa nunca, porque 1, Valor y serenidad de énimo ante los peligro. y 56 ®& ® 14 i Eastman seguro haba muerto en un vigje... ¢Y sino murié? Si, seguramente el tio no habia muerto; estaria pri- sionero 0 enfermo y el dia menos pensado se pre- sentaria Se volvié una tortura la vida del nifio: su imagina-* cién le hacia ver que el tio llegaba vestido de gene- ral, dando portazos y gritandole a todo el mundo. Seguramente era cruel y despiadado con los nifios y con los pobres. Daria puntapigs a todos los del servicio y transformaria la casa en un cuartel. Qué noches! {Qué sustos cuando golpeaban a la puer- ta! jCon qué desconfianza miraba a los forasteros! {Cémo le latia el corazén cuando llegaba el cartero! Todo lo relacionaba con el regreso del «verdugo, como él lo llamaba: Toda esa amargura la saboreaba a solas, porque no se atrevia a preguntarle a su mamé. Y ademas habia oide decir que «nombrando al ruin de Roma luego se asoma»... y Paquito desechaba esa idea como un pecado. No, él no queria que volviera. Se hacfa el desentendido cuando lo nombraban y evi- taba mirar el retrato. Aquellos mostachos negros eran su pesadilla. Una vela para la virgencita por que el tio esté muerto de verdad! Habia fiestas en la capital y los padres de Paquito lo llevaron. Qué deslumbramiento: los monumen: tos, parques, avenidas, almacenes y automéviles lo Eastman dejaron extdtico®. Los cines eran el paroxismo? de la felicidad. Estaba radiante y ni de su tio se acor- daba. Aquello sf era gozar todo el dia: vueltas en carrusel, montadas en burritos, navegar en las bar- cas del lago, ir por las avenidas, extasiarse ante las vitrinas y ver juguetes y mds juguetes. Vefa gentes vestidas de maneras extrafias, y que hablaban en idiomas que él no entendia, lindos nifios en coche- citos que rodaban por los parques. Fue con su padre a ver los fuegos artificiales. (Qué cosa tan maravillosa! Luces de todos los colores, de todas las formas, corrfan alrededor de la plaza, y subfan para caer como lluvia, chis~ porroteaban, se retorcian. Elrretrate terrible Volvié al hotel rendido. Su mamé conversaba con un anciano delgado, de cabello muy blanco, reidor y simpético. —iA que no adivinas quign es este sefior! -le dijo la mamé al papé en cuanto lo vio. —Pues... no acierto. —Fijate més, hombre; no seas ingrato... le dijo el anciano. — Pero si es mi tio Ramon! Paquito se quedé aténito!: «mi tio Ramén», «mi to Ramén», y no acertaba a pensar mds. —Acércate, muchacho, saluda a tu tio. {No vivias preguntando por él? Aqui lo tienes de cuerpo pre- sente. Paco estaba desengajiado. Su tio sin mostachos, sin gesto duro y sin espada... Su tio era un pobre hombre. El verdadero, el aterrador y subyugante®, era el del retrato. Se acercé valientemente y le apreté la mano con fuerza. El tio Ramén habia perdido en un instante todo su prestigio. 2. En éxtasis, Estado de gran admiracién. De chi tombién el verbo extosiarse 3, Exoltacién extrema, o cumbre de la felicidod. 4, Sorprendido, estupelacto, espontdo, 5, Que subyuga, somete, seduce. sagina 56 en pi © seividos La bombilla ra una bombilla! del alumbrado puiblico en Ia esquina de un barrio lejano. Y habfan po- sado tantos dias y tantas noches desde que fuera puesta alli que ya conocia a todos los habi- tantes por sus nombres, por sus profesiones y ain por sus defectos, porque contra el poste donde es- taba suspendida venian a charlar los vecinos. La bombilla tenfa sus predilecciones y antipatias. Formaba juicios sobre las personas a primera vis- ta y casi nunca se equivocaba. Por ejemplo: el car- pintero no le gustabo; cuando pasaba por las no- ches dejaba detrds de sf un fuerte olor a licor y su andar era vacilante. No habja transcurride mucho tiempo cuando vefa venir en sentido contrario a su hijo; trafa una botella y lloraba. La bombilla era muy suspicaz? y no habia quien le quitara la idea de que el maestro carpintero era un borracho que golpeaba a su hijo y lo mandaba en busca de més licor. «Seguramente no alimenta bien 1. Forol o forola 2, Propenso a concebir sospechas. 19 oe en pagina 56 jades id Maris Eastman a su familia -pensaba la bombilla-, porque todos los nifios de la casa son flacos y van mal vestidos. En cambio, los hijos del herrero son unos mucha- chos alegres, que pasan a diario hacia Ia escuela, iempre limpios, acompariados por su madre, una mujer muy dicharachera? y diligente™. Ald viene el policfa, su amigo muy antiguo. Llega, se recuesta y empieza a escribir en su libreta... La bombilla sabe de antemano lo que escribe: el par- te para el oficial que ha de llegar dentro de poco. gPero qué ve? Quien se acerca es una chica del ser- Vicio y el parte va a dar a la mano de la muchacha iGritos! ;Alarma! El policfa tiene que dejar el ama- ble didlogo con Ia joven porque lo llaman de la tienda proxima. Corre la gente. «Ya sabré lo que pasa -piensa la farola-. Pasardn co- mentando lo sucedido; estas gentes son incapaces de callarse nada». Como para corroborar sus ideas, pasan dos mujeres hablando en voz alta: —iUy! gPero no te parece que esta muy viejo -decia una para emborracharse a su edad e ira dar escdndalo a Ia calle? Pobre Pastorcita, casada con semejante mequetrefe’. 3. Que tiene una conversocién animada y ocurrente. 4, Activa, ligera en el obror 5, Persona entrometido,buliciosa y de poco provecho, Persona que no vale nada. Se usa en sentido despectivo, La bon —Pero el otro le resulté respon- dén -contestaba la amiga-. ¥ le dio sus buenos puftetazos... Muy bueno, por grosero! Y se alejaron calle abajo. «jAh! ¢Conque era don Ramén el de la trifulca®? Ya me lo imaginaba... Aqui, junto a mi, se detiene todas las noches. Y hay que verlo luchar, borracho como va, para en- cender un cigarrillo: se le caen los fésforos, se le quiebra el cigarrillo y suelta sapos y culebras por esa boca. (Ojald lo leven a la carcell» pagina 57 La bombilla se fue volviendo malin- tencionada a fuerza de ofr gentes vul- gares y malhumoradas a todas horas: ha- fa tomado el alma del barrio y de cada uno de sus habitantes. Llegaba Ia noche y la bombilla estaba alegre por- que ya pronto la encenderfan, pero amargaba su dicha pensar que mariposas, zancudos y moscos vendrian a revolotear en torno suyo, manchando su transparencia y mareéndola con el zumbido. El barrio cambiaba su fisonom(a: una nueva vida se iniciaba con la noche. Los j6venes que cortejaban a las muchachas del barrio venian debajo de su luz. Adivinaba las sombras detrds de las ventanas. Veta 6, Desorden, pelea moverse figuras en el interior de los cuartos, que a lo lejos parecian peliculas mudas. Por los gestos de- ducia si la escena era apacible o violenta. En el piso de enfrente se enciende una luz, se alza la cortina y aparece una joven... Como si su pre- sencia fuera un conjuro, aparece en Ia esquina un mozo y entablan un diélogo a medias voces... La bombilla siente complacencia de ver que ayuda a los amantes. Pero corren las horas, la gente se re- coge y la calle queda sola. La bombilla se entristece. Tiene por delante una larga noche nublada. Si pudiera dormir, protegerse del fro... Pero no: su destino es dar luz, haya © no quien necesite de ella Estard alli hasta que se funda jy luego a Ia basura! Triste fin de un destino tan brillante Mi adorada hermana Qué trae prendido al saco? OC sujeto con un alfiler. —iMaestro, ese mono me lo puso mi hermano, que es un demonio! —iQué palabras! —me grita el maestro-. No vuelva a decir asi nunca més. —Bueno, sefior, mi hermana no serd un demonic pero sf es una diabla —Jovencito, Zdénde ha aprendido a decir esas co- sas tan feas? Y... ¢qué tiene en la cabeza? Alzo la mano y encuentro mi pelo hecho un nudo: Ana me ha puesto una goma de chicle. —Es usted un desaseado, Juan -me dice enfureci- do el maestro, y me lleva ante el director. «A\ salir de la escuela —pienso-, voy a coger a Ana por las trenzas y le voy a dar palmadas hasta que me duela Ia mano». 57 Actividad en pégina @ Actividad en pina 57 Marta Eastman Pero eso no es mds que un deseo, porque le tengo pavor a mi hermana. Y si, ella es un demonio, aun- que el maestro se enoje. Ana es lo més malo que pueda encontrarse. Siempre tengo temor de ir a la casa porque de seguro tiene algo preparado... » No hay remedio. Entro calladito y me dirijo a la co- cina, donde Rasura me guarda siempre un buen bo- cado. Me acerco al taburete y me siento. —iUy! iAy! iVirgen santisima! 2Qué es esto tan ho- rrible? ~grito dando un salto y Rasura me quita una puntilla que esté prendida al pantalén Siento la risa de Ana allé afuera en el patio. No sé sillorar o matarla; me decido por lo ultimo y salgo corriendo para alcanzarla, pero la muy bandida ha atravesado un cajén en el zaguéin’ y en mi arreba- to no lo veo, tropiezo y voy a caer de bruces? en el empedrado. Me sale sangre de la nariz y me raspo una pierna. ‘Ana sube las gradas de cuatro en cuatro y se en- cierra en el desvan. Mamé sale al ofr mis gritos y se enoja, pero yo no le digo quién me hizo caer, por- que tengo que arreglar personalmente las cuentas con mi hermana. Lleno de esparadrapos, resuelvo estudiar las leccio- nes antes de tomar venganza. Lo primero que ven 1, Temor, espanto, 2. Espocio de la casa que sive de entrado, inmediato a la puerta de la calle. 3. Cuando alguien coe de bruces, coe de frente, boca abojo. 26 ae Mi adorada hermans miss ojos sobre la mesa es un papel con un mama- tracho! bizco y patizambo que tiene una leyenda: Ardo en iras, olvido mis lecciones y subo a estran- gular a mi hermana; pero la puerta estd cerrada y, cuando aplico el ojo a Ia cerradura para asegurar- me de que ella esta dentro, una paja de la escoba sale por el hueco y se me introduce en el ojo. Doy un bertido y pierdo el control y golpeo y pateo la puer- ta mientras la desafio a gritos. Aparece mamé y, al verme tan enfurecido, me toma < por los hombros y me arrastra sin escuchar expli- caciones, mientras se lamenta de tener un hijo tan grosero, tan alborotador y tan abusivo, que quiere pegarle a su hermana menor. 4. Persona 0 cosa defectuosa, ridicula y extravagante, 5. Que tiene las piernas torcidas. 27 id en pagina 58 @ retviao Es tan grande Ia injusticia que me deja mudo. Me leva al cuarto de los bales... y lo primero que al- canzo a ver es el Iétigo que usa papé cuando va a caballo, No quiero contar lo que alli me hace mi mami, ni los latigazos que recibo en las piernas. Quedo lloraso, adolorido, sentado en un batil, de- seando morir en el instante mismo. Pero jDios santo! por la ventana aparece una cafia que se introduce lentamente, y en su extremo hay una rata muerta que viene a caer sobre mis hom- bros. Arrebato la cafia y, con el cuerpo del delito, corro adonde mam leno de ira y de razones. 28 —$ LJ Ella sale a castigar a Ana. Estoy feliz, dichoso: voy a ser vengado. Pero cuando oigo los gritos y el golpe del ldtigo siento algo muy raro que me hace correr hacia el cuarto del castigo, abrazarme a mamé y pedirle llorando que me castigue a mfy perdone a mi hermanita. Mamé se detiene en seco, me mira, sonrie y dice: —jQué muchacho més raro eres! No te entiendo; francamente no te entiendo. Mami tiene raz6n: soy un muchacho muy raro. Y, francamente, yo tampoco me entiendo. 29 n pagina 58 © rciviec La huerta feliz € la tierra empezé a brotar una débil yema. El sol la fue fortaleciendo y a los pocos dias era una plantica con tres hojas pequefitsi- mas. Cuando observé el amanecer se sintid dicho- sa porque era una mafiana muy linda; hizo un es- fuerzo y crecié un poco més. Miré a su alrededor y encontré que habia a su lado una gran cantidad de maticas. Su gozo fue mayor al verse acompa- fiada; atin no sabia a cud! familia pertenecfa cada una, pero dentro de poco, al crecer y tomar forma, podria distinguirlas y llamarlas por sus nombres. Por el momento se puso a balancearse suavemen- te con el viento y a tomar su alimento de Ia tierra. Todas las mafianas al despertar miraba a sus ve- cinas y movia sus hojitas en sefial de saludo; sen- tia un gran deseo de hablarles, pero ellas eran tan pequefias que atin eran incapaces de conversar. Decidié esperar una mejor oportunidad y mientras tanto se hizo amiga de un pdjaro que bajaba to- das las mafianas a la huerta en busca de semillas. Pero antes, y para poder decir su nombre al nuevo 58 Actividad en pégina 6 Maria Eastman amigo, resolvié bautizarse como Lechuguita Cres- pa. Ella tendria rizados los bordes de las hojas y se irfa apelotonando hasta formar un crujiente y re- dondo repollito. Y casi saltaba de gozo, porque era fresca y alegre, La primera llegada del pdjaro afrechero® la aprove- cho para entablar conversacién. —Oye, pajarito, gqué buscas por aqui El, que estaba de mal humor porque no hal contrado nada que comer, le contesté: —Yo no me llamo «pajarito», sino Afrechero: a-fre- che-ro, y busco semillas, La lechuguita no se turbé por respuesta tan poco amable e insistié: —jQué gusto conocerlo! Desde hace tiempo lo veo cruzar a diario por aqui. Si usted, sefior Afrechero, levanta las hojas de aquella col que esté a su de- recha, encontraré en el suelo abundantes semillas que no alcanzaron a nacer. El pdjaro corrié al sitio y encontré las semillas; agradecido por Ia infor- La huerta folie de su llegada. Por él se informaba de todo lo que existia fuera de las tapias* de la huerta. (Qué gran sorpresa al saber que habia rios que corrian por la lanura y que formaban lagos, estanques y repre- sas! ;Cémo le parecié de raro que hubiera drboles! Ella crefa que solamente existian plantas pequerias como las de la huerta. —Cuénteme, Afrecherito, Zes cierto que hay apa- ratos en que vuela la gente y otros que corren so- bre la tierra? ZY que hay mds personas ademds de Carlotica, la nifia que nos cuida? ZY que existen pd- joros distintos a ti? -y no se cansaba de preguntar, porque tenia afan de aprender. Una tarde, cuando se disponfa a dormir e iba reco- giendo sobre sf sus verdes hojas, oy6 que dos plan- tos vecinas conversaban y puso ofdo: —Pues si, Tomatico ~decia una espigada col-. Yo vivo muy contenta en este pais... porque tengo ali- mento, agua y tibio sol. Cada dia estoy més fuerte y més alta. Ya mis hojas van siendo verdiblancas y mis rafces se adentran en la tierra... macién, regresé con cara muy festiva a su nido. Todas las mafianas, desde entonces, entablaba anima- da charla con Lechuguita Crespa y ella vivia pendiente 1. Ave muy parecida @ un gorrién. 32 ademés, estoy rodeada de plantas que me hardn buena compaiifa. El tomate, que atin era nifio, la miraba con sus ojazos verdes y movia su redonda figura al impulso del viento. 2. Paredes 0 mures. 33 ides en pagina 58 © @ rcivica Maria Eastman —£s verdad, es verdad... -repetia, y como era tan timido no acertaba a contestar sino eso y pensaba que si la col volvia a dirigirle la palabra se madura- ria antes de tiempo, porque Ia verguenza lo iba a poner rojo. s La col miré entonces a la lechuguita y supuso que, siendo mujer como ella, le seria més facil entablar una conversacidn. Fueron desde entonces grandes amigas y a la vez hicieron relaciones con las otras plantas. La remolacha era reservada; a todas horas estaba congestionada y parecia que iba a manar sangre. La zanahoria vivia orgullosa de sus tallos verdes y sus hojas rizadas. El rdbano tenia voz de bajo pro- fundo porque hablaba debajo de la tierra. El pere- y lo yerbabuena aromatizaban la vivienda y eran de un cardcter magnifico. El cilantro arro- jaba sus semillas a la cara de sus ami- gos porque era muy bromista. El cu- tubo se empefiaba en trepar por el a heerts feliz muro para asomar sus tallos al camino, saber lo que pasaba fuera y regresar a contarlo en las veladas de la huerta. Habfa también ajfes de pésimo genio, acelgas coposas, cebollas que no podian entrar a las reuniones porque hacian llorar a todo el mundo... Y en medio de Ia huerta extendia sus ramas un brevo cuya especiali- dad era quemar algunas de sus hojas cuando hab/a visita, para que se esparciera un fino olor. El brevo, sintiéndose el mds grande, decidié proteger a sus compafieros Empez6 por estirar sus ramas hasta donde le fue posible y las tupié con hojas para dar sombra a sus vecinos. El avisaba cuando venta Ia lluvia, los libraba de ella y le propuso al afrechero que hiciera el nido en sus ramas. En 3. También se le llama higuero. Es. érbol que de los higos. @ hetivided en pagina 59 Maria Eastman los dias de sol intenso las lechugas casi se asfixia- ban y el brevo corria en su auxilio, proporcionéndo- les frescura con su sombra. A Carlotica la adoraban las plantas. Iba cada ma- tana y cada tarde, bafiéndolas una a una con su regadera, mientras conversaba con ella: —Cémo amaneciste de grande, repollito. ests de redondo y rojo, tomate... pero qué belleza de zanahorias... Y tu, lechuguita, estés cada dia més crespa y més verde. Tenfa una frase amable para todas las plantas. Al legar al brevo, con mil zalamerfas* le pedia frutas. El drbol no resistia tanta dulzura, y le dejaba caer indos higos, dulces y apetitosos. Luego Carlotica se dedicaba a quitar las malas yerbas, les ponia tierra nueva a las plantas y velaba permanentemente por que estuvieran en buenas condiciones para que se desarrollaran. Llegé Ia cosecha de Ia huerta y el brevo se quedé solo. (Cémo resultaba de grande el prado! ;Qué si- lencio tan pesado! {Cémo resultaban de largos los fas! Ya no haba aquella vida, aquel rumor de con- versaciones. Al brevo le sobraban sus ramas: no tenfa a quiénes darle sombra, Sus amigos se habian marchado en una cesta camino al mercado... El curubo volvia la cara hacia la calle para que no lo viera llorar... (0 una demostracisn exagerada de cari. Carlotica comprendié la amargura de los dos y se Puso a pensar cémo consolarlos: entonces pods el brevo para que se hiciera nuevamente joven y plan- 16 semillas a su alrededor. iCémo esperaba el brevo que brotaran las yernas! iCémo trataba de adivinar en los brotes la calidad de las plantas! ;Cémo alargaba las ramas para que crecieran pronto y tener abrigo list. La nifia comprendia la bondad del brevo y una tar- de, charlando con éI, le dijo: —Eres el padre de todas las plantas. Al oirse llamar asf, la savia' circulé répidamente y subié hasta Ia punta de las hojas, que despidieron un suave aroma. 5, Liquide que circula por los vases de las plantas. @® @® @ actividades en paginas 59 y 60 El nijio inatil Uno sirves para nada -repetian a diario los padres de Pacho, y el nifio vivia convencido de eso. Pero ellos enfermaron y murieron. «:Y ahora, adén- de iré? -se dijo Pacho-. Nadie querré tenerme en su casa porque no sirvo sino para comer y dormir. Lo mejor seré recorrer el mundo y pedir limosna en el camino», Como lo pensé lo hizo: tomé unas pocas ropas que tenia, cerré la puerta de Ia casita, le dio una ultima mirada a la huerta y eché a andar por el camino.. Pronto dejé atrds el pueblo y la gente que conocia. Sentfa hambre, pero no se atrevia a pedir porque le daba vergenza. Comié frutas que encontré en los Grboles del camino. Ya de noche, llegé a un pueblo y fue a refugiarse en el atrio! de una iglesia. El cansancio pudo ms que el hambre y pronto dor- mia profundamente... Como en suefios, sintié que lo levantaban, pero no pudo abrir los ojos. 1. Espacio descubierto 0 andén a lo entrade de algunos edifcios Actividad en pagina 61 Maria Eastman Cuando desperté, se quedé sorprendido al encon- trarse en una choza destartalada y maloliente. Un viejo hacia café en un hornillo de alcohol. Pacho pudo ver lo que lo rodeaba porque el viejo le daba la espalda. Todo era desorden y desaseo: res- tos de pan por el suelo, papeles y basura por todas partes, un colchén viejo en un rincén y multitud de moscas que revoloteaban a su alrededor. «En buena parte he caido», pensé el niio. En eso, el viejo volvié la cabeza y, al ver que estaba despierto, le grité: —Levéntate, vagabundo, que tienes que ganarte la comida. El nifio se puso en pie, maltratado y hambriento; el viejo le dio una taza de café y un pedazo de pan. Después el anciano tomé una gran bolsa de cuero y un bastén y sali, dejando a Pachito encargado de la limpieza y de preparar la comida para cuan- do regresara al mediodia. —Si no encuentro todo bien cuando regrese -y lo ‘amenazaba con el bastén-, vas a pasarlo muy mal No trates de huir porque tengo las piernas muy lar- gas y te alcanzaré dondequiera que vayas -y salié -vandose la llave de la puerta. Pachito se puso a llorar y a pedirle a Dios que lo sa- cara de alll. Se distrajo con su pena cuando oyé que el reloj daba las diez. —Ya casi vuelve el viejo y me mataré a palos -dijo para s{ mismo, alarmado. 40 El nie int Barrié el cuartucho, puso los pocos muebles en or- den, lavé los platos, encendié el fuego y abrié las puertas para que entrara la luz. Entonces vio una huerta, parecida a la de su casa. Fue hasta ella y tomé legumbres para el cocido. A poco llegé el viejo: anduvo alrededor de! cuarto examinando todo y al comprobar que Pacho habia cumplido sus drdenes dio un grufiido y se senté a almorzar. No hablé ni una sola palabra y luego que hubo terminado vacié sobre la mesa el contenido de Ia bolsa. El nifio comprendié que el hombre era un mendigo. Se levanté el viejo, tomd la bolsa y el bastén y se marché no sin antes amenazar a Pacho, para que le tuviera lista la comida a su regreso. El aspecto del viejo lo llenaba de espanto: el rostro cubierto de barbas apenas dejaba entrever los ojos; el chaleco hecho jironest, el sombrero roto y los zapatos viejos embarrados de lodo. Pero lo que més mie- do le daba era el grueso y nudoso bastén. Pachito no se atrevia @ huir, pues pensaba «Como no sirvo para nada, en todas partes lo pasaré mal y aqui por lo menos tengo comida y techo». 2, Roto, desgarrodo, Actividad en pagin & Maris Eastman Hizo de nuevo la limpieza y se fue a Ia huerta. Es- taba llena de maleza y Pachito toms el azadén, la impié y arreglé las verduras. Al enderezar los tomates decio: —Matica, zme comeré el viejo? Y les repetia la pregunta a las lechugas, a los réba- nos y a los repollos. —Felices ustedes —decfa— que pueden salir de aqui yo soy prisionero del viejo y seguramente me come- ré esta noche. Se sent6 cerca del arroyo. Mientras refrescaba los pies cansados, iba diciendo en alta voz: —Esto que me sucede debe ser un castigo por no haber servido nunca para nada. Para darse dnimos, empezé a silbar y un pajarito vino a posarse en el durazno y contestaba con su canto. Como era Pachito muy nifio, pron- to se olvid6 de sus penas y se embe- les6# oyendo al pajarillo... Cuando salié volando, le grité: —Pajarito, regresa maria na y, siel viejo no me ha matado, te daré frutas. Este es un azaden. 3. Embelesor significa wcautivar los sentidoss. El nie init Después entré a la casa y se puso a separar lo que el viejo habla sacado de la bolsa: pan, queso, hor- talizas, granos, chocolate y algunas moneditas. Lle- \6 todo al aparador y preparé la comida Mientras la comida se cocia, abrié la ventana y se ‘asomé. {Qué lindo prado se divisaba! Verde, plano, con drboles y vacas y caballos. Lejos se aleanzaba aver la torre de la iglesia y el tejado de las casas de un pueblo, al otro lado se extendia la carretera que iba trepando por la montafia hasta perderse en la cumbre. ;Cémo hubiera deseado jugar en el prado! iAcercarse a los becerros que retozaban en la yer- ba! Pero no podia salir. Se moria de terror al pensar en el bast6n amenazador... Revolviendo cajones, encontré un mantel; puso la mesa y trajo flores de la huerta, que colocé en un vaso. Ademds, como el duraznero estaba lleno de frutas, cogié algunas y las puso en un plato. Llegé el mendigo, volvié a examinar toda la casa con sus ojos redondos, dio otro grufiido y se senté a la mesa. Pachito le sirvié la cena y entonces el viejo le ordend que se sentara también a comer. El nifio, asustado, acercé una silla y empezé a comer sin le- vantar los ojos del plato. El viejo metié la mano en el fondo de la bolsa, sacé una manzana y la puso frente a Pachito. Este la mird, pero no se atrevid a tocarla. —jCémetela! -le ordené el anciano y volvid a que- dar en silencio. Exstman Abrié un gran cajén que habia en un dngulo de la pieza, sacé dos mantas y una almohada y sobre el mismo cajén improvisé un lecho. —Acuéstate -volvié o ordenarle y le sefialé la nue- | va cama, ‘ «Me mataré cuando esté dormido...», pensaba Po- chito, y se prometié no dormirse en toda la noche. Pero al sentirse entre mantas tan abrigadas se dejo vencer por el suefio y cuando despert6 era de dia. El viejo ya no estaba. Sobre la mesa encontré café preparado y un buen trozo de pan. Se puso feliz y se bad en el arroyo. Cuando empezaba el aseo del cuarto alcanz6 a ver un Ifo sobre una silla y al desenvolverlo se encontrd con un vestide nuevo y como a su medida. Pachito estaba maravillado. Aquel viejo era bueno y lo mi- maba, aunque él no servia para nada. Se propuso demostrarle su agradecimiento: lavé las ropas, barrié, pulié los muebles, puso flores nuevas. Con cajones viejos hizo una cama para el mendigo. Pachito buscaba por toda la casa y encontraba ob- jetos muy diversos en los cajones. Y vio que en aquel lugar no faltaba sino or- den y se propuso arreglar todo. Ya olia bien y la choza se iba con- virtiendo poco a poco en un espa- cio familiar y acogedor. El viejo seguia sin ha- blar, pero cada tarde trafa algo para el nifio y lo dejaba sobre la mesa: hoy un libro, mafiana unos zapatos, otro dia un juguete. Pachito hubiera preferido a todo eso que el anciano le hablara; era muy triste aquella vida silenciosa, y a no ser porque durante el dia se entretenia hablando con las matas de la huerta y con los pdjaros que venian a los drboles, se hubiera vuelto loco. Se sentia muy solo y deseoso de conversar con al- uien que le pudiera contestar, porque las plantas y los pdjaros no hacian sino ofrle. Después de un mes de vivir en aquella casa atin no sabia el nombre de su protector; por lo demas, lo respetaba tanto que era incapaz de dirigirle la palabra. Pero el silencio permanecia y el nifio estaba muy triste. Hasta que un dia se atrevié a decirle que le trajera cal para enlucir los muros. E! mendigo no contes- | t6,pero se quedé mirando fijamente al nifio y este creyé ver una sonrisa a través de la espesa barba. Pachito seguia creyendo que no servia para nada, pero la casa relucfa y la huerta estaba bien cuida- da. Por su parte, el viejo iba trayendo poco a poco Varias cosas para arreglarla Un domingo, al despertarse, Pachito quedé perple- jo el anciano se habia afeitado y tenia puestos un traje y zapatos nuevos. El nifio dudaba de lo que veian sus ojos. —jLevantate, Pachito! Sorpresa: a su lado encontré ropa nueva también Después del desayuno, salieron de camino al pue- blo. El viejo Io llevd de la mano hasta Ia iglesia, y luego al mercado; le compré cuanta golosina ha- bia y por ultimo lo llev6 al circo que paraba enton- ces en el pueblo. Pachito estaba radiante: sentia deseos de abrazar al viejo, de expresarle de algun modo su carifio... De regreso se atrevié a preguntarle su nombre: —Me llamo Juan Victor. —iQué bueno si usted fuera mi papa! —dijo el nifio en voz tan baja que casi no se le ofa. El viejo se detuvo, alz6 en brazos al nirio y le dijo: —Lldmame papé si te gusta -y lo bes¢ en la frente Pachito, el nifio que no servia para nada, fue la ale- gria y él sostén de aquel anciano, que revivié con la comparifa de! pequefio. Actividades en paginas 61 y 62 & & @ El muiieco feo epita tenia juguetes muy lujosos en su arma- rio; pero era una nifia rica y caprichosa que todo lo rompia. Rosaura, la cocinera, queria a la nifia a pesar de su mal cardcter, quizds porque la habia visto nacer y crecer. Se sentia muy dichosa cuando Pepita iba a la cocina y le diriga la palabra Como se aproximaba el cumpleafios de Pepita, Ro- saura reunié centavo por centavo para hacerle un regalo; busca por acd, busca por alld, logré encon- trar un mufequito de pasta con cuerpo de aserrin# y traje azul Fue al salén donde Pepita estaba rodeada de sus amiguitas a entregarle el murieco. La nifia, al verlo, estallé en carcajadas y toméndolo bruscamente le dio contra el suelo a Ia vez que de —Rosaura, Zno te da verguenza traerme un mufie- co tan ordinario? 1. Particulas 0 virutas que desprende la mi verbo serrar; no cerrar) Con asertin ser lero cuando se sierra (de lenaban algunos munecos Maria Eastman Rosaura salié llorando a esconder su humillacién. EI mufieco, al ser tirado contra el suelo, perdié una pierna y se le abollé la nariz. No se sabe quién lo llevé al armario de los juguetes. El mufieco feo, como se le llamé a partir de ese mo- mento, fue muy mal recibido en su nueva casa. todo era riqueza: mufiecas de caobo?, vestidos de seda, zapatos de charol’, pitos de plata y mil cosas més, todas finas y brillantes. Por supuesto, la entrada de un personaje como el mufieco feo, hecho de pasta barata y por afiadidura cojo y con la nariz hundida, causé un escdndalo en aquella escogida sociedad. Las mufiecas torcieron el gesto en sefial de desprecio; los sol- dados de plomo agitaron sus fu- siles; el pito de carey! dejé off un silbido de burla y el tambor empez6 a redoblar: —iRataplan, le falta un pie! iRataplén, qué mal se ve! Y coreaba la campanilla: in, es de aserrin! jTalén, es patan'! 2, Le caobs es une madera preciosa de color rojz. 3. Elcharoles un bar 4 Elcarey es un moterial muy Iujoso que se obtiene ) Ponerles tierra hojas de las plantas. nueva a las plantas. O Conversar con las O Gritarles con rabia. plantas. © Cettiorarse de que CO Pisar las plantas. tomen sol. Carlotica le dice al brevo que él es «el padre de todas las plantas». Subraya o resalta con color, en el cuento, las acciones que tiene el brevo ha- los demas para ser llamado de esa forma. Elige dos frutas y verduras que haya en tu casa y describelas igual que en el cuento. Guiate por este cuadro. < Mientras lees | Después de leer | 6: Resuelve el crucigrama a partir de la descripcién de las verduras. Horizontales 3, Tiene sus raices en Ia tierra y hojas verdiblancas, 4. Cuando nace es verde y luego se pone rojo. Le gusta arrojar semillas en la cara de sus amigas. 8, Tienen un pésimo genio. 11. Se siente orgullosa de sus tallos y sus hojas. Verticales 1, Hacen llorar a todo el mundo. 2. Trepa por el muro y asoma sus tallos al camino. 7. Esté congestionada y parece que va a manar sangre. 8, Tiene voz de bajo profundo. 10. Tiene un aroma y un cardcter magnifico. < Después de leer | EL nino intitil 1. Marca V de verdadero o F de falso. © bos padres de Pacho siempre le decian que era un inutil, © Suando mueren sus padres, Pacho decide quedarse en la casa y vivir solo © Pacho decide vagar por el mundo. © Elnifio va por los caminos pidiendo comida. © El viejo lo encuentra durmiendo en Ia iglesia. 2. Completa Ia lista de érdenes para Pachito conjugando los verbos entre paréntesis. < Mientras lees | 3. Explica oralmente de qué manera el viejo le expresaba su amor a Pacho. 4. Describe cémo son los dos personajes al princi- pio y al final del cuento. < Después de leer | @ 5. {Ti crees que Pacho era intitil? Argumenta. Para finalizar ® 1. Elige dos cuentos del libro, recorta palabras de periddicos y escribe un titular para cada historia. El muiieco feo 2.

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